Lola Ancira's Blog, page 61

February 25, 2014

En las garras del crimen – Andrés Caicedo



Andrés Caicedo (escritor colombiano, 1951-1977) es el autor del cuento del mes, En las garras del crimen. Mi fascinación por este autor va en aumento y mi misión por difundir su obra también.
En las garras del crimen Caicedo da vida a un personaje pretencioso y culto (¿intelectual?) que a través de la erudición pone en tela de juicio algunos preceptos establecidos. El texto está inmerso en alusiones literarias y comentarios críticos  e irónicos que con un toque de humor dan como resultado una lectura grata, que retrata un mundo literario donde reírse de uno mismo y juzgar lo sagrado es incluso benéfico.
Pueden encontrar 5 textos más del autor en este enlace, en los que Canibalismo y Destinitos fatales (ambos de 1971) sobresalen por su originalidad y fatídica extrañeza. Maternidad está incompleto, pero pueden leer la versión íntegra en este sitio. En esta página hay un cuento más, Noche sin fortuna.
Existen muy pocos videos en la red en los que aparezca Caicedo, y este es uno de los más populares, el fragmento de una entrevista en la que habla sobre libros y música:



En un contexto más actual, en 2008 la Editorial Norma publicó fragmentos de textos autobiográficos de Caicedo, en los que relata algunas vivencias de la infancia, sus momentos más significativos en la adolescencia y dos intentos de suicidio, de los cuales hay una pequeña selección aquí y de donde escogí el siguiente fragmento:
Mi relación con Patricia ha estado sujeta (ya no) a un grado tal de inestabilidad que yo tuve que recurrir el triple a Valium 10. Primero que todo ella se demoró mucho en dejar de amar a Carlos, y a mí me tocó presenciar una escena de súplica y de amor en vano tal, que me pegó uno de los mayores sustos de mi vida. Y lo que lo acaba a uno no es la droga sino los sustos. Después de eso yo me porté muy duro con ella, repitiéndole que ya no había caso, que ya no la quería, y eso y la separación con su esposo la condujeron a una especie de locura por los hombres; hizo el amor con el más grande y el más chiquito de los cineclubistas de Bogotá, pero siempre venía hacia mí.
Para finalizar, y antes de transcribir el cuento, dejo esta interesantísima entrada de otro blog al que llegué en mi búsqueda, en donde publicaron la entrevista con una de las hermanas de Andrés, Rosario Caicedo, realizada hace unos cuantos días:
  I.G: ¿Qué sientes al ver que el interés por la obra de Andrés Caicedo continúa vivo y que el 2013 fue otro año intensamente caicediano?
R.C: Muy feliz. En el 2013 y en este 2014. En el 2013 se lanzó El atravesado en su traducción al francés.  Imagínate la alegría que sentí al enterarme que el séptimo concurso de cuento en Colombia lleva su nombre. Que me invitaron a Cali a participar en un conversatorio sobre su obra y pude palpar el amor por sus palabras. Y ahora en el 2014 Alfaguara lanzó en el Hay festival la nueva edición de sus cuentos. Y ¡Que viva la música! será lanzada en Inglaterra, Estados Unidos, España y Brasil. Y en Chile, como lo hemos mencionado, la nueva edición de Mi cuerpo es una celda ya está en las librerias.  Sus palabras están alcanzando nuevos idiomas, sus palabras se universalizan, como las palabras de todo buen escritor.

Fotografía por Eduardo Carvajal


En las garras del crimen (1975)
Acaba con mis fuerzas húndeme de frente abandóname en la criminalidad...M. Jagger/K. Richard - Tumbling Dice
En la fecha que supongo no muy tradicionalmente fatídica de un 23 de diciembre, me recibí de licenciado en Literatura. Mis costumbres solitarias, de poquísimo trato con los intelectuales, me habían preservado de toda ponzoña en el alma, y al no conocer aún el éxito precoz (digamos Scott Fitzgerald a los 23 años, o en nuestro medio el caso más prosaico de este muchachito Lemos que a los 16 publicó, antes de degollarse, una extensa novela sobre dos niños que descubren el amor por medio de la Benzedrina) me sentía impune a cualquier clase de desencanto, melancolía o el común arrepentimiento del hombre de letras que al madrugar sabe que la bohemia tropical o la vagabundería echaron a perder su pasado día. Nada; mi salud física era perfecta, altura mayor de la normal en este país de cafres, rosadita la piel, ausencia total de ojeras, pelo abundantísimo, sistemáticas escaladas a picos no demasiado peligrosos de la Cordillera Occidental Andina y siete piscinas —formato olímpico— todas las mañanas; en cuanto a mi salud mental, alimentado como fui con frondosa coliflor, pescado bien escogido y pan moreno, se fue fortaleciendo por una disciplinadísima lectura de los poetas clásicos, los filósofos agnósticos y los novelistas de descripción psicológica y escueta crítica social; fundamental es advertir que me abstuve de concederle importancia a la dulzarrona mortandad de los románticos y que refuté, en discusiones que fueron grabadas, mimeografiadas y ampliamente difundidas en mi Universidad, los cultores del fantastique y de sus torcidas ramificaciones horroríficas (por no decir horrorosas) o policiacas, generillo éste que parece inventado para la KGB: y que yo consideraba último refugio de los mediocres, de los frustrados fácilmente y de los decadentes a conciencia, pecado que aseguró San Ambrosio, en su Séptimo misterio de la llave, ser el peor ante los ojos de Dios en el infierno.
Tenía, eso sí, unas ganas terribles de que mi carrera en formación pudiese disponer del tiempo completo. No me pareció mejor opción que alquilar un localito en un edificio más o menos destartalado y decididamente polvoriento de la calle Séptima con carrera Octava, frente a ese baluarte de la educación marista que hoy ha sido convertido en juzgado para criminales de la peor estofa. El precio del alquiler era tirando a razonable aunque un tanto no muy módico pero sí bastante comprensible sabiendo cómo van las cosas: dos mil pesos al mes sin contar agua y luz. La oficina era de color ocre recién pintado, techos altos (ahora paso las noches durmiendo en las calles y soñando que el techo desciende hasta aplastarme y allí despierto, con los huesos fríos y tragando polvo) y puertas de caoba. Me la imaginé toda llena de libros y uno que otro afiche. Sonreí al pensar cuántos de mis compañeros de grado no empapelarían las paredes con afiches de la revista Oclae, que mudarían puntualmente a cada nuevo envío. No: yo colgaría, mirando hacia la amplitud más allá de la ventana, el macizo, implacable, un tanto estalinista perfil del gran Giovanni Guareschi.
Entonces firmé contrato por un año (he perdido la cuenta del tiempo que ha transcurrido desde aquello hasta ahora cuando escribo estas líneas con pluma desgastada y mano temblorosa y vengativa: han sido meses o años, no lo sé, el tubo de la perdición no tiene fondo) con ayuda estrictamente parcial de mi madre, la pobre viejecita que hoy se niega a verme y que recluida está en la cama, su pena triplicada por mi pena o al revés, su dolor sosegado por puntuales dosis de morfina que le administra el médico, mi tío Enrique. Menos mal.Instalé mi amplísimo, limpísimo y fervoroso escritorio de roble americano, sala de espera con muebles comprados a crédito, todos mis libros, y con clavos de acero coloqué muy correctamente, en la puerta de entrada, el aviso que en macizas y convincentes letras de molde rezaba:
Marco Capurro G.Licenciado en filosofía y letras. Universidad del Valle.Escritor. Se redactan memorandums definitivos,textos publicitarios, artículos variados para magazine,alegatos jurídicos, argumentos filosóficos en ordenprimero de complejidad, poemas de amor y de gesta,cuentos y novelas.
Dispuesto todo así me senté a esperar, y a los dos minutos de impaciencia, a escribir la primera línea de la página 101 de la novela que preparaba entonces y que hoy he perdido, compuesta por diez larguísimas reflexiones de un clérigo transportado a lomo de indio desde el Puerto de Buenaventura hasta el Valle del Cauca, con un epílogo, no menos vasto y en tercera persona, de las formas crecientes del delirio que se apoderaba del carguero de turno al divisar la tierra que pondría fin a su pena. Escribía: “Un día te acordarás de mí, tú, te lo prometo...” (sería extenderme demasiado resumir aquí la historia de los amores que el clérigo dejó en España), cuando tocaron a la puerta, toc, y en mis malas noches lo he seguido oyendo. Con la perplejidad un tanto ginecocrática del que se dispone a abrir cualquier puerta, interrumpí mi labor, refilé el mosaico y con excesiva torpeza abrí.
Ante mí se encontraba una señorita de pelo color platino tapándole por completo el ojo derecho, en clarísimo estilo de peek-a-boo-bang, popular y prohibido allá por los años 40, y yo enrojecí tanto o más que la boina que ella lucía de sólo pensar el terminillo, que me introdujo, no sé cómo y a una rapidez extraordinaria, en terrenos de una literatura (y aún más: de su bochornosa adaptación al cinematógrafo) que yo, sin desconocerlos, los juzgaba perniciosos y de interés social nulo. Tropecé con las cosas (ahora no recuerdo cuáles ¿una valija? ¿La suya o la mía?) y no había terminado de decirle “¿A la orden?” cuando ella, muy segura y de piernas largas, entró y cerró la puerta con un ¡clam! que ahora es el que me despierta.

Se demoró en sentarse, pero habló todo el tiempo. Me temo que no me queda otra opción que consignar la escena en diálogo directo, recurso y no necesidad de estilo que siempre he considerado ligero, tramposo y que atenta precisamente con la que yo creo —o creía— función primordial de la literatura: la densidad de efecto. Pero el hombre que ha caído no tiene por qué hacerse exigencias.

Con voz que espero no me haya salido de pífano le pregunté su nombre.—Verónica —contestó, apretando los labios.—¿Lake... acaso? —dije yo, porque el parecido y el talante con aquella antigua actriz de cine era enorme, y porque, en ese caso, yo he debido estar vestido más de acuerdo con las películas de gangsters que hacía ella, por lo menos con sombrero (pero ¿con este clima?) y con cigarrillo pegado a los labios, pero no fumo. Además, he detestado el cine desde pequeño.

Ella me miró un tanto asombrada, no mucho, no muchito.—­Nonis —dijo—. Pero no le quiero dar mi verdadero nombre. Por lo menos en este momentico no. Pongamos que mi apellido es Urdinola. Venía de comprar un papel sellado y vi su anuncio. Al lado de esta oficina queda una dentistería. —Y se rió entre “Ji, Ji” y un “Jeeeee” profundo. Continuó:—El hecho es que tengo una hermana que sufre mucho de una enfermedad muy grave. Muy grave pero eso sí: muy digna. Y yo la adoro. Entonces lo que quiero es escribirle una dedicación bien bonita, si fuera posible larga. Digamos unas 120 páginas a doble espacio. Ella en realidad es una escritora. Lo que pasa es que ya no escribe, la enfermedad no la deja.—¿Ha publicado algún título?—Publicar no. Tampoco creo que tenga calidad de publicación. Tiene 17 años. Sabe usted, nosotras pasamos la niñez en los páramos del acantilado del Océano Pacífico. Mi padre explotaba una mina de mármol. Crecimos en casa confortable pero el clima era malsano. Me recuerdo jugando a las muñecas bajo la lluvia.
Aparté, espantado, la posibilidad de orientarme por la vertiente de la novela Gótica para la dedicatoria que la señorita Verónica me pedía. Mi escalofrío ni la inmutó. Afuera rechinaba el sol implacable.
(¿Será posible una forma de escritura diferente a la verbalización, cada vez que un diálogo se interrumpe, digamos, por una reflexión?).

Ay Dios: Continuó.—Supongo, eso sí, que el clima era propicio para la descripción de la tristeza. Dejó de jugar conmigo a las muñecas y se encerró a escribir. Eso fue entre los 9 y los 15 años. Unas doce mil páginas a mano, letra menuda como pata de torcacita recién nacida —se me hizo brillante la comparación (aunque no exenta del enojo de tener que acordarme de Leonardo Fabio) y la apunté en mi cuaderno de notas.—Si pudiera escribir ahora —dijo— ya sería distinto. Tiene toda la experiencia de su enfermedad. Y supongo, joven, que estará de acuerdo conmigo en que mientras los puntos de vista de ustedes, los hombres —me señaló con el dedo meñique y yo me desempolvé el vestido—, alcanzan a madurar a los 25 (¿Qué edad tenía yo en la época de la entrevista que narro?), nosotras las mujeres los tenemos listicos a los 16. ¿O es que va a decir que no?—No —dije, menos intimidado que de sincero acuerdo. Sentí alegría. Ella ya se había sentado, pero no le gustó el cuero de mis muebles y volvió a pararse. Habló con nostalgia agitada y muy sufrida:—Su inspiración constante, me acuerdo, voraz, habría cristalizado en un estupendo estilo y en una profunda complejidad argumental, pero ya ve (dijo ese ve con un tonito que me recordó antiguas pesadillas en las que al despertar encontraba frente a mí el croquis, la silueta de una figura por lo general bella y siempre femenina cuyos interiores bulbosos eran precisamente los que me habían atormentado en sueños) no escribe más. No puede.

Se sentó en mi asiento detrás del escritorio. Se llevó las manos a la cara. Suspiró demasiado profundo y se levantó de nuevo. El ojo izquierdo era negro y muy grande y con ojeras arriba y abajo. Recuerdo que pensé: “¿Pero qué enfermedad es? ¿Y no será contagiosa?”. Mas sentí pena de preguntar. Resolví que era tuberculosis.
—Yo también me he sentido muy decaída —dijo, ya sin lamentarse, como si informara sobre un hecho—. Y sé que una dedicatoria bien bonita me levantaría el ánimo. Como una especie de biografía en la que yo —y casi se hunde la uña del dedo índice en su grandote corazón— llevaría el segundo papel en importancia.—¿En tercera o en primera persona? —inquirí, en tono profesional. Y luego: —Ni me le acerco al tufillo pseudopoético de la segunda persona, difundido en nuestros medios por algunos malhadados mexicanos que estarían mejor cantando rancheras.—En tercera —dijo, con mucha seguridad, y luego un tanto desafiante: —Usted firmaría el escrito ¿no?Torcí los ojos hacia un techo sin vida y el cuello me crujió y la miré de nuevo, doloroso, pensando: Voy a acceder. Le pedí que se sentara, en tono más o menos definitivo. Me obedeció, pero estuvo palmoteándose todo el tiempo las rodillas, a mí que me pone surumbático ese movimiento. Me explicó que era dos años mayor que su hermana, “Aunque usted no lo crea”.—¿Cómo aunque usted no lo crea?—Ja —gritó casi. Y después—: Es un modo de decir.—Este es un asunto poco común, ¿sabe? —dije, pelando mi horrible empalizada de dientes amarillos—. Así que... antes de formalizarlo quisiera más explicaciones... por lo menos preliminares.Pensé: “De no ser por los puntos suspensivos yo no tendría nada que envidiarle a Philip Marlowe”, pero rechacé la idea o la enrevesé, mejor con el recuerdo de la discusión que sobre este personaje sostuve, en el Auditorio Principal, con Orlando Toro, un alumno aventajado aunque un tanto histérico y decididamente colonizado, que murió a los 3 meses en medio de una borrachera y con la cabeza bajo la triple rueda de un camión, ¡Flap!, reventada como madura sandía.

Pero mi cliente ya venía diciendo:—En realidad, todo el tiempo me la he pasado cuidándola. Quiero decir, desde que no seguimos jugando a las muñecas. Nadie me cree, pero cuando mi papá salía, hasta el tetero le daba. La recuerdo haciendo los últimos suspiros de delicia y luego yendo a escribir largos poemas sobre la experiencia de mamar la leche en tetero de plástico... ¡Ah, qué días aquellos!—¿Podría echarle una ojeada a esos manuscritos? —pregunté, más con interés literario que detectivesco. ¿Cómo? ¿Fue que pensé lo que acabo de escribir? ¿Entonces qué es lo que soy ahora, un policía de película metido a relatar brevemente (las fuerzas no me dan para más) su desgracia?—No, imposible. Si se da cuenta me-ma-ta. No puede pararse de la cama pero no sabe usted la de yerbas que conoce. Además ella guarda en secreto la llave del baulito en donde están los manuscritos. Pero no se preocupe usted, que yo lo voy a dejar inventar, utilizar su imaginación. Tampoco podemos obligar a un escritor a plegarse a los caprichos de dos niñas ridículas.

Aquel podemos me preocupó más, pero después sus palabras me hicieron pensar en Los Caprichos, porque le había salido como encrespadito, como todo consentido y lindo. Ella compartía también mi ensoñación, pero la ha debido sentir dentro de sí mucho más urgente e importante, porque fue la primera en interrumpirla para explicarla:—¡Ay, se ve tan aristocrática así toda recostada (Yo apunté la frase), con el pelo tan largo y rubio! —Miró su reloj. Se levantó, asustada. Pensé que me hubiese gustado, en mis niñeces, jugar a las arañitas con ese par de rodillas. Estaba realmente muy nerviosa—. Bueno —explicó— ¿Qué más desea el lector?: ¿Explicó?, ¿contó?, ¿dijo?, ¿mustió?, ¿intercedió?, ¿requirió?, ¿sibiló?, esta última palabra para enriquecer en sauria i el conocido y monotísimo axioma del fanfarrón y pseudovanguardista J. Cortázar. (¡Ah, los caminos sin fin de la vana literatura!), supongo que vendré todos los días e iremos charlando con el señor Capurro.—Dígame Marco, si no es molestia.—Me da lo mismo Marco que Capurro. Ambos nombres me suenan a piscina.Quise reír, pero memoricé la salida, para anotarla después. Todavía quedaba algo muy importante por tratar, así que dije, con el aire más angelical del mundo:—Entonces, ¿me decía?—Sí. Que no es sino acordar un horario. Y que ahora tratemos de los asuntos enojosillos pero de rigor, como los costos y las horas que usted tiene disponibles.Casi le digo: “Para usted, todas”, pero volteé un tantico el cuello hacia la ventana, olí el calor y puse ojos de indio divisando por primera vez el Valle.—Trabajo en la novela que puede ver sobre el escritorio.Hizo como una especie de AAAAAAAAAA de curiosidad y aprobación y progresó como en medias lunas hacia el manuscrito y ojeó, me parece, el párrafo más pobre de la página 101, mientras yo intentaba dar razones, diciendo:—Eso lo hago de 8 a 12 de la mañana. La hora en que me cogió usted. Y mire, ¿quiere la biografía para una fecha determinada?—Me parece que cuestión de 15 días.—Me parece correcto. Poseo una enorme capacidad de trabajo.—Eso veo (¿se burla?).—Bueno —dije, como por no decir, y me senté. Ella miraba su reloj. Por trabajo de mes entero cobro siete mil. A usted le voy a cobrar exactamente tres mil quinientos. (Ni sonrió siquiera). Me los paga en dos contados, si le queda mejor.—Sí, pero el primero no hoy. Mañana por la tardecita. ¿Entonces estamos?—Sí.Me dio su mano, seca como pared exterior de acuario, y luego:—Un consejo: no le hable de esto a nadie. Escritor que cuenta su obra antes de terminarla, se le quedará en veremos.

Y se despidió con el ¡Clam!, el que pone fin a mis pobres sueños.

Al otro día volvió a la hora convenida, con el ojo un tanto más claro y agrandado por no sé qué emoción que me excluía. Yo la había esperado desde la una y media hecho un erizo de nervios después de pasar la noche en vela repasando mi Indice de Libros Prohibidos, y lo confieso, salvando, en concienzuda operación, algunos volúmenes del ostracismo.

Recuerdo que ese primer día de trabajo después de irse mi Dama Misteriosa, yo pasé por una alegría alborotadora de cerrar temprano la oficina para irme a mirar montañas pensando en el posible tema a escoger: Mujer casi niña encamada antes del tiempo, consumida de aristocracia. Precocidad, muerte prematura. La cosa no me gustaba ni cinco. Aquello me habría remitido al ejemplo más obvio de la familia Bronté, a Poe, tan ridículo en su suficiencia. Digo, ¿llegaría a aceptar como hecho normal el colmo de componer una novela con todos los elementos que yo había atacado tan lúcida, tan elocuentemente desde mis años de bachillerato? resolví en todo caso y como salida extrema que los opiómanos y dipsómanos eran mejor y más digna opción que la novela tan pretenciosamente “redescubierta” y llamada negra por críticos pasajeros y hasta con sus plumitas, y de la que eran autores principales Raymond Chandler, Dashiell Hammett y James M. Cain (al primero siempre lo relacioné con el belfo H. P. Lovecraft por esa afición definitivamente maricona hacia los gatos), para no hablar de Ross MacDonald, causante directo de que yo tajara mi larga relación epistolar con el español Miguel Marías (recuerdo, sobre todo, discusiones sostenidas sobre las sendas cartas entre Stevenson y James), cuando me espetó, en papel de 35 gramos y por ambas caras, que consideraba aquél como “el mejor y más profundo escritor vivo”. Gulp. En esa época yo me podía dar el lujo de sentir orgullo por no escribir.
Pero ella volvió, contenta por lo puntualita aunque con una amargura que me impresionó, por lo distinta y por lo que parecía tan esencial en ella, como si la hubiese tenido adentro desde que nació. Y yo, lo juro, no se la había notado el día anterior.
¿Sería porque se trataba del primer dinero ganado en mi profesión que le noté la mano un tanto más grande y áspera cuando me extendió el cheque correspondiente? No cometí la imprudencia de mirarlo.
El mechón color platino lo tenía igualmente dispuesto, aunque habían aparecido unas tanticas arrugas enhebrando las ojeras del ojo derecho, producidas, según me dijo, por la pésima noche que le hizo pasar su hermana (¿verdad que es curioso o imprudencia mía o signo del destino haber preguntado nunca el nombre de la otra?), pues había gemido y se había jalado el pelo y dicho cosas muy horribles. Contenta estaba de verme, y mucho, pero enojada con su hermana. Y cuando le expliqué mis planes de crear una narración en base a una niña que renuncia al mundo por orgullo, porque el mundo no le alcanza, porque ella es mejor que la cultura a la que pertenece, la misma que día por día desvirtúa conciencias, se mostró un poco reticente. Pero aseguré:—Yo la haré parecer, en la cama enferma y todo, mucho más bella que tantas peladitas que andan por allí voltiando.Entonces gruñó (¿había gruñido el día anterior?). La nariz se le encrespó y me dijo, con el ojo llameando malignamente:—Es que ahora no quiero hacerla parecer bella. Quiero castigarla por toditico lo que me ha hecho.Y estiró el brazo hacia mí, subiéndose muy rápido la manga y yo miré, atajando la respiración. Había allí, desde las muñecas a las venas del codo, cinco clarísimos surcos de uñas furiosas que ni Ann-Margret en su peor película. Me avergonzó, de nuevo, la referencia involuntaria de mi pensamiento. No hay cosa que deteste más que la pseudocultura de trivia cinematográfica. En todo caso no supe qué decir, y con ganas de sobarle su bracito fui guardando las 10 páginas que ya tenía escritas de alabanza a su querida hermana.Afortunadamente ella comenzó a hablar, a darle forma parcial a una agitación que sufría ya desde mucho antes.—Nadie sabe lo exigente, lo grosera, lo cruel que es... Que el cafecito con su menjurje raro, que la muñequita coja, que el lapicerito para escribir las melancolías diarias. Cuando al menos se ocupaba de algo, pero ahora no es sino pasársela mirándome a la cara, y con esa belleza que destella. Pero yo sé que me mira con envidia. Porque lo que yo tengo de especial ella no lo tuvo, ni lo tiene, ni lo tendrá jamás... Ella, claro, la mujer más bella... Mi boca, mi cara, mi piel tan suave...
Empezó a darle una tembladera que la hizo ver tan frágil y tan desamparada, y como si se diera dentro de otra naturaleza, opuesta casi a la que yo había conocido el día anterior; así que fui y busqué en el pequeño pero básico botiquín uno no, dos, Valiums blues, pero sus pasos se acercaban y su respiración traqueteaba demasiado como para que mis dos manos obedecieran sin tumbar cosas, creo que una porcelana. Entonces una de sus manos, la derecha como zarpa, me agarró de la nuca y zarandeándome (he debido perder un millón de pelos) me obligó a alzar la cara para que viera todavía más; que con la izquierda se había apartado el mechón colgante y entonces era que me estaba exponiendo la costra, el pellejo tieso, ¿la lepra?—No. Ella me arrojó café hirviendo, y bien oscuro como es su gusto, en esta pobre cara mía. Porque yo no le traje a tiempo la muñeca que cojea.No pude decir nada. Me tocó echar cara a mis recuerdos de cuando en compañía de mi madre tuve oportunidad de observar The Big Heat, de Fritz Lang. ¿Habían copiado ellas de esa película la idéntica escena de atroz violencia? ¿O fue al revés?—¿Entonces por qué semejante sumisión? —pregunté— ¿Por qué no se va a otra parte, por qué no la abandona de una vez?—No —me dijo, con voz tan ronca que casi no la reconozco como suya—. Quiero que tenga una larga vida y que usted escriba una novela más larga aún sobre las maldades que ella me hace. Quiero que usted la describa horrible e implacable. Y que esta desfiguración facial mía se le trasmute a ella, pero por dentro. Que le vaya carcomiendo el alma. No me importa pagar 20 veces más. Quiero que cada semana me tenga un capítulo. Mi tortura se efectuará por el sistema de entregas.

Y dio un soplido y se fue, esta vez sin azotar la puerta. No llevaba boina ni reloj y le habían crecido los pelos de las piernas. Parecía heroína de otro género, ya no sé de cuál, ni de qué calidad, ni qué arte.
Me dolió quedarme tan solo. Me tomé los 20 miligramos de blues, y antes que los sintiera apaciguar adentro, las ideas habían empezado a surgirme rápido y duro en la cabeza. Ya no sería Poe, ni Patrick B. Bronté, ni las desventuras de una especie de joven Werther hermafrodita. ¿Prevalecería el doble punto de vista, ambiguo y no anulativo de Henry James, porque, cómo poder estar seguro de que Verónica no le inflingía maldades iguales o peores que las que su hermana le administraba? Y si la menor se había visto obligada a guardar cama debido a terrible maquinación tipo ¿Qué pasó con Baby Jane? Que valga al menos como ejemplo, porque como exploración es ridícula. Y otra cosa: ¿acaso Henry James no escribió toda su vida novelas por entregas? Sí o no, qué ilustre predecesor tenía.
Otra cuestión era: ¿cuál de las dos alcanzaba a ser más bella, antes de que empezaran las hostilidades? Concebí argumentos de incesto con el padre (¿difunto? ¿pródigo?), ¿por qué no?: un viejo fanático y dos jóvenes casaderas en la soledad de los últimos parajes de la Cordillera Occidental, pensando todo el día en la visión del mar, allá, de la ciudad, acá. Obligativo paisaje para una pasión tenebrosa, única y excluyente. Pero entonces, ¿cuál de las dos era la referida? Resolví que Verónica, única a la que conocía y que tantos momentos de gozo me había regalado con su presencia, ojo tapado o no. La otra, entonces por odio, le quemó la cara después de intentar por todos los medios parecerse a ella.
Y aquí cerré las ventanas, salí alelado e indiferente al mundo que me rodeaba, pues estaba dándole mordisquitos al más sublime de los temas: el de la suplantación de personalidad. La hermana recluida había tratado de parecerse a la otra en su totalidad, física y espiritualmente, para ganarse los favores del padre, personaje que sufriría, como Lot, de prolongadísimo éxtasis de la paidofilia. La pequeña hermana trataría pues de suplantar a Verónica; y de conseguir con éxito ser su fascímil, una de las dos, muy posiblemente la que sirvió de modelo, se haría innecesaria y tendría que desaparecer. Ahora no me cuesta nada confesar que este tema de fuente kierkegaardiana del hurto de la personalidad me fue sugerido en primera instancia no por la lectura de los difíciles tomos del filósofo, sino por la obra maestra del cineasta que es primo hermano de Ingrid Bergman, y cuyo título no menciono para no pecar de snobismo y pedantería.
Persona amilanada por las virtudes de la otra, persona reducida a la nada: he allí mi argumento.
En la calle me molestaron todos los niños ante mi aire lewisiano; una chica de lo más linda me aseguró, burletas, que si no cerraba la boca se me iban a entrar las moscas, y a punto de atropellarla estuvieron bicicletas, taxis, y un camión cuyo chofer venía maldiciendo todo el camino desde Buenaventura.
Así me recluí de nuevo en mi oficina y escribí y escribí y me sentía como con ríos por dentro, y las piedras no chocaban o yo me deslizaba sobre ellas, y no tenía quejas para con el mundo y ni me di cuenta de la noche (a la que destesto), y así vinieron el primero y los otros nuevos días, y cuando me cansé de estar sentado adopté las posiciones de Hugo, del Dr. Itard y de Balzac, de Hemingway, el Sumergido de Virginia Woolf, el llamado Sesenta y nueve de Gertrude Stein y Alice B. Toklas, y como yo no participaba de la luz ni me arredraba la oscuridad, mi madrecita iba a socorrerme con sandwiches de queso y pepsis, y en la mañana del viernes, un día antes de la hora en que se suponía debía visitarme Verónica, una botella de vino Santo Tomás rosado que degusté con fina dulzura y un tanto de borrachera, pero no me hice recriminaciones. Porque para el momento en que mi amor llegara yo le tendría, a modo de que fuera y atormentara a su hermana, 12 entregas de mi obra maestra, en letra tan pulcra que los que por esto le dieron el Primer Premio al malnacido Edgar Poe por su Manuscrito encontrado en una botella, habrían hecho el rejejoy y la curvatura, de haber podido yo alterar el curso de la historia.
Entonces sucede. A las 9 de la mañana de un diciembre, que supongo, es el mes de la alegría, salgo a pasear con mi carpeta bajo el brazo, leyendo (sin marearme) las primeras palabras que me legarían la posteridad.Despreocupadamente fui caminado hacia el leñoso norte de la ciudad, más o menos llenecito de jóvenes que, revoloteando, se preparaban para siesta y fiesta. Todo eso —ellos, tal vez, no lo advertían— en el verano de las golondrinas arrebatadas por la luna, de las enchamarcadas. Y si me dejan, de mangos pintones y grosellas enracimadísimas. Pero concluyendo vamos, acortando el sano orden de las vidas.
Pues acontece que decido torcer esquina. Y antes de dar un paso en el otro lado, tropiezo con un resplandor que me obliga a apartar la vista hasta de mis palabras. Y hela ante mí, lector, y más bonita que nunca, a la Verónica del nombre falso. Y al ladito su hermana tan exacta a ella que tuve un acceso (hoy es absceso) de timidez primitiva y no supe a cuál de las dos saludar primero.
Venían cogiditas de la mano, ambas con boina y con el peek-a-boo-bang y amándose a la luz pública con una descaradísima belleza, radiantes de la admiración mutua.
Arruguitas alrededor del ojo sí tenía la hermana menor, la supuesta encamada. Sólo que sus piernas (a diferencia de las de Verónica) eran perfectas, no tosía ni esputaba ni a nadie odiaba. Tenía, como dicen, el mejor genio del mundo. Y nunca persona alguna me dio tal aire de jamás haber escrito una sola línea de literatura.Se parecían tanto que pudieron con toda comodidad alternar las visitas sin que yo notara diferencia alguna pues, de hecho, al término de la segunda visita quedé aún más enamorado de la primera persona.
No vieron mi carpeta desbordada de manuscritos sino el horror en ojos frente pelo nariz pescuezo boca y en algunas personas expresión así les produce una risotada, dos en este caso particular. La segunda fue comunicada según emisión más ronca, es la pura verdad. No pensé siquiera en apartarles el peinado para comprobar cuál de las dos era la de la cara quemada, pues se me hizo una blasfemia interrumpir aquella fisicidad feliz dada en par, y tal exactitud y comprensión de propósito ante la existencia toda.
Cuando se fueron de mí, dando largos pasos dignos, todavía se reían. Si ante un encarnamiento de perfección creo que insuperable, ya estaba dispuesto otro que lo reemplazara, ¿con qué objeto recrearlo por medio de palabras? ¿Qué haría entonces con ese paco de escritura?, sólo para seguir con la más fácil de las preguntas. Lo he perdido, si quieren saber, lo he tirado, lo he canjeado por cerveza. ¿Podrá el lector más avispado ayudarme a resolver las otras dudas? ¿Por qué razón tuve que ser yo el escogido? ¿Mandato tallado antes del primero de los siglos o puro azar y capricho femenino de venir y comprar un papel sellado y morirse de la risa ante el aviso de mis aptitudes? ¿El plan fue concebido por ella? ¿Por las dos? ¿En qué medida contribuí yo, rumbo y corazón deshechos, a trazar el plan? ¿Por qué acceder a darme el cheque y a la vez tanto cariño? ¿O el cariño no fue tanto, cierto? Lo que pasa es que yo me imagino, invento, exagero un poco las cosas. ¿De qué sirve entonces la literatura? ¿Quieren que les haga más preguntas?
O mejor el que les informo soy yo. Que soy un loco de muy buena familia. Que he dado tanto escándalo por estas calles que mi madre se encamó de la pena y hoy amenazó con desheredarme. He pescado la tuberculosis y no tengo lecho ni pañuelito dignos: pero a la larga no me importa. “Pueden decirme que yo no soy ni mi sombra, que me ven y no me conocen, que ya no tengo remedio, que ya yo me perdí”.
Pero lo que nadie sabe es que en estos últimos mil años yo no he hecho otra cosa que buscar a la parejita ésa. Y cuando la encuentre van a ver.
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Published on February 25, 2014 11:48

February 22, 2014

Angelitos empantanados o historias para jovencitos – Andrés Caicedo



“Lo único que quiero es dejar un testimonio,escribir aunque sea mal, aunque lo que escriba no sirva de nadaque si sirve para salir de éste infierno por el que voy bajando,que sea ésa la verdadera razón por la que he existido…”Andrés Caicedo, Carta a Carlos Mayolo, 13 de enero de 1972
Angelitos empantanados o historias para jovencitos de Luis Andrés Caicedo Estela (escritor colombiano, 1951-1977) es una novela corta (poco más de 100 páginas) de publicación póstuma que realizó la Editorial Norma de Bogotá en 1995.
Antes de comenzar con la reseña de este libro, le dedicaré unas líneas al autor, pues escribir y leer a Caicedo me sumerge en un sentimiento de desasosiego, en una inquietud ya no por decir, sino por gritar que Andrés necesita ser leído, invocado a través de sus letras:


Con aquella mirada se inventó mi destino, que fue cruel.Andrés Caicedo
Caicedo, me duele escribirte, pues lo hago pensándote como un amor pasado y quebradizo, con tu imagen en la mente como si te hubiera dejado así el día de ayer y hoy ya no estás. Me duele escribirte porque te se ahora parte de mí, porque me reconozco como tu semejante en el dolor y en esta maldita ansiedad que no nos deja, que nos conforma. Porque se que también lees estas letras, en tus perpetuos 25 años y hermosa imagen congelada, porque lograste lo que me pienso incapaz de hacer. Porque envidio tus letras y tu vida, porque te otorgo la razón. Y, finalmente, por esta incapacidad que me limita, por no poderte tocar, por saberte tan imposible e inexistente, al menos en mi realidad. Porque a través de tu mirada y letras veo mi propio abismo y sí, este me mira de vuelta. ¿Será que vienes a llevarme de la mano, para que no sienta miedo? Mi numen empantanado.
Caicedo afirma, en ¡Que viva la música!, su primer novela publicada, que vivir más de 25 años es una insensatez, y se suicida precisamente a esa edad, el 4 de marzo de 1977, mismo día que le entregan un ejemplar de la copia de su novela recién publicada. Existen diferentes testimonios sobre lo que ocurrió ese día después de recibir la copia de su libro y antes de ingerir 60 pastillas de secobarbital, pero lo cierto es que partió satisfecho de haber logrado difundir parte de su obra, pues del resto se encargaron amigos y familiares, y quizá eso ya lo tenía en mente.


Caicedo era una figura hermosa: alto, delgado, de cabello largo y mirada profunda, de sonrisa grande y mente atroz. Nació con un infierno propio al que reconoció, aceptó, y al que, tras algunos intentos fallidos, decidió huir. En su obra, Caicedo retrata a su país, a su sociedad, como una realidad atrayente e incluso encantadora, pero insufrible en un par de días. La reclusión es en cierto punto el plan ideal, después de algunas experiencias, pero incluso las necesidades básicas pueden arruinar tan simple felicidad.


Quizá conocer la muerte a temprana edad, con el deceso de su hermano menor, fue el inicio de un idilio que culminaría él mismo. Caicedo no culpó a nadie por su muerte, simplemente deseó poner fin a ese anacronismo y sinsentido en el que se había convertido su vida a los 24 años (como él mismo lo refiere a su madre en una carta escrita en 1975, dos años antes de suicidarse) y porque desde los 21 no lograba entender el mundo.
Caicedo fundó, en su natal Cali, el Cince-Club, la revista Ojo al cine y una vanguardia contestataria. Caicedo no sólo pensaba y escribía, también actuaba y más que un cambio radical, buscaba primero informar, difundir y expresar, entrar desde la mente y transformar consciencias. Dejó, a pesar de haber sido corto su tiempo de creación, una obra considerable integrada por ensayos, poesía, cuentos, tres novelas inconclusas y más de 20 cuentos. Han sido 9 sus publicaciones póstumas y en 2012, en su país natal, realizaron la exposición Andrés Caicedo: Morir y dejar obracon archivo donado por su familia a la Biblioteca Luis Ángel Araujo.


En Angelitos empantanados, Caicedo nos ofrece varios datos autobiográficos y nos presenta una ciudad que sucumbe ante los embates de la modernidad y el desarrollo; nos describe a la naturaleza presa del hombre y la execrable urbanización. A través de una mirada adolescente, nos hace partícipes y nos vuelve testigos de las problemáticas amorosas así como de la violencia de las que todos hemos sido víctimas, de alguna u otra forma, pues aunque la experiencia afectuosa se da entre dos personas, las agresiones surgen, comúnmente, de un grupo social, por todas las implicaciones colectivas que conlleva. Caicedo formó parte de estos angelitos empantanados, de estos adolescentes interesados únicamente en su propia persona y en el ahora, pero que también tenían curiosidad por el exterior.
Una característica de estos angelitos, es que pertenecen a una clase social alta y estudian en colegios con buena reputación, cuestiones que usualmente augurarían cierta estabilidad o felicidad, pero lo que rodea sus vidas e incluso se encuentra dentro de sí mismos es un sentimiento de no pertenencia, una soledad que busca compañía con sus semejantes y la siempre latente pulsión de muerte: varios de los personas secundarios e incluso primarios mueren accidentalmente, desaparecen o son víctimas de actos brutales. Existen adultos en la narración, sí, pero aparecen como una mancha gris, como restos decrépitos de lo que alguna vez fueron, personas en decadencia debido a enfermedades o adicciones, sombras desterradas de sus cuerpos que se han convertido en simples espectadores de la vida.
He leído en reiteradas ocasiones que estos adolescentes, al igual que Caicedo, rehuyen del mundo adulto y se niegan a formar parte de él, pero para mí esta afirmación no es tan terminante. No rehuyen, simplemente no es lo que les toca vivir. Narran sus vidas precisamente desde el punto en el que se encuentran en ese momento, no rechazando el mundo adulto o las responsabilidades, simplemente no tomándolo en cuenta, pues no es vital en su contexto. El detalle aquí está en que, tanto Caicedo como sus personajes, se han congelado en el tiempo y no llegarán nunca a la edad adulta. El mundo adulto está excluido, pero no a manera de rechazo, sino como un cosmos extemporáneo a sus edades.
Impresiona el cambio de la voz narrativa, pues en los primeros capítulos el narrador es el protagonista, un adolescente que relata cómo conoció a su primer amor, en el segundo capítulo los narradores son Angelita, la adolescente de la cual está enamorado el protagonista, Miguel Ángel, otro adolescente que es el novio de Angelita y, por último, Berenice (nombre proveniente de la misma Berenice de Poe), una mujer mayor que se dedica a la prostitución. En el tercer capítulo el narrador es Miguel Ángel, de nuevo. Otra peculiaridad de esta novela, es que según el personaje que esté narrando, la historia toma cierto enfoque e incluso puede cambiar radicalmente, algo semejante a lo que pasa en la realidad de todos, pues las perspectivas personales son por completo subjetivas. En el caso de estos angelitos empantanados, los finales de sus propias vidas pueden variar entre envejecer felizmente juntos, ser víctimas jóvenes de atroces asesinatos o morir por mano propia tras concebir un elaborado plan. El lector decidirá qué historia es la que más le agrada, como pasa con la historia de vida del autor.
La siguiente entrada estará dedicada al cuento del mes que será, por supuesto, de Caicedo. Pueden leer las primeras páginas de esta novela en el siguiente enlace del Punto de lectura. Para finalizar, transcribo las mejores líneas de este libro, que fueron varias y que realmente me fascinaron:
“... agitado con tantos recuerdos, tan desordenados como dolorosos, o más bien: dolorosos por lo desordenados.” P. 9
“... ella mantenía como una agresividad que se manifestaba, sobre todo, en lo desprevenida que paseaba su belleza, y un tímido hubiera prevenido allí una humillación, cierto gesto duro en la boca, suficiente, se lo advertía, cierto sentimiento de alerta en la mirada.” P. 10
“(...) terror (...) tal palabra significa para mí un lugar común.” P. 13

“Es una oscuridad que tritura” P. 18
“(...) le encontré en la mirada una desesperación extraña(...)” Ibídem
“Con aquella mirada se inventó mi destino, que fue cruel” P. 19
“La misma sequedad de boca se me ha debido pasar a la mirada, porque ella me miró de nuevo y le parecieron tan feos mis ojos que prefirió seguir mirando el suelo. (...) nunca más pudo dejar de mirarme como a un enfermo.” P. 22
“Yo sí le había advertido una gran capacidades de concentración en asuntos sin importancia.” P. 23
“Caminaba por el patio en la misma ausencia de dirección que puede tener un delirio, sin ver a dónde era que ponía el siguiente paso...” P. 25
“(...) el viento sonaba en las esquinas y en los árboles y retumbaba sin forma dentro de su cabeza.” P. 26
“(...) me los he imaginado abrazados, meciéndose uno en el otro, arrullados por la misma lloradera.” P. 28
“Para ella el Fin del Mundo siempre quiso decir un lugar concreto, a donde podían llegarse los hijos pródigos y los expatriados. Quién sabe qué pensará de todo esto ahora que está muerta.” P. 29
“(...) y en la mano una ramita o un terrón, sus modestos recuerdos de otras edades del mundo.” P. 30
“(...) sólo por un segundo, experimenté una incapacidad intelectual de ver con gozo a las personas.” P. 31
“-Te he estado buscando (y aproveché para sacar de una todo el aire que retenía) porque te quiero mucho. ¿Quieres ser mi novia?Fue como si le hubieran dado de coces en la cara. Se echó para atrás bufando.-¿He dicho algo malo? -dije, parándome de mi comodísima posición-. Perdóname, perdóname.Angelita cogió un puñado de piedras y comenzó a arrojarlas al agua, con movimientos duros.-Y yo que he gozado con tu presencia -fue lo que dijo.” P. 33
“¿Qué clase de ser especial se creía para demandar del amor algo más complicado?” P. 34
“Durante la cierta lucidez que da la caminata comprendí lo siguiente: que hiciera lo que hiciera en lo que yo decidiera fuese el resto de mis días, siempre estaría allí esa rabia para entorpecer cualquier acción, un examen final para el que no estudiaría jamás, una lección oral no dada. Entonces decidí convertir aquella rabia en pura tristeza, y la única manera era aceptar con despojamiento mi destino, uno que pocos hombres lo tienen ya: el de romántico desgraciado. Mi única acción de los días no sería otra que pensarla y lamentarme, y a todas esas iría convenciéndome de mi singularidad y mi grandeza.” P. 35
“-Olvídame: te desafío-. Pero yo ya me había decidido por los gajes de la cobardía.” P. 36
“Hombre de grandes derechos: ha tenido acceso a la fuente de la belleza y a cambio no tiene más deber que el sufrimiento.” P. 36
“Qué van a comprender el que un hombre lo deje todo por la que le paga mal.” P. 36
“(...) dicen que conoció a una mujer que, aunque correspondiéndole, lo volvió loco.” P. 36-37
“Yo caminaba era mirando a la altura de los postes (desde que la conocí perdí la costumbre de mirar al suelo).” P. 37
“-Aló, aló -me dijo, dándome pataditas-. Cómo vamos de abismo.Me voltié y lo miré.-Todavía no toco fondo -le dije. A su lado estaba una mujer de blanco.-Puede que no haya fondo -dijo Danielito.” P. 38
“Esta exuberante vegetación, esta libertad (...) no hacen más que recordarme mi mortandad.” P. 39
“Me compliqué la vida con una nueva crisis: primero un pánico y una vergüenza que yo volví, con habilidad, una monotonía general, pues de otro modo me era imposible seguir viviendo.” P. 41
'“Que te vaya bien en tu primer día de muerte, amor mío.” Ahora siento que me vuelven las fuerzas.' P. 44
“(...) esas horas eran cuando más dizque sufría y tenía que hacer sonidos raros para ahuyentar las penas.” P. 46
“(...) me veía la cara y ahí mismo sabían que yo estaba pensando en mi amor muerto.” P. 50
“Levantarme todos los días, ¿quién va a poder vivir así?” P. 56
“(...) me aburrí del mundo, no salgo más aunque te pongas a chillar.” P. 59
“(...) me despertaba contándome una historia de una niña que cayó a un pozo tan profundo, tan profundo, que hasta tuvo tiempo de pensar encima de qué caería cuando tocara fondo. Y así yo iba abriendo los ojos, sin afán, con calma, y fijaba la imagen de mi madre sobre mí cuando después de caer y caer, la niña comprendía que había caído en un pozo sin fondo.” P. 60
“Pensé que me iba a dejar abandonada este domingo, abandonada no, algo peor, después le cuento.” P. 65
“¿Por qué está tan callado? Y se pegaba más el teléfono. Y yo tenía que apartarlo rápido de la oreja, no fuera que su voz se me metiera de pronto, ¿qué tal? Una palabra de ella metida para siempre aquí en el coco, mi nombre dicho por ella.” P. 66
“(...) ella olía a pesebre y a a tristeza de niñito viejo.” P. 69
“Poeta soy, así como loco. Lo único que me falta es tocar la guitarra eléctrica.” P. 70
“(...) dolores y males sin nombre, reliquia de un mundo olvidado, condición de melancolía, oscuro (...)” P. 70
“(...) el exceso de charla también produce angustia.” P. 71
“(...) tratando de pillar el primer recuerdo de mi vida, ahora que no recuerdo nada, ahora que no necesito de memoria, como no sea para terminar de contar este cuento.” P. 74
“Vengo de una raza notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las pasiones. Los hombres me han llamado loco. Lo cierto es que aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche. Diremos pues que estoy loco. Concedo por lo menos que hay dos estados distintos en mi existencia mental: el estado de razón lúcida que no puede discutirse y que pertenece a la memoria de los sucesos de la primera época de mi vida, y un estado de sombra y duda que pertenece al presente y a lso recuerdos que forman la segunda era de mi existencia. Lo que pasa es que soy muy feliz en la duda y en la sombra.” P. 75
“(...) leyeron y no supieron si el recuerdo que les producía, la sensación de nostalgia insoportable, venía era del pasado o del futuro.” P. 76
“Quise contarle algo, buscar, en mi soledad, ayuda.” P. 76
“Estaba loco de la dicha, no importaba que perdiera la memoria, que los ojos se me llenaran de muerte, que el pelo se me secara todo de tanto sufrir tanto.” P. 79
“Regresé a ella en ese domingo porque por ella había perdido la memoria. (...) Regresé para recordar que la quería. (...) el silencio y el perpetuo movimiento se me parecían a ella.” P. 80
“(...) lloraba mirando al suelo como si en el suelo estuviese la causa de su futuro, de su desgracia.” P. 83
“(...) porque la presencia de ella era pura condición de soledad y (...) porque me dejara de ser tan bobo si creía que ella iba a malgastar su amor en una sola persona (...)” Ibídem
“(...) mi amigo no era como yo, aunque también se trastornaba con los dientes de Berenice.” P. 84

“Y comenzamos a llenar los tableros de la clase con las 8 letras de su nombre a 2 colores, y los muchachos que me preguntaban qué quiere decir eso, ¿es el nombre de una hembra? Cuál hembra, les decía yo, es el nombre de un cuento.” P. 85
“Era como si nunca hubiera estado contigo, ésa era la verdad: te olvidaba. Ella no concedía el regalo del recuerdo, no se podía (...)” Ibídem
“A la mujer de ojos irritados de tanto hacerle compañía a su llanto (...)” P. 87
“Soy nave sin regreso, un amor en vano, un terco peliador de medianoche. Yo guardo los 7 trocitos blancos que arranqué de sus encías. Tuve que botar el resto porque estaban llenos de caries. Raíces del cielo. Yo poseo una caja negra, pulida, redonda, en donde guardo las puntas de sus senos y bien conservado ese par suyo de ojos, y un poco de su pelo. Y ahora voy a compra un equipo completísimo de aire acondicionado.Ven a visitarme.” P. 89
“(...) tengo que acomodarme a la tristeza, o aceptar que la desesperación es la única vía de acceso a todo en este nuevo día, y decirme que son las 6 (...)” P. 91
“(...) tampoco puedo tratar de explicárselo porque hay cosas que dejan de significar apenas tratamos de encontrar un signo, un código que les dé expresión, así que ella tiene que soportar su ignorancia de mí si vamos por la calle y yo pego un grito en mitad de la calle o me jalo los pelos, y es porque tengo que estar en guardia desalojando pensamientos impensables, innominables, o si no me muero (...)” P. 96
“Miraba a Angelita como con una cara de sufrimiento, como si no comprendiera el mundo (...)” P. 102
“¿A qué olerá el beso de un hombre que tiene el infierno adentro?” P. 103

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Published on February 22, 2014 14:47

February 12, 2014

Mi perfil desde "La imaginación en México"

Feliz de anunciarles que hace unos días subieron mi perfil a La imaginación en México, sitio creado por los escritores mexicanos Alberto Chimal y Raquel Castro: "Literatura de imaginación. Narrativa de lo fantástico. Un censo de autores y obras de imaginación fantástica en México.
Los autores vivos presentados aportan cada uno su propia semblanza, muestra de obra y recomendaciones.
Adicionalmente, enlaces, semblanzas e información adicionales son responsabilidad de los editores, que invitan a toda persona interesada a hacer sugerencias, comentarios y preguntas.
Contacto: laimaginacionmx@gmail.com"
Además de mi perfil de autor, podrán leer otro de los cuentos que integran mi libro, La mujer volátil. Transcribo a continuación la información del sitio y el cuento, y pueden ver mi perfil directamente en La imaginación en México aquí
Lola Ancira
(Querétaro, 1987)
Se ha dedicado a las letras y el modelaje. Estudió la Licenciatura en Letras Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito artículos para Panóptico y Voz Editorial. Algunos de sus cuentos se han publicado en las revistas Proyecto Neurosis, Onomatopeya y La testadura literaria. Actualmente es editora en el newsroom de la revista digital ZRZMR (Zarzamora) y escribe para Yaconic. Publicó el libro de cuentos fantásticos, Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013).
Enlaces
Blog personal Cosmogonía de parafilias , cuento.Paygame, cuento.Presentación de L. A. en Zacatecas.Entrevista con el escritor Joel Flores.Otra versión de la entrevista anterior.
Recomendación
Joel Flores



LA MUJER VOLÁTIL
Lola Ancira
“Y cada noche te encuentro
en mis paseos por el cielo”
Violeta
            Violeta nació sin rasgo distintivo alguno. Lo que todos notaron, al pasar el tiempo, fue esa inmensa luz que no dejaba de irradiar de su cabeza, esa armonía constante emanando de su ser: una indescifrable aura azulada. Ella formaba parte de esos entes privilegiados que inusualmente visitan nuestro planeta y que generalmente fracasan en su intento por encajar en esta intrascendente existencia, pues su alma tiende a ser mucho más impetuosa e insondable.
            Por su puesto que este era un mundo corrupto ya, donde espíritus como el suyo sufren la malicia y falsedad en los que otros se recrean. Aquejada de malestares físicos, su existencia terrestre fue siempre un triste padecimiento.
            Tiempo después y siendo ya una joven mujer,  fastidiada de la vida mundana en la tierra, donde todo a su parecer era extraño y excesivo o minúsculo e insignificante, tomó la determinación de irse al lugar que siempre miraba: el lugar donde todo se iluminaba con un azul celeste que inundaba todo y la futura gigante roja indagaba hasta donde llegaban sus extensos rayos, donde las formas tenían sentido y vivían; pero también el lugar donde, posteriormente, todo desaparece al ser devorado por las tinieblas, cuando el mundo se vestía de difusas siluetas y los demonios, aprovechando tal confusión, subían del infierno.
            Encontraba la sucesión de días y noches tan insuficiente y tan errados a aquellos que le daban un significado a su existencia por completo inadecuado, que el comportamiento díscolo de los demás la fue orillando a un fastidio total, a una determinación que se volvía cada vez más innegable en su mente.
            Por las noches, frecuentemente observaba la bóveda celeste y se pensaba en el universo, en esa negra inmensidad del cosmos en el que crecían impresionantes paraísos formados por  galaxias, donde el número de astros era irracional y donde la adversidad no tenía lugar. Así fue surgiendo su idilio por los cuerpos celestes y su violento misterio.
            Sin encontrar forma de interpretar las acciones incoherentes que devenían en sucesos absurdos y que acontecían sin parar y sin transmutar un solo día - tales como la infidelidad, el engaño y autoengaño, la mentira, la hipocresía, el abandono y todo ese hórrido acervo de acciones que los seres humanos cultivan afanosamente-, eligió buscar justificación (que nunca encontró) para existir entre sus coetáneos, quienes se interesaban más en sí mismos y su egoísta fruición. Por ende, jamás la escucharon.
            Su voz dejó entonces de escucharse y su presencia perdió fuerza y buscó fáciles y rápidos caminos para volver al universo, pero resultaron en complicaciones físicas impensadas.
            El último día en que se le vio fue cuando logró marcharse. Su cuerpo se elevó porque era necesario, pues le resultaba imposible continuar por cualquier trayecto terrestre. Aquellos aprehensivos que necesitan saberlo todo dicen que de su cabeza empezó a crecer algo, como una idea que iba creciendo conforme pasaban los minutos.
            Cuentan que se fue a lo alto de una montaña y que estando allí, de pie, comenzó a desarrollarse aquél globo que tenía sobre la cabeza y que tenía un aspecto muy peculiar, pues su cubierta era casi transparente y en ella viajaban palabras y frases, ideas que no podían ser leídas, pues se entrecruzaban y cambiaban constantemente; dicen otros que aunque hubieran podido ser leídas, resultarían imposibles de comprender, pues todo aquello era resultado de su ansia de irse, de su anhelo por evadirlos.
            También refieren que de su cabeza salieron llamas que alimentaban ese globo, y que se fue elevando hasta ser un punto diminuto que en algún momento desapareció de todas las miradas.
            Lo cierto de los hechos es que Violeta tenía una cabeza flamante que alimentaba a un globo aerostático. Y conforme se alejaba, se fue convirtiendo en un astro más en el cielo que expiraría alguna vez, pero mucho después que todos nosotros y nuestra estirpe.
            Se fue a existir allá donde todo tiene un sentido y una finalidad,  y ahora es ese astro gigantesco y poderoso que quería ser, formando ya parte de la eternidad.
            Y a pesar de ver el cielo y no saber exactamente que gran astro es, ella se manifiesta a quienes la conocieron e intentaron comprender (muy tarde, quizá), a través de sus sueños, en esos viajes astrales a través de los cuales la encuentran en su forma (re)conocida, en su forma terrenal.
            Resultaría imposible suponer que se ha olvidado de nosotros, pues nos visita a menudo a través de la memoria, el inconsciente y los falsos recuerdos, dando por resultado acontecimientos que no ocurrieron, eventos ilógicos o imposibles que embrollan el pasado con una realidad diferente, creando sucesos distorsionados que impregnan de felicidad nuestras vidas y le dan un nuevo significado (aunque falso) al recuerdo… pero, finalmente, qué importa lo falso o lo real, si el interés es el de una emotiva permanencia en los vivos. Vuelve ahora de la única manera en que puede y sabe: por medio de imágenes desdibujadas que ostentan ese sentimentalismo del pasado y que se extraen a la realidad cuando logramos retornar.
            He contado tu historia, mujer volátil, para que otros la sepan, para que no quedes en el olvido jamás, para que vivas por siempre en el recuerdo de algunos. He contado tu historia porque no me canso de buscarte allá arriba y de preguntarte siempre, aunque no me contestes, por lo menos no con palabras. He contado tu historia porque ahora vives en mí. He contado tu historia porque se que a través de las palabras se recibe la inmortalidad.
            Ahora sólo vivo con el miedo de olvidar el único recuerdo seguro que tengo en mi mente de tu forma terrestre: el de tu voz.
—-
Este cuento pertenece al libro Tusitala de óbitos (Pictographia, 2013), cuya producción editorial se realiza con apoyo del beneficio derivado del Artículo transitorio cuadragésimo segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 (México).
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Published on February 12, 2014 19:28

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Feliz de anunciarles que hace unos días subieron mi perfil a La imaginación en México, "Literatura de imaginación. Narrativa de lo fantástico. Un censo de autores y obras de imaginación fantástica en México.
Los autores vivos presentados aportan cada uno su propia semblanza, muestra de obra y recomendaciones.
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Además de mi perfil de autor, podrán leer otro de los cuentos que integran mi libro, La mujer volátil. Transcribo a continuación la información del sitio y el cuento, y pueden ver mi perfil directamente en La imaginación en México aquí
Lola Ancira
(Querétaro, 1987)
Se ha dedicado a las letras y el modelaje. Estudió la Licenciatura en Letras Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito artículos para Panóptico y Voz Editorial. Algunos de sus cuentos se han publicado en las revistas Proyecto Neurosis, Onomatopeya y La testadura literaria. Actualmente es editora en el newsroom de la revista digital ZRZMR (Zarzamora) y escribe para Yaconic. Publicó el libro de cuentos fantásticos, Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013).
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Joel Flores



LA MUJER VOLÁTIL
Lola Ancira
“Y cada noche te encuentro
en mis paseos por el cielo”
Violeta
            Violeta nació sin rasgo distintivo alguno. Lo que todos notaron, al pasar el tiempo, fue esa inmensa luz que no dejaba de irradiar de su cabeza, esa armonía constante emanando de su ser: una indescifrable aura azulada. Ella formaba parte de esos entes privilegiados que inusualmente visitan nuestro planeta y que generalmente fracasan en su intento por encajar en esta intrascendente existencia, pues su alma tiende a ser mucho más impetuosa e insondable.
            Por su puesto que este era un mundo corrupto ya, donde espíritus como el suyo sufren la malicia y falsedad en los que otros se recrean. Aquejada de malestares físicos, su existencia terrestre fue siempre un triste padecimiento.
            Tiempo después y siendo ya una joven mujer,  fastidiada de la vida mundana en la tierra, donde todo a su parecer era extraño y excesivo o minúsculo e insignificante, tomó la determinación de irse al lugar que siempre miraba: el lugar donde todo se iluminaba con un azul celeste que inundaba todo y la futura gigante roja indagaba hasta donde llegaban sus extensos rayos, donde las formas tenían sentido y vivían; pero también el lugar donde, posteriormente, todo desaparece al ser devorado por las tinieblas, cuando el mundo se vestía de difusas siluetas y los demonios, aprovechando tal confusión, subían del infierno.
            Encontraba la sucesión de días y noches tan insuficiente y tan errados a aquellos que le daban un significado a su existencia por completo inadecuado, que el comportamiento díscolo de los demás la fue orillando a un fastidio total, a una determinación que se volvía cada vez más innegable en su mente.
            Por las noches, frecuentemente observaba la bóveda celeste y se pensaba en el universo, en esa negra inmensidad del cosmos en el que crecían impresionantes paraísos formados por  galaxias, donde el número de astros era irracional y donde la adversidad no tenía lugar. Así fue surgiendo su idilio por los cuerpos celestes y su violento misterio.
            Sin encontrar forma de interpretar las acciones incoherentes que devenían en sucesos absurdos y que acontecían sin parar y sin transmutar un solo día - tales como la infidelidad, el engaño y autoengaño, la mentira, la hipocresía, el abandono y todo ese hórrido acervo de acciones que los seres humanos cultivan afanosamente-, eligió buscar justificación (que nunca encontró) para existir entre sus coetáneos, quienes se interesaban más en sí mismos y su egoísta fruición. Por ende, jamás la escucharon.
            Su voz dejó entonces de escucharse y su presencia perdió fuerza y buscó fáciles y rápidos caminos para volver al universo, pero resultaron en complicaciones físicas impensadas.
            El último día en que se le vio fue cuando logró marcharse. Su cuerpo se elevó porque era necesario, pues le resultaba imposible continuar por cualquier trayecto terrestre. Aquellos aprehensivos que necesitan saberlo todo dicen que de su cabeza empezó a crecer algo, como una idea que iba creciendo conforme pasaban los minutos.
            Cuentan que se fue a lo alto de una montaña y que estando allí, de pie, comenzó a desarrollarse aquél globo que tenía sobre la cabeza y que tenía un aspecto muy peculiar, pues su cubierta era casi transparente y en ella viajaban palabras y frases, ideas que no podían ser leídas, pues se entrecruzaban y cambiaban constantemente; dicen otros que aunque hubieran podido ser leídas, resultarían imposibles de comprender, pues todo aquello era resultado de su ansia de irse, de su anhelo por evadirlos.
            También refieren que de su cabeza salieron llamas que alimentaban ese globo, y que se fue elevando hasta ser un punto diminuto que en algún momento desapareció de todas las miradas.
            Lo cierto de los hechos es que Violeta tenía una cabeza flamante que alimentaba a un globo aerostático. Y conforme se alejaba, se fue convirtiendo en un astro más en el cielo que expiraría alguna vez, pero mucho después que todos nosotros y nuestra estirpe.
            Se fue a existir allá donde todo tiene un sentido y una finalidad,  y ahora es ese astro gigantesco y poderoso que quería ser, formando ya parte de la eternidad.
            Y a pesar de ver el cielo y no saber exactamente que gran astro es, ella se manifiesta a quienes la conocieron e intentaron comprender (muy tarde, quizá), a través de sus sueños, en esos viajes astrales a través de los cuales la encuentran en su forma (re)conocida, en su forma terrenal.
            Resultaría imposible suponer que se ha olvidado de nosotros, pues nos visita a menudo a través de la memoria, el inconsciente y los falsos recuerdos, dando por resultado acontecimientos que no ocurrieron, eventos ilógicos o imposibles que embrollan el pasado con una realidad diferente, creando sucesos distorsionados que impregnan de felicidad nuestras vidas y le dan un nuevo significado (aunque falso) al recuerdo… pero, finalmente, qué importa lo falso o lo real, si el interés es el de una emotiva permanencia en los vivos. Vuelve ahora de la única manera en que puede y sabe: por medio de imágenes desdibujadas que ostentan ese sentimentalismo del pasado y que se extraen a la realidad cuando logramos retornar.
            He contado tu historia, mujer volátil, para que otros la sepan, para que no quedes en el olvido jamás, para que vivas por siempre en el recuerdo de algunos. He contado tu historia porque no me canso de buscarte allá arriba y de preguntarte siempre, aunque no me contestes, por lo menos no con palabras. He contado tu historia porque ahora vives en mí. He contado tu historia porque se que a través de las palabras se recibe la inmortalidad.
            Ahora sólo vivo con el miedo de olvidar el único recuerdo seguro que tengo en mi mente de tu forma terrestre: el de tu voz.
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Este cuento pertenece al libro Tusitala de óbitos (Pictographia, 2013), cuya producción editorial se realiza con apoyo del beneficio derivado del Artículo transitorio cuadragésimo segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 (México).
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Published on February 12, 2014 19:28

January 31, 2014

Rocanrol suicida – Rogelio Flores



Rocanrol suicida(Verso destierro,2011) de Rogelio Flores (escritor mexicano, 1974) es una compilación de 13 relatos y es su segundo libro publicado de cuentos.
Hace pocos días me informaron que me entregarían un libro enviado por otro escritor, y yo le respondí con el mismo gesto: le mandé mi libro. No tenía idea de quien sería y al tenerlo en mis manos y leer el título, no sabía que imaginar. La primer sorpresa que me llevé fue al leer algo que podría ser el epílogo de la obra, escrito por Eusebio Ruvalcaba (autor de Un hilito de sangre , libro que reseñé hace tiempo ya): 
Las historias de Rogelio Flores nos envuelven, nos arropan desde las primeras líneas. No porque ex profeso sean narraciones para los oídos de un niño, nada que ver, sino porque poseen esa suerte de encantamiento del que hablaba Stevenson. Que de no haberlo el cuento se cae en mil pedazos. Sin anunciarse en canal cultural alguno, sin decir quítense que ahí les voy en twitter o facebook, Rogelio Flores escribe puntual y metódica, rigurosa y porfiadamente. En este caso impelido por la música. Sabe que la literatura está anclada en la tenacidad y el azar. Que ninguna palabra que se escriba está a salvo de la maquinaria implacable de la autocrítica. Quizás por eso resulte tan placentera su lectura. Porque la musculatura del buen narrador se advierte, aun antes de que el escritor levante las pesas. Leámoslo si no.
Leer que fueran cuentos y esa alusión a Stevenson, mas la pequeña biografía ( foto incluida con el logo fluorescente del club Dada X de fondo) y una genial cita de Chandler incluida en ella: “...si no fuese duro, no podría estar vivo, si no fuera tierno, no merecería estarlo.” fueron suficientes alicientes para empezar a leerlo en ese momento. Y terminé sus letras en pocos días.
Este libro está escrito con canciones y vivencias, con el soundtrack de una generación cada vez más desencantada de la mano de una búsqueda eterna, como todo lo humano. La mayoría de los cuentos están escritos en primera persona (lo que da un toque biográfico a la narrativa) y podrían clasificarse dentro del realismo sucio, movimiento literario que llegó al blog con el pie derecho en la entrada anterior, gracias a Bukowski.
El autor describe episodios y acontecimientos comunes, usuales, siempre conectados con ese caos interno que se externa en los momentos precisos pero muchas veces en los lugares incorrectos, o viceversa. Sucesos que son mejor mantener bajo el anonimato, de los que nace una necesidad más grande por escucharlos o leerlos que por contarlos, donde convertiste en espectador y por consiguiente voyeur es la apremiante finalidad pues siempre será mucho mejor escuchar desgracias ajenas que propias, donde se crea cierta complicidad y de donde nace una identificación tal que es imposible reprimir una sonrisa honesta, un sentimiento de camaradería por haber sobrevivido a lo mismo y estar a la distancia temporal necesaria para leerlo y asociarlo con un buen recuerdo, por horrenda que haya sido la situación.
Rocanrol suicida es un álbum de recortes, fotografías y símbolos musicales retratados en palabras para la posteridad, para que los cómplices no olviden y para que los novatos conozcan, aprendan. Es sentarte en un bar frente a dos cervezas y un sobreviviente, una persona que rememora en su -ya no tan joven- vida a las personas, lugares, texturas y sabores que han formado su vida a partir de sus mejores recuerdos.
Existe cierta continuidad temática en dos de los relatos, La última risotada de Javier Solís y Nada, querida, no pasa nada: el abandono, específicamente el de la mujer amada, que desaparece sin aviso o amenaza previa, en una especie de huida del ser que la mantiene emocionalmente cautiva. O quizá esta continuidad temática es la misma continuidad de la vida, como la consecuente resaca a una borrachera monumental o la depresión post-fiesta, ese momento en el que finalmente estás solo y vuelves a tu vida ordinaria y afligida, donde ya no hay canciones a todo volumen que bloqueen tus pensamientos ni personas nuevas en las que intentes olvidar a las pasadas, cuando el vaso contiene un líquido que ahora te da asco pero que hace unas horas bebías con singular alegría.
Este libro es también un boleto para un viaje al espacio urbano de la mano de David Bowie, Robert Smith, Caifanes, Los amantes de Lola y su mítica música, vistiendo de negro y con maquillaje recargado en una danza con travestis, prostitutas y amigos en bares; con borrachos genéricos que dejan paso (de mala gana) a las nuevas generaciones, sedientas y ávidas de estupefacientes y melodías que los aleje de una realidad poco agraciada o comprendida.
Estas páginas son recuerdos transformados en letras, historias de amor recientes y pasadas carentes de la ilusión y la felicidad que alguna vez tuvieron, pues eso quedó atrás, junto con la juventud.
Este Rocanrol suicida nos muestra que la única manera (o al menos la más eficaz) de enfrentar la realidad es con golpes, sangre y sexo, actos que encubren la soledad y el desencanto de los que todos somos presa en algún momento de la vida y por tanto surgen esas ganas de desaparecer o poder vivir en marte.


El ya mencionado Nada, querida, no pasa nada es mi cuento favorito, pues el misticismo de la narración gira en torno a una mujer-fantasma, un espíritu que ha embrujado al hombre que aún la ama y al que no dejará libre.
Pueden leer y conocer más del autor en su blog de wordpress,  de donde leí Con la boca deshecha , texto que simplemente me encantó:
"Soy hombre. Amo a una mujer, ella y todo el mundo lo sabe. Amo a una mujer y no sé si ella me ama a mí. No me atormento por ello… no espero nada, aunque quiero todo. El amor no es un negocio, o una transacción. Existe y está ahí. Amo a una mujer que sabe danzar con tacones altos, aun estando borracha. Me gustan sus ojos oscuros y el color de su piel. Yo no le gusto. Lo sé. Esas cosas se saben, se perciben. Ella me quiere, pero yo no lo gusto. O por lo menos, no lo suficiente como para correr el menor de los riesgos, el más chiquito. Aún así, yo me batiría en duelo por ella.”
Por último, las frasesmemorables:
“No con una sonrisa de modelo, sino una de borracha. Espontánea, imperfecta, errática.” Caperucita feroz, P. 21
“La alegría de los chicos no parece real, de hecho creo que los hombres siempre estamos tristes. Con la llegada de los treinta años se experimenta una aversión hacia los más jóvenes; un tipo de envidia que aparece en tu estómago...” Las Ratas de Coyoacán, P. 43
“Supe también que en cuestión de minutos terminaríamos cogiendo, y que yo no podría evitar cerrar los ojos y pensar en la mirada de Cecilia cuando Ignacio la desnudaba y ella me seguía coqueteando. Tampoco me importó. No me importaba nada, y en honor a la verdad, a ella tampoco.” Ibídem, P. 53
“Todos somos hijos de una timidez criminal y vulgar, herederos de nada.” Ibídem, P. 57
“... a veces tengo la impresión de ya no tener nada interesante que decirle a nadie, menos a una mujer bonita y joven.“ Pasolini soy yo, P. 59
“Me gustan las personas que visten de negro, como ellos (refiriéndose a Roy Orbison, Johnny Cash, Nick Cave y Morrisey). Yo solía hacerlo hasta que noté que toda mi ropa se había desteñido con el tiempo y se había convertido en algo entre gris y verdoso.” Ibídem, P. 60
“Pensé en Oscar Wilde y una de sus frases que más me gustan: la decadencia es un privilegio de la aristocracia. Al reflexionarlo, se me ocurrió que sólo los edificios hermosos se convierten en ruinas, mientras los feos son demolidos y desaparecen sin dejar más rastro que el cascajo. (...) Quiero pensar que soy un edificio viejo, como los que abundan en La Habana, habitado por fantasmas femeninos o por gatos. (...) You have killed me, y pienso en ella, mi fantasma mayor.” Ibídem
“Sólo evadía los problemas y se encerraba a escribir en su diario, para luego llorar durante horas. Solía hacerlo antes de irse y yo solía preguntarle si pasaba algo. Invariablemente respondía “nada” y sonreía, haciendo un esfuerzo sobre humano. Y si sus labios mentían callando, sus ojos -como rehenes de ella misma- me gritaban que sí pasaba algo y yo les creía; y con los míos les decía que tuvieran paciencia, que ya arreglaríamos todo. Pero sus ojos nunca comprendieron el idioma de los míos. (...) Y yo sabía que ese aroma se iría en poco tiempo, quizá para siempre y que en adelante mi casa olería a vacío.” La última risotada de Javier Solís, P. 65-66
“... todo el que sonríe en el mundo, es un idiota, un retrasado mental; que todo el que no ha sido engañado, vive en el engaño.” Ibídem, P. 71
“Ha cesado la lluvia. Tiro el cigarro con sangre a un charco indefenso. La brasa se consume y un hilo de humo se eleva al cielo como el alma de un niño muerto.” Ibídem, P. 72
“Ella. La mujer que amaste como un imbécil y se fue, dejándote a merced de la pero de las compañías; tú. Y es que sin Ella, tú eres la peor versión de ti mismo, un ente autodestructivo y oscuro, un ser amargado, un fanático del rencor, un morboso con ansias de ver cómo la ciudad se entrega -como una puta vieja y desesperada- a los brazos del fin del mundo. (...) Tomas el abrigo y las llaves, y escapas a lugares concurridos, que son los que la ahuyentan. De preferencia, aquellos donde no te acompañó, donde hay otras mujeres, mujeres con ojos humanos, que no asesinan ni cantan con ellos, que no te vuelven loco, que no te ponen de rodillas con un parpadeo.”Nada, querida, no pasa nada, P. 74
“Por momentos la olvidas, sintiéndote feliz y borracho (y libre), y experimentas una sensación de bienestar que no existe, que es un amera ilusión. (...) Juan José Arreola: “La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.” Pero tu vida no es un cuento de Arreola: tu vida se ha transformado en un interminable juego con los dados cargados en el que es imposible ganar o dejar de hacer apuestas suicidas; tu vida se parece más a un bolero de Julio Jaramillo, a una película de terror muy mala, exhibida de manera interrumpida en un cine donde no hay nadie sentado en las butacas, más que tú.” Ibídem

“Ella -tu propia Lady Ligeia, tu relato de Poe-, nunca habrá de dejarte; te acompañará siempre... e invadirá los rostros de todas esas mujeres que quisieras amar y no puedes, porque ya se te olvido cómo. No puedes hacer nada, Ella es un fantasma. Tú, un alma en pena.” Ibídem, P. 76.
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Published on January 31, 2014 18:25

January 26, 2014

Hijo de Satanás – Charles Bukowski



“El camino del infierno estaría lleno de compañía, pero aún era tremendamente solitario.”Charles Bukowski
Hijo de Satanás de Charles (Heinrich Karl) Bukowski (escritor estadounidense nacido en Alemania, 1920 - 1994) reúne 21 cuentos y fue publicado por Anagrama en 1993; es la traducción de Septuagenarian Stew: Stories & Poems, publicado en 1990 por Black Sparrow. El autor cuenta con más de cuarenta publicaciones y escribió cuento, novela, poema y ensayo.
A Bukowski lo leí por primera vez con este libro, hace dos años, gracias a un préstamo y recomendación de un amigo. Había leído algunas citas pero tenía un sentimiento ambivalente respecto a su obra, pues aunque en general escuchaba muy buenas críticas, el realismo sucio no era algo que me fascinara leer o me llamara (al igual que el realismo, en general), además de que no sabía exactamente con qué empezar y las acusaciones de misoginia no me agradaban en absoluto. Esta recomendación fue de lo más acertada y aunque el realismo sucio no se volvió mi favorito (ya había leído El rey de la Habana, de Pedro Juan Gutierrez) aprendí a valorar su mérito literario. Tiempo después leí una de sus novelas, La senda del perdedor, que me agradó bastante y estará reseñada pronto por acá.
Volví a leer el libro hace unos días porque sentía cierta urgencia de tener a Bukowski en el blog, y también porque las notas que hice en ese entonces desaparecieron, al igual que las citas que había seleccionado, y en esta segunda lectura fijé mi atención en cuestiones que en la primera vez no lo había hecho, o quizá si pero lo olvidé (me suele pasar). La cuestión es la de siempre: el libro no cambia con el paso de los años, somos nosotros los que volvemos a él siendo ya diferentes y este es, sin duda, un libro que entra en mi lista de favoritos.
El genio de Bukowski radica en que enuncia verdades universales con las palabras precisas y justas, en las que el lector puede identificarse por completo y con una crudeza que al enfrentarnos con la realidad, sin señalamientos de advertencia, crea un dejo de desconsuelo y cierta tristeza de saberlo todo perdido.
Con los personajes subversivos y trágicos que Bukowski puebla estas 199 páginas, recorremos momentos significativos o de revelación en la vida de un boxeador, un jockey, algunos vagabundos, jugadores de béisbol, un actor, trabajadores de fábrica comunes e incluso de un escritor, del que varias pistas y detalles en Los escritores y Bloqueadodejan ver que se trata de él mismo:

          - ... es un tipo condenadamente barriobajero. ¿Cómo logra vender?
          - Tiene lectores barriobajeros. (P. 122)

          - No sabe escribir, Nelson.
          - Y no tiene educación literaria, Harold.
          - Es un maleducado y un mal leído, Nelson.
          - Un pichaboba. Un completo pichaboba, Le odio.
          - ¿Por qué lo leen? ¿Por qué compran sus libros.
          - Es por el estilo simple que tiene. Esa falta de profundidad les da confianza. (P. 124)
Y son precisamente las mismas cuestiones por las que algunos escritores y/o lectores consideran que su literatura no es importante o “buena”, porque no encaja con el modelo del escritor intelectual al que acostumbran leer. A mí, en lo particular, es esto lo que me fascina de él. 
En una especie de justificación para su escritura, Bukowski escribe en las lineas finales de Los escritores:

¿Qué mierda es esto? -dirían.Chicas, contestaría el si pudiese, esto es la frase simple, sin confusiones, el diálogo realista.   Ésta es la forma en que debe hacerse. Y sólo podreís besar mi fea cara con los dientes amarillos en vuestros sueños. Yo ya estoy comprometido. (P. 126)
La crítica social hacia el país donde vivía y su cultura está presente en varias de las páginas, siendo esta frase una de mis favoritas para representarlo: “Los pobres venían a ver jugar a los millonarios.” (en referencia a los miles de aficionados a cualquier deporte que atiborran los estadios).
Varios son los cuentos memorables de este libro, entre los que destacan Hacia arriba sin alas, mi cuento favorito quizá porque mezcla el realismo con lo fantástico de una manera muy natural, en el que dos hombres que se conocen en un bar establecen una extraña conversación, donde uno de ellos confiesa tener la palabra mágica para poder volar. En Fama, el final abrupto y fatal le da un toque de misticismo a la historia sobre un actor que comienza a consolidar su exitosa carrera. La venganza de los malditos es una suerte de narración utópica en la que decenas de vagabundos logran poner de acuerdo a sus etílicas mentes para saquear una tienda departamental y la odisea en la que deviene dicho acto, y Tráeme tu amor, donde una mujer con ciertos dotes de vidente sabe exactamente lo que está haciendo su marido en un hotel, mientras ella está internada en una clínica de salud mental por dichas “alucinaciones”.
No podía dejar pasar el momento para mostrarles mi poema favorito de Bukowski y el que debería ser el himno de los escritores:
¿Así que quieres ser escritor?
Si no te sale ardiendo de dentro,a pesar de todo,no lo hagas.A no ser que salga espontáneamente de tu corazóny de tu mente y de tu bocay de tus tripas,no lo hagas.Si tienes que sentarte durante horascon la mirada fija en la pantalla del ordenadoró clavado en tu máquina de escribirbuscando las palabras,no lo hagas.Si lo haces por dinero o fama,no lo hagas.Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,no lo hagas.Si tienes que sentartey reescribirlo una y otra vez,no lo hagas.Si te cansa sólo pensar en hacerlo,no lo hagas.Si estás intentando escribircomo cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,espera pacientemente.Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposao a tu novia o a tu novioo a tus padres o a cualquiera,no estás preparado.
No seas como tantos escritores,no seas como tantos miles depersonas que se llaman a sí mismos escritores,no seas soso y aburrido y pretencioso,no te consumas en tu amor propio.Las bibliotecas del mundobostezan hasta dormirsecon esa gente.No seas uno de ellos.No lo hagas.A no ser que salga de tu almacomo un cohete,a no ser que quedarte quietopudiera llevarte a la locura,al suicidio o al asesinato,no lo hagas.A no ser que el sol dentro de tiesté quemando tus tripas, no lo hagas.Cuando sea verdaderamente el momento,y si has sido elegido,sucederá por sí solo yseguirá sucediendo hasta que muerasó hasta que muera en ti.No hay otro camino.Y nunca lo hubo.
En inglés me gusta mucho más, por lo que les dejo la lectura del poema por Tom O'Bedlam:

Pueden encontrar muchos videos en youtube de entrevistas y lecturas de Bukowski, les dejo estos dos que son de los más cortos e interesantes:



En este enlace pueden leer el poema La historia de un sufrido hijo de puta ,  que a pesar de su altisonante título, narra la vida del gato del autor.
Este ensayo demuestra mejor su descontento con realidad social que le tocó vivir, y se relaciona en cierto sentido con Las puertas de la percepción, de Huxley, reseñado con anterioridad aquí.
Existe una película, Barfly (1987) basada en al vida del autor, y aunque pasa lo mismo que con su obra en cuanto a críticas (algunos la aman, otros la odian) mi único comentario es que el actor que lo representa debió ser feo, ja. Fuera de eso, es una película interesante y que trata de dar una representación fiel del escritor.

Quizá sea más acertado ver este documental sobre 'Un viejo verde, bebedor y gran escritor'.


Para finalizar, estas son algunas transcripciones de las mejores frases y reflexionesen los cuentos:

- Era despreciable sin siquiera proponérselo. (P. 15)

- ¡Más vale que me mates -le dije- porque si no, cuando yo sea suficientemente mayor te mataré! (P. 16)

- ¿De qué mierda te ríes? -gritó mi padre- ¡Tú debes de ser Hijo de Satanás, tú no eres hijo mío! (P. 17)
“... uno tiene que encontrar primero a Dios para encontrar al diablo. Van en ese orden.” (P. 20)
“No le gustaban los pensamientos profundos. Los pensamientos profundos profundos podían conducir a errores profundos. Después pensó un poco en el suicidio. Tranquilamente. Como la mayoría de los hombres piensa en comprarse un par de zapatos nuevos. El problema principal del suicidio es la idea de que podría ser el comienzo de algo peor.” P. 20
“Pocos tenían la suficiente imaginación como para emborracharse simplemente como una cuba.” P. 24
“Tenía que tener paciencia y esperanza. Como buen gorrón profesional de copas, Harry conocía la primera regla: nunca pidas que te inviten.” P. 25
“Todos estamos jodidos sólo que de diferentes maneras.” P. 31
“La gente estaba desesperada y a la defensiva. Se sentían como si estuvieran malgastando sus vidas. Y tenían razón.”P. 35

- ¿Cuánta mierda tiene que aguantar un hombre sólo para sobrevivir?
- Mucha -se oyó la respuesta- y más... (P. 38)
“Vaya un puñado de tipos horribles inútiles y jodidos (...) Ni siquiera valía la pena tirarles una bomba encima.” P. 48

- ... Intenta parecer un corredor de Bolsa o un médico...
- ¿Qué aspecto tienen?
- Satisfecho y estúpido. (P. 56)
“... fue hacia las colinas donde estaban todos: los solitarios y los dementes, las feas sin remedio con sus tacones gastados y aquellos rostros a los que todo les había sido robado hacía ya mucho tiempo, todo menos la determinación de continuar sin esperanza, sin melodía o sin una máxima expectativa de victoria siquiera.” P. 62
“Para odiarte, primero tienen que leerte.” P. 65
“La esclavitud no ha sido abolida, solamente se ha expandido para incluir a nueve décimas partes de la población. En todas partes. Santa Mierda.” P. 67

- ¿Cuándo sale su próximo libro?
- En cualquier momento. (P. 68)
“Esperaban lo imposible y lo imposible rara vez llega.” P. 70
“El camino del infierno estaría lleno de compañía, pero aún era tremendamente solitario.” P. 74
“No había nada que decir. Las palabras sólo habrían hecho que las cosas se pusieran más feas.” P. 80
“Quizá si me entraran ganas de volver al Este debería pegarme un tiro yo mismo; pero no quiero pegarme un tiro. Han muerto demasiados hombres de un disparo, yo deseo algo más personal. ¿Pastillas, por ejemplo? No, las pastillas son demasiado aburridas, incluso aunque provoquen la muerte.” P. 82
“... Había decidido de juzgarlos era sólo un escudo protector para esconder sus propios defectos.” P. 84

- El poder destruye (...) y la ausencia de él crea un mundo de inadaptados. (P. 85)

-... lo más raro de ser famoso es que no te sientes famoso. Te sientes igual que siempre. Es solamente el público el que cree que eres famoso. (P. 89)
“... ella era un alma más o menos buena, pero el mundo está lleno de almas más o menos buenas y mira dónde estamos: siempre sentados en el último segundo de cada minuto.” P. 96
“Yo quería matarla porque sentía que, en esencia, ella quería matarme a mí.” P. 98
“Yo sentía que había pasado realmente, pero después de un rato empecé a pensar que quizá lo había imaginado, que quizá había enloquecido durante unos momentos.” P. 99
“Bueno, pensé ahora pasaremos de odiar las moscas a odiar a los seres humanos. Ambos son difíciles de soportar.” P. 100
“... tengo que decirte que hacía muchísimo tiempo que no oía una mentira tan bien contada.” P. 102
“En seguida esos dos matrimonios se habían vuelto un concurso, un concurso de quién podía agotar al otro. Se habían vuelto un juego de odio.” P. 104
“Se puso a hojear la revista de chicas que había comprado en la tienda de la esquina, es un momento de antojo. Las fotos de coños le aburrían. ¿Era eso lo que querían los hombres? Que farsa maldita, era como meter el mango de una fregona en un hoyo succionador. Siempre la misma cosa, siglos de la misma cosa, un aburrimiento.” P. 105

- ¿Qué tipo de chica quiere?
- ¿A qué se refiere?
- Me refiero a que las tenemos gordas, flacas, maduritas, jóvenes, cuerdas, locas, orientales, negras, blancas, rojas, amarillas, pida usted. Tenemos una chica con una sola pierna, si lo desea. ¿Qué quiere?
- Simplemente , mándeme a la más guapa.
- ¿Ah, sí? Bueno, eso es fácil. Es Carmen.- Muy bien. Mande a Carmen.El tipo anotó la dirección del apartamento de Monty.
- Muy bien -dijo-, Carmen va de camino... (P. 109)

- ¿Estás bien, Carmen? -Era una voz masculina.
- Posible psicópata -dijo-, pero está bajo control. Manténte en contacto. Fuera.Bajó la antena y volvió a colocar el aparato en el bolso. (P. 110)
“...yo lo conocí justo cuando acababa de dejar la fábrica y había decidido intentar convertirse en escritor. Ni siquiera tenía papel higiénico para limpiarse el culo. Usaba papel de periódico arrugado.” P. 121

- ¡Esta tratando de encontrarme un TRABAJO! ¡ESO ES LA MUERTE!
- ¡Santo cielo! Pero ¿es que no comprende?
- Me temo que no... (P. 125)

“Hacía sólo 13 años que se había librado del trabajo de 8 horas. Ahora todo el TIEMPO era suyo. Cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día. Cada noche. Era escritor. Escritor. Escritor. Escritor profesional. Había 12 millones de personas en los Estados Unidos y que querían ser escritores. Él era escritor.” P. 128
“El límite entre escribir y defecar es una línea muy fina.” Ibídem
“Escribir te empuja a espacios aéreos, te convierte en un extraño, en un inadaptado. No es raro que Hemingway se volara los sesos por encima del zumo de naranja. No es raro que Hart Crane se tirase a la hélice, no es raro que Chatterton se tomara un matarratas. Los únicos que continuaban era los que escribían best-sellers, y ésos no estaban escribiendo, ésos ya estaban muertos.” Ibídem
“Tal vez no tuviese un bloqueo de escritor. Tal vez sólo creía que tenía un bloqueo de escritor. Pero el resultado final era el mismo.” P. 129
“Lo que odiaba era estar en las largas colas y mirar las nucas. Las nucas no eran tan horribles como las caras, pero de todos modos era horroroso.” P. 136
“Parece como si tuvieras que estar muerto pero te hubieras olvidado de hacerlo.” P. 137

- A veces me siento como si estuviera completamente solo en el mundo. Otras veces sé que es así. (P. 160)
“La boca de una persona es mucho más fea que su agujero del culo.” P. 174
“Un escritor es como una puta. Utilizas a una puta y luego has terminado con ella. Creen que si los escritores sufren serán mucho mejores. Eso es pura mierda. El sufrimiento es exactamente igual que cualquier otra cosa: si te dan demasiado, al cabo de un tiempo puedes hundirte. Es el intento de escapar del sufrimiento lo que crea grandesescritores: te sientes tan bien que haces que los lectores se sientan bien.” P. 191

- Di algo –ordenó
- Muy bien –dije-, ¿quién va a pagar todo esto?
- Blackman
- Bien, a ver que te parece esto: estamos todos atrapados por las circunstancias y al intentar escapar sólo conseguimos mutilarnos.
- ¿Ah, sí?
- Sí. Todo es una conspiración e importa muy poco. Y las cosas importantes no suele importar...
- ¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que importa?
- Lo que importa son las pequeñas cosas como asegurarte de que tienes suficiente agua en el radiador del coche, o cortarte las uñas de los pies, o tener suficiente papel higiénico, o una bombilla extra, cosas como ésas.
- Eso no parece gran cosa.
- Pues es mucho. Maneja bien tus asuntos triviales y las cosas importantes encajarán solas
- ¿Incluso la muerte?
- Incluso la muerte adoptará un lógica perfecta.
- Eso me gusta –dijo Benji.
- A mí también –dije-, incluso aunque no sea cierto. (P. 193)

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Published on January 26, 2014 19:55

January 18, 2014

César Aira, el indescifrable

Ilustración por Abia Dina Díaz 
Les presento mi primer colaboración del año en la revista Yaconic, en su número de enero, que salió tanto en la edición impresa como en la digital. También la pueden leer directamente en la página de la revista a través de este enlace.
Este autor ya cuenta con dos entradas anteriores en el blog, la primera de ellas fue para la reseña de su libro Parménides  y la segunda, en el mismo mes, para uno de sus cuentos, titulado El carrito, donde encontrarán algunos datos más sobre el escritor y una entrevista.
Para los interesados en conseguir la revista impresa, les dejo el enlace con los lugares de distribución gratuita (por el momento, únicamente en el Distrito Federal).
Mi interés en este autor en principio se basó únicamente en una de sus obras, pero fue su singular personalidad y estilo literario lo que me engancho por completo a su creación y vida. Adelante:
“Si hay un camino recto es hacia la libertad,  hacia ir liberándose de convenciones,  de trabas que uno se autoimpone. La última será liberarse de la calidad.  ¿Por qué hacerlo bien?  ¿Por qué darles ese gusto a los lectores y a los críticos? ¿Y qué si lo quiero hacer mal?” César Aira
Poco se sabe de su infancia, pero en entrevistas ha comentado que fue con Salgari con quien inició su vida como lector y pocos años más tarde fue Jorge Luis Borges (1899-1986, su “maestro perfecto”), con quien inició su vida en la literatura pero con una nueva perspectiva, viéndola ya como un arte y donde surgió su necesidad de expresarse a través de la escritura. En su juventud estuvo rodeado de poetas, lo que justifica que décadas después uno de sus mayores intereses fuera la poesía, género en el que también incursionó.Su nombre fue conocido en diversos países gracias al reconocimiento del diario español El País, que en 1993 le concedió un lugar a su libro Cómo me hice monja dentro de los diez libros de ficción del año. Pocos años después, en 1996, le concedieron la beca anual Guggenheim. Su década más prolífica fue la pasada, con más de treinta obras de su autoría publicadas.El escritor y traductor argentino, ha impartido cursos en dos de las universidades más prestigiosas de Argentina: la Universidad de Buenos Aires y la de Rosario, en los que Rimbaud y Mallarmé han sido algunos de los protagonistas. En cuanto a su trabajo como traductor, entre los autores a quienes ha traducido se encuentran Stephen King y Antoine de Saint-Exupéry.A pesar de que la crítica tiene una opinión ambivalente respecto a él, son muchos los que opinan que Aira es uno de los más grandes exponentes contemporáneos de la literatura argentina, con una obra única que se rehúsa a las clasificaciones. La igualmente controversial Alejandra Pizarnik (poetisa argentina, 1936-1972) se ha convertido en uno de sus centros de estudio y también ha abogado por la polémica literatura de su paisano Osvaldo Lamborghini (1940-1985), cuestiones que hacen visible el gran interés que Aira profesa por sus compatriotas, que al igual que él y pese a su gran trabajo literario, han sido criticados y desacreditados por cuestiones ajenas a sus obras.EL ESCRITOR, UNA EXTRAVAGANTE RAREZA Aira dice acerca de sus novelas: “Yo las llamo ‘novelitas’ para que no esperen una novela propiamente dicha. Son más relajadas porque no apuntan tanto a un cierre, a una perfección.” En general, sus relatos son cortos y siempre sumergidos en la ficción, donde es precisamente una mínima muestra de extrañeza la encargada de otorgarle esa particularidad a la obra de Aira, esa extrañeza que crea una fascinación por su obra. Pero también lo excéntrico es, en buena parte de sus relatos, la norma, donde el autor nos sumerge en realidades alternas que con cierto sentido cómico crean escenarios posibles en esta realidad a veces insólita.En cuanto a su estilo, usualmente Aira narra en primera persona y algunos de sus protagonistas son él mismo, por lo que su obra (como la de la mayoría de los escritores) es en menor o mayor grado autobiográfica. Varios de sus escenarios son reales pero también juega con el espacio, y muchos de sus textos se desenvuelven en ambientes cerrados, donde el desarrollo de personajes y los extraordinarios sucesos tienen mucho más peso.Respecto a sus escenarios, en la pasada 33 Feria Internacional del Libro en Oaxaca, donde el país invitado fue Argentina y contó con Aira como invitado representativo (pues es uno de sus autores actuales más significativos del país) éste comentó: “Mis escenarios son mi pueblo natal, Coronel Pringles, un pueblecito en la provincia de Buenos Aires, donde nací y viví hasta los 18 años; el barrio de Flores, un barrio de la ciudad de Buenos aires donde vivo y donde he hecho un poco la mitología… y el otro escenario es la India, la China, tengo una preferencia por una región que ni sé bien dónde está pero me gusta el nombre Punjab, creo que cerca de Pakistán; y también la ciudad de Rosario que es una ciudad que amo y donde voy todos los años, donde tengo muchos amigos a los que he retratado en mis novelas que suceden en Rosario. Son escenarios de la imaginación“.Fue en esta Feria del Libro donde describió su labor como escritor en pocas pero contundentes líneas:
“Para mí escribir en un placer. Además es lo único que sé hacer. Yo voy a seguir escribiendo hasta el último suspiro. Puede haber una decadencia de las funciones con la edad, pero quizás lo que salga de allí tenga su encanto propio”.
Ya estando en tierras mexicanas, el 7 de noviembre Aira viajó al Distrito Federal y el Museo del Estanquillo fue la sede donde sostuvo un interesante diálogo con el escritor mexicano Mario Bellatín, donde hablaron de sus preferencias particulares respecto a la escritura y la lectura, donde opiniones propias y quizá contradictorias eran intercambiadas pero donde un mismo adjetivo los unió, el ser escritores “raros”, sobre lo que Aira opinó: “Si un escritor no es raro, ¿qué es? Es convencional, predecible…” Y eso es exactamente lo que no es Aira, convencional, de ahí su renombre y la importancia que tiene sobre las letras actualmente. Aira es un escritor peculiar que está consciente y disfruta de no formar parte del ordinario círculo literario actual, sabiendo que sus particularidades son precisamente las que lo hacen único y por las cuales puede apreciar a otros escritores con los que comparte esas distinciones.César Aira (Argentina, 1949) es un escritor prolífico que publicó por primera vez a los 26 años y actualmente cuenta con más de setenta obras impresas (tanto en editoriales independientes como en editoriales comerciales). Francia, España, Italia y México son sólo algunos de los países donde ha traducido y editado textos y su estilo se ha desarrollado a través de todos los géneros literarios, sobresaliendo en la narración breve.
«En la literatura argentina, Aira goza del raro privilegio de crear belleza, a la manera de Oscar Wilde o de Fellini. Fabricar objetos exóticos, que una vez en el aire se tornan necesarios e inevitables.» Leonardo Moledo

Lola Ancira, México, 2014.
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Published on January 18, 2014 14:01

January 15, 2014

El cuento es un género que encierra todo un universo (entrevista a Lola Ancira)



Esta primer entrada del año -un poco retrasada- es para la entrevista que Joel Flores, escritor y amigo, me hizo hace algunos días. Recientemente fue publicada junto con algunas de mis fotografías (de las cuales utilizaron una para la portada del número de este mes) en el suplemento cultural La Gualdra, del periódico La Jornada de Zacatecas, que pueden leer aquí.
La presente versión es la entrevista completa, que el autor también publicó en su blog, en su entrada más reciente.
Fue un placer responderla y en ella podrán encontrar algunos datos autobiográficos, pensamientos que giran en torno a lo que conforma mi vida, recomendaciones literarias y musicales y, por supuesto, información trascendental sobre el tópico central de la entrevista: la publicación de mi primer libro.
A continuación, la introducción de Joel y la entrevista:
"En noviembre del año pasado tuve la oportunidad de presentar en Zacatecas parte de la reciente colección de libros que acaba de inaugurar Pictographia Editorial, proyecto conformado por Juan José Romero y Gabriela Flores, y auspiciado por CONACULTA e INBA, que busca dar espacio a aquellos autores novicios de Centro Occidente que están haciendose camino en el complicado panorama editorial mexicano.Entre los libros publicados destaca Tusitala de óbitos, un compendio de quince cuentos escritos por Lola Ancira, que busca interpretar el mundo a través del género fantástico extraño y ambiguo, comunes en Francisco Tario, Amparo Dávila, Inés Arredondo y Guadalupe Dueñas, y nos ofrece historias sobre enfermedades extrañas que se aferran a exterminar la raza humana, ideas como laberintos que cautivan a quien las crea, amores que se sugieren como una enfermedad mental o un espejismo engañoso, entre otras que hacen un desfile de criaturas extrañas y hechos siniestros.Lola Ancira nació en Querétaro en 1987 y estudió Letras Modernas en Español en la misma ciudad. Pertenece a esa estirpe de escritores extraterritoriales, que mudan continuamente de ciudad y hasta de país, como si gracias al viaje fortalecieran su visión sobre el mundo y, por ende, su literatura. Desde niña se dedica al modelaje alternativo para revistas independientes, marcas de ropa o fotógrafos underground y es, también, nativa de las plataformas virtuales como Blogspot, Facebook y Twitter. Vive en Distrito Federal, donde trabaja como editora y modelo freelance. En esta entrevista, que le realicé a través de Facebook, nos habla de su libro, el género cuento y en el proyecto que ahora trabaja."



Joel Flores.- Se sabe que sueles combinar el modelaje con la literatura, ¿a qué se debe y cómo logras compaginar ambas actividades tan diferentes?
Lola Ancira.- La literatura ha formado parte de mi vida desde pequeña a través de la lectura, y en la escritura inicié a la misma edad que en el modelaje, cuando tenía 16 años. Estaba en esa eterna búsqueda adolescente de identidad y motivación en la vida, y lo encontré en esas dos actividades: leer a los maestros del cuento y modelar en pasarelas como modelo alternativa. Compaginarlas, por lo tanto, nunca me ha resultado extraño o difícil, pues me fascinan las características de cada una y el hecho de que sean tan distintas y se desarrollen en contextos tan diversos.Sin embargo, tras un intento fallido de estudiar la Licenciatura en Criminología, salí del país por un tiempo y al volver retomé la idea de estudiar algo relacionado con la literatura, como eran mis planes años atrás. No ingresé a la universidad pensando, como sucede erróneamente, que saldría siendo una escritora de ficción, pero sí con el objetivo de aprender y ampliar mi conocimiento en este arte y tener las bases necesarias para construir mi formación literaria como lectora, a través de conocimientos específicos y diversas técnicas narrativas. Continué escribiendo y participé en algunos concursos y convocatorias locales durante ese periodo, también publiqué en medios electrónicos de circulación nacional.
Fue en la facultad de Lenguas y Letras de la Universidad Autónoma de Querétaro donde conocí a maestros extraordinarios, que alentaron mi amor por las letras en todo momento y que me apoyaron siempre. Gracias a ellos y al interés personal conocí autores y obras fuera de los programas educativos (que a veces son reducidos). Sin embargo, querer “ser” escritor es un trabajo difícil y hay que ser autodidacta de por vida, no sólo buscar una licenciatura y esperar que todo ocurra por acto de magia. Hay que trabajar en ello y dedicarle todo nuestro tiempo, además de que es “uno de los oficios más difíciles y solitarios”, como muchos escritores lo han dicho. 
J.F.- Retomando tu vida en la licenciatura en Letras, ¿por qué empezaste a escribir cuento y no novela?
L.A.- Empecé a escribir al entrar a la preparatoria, gracias a un proyecto de Español, que era escribir un cuento, precisamente. Después de realizar aquella tarea descubrí que podía expresar mi imaginario a través de pequeñas historias, como las que me encantaba leer. Así que las seguí escribiendo.Las primeras lecturas que realicé siendo consciente de lo que tenía en las manos fue de cuentos. Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga eran mis favoritos y durante algún tiempo mi único material, así que desarrollé una fijación con la ficción y la narración breve, con el misterio y el horror, con ese sentimiento de extrañeza que despiertan las letras de vidas extravagantes y enigmáticas que configuraron nuevos mundos para aquellos que necesitan explicarse la realidad y el mundo a través de interpretaciones poco convencionales o conocidas. Allí, en ese tiempo, empezó todo para mí: hacer literatura, a través del cuento.
J.F.- Pictographia editorial ha publicado, gracias a que te seleccionaron como una de las jóvenes narradoras más destacadas de Centro Occidente, tu primer libro de cuentos, ¿cómo nace Tusitala de óbitos?
L.A. - Este libro surge de la necesidad de lograr un objetivo con mis relatos: ser leída. Tusitala de óbitos es una compilación de quince cuentos que tienen como temática central la muerte y la desesperación de lo que no pertenece, lo que está fuera de lugar. Tusitala viene del nombre que los aborígenes de las islas del Pacífico Sur le dieron al escritor Robert Louis Stevenson, que significa: “el que cuenta historias”, y óbito es el fallecimiento de una persona, de lo que resultaría “contador de historias de muertes”. Todos los cuentos que lo conforman son inéditos y fueron escritos en un periodo relativamente largo (dos años), siempre con la finalidad de formar un acervo de casos y personajes perturbadores que, al parecer, sólo podrían vivir en el pensamiento.
A través de mi cuentos busco dejar en libertad todas las ideas que me obsesionan, pensamientos inquietantes rodeados siempre de un miedo inexplicable. A través de mis cuentos realizo una búsqueda de todo lo que he ido perdiendo o dejando en el transcurso de mi vida, una especie de metamorfosis que transforma lo desconocido y lo nombra a través de la palabra, memorias que tejen historias creadas en mi inconsciente para intentar comprender el presente perpetuo gracias a un pasado inusual y un futuro inquietante. Por otro lado, la idea de publicar un libro estaba presente poco tiempo después de escribir mis primeros cuentos, pero hasta ahora no había tenido el desarrollo deseado como escritora. Al estudiar en la facultad, mi tiempo de escritura creativa se redujo considerablemente, pero nunca dejé de escribir. Pocos meses después de titularme, fue cuando descubrí la convocatoria de Pictographia Editorial y decidí hacer lo posible por reunir el material necesario y participar. Así lo hice y resulté seleccionada. Fue una gratificación muy grande obtener los resultados deseados y saber que mi obra tiene futuro y razón de ser, que finalmente encontré a los lectores que hicieron posible la publicación del libro y que ahora llegaré a muchas más mentes y universos.
J.F.- Nos hablas sobre Tusitala de óbitos y un poco de tu imaginario como escritora, ¿cómo concibes el género cuento y cuáles son tus influencias literarias?
L.A.- El cuento es una narración breve que encierra todo un universo y muchos significados. “Es algo que tiene un ciclo perfecto e implacable, que empieza y termina satisfactoriamente, como una esfera”, (Julio Cortázar, 1980). Su forma sublime nos acerca a un campo poético que comunica, con los artificios del lenguaje y la ficción, historias magníficas y admirables sin necesidad de amplias descripciones o un gran desarrollo de personajes. El cuento aboga por la imaginación y creatividad del lector, en gran parte. Se trata de la liberación de todos los fantasmas y demonios que acechan constantemente al escritor, como lector y ser humano. No por nada Cortázar escribió en Del cuento breve y sus alrededores que es una depuración de emociones que más vale expulsar.Mis influencias literarias en realidad son muchas, me atrevería a decir que la mayoría de los textos que leo, ya sea cuento, novela, ensayo o poesía. Pero, concretamente, son pocos los autores que siempre tendrán mi eterna veneración: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Edgar Allan Poe y Ray Bradbury.
J.F.- ¿Sueles leer a escritores o escritoras de tu generación, es decir, los nacidos en la década de los ochenta?
L.A.- En realidad conozco y he leído muy pocos, menos de cinco, ya que trato de que mis lecturas estén relacionadas en general con el canon literario y con los Nobel de Literatura, e ir avanzando cronológicamente hacia adelante. Esto únicamente tiene que ver con la cantidad exorbitante de libros y textos que se publican actualmente y los ya existentes, a una lista interminable de lecturas y a un tiempo en parte restringido. Conocer los orígenes y las bases de la literatura me parece más apremiante, de momento.
A los que he leído son Mauricio Caudillo, Joel Flores y Javier A. Moreno. Caudillo es un poeta que retrata las calles de la ciudad a través de una metamorfosis urbana que refleja lo impactante de la modernidad y la industria, que describe cómo ha sido la pérdida de la misma humanidad entre líquidos artificiales y químicos. Moreno “cuenta historias” y “juega con textos” que crean atmósferas y escenarios distópicos y misteriosos, siempre posibles pero inmersos en la ficción. Flores, a través de su narrativa, describe los horrores en los que cierta parte del país se ha sumergido, actos y hechos presentes en la consciencia de una sociedad silenciada y atemorizada. Dos de los autores que he descrito se mantienen al margen de la crítica social, que es lo que precisamente no hace el tercero. Mi explicación es que actualmente hay cierto desinterés por hacer literatura realista debido a la apatía social en que vivimos, lo que vuelve más natural enfocarnos en la ficción y en la creación de explicaciones metafísicas para entender los feroces acontecimientos actuales, no como evasión, sino como posible metáfora.
J.F.- ¿En qué proyecto te encuentras trabajando ahora, en otro libro de cuentos o en la novela?
L.A.- En otro libro de cuentos. Al cuento no lo dejaré de lado nunca, es mi quid. Aún no estoy segura si en algún momento de mi trayectoria trataré de escribir una novela, es algo que no puedo responder ahora. Quizá en ese aspecto sea como Borges, que nunca escribió novela. El cuento y la novela son géneros por completo distintos y uno no lleva al otro ni es su extensión, necesariamente.
J.F.- Para finalizar, ¿cuál es tu soundtrack de trabajo, qué música escuchabas mientras escribiste Tusitala de óbitos?
L.A.-La música que escucho al escribir generalmente es instrumental, con poca o nula vocalización, como Wim Mertens, Ólafur Arnalds e incluso Sigur Rós, y las pocas veces que escucho música con vocalización son generalmente femeninas, como Daughter o CocoRosie, pero lo que tienen en común siempre es que son melodías armoniosas y melancólicas.
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Published on January 15, 2014 18:23

December 28, 2013

Los predilectos - Jaime Mesa




Los predilectos (Alfaguara, 2013) de Jaime Mesa (escritor de Puebla, México 1977) es la segunda novela publicada del autor, la primera fue Rabia (Alfaguara, 2008) y cuya reseña también aparecerá pronto por aquí. El autor fue becario del FONCA en el área de novela durante 2008-2009. Actualmente imparte talleres de creación literaria y es editor.
Los predilectos tiene una narrativa circular en primera persona y donde el autor le da vida a una voz femenina, pues la protagonista es Scarlett Kunzen, una mujer que a sus más de treinta años rememora su vida a partir de su mayoría de edad, cuando toma la decisión de salir del hogar nuclear para enfrentarse a un mundo del que ya poco cree que la pueda sorprender. Y precisamente que sea una protagonista es una de las muchas singularidades de esta novela, pues remite precisamente a esa “reciente” objetividad de la escritura a la que alude Mesa en esta entrevista:
—En realidad fue más fácil escribir como mujer de lo que yo pensaba —asegura el autor, y luego añade—: Lo que hice, el truco literario que hice fue nunca pensar que tenía que escribir como una mujer. Yo me sentaba a escribir y no decía: “ay cómo escribirá una mujer,cómo lo haría una mujer”, porque se hubiera tronado la narración, hubiera quedado muy artificial. Entonces lo que hice fue que descubrí que sí, a pesar de las diferencias normales y obvias entre un hombre y una mujer, al final de cuentas la condición humana se impone: le tenemos miedo a lo mismo. Y con esa neutralidad o punto medio entre hombres y mujeres, fue en la que me sumergí a escribir la novela.
Y es una narrativa sobre la que Margo Glantz, en su ensayo¿Neutralidad o sexualidad de la escritura? dice: 'La enunciación de un discurso femenino organizado por una cabeza masculina no termina en el siglo XVIII', refiriéndosea ciertas obras de Choderlos de Laclos, Diderot y Bataille donde se le otorga trascendencia a esas letras escritas por plumas masculinas que otorgan voz a figuras femeninas, que cuestiona esa necesidad de asignar sexo a la escritura y que aboga precisamente por esa neutralidad de la que habla Mesa.
A sus dieciocho años, Scarlett Kunzen nota que es una mujer con una genética sobresaliente y que al saber su futuro asegurado económicamente, no tendrá que preocuparse por cuestiones mundanas como buscar una profesión o desarrollar sus habilidades en actividades específicas, por lo que decide salir de esa supuesto refugio familiar donde todos los lujos no pueden otorgar las experiencia efímeras de la vida que anhela conocer.
Scarlett viaja y descubre todo lo que hasta entonces había permanecido oculto a su realidad perfecta: aficiones sexuales mortales que conoce a través del anuncio en internet de un gift giver (persona seropositiva que desea infectar a una persona sana) y que la convierte en un bug chaser (persona que busca ser infectada con VIH) a través del raw sex o sexo piel a piel, que restringe el uso de condones, para lograr dicho objetivo. Después de su primer encuentro con un gift giver, este la lleva a una convertion party (orgías sexuales para bug chasers y gift givers) también llamadas Russian roulette parties, fiestas sexuales en donde se reúnen personas infectadas y no infectadas y el riesgo de contagio se vuelve muy latente y da lugar al fuck to death o el acto sexual en el que hay contagio de VIH. Las últimas dos acepciones en inglés definen a la perfección las razones de estas fiestas y personas por realizar tales actos: el contacto directo con una enfermedad fatal como una forma de muerte temporalmente incognoscible pero certera. Parecido a lo anterior también está un fetichismo sexual llamado feederism (acto compulsivo en el consumo de cualquier tipo de alimentos), dondelos gainers (personas alimentadas) ylos feeders (personas que preparan o aportan los alimentos) crean una relación enfermiza y desigual donde ambos lados están de acuerdo en ejercer sus peligrosos roles.
Esta cercanía con la muerte me trajo a la mente la película Kissed (Lynne Stopkewich, 1996) cuya temática central es la necrofilia desde una perspectiva femenina -no objetiva- y quizá, por lo tanto, con una sensibilidad y emotividad sorprendente que transforman a esta parafilia en un acto apasionado, más allá de lo meramente sexual.
Scarlett relata aquí  algunos de esos hechos con cierta parsimonia que le ha otorgado el paso de los años y de la misma manera relata acontecimientos impactantes con una belleza que logra atraer al espectador/lector, que nos vuelve partícipes de esas fiestas, descripciones que logran transmitir esa fijación y gusto por tales actos que por la mayoría de las personas podrían ser repudiados o reprobados, incluso aunque en lo más profundo de su ser sientan la misma atracción fatalista.
Tras esa etapa de “perdición”, Scarlett se interna en una clínica de rehabilitación para adictos (en su caso, a la comida y al sexo) y es donde conoce a tres jóvenes ucranianos, los hermanos Dimitri y Kosntantin y a Soseki, pocos años menores que ella y pertenecientes a una afamada banda de rock que empezaba a declinar por falta de material nuevo derivado de sus excéntricas vidas y excesos con drogas o alcohol. Los cuatro formaron entonces un idílico grupo de los denominados por la protagonista como beautiful and damned y que eran precisamente eso, personas jóvenes, hermosas y 'malditas' o 'condenadas' por sus futuros previamente escritos, que al saberse en la cima y teniendo todo lo que podrían desear, no hacían más que disfrutar el momento, el instante, con una juventud que parecería eterna y una conciencia adormilada por el placer, con deleites y satisfacciones momentáneos que compraban segundos de una fruición de la que ignoraban los límites y el precio, ignorando también al futuro y las posibles consecuencias que tendrían que enfrentar, pero siempre teniendo consciencia de la muerte como el final.
Respecto a esta forma de llevar sus vidas, que recuerda la locución latina Carpe diem y a La Celestina , obra de Fernando de Rojas, reseña que escribí hace algún tiempo aquí y de la que transcribo tres párrafos fundamentales para justificar la mención:
En la obra, todos los personajes coinciden en la atracción sexual y el disfrute placentero de los cuerpos jóvenes y hermosos, se saben dentro de un tiempo de vida fugaz y tienen una interacción estrecha con la muerte. Les importa vivir el presente, no lo que pasará en el futuro, pues el destino es desconocido y este podría ser glorioso o traer la fatalidad. Rechazan los conceptos tradicionales de moral y crean su propio código moral, donde todo vale para obtener los placeres y beneficios propios.
Calisto y Melibea se encuentran en la situación de vivir un presente indefinido, gozando de noches de deleite, preocupándose sólo por ver llegar la hora en que sus cuerpos se reúnan de nuevo en la oscuridad cómplice de la noche. Pero el destino teje en estas noches la ruina y muerte de ambos.
Para Albert Camus, en este caso, “Matarse, en cierto sentido, y como en el melodrama, es confesar. Es confesar que se ha sido sobrepasado por la vida o que no se la comprende…Es solamente confesar que eso "no merece la pena".
A pesar de que la atmósfera en la que se desarrolla la novela generalmente está alejada de nuestro país, Mesa describe características específicas de la cultura ucraniana con gran detalle y logra crear una vívida imagen del sviata vecheria o cena de la víspera de navidad, donde describe algunos platillos y tradiciones ucranianas muy bellas: “A la usanza más antigua, Konstantin dispuso un lugar libre para considerar a los parientes fallecidos, cuyas almas deberían retornar para asistir al banquete.”
Sobre el título de la obra, es la misma Scarlett quien explica (después de analizar la vida de una afamada actriz que al final de sus días perdió gran parte de su fama y a la que conoció en persona -de la que fue testigo en su ascendencia y decadencia y del único vestigio perdurable que dejó en la tierra y en el anonimato-) que es únicamente a través de la descendencia como se logra la permanencia en la tierra, a través del perfecto legado genético. Porque la memoria tiene límites y es imperfecta, y para formar parte de ese limitado listado artístico de nombres eminentes hace falta algo más que el simple gusto de perdurar: se necesita cierto talento, visión, capacidad y un don.
Scarlett me trajo a la mente a un personaje bastante peculiar que entró en mi vida hace una década: Violeta Schmidt (de Diablo Guardián) y un dato curioso es que, cronológicamente hablando, Violeta tendría una edad aproximada actual a la de Scarlett. En esta formidable entrevista, Mesa habla sobre la importancia de los personajes en su narrativa y de dónde surgió:
Otra cosa sobresaliente de esta novela son los personajes, los cuales están muy bien construidos. Se ve que hay un trabajo muy intenso en saber de dónde vienen, qué piensan y hacía dónde van. ¿Qué tanto te preocupa la construcción de los personajes y cuánto de tu propia personalidad les diste?
Jaime Mesa: Vengo de la tradición de los novelistas rusos, franceses e ingleses del siglo XIX, de estas largas novelas donde lo importante siempre es el personaje. Se recuerda vagamente la trama de Crimen y Castigo de Dostoievski, pero todo mundo recuerda a Raskólnikov, incluso con el paso del tiempo, Raskólnikov se vuelve un estereotipo que la gene puede decir “ah, él se comporta como Raskólnikov”; la importancia de desarrollar a los personajes en la literatura, y máxime en la novela, es que con el paso del tiempo es a ellos a quienes recordamos, son quienes realmente construyen una novela ¿por qué? pues porque no son individuos, es decir, no son copias exactas de una persona que respira y vive en el mundo o son una copia de su autor, sino que son construcciones armadas con cientos de pedazos de muchas personas, entonces de esa forma se vuelven grandes Frankensteins armados con los símbolos y la esencia de muchas personas, y que pueden ser buenos satélites o receptores de una corriente humana; uno puede encontrar a Madame Bovary o a Anna Karenina que al paso del tiempo ya representan arquetipos que son reflejo de un grupo muy fuerte de la población.
Otra coincidencia interesante la encontré en la página 156, donde cierto personaje le propone a Scarlett, quien no encuentra el sentido de la vida a sus 26 años, escribir un libro. Y la coincidencia es precisamente que a mis 26 años publiqué mi primer libro (y aunque ya tengo varias respuestas favorables, sigo buscando el significado de la vida).
Finalmente, pocas páginas antes de que termine la novela hay una explicación exacta de quiénes son 'los predilectos': esos seres de vidas públicas que dan de qué hablar porque siempre hay alguien que preste atención a su existencia, los predilectos se encuentran completamente alejados del anonimato, son más que el resto, que esas vidas ordinarias y comunes que jamás serán iluminadas por reflectores o enaltecidas por escenarios.
No está de más decir que este libro me enganchó desde el primer párrafo y para comprobarlo, pueden empezar a leer las primeras páginas de Los predilectos en este enlace de Alfaguara y comprar el ejemplar impreso en Librerías Gandhi o el ePub en este otro enlace.
Son muchas las frases seleccionadas que transcribí y aún así me faltaron algunas, pero todas valen varias lecturas y un análisis personal:
“De niña me parecía que el obituario de una estrella de cine o televisión involucraba un atisbo de lo que ha sido y de lo que será la vida del resto de nosotros. Pequeños resúmenes de ilusiones y fracasos. Como si al momento de morir (cuando la agonía de un astro anuncia la inminencia de un sistema solar) acuñaran un nuevo estereotipo, un cliché que aún no es cliché, y eso nos diera paz para continuar sabiendo que todo permanece. Esas vidas expuestas son como cartas astrales: prefiguraciones cósmicas de lo que podríamos hacer con nuestra breve y banal existencia.” P. 13
“Quizá a veces convenga no saber demasiado de uno mismo.” P. 14
“Yo, hablándome a mí misma con esta honestidad mentirosa que otorga la soledad.” P. 16-17
“... proclamaba formalmente su muerte; es decir, el olvido.” P- 24
“... los adictos se parecen a los genios, cuya conciencia los margina del exterior, de los demás, bajo el conocimiento de que la grandeza reina en ellos.” P. 38
“Creo que entre más sólido sea algo más riesgo hay de ruptura. Los linajes y, sobre todo, las personas se quiebran.” P. 55
“... nada cambiará hasta que realmente necesites cambialos porque estás al borde de ti mismo.” P. 57
“¿Qué si te tocan los papeles secundarios? ¿Qué si te toca trabajar en una empresa pequeña y nunca vienen de otra más grande a contratarte? ¿Qué si eres bueno, el mejor de tu clase, el mejor del lugar donde trabajas, y nunca vienen por ti? ¿Qué si vas afuera y no puedes? Bien para los que no se dan cuenta de su lugar. Pero a quien busca su lugar en el mundo, ¿qué tal le sentaría enterarse de que es el personaje incidental? ¿A qué edad? ¿A los treinta? Mejor que sea a los sesenta cuando lo descubras. ¿La gente no piensa en eso? ¿En el papel que les tocó desempeñar? ¿O sí lo hacen y por eso existen tantos satisfactores baratos y efímeros para evitar la subida del índice de suicidios? Acostúmbrate y se feliz. ¿Quién puede vivir con una verdad así? Por lo visto, todos. O, al menos, la gran parte. Porque tampoco se suicidan seis mil millones de personas. ¿Diez millones? Aún sigue siendo poco.” P. 59
“De entre todas las personas siempre preferí a las que han conseguido algo, sea lo que sea. Invariablemente estarán insatisfechos, pero su nivel de frustración será menor.” P. 60
“... ¿y fui yo la que se imaginó con el virus dentro y dueña de un poder inconmensurable?” P. 63
“El melodrama como catarsis.” P. 68
“Era como saber que alguien más tiene un objeto, o es dueño de recuerdos más exactos que tú y lo envidias.” P. 86
'... no podía soportar la idea de una vida anónima, sepultada en algún país europeo donde sólo tú estuvieras consciente de que vivías. A pesar de que sabía, a la manera de una premonición maldita, que al cabo de los años cualquier lugar sería “un país europeo donde sólo tú estuvieras consciente de que vivías.”' P. 103
“Daba entrevistas donde se dedicaba a hacer crecer el mito con mentiras que realzaban algo tan común como hallar un tema para escribir una canción.” P. 104
“... se dirigió a su casa a iniciar su infierno personal.” P. 118
“... con su amistad me había perdonado como otras personas jamás lo habían logrado hacer.” P. 120
“Ahora sé que pocas veces guardamos el recuerdo de nuestra última vez porque pensamos que siempre habrá otra y otra, que el sexo es algo tan fácil de conseguir que siempre habrá alguien dispuesto.” P. 120
“... lo inalcanzable es perpetuamente inalcanzable, aun cuando lo tienes, porque en ese momento desaparece...” P. 129
“El genio nunca compite. El genio sólo esta ahí y hace las cosas.” P. 136
“Pero sobre todo, un deseo muy explosivo de comerlo, sí, esa era la palabra, comerlo, de tomar una de sus manos y lamerla hasta un punto doloroso, de tomar sus labios y morderlos, de arrancar, de arañar, de masticar.” P. 139
“... luchas esforzadamente contra nuestros más profundos defectos o, si somos más realistas, contra nuestra naturaleza.” P. 146
“La soledad no sirve, como muchos piensan, para estar contigo mismo, sino con los demás. sirve para aprender la mirada que el mundo tiene sobre ti y sobre los otros. Aprender el lenguaje de los demás.” P. 148
“Me sentí como si acabara de terminar con el hombre de mi vida y nos despidiéramos con un abrazo. Llena de sindicación y tedio, El arrepentimiento vendrá después. No ahora. Por el momento es suficiente la culpa Para dejar que te siga abrazando aunque sientes que estás en contacto no con un desconocido, sino más bien con un enemigo. Un enemigo íntimo, Tratas de apartarte, pero llegan inesperadamente fugaces flashazos de un pasado muy cercano, los pasados cercanos que se encuentran a un año de distancia, y empiezas a llorar. Eso es la desolación, la inmovilidad bajo el deseo de salir de ahí.” P. 148
“Lo único que teníamos en común eran su atenciones hacia mi condición deprimida y triste.” P. 150
“Lo que hace la diferencia es que nos consideramos importantes, necesarios para el mundo. Y eso no es verdad. Nuestras vidas no tienen la menor importancia más que para unos cuantos conocidos cercanos. Sin embargo, pensar que somos importantes, invulnerables, genera cambios y que el mundo evolucione. Si todos aceptáramos nuestra condición transitoria y finita, aún perseguiríamos animales por las llanuras y nos comeríamos los unos a los otros, estaríamos a la expectativa de los relámpagos y de la lluvia. Pero piénsalo, mueres y ¿qué pasa? Nada. Absolutamente nada.” P. 163
“¡Es tan fácil abandonar el tormento de la creación para sucumbir a la bella y perfecta pasividad de contemplar lo que alguien más ha creado!” P. 170
“Los niños (...) significaban algo que podía romperse con una facilidad extrema y que, sin embargo, no había que romper...” P. 174
“La gente suele cansarse si después de algunos minutos no les cuentas una tragedia personal o indicios de descontento. Las vidas felices y tranquilas no son dignas de atención. Son, por lo general, aburridas.” P. 194
“... debemos tener cuidado con lo que preguntamos a alguien que no conocemos porque podemos acertar y detonar todos sus males. Esa necesidad idiota de interesarnos por los demás.” P. 194
“Y como siempre, la novela que sucede en nuestras cabezas se opone completamente a la realidad.” P. 199
“¿Qué no las historias de hadas le han permitido mantener la esperanza a generaciones desde que la humanidad sufre desgracias?” P. 202
“Uno es lo que es desde el principio, lo demás son modificaciones a nuestra naturaleza, el mejoramiento consciente de nosotros.” P. 203
“Y hablas, y estudias tus gestos antes de ejecutarlos y despliegas tus mejores elementos en ese juego de conquista cuyo peligro aún estás a muchos años de descubrir. Pero todas las personas, aun los grandes amores, empiezan así. Sin conciencia.” P. 215
“Nadie sabe por qué termina amando a una persona determinada. Tampoco nadie sabe si tenemos uno, dos o más amores de a vida. Nadie sabe, obnubilada por el dolor, cuando termina una relación, si realmente ese amor es el único, o si se desvanecerá con el paso de los años.” P. 218

“... yo, en mi vida, había gozado y sufrido de la misma manera con situaciones y personas reales como imaginarias.” P. 233
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Published on December 28, 2013 19:25

December 25, 2013

Cuento de navidad – Ray Bradbury

Ray Bradbury by francoclun (Pencil on watercolor paper Fabriano 300 gr hot pressed satinata).

"Hay solo dos cosas con las que uno se puede acostar: una persona y un libro."Ray Bradbury
Ray Douglas Bradbury (escritor estadounidense, 1920–2012) autor representativo de ciencia ficción, terror y fantasía es el creador del cuento del mes que, por cierto, no tiene una finalidad moralizante pero coincide con la época del año. Pareciera que es el autor predilecto en el blog, pues Crónicas marcianas, Zen en el arte de escribir y otro de sus cuentos, La última noche del mundo (publicado hace unos meses, en el que hubiera sido su cumpleaños número 93) ya forman parte de estos archivos.
Noté que en ninguna de las entradas anteriores mencioné detalles sobre su vida y otras publicaciones, por lo que en esta entrada escribiré una breve biografía del autor.
Bradbury nació el 22 de agosto en Illinois y viajó junto con su familia a diversas ciudades, estableciéndose finalmente en Los Ángeles, en 1934. Posteriormente radicó en California, donde vivió el resto de su vida. Desde temprana edad fue atraído por la literatura como lector y creador. Por impedimentos económicos no pudo asistir a la universidad, por lo que fue vendedor de periódicos durante cuatro años y empezó a formarse en la biblioteca estatal de forma autodidacta, donde escribió sus primeros relatos cortos que empezó a vender a algunas revistas locales (1938) y que ocho años después fueron publicados en una compilación de cuentos titulada Dark Carnival. Sobre esta ideología del aprendizaje autodidacta, tiene una frase genial:
"No puedes aprender a escribir en una universidad. Es un lugar muy malo para los escritores porquelos profesores siempre piensan que saben más que uno, y no es cierto. Ellos tienen muchos prejuicios. Digamos: a ellos les gusta Henry James, pero ¿qué pasa si no quieres escribir como Henry James?(…) La biblioteca, por otro lado, no tiene límites. La información está ahí para que la interpretes. No hay nadie que te diga que pensar, que te diga si eres bueno o no. Lo descubres por ti mismo."
Se casó en 1947 con Marguerite McClure, quien trabajaba en la librería a la que Bradbury acostumbraba ir en el centro de Los Ángeles y tuvieron cuatro hijas. Bradbury se dedicó a escribir a tiempo completo entonces y con la publicación de su primer novela, Crónicas Marcianas, logró posicionarse dentro del anhelado mundo literario. Estuvieron casados hasta la muerte de ella, en 2003. 
Su producción fue muy basta e incluye novela -más de 30, entre las más conocidas están Crónicas marcianas (1950) y Farenheit 451 (1953)-, guiones para televisión y cine, ensayo, poema y por supuesto cuento (más de 600, de los que pueden leer algunos considerados como los mejores en este sitio). Varias de sus obras han sido adaptadas en películas, cómics y series.
Escuchar la historia de su propia voz sobre cómo se convirtió en escritor junto con otros recuerdos, consejos y sugerencias es simplemente fascinante, en este video podrán conocer al autor de una forma directa e inusual.
Bradbury recibió un homenaje en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara en 2009, aquí pueden encontrar algunas transcripciones de la charla virtual que tuvo con los asistentes. Como dato final y extra, también en honor al escritor llamaron (9766) Bradbury a un asteroide descubierto en 1992.
En referencia a la historia, Cuento de navidad es un relato futurista que demuestra que el verdadero espíritu “navideño” va más allá del acostumbrado consumismo en el que vivimos y que la capacidad de demostrar afecto a nuestros seres queridos no se basa únicamente en lo material; representa también toda la belleza natural que rodea al mundo en que vivimos y lo sorprendente y hermoso que resulta prestar atención a los detalles que usualmente ignoramos.
Cuento de navidad
El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque excedía el peso máximo por pocas onzas, al igual que el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.-¿Qué haremos?
-Nada, ¿qué podemos hacer?
-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
-¿Qué...? -preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-Espera un poco -dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.
-Oh -dijo la madre, consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.
-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.
-Pero... -empezó a decir la madre.
-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Me prestas tu reloj? -preguntó el niño.
El padre le prestó su reloj. El niño lo sostuvo entre los dedos mientras el resto de la hora se extinguía en el fuego, el silencio y el imperceptible movimiento del cohete.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo.
-Está oscuro.
-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.


Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.

Las Pléyades, en la constelación de Tauro, es un cúmulo abierto formado por unas 3000 estrellas ubicado a unos 400 años luz (120 parsecs) de la Tierra. También se le conoce como "Las siete hermanas", "Las siete cabritillas" o con los términos astronómicos NGC 1432/35 y M45. Tomada el 1 de junio de 2004 por NASA, ESA, AURA/Caltech, Palomar Observatory.
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Published on December 25, 2013 14:25