Lola Ancira's Blog, page 60
March 12, 2014
Primer reseña de Tusitala de óbitos

Este mes inicia de lo mejor: con la tan esperada primer reseña escrita sobre mi libro Tusitala de óbitos para la revista digital de temas infinitos La hoja de arena (que cuenta con el Apoyo a la Edición de Revistas Independiente 2013 de CONACULTA) por Fernando Galicia en la sección La hoja del día, esta revista además cuenta con un blog y ambos sitios quedan, por supuesto, recomendados, pues como su misma leyenda lo dice sus temáticas culturales y artísticas son interminables. En La hoja de arena literatura, música, ciencia y teatro (entre varios más) conviven en una pluralidad que se retroalimenta y crece continuamente.
La reseña señala muchos puntos importantes e intertextuales de la obra, pero lo que me gustó, también, es el comentario final del autor, ese deseo por encontrar en mi narrativa una voz que se aleje un poco de toda su formación y construya un universo personal que, a mi parecer, sólo se reflejó en algunos de los cuentos, pues este libro está constituido por textos con años de antigüedad y los mencionados, que son mucho más recientes.
Como se lo comenté a Fernando, este aspecto es algo en lo que estoy trabajando ahora y espero mostrarlo en mi obra posterior. A continuación transcribo la reseña, que pueden leer directamente de la revista en este enlace.

En su ensayo Los subgéneros y la mirada fantástica Rafael Villegas escribe:
…No basta con llenar el cielo de nuestra ficción con dragones, ovnis o superhéroes para que la imaginación cimbre nuestras nociones sobre lo posible y lo imposible.
En estas líneas Villegas señala acaso el defecto más alarmante de la mayoría de la literatura fantástica producida estos días en nuestro país. Abundan las historias donde zombies, extraterrestres y brujas sufren una larga y detallada lista de aventuras en mundos extravagantes y muy muy lejanos. Sin embargo, poco hay en esos relatos de lo que Faulkner llamaba “the old verities and truths of the heart” sin los cuales cualquier historia es efímera y está condenada.
Por lo mismo es una grata sorpresa encontrarse con el primer libro de Lola Ancira (Querétaro, 1987), Tusitala de óbitos. Ya el título de este volumen de relatos anuncia el estilo de la autora (Tusitala es el nombre con el que la gente de Samoa se refería a Stevenson, quiere decir contador de historias): cuentos llenos de referencias literarias que revelan el amplio conocimiento de Ancira de la tradición de las cuales sus historias se alimentan.
El primer relato del libro, “Dédalo”, es la versión personal de la autora de la historia del habitante del laberinto sampleada con referencias a la obra de Edward Gorey. Siguiendo esta pauta, del resto del libro comienzan a fluir personajes, ambientes y realidades enteras que terminan por envolvernos en el personalísimo mundo de Ancira. Destacan además las historias “9192 631 720“, versión única del familiar sueño profético y “Cosmogonía de las parafilias“, donde se puede observar con mayor intensidad la mirada original de la autora para analizar la realidad cotidiana desde un ángulo fuera de lo común.
Es destacable que cada historia del libro recuerda otra famosa de los subgéneros fantásticos. “Paygame” recuerda “La secta del fénix” de Borges o la serie de “Instrucciones“ de Cortázar. Por su parte “Los infortunios de Vigilius Haufniensis” tiene el aura de “La casa de las celosías” de Amparo Dávila. Todo esto sin caer en el plagio o la imitación descarada, sino en el reconocimiento de la tradición fantástica. Por otro lado, es un gran acierto el estilo que Ancira ha escogido para contar sus relatos, ya que éste concuerda a la perfección con los contenidos de sus historias. Por breves momentos complicada y cultista (abundan adjetivos como agónico, ominoso, discrepante) la narración refleja un cuidadoso trabajo y una gran preocupación por el lenguaje.
Quizá el mayor defecto de tu Tusitala de óbitos sea también parte de uno de sus mayores aciertos. Lola Ancira refleja el gran conocimiento de los subgéneros en los que inserta sus historias, pero a la vez la autora parece dudar a la hora de tomar su propio camino y empezar a abrir senderos por sus propios territorios. En “La mujer volátil”, uno de los relatos más originales del libro, Ancira cuenta la historia de Violeta, quién fastidiada de la vida mundana en la tierra, se empieza a elevar hasta alcanzar el cielo. De la misma forma sería interesante ver los cielos que Lola Ancira puede alcanzar usando como materia prima sus amplias lecturas fantásticas y su buen manejo del lenguaje, pero alejándose un poco de sus terrenos conocidos.
Fernando Galicia, México, 2014.
Published on March 12, 2014 13:42
February 28, 2014
Réquiem por un suicida – René Avilés Fabila

Réquiem por un suicida (1993) de René Sadot Áviles Fabila (escritor, periodista y catedrático mexicano, 1940) es una novela publicada en formato digital por Editorial Ink en 2013 y está a la venta en Amazon en este enlace.
Su primer novela, Los juegos, fue publicada en 1967. Avilés es contemporáneo de José Agustín y Parménides García y proclama como a sus preceptores a Juan José Arreola, Juan Rulfo y José Revueltas. Ha publicado 7 novelas, más de 20 cuentos y varios ensayos y memorias que le han valido diversos premios nacionales de periodismo y narrativa, así como numerosos homenajes realizados, entre otros, por la UNAM, INBA y FCE.
En su autobiografía procaz, Avilés explica a detalle varios aspectos fundamentales de su vida y obra, entre los que destacan por igual sus publicaciones y la intensa divulgación cultural como sus magníficas acciones y críticas sociales y políticas.
Desde hace varias décadas promueve la cultura y ha tenido a su cargo diversos cargos culturales; fundó, en 1985, el suplemento cultural El búho, del periódico Excélsior, hasta 1999. Meses después, fundó la revista El universo del búho , que terminó por tener el mismo nombre del suplemento cultural y de la que actualmente sigue siendo el director. En 2003 creo la Fundación René Avilés Fabila, cuyo objetivo es Promover la creación, fomentar, investigar y difundir la literatura así como la cultura en general.Desarrolla programas, participa en la celebración de convenios y colabora en toda aquella actividad académica y artística que impulse la promoción cultural.En 2008 fundó el Museo del escritor, del que el propio Avilés explica: No se trata simplemente de ver y apreciar objetos de artistas y literatos, libros especiales, fotografías, grabados con aquellos que redactaron obras maestras de la literatura, sino poner al servicio del país y en especial de la juventud, un museo interactivo, felizmente vivo donde los escritores tengan su casa, puedan presentar libros, tener talleres de poesía y prosa narrativa (...) Grandes maestros como Alfonso Reyes, Julio Jiménez Rueda, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Salvador Elizondo, Francisco Monterde, Alí Chumacero, Griselda Álvarez y Carlos Montemayor, siempre con el espíritu de la fundadora, la escritora norteamericana Margaret Shedd, estimularon y apoyaron a cientos de escritores que hoy son fundamentales en nuestras letras. La lista es infinita y algo de ella podrán ver aquí. Una síntesis.
Sobre Réquiem, el argumento primordial de la novela es demostrar que para el personaje principal, Gustavo Treviño, partir de este mundo a través de la muerte voluntaria es una decisión propia que debe ser respetada por los demás; lo más singular, es que planea hacerlo en un momento de felicidad y éxito, en el que todo se ha vuelto prescindible (incluso los objetos y personas cercanas) y donde lo único necesario es el amor verdadero para saber, en cierta manera, que se triunfó en la que muchos han señalado como la finalidad misma de la vida. Y lo más fascinante es que, a través de argumentos basados en fundamentos históricos, filosóficos y literarios, logra no sólo convencer, sino transmitir esta necesidad de control sobre el final de la propia vida al lector. Ya en el prólogo Elena Garro advierte de la “peligrosidad” que puede suponer este libro para adolescentes, pero el peligro no es tal ni se enfoca en ellos, es más una imponente reflexión a la que se llega tras la lectura de este libro, que si bien no hará que todos se suiciden, al menos sí cambiará la perspectiva y el juicio del lector que este dispuesto a adentrarse en estas páginas tras liberarse de aprensiones y escrúpulos sobre uno de los actos más condenados de la humanidad.
Al iniciar la novela, el narrador, en primera persona, es Gustavo Treviño, que intercala el relato de su propia novela con fragmentos de cartas para Eduardo, un personaje mucho más joven que él, con quien ha mantenido una entrañable amistad y único “heredero” del acaudalado Treviño. El protagonista describe su historia como guerrillero y sus múltiples amoríos fallidos, algunos encuentros sexuales descriptivos y otros con mínimos tintes eróticos, en una frase: todo lo que conforma la vida de una persona adulta que ha disfrutado plenamente tanto de sus aciertos como de sus fracasos, que no añora un tiempo pasado y que busca el amor, tan insulso como se pueda leer y tan significativo como se pueda experimentar. Y este es su fin último. Es el mismo Treviño quien afirma: No puedo seguir fingiendo que vivo.
Las múltiples connotaciones culturales e intertextualidad de este libro son únicas, pues a lo largo de sus páginas enaltece y embellece una acción que de sólo ser pronunciada provoca, para la mayoría de las personas, pesar y aflicción. La novela refleja un estudio preliminar vasto por parte del autor, concluyente y perfecto. Este sería, a mi parecer, un estupendo libro que podría fungir como prólogo extenso para ese libro inexistente e insuperable que trate sobre el suicidio, que el mismo autor menciona.
La novela está construida por múltiples citas, fragmentos y referencias de literatos, filósofos, artistas y grandes genios suicidas de diversa índole que sustentan la ideología del suicidio como un acto por completo respetable, valeroso e incluso como algo ejemplar.
En algunas partes, el texto muestra la riqueza literaria propia del ensayo, lo que revela la investigación profunda y minuciosa que el autor realizó sobre el tema, no únicamente para escribir este libro: el tema del suicidio es un tema apasionante y dedicarle toda una vida no será suficiente, pues quizá haga falta dedicarle también la misma muerte.
La novela está formada por un texto de Elena Garro (prólogo), XX capítulos y epílogo. En XX capítulos de análisis filosóficos y literarios, Avilés fabrica la mejor defensa para el suicidio apoyado en Sartre, Borges, Acuña, Virginia Woolf, Jaime Torres Bodet, Carpentier, Poe, Lovecraft, Swift, Stevenson, Verne, Quiroga, Séneca, Pellicer, Lorca y varios más.
Personalmente, siento la misma fijación por el suicidio que Treviño, y también he realizado algunas lecturas al respecto. Este es el quinto libro sobre suicidio que reseño en el blog, de los que el primero fue Escritores suicidas de Héctor Gamboa (que narra las vidas de los principales literatos suicidas), seguido por Suicidios ejemplares de Vila-Matas (cuentos sobre suicidas modelos) y El club de los suicidas de Stevenson, sobre el que Avilés escribe: Tomé el directorio telefónico y busqué el número de El club de los suicidas de Stevenson. (El quinto libro sobre suicidio que no he mencionado lo encontrarán en las primeras citas transcritas, en la parte final de esta reseña).
Pero no todo es tragedia en Réquiem, hay tintes de humor que dibujan sonrisas en el rostro del lector en varias de sus páginas: ¿Cómo dejaría una nota el suicida analfabeto?Obvio: con una grabación que contenga el consabido mensaje de no se culpe a nadie de mi muerte.
Uno de los datos geniales e interesantes que nos obsequia el autor es la máquina de la muertede Jack Kevorkian, la grandiosa diosa maya del suicidio Ixtab, y conocer a grandes autores, como Lafargue. Uno muy bello, que yo les ofrezco, es este: Modelos interpretan a escritoras suicidas en el instante de su muerte .
Para concluir, transcribiré algunos de los mejores fragmentos de la novela y la finalizar, una lista de la bibliografía mencionada por Avilés en Réquiem.
CAPÍTULO I
“(...) ser como decía Borges que eran algunos personajes de la literatura rusa: suicida por felicidad.”
“Unas líneas de Oscar Wilde podrían ser parte de mi divisa:
¡Y todos los hombres matan lo que aman!Óiganlo todos: unos lo hacenCon una mirada cruel; otros, conPalabras cariciosas; el cobarde,Con un beso, y el hombre valiente, con la espada.”
“El crimen perfecto (...) es aquel donde no hay a quien perseguir, donde el culpable queda sin castigo; es, dese luego, el suicidio. Y es justo. Pero lo irritante es que la sociedad (sea capitalista, sea socialista) y las religiones más importantes (Dios castiga el suicidio, dice Mozart en La flauta mágica) se oponen a la muerte voluntaria. Le quitan al individuo la posibilidad de acabar con su vida cuando le venga en gana. Ese, como dirían los juristas, es un derecho inalienable. Nadie debe intervenir. O mejor, ayudar al suicida. Cuando éste sobreviva al pistoletazo o al veneno, un comité de médicos o sociólogos o lo que sea, qué demonios importa, piadosamente debería completar la obra. Eutanasia y suicidio deben tener el beneplácito de la ley porque muchos lo requieren con urgencia. Pese a todo, no sucede así. Los imbéciles hacen lo “humanamente posible” para salvar a quien no desea que lo salven.”“En algunos países existen organismos para prevenir el suicidio. ¿Porqué no crear uno que lo estimule?” (Este fragmento nos lleva en seguida a La tiendita de los suicidas, novela corta que trata precisamente sobre un organismo que estimula el suicidio.)
“Con frecuencia confunden al suicida con el loco. Es falso. Durkheim probó claramente que no hay relación entre la locura y el suicidio. Paul Lafargue, Ernest Hemingway y Jaime Torres Bodet no eran anormales. Por eso considero el famoso camino a la nada como el acto más lúcido de nuestra vida.”
“Es odioso morir de vejez, con las facultades físicas y mentales mermadas, babeando, diciendo tonterías. La muerte detiene de tajo el deterioro.”
“Algunos suicidas no pasan sus últimos días en estado depresivo. Por lo contrario, se les nota animosos, de buen humor.”
“Absurdo que haya quien piense que el suicidio es una vergüenza, una mancha. No. El suicidio es como cualquier otra muerte. Con la ventaja de que uno puede escoger el lugar, el momento y la forma para acabar con la vida.”
“(...) en La vía real, Malraux desarrolla a un suicida de otro orden, un aventurero trágico que muere reflexionando: “Es posible que construir la propia muerte me parezca más importante que construir la propia vida.”
“Ahora sé que estoy a punto de encontrarme y de ser al fin mi propia imagen, la que me formé desde pequeño. Ser yo, Existiré.” (Finalidad del suicidio)
CAPÍTULO II
“Y la última parada del viaje es la muerte-Ítaca, no el Infierno. Sólo el verdadero fin del mundo.”
“Mi suicidio se debe a que he dejado de amar lo que me rodea, a mis amigos, mis libros, mis cuadros... Digamos entonces que es por desamor. O es probable que lo haga porque me he enamorado, pasionalmente, del suicidio. Total, la muerte es una mujer, ¿no?”
“(...) a nadie le gusta tener cerca a una persona que ama a la muerte.”
“Mi padre insistía en que uno conserva los recuerdos más simples o los más dramáticos; tenía ciertamente una teoría sobre lo que la memoria opta por conservar con relativa independencia.”
“(...) quiero llegar al suicidio –concluir mi viaje a Ítaca- en perfecto estado de salud y con mis condiciones físicas e intelectuales completas. No deseo entregarle, como la mayoría, un despojo a la muerte, no si la amo.”
CAPÍTULO III
“Quise inventar el pasado y reconstruir el futuro y fracasé en la empresa porque en efecto era monumental, y mis fuerzas, limitadas.”
“Esta vez no habrá sueños ni pesadillas, nada más un denso y profundo sueño, el de la nada. Entrar en el gran misterio. En donde no pueden hacernos daño.”
“(...) no le concedo a ninguna deidad ni a ningún mortal la capacidad de decidir si mi suicidio es correcto o un pecado. Haré de mi muerte un trabajo perfecto y artístico. Me complacerá y tal vez a los espíritus afines. Un homenaje a De Quincey y a Swift.”
“Al concluir la lectura, el hombre sonríe satisfecho, saca un magnífico revólver 38 y lo dispara en su sien.”
CAPÍTULO IV
“El suicida piensa en él, no en los demás. Está a punto de llevar a cabo una idea grandiosa. Y como todas las de esta naturaleza, es un acto egoísta; por lo tanto no mira a los demás.”
“...si no creyese encontrar en el otro mundo dioses tan buenos y tan sabios y hombres mejores de los que dejo en éste, sería un necio si no me manifestara pesaroso antes de morir, pero sabed que espero reunirme allí con hombres justos...” (Sócrates)
“(...) personajes femeninos, tal vez como dijo un crítico, más profundos que los masculinos, más luminosos.”
“(...) me llaman la atención los amores fantasmas, los que están sustentados en mujeres inexistentes, lejanas o muertas.”
“(...) juntos, con esfuerzo y tesón, con el delicado trabajo de un orfebre. Hemos conseguido nuestra total infelicidad.”
“Al final de una lucha agobiante el amor se desvanece. Basta una decisión, una palabra o el silencio.”
“En ella (mi nueva novela) creí estar describiendo el suicidio del narrador. Me equivoqué, ahora recapacito: se trata del mío, se trata del suicidio de los dos.”
“(...) aunque todos los días, como Penélope, uno teja y desteja, construya y destruya. Al final, pesa más, por desgracia, lo destruido y la ruina se precipita sin que ninguno de los dos sea capaz de evitarla.”
“Si alguien no es capaz de medir el peso de una decisión fatal, no merece más que pagar el costo por elevado que sea.”
“He descubierto que el suicidio es una vulgaridad. Todo el mundo tiene uno que narrar. Es un tema de sobremesa o de café, n de bar, en donde merced al alcohol Eros aplasta a Tanatos.”
“Novalis señalaba:
El verdadero acto filosófico es el suicidio; ésteEs el principio real de toda filosofía. En él ocurrenTodos los deseos del discípulo, sólo este acto poseeLas condiciones y características de la acción trascendental.”
CAPÍTULO V
Cómo dejaría...“(...) un especialista en Japón ha concluido que sus habitantes están fascinados por el suicidio. (...) Para contrarrestar el suicidio, considerándolo algo macabro y ya sin halo romántico, las autoridades reparten un folleto (Invitación a la vida). Por fortuna son muy pocas las personas con vocación suicida que lo toman en serio.”
“Aquellos que se quitan la vida en publico son simples exhibicionistas, no suicidas.”
“No es sencillo navegar a contracorriente en un planeta que al final del milenio parece avanzar con firmeza hacia la derecha.”
“Temo que si la concluyo tendré que matarme y siento que algo me falta todavía. Es mi último libro.”
CAPÍTULO VI
Gabriel García Márquez: “...Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan.”
Cesare Pavese: “No más palabras. Un acto. No volveré a escribir más.”
“El suicidio parece algo común entre los artistas, los creadores, en especial entre los escritores. William Styron, en su trabajo Esa visible oscuridad (...), narra su depresión, su frustrada vocación suicida y la manera en que consiguió salvarse; hace un recuento y encuentra el origen de sus males.”
“(...) sólo deseo matarme sin ningún pretexto (...), porque siempre supe que no podría escribir una obra a la altura de Hemingway.”
“El suicida, explica Styron, deja un “peculiar vacío” en las personas que le conocieron. Tengo la fuerte sospecha de que es más un desconcierto que otra cosa. Y ello les lleva a mentir y a participar en torneos de lugares comunes y engaños sobre el desaparecido.”
“La gente tendría que acostumbrarse a la muerte voluntaria y respetar la voluntad de quien sufría viviendo.”
“(...) un suicida debe ser alguien imaginativo, lleno de recursos y mirar a su derredor y hallar armas para suprimir aquello que ya es un pesado fardo, que no es posible llevar a cuestas: la vida.”
CAPÍTULO VII
“(...) nunca serás alcohólico porque el alcohol deteriora y tu vanidad no te lo permitiría.”
“Qué lástima que no utilicemos más el término melancolía. Me parece más hermoso, más literario en consecuencia, que el de depresión.”
CAPÍTULO IX
“Su capacidad destructiva era mayor que su devoción por mí.”
CAPÍTULO X
“(...) cuando alguien se entera de que escribo una novela sobre un suicida, lo toma como una posibilidad literaria, llena de humor negro y no como el aviso de mi muerte.”
“(...) y tu espléndida casa se convertirá fatalmente en el Museo del Suicida Famoso, visitado anualmente por miles de amigos de la muerte voluntaria. Es decir, será su santuario.”
CAPÍTULO XI
“Hemos llegado al siglo XXI arrastrando los fardos de aquellos que creyeron ver un pecado más grave en el suicidio de judas que en la entrega de Cristo a sus enemigos.”
“Siempre me han encantado, como a muchas personas, los escritores atormentados que acaban matándose. Yo, estoy seguro, no seré uno de ellos, me suicidaré cuando sea feliz.”
“¿Acaso jamás podremos diseñar nuestro propio fallecimiento como alguien planifica su familia, el próximo negocio o las vacaciones siguientes? (...) Aguardo nada más el momento oportuno.”
Alfonso Reyes escribió que ‘sobre cada tumba de suicida debiera abrirse una información a perpetuidad. Sobre cada uno, escribirse un grueso volumen de investigaciones cuidadosas: así conviene al valor de la vida a la orientación de nuestras almas.’
Camus: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: es el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es contestar a la cuestión fundamental de la filosofía.”
“(...) lo más grave es que son los seres sensibles, los más inteligentes y cultos, los creativos, los que hacen bien a los demás, los que no roban ni matan, quienes se suicidan. A los otros habría que ejecutarlos porque ellos no desaparecerán voluntariamente.”
“Aún no era capaz de hacer filosofía del suicidio pero intuía su existencia y sobre todo su importancia.”
“El suicida está solo porque es diferente y en su búsqueda de identificación, de que alguien lo ame tal como es, amará una y otra vez con el mismo resultado: sentirse solo.”
“Y me pregunto en una noche como ésta, en que me atrevo a escribirle: ¿por qué sigo con vida?”
CAPÍTULO XII
“¿Habrá, me interrogo con frecuencia, una cultura del suicidio?”
CAPÍTULO XIII
“(...) la hermosa soledad es la mejor compañía.”
“(...) no estaba hecho, por su formación inicial, para la pobreza o para mantener diálogos idiotas con seres celestiales.”“Cuánta corrupción del alma os era necesaria para vivir a través de un solo día, cuántas mentiras, cuántas zalemas, enredos, volubilidades y servilismo.” (Fragmento de Virginia Woolf).
“Morir es un arte que no requiere explicaciones o que propone enigmas estéticos, no morales.”
Sylvia Plath lo entendió:MorirEs un arte, como casi todo.
“(...) la monogamia y el convencionalismo convierten a la pareja en propietaria de un modesto aunque igualmente terrible infierno (...)”
CAPÍTULO XV
“Morir por honor es francamente una imbecilidad. Los kamikazes creían que su muerte les devolvería la honorabilidad. Pero el problema es que ella sólo aparece con la victoria, Los muertos carecen de honor.”
“(...) escribe acerca de un ángel que está fastidiado del cielo, le aburre mortalmente, consigue un permiso para suicidarse y con decisión se cuelga de una nube.”
CAPÍTULO XVI
“(...) un literato inmenso produzca una obra que revalore el suicidio, dándole dignidad y sentido, como lo hizo Goethe.” (Sobre Las cuitas del joven Werther, de dicho autor).
El pobre suicidio Heroico para los antiguos griegos
Condenado eternamente por los cristianos
Eludido como tema por los pintores
Idolatrado por los escritores
Temido por los políticos
Combatido por la psiquiatría
“(...) los suicidas, mis héroes predilectos”
“Ah, suicidio, cuantos crímenes se cometen en tu nombre.”
“Su muerte, como la de Sócrates, es un ejemplo ilustre para aquellos que deciden quitarse la vida por mano propia.” (Sobre el suicidio de Séneca).
CAPÍTULO XVII
“(...) ¿morir por propia voluntad para probar el valor del individualismo sobre las masas y sus creencias políticas y religiosas? Esto es matarse cuando ha llegado el éxito (...)”
“(...) una década de suicidios, Eduardo; no olvidemos los de Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Jim Morrison y Brian Jones.”
CAPÍTULO XVIII
“(...) existe una abundante bibliografía sobre el suicidio. Lo que ocurre es que la mayoría de los libros son mediocres, cantaletas moralizantes y seudocientíficas. Nos queda The Savage God de Álvarez y desde luego el clásico del tema, El suicidio de Durkheim. Pero en realidad nadie que sea suicida debe leer obras de pretensiones científicas; la muerte vendría antes, en especial si se trata de un lector sensible e inteligente, lo más adecuado es recurrir a la literatura: allí están todas las variantes de la muerte voluntaria y asimismo están las explicaciones más densas y lúcidas.”
“(...) el suicidio es parte de las altas culturas, (...) existe una estética de la muerte voluntaria. Es un arte.”
“Yo dije: si el ajolote escribiera, hubiera hecho lo contrario a Cortázar y de pronto estaría convertido en un monstruoso ser humano que caminaría con rumbo incierto.” (Sobre el cuento El ajolote, de Cortázar.)
“(...) sabe narrar y contar historias; es, en esencia, una mentirosa notable, como lo fueron Chesterton y Münchausen.”
Pavese: “Los suicidas son homicidas tímidos. Masoquismo en vez de sadismo.”
CAPÍTULO XIX
“(...) nunca sé cómo van a terminar las cosas cuando bebemos, La creo capaz de pegarme un tiro en una escena melodramática (...) si alguien me da un tiro, ese alguien tendrá que ser yo.”
CAPÍTULO XX
“La mejor prueba de sus logros económicos y sociales es el alto número de suicidios que tiene.” (Sobre España)
“El ser humano se muere lenta y progresivamente a lo largo de su vida. Muere, cuando a partir de los veinticinco años va perdiendo cien mil neuronas diaramente.” Dr. Vicente Guarner
“(la muerte) despierta la casi totalidad de nuestras reflexiones, de nuestras obras de arte, y su estudio resulta un caudal inagotable para analizar el espíritu de nuestra época y los recursos insospechados de nuestra imaginación.”
“Alfonso Reyes cuenta de una mano que llegó a suicidarse, ¿por qué no entonces habrían de hacerlo los humanos?”
“El suicidio es el acto más sublime y hermoso que persona alguna pueda llevar a cabo, especialmente si llega a él con plena conciencia y no como el resultado de un fracaso. El suicidio corona una obra y si la obra es uno mismo qué mejor. La muerte voluntaria es un acto de elegancia y distinción, no pertenece al estrecho y voluble mundo de la moral, le corresponde a la estética o a la filosofía.”
“El día que las sociedades acepten el suicidio y lo vean como respetuosamente lo han considerado diversos pensadores, ese día estaremos en presencia de una nueva humanidad, más razonable y sensible, en donde la muerte voluntaria sea el supremo acto de la libertad, la mejor hazaña de la libertad.”
“Muchas de las obras maestras del arte han sido producto de la tragedia. Por ello, es probable, buscaba las desgracias.”
“Kafka tiene un pequeño cuento sorprendente: Un artista del hambre (que en mi caso podría ser Un artista del suicidio). Es la historia de un ayunador que trabaja en un circo. El hombre rompe los récords y pasa meses y meses sin probar bocado. Al final, a punto de morir, por completo debilitado, confiesa con voz apenas audible que jamás le gustó la comida. Eso me ocurre a mí: nunca me gustó la vida. Simple y sencillamente no pude acostumbrarme en cuarenta años de experimentarla y eso, debo reconocerlo, que fue algo tedioso que conseguí transformar en un mundo luminoso lleno de interés.”
Bibliografía recomendada:
Durkheim– El suicidioRevueltas – Los muros de agua y El apando (sobre el desaparecido y cruento manicomio mexicano de Lecumberri)
William Wordsworth – Argument for suicideÁlvarez - The savage godWalter Muschg - Historia trágica de la literaturaCesare Pavese - El oficio de escribirJ. W. Goethe – Las cuitas del joven WertherDerek Humphry - Salida final
Published on February 28, 2014 19:02
February 25, 2014
En las garras del crimen – Andrés Caicedo

Andrés Caicedo (escritor colombiano, 1951-1977) es el autor del cuento del mes, En las garras del crimen. Mi fascinación por este autor va en aumento y mi misión por difundir su obra también.
En las garras del crimen Caicedo da vida a un personaje pretencioso y culto (¿intelectual?) que a través de la erudición pone en tela de juicio algunos preceptos establecidos. El texto está inmerso en alusiones literarias y comentarios críticos e irónicos que con un toque de humor dan como resultado una lectura grata, que retrata un mundo literario donde reírse de uno mismo y juzgar lo sagrado es incluso benéfico.
Pueden encontrar 5 textos más del autor en este enlace, en los que Canibalismo y Destinitos fatales (ambos de 1971) sobresalen por su originalidad y fatídica extrañeza. Maternidad está incompleto, pero pueden leer la versión íntegra en este sitio. En esta página hay un cuento más, Noche sin fortuna.
Existen muy pocos videos en la red en los que aparezca Caicedo, y este es uno de los más populares, el fragmento de una entrevista en la que habla sobre libros y música:
En un contexto más actual, en 2008 la Editorial Norma publicó fragmentos de textos autobiográficos de Caicedo, en los que relata algunas vivencias de la infancia, sus momentos más significativos en la adolescencia y dos intentos de suicidio, de los cuales hay una pequeña selección aquí y de donde escogí el siguiente fragmento:
Mi relación con Patricia ha estado sujeta (ya no) a un grado tal de inestabilidad que yo tuve que recurrir el triple a Valium 10. Primero que todo ella se demoró mucho en dejar de amar a Carlos, y a mí me tocó presenciar una escena de súplica y de amor en vano tal, que me pegó uno de los mayores sustos de mi vida. Y lo que lo acaba a uno no es la droga sino los sustos. Después de eso yo me porté muy duro con ella, repitiéndole que ya no había caso, que ya no la quería, y eso y la separación con su esposo la condujeron a una especie de locura por los hombres; hizo el amor con el más grande y el más chiquito de los cineclubistas de Bogotá, pero siempre venía hacia mí.
Para finalizar, y antes de transcribir el cuento, dejo esta interesantísima entrada de otro blog al que llegué en mi búsqueda, en donde publicaron la entrevista con una de las hermanas de Andrés, Rosario Caicedo, realizada hace unos cuantos días:
I.G: ¿Qué sientes al ver que el interés por la obra de Andrés Caicedo continúa vivo y que el 2013 fue otro año intensamente caicediano?
R.C: Muy feliz. En el 2013 y en este 2014. En el 2013 se lanzó El atravesado en su traducción al francés. Imagínate la alegría que sentí al enterarme que el séptimo concurso de cuento en Colombia lleva su nombre. Que me invitaron a Cali a participar en un conversatorio sobre su obra y pude palpar el amor por sus palabras. Y ahora en el 2014 Alfaguara lanzó en el Hay festival la nueva edición de sus cuentos. Y ¡Que viva la música! será lanzada en Inglaterra, Estados Unidos, España y Brasil. Y en Chile, como lo hemos mencionado, la nueva edición de Mi cuerpo es una celda ya está en las librerias. Sus palabras están alcanzando nuevos idiomas, sus palabras se universalizan, como las palabras de todo buen escritor.

En las garras del crimen (1975)
Acaba con mis fuerzas húndeme de frente abandóname en la criminalidad...M. Jagger/K. Richard - Tumbling Dice
En la fecha que supongo no muy tradicionalmente fatídica de un 23 de diciembre, me recibí de licenciado en Literatura. Mis costumbres solitarias, de poquísimo trato con los intelectuales, me habían preservado de toda ponzoña en el alma, y al no conocer aún el éxito precoz (digamos Scott Fitzgerald a los 23 años, o en nuestro medio el caso más prosaico de este muchachito Lemos que a los 16 publicó, antes de degollarse, una extensa novela sobre dos niños que descubren el amor por medio de la Benzedrina) me sentía impune a cualquier clase de desencanto, melancolía o el común arrepentimiento del hombre de letras que al madrugar sabe que la bohemia tropical o la vagabundería echaron a perder su pasado día. Nada; mi salud física era perfecta, altura mayor de la normal en este país de cafres, rosadita la piel, ausencia total de ojeras, pelo abundantísimo, sistemáticas escaladas a picos no demasiado peligrosos de la Cordillera Occidental Andina y siete piscinas —formato olímpico— todas las mañanas; en cuanto a mi salud mental, alimentado como fui con frondosa coliflor, pescado bien escogido y pan moreno, se fue fortaleciendo por una disciplinadísima lectura de los poetas clásicos, los filósofos agnósticos y los novelistas de descripción psicológica y escueta crítica social; fundamental es advertir que me abstuve de concederle importancia a la dulzarrona mortandad de los románticos y que refuté, en discusiones que fueron grabadas, mimeografiadas y ampliamente difundidas en mi Universidad, los cultores del fantastique y de sus torcidas ramificaciones horroríficas (por no decir horrorosas) o policiacas, generillo éste que parece inventado para la KGB: y que yo consideraba último refugio de los mediocres, de los frustrados fácilmente y de los decadentes a conciencia, pecado que aseguró San Ambrosio, en su Séptimo misterio de la llave, ser el peor ante los ojos de Dios en el infierno.
Tenía, eso sí, unas ganas terribles de que mi carrera en formación pudiese disponer del tiempo completo. No me pareció mejor opción que alquilar un localito en un edificio más o menos destartalado y decididamente polvoriento de la calle Séptima con carrera Octava, frente a ese baluarte de la educación marista que hoy ha sido convertido en juzgado para criminales de la peor estofa. El precio del alquiler era tirando a razonable aunque un tanto no muy módico pero sí bastante comprensible sabiendo cómo van las cosas: dos mil pesos al mes sin contar agua y luz. La oficina era de color ocre recién pintado, techos altos (ahora paso las noches durmiendo en las calles y soñando que el techo desciende hasta aplastarme y allí despierto, con los huesos fríos y tragando polvo) y puertas de caoba. Me la imaginé toda llena de libros y uno que otro afiche. Sonreí al pensar cuántos de mis compañeros de grado no empapelarían las paredes con afiches de la revista Oclae, que mudarían puntualmente a cada nuevo envío. No: yo colgaría, mirando hacia la amplitud más allá de la ventana, el macizo, implacable, un tanto estalinista perfil del gran Giovanni Guareschi.
Entonces firmé contrato por un año (he perdido la cuenta del tiempo que ha transcurrido desde aquello hasta ahora cuando escribo estas líneas con pluma desgastada y mano temblorosa y vengativa: han sido meses o años, no lo sé, el tubo de la perdición no tiene fondo) con ayuda estrictamente parcial de mi madre, la pobre viejecita que hoy se niega a verme y que recluida está en la cama, su pena triplicada por mi pena o al revés, su dolor sosegado por puntuales dosis de morfina que le administra el médico, mi tío Enrique. Menos mal.Instalé mi amplísimo, limpísimo y fervoroso escritorio de roble americano, sala de espera con muebles comprados a crédito, todos mis libros, y con clavos de acero coloqué muy correctamente, en la puerta de entrada, el aviso que en macizas y convincentes letras de molde rezaba:
Marco Capurro G.Licenciado en filosofía y letras. Universidad del Valle.Escritor. Se redactan memorandums definitivos,textos publicitarios, artículos variados para magazine,alegatos jurídicos, argumentos filosóficos en ordenprimero de complejidad, poemas de amor y de gesta,cuentos y novelas.
Dispuesto todo así me senté a esperar, y a los dos minutos de impaciencia, a escribir la primera línea de la página 101 de la novela que preparaba entonces y que hoy he perdido, compuesta por diez larguísimas reflexiones de un clérigo transportado a lomo de indio desde el Puerto de Buenaventura hasta el Valle del Cauca, con un epílogo, no menos vasto y en tercera persona, de las formas crecientes del delirio que se apoderaba del carguero de turno al divisar la tierra que pondría fin a su pena. Escribía: “Un día te acordarás de mí, tú, te lo prometo...” (sería extenderme demasiado resumir aquí la historia de los amores que el clérigo dejó en España), cuando tocaron a la puerta, toc, y en mis malas noches lo he seguido oyendo. Con la perplejidad un tanto ginecocrática del que se dispone a abrir cualquier puerta, interrumpí mi labor, refilé el mosaico y con excesiva torpeza abrí.
Ante mí se encontraba una señorita de pelo color platino tapándole por completo el ojo derecho, en clarísimo estilo de peek-a-boo-bang, popular y prohibido allá por los años 40, y yo enrojecí tanto o más que la boina que ella lucía de sólo pensar el terminillo, que me introdujo, no sé cómo y a una rapidez extraordinaria, en terrenos de una literatura (y aún más: de su bochornosa adaptación al cinematógrafo) que yo, sin desconocerlos, los juzgaba perniciosos y de interés social nulo. Tropecé con las cosas (ahora no recuerdo cuáles ¿una valija? ¿La suya o la mía?) y no había terminado de decirle “¿A la orden?” cuando ella, muy segura y de piernas largas, entró y cerró la puerta con un ¡clam! que ahora es el que me despierta.
Se demoró en sentarse, pero habló todo el tiempo. Me temo que no me queda otra opción que consignar la escena en diálogo directo, recurso y no necesidad de estilo que siempre he considerado ligero, tramposo y que atenta precisamente con la que yo creo —o creía— función primordial de la literatura: la densidad de efecto. Pero el hombre que ha caído no tiene por qué hacerse exigencias.
Con voz que espero no me haya salido de pífano le pregunté su nombre.—Verónica —contestó, apretando los labios.—¿Lake... acaso? —dije yo, porque el parecido y el talante con aquella antigua actriz de cine era enorme, y porque, en ese caso, yo he debido estar vestido más de acuerdo con las películas de gangsters que hacía ella, por lo menos con sombrero (pero ¿con este clima?) y con cigarrillo pegado a los labios, pero no fumo. Además, he detestado el cine desde pequeño.
Ella me miró un tanto asombrada, no mucho, no muchito.—Nonis —dijo—. Pero no le quiero dar mi verdadero nombre. Por lo menos en este momentico no. Pongamos que mi apellido es Urdinola. Venía de comprar un papel sellado y vi su anuncio. Al lado de esta oficina queda una dentistería. —Y se rió entre “Ji, Ji” y un “Jeeeee” profundo. Continuó:—El hecho es que tengo una hermana que sufre mucho de una enfermedad muy grave. Muy grave pero eso sí: muy digna. Y yo la adoro. Entonces lo que quiero es escribirle una dedicación bien bonita, si fuera posible larga. Digamos unas 120 páginas a doble espacio. Ella en realidad es una escritora. Lo que pasa es que ya no escribe, la enfermedad no la deja.—¿Ha publicado algún título?—Publicar no. Tampoco creo que tenga calidad de publicación. Tiene 17 años. Sabe usted, nosotras pasamos la niñez en los páramos del acantilado del Océano Pacífico. Mi padre explotaba una mina de mármol. Crecimos en casa confortable pero el clima era malsano. Me recuerdo jugando a las muñecas bajo la lluvia.
Aparté, espantado, la posibilidad de orientarme por la vertiente de la novela Gótica para la dedicatoria que la señorita Verónica me pedía. Mi escalofrío ni la inmutó. Afuera rechinaba el sol implacable.
(¿Será posible una forma de escritura diferente a la verbalización, cada vez que un diálogo se interrumpe, digamos, por una reflexión?).
Ay Dios: Continuó.—Supongo, eso sí, que el clima era propicio para la descripción de la tristeza. Dejó de jugar conmigo a las muñecas y se encerró a escribir. Eso fue entre los 9 y los 15 años. Unas doce mil páginas a mano, letra menuda como pata de torcacita recién nacida —se me hizo brillante la comparación (aunque no exenta del enojo de tener que acordarme de Leonardo Fabio) y la apunté en mi cuaderno de notas.—Si pudiera escribir ahora —dijo— ya sería distinto. Tiene toda la experiencia de su enfermedad. Y supongo, joven, que estará de acuerdo conmigo en que mientras los puntos de vista de ustedes, los hombres —me señaló con el dedo meñique y yo me desempolvé el vestido—, alcanzan a madurar a los 25 (¿Qué edad tenía yo en la época de la entrevista que narro?), nosotras las mujeres los tenemos listicos a los 16. ¿O es que va a decir que no?—No —dije, menos intimidado que de sincero acuerdo. Sentí alegría. Ella ya se había sentado, pero no le gustó el cuero de mis muebles y volvió a pararse. Habló con nostalgia agitada y muy sufrida:—Su inspiración constante, me acuerdo, voraz, habría cristalizado en un estupendo estilo y en una profunda complejidad argumental, pero ya ve (dijo ese ve con un tonito que me recordó antiguas pesadillas en las que al despertar encontraba frente a mí el croquis, la silueta de una figura por lo general bella y siempre femenina cuyos interiores bulbosos eran precisamente los que me habían atormentado en sueños) no escribe más. No puede.
Se sentó en mi asiento detrás del escritorio. Se llevó las manos a la cara. Suspiró demasiado profundo y se levantó de nuevo. El ojo izquierdo era negro y muy grande y con ojeras arriba y abajo. Recuerdo que pensé: “¿Pero qué enfermedad es? ¿Y no será contagiosa?”. Mas sentí pena de preguntar. Resolví que era tuberculosis.
—Yo también me he sentido muy decaída —dijo, ya sin lamentarse, como si informara sobre un hecho—. Y sé que una dedicatoria bien bonita me levantaría el ánimo. Como una especie de biografía en la que yo —y casi se hunde la uña del dedo índice en su grandote corazón— llevaría el segundo papel en importancia.—¿En tercera o en primera persona? —inquirí, en tono profesional. Y luego: —Ni me le acerco al tufillo pseudopoético de la segunda persona, difundido en nuestros medios por algunos malhadados mexicanos que estarían mejor cantando rancheras.—En tercera —dijo, con mucha seguridad, y luego un tanto desafiante: —Usted firmaría el escrito ¿no?Torcí los ojos hacia un techo sin vida y el cuello me crujió y la miré de nuevo, doloroso, pensando: Voy a acceder. Le pedí que se sentara, en tono más o menos definitivo. Me obedeció, pero estuvo palmoteándose todo el tiempo las rodillas, a mí que me pone surumbático ese movimiento. Me explicó que era dos años mayor que su hermana, “Aunque usted no lo crea”.—¿Cómo aunque usted no lo crea?—Ja —gritó casi. Y después—: Es un modo de decir.—Este es un asunto poco común, ¿sabe? —dije, pelando mi horrible empalizada de dientes amarillos—. Así que... antes de formalizarlo quisiera más explicaciones... por lo menos preliminares.Pensé: “De no ser por los puntos suspensivos yo no tendría nada que envidiarle a Philip Marlowe”, pero rechacé la idea o la enrevesé, mejor con el recuerdo de la discusión que sobre este personaje sostuve, en el Auditorio Principal, con Orlando Toro, un alumno aventajado aunque un tanto histérico y decididamente colonizado, que murió a los 3 meses en medio de una borrachera y con la cabeza bajo la triple rueda de un camión, ¡Flap!, reventada como madura sandía.
Pero mi cliente ya venía diciendo:—En realidad, todo el tiempo me la he pasado cuidándola. Quiero decir, desde que no seguimos jugando a las muñecas. Nadie me cree, pero cuando mi papá salía, hasta el tetero le daba. La recuerdo haciendo los últimos suspiros de delicia y luego yendo a escribir largos poemas sobre la experiencia de mamar la leche en tetero de plástico... ¡Ah, qué días aquellos!—¿Podría echarle una ojeada a esos manuscritos? —pregunté, más con interés literario que detectivesco. ¿Cómo? ¿Fue que pensé lo que acabo de escribir? ¿Entonces qué es lo que soy ahora, un policía de película metido a relatar brevemente (las fuerzas no me dan para más) su desgracia?—No, imposible. Si se da cuenta me-ma-ta. No puede pararse de la cama pero no sabe usted la de yerbas que conoce. Además ella guarda en secreto la llave del baulito en donde están los manuscritos. Pero no se preocupe usted, que yo lo voy a dejar inventar, utilizar su imaginación. Tampoco podemos obligar a un escritor a plegarse a los caprichos de dos niñas ridículas.
Aquel podemos me preocupó más, pero después sus palabras me hicieron pensar en Los Caprichos, porque le había salido como encrespadito, como todo consentido y lindo. Ella compartía también mi ensoñación, pero la ha debido sentir dentro de sí mucho más urgente e importante, porque fue la primera en interrumpirla para explicarla:—¡Ay, se ve tan aristocrática así toda recostada (Yo apunté la frase), con el pelo tan largo y rubio! —Miró su reloj. Se levantó, asustada. Pensé que me hubiese gustado, en mis niñeces, jugar a las arañitas con ese par de rodillas. Estaba realmente muy nerviosa—. Bueno —explicó— ¿Qué más desea el lector?: ¿Explicó?, ¿contó?, ¿dijo?, ¿mustió?, ¿intercedió?, ¿requirió?, ¿sibiló?, esta última palabra para enriquecer en sauria i el conocido y monotísimo axioma del fanfarrón y pseudovanguardista J. Cortázar. (¡Ah, los caminos sin fin de la vana literatura!), supongo que vendré todos los días e iremos charlando con el señor Capurro.—Dígame Marco, si no es molestia.—Me da lo mismo Marco que Capurro. Ambos nombres me suenan a piscina.Quise reír, pero memoricé la salida, para anotarla después. Todavía quedaba algo muy importante por tratar, así que dije, con el aire más angelical del mundo:—Entonces, ¿me decía?—Sí. Que no es sino acordar un horario. Y que ahora tratemos de los asuntos enojosillos pero de rigor, como los costos y las horas que usted tiene disponibles.Casi le digo: “Para usted, todas”, pero volteé un tantico el cuello hacia la ventana, olí el calor y puse ojos de indio divisando por primera vez el Valle.—Trabajo en la novela que puede ver sobre el escritorio.Hizo como una especie de AAAAAAAAAA de curiosidad y aprobación y progresó como en medias lunas hacia el manuscrito y ojeó, me parece, el párrafo más pobre de la página 101, mientras yo intentaba dar razones, diciendo:—Eso lo hago de 8 a 12 de la mañana. La hora en que me cogió usted. Y mire, ¿quiere la biografía para una fecha determinada?—Me parece que cuestión de 15 días.—Me parece correcto. Poseo una enorme capacidad de trabajo.—Eso veo (¿se burla?).—Bueno —dije, como por no decir, y me senté. Ella miraba su reloj. Por trabajo de mes entero cobro siete mil. A usted le voy a cobrar exactamente tres mil quinientos. (Ni sonrió siquiera). Me los paga en dos contados, si le queda mejor.—Sí, pero el primero no hoy. Mañana por la tardecita. ¿Entonces estamos?—Sí.Me dio su mano, seca como pared exterior de acuario, y luego:—Un consejo: no le hable de esto a nadie. Escritor que cuenta su obra antes de terminarla, se le quedará en veremos.
Y se despidió con el ¡Clam!, el que pone fin a mis pobres sueños.
Al otro día volvió a la hora convenida, con el ojo un tanto más claro y agrandado por no sé qué emoción que me excluía. Yo la había esperado desde la una y media hecho un erizo de nervios después de pasar la noche en vela repasando mi Indice de Libros Prohibidos, y lo confieso, salvando, en concienzuda operación, algunos volúmenes del ostracismo.
Recuerdo que ese primer día de trabajo después de irse mi Dama Misteriosa, yo pasé por una alegría alborotadora de cerrar temprano la oficina para irme a mirar montañas pensando en el posible tema a escoger: Mujer casi niña encamada antes del tiempo, consumida de aristocracia. Precocidad, muerte prematura. La cosa no me gustaba ni cinco. Aquello me habría remitido al ejemplo más obvio de la familia Bronté, a Poe, tan ridículo en su suficiencia. Digo, ¿llegaría a aceptar como hecho normal el colmo de componer una novela con todos los elementos que yo había atacado tan lúcida, tan elocuentemente desde mis años de bachillerato? resolví en todo caso y como salida extrema que los opiómanos y dipsómanos eran mejor y más digna opción que la novela tan pretenciosamente “redescubierta” y llamada negra por críticos pasajeros y hasta con sus plumitas, y de la que eran autores principales Raymond Chandler, Dashiell Hammett y James M. Cain (al primero siempre lo relacioné con el belfo H. P. Lovecraft por esa afición definitivamente maricona hacia los gatos), para no hablar de Ross MacDonald, causante directo de que yo tajara mi larga relación epistolar con el español Miguel Marías (recuerdo, sobre todo, discusiones sostenidas sobre las sendas cartas entre Stevenson y James), cuando me espetó, en papel de 35 gramos y por ambas caras, que consideraba aquél como “el mejor y más profundo escritor vivo”. Gulp. En esa época yo me podía dar el lujo de sentir orgullo por no escribir.
Pero ella volvió, contenta por lo puntualita aunque con una amargura que me impresionó, por lo distinta y por lo que parecía tan esencial en ella, como si la hubiese tenido adentro desde que nació. Y yo, lo juro, no se la había notado el día anterior.
¿Sería porque se trataba del primer dinero ganado en mi profesión que le noté la mano un tanto más grande y áspera cuando me extendió el cheque correspondiente? No cometí la imprudencia de mirarlo.
El mechón color platino lo tenía igualmente dispuesto, aunque habían aparecido unas tanticas arrugas enhebrando las ojeras del ojo derecho, producidas, según me dijo, por la pésima noche que le hizo pasar su hermana (¿verdad que es curioso o imprudencia mía o signo del destino haber preguntado nunca el nombre de la otra?), pues había gemido y se había jalado el pelo y dicho cosas muy horribles. Contenta estaba de verme, y mucho, pero enojada con su hermana. Y cuando le expliqué mis planes de crear una narración en base a una niña que renuncia al mundo por orgullo, porque el mundo no le alcanza, porque ella es mejor que la cultura a la que pertenece, la misma que día por día desvirtúa conciencias, se mostró un poco reticente. Pero aseguré:—Yo la haré parecer, en la cama enferma y todo, mucho más bella que tantas peladitas que andan por allí voltiando.Entonces gruñó (¿había gruñido el día anterior?). La nariz se le encrespó y me dijo, con el ojo llameando malignamente:—Es que ahora no quiero hacerla parecer bella. Quiero castigarla por toditico lo que me ha hecho.Y estiró el brazo hacia mí, subiéndose muy rápido la manga y yo miré, atajando la respiración. Había allí, desde las muñecas a las venas del codo, cinco clarísimos surcos de uñas furiosas que ni Ann-Margret en su peor película. Me avergonzó, de nuevo, la referencia involuntaria de mi pensamiento. No hay cosa que deteste más que la pseudocultura de trivia cinematográfica. En todo caso no supe qué decir, y con ganas de sobarle su bracito fui guardando las 10 páginas que ya tenía escritas de alabanza a su querida hermana.Afortunadamente ella comenzó a hablar, a darle forma parcial a una agitación que sufría ya desde mucho antes.—Nadie sabe lo exigente, lo grosera, lo cruel que es... Que el cafecito con su menjurje raro, que la muñequita coja, que el lapicerito para escribir las melancolías diarias. Cuando al menos se ocupaba de algo, pero ahora no es sino pasársela mirándome a la cara, y con esa belleza que destella. Pero yo sé que me mira con envidia. Porque lo que yo tengo de especial ella no lo tuvo, ni lo tiene, ni lo tendrá jamás... Ella, claro, la mujer más bella... Mi boca, mi cara, mi piel tan suave...
Empezó a darle una tembladera que la hizo ver tan frágil y tan desamparada, y como si se diera dentro de otra naturaleza, opuesta casi a la que yo había conocido el día anterior; así que fui y busqué en el pequeño pero básico botiquín uno no, dos, Valiums blues, pero sus pasos se acercaban y su respiración traqueteaba demasiado como para que mis dos manos obedecieran sin tumbar cosas, creo que una porcelana. Entonces una de sus manos, la derecha como zarpa, me agarró de la nuca y zarandeándome (he debido perder un millón de pelos) me obligó a alzar la cara para que viera todavía más; que con la izquierda se había apartado el mechón colgante y entonces era que me estaba exponiendo la costra, el pellejo tieso, ¿la lepra?—No. Ella me arrojó café hirviendo, y bien oscuro como es su gusto, en esta pobre cara mía. Porque yo no le traje a tiempo la muñeca que cojea.No pude decir nada. Me tocó echar cara a mis recuerdos de cuando en compañía de mi madre tuve oportunidad de observar The Big Heat, de Fritz Lang. ¿Habían copiado ellas de esa película la idéntica escena de atroz violencia? ¿O fue al revés?—¿Entonces por qué semejante sumisión? —pregunté— ¿Por qué no se va a otra parte, por qué no la abandona de una vez?—No —me dijo, con voz tan ronca que casi no la reconozco como suya—. Quiero que tenga una larga vida y que usted escriba una novela más larga aún sobre las maldades que ella me hace. Quiero que usted la describa horrible e implacable. Y que esta desfiguración facial mía se le trasmute a ella, pero por dentro. Que le vaya carcomiendo el alma. No me importa pagar 20 veces más. Quiero que cada semana me tenga un capítulo. Mi tortura se efectuará por el sistema de entregas.
Y dio un soplido y se fue, esta vez sin azotar la puerta. No llevaba boina ni reloj y le habían crecido los pelos de las piernas. Parecía heroína de otro género, ya no sé de cuál, ni de qué calidad, ni qué arte.
Me dolió quedarme tan solo. Me tomé los 20 miligramos de blues, y antes que los sintiera apaciguar adentro, las ideas habían empezado a surgirme rápido y duro en la cabeza. Ya no sería Poe, ni Patrick B. Bronté, ni las desventuras de una especie de joven Werther hermafrodita. ¿Prevalecería el doble punto de vista, ambiguo y no anulativo de Henry James, porque, cómo poder estar seguro de que Verónica no le inflingía maldades iguales o peores que las que su hermana le administraba? Y si la menor se había visto obligada a guardar cama debido a terrible maquinación tipo ¿Qué pasó con Baby Jane? Que valga al menos como ejemplo, porque como exploración es ridícula. Y otra cosa: ¿acaso Henry James no escribió toda su vida novelas por entregas? Sí o no, qué ilustre predecesor tenía.
Otra cuestión era: ¿cuál de las dos alcanzaba a ser más bella, antes de que empezaran las hostilidades? Concebí argumentos de incesto con el padre (¿difunto? ¿pródigo?), ¿por qué no?: un viejo fanático y dos jóvenes casaderas en la soledad de los últimos parajes de la Cordillera Occidental, pensando todo el día en la visión del mar, allá, de la ciudad, acá. Obligativo paisaje para una pasión tenebrosa, única y excluyente. Pero entonces, ¿cuál de las dos era la referida? Resolví que Verónica, única a la que conocía y que tantos momentos de gozo me había regalado con su presencia, ojo tapado o no. La otra, entonces por odio, le quemó la cara después de intentar por todos los medios parecerse a ella.
Y aquí cerré las ventanas, salí alelado e indiferente al mundo que me rodeaba, pues estaba dándole mordisquitos al más sublime de los temas: el de la suplantación de personalidad. La hermana recluida había tratado de parecerse a la otra en su totalidad, física y espiritualmente, para ganarse los favores del padre, personaje que sufriría, como Lot, de prolongadísimo éxtasis de la paidofilia. La pequeña hermana trataría pues de suplantar a Verónica; y de conseguir con éxito ser su fascímil, una de las dos, muy posiblemente la que sirvió de modelo, se haría innecesaria y tendría que desaparecer. Ahora no me cuesta nada confesar que este tema de fuente kierkegaardiana del hurto de la personalidad me fue sugerido en primera instancia no por la lectura de los difíciles tomos del filósofo, sino por la obra maestra del cineasta que es primo hermano de Ingrid Bergman, y cuyo título no menciono para no pecar de snobismo y pedantería.
Persona amilanada por las virtudes de la otra, persona reducida a la nada: he allí mi argumento.
En la calle me molestaron todos los niños ante mi aire lewisiano; una chica de lo más linda me aseguró, burletas, que si no cerraba la boca se me iban a entrar las moscas, y a punto de atropellarla estuvieron bicicletas, taxis, y un camión cuyo chofer venía maldiciendo todo el camino desde Buenaventura.
Así me recluí de nuevo en mi oficina y escribí y escribí y me sentía como con ríos por dentro, y las piedras no chocaban o yo me deslizaba sobre ellas, y no tenía quejas para con el mundo y ni me di cuenta de la noche (a la que destesto), y así vinieron el primero y los otros nuevos días, y cuando me cansé de estar sentado adopté las posiciones de Hugo, del Dr. Itard y de Balzac, de Hemingway, el Sumergido de Virginia Woolf, el llamado Sesenta y nueve de Gertrude Stein y Alice B. Toklas, y como yo no participaba de la luz ni me arredraba la oscuridad, mi madrecita iba a socorrerme con sandwiches de queso y pepsis, y en la mañana del viernes, un día antes de la hora en que se suponía debía visitarme Verónica, una botella de vino Santo Tomás rosado que degusté con fina dulzura y un tanto de borrachera, pero no me hice recriminaciones. Porque para el momento en que mi amor llegara yo le tendría, a modo de que fuera y atormentara a su hermana, 12 entregas de mi obra maestra, en letra tan pulcra que los que por esto le dieron el Primer Premio al malnacido Edgar Poe por su Manuscrito encontrado en una botella, habrían hecho el rejejoy y la curvatura, de haber podido yo alterar el curso de la historia.
Entonces sucede. A las 9 de la mañana de un diciembre, que supongo, es el mes de la alegría, salgo a pasear con mi carpeta bajo el brazo, leyendo (sin marearme) las primeras palabras que me legarían la posteridad.Despreocupadamente fui caminado hacia el leñoso norte de la ciudad, más o menos llenecito de jóvenes que, revoloteando, se preparaban para siesta y fiesta. Todo eso —ellos, tal vez, no lo advertían— en el verano de las golondrinas arrebatadas por la luna, de las enchamarcadas. Y si me dejan, de mangos pintones y grosellas enracimadísimas. Pero concluyendo vamos, acortando el sano orden de las vidas.
Pues acontece que decido torcer esquina. Y antes de dar un paso en el otro lado, tropiezo con un resplandor que me obliga a apartar la vista hasta de mis palabras. Y hela ante mí, lector, y más bonita que nunca, a la Verónica del nombre falso. Y al ladito su hermana tan exacta a ella que tuve un acceso (hoy es absceso) de timidez primitiva y no supe a cuál de las dos saludar primero.
Venían cogiditas de la mano, ambas con boina y con el peek-a-boo-bang y amándose a la luz pública con una descaradísima belleza, radiantes de la admiración mutua.
Arruguitas alrededor del ojo sí tenía la hermana menor, la supuesta encamada. Sólo que sus piernas (a diferencia de las de Verónica) eran perfectas, no tosía ni esputaba ni a nadie odiaba. Tenía, como dicen, el mejor genio del mundo. Y nunca persona alguna me dio tal aire de jamás haber escrito una sola línea de literatura.Se parecían tanto que pudieron con toda comodidad alternar las visitas sin que yo notara diferencia alguna pues, de hecho, al término de la segunda visita quedé aún más enamorado de la primera persona.
No vieron mi carpeta desbordada de manuscritos sino el horror en ojos frente pelo nariz pescuezo boca y en algunas personas expresión así les produce una risotada, dos en este caso particular. La segunda fue comunicada según emisión más ronca, es la pura verdad. No pensé siquiera en apartarles el peinado para comprobar cuál de las dos era la de la cara quemada, pues se me hizo una blasfemia interrumpir aquella fisicidad feliz dada en par, y tal exactitud y comprensión de propósito ante la existencia toda.
Cuando se fueron de mí, dando largos pasos dignos, todavía se reían. Si ante un encarnamiento de perfección creo que insuperable, ya estaba dispuesto otro que lo reemplazara, ¿con qué objeto recrearlo por medio de palabras? ¿Qué haría entonces con ese paco de escritura?, sólo para seguir con la más fácil de las preguntas. Lo he perdido, si quieren saber, lo he tirado, lo he canjeado por cerveza. ¿Podrá el lector más avispado ayudarme a resolver las otras dudas? ¿Por qué razón tuve que ser yo el escogido? ¿Mandato tallado antes del primero de los siglos o puro azar y capricho femenino de venir y comprar un papel sellado y morirse de la risa ante el aviso de mis aptitudes? ¿El plan fue concebido por ella? ¿Por las dos? ¿En qué medida contribuí yo, rumbo y corazón deshechos, a trazar el plan? ¿Por qué acceder a darme el cheque y a la vez tanto cariño? ¿O el cariño no fue tanto, cierto? Lo que pasa es que yo me imagino, invento, exagero un poco las cosas. ¿De qué sirve entonces la literatura? ¿Quieren que les haga más preguntas?
O mejor el que les informo soy yo. Que soy un loco de muy buena familia. Que he dado tanto escándalo por estas calles que mi madre se encamó de la pena y hoy amenazó con desheredarme. He pescado la tuberculosis y no tengo lecho ni pañuelito dignos: pero a la larga no me importa. “Pueden decirme que yo no soy ni mi sombra, que me ven y no me conocen, que ya no tengo remedio, que ya yo me perdí”.
Pero lo que nadie sabe es que en estos últimos mil años yo no he hecho otra cosa que buscar a la parejita ésa. Y cuando la encuentre van a ver.
Published on February 25, 2014 11:48
February 22, 2014
Angelitos empantanados o historias para jovencitos – Andrés Caicedo

“Lo único que quiero es dejar un testimonio,escribir aunque sea mal, aunque lo que escriba no sirva de nadaque si sirve para salir de éste infierno por el que voy bajando,que sea ésa la verdadera razón por la que he existido…”Andrés Caicedo, Carta a Carlos Mayolo, 13 de enero de 1972
Angelitos empantanados o historias para jovencitos de Luis Andrés Caicedo Estela (escritor colombiano, 1951-1977) es una novela corta (poco más de 100 páginas) de publicación póstuma que realizó la Editorial Norma de Bogotá en 1995.
Antes de comenzar con la reseña de este libro, le dedicaré unas líneas al autor, pues escribir y leer a Caicedo me sumerge en un sentimiento de desasosiego, en una inquietud ya no por decir, sino por gritar que Andrés necesita ser leído, invocado a través de sus letras:

Con aquella mirada se inventó mi destino, que fue cruel.Andrés Caicedo
Caicedo, me duele escribirte, pues lo hago pensándote como un amor pasado y quebradizo, con tu imagen en la mente como si te hubiera dejado así el día de ayer y hoy ya no estás. Me duele escribirte porque te se ahora parte de mí, porque me reconozco como tu semejante en el dolor y en esta maldita ansiedad que no nos deja, que nos conforma. Porque se que también lees estas letras, en tus perpetuos 25 años y hermosa imagen congelada, porque lograste lo que me pienso incapaz de hacer. Porque envidio tus letras y tu vida, porque te otorgo la razón. Y, finalmente, por esta incapacidad que me limita, por no poderte tocar, por saberte tan imposible e inexistente, al menos en mi realidad. Porque a través de tu mirada y letras veo mi propio abismo y sí, este me mira de vuelta. ¿Será que vienes a llevarme de la mano, para que no sienta miedo? Mi numen empantanado.
Caicedo afirma, en ¡Que viva la música!, su primer novela publicada, que vivir más de 25 años es una insensatez, y se suicida precisamente a esa edad, el 4 de marzo de 1977, mismo día que le entregan un ejemplar de la copia de su novela recién publicada. Existen diferentes testimonios sobre lo que ocurrió ese día después de recibir la copia de su libro y antes de ingerir 60 pastillas de secobarbital, pero lo cierto es que partió satisfecho de haber logrado difundir parte de su obra, pues del resto se encargaron amigos y familiares, y quizá eso ya lo tenía en mente.
Caicedo era una figura hermosa: alto, delgado, de cabello largo y mirada profunda, de sonrisa grande y mente atroz. Nació con un infierno propio al que reconoció, aceptó, y al que, tras algunos intentos fallidos, decidió huir. En su obra, Caicedo retrata a su país, a su sociedad, como una realidad atrayente e incluso encantadora, pero insufrible en un par de días. La reclusión es en cierto punto el plan ideal, después de algunas experiencias, pero incluso las necesidades básicas pueden arruinar tan simple felicidad.

Quizá conocer la muerte a temprana edad, con el deceso de su hermano menor, fue el inicio de un idilio que culminaría él mismo. Caicedo no culpó a nadie por su muerte, simplemente deseó poner fin a ese anacronismo y sinsentido en el que se había convertido su vida a los 24 años (como él mismo lo refiere a su madre en una carta escrita en 1975, dos años antes de suicidarse) y porque desde los 21 no lograba entender el mundo.
Caicedo fundó, en su natal Cali, el Cince-Club, la revista Ojo al cine y una vanguardia contestataria. Caicedo no sólo pensaba y escribía, también actuaba y más que un cambio radical, buscaba primero informar, difundir y expresar, entrar desde la mente y transformar consciencias. Dejó, a pesar de haber sido corto su tiempo de creación, una obra considerable integrada por ensayos, poesía, cuentos, tres novelas inconclusas y más de 20 cuentos. Han sido 9 sus publicaciones póstumas y en 2012, en su país natal, realizaron la exposición Andrés Caicedo: Morir y dejar obracon archivo donado por su familia a la Biblioteca Luis Ángel Araujo.
En Angelitos empantanados, Caicedo nos ofrece varios datos autobiográficos y nos presenta una ciudad que sucumbe ante los embates de la modernidad y el desarrollo; nos describe a la naturaleza presa del hombre y la execrable urbanización. A través de una mirada adolescente, nos hace partícipes y nos vuelve testigos de las problemáticas amorosas así como de la violencia de las que todos hemos sido víctimas, de alguna u otra forma, pues aunque la experiencia afectuosa se da entre dos personas, las agresiones surgen, comúnmente, de un grupo social, por todas las implicaciones colectivas que conlleva. Caicedo formó parte de estos angelitos empantanados, de estos adolescentes interesados únicamente en su propia persona y en el ahora, pero que también tenían curiosidad por el exterior.
Una característica de estos angelitos, es que pertenecen a una clase social alta y estudian en colegios con buena reputación, cuestiones que usualmente augurarían cierta estabilidad o felicidad, pero lo que rodea sus vidas e incluso se encuentra dentro de sí mismos es un sentimiento de no pertenencia, una soledad que busca compañía con sus semejantes y la siempre latente pulsión de muerte: varios de los personas secundarios e incluso primarios mueren accidentalmente, desaparecen o son víctimas de actos brutales. Existen adultos en la narración, sí, pero aparecen como una mancha gris, como restos decrépitos de lo que alguna vez fueron, personas en decadencia debido a enfermedades o adicciones, sombras desterradas de sus cuerpos que se han convertido en simples espectadores de la vida.
He leído en reiteradas ocasiones que estos adolescentes, al igual que Caicedo, rehuyen del mundo adulto y se niegan a formar parte de él, pero para mí esta afirmación no es tan terminante. No rehuyen, simplemente no es lo que les toca vivir. Narran sus vidas precisamente desde el punto en el que se encuentran en ese momento, no rechazando el mundo adulto o las responsabilidades, simplemente no tomándolo en cuenta, pues no es vital en su contexto. El detalle aquí está en que, tanto Caicedo como sus personajes, se han congelado en el tiempo y no llegarán nunca a la edad adulta. El mundo adulto está excluido, pero no a manera de rechazo, sino como un cosmos extemporáneo a sus edades.
Impresiona el cambio de la voz narrativa, pues en los primeros capítulos el narrador es el protagonista, un adolescente que relata cómo conoció a su primer amor, en el segundo capítulo los narradores son Angelita, la adolescente de la cual está enamorado el protagonista, Miguel Ángel, otro adolescente que es el novio de Angelita y, por último, Berenice (nombre proveniente de la misma Berenice de Poe), una mujer mayor que se dedica a la prostitución. En el tercer capítulo el narrador es Miguel Ángel, de nuevo. Otra peculiaridad de esta novela, es que según el personaje que esté narrando, la historia toma cierto enfoque e incluso puede cambiar radicalmente, algo semejante a lo que pasa en la realidad de todos, pues las perspectivas personales son por completo subjetivas. En el caso de estos angelitos empantanados, los finales de sus propias vidas pueden variar entre envejecer felizmente juntos, ser víctimas jóvenes de atroces asesinatos o morir por mano propia tras concebir un elaborado plan. El lector decidirá qué historia es la que más le agrada, como pasa con la historia de vida del autor.
La siguiente entrada estará dedicada al cuento del mes que será, por supuesto, de Caicedo. Pueden leer las primeras páginas de esta novela en el siguiente enlace del Punto de lectura. Para finalizar, transcribo las mejores líneas de este libro, que fueron varias y que realmente me fascinaron:
“... agitado con tantos recuerdos, tan desordenados como dolorosos, o más bien: dolorosos por lo desordenados.” P. 9
“... ella mantenía como una agresividad que se manifestaba, sobre todo, en lo desprevenida que paseaba su belleza, y un tímido hubiera prevenido allí una humillación, cierto gesto duro en la boca, suficiente, se lo advertía, cierto sentimiento de alerta en la mirada.” P. 10
“(...) terror (...) tal palabra significa para mí un lugar común.” P. 13
“Es una oscuridad que tritura” P. 18
“(...) le encontré en la mirada una desesperación extraña(...)” Ibídem
“Con aquella mirada se inventó mi destino, que fue cruel” P. 19
“La misma sequedad de boca se me ha debido pasar a la mirada, porque ella me miró de nuevo y le parecieron tan feos mis ojos que prefirió seguir mirando el suelo. (...) nunca más pudo dejar de mirarme como a un enfermo.” P. 22
“Yo sí le había advertido una gran capacidades de concentración en asuntos sin importancia.” P. 23
“Caminaba por el patio en la misma ausencia de dirección que puede tener un delirio, sin ver a dónde era que ponía el siguiente paso...” P. 25
“(...) el viento sonaba en las esquinas y en los árboles y retumbaba sin forma dentro de su cabeza.” P. 26
“(...) me los he imaginado abrazados, meciéndose uno en el otro, arrullados por la misma lloradera.” P. 28
“Para ella el Fin del Mundo siempre quiso decir un lugar concreto, a donde podían llegarse los hijos pródigos y los expatriados. Quién sabe qué pensará de todo esto ahora que está muerta.” P. 29
“(...) y en la mano una ramita o un terrón, sus modestos recuerdos de otras edades del mundo.” P. 30
“(...) sólo por un segundo, experimenté una incapacidad intelectual de ver con gozo a las personas.” P. 31
“-Te he estado buscando (y aproveché para sacar de una todo el aire que retenía) porque te quiero mucho. ¿Quieres ser mi novia?Fue como si le hubieran dado de coces en la cara. Se echó para atrás bufando.-¿He dicho algo malo? -dije, parándome de mi comodísima posición-. Perdóname, perdóname.Angelita cogió un puñado de piedras y comenzó a arrojarlas al agua, con movimientos duros.-Y yo que he gozado con tu presencia -fue lo que dijo.” P. 33
“¿Qué clase de ser especial se creía para demandar del amor algo más complicado?” P. 34
“Durante la cierta lucidez que da la caminata comprendí lo siguiente: que hiciera lo que hiciera en lo que yo decidiera fuese el resto de mis días, siempre estaría allí esa rabia para entorpecer cualquier acción, un examen final para el que no estudiaría jamás, una lección oral no dada. Entonces decidí convertir aquella rabia en pura tristeza, y la única manera era aceptar con despojamiento mi destino, uno que pocos hombres lo tienen ya: el de romántico desgraciado. Mi única acción de los días no sería otra que pensarla y lamentarme, y a todas esas iría convenciéndome de mi singularidad y mi grandeza.” P. 35
“-Olvídame: te desafío-. Pero yo ya me había decidido por los gajes de la cobardía.” P. 36
“Hombre de grandes derechos: ha tenido acceso a la fuente de la belleza y a cambio no tiene más deber que el sufrimiento.” P. 36
“Qué van a comprender el que un hombre lo deje todo por la que le paga mal.” P. 36
“(...) dicen que conoció a una mujer que, aunque correspondiéndole, lo volvió loco.” P. 36-37
“Yo caminaba era mirando a la altura de los postes (desde que la conocí perdí la costumbre de mirar al suelo).” P. 37
“-Aló, aló -me dijo, dándome pataditas-. Cómo vamos de abismo.Me voltié y lo miré.-Todavía no toco fondo -le dije. A su lado estaba una mujer de blanco.-Puede que no haya fondo -dijo Danielito.” P. 38
“Esta exuberante vegetación, esta libertad (...) no hacen más que recordarme mi mortandad.” P. 39
“Me compliqué la vida con una nueva crisis: primero un pánico y una vergüenza que yo volví, con habilidad, una monotonía general, pues de otro modo me era imposible seguir viviendo.” P. 41
'“Que te vaya bien en tu primer día de muerte, amor mío.” Ahora siento que me vuelven las fuerzas.' P. 44
“(...) esas horas eran cuando más dizque sufría y tenía que hacer sonidos raros para ahuyentar las penas.” P. 46
“(...) me veía la cara y ahí mismo sabían que yo estaba pensando en mi amor muerto.” P. 50
“Levantarme todos los días, ¿quién va a poder vivir así?” P. 56
“(...) me aburrí del mundo, no salgo más aunque te pongas a chillar.” P. 59
“(...) me despertaba contándome una historia de una niña que cayó a un pozo tan profundo, tan profundo, que hasta tuvo tiempo de pensar encima de qué caería cuando tocara fondo. Y así yo iba abriendo los ojos, sin afán, con calma, y fijaba la imagen de mi madre sobre mí cuando después de caer y caer, la niña comprendía que había caído en un pozo sin fondo.” P. 60
“Pensé que me iba a dejar abandonada este domingo, abandonada no, algo peor, después le cuento.” P. 65
“¿Por qué está tan callado? Y se pegaba más el teléfono. Y yo tenía que apartarlo rápido de la oreja, no fuera que su voz se me metiera de pronto, ¿qué tal? Una palabra de ella metida para siempre aquí en el coco, mi nombre dicho por ella.” P. 66
“(...) ella olía a pesebre y a a tristeza de niñito viejo.” P. 69
“Poeta soy, así como loco. Lo único que me falta es tocar la guitarra eléctrica.” P. 70
“(...) dolores y males sin nombre, reliquia de un mundo olvidado, condición de melancolía, oscuro (...)” P. 70
“(...) el exceso de charla también produce angustia.” P. 71
“(...) tratando de pillar el primer recuerdo de mi vida, ahora que no recuerdo nada, ahora que no necesito de memoria, como no sea para terminar de contar este cuento.” P. 74
“Vengo de una raza notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las pasiones. Los hombres me han llamado loco. Lo cierto es que aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche. Diremos pues que estoy loco. Concedo por lo menos que hay dos estados distintos en mi existencia mental: el estado de razón lúcida que no puede discutirse y que pertenece a la memoria de los sucesos de la primera época de mi vida, y un estado de sombra y duda que pertenece al presente y a lso recuerdos que forman la segunda era de mi existencia. Lo que pasa es que soy muy feliz en la duda y en la sombra.” P. 75
“(...) leyeron y no supieron si el recuerdo que les producía, la sensación de nostalgia insoportable, venía era del pasado o del futuro.” P. 76
“Quise contarle algo, buscar, en mi soledad, ayuda.” P. 76
“Estaba loco de la dicha, no importaba que perdiera la memoria, que los ojos se me llenaran de muerte, que el pelo se me secara todo de tanto sufrir tanto.” P. 79
“Regresé a ella en ese domingo porque por ella había perdido la memoria. (...) Regresé para recordar que la quería. (...) el silencio y el perpetuo movimiento se me parecían a ella.” P. 80
“(...) lloraba mirando al suelo como si en el suelo estuviese la causa de su futuro, de su desgracia.” P. 83
“(...) porque la presencia de ella era pura condición de soledad y (...) porque me dejara de ser tan bobo si creía que ella iba a malgastar su amor en una sola persona (...)” Ibídem
“(...) mi amigo no era como yo, aunque también se trastornaba con los dientes de Berenice.” P. 84
“Y comenzamos a llenar los tableros de la clase con las 8 letras de su nombre a 2 colores, y los muchachos que me preguntaban qué quiere decir eso, ¿es el nombre de una hembra? Cuál hembra, les decía yo, es el nombre de un cuento.” P. 85
“Era como si nunca hubiera estado contigo, ésa era la verdad: te olvidaba. Ella no concedía el regalo del recuerdo, no se podía (...)” Ibídem
“A la mujer de ojos irritados de tanto hacerle compañía a su llanto (...)” P. 87
“Soy nave sin regreso, un amor en vano, un terco peliador de medianoche. Yo guardo los 7 trocitos blancos que arranqué de sus encías. Tuve que botar el resto porque estaban llenos de caries. Raíces del cielo. Yo poseo una caja negra, pulida, redonda, en donde guardo las puntas de sus senos y bien conservado ese par suyo de ojos, y un poco de su pelo. Y ahora voy a compra un equipo completísimo de aire acondicionado.Ven a visitarme.” P. 89
“(...) tengo que acomodarme a la tristeza, o aceptar que la desesperación es la única vía de acceso a todo en este nuevo día, y decirme que son las 6 (...)” P. 91
“(...) tampoco puedo tratar de explicárselo porque hay cosas que dejan de significar apenas tratamos de encontrar un signo, un código que les dé expresión, así que ella tiene que soportar su ignorancia de mí si vamos por la calle y yo pego un grito en mitad de la calle o me jalo los pelos, y es porque tengo que estar en guardia desalojando pensamientos impensables, innominables, o si no me muero (...)” P. 96
“Miraba a Angelita como con una cara de sufrimiento, como si no comprendiera el mundo (...)” P. 102
“¿A qué olerá el beso de un hombre que tiene el infierno adentro?” P. 103
Published on February 22, 2014 14:47
February 12, 2014
Mi perfil desde "La imaginación en México"
Feliz de anunciarles que hace unos días subieron mi perfil a La imaginación en México, sitio creado por los escritores mexicanos Alberto Chimal y Raquel Castro: "Literatura de imaginación. Narrativa de lo fantástico. Un censo de autores y obras de imaginación fantástica en México.
Los autores vivos presentados aportan cada uno su propia semblanza, muestra de obra y recomendaciones.
Adicionalmente, enlaces, semblanzas e información adicionales son responsabilidad de los editores, que invitan a toda persona interesada a hacer sugerencias, comentarios y preguntas.
Contacto: laimaginacionmx@gmail.com"
Además de mi perfil de autor, podrán leer otro de los cuentos que integran mi libro, La mujer volátil. Transcribo a continuación la información del sitio y el cuento, y pueden ver mi perfil directamente en La imaginación en México aquí.
Lola Ancira
(Querétaro, 1987)
Se ha dedicado a las letras y el modelaje. Estudió la Licenciatura en Letras Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito artículos para Panóptico y Voz Editorial. Algunos de sus cuentos se han publicado en las revistas Proyecto Neurosis, Onomatopeya y La testadura literaria. Actualmente es editora en el newsroom de la revista digital ZRZMR (Zarzamora) y escribe para Yaconic. Publicó el libro de cuentos fantásticos, Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013).
Enlaces
Blog personal Cosmogonía de parafilias , cuento.Paygame, cuento.Presentación de L. A. en Zacatecas.Entrevista con el escritor Joel Flores.Otra versión de la entrevista anterior.
Recomendación
Joel Flores
LA MUJER VOLÁTIL
Lola Ancira
“Y cada noche te encuentro
en mis paseos por el cielo”
Violeta
Violeta nació sin rasgo distintivo alguno. Lo que todos notaron, al pasar el tiempo, fue esa inmensa luz que no dejaba de irradiar de su cabeza, esa armonía constante emanando de su ser: una indescifrable aura azulada. Ella formaba parte de esos entes privilegiados que inusualmente visitan nuestro planeta y que generalmente fracasan en su intento por encajar en esta intrascendente existencia, pues su alma tiende a ser mucho más impetuosa e insondable.
Por su puesto que este era un mundo corrupto ya, donde espíritus como el suyo sufren la malicia y falsedad en los que otros se recrean. Aquejada de malestares físicos, su existencia terrestre fue siempre un triste padecimiento.
Tiempo después y siendo ya una joven mujer, fastidiada de la vida mundana en la tierra, donde todo a su parecer era extraño y excesivo o minúsculo e insignificante, tomó la determinación de irse al lugar que siempre miraba: el lugar donde todo se iluminaba con un azul celeste que inundaba todo y la futura gigante roja indagaba hasta donde llegaban sus extensos rayos, donde las formas tenían sentido y vivían; pero también el lugar donde, posteriormente, todo desaparece al ser devorado por las tinieblas, cuando el mundo se vestía de difusas siluetas y los demonios, aprovechando tal confusión, subían del infierno.
Encontraba la sucesión de días y noches tan insuficiente y tan errados a aquellos que le daban un significado a su existencia por completo inadecuado, que el comportamiento díscolo de los demás la fue orillando a un fastidio total, a una determinación que se volvía cada vez más innegable en su mente.
Por las noches, frecuentemente observaba la bóveda celeste y se pensaba en el universo, en esa negra inmensidad del cosmos en el que crecían impresionantes paraísos formados por galaxias, donde el número de astros era irracional y donde la adversidad no tenía lugar. Así fue surgiendo su idilio por los cuerpos celestes y su violento misterio.
Sin encontrar forma de interpretar las acciones incoherentes que devenían en sucesos absurdos y que acontecían sin parar y sin transmutar un solo día - tales como la infidelidad, el engaño y autoengaño, la mentira, la hipocresía, el abandono y todo ese hórrido acervo de acciones que los seres humanos cultivan afanosamente-, eligió buscar justificación (que nunca encontró) para existir entre sus coetáneos, quienes se interesaban más en sí mismos y su egoísta fruición. Por ende, jamás la escucharon.
Su voz dejó entonces de escucharse y su presencia perdió fuerza y buscó fáciles y rápidos caminos para volver al universo, pero resultaron en complicaciones físicas impensadas.
El último día en que se le vio fue cuando logró marcharse. Su cuerpo se elevó porque era necesario, pues le resultaba imposible continuar por cualquier trayecto terrestre. Aquellos aprehensivos que necesitan saberlo todo dicen que de su cabeza empezó a crecer algo, como una idea que iba creciendo conforme pasaban los minutos.
Cuentan que se fue a lo alto de una montaña y que estando allí, de pie, comenzó a desarrollarse aquél globo que tenía sobre la cabeza y que tenía un aspecto muy peculiar, pues su cubierta era casi transparente y en ella viajaban palabras y frases, ideas que no podían ser leídas, pues se entrecruzaban y cambiaban constantemente; dicen otros que aunque hubieran podido ser leídas, resultarían imposibles de comprender, pues todo aquello era resultado de su ansia de irse, de su anhelo por evadirlos.
También refieren que de su cabeza salieron llamas que alimentaban ese globo, y que se fue elevando hasta ser un punto diminuto que en algún momento desapareció de todas las miradas.
Lo cierto de los hechos es que Violeta tenía una cabeza flamante que alimentaba a un globo aerostático. Y conforme se alejaba, se fue convirtiendo en un astro más en el cielo que expiraría alguna vez, pero mucho después que todos nosotros y nuestra estirpe.
Se fue a existir allá donde todo tiene un sentido y una finalidad, y ahora es ese astro gigantesco y poderoso que quería ser, formando ya parte de la eternidad.
Y a pesar de ver el cielo y no saber exactamente que gran astro es, ella se manifiesta a quienes la conocieron e intentaron comprender (muy tarde, quizá), a través de sus sueños, en esos viajes astrales a través de los cuales la encuentran en su forma (re)conocida, en su forma terrenal.
Resultaría imposible suponer que se ha olvidado de nosotros, pues nos visita a menudo a través de la memoria, el inconsciente y los falsos recuerdos, dando por resultado acontecimientos que no ocurrieron, eventos ilógicos o imposibles que embrollan el pasado con una realidad diferente, creando sucesos distorsionados que impregnan de felicidad nuestras vidas y le dan un nuevo significado (aunque falso) al recuerdo… pero, finalmente, qué importa lo falso o lo real, si el interés es el de una emotiva permanencia en los vivos. Vuelve ahora de la única manera en que puede y sabe: por medio de imágenes desdibujadas que ostentan ese sentimentalismo del pasado y que se extraen a la realidad cuando logramos retornar.
He contado tu historia, mujer volátil, para que otros la sepan, para que no quedes en el olvido jamás, para que vivas por siempre en el recuerdo de algunos. He contado tu historia porque no me canso de buscarte allá arriba y de preguntarte siempre, aunque no me contestes, por lo menos no con palabras. He contado tu historia porque ahora vives en mí. He contado tu historia porque se que a través de las palabras se recibe la inmortalidad.
Ahora sólo vivo con el miedo de olvidar el único recuerdo seguro que tengo en mi mente de tu forma terrestre: el de tu voz.
—-
Este cuento pertenece al libro Tusitala de óbitos (Pictographia, 2013), cuya producción editorial se realiza con apoyo del beneficio derivado del Artículo transitorio cuadragésimo segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 (México).
Los autores vivos presentados aportan cada uno su propia semblanza, muestra de obra y recomendaciones.
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Además de mi perfil de autor, podrán leer otro de los cuentos que integran mi libro, La mujer volátil. Transcribo a continuación la información del sitio y el cuento, y pueden ver mi perfil directamente en La imaginación en México aquí.
Lola Ancira
(Querétaro, 1987)
Se ha dedicado a las letras y el modelaje. Estudió la Licenciatura en Letras Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito artículos para Panóptico y Voz Editorial. Algunos de sus cuentos se han publicado en las revistas Proyecto Neurosis, Onomatopeya y La testadura literaria. Actualmente es editora en el newsroom de la revista digital ZRZMR (Zarzamora) y escribe para Yaconic. Publicó el libro de cuentos fantásticos, Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013).
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“Y cada noche te encuentro
en mis paseos por el cielo”
Violeta
Violeta nació sin rasgo distintivo alguno. Lo que todos notaron, al pasar el tiempo, fue esa inmensa luz que no dejaba de irradiar de su cabeza, esa armonía constante emanando de su ser: una indescifrable aura azulada. Ella formaba parte de esos entes privilegiados que inusualmente visitan nuestro planeta y que generalmente fracasan en su intento por encajar en esta intrascendente existencia, pues su alma tiende a ser mucho más impetuosa e insondable.
Por su puesto que este era un mundo corrupto ya, donde espíritus como el suyo sufren la malicia y falsedad en los que otros se recrean. Aquejada de malestares físicos, su existencia terrestre fue siempre un triste padecimiento.
Tiempo después y siendo ya una joven mujer, fastidiada de la vida mundana en la tierra, donde todo a su parecer era extraño y excesivo o minúsculo e insignificante, tomó la determinación de irse al lugar que siempre miraba: el lugar donde todo se iluminaba con un azul celeste que inundaba todo y la futura gigante roja indagaba hasta donde llegaban sus extensos rayos, donde las formas tenían sentido y vivían; pero también el lugar donde, posteriormente, todo desaparece al ser devorado por las tinieblas, cuando el mundo se vestía de difusas siluetas y los demonios, aprovechando tal confusión, subían del infierno.
Encontraba la sucesión de días y noches tan insuficiente y tan errados a aquellos que le daban un significado a su existencia por completo inadecuado, que el comportamiento díscolo de los demás la fue orillando a un fastidio total, a una determinación que se volvía cada vez más innegable en su mente.
Por las noches, frecuentemente observaba la bóveda celeste y se pensaba en el universo, en esa negra inmensidad del cosmos en el que crecían impresionantes paraísos formados por galaxias, donde el número de astros era irracional y donde la adversidad no tenía lugar. Así fue surgiendo su idilio por los cuerpos celestes y su violento misterio.
Sin encontrar forma de interpretar las acciones incoherentes que devenían en sucesos absurdos y que acontecían sin parar y sin transmutar un solo día - tales como la infidelidad, el engaño y autoengaño, la mentira, la hipocresía, el abandono y todo ese hórrido acervo de acciones que los seres humanos cultivan afanosamente-, eligió buscar justificación (que nunca encontró) para existir entre sus coetáneos, quienes se interesaban más en sí mismos y su egoísta fruición. Por ende, jamás la escucharon.
Su voz dejó entonces de escucharse y su presencia perdió fuerza y buscó fáciles y rápidos caminos para volver al universo, pero resultaron en complicaciones físicas impensadas.
El último día en que se le vio fue cuando logró marcharse. Su cuerpo se elevó porque era necesario, pues le resultaba imposible continuar por cualquier trayecto terrestre. Aquellos aprehensivos que necesitan saberlo todo dicen que de su cabeza empezó a crecer algo, como una idea que iba creciendo conforme pasaban los minutos.
Cuentan que se fue a lo alto de una montaña y que estando allí, de pie, comenzó a desarrollarse aquél globo que tenía sobre la cabeza y que tenía un aspecto muy peculiar, pues su cubierta era casi transparente y en ella viajaban palabras y frases, ideas que no podían ser leídas, pues se entrecruzaban y cambiaban constantemente; dicen otros que aunque hubieran podido ser leídas, resultarían imposibles de comprender, pues todo aquello era resultado de su ansia de irse, de su anhelo por evadirlos.
También refieren que de su cabeza salieron llamas que alimentaban ese globo, y que se fue elevando hasta ser un punto diminuto que en algún momento desapareció de todas las miradas.
Lo cierto de los hechos es que Violeta tenía una cabeza flamante que alimentaba a un globo aerostático. Y conforme se alejaba, se fue convirtiendo en un astro más en el cielo que expiraría alguna vez, pero mucho después que todos nosotros y nuestra estirpe.
Se fue a existir allá donde todo tiene un sentido y una finalidad, y ahora es ese astro gigantesco y poderoso que quería ser, formando ya parte de la eternidad.
Y a pesar de ver el cielo y no saber exactamente que gran astro es, ella se manifiesta a quienes la conocieron e intentaron comprender (muy tarde, quizá), a través de sus sueños, en esos viajes astrales a través de los cuales la encuentran en su forma (re)conocida, en su forma terrenal.
Resultaría imposible suponer que se ha olvidado de nosotros, pues nos visita a menudo a través de la memoria, el inconsciente y los falsos recuerdos, dando por resultado acontecimientos que no ocurrieron, eventos ilógicos o imposibles que embrollan el pasado con una realidad diferente, creando sucesos distorsionados que impregnan de felicidad nuestras vidas y le dan un nuevo significado (aunque falso) al recuerdo… pero, finalmente, qué importa lo falso o lo real, si el interés es el de una emotiva permanencia en los vivos. Vuelve ahora de la única manera en que puede y sabe: por medio de imágenes desdibujadas que ostentan ese sentimentalismo del pasado y que se extraen a la realidad cuando logramos retornar.
He contado tu historia, mujer volátil, para que otros la sepan, para que no quedes en el olvido jamás, para que vivas por siempre en el recuerdo de algunos. He contado tu historia porque no me canso de buscarte allá arriba y de preguntarte siempre, aunque no me contestes, por lo menos no con palabras. He contado tu historia porque ahora vives en mí. He contado tu historia porque se que a través de las palabras se recibe la inmortalidad.
Ahora sólo vivo con el miedo de olvidar el único recuerdo seguro que tengo en mi mente de tu forma terrestre: el de tu voz.
—-
Este cuento pertenece al libro Tusitala de óbitos (Pictographia, 2013), cuya producción editorial se realiza con apoyo del beneficio derivado del Artículo transitorio cuadragésimo segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 (México).
Published on February 12, 2014 19:28
Mi perfil desde "La imaginación en México".
Feliz de anunciarles que hace unos días subieron mi perfil a La imaginación en México, "Literatura de imaginación. Narrativa de lo fantástico. Un censo de autores y obras de imaginación fantástica en México.
Los autores vivos presentados aportan cada uno su propia semblanza, muestra de obra y recomendaciones.
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Lola Ancira
(Querétaro, 1987)
Se ha dedicado a las letras y el modelaje. Estudió la Licenciatura en Letras Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito artículos para Panóptico y Voz Editorial. Algunos de sus cuentos se han publicado en las revistas Proyecto Neurosis, Onomatopeya y La testadura literaria. Actualmente es editora en el newsroom de la revista digital ZRZMR (Zarzamora) y escribe para Yaconic. Publicó el libro de cuentos fantásticos, Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013).
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Recomendación
Joel Flores
LA MUJER VOLÁTIL
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“Y cada noche te encuentro
en mis paseos por el cielo”
Violeta
Violeta nació sin rasgo distintivo alguno. Lo que todos notaron, al pasar el tiempo, fue esa inmensa luz que no dejaba de irradiar de su cabeza, esa armonía constante emanando de su ser: una indescifrable aura azulada. Ella formaba parte de esos entes privilegiados que inusualmente visitan nuestro planeta y que generalmente fracasan en su intento por encajar en esta intrascendente existencia, pues su alma tiende a ser mucho más impetuosa e insondable.
Por su puesto que este era un mundo corrupto ya, donde espíritus como el suyo sufren la malicia y falsedad en los que otros se recrean. Aquejada de malestares físicos, su existencia terrestre fue siempre un triste padecimiento.
Tiempo después y siendo ya una joven mujer, fastidiada de la vida mundana en la tierra, donde todo a su parecer era extraño y excesivo o minúsculo e insignificante, tomó la determinación de irse al lugar que siempre miraba: el lugar donde todo se iluminaba con un azul celeste que inundaba todo y la futura gigante roja indagaba hasta donde llegaban sus extensos rayos, donde las formas tenían sentido y vivían; pero también el lugar donde, posteriormente, todo desaparece al ser devorado por las tinieblas, cuando el mundo se vestía de difusas siluetas y los demonios, aprovechando tal confusión, subían del infierno.
Encontraba la sucesión de días y noches tan insuficiente y tan errados a aquellos que le daban un significado a su existencia por completo inadecuado, que el comportamiento díscolo de los demás la fue orillando a un fastidio total, a una determinación que se volvía cada vez más innegable en su mente.
Por las noches, frecuentemente observaba la bóveda celeste y se pensaba en el universo, en esa negra inmensidad del cosmos en el que crecían impresionantes paraísos formados por galaxias, donde el número de astros era irracional y donde la adversidad no tenía lugar. Así fue surgiendo su idilio por los cuerpos celestes y su violento misterio.
Sin encontrar forma de interpretar las acciones incoherentes que devenían en sucesos absurdos y que acontecían sin parar y sin transmutar un solo día - tales como la infidelidad, el engaño y autoengaño, la mentira, la hipocresía, el abandono y todo ese hórrido acervo de acciones que los seres humanos cultivan afanosamente-, eligió buscar justificación (que nunca encontró) para existir entre sus coetáneos, quienes se interesaban más en sí mismos y su egoísta fruición. Por ende, jamás la escucharon.
Su voz dejó entonces de escucharse y su presencia perdió fuerza y buscó fáciles y rápidos caminos para volver al universo, pero resultaron en complicaciones físicas impensadas.
El último día en que se le vio fue cuando logró marcharse. Su cuerpo se elevó porque era necesario, pues le resultaba imposible continuar por cualquier trayecto terrestre. Aquellos aprehensivos que necesitan saberlo todo dicen que de su cabeza empezó a crecer algo, como una idea que iba creciendo conforme pasaban los minutos.
Cuentan que se fue a lo alto de una montaña y que estando allí, de pie, comenzó a desarrollarse aquél globo que tenía sobre la cabeza y que tenía un aspecto muy peculiar, pues su cubierta era casi transparente y en ella viajaban palabras y frases, ideas que no podían ser leídas, pues se entrecruzaban y cambiaban constantemente; dicen otros que aunque hubieran podido ser leídas, resultarían imposibles de comprender, pues todo aquello era resultado de su ansia de irse, de su anhelo por evadirlos.
También refieren que de su cabeza salieron llamas que alimentaban ese globo, y que se fue elevando hasta ser un punto diminuto que en algún momento desapareció de todas las miradas.
Lo cierto de los hechos es que Violeta tenía una cabeza flamante que alimentaba a un globo aerostático. Y conforme se alejaba, se fue convirtiendo en un astro más en el cielo que expiraría alguna vez, pero mucho después que todos nosotros y nuestra estirpe.
Se fue a existir allá donde todo tiene un sentido y una finalidad, y ahora es ese astro gigantesco y poderoso que quería ser, formando ya parte de la eternidad.
Y a pesar de ver el cielo y no saber exactamente que gran astro es, ella se manifiesta a quienes la conocieron e intentaron comprender (muy tarde, quizá), a través de sus sueños, en esos viajes astrales a través de los cuales la encuentran en su forma (re)conocida, en su forma terrenal.
Resultaría imposible suponer que se ha olvidado de nosotros, pues nos visita a menudo a través de la memoria, el inconsciente y los falsos recuerdos, dando por resultado acontecimientos que no ocurrieron, eventos ilógicos o imposibles que embrollan el pasado con una realidad diferente, creando sucesos distorsionados que impregnan de felicidad nuestras vidas y le dan un nuevo significado (aunque falso) al recuerdo… pero, finalmente, qué importa lo falso o lo real, si el interés es el de una emotiva permanencia en los vivos. Vuelve ahora de la única manera en que puede y sabe: por medio de imágenes desdibujadas que ostentan ese sentimentalismo del pasado y que se extraen a la realidad cuando logramos retornar.
He contado tu historia, mujer volátil, para que otros la sepan, para que no quedes en el olvido jamás, para que vivas por siempre en el recuerdo de algunos. He contado tu historia porque no me canso de buscarte allá arriba y de preguntarte siempre, aunque no me contestes, por lo menos no con palabras. He contado tu historia porque ahora vives en mí. He contado tu historia porque se que a través de las palabras se recibe la inmortalidad.
Ahora sólo vivo con el miedo de olvidar el único recuerdo seguro que tengo en mi mente de tu forma terrestre: el de tu voz.
—-
Este cuento pertenece al libro Tusitala de óbitos (Pictographia, 2013), cuya producción editorial se realiza con apoyo del beneficio derivado del Artículo transitorio cuadragésimo segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 (México).
Los autores vivos presentados aportan cada uno su propia semblanza, muestra de obra y recomendaciones.
Adicionalmente, enlaces, semblanzas e información adicionales son responsabilidad de los editores, que invitan a toda persona interesada a hacer sugerencias, comentarios y preguntas.
Contacto: laimaginacionmx@gmail.com"
Además de mi perfil de autor, podrán leer otro de los cuentos que integran mi libro, La mujer volátil. Transcribo a continuación la información del sitio y el cuento, y pueden ver mi perfil directamente en La imaginación en México aquí.
Lola Ancira
(Querétaro, 1987)
Se ha dedicado a las letras y el modelaje. Estudió la Licenciatura en Letras Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito artículos para Panóptico y Voz Editorial. Algunos de sus cuentos se han publicado en las revistas Proyecto Neurosis, Onomatopeya y La testadura literaria. Actualmente es editora en el newsroom de la revista digital ZRZMR (Zarzamora) y escribe para Yaconic. Publicó el libro de cuentos fantásticos, Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013).
Enlaces
Blog personal Cosmogonía de parafilias , cuento.Paygame, cuento.Presentación de L. A. en Zacatecas.Entrevista con el escritor Joel Flores.Otra versión de la entrevista anterior.
Recomendación
Joel Flores

LA MUJER VOLÁTIL
Lola Ancira
“Y cada noche te encuentro
en mis paseos por el cielo”
Violeta
Violeta nació sin rasgo distintivo alguno. Lo que todos notaron, al pasar el tiempo, fue esa inmensa luz que no dejaba de irradiar de su cabeza, esa armonía constante emanando de su ser: una indescifrable aura azulada. Ella formaba parte de esos entes privilegiados que inusualmente visitan nuestro planeta y que generalmente fracasan en su intento por encajar en esta intrascendente existencia, pues su alma tiende a ser mucho más impetuosa e insondable.
Por su puesto que este era un mundo corrupto ya, donde espíritus como el suyo sufren la malicia y falsedad en los que otros se recrean. Aquejada de malestares físicos, su existencia terrestre fue siempre un triste padecimiento.
Tiempo después y siendo ya una joven mujer, fastidiada de la vida mundana en la tierra, donde todo a su parecer era extraño y excesivo o minúsculo e insignificante, tomó la determinación de irse al lugar que siempre miraba: el lugar donde todo se iluminaba con un azul celeste que inundaba todo y la futura gigante roja indagaba hasta donde llegaban sus extensos rayos, donde las formas tenían sentido y vivían; pero también el lugar donde, posteriormente, todo desaparece al ser devorado por las tinieblas, cuando el mundo se vestía de difusas siluetas y los demonios, aprovechando tal confusión, subían del infierno.
Encontraba la sucesión de días y noches tan insuficiente y tan errados a aquellos que le daban un significado a su existencia por completo inadecuado, que el comportamiento díscolo de los demás la fue orillando a un fastidio total, a una determinación que se volvía cada vez más innegable en su mente.
Por las noches, frecuentemente observaba la bóveda celeste y se pensaba en el universo, en esa negra inmensidad del cosmos en el que crecían impresionantes paraísos formados por galaxias, donde el número de astros era irracional y donde la adversidad no tenía lugar. Así fue surgiendo su idilio por los cuerpos celestes y su violento misterio.
Sin encontrar forma de interpretar las acciones incoherentes que devenían en sucesos absurdos y que acontecían sin parar y sin transmutar un solo día - tales como la infidelidad, el engaño y autoengaño, la mentira, la hipocresía, el abandono y todo ese hórrido acervo de acciones que los seres humanos cultivan afanosamente-, eligió buscar justificación (que nunca encontró) para existir entre sus coetáneos, quienes se interesaban más en sí mismos y su egoísta fruición. Por ende, jamás la escucharon.
Su voz dejó entonces de escucharse y su presencia perdió fuerza y buscó fáciles y rápidos caminos para volver al universo, pero resultaron en complicaciones físicas impensadas.
El último día en que se le vio fue cuando logró marcharse. Su cuerpo se elevó porque era necesario, pues le resultaba imposible continuar por cualquier trayecto terrestre. Aquellos aprehensivos que necesitan saberlo todo dicen que de su cabeza empezó a crecer algo, como una idea que iba creciendo conforme pasaban los minutos.
Cuentan que se fue a lo alto de una montaña y que estando allí, de pie, comenzó a desarrollarse aquél globo que tenía sobre la cabeza y que tenía un aspecto muy peculiar, pues su cubierta era casi transparente y en ella viajaban palabras y frases, ideas que no podían ser leídas, pues se entrecruzaban y cambiaban constantemente; dicen otros que aunque hubieran podido ser leídas, resultarían imposibles de comprender, pues todo aquello era resultado de su ansia de irse, de su anhelo por evadirlos.
También refieren que de su cabeza salieron llamas que alimentaban ese globo, y que se fue elevando hasta ser un punto diminuto que en algún momento desapareció de todas las miradas.
Lo cierto de los hechos es que Violeta tenía una cabeza flamante que alimentaba a un globo aerostático. Y conforme se alejaba, se fue convirtiendo en un astro más en el cielo que expiraría alguna vez, pero mucho después que todos nosotros y nuestra estirpe.
Se fue a existir allá donde todo tiene un sentido y una finalidad, y ahora es ese astro gigantesco y poderoso que quería ser, formando ya parte de la eternidad.
Y a pesar de ver el cielo y no saber exactamente que gran astro es, ella se manifiesta a quienes la conocieron e intentaron comprender (muy tarde, quizá), a través de sus sueños, en esos viajes astrales a través de los cuales la encuentran en su forma (re)conocida, en su forma terrenal.
Resultaría imposible suponer que se ha olvidado de nosotros, pues nos visita a menudo a través de la memoria, el inconsciente y los falsos recuerdos, dando por resultado acontecimientos que no ocurrieron, eventos ilógicos o imposibles que embrollan el pasado con una realidad diferente, creando sucesos distorsionados que impregnan de felicidad nuestras vidas y le dan un nuevo significado (aunque falso) al recuerdo… pero, finalmente, qué importa lo falso o lo real, si el interés es el de una emotiva permanencia en los vivos. Vuelve ahora de la única manera en que puede y sabe: por medio de imágenes desdibujadas que ostentan ese sentimentalismo del pasado y que se extraen a la realidad cuando logramos retornar.
He contado tu historia, mujer volátil, para que otros la sepan, para que no quedes en el olvido jamás, para que vivas por siempre en el recuerdo de algunos. He contado tu historia porque no me canso de buscarte allá arriba y de preguntarte siempre, aunque no me contestes, por lo menos no con palabras. He contado tu historia porque ahora vives en mí. He contado tu historia porque se que a través de las palabras se recibe la inmortalidad.
Ahora sólo vivo con el miedo de olvidar el único recuerdo seguro que tengo en mi mente de tu forma terrestre: el de tu voz.
—-
Este cuento pertenece al libro Tusitala de óbitos (Pictographia, 2013), cuya producción editorial se realiza con apoyo del beneficio derivado del Artículo transitorio cuadragésimo segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 (México).
Published on February 12, 2014 19:28
January 31, 2014
Rocanrol suicida – Rogelio Flores

Rocanrol suicida(Verso destierro,2011) de Rogelio Flores (escritor mexicano, 1974) es una compilación de 13 relatos y es su segundo libro publicado de cuentos.
Hace pocos días me informaron que me entregarían un libro enviado por otro escritor, y yo le respondí con el mismo gesto: le mandé mi libro. No tenía idea de quien sería y al tenerlo en mis manos y leer el título, no sabía que imaginar. La primer sorpresa que me llevé fue al leer algo que podría ser el epílogo de la obra, escrito por Eusebio Ruvalcaba (autor de Un hilito de sangre , libro que reseñé hace tiempo ya):
Las historias de Rogelio Flores nos envuelven, nos arropan desde las primeras líneas. No porque ex profeso sean narraciones para los oídos de un niño, nada que ver, sino porque poseen esa suerte de encantamiento del que hablaba Stevenson. Que de no haberlo el cuento se cae en mil pedazos. Sin anunciarse en canal cultural alguno, sin decir quítense que ahí les voy en twitter o facebook, Rogelio Flores escribe puntual y metódica, rigurosa y porfiadamente. En este caso impelido por la música. Sabe que la literatura está anclada en la tenacidad y el azar. Que ninguna palabra que se escriba está a salvo de la maquinaria implacable de la autocrítica. Quizás por eso resulte tan placentera su lectura. Porque la musculatura del buen narrador se advierte, aun antes de que el escritor levante las pesas. Leámoslo si no.
Leer que fueran cuentos y esa alusión a Stevenson, mas la pequeña biografía ( foto incluida con el logo fluorescente del club Dada X de fondo) y una genial cita de Chandler incluida en ella: “...si no fuese duro, no podría estar vivo, si no fuera tierno, no merecería estarlo.” fueron suficientes alicientes para empezar a leerlo en ese momento. Y terminé sus letras en pocos días.
Este libro está escrito con canciones y vivencias, con el soundtrack de una generación cada vez más desencantada de la mano de una búsqueda eterna, como todo lo humano. La mayoría de los cuentos están escritos en primera persona (lo que da un toque biográfico a la narrativa) y podrían clasificarse dentro del realismo sucio, movimiento literario que llegó al blog con el pie derecho en la entrada anterior, gracias a Bukowski.
El autor describe episodios y acontecimientos comunes, usuales, siempre conectados con ese caos interno que se externa en los momentos precisos pero muchas veces en los lugares incorrectos, o viceversa. Sucesos que son mejor mantener bajo el anonimato, de los que nace una necesidad más grande por escucharlos o leerlos que por contarlos, donde convertiste en espectador y por consiguiente voyeur es la apremiante finalidad pues siempre será mucho mejor escuchar desgracias ajenas que propias, donde se crea cierta complicidad y de donde nace una identificación tal que es imposible reprimir una sonrisa honesta, un sentimiento de camaradería por haber sobrevivido a lo mismo y estar a la distancia temporal necesaria para leerlo y asociarlo con un buen recuerdo, por horrenda que haya sido la situación.
Rocanrol suicida es un álbum de recortes, fotografías y símbolos musicales retratados en palabras para la posteridad, para que los cómplices no olviden y para que los novatos conozcan, aprendan. Es sentarte en un bar frente a dos cervezas y un sobreviviente, una persona que rememora en su -ya no tan joven- vida a las personas, lugares, texturas y sabores que han formado su vida a partir de sus mejores recuerdos.
Existe cierta continuidad temática en dos de los relatos, La última risotada de Javier Solís y Nada, querida, no pasa nada: el abandono, específicamente el de la mujer amada, que desaparece sin aviso o amenaza previa, en una especie de huida del ser que la mantiene emocionalmente cautiva. O quizá esta continuidad temática es la misma continuidad de la vida, como la consecuente resaca a una borrachera monumental o la depresión post-fiesta, ese momento en el que finalmente estás solo y vuelves a tu vida ordinaria y afligida, donde ya no hay canciones a todo volumen que bloqueen tus pensamientos ni personas nuevas en las que intentes olvidar a las pasadas, cuando el vaso contiene un líquido que ahora te da asco pero que hace unas horas bebías con singular alegría.
Este libro es también un boleto para un viaje al espacio urbano de la mano de David Bowie, Robert Smith, Caifanes, Los amantes de Lola y su mítica música, vistiendo de negro y con maquillaje recargado en una danza con travestis, prostitutas y amigos en bares; con borrachos genéricos que dejan paso (de mala gana) a las nuevas generaciones, sedientas y ávidas de estupefacientes y melodías que los aleje de una realidad poco agraciada o comprendida.
Estas páginas son recuerdos transformados en letras, historias de amor recientes y pasadas carentes de la ilusión y la felicidad que alguna vez tuvieron, pues eso quedó atrás, junto con la juventud.
Este Rocanrol suicida nos muestra que la única manera (o al menos la más eficaz) de enfrentar la realidad es con golpes, sangre y sexo, actos que encubren la soledad y el desencanto de los que todos somos presa en algún momento de la vida y por tanto surgen esas ganas de desaparecer o poder vivir en marte.
El ya mencionado Nada, querida, no pasa nada es mi cuento favorito, pues el misticismo de la narración gira en torno a una mujer-fantasma, un espíritu que ha embrujado al hombre que aún la ama y al que no dejará libre.
Pueden leer y conocer más del autor en su blog de wordpress, de donde leí Con la boca deshecha , texto que simplemente me encantó:
"Soy hombre. Amo a una mujer, ella y todo el mundo lo sabe. Amo a una mujer y no sé si ella me ama a mí. No me atormento por ello… no espero nada, aunque quiero todo. El amor no es un negocio, o una transacción. Existe y está ahí. Amo a una mujer que sabe danzar con tacones altos, aun estando borracha. Me gustan sus ojos oscuros y el color de su piel. Yo no le gusto. Lo sé. Esas cosas se saben, se perciben. Ella me quiere, pero yo no lo gusto. O por lo menos, no lo suficiente como para correr el menor de los riesgos, el más chiquito. Aún así, yo me batiría en duelo por ella.”
Por último, las frasesmemorables:
“No con una sonrisa de modelo, sino una de borracha. Espontánea, imperfecta, errática.” Caperucita feroz, P. 21
“La alegría de los chicos no parece real, de hecho creo que los hombres siempre estamos tristes. Con la llegada de los treinta años se experimenta una aversión hacia los más jóvenes; un tipo de envidia que aparece en tu estómago...” Las Ratas de Coyoacán, P. 43
“Supe también que en cuestión de minutos terminaríamos cogiendo, y que yo no podría evitar cerrar los ojos y pensar en la mirada de Cecilia cuando Ignacio la desnudaba y ella me seguía coqueteando. Tampoco me importó. No me importaba nada, y en honor a la verdad, a ella tampoco.” Ibídem, P. 53
“Todos somos hijos de una timidez criminal y vulgar, herederos de nada.” Ibídem, P. 57
“... a veces tengo la impresión de ya no tener nada interesante que decirle a nadie, menos a una mujer bonita y joven.“ Pasolini soy yo, P. 59
“Me gustan las personas que visten de negro, como ellos (refiriéndose a Roy Orbison, Johnny Cash, Nick Cave y Morrisey). Yo solía hacerlo hasta que noté que toda mi ropa se había desteñido con el tiempo y se había convertido en algo entre gris y verdoso.” Ibídem, P. 60
“Pensé en Oscar Wilde y una de sus frases que más me gustan: la decadencia es un privilegio de la aristocracia. Al reflexionarlo, se me ocurrió que sólo los edificios hermosos se convierten en ruinas, mientras los feos son demolidos y desaparecen sin dejar más rastro que el cascajo. (...) Quiero pensar que soy un edificio viejo, como los que abundan en La Habana, habitado por fantasmas femeninos o por gatos. (...) You have killed me, y pienso en ella, mi fantasma mayor.” Ibídem
“Sólo evadía los problemas y se encerraba a escribir en su diario, para luego llorar durante horas. Solía hacerlo antes de irse y yo solía preguntarle si pasaba algo. Invariablemente respondía “nada” y sonreía, haciendo un esfuerzo sobre humano. Y si sus labios mentían callando, sus ojos -como rehenes de ella misma- me gritaban que sí pasaba algo y yo les creía; y con los míos les decía que tuvieran paciencia, que ya arreglaríamos todo. Pero sus ojos nunca comprendieron el idioma de los míos. (...) Y yo sabía que ese aroma se iría en poco tiempo, quizá para siempre y que en adelante mi casa olería a vacío.” La última risotada de Javier Solís, P. 65-66
“... todo el que sonríe en el mundo, es un idiota, un retrasado mental; que todo el que no ha sido engañado, vive en el engaño.” Ibídem, P. 71
“Ha cesado la lluvia. Tiro el cigarro con sangre a un charco indefenso. La brasa se consume y un hilo de humo se eleva al cielo como el alma de un niño muerto.” Ibídem, P. 72
“Ella. La mujer que amaste como un imbécil y se fue, dejándote a merced de la pero de las compañías; tú. Y es que sin Ella, tú eres la peor versión de ti mismo, un ente autodestructivo y oscuro, un ser amargado, un fanático del rencor, un morboso con ansias de ver cómo la ciudad se entrega -como una puta vieja y desesperada- a los brazos del fin del mundo. (...) Tomas el abrigo y las llaves, y escapas a lugares concurridos, que son los que la ahuyentan. De preferencia, aquellos donde no te acompañó, donde hay otras mujeres, mujeres con ojos humanos, que no asesinan ni cantan con ellos, que no te vuelven loco, que no te ponen de rodillas con un parpadeo.”Nada, querida, no pasa nada, P. 74
“Por momentos la olvidas, sintiéndote feliz y borracho (y libre), y experimentas una sensación de bienestar que no existe, que es un amera ilusión. (...) Juan José Arreola: “La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.” Pero tu vida no es un cuento de Arreola: tu vida se ha transformado en un interminable juego con los dados cargados en el que es imposible ganar o dejar de hacer apuestas suicidas; tu vida se parece más a un bolero de Julio Jaramillo, a una película de terror muy mala, exhibida de manera interrumpida en un cine donde no hay nadie sentado en las butacas, más que tú.” Ibídem
“Ella -tu propia Lady Ligeia, tu relato de Poe-, nunca habrá de dejarte; te acompañará siempre... e invadirá los rostros de todas esas mujeres que quisieras amar y no puedes, porque ya se te olvido cómo. No puedes hacer nada, Ella es un fantasma. Tú, un alma en pena.” Ibídem, P. 76.
Published on January 31, 2014 18:25
January 26, 2014
Hijo de Satanás – Charles Bukowski

“El camino del infierno estaría lleno de compañía, pero aún era tremendamente solitario.”Charles Bukowski
Hijo de Satanás de Charles (Heinrich Karl) Bukowski (escritor estadounidense nacido en Alemania, 1920 - 1994) reúne 21 cuentos y fue publicado por Anagrama en 1993; es la traducción de Septuagenarian Stew: Stories & Poems, publicado en 1990 por Black Sparrow. El autor cuenta con más de cuarenta publicaciones y escribió cuento, novela, poema y ensayo.
A Bukowski lo leí por primera vez con este libro, hace dos años, gracias a un préstamo y recomendación de un amigo. Había leído algunas citas pero tenía un sentimiento ambivalente respecto a su obra, pues aunque en general escuchaba muy buenas críticas, el realismo sucio no era algo que me fascinara leer o me llamara (al igual que el realismo, en general), además de que no sabía exactamente con qué empezar y las acusaciones de misoginia no me agradaban en absoluto. Esta recomendación fue de lo más acertada y aunque el realismo sucio no se volvió mi favorito (ya había leído El rey de la Habana, de Pedro Juan Gutierrez) aprendí a valorar su mérito literario. Tiempo después leí una de sus novelas, La senda del perdedor, que me agradó bastante y estará reseñada pronto por acá.
Volví a leer el libro hace unos días porque sentía cierta urgencia de tener a Bukowski en el blog, y también porque las notas que hice en ese entonces desaparecieron, al igual que las citas que había seleccionado, y en esta segunda lectura fijé mi atención en cuestiones que en la primera vez no lo había hecho, o quizá si pero lo olvidé (me suele pasar). La cuestión es la de siempre: el libro no cambia con el paso de los años, somos nosotros los que volvemos a él siendo ya diferentes y este es, sin duda, un libro que entra en mi lista de favoritos.
El genio de Bukowski radica en que enuncia verdades universales con las palabras precisas y justas, en las que el lector puede identificarse por completo y con una crudeza que al enfrentarnos con la realidad, sin señalamientos de advertencia, crea un dejo de desconsuelo y cierta tristeza de saberlo todo perdido.
Con los personajes subversivos y trágicos que Bukowski puebla estas 199 páginas, recorremos momentos significativos o de revelación en la vida de un boxeador, un jockey, algunos vagabundos, jugadores de béisbol, un actor, trabajadores de fábrica comunes e incluso de un escritor, del que varias pistas y detalles en Los escritores y Bloqueadodejan ver que se trata de él mismo:
- ... es un tipo condenadamente barriobajero. ¿Cómo logra vender?
- Tiene lectores barriobajeros. (P. 122)
- No sabe escribir, Nelson.
- Y no tiene educación literaria, Harold.
- Es un maleducado y un mal leído, Nelson.
- Un pichaboba. Un completo pichaboba, Le odio.
- ¿Por qué lo leen? ¿Por qué compran sus libros.
- Es por el estilo simple que tiene. Esa falta de profundidad les da confianza. (P. 124)
Y son precisamente las mismas cuestiones por las que algunos escritores y/o lectores consideran que su literatura no es importante o “buena”, porque no encaja con el modelo del escritor intelectual al que acostumbran leer. A mí, en lo particular, es esto lo que me fascina de él.
En una especie de justificación para su escritura, Bukowski escribe en las lineas finales de Los escritores:
- ¿Qué mierda es esto? -dirían.Chicas, contestaría el si pudiese, esto es la frase simple, sin confusiones, el diálogo realista. Ésta es la forma en que debe hacerse. Y sólo podreís besar mi fea cara con los dientes amarillos en vuestros sueños. Yo ya estoy comprometido. (P. 126)
La crítica social hacia el país donde vivía y su cultura está presente en varias de las páginas, siendo esta frase una de mis favoritas para representarlo: “Los pobres venían a ver jugar a los millonarios.” (en referencia a los miles de aficionados a cualquier deporte que atiborran los estadios).
Varios son los cuentos memorables de este libro, entre los que destacan Hacia arriba sin alas, mi cuento favorito quizá porque mezcla el realismo con lo fantástico de una manera muy natural, en el que dos hombres que se conocen en un bar establecen una extraña conversación, donde uno de ellos confiesa tener la palabra mágica para poder volar. En Fama, el final abrupto y fatal le da un toque de misticismo a la historia sobre un actor que comienza a consolidar su exitosa carrera. La venganza de los malditos es una suerte de narración utópica en la que decenas de vagabundos logran poner de acuerdo a sus etílicas mentes para saquear una tienda departamental y la odisea en la que deviene dicho acto, y Tráeme tu amor, donde una mujer con ciertos dotes de vidente sabe exactamente lo que está haciendo su marido en un hotel, mientras ella está internada en una clínica de salud mental por dichas “alucinaciones”.
No podía dejar pasar el momento para mostrarles mi poema favorito de Bukowski y el que debería ser el himno de los escritores:
¿Así que quieres ser escritor?
Si no te sale ardiendo de dentro,a pesar de todo,no lo hagas.A no ser que salga espontáneamente de tu corazóny de tu mente y de tu bocay de tus tripas,no lo hagas.Si tienes que sentarte durante horascon la mirada fija en la pantalla del ordenadoró clavado en tu máquina de escribirbuscando las palabras,no lo hagas.Si lo haces por dinero o fama,no lo hagas.Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,no lo hagas.Si tienes que sentartey reescribirlo una y otra vez,no lo hagas.Si te cansa sólo pensar en hacerlo,no lo hagas.Si estás intentando escribircomo cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,espera pacientemente.Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposao a tu novia o a tu novioo a tus padres o a cualquiera,no estás preparado.
No seas como tantos escritores,no seas como tantos miles depersonas que se llaman a sí mismos escritores,no seas soso y aburrido y pretencioso,no te consumas en tu amor propio.Las bibliotecas del mundobostezan hasta dormirsecon esa gente.No seas uno de ellos.No lo hagas.A no ser que salga de tu almacomo un cohete,a no ser que quedarte quietopudiera llevarte a la locura,al suicidio o al asesinato,no lo hagas.A no ser que el sol dentro de tiesté quemando tus tripas, no lo hagas.Cuando sea verdaderamente el momento,y si has sido elegido,sucederá por sí solo yseguirá sucediendo hasta que muerasó hasta que muera en ti.No hay otro camino.Y nunca lo hubo.
En inglés me gusta mucho más, por lo que les dejo la lectura del poema por Tom O'Bedlam:
Pueden encontrar muchos videos en youtube de entrevistas y lecturas de Bukowski, les dejo estos dos que son de los más cortos e interesantes:
En este enlace pueden leer el poema La historia de un sufrido hijo de puta , que a pesar de su altisonante título, narra la vida del gato del autor.
Este ensayo demuestra mejor su descontento con realidad social que le tocó vivir, y se relaciona en cierto sentido con Las puertas de la percepción, de Huxley, reseñado con anterioridad aquí.
Existe una película, Barfly (1987) basada en al vida del autor, y aunque pasa lo mismo que con su obra en cuanto a críticas (algunos la aman, otros la odian) mi único comentario es que el actor que lo representa debió ser feo, ja. Fuera de eso, es una película interesante y que trata de dar una representación fiel del escritor.
Quizá sea más acertado ver este documental sobre 'Un viejo verde, bebedor y gran escritor'.
Para finalizar, estas son algunas transcripciones de las mejores frases y reflexionesen los cuentos:
- Era despreciable sin siquiera proponérselo. (P. 15)
- ¡Más vale que me mates -le dije- porque si no, cuando yo sea suficientemente mayor te mataré! (P. 16)
- ¿De qué mierda te ríes? -gritó mi padre- ¡Tú debes de ser Hijo de Satanás, tú no eres hijo mío! (P. 17)
“... uno tiene que encontrar primero a Dios para encontrar al diablo. Van en ese orden.” (P. 20)
“No le gustaban los pensamientos profundos. Los pensamientos profundos profundos podían conducir a errores profundos. Después pensó un poco en el suicidio. Tranquilamente. Como la mayoría de los hombres piensa en comprarse un par de zapatos nuevos. El problema principal del suicidio es la idea de que podría ser el comienzo de algo peor.” P. 20
“Pocos tenían la suficiente imaginación como para emborracharse simplemente como una cuba.” P. 24
“Tenía que tener paciencia y esperanza. Como buen gorrón profesional de copas, Harry conocía la primera regla: nunca pidas que te inviten.” P. 25
“Todos estamos jodidos sólo que de diferentes maneras.” P. 31
“La gente estaba desesperada y a la defensiva. Se sentían como si estuvieran malgastando sus vidas. Y tenían razón.”P. 35
- ¿Cuánta mierda tiene que aguantar un hombre sólo para sobrevivir?
- Mucha -se oyó la respuesta- y más... (P. 38)
“Vaya un puñado de tipos horribles inútiles y jodidos (...) Ni siquiera valía la pena tirarles una bomba encima.” P. 48
- ... Intenta parecer un corredor de Bolsa o un médico...
- ¿Qué aspecto tienen?
- Satisfecho y estúpido. (P. 56)
“... fue hacia las colinas donde estaban todos: los solitarios y los dementes, las feas sin remedio con sus tacones gastados y aquellos rostros a los que todo les había sido robado hacía ya mucho tiempo, todo menos la determinación de continuar sin esperanza, sin melodía o sin una máxima expectativa de victoria siquiera.” P. 62
“Para odiarte, primero tienen que leerte.” P. 65
“La esclavitud no ha sido abolida, solamente se ha expandido para incluir a nueve décimas partes de la población. En todas partes. Santa Mierda.” P. 67
- ¿Cuándo sale su próximo libro?
- En cualquier momento. (P. 68)
“Esperaban lo imposible y lo imposible rara vez llega.” P. 70
“El camino del infierno estaría lleno de compañía, pero aún era tremendamente solitario.” P. 74
“No había nada que decir. Las palabras sólo habrían hecho que las cosas se pusieran más feas.” P. 80
“Quizá si me entraran ganas de volver al Este debería pegarme un tiro yo mismo; pero no quiero pegarme un tiro. Han muerto demasiados hombres de un disparo, yo deseo algo más personal. ¿Pastillas, por ejemplo? No, las pastillas son demasiado aburridas, incluso aunque provoquen la muerte.” P. 82
“... Había decidido de juzgarlos era sólo un escudo protector para esconder sus propios defectos.” P. 84
- El poder destruye (...) y la ausencia de él crea un mundo de inadaptados. (P. 85)
-... lo más raro de ser famoso es que no te sientes famoso. Te sientes igual que siempre. Es solamente el público el que cree que eres famoso. (P. 89)
“... ella era un alma más o menos buena, pero el mundo está lleno de almas más o menos buenas y mira dónde estamos: siempre sentados en el último segundo de cada minuto.” P. 96
“Yo quería matarla porque sentía que, en esencia, ella quería matarme a mí.” P. 98
“Yo sentía que había pasado realmente, pero después de un rato empecé a pensar que quizá lo había imaginado, que quizá había enloquecido durante unos momentos.” P. 99
“Bueno, pensé ahora pasaremos de odiar las moscas a odiar a los seres humanos. Ambos son difíciles de soportar.” P. 100
“... tengo que decirte que hacía muchísimo tiempo que no oía una mentira tan bien contada.” P. 102
“En seguida esos dos matrimonios se habían vuelto un concurso, un concurso de quién podía agotar al otro. Se habían vuelto un juego de odio.” P. 104
“Se puso a hojear la revista de chicas que había comprado en la tienda de la esquina, es un momento de antojo. Las fotos de coños le aburrían. ¿Era eso lo que querían los hombres? Que farsa maldita, era como meter el mango de una fregona en un hoyo succionador. Siempre la misma cosa, siglos de la misma cosa, un aburrimiento.” P. 105
- ¿Qué tipo de chica quiere?
- ¿A qué se refiere?
- Me refiero a que las tenemos gordas, flacas, maduritas, jóvenes, cuerdas, locas, orientales, negras, blancas, rojas, amarillas, pida usted. Tenemos una chica con una sola pierna, si lo desea. ¿Qué quiere?
- Simplemente , mándeme a la más guapa.
- ¿Ah, sí? Bueno, eso es fácil. Es Carmen.- Muy bien. Mande a Carmen.El tipo anotó la dirección del apartamento de Monty.
- Muy bien -dijo-, Carmen va de camino... (P. 109)
- ¿Estás bien, Carmen? -Era una voz masculina.
- Posible psicópata -dijo-, pero está bajo control. Manténte en contacto. Fuera.Bajó la antena y volvió a colocar el aparato en el bolso. (P. 110)
“...yo lo conocí justo cuando acababa de dejar la fábrica y había decidido intentar convertirse en escritor. Ni siquiera tenía papel higiénico para limpiarse el culo. Usaba papel de periódico arrugado.” P. 121
- ¡Esta tratando de encontrarme un TRABAJO! ¡ESO ES LA MUERTE!
- ¡Santo cielo! Pero ¿es que no comprende?
- Me temo que no... (P. 125)
“Hacía sólo 13 años que se había librado del trabajo de 8 horas. Ahora todo el TIEMPO era suyo. Cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día. Cada noche. Era escritor. Escritor. Escritor. Escritor profesional. Había 12 millones de personas en los Estados Unidos y que querían ser escritores. Él era escritor.” P. 128
“El límite entre escribir y defecar es una línea muy fina.” Ibídem
“Escribir te empuja a espacios aéreos, te convierte en un extraño, en un inadaptado. No es raro que Hemingway se volara los sesos por encima del zumo de naranja. No es raro que Hart Crane se tirase a la hélice, no es raro que Chatterton se tomara un matarratas. Los únicos que continuaban era los que escribían best-sellers, y ésos no estaban escribiendo, ésos ya estaban muertos.” Ibídem
“Tal vez no tuviese un bloqueo de escritor. Tal vez sólo creía que tenía un bloqueo de escritor. Pero el resultado final era el mismo.” P. 129
“Lo que odiaba era estar en las largas colas y mirar las nucas. Las nucas no eran tan horribles como las caras, pero de todos modos era horroroso.” P. 136
“Parece como si tuvieras que estar muerto pero te hubieras olvidado de hacerlo.” P. 137
- A veces me siento como si estuviera completamente solo en el mundo. Otras veces sé que es así. (P. 160)
“La boca de una persona es mucho más fea que su agujero del culo.” P. 174
“Un escritor es como una puta. Utilizas a una puta y luego has terminado con ella. Creen que si los escritores sufren serán mucho mejores. Eso es pura mierda. El sufrimiento es exactamente igual que cualquier otra cosa: si te dan demasiado, al cabo de un tiempo puedes hundirte. Es el intento de escapar del sufrimiento lo que crea grandesescritores: te sientes tan bien que haces que los lectores se sientan bien.” P. 191
- Di algo –ordenó
- Muy bien –dije-, ¿quién va a pagar todo esto?
- Blackman
- Bien, a ver que te parece esto: estamos todos atrapados por las circunstancias y al intentar escapar sólo conseguimos mutilarnos.
- ¿Ah, sí?
- Sí. Todo es una conspiración e importa muy poco. Y las cosas importantes no suele importar...
- ¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que importa?
- Lo que importa son las pequeñas cosas como asegurarte de que tienes suficiente agua en el radiador del coche, o cortarte las uñas de los pies, o tener suficiente papel higiénico, o una bombilla extra, cosas como ésas.
- Eso no parece gran cosa.
- Pues es mucho. Maneja bien tus asuntos triviales y las cosas importantes encajarán solas
- ¿Incluso la muerte?
- Incluso la muerte adoptará un lógica perfecta.
- Eso me gusta –dijo Benji.
- A mí también –dije-, incluso aunque no sea cierto. (P. 193)
Published on January 26, 2014 19:55
January 18, 2014
César Aira, el indescifrable

Les presento mi primer colaboración del año en la revista Yaconic, en su número de enero, que salió tanto en la edición impresa como en la digital. También la pueden leer directamente en la página de la revista a través de este enlace.
Este autor ya cuenta con dos entradas anteriores en el blog, la primera de ellas fue para la reseña de su libro Parménides y la segunda, en el mismo mes, para uno de sus cuentos, titulado El carrito, donde encontrarán algunos datos más sobre el escritor y una entrevista.
Para los interesados en conseguir la revista impresa, les dejo el enlace con los lugares de distribución gratuita (por el momento, únicamente en el Distrito Federal).
Mi interés en este autor en principio se basó únicamente en una de sus obras, pero fue su singular personalidad y estilo literario lo que me engancho por completo a su creación y vida. Adelante:
“Si hay un camino recto es hacia la libertad, hacia ir liberándose de convenciones, de trabas que uno se autoimpone. La última será liberarse de la calidad. ¿Por qué hacerlo bien? ¿Por qué darles ese gusto a los lectores y a los críticos? ¿Y qué si lo quiero hacer mal?” César Aira
Poco se sabe de su infancia, pero en entrevistas ha comentado que fue con Salgari con quien inició su vida como lector y pocos años más tarde fue Jorge Luis Borges (1899-1986, su “maestro perfecto”), con quien inició su vida en la literatura pero con una nueva perspectiva, viéndola ya como un arte y donde surgió su necesidad de expresarse a través de la escritura. En su juventud estuvo rodeado de poetas, lo que justifica que décadas después uno de sus mayores intereses fuera la poesía, género en el que también incursionó.Su nombre fue conocido en diversos países gracias al reconocimiento del diario español El País, que en 1993 le concedió un lugar a su libro Cómo me hice monja dentro de los diez libros de ficción del año. Pocos años después, en 1996, le concedieron la beca anual Guggenheim. Su década más prolífica fue la pasada, con más de treinta obras de su autoría publicadas.El escritor y traductor argentino, ha impartido cursos en dos de las universidades más prestigiosas de Argentina: la Universidad de Buenos Aires y la de Rosario, en los que Rimbaud y Mallarmé han sido algunos de los protagonistas. En cuanto a su trabajo como traductor, entre los autores a quienes ha traducido se encuentran Stephen King y Antoine de Saint-Exupéry.A pesar de que la crítica tiene una opinión ambivalente respecto a él, son muchos los que opinan que Aira es uno de los más grandes exponentes contemporáneos de la literatura argentina, con una obra única que se rehúsa a las clasificaciones. La igualmente controversial Alejandra Pizarnik (poetisa argentina, 1936-1972) se ha convertido en uno de sus centros de estudio y también ha abogado por la polémica literatura de su paisano Osvaldo Lamborghini (1940-1985), cuestiones que hacen visible el gran interés que Aira profesa por sus compatriotas, que al igual que él y pese a su gran trabajo literario, han sido criticados y desacreditados por cuestiones ajenas a sus obras.EL ESCRITOR, UNA EXTRAVAGANTE RAREZA Aira dice acerca de sus novelas: “Yo las llamo ‘novelitas’ para que no esperen una novela propiamente dicha. Son más relajadas porque no apuntan tanto a un cierre, a una perfección.” En general, sus relatos son cortos y siempre sumergidos en la ficción, donde es precisamente una mínima muestra de extrañeza la encargada de otorgarle esa particularidad a la obra de Aira, esa extrañeza que crea una fascinación por su obra. Pero también lo excéntrico es, en buena parte de sus relatos, la norma, donde el autor nos sumerge en realidades alternas que con cierto sentido cómico crean escenarios posibles en esta realidad a veces insólita.En cuanto a su estilo, usualmente Aira narra en primera persona y algunos de sus protagonistas son él mismo, por lo que su obra (como la de la mayoría de los escritores) es en menor o mayor grado autobiográfica. Varios de sus escenarios son reales pero también juega con el espacio, y muchos de sus textos se desenvuelven en ambientes cerrados, donde el desarrollo de personajes y los extraordinarios sucesos tienen mucho más peso.Respecto a sus escenarios, en la pasada 33 Feria Internacional del Libro en Oaxaca, donde el país invitado fue Argentina y contó con Aira como invitado representativo (pues es uno de sus autores actuales más significativos del país) éste comentó: “Mis escenarios son mi pueblo natal, Coronel Pringles, un pueblecito en la provincia de Buenos Aires, donde nací y viví hasta los 18 años; el barrio de Flores, un barrio de la ciudad de Buenos aires donde vivo y donde he hecho un poco la mitología… y el otro escenario es la India, la China, tengo una preferencia por una región que ni sé bien dónde está pero me gusta el nombre Punjab, creo que cerca de Pakistán; y también la ciudad de Rosario que es una ciudad que amo y donde voy todos los años, donde tengo muchos amigos a los que he retratado en mis novelas que suceden en Rosario. Son escenarios de la imaginación“.Fue en esta Feria del Libro donde describió su labor como escritor en pocas pero contundentes líneas:
“Para mí escribir en un placer. Además es lo único que sé hacer. Yo voy a seguir escribiendo hasta el último suspiro. Puede haber una decadencia de las funciones con la edad, pero quizás lo que salga de allí tenga su encanto propio”.Ya estando en tierras mexicanas, el 7 de noviembre Aira viajó al Distrito Federal y el Museo del Estanquillo fue la sede donde sostuvo un interesante diálogo con el escritor mexicano Mario Bellatín, donde hablaron de sus preferencias particulares respecto a la escritura y la lectura, donde opiniones propias y quizá contradictorias eran intercambiadas pero donde un mismo adjetivo los unió, el ser escritores “raros”, sobre lo que Aira opinó: “Si un escritor no es raro, ¿qué es? Es convencional, predecible…” Y eso es exactamente lo que no es Aira, convencional, de ahí su renombre y la importancia que tiene sobre las letras actualmente. Aira es un escritor peculiar que está consciente y disfruta de no formar parte del ordinario círculo literario actual, sabiendo que sus particularidades son precisamente las que lo hacen único y por las cuales puede apreciar a otros escritores con los que comparte esas distinciones.César Aira (Argentina, 1949) es un escritor prolífico que publicó por primera vez a los 26 años y actualmente cuenta con más de setenta obras impresas (tanto en editoriales independientes como en editoriales comerciales). Francia, España, Italia y México son sólo algunos de los países donde ha traducido y editado textos y su estilo se ha desarrollado a través de todos los géneros literarios, sobresaliendo en la narración breve.
«En la literatura argentina, Aira goza del raro privilegio de crear belleza, a la manera de Oscar Wilde o de Fellini. Fabricar objetos exóticos, que una vez en el aire se tornan necesarios e inevitables.» Leonardo Moledo
Lola Ancira, México, 2014.
Published on January 18, 2014 14:01
January 15, 2014
El cuento es un género que encierra todo un universo (entrevista a Lola Ancira)

Esta primer entrada del año -un poco retrasada- es para la entrevista que Joel Flores, escritor y amigo, me hizo hace algunos días. Recientemente fue publicada junto con algunas de mis fotografías (de las cuales utilizaron una para la portada del número de este mes) en el suplemento cultural La Gualdra, del periódico La Jornada de Zacatecas, que pueden leer aquí.
La presente versión es la entrevista completa, que el autor también publicó en su blog, en su entrada más reciente.
Fue un placer responderla y en ella podrán encontrar algunos datos autobiográficos, pensamientos que giran en torno a lo que conforma mi vida, recomendaciones literarias y musicales y, por supuesto, información trascendental sobre el tópico central de la entrevista: la publicación de mi primer libro.
A continuación, la introducción de Joel y la entrevista:
"En noviembre del año pasado tuve la oportunidad de presentar en Zacatecas parte de la reciente colección de libros que acaba de inaugurar Pictographia Editorial, proyecto conformado por Juan José Romero y Gabriela Flores, y auspiciado por CONACULTA e INBA, que busca dar espacio a aquellos autores novicios de Centro Occidente que están haciendose camino en el complicado panorama editorial mexicano.Entre los libros publicados destaca Tusitala de óbitos, un compendio de quince cuentos escritos por Lola Ancira, que busca interpretar el mundo a través del género fantástico extraño y ambiguo, comunes en Francisco Tario, Amparo Dávila, Inés Arredondo y Guadalupe Dueñas, y nos ofrece historias sobre enfermedades extrañas que se aferran a exterminar la raza humana, ideas como laberintos que cautivan a quien las crea, amores que se sugieren como una enfermedad mental o un espejismo engañoso, entre otras que hacen un desfile de criaturas extrañas y hechos siniestros.Lola Ancira nació en Querétaro en 1987 y estudió Letras Modernas en Español en la misma ciudad. Pertenece a esa estirpe de escritores extraterritoriales, que mudan continuamente de ciudad y hasta de país, como si gracias al viaje fortalecieran su visión sobre el mundo y, por ende, su literatura. Desde niña se dedica al modelaje alternativo para revistas independientes, marcas de ropa o fotógrafos underground y es, también, nativa de las plataformas virtuales como Blogspot, Facebook y Twitter. Vive en Distrito Federal, donde trabaja como editora y modelo freelance. En esta entrevista, que le realicé a través de Facebook, nos habla de su libro, el género cuento y en el proyecto que ahora trabaja."

Joel Flores.- Se sabe que sueles combinar el modelaje con la literatura, ¿a qué se debe y cómo logras compaginar ambas actividades tan diferentes?
Lola Ancira.- La literatura ha formado parte de mi vida desde pequeña a través de la lectura, y en la escritura inicié a la misma edad que en el modelaje, cuando tenía 16 años. Estaba en esa eterna búsqueda adolescente de identidad y motivación en la vida, y lo encontré en esas dos actividades: leer a los maestros del cuento y modelar en pasarelas como modelo alternativa. Compaginarlas, por lo tanto, nunca me ha resultado extraño o difícil, pues me fascinan las características de cada una y el hecho de que sean tan distintas y se desarrollen en contextos tan diversos.Sin embargo, tras un intento fallido de estudiar la Licenciatura en Criminología, salí del país por un tiempo y al volver retomé la idea de estudiar algo relacionado con la literatura, como eran mis planes años atrás. No ingresé a la universidad pensando, como sucede erróneamente, que saldría siendo una escritora de ficción, pero sí con el objetivo de aprender y ampliar mi conocimiento en este arte y tener las bases necesarias para construir mi formación literaria como lectora, a través de conocimientos específicos y diversas técnicas narrativas. Continué escribiendo y participé en algunos concursos y convocatorias locales durante ese periodo, también publiqué en medios electrónicos de circulación nacional.J.F.- Retomando tu vida en la licenciatura en Letras, ¿por qué empezaste a escribir cuento y no novela?
Fue en la facultad de Lenguas y Letras de la Universidad Autónoma de Querétaro donde conocí a maestros extraordinarios, que alentaron mi amor por las letras en todo momento y que me apoyaron siempre. Gracias a ellos y al interés personal conocí autores y obras fuera de los programas educativos (que a veces son reducidos). Sin embargo, querer “ser” escritor es un trabajo difícil y hay que ser autodidacta de por vida, no sólo buscar una licenciatura y esperar que todo ocurra por acto de magia. Hay que trabajar en ello y dedicarle todo nuestro tiempo, además de que es “uno de los oficios más difíciles y solitarios”, como muchos escritores lo han dicho.
L.A.- Empecé a escribir al entrar a la preparatoria, gracias a un proyecto de Español, que era escribir un cuento, precisamente. Después de realizar aquella tarea descubrí que podía expresar mi imaginario a través de pequeñas historias, como las que me encantaba leer. Así que las seguí escribiendo.Las primeras lecturas que realicé siendo consciente de lo que tenía en las manos fue de cuentos. Edgar Allan Poe y Horacio Quiroga eran mis favoritos y durante algún tiempo mi único material, así que desarrollé una fijación con la ficción y la narración breve, con el misterio y el horror, con ese sentimiento de extrañeza que despiertan las letras de vidas extravagantes y enigmáticas que configuraron nuevos mundos para aquellos que necesitan explicarse la realidad y el mundo a través de interpretaciones poco convencionales o conocidas. Allí, en ese tiempo, empezó todo para mí: hacer literatura, a través del cuento.J.F.- Pictographia editorial ha publicado, gracias a que te seleccionaron como una de las jóvenes narradoras más destacadas de Centro Occidente, tu primer libro de cuentos, ¿cómo nace Tusitala de óbitos?
L.A. - Este libro surge de la necesidad de lograr un objetivo con mis relatos: ser leída. Tusitala de óbitos es una compilación de quince cuentos que tienen como temática central la muerte y la desesperación de lo que no pertenece, lo que está fuera de lugar. Tusitala viene del nombre que los aborígenes de las islas del Pacífico Sur le dieron al escritor Robert Louis Stevenson, que significa: “el que cuenta historias”, y óbito es el fallecimiento de una persona, de lo que resultaría “contador de historias de muertes”. Todos los cuentos que lo conforman son inéditos y fueron escritos en un periodo relativamente largo (dos años), siempre con la finalidad de formar un acervo de casos y personajes perturbadores que, al parecer, sólo podrían vivir en el pensamiento.
A través de mi cuentos busco dejar en libertad todas las ideas que me obsesionan, pensamientos inquietantes rodeados siempre de un miedo inexplicable. A través de mis cuentos realizo una búsqueda de todo lo que he ido perdiendo o dejando en el transcurso de mi vida, una especie de metamorfosis que transforma lo desconocido y lo nombra a través de la palabra, memorias que tejen historias creadas en mi inconsciente para intentar comprender el presente perpetuo gracias a un pasado inusual y un futuro inquietante. Por otro lado, la idea de publicar un libro estaba presente poco tiempo después de escribir mis primeros cuentos, pero hasta ahora no había tenido el desarrollo deseado como escritora. Al estudiar en la facultad, mi tiempo de escritura creativa se redujo considerablemente, pero nunca dejé de escribir. Pocos meses después de titularme, fue cuando descubrí la convocatoria de Pictographia Editorial y decidí hacer lo posible por reunir el material necesario y participar. Así lo hice y resulté seleccionada. Fue una gratificación muy grande obtener los resultados deseados y saber que mi obra tiene futuro y razón de ser, que finalmente encontré a los lectores que hicieron posible la publicación del libro y que ahora llegaré a muchas más mentes y universos.J.F.- Nos hablas sobre Tusitala de óbitos y un poco de tu imaginario como escritora, ¿cómo concibes el género cuento y cuáles son tus influencias literarias?
L.A.- El cuento es una narración breve que encierra todo un universo y muchos significados. “Es algo que tiene un ciclo perfecto e implacable, que empieza y termina satisfactoriamente, como una esfera”, (Julio Cortázar, 1980). Su forma sublime nos acerca a un campo poético que comunica, con los artificios del lenguaje y la ficción, historias magníficas y admirables sin necesidad de amplias descripciones o un gran desarrollo de personajes. El cuento aboga por la imaginación y creatividad del lector, en gran parte. Se trata de la liberación de todos los fantasmas y demonios que acechan constantemente al escritor, como lector y ser humano. No por nada Cortázar escribió en Del cuento breve y sus alrededores que es una depuración de emociones que más vale expulsar.Mis influencias literarias en realidad son muchas, me atrevería a decir que la mayoría de los textos que leo, ya sea cuento, novela, ensayo o poesía. Pero, concretamente, son pocos los autores que siempre tendrán mi eterna veneración: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Edgar Allan Poe y Ray Bradbury.J.F.- ¿Sueles leer a escritores o escritoras de tu generación, es decir, los nacidos en la década de los ochenta?
L.A.- En realidad conozco y he leído muy pocos, menos de cinco, ya que trato de que mis lecturas estén relacionadas en general con el canon literario y con los Nobel de Literatura, e ir avanzando cronológicamente hacia adelante. Esto únicamente tiene que ver con la cantidad exorbitante de libros y textos que se publican actualmente y los ya existentes, a una lista interminable de lecturas y a un tiempo en parte restringido. Conocer los orígenes y las bases de la literatura me parece más apremiante, de momento.
A los que he leído son Mauricio Caudillo, Joel Flores y Javier A. Moreno. Caudillo es un poeta que retrata las calles de la ciudad a través de una metamorfosis urbana que refleja lo impactante de la modernidad y la industria, que describe cómo ha sido la pérdida de la misma humanidad entre líquidos artificiales y químicos. Moreno “cuenta historias” y “juega con textos” que crean atmósferas y escenarios distópicos y misteriosos, siempre posibles pero inmersos en la ficción. Flores, a través de su narrativa, describe los horrores en los que cierta parte del país se ha sumergido, actos y hechos presentes en la consciencia de una sociedad silenciada y atemorizada. Dos de los autores que he descrito se mantienen al margen de la crítica social, que es lo que precisamente no hace el tercero. Mi explicación es que actualmente hay cierto desinterés por hacer literatura realista debido a la apatía social en que vivimos, lo que vuelve más natural enfocarnos en la ficción y en la creación de explicaciones metafísicas para entender los feroces acontecimientos actuales, no como evasión, sino como posible metáfora.J.F.- ¿En qué proyecto te encuentras trabajando ahora, en otro libro de cuentos o en la novela?
L.A.- En otro libro de cuentos. Al cuento no lo dejaré de lado nunca, es mi quid. Aún no estoy segura si en algún momento de mi trayectoria trataré de escribir una novela, es algo que no puedo responder ahora. Quizá en ese aspecto sea como Borges, que nunca escribió novela. El cuento y la novela son géneros por completo distintos y uno no lleva al otro ni es su extensión, necesariamente.J.F.- Para finalizar, ¿cuál es tu soundtrack de trabajo, qué música escuchabas mientras escribiste Tusitala de óbitos?
L.A.-La música que escucho al escribir generalmente es instrumental, con poca o nula vocalización, como Wim Mertens, Ólafur Arnalds e incluso Sigur Rós, y las pocas veces que escucho música con vocalización son generalmente femeninas, como Daughter o CocoRosie, pero lo que tienen en común siempre es que son melodías armoniosas y melancólicas.
Published on January 15, 2014 18:23