Lola Ancira's Blog, page 44

July 31, 2017

El triunfo de la memoria - Abril Posas



(Entrada pendiente)
1 like ·   •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on July 31, 2017 14:28

July 28, 2017

Las líneas de la mano - Julio Cortázar (cuento)

Julio Cortázar


El cuento breve «Las líneas de la mano» de Julio Cortázar fue publicado en su libro Historias de cronopios y de famas en 1962.


Las líneas de la mano

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hacia el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on July 28, 2017 15:12

July 22, 2017

El horror del plagio





Hace algunas semanas estaba escribiendo un texto y quise releer uno de mis ensayos publicado en mi columna en VozEd en enero de 2016, «Los monstruos que nos habitan», así que busqué una de las frases que había utilizado para encontrar la publicación, pero me encontré con una sorpresa: el primer resultado de la búsqueda era del sitio web de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, una ponencia titulada «Los monstruos, Jung y los relatos orales: por qué me gusta leer a Ana María Shua»
    Al abrir mi texto publicado en Vozed y compararlo con dicha ponencia, publicada algunos meses después que mi ensayo, entendí todo: mi texto fue plagiado integro, tres cuartillas de las ocho que conformaban la ponencia que presentó la profesora Graciela Noemí Carám eran de mi autoría. Tras investigar, descubrí que el resto de «su» ponencia era otro plagio integro de un ensayo publicado en 2008 por Denise León, «Ana María Shua, las felicidades de la repetición». Por supuesto, ninguno de nuestros nombres ni el título de nuestras obras se mencionan en la bibliografía de la profesora Carám.
    Sé que los textos en internet son de libre acceso y pueden ser compartidos o utilizados como referencias, e incluso que la red es una herramienta que facilita por completo lo anterior, pero siempre debe integrarse algún sistema de citación.







    Ésta es una entre muchas otras violaciones a los derechos de Propiedad intelectual, misma que incluso está tipificada como delito en México (el Colegio de México le retiró el grado de Doctor a Rodrigo Núñez Arancibia por una reproducción casi íntegra de un libro para su tesis, y en 2016 una alumna fue expulsada debido a otro caso de plagio académico que llegó a los tribunales). 
   Más allá de la indignación, es increíble que este tipo de obras realizadas sin ética profesional no cuenten con ningún tipo de filtro o cuidado editorial. Lo primordial fue, por supuesto, denunciarlo ante las autoridades competentes, en este caso enviando las pruebas del plagio a los correos electrónicos de algunos Departamentos de la FaHCE.
     Éste es un fragmento de la respuesta que obtuve de la Prosecretaría de Gestión Editorial y Difusión (en el que, por cierto, también me informaron que Carám en realidad no trabaja en su facultad, sino en el Colegio Nacional): «En respuesta a su reclamo, hemos procedido a retirar el trabajo de nuestra web, al tiempo que notificamos a las autoridades de la biblioteca quienes harán lo propio en el repositorio institucional. En ambos casos, se deja debidamente expresado que ha habido un reclamo de plagio sobre el trabajo retirado».






    En Vozed tuve todo el apoyo en este tema desde el inicio, e incluso publicaron el texto «Monstruos y el plagio» para hacerlo público. Transcribo a continuación los primeros dos párrafos:

EN VOZED TENEMOS  un contador de las veces que copian un texto sin permiso, lo plagian o se lo auto-asignan, e, increíblemente, llevamos un número que lejos de ser pequeño va creciendo y creciendo. El último incremento en el contador de plagios ha sido para Lola Ancira -una escritora con una prosa fluida y que gusta trabajar con temas diferentes al resto de los escritores-, quién descubrió que  la profesora Graciela Noemí Carám, en un cátedra para la Didáctica de la Lengua y la Literatura II, presentó, dentro del Eje temático 1: Poéticas de autor@s, organizado por el Departamento de Letras, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, una ponencia que se llama Los monstruos, Jung y los relatos orales: Por qué me gusta leer a Ana María Shua.Entendemos que una ponencia donde se explica por qué el gusto por leer, en este caso el de la propia profesora Carám, no exige una escritura creativa, pero si propia. Está dando su opinión y contando su experiencia; y si hay un texto que no es suyo pero que expresa lo que siente y quiere decir, hubiera bastado citarlo, como manda el propio buen hacer de la investigación académica. A la profesora Carám se le olvidó poner las comillas y citar el texto entero de Lola Ancira. También se le olvidó poner comillas y citar un segundo texto, entero, que conforma el total de su ponencia… pero damos fe de que citó a Borges, a Boccanera y a Jung entre otros. (Continuar leyendo...)

    Tres de los cuatro enlaces que permitían acceder a la ponencia de Carám ya no están disponibles y muestran la leyenda «NOTA DE REMOCIÓN: Trabajo retirado con fecha 19-6-2017 debido a la recepción de un reclamo de plagio», así que sólo queda enviar otro correo al Colegio Nacional.
1 like ·   •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on July 22, 2017 12:07

July 14, 2017

Efecto vudú - Édgar Omar Avilés




Efecto vudú (Ediciones B, 2017) es la última novela fantparte ﷽﷽﷽﷽ peculiaridades de esta novela es que su argumento rpincipal en o termine por destuir todo lo que estástica publicada de Édgar Omar Avilés. Ychi es el protagonista de una serie de historias que reflejan la transformación no sólo de su existencia, sino también de la de diferentes contextos sociales e históricos que en ocasiones reflejan una ucronía que muestra lo que hubiera sucedido si un acontecimiento real hubiera concluido de otra forma. Efecto vudú reúne ciencia ficción, drama, fantasía, melancolía, pesadumbre, una dura realidad y un vudú muy peculiar, todo ello originado por el sentimiento humano más natural: la negación de una madre, Madamme Garcell, ante la muerte accidental de Ychi, su único hijo, y las interminables medidas tomadas y acciones realizadas para revertir la desgracia a través del vudú cósmico, un conjunto de prácticas y creencias que involucran la astrología, que desafía el espacio y el tiempo y que lo mismo crea mundos posibles que hipotéticos.Este vudú es uno de los más poderosos y peligrosos que existen en el universo de Ychi, pues pone en riesgo la existencia del mundo entero y todos sus habitantes. A Madamme Garcell, una experta bokor instruida en diferentes tipos de vudú, poco le importa instaurar el caos en el mundo si ello significa recuperar lo que más ama, incluso aunque sea por algunos pocos minutos para después tener que intentarlo de nuevo una y otra vez y aun si esto implica destruir todo lo que está a su alcance.En aproximadamente doscientas páginas y veinte capítulos, este libro incluye también una serie de magníficas minificciones, a modo de prefacio para cada uno de ellos, bajo el título de Las otras vidas de Ychi, que refiere a otras historias del protagonista.Avilés demuestra en Efecto Vudú que hay una cantidad ilimitada de posibilidades. La creatividad del autor desafía la realidad y sus parámetros, provoca la fantasía e incita, con el lenguaje como proyectil dirigido directamente a la sensibilidad, a la reflexión.Estas vidas de Ychi se desarrollan en escenarios tan opuestos como un cañaveral en Haití, durante 1940, un campo árido de una ciudad postapocalíptica en cuyo cielo radiactivo se desarrolla una batalla eterna entre robots y humanos, en el año 2453, o en España, durante 1821, en plena revolución industrial, donde Ychi trabaja como mago y científico venido a menos reviviendo cadáveres durante algunos minutos en «El insólito show de los infrahumanos» para una audiencia desesperanzada. Otro de los escenarios, y uno de los más peculiares, es el Mundo de Papel, en el año 2790, en Rusia. Aquí, Ychi es el soberano de todo un reino de origami, creado con infinidad de tipos de papeles, que está en peligro de desaparecer y convertirse en cientos de trozos de papeles desdoblados. Una de las peculiaridades de esta novela es que su temática principal parte de la premisa de que en Haití se utilizaban zombis (cuyo término y casos ganaron popularidad durante el siglo XX) como esclavos en los campos de cañas de azúcar de los caciques, lo que refleja la opresión y los abusos a los que eran sometidos, aparentemente incluso tras la muerte, los nativos de aquel país durante la década de los cuarenta.

Ilustración de un «zombie» esclavo hecha por Jean-Noël Lafarge

El imaginario de Avilés y su habilidad para crear mundos fantásticos y maquinar argumentos que los sustenten es sorprendente.  Su obra exhibe una sensibilidad peculiar que ahonda en reflexiones íntimas y que refleja cierta crítica social.
El libro está a la venta en librerías Gandhi, Porrúa, El Péndulo, El Sótano y EDUCAL.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on July 14, 2017 21:30

June 28, 2017

El peatón - Ray Bradbury (cuento)

Ray Bradbury


«El peatón» es un relato de Ray Bradbury, y forma parte de su libro Las doradas manzanas del Sol, publicado en 1953.


El peatón

Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead. Se detenía en una bocacalle, y miraba a lo largo de las avenidas iluminadas por la Luna, en las cuatro direcciones, decidiendo qué camino tomar. Pero realmente no importaba, pues estaba solo en aquel mundo del año 2052, o era como si estuviese solo. Y una vez que se decidía, caminaba otra vez, lanzando ante él formas de aire frío, como humo de cigarro. A veces caminaba durante horas y kilómetros y volvía a su casa a medianoche. Y pasaba ante casas de ventanas oscuras y parecía como si pasease por un cementerio; sólo unos débiles resplandores de luz de luciérnaga brillaban a veces tras las ventanas. Unos repentinos fantasmas grises parecían manifestarse en las paredes interiores de un cuarto, donde aún no habían cerrado las cortinas a la noche. O se oían unos murmullos y susurros en un edificio sepulcral donde aún no habían cerrado una ventana. El señor Leonard Mead se detenía, estiraba la cabeza, escuchaba, miraba, y seguía caminando, sin que sus pisadas resonaran en la acera. Durante un tiempo había pensado ponerse unos botines para pasear de noche, pues entonces los perros, en intermitentes jaurías, acompañarían su paseo con ladridos al oír el ruido de los tacos, y se encenderían luces y aparecerían caras, y toda una calle se sobresaltaría ante el paso de la solitaria figura, él mismo, en las primeras horas de una noche de noviembre. En esta noche particular, el señor Mead inició su paseo caminando hacia el oeste, hacia el mar oculto. Había una agradable escarcha cristalina en el aire, que le lastimaba la nariz, y sus pulmones eran como un árbol de Navidad. Podía sentir la luz fría que entraba y salía, y todas las ramas cubiertas de nieve invisible. El señor Mead escuchaba satisfecho el débil susurro de sus zapatos blandos en las hojas otoñales, y silbaba quedamente una fría canción entre dientes, recogiendo ocasionalmente una hoja al pasar, examinando el esqueleto de su estructura en los raros faroles, oliendo su herrumbrado olor. -Hola, los de adentro -les murmuraba a todas las casas, de todas las aceras-. ¿Qué hay esta noche en el canal cuatro, el canal siete, el canal nueve? ¿Por dónde corren los cowboys? ¿No viene ya la caballería de los Estados Unidos por aquella loma?
La calle era silenciosa y larga y desierta, y sólo su sombra se movía, como la sombra de un halcón en el campo. Si cerraba los ojos y se quedaba muy quieto, inmóvil, podía imaginarse en el centro de una llanura, un desierto de Arizona, invernal y sin vientos, sin ninguna casa en mil kilómetros a la redonda, sin otra compañía que los cauces secos de los ríos, las calles. -¿Qué pasa ahora? -les preguntó a las casas, mirando su reloj de pulsera-. Las ocho y media. ¿Hora de una docena de variados crímenes? ¿Un programa de adivinanzas? ¿Una revista política? ¿Un comediante que se cae del escenario? ¿Era un murmullo de risas el que venía desde aquella casa a la luz de la luna? El señor Mead titubeó, y siguió su camino. No se oía nada más. Trastabilló en un saliente de la acera. El cemento desaparecía ya bajo las hierbas y las flores. Luego de diez años de caminatas, de noche y de día, en miles de kilómetros, nunca había encontrado a otra persona que se paseara como él. Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban la ciudad. Durante el día se sucedían allí tronadoras oleadas de autos, con un gran susurro de insectos. Los coches escarabajos corrían hacia lejanas metas tratando de pasarse unos a otros, exhalando un incienso débil. Pero ahora estas carreteras eran como arroyos en una seca estación, sólo piedras y luz de luna. Leonard Mead dobló por una calle lateral hacia su casa. Estaba a una manzana de su destino cuando un coche solitario apareció de pronto en una esquina y lanzó sobre él un brillante cono de luz blanca. Leonard Mead se quedó paralizado, casi como una polilla nocturna, atontado por la luz. Una voz metálica llamó: -Quieto. ¡Quédese ahí! ¡No se mueva! Mead se detuvo. -¡Arriba las manos! -Pero... -dijo Mead. -¡Arriba las manos, o dispararemos! La policía, por supuesto, pero qué cosa rara e increíble; en una ciudad de tres millones de habitantes sólo había un coche de policía. ¿No era así? Un año antes, en 2052, el año de la elección, las fuerzas policiales habían sido reducidas de tres coches a uno. El crimen disminuía cada vez más; no había necesidad de policía, salvo este coche solitario que iba y venía por las calles desiertas. -¿Su nombre? -dijo el coche de policía con un susurro metálico. Mead, con la luz del reflector en sus ojos, no podía ver a los hombres. -Leonard Mead -dijo. -¡Más alto! -¡Leonard Mead! -¿Ocupación o profesión? -Imagino que ustedes me llamarían un escritor. -Sin profesión -dijo el coche de policía como si se hablara a sí mismo. La luz inmovilizaba al señor Mead, como una pieza de museo atravesada por una aguja. -Sí, puede ser así -dijo. No escribía desde hacía años. Ya no vendían libros ni revistas. Todo ocurría ahora en casa como tumbas, pensó, continuando sus fantasías. Las tumbas, mal iluminadas por la luz de la televisión, donde la gente estaba como muerta, con una luz multicolor que les rozaba la cara, pero que nunca los tocaba realmente. -Sin profesión -dijo la voz de fonógrafo, siseando-. ¿Qué estaba haciendo afuera? -Caminando -dijo Leonard Mead. -¡Caminando! -Sólo caminando -dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara. -¿Caminando, sólo caminando, caminando? -Sí, señor. -¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué? -Caminando para tomar aire. Caminando para ver. -¡Su dirección! -Calle Saint James, once, sur. -¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead? -Sí. -¿Y tiene usted televisor? -No. -¿No? Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación. -¿Es usted casado, señor Mead? -No. -No es casado -dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante. La luna estaba alta y brillaba entre las estrellas, y las casas eran grises y silenciosas. -Nadie me quiere -dijo Leonard Mead con una sonrisa. -¡No hable si no le preguntan! Leonard Mead esperó en la noche fría. -¿Sólo caminando, señor Mead? -Sí. -Pero no ha dicho para qué. -Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente. -¿Ha hecho esto a menudo? -Todas las noches durante años. El coche de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba débilmente. -Bueno, señor Mead -dijo el coche. -¿Eso es todo? -preguntó Mead cortésmente. -Sí -dijo la voz-. Acérquese. -Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del coche se abrió de par en par-. Entre. -Un minuto. ¡No he hecho nada! -Entre. -¡Protesto! -Señor Mead... Mead entró como un hombre que de pronto se sintiera borracho. Cuando pasó junto a la ventanilla delantera del coche, miró adentro. Tal como esperaba, no había nadie en el asiento delantero, nadie en el coche. -Entre. Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una cárcel en miniatura con barrotes. Olía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No había allí nada blando. -Si tuviera una esposa que le sirviera de coartada... -dijo la voz de hierro-. Pero... -¿Hacia dónde me llevan? El coche titubeó, dejó oir un débil y chirriante zumbido, como si en alguna parte algo estuviese informando, dejando caer tarjetas perforadas bajo ojos eléctricos. -Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas. Mead entró. La puerta se cerró con un golpe blando. El coche policía rodó por las avenidas nocturnas, lanzando adelante sus débiles luces. Pasaron ante una casa en una calle un momento después. Una casa más en una ciudad de casas oscuras. Pero en todas las ventanas de esta casa había una resplandeciente claridad amarilla, rectangular y cálida en la fría oscuridad. -Mi casa -dijo Leonard Mead. Nadie le respondió.
El coche corrió por los cauces secos de las calles, alejándose, dejando atrás las calles desiertas con las aceras desiertas, sin escucharse ningún otro sonido, ni hubo ningún otro movimiento en todo el resto de la helada noche de noviembre.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on June 28, 2017 12:57

June 23, 2017

Vida extra - Alfredo Carrera





Desde cientos de años atrás, la temática del suicidio ha suscitado múltiples opiniones, y es un hecho que desde entonces ha contado tanto con partidarios como con detractores. Albert Camus lo definió prodigiosamente: «El único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio. Juzgar si la vida es o no digna de vivir es la respuesta fundamental a la suma de preguntas filosóficas».Esta controversial acción es el eje temático de Vida extra (Pearson, 2017), la primer novela juvenil (con ilustraciones de Cuauhtémoc Watzka) del escritor Alfredo Carrera.Vida extra es un viaje en el tiempo a finales de la década de los 90 –ésa que, para muchos, amenazaba con concluir y llevarse al mundo entero con ella, todo por el posible colapso tecnológico que se avecinaba– y principios del nuevo siglo. Como en un videojuego, esta novela ofrece la posibilidad de volver a la vida  tras una muerte virtual: Juan Carlos, el protagonista, desde el primer capítulo abre su mundo y su mente para el lector y explica por qué decidió dar marcha atrás con su plan de suicidio, mismo que estaba a segundos de realizar.  A través del diario de este adolescente de diecisiete años que cursa el sexto semestre de preparatoria y cuya historia se sitúa en 2002, Carrera ha creado un muestrario perfecto de la forma de vida de la juventud de entonces que, aunque en realidad no parece tan lejano, es una buen ejemplo de cómo los avances tecnológicos han modificado a la sociedad. Juan Carlos utiliza unos Walkman, para conectarse a internet debe usar la línea del teléfono (y desconectarse en caso de que su madre quiera hacer una llamada), su principal fuente de investigación es la enciclopedia digital Encarta, visita la ilustrativa página web Shownomercy  y, entre sus amigos, es uno de los pocos privilegiados que tiene un celular de segunda generación.La trama se desarrolla a la par que los personajes se presentan desde la perspectiva de Juan Carlos gracias a las cartas que envió previamente a su intento de suicidio por correo postal (otro elemento que ahora podría considerarse anticuado, sobre todo por las nuevas generaciones). Estas misivas breves aparecen intercaladas en la novela a través de un diseño original, pues simulan hojas arrancadas de un cuaderno. Diversas referencias tanto musicales como literarias salpican estas páginas, entre ellas un aparentemente inofensivo «club de los suicidas», que evoca al singular relato de Robert Louis Stevenson El club de los suicidas, publicado en 1878.Con un humor ácido que, por las alusiones a la muerte autoinflingida recuerdan a Joseph Conrad («Que piensen lo que quieran, pero no pretendía ahogarme. Tenía intención de nadar hasta hundirme –pero no es lo mismo»), Carrera expone aquí temas como la friendzone y el bullying, un sistema educativo deficiente, la fragmentación familiar y la difícil y penosa transición de la infancia a la adultez y el desarrollo de la personalidad. Vida extra es una novela para nuestro adolescente –suicida o no– interior, que nos recuerda que los jóvenes en esta etapa pueden ser ineptos, indisciplinados o soberbios, pero siempre fieles a sí mismos. Con los años, las penas y los miedos se acumulan, creando lastres que nos impiden cada vez más tomar nuestras propias decisiones y buscar, por trillado que parezca, la felicidad, mientras que el tiempo va cubriendo con delgadas capas grises la persona que realmente fuimos para así poder cumplir ciertas expectativas familiares y sociales sobre lo que implica la vida adulta. Por lo tanto, la juventud parecería un desperfecto que debe superarse a la brevedad posible.     Carrera refleja cómo los adolescentes viven las emociones intensificadas, y algo que aparentemente no es grave o importante, crece en ellos como un monstruo que puede devorarlos por completo, como una sombra que los envuelve y los persigue incluso en los sueños. Durante la juventud el sufrimiento es exponencial, profundo y radicalmente desmesurado. Las primeras experiencias sentimentales y físicas impactan en un mayor grado porque no tiene precedentes, pues sólo se tenía información teórica. Y los resultados, muchas veces, pueden ser desastrosos. Para Shakespeare, «La juventud, aun cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo». Juan Carlos es el mejor ejemplo de lo anterior.             A través de los tres meses que transcurren en los treinta y cinco capítulos de Vida extra, Juan Carlos describe, primero a través del recuerdo y después en el presente, todo aquello que estuvo vinculado a su casi fatalista decisión, pero también van surgiendo, poco a poco, sus puntos de apoyo y salvación, demostrando una evolución en el personaje conforme el argumento de la novela se desarrolla.Una última reflexión sobre el tema. La eutanasia o el suicidio asistido es legal desde 2002 en Bélgica, pero en 2014 esta ley anuló cualquier restricción referente a la edad de quien la solicite, aunque el principio sigue siendo el mismo: la persona debe estar sufriendo alguna enfermedad física o mental que no tenga cura. 24 & ready to die es un documental que retrata precisamente esto: una joven de veinticuatro años muestra por qué ha decidido recurrir a la eutanasia. Problemas psicológicos que la han aquejado durante la mayor parte de su vida le impiden disfrutar de su existencia. Ha sido aprobada para el procedimiento, pero algo ocurre días antes de que se lleve a cabo. Paloma, la protagonista de once años de la película Le hérisson (2009), tiene una opinión sobre la existencia muy similar a la de la joven del documental y a la de varios personajes de Vida extra. Uno de los encantos de estas obras es, precisamente, descubrir cómo se modifica la introspección de los protagonistas conforme se enfrentan a ciertas experiencias.



Escritores suicidas (1985) de Héctor Gamboa, Suicidios ejemplares (1991) de Enrique Vila-Matas,   Réquiem por un suicida (1993) de René Avilés Fabila, La tienda de los suicidas (2008) de Jean Teulé y  Agenda del suicidio  (2011) de Pablo Raphael son otros recomendables libros que tocan esta controversial temática a través de la ficción (excepto el primero, que es biográfico).        El libro está a la venta en la página web de la editorial Pearson, así como en la de Librería Porrúa, y en librerías ElSótano.            Para finalizar, transcribo algunas de las mejores frases de la novela:«Sé que las mujeres acumulan más intentos de suicidios y que los hombres son efectivos en un porcentaje mayor, pero y no logré que creciera ese número: soy un fraude.» p. 10«Los tres escogimos el silencio como lenguaje universal para intentos fallidos de suicidio.» p. 13«Le digo diario, aunque más parece una carta pública al mundo.» p. 16«Intento mantenerme cuerdo, pero el asunto me obliga a escribir estas cosas.» p. 17«Mis deseos de morir no se fueron. Por las noches fantaseaba con dejar de respirar.» p. 19«Quería que lo vieran todos. Si la muerte no provoca nada, parece inútil.» p. 23«Quiero dormir con la esperanza de no despertar o hasta que el fin del mundo esté cerca, hasta el Juicio Final.» p. 36«Me tomó de la mano como si fuera un niño que se puede perder, que puede encontrar unas tijeras para clavárselas en el pecho, que puede encontrar pronto un edificio más alto para saltar… No me aguanto ni yo.» p. 41«Creo que me hubiera gustado que se suicidaran otros en lugar de hacerlo yo, pero no los puedo obligar.» p. 57«Marcado de por vida, o por lo menos en lo que acabo la prepa.» p. 65rodo prefesido?: cartas en hojasenos en lo que acabo la prepa.» p. 65lo yo, pero no los puedo obligar.» p. 57: cartas en hojas«Recibía a los invitados y preguntaba: "¿Cuál es tu método preferido?", al tiempo que señalaba un montón de instrumentos, como un mazo, una soga, una jeringa, una bolsa enorme con pastillas.» p. 69 
 «Las parejas siempre terminan mal.» p. 111
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on June 23, 2017 19:51

June 20, 2017

Hay Festival - Bogotá39-2017

Ilustración de Owen Gatley


Hace algunas semanas se dio a conocer la lista de los treinta y nueve escritores de ficción, de quince países de América Latina y menores de cuarenta años, que formarán parte del Hay Festival Cartagena en enero de 2018.
Autores de México (que encabeza la lista con siete, como Emiliano MongeEduardo Rabasa y Valeria Luiselli), Argentina (como Samantha Schweblin), Colombia, Chile, Perú, República Dominicana, Brasil, Ecuador, Bolivia (como Liliana Colanzi), Uruguay, Puerto Rico, Guatemala, Costa Rica, Venezuela y Cuba se reunirán para mostrar sus obras en diferentes puntos de diversas ciudades de Colombia, y el resultado final será una antología de cuentos y fragmentos de novelas que se publicará por editoriales independientes cuando el Festival se lleve a cabo.
Al respecto, el periodista Winston Manrique Sabogal realizó una serie de entrevistas concisas, de solamente dos preguntas pero que obtuvieron respuestas estupendas -a pesar de la brevedad de algunas-, publicadas en tres entregas, pues cada una incluyen a trece autores, para su sitio WMagazín bajo el título «Los 39 escritores latinoamericanos más prometedores se presentan a sus lectores» Parte 1, 2 y 3. Cómo él mismo lo explica:

WMagazín invitó a estos 39 escritores a que se presentaran ellos mismos ante los lectores. Aceptaron. Lo hacen respondiendo preguntas básicas que se formula todo autor y quiere saber cada lector: nos confiesan por qué y para qué escriben, definen cómo es su literatura, qué intereses literarios tienen y cuál es su último libro y qué sello lo editó.

Como ejemplo de lo anterior, transcribo las respuestas y la información del escritor Diego Erlan, una de mis entradas favoritas.


Fotografía tomada de un video del autor para Vimeo
Diego Erlan (Argentina, 1979)¿Por qué y para qué escribe?Escribo porque no puedo hablar. Y la escritura es producto de ese silencio que aturde: una exploración por las tensiones internas, una forma de exponer lo inconcebible, desbaratar la buena consciencia y asumir como propios los miedos que uno suele ocultar.¿Cómo describiría o definiría su literatura y cuáles son sus intereses literarios?Quizás sea en la indefinición donde podría definir mi literatura. Un proyecto que se construye a partir de la bruma, la distorsión que envuelve algo que sabemos que existe, pero lo vemos de a poco, algo misterioso al que accedemos con cierto temor y fascinación. Uno de los críticos más ásperos de mi generación incluyó a El amor nos destrozará, mi primera novela, como parte del “realismo infame”. Apunto a una literatura que desde el ritmo se acerque al sentido, pero a un sentido en tensión permanente: sobre lo que ve, sobre lo que entiende, sobre lo que cree saber.Mi último libro es la novela  La disolución  (Tusquets, 2016)Diego Erlan estudió Comunicación Social e Historia del Arte. Durante 14 años escribió sobre arte, literatura y cine en el diario  Clarín , donde fue editor de la sección Literatura y Libros de la revista Ñ. Ha sido profesor universitario, guionista de televisión y crítico cultural para medios nacionales y extranjeros. Durante el año 2009 coordinó el ciclo de discusión estética Manifiesto mientras terminaba de escribir  El amor nos destrozará  (Tusquets, 2012), su primera novela. En 2013 fue finalista del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo por su reportaje La larga risa de todos estos años. En 2016 publicó su segunda novela, La disolución (Tusquets). Ese mismo año recibió la Beca del Fondo Nacional de las Artes para escribir la biografía del escritor argentino Rodolfo Enrique Fogwill, proyecto en el que está embarcado desde hace cinco años.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on June 20, 2017 19:47

June 10, 2017

¿Qué tanto es morir? - Jaime Garba





La venganza ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad. Para Samuel Johnson, literato del siglo XVIII, «La revancha es un acto de pasión; la venganza de justicia. Las heridas son vengadas; los crímenes son vindicados».
¿Qué tanto es morir?(Ediciones Arlequín, 2016) es la primer novela de Jaime Garba (escritor mexicano, 1984). Ésta es la historia de el Kiko, un niño que termina en el peor sitio después de que la tragedia y la miseria destruyen a su familia: un albergue gobernado por una tirana y donde diversos abusos son una constante.
El autor ubica esta historia de suspenso en el municipio de Jixtlán, en la ciudad de Zamora, Michoacán, donde La Mera (Mamá Rosa), una mujer fuerte e imponente, dirige el albergue Nuevo Amanecer (La Gran Familia). Se reconoce perfectamente el hecho real detrás de la ficción: La Gran Familia fue fundado en 1948 y en 2014 un operativo armado irrumpió después de recibir numerosas denuncias: el lugar se descubrió en pésimas condiciones de higiene y cientos de menores de edad fueron rescatados tras comprobar una situación bastante irregular.
Mamá Rosa fue defendida por empresarios y políticos, entre ellos un expresidente de México, pues contaba con una intrincada red de poderosos contactos que encubrieron por décadas abusos y castigos brutales, violaciones, torturas y secuestros. Este albergue en realidad era una farsa que muchos ayudaron a construir y, peor aún, a mantener, y cuyas vulnerables víctimas (niños y adolescentes menores de edad) quedarían perturbadas de por vida. Garba mostrará, a través de la ficción, que es precisamente en esas mentes jóvenes donde se fragua la revancha perfecta, pues como lo afirmó Honoré de Balzac dos siglos atrás, «En la venganza el más débil es siempre más feroz». Y precisamente esta venganza resultará en una anhelada justicia por mano propia.
Nuevo Amanecer era un sitio aparentemente maravilloso porque La Mera se encargó, durante la mayor parte de su vida, de lo que nadie más quería responsabilizarse. Desapareció un gran problema para el gobierno y la sociedad, pero bajo sus propias e ilícitas reglas. Lo que ocurriera detrás de esos muros tenía sin cuidado al poder, pues era preferible cerrar los ojos y pretender que todo estaba en orden, realizar algunas visitas de protocolo y mantener donaciones constantes que aseguraran la contención de aquel infierno. Ignorar las necesidades y el sufrimiento ajeno, trivializarlos. 
Con magníficas metáforas y a través de tres narradores e historias, Garba alterna temporalidades y ofrece diversos ángulos para perfeccionar su obra. La crítica política y social está inmersa en estas poco más de cien páginas divididas en veinticinco capítulos donde Garba describirá el pasado de personajes crueles para tratar de ubicar el momento en que se fracturó su futuro, adversidad que también afectará las vidas de muchos más hasta que alguno reaccione y decida hacer lo necesario para detenerlo, para modificar el curso de esa aparente maldición. Y quizá la única persona que podrá llevar a cabo esa venganza anhelada será alguien por completo ajeno, un extraño.
Todo rostro oculta un secreto, una herida que no ha cicatrizado y que no lo hará hasta que quien la originó haya recibido su debido castigo: como lo afirmó Sir Francis Bacon, «Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas». Garba no excluye el perdón en sus personajes que son víctimas, lo reserva para cuando hayan logrado su cometido, su ajuste de cuentas.  Tras presenciar un asesinato a escasos metros de distancia, nace en Mario Barragán, el protagonista, la necesidad de indagar —y así escapar a su vez de la mediocridad de su vida— las razones de aquel afligido músico virtuoso transformado en homicida debido a una intrincada sucesión de hechos terribles que desembocaron en un crimen más. Barragán abrirá una puerta que lo conducirá a otras vidas caóticas, a existencias tristes encadenadas  a un pasado de odio e injusticias silenciadas.
A pesar de lo anterior, el autor no trata de justificar el comportamiento de los monstruos, de sus personajes más abyectos, pero sí busca que el lector comprenda de dónde surgieron, que entienda la configuración de sus universos destructivos. Trata de encontrar el origen de su maldad.
Ésta es una novela de acción constante, de sucesos vinculados que son más que simples coincidencias. Con diálogos que reflejan la personalidad y el mundo interno de cada personaje, Garba muestra que la paz interior es lo más valioso. Finalmente, ¿qué importa perder la vida, si al hacerlo se cobrará venganza? Ésa es una de las mejores reflexiones que busca el autor, justo como lo expresa en  este artículo para Nexos. 
¿Qué tanto es morir? formó parte de la lista de libros recomendados de 2016 del escritor Antonio Ortuño.
La novela está a la venta en el sitio en línea de Ediciones Arlequín.
Para finalizar, transcribo algunas de las mejores frases del libro:
«Su mirada era un reloj en conteo inverso.» p. 12
«La volví a sentir viva: la tragedia, aunque ajena, la traía de vuelta.» p. 16
«Como una maldición, todos los habitantes de El Corralito estaban sujetos a un destino colectivo, una especie de efecto mariposa que los iba destruyendo poco a poco, generación a generación, lapidando cada milímetro de sus cuerpos y espíritus.» p. 18
«Un castigo de un dios que no teme odiar y manifestar su desprecio por los hombres.» Ibídem
«A quien sacan del infierno para llevarlo al paraíso no pueden quitarle así como así la nostalgia de la maldad a la que se acostumbró.» p. 20
«Ese hombre nació sin duda como tantos otros para ver sangre todos los días, respiraba tragedia y crímenes, ese era el motor de su vida.» p. 25
«El discurso de las autoridades es paja y se usa para disimular deficiencias.» Ibídem
«El bien y el mal tenían cabida en sus sentidos más estrictos y a veces se confundían o intercambiaban papeles.» p. 27
«Después de dejar la cama se paraba frente al espejo, escupía a su propia imagen y veía cómo descendía aquel hilo de saliva hasta adherirse al vidrio: aquella especie de ritual le hacía sentir que nacía en el instante en que su desprecio por el mundo suplantaba cualquier tipo de emoción.» p. 30
«Los humanos siempre han sido los mismos, la evolución del pensamiento aplica sólo para cuestiones elementales de desarrollo que van de la mano con la modificación del suelo donde habitan.» p. 32
«Facciones gastadas más por la vida que por los años.» p. 33
«Se alimentaba del dolor ajeno, de las tragedias del mundo.» p. 45
«La actitud de calma las perturbaba más que cualquier especia de castigo.» p. 50
«Que los otros se preocuparan por sobrevivir, porque en su mundo exclusivamente había espacio para uno.» p. 59
«El elemento fundamental de toda ciudad: el sentir de que a pesar de la calma, en alguna de sus calles algo malo está pasando.» p. 63
«Se ganaba y se perdía como en la vida normal que, se supone, debe ser la de cualquiera, pero sin que los triunfos sean conquistas ni las derrotas tragedias.» p. 67
«Allí, entre todos, formaba parte de la masa de olvidados.» p. 76

«Juró como si su palabra tuviera valor, como si el sonido de su voz se fuese a materializar en un escudo que detuviera el ataque.» p. 78
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on June 10, 2017 14:02

May 31, 2017

El guardagujas - Juan José Arreola (cuento)

Juan José Arreola


«El guardagujas» es un increíble relato del gran Juan José Arreola (escritor mexicano, 1918-2001). Fue publicado en 1952 en su libro de cuento Confabulario.
También está disponible en formato de audio gracias a la lectura hecha por su hijo, Alonso Arreola, en la página de Descarga cultura UNAM


El guardagujas

El forastero llegó sin aliento a la estación desierta. Su gran valija, que nadie quiso cargar, le había fatigado en extremo. Se enjugó el rostro con un pañuelo, y con la mano en visera miró los rieles que se perdían en el horizonte. Desalentado y pensativo consultó su reloj: la hora justa en que el tren debía partir.
Alguien, salido de quién sabe dónde, le dio una palmada muy suave. Al volverse el forastero se halló ante un viejecillo de vago aspecto ferrocarrilero. Llevaba en la mano una linterna roja, pero tan pequeña, que parecía de juguete. Miró sonriendo al viajero, que le preguntó con ansiedad:
-Usted perdone, ¿ha salido ya el tren?
-¿Lleva usted poco tiempo en este país?
-Necesito salir inmediatamente. Debo hallarme en T. mañana mismo.
-Se ve que usted ignora las cosas por completo. Lo que debe hacer ahora mismo es buscar alojamiento en la fonda para viajeros -y señaló un extraño edificio ceniciento que más bien parecía un presidio.
-Pero yo no quiero alojarme, sino salir en el tren.
-Alquile usted un cuarto inmediatamente, si es que lo hay. En caso de que pueda conseguirlo, contrátelo por mes, le resultará más barato y recibirá mejor atención.
-¿Está usted loco? Yo debo llegar a T. mañana mismo.
-Francamente, debería abandonarlo a su suerte. Sin embargo, le daré unos informes.
-Por favor…
-Este país es famoso por sus ferrocarriles, como usted sabe. Hasta ahora no ha sido posible organizarlos debidamente, pero se han hecho grandes cosas en lo que se refiere a la publicación de itinerarios y a la expedición de boletos. Las guías ferroviarias abarcan y enlazan todas las poblaciones de la nación; se expenden boletos hasta para las aldeas más pequeñas y remotas. Falta solamente que los convoyes cumplan las indicaciones contenidas en las guías y que pasen efectivamente por las estaciones. Los habitantes del país así lo esperan; mientras tanto, aceptan las irregularidades del servicio y su patriotismo les impide cualquier manifestación de desagrado.
-Pero, ¿hay un tren que pasa por esta ciudad?
-Afirmarlo equivaldría a cometer una inexactitud. Como usted puede darse cuenta, los rieles existen, aunque un tanto averiados. En algunas poblaciones están sencillamente indicados en el suelo mediante dos rayas. Dadas las condiciones actuales, ningún tren tiene la obligación de pasar por aquí, pero nada impide que eso pueda suceder. Yo he visto pasar muchos trenes en mi vida y conocí algunos viajeros que pudieron abordarlos. Si usted espera convenientemente, tal vez yo mismo tenga el honor de ayudarle a subir a un hermoso y confortable vagón.
-¿Me llevará ese tren a T.?
-¿Y por qué se empeña usted en que ha de ser precisamente a T.? Debería darse por satisfecho si pudiera abordarlo. Una vez en el tren, su vida tomará efectivamente un rumbo. ¿Qué importa si ese rumbo no es el de T.?
-Es que yo tengo un boleto en regla para ir a T. Lógicamente, debo ser conducido a ese lugar, ¿no es así?
-Cualquiera diría que usted tiene razón. En la fonda para viajeros podrá usted hablar con personas que han tomado sus precauciones, adquiriendo grandes cantidades de boletos. Por regla general, las gentes previsoras compran pasajes para todos los puntos del país. Hay quien ha gastado en boletos una verdadera fortuna…
-Yo creí que para ir a T. me bastaba un boleto. Mírelo usted…
-El próximo tramo de los ferrocarriles nacionales va a ser construido con el dinero de una sola persona que acaba de gastar su inmenso capital en pasajes de ida y vuelta para un trayecto ferroviario, cuyos planos, que incluyen extensos túneles y puentes, ni siquiera han sido aprobados por los ingenieros de la empresa.
-Pero el tren que pasa por T., ¿ya se encuentra en servicio?
-Y no sólo ése. En realidad, hay muchísimos trenes en la nación, y los viajeros pueden utilizarlos con relativa frecuencia, pero tomando en cuenta que no se trata de un servicio formal y definitivo. En otras palabras, al subir a un tren, nadie espera ser conducido al sitio que desea.
-¿Cómo es eso?
-En su afán de servir a los ciudadanos, la empresa debe recurrir a ciertas medidas desesperadas. Hace circular trenes por lugares intransitables. Esos convoyes expedicionarios emplean a veces varios años en su trayecto, y la vida de los viajeros sufre algunas transformaciones importantes. Los fallecimientos no son raros en tales casos, pero la empresa, que todo lo ha previsto, añade a esos trenes un vagón capilla ardiente y un vagón cementerio. Es motivo de orgullo para los conductores depositar el cadáver de un viajero lujosamente embalsamado en los andenes de la estación que prescribe su boleto. En ocasiones, estos trenes forzados recorren trayectos en que falta uno de los rieles. Todo un lado de los vagones se estremece lamentablemente con los golpes que dan las ruedas sobre los durmientes. Los viajeros de primera -es otra de las previsiones de la empresa- se colocan del lado en que hay riel. Los de segunda padecen los golpes con resignación. Pero hay otros tramos en que faltan ambos rieles, allí los viajeros sufren por igual, hasta que el tren queda totalmente destruido.
-¡Santo Dios!
-Mire usted: la aldea de F. surgió a causa de uno de esos accidentes. El tren fue a dar en un terreno impracticable. Lijadas por la arena, las ruedas se gastaron hasta los ejes. Los viajeros pasaron tanto tiempo, que de las obligadas conversaciones triviales surgieron amistades estrechas. Algunas de esas amistades se transformaron pronto en idilios, y el resultado ha sido F., una aldea progresista llena de niños traviesos que juegan con los vestigios enmohecidos del tren.
-¡Dios mío, yo no estoy hecho para tales aventuras!
-Necesita usted ir templando su ánimo; tal vez llegue usted a convertirse en héroe. No crea que faltan ocasiones para que los viajeros demuestren su valor y sus capacidades de sacrificio. Recientemente, doscientos pasajeros anónimos escribieron una de las páginas más gloriosas en nuestros anales ferroviarios. Sucede que en un viaje de prueba, el maquinista advirtió a tiempo una grave omisión de los constructores de la línea. En la ruta faltaba el puente que debía salvar un abismo. Pues bien, el maquinista, en vez de poner marcha atrás, arengó a los pasajeros y obtuvo de ellos el esfuerzo necesario para seguir adelante. Bajo su enérgica dirección, el tren fue desarmado pieza por pieza y conducido en hombros al otro lado del abismo, que todavía reservaba la sorpresa de contener en su fondo un río caudaloso. El resultado de la hazaña fue tan satisfactorio que la empresa renunció definitivamente a la construcción del puente, conformándose con hacer un atractivo descuento en las tarifas de los pasajeros que se atreven a afrontar esa molestia suplementaria.
-¡Pero yo debo llegar a T. mañana mismo!
-¡Muy bien! Me gusta que no abandone usted su proyecto. Se ve que es usted un hombre de convicciones. Alójese por lo pronto en la fonda y tome el primer tren que pase. Trate de hacerlo cuando menos; mil personas estarán para impedírselo. Al llegar un convoy, los viajeros, irritados por una espera demasiado larga, salen de la fonda en tumulto para invadir ruidosamente la estación. Muchas veces provocan accidentes con su increíble falta de cortesía y de prudencia. En vez de subir ordenadamente se dedican a aplastarse unos a otros; por lo menos, se impiden para siempre el abordaje, y el tren se va dejándolos amotinados en los andenes de la estación. Los viajeros, agotados y furiosos, maldicen su falta de educación, y pasan mucho tiempo insultándose y dándose de golpes.
-¿Y la policía no interviene?
-Se ha intentado organizar un cuerpo de policía en cada estación, pero la imprevisible llegada de los trenes hacía tal servicio inútil y sumamente costoso. Además, los miembros de ese cuerpo demostraron muy pronto su venalidad, dedicándose a proteger la salida exclusiva de pasajeros adinerados que les daban a cambio de esa ayuda todo lo que llevaban encima. Se resolvió entonces el establecimiento de un tipo especial de escuelas, donde los futuros viajeros reciben lecciones de urbanidad y un entrenamiento adecuado. Allí se les enseña la manera correcta de abordar un convoy, aunque esté en movimiento y a gran velocidad. También se les proporciona una especie de armadura para evitar que los demás pasajeros les rompan las costillas.
-Pero una vez en el tren, ¡está uno a cubierto de nuevas contingencias?
-Relativamente. Sólo le recomiendo que se fije muy bien en las estaciones. Podría darse el caso de que creyera haber llegado a T., y sólo fuese una ilusión. Para regular la vida a bordo de los vagones demasiado repletos, la empresa se ve obligada a echar mano de ciertos expedientes. Hay estaciones que son pura apariencia: han sido construidas en plena selva y llevan el nombre de alguna ciudad importante. Pero basta poner un poco de atención para descubrir el engaño. Son como las decoraciones del teatro, y las personas que figuran en ellas están llenas de aserrín. Esos muñecos revelan fácilmente los estragos de la intemperie, pero son a veces una perfecta imagen de la realidad: llevan en el rostro las señales de un cansancio infinito.
-Por fortuna, T. no se halla muy lejos de aquí.
-Pero carecemos por el momento de trenes directos. Sin embargo, no debe excluirse la posibilidad de que usted llegue mañana mismo, tal como desea. La organización de los ferrocarriles, aunque deficiente, no excluye la posibilidad de un viaje sin escalas. Vea usted, hay personas que ni siquiera se han dado cuenta de lo que pasa. Compran un boleto para ir a T. Viene un tren, suben, y al día siguiente oyen que el conductor anuncia: “Hemos llegado a T.”. Sin tomar precaución alguna, los viajeros descienden y se hallan efectivamente en T.
-¿Podría yo hacer alguna cosa para facilitar ese resultado?
-Claro que puede usted. Lo que no se sabe es si le servirá de algo. Inténtelo de todas maneras. Suba usted al tren con la idea fija de que va a llegar a T. No trate a ninguno de los pasajeros. Podrán desilusionarlo con sus historias de viaje, y hasta denunciarlo a las autoridades.
-¿Qué está usted diciendo?
En virtud del estado actual de las cosas los trenes viajan llenos de espías. Estos espías, voluntarios en su mayor parte, dedican su vida a fomentar el espíritu constructivo de la empresa. A veces uno no sabe lo que dice y habla sólo por hablar. Pero ellos se dan cuenta en seguida de todos los sentidos que puede tener una frase, por sencilla que sea. Del comentario más inocente saben sacar una opinión culpable. Si usted llegara a cometer la menor imprudencia, sería aprehendido sin más, pasaría el resto de su vida en un vagón cárcel o le obligarían a descender en una falsa estación perdida en la selva. Viaje usted lleno de fe, consuma la menor cantidad posible de alimentos y no ponga los pies en el andén antes de que vea en T. alguna cara conocida.
-Pero yo no conozco en T. a ninguna persona.
-En ese caso redoble usted sus precauciones. Tendrá, se lo aseguro, muchas tentaciones en el camino. Si mira usted por las ventanillas, está expuesto a caer en la trampa de un espejismo. Las ventanillas están provistas de ingeniosos dispositivos que crean toda clase de ilusiones en el ánimo de los pasajeros. No hace falta ser débil para caer en ellas. Ciertos aparatos, operados desde la locomotora, hacen creer, por el ruido y los movimientos, que el tren está en marcha. Sin embargo, el tren permanece detenido semanas enteras, mientras los viajeros ven pasar cautivadores paisajes a través de los cristales.
-¿Y eso qué objeto tiene?
-Todo esto lo hace la empresa con el sano propósito de disminuir la ansiedad de los viajeros y de anular en todo lo posible las sensaciones de traslado. Se aspira a que un día se entreguen plenamente al azar, en manos de una empresa omnipotente, y que ya no les importe saber adónde van ni de dónde vienen.
-Y usted, ¿ha viajado mucho en los trenes?
-Yo, señor, solo soy guardagujas1. A decir verdad, soy un guardagujas jubilado, y sólo aparezco aquí de vez en cuando para recordar los buenos tiempos. No he viajado nunca, ni tengo ganas de hacerlo. Pero los viajeros me cuentan historias. Sé que los trenes han creado muchas poblaciones además de la aldea de F., cuyo origen le he referido. Ocurre a veces que los tripulantes de un tren reciben órdenes misteriosas. Invitan a los pasajeros a que desciendan de los vagones, generalmente con el pretexto de que admiren las bellezas de un determinado lugar. Se les habla de grutas, de cataratas o de ruinas célebres: “Quince minutos para que admiren ustedes la gruta tal o cual”, dice amablemente el conductor. Una vez que los viajeros se hallan a cierta distancia, el tren escapa a todo vapor.
-¿Y los viajeros?
Vagan desconcertados de un sitio a otro durante algún tiempo, pero acaban por congregarse y se establecen en colonia. Estas paradas intempestivas se hacen en lugares adecuados, muy lejos de toda civilización y con riquezas naturales suficientes. Allí se abandonan lores selectos, de gente joven, y sobre todo con mujeres abundantes. ¿No le gustaría a usted pasar sus últimos días en un pintoresco lugar desconocido, en compañía de una muchachita?
El viejecillo sonriente hizo un guiño y se quedó mirando al viajero, lleno de bondad y de picardía. En ese momento se oyó un silbido lejano. El guardagujas dio un brinco, y se puso a hacer señales ridículas y desordenadas con su linterna.
-¿Es el tren? -preguntó el forastero.
El anciano echó a correr por la vía, desaforadamente. Cuando estuvo a cierta distancia, se volvió para gritar:
-¡Tiene usted suerte! Mañana llegará a su famosa estación. ¿Cómo dice que se llama?
-¡X! -contestó el viajero.
En ese momento el viejecillo se disolvió en la clara mañana. Pero el punto rojo de la linterna siguió corriendo y saltando entre los rieles, imprudente, al encuentro del tren.
Al fondo del paisaje, la locomotora se acercaba como un ruidoso advenimiento.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on May 31, 2017 15:06

May 29, 2017

Entrevista con Jaime Garba para Playboy México





Hace unos días tuve el placer de que el escritor Jaime Garba, tras leer mi libro, me entrevistara para su columna Libros al desnudo en Playboy México.
Sus preguntas me hicieron recordar cómo inicié mi camino en las letras y reflexionar sobre la creación literaria.
Al respecto, Garba escribe como introducción:

Con el paso de los años los lectores se han vuelto cada vez más exigentes, han pasado de la admiración y sacralización de los clásicos, al goce y reconocimiento de generaciones como el Boom Latinoamericano y la literatura del Crack, en México; depende del eclecticismo y de los gustos personales, que el lector evolucione de los franceses y los rusos del siglo XVIII, a los norteamericanos contemporáneos o a los españoles del siglo de oro. Lo anterior sólo por poner un ejemplo de ruta lectora. No importa la geografía, el lenguaje y el contexto histórico, la magia de la literatura se deposita en el presente y cada obra es gozada y juzgada por los ojos críticos de quien nunca ve consumida la necesidad de devorar palabras: la bendición y la maldición de quienes amamos los libros.

Es por ello que la búsqueda de nueva literatura es riesgosa, pues qué se puede escribir hoy que no se haya hecho ya, cómo contar las pasiones humanas, las dudas, los temores, las psiques; si estos tópicos se han abordado miles de veces. Pareciera un callejón sin salida, pero cuando tomamos un libro o conocemos a un autor que revitaliza los temas, un respiro profundo sale de nuestros cuerpos y seguimos en el vertiginoso cause de la literatura.

De entre los muchos escritores que crean con pluma novedosa podemos citar a Lola Ancira (Querétaro, 1987), escritora mexicana intrépida que apuesta a una narrativa compleja y laberíntica que seduce y provoca la creatividad del lector. Ancira estudió Letras Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro, ha colaborado en distintos medios y actualmente es editora en Ediciones B. Una de sus obras representativas es Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial) un libro de relatos que exige de quien lo lee lo mejor de su capacidad imaginativa, porque cada cuento -que transita los senderos de la muerte, lo fantástico y lo onírico- constituye un poderoso logro literario. A partir de la lectura de Tusitala… tuve el gusto de conversar con Lola en exclusiva para Playboy México, donde nos devela los secretos y la inspiración de su trabajo.

Éste es el enlace a la entrevista completa.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on May 29, 2017 12:39