Pedro Cayuqueo's Blog, page 16

December 19, 2017

El desafío

Piñera y la centroderecha han obtenido una contundente victoria en el balotaje presidencial. La ciudadanía se ha manifestado rechazando la extremada ideologización izquierdista y a su concreción práctica a través de la “retroexcavadora”. Parece, al mismo tiempo, haber valorado las propuestas de cambios graduales que pueden conducir a que Chile sea una patria mejor y más justa para todos. Y ha confiado la tarea correspondiente a un líder experimentado y capaz. Concluida con éxito la etapa de campaña, a contar del 11 de marzo próximo recién se iniciará en plenitud el verdadero desafío para el nuevo gobierno. Éste se prevé mayor.


En primer lugar, será preciso generar las condiciones para fortalecer la unidad nacional. Ella se ha ido deteriorando progresivamente en los últimos años, en gran medida por la radicalización de posiciones al interior del actual gobierno y de la Nueva Mayoría, por el crecimiento a expensas de esta última del Frente Amplio y por los efectos del mal ambiente que predominó en la disputa electoral. Este noble propósito se avizora además altamente práctico, teniendo en consideración que para avanzar en sus metas el gobierno entrante se verá forzado a recurrir a amplios consensos y acuerdos parlamentarios. Para ello, requerirá previamente mantener aunadas sus propias fuerzas. Existen entre ellas importantes coincidencias, pero también notorias divergencias (la denominada “agenda valórica” constituye un ejemplo claro -no único- al respecto). En este sentido, la conformación del gabinete y la posterior instalación en el Poder Ejecutivo representarán hitos iniciales que habrá que estudiar e implantar cuidadosamente, acudiendo a las lecciones aprendidas en 2010.


Paralelamente, tendrán que ser adoptadas las medidas necesarias para generar confianza y reactivar la actividad económica. Aumentar las tasas de crecimiento de la alicaída economía nacional es un imperativo ineludible ante cualquier escenario razonable de desarrollo futuro del país. Seguidamente, será inevitable dar, impedir o modificar -según sea el caso- el curso a las reformas estructurales recientemente promulgadas, en trámite legislativo, o anunciadas. Las dificultades políticas, éticas, sociales y técnicas que ello comportará serán de alta complejidad, pues dicen relación directa y coetáneamente con peticiones de principios para la acción, posibilidades de financiamiento y anhelos populares, más o menos insatisfechos y posibles de ser subsanados en el corto plazo. La resolución de este intríngulis será central y atravesará todo el periodo de la segunda presidencia de Piñera. Reto que guarda estrecha conexión con las profundas transformaciones sociales que se encuentra experimentando Chile como fruto de su propia modernización y con la consecuente necesidad de conectar los resultados macroeconómicos con el impacto de los mismos en la calidad de vida de las personas, de hacer compatibles del mejor modo posible el crecimiento económico y el desarrollo humano integral, de fomentar el valor del trabajo esforzado y el mérito con una vida en comunidad que sea más equitativa y solidaria con los más débiles y desfavorecidos.


Resta mencionar una tarea crucial. Junto con la realización de un buen gobierno, preparar un legado político fundamental: la renovación de liderazgos y su proyección en sucesivos mandatos que le aseguren continuidad.


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Published on December 19, 2017 04:17

Los ríos de lágrimas de la centroizquierda

Ayer lunes, la Juventud Socialista, después de una larga reunión donde discutieron las razones porque el pueblo chileno se equivocó eligiendo al representante del capitalismo, decidió que era hora de ir a la calle. Convocaron a un acto frente a La Moneda para dejar claro que las reformas se defienden. Un acierto fotográfico de la periodista Karina Zúñiga muestra una foto con 11 personas con cara de hastiados, un cartel artesanal que dice “Por el pueblo de Chile, defenderemos lo avanzado” y, de fondo, La Moneda solitaria. A la misma hora, bajo un halo solar, la gente llenaba las calles en busca de un regalo navideño.


El contraste entre 11 personas mostrando consignas que quedaron derrotadas pocas horas antes y la ciudad que anda frenética y pacífica en los días previos de la Navidad es símbolo gráfico de la incapacidad de la izquierda para entender la contundente derrota del pasado domingo. La manía de hablarse a sí misma muestra que la noche será más larga de lo que parece.


Ejemplo de ello es la columna del ex ministro Vidal, donde inventa el concepto del triunfo estratégico, metáfora sacada de la novela La Granja de los Animales o las largas peleas entre el Frente Amplio y la Nueva Mayoría sobre quién es el culpable de la victoria de Piñera. También se suman las teorías que los chilenos son “fachos  pobres” o masas atemorizadas, entre tantas otras donde la izquierda ningunea a la ciudadanía que dice representar.


Las razones porque se gana o pierde una elección son más sencillas y empiezan desde la propia candidatura.  Las malas decisiones partieron desde su origen, donde se eligió no ir a primarias y apostar por una figura sin conexión alguna con la tradición de la centroizquierda chilena de buscar avanzar construyendo acuerdos y con responsabilidad.


La sociedad chilena no ha girado ni a la izquierda, como creen varios cientistas políticos y sociólogos oficialistas, ni tampoco lo ha hecho hacia la derecha, como lloran ahora todos los que les compraron a los gurús. Simplemente, dejó de pensar en dichos ejes y elige a aquel candidato que lea mejor las necesidades de las personas.


Creyó en Bachelet en el año 2013, no porque hubiera malestar, sino porque era una persona honesta y esforzada que iba a ser capaz de hacer una gran reforma educacional, dialogando y sin descuidar el crecimiento económico. En contraste, la derecha tenía una profunda desunión, que la llevó a hacer caer varios candidatos, un serio riesgo por vinculaciones de su principal figura con cobros indebidos en el retail; con el escándalo de La Polar fresco, y la falta de un relato sobre cómo hacerse cargo de los abusos.


Ahora, Piñera tuvo en la primera vuelta y en la primera semana de la segunda una línea clara para capturar el voto de derecha y después morigeró su discurso para convencer al resto de los ciudadanos. Los errores que cometió impactaron en la élite, pero no en los electores. En contraste, el senador Guillier, frente a 44 puntos de rating, no era capaz de contestar cuánto valía su programa o qué iba a hacer con el CAE, asuntos imperdonables en Lagos o Bachelet.


A la socialdemocracia en Chile le llegó la misma enfermedad mundial. Su modelo de justicia social con crecimiento económico quedó ahogado entre la corrupción, por un lado, y el populismo de izquierda, por el otro. Quizá debieron haber aprovechado mejor la visita de Pepe Mujica y escuchar su visión de que la izquierda tenía que olvidarse del todo o nada, porque generalmente terminaba en nada.


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Published on December 19, 2017 04:00

Conservadores y liberales

La elección del domingo, que da cuenta de un triunfo tan contundente como histórico del Presidente Piñera, también permite visualizar las contiendas que vienen al interior de “las derechas” que se preparan para ser gobierno. Una es la que enfrentará a jóvenes y “viejos”. Otra es la pelea por el liderazgo político de la coalición. Pero es la última la que, a mi juicio, requiere mayor atención: es la antigua lucha entre liberales y conservadores.


Las dos primeras son de más fácil despacho. La generacional se resuelve, como ya lo ha dicho el Presidente, con una sana mezcla de juventud y experiencia donde los jóvenes que lleguen al gabinete deben ser aquellos que, como Felipe Kast en su momento, estén interesados en permanecer en la política electoral y no simplemente volver luego a sus labores profesionales. La pugna política, a su vez, se resuelve con reglas del juego claras y parejas: que todos los competidores sepan que el gobierno no elegirá un sucesor sino que lo harán las primarias y que, en el intertanto, todos tendrán una leal influencia en las decisiones del gobierno.


Pero es la pugna entre liberales y conservadores la más compleja. Ello no solo porque la prensa goza con resaltarlas; también por razones de contenido y de liderazgo.


Respecto al contenido, la derecha liberal tiene un discurso con cierta articulación y profundidad, pero poco de eso se encuentra en la derecha conservadora. Los conservadores, desafortunadamente, se confunden con el pinochetismo o con un estatismo anticuado. Ambos son discursos que no dialogan bien con la modernidad y que debieran reemplazarse si es que el pensamiento conservador aspira a ser competitivo en el siglo XXI. Y en relación a los liderazgos, la derecha liberal aparece con figuras más influyentes ante la opinión pública y con alguna institucionalidad (partidos y centros de estudio). La derecha conservadora en cambio carece de líderes políticos influyentes en el marco ideológico y quienes han apostado a ello interpelan más bien a un nicho.


Lo complejo de todo esto es que en la medida que la derecha conservadora no se renueve, la derecha liberal aparecerá siempre con un relato político mucho más “hegemónico”. Y eso es un problema para la sostenibilidad de la alianza política que fundamenta a la centroderecha chilena: la alianza liberal conservadora.


Es evidente que esto es un desafío de largo plazo para los conservadores. Por ahora, la pregunta es qué hacer en los próximos cuatro años con una coalición integrada por conservadores y liberales que tienen muchos puntos en común y solo algunas diferencias. El camino es construir agenda de gobierno sobre los consensos del sector y no sobre los disensos. ¿Y cómo enfrentar los disensos? Es aquí donde el liderazgo de una figura como la del Presidente Piñera debe desplegarse para encontrar fórmulas de acuerdo razonable y, en última instancia, actuar como un árbitro de la deliberación legislativa.


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Published on December 19, 2017 04:00

La advertencia de Alexis

Irónicamente, se suele despreciar la opinión de aquellos ciudadanos que parecieran ser ajenos a la praxis del mundo político. Así ocurrió semanas atrás, por ejemplo, con el ex número uno del tenis mundial, Marcelo Ríos, cuando expresó abiertamente, a través de su cuenta de twitter, su preferencia política a favor de uno de los candidatos. Los policías del pensamiento y lo políticamente correcto de las redes sociales, que se presumen moral e intelectualmente superiores, le dijeron de todo al ex jugador.


Ayer, nuevamente fue visible ese desprecio en redes sociales. El diputado Hugo Gutierrez no dudó en calificar de estúpidas a las mayorías que decidieron, soberanamente, que Piñera debía ser el futuro presidente. De seguro, al legislador comunista lo tenía estresado el constatar que no era parte de la mayoría triunfante sino de la minoría derrotada en términos electorales. Un chiste cruel sin duda para quien es parte de una coalición que se hace llamar, a estas alturas irónicamente, “Nueva Fuerza de Mayoría”.


El desprecio de Gutierrez con respecto a la mayoría de los electores no fue aislado sino generalizado de parte de quienes apoyaban la opción de Alejandro Guillier. En las redes sociales abundaban las quejas despectivas de gente con “sensibilidad social” que no duda en repudiar con desdén a aquellos votantes que no se ajustan a los cánones socioeconómicos elitistas de la izquierda. Ha sido tal la verborrea clasista contra los “fachos pobres” que no votaron como suponen las élites izquierdistas, que incluso Gabriel Boric y Jorge Sharp salieron a cuestionar tales discursos emitidos por gente bien, culta y sofisticada “con consciencia social”. Lección para la derecha en ese sentido, pues los pueblos son más razonables de lo que se presume generalmente.


Detrás de ese desprecio a los electores hay un claro sesgo antidemocrático e intolerante. Los malos perdedores, ante su “tragedia”, comienzan a prometer que romperán la pelota y tirarán piedras a la cancha y a los jugadores para impedir que siga el juego. Obviamente, si hubiera ganado Guillier estarían alabando el amplio respaldo democrático y soberano de las mayorías a sus ideas, a sus reformas y su proyecto político para Chile. Pero, como perdieron, acusan al votante de estar engañado, de ser incapaz de elegir bien o se quejan del número de rubios en Recoleta y otras boberías.


En relación a lo anterior, el gobierno de Piñera será complejo porque tendrá como contraparte a una masa de ciudadanos cuya disposición democrática es más bien precaria, utilitaria y facciosa. Hablan de democracia pero no creen en ella en ningún sentido. Por eso, ante la derrota en las urnas, se disponen a impedir el normal curso del gobierno a como dé lugar. En ese contexto, de seguro surgirán nuevos promotores de marchas y tomas por doquier, cuyo único sentido será entorpecer el proceso político bajo la excusa de la justicia social, pero cuyo fin no es otro que hacer ingobernable el entorno. La ética detrás de aquellos no es otra que la del Guasón, que lo único que quiere es ver arder la ciudad para saciar su sed de caos. Nada más. De ahí, lamentablemente, surgirán algunos que luego lograrán su cupo para ser diputados o asesores, mientras los tontos útiles que los apoyaron dañando sus propias escuelas o universidades, terminarán siendo la futura clientela que clama derechos a los privilegiados luchadores sociales en el poder.


En relación a lo anterior, la “enigmática” frase compartida por Alexis Sánchez el mismo día de la elección, que para muchos podría parecer un cliché, refleja el contraste entre una ética política responsable, de un ciudadano común, versus la retórica peyorativa de ciertos sectores de la izquierda. Claramente, a diferencia de los malos perdedores, el jugador del Arsenal apela a la ética de la responsabilidad en cuanto a la democracia y sus eventuales resultados. La idea de volar con las dos alas es una apelación a los equilibrios razonables y pluralistas que en una sociedad democrática deben existir y primar por sobre los antagonismos. Alexis, en ese sentido, da una lección de responsabilidad política a aquellos que, incluso altamente instruidos y presumiendo de animales políticos, ven la política como un juego de suma cero que se debe polarizar al extremo y en el cual es válido voltear el tablero.


Probablemente Alexis entiende mucho mejor que varios autoproclamados paladines de la justicia social, la democracia y la política, que para favorecer el desarrollo de oportunidades para las personas en una sociedad, es necesaria una política equilibrada que favorezca la gobernabilidad y la divergencia democrática, no para propiciar una especie de gatopardismo sino para propiciar cambios estables y beneficiosos para la mayor parte de los ciudadanos. Ningún ave puede volar sin una de sus alas. El problema es que algunos creen que es preferible volar en círculos que alzar el vuelo.


 


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Published on December 19, 2017 03:30

Hacer grande al planeta nuevamente

“Make our planet great again” es el eslogan con el que el presidente francés Emmanuel Macron reafirmó su liderazgo en el Acuerdo de Paris sobre el cambio climático. Más allá de la alusión directa a la oposición del presidente estadunidense sobre el acuerdo, este 12 de diciembre Macron lideró el encuentro de líderes “One Planet Summit” principalmente para acelerar los pasos de implementación del acuerdo del cambio climático.


Son tres objetivos en los que el encuentro hace hincapié: La adaptación, la mitigación y la movilización de recursos para financiar las políticas publicas tanto del sector público como privado de esta manera evitar el incremento de la temperatura promedio del mundo por encima de los 2ºC.


El mundo emergente es el llamado a ser el protagonista en la realización de estos objetivos. Si hablamos de adaptación al cambio climático, la carencia en infraestructura es el principal argumento por el cual partir para generar una adaptación a fenómenos que se mostraban extremos en el pasado, y que dado el cambio climático, se ven incrementados en la frecuencia de ocurrencia. Un ejemplo por demás actual es el de Puerto Rico, una nación afectada severamente por un huracán que según el profesor Amir Jina de la Universidad de Chicago tardará en promedio 20 años en recuperar el nivel de bienestar en base a la experiencia empírica.


De igual manera, si enfocamos los esfuerzos de las políticas públicas en la mitigación el desafío se encuentra en la heterogeneidad de los diversos sistemas de tarificación del carbono. Un reciente estudio de los profesores Mehling (MIT), Metcalf (Tufts) y Stavins (Harvard) señala que en el proceso de mitigación el acuerdo de Paris logró uno de los dos requisitos importantes para su implementación que es la base de participación y ahora el desafío es lograr una ambición colectiva que permita la mitigación necesaria para lograr la meta. En este aspecto, la complementariedad de políticas ya sea de tipo fiscal como un impuesto al carbono o de manera regulatoria como un esquema de cuotas a las emisiones deben ser entendidas en una misma escala para poder ser agregadas en torno a la misma meta de reducción. Según las diversas realidades y contextos el desafío de la complementariedad permitirá una mitigación efectiva para evitar el incremento de la temperatura en el planeta.


Finalmente, la movilización de recursos financieros y humanos es el motor que permitirá la materialización de los dos objetivos anteriores. En particular, una de las señales más importantes realizadas también en esta semana, el la emitida por el Banco Mundial al parar de financiar actividades de extracción de gas y petróleo desde 2019. Además, un actor multilateral tan importante, se propone a ser el catalizador del financiamiento de obras de mitigación y adaptación siendo el puente del sector privado y los gobiernos.


Claramente, estos tres objetivos junto a los antecedentes de las agendas de desarrollo en las regiones del mundo presentan este desafío como uno de los más complejos en la historia de la humanidad. El “Hacer grande al planeta nuevamente” implica un gran esfuerzo social pero principalmente económico, donde la administración de los recursos escasos debe ser administrados lejos del populismo y en base a la evidencia y rigurosidad de los datos.


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Published on December 19, 2017 03:01

El triunfo y el desafío

El triunfo de Sebastián Piñera fue macizo. Con más de nueve puntos de diferencia sobre Alejandro Guillier y una alta participación, dejó a la centroderecha en una posición tan elocuentemente victoriosa que la amargura clasista y descalificadora de los diputados comunistas Cariola y Gutiérrez quedó, sin el esfuerzo de nadie, expuesta al ridículo.


El punto de partida del nuevo gobierno es comparativamente mejor que la vez pasada. El desafío, sin embargo, es mayor. Ahora se sabe de antemano: que cuatro años alcanzan para poco, que la gestión no basta para dar cauce al anhelo popular, que la izquierda tiene una especial capacidad discursiva y de movilización estudiantil y social, que la opinión pública es altamente irritable, que la prensa ha asumido un protagónico papel inquisitivo.


Dentro de ese contexto, el triunfo de anteayer es histórico, relevante y necesario, pero es un primer paso en la consolidación de un proyecto político.


Hasta donde se alcanza a ver, el desafío del gobierno de Piñera presenta tres aspectos imprescindibles, que se dejan discernir, pero están intrínsecamente relacionados.


Primero, la continuidad: Piñera tiene la tarea de entregarle el gobierno a alguien de su sector. Es consenso general que esta será una medida clara de su éxito o fracaso político.


Segundo, la conducción presidencial: Piñera debe posicionarse en el cargo ejerciéndolo con plena conciencia de su impacto republicano y su capacidad de impulsión, determinando él -y no la oposición de izquierda- la agenda del país.


Tercero, el pensamiento: Piñera debe asumir, cada vez más, un modo de comprensión nítidamente político. El debate nacional está operando en el nivel de las ideas políticas, en la hondura más tectónica de la justificación de modelos de vida, y es allí donde la centroderecha debe poner el acento.


Los tres aspectos del desafío que enfrenta el gobierno de Piñera están internamente relacionados.


El primero de ellos, la continuidad, no puede entenderse de modo simplista, como si se tratara de perfilar “delfines”. Mucho antes que eso, es necesario impregnar el gobierno de un estilo directivo, de un ethos de Estado y de una idea del país que guíen las grandes reformas que han de realizarse. Recién entonces se vuelven relevantes eventuales “nombres” que de otra forma se parecerán más a “rostros”, meras caras huecas e incapaces de garantizar seriamente la continuidad de un proyecto nacional. Conducción y discurso son, entonces, condición de la continuidad.


La conducción del gobierno necesita, a su vez, asentarse en un pensamiento político justificado. Sebastián Piñera puede basar un liderazgo eficaz en la formidable institución de la Presidencia de la República. Para eso debe llenar su acción de contenido. Vale decir, ha de impulsar una agenda de grandes reformas, que le imprima el paso a la política del país. Esa agenda de reformas requiere estar apoyada en un pensamiento político que la oriente y justifique. El gobierno ha de ser capaz de dibujar claramente ante la opinión pública un país de contornos a la vez republicanos e integradores, y mostrar cómo las reformas que impulsará se dirigen hacia su construcción.


Ya hay un avance incipiente, pero significativo, en este sentido, que se nota con mayor claridad después del triunfo. Durante la segunda vuelta, Sebastián Piñera hizo un reconocimiento expreso de la pluralidad ideológica del sector. Lo hizo incorporando no sólo liderazgos -de Ossandón y los Kast-, sino también conceptos de las diversas tradiciones que nutren a la centroderecha: liberal, conservadora, nacional y socialcristiana. Los partidarios de las distintas tradiciones se vieron reconocidos en una candidatura que las acogió y allí está, probablemente, el factor decisivo de la movilización y la victoria de la centroderecha. Es en esa riqueza ideológica, que trasciende con mucho los estrechos límites de la moral sexual y la administración, que se hallan las fuentes sobre las que se ha de fundar un pensamiento y una acción que conduzcan al futuro gobierno a alcanzar el éxito político.


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Published on December 19, 2017 03:00

December 18, 2017

Es justicia

Pese a todo el lobby de Fox, que incluyó una visita a un reputado cabaret por parte de los ganosos dirigentes de la B, encuestas de popularidad infladas, filtraciones a la prensa y autobombo en los medios, por citar unas pocas herramientas, es Turner el que se quedó con las transmisiones del CDF por 1.300 millones de dólares. Fue camino sangriento éste, donde muchos clubes se olvidaron de la cancha y concentraron todos sus esfuerzos en obtener una substanciosa tajada. Enhorabuena, lo consiguieron. El blindaje hacia la Tercera División puede ser relajado, el pastel ya fue repartido, nadie más jugó, los que lleguen pueden comer las migas.


Pero toda gran fiesta tiene una resaca. Primero, el Sifup exige un porcentaje de la venta de los derechos del fútbol chileno. Mal que mal, ellos son los que corren el domingo en la cancha. Sin jugadores, no hay negocio. Me parece una petición justa, no para repartir y salir corriendo, como harán muchos dirigentes, sino para hacer un fondo común de retiro y asistencia médica. El hecho que Sergio Jadue haya repartido 500 mil dólares entre los clubes de los derechos de la selección chilena avala al Sifup. Para eludir impuestos se disfrazó la suma como “aporte a las divisiones menores”, siendo que no se invirtió un peso en cadetes.


Otro dato relevante son las situaciones de Antofagasta y Barnechea. La jueza Anyelica Lucas Berna, notificó el viernes pasado a la ANFP sobre la retención de los dineros que debía recibir Antofagasta por la venta fraudulenta de los derechos federativos al empresario Jorge Sánchez. Nada que hacer, esa plata está congelada y Antofagasta, y su plata de Turner, volverá en el corto plazo a los socios. En el caso de Barnechea existe una denuncia en el Tribunal de Libre Competencia por la apropiación de los derechos federativos en 2011 por parte de un grupo de empresarios encabezados por Armando Cordero, sin pagarle un peso a los legítimos dueños, el Club Social y Deportivo Barnechea ¿Dónde hemos visto esto antes? Esperamos noticias al respecto.


Otrosí relevante es el petitorio del Sindicato de Trabajadores del CDF de una parte del 20% que se lleva del negocio Jorge Claro Mimica, más de 300 millones de dólares. Recordemos que el empresario sólo pagó el 10% de los derechos y el otro 10% fue un singular regalo que le hizo Reynaldo Sánchez. Una de las claves del éxito del CDF ha sido los costos bajísimos, la precariedad laboral y la tercerización de servicios. Como en el Sifup, es justicia entregar al menos un bono simbólico a los cientos de trabajadores del CDF que llevaron durante década y media el peso de las transmisiones. Cuando empezó el canal en 2003, se explicaban las bajas remuneraciones porque el negocio era deficitario. En 2017 esta explicación es impresentable. Así como Sánchez le regaló 150 millones de dólares a Claro, es justo que el empresario premie, no regale, a quienes le hicieron el canal.


PD: Muchos esperan que responda la columna de Felipe Bianchi del sábado. Difícil tarea, es casi imposible ganarle a un pellegrinista-bonvallista, mouriñista-guardiolista, bielsista-guedista. Alguien que proclama al Chile de Pizzi como la mejor selección del Mundo en julio y en octubre cacarea que el equipo es un desastre y le falta intensidad, está blindado por todas partes. Los defensores de las causas ganadas, los que opinan con el diario del lunes sin haber visto un partido el fin de semana, los que se sienten tan inseguros de sus convicciones que tienen que subirse arriba del púlpito, o del piano, a apuntar con el dedo, me tienen sin cuidado. Pero, ojo Guasón, cosa lamentable y peligrosa es exigirle a un periodista “morir en la rueda”. Es decir, callar por puro oportunismo. Una cosa es hacer periodismo complaciente con el poder, otra es la alcahuetería. Y esta jugada quedó en el borde del offside, no sé si el VAR la salva.


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Published on December 18, 2017 22:38

Derrota histórica

Finalmente, los resultados de esta segunda vuelta vinieron a ratificar lo obvio: un gobierno y un programa de reformas con niveles de desaprobación tan altos y por más de tres años no podían tener continuidad. Más aún, después de la ‘lectura surrealista’ que la Presidenta Michelle Bachelet decidió hacer de la primera vuelta, donde arriesgadamente sumó el resultado de todas las candidaturas de centroizquierda y consideró esa sumatoria como un respaldo a la vocación transformadora de su gobierno. Ayer, lo que se confirmó, además del mayoritario rechazo a la actual administración, fue la heterogeneidad irreductible de ese supuesto voto progresista, un segmento en el que al parecer conviven fenómenos electorales muy diversos, y desde donde también terminaron saliendo votos decisivos para la holgada victoria de Sebastián Piñera.


El error de lectura de la primera vuelta llevó a Michelle Bachelet y a su gobierno a jugarse por entero para hacer del balotaje un ‘plebiscito’ respecto de su legado. El resultado está a la vista: la peor derrota de la centroizquierda desde el retorno a la democracia, teniendo la Mandataria que hacerse cargo de un verdadero ‘milagro’ histórico: sus dos gobiernos terminaron convenciendo a una mayoría electoral de que era mejor girar a la derecha; una derecha que gana dos elecciones presidenciales en menos de una década, algo que no ocurría en Chile desde hace 150 años.


Si de legado político se trata, Bachelet y la Nueva Mayoría dejan a la centroizquierda en ruinas: dividida, mermada en su representación parlamentaria, humillada electoralmente y sin liderazgos visibles para empezar el complejo proceso de la recomposición.


En rigor, el intento de seducir al Frente Amplio (y de dejarse seducir por él) resultó letal en un país donde cada día con más evidencia las elecciones se ganan en la clase media y, por tanto, en el centro político. La izquierdización fomentada por La Moneda en función de la idea que la Nueva Mayoría y el FA podían tener diferencias en los medios, pero respecto de los fines eran casi lo mismo, terminó llevando al oficialismo al despeñadero.


Un error político de dimensiones históricas, que deja a la centroizquierda atenazada por una derecha electoralmente mayoritaria y un Frente Amplio que amenaza con seguir sacándole márgenes de representación electoral.


Al final del día, el derrotado ayer no fue Alejandro Guillier, un personaje circunstancial en esta historia, cuyo principal desacierto fue dejarse usar por los oportunistas de siempre. En verdad, los grandes perdedores en la jornada de ayer fueron Bachelet y su legado; una Presidenta que habita una realidad paralela y un programa de reformas mal diseñado y peor implementado, basado en una mirada completamente antojadiza e ideologizada del Chile actual.


En definitiva, si realmente hubo alguna lógica plebiscitaria en lo sancionado ayer por la ciudadanía, no son pocos los que debieran dar la cara y salir a reconocer que el Chile de los últimos 30 años les ganó por paliza.


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Published on December 18, 2017 04:21

La noche de la paliza

Las elecciones generales de este año han favorecido a la derecha en todos los campos, un desplazamiento estructural que ha concluido con una paliza en la contienda presidencial. La diferencia de nueve puntos era inesperada para todos, adherentes u opositores, y si no llegó a ser humillante es sólo porque ha habido peores. Toda la estridencia empeñada por el gobierno en la segunda vuelta se muestra ahora como lo que fue desde el primer momento: un gesto tardío, apenas por cumplir, inconvincente y desenergizado. El gobierno hizo el gesto, ya no se sabe si porque Piñera le cae mal o porque no ha querido ser acusado de entregar de nuevo el gobierno al adversario, igual que hace ocho años, pero es difícil considerarlo como un gesto comprometido.


Nuevamente, la elección de ayer se realizó en dos mundos: el apasionado campo de los comandos, encarnado sobre todo en los apoderados, y el espacio más racional, encadenado al aburrido rigor de los datos, de los propios candidatos, que saben que al final del día deben cumplir un rito desigual: victorioso el uno, triste el otro.


Este último papel le tocó ayer a Alejandro Guillier, el candidato independiente que quedó en pie después del suicidio masivo de la Nueva Mayoría, y lo encaró con la dignidad que tuvo durante casi toda la campaña presidencial, una de las más extenuantes de lo que va del siglo. Guillier soportó no sólo los ataques políticos propios de una contienda presidencial, sino también ofensas directas y una clara propensión al basureo. Poco sacó Marco Enríquez-Ominami con llamar a “no repetir mi error del 2009” después de usar cuanto foro tuvo para decir que Guillier era incapaz (además de desganado). Poco podían convocar los otros candidatos de la primera vuelta a respaldar a un candidato al que dieron un trato personal tan desagradable. Y muy poco podían ayudar los dirigentes del Frente Amplio que llamaron a votar por Guillier advirtiendo siempre que los votos suyos no eran suyos y que el candidato no se había allanado a asumir sus propuestas.


Guillier sufrió una paliza, pero en el discurso con que reconoció el triunfo de Piñera dio una verdadera lección política, convocando a una autocrítica que la centroizquierda no quiso hacer después de que los hechos le mostraban que ya no era mayoritaria. Guillier tuvo anoche la estatura que le faltó en muchas ocasiones durante la campaña, en una gran medida porque se lo impidieron, y en otra medida porque él mismo tuvo serias dificultades para asumir una candidatura que exigía dar más órdenes y recibir menos consejos.


Guillier encabezó una coalición que se hundía, mientras tenía al frente a otra organización seducida y ordenada por su experiencia en el gobierno. Lo que hizo es más que heroico, pero de seguro no faltarán los que digan que la derrota se debió principalmente al candidato. En política siempre es más fácil matar al portavoz.


Increíblemente, fue Piñera y no Guillier quien logró el milagro de aumentar el número de votantes en segunda vuelta, fenómeno que sólo había logrado Ricardo Lagos después de sufrir un serio susto ante Joaquín Lavín.


Que la derecha dé muestras de esta capacidad de movilización es otra confirmación de la complejidad que está teniendo el cambio social en Chile, y que su dirección no es una “propiedad” de la izquierda. Además de elegir mayoría de alcaldes, un sólido volumen de cores y el mayor número de parlamentarios que nunca había conseguido, ahora ha logrado aumentar el número de votos cuando se ha visto amenazada en una segunda vuelta. La manera negativa de decir esto es que fue motivado por el miedo, como el laguismo en 2000. La manera alternativa es constatar que la derecha tiene ahora una fuerza que se creía reservada en forma exclusiva a la izquierda.


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Published on December 18, 2017 04:20

Tres derrotas y Sebastián Piñera

El contundente resultado de las elecciones de ayer puede ser leído de muchos modos. Es, en primer lugar, la confirmación de la debilidad intrínseca del candidato Guillier, quien se vio siempre  incómodo y fastidiado por las exigencias propias de una campaña. El senador podría haber sido, quizás, un buen candidato con el viento a favor, pero definitivamente carecía de las condiciones para revertir un escenario desfavorable, hasta el punto de que logró la proeza de darle a la centroizquierda su peor resultado histórico desde el regreso a la democracia. El error estratégico de la Nueva Mayoría se ve reflejado en el hecho siguiente: todo indica que Guillier no jugará ningún papel relevante en el futuro. Así, el oficialismo desperdició la oportunidad para proyectarse, al elegir -con un grado de frivolidad culpable- al candidato de las encuestas. Contra lo que se piensa, el pragmatismo rasante suele costar muy caro.


La segunda derrota importante fue la de Michelle Bachelet. En las últimas semanas, el gobierno llegó hasta el límite apoyando a Guillier, y el resultado no fue muy estimulante. Si esta elección era un plebiscito sobre el legado y las transformaciones del gobierno actual, pues bien, simplemente se perdió.


Por su lado, el Frente Amplio tampoco puede sacar cuentas muy alegres. La diferencia de votación entre Beatriz Sánchez y su lista parlamentaria nos había dado una señal sobre el carácter volátil de ese electorado, que ayer se vio confirmada. De hecho, es patente que los líderes frenteamplistas conocen mal a sus propios votantes y no saben aquello que están encarnando. Hay  allí un voto que no puede explicarse por la lógica aritmética del duopolio, a la que se rindieron tan fácilmente los Boric, Jackson y Sharp. En el fondo, la adhesión a Beatriz Sánchez sigue siendo una gran incógnita que nadie ha sabido descifrar.


 Desde luego, Sebastián Piñera supo sacar el mejor provecho de todos estos errores y malos entendidos. Hay algo raro en la inédita movilización que logró ayer la derecha, que le da una fuerza innegable para lo que viene.


Sebastián Piñera enfrenta ahora el enorme desafío de darle a este triunfo macizo una traducción política efectiva. Sabemos que la oposición no le allanará el camino, que el Congreso está fragmentado, y también sabemos que el mismo candidato cedió en cuestiones fundamentales en un momento de desesperación.


Terminada la campaña, debe pensar muy bien sobre el rumbo que le quiere imprimir a su administración, para evitar los errores cometidos hace ocho años. Hay allí un reto discursivo mayúsculo, y también una exigencia de renovación de liderazgos (su gabinete no puede ser la repetición del anterior). Al final, nopuede olvidarse que el éxito de su gobierno se medirá casi exclusivamente por su capacidad de darlecontinuidad el 2021. Esto lo obliga a asumir nuevas categorías conceptuales y a darles parte de las luces a los eventuales delfines. En su caso, ambas cosas equivalen a negarse a sí mismo. Si no lo hace, pasará a la historia como aquel extraño Rey Midas que convirtió en derrotas políticas todos y cada uno de sus triunfos electorales.


El presidente tiene la palabra.


La entrada Tres derrotas y Sebastián Piñera aparece primero en La Tercera.

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Published on December 18, 2017 04:18

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Pedro Cayuqueo
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