Pedro Cayuqueo's Blog, page 229
July 30, 2015
2080, un Chile plurinacional
Hace exactos 65 años, cuando por Santiago circulaba el primer número del diario La Tercera, el diputado y dirigente de la Corporación Araucana, Venancio Coñuepán, exponía ante el Congreso el principal anhelo de los mapuches de cara a una nueva contienda presidencial. En palabras del histórico parlamentario, y más tarde ministro, la necesidad urgente de un “hombre superior” que pudiera enfrentar las dificultades e incomprensiones que sufría “la raza araucana” en Chile.
“Años de mentira y explotación están a la vista; tierras reducidas, miserias y pobrezas llevadas a la tragedia, vicios e inmoralidades intensificados por los sedicentes civilizados, perdiendo así nuestras mejores virtudes raciales…En medio de este triste avanzar de la vida, la historia nos consuela en aquella parte en que dice que cuando llegan al poder hombres superiores y de nobles corazones, audaces y originales en los procedimientos, entonces los pueblos autóctonos han sido comprendidos y se ha roto la maraña de los intereses creados”, señaló Coñuepán.
Y para reafirmar el argumento, dio ejemplos. “Así, los Pieles Rojas encontraron un Franklin Délano Roosevelt, quien hizo suprimir la ley que permitía las pérdidas de las tierras indias. Así, los indígenas de México hallaron un Lázaro Cárdenas. Así también los indígenas de la Argentina encontraron en el caminar de su destino a su Perón, liberándolos de toda clase de impuestos y dándoles otras oportunidades para su bienestar y progreso. Quiera también el destino de esta Patria elevar al poder a algunos hombres superiores para que a su influjo los mapuches vivan y avancen confiados y alegres hacia el futuro”.
Han transcurrido 65 años de aquel emotivo discurso y los mapuches seguimos esperando en Chile la llegada de aquel “hombre (o mujer) superior”. No lo fue Patricio Aylwin y mucho menos Eduardo Frei. Tampoco Ricardo Lagos, el principal promotor de la criminalización de la protesta mapuche y del escenario de violencia rural que de tanto en tanto nos desangra los campos del sur. Por cierto no lo fue Sebastián Piñera, que replicó calcado el indigenismo paternalista de sus predecesores. Y tampoco lo ha sido Bachelet en lo que va de su segundo mandato, ya que del primero mejor ni hablar.
¿Se habrá imaginado Venancio Coñuepán en 1950 este lamentable y triste escenario?
Hace 65 años, los mapuches –vía la Corporación Araucana- contaban con dos diputados en el Congreso, un ministro de Estado y doce regidores en La Araucanía. Hoy, en 2015, ningún dirigente social mapuche representa en el Congreso los intereses de nuestro pueblo y el gabinete presidencial está plagado de apellidos inmigrantes y vinosos. Allí están los Eyzaguirre, Furche, Williams y Ottone. También los Undurraga, Badenier y Saball. Ningún Huenulef, Aucapán o Mariqueo. Tampoco un Huenchumilla.
Permítanme ser lapidariamente franco. Chile, en materia de participación política y reconocimiento de pueblos indígenas, poco y nada ha logrado avanzar tras el fin de la dictadura militar. ¿La ley indígena de 1993? Continuidad de anteriores leyes indígenas, propuestas por la propia Corporación Araucana en la década de los 50’ y 60’. ¿La creación de la Conadi? Versión 2.0 de la antigua Dirección de Asuntos Indígenas (Dasin) creada también en los años 50’ y cuyo primer director fue adivinen quién. Si, Venancio Coñuepán. Como podrán advertir, nada nuevo bajo el sol. Cero razones para destapar champaña.
Me piden en La Tercera imaginar Chile en 65 años más. ¿Cómo imagino Chile el 2080? Mi anhelo, al igual que el diputado Coñuepán en 1950, es que un hombre o una mujer superior se cruce en nuestro camino para enfrentar, de una vez por todas y con visión de Estado, las dificultades e incomprensiones que sufre todavía nuestro pueblo. ¿Quién será ese hombre o esa mujer? Me atrevo con un pronóstico: Camila Vallejo, quien llegará a la Presidencia de la República en las elecciones del 2052, liderando un gran Frente Amplio, democrático, pluralista e intercultural. Y junto a ella, un irremediablemente calvo Giorgio Jackson como flamante ministro del Interior. Boric, para los que preguntan, apañando como los viejos tiempos desde la Presidencia del Senado.
Ellos, junto a generaciones de chilenos y chilenas abiertos a la diversidad étnica, cultural, sexual y religiosa, sueño sean los arquitectos del Chile del 2080. Un Chile plurinacional donde las nueve banderas de las naciones originarias flamearán orgullosas en el frontis de La Moneda, donde las lenguas indígenas –como el Guaraní en Paraguay- serán de uso oficial y cotidiano, donde la Autonomía Regional del País Mapuche implicará bienestar, progreso y sana convivencia interétnica en una región antiguamente polarizada. Son mis anhelos para el 2080. A menos que viva cien años, no estaré en este mundo para corroborarlo. Amankay, mi hija de nueve, será la testigo.
Créanme, ya la veo sonreír mientras lee esta columna a sus nietos en una banca de la futura “Avenida Libertador Pedro Cayuqueo” de Temuco.
June 24, 2015
Un nuevo amanecer para todos
A comienzos de semana estuvimos con mi familia en el lof de Llaguepulli, sector norte de la comuna de Teodoro Schmidt. Allí, a orillas del hermoso lago Budi, celebramos el Wiñoy Tripantü junto a los niños y apoderados de la Escuela Kom pu Lof Ñi Kimeltuwe, un novedoso proyecto educacional mapuche-lafkenche fundado el año 2006 y que demuestra que la autogestión mapuche si es posible. Y también el bilingüismo. Y la autonomía territorial.
Y es que la “Kom pu Lof”, como la conocen todos en el sector costa, no es una más de tantas escuelas subvencionadas que existen en zonas rurales. Su historia es de lucha y organización. Fue en 2005 cuando las familias dijeron basta y decidieron recuperar un establecimiento por décadas en manos de la Iglesia Católica. Se trataba de un viejo recinto, casi abandonado, donde el único libro disponible para los alumnos era muchas veces la Biblia.Un pequeño grupo de profesores mapuche tomó la iniciativa. Y con la comunidad, avanzando codo a codo, su lucha se volvió imparable.
A una década de aquella gesta, “Kom Pu Lof” es hoy el único recinto educacional administrado por una comunidad indígena en Chile y su matrícula supera el medio centenar de estudiantes, en su mayoría vulnerables. Por si no bastara, su currículo de estudio, avalado por el Mineduc, contempla la enseñanza de la lengua, cultura y cosmovisión mapuche. Y ya no desde el folclore sino desde la vivencia práctica y cotidiana de sus alumnos. Desde el ser y no desde el parecer. O lo que es lo mismo; desde una ética y no desde la estética.
“En nuestra escuela para el Wiñoy Tripantü nadie se disfraza de mapuche; acá somos mapuche y todos los días del año”. Con estas palabras el lonko Jorge Calfuqueo, dirigente de Llaguepulli y profesor de la escuela, explicó a todos los asistentes el real trasfondo cultural de la ceremonia que se inició el lunes poco después del amanecer. No, no se trata del “Año Nuevo” occidental y su fiesta de los abrazos. Tampoco de salir a recorrer maleta en mano los potreros más cercanos. O de llevar bajo la manta –para la buena suerte- alguna prenda de ropa interior amarilla. Y mucho menos, valga la aclaración, del publicitado San Juan de los católicos.
“El Wiñoy Tripantü es un nuevo ciclo que comienza, un renacer para la Tierra y con ella de todos sus hijos. Es una fecha de renovación y de reafirmar como mapuches un compromiso”, subrayó el lonko ante todos los presentes. Sus palabras, en perfecto mapuzugun y español, no fueron pronunciadas desde el emplazamiento, la crítica o el reclamo contra otros. No, en absoluto. El lugar desde el cual se situaba el lonko para dirigirnos la palabra era otro. Era el lugar de la pedagogía, el cariño y sobre todo del respeto. Sabias palabras de un tremendo dirigente.
Si bien el frio calaba a ratos hasta los huesos, ninguno de los asistentes se restó de las rogativas que comenzaron –ya lo dije- a tempranas horas. Tampoco del juego del palín o de las presentaciones artísticas preparadas con esmero por alumnos y profesores de la escuela. Nahuel Attón Cayuqueo, mi sobrino de 9 años, uno de ellos. Aquella mañana, por primera vez en su vida, Nahuel bailó la ceremonial “danza del choike” frente a sus compañeros y las familias de Llaguepulli. Fue un momento especial, emotivo, tanto para él como para mi hermana Alejandra, su madre; el Inti su hermano mayor; y Ayelén, su revoltosa hermana chica y también alumna del establecimiento.
Junto a Nahuel, muchos otros niños y niñas, entusiastas, risueños y libres, estrenaron canciones en la lengua de sus abuelos. Y divertidas actuaciones sobre un improvisado escenario montado en la cancha de tierra del recinto. Qué duda cabe. Ellos representan, en este Wiñoy Tripantü, los nuevos brotes anunciados por el lonko Jorge en aquel bello rincón del Wallmapu. La savia nueva de un pueblo que pese a todo, resiste. Y no solo eso; que también es capaz de soñar y tomar –de ser necesario- hasta el cielo por asalto.
¿Es posible al sur del Biobío el encuentro y la convivencia intercultural? La escuela de Llaguepulli demuestra que si lo es. Y es que no solo niños y niñas mapuches pueblan alegres a diario sus aulas. También lo hacen niños no indígenas, hijos e hijas de familias campesinas chilenas, vecinos o parientes de los miembros de la comunidad y que valoran el proyecto educacional del recinto. Si, en Llaguepulli es posible escuchar a niños no indígenas hablando mapuzugun en los recreos. O bromeando con sus compañeros lafkenche en una lengua de siglos.
A pequeña escala, los dirigentes y las familias de Llaguepulli nos demuestran a todos que una convivencia interétnica respetuosa no es una utopía. Sobre todo cuando ella parte del respeto, la valoración real por la cultura del otro y no desde el paternalismo, la folclorización o la foto exótica en el Facebook. Mucha falta hace en La Araucanía –y por lo visto en las últimas semanas en la propia ciudad de Temuco- aprender a convivir entre culturas. Ser capaces los chilenos de cruzar el puente cultural que los separa de sus vecinos mapuches. Existe, al otro lado, todo un mundo con el cual poder maravillarse. Y a través de ello, crecer como personas y como sociedad.
“El Wiñoy Tripantü no es solo de los mapuche, es una fecha que debiera ser de celebración para todos los habitantes del hemisferio sur, sean indígenas o no”, me dijo años atrás Armando Marileo, destacado dirigente y profesor, también de la zona lafkenche. Razón tiene el peñi Marileo. El Wiñoy Tripantü es quizás la mejor excusa para el intercambio, la pedagogía y el cariño entre ambos pueblos, entre ambas sociedades.
En Llaguepulli las familias lafkenche lo están haciendo y la mayoría del tiempo en completo silencio. Sirvan estas letras que hoy escribo como un homenaje para todos ellos.
June 6, 2015
El viejo Fuerte Temuco
Lo que sucedió fue lo siguiente. Uno de los concejales de Temuco, el PPD Ricardo Celis, propuso hace unos meses al municipio izar la bandera mapuche durante la realización de la Copa América. Y lo hizo apelando a su historia, composición multiétnica y a que numerosos otros municipios de la región ya habían oficializado su uso, entre ellos Lautaro, Villarrica, Pucón y el vecino Padre las Casas. ¿Quién podría oponerse a una medida tan de sentido común?, pensó Celis. Y más aún en el marco del torneo más antiguo de selecciones, con Brasil jugando en nuestro estadio y los ojos de todo el planeta fútbol puestos acá. Temuco, ciudad universitaria, moderna, inclusiva, la capital multicultural de Chile. Temuco, la Montreal de Sudamérica, imaginó el concejal los titulares. Pero se equivocó. Y medio a medio. Tanto así que el portazo a su propuesta es probable se haya escuchado hasta en la FIFA.
“Esta administración ha determinado que para todas las actividades relacionadas con la Copa América se izará solamente la bandera que representa a la nación chilena”. Fue el oficio en estilo cablegráfico que recibió esta semana el concejal como respuesta. El documento añade sin embargo que “se tiene contemplado una serie de actividades artísticas y culturales que mostrarán a quienes nos visiten nuestros orígenes”. En simple; bailes, comidas y artesanías indígenas, por supuesto. Ningún problema con la danza del choike, el popular merkén y mucho menos con el indio pícaro. Lo mapuche una vez más como folclor y atractivo de feria costumbrista. Pero la ocurrencia de izar la bandera mapuche en la capital del territorio habitado por siglos por los mapuche, por supuesto que no, ¡paremos el escándalo, señores!
Quien mejor graficó esta postura fue otra concejal de Temuco, Solange Carmine, la primera que alertó del Apocalipsis propuesto por Celis. “Acá todos somos chilenos, no existe un Estado dentro de otro, este es un Estado unitario”, señaló. “Muchos confunden la cultura mapuche con una nación”, agregó Carmine escandalizada. ¿Sospechará la militante RN, mismo partido del alcalde y ex oficial de ejército Miguel Becker, que la única confundida en esta historia pareciera ser ella? No es Celis quien confunde Estado con Nación. Un Estado, alguien debiera contarle, puede componerse de una o más naciones. La norma, a nivel mundial, son los Estados multi o plurinacionales. España, uno de ellos. Canadá, otro ejemplo. Y si de banderas se trata, ser Estado unitario no impide los emblemas regionales. Magallanes, por ejemplo. O la propia bandera Rapa Nui. ¿Conocerá la Ley Indígena o el Convenio 169 de la OIT, ley de la República en Chile desde 2009?
La “Wenufoye” fue creada en 1992 por el Consejo de Todas las Tierras. Perseguida en sus inicios, hoy es reconocida como uno de los principales emblemas del pueblo mapuche. No existe marcha, partido de fútbol o evento cultural donde no diga presente. O recital de rock, desde Skrillex a Motörhead. En Argentina, municipios de Neuquén y Río Negro la izan desde fines de los 90’ de manera habitual; el turístico y exclusivo San Martín de los Andes, uno de ellos. En Chile no sólo ha sido reconocida por comunas de La Araucanía. Santiago, Providencia, Maipú, Recoleta, Los Andes y las australes Puerto Montt y Coyhaique también. ¿Pueden estar todos equivocados en su interpretación de la ley? ¿En manos de qué concejales irresponsables y antipatriotas depositó la ciudadanía su confianza?
Es una de las razones que explica el agravamiento del conflicto sureño. No, el problema no es solamente la propiedad de la tierra, demanda económica que se resuelve inyectando recursos. Agricultores ávidos de vender a buen precio al Estado existen y créanme no son pocos. Corredoras de propiedades alertas al negocio del año con fondos públicos, les aseguro también. El problema también es otro. La nula aptitud de muchos a la hora de conductas interétnicas respetuosas. Dicho sin eufemismos, para comportarse civilizadamente y no como los racistas que insisten en demostrarnos que son. Es el trasfondo del drama que desangra nuestra convivencia y que se expresa en dos ámbitos; en “violencia física”, los atentados, la represión y las muertes de lado y lado. Y en una “violencia simbólica” de la cual pocos hablan y por la cual nadie de la Multigremial ha sido visto rasgando vestiduras. Hablo de la negación del otro, de su identidad, derechos y símbolos culturales más preciados. El no diálogo intercultural.
Temuco se fundó como Fuerte en febrero de 1881. Cabeza de playa del ejército chileno de ocupación en lo profundo del Wallmapu, por años fue asediada por mapuches que se negaban a ser pacificados por la espalda o a fuego lento en sus rucas. Es lo que relata el historiador y ex director del Museo Araucano, Eduardo Pino, en su libro “Historia de Temuco”. Publicada a fines de los años 60’, su obra es un vivo retrato del Far West de aquella época y la calaña de personajes que hizo fortuna a costa del despojo indígena.
“A la violencia de la Pacificación, con sus rucas en llamas, sus campos calcinados y el fusilamiento de mapuches después de juicios sumarios a poca distancia del cuartel y bajando por la quebrada hacia el rio, debe sumarse la rivalidad (de los colonos) por controlar las tierras prometidas”, consigna Pino. “Aquí podía triunfar cualquier recurso concedido por la ley, la influencia, la impunidad o la falta de escrúpulos. La virtud predominante en los primeros años de la capital de la Frontera no era la Piedad”, agrega. “Días sombríos, durante los cuales una vida humana valía muy poco y había que tener una vigorosa dosis de valor para sobrevivir en una tierra en que todos querían enriquecerse de un modo u otro”, subraya.
Ajustes de cuentas entre colonos, bandolerismo rural, crímenes y asaltos a medianoche, la vieja Frontera que poco tuvo que envidiar al Lejano Oeste con sus historias de “pieles rojas” versus “cowboys”. Un punto alto de aquellos años fue el coraje de los periodistas locales. “Había en todos ellos algo de apóstoles e iluminados dispuestos a enfrentar el martirio”, relata Pino. “El periodismo de Temuco vivía entonces días heroicos que le exigían denunciar atropellos y desafiar injusticias a condición de estar dispuestos a sufrir ellos mismos los atropellos”, agrega el historiador. “La figura más destacada y que tuvo un trágico final fue la del valeroso editor del periódico La Voz Libre, Francisco de Paula Rivas, que terminó sus días acribillado a balazos en Pancul, cerca de Ranquilco en 1889, sin que nadie se atreviese a enfrentar a sus asesinos”.
La Voz Libre denunciaba el robo de tierras y los crímenes cometidos contra los indígenas. También lo hacia el diario La Mañana, dirigido por Orlando Mason. Este tuvo mejor suerte; su imprenta solo fue asaltada. Y su diario incendiado. Un par de veces.
Ha transcurrido más de un siglo y su condición de Fuerte no ha variado mucho. Rodeada de “reducciones”, una suerte de amenaza fantasmal mapuche pareciera acompañar los sueños, pesadillas y desvelos de los descendientes de aquellos primeros habitantes. Saben, unos más, otros menos, que Temuco se fundó sobre la escena de un crimen con demasiados testigos que pudiendo decir algo, callaron. Saben además que los tiempos han cambiado. Y que los “mapuchitos” o los “indios” de aquel tiempo ya no son los mismos de hoy. Han estudiado. Se han formado. Han viajado y conocido otras realidades. Y cultivan porfiadamente la buena memoria. ¿Es el peso de la conciencia lo que lleva a los Tepper, los Carmine y los Becker, por citar algunas familias de renombre hoy en puestos de liderazgo, a parapetarse en aquel viejo Fuerte que hasta empalizadas y zanjas debió contemplar en sus inicios? ¿Qué esconden sus recurrentes llamados a la represión? ¿Miedo? ¿Acaso la misma codicia que Pino retrató de sus abuelos? ¿Todas las anteriores?
“El cinturón suicida”. Así llamaba la élite de Temuco a las reducciones mapuche que rodeaban la ciudad en los años 40’, impidiendo –siempre a su juicio- el crecimiento y progreso de todos. “Temuco está rodeada de un cinturón de propietarios indígenas… es el cinturón suicida que estrangula la vida económica de la capital de la Frontera… Es un problema tangible, latente y que se viene palpando cada vez con mayor relieve a medida que el progreso y el crecimiento de esta metrópolis zonal pone en contraste la necesidad de hacer producir los terrenos feraces que la rodean y que, desgraciadamente, están en manos indígenas… una ley de excepción es urgente para desalojar a los indígenas de los terrenos del interland de Temuco, que ellos no saben explotar en cultivo intensivo y científico”.
Así editorializaba El Austral de Temuco el 4 de junio de 1940. ¿Leyeron bien? Ley de excepción. Nada de compra de tierras con millonarios fondos públicos o indemnizaciones a sus legítimos propietarios. Fuerza pública y desalojo. Y por fin a producir. Y de paso, a dormir tranquilos.
¿Cuántos habitantes de Temuco siguen viviendo en ese viejo Fuerte de posguerra? Los mapuche hace rato salieron de sus reducciones. Viven, convencido estoy, en el siglo XXI. Lo demuestra la modernidad de su reclamo, la vocación por el diálogo de sus dirigentes y un rechazo transversal a la violencia, venga de donde venga. Y es que de ello trata el ser moderno y desarrollado. De aprender a convivir entre culturas, de respetarse en la diferencia, sin negar ni avasallar la identidad del otro en función de una “Paz Social” que en Temuco se asemeja mucho a la “Paz de los Colonos”. De ello trata el mundo moderno; del reconocimiento del plurilingüismo, la plurinacionalidad y la sana convivencia interétnica, banderas incluidas. El siglo de la negación y del racismo ya pasó. Y si bien es allí donde se sitúa el origen de la ciudad, el epílogo de su historia bien podría ser diferente. Es el sueño que nos convoca a muchos; construir comunidad. Los mapuche han demostrado por décadas estar dispuestos. ¿Lo están aquellos atrincherados en el viejo Fuerte?
May 22, 2015
Una negligencia criminal
Lo reconozco. No vi por televisión el discurso presidencial. Preferí descargarlo y leerlo, algo que a mi juicio lo vuelve un poco más digerible. Y es que las tomaduras de pelo en materia indígena suman ya demasiadas. Y desde 1989 a la fecha.
¿Cuántos segundos ocupó el tema en la cuenta de Bachelet? Cinco segundos, me dicen. Fue lo que tardó en señalar que los proyectos de Ministerio y el Consejo de Pueblos Indígenas serían enviados al Congreso durante el último trimestre de este año. Es decir, la anunciada medida de los primeros 100 días de gobierno, aplazada hasta fines de 2015.
De las postergadas demandas de autonomía y ley migratoria del pueblo Rapa Nui, cero comentario. De la creciente conflictividad rural en el sur, lo mismo. Y de una posible visita a La Araucanía, mejor ni hablar. Un sueño esperar mención a los escaños reservados en el Congreso, medida urgente que ni por asomo figura en las reformas políticas de la actual administración.
El principal conflicto no resuelto por el Estado en 130 años, tratado una vez más con una negligencia que raya en lo criminal. Si, en lo criminal, porque el conflicto “Estado-Pueblos Indígenas”, su errático abordaje y consiguiente agudización implica violencia, heridos, muertes, atentados, prisión política y un drama social que no distingue origen étnico. Y lo que es peor, un daño quizás irreparable a la convivencia y la paz social, sea esto en Hanga Roa o Temuco.
Hay quienes plantean, como el historiador Jorge Pinto, que ha sido el Estado el principal responsable del conflicto en la zona sur. Y desde mediados del siglo XIX, cuando expandió sus dominios sobre un Wallmapu libre y soberano, fomentando –irresponsablemente- el arribo de colonos extranjeros a una zona de posguerra. ¿Cuántas autoridades de La Moneda conocen esta mala historia? ¿O del arriendo de Isla de Pascua a estancieros británicos y el régimen de esclavitud que debieron soportar los rapanui en pleno siglo XX?
Bachelet ha apostado por la continuidad de una política indigenista que ha demostrado su total fracaso. Y que en absoluto busca solucionar el conflicto. A lo sumo, administrarlo. Desde el estallido de los primeros conflictos, el garrote y la zanahoria ha sido la fórmula. Cárcel para los que protestan, subsidios y proyectos para los “indios amigos”. Ello y la compra de tierras, el botín predilecto de cuanto operador político ha puesto sus pies en la Conadi. Su actual director, uno más de la lista.
Piñera en su minuto prometió un “cambio de paradigma”, una “nueva relación” que nunca llegó. Bachelet repite la fórmula, sin atreverse a gestar una verdadera salida política, llamado que ha realizado la ONU, la Corte Interamericana, la Comisión Nuevo Trato y hasta el propio Huenchumilla, hoy con las manos atadas tras batallar en 2014 -a mi juicio inútilmente- por hacer del conflicto un “tema país”. Nada me permite presagiar un horizonte optimista.
May 15, 2015
Giuseppe, un perfecto idiota
Un perfecto idiota, es decir, alguien “privado y egoísta”, desinteresado de los asuntos públicos o de los problemas de la polis. Es lo que idiota significaba en la Antigua Grecia y es lo que aflora a simple vista tras conocer detalles de la vida de Giuseppe Briganti Weber (22) el autor de los disparos que ayer jueves, tras la marcha por la educación, terminaron con la vida de Ezequiel Borbarán (18) y Diego Guzmán (25) en las calles de Valparaíso.
El propio Facebook de Giuseppe es un verdadero retrato de ésta, la generación perdida del neoliberalismo chileno; sin estudios, con un historial de empleo precario, miembro de una familia disfuncional, pero a su vez fanático de los autos, el carrete, las armas y el blin-blin. Y de películas como “Rápido y Furioso”, las siete. Su muro es un culto al yo, al uno mismo, a la selfie idiota. Un griego autoexiliado de su polis.
Con varias detenciones por riñas callejeras y porte de drogas, Giuseppe asoma como la versión porteña y reguetonera del “no future” de Trainspotting. De las estaciones de trenes de Edimburgo a los malolientes bajos fondos del Puerto. Directo y sin escalas. “Nada más importa, podrían matarme y me daría lo mismo”. Fue lo que desahogó en su muro hace un par de meses, luego de sufrir amenazas de muerte por meterse “con una maldita zorra”, como él mismo lo señala.
Ezequiel y Diego, por su parte, eran estudiantes marchando por el derecho básico a la educación gratuita, pública y de calidad en un país que es paraíso mundial de los “bienes de consumo”. Paradójicamente, ambos eran “clientes” de la educación privada, aquel otro invento fantasmal del neoliberalismo criollo. Pacifistas, veganos, artistas, “cabros sin vicios”, como los describieron compañeros y profesores en los noticiarios, aun impactados por sus crímenes.
Ezequiel cursaba primer año de sicología en la Universidad Santo Tomás de Viña del Mar, era fanático del Colo-Colo y malabarista en sus ratos libres. Diego había integrado la Orquesta Sinfónica Juvenil de Quillota y era un activo militante comunal de las Juventudes Comunistas. Cursaba prevención de riesgos y solo le restaba su examen de título para salir al mundo profesional. Dos vidas interrumpidas y a balazo limpio.
En latín antiguo, la palabra idiota también significa “persona sin educación” o “ignorante”. Ello era también Giuseppe, un ignorante, cuyos fracasos escolares de a poco comienzan a salir a la luz pública, a la par de su nutrido prontuario delictual. Esa estupidez lo llevó a acribillar con su nueve milímetros a dos chicos que marchaban precisamente para erradicar la idiotización colectiva propia del modelo cultural vigente.
Los griegos veían como obligación de todo hombre sabio ser a su vez un hombre público y político. Ezequiel y Diego lo fueron, jóvenes sabios y políticos, preocupados y ocupados de los asuntos públicos de la sociedad en que les tocó nacer. Giuseppe, por su parte, fue y seguirá siendo a ojos de los griegos un ser humano casi desechable, traicionado por la ira del momento y por un modelo que supo moldearlo cruelmente a su imagen y semejanza.
March 30, 2015
¿La hora de los abrazos?
Hay quienes plantean que no es posible criticar al gobierno por el desastre (no natural) del actual sistema estatal de emergencias. Que es el momento de unirse tras un largo abrazo de Arica a Magallanes, que es la hora de la solidaridad y del apoyo mutuo ante un desastre natural que -una vez más- “nos pilla de sorpresa”. En lo personal me rebelo ante esa argumentación tan básica y plagada de conflictos de intereses cuando salen de boca (o de teclados) de autoridades o funcionarios de gobierno. O bien de sus propias oficinas de relaciones públicas.
Que la cercanía de los árboles no nos impida ver el bosque.
La Oficina Nacional de Emergencias (Onemi) es un verdadero desastre. Así lo ha demostrado en cada emergencia que ha debido enfrentar en las últimas décadas. Hablamos de un organismo sin capacidad de gestión, mando ni control, incapaz técnicamente de anticiparse a los embates de la naturaleza.
En uno de los países con mayor cantidad de emergencias a nivel mundial (terremotos, tsunamis, aluviones, inundaciones, incendios, erupciones volcánicas, etc.), no advertir su negligencia e inoperancia resulta casi criminal. Lo peor es que como casi siempre en políticas públicas, todo trata de disputas políticas y celos por figuración. Sepan que un proyecto de ley que buscaba la modernización de Onemi está del año 2011 empantanado en el Congreso. Hace más de cuatro años. Fue presentado por el ex presidente Piñera tras las lecciones del 27F y al parecer la lógica es que todo lo que presentó el anterior gobierno debe quedar en el congelador. No se explica de otra forma. Si se trataba de un mal proyecto -argumento de algunos-, ¿dónde está la alternativa presentada por la entonces oposición? ¿Dónde la actual suma urgencia para votar aquel proyecto oportunamente mejorado?
Hoy es el momento de llamar la atención del desastre (no natural) que es nuestro sistema de emergencias. Lo es hoy cuando el tema está instalado en la opinión pública, es titular en los medios, se ha vuelto TT en Twitter y no cuando desaparezca la emergencia y con ello cualquier opinión se vuelva irrelevante. Sí, nos tocó vivir en una terraza continental en constante movimiento y donde la fuerza de los elementos cada tanto nos recuerda lo insignificantes que somos. ¿Estaremos entonces condenados a lamentar devastación y muertes por los siglos de los siglos, como señaló un ministro a los medios en días recientes? Me niego a creer tal cosa.
Ciegos y sordos estamos si nos negamos a sacar lecciones en la tragedia. Y el costo de esta porfía lo paga la población, aquellos que viven lejos de la cocina política metropolitana y sus disputas de poder y liderazgos. Lo pagan las familias arrasadas hoy por la lluvia y el barro en la zona norte. Y lo pagan las comunidades pewenche amenazadas por el fuego y el abandono estatal en la precordillera del sur. Sí, es hora de la solidaridad y los abrazos. Y de sacar a relucir lo mejor de lo nuestro. Pero también es hora de alzar la voz. Y de indignarnos. Y de exigir a las autoridades y la clase política que de una vez por todas dejen de jugar con la vida de tantos.
February 15, 2015
Prueba, ensayo y error
Tras cinco meses de consulta previa a los pueblos indígenas, el pasado 1 de febrero se aprobaron las medidas para la creación del Ministerio y los Consejos de Pueblos Indígenas. El anuncio fue entregado por la ministra de Desarrollo Social, María Fernanda Villegas, tras finalizar la jornada nacional de consulta que reunió durante dos días a 152 delegados representantes de los nueve pueblos en la ciudad de San Esteban, Región de Valparaíso.
El proceso de consulta fue convocado por el Ministerio de Desarrollo Social el día 29 de mayo del 2014, mediante Resolución Exenta 275 del ministerio, publicada en el Diario Oficial el 24 de junio, desarrollándose las primeras jornadas para su implementación en diferentes regiones del país a partir del 3 de septiembre del año pasado.
“Han sido días intensos de debate. Es el fruto del trabajo de las comunidades, pero también de demandas históricas de los pueblos”, indicó la encargada de la cartera de Desarrollo Social. “Este paso demuestra que el Estado se hace cargo de la política pública en conjunto con las comunidades indígenas, prevaleciendo el Convenio 169 de la OIT, donde participaron más de seis mil personas”, subrayó, por su parte, el subsecretario Juan Eduardo Faúndez.
Ambas autoridades recalcaron que el espíritu del gobierno fue promover la participación de todas las organizaciones indígenas, el respeto por las tradiciones y prácticas culturales, la información oportuna, el escrutinio público y, por sobre todo, la buena fe como base esencial. Pero no todos comparten dicha opinión.
Los decretos 66 y 40
La Consulta Indígena se rigió por el Decreto Supremo Nº 66 de 2013 sobre Consulta Previa Indígena, y he allí para muchos el primer problema.
Dicho reglamento, consensuado entre un sector del movimiento indígena y el gobierno de Sebastián Piñera, ha sido duramente cuestionado por diversas organizaciones. Denuncian que limita la consulta a proyectos legislativos que tengan “impacto directo y significativo” sobre pueblos indígenas, da por cumplida la consulta aun cuando no se logre acuerdo o consentimiento, y no establecería procedimientos culturalmente apropiados.
A ello se suma la existencia del Decreto Nº 40, que limita la Consulta Indígena -en materia de proyectos de inversión- a los plazos del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. Todo ello, se argumenta, implicaría una grave vulneración de los estándares del Convenio 169 de la OIT.
“La consulta aplicada, usando el Decreto Nº 66, ha estado afectada desde un comienzo por cuestionamientos de legitimidad”, señala el abogado y académico Salvador Millaleo. “En los territorios se ha revelado la falta de protocolos para tratar con autoridades tradicionales, carencia de preparación de los equipos en competencias para hablar lenguas indígenas, falta de información, uso de reuniones con otros fines para hacer consultas, excesiva estrechez de tiempos para deliberación, falta de disposición para llegar a acuerdos, designación arbitraria de representantes, limitaciones para presentar contrapropuestas, entre otros muchos problemas”, agrega Millaleo.
A juicio del abogado, todo ello siembra dudas sobre cuál será el verdadero aporte del ministerio en el futuro. Y también del real compromiso de la actual administración con los derechos de los pueblos indígenas. “La ausencia de inclusión de la mujer indígena en el ministerio de la mujer y de consulta para la ley de biodiversidad y política energética nos dibuja un escenario donde los indígenas parecemos más espectadores que protagonistas de los asuntos que nos afectan”, advierte Millaleo.
No es esta la opinión del embajador de Chile en la República de Guatemala, Domingo Namuncura. El primer diplomático de origen mapuche defiende la legitimidad del proceso y resta dramatismo al hecho, real, de que muchas comunidades e inclusive territorios enteros se restaran del proceso. “Abierto el proceso consultivo participan los que desean ser consultados y aportar con opiniones. Esa participación es suficiente para legitimar la iniciativa”, señala.
“Concurrieron miles de personas a expresar sus opiniones. Otros no lo hicieron. Y todo es igualmente respetable. La opinión de quienes han sido más críticos respecto de la consulta es comprensible y debe ser tomada en cuenta para mejorar los siguientes procesos. Pero la sociedad chilena y los pueblos indígenas deben continuar avanzando”, concluye Namuncura.
Su opinión es compartida por Elisa Loncón, lingüista, académica y una de las impulsoras de la Red por los Derechos Educativos y Lingüísticos de los Pueblos Indígenas.
“Necesitamos interlocución con el Estado a través de un organismo que pueda dedicarse a los temas indígenas, pero que también tenga la capacidad de tomar decisiones y manejar recursos, algo que no hemos tenido hasta la fecha”, señala. “Persisten ciertas desconfianzas mutuas entre el Estado y los pueblos originarios que es necesario superar. El ministerio abre puertas para construir una relación de mutua comprensión y de valoración de nuestros derechos. Mi llamado es a restablecer esa relación”, agrega Loncón.
A juicio de Fernando Quilaleo, director del Programa Orígenes durante el primer mandato de Bachelet, los cuestionamientos a la consulta serían legítimos y estarían radicados más en la forma que en el fondo. Esto, por cierto, no sería exclusivo de Chile. “Existe un amplio consenso en la validez de los fundamentos filosófico-jurídicos que sustentan el derecho a consulta previa. Sin embargo, no existe en paralelo a estos principios un estándar metodológico consolidado de implementación de ese derecho. Ni siquiera entre los organismos internacionales existe consenso de un marco metodológico”, señala Quilaleo.
“Una consulta indígena debe cumplir con una consistencia interna y con una legitimidad externa. Las debilidades observadas en los actuales procesos deben ser consideradas por los actores como aprendizajes, pero sobre todo por los agentes de gobierno y del Estado como lecciones aprendidas para el futuro”, agrega.
En este punto, el de la metodología, el abogado Salvador Millaleo destaca la consulta indígena conducida por el Consejo de la Cultura y las Artes sobre el proyecto del futuro Ministerio de la Cultura.
“Ha evidenciado un matiz de mayor fortaleza metodológica y capacidad de comunicación con los pueblos indígenas”, señala. “El Consejo de la Cultura y las Artes ha marcado una senda que se aparta de una limitada y sesgada interpretación del Convenio 169 instalada en el gobierno de Piñera y antes por el ex ministro Viera-Gallo”, opina, por su parte, Víctor Toledo Llancaqueo, director del Centro de Políticas Públicas.
Mientras la consulta del Ministerio de la Cultura se acerca a su etapa final, autoridades de Desarrollo Social ya anunciaron que el Ejecutivo trabajará para ingresar los proyectos de ley al Congreso durante el primer semestre de 2015. Marzo sería la meta autoimpuesta por la ministra Villegas.
Una demanda con historia
“La demanda del ministerio indígena data de los tiempos de la Corporación Araucana, en la década de los años 50 y 60”, señala José Ancán, destacado historiador y responsable en el Consejo de la Cultura y las Artes de la consulta indígena por el futuro Ministerio de la Cultura.
Uno de sus principales impulsores fue el diputado mapuche Venancio Coñuepán, líder de la Corporación Araucana y quien, tras asumir el Presidente Ibáñez en 1952, fue nombrado ministro de Tierras y Colonización. En dicho cargo, Coñuepán lideró el proyecto de ley que estableció la liberación del pago de contribuciones sobre las tierras indígenas y, más tarde, la creación de la Dirección de Asuntos Indígenas (Dasin), siendo su primer director.
La Dasin, antecesora del Instituto de Desarrollo Indígena (IDI) de la Unidad Popular y de la actual Conadi, focalizó políticas sociales hacia las comunidades, inauguró el programa de becas para estudiantes e implementó un sistema de créditos financiados por el Banco del Estado. Sin embargo, el sueño de Coñuepán de un ministerio quedaría truncado.
“A fines de abril de 1968, la muerte sorprendió a Coñuepán en el ejercicio de sus funciones como diputado de la República por un tercer período”, apunta Ancán. Su deceso marcaría el declive de su organización, desplazada en influencia durante la UP por una dirigencia mapuche más cercana a la izquierda y crítica de las antiguas alianzas conservadoras del parlamentario.
Tras el retorno a la democracia, la demanda por el Ministerio de Asuntos Indígenas reaparecería en la discusión de la Ley Indígena 19.253, sin contar con mayor respaldo político. Una década más tarde, el año 2003, organizaciones indígenas lograron que fuera integrada como parte de los planteamientos de la Política de Nuevo Trato, derivada del trabajo de la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato del gobierno de Ricardo Lagos.
La posta sería entregada a Bachelet en su primer mandato. Tras ratificar el Convenio 169 de la OIT el año 2008, la Mandataria presentó ante el Congreso un hoy olvidado proyecto de ley “para la creación del Ministerio de Asuntos Indígenas” (Boletín 6726-06). La inexistencia de un reglamento de consulta indígena y la posterior pérdida del gobierno paralizarían a poco andar la iniciativa. Ello hasta su retorno desde Nueva York.
¿Será este ministerio la solución al conflicto existente en el sur del país? Las expectativas son altas. Un ministro empoderado políticamente es lo que demandan hoy las organizaciones y comunidades que participaron del proceso. Nadie quiere un elefante blanco. El intendente Huenchumilla, una de las figuras políticas del 2014, se rumorea que corre con amplia ventaja. Su liderazgo, que trasciende los sectores indígenas cercanos al gobierno, a muchos ofrece garantías. Sería su retorno a La Moneda. Y cumpliría el sueño de Coñuepán.
January 13, 2015
¿Yo no soy Charlie?
El día sábado, estando en casa, di con el partido del Paris Saint Germain y el Sporting de Bastia en la televisión por cable. El encuentro, que se jugó en la isla de Córcega, finalizó sorpresivamente 4-2 en favor del equipo local. En lo deportivo se trató más de una farra del visitante que de los aciertos de la oncena local. El PSG, que disputa la punta de la liga francesa con el Olympique de Marcelo Bielsa, dominaba el partido, se había puesto adelante en el marcador pero no pudo frente a groseros errores en defensa que caracterizaron el segundo tiempo. Un festín para los delanteros del Sporting. Fin del encuentro. Era solo un partido más de liga, pero la celebración, créanme, fue propia de una final de la Champions. Y es que tras doce años, el emblemático equipo local, que recoge y aglutina el sentimiento anti francés de los nacionalistas y regionalistas corsos, derrotaba al representante de la metrópolis colonial. Y lo hacía de forma humillante, remontando un 0-2 y culminando la faena con una goleada histórica. Vuelta olímpica y fiesta nacional en la isla.
El partido me hizo reflexionar sobre el atentado en París y el lema “Yo no soy Charlie”, equivocado para mi gusto, que algunos han hecho suyo debido al oscuro historial del país galo. Es cierto, Francia no es ningún baluarte mundial de igualdad, libertad y fraternidad, por más que Hollande trate de convencernos de lo contrario. En su política interna, allí están las reivindicaciones nacionales de bretones, corsos y vascos, sin respuesta y, lo que es peor, aplastadas en pleno siglo XXI por el bulldozer de la asimilación a la República y políticas xenófobas de larga data. Lo mismo sucede en Oceanía, a más de veinte mil kilómetros del Arco de Triunfo y las oficinas del presidente Hollande. Nueva Caledonia, la última de sus colonias de ultramar que lucha por dejar de serlo. En 1998, los Acuerdos de Numea entre Francia y la nación kanak acordaron la realización de un referéndum de independencia entre 2014 y 2018. Desde entonces, el estado francés ha puesto toda su maquinaria colonial en marcha para impedirlo. O para inclinar la balanza política a su favor en caso de llegar a realizarse.
No, Francia no es para nada sinónimo de libertades. Así también lo demuestra su política exterior, fiel compañero de aventuras bélicas del Pentágono y la Casa Blanca por el Tercer Mundo. “Nuestro aliado más antiguo”, llamó a Francia el Presidente Barack Obama en los últimos días y vaya sí tiene razón. Juntos han bombardeado población civil árabe defendiendo mezquinos intereses estratégicos. “Lucha contra el terrorismo” le llaman. Raro concepto. Al Qaeda a fines de los 90’, ISIS en los últimos años, hijos no reconocidos de la propia intromisión de las democracias occidentales en el mundo árabe. Desde la caída del Imperio Otomano, cuando Inglaterra y Francia se repartieron el norte de Africa con un lápiz y una regla. Argelia, triste recordatorio de un pasado colonial de mazmorras, torturas y asesinatos políticos. Un millón y medio de musulmanes muertos fue el precio que pagaron los argelinos por su independencia. Vietnam, Laos y Camboya, otros ejemplos, aun cuando finalmente son sacados de allí a patadas por Ho Chi Min y el legendario general Vo Nguyen Giap. Como el PSG del estadio del Sporting.
Puestas así las cosas, ¿se puede solidarizar con Charlie Hebdo y a su vez condenar la política interna y exterior de Francia? Absolutamente. Basta usar la cabeza. Y un mínimo de sentido común. Lo demostraron los propios hinchas del Sporting de Bastia aquella mañana en el estadio. “Yo soy Charlie. Córcega Nación”, rezaba un gigantesco lienzo que a ratos se colaba, insolente, en la transmisión internacional. Sin abandonar su lucha, solidarizaban de esta forma con las víctimas francesas del fanatismo islámico. “En Córcega no tenemos cantantes célebres o estrellas de cine. Sporting es más que un equipo; es nuestra embajada, es nuestra nación, es nuestro país”. La cita anterior es de Olivier Vincenti, uno de los fundadores de la taberna “Bastia 1905” y da cuenta del estrecho lazo que une a los corsos con el equipo. “Yo soy Charlie. Córcega Nación”, vaya declaración de principios. ¿Saben ustedes cuántas veces “Charlie” ridiculizó al nacionalismo radical corso en sus páginas? Muchísimas. Y bueno que así sea. Ninguna bandera, ideología o religión es algo por lo cual valga la pena matar o morir. No al menos mientras exista la sátira para advertirlo. Y el fútbol como refugio de nuestros sueños.
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