Alejandro Soifer's Blog, page 4

July 9, 2022

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Published on July 09, 2022 22:59

February 19, 2018

El Flatiron Building de Toronto

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Ayer domingo y antes del Family Day que es un feriado muy importante por aquí decidimos salir a pasear aprovechando un inédito sol y el derretimiento de la nieve.


Nos dirigimos al Distillery District donde hay por los meses de invierno una exposición de esculturas con luces y de camino nos detuvimos a observar el Gooderham Building o el “Flatiron Building” de Toronto, una de las vistas más emblemáticas de la ciudad.


Terminado de construir en 1892 el Goodeheram Building no es ni una imitación del famoso “Flatiron Building” de Nueva York (que se terminó de construir en 1902) ni nada parecido sino un edificio más en una extraña tendencia arquitectónica de fines del siglo XIX que consitió en la edificiación de estas estructuras con formas triangulares (aquí hay un listado de ).


El Goodheram Building fue construido por la familia Goodheram que a la vez fue la fundadora de la distilería a pocas cuadras de su locación. Esa distilería ya no funciona y es hoy en día un pequeño conjunto de callejuelas interconectadas que se conoce como Distillery District: una zona arreglada y reciclada que sin embargo mantiene su encanto antiguo y es un paseo muy bonito para respirar un poco del aire del Toronto de principios del siglo XX. La distilería en sí misma alberga hoy negocios exclusivos, cafés y sí, también hay una distilería moderna entre sus callejuelas aunque no de la magnitud de la antigua.


A espaldas del Goodheram Building se ubica el Berczy Park, una pequeña plazoleta desde donde es posible verle la parte trasera al edificio, decorada con una obra de arte del artista canadiense Derek Michael Besant.


 


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The Flatiron Mural del artista Derek Michael Besant. 


Si van a pasear por Toronto no se pierdan de pasar por aquí. La dirección es: 49 Wellington St. E, Toronto, ON.


 

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Published on February 19, 2018 19:52

February 18, 2018

Sangre por la herida: Capítulo 11

Leer Capítulo 01: El .38


Leer Capítulo 02: El charquito


Leer Capítulo 03: Los monoblocks


Leer Capítulo 04: El cajamarquino


Leer Capítulo 05: El lápiz labial


Leer Capítulo 06: La maza y el televisor


Leer Capítulo 07: El cuerpo


Leer Capítulo 08: La noche


Leer Capítulo 09: Un hoyo en la tierra


Leer Capítulo 10: La pala


Resumen hasta aquí

Luego de descubrir la sorpresa que el Inca Ayala les había preparado, Mario Quiroz reacciona asesinando a Milton Mamani y enterrándolo en la tumba que habían destinado para Lucía. Entonces, cuando creía que estaban momentaneamente a salvo, el ruido de un motor a la distancia indica que los Hermanos Flores, lugartenientes del capo narco peruano están llegando para sumarse a la fiesta.


Capítulo 11: La noche roja

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Sólo hay dos escenarios posibles para lo que va a suceder dentro de minutos: o bien los hermanos Flores se dan cuenta de que el cadáver en la tumba no es el de Lucía sino el de Milton o no se dan cuenta.


Lucía me hace caso y se escabulle en la cabina de la camioneta en el asiento del acompañante.


La Range Rover de los Flores atraviesa el campo y se detiene a unos veinte metros de la tumba de Milton. Tomo la pala y me dirijo al baúl de la camioneta intentando aparentar tranquilidad pese a que me tiembla la mano. Guardo la herramienta y le digo rápidamente a Lucía que no se exponga y siga mis órdenes.


Asiente en silencio, cierro el baúl y me doy vuelta. La puerta de la pickup verde se abre y una bota tejana se clava en el piso. Inconfundible sello de estilo de Edgar Flores.  Del lado del conductor baja su hermano William.


Me llevo las manos a la cintura y me cercioro en el movimiento de tener mi Browning en la sobaquera por si la cosa se pone interesante.


William Flores viene a mi encuentro con andar tranquilo como si intentara disfrutar de una noche clara al aire libre.


— Mario, ¿qué tal?


— Eso pregunto yo William, ¿qué hacen acá?


— El jefe se quedó un poco intranquilo con tu encuentro con los muchachos del Loco Bautista más temprano, mandó a que los escoltáramos a vos y a Milton. Ya sabés cómo le gusta tener todo bajo control.


Edgar da un pequeño paseo alrededor del campo, respira profundo y rodea la tumba mientras yo lo sigo con la mirada.


— Entonces escuchamos un disparo y con Edgar dijimos: “Caramba, parece que a fin de cuentas sí hay problemas” ¿no hermanito?


El gordo responde con un gruñido incomprensible.


— No tuvimos compañía. Menuda ayuda nos hubieran dado ustedes llegando media hora más tarde.


William Flores imprime una horrible sonrisa a su rostro acaobado:


— Supongo que habríamos llegado para levantar la escena Mario.


— Sí — enciendo un cigarrillo, exhalo el humo y lo libero con un suspiro mirando hacia las estrellas — bien, no pasó nada de todo eso.


— ¿Entonces? — dice Edgar Flores al pie de la tumba y por un momento siento que su cuerpo excesivo podría empujar la tierra húmeda que rodea el pozo y hacerlo caer adentro.


— ¿Entonces qué?


— El disparo Mario, ¿qué fue?


— La chica.


— ¿Qué pasa con ella?


— Estábamos por enterrarla cuando nos dimos cuenta de que todavía estaba viva.


William Flores larga una carcajada.


— Típico de Walter — murmura Edgar completando a su hermano.


— Sí — digo y exhalo con melancolía una voluta de humo.


— ¿Qué le pasa a Milton? — pregunta William.


— ¿Le tiene que pasar algo?


— Parece muy callado, ni siquiera vino a saludarnos.


— Quedó un poco impresionado. Se asustó cuando la pendeja abrió los ojos y empezó a escupir sangre. Primero pensó que era un muerto vivo o algo así. Le tuve que volar los sesos para que se tranquilizara, pero igual quedó un poco afectado por la situación.


Edgar me clava unos ojos curiosos y desconfiados y el silencio se torna espeso, solo interrumpido por los grillos.


— Vamos Edgar — dice William tocando el hombro de su hermano — dejemos a los muchachos terminar con este engorro que estoy seguro que Mario ya tuvo una noche bastante larga.


El matón obeso chasquea la lengua y está a punto de decir algo pero lo dejo con las palabras en la punta de la lengua; me doy media vuelta y encaro para la camioneta sin decir nada más. Entro en la cabina, le hago un gesto de silencio a Lucía y chequeo en el espejo retrovisor. Los hermanos Flores vuelven a su Range Rover y me hacen un guiño con los faros delanteros, arranca el motor y dan un giro en U para salir por donde vinieron.


— Increíble pero funcionó — suspiro.


— No parece — dice Lucía con voz apenas audible.


Vuelvo a ver el espejo retrovisor. Tiene razón. La camioneta de los Flores vuelve a dar un giro y se estaciona a escasos metros de donde estaba hasta hace unos instantes.


Se abren las puertas y veo de nuevo la bota tejana de Edgar Flores pisando el pasto mojado, del lado del conductor lo distingo pronto a William, los hermanos haciendo su show del Gordo y el Flaco en plena noche.

Edgar se acerca hasta la tumba y William en cambio viene dando pasos relajados hasta nosotros.


— Mario — dice en voz alta a medio camino entre su vehículo y el mío — disculpá, una cosita más — sigue y se acerca. Acaricio la empuñadura de mi Browning, calculo las balas que le quedan en el cargador. Desde esta distancia necesitaría por lo menos tres o cuatro para hacer un fuego de cubierta y salir picando si las cosas se complican. Con un movimiento invisible para William saco la pistola de la cartuchera y ya la tengo entre mis dedos pegajosos de transpiración. El menor de los hermanos Flores está a ahora llegando hasta la ventanilla de la camioneta y me hace un gesto para que la baje.


Refunfuño pero le hago caso y bajo la ventanilla hasta la mitad, la carrocería alta de la camioneta hace el resto y Lucía, si se queda quieta, no es reconocible desde afuera.


— Es mi hermano. Creyó haber visto un objeto brillante en la tumba de Lucía y dejárselo a los villeros sería una lástima.


— Está bien — digo y me pongo a tamborilear los dedos contra el volante.


— Hola Milton, ¿qué pasa que no hablás esta noche?


— Te lo dije, es un negro cagón que quedó mal después del susto que le dio ver que la piba estaba viva cuando llegamos. Creo que le tenía algo de cariño.


William ríe.


— Claro, cariñito para cogérsela tenía. Siempre quiso mojar entre esos pancitos. Lástima que haya sido tan conchesumadre la Lucía porque estaba para sorbarla toda. Siempre nos quedará su hermanita. Dicen que es preciosa la chiquita, ya la vamos a agarrar y la vamos a dejar renga de tanto…— hace movimientos con su cuerpo como si estuviera agarrando entre los dedos grasosos que tiene, llenos de restos de pollo a las brasas y pescado, a una mujer invisible y balancea para adelante y para atrás el resto de su cuerpo, corona la mímica sexual con un desagradable sonido de deglución y entonces Lucía se zafa de su asiento, se echa encima mío que la recibo sin entender lo que está pasando. Es un instante. Ella grita “Peruano de mierda, con Gabriela no se atrevan” y lo escupe.


William Flores tiene un segundo de parálisis, deja la mímica con los brazos agarrando el aire extendidos, la cara se le contrae endurecida por el miedo y la sorpresa,  los músculos se le tensan y lleva sus manos a buscar instintivamente su pistola pero reacciona demasiado tarde porque sin dudarlo le atravieso la garganta de un tiro. El chorro de sangre empapa la ventanilla y unas gotas también aterrizan en el interior de la camioneta. El peruano se lleva la mano a la yugular como si pudiera frenar el chorro pero tiene una lúcida conciencia de que es demasiado tarde.


Todo transcurre muy rápido, Lucía encima mío insultando a William, el disparo que le metí en el cuello, la sangre golpeando el vidrio. Aparto a Lucía de encima con un empujón. El tronido con el que le rajé la garganta sobresalta a su hermano que ve en un flash como William se desploma.


Reacciona sin pensar, busca su Bersa Thunder 9 mm y dispara pero ya estamos en marcha, acelero, el barro amenaza con dejarnos empantanados pero piso el acelerador hasta el fondo y salimos.


— ¿Qué mierda hiciste? — le grito a Lucía.


— De todos modos ibas a tener que matarlo. El gordo estaba por descubrir que no soy yo la que ocupa esa tumba — responde con tranquilidad como si no estuviéramos siendo blanco de la lluvia de balas de Edgar Flores. El gordo nos corre unos metros disparando pero es inútil, contamos con la ventaja de la sorpresa y le llevamos una distancia que ya no puede salvar.


Mientras nos alejamos en la camioneta lo veo una vez más por el espejo retrovisor; baja los brazos, deja caer la pistola al pasto y corre hasta donde yace el cuerpo de su hermano. Lo abraza, lo acaricia hasta que se convierte en un pequeño punto indistinguible en la negrura de la noche.


 


Próximo capítulo: La noche roja.
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Published on February 18, 2018 09:54

February 17, 2018

Sangre por la herida: Capítulo 10

Leer Capítulo 01: El .38


Leer Capítulo 02: El charquito


Leer Capítulo 03: Los monoblocks


Leer Capítulo 04: El cajamarquino


Leer Capítulo 05: El lápiz labial


Leer Capítulo 06: La maza y el televisor


Leer Capítulo 07: El cuerpo


Leer Capítulo 08: La noche


Leer Capítulo 09: Un hoyo en la tierra


Resumen hasta aquí

Luego de una larga noche, por fin Mario Quiroz y Milton Mamani se disponen a enterrar el cadáver de Lucía Zabala. Entonces un hecho inesperado lo cambiará todo.


Capítulo 10: La pala

 


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Sacamos paladas de barro y pasto.

— No muy profundo — dice Milton.

No lo escucho y sigo cavando y ahora me siento como un maniaco, doy paladas y paladas sobre la tierra humedecida. Ya no sale barro sino una tierra cuajada con raíces débiles. La mano de Milton se apoya sobre mi pecho.

— Ya está amigo. Hasta ahí.

Pero quiero seguir cavando. Por lo menos un metro más. Me paso la manga de la camisa por la frente y queda empapada. Es hora de terminar con esto.

Me siento sobre el montón de tierra excavada y respiro hondo. Milton tapa con la mano en posición cóncava el cigarrillo y lo enciende luego de dos o tres intentos.

— Es hora de bajarla — me dice.

Me pongo de pie, abro el baúl, abro la caja de herramientas, saco un par de guantes para mí y otro para Milton. Se los tiro por el aire y me pongo los míos. Palpo el bulto y lo agarro de los pies. Tiro para afuera y lo bajo hasta que toca el piso; Milton se encarga del tronco y lo apoyamos con suavidad en la tierra, al lado del pozo.

La sábana está anudada en los extremos. El peruano saca una navaja del bolsillo y empieza a cortar las sogas, poco a poco el cuerpo de Lucía va asomando. Le descubro la cabeza, la destapo y allí está, con los ojos cerrados y expresión tranquila, parece dormida. La luz azulada sobre su rostro delicado que ni la muerte pudo arruinar destaca su gélida belleza. Parece una muñeca de cera.

Me apoyo contra la puerta del baúl abierta. Quiero decir algo pero apenas me sale un murmullo sin sentido. Atrás mío Milton empieza a correr el cuerpo para meterlo en el pozo. Silba una melodía que no conozco y escucho como empuja la tierra floja con el cuerpo de Lucía como si fuera una escoba barriendo el piso.

Entonces se escucha una queja, un sonido gutural, atragantado.

— Callate negro de mierda.

— Pero es que no fui yo jefe.

Doy media vuelta para mirarlo. El tipo no dice nada.

— No me jodas.

De vuelta el sonido, la queja, de ultratumba, sale de los labios de Lucía.

— Nada para alarmarse — me dice Milton — en el velorio de mi tía Lita, allá en Perú, el fiambre no dejaba de hacer ruidos. Casi pensamos que estaba vivo, pero uno de ahí dijo que eran gases trabados que estaban saliendo.

— Dejá de decir estupideces negro ignorante — doy unos pasos cuidadosos hasta quedar al lado del cuerpo de Lucía, me agacho y apoyo la oreja sobre su pecho. Entonces lo siento, es un pequeño, débil, latido.

— Está viva. — digo. Me levanto cansado.

— ¿En serio? — Milton se arroja encima del cuerpo de Lucía, le sujeta los dedos índice y anular en la tráquea hasta que siente su pulso.

La chica tose.

Me apoyo contra la camioneta.

— ¿Me pasás uno de esos cigarrillos?

Milton me tira por el aire el atado. Enciendo uno y fumo en silencio.

El peruano se pone de pie, los ojos le brillan.

— ¡Esta era la sorpresa que nos prometió el Inca! — exclama repentinamente iluminado — ya sabía yo que no me iba a dejar con las manos vacías.

Se tira encima del cuerpo de Lucía y le desabrocha los pantalones, se los baja y luego la bombacha.

— ¿Qué hacés?

— ¿Qué te parece que hago?

Se baja los pantalones, los calzoncillos, deja al descubierto un pequeño pene negro y peludo que en un instante está erecto. Los ojos se le vuelven dos pequeñas bolas de fuego y tiene la mandíbula caída, llena de saliva que se escurre por la comisura de sus labios.

— Un sólo chancay — dice mientras se arrodilla frente a ella y sube sus piernas a sus hombros. Se escupe la mano y se la frota ensalivada en la vagina a Lucía — ya vas a ver como te voy a cachar.

No pienso y actúo. Agarro la pala con la que acabo de hacer el hoyo para enterrarla. Negro de mierda, y yo que pensaba que lo habían mandado para matarme. Walter Ayala lo eligió porque sabía que es una bestia, sabía que la iba a violar y que después de eso la iba a enterrar viva.

La penetra, Lucía emite un gemido, abre los ojos, nos ve y quiere gritar pero está atragantada.

— Vamos, vamos mi amor, así.

Descargo la pala contra la espalda de Milton con toda la fuerza que me queda en los brazos, el negro grita y se sale de adentro de Lucía. Cae de rodillas en el hoyo.

— ¿Qué mierda hacés Mario conchetumadre?

Alzo la pala de nuevo, el peruano levanta el brazo para protegerse la cara. Le golpeo la mano y pega un grito.

— ¡Pará! — suplica.

Le doy otro palazo, esta vez siento como el impacto rompe el hueso. Se agarra la mano rota y gime. Tengo su sangre en mi camisa. Sigo. Le doy con más furia, le pego en la cabeza, dos veces más, tres veces más, hasta que se le abre la cabeza como si fuese una sandía. Su cuerpo cae de espaldas en la tumba de Lucía que ahora pasará a ser la suya.

Apunto a la cabeza con el filo de la pala y le abro la frente, sigo golpeando, saltan pedazos de cráneo astillado para todas partes, aplasto la pala contra la nariz, los ojos, lo golpeo con el filo en el cuero cabelludo hasta ir despellejándolo. No puedo parar. Siento el pecho hinchado. No puedo parar. No puedo dejar de golpearle cabeza con la pala. Pequeñas gotas de su sangre aterrizan en mi cara y se mezclan con la transpiración y no me importa porque sigo y sigo hasta que empiezo a sentir que los brazos se me acalambran. Cuando ya no queda más que una masa sanguinolienta y deforme bajo la pala, la dejo caer en la tierra y luego me dejo caer yo mismo. Vomito al costado. Se terminó.

La respiración agitada de Lucía me hace levantar la cabeza. Allá está ella. Viva pero ¿por cuánto tiempo? Su cara es apenas una mueca grotesca de pánico. Está sentada frente a mí y sin decir ni una palabra empieza a arrastrarse para atrás, entre gemidos roncos, ayudándose con las manos, intentando mover las piernas agarrotadas, gira el cuerpo en un movimiento doloroso, exhala un grito y logra ponerse de pie pero enseguida trastabilla y cae de rodillas. Se sostiene en cuatro patas y gatea unos metros.

Me ve levantarme del piso y caminar hacia ella, se desespera, quiere correr pero vuelve a caer. La tomo del brazo y la ayudo a pararse.

— Tranquila — digo.

Intenta zafarse, se mueve como un gato adentro de una bolsa, me rasguña con las uñas llenas de tierra la herida que me hizo más temprano, la suelto instintivamente y me tapo el ardor, Lucía corre.

— Quieta — grito pero no me hace caso y me saca rápido unos diez metros de ventaja con un pique. Desenfundo la pistola y disparo al cielo, el eco lo convierte en un trueno — ¡dije quieta!

Como si le hubiera dado un electrochoque, el sonido la deja inmóvil como una estatua. Miro para todos lados y compruebo que estamos solos ella y yo.

La agarro del brazo y la empujo en dirección al auto.

— Vas a hacer lo que yo te diga ¿entendido?

— Chupame la concha — articula desafiante.

— Tranquilizate.

Intenta volver a rasguñarme, soltarse. La tomo de las muñecas con firmeza y la obligo a bajar los brazos.

— Pude haberte dejado con Milton y no lo hice.

— Sos un hijo de puta igual que él.

— Callate te dije. Escuchame. Vamos a salir de acá.

— ¿Me vas a llevar a otro lado para violarme? Hijo de puta.

La empujo hasta el pozo.

— No, por favor — suplica.

La suelto y la rodeo por atrás, cae de rodillas y llora, suplica para que no la mate.

Levanto la pala con la que hasta hace unos instantes estuvo cavando su propia tumba el peruano y con la otra mano le toco el omóplato a Lucía. Da vuelta la cabeza, y veo lágrimas y baba y sangre, raspones por todas partes.

— No me mates te lo suplico.

Choco la pala contra su pecho:

— Ayudame a enterrar a ese hijo de puta — le digo.

Recojo mi pala, la hundo en el montículo de tierra recién removida, la alzo llena y la tiro de nuevo al pozo.

— ¿Qué? ¿te vas a quedar ahí sentada sin hacer nada? Te dije que me ayudaras a enterrarlo.

Lucía contempla la escena de rodillas en estado catatónico.

Sigo paleando tierra y poco a poco el cuerpo deformado de Milton empieza a quedar enterrado; chequeo de reojo a Lucía que sigue inmóvil. Clavo la pala en el piso.

— Lucía — digo con tono firme pero tranquilo — lo mejor va a ser que nos apuremos si tenemos la intención de seguir vivos un tiempo más. Ayudame a enterrarlo así podemos salir de acá.

Pestañea y se ayuda del mango de la pala como de una muleta para ponerse de pie. Durante un momento contempla el interior de la tumba, la cara deformada de su violador y lo escupe.

— Dame un cigarrillo — dice con la voz seca.

— ¿Te parece que es el momento?

Carraspea.

— Estuve prácticamente muerta durante dos horas ¿puede pasarme algo peor?

Busco el paquete, es el que me dio Milton. Se lo paso. Lucía saca un cigarrillo, lo enciende, fuma en silencio.

— Ahora estoy lista — dice y clava la pala en el montículo de tierra movida, da una primera palada y después otra y otra y cada palada de tierra que tira encima del cuerpo de Milton endurece sus músculos, la despierta de su dulce muerte y le reafirma que está viva.

— ¿Entonces? — pregunta con el cigarrillo colgando de la boca.

— Entonces de momento terminamos con esto.

A lo lejos se oye el ruido de un motor que se acerca, giro la cabeza encima del hombro y lo veo; imposible confundirse aún bajo el manto oscuro de la noche, se acerca una Range Rover verde. Como la que tienen los hermanos Edgar y William Flores. No se mueven ni siquiera una cuadra sin subirse a su camioneta.

— Lucía, adentro de la camioneta. Ahora.

Clava la pala en el pasto, arroja el cigarrillo a la tumba, se cruza de brazos, y me pregunta:

— ¿Malas noticias?

— Muy malas noticias, muy malas.


Próximo capítulo: La noche roja.
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Se consigue en formato digital sin DRM (para cualquier lector de eBooks, incluso un teléfono celular) en Amazon y en formato papel también en Amazon y en CreateSpace. También tengo algunos ejemplares que vendo firmados por MercadoLibre.


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Por dos motivos:


1. Porque así no tenés que esperar una semana más para ver cómo sigue la novela.


2. Porque pagando el libro me estarás ayudando a financiar mi próxima novela (El camino del Inca) así como a los increíbles artistas que colaborarán con ella: CJ Camba en ilustraciones y Yamila Caputo y Carolina Herlein en diseño, maquetado, cubierta y contatapa.

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Published on February 17, 2018 09:23

January 30, 2018

Mi vecino el asesino serial

Una historia digna de novela policial

El asesino es el jardinero. ¿Cuántas novelas policiales clásicas terminaron con esa revelación? El tópico del asesino revelándose finalmente como el mayordomo, el jardinero, el pintor o cualquier otro trabajador es típico de las novelas de comienzos del género policial donde la víctima perteneciente a la aristocracia o la alta burguesía era asesinada por algún proletario. No había una expresión directa de odio de clase, pero ese miedo a la rebelión de los de abajo estaba presente entre líneas.  Lo cierto es que este escenario ficcional ahora se estaría cumpliendo y no como el argumento de una novela más o menos mala sino como una realidad.


Todo comenzó hace poco más de una semana en esta ciudad, Toronto, Ontario, Canadá, con la sorpresiva detención de Bruce McArthur, un jardinero de 66 años y aspecto jovial, en relación a la desaparición de dos hombres en la Gay Village, un vibrante barrio en el medio del Downtown que es albergue de la comunidad homosexual de la ciudad y por cuya calle principal (Church Street hasta Wellesley Street) todos los años se realiza la marcha del Orgullo Gay.


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Bruce McArthur, acusado de cinco asesinatos y sospechoso de otros sin especificar todavía. (Facebook/Canadian Press)


El arresto de McArthur fue rápido y sorpresivo: hasta el momento la Policía parecía no tener ninguna pista firme acerca de los paraderos de Andrew Kinsman quien desapareció el 26 de junio del 2017 y Selim Esen de quien nada se sabe desde el 14 abril de 2017, ambos vistos por última vez en la Gay Village y sus inmediaciones.


Las desapariciones de ambos hombres, sumados a otros casos de hombres desaparecidos del barrio gay desde por lo menos el años 2010 y el asesinato este año de una prostituta y una mujer trans, ninguno de cuyos casos fueron resueltos, sumó presiones a una relación que venía tensnándose entre la comunidad gay de la ciudad y el departamento de Policía de Toronto.


“No hay un asesino en serie en la ciudad” Jefe de Policía de Toronto Mark Saunders, viernes 8 de diciembre de 2017

La Gay Village está enmarcada por la cercanía de un cruce de las dos calles principales de esta ciudad Bloor y Yonge St. Para mis lectores de Buenos Aires, esta intersección sería casi como el Callao y Corrientes de esta ciudad. Allí fue donde fue visto por última vez Esen y es la esquina de donde estoy viviendo actualmente. Un rápido paseo por las calles aledañas (Charles St. E, Haydn St., etc.) permitían ver hasta hace pocas semanas carteles de Missing Person con los rostros de Kinsman y Esen.


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La línea roja marca la extensión de la Gay Village. La X marca la intersección de Bloor St. y Yonge St.


La Policía sin embargo y pese a la coincidencia en el tiempo, lugar y situaciones de la desaparición de estos hombres, sumados a las desapariciones anteriores, había descartado la posibilidad de que la ciudad se encontrase acechada por un asesino serial. Ahora parece más claro que esa afirmación fue hecha con la intención de no seguir alentando el temor de la población o bien de no arruinar la pista que había comenzado a seguir de McArthur.


La sorpresa del 18 de enero

Pero entonces el 18 de enero se produjo el arresto del jardinero y todo lo que pensábamos saber acerca del asesino del barrio Gay cambió.


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Sin recuperar cadáveres hasta ese momento, el jardinero fue arrestado y acusado de los asesinatos de Kinsman y Esen. La sorpresa fue mayor: la familia del hombre salió a declarar que era incapaz de matar una mosca y un matrimonio del barrio de East York, casi en las afueras de la ciudad y en cuyo jardín McArthur venía trabajando desde hacía años también se mostró incrédulo. Pero el siguiente paso de la Policía fue cercar la propiedad de ese matrimonio y comenzar a excavar en su jardín.


McArthur había llegado a un arreglo: ellos le prestaban un cobertizo que necesitaba para guardar sus herramientas de trabajo y a cambio él les iba a podar el césped periódicamente. Ese trato inicial luego se convirtió, sin previo aviso, en el arreglo floral de todo el jardín. Los dueños de casa no se quejaron: les gustaba cómo McArthur había transformado su jardín. Lo que no sabían era que entre las macetas de las flores que plantaba se encontraban restos descuartizados de cuerpos humanos.


Desenredando la madeja

 


El sorpresivo arresto del jardinero escondía una trama que la Policía ha ido develando de a poco en la semana y media que ha transcurrido desde entonces. Sabemos ahora que el 3 de octubre del 2017 la Policía llegó a un chatarrero de autos donde McArthur había vendido por muy poco dinero su Dodge Caravan. El comprador se había sorprendido de que McArthur no hubiera regateado el precio de venta, lo que le confirmó a la Policía la intención de deshacerse del vehículo que encontraron todavía intacto. Según fuentes, habrían luego encontrado rastros de sangre en el vehículo. Inmediatamente el jardinero se convirtió en el principal sospechoso de las desapariciones de la Gay Village.


El hombre tenía, además, un antecedente criminal cuando en el año 2001 atacó con un caño a otro hombre. Por este crimen fue condenado a dos años en libertad condicional, su perfil ingresado en una base de datos de agresores sexuales y se le prohibió acercarse al barrio gay. Sin embargo, esta última prohibición parece no haber sido efectiva dado que el jardinero era conocido por andar por los bares del barrio. La Policía también pudo establecer en este tiempo que McArthur y Kinsman habían tenido una relación y que se había relacionado entre 1999 y 2008 con Skandaraj Navaratnam, quien desapareció en 2010.


A pesar de toda esta información con la que ya contaba, en sus comunicaciones con la prensa, la Policía seguía negando que estuviésemos frente a un asesino serial o que incluso las desapariciones de Kinsman y Esen estuviesen relacionadas con los otros casos de desapariciones y asesinatos en el barrio gay.


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Bruce McArthur. Foto de su cuenta de Facebook.


Luego del arresto y los allanamientos en las propiedades donde McArthur estuvo trabajando como jardinero tuvimos unos diez días sin nuevas noticias hasta ayer, 29 de enero cuando la Policía lo acusó de tres asesinatos más, todos ellos pertenecientes a los casos sin resolver que se venían investigando desde 2012, y además dejaron abierta la posibilidad de acusarlo por nuevos casos en el futuro.


Hoy 30 de enero la noticia fue que se encontraron restos humanos sin identificar en el jardín del matrimonio de East York donde McArthur utilizaba el cobertizo a cambio de los arreglos del césped y que el arresto se produjo porque la Policía que venía siguiendo al sospechoso irrumpió en su departamento cuando observó a un hombre joven entrando con él. Creyéndolo en peligro, los oficiales irrumpieron y posiblemente le salvaron la vida: el joven se encontraba atado a la cama y en el departamento de McArthur se encontraron fotografías de algunas de sus supuestas víctimas.


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Los cinco casos de asesinato por los que se acusa a McArthur hasta el momento, de izquierda a derecha: MAJEED KAYHAN (desaparecido desde octubre del 2012), SOROUSH MAHMUDI (desaparecido desde el año 2015), DEAN LISOWICK (presuntamente asesinado entre mayo del 2016 y julio del 2017), SELIM ESEN (desaparecido el 14 de abril de 2017) y ANDREW KINSMAN (desaparecido desde el 29 de junio de 2017)


Y así estamos al día de hoy. Sin dudas en las próximas horas conoceremos más detalles de este caso que ya es considerado el más monstruoso que haya conocido esta ciudad que por otra parte se ufana de ser una de las más seguras del mundo.


Los mantendré al tanto acerca del desarrollo del caso de mi vecino, el asesino serial.


 


 

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Published on January 30, 2018 18:23

January 27, 2018

La biblioteca pública de Toronto

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Sin lugar a dudas una de las experiencias que me han cambiado totalmente desde que vivo aquí en Toronto es mi relación con la compra de libros. Siempre fui un comprador casi compulsivo de libros. Esto quiere decir que si pasaba por una librería y veía en vidriera un libro que me llamaba la atención lo compraba inmediatamente o quizás me lo guardaba en la cabeza para comprarlo lo antes posible, no fuera a ser que el libro se agotara a o desapareciera de las estentarías por algún motivo. Ese comportamiento impulsivo siempre fue peor en mí con las librerías de saldo porque como sabemos es posible que allí encontremos efectivamente libros que quizás mañana ya no estén disponibles.


Esta compulsión a comprar libros me fue haciendo cultivar una biblioteca de unos dos mil ejemplares que tuve que distribuir entre la casa de mis padres y los departamentos donde me fui mudando solo o acompañado de parejas. Y sin dudas una de las decisiones más difíciles que tuve que tomar antes de venir para aquí fue comenzar a vender y deshacerme de cientos de libros que no podía traerme ni tampoco tenía dónde dejar (la casa de mis padres ya estaba saturada de mis libros).


Vine con unos cuatro o cinco libros de mi colección en la valija y con la incertidumbre acerca de cómo me comportaría en el futuro: ¿iba a recomprar libros que ya había comprado en el pasado y había dejado en Buenos Aires? ¿Iba a darlos por perdidos definitivamente? Porque un problema de la compra compulsiva de libros es que se van acumulando en nuestra mesita de luz sin leerse. El ritmo de lectura siempre es inferior al ritmo de compra y acumulación de libros nuevos. Algo de esto comenté hace un tiempo.


Lo cierto es que al llegar a esta ciudad repleta de librerías de usados, cadenas de librerías de saldo y librerías gigantes pensé que mi vicio de comprar compulsivamente libros iba a continuar tal y como lo había dejado en Argentina. Pero no fue el caso porque a una cudra y media de donde estoy viviendo está la central de la Biblioteca Pública de Toronto (Toronto Public Library) y encontré que apenas con los papeles de alquiler del departamento donde vivo y mi pasaporte podía tener una tarjeta de biblioteca.


 


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Imagen de la Reference Library de la Toronto Public Library. Esta es la sede principal de la biblioteca.


 


Yo mismo he trabajado durante casi siete años en una Biblioteca (la “Biblioteca Popular Alberto Gerchunoff” de la Sociedad Hebraica Argentina) y aún así nunca dejé mi compulsión a comprar nuevos libros. Pero esta vez ha sido distinto. El sistema de biblioteas públicas de la ciudad de Toronto es una de las cosas más increíbles que he visto y que volvería loco a cualquier bibliófilo como yo.


Con 100 locaciones en toda la ciudad, siempre llenas de gente, con las novedades literarias del momento ingresando constantemente en sus estantes, con cursos gratuitos de inglés para inmigrantes, impresoras 3-D, sistemas de print-on-demand, conversaciones con escritores de renombre y miles de actividades más, el sistema de bibliotecas públicas de la ciudad es el más grande Canadá, el más activo de América del Norte y el sistema de bibliotecas barriales más grande del mundo.


El sistema no sólo incluye la posibilidad de pedir prestado varios libros por 21 días con posibilidad de renovar el préstamo sino que además tiene integrado sistemas de préstamo digital de eBooks, cómics, películas, y hasta una especie de Netflix propio que acaba de inauguar y permite alquilar hasta 8 películas por mes por usuario.


 


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Aviso de que el audiobook que solicité ya está disponible para descargar


 


Desde que soy socio de la biblioteca he pedido prestado ya tres libros que quería leer y que estuve a punto de comprarme. He leído dos arcos de cómic enteros y ahora me han prestado un audiobook que pienso escuchar en los siguientes días. Nuevamente, todo esto de forma absolutamente gratuita aún para un recién llegado a la ciudad como yo.


Con una base de datos online impresionante, cada vez que pienso en un libro que quiero leer lo busco allí y si está prestado inmediatamente me pongo en una lista de espera. Apenas toca mi turno me envían un e-mail avisándome que ya lo puedo pasar a retirar.


 


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Una de las mayores colecciones holmesianas del mundo. Disponible para ver, consultar y leer en la Reference Library de la TPL.


 


Pero lo que más impresiona más allá de todo esto es el hecho de que en todas las locaciones de la biblioteca a lo ancho de la ciudad siempre se encuentra gente leyendo en sus salas de lectura, gente paseando por las exhibiciones (hubo una muy buena acerca de Sherlock Holmes hace unos meses), asistiendo a charlas con escritores, estudiando, toamando cursos gratuitos y cientos de cosas más.


En una época donde se dice que la gente ya no lee el sistema de bibliotecas públicas de Toronto sin lugar a dudas contradice absolutamente todos los pronósitcos más pesimistas sobre el futuro de la lectura y los libros.

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Published on January 27, 2018 10:38

December 13, 2017

Book tours: una experiencia nueva

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Hace unas dos semanas pagué u$s 8 para ir a ver a Gary Hendrix presentando su libro Paperbacks from Hell, un trabajo acerca de las tapas de libros de horror fiction populares entre los años 70s y fines de los 80s.


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En un cine-teatro muy bonito llamado Royal Cinema el autor se paró en el escenario y pasó un power point en la pantalla grande mientras iba hablando, contando acerca de este tipo de ficción y sus peculiares artes de tapa, intecaló canciones de su autoría en el medio de la presentación, hizo chistes y durante una hora mantuvo la atención cautiva de un publico que si bien no llenaba la sala, ocupaba casi todas las butacas.


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Al finalizar sorteó un ejemplar del libro y dijo que iba a firmar cualquier cosa que le pusieran enfrente. Salimos de la sala y el autor firmó ejemplares de un público  prevenido que había llevado ejemplares no sólo de este su último libro sino de algunos otros anteriores.


Lo que sucedió fue lo que aquí en América del Norte llaman Book Tour: un autor recorre distintas ciudades como una banda de rock presentando su libro, firmando ejemplares, dando un pequeño show o charla y se cobra una entrada al público asistente que no tiene ningún problema en pagarla.


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Pensaba en las presentaciones de libros en Buenos Aires y en Argentina en general, eventos que son gratuitos y en la mayoría de los casos a duras penas logran juntar más que un puñado de amigos y familiares del escritor que presenta el libro.


No me imagino cómo este tipo de evento cultural que además le da al autor una fuente de ingreso más allá de la venta de sus libros podría llegar a implementarse en Argentina y realmente no se me ocurre la forma en que podría ser posible. Debe ser una cuestión de tradiciones y costumbres tan diferente la que hay aquí que no hay forma de reproducirla. Lo que por supuesto es una pena.


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Published on December 13, 2017 09:35

November 30, 2017

Entrevista

Samira Soledad Valdez me realizó una hermosa entrevista que comparto aquí: Letras en múltiples formatos.


¡Gracias Samira!


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Published on November 30, 2017 09:37

November 27, 2017

Mi primer Black Friday + Cyber Monday en Toronto

 


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Comparativa entre el Macy´s de NYC y el Eaton Center de Toronto en Black Friday


 


El viernes pasado fue el Black Friday en Norteamérica y si bien en Canadá no se vive con el éxtasis de consumo que sí se experimenta del lado sur de la frontera los comercios saben que es el día del año en el que más ventas realizan, empujadas en buena medida por las promociones.


Acostumbrado como estoy a que “promoción” en Argentina signifique que los comercios van a subir sus precios los días antes de la fecha promocional para luego “bajarlos” al precio original que habían subido estaba un poco desconfiado acerca de cómo sería mi experiencia aquí. Sin embargo me encontré con muy buenas promociones realmente.


En principio el viernes me compré un libro que necesito para preparar un examen al 50% de descuento. De $25 terminé pagando $13 con los impuestos. Luego conseguí una campera buena y preparada para el invierno que se aproxima rebajada unos $110 dólares.


Conseguimos también una laptop rebajada unos $200 en Amazon para mi esposa que hace tiempo que queríamos comprar.


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Sin embargo la promoción que más pude sentir auténtica fue en un par de lentes que me tuve que mandar a hacer. El viernes fui al oculista porque con la sequedad de las calefacciones en ambientes interiores y del viento en la cara me estuvo llorando casi incontrolablemente un ojo. Aprovechó la médica para recetarme unos lentes nuevos porque los que tenía ya estaban desactualizados. En el mismo lugar me ofrecieron hacerme los nuevos a unos $370 pero preferí esperar a ver si conseguía alguna promoción en otra óptica. Y esa promoción llegó. A trescientos metros de casa una sucursal de una cadena bien conocida estaba haciendo un 80% de descuento en marcos para anteojos, empezando el viernes pasado y terminando hoy. Fui entonces hoy mismo, revisé lo que tenían y cuando me confirmaron que todo entraba en la promoción elegí un par. La vendedora se fijó el precio de lista y con la calculadora le restó el 80%. Así el nuevo par de anteojos, con marco y cristales me terminó costando $150 contra os $370 iniciales que me habían pedido en otra óptica y sin promoción.


 


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El descuento de $200 que me hicieron.


En conclusión, fue una experiencia muy provechosa, llena de oportunidades reales y no tantas trampas comerciales (que seguramente también las hubo) o más fáciles de evitar y conseguir en el camino ofertas reales.


Si van a venir a Toronto en plan de compras siempre es bueno intentar hacerlo en fechas como el Black Friday, el Cyber Monday o el Boxing Day que a diferencia del otro lado de la frontera no son eventos tan populosos y llenos de gente corriendo para conseguir un electrodoméstico ridículamente rebajado y aún así tienen ofertas que permites ahorrarse muchos dólares.


 


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Published on November 27, 2017 19:55

November 21, 2017

Mini-turismo: Catarátas del Niágara

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Una compañera de estudios me comentó que había unas promociones muy buenas para ir a las Cataratas del Niágara por una noche: hotel 5 estrellas, vista a las cataratas desde la habitación, jacuzzi y vouchers de descuento para cena y desayuno.


Averigüé un poco de la distancia entre Toronto y Niágara y el costo de pasajes y al comprobar que eran apenas dos horas de viaje y que los pasajes salían bastante baratos no lo dudé y saqué la promoción.


Las Cataratas del Niágara son un hermoso paseo turístico. La ciudad es pequeña y está hecha específicamente para turistas, con muchísimos casinos y algunos paseos más allá del obvio espectáculo natural: viñedos, un mariposaio, una torre que lleva a una buena vista de las cataratas y un cine IMAX es lo que llegué a ver. En total estuvimos un día allí y nos alcanzó perfecto para lo que buscábamos: conocer el salto de aguas, sacarnos unas fotos, descansar un rato y disfrutar del viaje en micro por Ontario.


 


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Vista nocturna (con las cataratas iluminadas) desde la habitación del hotel. Piso 32.


 


Las cataratas en sí tienen dos atracciones que valen la pena: una es “Behind the Falls” que es la que hicimos. Básicamente se trata de un sistema de túneles que van por detrás de las cataratas y permiten llegar hasta un punto bastante bajo de la caída de agua. Es una buena oportunidad y vale la pena.


El otro paseo es en catamarán que se acerca hasta la boca de la caída (“horseshoe falls”). Ese paseo no lo realizamos porque hacía un poco de frío y sí o sí es un paseo en el que uno termina empapado.


La conclusión es que es un paseo lindo y divertido para hacer. Puede ser una experiencia sumamente romántica o divertida si uno va con amigos al Casino. Sin embargo, las Cataratas en sí mismas no resultan tan impresionantes como por ejemplo las Cataratas del Iguazú. Dicho lo cuál, si te encontrás en Toronto y tenés un día de sobra para hacer algo diferente, definitivamente vale la pena ya que incluso se puede hacer el viaje de ida y vuelta en un mismo día con lo que se ahorra mucho en hotel.  Aunque, también es importante destacar que de noche las cataratas son iluminadas y eso también es un espectáculo digno de verse.


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Published on November 21, 2017 16:38