Andrés Accorsi's Blog, page 38

February 22, 2022

EL ESQUEMA SE REPITE

Los libros que leí en estos días tienen bastante en común con los de la entrada anterior, por absoluta casualidad. La otra vez teníamos un policial de autores argentinos protagonizado por un detective privado duro, del cual sabíamos muy poco. Ahora cambiamos detective privado por inspector de policía, y nos vamos a 1975 con los maestros Ray Collins y Lito Fernández para disfrutar de la reciente reedición de Precinto 56, aquel clásico de la revista Skorpio. Yo me acordaba que esto era bueno, pero no que era TAN bueno. Esta etapa de Precinto 56 arranca MUY arriba, con un Collins afiladísimo, obviamente influenciado (tanto en la prosa como en la construcción de las tramas) por Héctor G. Oesterheld, pero con una calidad y un vuelo poético en los textos que no tienen nada que envidiarle a los del maestro, y hasta a veces lo superan. Collins te hace sentir en carne propia la desolación, la oscuridad, el horror y la miseria que pueblan cada una de estas historias de 12 ó 13 páginas. Sobresalen del conjunto dos guiones soberbios: el del violador serial (jodido e impredecible) y el que gira todo el tiempo en torno al aborto, sin decir nunca la palabra “aborto”. Este es una cátedra absoluta, que deberían estudiar en profundidad todos los guionistas actuales. El dibujo de Lito Fernández es rarísimo, como si quisiera despegarse del estilo que había impuesto en Dennis Martin y reconciliarse de alguna manera con quien fuera su maestro (casi su padre, dice siempre Lito), Alberto Breccia. O por lo menos acercarse a otros discípulos del Viejo (pienso en José Muñoz, Rubén Sosa o Leopoldo Durañona) que adoptaron más yeites del glorioso tripero y los conservaron durante más años. Ojo, alejarse un poquito de Milton Caniff y Frank Robbins para acercarse un toque a Breccia no es un disparate, porque el Viejo también tuvo una etapa en la que miraba bastante a Caniff. Pero en esta etapa de la carrera de Lito, esa búsqueda se ve rara. Lo vemos usar muchas técnicas de entintado distintas en una misma viñeta y trabajar el grosor de la línea, las manchas negras, las texturas y los cross-hatchings de un modo que no volveremos a ver en casi ninguno de sus trabajos posteriores. De esa indefinición, o de ese “vale todo” intencional, salen imágenes de enorme fuerza expresiva. Más allá de que el fan de larga data de Lito sienta este material como extraño en la carrera del ídolo, es innegable que en Precinto 56 la narrativa que despliega Fernández no tiene fisuras. Ni siquiera esos experimentos en materia de claroscuro logran empañar la habilidad innata de este monstruo para contar historias con sus dibujos. Este arranque de Precinto 56 es magistral, de verdad. Una obra que para 1975 era moderna, quizás incluso vanguardista, pero que en ningún momento se planteaba romper con la ilustre tradición de los próceres de siempre como Oesterheld y el Viejo Breccia. Y que hoy se puede leer y disfrutar sin el menor inconveniente, e incluso tirar sobre la mesa para revalorizar a dos autores de una trayectoria demoledora (que felizmente aún están vivos) y una producción monumental, como la que nos ofrecieron Collins y Fernández, sobre todo en los ´70 y ´80. Y la vez pasada comenté una historieta de aborígenes norteamericanos enfrentados a los milicos de ese país que funcionaban como avanzada del genocidio y posterior robo de sus tierras, y hoy tenemos otra obra que se trata de lo mismo. Tecumseh! nació como una obra de teatro creada por Allan Eckert para ser representada al aire libre, en un gigantesco predio de Chilicothe, Ohio. Hasta que vio la obra el siempre inquieto Timothy Truman y dijo “esto es una historieta, maestro”. Así es como en 1992 apareció esta versión de Tecumseh!, que sin desviarse casi nada del relato de Eckert, funciona lo más bien como una novela gráfica de 60 páginas. Como está contada desde el punto de vista de los indios Shawnee, esta es una historia triste, donde el valor y la entrega de estos bravos guerreros no va a alcanzar para impedir que los milicos blancos se queden con todo. Pero Tecumseh se va a encargar de que la victoria les salga cara. La obra también tiene una leve trama romántica y otra bastante más importante que va para el lado de la intriga palaciega y por momentos cobra ribetes shakespeareanos. O sea que aunque sepas que al final pierden los buenos, hay bastantes elementos que te van a mantener enganchado hasta el final. Y por suerte los textos son ágiles, no está la intención didáctica de explicarte en detalle la sociedad, la economía, la política, la táctica bélica, la religión y hasta qué condimentos le ponían los indios a la comida a principios del Siglo XIX. Donde Tecumseh! viene floja de papeles es en algunos pasajes del dibujo. Truman es un excelente narrador, pero no puede dibujar a los personajes con la misma cara en dos viñetas seguidas. A veces copia los rostros de fotos y le salen muy bien, pero se nota mucho que son fotos copiadas. Y cuando no copia, tenemos personajes que de una viñeta a otra pasan de ñatos a narigones, de baqueteados a lozanos, o de flacos a gordos. El protagonista y su hermano por momentos parecen tener veintipocos años, por momentos treinta y muchos, por momentos ser casi viejos… pero en una sucesión que no coincide con el transcurso de los años que abarca el relato. Y en el medio aparece una cara copiada de una foto, y los aborígenes adquieren los rasgos del modelo que posó para la foto, que probablemente haya sido un amigo de Truman, que no era descendiente de shawnees, ni tenía una edad ni una contextura similar a la de los protagonistas del comic. O sea que ahí hay una inconsistencia, una irregularidad muy notoria, que no empaña algunos momentos majestuosos del dibujo, ni mucho menos lo interesante del guion, pero hace ruido. Si sos fan de Truman, seguro ya estás acostumbrado a esos saltos bizarros, y no van a impedir que disfrutes de esta muy buena novela gráfica. Nada más. Nos reencontramos el mes que viene, acá en el blog, con reseñas del material que pienso leer durante el viaje a Montevideo. Gracias y hasta pronto.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 22, 2022 17:31

February 18, 2022

OTRAS DOS RESEÑAS

Voy por mi segundo libro editado por Deux en menos de un mes. Vergüenza infinita. Pero bueno, me llamó la atención el rescate de Stone, una serie policial de Guillermo Saccomanno y Alejandro Fried, que recordaba haber leído hace como 30 años en Fierro (¿o era en Puertitas? ¿O salió en las dos?) y de la que me sorprendió descubrir que existen nueve episodios, porque yo conocía tres o cuatro, no más que eso. Eso me hace suponer que salía en Fierro, en la época en la que la revista era tan chota (nºs 35 al 60 de la primera etapa, más o menos), que a veces la compraba y no la leía, a veces leía tres o cuatro historietas y a veces ni la compraba. Excepto por el prontuario del editor, el libro está muy bueno. Tiene un único problema que es la tipografía, que está como apretada, con el espacio entre los caracteres comprimido al mango, de modo que las letras se amontonan unas con otras y las palabras se convierten en masacotes difíciles de descifrar. No sé si eso viene de arrastre, o si es una “innovación” de este libro, pero es un espanto. Las historias se inscriben en los típicos casos de un detective al que le pagan para fisgonear y averiguar el paradero de alguien que desapareció, o con quién se acuesta alguien, o cosas así, bien terrenales. Como suele suceder, muchas veces el antagonista es la misma persona que contrata al detective, hay femme fatales, hay engaños… Si me pongo en ortiva, hay muchos argumentos que leímos 8.000 veces en este tipo de ficciones. Pero por suerte Saccomanno le pone pasión a los textos, les inyecta una poesía sórdida, una oscuridad y una desolación muy logradas, que lograron emocionarme aunque sospechara mucho antes cómo iba a terminar cada episodio. De los nueve que incluye el librito, el que más me gustó fue el de las remeras de Mavis, impredecible y conmovedor. El dibujo de Fried es tremendo, es como un pariente punk de Alfonso Font y Jordi Bernet. Narrativa brillante, claroscuro potente, la referencia fotográfica justa para darle realismo al relato sin convertirlo en una fotonovela camuflada, muy buenas expresiones faciales, páginas de ocho y nueve cuadros donde en ninguno se ve una tirada a chanta... Una bestialidad lo que dibuja acá este monstruo poco reconocido de la historieta argentina. ¿Qué le falta a Stone? Un poco más de profundidad para el protagonista, algo que Saccomanno sí logró darle a Marcel Clouzot en la serie de El Condenado que –digamos todo, seamos buenos- es muchísimo más extensa que esta. Por ahí si Stone en vez de 9 episodios tenía 40 ó 50, llegábamos a conocer mejor al personaje y a encariñarnos o identificarnos un poco más con él. Pero estamos hablando de un material sumamente recomendable. Me voy al 2019, cuando (después de 15 años sin nuevas aventuras) regresa el querido Teniente Blueberry, ahora a cargo de la dupla integrada por Joann Sfar y Christophe Blain, autores de una generación bastante posterior a la de Jean-Michel Charlier y Jean Giraud, que ya habían trabajado juntos en varios proyectos. Rencor Apache tiene un solo problema: es la primera mitad de una historia y la segunda todavía ni siquiera está anunciada. Los seguidores de Sfar sabemos que ya nos hizo muchas veces la abyecta trapisonda de empezar una serie y no pasar nunca del Vol.1, y con dos años largos transcurridos sin que se anuncie la segunda parte, a mí se empieza a fruncir un poquito el ojete. ¿Nos dejarán de garpe a los que entregamos nuestros mangos a cambio de este libro? Ojalá que no. Estas 62 páginas no son una Obra Maestra al nivel de los mejores episodios de Blueberry, pero están buenísimas. Pasan muchas cosas, hay escenas muy fuertes, grandes diálogos, grandes silencios, una trama compleja, desarrollo tanto para los buenos como para los malos, personajes a los que los propios lectores debemos encasillar en uno de los bandos (o no) porque Sfar decide no hacerlo, y una sensación de que lo que está en juego es muchísimo y en una de esas, Blueberry no se lleva la victoria a la que está acostumbrado. Rencor Apache es una historia de violencia, de la venganza que engendra la violencia, de la mentira puesta al servicio del encubrimiento de la violencia y sus funestas consecuencias. Arranca muy arriba y, por lo menos en esta primera mitad, no baja nunca. Quizás la sorpresa más grata que me brindó este álbum es ver a Blain firme en su estilo, sin copiar a Jean Giraud. En todos los álbumes de Blueberry que no dibujó Giraud, la editorial puso dibujantes de una estética muy similar, con instrucciones de seguir lo más de cerca posible la línea del Genio Infinito. Blain, en cambio, sabe que juega de visitante y reacomoda el esquema táctico solo en la cantidad de viñetas que mete en cada página, que acá prácticamente nunca baja de ocho. Pero la línea, el juego de masas negras , la composición de las viñetas, las expresiones faciales, son 100% Blain. Incluso el ídolo compartió las tareas de coloreado con Clémence Sapin, como para que su impronta visual esté todavía más presente en cada página. Por favor que la segunda parte salga este año y que esté al nivel de la primera. Mike Blueberry, Charlier y Giraud lo merecen. Nada más, por hoy. Ah, sí! Invitar a los amigos de Montevideo, Uruguay, a la presentación de ¿Quién quiere ser superhéroe?, el jueves 24 a las 17 hs en Lecturas Comics. ¡Nos vemos allá!
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 18, 2022 12:27

February 15, 2022

ESSENTIAL DOCTOR STRANGE Vol.3

Este tomo recopila los primeros 29 números de la serie de Doctor Strange que arranca a mediados de los ´70 y llega (muy lento, porque siempre fue bimestral) hasta el año ´87 u ´88. Es material que tenía en revistitas y había leído probablemente a fines de los ´90, pero entre que soy fan de los Essentials y que algunos de esos números levantaron mucho su cotización, decidí canjearlos por otra cosa y pasarme al broli en blanco y negro. En una de esas, en algún momento hago lo mismo con las revistitas que vienen en el cuarto Essential, que es el último que llegó a publicar Marvel antes de discontinuar ese glorioso formato. No sé si disfruté mucho más que la primera vez al releer todo este material. La primera vez era todo muy nuevo y muy flashero, porque yo no me imaginaba que Stephen Strange se podía convertir en un personaje con chapa cósmica, lo veía más para vencer a hechiceros malos, u otros villanos místicos. Esta vez, que ya sabía dónde me estaba metiendo, por ahí me pareció que a esta etapa le falta eso: más conflictos grossos contra villanos. El chamuyo metafísico llevado a niveles cósmicos está bueno al principio, pero después cansa un poco. Lo mejor del tomo son los primeros 18 números, los que escribe Steve Englehart y están organizados como tres cuasi-novelas de seis episodios. Como ahora, que con cualquier idea chota te hacen seis números, pero acá en cada número hay un montón de ideas, y en el sexto como que todo cierra mejor. El tercer arco es el más desprolijo, porque en el medio se mezcla el crossover con Tomb of Dracula, que está muy bien orquestado (por Marv Wolfman, que era guionista de ToD y coordinador de la revista del Tordo), pero básicamente Englehart cuenta tres historias extensas, repletas de peligros a todo o nada para el facultativo, Clea y Wong. Después Wolfman empieza a escribir Doctor Strange y se decanta por aventuras más breves, de dos episodios, ninguna brillante y una (la del Bicentenario de la independencia de EEUU) francamente chota. Jim Starlin aporta una trilogía limadísima, con volteretas impredecibles para el Ancient One y más entidades cósmicas de las humanamente digeribles, y en los tres últimos episodios del tomo lo tenemos a un primerizo Roger Stern que primero resuelve lo que Starlin deja medio colgado y finalmente aporta un unitario de escasísima trascendencia. Faltan bastantes números para que esta serie recupere la jerarquía de sus inicios, y eso sucede ya entrado el cuarto Essential. En cuanto a los dibujantes, acá nos damos todos los lujos. Primero, el incomparable Frank Brunner, desaforado, ido al hiper-carajo, con unas tintas magníficas de Dick Giordano. Esto en blanco y negro es una orgía de emociones, magia en estado puro. Brunner dibuja apenas seis números (y muchas portadas) y después vuelve un ídolo, un dibujante fundamental para esta serie: el maestro Gene Colan, probablemente el dibujante de esta época que más se beneficia del paso de color a blanco y negro. Y encima con otro entintador de lujo, el imbatible Tom Palmer. Cuando se va Colan tenemos un numerito bien dibujado por Alfredo Alcalá, un annual a cargo de un primerizo P. Craig Russell (muy bueno, pero se superará ampliamente a sí mismo cuando haga una remake de esa historia en los ´90), tres números en los que Tom Sutton deja la vida y las tintas de Ernie Chan lo levantan como si tuviera la capa de levitación del Tordo, y para todo lo demás tenemos al magistral Rudy Nebres. A veces como dibujante y entintador, a veces solo como entintador de Jim Starlin y en un episodio hasta lo ponen a entintar al fiambre de Al Milgrom. En todos los casos, se impone la línea elegante, generosa, frondosa del sublime artista filipino. Y cuando lo dejan ser él quien plasma el relato en la página, Nebres pela un despliegue visual que no tiene nada que envidiarle a las genialidades que nos ofrecieran Brunner y Colan. Con ese nivel de dibujantes (que, como siempre digo, se disfrutan mucho más sin los colores espantosos de los comic books de los ´70), las historias podrían ser un aborto talidómico y aún así me animaría a recomendar el libro. Pero encima la mayoría de las historias son de dignas para arriba y hay muchos momentos que los fans de Strange atesoramos por siempre. Te tiene que gustar la sanata mística, mezclada con la sanata cósmica. Y bancarte a un protagonista frío, distante, que no hace el menor esfuerzo para que los lectores lo quieran, más allá del de salvar una y otra vez al universo entero, o a la realidad misma. Si eso te cierra, este trip a los ´70 te va a resultar cautivante y memorable. Y si no, siempre está la etapa clásica de Stan Lee y Steve Ditko, o la ochentosa de Roger Stern, que se ganaron en buena ley el status de hitos en la rica historia comiquera de Marvel. Gracias por la magia y que el Vishanti esté con ustedes,
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 15, 2022 15:43

February 13, 2022

UN PAR DE LIBRITOS MÁS

Ya me traje a mi nuevo departamento prácticamente todos los libros que tenía sin leer, y la verdad es que son muchos. Probablemente podría no comprar más comics hasta Septiembre u Octubre sin que falte material para las reseñas. Obviamente voy a seguir comprando, así que la única opción para que la pila de los pendientes no se vaya al carajo es meterle pata a las lecturas. Hoy voy con dos obras bastante recientes. Punisher: The Platoon es una obra de 2017 en la que (al igual que en Born, reseñada un lejano 08/01/11) Garth Ennis toma la figura de Frank Castle como disparador para contarnos una historia 100% bélica, ambientada en 1968, en la guerra de Vietnam. Como además es una publicación con el sello de Marvel Max, no hay problema en blanquear que en el presente Castle tiene casi 75 años. El hecho de que años más tarde ese joven teniente vaya a adoptar la identidad del Punisher tiene un cierto peso en la trama, pero no es en absoluto lo que la conduce. Además de su habitual rigor para contar historias de guerra, y además de lo grato que me resulta leer a ese Ennis que no trata de hacerse el gracioso a través de personajes payasescos, acá lo que más me sorprendió son dos cosas. Primero, lo poco que el irlandés cuestiona la lógica con la que opera Castle. Nos lo presenta como un tipo íntegro, enfocado, muy capo, de inquebrantable moral y de enorme solidaridad para con sus compañeros y subordinados. Sin dudas lo más parecido a un héroe que nos puede llegar a ofrecer un conflicto tan turbio como la guerra de Vietnam. Y por el otro, me impactó lo bien trabajadas que están las personalidades y los diálogos de los otros personajes, tanto de los ex camaradas de Castle (que recuerdan lo sucedido en Vietnam en una magnífica secuencia ambientada en 2017) como de los propios vietnamitas, sobre todo el coronel Giap. La acción, lo que efectivamente sucede, es poco para seis episodios y está predeciblemente estirado. Pero Ennis hace un truco interesante: generar la expectativa de que quizás nunca veamos la escena que cualquier lector quiere ver desde la página 18 en adelante: la confrontación entre Frank Castle y un personaje alucinante, al que el guionista desarrolla sobre todo a través del silencio y la contemplación. Antes del final ese choque va a llegar y Ennis va a tener el notable acierto de dejar apenas sugerido lo que pasa, para que vos elijas el grado de impacto que te va a generar. Todo esto está dibujado como los dioses por un habitual cómplice de Ennis, el glorioso croata Goran Parlov y coloreado por la infalible Jordie Bellaire, así que además de los hallazgos en la trama, la ambientación y la caracteización, The Platoon nos ofrece un tratamiento visual brillante, con un uso ajustado y siempre funcional al relato de la ya famosa viñeta widescreen. No le puedo recomendar esta obra a los fans de Punisher, pero sí a los fans del buen comic bélico, y a los seguidores de Garth Ennis y de Goran Parlov, dos bestias que acá pusieron el alma en cada página. En 2019 se publicó en Italia la primera colaboración entre dos destacados autores argentinos: el guionista Emilio Balcarce y el dibujante Horacio Lalia. El proyecto se tituló Timeland, y en 2021 se dio a conocer en nuestro idioma a través de una edición argentina. Me llamó la atención ver a Lalia embarcado en una obra que no tenía nada que ver con el género del terror (con el que generalmente se lo identifica) y al leer Timeland, me encontré con una historieta ágil, sin mayores pretensiones que las de entretener un rato al lector. El argumento que propone Balcarce abre infinitas puertas para generar peripecias gancheras. Así es como en menos de 50 páginas mezcla a William Wallace, Adolf Hitler, Napoleón o Albert Einstein con dinosaurios, alienígenas, zombies, indios, romanos, cavernícolas y transatlánticos que se la ponen contra un iceberg. La consigna habilita que pase de todo y de hecho en 46 páginas pasan un montón de cosas, hasta llegar a una página que ofrece un moñito lindo e impredecible para vincular a los protagonistas de un modo novedoso. ¿Qué le falta al guion? Un poco de profundidad para el personaje principal, que está apenas esbozado. ¿Y qué le sobra? Por un lado, todos esos guiños a las películas de Hollywood, que no le aportan nada a la trama. Por el otro, bajar un poco esa excesiva carga de información. Cada vez que Balcarce mete en el contexto de la aventura un hecho o un personaje histórico, lo explica con abundante data de fechas, nombres y lugares. Eso no está exactamente mal, porque me imagino que puede estimular el interés por la Historia en los lectores más jóvenes. Pero está hecho de tal modo que le resta fluidez al relato y por momentos se siente como una intromisión de los contenidos didácticos en un producto que supuestamente es una epopeya de acción y diversión. El dibujo de Lalia tiene algunos momentos de zozobra (esa estación orbital parece hecha con alambres, pelotas de ping-pong y cajitas de medicamentos), pero en general es sólido y cumple con las casi desmesuradas exigencias de un guion que le pide una cantidad de referencias históricas a las que pocos dibujantes se animarían. Por suerte alguien (no sé si el propio Horacio) acomodó los diálogos de tal manera que sea fácil darse cuenta en qué orden hay que leer las viñetas, algo que a Lalia a veces se le descontrola cuando opta por romper la grilla más clásica y jugar con los tamaños y la disposición de los cuadros. En general, Timeland es una lectura llevadera, como para divertirse un rato. El concepto que ideó Balcarce (el terremoto cronal) da para seguirlo hasta el infinito, aunque no sé si me coparía leer secuelas de esta obra, sobre todo por lo redondo del final. Ah, un consejo a las editoriales argentinas que recopilan material del que producen nuestros autores para las antologías italianas: encarguen portadas como la gente, ilustraciones nuevas, gancheras, que representen lo más llamativo del contenido de la obra. No armen más esos cahivaches con pedazos de viñetas sacadas del comic y coloreadas, que no se lucen para nada. Tengo leído algo más, pero me quedé sin tiempo para escribir. Vuelvo a postear pronto, acá en el blog. Gracias por tanto.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 13, 2022 11:42

February 6, 2022

NUEVAS LECTURAS

Bueno, sí, lo confieso: compré un libro de Deux, la editorial del delincuente de Muñones. Bueno, está bien, está bien. No fue uno... fueron tres. Pero fue sin querer, una tentación, un desliz. Vi un librito con historietas unitarias de las que salían en Skorpio, y como fan de Eduardo Mazzitelli y amigo del inolvidable Rubén Meriggi, no me pude resistir. ¿Hay baja de penas si logro demostrar que lo pagué con descuento? ¿No? Bueno, ¿y si juro vendérselo barato a alguien más que lo quiera y no lo tenga? Porque la verdad que, fuera del cariño que uno tiene por la memoria de Rubén y lo lindo que es que se reedite el material de aquella época tan copada de Skorpio, Fantasías no es un libro imprescindible. De movida, de las 56 páginas que ofrece, DIEZ no son historietas sino pin-ups, carátulas y rellenos varios. Una proporción muy superior a la recomendada. Después, si te lo comprás por ser muy fan de Mazzitelli, vas a descubrir que uno de los cuatro relatos que incluye el libro NO lo escribe Eduardo, sino Walter Slavich, su amigo y socio de aquel entonces. Ojo: el de Slavich es un muy buen guion, pero por ahí vos te comprás los libros de Mazzitelli para leer historietas de Mazzitelli. Y si sos muy fan de Meriggi sí, este libro te cierra por todos lados, porque las páginas que no tienen historietas son dibujos e ilustraciones del recordado co-creador de Crazy Jack, en las que deja la vida. En cuanto a las historietas, la primera de Mazzitelli se basa en una muy buena idea, que se estira un poquito más de la cuenta. Seguramente se podía contar lo mismo en menos de 10 páginas, quizás con más fuerza. Después tenemos la de Slavich, una gran historia sobre la codicia, que funciona muy bien. En la tercera vuelve Mazzitelli, pero no logra que la idea (piola, interesante) se plasme en un gran guion. Y la última, también fruto de la hábil pluma de Eduardo, es una historia atrapante e ingeniosa, en la que se luce su prosa florida, pero sin eclipsar a la trama, que es muy buena. En el apartado gráfico, se nota cómo a Meriggi no le resultaba del todo cómoda esta narrativa compacta, que muy rara vez le permitía meter menos de cinco viñetas por página. Yo creo que, a medida que avanzó su carrera y se afianzó su estilo (repleto de rayitas, con esos cross-hatchings alucinantes), Meriggi se fue haciendo menos historietista y más ilustrador. Cada vez más se lo veía más a sus anchas en páginas de poquísimos cuadros, o directamente en pin-ups bien zarpados, que en páginas donde tuviera que poner el dibujo al servicio de un relato. Sobre todo en la tercera historia, la trama ofrece varias instancias en las que vendría bárbaro una splash-page devastadora, a todo o nada, y me lo imagino a Meriggi mordiéndose los dedos para no dibujarla, porque los editores italianos no querían páginas de menos de cuatro viñetas. Y aún así, “preso” de un formato que lo restringía muchísimo, Rubén le ponía el alma a estas historias para Skorpio y hay excelentes fondos, un equilibrio muy personal entre blancos y negros, buenas expresiones faciales… Falta por ahí un poco más de variedad de planos en las historias de Mazzitelli, no así en la que escribe Slavich. Pero visualmente esto es grosso para los fans de Meriggi y de la fantasía épica en general. Bueno, me parece que no se lo vendo a nadie. Me lo quedo y a la mierda. No todos los días se edita material de Meriggi y Mazzitelli y yo lo celebro, aunque lo edite un garca que en un país más normal sería la novia de todo un pabellón de reclusos en un penal de máxima seguridad. Le entré al Vol.3 de 20th Century Boys, la obra maestra del inmenso Naoki Urasawa… que se volvió completamente loco. El tomo (doble) arranca con 110 páginas de lo que hasta ahora era la trama central, con Kenji y sus amigos enfrentados a la tétrica conspiración del enigmático Amigo, en la bisagra entre el Siglo XX y el Siglo XXI. Y ahí, de pronto, sin previo aviso, la narración salta 14 años para adelante, al 2014, y se mantiene el clima de lo que veníamos viendo, pero ahora el manga cambia totalmente de protagonistas. Urasawa centra el resto del tomo en Kanna, una chica que en el 2000 tenía tres años y ahora tiene 17, que interactúa con personajes 100% nuevos, algunos vinculados con distintos niveles de sutileza a los que aparecían en el tramo situado en el 2000. Entonces, las secuencias del “futuro” nos spoilean (también con bastante sutileza) lo que pudo haberle pasado a Kenji y sus amigos, del los cuales prácticamente no vamos a volver a oir hablar en lo que queda del tomo. Y también vamos a ver cómo entran en escena varios personajes nuevos (algunos de ellos son mangakas, basados en el propio Urasawa y en los legendarios Fujio Fujiko) para protagonizar largas secuencias que, muchas páginas después, van a conectar de alguna manera con la trama central. Sobre el final del tomo, tenemos un nuevo segmento ambientado en el pasado. ¿Retomamos la trama que había quedado colgada en el 2000? No, nos vamos a 1971, cuando los protagonistas eran chicos de escuela primaria. Urasawa va y viene, nos muestra la puntita, la esconde, nos enloquece en el camino del misterio y explora nuevas formas de generar suspenso y tenernos totalmente enganchados con una trama que se hace mucho más compleja tomo a tomo y capítulo a capítulo. Es increíble cómo se toma el tiempo y el esfuerzo para definir perfectamente a todos los personajes que va sumando al elenco, por pequeños que sean sus roles. Todo contribuye a generar tensión y a dotar a la saga de un mayor realismo y una mayor humanidad. Lo del realismo se ve también en el dibujo: son pocos los personajes que respetan la estética tradicional de los héroes y heroínas de los mangas. La mayoría de las creaciones de Urasawa se parecen mucho más a los seres de carne y hueso que pueblan el país del Sol Naciente, y a unos y otros el autor les permite expresarse a sus anchas con un dibujo fastuoso, con una atención devastadora a todos los detalles que me hace acordar a los mejores trabajos de Horacio Altuna. Sumémosle las grandes escenas de acción, los distintos climas que ofrecen los distintos tiempos y locaciones en los que transcurre la historia, y tenemos un manga que solo un genio podría dibujar. Esto es una demencia, es llevar todo al extremo más zarpado. No sé cuánto voy a aguantar sin zambullirme en el Vol.4. Y hasta acá llegamos. Muchas gracias y aprovecho para invitarlos a las presentaciones de ¿Quién quiere ser superhéroe? en Claromecó (el jueves 10 en el parador Orilla Gurú) y en Mar del Plata (el viernes 11 en el bar El Argentino). Nos reencontramos pronto, acá en el blog.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 06, 2022 15:29

February 2, 2022

ARRANCA FEBRERO

Se viene un mes con muchos compromisos sociales, y con viajes ya confirmados a ciudades donde vamos a estar presentando ¿Quién quiere ser superhéroe?, el libro que supongo que todos los lectores de este blog ya habrán comprado y leído ;) Así que cada día de paz en Buenos Aires es sagrado, y hay que aprovecharlo para avanzar con la lectura y las reseñas. Hace casi 11 años, la primera vez que viajé a Perú, vi muy barato este libro, y como era de Jorge Zentner y Rubén Pellejero, no dudé en comprarlo. Después descubrí que se trataba de la segunda parte de un díptico, y luego de putear en todos los idiomas, me dediqué a tratar de conseguir el Vol.1 de Aromm. Mi fracaso fue absoluto y aún hoy jamás lo vi en ningún lado. Así que dije “me chupa un huevo, vamos a leer el Vol.2 y si no se entiende nada, mala leche”. Para mi sorpresa, se entiende TODO. El Vol.2 arranca con los personajes ya presentados, pero al nivel de las tramas, es perfectamente autoconclusivo. De hecho, es un guion excelente, con acción, rosca política, romance, dilemas morales espesos, data histórica muy bien incorporada… Una maravilla, hasta que en las últimas 15 páginas Zentner parece desviarse de la senda de la gloria y la historia de Aromm se deshilacha un poco, se empantana entre escenas oníricas y escenas que narran en muchas viñetas hechos que el lector daba por sentados y que se podrían haber obviado, o apenas sugerido. De todos modos, cuando esto sucede, venimos de vibrar con más de 30 páginas magníficas, una cátedra de aventura histórica para cualquier guionista que quiera incursionar en este género tan popular sobre todo en Francia. El dibujo de Pellejero (ni hace falta decirlo) me pareció brillante, con esa combinación irresistible entre potencia y poesía que pocos dibujantes logran y que a los lectores nos hace flashear. El color es fastuoso, el rotulado está buenísimo, y la edición española de Glénat es impecable. Obviamente, el día que vea el Vol.1 me lo voy a comprar, y seguramente me aportará poco a nivel argumental. Pero como fan de la dupla, y a sabiendas de que el Vol.2 me hizo pasar momentos memorables, no tiene sentido resistirse. Allá por 2016, el maestro Genndy Tartakovsky, capo de la animación yanki nacido en Rusia, debutó como autor de historietas con una miniserie de cuatro episodios protagonizada por Luke Cage y ambientada en los años ´70. Finalmente la leí, y la verdad es que el guion es menos que la nada misma. Es una aventura ínfima, que si el Tarta la contaba en un dibujo animado, a duras penas llegaba a ocho minutos. Es irrelevante, no tiene consistencia, no tiene desarrollo de personajes… Tiene un par de buenos chistes, y lindos homenajes a los villanos y personajes secundarios de la serie de Power Man de los ´70, que seguramente Tartakovsky leyó y disfrutó de pibe. Pero es un guion indigente, por debajo de la línea de pobreza. El dibujo, en cambio, es una fiesta. Apoyado por las tintas del nunca bien ponderado Stephen DeStefano, el Tarta se va al carajo y más allá para regalarnos unas puestas en página espectaculares, unas expresiones faciales geniales y unas peleas de un impacto increíble. Todo el tiempo se nota que Tartakovsky la pasó bárbaro dibujando este comic, y que dejó el alma en cada viñeta. El coloreado de Scott Willis también está en perfecta sintonía con la magia visual que proponen el Tarta y DeStefano y contribuye mucho a que la experiencia sea de una intensidad arrolladora. Lástima el guion, que es pésimo. Esto mismo, reversionado para ocho o diez páginas en una antología de historias cortas, pudo haber sido una gema inolvidable. Así, conserva el atractivo de ser la única historieta realizada por un referente ineludible de la animación, pero solo se sostiene por el dibujo y por el cariño que uno le tiene al personaje de Luke. La próxima vez que a Genndy le pinte incursionar en el mundo de las viñetas, háganle (y hágannos) un favor y pónganle un guionista. Y nada más, por hoy. Tengo leído otro libro, pero lo reseñamos la próxima, junto con alguna cosa más que lea en estos días. Gracias y hasta pronto.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 02, 2022 08:49

January 29, 2022

LECTURAS ACUMULADAS

De a poco se va calmando el mega-bolonki de la mudanza y también de a poco, estoy trayendo de mi antiguo domicilio el material que tenía sin leer, ya sin miedo a que se pierda o se mezcle con todo lo demás. Así que estoy retomando un ritmo bastante saludable de lecturas y creo que voy a poder postear reseñas una vez por semana. No sé qué días, porque en Febrero retomo la gira de presentación de ¿Quién quiere ser superhéroe? Y habrá muchos findes en los que estaré lejos de mi casa y de mi computadora. Pero vamos a tratar de tener unas cuantas reseñas publicadas durante los próximos meses. Me liquidé en poco minutos el cuarto y último librito de Ryuko, el manga de Eldo Yoshimizu publicado por el sello cordobés Buen Gusto. Una vez más, me impactó lo desparejo del dibujo: acá hay imágenes gloriosas, que te detonan las retinas, y viñetas que parecen dibujadas en tres minutos por un perro catatónico, expulsado del más croto de los talleres de dibujo de historieta. Este registro gráfico tan, tan amplio que propone Yoshimizu, hace que la narrativa a veces se complique un poco. Y no es el único lastre que tiene en ese rubro. El abuso grotesco de las páginas de una sola viñeta también da la sensación de ¿estoy leyendo un manga o mirando un artbook?, incluso cuando en general los dibujos que ocupan toda una página son fastuosos. En cuanto al guion, en estas últimas páginas se resuelve todo, y se resuelve de manera bastante simple. El cierre que elige Yoshimizu para Ryuko le da infinita chapa a un personaje que en los tres primeros tomos no parecía aspirar a un rol protagónico, mientras desluce y reduce casi al mínimo los roles de otros personajes, a los que les había dado mucha más bola y más desarrollo en los tomos anteriores. Lo mejor que tiene este final es que se entiende el 95% de la trama sin haber leído nada de lo anterior. Es casi una mini-novela gráfica en sí misma. De todos modps, recomiendo NO leer Ryuko en este extraño formato de cuatro fetas de 110 páginas, sino todo de un saque. Vas a encontrar algunas inconsistencias menores en los diálogos (idas y vueltas entre el usted, el tú y el vos), pero lo vas a sentir más poderoso, más intenso, más parecido (creo yo) a lo que quiso transmitir el autor cuando ideó este thriller de violencia, rosca política, crimen y venganza. Voy con otro manga, la antología de historias cortas de Junji Ito titulada Fragmentos del Horror. Acá tenemos otros ocho relatos dibujados como los fuckin´dioses por Ito, y si bien no todos son igual de atrapantes, siempre está esa sensación inquietante, ese escozor que te genera el autor con poquitas viñetas, cuando ya empezás a sentir que te está metiendo en una trama enroscada, en la que puede pasar literalmente cualquier cosa. Hay un par de historias menores, que no van más allá del desarrollo lento y retorcido de una idea escabrosa, hay un par muy interesantes, y hay una que se destaca por sobre el resto y que se merece el rótulo de Gema del Infinito: las 30 páginas de Despedida Lenta son una maravilla que justifican por sí solas la compra del tomo. Una idea original, un desarrollo brillante, un final imprevisible, un montón de emociones, un personaje central que evoluciona muchísimo… Alta magia de la mano de este autor que aún hoy sorprende a los que lo seguimos hace 15 años, o más. La edición de Ivrea, impecable, realmente de lujo. Y me clavé dos libritos más de la edición italiana de Chicanos, una de las obras menos difundidas de la gran dupla integrada por Carlos Trillo y Eduardo Risso. Lo mejor de esta etapa de la extensa serie (realizada para Italia a mediados de los ´90) lo encontré en los episodios en los que aparece Mel, el interés romántico de Alejandrina Yolanda Jalisco. Los dos primeros conforman una única aventura que está muy bien, y cuando reaparece (en el arco de dos episodios centrados en el caso de James Marisco), Trillo nos ofrece los mejores guiones de lo que va de la serie. Y acá está el que los autores pensaron como final de A.Y. Jalisco (o Chicanos, o Tabasco Blues, o como la quieran llamar): el episodio 20 termina con la protagonista atropellada por un colectivo y los malignos Carlos y Eduardo pensaron en cerrar ahí la serie, con esa ironía brutal de ponerle fin a la vida de Jalisco justo cuando, por una vez, las cosas le salen bien. Por suerte, como la repercusión de la historieta era muy buena, los editores tanos convencieron a los autores argentinos para que continuara la saga, y los últimos dos episodios del Vol.4 son desventuras de Alejandrina en el hospital donde se encuentra postrada, enyesada de pies a cabeza y –de nuevo- cruelmente maltratada por un Trillo que no tiene piedad. El dibujo de Risso no afloja nunca. Ese nivel sublime que vimos en los primeros dos libritos se mantiene intacto en estos dos y nos muestra al León de Leones afianzado a la perfección en esta ambientación urbana 100% realista, combinada con grotesco, violencia y romance. Y gloriosa esa aparición de Marv, el personaje creado por Frank Miller para la primera saga de Sin City. Nada, ojalá algún día una editorial argentina publique esta serie de manera integral, en uno o varios tomos, como para completar el panorama de la abultada e interesantísima producción de Trillo y Risso para las antologías de la editorial Eura. Esto es todo por hoy. Gracias por el aguante, perdón por la extensión de los baches entre entrada y entrada, y nos reencontramos pronto acá, en el blog.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 29, 2022 14:36

January 13, 2022

PRIMERAS LECTURAS DEL AÑO

Sigo atrapado en el vórtice espacio-temporal de la mudanza, pero felizmente me pude hacer un rato para escribir acerca de las historietas que (no sin dificultad) pude leer en estos últimos días. Ya resignadísimo a no tener nunca una edición en castellano de Chicanos, me adentré en este clásico noventoso de Carlos Trillo y Eduardo Risso en una edición italiana del 2003, que consta de cinco tomos. No recopila TODA la serie, pero creo que es la edición más completa, la que más episodios llegó a reeditar en formato libro. De las tres series largas que Trillo y Risso producen para la Eura en los ´90, Chicanos es -lejos- la mejor dibujada de las tres, muy por encima de Borderline y Yo, Vampiro. No sé si para esta serie Risso contaba con más tiempo para dibujar cada episodio, o si repartía el trabajo con un equipo de asistentes más afianzado, pero visualmente estos episodios están repletos de imágenes y secuencias maravillosas. La New York de Chicanos tiene ese caos, esa cacofonía, esa pátina de grasada que tenía la New York de Alack Sinner, potenciada por un manejo del claroscuro en el que Risso, además de mostrar su admiración por José Muñoz, anticipa mucho de lo mejor de 100 Bullets. No hace falta llegar a su etapa en Estados Unidos para disfrutar de un Risso perfecto, impecable en la narrativa, impactante en las expresiones faciales, infalible en el retrato de la vida cotidiana de esta ciudad de feroces contrastes y desigualdades. Te pueden no interesar en lo más mínimo los guiones, y aún así pasarla bomba con Chicanos solo por la calidad infernal que tiene el dibujo del león de Leones. Y los guiones no están nada mal. En especial la saga que abarca los cuatro primeros capítulos y el séptimo (recontra-autoconclusivo) son muy, muy notables. Después hay unos cuantos episodios unitarios más (leí hasta el 12, que es lo que viene en los dos primeros tomos de la edición de Coniglio), casi todos muy dignos y alguno muy extremo, con algún exceso por parte de Trillo en su afán de mostrarnos lo poco feliz que resulta la vida de Alejandrina Yolanda Jalisco, la protagonista de la serie. Un poquito de mala leche está bueno, pero cuando el maltrato hacia la protagonista se acerca más a un bullying despiadado, te preguntás si realmente hacía falta. Y la verdad que no, menos cuando esos episodios de “miren lo mal que la pasa Alejandrina” no tienen otro hilo argumental más potente, vinculado a la aventura o a la investigación de casos policiales, o al romance, aunque más no sea. Es como que en algún punto Trillo mezcla desarrollo de personajes con humillación y basureo al límite de la protagonista y la reacción que genera en el lector (por lo menos en este lector) es mucho más repulsiva que cuando Alejandrina resulta discriminada, maltratada o pisoteada en el contexto de una trama más “aventurera”. Veremos con qué me encuentro en los tomos que me quedan por recorrer. Me voy a Francia, año 2010, cuando Jul Maroh causa sensación con la novela gráfica El Azul es un Color Cálido. Claro, nunca habían aparecido historietas que abordaran en profundidad, en clave dramática, el tema de la homosexualidad femenina. Y la autora lo presenta de manera muy realista, por momentos más cruda, por momentos más poética, pero con una contundencia emocional aplastante. Imposible llegar al final de la obra sin sentir una profunda empatía por Clementine y Emma y sin sufrir por el trágico desenlace de su historia de amor. La historia está muy bien narrada, con todos los recursos puestos al servicio de conmover al lector, de invitarlo a dejar de lado prejuicios y tabúes y vibrar al ritmo de un romance complicado, apasionado, impredecible de principio a fin. En general, cuando aparecen obras que rompen todo al arrojar sobre la mesa temas de los que hasta ese punto no se hablaba, son obras muy jugadas a la idea, al concepto, y a menudo no tan cuidadas en la realización. En ese sentido, El Azul es un Color Cálido me sorprendió muy gratamente. Tanto el dibujo como la narrativa muestran un nivel de solvencia que uno normalmente no asocia a una ópera prima de una autora joven. Por ahí sin deslumbrar, Maroh maneja con muchísimo criterio el ritmo del relato, sabe conjurar climas, asfixiar al lector con silencios, ponerle fuerza a las escenas clave... y además dibuja y colorea muy bien, en un estilo que por momentos me hizo flashear una versión más moderna del maestro Hermann. Aclaro (para que no me masacren) que me gusta más Hermann que Maroh, pero la onda medio que va para ese lado. Nunca leí otros trabajos de esta autora, y trataré de rectificar esa carencia, porque la verdad que este es un muy buen comic, que amerita seguir a su autora por otros caminos. Me imagino que en obras posteriores Maroh habrá tocado temas distintos, no infinitas variaciones de “una chica adolescente se enamora por primera vez y descubre que es lesbiana”, pero la verdad, no lo puedo asegurar. Ya veremos con qué me encuentro la próxima vez que me cruce con una obra de esta autora, cuyo primer trabajo es sumamente recomendable y cuenta con una magnífica edición argentina. Me quedo en Francia para degustar otra papita fina, pero de autor argentino: Llamarada, del inmenso Jorge González, que también tuvo edición local en 2021. En la primera parte de la novela, González nos cuenta la historia de su abuelo José María, talentoso futbolista que se luciera en el glorioso Racing Club de Avellaneda en aquellos años anteriores a la aparición del futbol profesional, cuando todo era amor por la camiseta. Un testimonio riquísimo y apasionante de esas décadas fundacionales para el deporte más popular y más masivo del planeta. Pero después la trama agarra para el lado de las generaciones y los vínculos entre padres e hijos. José María se convierte en papá de Jorge, Jorge a su vez tiene un hijo al que también llama Jorge (el autor de la historieta), y el nieto del crack de Racing, ya radicado en Europa, amplía la dinastía González con la llegada de Mateo, pelirrojo como su bisabuelo y bastante habilidoso con la redonda. Con elegancia y sutileza, González explora el conflicto entre lo que los padres quieren que sean sus hijos y lo que finalmente estos eligen para sus vidas, y de ahí salen los mejores momentos de Llamarada. Fiel a su estilo, el argentino estira la extensión del libro con secuencias de alto vuelo plástico que parecen no conectar con la trama, pero esta no pierde en ningún momento el interés. No sé si el guion está tan logrado como el de Fueye (ver reseña del 06/07/12), pero seguro que me gustó mucho más que el de Dear Patagonia (reseñado el 09/11/15). Entre diálogos muy reales y silencios cautivantes, se luce (como siempre) el dibujo de Jorge González que, en la primera mitad del libro, alcanza un nivel más cercano a la magia que al arte. En la segunda mitad prueba otras cosas, arriesga un poco más en materia estética, y el resultado puede ser un poco confuso, o no tan fácil de acoplar al devenir de algo que es, ante todo, un relato. Incluso cuando se pasa de experimental, González no se olvida que está contando una historia, y eso hace que Llamarada, si bien cambia mucho con el correr de las páginas, mantenga una unidad y una consistencia a lo largo de 300 inolvidables páginas. Si sos hincha de Racing, esto te va a emocionar, y si no, me parece que también. Nada más, por ahora. Gracias por el aguante y ni bien pueda, vuelvo a postear acá en el blog.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on January 13, 2022 09:52

December 30, 2021

ELVISMAN

Bueno, pude terminar ese libro que tenía por la mitad, y no era otra cosa que la reedición de un comic creado en los ´90 por mis amigos cordobeses Diego Cortés y Juan Ferreyra, continuado a principios de este siglo por mi amigo santafesino Leo Sandler y publicado por la misma editorial que publicó ¿Quién quiere ser superhéroe?. Tengo que estar muy en pedo para hablar mal de Elvisman, y ustedes saben (y si no, se los cuento ahora) que soy abstemio. En principio, habría que señalar que la lectura de Elvisman en libro es mil veces más gratificante y atrapante que en los comic books originales, simplemente por el hecho que los seis números que trae el tomo salieron originalmente a lo largo de… más de seis años. O sea que, normalmente, cuando aparecía un número de Elvisman, yo no me acordaba un carajo de lo que había pasado en los anteriores. Y Cortés planteó esta historia como saga, no como una sucesión de episodios autoconclusivos, por lo cual el libro es, sin dudas, el formato ideal para descubrirla o redescubrirla. Por el otro lado, la lectura de Elvisman en libro no pierde, pero seguramente tampoco acentúa, esa sensación de maravilla que nos daba ver cómo mejoraba el dibujo de Juan Ferreyra entre un número y el siguiente. Al principio era un dibujante al que se le notaba la pasta, el potencial, y ya para el tercer o cuarto número era obvio que estábamos en presencia de un dotado para el dibujo académico-realista, que además tenía un gran manejo de la narrativa, de los espacios dentro de la página, etc.. Para cuando Cortés se decidió a continuar Elvisman con Sandler en vez de Ferreyra, los zapatos de Juan ya eran imposibles de llenar y su consagración en Europa y EEUU ya era inminente. Pero, gracias a la astuta decisión de no tratar de copiar los yeites de Ferreyra, Sandler sale muy bien parado del desafío. Todavía no tenía tan definida su identidad gráfica, y aún así se banca con mucho aplomo un guion que no era fácil de dibujar. Y sin dudas lo más asombroso de Elvisman sigue siendo eso, el guion: lo arriba que empieza y cómo aguanta ahí arriba hasta el final del arco. Esto no parece un trabajo de un autor joven que hace sus primeros palotes, ni por casualidad. El equilibrio entre acción e introspección, el manejo de los tiempos, la calidad de los diálogos y bloques de texo, y sobre todo la fuerza de las ideas que despliega Cortés en esta obra tienen mucho más que ver con un profesional consumado que con un pibe joven de incipiente militancia en el underground fanzinero de un país periférico. Ya lo dijo mucha gente antes que yo, y capaz quedo como un tarado repitiéndolo, pero es posta: Elvisman es una historieta adelantada a su época, que tiene mucho más que ver con el Siglo XXI que con 1997, que es el año en el que vio la luz. Otro testimonio (felizmente recuperado) del talento descomunal de un Diego Cortés al que nos sigue costando un montón encontrarle continuadores, y ya ni hablar de reemplazantes. Me pondría a escribir acerca de cómo enfoca Elvisman el tema de los superhéroes, pero tengo miedo de darme mucha manija y escribir una especie de capítulo 14 de ¿Quién quiere ser superhéroe?. Me limito a decir que la mirada de Cortés sobre el crisol de géneros también estaba adelantada a su época. Y que si te animás a adentrarte en obras que aborden esta temática desde lugares… peligrosos, al filo del reglamento, la vas a disfrutar muchísimo. Y ahora sí, nada más por este año. Un año de 59 posteos parece medio miserable, pero la verdad que para mí fue un esfuerzo enorme bancar ese ritmo de publicación mientras laburaba a full en la Comiqueando, en la Comiqueando Digital, en la difusión del libro, en la distribución, y además atendía temas familiares muy delicados. Para 2022 no prometo nada, excepto una pausa forzada por el hecho de que –después de casi 25 años en la misma casa- me estoy mudando y ya un porcentaje enorme de mis comics está en un limbo de cajas, valijas y canastos que no sé si están en esta casa o en la otra. Me imagino que cuando todo esté más tranquilo retomaremos este espacio, el sitio de Comiqueando, el canal de YouTube, la gira de presentación de ¿Quién quiere ser superhéroe? y varios temas más que ahora se están acomodando (no sin dificultad) en el freezer. Que el 2022 les regale 365 días de excelente lectura comiquera.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on December 30, 2021 17:20

December 29, 2021

NEW AVENGERS Vol.7

Se me cae la cara de vergüenza de la poquísima historieta que estoy leyendo en estos días, y de lo que me cuesta encontrar un rato para sentarme a escribir reseñas. Pero bueno, tengo toda la concentración puesta en mudarme, más algún temita de salud, más el hecho de que vivir con 36º o más tampoco ayuda. Estoy leyendo otro libro (voy por la mitad) y en una de esas lo reseño antes de fin de año, pero la verdad que no quiero prometer nada, por las dudas. Este tomo de New Avengers tiene como principal atractivo los dibujos de un Leinil Francis Yu que en un punto te puede llegar aburrir, pero hasta ese punto resulta muy, muy vistoso, dinámico, expresivo, sin dudas un upgrade muy logrado del estilo que impuso Jim Lee a principios de los ´90. Por ahí no tiene toda la variedad de enfoques que a uno le gustaría ver, ni todos los fondos, pero el dibujo cumple sobradamente con la función de llevar adelante la historia y estéticamente está muy logrado. Los guiones de Brian Michael Bendis son raros. En los tres primeros episodios que compila este TPB, los personajes básicamente hablan. Sopesan las consecuencias de la Civil War, de la muerte del Captain America, y desconfían los unos de los otros porque saben que hay un montón de skrulls infiltrados entre los superhéroes de ambos bandos de la grieta. Cabe aclarar que los New Avengers son los del bando rebelde, los que no cedieron a las presiones del gobierno de EEUU para registrarse y trabajar solo bajo las órdenes de los políticos. Y dentro de todo, el bla-bla-bla se me hizo bastante llevadero, pensé que me iba a aburrir muchísimo y no fue así. Por suerte en esos episodios hay un subplot que cobra fuerza en la segunda mitad del tomo: el clásico mega-cónclave de villanos (segundones y tercerones) que deciden organizarse para lograr objetivos comunes, esta vez bajo el liderazgo de The Hood. Era obvio que el Dr. Strange solo tenía poder de sobra para darles una paliza a los 25 ó 30 malvivientes que junta The Hood, pero hasta que llega ese desenlace, la historia se me hizo entretenida, porque a mí siempre me enganchan fácil con la idea de “villanos que se deciden a colaborar y trabajar en equipo”. Por supuesto que todo se podría haber contado en la mitad de las páginas, pero bueno, ya sabemos que Bendis necesita espacio para que los personajes hablen un montón. Me gustó la forma en la que Bendis hace hablar a los villanos, y sobre todo a Luke Cage y Jessica Jones. No terminé de entender para dónde quería llevar a Spider-Woman (supongo que tendría que leer varios comics más para darme cuenta), lamenté que el rol de Clint Barton (acá en su identidad de Ronin) fuera tan menor, me quedaron muchas dudas acerca de Echo (cuándo entra, cuándo se va, de dónde viene) y sigue sin cerrarme el tema de que Spider-Man y Wolverine estén en una formación estable de Avengers. Me doy cuenta de que comercialmente tiene sentido, pero desde el punto de vista narrativo, me parece que esos lugares en el equipo los podrían haber ocupado personajes que tengan más que ver con la esencia de los Avengers, rebeldes o no. ¿Recomiendo esto? No, la verdad es que es solo para fanáticos de Leinil Yu. El resto no es horrible, pero tampoco justifica el lugar que te va a ocupar en la biblioteca ni la guita que te va a costar. Nunca había leído New Avengers, y lo más probable es que nunca lea los tomos que me faltan, que son todos menos este. Gracias por el aguante y hasta pronto.
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on December 29, 2021 09:21

Andrés Accorsi's Blog

Andrés Accorsi
Andrés Accorsi isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Andrés Accorsi's blog with rss.