Álvaro Bisama's Blog, page 14

December 22, 2017

Poco avance

Fue un año en que pasaron muchas cosas, pero no queda claro si este 2017 fue particularmente bueno para la música chilena. Si la cosa tuviera que ver con resumirlo todo en un solo nombre, la decisión sería fácil e indesmentible: Mon Laferte fue la chilena de la temporada y la voz que más elogios, éxitos comerciales y arrastre cosechó en los últimos 12 meses. Sin embargo, y a pesar de su generoso trato con los músicos locales (tal como se pudo ver en su último concierto en Movistar Arena), su triunfo es algo que se consolidó desde afuera lo que necesariamente obliga a mirar qué ha pasado en la interna con la música nacional. Y ahí la conclusión es fueron los más viejos los que sacaron la cara. Dos de los mejores títulos del año, La Canción que te Debía y Fiesta, fueron firmados por dos leyendas de la música chilena como Congreso e Inti Illimani Histórico. Incluso la otra facción del “Inti”, la de los hermanos Coulón, publicó El Canto de Todos, el mejor de los muchos álbumes publicados en homenaje a la más universal de las creadoras chilenas. Y aunque muchos otros se sumaron de distintas formas al centenario de Violeta, la sensación es que hubo demasiada dispersión en los tributos. Simbólico en ese sentido es que haya sido el concierto del Teatro Colón, en Buenos Aires, el que quedó en la retina respecto del gran motivo musical de este 2017.


Por su lado, las generaciones más jóvenes no tuvieron a un vencedor claro como en temporadas anteriores: Ana Tijoux en 2014, Camila Moreno en 2015 ó Alex Anwandter en 2016. Fernando Milagros firmó el mejor título eléctrico de los últimos 12 meses (Milagros) y no hubo muchas más novedades relevantes respecto de los nombres que han sido protagonistas de la escena desde 2000 en adelante.

Las tendencias que se impusieron fueron otras: el pop de raíz, con gente como Bloque Depresivo, Rulo y Demian Rodríguez, y la cumbia casera, que es la más reciente fusión de la reina madre de los géneros tropicales, y que vio la consagración definitiva de Santaferia con uno de los buenos discos chilenos de la temporada (En el Ojo del Huracán) y una colaboración con otro de los “inesperados” protagonistas del año: Roberto Márquez, de Illapu, que estuvo prácticamente en todos lados y que sigue demostrando que la única forma de encarar el escenario es con una interpretación que esté a la altura del sentimiento.

Pasaron más cosas buenas este 2017: la estupenda Cumbre del Rock Chileno, el primer Caupolicán de Ases Falsos; el celebrado debut de Lanza Internacional y el exitoso peregrinaje internacional de Américo. Pero también hubo episodios desafortunados como el fallido estreno de Día Cero con ex miembros de La Ley; la frustrada reunión de Los Tres; la grave polémica que remeció la formación de Los Tetas y las acusaciones lanzadas contra alguno de los exponentes del novísimo pop capitalino como Planeta No. Todo un panorama diverso que arroja una conclusión curiosa y sensible sobre todo para los más jóvenes: hubo movimiento en Chile, pero muy poco avance.


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Published on December 22, 2017 20:40

La rebelión de los chilenos

De acuerdo a lo publicado en su cuenta de twitter, el diputado Hugo Gutiérrez, estima que los casi cuatro millones de chilenos que votaron por Sebastián Piñera el domingo pasado son idiotas. Su comentario no puede ser más oportuno y revelador. Quienes creemos en una sociedad libre e inclusiva y apoyamos el proyecto político y el programa económico de Sebastián Piñera, pensamos que el conocimiento que posee la gente común de nuestro país es inmenso e invaluable.


Lamentablemente hay muchos grupos de intelectuales de izquierda que parapetados en sus posiciones en el Estado, pretenden  dictarle a los chilenos la forma en que deben vivir su vida. Un ejemplo claro de esto es la prohibición de que los padres elijan el colegio para sus hijos y que contribuyan a mejorar dicha educación destinando parte del presupuesto familiar a esa causa.


En la elección del domingo pasado, los chilenos se rebelaron contra la visión del diputado Gutiérrez y sus camaradas, ante la amenaza de un Chile que siguiera profundizando la visión de la Nueva Mayoría (NM) de que había que hacer borrón y cuenta nueva con muchas de las estructuras de nuestra sociedad, otorgando mayor poder discrecional al Estado y sus funcionarios para dirigir los destinos de los chilenos.


La propuesta de Sebastián Piñera de un Chile en que primen los acuerdos, se respete la opinión de quienes quieran hacer un aporte para un país mejor y en que las políticas públicas busquen cambiar lo que está funcionando mal y mejorar lo que funciona bien, obtuvo un macizo respaldo de la población. La votación del domingo fue por sobre todo una expresión de la rebelión del sentido común de los chilenos, que desafortunadamente han sido ninguneados por gente como el diputado Gutiérrez.


A partir del 19 de diciembre, Chile puede mirar su futuro con optimismo. Los chilenos teníamos que elegir entre hacer que el gobierno de la NM fuese un paréntesis en nuestra historia o que los treinta años anteriores fuesen el verdadero paréntesis. Chile eligió volver a creer en el crecimiento económico como herramienta para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, en la política de los acuerdos para no tener que partir siempre de una hoja en blanco y en la cooperación público privada que permite que moros y cristianos giremos el timón en la misma dirección.


Los eventos que se han sucedido después de la elección del domingo son tremendamente auspiciosos. Partiendo por el excelente discurso de Alejandro Guillier la noche de las elecciones, luego la convocatoria de Sebastián Piñera para que todos los chilenos nos unamos en una causa común y finalmente el acto republicano de la Presidenta de ir a la casa del Presidente electo. Se respira un aire distinto. Estamos orgullosos de un país que, a pesar de sus legítimas diferencias, le muestra al mundo que se ha transformado en una democracia ejemplar. Ojalá que podamos extender este ambiente y esta forma de convivencia por mucho tiempo.


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Published on December 22, 2017 04:05

December 21, 2017

El escándalo al revés

El arte suele conllevar un elemento de tensión y ruptura con los valores sociales imperantes. Por lo mismo, ha irritado a los totalitarismos, a conservadores de toda laya y, en lo que va de este siglo, a una sensibilidad cada vez más quisquillosa, que aboga por suprimir expresiones, palabras u obras que podrían resultar ofensivas para ciertos grupos.


Hace un tiempo, los editores de Huckleberry Finn debieron cambiar la palabra nigger por esclavo y hasta a Tom y Jerry hubo que colocarle una advertencia por contener “prejuicios étnicos y raciales”. En Hollywood, incluso, se ha discutido eliminar digitalmente el cigarro en películas antiguas.


Ahora, una ciudadana de Nueva York solicitó que el MET sacara el cuadro de Balthus Teresa soñando, por ser “una pintura que representa a una niña en una pose sexualmente sugerente”. Mia Merril, autora de la misiva, consiguió cerca de 10 mil firmas de apoyo, en buena medida porque relacionaba el cuadro con “el clima actual en torno al abuso sexual”.


Lo primero que corresponde es separar estos elementos. Las denuncias de abusos de Kevin Spacey y Dustin Hoffman, o Knight Landesman, el editor de ArtForum, merecen ser investigadas y cabe esperar que los tribunales de justicia hagan su trabajo.


¿Qué lleva, en cambio, a pensar que una pintura puede incitar la pedofilia?


Los escándalos por ofensas a la moral son frecuentes en la historia del arte, pero éstos se producían en simultáneo con la aparición de la obra. Las fotografías de Mapplethorpe fueron censuradas en su minuto, al igual que las novelas Lolita y El amante de Lady Chatterley. Lo que vemos actualmente es distinto, se trata del escándalo al revés: la obra de Balthus es de 1938… y bueno, Twain publicó su Huckleberry en 1885.


Hay aquí una evidente incapacidad para entender el pasado y una convicción de que la historia, la cultura y los modos de relacionarse deben acomodarse a lo que hoy consideramos correcto. Además, se desconoce que el arte está para generar debate y poner en circulación nuevos valores. Esto es lo que produjo Flaubert con Madame Bovary, novela por la que se lo acusó de “glorificar el adulterio”. Sin embargo, lo provocador era la desaparición del narrador, es decir, la conciencia tradicionalmente encargada de guiar la lectura, cuando no de explicitar una moraleja. Flaubert, al evitar todo juicio moral y dejar que sea el lector quien diga si Emma es merecedora de repudio o compasión, funda un nuevo realismo, uno que no tiene nada que ver con descifrar la realidad sino con acercarse al misterio.


¿No es acaso lo mismo que hace Balthus con sus cuadros de niñas que parecen suspendidas en el tiempo, donde afloran la conciencia y el ensueño, el abandono y el recato, el mal y la piedad? Y esta es solo una cara del asunto, como advierte Sergio Sant’Anna, porque no debe escapársenos que la obra de Balthus sigue siendo móvil, inclasificable, huidiza. O mejor, profundamente misteriosa.


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Published on December 21, 2017 04:20

El día después de la doble derrota

“El día después” de la elección presidencial ha puesto al progresismo de izquierda dando manotazos de un lado a otro para articular un discurso coherente con la dura paliza que recibió en la segunda vuelta. Entre las explicaciones que da la Nueva Mayoría, la más graciosa es la que asegura que Piñera ganó porque corrió el cerco de los principios de la centroderecha y tomó las banderas del oficialismo para clavarlas en el corazón de los chilenos. O sea, Piñera y su coalición se habrían transformado de la noche a la mañana en nuevos “socios” de este progresismo de izquierda. Si así fuera, ¿cómo explican al país la odiosa campaña del último mes blandiendo la espada del “todos contra Piñera”, alertando de que su retorno, “sería pésimo para Chile”? Más parece humo para ocultar el tema de fondo: fue el cansancio de una gran mayoría de chilenos que confió en Bachelet versión 2013, que prometía seguir avanzando por la ruta del progreso, cautivados al inicio por la diosa de los derechos sociales y universales provistos por un Estado omnipresente y omnipotente, pero que luego de 4 años no se compra esa historia, rechaza el supuesto legado y no sienten estar mejores.


El gobierno de la Nueva Mayoría, a estas alturas hay que decirlo sin eufemismos, fracasa en su intento de iniciar el camino de la utopía socialista que se ensueña con la idea de que los derechos sociales son tarea exclusiva del Estado y que repudia la tesis de que la sociedad civil pueda participar en su provisión. La versión más clara de este impulso estatista es la gratuidad. No debe haber financiamiento compartido público privado en la educación particular subvencionada, ni en la educación superior deben cobrarse aranceles, solo gratuidad y universal. Las pensiones, vía capitalización de fondos privados, debiera permitirse solo para el segmento más rico y el resto debe aspirar a repartirse los limitados recursos públicos. La salud privada debe reservarse solo para los ricos, avanzando hacia un seguro de salud estatal y colectivo para la otra parte de nuestros compatriotas. La verdadera lectura de esta derrota es que, especialmente los chilenos de clase media, no necesitan de un Estado paternalista que diga lo que deben hacer y que sintieron en carne propia que este gobierno, en su afán refundacional, solo consiguió detener la economía y precarizar el empleo


En la vereda de enfrente, el Frente Amplio también está incómodo. Fue quizás el mayor perdedor de esta jornada electoral, y aunque trate de ocultarlo, al final apoyó sin condiciones a Guillier, no sin antes exhibir con arrogancia la votación de Beatriz Sánchez como la llave maestra para ganar el balotaje y cobrar cuentas en un futuro gobierno. Ellos también deben entrar en una reflexión profunda sobre su futuro político. Es cierto que tienen una bancada importante en la Cámara y gozan del apoyo de una parte de la juventud, pero la filosofía que los une tiene aroma a lucha de clases y ya el país no está para las aventuras de los años sesenta, sino que quiere progresar en paz y libertad.


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Published on December 21, 2017 04:15

El fracaso de un proyecto

Hace solo 4 años, en medio de la euforia por el 62% de Bachelet en la segunda vuelta y la mayoría lograda en la Cámara y el Senado, los líderes de la Nueva Mayoría anunciaban una nueva época para Chile. Varios no ocultaban su deseo de convertir la experiencia concertacionista en un mal recuerdo. Era el requisito de los “cambios estructurales” que más tarde simbolizó la retroexcavadora. En los hechos, el gobierno de la NM fue una expresión de ilusionismo fuertemente emparentada con el arcaísmo de izquierda, caracterizado por la obsesión anti-mercado y el endiosamiento del Estado. Esa era la auténtica manera de pensar de Bachelet, para quien la fuerza que iba a garantizar el nuevo curso era el PC.


La NM encarnó un proyecto saturado de eslóganes igualitaristas que no mejoró la salud pública, a la que acude la inmensa mayoría de la población; ni la educación pública, en la que están los alumnos más vulnerables; y que ni siquiera vio los nuevos focos de pobreza. Es cierto que hubo logros como la política energética, las leyes políticas y la despenalización del aborto, pero el país perdió vitalidad económica y crecieron desmesuradamente la deuda pública y el déficit fiscal. Hubo sin duda un vacío de conducción, ilustrado por la errática línea seguida para cambiar la Constitución.


Se ha desfondado la credibilidad de la centroizquierda como fuerza en la que se puede confiar para gobernar con buen criterio. Al respecto, no pueden eludir su responsabilidad los dirigentes del PS, la DC, el PPD y el PR, que leyeron mal la realidad, hicieron suyas las consignas simplificadoras y aceptaron los acomodos por conveniencia.


Al final, y con pocos remilgos legales, la Presidenta puso a sus ministros y al aparato gubernamental al servicio de la candidatura continuista, y buscó temerariamente que la segunda vuelta fuera también un referéndum sobre su gestión. Pues bien, lo fue.


No funcionó la polarización izquierda/derecha, o funcionó exactamente en contra de quienes la propiciaron, con lo que se confirmó que las abstracciones ideológicas no les dicen gran cosa a muchos electores, sobre todo a los que provienen de los nuevos sectores medios. En ellos primó la búsqueda de seguridades básicas sobre el futuro. Por eso, optaron por el cambio en vez del continuismo y por la gobernabilidad en vez del extravío. Sin ser seguidores de la derecha, votaron por Sebastián Piñera. Y no fueron pocos los simpatizantes de centro y de izquierda que decidieron cruzar la calle para respaldarlo.


La NM se acaba en marzo. Desaparecido el pegamento bacheletista, cada partido tendrá que pensar en su futuro, ahora fuera del poder y en otro clima. Es visible que el PC y una parte del PS y del PPD ya se enamoraron del Frente Amplio. Otro sector, en cambio, cree que es posible revitalizar una opción socialdemócrata, reformadora, sin veleidades populistas. Para los tiempos que vienen, solo sirve la coherencia.


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Published on December 21, 2017 04:15

Argentina: la fase final del populismo

En un notable ensayo sobre populismo, Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards afirmaban hace casi 30 años, que la historia de América Latina parecía repetirse infinitamente con ciclos dramáticos e irregulares. Sachs (1990), escribía que en la región la política económica suele ser un campo de batalla de distintos sectores. Estos análisis, al igual que muchos otros, se basaron en populismos de muchos países de la región, entre ellos, la experiencia de Argentina durante los años 40 y la de Chile a inicios de los 70. Los momentos fueron distintos, pero los casos similares. Ambos gobiernos a inicio de sus períodos consiguieron elevadas tasas de crecimiento, pero lo lograron a través de políticas macroeconómicas insostenibles. En el largo plazo, los resultados fueron elevadas tasas de inflación y severas caídas en la actividad económica, culminando esas dos experiencias con trágicos golpes de Estado.


Afortunadamente las intervenciones militares ya no son frecuentes en la región, pero la adopción de políticas económicas inconsistentes en el largo plazo sí. En particular, Argentina hoy enfrenta un sinfín de desafíos luego de 12 años de desmesura fiscal y monetaria. En noviembre de 2016, la misión del articulo IV del Fondo Monetario Internacional (FMI) advertía que la administración de Mauricio Macri había recibido el país con severos desequilibrios macroeconómicos, distorsiones microeconómicas y un marco institucional debilitado. Sin embargo, el organismo elogiaba el camino de reformas emprendido y al mismo tiempo señalaba la vital importancia de continuar y profundizar la reducción del déficit fiscal.


Pese a una elevada presión tributaria de 35,7% sobre el producto en 2016, el déficit fiscal del país trasandino en dicho año alcanzó un 5,8% del producto, uno de los más altos del mundo emergente. Una reducción del déficit permitiría reducir la presión tributaria y la tasa de inflación, constituyéndose esto en un importante estímulo para el crecimiento. La reducción del déficit fiscal es no sólo el desafío más importante sino también el más delicado debido a que puede acarrear costos políticos y sociales. El crecimiento puede contribuir a través de una mayor recaudación, pero esto no es insuficiente. También es necesario recortar el gasto público, ya que las erogaciones totales del gobierno Federal alcanzaron en 2016 un 39,6% el producto, siendo este el valor más alto de América Latina después de Brasil (42%).


Según el FMI, el número de personas empleadas en el sector público aumentó desde 2,3 millones a 3,9 millones durante el período 2001-2014. De esta manera, el componente de salarios dentro del gobierno federal alcanzó un 12,5% del producto en 2015, una cifra superior al promedio de 10% de muchas economías desarrolladas. Además, el sistema de pensiones y seguridad social ha incrementado de tal manera el número de beneficiarios que es insostenible a futuro. Las proyecciones del mismo FMI indican que para 2066 el déficit del sistema de pensiones superará el 5% del producto interno bruto. La reforma previsional recientemente aprobada por el congreso generó mucha polémica y violencia de ciertos sectores, sin embargo, va en la dirección correcta ya que el sistema actual amenaza con cargar a las generaciones futuras con todo el peso del financiamiento.


A partir de las experiencias observadas, Dornbusch y Edwards (1991) distinguen tres elementos del paradigma populista: la insatisfacción inicial de la población con las condiciones económicas del momento, la definición de las políticas económicas enfatizando la redistribución del ingreso y el desconocimiento absoluto de cualquier restricción macroeconómica. Esto induce a los líderes populistas a adoptar políticas monetarias y fiscales excesivamente expansivas que inducen un crecimiento económico alto, pero de corto plazo. Con el correr del tiempo la inconsistencia de las políticas se va haciendo cada vez más evidente hasta que no queda otra opción más que ajustar. Esto último, Dornbusch y Edwards lo reconocen como la fase final del populismo y es lo que le toca llevar a cabo al gobierno argentino actual, una tarea nada sencilla.


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Published on December 21, 2017 03:33

Las perspectivas después del día cero

El resultado de la segunda vuelta sorprendió a moros y cristianos. Los intentos de explicación comenzaron en la noche del 17 de diciembre y continuarán por mucho tiempo. De los diversos diagnósticos que se impongan en los próximos meses dependerán los énfasis que aplique el nuevo Gobierno, la orientación que tome la reconstrucción de los partidos que pertenecieron a la Nueva Mayoría (NM) y también el derrotero que tomará del Frente Amplio (FA).


Hay un elemento claro y contundente: más allá de las diferencias que aparecen en el mundo político y social lo cierto es que todas las fuerzas políticas importantes se han manifestado a favor de la democracia representativa como la única modalidad para resolver las diferencias (J.A Kast y E. Artes son quizás las únicas excepciones) más allá de los matices que puedan existir en torno a como se articula con la democracia deliberativa y participativa. Esto plantea un diferencia radical con el escenario que llevó al golpe militar de 1973. Esto consenso real hay que cuidarlo; campañas destempladas como “Chilezuela” le hacen mal a este acuerdo fundamental.


Las decisiones del electorado en Chile son cada vez menos predecibles (en muchos otros lugares del mundo se están viviendo situaciones parecidas). Asociado con ello,  los enfoques analíticos y las claves para la interpretación de los resultados son menos adecuados e incluso equivocados. En la primera vuelta las cifras claves fueron el 55% que obtuvieron los candidatos distintos a Piñera y J. A Kast y el 22% que obtuvo Guillier. La cifra de 55% fue leída por la NM como un rechazo a Piñera, cuando en realidad representaba un apoyo a las reformas y a la necesidad de hacerse cargo del malestar ciudadano pero no, un apoyo al Gobierno; tampoco a su gestión de las reformas ni un apoyo a una candidatura que no terminó de despegar, que tuvo un comando amateur, que demoró mucho (si es que lo logró) ponerse de acuerdo en los planteamientos programáticos fundamentales. Más aún, se trataba de una candidatura que representaba una coalición en desaparición donde los partidos que la componían se habían desdibujado políticamente, se habían constituidos en organizaciones de funcionarios desconectados con las fuerzas sociales y aparecían manejados por operadores hábiles pero con pocas convicciones. En tal sentido la cifra importante para intentar predecir el resultado de la segunda vuelta era el 22% que obtuvo Guillier, no la suma que la centroizquierda obtuvo en la primera vuelta.


Piñera leyó bien la señal de malestar que enviaba la ciudadanía. De ahí la rápida incorporación de la gratuidad a su programa post primera vuelta, la oferta de gratuidad para el 90% de los estudiantes de la educación técnica profesional y la promesa de aumento de las pensiones. Al mismo tiempo tuvo un comando profesional, los partidos operaron como tales y la campaña se desarrolló en el contexto de un amplio debate de ideas, desde al menos el 2013.


Un elemento clave pero que se intenta poco explicar y extraer de ello las conclusiones, es que desde el 2010 estamos en un juego de bandazos continuos… el 2010 Bachelet entrega el Gobierno a Piñera; en el 2014 este último entrega el Gobierno a Bachelet (además muy izquierdizada y donde la idea de atraer votantes de centro no fue muy considerada) y en marzo Bachelet entregará el Gobierno a Piñera. En tal sentido tiene razón Claudio Fuentes cuando señala que las afirmaciones categóricas referidas a que Chile “quiere esto o esto otro” pierden sentido, tenemos una diversidad de Chiles.


En este contexto, se equivocan los que piensan que el 55% de los votos que obtuvo Piñera en la segunda vuelta es una autorización para poner en marcha la retroexcavadora en reversa. La ciudadanía se pronunció a favor de cambios en la primera vuelta pero Piñera y la derecha lograron con buenas y malas artes (entre estas últimas la guerra comunicacional contra las reformas desde el 31 de marzo del 2014, que no se pueden justificar con los problemas de gestión del Gobierno) construir un discurso que le hizo más sentido el 17 de diciembre a un electorado que no termina de visualizar por qué caminos enfrentar los viejos desafíos y los nuevos problemas y oportunidades que traen los rápidos cambios tecnológicos, sociales, económicos del mundo actual y que generan una gran incertidumbre. Es por ello si el discurso de campaña del Presidente electo no logra traducirse en políticas que respondas a esos desafíos y problemas, lo más probable es que los ciudadanos den un nuevo giro, poco después de iniciado el Gobierno.


La pregunta respecto de cuál Piñera fue elegido Presidente, es hoy difícil de definir. ¿Se trata del Piñera de la primera fase de la campaña presidencial y de las primarias que amenazaba con aplicar una retroexcavadora en reversa o será el Piñera de la segunda vuelta que asumió una parte significativa del discurso Bacheletista?


El trabajo de identificación de la naturaleza profunda de la coalición triunfante se dificulta aún más cuando se mira el entorno presidencial y los debates al interior de los distintos partidos. J.A Kast representa la ira frente a los avances de la justicia en derechos humanos y crecientemente un derecha que sigue viendo el mundo como la confrontación entre el “mundo libre” y el comunismo y que probablemente desarrollará cada vez más un estilo confrontacional a la Trump. Más importante, sin embargo, son las diferencias entre la que ha sido la visión dominante en la derecha representadas de manera más extrema y genuina por el Instituto Libertad y Desarrollo que releva la idea de proyectar la economía de mercado en una sociedad de mercado, que considera la salud, la educación y las pensiones como bienes de consumo y que rechaza toda intervención del Estado en la economía y en lo social más allá de auxilio de los super pobres. Esta visión ha reaparecido con mucha fuerza en Evópolis asociado a un cierto liberalismo valórico. Frente a esa visión aparecen otros sectores de derecha que relevan la importancia de lo político para la definición de las políticas públicas. Se acepta que las opciones de política no dependen sólo de lo que puede sugerir una teoría económica única sino que las demandas sociales pueden indicar caminos condenados por la “economía setentera”. De hecho Piñera en su primera Administración dio señales (muy discutidas por la derecha tradicional) como fue la reforma tributaria para financiar la reconstrucción luego del terremoto, la eliminación parcial del 7% de salud a los pensionados y la ampliación significativa del postnatal.


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Published on December 21, 2017 03:16

December 20, 2017

Chile: la fuerza de su institucionalidad

América Latina vive momentos complejos, viejos temas se reactivan y ponen a prueba la institucionalidad multilateral regional así como la calidad de la democracia. Las elecciones hondureñas celebradas el 26 de noviembre dieron lugar a sucesivos recuentos y reclamos que persisten, incluida la reciente recomendación del Secretario General de la OEA de realizar nuevos escrutinios. Perú está remecido por una crisis política en cuyo centro está la relación entre negocios privados y responsabilidades públicas que involucra al propio presidente. Bolivia se encamina hacia un proceso electoral en el que el oficialismo intenta desconocer los resultados del referéndum que a inicios de 2016 rechazó la reelección presidencial.  En Venezuela la crisis persiste y sus ecos han  neutralizado el accionar de la mayoría de los organismos multilaterales regionales.


Cada país debe construir la mejor forma de resolver sus desafíos; corresponde a los demás respetar esa soberanía. Asimismo, también corresponde acudir y cooperar en lo que cada país solicite a la comunidad internacional. Esta cooperación es permanente en muchos casos, pero se debe acentuar si se requiere en momentos de emergencias.


En este contexto, los chilenos hemos concluido nuestro proceso electoral. A pocas horas de cerradas las urnas, el resultado era difundido con transparencia y credibilidad. Los ganadores celebraron, los que perdieron reconocieron su condición. Entre el cierre de las urnas y la proclamación del resultado universalmente aceptado, transcurrieron tres horas. La Presidenta Bachelet llamó al presidente electo para iniciar la necesaria coordinación.


No todo es perfecto; el nivel de participación es muy bajo, millones de chilenos no se involucran en la decisión de su futuro. Las elites políticas sufren un fuerte deterioro de su legitimidad. La inmensa mayoría es muy celosa de sus derechos, pero el compromiso con sus obligaciones no es el mismo. Mas la institucionalidad funciona. Miles de ciudadanos integraron las mesas de escrutinio, no designados por partidos sino seleccionados por la autoridad electoral. Miles de soldados y policías proporcionaron el debido marco de seguridad. Terminada la hora de votación, los escrutinios fueron públicos y los medios de comunicación con fluidez dieron a conocer los resultados.


Hace mucho tiempo, un alto diplomático que conoce bien a América Latina y a nosotros me dijo: “el mejor producto de exportación de Chile es su institucionalidad”. En su opinión no era el vino, ni los salmones ni el cobre, ni menos los seguros privados de salud o de previsión. “Chile tiene instituciones” me señaló, y me sugirió que esa debería ser la principal orientación de nuestra cooperación en la región, con modestia, sin estridencias, pero con continuidad y voluntad.


Se inicia un proceso de transición, emergerá un nuevo escenario, el futuro será dinámico. Tendremos un nuevo gobierno, un nuevo Congreso, un nuevo mapa de fuerzas políticas. Pero seguiremos contando con un mecanismo regulado para dirimir nuestras preferencias y elegir a nuestras autoridades.


Eso sí, debemos preguntarnos por qué  a tantos les importa tan poco quiénes son sus representantes, e intentar cerrar esa brecha. Ello supone reconocer otra institucionalidad que hemos construido: aquella  que resguarda la inclusión, la igualdad de derechos, la equidad social, étnica, regional, de género y de capacidades. Todos somos Chile.


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Published on December 20, 2017 04:28

Cañones de Agosto

Pareciera ser que aunque no se note, en los procesos políticos impera algún grado de racionalidad que hace volver las cosas a su cauce. Cuando lo anterior no ocurre, el problema deviene en una guerra o una crisis institucional de tal magnitud que estamos en presencia de un cambio de época que redefine los límites de lo posible o las estructuras vigentes. En estos tiempos mucho se ha discutido sobre el fin del estado westfaliano, como lo conocimos hasta ahora. Otros cuestionan el funcionamiento de los organismos multilaterales. También están aquellos que cuestionan la democracia como sistema de agregación de preferencias porque lo encuentran obsoleto.


También están aquellos que se quedaron en el pasado, que quisieran volver a sociedades de castas, sin derechos humanos, regímenes censitarios y economías desreguladas en que solo imperara la ley del más fuerte. Europa se ha visto sacudida por una ola de xenofobia y extremismo, creyendo que pueden reescribir la historia.


La realidad es que ni estamos ad portas de un cambio tan radical que haga desaparecer la nación estado, ni estamos en un retroceso brutal. Más bien, caminamos a tientas hacia un modelo que balancea la necesidad de una identidad nacional con un proceso de globalización que incluye lo económico, pero que también incorpora a los derechos humanos la inserción plena de la mujer, el respeto a la diversidad de todo orden y también la libertad como elemento fundante de toda construcción política.


Es por lo anterior que, incluso contra todo pronóstico, se producen fenómenos que devuelven al equilibrio la realidad política. Tomemos algunos ejemplos. En la elección senatorial complementaria de Alabama, Estados Unidos, se esperaba que ganara un ex juez radicalizado de derecha,  acusado de abusos deshonestos a menores hace varias décadas. Sin embargo, triunfó el demócrata Doug Jones, conocido por su moderación y que llevará a Washington un mensaje de diálogo e incrementalidad.


Al otro lado del océano, los británicos habían extremado el discurso sobre su salida de la Unión Europea. El brexit se planteó como un asunto en extremo complejo para el futuro del continente. Sin embargo, cada vez es más evidente que será un asunto negociado. Finalmente, cada vez prima más el sentido común. En Alemania, la Canciller Merkel entró en negociaciones nuevamente con la socialdemocracia para dar estabilidad y conducción al país más poderoso de un continente en crisis. Es decir, la racionalidad impide una vez más que la sangre llegue al río. Todos dirán que vivimos tiempos de crisis. Es verdad. Todos dirán que estos son los momentos más duros de la humanidad. Les recuerdo que hace un siglo exacto se terminaba el tercer año de la Primera Guerra Mundial. Tal vez para poner perspectiva convenga volver a leer los “Cañones de Agosto” de Barbara Tuchman y no repetir en este siglo los horrores del anterior.


En este contexto mundial deberá el gobierno del futuro Presidente Sebastián Piñera desarrollar la política exterior de Chile.


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Published on December 20, 2017 04:23

Lecciones del 17-D

La elección presidencial del domingo pasado nos dejó varias lecciones que no podemos pasar por alto. En esta columna, trataré de referirme a las que considero son las más relevantes para nuestro país y la centroderecha.En primer lugar, el histórico triunfo de Sebastián Piñera y Chile Vamos confirma, una vez más, que el diagnóstico sobre el que se construyó el programa de gobierno de la Nueva Mayoría (NM), las reformas de Bachelet y la candidatura de Guillier, adolece de un grave error de interpretación de la realidad y las aspiraciones de los chilenos. El fatal error consistió en creer que manifestaciones como las que vivimos en 2011 y otras expresiones similares, significaban que la ciudadanía deseaba poner fin al modelo de desarrollo del país para sustituirlo por otro donde el Estado es el único proveedor de bienes como la educación, la salud y las pensiones, entre otros.


Este error de diagnóstico es la madre de todos los fracasos de la NM: desde el mayoritario rechazo a sus reformas y gestión presidencial, pasando por el largo estancamiento económico, hasta la derrota de Guillier y las descabelladas teorías que justifican su resultado. El gobierno y la izquierda perdieron porque la mayoría de los chilenos no quiere un “nuevo Chile” sino un Chile mejor: un país más meritocrático, donde el esfuerzo personal sea justamente recompensado y donde existan más oportunidades laborales y educativas  que se traduzcan en movilidad social para todos.


Sebastián Piñera supo interpretar acertadamente las necesidades y aspiraciones del país y especialmente de la mayoritaria clase media, al ofrecer un gobierno comprometido con el crecimiento, la creación de empleos y el mejoramiento de las condiciones de vida de los chilenos, rompiendo así con los tradicionales ejes ideológicos de izquierda, centro y derecha, y logrando concitar el respaldo tanto de algunos votantes de Sánchez, MEO y Goic, como de quienes apoyaron a José Antonio Kast.


En segundo lugar, una lección de vital importancia para la centroderecha: la unidad del sector es una condición necesaria para su proyección, y solo se consigue al anteponer el bien de Chile a los intereses partidarios y personales. Junto con ampliarse aún más, Chile Vamos debe consolidar su institucionalización, estableciendo mecanismos de participación, de resolución de conflictos y encauzando ordenadamente sus diferencias políticas, dejando atrás los caudillismos que tanto daño le han causado.


Otra lección fundamental para Chile Vamos es valorar la importancia de promover y defender activamente las ideas y valores que sustentan su proyecto político, respaldado mayoritariamente por los chilenos en esta elección. La realización de las Primarias y la búsqueda del apoyo electoral que impone el voto voluntario, ambas instituciones creadas en el gobierno de Piñera, jugaron un rol clave en el fortalecimiento de la coalición, en la exitosa convocatoria de más de 50 mil apoderados de mesa y en el contundente triunfo de nuestro candidato.


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Published on December 20, 2017 04:20

Álvaro Bisama's Blog

Álvaro Bisama
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