Hugo García Michel's Blog, page 257

June 3, 2014

Discos póstumos

Luego de las reacciones que ha despertado Xscape, el flamante álbum póstumo de Michael Jackson, sería bueno recordar que no se trata de un fenómeno nuevo y que muchos han sido los músicos que después de muertos nos legaron uno o más discos.
  Janis Joplin, por ejemplo, falleció antes de terminar esa joya que es Pearl (1971), el cual apareció después de su trágico deceso y con una canción de título premonitorio, “Buried Alive in the Blues”, de la cual sólo se escucha la pista instrumental, ya que la legendaria tejana no alcanzó a grabar la parte cantada.
  Otro caso es el de Queen. Su disco Made in Heaven (1995) salió a la venta meses después de la muerte de Freddy Mercury y el guitarrista Brian May declaró, con fines claramente mercantiles, que se trataba del mejor trabajo del cuarteto (el tiempo lo ha desmentido de manera terminante).
  Jimi Hendrix y Frank Zappa nunca imaginaron la cantidad de álbumes póstumos que surgirían después de su partida, todos ellos con las muchas grabaciones inéditas, en estudio y en concierto, que dejaron como herencia. Lo mismo puede decirse de Johnny Cash, cuya excepcional serie American Recordings lo acercó a las nuevas generaciones de una manera que él hubiera querido presenciar en vida.
  Otros casos semejantes son los de Ian Curtis (el álbum Closer de Joy Division salió dos meses después de que el vocalista se arrancara la existencia, en 1980) y Jeff Buckley (su Sketches for my Sweetheart the Drunk fue dado a la luz un año después de su muerte, en 1998).
  Muy singular es el caso de Eva Cassidy, una intérprete extraordinaria a quien casi nadie hizo caso en vida y que no pudo ver la aparición de varios discos que lograron un enorme éxito tiempo después de su fallecimiento.
  Por último, habría que mencionar el MTV Unplugged (1995) de Nirvana, disco que con el paso del tiempo se volvió mítico y volvió más mítico aún al líder del  grupo, Kurt Cobain.
  En pocas palabras y para decirlo en un enunciado de Don Juan Tenorio: “Los muertos que vos matasteis gozan de cabal salud”.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).
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Published on June 03, 2014 14:56

June 2, 2014

Aguas de marzo

Al contrario de mucha gente, mi primer contacto consciente con la música brasileña no se dio con Roberto Carlos o con Nelson Ned (a Dios gracias), sino con Nadia Milton y Nacho Méndez, quienes a mediados de los años sesenta pusieron una obra de teatro musical llamada H3O, en la que incluían el tema “Você”, con todo el estilo de Antonio Carlos Jobim, aunque según me parece recordar el tema era del propio Méndez. Nunca vi la obra, pero sí escuché el LP que sacaron con la música de la misma (hoy una joya dificilísima de conseguir) y que obraba en poder de mi hermano mayor.
  Luego descubrí que junto con la samba, el bossa nova era uno de los géneros más representativos de la música brasileña y que tenía mucha relación con el jazz, por lo que los grandes compositores del bossa, como el ya mencionado Jobim, Vinicius de Moraes o Joao Gilberto, entre muchos otros, solían grabar al lado de las mayores figuras jazzísticas estadounidenses (desde Charly Bird hasta Stan Getz) y que incluso Frank Sinatra había grabado un disco con canciones de Jobim y orquestaciones de Claus Ogerman.
  Desde un principio, me di cuenta de algo: la música del Brasil no se parecía a ninguna otra en el mundo. Era un universo aparte. El equivalente musical a lo que es la fauna en Madagascar, es decir, esa fauna extraña y peculiar, en ocasiones extravagante (es la tierra de los lémures), que sólo existe en aquella gigantesca isla africana del océano Índico. Así es la música brasileña: singular, única y elegantemente extravagante e insular; insular, sí, porque el país carioca es como una gran isla, integrada físicamente al continente sudamericano, pero aislada, de una y mil maneras, de los muchos vecinos que la rodean: en lo social, lo racial, lo idiomático, lo cultural y, por supuesto, lo musical.
  Para enfocarnos en este último punto, el factor de la música, habrá que señalar que las diferencias entre la sensibilidad artística brasileña y la de cualquier otra parte del mundo se dan tanto en las melodías como en las armonías y los ritmos. Estos, a pesar de provenir en su mayor parte de África, poseen en Brasil otros matices. Las melodías, por su parte, suelen ser de una gran dulzura y de una alegre melancolía (valga la paradoja). Pero es en las armonías donde se dan las distinciones más marcadas, en especial en el bossa nova. Aquí lo que reina son los más peculiares acordes, dominados por una serie infinita de complicados semitonos que dan a esta música su sonido tan particular y su belleza sin par. Por eso, canciones como “La chica de Ipanema”, “Insensatez”, “Chega de saudade”, “Desafinado” y la inconmensurable “Aguas de marzo”, entre miles más, poseen ese toque tan distintivo y singular.
  La música brasileña es a la vez universal y local. Universal, porque su belleza ha conquistado al mundo desde hace medio siglo, pero local porque está tan enraizada a la geografía de Brasil que no se le puede imaginar lejos de Río de Janeiro, de Bahía, de Sao Paulo, de Minas Gerais, de Porto Alegre.
  Sus grandes compositores e intérpretes también tienen esa dualidad entre ser ciudadanos del mundo pero brasileiros de cepa. Tom Jobin, Badem Powell, Toquinho, Elis Regina, Milton Nascimento, Gilberto, Gil,  María Bethânia, Tom Zé, Caetano Veloso, Astrud Gilberto, Bebel Gilberto, Gal Costa y tantos más así lo demuestran.
  Respecto al rock brasileño, este no ha brillado tanto y quizá Os Mutantes ha sido su máxima expresión (junto con la gran Rita Lee). Sepultura no cuenta tanto, porque su heavy metal tiene más que ver con el que se hace en el mundo anglosajón y la raíz brasileña se diluye fatalmente.
  Brasil tiene en el futbol, la literatura y la música a sus tres grandes distintivos culturales. Los tres absolutamente gozosos, absolutamente vibrantes, absolutamente vivificantes.
  Ojalá que su selección gane el Mundial de 2014.

(Publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin)
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Published on June 02, 2014 15:35

June 1, 2014

Huele a (buen) espíritu adolescente

Dicen muchos especialistas que la etapa más difícil de la vida es la adolescencia. No están tan equivocados. Si uno recuerda lo que fue su existencia entre los trece y los dieciocho o diecinueve años, no puede sino rememorar el cúmulo de dificultades que había para integrarse a la vida social, para congeniar con la gente, para tener buenos amigos o –last but not least– para conquistar a los congéneres del sexo opuesto. También puede ser que la opinión que uno tenga de lo que en inglés es la edad de los teenagers se encuentre determinada por cómo le fue en la feria. Pero en fin.
  Otros especialistas piensan que las actuales nuevas generaciones y sobre todo las más jóvenes están condenadas a adoptar los gustos que les imponen las grandes corporaciones trasnacionales, lo cual incluye desde la alimentación y la forma de vestir hasta el modo de entretenerse y de escuchar música. Hay mucho de cierto en esto, aunque no se trata de algo nuevo: las generaciones anteriores también sufrieron –sufrimos– lo mismo. El hecho es que quienes en este momento padecen o gozan de su adolescencia son más o menos vulnerables a todo eso y por tanto se muestran muy proclives a ser manipulados y enajenados y a consumir la música que se les dicta y se les impone desde las oficinas de las grandes empresas del espectáculo.
  ¿Cómo se refleja esto en los jóvenes mexicanos, en especial los que se hacen llamar roqueros? Las dos más recientes ediciones del festival Vive Latino demuestran esa manipulación y esa enajenación, por la forma tan pasiva y hasta gustosa como el público joven y no tan joven recibió a expresiones tan alejadas del rock como la cumbia y la música norteña (muy respetables como géneros, eso sí, pero que nada tienen que ver con el rock n’ roll). Las triunfales actuaciones de Los Ángeles Azules, Calle 13, Pablito Mix y Los Tigres del Norte hacen pensar que, como diría Hamlet, algo está podrido en Dinamarca.
  Por fortuna, hay jóvenes en el mundo –y quiero pensar que en México también– que gustan del rock más esencial y no lo dejan morir, aunque para algunos hoy eso resulte un tanto anticuado. Un gran ejemplo de ello es el grupo irlandés The Strypes, conformado por cuatro peculiares jovenzuelos cuyas edades fluctúan entre los dieciséis y los diecisiete años y cuyo estilo hace recordar de inmediato lo mismo a Dr. Feelgood y The Sex Pistols que a Chuck Berry, The Sonics, Cream y los mismísimos Yardbirds.
  Originarios de The Cavan, Irlanda,  Ross Farrely (voz y armónica), Josh McClorey (guitarra extraordinaire), Evan Walsh (batería) y Pete Ohanton (bajo)  hacen un rock directo, enérgico, entusiasta y de muy alta calidad y tienen entre sus seguidores confesos a músicos del calibre de Jeff Beck, Roger Daltrey, Elton John, Noel Gallagher y Dave Grohl, quienes no han dudado en darles la bendición.
  Su disco debut Snapshot (Virgin EMI, 2013) es una maravilla absolutamente rocanrolera, con todo el espíritu del género y un gran ejemplo de que no todo está perdido en el reino de la adolescencia actual.
  Algo semejante puede decirse de una cantautora igualmente joven, quien a sus escasos diecisiete años ha logrado escribir una serie de canciones impresionantes. Me refiero a Ella Yelish-O’Connor, mejor conocida como Lorde, nacida en Nueva Zelanda en 1996 y quien grabó en 2012 el EP The Love Club, en el cual venía su composición “Royals” que de inmediato se convirtió en un éxito nacional e internacional. “Royals” es una gran canción, con una letra irónica y desgarrada que expresa el sentir de grandes sectores adolescentes de la clase trabajadora y que conectó con cientos de miles que se identificaron con ella y su soberbia musicalidad, para convertirse en un himno.
  Era claro que Lorde tenía todo para sobresalir y que necesitaba grabar un primer álbum. El resultado fue Pure Heroin (Virgin EMI, 2013), una obra discográfica impecable, una colección de temas cuasi minimalistas, a la vez sensuales y enérgicos, oscuros e inquietantes, a los que podríamos clasificar como art-pop con un toque de rock gótico.
  Hay algo misterioso e hipnotizante en canciones como “Tenis Court”, “Team”, “Still Sane”, “Glory and Gore” y la propia “Royals”, algo que va más allá de las críticas de algunos que acusan a Lorde de artificialidad y de ser un producto diseñado al estilo de Lana del Rey. No comparto esa idea. Pure Heroin me parece un disco espléndido, una gran obra del rock pop adolescente.

(Publicado este mes en la revista Nexos No. 438)
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Published on June 01, 2014 17:05

May 31, 2014

Los empeños de una compu

Dicen que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Buenas intenciones como las del programa MiCompu.Mx, del gobierno federal, que busca dotar a los estudiantes mexicanos de quinto y sexto de primaria de laptops, con el fin de que se vayan integrando al mundo computarizado de hoy.
  Con lo que no contaban las autoridades que impulsan el programa es con la picardía de algunos tabasqueños –juro que esto no va contra don Peje–, quienes más tardaron en recibir las compus portátiles que en trasladarlas a las casas de empeño más cercanas a su tropicalísimo corazón.
  En efecto, una vez que sus hijos recibieron sus laps y las llevaron al seno de su sacrosanto hogar, varios padres de familia vieron en esos aparatos no un instrumento de superación tecnológica para sus hijos, sino un medio para conseguir una lanita extra mediante la clásica visita a los negocios que se dedican a otorgar prestamos mediante el empeño de una garantía y qué mejores prendas, pensaron, que las flamantes computadorcitas.
  Lo que los pícaros progenitores y los aprovechados prestamistas no sabían es que lo que hicieron es ilegal y la Procuraduría Federal del Consumidor tuvo que intervenir para rescatar las compus y devolvérselas a las chamacos.
  Claro que desde una posición políticamente correcta, uno intentaría buscar explicaciones en la pobreza del pueblo tabasqueño y en la necesidad de empeñar las laptops para agenciarse un poco de dinero que atempere sus necesidades económicas, fruto de la explotación del capitalismo salvaje, etcétera. Pero la neta es que esto parece más producto de la ignorancia o de una malicia digna del también tabasqueño Chico Che (aunque el “quén pompó” tendría que cambiarse a “quén empeñó”).
  Si Los empeños de una casa de Sor Juana Inés de la Cruz es una de las obras cumbres del teatro barroco en lengua española, algún dramaturgo actual podría escribir una farsa llamada Los empeños de una compu, con este barroquísimo caso que sólo parece posible en nuestro México fascinante, surreal y pignorante.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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Published on May 31, 2014 20:00

May 30, 2014

En la víspera de su periplo

Jan y Hallet vinieron a comer conmigo, previo a su viaje a Europa durante el mes de junio. La pasamos más que bien y les di muchos tips de lugares que deben conocer en París, aunque sólo estarán allí durante un par de días. Berlín, Atenas y Amsterdam forman parte también de su periplo. Me da mucho gusto que mis amados hijo y nuera tengan esta maravillosa oportunidad y que la hayan podido aprovechar. Sé que les irá de maravilla y que tendremos mucho que platicar y compartir a su regreso.
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Published on May 30, 2014 08:00

May 29, 2014

Adolfo y el iPhone

Desayuno en Vips con mi querido Adolfo. Nos pusimos al día y luego me mostró una serie de aplicaciones que ha bajado a su iPhone y que permiten grabar música de una manera que hace unos años habría resultado increíble o solamente posible en una novela de ciencia ficción. Por medio de una interfase, uno puede grabar guitarras, teclados, percusiones, voces, bajos, etcétera, con una fidelidad impresionante. Es una manera muy barata para hacer incluso discos (él ya trabaja en uno). Me quedé impresionado y espero no tardar mucho para adoptar esa tecnología e ir grabando así mis canciones. Una maravilla.
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Published on May 29, 2014 11:02

May 28, 2014

El lobo de Wall Street

"Es una película excesiva acerca de los excesos". De ese modo define el crítico estadounidense Matt Zoller Seitz a The Wolf of Wall Street (2013), la más reciente película del gran Martin Scorsese. Me parece una definición exacta. Pero no se piense que al decir que es una cinta excesiva, Zoller Seitz quiera despreciarla. Todo lo contrario: es una forma de alabarla y de determinar lo que es: una historia deliciosamente abrumadora y felizmente contundente en sus benditos excesos.
  Con un Leonardo Di Caprio impecable en el papel de Jordan Belfort, el macro estafador que en los años noventa formó una empresa con la que timó a mucha gente para volverse multimillonario (la historia es real), y un cuadro de actores impresionante, el filme fluye muy bien a pesar de sus casi tres horas de duración, tiempo en el cual vemos de todo -¿en exceso?-: fiestas, sexo, drogas, música, corrupción, cinismo, mal gusto, dinero, comida, lujos, etcétera.
  No es la mejor película de Scorsese (mi favorita sigue siendo Goodfellas de 1990), mas no por ello deja de ser una obra monumental.
  Muy recomendable.
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Published on May 28, 2014 18:00

May 27, 2014

Le Butcherettes y sus moscas

Gracias a los buenos oficios de mi amiga, la bajista y periodista Leticia Ignacio (Perseo y Medusa), tuve la suerte de ver y escuchar a Le Butcherettes en junio de 2009, cuando era un dueto subterráneo de Guadalajara que apenas empezaba a crear un culto alrededor suyo. Atestiguar la actuación de aquellas dos mujeres híper rocanroleras (algo así como The White Stripes se encuentra con PJ Harvey) me dejó boquiabierto y de inmediato supe que ahí había algo muy bueno, en especial por lo que concernía a Teri Gender Bender (Teresa Suárez), su impresionante front woman, quien además de poseer una gran voz y ser la compositora del dúo, tocaba guitarra, teclados y poseía una presencia escénica apabullante. Esa noche, tuve la oportunidad de charlar un buen rato con ella y me pareció una mujer de gran inteligencia y sencillez, aparte de su belleza y sensualidad, atributos que se potenciaban en el estrado.
  Tiempo después, supe que el dueto se había separado por problemas personales y que sólo había dejado un explosivo EP como testimonio grabado. Sin embargo, Gender no iba a cejar en su empeño por seguir en el rock, emigró a Los Ángeles y hace tres años sorprendió con la grabación de Sin, Sin, Sin, un larga duración producido al lado nada menos que de Omar Rodríguez-López (Mars Volta). El proyecto de Le Butcherettes renacía en mucho mejores condiciones, con Teri en voz, guitarras y teclados, Rodríguez en el bajo y la baterista Lia Barnwell.
  No sólo eso, la pareja Gender-Rodríguez echó a andar otros dos proyectos: Kimono Kult, al lado de John Frusciante (Red Hot Chili Peppers), y el espléndido grupo Bosnian Rainbows. Pero es Le Butcherettes el que mejor refleja la personalidad y el talento de Teri Gender Bender, como lo prueba su flamante y segundo LP, Cry Is for the Flies, que acaba de salir con el sello Nadie Sound y que conserva el mismo espíritu de su antecesor, aunque con ciertos rasgos de sutileza que lo hacen menos salvaje mas no por ello menos rocanrolero.
  Ponga sus oídos y su atención en Le Butcherettes. Le juro que no se arrepentirá.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).
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Published on May 27, 2014 19:08

May 26, 2014

True Grit

Aunque hay una grandiosa primera versión filmada por Henry Hathaway en 1969 y protagonizada por John Wayne, Kim Darby y Glen Campbell, este remake de True Grit por parte de los hermanos Coen le da una vuelta de tuerca a la historia y la presenta desde un punto de vista menos heroico y más mundano, menos poético y más prosaico, menos aséptico y más deliciosamente mugriento y terrenal.
  Si en la primera el papel del justiciero Rooster Cogburn era interpretado por un impecable John Wayne (dicen que para caracterizarse usó incluso un bisoñé y una faja), en ésta es un Jeff Bridges sucio, borracho, decadente, gruñón y malhablado el que le da vida y lo hace mucho más creíble. Pero el contraste que más sorprende es el de Mattie Ross, la niña que contrata al hombre para que dé con el paradero del asesino de su padre y que decide acompañarlo. En la cinta de Hathaway, el rol lo llevó una veinteañera Kim Darby; en cambio, aquí es una actriz de trece años, la fantástica Hailee Steinfeld, la que lo desarrolla de un modo tan creíble como admirable.
  Filmada en 2010 por Ethan y Joel Cohen, True Grit (conocida en México como Temple de acero, aunque la traducción más exacta sería algo así como Verdaderos huevos) es un western a la manera clásica, pero a mi modo de ver más emparentado con Sam Peckinpah que con John Ford. La película es espléndida y la trama perfecta, con una ambientación que refleja las condiciones reales de lo que fue el Viejo Oeste estadounidense, una fotografía asombrosa y un grupo de actores excepcionales (para no hablar de la producción y, por supuesto, de la dirección, ambas con todo el sello de los geniales hermanos).
  Un filme magnífico, de esos imprescindibles, tanto para los amantes del western como para los seguidores de los Coen (me incluyo en ambos grupos). Una joya.
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Published on May 26, 2014 19:21

May 25, 2014

Damon Albarn, un tipo depre

La portada parece decirlo todo. En la misma, vemos a un Damon Albarn cabizbajo, triste, melancólico, incluso deprimido. Ciertamente no es una carátula que invite al entusiasmo –para colmo, la fotografía es casi en blanco y negro, con tonalidades grises– y la música que contiene el disco, tampoco: una docena de temas lánguidos, austeros, casi monocordes y minimalistas.
  Se trata de Everyday Robots (Parlophone, 2014), el primer álbum como solista de Albarn en dos décadas de carrera musical y una especie de manifiesto de su situación actual y de su visión pesimista del mundo.
  Pero en sus inicios, el buen Damon parecía muy otro. Año de 1991. Un cuarteto surgido en Londres y que respondía al nombre de Blur grababa su disco debut, Leisure, y con ello empezaba a dar forma a un movimiento que sería conocido como brit-pop. Al lado de tres amigos: el fino guitarrista Graham Coxon, el bajista Alex James y el baterista Dave Rowntree, Albarn era un entusiasta cantante, guitarrista y tecladista de veintidós años que escribía canciones alegres e irónicas, con ciertas dosis de crítica social que recordaban a las letras de Ray Davies de los Kinks. La música era un rock pop sólido, basado en las guitarras y las armonías vocales.
  Al lado de Oasis (su “contrincante” de Manchester, con quien se creó una rivalidad más o menos hechiza), Blur se convirtió en cabeza de aquel movimiento al que muchos compararon con la llamada Ola Inglesa de los años sesenta. Álbumes como Modern Life Is Rubish (1993), Parklife (1994) o The Great Escape (1995) consolidaron a Blur y a su sonido como los emperadores del brit-pop de mediados de los noventa, a pesar de los esfuerzos de Oasis y los hermanos Gallagher por contrarrestarlos. Se corría el riesgo, sin embargo, de empezar a volverse repetitivos y la inteligencia de Albarn y Coxon, principalmente, los hizo darse cuenta de la necesidad de dar un viraje estilístico.
  Quizás influido por las experimentaciones musicales de Radiohead, Blur comenzó entonces a buscar nuevas vertientes y aunque el homónimo y magnífico Blur de 1997 aún era una obra britpopera, ya mostraba algunos cambios que se reforzarían con el oscuro y desconcertante 13, grabado en 1999.
  Las diferencias entre Damon Albarn y Graham Coxon hicieron que éste abandonara al grupo y Blur grabó entonces otro disco experimental y muy poco comercial: Think Tank, de 2003. Para entonces, Albarn ya había conformado a su proyecto paralelo, Gorillaz, un extraño grupo virtual cuyos integrantes eran ¡dibujos animados! y cuyo primer LP, grabado en 2001, fue todo un éxito.
  Interesado cada vez más en otras músicas del mundo, en especial la proveniente del continente africano, el inquieto Damon se asoció lo mismo con instrumentistas de Mali que con gente de la escena electrónica británica, como Fat Boy Slim. Sus ambiciones musicales eran cada vez más amplias y no parecían tener límite. Lo mismo formó a un par de efímeros grupos de rock (The Good the Bad & the Queen, al lado del ex The Clash Paul Simonon, y Rocket Juice & the Moon, al lado de Flea de los Red Hot Chili Peppers) que incursionó en la música para cine o en la ópera (ha coescrito dos trabajos operísticos: Monkey: Journey to the West y Dr. Dee, este último apenas en 2012. También produjo discos de leyendas vivientes, como el veterano cantante de soul Bobby Womack.
  No deja de ser extraño entonces que Albarn jamás hubiese lanzado un álbum como solista (lo más cercano a ello había sido el tema “Closet Romantic” que grabó para el soundtrack de la película Trainspotting de Danny Boyle, en 1996).
  Everyday Robots no es en absoluto un mal disco. Por el contrario, a pesar de su talante depresivo, musicalmente se trata de un trabajo impecable. Es verdad que la manera de cantar de Albarn resulta aquí un tanto monótona y que la variedad melódica no brilla por su presencia, pero la introspección a la que nos conduce es profunda y en momentos tan conmovedora como bella.
  Coproducido por Richard Russell y con invitados como Brian Eno y Natasha Khan (de Bat for Lashes), el plato transcurre por atmósferas austeras y calmas instrumentaciones electrónicas que sólo son rotas de vez en vez, con temas como “Mr. Tembo” o “Heavy Seas of  Love”.
  ¿Está pasando Damon Albarn por un momento existencialmente depresivo? Con tanta actividad como la que lo rodea, no parecería ser así. Tal vez lo que refleja el disco es más bien la depresión que invade al mundo y la soledad a la que la enajenación conduce. Que somos robots cotidianos nos dice este hombre, quien a sus cuarenta y seis años nos pone frente a un espejo para que descubramos lo que tal vez nos negamos a ver: que de una manera u otra, todos andamos en la depre.

(Publicado el pasado miércoles 21 de mayo en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario).
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Published on May 25, 2014 19:45

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