Storytelling, la escritura mágica: Técnicas para ordenar las ideas, escribir con facilidad y hacer que te lean
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La técnica consiste en decir “tres de cada cuatro votantes”, en lugar de “el 76,4% de los votantes”. Nuestra mente procesa mejor la primera fórmula porque es más visual: “vemos” tres votantes.
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Así opina ocho de cada diez argentinos. Además, la mitad de los votantes (un 50,9%) cree que hay que convocar nuevas elecciones.
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Cuando uses muchas cifras y porcentajes, acude a las comparaciones, símiles y ejemplos para aumentar la comprensión.
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Desde el punto de vista cognitivo, cuanto más larga sea una oración, correrá más peligro de ser confusa.
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En el mundo del cine, una de las técnicas que define la maestría de un montador consiste en pasar de un plano a otro, y de una escena a otra, sin que el espectador se dé cuenta.
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Cuando hablo de transiciones suaves me refiero a una técnica que permita mantener la atención.
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Una de las formas más sencillas de lograrlo es con pregunta-respuesta, es decir, terminar un párrafo con una pregunta, y comenzar el siguiente con la respuesta.
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Con palabras llave. Usando una palabra clave en la última frase y repetirla en la primera frase del otro párrafo.
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Con ideas-efecto, que es la más difícil. Que la idea general de la última línea coincida con la idea principal de la primera línea del otro párrafo,
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Con conectores. Se suele emplear cuando el párrafo siguiente contiene otra idea.
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El problema de los conectores es que los ponemos allí por costumbre o porque nuestra mente nos juega una trampa. Pero deberíamos verificar si eran necesarios.
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Por cierto, trocear un texto en párrafos razonables produce un placer inconsciente.
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Ya he repetido aquí muchas veces que las informaciones troceadas se asimilan mejor.
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Una buena transición entre párrafos facilita la lectura de un texto hasta el final.
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Una de las técnicas de escritura más difíciles pero a la vez más brillantes consiste en trabajar con la magia de la mente del lector. Se trata de construir una frase con la forma lógica de una deducción, pero dejar que la mente del lector realice esas deducciones con unas pocas pistas.
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En el mundo, solo hay dos personas que saben explicar la teoría de la relatividad: a la otra no la conozco.
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Es una forma escondida de decir ‘soy muy inteligente’, pero a la vez educada y divertida.
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La mente humana no puede vivir en la incertidumbre. Nos pasamos el día haciéndonos preguntas y dando sentido a las cosas. Es nuestra forma de sentirnos seguros ante lo que nos rodea.
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“Constantemente, nuestra mente se esfuerza en extraer significado de los datos que fluyen a través de los sentidos”,
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Una técnica consiste en la elipsis, que es suprimir una información, de modo que el lector rellene el hueco con su imaginación.
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El neurocientífico Michael Gazzaniga, uno de los primeros en estudiar el cerebro, afirma que tenemos una especie de sistema cerebral que interpreta los datos y les confiere sentido a través del storytelling, sea o no la realidad.
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Gazzaniga lo llama ‘el intérprete’, y es la máquina que cuenta cuentos, o se los inventa porque necesita explicarse el mundo.
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A veces, al conectar dos puntos, nos inventamos historias que no son ciertas, pero para nuestra mente son plausibles por dos razones: porque lo contrario, el no tener sentido, nos produce horror; o porque se ajusta a nuestras expectativas.
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Valiéndose de esa necesidad humana, muchos autores crean antojos literarios para que los lectores deduzcan el sentido, y se sientan inteligentes también.
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Cuando las cosas se deducen cognitivamente, no es necesario describirlas paso a paso. Solo es recomendable hacerlo cuando se pretende enfatizar.
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Para trabajar esta técnica hay que localizar conectores del tipo ‘dado que’, ‘pues’, ‘entonces’, ya que son las fórmulas que emplea la lógica formal para llegar a conclusiones. Y luego, analizar si se puede eliminar esa locución.
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“No le digas al espectador cuánto son dos más dos. Déjalo que él lo deduzca”,
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De hecho, los momentos más sabrosos para los espectadores ante una película vienen cuando ellos creen que ‘se dan cuenta’ o ‘deducen’ conclusiones, sin que ningún personaje les haya dicho nada.
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En el mundo de la lógica, esos conectores tienen una representación gráfica como “si P, entonces Q”. Al escribir, basta con poner ‘P’, pues la mente es feliz llegando a sus propias conclusiones: “Ajá, entonces Q”.
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“Cómo vas a ser feliz con alguien que te trata como una persona normal”.
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A la mente humana le divierte llenar los vacíos y resolver enigmas. Escribe de forma que el lector sienta que está deduciendo las cosas.
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Las frases largas son una pesadilla para la cognición. No me cansaré de repetirlo.
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En los escritos científicos, económicos y en los ensayos, se tiende a redactar de forma inconsciente estas largas oraciones, porque los autores no pueden escapar de su proceso mental imparable. No introducen pausas remarcadas por puntos y seguido. De modo que el lector pierde al rato el hilo del escrito.
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¿En qué se basa la técnica? En sustituir conjunciones por un punto. Simplemente hay que buscar los ‘y’, los ‘peros’, los ‘que’ y los ‘pues’.
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La atención humana decae cuando una oración tiene más de 15-20 palabras. Una de las soluciones más fáciles para disminuir la longitud de las frases largas consiste en sustituir las conjunciones por puntos.
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onomatopeyas,
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Las abstracciones son uno de los mejores inventos del ser humano. Las matemáticas están basadas en las abstracciones, y el alfabeto mismo es una abstracción
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Pero, cognitivamente, una palabra abstracta es algo más difícil de concebir que una palabra concreta y visual, precisamente porque no es concreta ni visual.
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Adonde quiero llegar es que si un texto está lleno de una constelación de abstracciones, necesitará tarde o temprano un ejemplo visual para hacerse más claro.
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En una escueta línea nos encontramos tres palabras abstractas y poco visuales: proceso, cambio y estructura.
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¿Cómo corregir esa manía de llenar un texto de abstracciones?
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Son aquellas que nos obligan a explicar mejor. Basta con que pongamos ciertas palabras al inicio de una frase para que nuestra mente se torne más clara.
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Imaginemos que… Supongamos que… Por ejemplo… Pongamos el caso de… Para explicarlo mejor… Si lo pudiéramos comparar con… Vamos a ver este caso: Como… Parecido a… Usemos la siguiente analogía… Equivale a…
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La clave está en que un texto cognitivamente incomprensible, se pueda explicar a través de otro cognitivamente comprensible. Nos obliga a usar ejemplos o analogías.
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Imaginemos que un estudiante está matriculado en dos carreras.
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El segundo párrafo de la versión B se hace comprensible una vez que usamos la palabra mágica ‘imaginemos’ en el anterior párrafo, para explicarlo visualmente
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La economía del bien común, que se convirtió en un superventas en muchos países. Extraordinario. ¿Cuál era la razón? Una de las principales era que Tirole empleaba ejemplos y analogías para aclarar para el gran público las abstractas explicaciones económicas.
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Para entender el problema de la acumulación de royalties, puede ser útil recurrir a una analogía, y trasladarse a la Europa medieval en la que la navegación fluvial estaba obstaculizada por numerosos peajes.
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Los ejemplos suelen estar basados en casos reales (los peajes en el Rhin en el siglo XIV), mientras que las analogías son imaginarias (imaginemos un río cualquiera plagado de peajes).
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No se trata de suprimir las abstracciones, sino de acompañarlas con analogías, ejemplos y comparaciones. ¡Visualizaciones! Detrás de uno o varios párrafos abstractos, deberían aparecer en fila india una serie de ejemplos visuales, de modo que el lector se diga al final: “¡Ah!, ya lo veo”.