Aniko Villalba's Blog, page 7

April 9, 2015

Recuerdos de Centroamérica:Guna Yala, un paraíso en 365 islas

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


Este post forma parte de “Recuerdos de Centroamérica”, una serie de relatos fotográficos de mi viaje por Centroamérica.

En el 2008 hice mi primer viaje largo: nueve meses por Sudamérica y Centroamérica. Mi objetivo era terminar en México, pero me volví antes porque estaba cansada, no tenía plata y no sabía si podría seguir viajando. México quedó como uno de mis grandes destinos pendientes junto con la India —me fui de viaje a Asia con el objetivo de terminar en la India, y todavía no lo logré—.


Los relatos de ese primer viaje por América Latina los escribí en un blog que ya no existe y que se llamó Diario de una mochilera. Muchos de ustedes me pidieron que subiera esos relatos acá. Yo les propongo algo mejor —o que al menos me divierte más que copiar y pegar esos textos que ya no quiero releer—: voy a escribir posts nuevos. Voy a revisitar esos lugares a través de mis recuerdos. Y en fotos.


Así que hoy inauguro la primera parte de esta serie latinoamericana: Recuerdos de Centroamérica. Durante abril y mayo verán fotorrelatos de mi paso por Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Después, aunque no de manera inmediata, seguiré por Sudamérica. Espero que los disfruten, para mí era algo pendiente incluir estos destinos en mi blog, así que allá vamos.


(Pido disculpas: estas fotos las saqué con una cámara compacta que tenía el lente muy sucio, así que si ven algunas manchitas hagan de cuenta que son detalles retro.)



Guna Yala, un paraíso en 365 islas (Panamá)

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La comarca de Guna Yala —antes llamada Kuna Yala o Archipiélago de San Blas— es uno de mis lugares en el mundo.


Es un conjunto de 365 islas y cayos ubicado en el Caribe panameño y habitado por los guna —también llamados kuna o cuna—, una comunidad indígena de Panamá y Colombia.


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Llegué a Guna Yala en velero, después de 48 horas de navegación desde Cartagena de Indias y con una tormenta eléctrica en el medio —pero eso lo cuento mejor en mi libro—. Un viajero hondureño que conocí en Colombia me lo había dicho: “San Blas es uno de los lugares más lindos del mundo, tenés que ir”. Lo que veía desde la cubierta del barco ya me gustaba. Si esto no es el paraíso, el paraíso dónde está.


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En el velero éramos diez: dos chicos belgas, un polaco, una pareja israelí, tres alemanes, el capitán y yo. Nuestra primera parada fue en El Porvenir, la isla-capital de la comarca, donde nos sellaron la entrada a Panamá en el pasaporte. Estaba nublado, pero el aire tenía la pesadez típica del Caribe. Habíamos llegado.


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Mientras los demás hacían el trámite de migraciones, salí a dar una vuelta por la isla. Estaba casi vacía. De lejos se veían otros veleros, algunas canoas de madera e islas dispersadas sobre un mar muy turquesa.


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El color del agua cambiaba según cómo le diera el sol. Cuando se nublaba, el mar parecía oscuro. Cuando salía el sol, se veía en el fondo y todos los peces que nadaban adentro. El archipiélago ocupa una franja de unos 300 kilómetros de largo por 10 de ancho. Solo unas 40 islas están habitadas por los guna.


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Se estima que la comunidad guna está conformada por 50 mil habitantes: los asentamientos más grandes están en Guna Yala (31 mil habitantes), en la franja costera frente al archipiélago y en Colombia (unos 2000). Están organizados en tres comarcas autónomas, una de ellas Guna Yala. Si bien pertenecen geográficamente a Panamá, los guna se autogobiernan. Los líderes de las comarcas se reúnen dos veces por año en el Onmaket Nega o Congreso General a discutir los temas que conciernen a la comunidad.


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Cada comarca, a su vez, está formada por comunidades o aldeas. En Guna Yala hay 49, y cada una tiene su saila, el líder político y espiritual que se encarga de proclamar las leyes internas, organizar el sistema de impuestos y mantener el orden civil dentro de su grupo. Además, los saila transmiten a través de canciones las leyendas, mitología e historia de los guna.


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El capitán dio algunas vueltas para que viéramos algo del paisaje antes de anclar. En Guna Yala vi islas-pueblo, islas con dos cabañas, islas con palmeras, islas vacías.


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Un rato después de llegar tuvimos el primer contacto con los guna: las mujeres se acercaron al velero en canoas de madera para saludar y ofrecer sus artesanías.


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Lo primero que me llamó la atención fue la ropa. Qué colores. Qué diseños. ¿Se vestirían así para los turistas?


Después supe que no: los guna son uno de los grupos indígenas más tradicionales e independientes de América Latina. A pesar de haber estado en contacto constante con culturas europeas y americanas, nunca perdieron sus costumbres, cultura, idioma y creencias. Esas telas coloridas son parte de su vestimenta diaria.


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La sociedad guna es matriarcal, y los roles están bien definidos. Las mujeres se encargan de las tareas domésticas —cocinan, lavan, cosen, limpian y juntan agua de los ríos— y de administrar el dinero de la familia. Son ellas quienes confeccionan y venden las molas, el tejido tradicional de la comunidad (el mismo que usan en su ropa).


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Las abuelas transmiten las tradiciones del pueblo a las nuevas generaciones a través de cantos, bailes, consejos y enseñanzas. Las hijas mujeres son valoradas ya que traen hombres nuevos a la familia: después del matrimonio, el marido se muda con la familia de su mujer y trabaja durante varios años como aprendiz de su suegro.


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Los hombres, a diferencia de las mujeres, ya no se visten de manera tradicional. Ellos son los encargados de pescar y recolectar cocos: la economía de las guna está basada en la pesca, la agricultura y la venta de molas. Los hombres suelen salir a recolectar cocos a las cinco de la mañana, luego se dedican a pescar, a trabajar en los cultivos, a reparar las viviendas y a tallar utensilios de madera. Muchos cargan sus cayucos (canoas) con langosta, pulpo, cangrejos y peces y van de barco en barco ofreciendo la pesca del día. Hay otros, aunque son los menos, que se dedican a confeccionar molas con las mujeres.


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En cada isla hay un sector reservado para estacionar los cayucos, las canoas que los guna construyen y usan para ir de una isla a otra. Están construidos de un solo tronco y tallados con un machete. Todos los cayucos tienen remos y timón, y algunos una vela o motor fuera de borda. Son indispensables para la vida diaria: las mujeres los usan para ir a tierra firme o acercarse a los barcos, los hombres los usan para ir a las plantaciones de maíz y yuca y para pescar sobre los arrecifes.


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En las aldeas más chicas existe una tradición: cuando el último habitante de una familia muere, se quema la casa y se mandan sus cenizas al mar en una balsa.


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Una de las cosas que más me gustó de Guna Yala es que todos los establecimientos y servicios turísticos están manejados por los guna: no se permite inversión extranjera en las islas. No hay resorts, no hay free shops, no hay nada que pueda arruinar el medio ambiente. Las construcciones, además, están hechas con elementos tomados del entorno. Las casas son de bambú, madera y palma. La cocina suele estar fuera de la casa, y la cama —una hamaca paraguaya— adentro.


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El baño suele ser un cuartito de madera ubicado en un muelle sobre el mar, y la ducha es un balde de agua dulce y medio coco que sirve de recipiente. La electricidad es limitada: muchas familias usan paneles solares para abastecerse de energía. En algunas aldeas hay televisión, en las más chiquitas no.


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Una vez que se llega a Guna Yala, cada capitán decide en qué zona quedarse durante las dos noches que dura la visita. Nosotros anclamos frente a Chichimé, una isla con dos casas.


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Podíamos elegir si dormir en la cubierta del barco o en hamacas paraguayas en la isla. Yo prefiero el barco, me gusta sentir el movimiento del agua.


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Pasamos esos días nadando, haciendo snorkel entre los corales, yendo de una isla a otra y charlando con la familia guna de Chichimé. Ahí vi uno de los peces más lindos de mi vida: azul-violeta con puntitos fluorescentes. Era algo así, aunque no exactamente ese.


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En Chichimé aprendí acerca de las molas, el tejido tradicional de los guna. En lengua kuna, mola significa ropa. Estas telas son, además de una de las mayores fuentes de ingreso de la comunidad, parte de la vestimenta tradicional de las mujeres. Las molas, además, cohesionan a los guna como comunidad y les dan reconocimiento internacional. Muchos ejemplares están en museos de Europa.


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La técnica de confección de las molas es compleja: se cosen de dos a siete telas de distintos colores, una encima de la otra, y luego se las va recortando por capas para formar figuras. Existen dos tipos de molas: las turísticas y las tradicionales. Las turísticas suelen tener dos capas de tela, una sola gama de colores y dibujos figurativos (animales, plantas, escenas de naturaleza). Llevan más o menos una semana de trabajo y no tienen un tamaño predeterminado.


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Las molas tradicionales son mucho más elaboradas: están compuestas por formas geométricas, lineas, puntos y algunas figuras reconocibles (animales o plantas, por ejemplo). Se hacen con hilos de por lo menos seis colores y con varias capas de tela. Estas molas tienen el tamaño indicado para caber en las blusas de las mujeres y pueden llevar entre dos y nueve meses de trabajo. Son las que se exponen en museos.


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Uno de los habitantes de Chichimé me mostró esta mola que estaba confeccionando para su sobrino. Le pregunté si la vendía y me dijo que no. Las molas también se usan para mantener viva la tradición guna, ya que los diseños representan su cosmovisión. No hay dos molas iguales, todas se hacen a mano y los dibujos quedan a elección del artista.


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El master mola maker de Chichimé —como se presentó él— me contó que nunca había salido de las islas ni tampoco había ido a la escuela. Aprendió varios idiomas gracias a la visita de turistas de todas partes del mundo: además de su lengua, hablaba español e inglés y algunas palabras de italiano, francés y japonés. Todo lo que necesitaba para trabajar, me contó, lo encargaba por teléfono —sí, hay celulares— a otra isla o a Ciudad de Panamá. Le compré uno de sus trabajos, tengo esa mola en mi casa y es uno de los mejores recuerdos que me llevé de mis viajes.


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Se cree que los guna llegaron a la región tras emigrar de los bosques del Darién oriental y del norte de Colombia durante la conquista española. La Comarca Tulenega —que incluía al actual territorio de Guna Yala y a comunidades asentadas en Colombia— se formó por ley en 1870 en Colombia, pero cuando Panamá se separó en 1903, la comarca quedó dividida en dos, con la mayoría de los habitantes del lado panameño y el gobierno desconoció la ley. Durante los primeros veinte años de independencia de Panamá, los guna tuvieron enfrentamientos con los gobiernos nacionales, que quisieron “hispanizarlos” y erradicar su cultura.


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Las autoridades panameñas intentaron despojarlos de sus tierras, prohibir su idioma, desconocer sus costumbres y cambiar su vestimenta. En 1921 obligaron a las mujeres a sacarse el aro de la nariz —que reciben tras un ritual cuando llegan a la pubertad— y a occidentalizar su ropa, y las tensiones y enfrentamientos derivaron en la Revolución kuna de 1925. Finalmente, tras un tratado de paz, el gobierno panameño aceptó que los guna se autogobernaran y se comprometió a proteger sus costumbres. Así se creó la comarca indígena de Guna Yala.


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En Chichimé pasé unas horas jugando con un nene guna. Fue, creo, la primera vez que jugué con un nene con quien no compartía el idioma. Pero nos entendimos muy bien: él se escondía detrás de una palmera y yo lo buscaba, y después cambiábamos los roles.


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También hicimos dibujos en la arena con palitos.


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Y, con permiso de su mamá, le saqué algunas fotos.


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Esos días en Guna Yala —cuando fuí, todavía se llamaba San Blas— fueron de los mejores de mi viaje. O de mis viajes. Amo la playa, amo el mar, me encanta nadar, me encanta navegar, me pone muy feliz entrar en contacto con gente de otras culturas. Estaba en mi elemento.


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A veces me pregunto por qué me fui. Y a veces me pregunto si volver o no. Puede que ya no sea lo mismo. Quizá sea mejor guardar estos lugares en el recuerdo.


Este post pertenece a la serie fotográfica “Recuerdos de Centroamérica”. Y para ustedes, ¿cuál es su lugar en el mundo?

La entrada Recuerdos de Centroamérica:
Guna Yala, un paraíso en 365 islas
aparece primero en Viajando por ahí.

Aniko Villalba




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Published on April 09, 2015 05:05

April 3, 2015

Cosas que me inspiran (8): especial fotografía

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


Este post pertenece a la serie Cosas que me inspiran: una dosis quincenal de fotos, enlaces, charlas, ilustraciones, artistas, películas, libros y otras cosas que encuentro por ahí. El capítulo de hoy va dedicado a la fotografía.

Cuando les pregunté qué querían ver en Viajando por ahí muchos me respondieron “más fotorrelatos”. Así que en eso estoy, cumpliendo órdenes y preparando una serie de fotorrelatos de Centroamérica y Sudamérica. Mientras tanto, me pareció bueno compartir con ustedes los recursos que uso para aprender y mejorar mi fotografía. Algunos me preguntan dónde estudié: no estudié de manera formal, mi relación con la fotografía es autodidacta. Estudio con libros, tutoriales, videos y mucha práctica. Y estas son algunas de las cosas que me inspiran a sacar más y mejores fotos.


1. Los libros de Michael Freeman

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Michael Freeman es un autor, fotógrafo y periodista inglés que escribió más de cuarenta (¡cuarenta!) libros de fotografía. Lo descubrí de casualidad en una librería de Indonesia. Los libros me llamaron la atención por la lindísima calidad del papel, las fotos excelentes y, más que nada, por los temas que tocaban. Michael Freeman dedica libros enteros a “La mente del fotógrafo”, “El ojo del fotógrafo”, “La visión del fotógrafo”, “Cómo capturar el momento” y otros temas que nunca había visto desarrollados en un libro con tanta profundidad. Como estaba a pocos días de volver a Buenos Aires me compré tres. Los llevé en el avión en una bolsa, como equipaje de mano, ya que no quería despacharlos en la mochila y que se arruinaran o se perdieran, pero cuando pasé por la aduana argentina hubo una confusión y la bolsa desapareció. Me desesperé. Vi que la familia de adelante tenía un montón de bolsas puestas encima de sus valijas y se estaba alejando con el carrito, así que me acerqué corriendo. Si la bolsa no estaba ahí, chau libros.


—Disculpen, creo que se llevaron una bolsa de más.

—No, son todas nuestras.

—Por favor, revisen esa, si tiene tres libros de fotografía es la mía.


Y sí, ahí estaban mis libros. Son mis tesoros.


Están a la venta en la web de Michael Freeman


2. Los tutoriales de Digital Photography School
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Internet es un buen lugar para aprender fotografía: hay un montón de recursos disponibles, desde tutoriales en video, textos con el paso a paso y ebooks. Digital Photography School (o dps) es una de las webs que más consulto: tiene cientos de tutoriales, comparación de cámaras y equipos, tips para la posproducción en Lightroom y Photoshop y varios ebooks en venta. También suelo mirar PhotoTutsCambridge in Colour y PhotoShelter. Eso sí, todos estos sitios están en inglés. Si conocen buenas webs de fotografía en español, compartan en los comentarios.


3. “Portrait Photography on the Street: Connecting with Strangers”, por Zun Lee (curso gratuito en Skillshare)




Portrait Photography on the Street: Connecting with Strangers
An Online Skillshare Class by Zun Lee

Vi este curso ayer y me encantó. Uno de los géneros que más me gusta es la fotografía callejera. En estos videos, el fotógrafo Zun Lee sale a las calles de Nueva York y muestra cómo se acerca a desconocidos para fotografiarlos. “For me it’s about connection”, dice. Sacar fotos en la calle es una manera de conectar con la gente y de retratar momentos fugaces. Se los recomiendo: es un curso corto y es gratuito.


Skillshare tiene cursos en video y funciona con una membresía mensual (usd 9 por mes). Si se suscriben a través de mi blog tienen un mes gratis: Skillshare.com


4. Eyevoyage.com y sus ebooks

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Ya hablé de Mitchell Kanashkevich, uno de los creadores de esta web, en otra entrega de Cosas que me inspiran. Eyevoyage es una web con información, tutoriales y entrevistas acerca de fotografía callejera, documental y de viajes. Tiene posts, videos y varios ebooks, algunos gratuitos. Pueden empezar por el post “Steve McCurry Masterclass: 8 ways to improve your photography”.


Más en eyevoyage.com


5. Humans of New York
Foto: https://www.facebook.com/humansofnewyork

Foto: https://www.facebook.com/humansofnewyork


La foto tiene este epígrafe:


“I want to be a ballerina.” (Quiero ser una bailarina)

“What’s the best part about being a ballerina?” (¿Qué es lo mejor de ser una bailarina?)

“Dancing.” (Bailar.)

“What’s the hardest part about being a ballerina?” (¿Qué es lo más difícil de ser una bailarina?)

“Dancing in front of people.” (Bailar frente a la gente.)


Brandon, el fotógrafo detrás de este proyecto, empezó Humans of New York en el 2010 con el plan de armar un catálogo de los habitantes de Nueva York, así que se propuso fotografiar a 10.000 personas. Pero a medida que iba haciendo los retratos, el proyecto evolucionó: además de las fotos, empezó a compartir la historia que le contaba cada persona. Hoy tiene millones de seguidores y un libro publicado.


Más en humansofnewyork.com y en su página de Facebook.


6. 100 world kisses
Foto: Ignacio Lehmann

Foto: Ignacio Lehmann


Ignacio Lehmann es un fotógrafo argentino que se dedica a cazar besos por el mundo. Viaja hace dos años con el objetivo de capturar besos en las calles de las ciudades que visita. En su colección ya hay más de 1000 fotos de besos en Nueva York, Londres, París, México, Tokyo, Kyoto, Amsterdam, Bogotá, Cartagena, Barcelona y Buenos Aires, entre otras. Tuve la suerte de encontrarme con él en Perú —nos conocíamos por amigos en común— y de ver cómo trabajaba.


Más en 100worldkisses.com y en su página de Facebook.


7. Natsumi Hayashi, la japonesa que levita

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No sé cómo lo hace. De verdad, no sé. Las pocas veces que intenté sacarme fotos “levitando” salí con el pelo volando para todas partes, la ropa en posiciones extrañas y la cara con expresiones raras. Ella sale impecable. Es una genia. Natsumi es japonesa y se dedica a sacarse autorretratos levitando. En su web explica cómo los hace. Algún día lo intentaré, cuando me salgan los saltos con más gracia. Mientras tanto, miro sus fotos. Son mágicas.


Más en yowayowacamera.com y en su página de Facebook


8. Los fotocharcos de Diego Koltán
Foto: Diego Koltán

Foto: Diego Koltán


No me acuerdo cómo encontré el trabajo de Diego Koltán, pero fue en el momento justo. Diego es argentino y vive en Barcelona, así que cuando estuve por allá le escribí para encontrarnos y salimos a fotografiar charcos juntos. Diego tiene la capacidad de ver mundos donde otros solo ven agua: desde que me mostró los reflejos que se formaban después de un día de lluvia no pude parar de mirarlos. Su trabajo me inspiró a escribir este post: Guía para aprovechar un día de lluvia.


Pueden ver los fotocharcos de Diego en su web: charcosenelmundo.com


9. Las postales
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Postal de Budapest por Bruno Mourel


Postal de la Provence por JF Alessandri

Postal de la Provence por JF Alessandri


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Postales de Biarritz


 


Amo las postales. Me encantan, las colecciono, no puedo parar de comprarlas. Son mis adicciones junto con los cuadernos y los libros. Las que más me gustan son las que están ilustradas o las que tienen fotos de escenas cotidianas de la ciudad. Todas las que aparecen acá son postales que me compré en Hungría y en Francia. La de Budapest me encantó porque esa imagen del señor leyendo el diario con el Parlamento de fondo me hizo pensar en mi abuelo —que vivió en Budapest—, la de Provence forma parte de una colección de escenas cotidianas —quise comprarme todas— y la de Biarritz me encantó —muestra la playa a la que voy siempre en plena Belle Époque—. Una de las cosas que más me gustan de mirar postales es que me ayudan a descubrir fotógrafos nuevos.


La postal de Budapest es de Bruno Bourel, un fotógrafo francés, y la de Provence es de Jean Alessandri.


10. Fotógrafas y fotógrafos
John Lennon por Annie Leibovitz

John Lennon por Annie Leibovitz


Para terminar, una de las mejores maneras de aprender y de inspirarse es mirar el trabajo de otros. Hay un montón de fotógrafos que admiro, mi problema es que suelo olvidarme los nombres. Tengo muy mala memoria, perdón, ya me estoy haciendo una lista por escrito. A varios fotógrafos ya los mencioné en otras entregas de Cosas que me inspiran: Steve McCurry —a quien tuve la suerte de entrevistar en Buenos Aires—, Yann Arthus Bertrand, Henri Cartier Bresson, Michael Freeman, Mitchell Kanashkevich, Diego Verges. También me gusta mucho el trabajo de Annie Leibovitz y de Anka Zhuravleva, a quien descubrí hace poco.


Instagram y Flickr son dos buenos lugares para seguir inspirándose.


Este post pertenece a la serie Cosas que me inspiran. Compartan sus inspiraciones fotográficas en los comentarios!

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Aniko Villalba




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Published on April 03, 2015 04:18

March 26, 2015

Fotorrelato: las comidas y costumbres gastronómicas asiáticas que más extraño

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


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Pienso en Asia y pienso en comida. ¿Te acordás de la vez que volviste a Malasia solo para comer más roti canai? ¿Y del postre de mango por el que te tomaste como tres combis y atravesaste Jakarta? Y el pan de sal de Filipinas, por favor ese pan. Perá, ¿y el pad thai que te prepararon en la estación de tren de Bangkok? Uff, el mejor de mi vida y solo por 20 baht (0.50 usd, en ese momento). ¿Y las comidas comunitarias en China? Ese tofu, por dios. Como viajé sola, estas conversaciones las tengo conmigo misma. No se preocupen que estoy bien. Bah, más o menos, cada vez que veo fotos de la comida asiática considero la posibilidad seria de volver, instalarme y dedicarme a ser tester de sabores.


Cuando me dijeron, antes de viajar, que lo mejor de Asia era la comida sentí que ese no iba a ser un aspecto muy relevante en mi viaje. Antes de Asia yo no comía nada con picante, casi no usaba pimienta y la variedad de comidas que había probado no era demasiado amplia. Siempre me gustó comer, pero no pensé que podía hacerlo con tanto fanatismo y entusiasmo como en el Sudeste Asiático: cada día era una oportunidad para probar un plato distinto. “Acá todo tiene que ver con comida”, me dijeron malayos, filipinos, indonesios, tailandeses, chinos. It’s all about food. Y es cierto: cualquier excusa es buena para reunirse con amigos o familia a comer. La comida se cocina en la calle y hay puestos en todas partes, así que es imposible no tentarse. Pasé casi un año y medio viviendo y viajando por Asia, así que probé más platos de los que recuerdo. Estos son algunos de los que más extraño. Casi no puedo ver estas fotos: se me hace agua la boca.


* Pollo thai con baby corn (Tailandia)

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No sé si el de la foto es la versión original y completa de este plato. El Gai Pad Yod Khao Podchicken thai with baby corn es un plato simple y rápido: en un wok se saltea el pollo y se le agrega cebolla y ajo, después, con el fuego un poco más bajo, se le pone el baby corn (los mini-choclos), hongos, salsa de pescado (o de ostras), azucar y pimienta. Se sirve con arroz.


* Char Kway Teow (Malasia y Singapur)

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Este es uno de mis platos preferidos y uno de los más populares de Malasia, si bien también se prepara en Singapur, Brunei e Indonesia. Char kway teow viene del Hokkien —dialecto hablado por inmigrantes chinos en muchos lugares del Sudeste Asiático— y significa “tiras de pastel de arroz rehogadas”. Los ingredientes: fideos de arroz, salsa de soja, ají, gambas, berberechos, brotes de soja, cebolla china y huevos. Es un plato barato y se consigue en todos lados. Si lo habré comido.


* Laksa (Singapur)

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Ohpordios las sopas. Ohpordios los noodles. Esta foto la saqué en Singapur, pero el origen del plato es malayo y es uno de los más populares de la cocina peranakan —la fusión de cocina malaya y china—. Tiene un montón de variantes, aunque a grandes rasgos hay tres tipos:


1. Curry laksa: sopa de curry con leche de coco, tofu, bastones de pescado, gambas, berberechos y noodles. Se sirve con una cucharada de sambal —pasta de chili— y hojas de coriandro.


2. Asam Laksa: sopa a base de pescado con tamarindo, pescado, vegetales, menta, gengibre, fideos de arroz fino y pasta de gambas.


3. Sarawak Laksa: sopa sin curry con tamarindo, ajo, limón, leche de coco, tiras de pollo, camarones, coriandro y lima. Esta versión proviene de Sarawak, en la isla de Borneo.


* Roti canai (Malasia)

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Debo haber comido dos, a veces tres, por día mientras estaba en Malasia, y no exagero. Podría vivir a base de esto. Se pronuncia roti chanai y se sirve en todos los mamak stalls de Malasia —los mamak son los tamiles musulmanes malayos, descendientes de los indios que emigraron del sur—. Es un tipo de pan indio que se sirve con dhal —una salsa de lentejas— y otros tipos de curry. Se come con la mano y es ideal para el desayuno o como snack nocturno. Yo lo comería todo el día.


* El plato indio del día, servido sobre hojas de planta de banana

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Hablando de comer con la mano, extraño los comedores indios de Malasia —no digo de India porque no estuve por allá aún— donde por pocos ringgits te servían las verduras del día y te dejaban repetir todas las veces que quisieras. A veces las salsas eran tan picantes que se me caían las lágrimas mientras comía y eso me generaba ganas de comer más y más. Les habrá pasado.


* Bah, cualquier plato indio me viene bien

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Como este que comí en Singapur. Por algo es una de mis gastronomías preferidas.


* La comida Padang y la comida vegana (Indonesia)

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Me costó adaptarme a la comida indonesia: al principio me parecía demasiado picante y no tan variada como la malaya. De a poco fui encontrando mi huequito gastronómico. Si están en Indonesia les recomiendo que prueben la comida Padang: es la que aparece puesta sobre una pirámide de platos en la vidriera del restaurante. Suelen ser buffets, podés servirte lo que quieras y hay varios rangos de picante. Si van a Yogyakarta y quieren probar algo distinto a lo habitual —o son vegetarianos— pregunten por los puestos de comida vegana.


* El tofu en todas sus formas

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Me encariñé con el tofu, y allá lo cocinan tan bien. El tofu es algo así como un queso a base de leche de soja. Tiene una textura firme, aunque más blanda que el queso, es color crema y suele aparecer en el plato en cubos. Es originario de China aunque también se usa mucho en Japón y Corea, tiene muy pocas calorías, bastante proteína y hierro y casi nada de grasa: es una comida muy sana y un buen sustituto de la carne. En ningún lugar del mundo lo probé cocinado tan rico como en los restaurantes chinos.


* Las mezclas agridulces

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En Argentina suelen mirarme raro por comer pizza con ananá. No me importa: también como arroz con mango, arroz con ananá, arroz con pollo y pepino y todo lo que tenga sabores opuestos. Una de las mejores cosas de las gastronomías asiáticas es esa mezcla de gustos. Este es un plato indonesio muy sencillo: arroz, pollo, cebolla y pepino.


* El Pad Thai o su versión laosiana: el Pad Lao

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El plato de cabecera de la cocina tailandesa y uno de los más ricos que probé. Fideos de arroz salteados con huevo, salsa de pescado, salsa de tamarindo, pimiento rojo y brotes de soja, gambas, pollo o tofu, con un toque final de maní picado, cilantro y una rodaja de lima. Basta, se me hace agua la boca. La foto la saqué en Laos así que es una versión quizá alaosiada (?) del pad thai.


* Los noodles en todas sus formas

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No puedo no amar los noodles: son perfectos. ¿Qué son los noodles? Para simplificar digamos que es una pasta fina que puede estar hecha a base de arroz, harina o huevo y que se puede hervir, freír o cocinar en sopas y acompañar con todo lo que se les ocurra. Su origen es chino —dicen que existen hace más de 4000 años— pero todos los países asiáticos los usan entre sus ingredientes y lo adaptan a su paladar. A mí me gustan todos: en sopas, en ramen, con huevo, salteados, con pollo, picantes, al wok, con salsa de soja, instantáneos. Y lo que más me gusta: comerlos con palitos.


* Hablando de China, otras dos cosas que extraño: el arroz y las comidas comunitarias

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En este post cuento con mucho más detalle cómo es comer en China, pero si hay dos cosas que destaco y que extraño son el arroz y los platos compartidos. El arroz en Argentina no es muy popular: debe ser porque el arroz asiático casi no llega. En Asia hay decenas de variedades de arroz y las comidas no son comidas si no hay arroz en la mesa. Además, la gente se sienta a comer en grupo, por eso lo normal es pedir varios platos, ponerlos en el centro y probar de todo un poco. Con las chinas de la foto, tan amigas como nos ven, no fui capaz de cruzar ni una palabra, pero viajamos tres días juntas, comimos y paseamos como si fuésemos íntimas. La historia, junto con la de mi mes de viaje por China, está en este capítulo de mi libro.


* El ritual del té

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En China aprendí a tomar té sin azúcar y nunca más di marcha atrás. Ahí el té acompaña a todas las comidas y prepararlo es un ritual que tiene sus pasos e instrumentos. Una de las costumbres que más me gusta de las rondas de té es el golpecito que se da sobre la mesa con los dedos índice y medio para expresar agradecimiento a quien está sirviendo las tazas. Se cree que la costumbre se originó durante la Dinastía Qing, cuando el emperador Qian Long viajaba de incógnito por el imperio y los sirvientes tenían prohibido revelar su identidad. Una vez, en un restaurante, el emperador se sirvió una taza de té y llenó también la taza de su sirviente, este quiso arrodillarse y agradecerle pero al no poder hacerlo puso los dedos sobre la mesa y los dobló en señal de respeto, como si se estuviese arrodillando. Ese gesto se convirtió en un golpecito de agradecimiento.


* El pandesal (Filipinas)

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Todavía me acuerdo del día que probé el pandesal en Filipinas. No me lo esperaba, ya me había acostumbrado a pasar meses enteros sin comer pan —algo que en Argentina hacía todos los días— y había perdido un poco la fe: Asia tiene una gastronomía deliciosa, pero el pan casi no aparece. Filipinas, al haber sido colonia española y estadounidense —y un país que parece salido de otra región del mundo— tiene una gastronomía más parecida a la nuestra: pan, pastas, pizza, flan. Y pan. El pandesal (“pan de sal”) está hecho con harina, huevos, levadura, azúcar y sal, es blandito, es más dulce que salado y es una de las mejores cosas que me pasó después de meses sin pan.


* Parece pan pero no es pan: el onde-onde (Indonesia)

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Vamos pasando a lo dulce. Así de chiquita como la ven, esta bolita de onde-onde es un bocadito de felicidad. Es un dulce frito de origen chino que se hace a base de harina de arroz glutinoso —el arroz pegajoso—, se llena con pasta dulce de beans —nunca sé cómo traducir beans: ¿garbanzos? ¿habichuelas?— rojas o negras y se cubre con semillas de sésamo. Es crujiente por fuera y un poco gomoso por dentro. Lo amo. Se consigue en China, Japón, Indonesia, Malasia, Filipinas y Vietnam.


* Las galletitas de almendra de Macau

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Bueno, ahora sí estoy en mi salsa. Soy muy dulcera y todo lo que tenga almendras me puede —hola mazapán, hola macarons—. Las almond cookies o almond cakes son uno de los emblemas de Macau, una región china que fue colonia portuguesa. Casi todos los negocios del centro, cerca de las ruinas de la Catedral de St Paul, las venden como souvenirs. Les voy a confesar algo: pasé tardes enteras entrando a cada uno de esos negocios solo para probar las muestras gratis. No me pude controlar. Es una adicción. Soy adicta a las almendras.


* Y las egg-tarts (también en Macau)

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Macau, como les dije, fue colonia portuguesa hasta 1999 y una de las huellas más interesantes que quedó fue la gastronomía. La cocina macanese es una fusión de comida china y portuguesa, con sabores del Sudeste Asiático y América Latina, que solo existe en Macau. Y estas egg tarts que ven en la foto son la adaptación local de los pastéis de nata: un dulce de huevo típico de Portugal. Otra perdición. 


* Este postre taiwanés (probado en Kuala Lumpur, Malasia)

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Si me preguntan qué es esto les digo no sé. Una mezcla de hielo picado, azúcar y cosas dulces y blanditas. Se llama Bao Bing y tiene red azuki beans, mung beans, taro balls endulzado con azúcar o leche condensada. Seguro que así les queda mucho más claro. No importa, no hay que entender a la comida, solo disfrutarla.


* El mango lo (Kuala Lumpur)

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No sé si lo notaron, pero uno de mis países preferidos para comer es Malasia. Este postre lo comí varias veces en Kuala Lumpur: hielo picado, mango fresco y unas bolitas de gelatina. Sin son fanáticos del mango como yo es uno de los postres más deliciosos y refrescantes. Y barato, toda la comida callejera en Malasia es barata.


* El sumun: coconut milk sticky rice con mango (Laos)

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Este postre tiene todo lo que me gusta: sticky rice —el arroz pegajoso—, leche de coco, mango fresco y maní. Los laosianos comen arroz glutinoso como parte de su dieta principal: lo llaman khao niao, lo cocinan al vapor en canastos de bambú y lo usan para platos salados y dulces.


* Las frutas

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El Sudeste Asiático es un paraíso de frutas tropicales. Ahí probé algunas que ni sabía que existían y que pasaron a ser mis preferidas como estas dos: la fruta del dragón y el mangosteem. La fruta del dragón promete desde afuera: es rosa, parece una flor, es intrigante. Adentro es blanca —también hay una variedad violeta— y tiene un montón de semillitas negras. Tiene la contextura como de una pera mezclada con manzana. El mangosteem, en cambio, no dice mucho: tiene una cáscara dura y no es muy llamativo, pero no me da miedo decir que es la fruta más rica que probé en Asia. Le dicen la reina de las frutas por su sabor y su frescura. Por favor, si andan por allá, coman por mí.


En este post intenté describirle ambas frutas a una amiga que nunca las había probado: A qué se parece.


* Y otras cositas de colores
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Como estos helados.


O como este dulce de Singapur que siempre recordaré como “la goma de borrar color arco iris”:


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Me parece que voy a tener que volver para escribir la segunda parte de este post.


Si este fotorrelato te gustó, podés ver más acá. O si querés saber un poco más de cada gastronomía, te invito a pasar por algunos capítulos de “Comiendo por ahí”: Tailandia, Malasia, China, Indonesia. ¿Qué comidas asiáticas te gustan? Contame en los comentarios!

La entrada Fotorrelato: las comidas y costumbres gastronómicas asiáticas que más extraño aparece primero en Viajando por ahí.

Aniko Villalba




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Published on March 26, 2015 16:20

March 23, 2015

Cosas que me inspiran (7): el arte de la quietud

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


Este post pertenece a la serie Cosas que me inspiran: una dosis quincenal —ejem, mensual— de charlas, ilustraciones, películas, libros, series y todo eso que encuentro por ahí y que a) me inspira a crear cosas nuevas b) me ayuda a pensar distinto y c) me hace reír. Las cosas que me inspiran a escribir las pongo en mi otro blog: escribir.me


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Antes que nada: feliz primaotoño para todos. Se viene mi época preferida del año, aunque acá la primavera se está haciendo desear.


Me acabo de dar cuenta de que hace once días que no posteo y no entiendo cómo pasó tan rápido. Dicen que el tiempo vuela cuando uno se divierte, entonces si hiciéramos un silogismo diríamos:


1. El tiempo vuela cuando uno se divierte

2. Cuando uno viaja, se divierte

3. Cuando uno viaja el tiempo vuela


Falso. Cuando viajo el tiempo se me estira, los días tienen otra consistencia, las horas parecen más largas. Y no porque no me divierta, sino porque apago el piloto automático y le presto atención a cada momento de la realidad. Esa es una de las cosas que más me gusta de viajar: que potencia mi capacidad de atención.


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Estos días me estuve divirtiendo y el tiempo voló, pero fue una diversión distinta. Tengo el segundo borrador de mi libro casi listo, estoy a full con mi blog de escritura, también escribiendo artículos y preparando un proyecto fotográfico que tenía pendiente hace tiempo. En tres meses me voy de Biarritz y también tengo la sensación de que se me van a pasar volando. En julio haremos un viajecito por Francia y en agosto: Buenos Aires. Tengo ganas de estar allá, esta va a ser la vez que más tiempo pasé fuera de Argentina y la verdad que no ver a mis amigos y familia por tantos meses —van a ser casi dos años cuando vuelva— se me hace difícil. Después de mi regreso a Argentina seguirán los viajes: los dos planes son Patagonia y Japón. Cerquita.


Estoy disfrutando mucho esta pausa, como ya dije, porque me estoy nutriendo de un montón de cosas que me inspiran. Acá van algunas:


1. Saturday Night Live (tv)


Amo Saturday Night Live desde que tengo doce o trece años. Este programa de televisión se emite en vivo hace cuarenta años y cada show tiene un conductor distinto —en general un actor o músico— y una banda o solista invitado. Por SNL pasaron todos los grandes comediantes, algunos incluso empezaron ahí: Will Ferrel, Adam Sandler, Ben Stiller, Jimmy Fallon, Steve Martin, Dan Aykroyd, Mike Myers, Chevy Chase. Antes miraba el programa entero por televisión, ahora solo miro los sketchs por youtube. SNL tiene tantos años y tanto material que en youtube pueden encontrar de todo: parodias de películas y de programas de televisión, canciones, imitaciones de distintos formatos de shows, personajes que luego tuvieron sus propias películas. Va de lo bizarro a la genialidad. En esta lista puse más de treinta sketchs que me gustan y que miro cada vez que quiero reírme.


2. Mapa sonoro de una vuelta al mundo, por Lucía y Ruben de Algo que recordar


Se me pone la piel de gallina. Más allá de las imágenes, creo que son los sonidos los que nos transportan de verdad. O al menos los que nos hacen recordar los lugares en los que estuvimos. Escucho este video de los chicos de Algo que recordar y vuelvo a viajar. Si no conocen su blog, se los recomiendo mucho, sus fotografías son lindísimas y sus videos excelentes.


Más en: algoquerecordar.com


3. Things we forget

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Esta web me encanta por su simpleza: es una colección de post-its con mensajes positivos. El autor los deja en espacios públicos, les saca una foto y los sube a la página. Ya tiene más de 1114 post-its, uno más sabio que el otro. Es para imprimirlos todos y empapelar un cuarto. En su tienda los vende en forma de posters, imanes y libro.


Más en: thingsweforget.blogspot.com


4. “El arte de la quietud”, por Pico Iyer


Pico Iyer, viajero y escritor, habla acerca de la importancia de quedarse quieto en un mundo que no para de moverse. Cito algunas de las partes que más me gustaron, pero les recomiendo que vean esta charla entera: “A los 29 años, decidí rehacer toda mi vida bajo la idea de ir a ninguna parte. (…) Y así, para mi gran sorpresa, descubrí que ir a ninguna parte era tan apasionante como ir al Tíbet o a Cuba. Y cuando digo ir a ninguna parte, hablo de nada más intimidante que tomarse unos minutos cada día, o unos días cada estación, o incluso, como hacen algunos, unos años en la vida, para estar quieto el tiempo suficiente para averiguar qué nos motiva más, para recordar qué nos hace realmente felices y para recordar que, a veces, ganarse la vida y honrar la existencia van en direcciones opuestas. (…) Por eso, en la era de la aceleración, nada puede ser más estimulante que ir lento. En la era de la distracción, nada es más lujoso que prestar atención. En la era del constante movimiento, nada es tan urgente como quedarse inmóvil.”


Visto en: TED.com


5. Use-it Maps: mapas hechos por la gente local

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Ya recomendé estos mapas en algún post pero los vuelvo a mencionar por si alguno no los vio. Los use-it maps están hechos por gente local, son gratuitos y te dan una mirada más real y menos turística de muchas ciudades europeas. Me los mostró una lectora en Bélgica y me parecieron excelentes ya que te dan datos que un típico mapa turístico no tiene: donde se come mejor y más barato, dónde están los rincones escondidos, dónde se reúne la gente joven, a dónde salir de noche. Hay Use-it Maps de más de cuarenta ciudades —por el momento solo de Europa—: pueden descargarlos en la web e imprimirlos.


Más en: use-it.travel 


6. Los videos de PES


Descubrí a PES hace varios años, cuando me empezó a interesar la técnica de stop-motion. Los videos de PES hacen magia con objetos cotidianos. Mejor que los vean. El que aparece acá, Fresh Guacamole, fue nominado a un Oscar por mejor corto animado. El primero que vi fue “Western spaghetti”, que también les recomiendo.


Más en: pesfilm.com


7. “Larung Gar, un viaje interior”, por Carmen Teira
Foto: trajinandoporelmundo.com

Foto: trajinandoporelmundo.com


Me encanta leer a Carmen: es española, tiene mi edad y también viaja y escribe. En este post cuenta su experiencia en Larung Gar, un pueblo de la zona tibetana de Sichuan, China. La vida, la muerte, el ritual de entierro tibetano y todo lo que hay entremedio, en primera persona.


Pueden leer el post completo en su blog: trajinandoporelmundo.com


8. Series: Red Dwarf (1988)

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Confieso que cuando vi el primer capítulo no le tuve mucha fe. La historia empieza así: hace tres millones de años, una fuga de materiales radiactivos mata a toda la tripulación de Red Dwarf, una nave espacial, y el único sobreviviente es Dave Lister, el chico que reparaba la máquina de sopa. Cuando vi eso pensé: ¿una serie de diez temporadas con un solo actor en una nave espacial? Pero en los capítulos siguientes, a Lister se le suma el holograma de Arnold Rimmer —el que era su compañero de habitación—, Cat —un ¿humano? que evolucionó de un gato—, Holly —la computadora de la nave— y Kryten —un robot de servicio—, y las situaciones que se generan son desopilantes, ridículas y muy originales. Red Dwarf es una serie de ciencia ficción y humor, y cada temporada tiene seis capítulos de media hora. Para mí, un descubrimiento.


Más en IMDB y en reddwarf.co.uk




9. La introducción de la película Medianeras


Creo que vi este clip tiempo antes de ver la película y por eso me quedó tan grabado. Me gusta la mirada original de Buenos Aires y la conexión que hace entre el desorden arquitectónico de la ciudad y el modo de ser de los porteños —me incluyo—. Y a pesar de su locura, estas cosas me hacen quererla.


10. “Nadie le dice esto a los que recién empiezan”, video basado en una cita de Ira Glass


Este video está basado en una cita de Ira Glass, un presentador de radio y televisión estadounidense. Dice, entre otras cosas, que es normal que nos lleve tiempo hacer el trabajo creativo que esté a la altura de nuestras ambiciones: por eso no hay que darse por vencido antes de tiempo. “Most people I know who do interesting, creative work went through years of this. We know our work doesn’t have this special thing that we want it to have. We all go through this. And if you are just starting out or you are still in this phase, you gotta know its normal and the most important thing you can do is do a lot of work.”


Así que a seguir trabajando.


Si te gustó, acá hay más Cosas que me inspiran.

La entrada Cosas que me inspiran (7): el arte de la quietud aparece primero en Viajando por ahí.

Aniko Villalba




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Published on March 23, 2015 11:00

March 12, 2015

Exploración #3: la búsqueda del tesoro

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


Cuando era chica, uno de mis juegos preferidos era la búsqueda del tesoro. Solíamos jugarlo en los cumpleaños, en las colonias de vacaciones y puede que en el colegio, aunque de eso no me acuerdo. El objetivo era ser los primeros en encontrar un tesoro oculto, y para descubrir dónde estaba escondido teníamos que ir siguiendo pistas. Nos dividíamos en equipos y nos daban un papelito con la primera pista a cada grupo: decía, por ejemplo, andá al tercer árbol de la esquina del colegio y mirá bien entre sus ramas, entonces íbamos corriendo al árbol para buscar la pista siguiente. Después de diez o quince pistas llegábamos al tesoro, que a veces era una bolsa de golosinas y a veces eran libros. Los domingos de Pascua de mi infancia también eran búsquedas del tesoro: mi mamá se levantaba temprano y escondía huevos de chocolate en el jardín y yo salía corriendo a buscarlos.


Cuando empecé a viajar y a mirar la realidad con otros ojos me di cuenta de que cualquier espacio público está lleno de tesoros. Es cuestión de prestarles atención. Así encontré un montón de naipes por el mundo —casi una baraja entera—, legos amarillos y piezas de rompecabezas en Barcelona y todo tipo de cosas en las calles de París. Objetos que algunos habían desechado por considerarlos basura, para mí eran hallazgos. Me llevó tiempo, sin embargo, animarle a levantarlos: sentía que la gente me miraba o que muchos me juzgarían por agarrar cosas que estaban tiradas en el piso. Pero un día me animé y desde que empecé no paré.


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Hace unos meses me compré el libro The Pocket Scavenger (de Keri Smith) y empecé a recolectar y a pegar todos mis tesoros en un mismo lugar. Keri Smith da una lista de 75 elementos para buscar en la calle, entre ellos un dibujo, algo imaginario, un cupón, algo roto, una postal, un origami y cosas así. Al final del libro da ideas para jugar a la búsqueda del tesoro con amigos: encontrar diez cosas en diez minutos, elegir un objeto y encontrar varios ejemplares, hacer una lista de cosas e intercambiarla con una amiga. Y cuando pensaba en jugar a la búsqueda del tesoro, la primera persona en la que pensaba era Lau. Como no sabíamos cuándo íbamos a estar juntas en un mismo lugar, decidimos jugar a la distancia. Armamos una lista entre las dos y cada cual salió por su ciudad a buscar cosas.


La consigna: encontrar todos los elementos de la lista en espacios públicos. La interpretación de cada cosa era libre: podía ser un barco de verdad, uno de juguete, un dibujo de un barco, la silueta de un barco.


Lugar de mi búsqueda: Biarritz (Francia), con lluvia y en invierno. Aproveché los pocos momentos de sol para salir, y otras veces busqué objetos bajo la garúa. Lau buscó los suyos en Mar del Plata (Argentina), que es una especie de alter-ego de Biarritz, y en verano, así que fueron búsquedas cruzadas.


La lista:


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Después de sacar esta foto agregamos tres elementos más:


- algo que no sepas que es

– un dispenser

– algo que nos hubiese gustado que esté en la lista


Estos son mis resultados, en orden cronológico:
graffiti

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Lau: me hubiese divertido más que estés acá para hacer la búsqueda juntas. Pero esto de buscar los mismos elementos a la distancia también me generó intriga: ¿qué habrás encontrado vos por allá?


El graffiti fue fácil, fue el primero que encontré. Ya lo tenía visto: está a una cuadra de casa hace meses, así que empecé con ventaja.


un boleto

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Esta ciudad es bastante limpia y pensé que eso me iba a jugar en contra en la búsqueda, pero el boleto apareció al toque.


algo que parezca una cara

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A esta le digo “la casa que ríe”.


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Esta es “la moto bonachona”.


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Y esta, “la papa expresiva”. No sé si te conté, pero tengo una carpeta de fotos que se llama “cosas que parecen caras”. Debo haber encontrado unas treinta, y sigo sumando.


algo de otro tiempo

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Es un palito de helado, pero para mí es algo de mi infancia. Lo vi y pensé en los recreos, en los helados Torpedo que comía en verano, en que siempre me tocaba el vale otro, en las esculturas con palitos que hacíamos en la clase de arte, en el verano y en los juegos.


algo que no sepas qué es

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No tengo idea. ¿Un pedazo de auto? Si alguien reconoce este objeto, que por favor me ilumine.


algo escondido o camuflado

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¿No es espectacular? Las hojas están incrustadas en el asfalto. Digamos que se camuflaron sin proponérselo. Se ve que asfaltaron en otoño y las hojas quedaron ahí, embalsamadas para siempre.


un barco

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Tanto mar acá y yo poniendo un barco que no flota. Pero me gustó. Acá los frentes de las casas tienen detalles así.


algo rosa o violeta

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La foto salió muy movida porque llovía mucho. Al principio lo vi y seguí de largo, pero me arrepentí y di la vuelta.


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Y no podía no poner la casa rosa.


un buzón

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Cuando buscaba el buzón pensaba en los buzones rojos de Argentina. Acá el color oficial es el amarillo y este es uno de los buzones de La Poste, el correo francés.


algo que tenga que ver con la música

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Es mi gomita de pelo y no sé por qué se le dio por enroscarse formando la clave de sol. Me desperté y estaba así, en mi mesa de luz. No la encontré en un espacio público, pero me pareció muy buena como para dejarla pasar.


un papel escrito

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No sabés el viento que había este día. Salí de casa no me acuerdo para qué y encontré este papel cerca de la playa. Fue muy difícil lograr que se quedara quieto. Le saqué la foto y salió volando.


una bicicleta

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Había encontrado otra, una amarilla a la salida de la pileta, pero esta me gustó más. La vi camino al correo pero iba apurada porque el correo estaba por cerrar, así que la dejé pasar. A la vuelta pensé que esté que esté que esté, y sí, la bici me esperaba ahí.


algo redondo

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Puede que no sea un redondo perfecto, pero de lejos parecía una pelotita.


un gato

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A mí también me costó verlo, pero está ahí, asomado. Con los gatos fue la Ley de Murphy: cuando no los buscaba los veía todos los días, cuando pasaron a formar parte de mi lista se deben haber enterado porque se escondieron bien.


una pelota

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Dónde está la pelota, te estarás preguntando. En la foto no se ve, pero estuvo ahí, en ese pasto. Te cuento.


La pelota fue uno de los objetos que me costó mucho encontrar. Acá no se ven nenes jugando a la pelota en la calle, menos en los días de lluvia que hubo cuando salí a hacer la búsqueda.


Una tarde, L. y yo estábamos en casa y escuchamos que alguien golpeaba la puerta principal. Cuando fuimos a abrir vimos que el picaporte se movía: la persona que estaba del otro lado quería entrar, hubiese gente adentro o no. Abrimos y nos encontramos con un nene de unos nueve años. Sus amiguitos estaban cerca porque se escuchaban las risas. Dijo, con timidez: “Monsieur, excuse-moi, je perdu mon ballon dans votre jardin” (Señor, disculpe, perdí mi pelota en su jardín), y nos pidió permiso para pasar al jardín de atrás y recuperarla. La agarró y salió corriendo. Fue todo tan rápido que no tuve tiempo de sacar una foto. Pero la pelota estuvo ahí: cayó del cielo a mi jardín.


algo con forma de flor

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Varias veces me pregunté dónde iba a encontrar algo con forma de flor. Y mirá.


algo que vuele

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¿Vale? Esas rayas blancas son típicas del cielo de acá. Las hacen aviones que no sé bien qué función cumplen y casi siempre se ven así, en diagonal.


algo que haga (son)reír

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Sí, ya sé, no es que ves esta foto y decís JA JA JA QUÉ GRACIOSO POR DIOS, pero hace sonreír, ¿no? Como Biarritz está casi al lado de España, hay muchas casas que ponen sus nombres en castellano. Encontré una que se llama “Chalet Conchita” (y si me sale la argentina boluda de adentro, un poco me río). Pensé que le había sacado una foto pero no la encuentro.


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La casa argentina.


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Y el baño para perros elegantes.


un dispenser

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Bolsitas para el perro.


un teléfono público

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Esta fue una de las figuritas difíciles y como verás hice trampa. No encontré teléfonos públicos en Biarritz, no sé si hay o no, pero esto es lo que más se acerca.


algo con una imagen o dibujo

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Este sticker lo vi en varias paredes. Es una especie de estatua de la libertad musulmana, ¿no?


algo muy feo

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Yo no soy nadie para hablar de arquitectura, pero a mí este hotel me parece feo. Lo que se dice feo. Habiendo un estilo arquitectónico tan lindo en Biarritz —y en todo el país vasco—, no entiendo por qué hacen algo que parece una caja de zapatos y te cobran carísimo por dormir ahí. Feo!


una textura

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La textura de un tacho de basura. Me encantó.


algo con etiqueta de “Made in”

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Esta me costó un montón. Intenté encontrar alguna prenda de ropa tirada en el piso para poder sacarle una foto a la etiqueta, pero no apareció nada. Pasé por esta vidriera veinte veces y siempre me paré a mirar, pero me di cuenta del Made in Pays Basque cuando buscaba la bendita etiqueta.


un globo

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Otra foto con trampa: acá no hay ningún globo. Este fue el ítem imposible. Por un rato te envidié porque seguro que en Mar del Plata estaba lleno de vendedores de globos. Acá ni uno. ¿Por qué puse esta vidriera? Porque cada vez que pasaba por ahí y la veía, mi primera reacción era: ¡un globo! Y después: ah no, son esas lámparas. Así que eso: estos son mis falsos globos.


5 hojas de árbol

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Este debería haber sido el más fácil. Estamos en invierno y las calles están llenas de hojas secas. Las vi por todas partes y les saqué fotos, pero esta mañana, cuando me senté a escribir este post, me di cuenta de que me había faltado una. A la tarde salí para ir al super y agarré la quinta hoja. Acá va la última foto.


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un objeto sorpresa

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Arturito (?). Visto en la vidriera de un vivero.


cosas que me hubiesen gustado que estén en la lista

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Una palabra


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Una tipografía


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Fósforos (porque ¿a quién se le ocurriría buscarlos?)


* Este post pertenece a la serie Viajes sincronizados, un conjunto de juegos a distancia con Lau, de Los Viajes de Nena. Pueden ver los resultados de la búsqueda del tesoro de Lau en su blog.


* Podés hacer esta búsqueda del tesoro en tu ciudad. Compartí los resultados usando el hashtag #viajessincronizados y enlazanos.


* Además de viajar juntas y jugar a la distancia, Lau y yo también escribimos libros, y como nuestros libros nacieron casi a la vez, decimos que son primos hermanos. Como les gusta mucho estar juntos, decidimos venderlos en combo para que no tengan que separarse: podés conseguir un ejemplar de “Caminos invisibles” (el libro de Lau y Juan) + un ejemplar de “Días de viaje” (mi primer libro) + un set de 7 señaladores en mi Tienda. 


La entrada Exploración #3: la búsqueda del tesoro aparece primero en Viajando por ahí.

Aniko Villalba




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Published on March 12, 2015 17:29

March 5, 2015

Tengo blog nuevo: escribir.me

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


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Adentro mío conviven dos personas:


a) la chica que quiere pasarse la vida viajando


b) la chica que quiere pasarse la vida escribiendo


En general se llevan bien y trabajan en equipo, pero a veces cada cual tiene su ritmo y empiezan los roces. Cuando gana la viajera me voy de viaje largo, cargo lo menos posible y no hay nada que me frene. Cuando gana la escritora me quedo encerrada durante meses en un mismo lugar, acumulando libros y cuadernos. La viajera quiere vivir en movimiento, la escritora prefiere la quietud. A la viajera le encanta conocer gente, a la escritora le encanta conocer autores. La viajera está todo el día afuera, la escritora prefiere encerrarse. La viajera busca un lugar en el mundo, la escritora sabe que su hogar es el papel.


Pero la verdad —y ambas tienen que aceptarlo— es que se necesitan una a la otra.


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Abrí Viajando por ahí en una época en que la viajera era la protagonista de mi vida. Si bien la escritora tenía más años, la viajera era la novedad. Era ella la que estaba por empezar una vida nueva, y la escritora, con timidez, le preguntó si podía acompañarla e ir relatando lo que veía. Hace siete años que viajo y hace siete años que escribo de viajes, y me encanta, pero en realidad son muchos más los textos que escribo acerca de otras cosas —que no tienen nada que ver con nada— que de viajes en sí. Lo que pasa es que están todos en mis cuadernos.


Hace un tiempo me di cuenta de que quería empezar a publicar cosas que acá, por ser un blog de viajes, no encajaban. Es cierto que a veces subo posts que no tienen nada que ver con nada —y me pregunto cuánta gente huye desilusionada de este falso blog de viajes después de leerlos—, pero necesitaba un espacio donde lo central fuese escribir y no viajar, donde no importara si la que escribe es viajera o no. Tengo todo un mundo relacionado con los cuadernos, los libros, las biromes y las bibliotecas que quiero compartir hace tiempo. Y hace un tiempo, cuando se me ocurrió abrir otro blog, me pregunté cómo no me había dado cuenta antes. El empujón final me lo dio el libro “Writing down the bones”, de Natalie Goldberg (podrán leer al respecto en mi otro blog).


Empecé mi blog nuevo hace un mes. En ese tiempo lo diseñé, le elegí los colores, la tipografía, lo programé, le subí contenido, lo peiné y lo perfumé para cuando este día llegara. Porque es muy lindo tener un blog pero lo más lindo es compartirlo y poder inspirar, acompañar o al menos llegar a otros. Ahora me toca presentarlo y estoy nerviosa como si tuviese que hablar en público. Les juro que me late el corazón. Este blogcito que están por conocer me devolvió una motivación que había perdido. Así que acá está: se llama escribir.me y es el blog de una escriviviente. Pero esperen: antes de que se vayan de acá y me abandonen por mi otro blog, les cuento un poquito más.


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10 cosas acerca de mi nuevo blog:

1. escribir.me no tiene orden cronológico, pueden empezar a leer por donde quieran.


2. Su manifiesto se resume en que todo es escribible: todo lo que nos pasa en esta vida es material para un texto.


3. Está organizado siguiendo los tres consejos de Natalie Goldberg para ser un buen escritor: Leer (nutrirse del trabajo de otros artistas), Escuchar (prestar atención a la realidad) y Escribir (no dejar de mover la mano).


4. Es un blog conector: quiere ser un puente entre todas esas cosas que me inspiran y ustedes.


5. Es un blog disparador: quiere darles ideas para que empiecen a escribir lo que sea.


6. Tiene textos propios, pero eso no es lo central.


7. Como siempre quise tener una papelería, acá me saco las ganas y hablo de cuadernos como quien habla de sus gatos.


8. Detrás de este blog hay un enorme deseo de poder, algún día, dar talleres de escritura creativa en escuelas, de enseñarle a los chicos —y grandes— a ver la escritura como un medio de expresión y autoconocimiento y no solo como algo práctico. Aunque para eso me faltan unos años.


9. Surge, también, de mi necesidad de sentirme acompañada como escritora, ya que este es un oficio muy solitario, así que me encantaría que participen y comenten lo que quieran y que formemos un pequeño espacio de contención.


10. Es un espacio para los escrivivientes: los que necesitamos relatarnos nuestra vida a través de la escritura. Y para potenciales escrivivientes también, acá no hace falta ser escritor sino mirar el mundo con ganas de escribirlo.


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Así que ya está, me desdoblé. Era un paso necesario. Viajando por ahí también seguirá en pie, son muchos años y no quiero cerrarlo porque sé que cuando vuelva a viajar me volverán las ganas de publicar de viajes. Veré cómo lo encaro mientras tanto. Como siempre, les agradezco mucho que estén del otro lado y que se tomen el tiempo de leer los delirios de estas dos chicas que tengo conviviendo adentro mío.


Ahora sí, los invito a pasar: escribir.me


Y si quieren seguirlo por Facebook: www.facebook.com/escribirme.blog


La entrada Tengo blog nuevo: escribir.me aparece primero en Viajando por ahí.

Aniko Villalba




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Published on March 05, 2015 14:12

February 28, 2015

Una vuelta por la Provenza francesa

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


**Spoiler: este post no contiene fotos de los campos de lavanda. Me hubiese encantado verlos pero cuando fui todavía no habían florecido. Lo que sí incluye son muchas fotos de macarons. **


Cuando mi prima Flavia me dijo que venía a Europa y me preguntó si quería hacer un viaje relámpago por la Provenza francesa con ella y dos amigas le dije que sí enseguida. Era junio de 2014, estaba por empezar el verano, yo acababa de volver de Islandia y no tenía adónde ir. Mejor dicho, no tenía nada planeado, así que su propuesta me cayó en el momento justo. Viajé de Lyon hasta Antibes, la ciudad en la costa del Mediterráneo en la que hicimos base, y nos fuimos a recorrer pueblitos en el auto de una de sus amigas. Fueron seis días de playa, rutas, paisajes, charlas, risas y comidas. Y como hay ciertos recorridos que se relatan mejor en imágenes, acá van algunas de las fotos y momentos de ese paseo.




Hicimos base en Antibes, uno de los pueblos de la costa que más me gustó.


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Desde el balcón del departamento donde nos quedamos teníamos esta vista. Todas las noches nos sentábamos ahí a cenar, a picar algo o a charlar. No hay nada más lindo que disfrutar las noches con calor.


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Uno de los primeros lugares de la Provenza que visitamos fue Aix-en-Provence. No teníamos una ruta armada, así que fuimos improvisando según nuestras ganas. Algo que me encanta de Francia es la cantidad de cafés que hay en cada ciudad.


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Faltaba menos de una semana para que empezara el verano, y el calor ya se sentía. Iba a ser mi primer verano en Europa.


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Pasamos la tarde caminando por las callecitas.


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Y miramos vidrieras. Otra cosa que me gusta de Francia: las vidrieras de los negocios, la dedicación que ponen para armarlas.


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Todo me parecía lindo. A mí todos estos adornos y cositas me pueden.


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El olor del pan se sentía a lo lejos.


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Viva la baguette, otro punto para Francia.


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Y ahí, en Aix, cometimos el error de probar los macarons más ricos de nuestra vida. El resto del viaje fue un intento fallido de encontrar macarons mejores que esos. No aparecieron, y eso que probamos un montón.


Para quien no los conoce, los macarons son la versión refinada del alfajor. En realidad no tienen nada que ver, pero de aspecto son parecidos. Los macarons o macarrones son de origen italiano y se hicieron conocidos en el siglo XVI gracias al pastelero de la corte francesa. Se hacen con clara de huevo, almendra molida y azúcar, y se rellenan con lo que quieran: hay con chocolate, pistacho, rosa, caramel, coco, frambuesa, maracuyá, vainilla, café, menta. Lo que los diferencia, para mí, es eso: si el relleno es bueno, el macaron es bueno.


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Hay incluso con foie gras, aunque yo no lo elijo para comer todos los días.



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En nuestra obsesión por encontrar el macaron perfecto —juro que hablábamos de eso durante horas— nos dimos cuenta de que había merchandising de macarons por todos lados.


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Al día siguiente fuimos a Grasse, pueblito famoso por ser la capital mundial del perfume y el escenario de la novela El perfume, de Patrick Suskind.


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Lo primero que me llamó la atención fueron las ventanas.

En todas las casas, ventanas como estas. Abiertas, cerradas, todas iguales, pintadas del mismo color.


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Algunas muy decoradas.


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También sus puertas.


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Los carteles antiguos.


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Y las calles que me hacían acordar a las medinas árabes.


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Grasse tiene una industria del perfume desde el siglo 18. Su microclima favorece el cultivo de flores: cada año se cultivan más de veintisiete toneladas de jazmines, por ejemplo, una flor que es la base de muchos perfumes. Muchas “narices” —expertos en distinguir olores— se entrenan en Grasse y son capaces de distinguir más de 2000 aromas.


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Al día siguiente nos fuimos a St. Tropez.


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La zona del puerto, que es la que casi todo el mundo visita, me abrumó. Demasiada gente, demasiados yates, demasiado show off.


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Hasta principios del siglo 20, St. Tropez era una aldea de pescadores y un fuerte militar. Después de la Segunda Guerra pasó a ser un punto reconocido internacionalmente por su afluencia de artistas franceses y estadounidenses. Músicos y actores elegían ese pueblo para pasar el verano o para vivir, y con ellos fueron llegando también los turistas curiosos.


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La zona cerca del puerto me gustó, pero no me encandiló como otros lugares.


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Seguimos caminando y, sin planearlo, llegamos a una zona que parecía ser más antigua y que estaba mucho más vacía.


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Era lindísima. Era la imagen de Provenza que tenía en la cabeza antes de viajar: calles muy angostas, casas pintadas de colores, flores en las ventanas, Vespa estacionadas en las puertas.


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Muchos detalles y colores.


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No conozco Italia, pero de a ratos sentía que estaba en ese país.

La imagen que tengo de Italia es parecida a la imagen que tenía de Provenza.


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Al día siguiente nos fuimos a St-Paul-de-Vence, otro pueblito que fue refugio de artistas, aunque de un estilo muy distinto a St. Tropez.


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Primero, St Paul no está a orillas del mar sino en una cima.

Segundo, casi todas las construcciones están hechas de piedra.


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Hay Space Invanders y todo.


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De todos los pueblitos que vimos, este me pareció el más encantador, mano a mano con Grasse.


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Creo que una de las cosas que más me gustaron fueron los detalles. Como este elefante que hace de manija de una puerta.


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Este buzón medio naif.


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La fuente y el pez.


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(Usada de asiento en los ratos libres)


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El caballo de herraduras.


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Las vidrieras.


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Las decoraciones en las ventanas.


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Incluso en los techos.


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Los ateliers por todas partes.


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Los cuadros en exposición en la calle.


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Los gatos pintados.


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La nena curiosa.


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Y las ventanas llenas de flores.


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No puedo terminar el recorrido sin mencionar Antibes.


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Como dije, fue la ciudad donde hicimos base.


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Y casi siempre suele pasar que uno deja lo que tiene cerca para después. O que lo desestima un poco por ser normalconocido. 


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Y cuando por fin caminamos por Antibes nos dimos cuenta de que fue uno de los lugares que más nos gustó.


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Así que aprovechamos que estábamos ahí y fuimos varias veces al mercado, a la playa y a los rincones que nos gustaron.


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Y también usamos el tiempo para perdernos por ahí.


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Cuando el viaje relámpago terminó y nos despedimos, me tocó elegir adónde seguir camino.



Una amiga de Flavia sugirió Biarritz y como no tenía otras opciones en mente, vine para acá. Así lo conocí a L. y me quedé a vivir acá y todo eso. Pero toda esa parte la cuento mejor en el próximo libro.


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Aniko Villalba




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Published on February 28, 2015 16:02

February 18, 2015

10 cosas que deberías saber antes de empezar un blog de viajes

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


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¿Así que estás pensando en abrir un blog de viajes?


Estas semanas me estuvieron llegando muchos mails con la misma consulta: “Me voy de viaje y voy a escribir un blog. ¿Me das consejos?” o “¿me darías algunos tips rápidos para empezar mi blog?”, o “¿qué plataforma de blogging me recomendás?”. Como me parece que no es algo que se pueda contestar de manera breve en un mail, preferí hacer este post. Todos estos puntos están basados en mi experiencia y son cosas que a mí me hubiese gustado saber antes de empezar. Así que espero darles una visión realista de todo el tiempo y trabajo que implica crear y mantener un blog, para que después cada uno tome las decisiones que más le convengan.


Allá vamos.


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1. Lo primero que tenés que preguntarte es por qué querés un blog.

Algunos piensan que un blog de viajes les permitirá viajar gratis, otros quieren usarlo como vidriera para vender sus artículos o fotografías, otros como una plataforma para conseguir sponsors o trabajo, algunos quieren compartir sus experiencias con otros viajeros, otros lo hacen por diversión o amor al arte. Todos los objetivos son válidos, pero me parece bueno que sepan qué les espera antes de empezar. Así como viajar genera muchas idealizaciones, también puede pasar que quieran abrir un blog por ilusiones que quizá sean difíciles de cumplir a corto plazo o que lleven mucho más trabajo del que piensan.


Entonces, si estás pensando en empezar un blog, primero preguntate por qué. Si lo ves como una extensión lógica de irte de viaje —del estilo “vender todo, sacar el pasaporte, comprar el pasaje y abrirme un blog”— pensalo mejor. Es cierto que los blogs de viaje están en auge, pero como digo siempre, los que escribimos blogs somos la cara visible de una movida mucho más grande: si tu sueño es trabajar de manera independiente desde donde sea, eso no quiere decir que tu primer paso tenga que ser abrirte un blog. Hay un montón de gente que vive viajando como yo y no tiene blog porque se dedica a otra cosa. Ahora, si querés trabajar desde cualquier lugar y además compartir esa experiencia, entonces un blog es una muy buena opción.


Mi consejo es que pienses en el blog como una plataforma para volcar y mostrar tu trabajo y no como un fin en sí mismo, es decir: abrite un blog si te encanta escribir/ilustrar/filmar/sacar fotos y querés un espacio donde compartir todo eso, pero no te abras un blog solo porque muchos lo hacen y parece algo fácil. Abrilo si tenés un objetivo concreto y verdadera intención de dedicarle mucho tiempo, trabajo y amor (sí, el amor también es necesario).


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2. Ahora que sabés el por qué, preguntate para qué.

¿Cuáles son tus objetivos con el blog?


A grandes rasgos, creo que acá hay dos respuestas:


A) “Quiero hacerlo como hobby”: para compartir historias y fotos con familia y amigos, para tener un recuerdo de tus viajes, para darle información útil a otros viajeros o solo para escribir pero sin ningún fin profesional o comercial.


B) “Quiero tener un blog de viajes profesional”: para convertirlo en un trabajo, para llegar a la mayor cantidad de público posible, para vender artículos/fotografías/productos, para ser invitado a viajes de prensa, para ganar dinero y vivir de eso.


Como en todo, existen los grises: puede que quieras algo en el medio, un blog que no sea del todo hobby pero tampoco del todo profesional. En ese caso te recomiendo que pienses a largo plazo y lo encares como un blog profesional desde el principio, al menos en los aspectos técnicos, y que empieces con wordpress.org y no wordpress.com (abajo explico).


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3. Hay muchas plataformas para blogging, antes de elegir una pensá bien qué te conviene (te vas a evitar muchas complicaciones a futuro).

En mi caso, uso wordpress.org, la versión “self-hosted” de wordpress.com. Ambos son gratuitos, pero tienen algunas diferencias:


- WordPress.com te permite abrir un blog sin tener que pagar nada. Ellos te dan el dominio (ejemplo: www.tublog.wordpress.com) y el hosting (el espacio para que guardes ese blog en internet). Lo abrís en cinco minutos y no tenés que hacer nada más: tu blog está listo para empezar a publicar. Le recomiendo esta opción —o blogspot— a quien quiera tomárselo como un hobby. Es fácil, rápida y gratuita.


- WordPress.org también es una plataforma gratuita, pero para usarla necesitás instalarla en tu propio dominio (ejemplo: www.tublog.com), y ese dominio debe estar alojado en un servidor pago (lo que se conoce como hosting). Si querés un blog profesional, aunque sea a largo plazo, te recomiendo que empieces directamente con wordpress.org para evitarte la migración de wordpress.com o de blogspot a wordpress.org más adelante. Puede ser un dolor de cabeza.


Dicho esto, las opciones no se terminan acá. Si investigás un poco vas a ver que existen otras plataformas muy buenas (Tumblr es una que me gusta mucho y a la cual estuve tentada de pasarme, pero desistí). Creo que wordpress.org es de las mejores.


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4. Tener un blog profesional cuesta plata.

Un blog armado en wordpress.org necesita lo siguiente:


a) un dominio propio (ejemplo: viajandoporahi.com). Lo comprás en godaddy.com (dominios .com, .info, .net, etc) o nic.ar (para dominios .ar) y cuesta entre 10 y 15 dólares al año. Pensá bien el nombre, porque hacer la mudanza de dominio también puede ser un dolor de cabeza si no tenés conocimientos de programación (tardé varios días en mudar el mío de anikovillalba.com/blog a viajandoporahi.com y juré nunca más volver a hacerlo sin ayuda)


b) un servicio de hosting (esta es la empresa que te proveerá los servidores o el espacio virtual para que subas tu contenido a internet). El costo es variable, podés empezar con un plan de 4-5 dólares mensuales e ir subiendo a medida que tu blog crezca (cuanto más tráfico tenga tu página, mejor tendrá que ser tu plan de hosting). No recomiendo los planes gratuitos ni muy baratos, estuve dos años en Hostgator (donde pagaba unos 3 dólares al mes) y decidí irme porque cada vez que tenía más visitas de las normales me desactivaban la página sin avisarme. Ahora uso A Small Orange y estoy muy conforme: es un poco más caro pero no te venden “planes ilimitados” que no son ilimitados y tienen un servicio técnico excelente.


Una vez que tenés estas dos cosas resueltas, tenés que apuntar los DNS del dominio a tu servidor e instalar wordpress.org en tu página (no te preocupes si te suena a chino básico, en general los servicios de hosting te dan el paso a paso para hacer esto y no es difícil).


Una vez que tenés wordpress funcionando en tu sitio tenés que agregarle lo siguiente:


- Una plantilla de diseño. WordPress ofrece miles de plantillas gratuitas, pero en mi experiencia es mucho mejor tener una plantilla paga: tienen un diseño mucho más avanzado, son muy customizables, son responsivas (están preparadas para verse en cualquier dispositivo) y tienen un montón de funciones que las plantillas gratuitas no incluyen. Hay varias webs que las venden: en ThemeForest, Woothemes y Creativemarket vas a encontrar miles y muy buenas. Cuestan aprox. entre 30 y 79 dólares. Y lo valen.


- Plugins. WordPress provee miles de plugins gratuitos para instalar en tu blog y agregarle más funciones: por ejemplo los botones de compartir, los sliders de fotos, los menúes fijos, los pop-up, la optimización de SEO, el antispam, los backups, las tiendas virtuales y un larguísimo etcétera. En general hay plugins gratuitos para todo, pero hay algunos que, por tener mucho más trabajo de programación por detrás, se compran. Por un plugin podés pagar entre 5 y 30 dólares y los conseguís casi todos en CodeCanyon.


Opcional:


- Newsletters. Enviar newsletters es un servicio caro pero muy útil si querés tener un contacto más directo con tus lectores. Mailchimp.com te permite enviar newsletters gratuitas hasta 2000 suscriptores, luego cuesta de 40 dólares por mes para arriba (si tenés, por ejemplo, 10.000 suscriptores pagás 80 usd por mes por el servicio).


Entonces, suponiendo que tenés un blog con dominio propio (10-15 usd por año) y un servicio de hosting de 5 dólares mensuales —para empezar, porque cuando te aumente el tráfico empezarás a pagar más: 10, 20, 30 usd por mes, o si tenés miles de miles de visitas, mucho más—, ya tenés un gasto anual de 75 dólares. A eso sumale la plantilla (digamos 45 usd) más uno o dos plugins pagos (por ejemplo 30 usd) y ya invertiste unos 150 usd. Si a eso le sumás el costo de enviar newsletters, de hacer cursos online para prepararte mejor y de contratar a un programador para los problemas técnicos, el monto sigue subiendo. Y en algún punto, cuanto más tráfico generes y cuanto más profesional sea tu blog, más costos de mantenimiento tendrás.


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5. La principal inversión que requiere un blog es tu tiempo.

No sé por qué los blogs tienen fama de fáciles. Yo sé que visto de afuera todo parece muy sencillo: te sentás en la compu, escribís un artículo, elegís las fotos y dos horas después ya tenés tu trabajo listo y a otra cosa. Por eso hay mucha gente que no entiende que un blog pueda ser un trabajo. Pero, perdón, ¿dije dos horas? Ojalá, si fuese así subiría mínimo dos posts al día. Hay artículos que me llevan ocho horas, otros me llevan días, otros me llevan semanas. Y al final esto se convierte en una paradoja: te abriste un blog para relatar tus viajes pero estás más tiempo frente a la pantalla que viajando. Esa es una de las razones por las que viajo tan lento: no podría hacer un viaje rápido y además escribir un blog, no me darían los tiempos y no disfrutaría del viaje. Entonces, si te vas de viaje y vas a estar publicando, sabé que tendrás que dedicarle varias horas por día a este trabajo.


Esto lo conté en Cómo empecé, cómo trabajo y cómo me financio, pero a grandes rasgos, un post como el que estás leyendo ahora lleva el siguiente trabajo invisible por detrás:


La parte offline: viajar, tener experiencias, recopilar historias, tomar apuntes, sacar fotos, filmar (en mi caso no filmo, pero hay muchos bloggers que sí), juntar información, pensar la idea del artículo, empezar a estructurarlo en tu cabeza o en papel.


La parte online: investigar más si es necesario, escribir el texto, editarlo y corregirlo, elegir las fotos, editarlas y optimizarlas para web, editar los videos, subir todo a wordpress, darle formato, insertar las fotos, colocar epígrafes/etiquetas/categorías/palabras clave, releer y volver a corregir, publicar y difundir en redes sociales.


Preguntate, entonces, si estás dispuesto a invertir gran parte de tu tiempo de viaje en todo esto.


A esta foto le pondría:

A esta foto le pondría: “Anatomía de un blog por dentro”


6. Vas a tener que aprender de programación, community management, e-commerce, marketing, SEO y cosas que ni sabías que existían.

Tener un blog es como ser un hombre orquesta: vos tocás todos los instrumentos a la vez. Y suelen ser instrumentos que nunca habías visto ni escuchado en tu vida. No sé cuántas universidades incluyen la materia blogs entre sus asignaturas, pero no creo que sean muchas. Esta es una plataforma muy nueva y gran parte del aprendizaje se hace de manera autodidacta y a la fuerza. Tampoco sé si existen libros que valga la pena leer antes de empezar: creo que en los blogs uno va viendo sus necesidades y aprendiendo a medida que avanza.


Por ejemplo: me encanta la programación web pero sé poco y nada. Todo lo que aprendí fue por problemas puntuales de mi blog que tuve que resolver en el momento. Me volví lectora compulsiva de tutoriales y de foros de programación y pude solucionar casi todo lo que se me presentó, pero siempre me llevó diez veces más que a alguien capacitado en el tema.


Sabé que si tenés un blog vas a tener problemas técnicos, y casi siempre en los lugares con peor conexión a internet. Debe ser parte del humor negro de wordpress: “¿Llegaste a esa lugar paradisíaco donde tenías planeado desenchufarte de internet? Ja! Mirá cómo hago que te falle un plugin”. O de repente a un pibe en Rusia se le va a ocurrir pasar su fin de semana hackeando tu sitio (me pasó, no sé si era ruso o rusa) y vas a tener que resolverlo lo antes posible a menos que quieras que todo tu tráfico termine derivado a una web de casinos online. O vas a hacer una actualización de wordpress y la base de datos va a fallar y vas a tener que encontrar el error como sea.


Cuanto más crezca tu blog, más tendrás que aprender y capacitarte —esto, para mí, es algo positivo—. Armar la tienda virtual en anikovillalba.com me llevó días de tutoriales en video y prueba y error. Lo bueno es que siempre hay tutoriales y cursos en video en internet, así que todo se puede aprender online (ya les dije que les recomiendo mucho los cursos de Skillshare.com). Si decidís tomarte el blog como un trabajo, sabé que también te vas a convertir en tu propia secretaria, representante y community manager, y gran parte del tiempo se te irá respondiendo mails, comentarios y posteando en redes sociales.


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7. Un blog puede tardar años en dar sus frutos.

Otra de las falsas nociones que generan los blogs es que son rápidos. Como abrir un blog es algo que se hace de manera casi inmediata (en menos de una hora podés tenerlo listo para empezar) eso da a pensar que una vez que publiques tu primer artículo toda internet estará entrando a verlo. Al principio entrará tu mamá, tus amigos, tus conocidos de Facebook, pero si tu objetivo es tener miles de visitas al día, empezá a practicar el arte de la paciencia y la constancia. Esto no lo digo yo, lo leí en uno de los libros de problogger.net (web que también les recomiendo mucho): posicionar un blog en internet lleva como mínimo un año y medio. Claro que existen casos distintos, pero ese es el promedio general. Entonces, varias cosas:


- Sé constante. Por más que sientas que nadie te está leyendo, tené confianza en tu trabajo. Si estás generando contenido de calidad e interesante para una audiencia determinada, tu público irá creciendo de a poco. Bajá la ansiedad y seguí posteando con un objetivo a mediano plazo en mente.


- No te obsesiones con los números desde el principio ni te compares con otros blogs. Es tentador ver que hay fanpages con cientos de miles de likes, pero lo más probable es que ese blog esté hace bastante tiempo online y también haya hecho su camino paso a paso. Todos empezamos de cero y es bueno recordar eso para entender que cualquier web tiene la posibilidad de crecer.


- No esperes ganar plata, viajes o sponsors desde el principio. Cada caso es distinto y puede pasar, pero en general eso lleva un tiempo. Lo importante es que demuestres que tenés constancia y que sos capaz de mantener un blog con contenido de calidad a lo largo del tiempo.


Por eso: paciencia. Y preguntate, con sinceridad, si te ves haciendo algo durante un año y medio o dos sin tener una rentabilidad inmediata.


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8. Si tu objetivo es monetizarlo, sabé que se puede y que existen muchas opciones además de la publicidad.

Me acuerdo que hace un tiempo, en Buenos Aires, alguien me preguntó a qué me dedicaba y yo dije que tenía un blog. “¿Y un blog te da de comer?”, fue su primera pregunta con cara de horror. En mi caso, no, mi blog casi no me genera ingresos directos pero me trae mucho trabajo: no vivo de él pero vivo gracias a él. Mucha gente me pregunta por qué no pongo Google ads o banners y yo les digo que esa no es la única opción para monetizar mi trabajo y que prefiero tomar otros caminos. Esto también lo leí en problogger.net cuando recién empezaba y me sirvió mucho: existen maneras online y offline de monetizar un blog.


- Las online son las directas y tradicionales: los banners de publicidad, los anuncios de google, los enlaces de afiliado, los posts patrocinados, los auspicios. Cualquier cosa que que dependa de los clicks, las páginas vistas, el tráfico y que genere una ganancia casi inmediata.


- Las offline (o indirectas) son productos o servicios que el autor ofrece por fuera del blog pero que da a conocer gracias al blog: cursos online o presenciales, ebooks, libros, seminarios, webinarios, comunidades cerradas con material exclusivo para sus miembros, productos tangibles, consultorías, talleres.


En mi caso, pienso al blog más como parte de una marca personal que como un espacio que se termina ahí, por eso decidí monetizarlo de manera offline. A quien le guste como escribo leerá mis libros o me contratará para trabajar en su revista o proyecto, si a alguien le gustan mis fotos puede comprarlas, en el pasado di cursos de WordPress para principiantes, suelo hacer trabajos de diseño web y comunicación, y también publiqué en medios gracias a que este blog me sirvió de vidriera para mostrar lo que hago. Por eso, mi objetivo es ganar mi plata de manera offline y después invertirla para viajar y seguir escribiendo este blog sin que nadie me pague por él. Pero creo que en esto no hay reglas: yo lo hago así porque es lo que me sale, pero cada cual puede hacer su camino. Mi consejo es que, hagan lo que hagan, piensen en monetizarlo ofreciendo algo que aporte valor agregado a sus lectores.


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9. Por tener un blog de viajes no vas a viajar gratis, al menos no enseguida.

Sé que uno de los grandes sueños es poder viajar gracias al blog o, por lo menos, conseguir cosas gratis. No es imposible y también hay varias maneras de hacerlo, pero no es algo que vayan a lograr desde el día cero. Y tampoco es la panacea.


Hace unos meses conocí a una blogger canadiense que vivía de blogtrip en blogtrip: todos sus viajes eran patrocinados. Ese era su objetivo y lo logró gracias a su blog y a su trabajo, lo que demuestra que es algo posible (al menos, por ahora, en el mercado de blogs en inglés). En mi caso, no es mi objetivo y tampoco es una opción con la que me sentiría cómoda. Gracias a este blog participé en algunos blogtrips y viajes de prensa: Laponia sueca, Sudáfrica, República Checa, Uruguay y San Juan. El primero fue en el 2012, dos años después de haber empezado este blog y cuatro años después de haber empezado a vivir viajando, o sea que no fue algo inmediato. Todos fueron experiencias muy positivas, pero me di cuenta de que prefiero que esos viajes sean la excepción más que la regla. Me gusta mucho viajar a mi ritmo —muuuuy lento—, tener mis tiempos —quedarme días o meses en un mismo lugar—, tomar mis decisiones y hacer lo que me da la gana: en un viaje de prensa casi nunca se puede hacer nada de esto. Es divertido que te inviten, te lleven a conocer y te cubran todos los gastos, pero al final no deja de ser un trabajo en el que tendrás que cumplir tu parte y producir un montón de contenido a cambio. Vistos de afuera: “viajes gratis”, vistos de cerca: “viajes de trabajo”. Hay una gran diferencia.


Una opción que me parece buena y que podés lograr si tenés un blog con visibilidad y tráfico es realizar canjes de publicidad por servicios o productos puntuales, por ejemplo con empresas de transporte, agencias de viajes, seguros médicos, tiendas de ropa o equipos, marcas de fotografía. En mi caso lo prefiero porque me permite abaratar costos y a la vez seguir siendo libre de elegir adónde ir, cuánto tiempo quedarme y qué hacer en cada lugar.


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10. Cada vez hay más blogs de viajes. Si abrís uno, sé original.

Si decidís que lo tuyo es escribir un blog de viajes, entonces hacé lo posible por diferenciarte. Buscá historias nuevas y enfoques distintos. Relatá de otras maneras. Escribí acerca de temas que te apasionen. Buscá un nicho inexplorado. Hablale a un público determinado (no “a todos los viajeros” sino a los viajeros de tal edad, o a los que viajan en familia, o a los que quieren viajar y no se animan, a los que van a equis destino). Aprovechá todas las herramientas pero enfocate en la que más te guste (fotografía, videos, escritura). No escribas solo para SEO (es decir, para aparecer primero en las búsquedas de Google): poné tu marca y tu personalidad en todo lo que hagas. No copies ni repitas algo solo porque a otro le funcionó: a la larga, eso afecta la seriedad de un blog y hace que todo el rubro se vuelva homogéneo. Pensá en qué podés aportar que no se haya dicho. Ofrecé valor agregado. Usá tu voz y hablá con sinceridad desde tu experiencia. Y, ante todo, trabajá mucho, sé constante y tené paciencia. Todo lo que se haga con dedicación rinde sus frutos.


Así que si querés viajar, viajá y si querés abrirte un blog, abrite un blog. ¡Buenos caminos!



Dejen sus consultas en los comentarios. Si veo que quedan muchas cosas por responder, haré una segunda parte de este post (algo así como: “Ya tengo mi blog de viajes, ¿y ahora?”) :)


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Aniko Villalba




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Published on February 18, 2015 06:49

February 8, 2015

Cosas que me inspiran (6): remedios para la tristeza de invierno

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


No sé si aguantaría un invierno entero en Islandia, por ejemplo, o en Laponia o en cualquiera de esos lugares donde no sale el sol por tres meses. Antes pensaba que sí, que sería bueno para escribir, pero viendo que acá en Biarritz: a) llueve sin parar y/o b) hace un frío que no podés asomar la nariz, sumarle a eso la falta de luz natural por noventa días sería demasiado. Siempre pienso que algún día voy a reconciliarme con el invierno, que me va a encantar el frío, que voy a estar feliz de pasear por una ciudad nueva a cero grados con los dedos de los pies duros como piedras, pero no pasa: le sigo diciendo BASTA a esta estación y ojalá que la primavera llegue rápido y que el invierno se extinga de una vez y para siempre.


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Esta foto es de Laponia (Suecia). Acá en Biarritz no es para tanto (no nieva, por ahora)


Hace poco me enteré de que existe algo que se llama el Winter Blues o tristeza de invierno. Es un desorden afectivo o depresión estacional: algunos lo sufren en invierno y otros en verano, aunque en cada época los síntomas son distintos. La tristeza de invierno genera dificultad para levantarse a la mañana (¿quién dijo mañana? me estoy despertando en horarios de adolescente), ganas de dormir mucho (doce horas y contando), falta de energía, dificultad para concentrarse, antojos exagerados de cosas dulces (el “exagerados” se lo agregué yo) y pensamientos pesimistas. Y me parece que la estoy sufriendo. Dicen que hay varias maneras de sobrellevarla: ir al gimnasio (fui a nadar una vez y tuve que salir antes del frío), mantenerse lejos de los azúcares (¿cómo?), hacer un deporte de invierno (no me veo haciendo surf ni con traje de plumas), vestirse para el frío (eso hago, pero AH, otra cosa: volvieron los sabañones a mi vida, ¡bienvenidos!), aceptar el invierno (no puedo).


Yo propongo combatirlo de otra manera: con inspiración. El lado positivo de todo esto es que al no salir de la cueva tengo mucho más tiempo para leer, mirar películas y escribir. Tomé mucho ritmo con el libro y además estoy con otro proyecto que ya contaré, y a la vez leyendo y nutriéndome del trabajo genial de otros. Y pienso: al final yo elegí estar acá a pesar del invierno, así que tengo que aprovechar la falta de distracciones externas y crearme distracciones internas. Así que para el frío: diez cosas que me inspiran.


1. La música de los noventa


Ya sé que empezar con este tema de los Guns ‘N Roses no es lo más alegre para poner en esta lista, pero a mí me genera un efecto inverso al de querer cortarme las venas: me hace revivir un montón de momentos de los noventa, cuando tenía catorce y estas canciones me hacían soñar. No sé cómo fue que volví a escuchar a los Guns —creo uno nunca deja de escucharlos— pero este tema me llevó a otros: pasé por Estranged, Yesterdays, Don’t cry, de ahí a Metallica y Whisky in the jar, Turn the page, Nothing else matters, de ahí a Alanis Morisette y todos sus hits, y de golpe apareció No Doubt, Natalie Imbruglia, Sixpence None the Richter, The Cardigans y esto se pone cada vez más pop. Puse algunos en la lista de reproducción que les comparto: todos estos temas me ponen de buen humor. ¿Otra cosa que me pone de buen humor? Ver las intros de los dibujitos animados que miraba cuando era chica, como Jem, los Snorks o los Pitufos (¿alguien más hace eso?).


2. El Manifiesto Viajero de Maptia

maptia-manifesto


Maptia es una web donde escritores, fotógrafos y viajeros comparten sus historias de viajes (por el momento solo está en inglés). También tienen un blog y ahí es donde aparece el Manifiesto Viajero que acaban de ver. Ya ni sé cómo lo encontré pero me gustó. Dice:


“Yo, (          ), quiero ver el mundo. Avanzar hasta el extremo del mapa y luego seguir. No hacer planes. Confiar en mi instinto. Dejar que me guíe la curiosidad. Quiero cambiar de hemisferio. Dormir con estrellas desconocidas y dejar que el viaje se despliegue ante mí.”


¿Lo firmo?


3. Blog: Magical Daydream
Alerta! Bananas intrusas. Foto: magicaldaydreams.com

Alerta! Bananas intrusas.
Foto: magicaldaydream.com


Cuando descubrí este blog me quedé leyéndolo como hasta las seis de la mañana. Bueno, en realidad ya estaba desvelada y era tarde, pero no importa: no podía salir de ese mundo de creatividad y buena onda. Su creadora es Mariëlle, una chica holandesa que tiene ideas geniales y las comparte. Propone juegos/intervenciones artísticas/experimentos como ilustrar tu historia de amor, hacer bombas de brillantina con maníes, convertir a las bananas en personajes, hacer una Torre Eiffel de galletitas, dejar sobres con mensajes positivos y mucho más. Me encantó y estuve a punto de hacer lo de los sobres pero no salí por el frío. Pronto, pronto.


Más en: magicaldaydream.com


4. Serie web: Eléctrica


Para cambiar de rubro, una serie que vi hace unos meses y me hizo reír mucho: Eléctrica, otro falso reality show como Tiempo libre (serie que recomendé en otra ocasión), un género que cada vez me gusta más. Puede que sea una serie muy argentina (y uruguaya, porque varios personajes son de ahí) y creo que suma mucho conocer a los actores de antemano ya que hace que las situaciones sean aún más ridículas. Eléctrica es una supuesta productora que está haciendo un programa de televisión conducido por Liniers (el ilustrador argentino) y cada capítulo aborda uno de los grandes temas de la vida como el amor, la muerte, la música, el poder, entre otros. No digo más: miren el trailer.


5. The Oatmeal: “Reflexiones acerca de crear cosas para la web”

Si son como yo y abren cualquier enlace que les aparece en el inicio de Facebook o de cualquier red social, lo más probable es que ya se hayan cruzado con The Oatmeal. Sus comics más populares son “How to suck at your religion”, “What’s it like to own an Apple product” y “How to pet a kitty”, entre otros. Hace unos días me encontré con este y me pareció que describe muy bien a quienes trabajamos creando contenido para internet. Acá pongo las primeras viñetas y pueden seguir leyéndolo en su página.


the-oatmeal-things


Seguir leyendo en: theoatmeal.com (sigan que falta la mejor parte)


6. Película: PK (2014)


PK es una película india del mismo director de 3 idiotas (peli que recomendé en este post: películas para viajar). Cuando PK, un extraterrestre, aterriza en un pueblo de la India, un hombre le roba su collar. Ese es el único objeto que le permite ponerse en contacto con su planeta y volver a su casa, así que sale a buscarlo. PK no tiene idea de cómo funcionan las cosas en la Tierra: cuando le pregunta a la gente por su collar todos le responden que solo Dios sabe, y ahí empieza su búsqueda de ese tal dios. La película da una visión distinta de la religión y desafía lo que es aceptado como normal en muchas sociedades (en India generó mucha controversia). Tiene una fotografía lindísima y da muchas ganas de viajar (al menos a mí).


Más info en IMDb


7. Serie: Por ahora


Otra serie argentina que no pude parar de mirar. Trabajan los mismos chicos que hicieron Cualca y son trece capítulos de 25 minutos cada uno. Trata de la vida de cinco amigos de Buenos Aires y sus historias, romances, trabajos, problemas y obsesiones.


8. Post: “The realities of traveling as an introvert”
Amé este momento (la foto aparece en el artículo que menciono)

Amé este momento (la foto aparece en el artículo que menciono)


Leo algunos blogs de viajes en inglés y suelo pasar seguido por el de Liz. Ella es de Estados Unidos y vive viajando como yo. No la conozco pero me gusta su sinceridad y me siento identificada con muchas cosas que dice. Hace unos días vi que publicó algo que me llamó la atención: “La realidad de ser una viajera introvertida”. Pensé: a ver qué tan parecidas somos. Y mientras leía iba moviendo la cabeza como esos perros de juguete que van en los taxis: sí, tal cual, esto también, yo soy así. En su artículo menciona, entre otras cosas: “mucha gente no entiende que sos introvertida y piensa que sos rara”, “no te molesta estar leyendo un libro mientras comés sola en un restaurante”, “te gusta viajar despacio” y “planeás tus viajes de acuerdo a tu humor”. Qué bueno saber que no soy la única.


El artículo está en inglés y pueden leerlo acá: youngadventuress.com


9. Humor: Les Luthiers


Decir solo humor es quedarme corta: Les Luthiers combina la música con los juegos de palabras, domina el idioma y lo usa a su antojo para hacernos reír con ocurrencias muy inteligentes. Muchos de ustedes los conocen, estoy segura, y los que no, se los presento: Les Luthiers es una agrupación cómica que se formó en 1967 en Buenos Aires. Tres de sus cuatro miembros fundadores (Daniel Rabinovich, Marcos Mundstock y Jorge Maronna) aún siguen siendo parte del grupo (Gerardo Masana, el cuarto, murió en 1973). Su género es la parodia musical y tienen uno de los humores más sanos y geniales que conozco. El tema del video lo vi en vivo hace seis años, en su show Lutherapia, y todavía me acuerdo de cómo me reí.


Acá pueden ver más videos.


10. Las ilustraciones de Gaping Void
gapingvoid2

—No debemos dejar que la tecnología maneje nuestra vida… —¿Tenemos vida?


gapingvoid

Sé real y no tendrás nada que temer


Hugh Mac­Leod es caricaturista y ya recomendé alguno de sus libros en otros posts (sino, les recomiendo “Ignore everybody. And 39 other keys to creativity”). Empezó haciendo dibujos en el dorso de las tarjetas personales que le daba la gente, y ahora, entre otras cosas, dirige Gaping Void, una organización que transforma a las empresas a través del arte.


Acá hay más ilustraciones: gapingvoidart.com


La entrada Cosas que me inspiran (6): remedios para la tristeza de invierno aparece primero en Viajando por ahí.

Aniko Villalba




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Published on February 08, 2015 18:04

January 29, 2015

Siete (Reflexiones en mi séptimo aniversario viajero)

Viajando por ahí - textos de una escritora itinerante


“El número siete, por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas. Es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días. Este número influye en todos los seres sublimes.” (Hipócrates)


El tiempo y otras cuestiones...

El tiempo y otras cuestiones…


El siete y el dos siempre fueron mis números preferidos. No soy muy original: las estadísticas —que en este caso no tengo idea cómo se calculan— dicen que el siete es el número preferido de la mayoría de la población mundial. El siete me sirve para expresar cosas que otros números no me permiten: me gusta decir “llego en siete” o “dame siete minutos” cuando el cinco me parece muy corto y el diez demasiado completo. El siete indica algo que no se hace enseguida pero que tampoco lleva dos cifras de tiempo, aunque a veces eso de ser un número intermedio me pone en un limbo: tener 27 años, por ejemplo, me pareció una edad rara. Sentía que todavía estaba cerca de los 25 y a la vez acercándome a los 30, o sea que no estaba en un lugar muy definido. Tener 29 me gusta más: al menos sé que en un año cambio de década y que me acerco a una etapa distinta.


Cuadro by vero gatti y Luna

Cuadro by vero gatti y Luna


Muchos dicen que el siete es el número perfecto y que tiene poderes especiales. El siete está en todo. Los siete días de la semana, los siete apóstoles, los siete planetas clásicos en la astrología, los siete pecados capitales, los siete colores del arco iris, los siete cielos del Islam, los siete sacramentos del Catolicismo, las siete edades del hombre según Shakespeare, las siete notas musicales, los siete mares, las siete vidas de los gatos, las siete diferencias, los siete chakras, los siete enanitos, siete años en el Tíbet, siete monos, el séptimo hijo varón, el mundo creado en siete días. La suma de las caras opuestas de los dados siempre da siete. Le dicen el número mágico porque está formado por la suma del tres —sagrado— y el cuatro —terrenal— y forma, entonces, un puente entre el cielo y la tierra.


Siete años en la ruta (en esta foto: Islandia)

Siete años en la ruta (en esta foto: Islandia)


En mi caso, ayer cumplí siete años de vivir viajando. El 28 de enero de 2008 me puse la mochila, tomé un bus de ida de Buenos Aires a La Quiaca —la frontera entre Argentina y Bolivia— y, sin tener mucha idea de lo que estaba haciendo, decidí que ese sería el primer día del resto de mi vida. Desde ese 28 de enero hasta hoy viajé por más de treinta países en cuatro continentes, viví en varias ciudades, escribí dos blogs de viajes con más de cuatrocientos posts, publiqué nosécuántos artículos de viajes en revistas, expuse fotos de viajes, fui columnista de viajes en programas de radio, di charlas de viajes y autopubliqué mi primer libro de relatos de viajes. Durante siete años puse todas mis energías en construir esa realidad que había elegido: ser viajera.


Candado budista en los puentes de París.

Candado budista en los puentes de París.


Pero dicen que algo pasa a los siete años. Hay una teoría psicológica que asegura que después de despertarte 2555 días junto a la persona que elegiste de pareja para toda la vida aparecen las dudas, preguntas y desilusiones: la famosa crisis o comezón del séptimo año de matrimonio. ¿Esto es lo que quiero para siempre? Nunca tuve una relación de siete años así que en ese aspecto no sé, pero sí sé que hace 2555 días me despierto con la misma etiqueta y con el mismo estilo de vida, ese que elegí hasta que la muerte nos separe solo por intuición, sin siquiera haberlo testeado antes. A veces pienso en lo fácil que usamos las palabras “para siempre”. A los veintidós años decreté, así de fresca, que viajaría para siempre, pero nunca pensé en todas las cosas que pasarían entre mis veintidós y el para siempre. Yo solo veía la meta: cumplir ese sueño.


Mensaje visto en Praga.

Mensaje visto en Praga.


Ondas luminosas. Esta foto la saqué en la exposición de Kusama en el Malba, Buenos Aires.

Ondas luminosas. Esta foto la saqué en la exposición de Kusama en el Malba, Buenos Aires.


En siete años, ese sueño dejó de ser una ilusión y se convirtió en algo corpóreo, y mi vida de viajes tuvo subidas y bajadas. Como vivir en movimiento me hace perder la noción del calendario, me gusta pensar en años-viaje y poder, así, diferenciar cada bloque de tiempo y recordar por qué cada año fue distinto.


El año uno empezó con la euforia del primer paso: esto es lo que siempre soñé ahora sí que seré feliz toda la vida. El año dos fue el del primer regreso y la depresión post-viaje: para qué volví, no sé si voy a poder seguir viajando, qué va a ser de mí. El año tres me fui a Asia y otra vez la euforia: esto es lo que siempre soñé ahora sí que seré feliz toda la vida bis. El año cuatro apareció la calma y logré cierta estabilidad: bueno, creo que ya puedo decir que me dedico a escribir desde cualquier lugar del mundo. El año cinco estuvo desbordado por la emoción y el agotamiento de escribir un libro: este es el resultado de hacer las dos cosas que más me gustan, pero cómo cansa. El año seis volví a viajar y tuve una sensación que intenté tapar durante mucho tiempo: esto no es lo que esperaba. Había empezado el proceso de desidealización de la vida soñada, una de las mejores cosas que me pasaron desde que me fui de Buenos Aires, ya que me permitió ver todo de manera más real. Y el año siete, este que se acaba de cumplir, es el de las preguntas: bueno, ya sé más o menos cómo son las cosas, ¿y ahora qué?


Por las calles de Salamanca, España.

Por las calles de Salamanca, España.


Cumplí siete años de viajera en un estado intermedio —típico del siete, diría—: viviendo en otro país. Es decir: ni del todo en mi casa, ni del todo de viaje, ni tan quieta, ni tan en movimiento. Ni sí ni no, ni blanco ni negro. ¿Qué estoy haciendo entonces? ¿Estoy viajando? ¿Estoy frenada? ¿Debería estar viajando? ¿Debería estar con ganas de viajar? ¿Debería volver? Siempre dije que iba a viajar toda la vida, pero ¿y si me canso? ¿Y si me aburro? ¿Y si ya no me motiva? ¿Y si de golpe aparecen otros intereses? De acá a “toda la vida” falta mucho, y hay un montón de otras cosas que me gusta hacer además de viajar. ¿Qué pasaría si les dedico más tiempo? ¿Si cambio de profesión? ¿Si cierro el blog, dejo de escribir y desaparezco de internet? ¿Podría ganarme la vida? ¿Lo mío es escribir sí o sí? ¿Y si cambio de rubro y pongo un negocio de algo? ¿Y si refloto ese sueño de irme a cosechar lechuga a una granja en Canadá? Pero a mí viajar me gusta, aunque tambiénETC. Esto de tener monólogos internos constantes es agotador.


Músico callejero en Praga, frente al muro de John Lennon.

Músico callejero en Praga, frente al muro de John Lennon.


Ojo de Magritte en Bélgica.

Ojo de Magritte en Bélgica.


Para mí, el superpoder del siete es que, cuando lo usás para contar años, marca un quiebre. Siete años es un tiempo considerable para estar en algo, aunque no llega a ser una década: si quiero arrepentirme, todavía estoy a tiempo. Obvio que a los diez años también puedo arrepentirme, pero el siete es más liviano, no es un número cerrado. Entonces me siento así, como si estuviese terminando un período de prueba, el test-drive: ya sé cuáles son las cosas que más me gustan de vivir viajando y cuáles son las que más me cuestan, ya sé en qué consiste y en qué no consiste este estilo de vida. Ahora puedo decidir si seguir o cambiar. O si seguir pero de otra manera. Si acelerar o desacelerar. Si dedicarle más tiempo a esto o a otras cosas. Las opciones son muchas. Y lo bueno es eso: que tengo opciones, que nadie me obliga a estar encadenada a nada.


Frente al reloj en París.

Frente al reloj en París.


Infinito (foto: Islandia)

Infinito (foto: Islandia)


Pero entre tantas preguntas, también tengo algunas certezas. Me demostré —a mí, no a otros— que puedo vivir con mis reglas, aunque esto de no tener manual de instrucciones hace que tenga que estar reescribiéndolas todos los días. También entendí que no tengo que impresionar a nadie ni cumplir expectativas ajenas. Antes sentía que tenía que hacer ciertas cosas —viajar / escribir de determinada manera— porque eso era lo que se esperaba de mí —”la viajera”—. Ahora siento que si mañana decido dejar de viajar no va a ser un fracaso sino un aprendizaje: quizá viajar no era lo mío, quizá necesitaba viajar para darme cuenta de cuánto necesitaba tener un hogar, o quizá necesitaba frenar para darme cuenta de cuánto me gusta viajar.


Visto en Cusco.

Visto en Cusco.


También sé que aunque esté de cumple viajero y tenga estas preguntas no voy a tomar decisiones porque no hay decisiones para tomar. Estoy acá, estoy escribiendo un libro. Después volveré a Buenos Aires, haré cosas allá, volveré a tener a mis amigos y a mi familia, estaré quieta un rato más. Y ahí la intuición, otra vez, me dirá qué hacer. Pero aunque entre en crisis o tenga dudas, cuando me proyecto me doy cuenta de que en mi futuro siempre veo viajes. Quiero hacer un viaje en auto por la Patagonia, quiero hacer un road trip por Estados Unidos y Canadá, quiero hacer dedo en Japón, quiero recorrer las islas de Oceanía en barco, quiero atravesar Asia Central. Quiero ir a muchos lugares. No sé a qué ritmo ni cuándo. No sé si escribiendo un blog o no. Pero todos esos planes de viajes están ahí y no los veo con intenciones de desaparecer.


En siete años les cuento.


cumple-viajes-13

Pizarrón en la casa de vero!


*


Epílogo:


El 28 a la noche le dije a L:


—Hoy cumplo siete años de vivir viajando.

—¿Por qué no me dijiste antes?

—Es que me acabo de dar cuenta.

—Me hubieses avisado y comprábamos una torta y brindábamos.


Y eso hicimos, aunque con un día de delay. Torta de chocolate y vino blanco para festejar una fecha que me parece más representativa que mi cumpleaños. Así que propongo que cada uno elija su fecha de cumpleaños —o de no-cumpleaños— en honor a algún acontecimiento importante. A mí me encantaría festejar cada 28 de enero como si fuese 29 de julio.


Buenos Aires.

Buenos Aires.


De vez en cuando escribo estos posts aniversario en honor a mis cumpleaños de viajera o al nacimiento de mi blog. Son estos:


Cuando te perdés en China, nunca sabés quién te puede encontrar (post número 100)

Doscientos viajes (post número 200)

“Detrás de los viajes” – Edición especial 300 posts

Mis cuatro años de viajera: cómo empecé, cómo trabajo y cómo me financio

Mis seis años de viajera: el Síndrome de París y el lado oscuro de los viajes


Y me faltan unos veinticinco posts para llegar al número 400, así que tengo que ir pensando qué armo…


La entrada Siete
(Reflexiones en mi séptimo aniversario viajero)
aparece primero en Viajando por ahí.

Aniko Villalba




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Published on January 29, 2015 15:36

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Aniko Villalba
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