Pedro Cayuqueo's Blog, page 41
November 16, 2017
Elecciones e infancia vulnerable
Si pragmáticamente pudiésemos exigirle sólo una cosa al próximo presidente (a) de Chile, es que se comprometa con los niños de nuestro país, que están en situación de vulnerabilidad. A estas alturas del desempeño político exhibido, muchos ya no aspiramos a que se desarrollen planes coherentes en materia de Seguridad Ciudadana, ni que se perfeccione el sistema de justicia penal, ni siquiera que se legisle adecuadamente una nueva Ley Antiterrorista. Ello, porque sabemos que es muy probable que en exiguos cuatro años de gobierno, y como ha sido la tónica desde el retorno a la democracia, el próximo ejecutivo nuevamente pondrá el foco de la estrategia contra el delito en el aumento de los recursos policiales, adornándolo con un par de programas bien intencionados desde las subsecretarias del Interior y de Prevención del Delito, pero absolutamente insuficientes y desconcatenados. Sin embargo, el tema de la infancia vulnerable en Chile se encuentra en una etapa crítica, y posiblemente en nuestro país no está cumpliendo cabalmente sus compromisos internacionales en materia de Derechos del Niño, y de otras convenciones en temas de infancia y derechos humanos. Ello, porque los últimos sucesos conocidos respecto a la posibilidad de recepción de órganos, por niños de entorno vulnerable, significa sobrepasar un umbral de vulneración de derechos, por su carácter discriminatorio, con resultado de muerte de menores de edad por falta de atención del Estado.
Ya no sólo se trata de las decenas de muertes de niños en hogares del Sename, en circunstancias violentas o de abandono; ni de casos de explotación sexual de niñas y niños al cuidado de dicha institución; ni de la victimización y vulneración de derechos que aún sufren los niños, en su paso por el sistema de justicia penal, sea como imputados o víctimas, pese a la reforma procesal penal; ni de la falta de asistencia a menores extranjeros.
Es la suma de todas estas circunstancias, la que nos hace sostener con profunda convicción, que estamos en un nivel que puede tornarse crítico, si no se realizan acciones urgentes y profundas en materia de infancia, que están lejos de reducirse a la simple reestructuración del Sename. Por ello, a días de las elecciones, seguimos extrañando el compromiso de los candidatos, por una profunda reforma en materia de infancia vulnerable, que es sin duda el reflejo más doloroso de las profundas brechas sociales de nuestro país, y de la desidia de la clase política.
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La paz esté con ustedes, ¿a cambio de qué?
A 30 años de la emblemática visita a Chile del Papa Juan Pablo II -en un encuentro que marcó varias generaciones y cuyas imágenes e himnos recordamos aún con facilidad y emoción- nuestro país se prepara nuevamente para recibir al arzobispo de Roma, en esta oportunidad, el Papa Francisco. Un evento que debiera ser motivo de alegría y orgullo para el país, y que sin embargo ha perdido su sentido real y espiritual para enfrascarse en una discusión racional sobre su financiamiento y los elevados costos que esto implica.
La estrategia comunicacional utilizada para transmitir su visita, así como la campaña “Papa Francisco, yo lo invito”, que alude a que todos los chilenos aporten dinero para apoyar la iniciativa y se hagan parte de ella, nos está haciendo perder una oportunidad única de volver a vivir una experiencia memorable. Robert Mckee, reconocido como el mejor profesor de guiones del mundo, bien señala que el éxito está en generar historias que muevan y conmuevan y olvidarse un poco de la retórica convencional argumentada en cifras, hechos y estadísticas, que buscan el convencimiento desde una perspectiva intelectual y que resultan poco eficiente.
El mensaje y la forma de construir una historia es fundamental y debe despertar las emociones si queremos mover las energías. ¿Dónde quedó el mensaje que el Papa quiere transmitirnos como país? ¿El encargo que nos hace mientras vivimos la espera?, ¿la paz social que viene a fomentar en una sociedad cada vez más intolerante?, ¿o su experiencia en Chile cuando se formaba como Jesuita en la actual comuna de Padre Hurtado (antes Melipilla)? Tenemos la suerte de recibir a un Papa que se ha caracterizado por llegar a la gente con su ejemplo de humildad y sencillez, con mensajes claros y sencillos. Un Papa que además es cercano por su procedencia Sudamericana, y sin embargo nada de eso ha logrado instalarse en la discusión, sino justamente todo lo contrario.
Si miramos cómo ha manejado este tema Perú, por ejemplo, el financiamiento no ha sido el foco de la noticia, pese a que manejan cifras similares a las nuestras, porque el énfasis se ha puesto en el sentimiento país: “Es tiempo de unir nuestros corazones y mirar con esperanza hacia el futuro. Recibamos al Papa en un país unido”. En Chile en tanto el lema “La paz les doy”, no ha podido ser profundizado, no ha sido catalizador de una invitación a nuestra sociedad y además queda la sensación de que hay que pagar por ella.
La última Encuesta Bicentenario de 2016 indicó que solo un 58% de las personas se considera católico –frente al 70% que decía profesar esa fe en 1987- al mismo tiempo que un 56% manifestó su rechazo frente a la Iglesia Católica en relación al nivel de confianza en las instituciones. Frente a este escenario, es difícil pensar que los chilenos miren con buenos ojos la campaña financiera de esta visita, y un error no haber anticipado esta respuesta.
Basta pensar en nuestra idiosincrasia, en cómo vibramos con las buenas noticias, en el orgullo de ser chileno y de lo que nos identifica: “Y verás cómo quieren Chile al amigo cuando es forastero”. Mejor sería entonces, abogar por un mensaje país, una marca país, que nos permita recibir su paz, independiente del credo o no credo. Finalmente, el legado de la visita de una figura como Francisco es su mensaje, y ha sido hoy el más ausente de todos.
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Candidatos y el uso de recursos auxiliares
El reciente debate presidencial organizado por Anatel evidenció la tendencia de los políticos a usar material auxiliar para ilustrar sus ideas.
Un ejemplo fue el uso, ya recurrente y poco afortunado, de fotografías o impresiones de tweets por parte del candidato Marco Enríquez-Ominami. En este caso fue para arremeter contra del candidato Alejandro Guillier y pedirle explicaciones por supuestas amenazas de uno de sus asesores. Claramente, lejos de transmitir ideas claras, el recurso generó confusión y alejó el debate de su función, la exposición de ideas.
La candidata Beatriz Sánchez, por su parte, mostró un documento que identificó como una carta de la Fiscalía, notificando el fin no concluyente de la investigación de una denuncia. Añadir información censurada a ojos del espectador debido a la ilegibilidad de un documento mostrado ante las cámaras de televisión, resta legitimidad y efectividad a este tipo de recursos auxiliares.
Especial mención merece el ejemplo del candidato Sebastián Piñera al defender su gobierno en el tema de la delincuencia. Como sus contendientes le recuerdan una y otra vez su promesa de “acabar con la delincuencia”, decidió apoyarse en un gráfico para defender su labor. Este gráfico, bajo el título “Delincuencia”, mostraba mediante tres barras el porcentaje de victimización de los años 2010, 2013 y 2016. A simple vista, la barra correspondiente a su administración (2013 con un 22.8%) tenía una altura de menos de la mitad que la de la barra del año 2010 (30.7%).
Según Edward Tufte, eminencia mundial en el campo de la visualización de datos, truncar gráficos no mostrando el nivel cero del mismo genera escalas relativas y deforma las conclusiones extraídas de los datos. Es más, en su libro “La representación visual de información cuantitativa”, advierte del problema y define como “factor de mentira”, lie factor, la distorsión de los datos producida por una mala visualización, que corresponde a la proporción entre la diferencia mostrada en el gráfico y la diferencia real de los datos. En el caso del gráfico antes mencionado, el “factor de mentira” era de aproximadamente un 633%.
Sin duda, estos ejemplos nos deben llevar a pensar en cómo formar ciudadanos más atentos a estas distorsiones, y en el papel de nuestros políticos e instituciones en lo que se ha venido a llamar como la posverdad.
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November 15, 2017
Elección crucial
Este domingo los chilenos tenemos la oportunidad de elegir presidente, parlamentarios y consejeros regionales, pero esa es una descripción formal, porque junto a la identidad de las personas que ejercerán los cargos estaremos haciendo opciones mucho más profundas. Seguimos siendo un país en vías de desarrollo, porque todavía no alcanzamos esa madurez en que las alternativas políticas expresan distintas formas de gestionar un proyecto común de país.
El lado optimista de mi visión es que parece que estamos cada vez más cerca, que ante la amenaza cierta de un rumbo diferente, tan vago como utópico, que han ofrecido la Nueva Mayoría y las distintas opciones de izquierda, son más los que se inclinan por perseverar en el tipo de sociedad que ha hecho de Chile el país más avanzado de América Latina.
Los que puedan creer que esta es una opción meramente de organización económica se equivocan. Asoman estilos, propuestas y lenguajes, que denotan un retroceso grande en la noción del tamaño y poder del Estado frente al ciudadano, por consiguiente de la libertad individual y una reaparición de eso que podríamos llamar la política electoral del “enemigo”.
El senador Guillier, a quien se reconocía un carácter afable, ha caído en una seguidilla de anuncios que, sin otro fundamento que sus propios temores o prejuicios, atribuye intenciones perversas a la alternativa del expresidente Piñera. Si éste último gana, se vendrían persecuciones terribles y, en una descripción maniquea de la realidad, él plantea ahora una lucha del bien contra el mal.
Es verdad que, en general, los candidatos de cualquier época y lugar tienden a plantear toda elección en ejes binarios: continuidad o cambio, progreso o estancamiento, crecimiento o redistribución; pero esas son maneras legítimas de simplificar y hacer más comprensible el núcleo de las distintas alternativas. En los últimos años, la centroizquierda social demócrata ha perdido todo liderazgo y apenas comenta las opciones que plantean cambios radicales.
Por eso esta elección representa una responsabilidad mayor para todos los que creemos en el país que hemos construido en los últimos 30 años, por eso el triunfo del exprresidente Piñera y los candidatos de Chile Vamos es mucho más de fondo que simplemente optar por una alternativa que sea más de mi agrado, en un contexto de certezas en los aspectos fundamentales.
El punto no es, estimado lector, si a usted le gusta más o menos el ex Presidente -yo creo que antes hizo un excelente gobierno- como de cuánto quiere que retomemos y afiancemos la senda que tuvimos por décadas, de estabilidad, progreso y seriedad. Por cierto que vale la pena levantarse este domingo, hacer una fila y votar para preservar lo que más importa, asegurando ahora el resultado. Es demasiado lo que está en juego.
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Aprontes de segunda vuelta
¿Cómo se debiera enfocar un diálogo y un eventual acuerdo de apoyo entre las fuerzas de centro e izquierda para la segunda vuelta? Partiendo del supuesto -hay suficiente incertidumbre para que pueda darse otro escenario, pero es el más probable- de que sea el senador Guillier quien pase a segunda vuelta, hay cuatro actores fundamentales a partir de la noche del 19 de noviembre: la DC, el “laguismo”, ME-O y el Frente Amplio.
Todo indica que en la DC un sector mayoritario se plegará tempranamente a la opción de Guillier. No se sabe si este apoyo abarcará a toda la DC y qué poder de veto querrá ejercer este partido sobre el programa (lo que puede dificultar un diálogo con el Frente Amplio). La orientación de la DC en una segunda vuelta, pero también en los próximos años, se jugará en los duelos senatoriales entre Cornejo y Walker en la V región, y entre Rincón y Zaldívar en el Maule (también en lo que suceda con Provoste y Huenchumilla).
Otra variable crítica será la actitud de Lagos y del “laguismo”. Es conocida la profunda molestia de este sector y su falta de empatía con la opción Guillier. Muchos de ellos votarán por Goic en primera vuelta. Si el apoyo a Guillier en segunda vuelta es demasiado “tibio”, una parte de ese electorado puede terminar en la abstención. Por su parte, ME-O ya ha dicho que apoyará a Guillier, más allá de su agresiva estrategia de campaña. Sabe que no es demasiado bienvenido y que su poder de negociación dependerá de su votación. Y en eso está: tratando de ser cuarto, soñando llegar tercero, pudiendo quedar quinto.
Sobre el Frente Amplio (FA) lo que está descartado es que busque un acuerdo de gobierno. Eso reduce las posibilidades a tres: llamar a anular el voto argumentando que Piñera y Guillier son lo mismo; declarar libertad de acción (renunciando a jugar un rol político); o bien, proponer una plataforma programática y tensionar desde la izquierda la orientación y contenido de la segunda vuelta.
En el FA perciben que su proceso de construcción identitaria podría diluirse con un acuerdo de segunda vuelta. Por otro lado, negar su apoyo puede generar un alto costo político con toda aquella parte de la sociedad cuyo “mal mayor” es el triunfo de la derecha, generando un divorcio con electorados cercanos, a los que en alguna elección futura tendría que recurrir si es la fuerza que pasa a segunda vuelta. La interrogante es si el FA concibe su desarrollo siendo capaz de combinar competencia con cooperación con otros sectores o bien apuesta por el “camino propio” en la perspectiva de ocupar -algún día- todo el espacio político, social y territorial de la izquierda histórica. Una decisión no solo electoral sino estratégica.
Este domingo no solo quedará prefigurada la segunda vuelta, sino que tan competitiva será esta. De paso, comenzará a dibujarse el nuevo sistema político chileno posbinominal.
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A diferencia de los ochenta: el Chile de San Juan Pablo II y el de Francisco
A diferencia de los ochenta, el Chile que visitará el Papa Francisco en enero próximo es bastante diferente al que conoció San Juan Pablo II. Hoy el país tiene una de las economías más sólidas de la región, teniendo el PIB per cápita más alto, una de las tasas de pobreza más baja y una esperanza de vida de las más longevas. Aunque esta vertiginosa modernidad no sólo trajo beneficios, sino que profundos cambios en la familia. Hoy su tasa de fecundidad es una de la más baja de América Latina, y los casamientos, desde los años noventa, con alzas esporádicas, han ido en un constante descenso.
A diferencia de los ochenta, hoy Chile sí tiene una democracia, pero con muchísimos escándalos, corrupción y apatía que ha ido mermando la confianza en las instituciones, descredito del que tampoco se ha salvado la Iglesia: Para 1995, el 46% de los chilenos tenía mucha confianza en ella, para 2016 sólo el 17%, según Latinobarómetro.
No es extraño así, que a diferencia de los ochenta, la pregunta que se hiciera San Alberto Hurtado si Chile “¿es un país católico?”, tiene bastante más bemoles. Las cifras muestran que aún sí es, pero bastante menos que el que conoció Juan Pablo II. En la actualidad, dependiendo de la encuesta, alrededor de un 60% de los chilenos se declara católico, casi 15 puntos menos que a mediados de los noventa.
Cifras más, cifras menos, hoy el país es distinto al que conoció el Papa polaco, sus carencias pertenecen más a las de un país que entró en los beneficios y estragos de la modernidad. Sin duda, la próxima visita de Francisco, quien conoce bien Chile, puesto que sus últimos años de seminario los hizo aquí y como miembro del consejo del CELAM le tocó conocer de cerca la realidad de la región latinoamericana, vendrá con un mensaje de esperanza para un pueblo que aún conserva sus raíces católicas, a pesar de que tal vez no son los mejores tiempos. Un país que sigue siendo muy mariano, que ve como cada año más de un millón de personas peregrinan a la Virgen de lo Vázquez y 200.000 a la Virgen de la Tirana, entre otras festividades. Una nación que ha sido educada católicamente por una amplia red de colegios y por una gran universidad pontificia de prestigio internacional, y en que a lo largo de su historia, la Iglesia ha dado acogida de amor a los que fueron perseguidos políticamente como a los que sufren hoy, dándoles protección a través de numerosas instituciones de caridad.
A diferencia de los ochenta, la visita de San Juan Pablo II hace 30 años fue un mensaje de reconciliación en un país que estaba profundamente dividido y polarizado por su situación política. El Papa Francisco viene a un Chile más reconciliado y más rico que el que visitó San Juan Pablo II, pero que quizás, entre tanto avances, y parafraseándolo, es necesario que los católicos, y en este caso los chilenos, salgan de su zona de confort, hagan lio y vayan a las periferias.
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Elecciones: realidades paralelas
En medio de la “batalla electoral”, es importante tomar un poco de distancia y mirar qué es lo que está primando realmente como propuesta para construir un mejor porvenir para nuestra Patria. El Papa Francisco ha llamado en varias ocasiones a los políticos, a trabajar al servicio efectivo del bien común y no de lógicas autoreferenciales. Así como un sindicato debiera defender los intereses de todos los trabajadores y no sólo de aquellos sindicalizados y menos los intereses del partido en que militan sus dirigentes, los políticos debieran en teoría, trabajar por las prioridades que tiene realmente el pueblo, el electorado que los eligió y no por las directrices que decide el partido o coalición política de la que son parte.
Es cierto que, para poder hacer cosas, hay que llegar al poder y para hacerlo, pareciera ser que hay que estar dispuestos a ir a “la pelea sucia”. Los debates que hemos presenciado en este período pre electoral, parecieran ser más un espectáculo o reality en los que, lo que queda en la retina o el oído de las audiencias, son en efecto, las peleas y denostaciones a las que se someten los candidatos antes que sus propuestas concretas de gobierno. Los periodistas también promueven esta animadversión y el timing no da más que para frases hechas o ideas fuerza breves y efectistas, sin tiempo para hablar de un horizonte – país que justifique un programa de gobierno.
Pero esta lógica confrontacional y de slogan fácil, no parece estar conectada en absoluto con la ciudadanía. Así lo demuestran los resultados de la última encuesta Bicentenario (UC – Adimark), cuya doceava versión fue dada a conocer hace pocos días. En ésta se mantiene y profundiza la baja confianza en las instituciones, siendo el mundo político por lejos el más castigado (1% señala confiar mucho o bastante en los parlamentarios y en los partidos políticos, 4% confía mucho o bastante en el gobierno. Mientras 92% confía poco y nada en los parlamentarios y en los partidos, mientras un 79% confía poco y nada en el gobierno).
También muestra este estudio que los chilenos parecen poco convencidos en la capacidad del país para resolver varias problemáticas sociales, como la desigualdad y se atribuye al Estado cada vez menos responsabilidad en el logro del bienestar de las personas, al tiempo que se confía más en la iniciativa personal. Así mismo, se revela una mirada mayoritaria poco favorable respecto de la capacidad del Estado de administrar los servicios públicos y considerar la opinión de los ciudadanos. En contraste con este pesimismo, los datos reflejan una ciudadanía con menor sensación de conflicto en los diversos ámbitos consultados, a excepción de la relación del Estado con los mapuches. El contraste entre lo que nos indica este estudio sobre la percepción de los chilenos y chilenas versus el discurso imperante en el mundo político es evidente.
La Iglesia chilena, en concreto el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal, publicó el 31 de octubre la carta pastoral “Chile, un hogar para todos” que contiene asertivos mensajes a propósito de las próximas elecciones y también en vistas de la próxima visita del Papa Francisco a nuestro país. Dada la contingencia que vivimos, esta visita pastoral será muy oportuna y nos dará la excusa perfecta para elevar el debate y la altura de miras respecto de los desafíos que realmente son prioritarios y respecto a los valores de fondo sobre los que seguiremos pavimentando nuestro futuro como país.
El llamado de nuestros obispos apunta a construir un país acogedor, con cabida para todos, sin discriminar por motivos ideológicos, religiosos, étnicos, sociales o por ningún otro. En este sentido, no ver a quien piensa diferente como un enemigo o contrincante. Nos recuerdan que los cambios que nuestro país necesita no pasan sólo por el establecimiento de nuevas normas o leyes, sino que por un enriquecimiento cultural y por un cambio de corazón. ¿Por qué nos importan nuestros compatriotas realmente? ¿Porque representan un voto o porque son nuestros hermanos? Nos hablan desde una actitud humilde: “afirmamos desde nuestro propio aprendizaje como Iglesia, institución también interpelada y cuestionada por equivocaciones, faltas y delitos cometidos por algunos de sus miembros. Compartimos nuestra mirada desde la humildad de ser una Iglesia siempre necesitada de conversión.”
“Una mirada equilibrada, justa y prudente, nos ayudará a políticas y modos de convivencia cívica que, profundizando los avances, corrijan los errores y nos permitan progresar sin quedarnos encerrados en la desconfianza, la amargura y la descalificación. Chile requiere de todos los actores sociales para que esta nueva capacidad ponga a la persona humana como centro de los esfuerzos comunes, alejándonos de las visiones meramente ideológicas o economicistas.”
“La política es una actividad noble, indispensable para preservar la sana convivencia. El Papa Francisco ha manifestado que la política es “una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad” (EG 205). La política no puede olvidar jamás que su centro y su fin es el ser humano. Sirve al “bien común”, es decir, vela por el bien de todos, defiende derechos universales, respeta diferencias y se preocupa por los más débiles.”
Vale la pena leer esta carta, que toca varias aristas de nuestra convivencia nacional actual, con sus problemáticas, desafíos y esperanzas. Que sea difundida en el mundo político, entre los candidatos.
Sea la próxima visita del Pontífice una suerte de “remezón” que haga caer las vendas que nos impiden ver al prójimo como un hermano y un bálsamo que suavice las discordias que nos impiden trabajar juntos por un país mejor.
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Nociones tributarias en la carrera presidencial
Esta columna fue escrita junto a María Soledad Diharasarri, Grupo Tributario – Palma Abogados
De cara a las próximas elecciones presidenciales, y ya habiendo escuchado las principales propuestas en salud, educación, y seguridad, entre otros, no podemos olvidar un tema no menor, y que en el último tiempo ha confundido y quitado el sueño a varios chilenos: Las propuestas tributarias y los impuestos.
En primer lugar, el expresidente Piñera propone un nuevo sistema tributario simplificado e integral. Para ello bajaría el impuesto de primera categoría pagado por las empresas (buscando asimilarse a los niveles promedios de los países de la OCDE), además de cerrar los agujeros de evasión y aplicando medidas pro crecimiento económico. Añade que se deben simplificar las trabas administrativas de la reforma actual, dando mayor seguridad jurídica a empresas y personas. En definitiva, busca establecer incentivos que reactiven la inversión, centrándose en Pymes, innovación y reemprendimiento.
José Antonio Kast, por su parte, promete entregar antes de 100 días una propuesta para derogar la reforma tributaria. Busca con esto disminuir la carga impositiva para las empresas y personas, incluyendo una rebaja al IVA (15%) y al impuesto a las gasolinas, además de la creación de impuestos para desarrollo regional. La menor recaudación producto de la baja de impuestos se vería recompensada por el mayor crecimiento económico y la disminución radical del gasto público. Asimismo, su programa propone dotar de una mayor autonomía a la institucionalidad tributaria mediante la creación de un órgano colegiado de decisión superior al SII.
El programa de Beatriz Sánchez postula cambiar al sistema tributario pues hoy “recaudamos poco”. Propone aumentar el gasto público y aumentar el tamaño del Estado, aumentando la deuda pública. Propone un impuesto a los súper ricos del 2% de su patrimonio, la creación de un nuevo tramo en el impuesto a la renta, la eliminación de la exención tributaria de las utilidades generadas en bolsa y la creación de un impuesto del 5% a las ventas de las empresas mineras (sólo las privadas). Asimismo, quiere desintegrar el sistema tributario, donde las S.A. abiertas pagarán impuestos sin créditos, y la generación de un IVA diferenciado.
Alejandro Guillier ha manifestado ser un continuador y profundizador de las reformas impulsadas por la administración de Bachelet, declarando que en el corto plazo consolidará la reforma tributaria, simplificándola para que sea fácil de comprender y administrar, buscando reducir la desigualdad en la distribución de ingresos. El objetivo principal para el senador Guillier es avanzar a un sistema tributario progresivo que sea capaz de generar los recursos que Chile necesita.
Carolina Goic manifiesta en su programa de gobierno, en términos generales, que buscará estimular responsablemente el crecimiento económico, creando incentivos para el ahorro e inversión.
Por su parte, Alejandro Navarro propone un fortalecimiento en las finanzas públicas y aumento en la equidad de la recaudación, estableciendo principalmente un impuesto al patrimonio personal financiero e inmobiliario superior a un millón de dólares de 0,5% a 1,5% anual; la disminución de las impuesto territorial en las propiedad de menor valor y personas de menores ingreso; y la creación de un Fondo de Aceleración, el que condonara las deudas tributarias de las Pequeñas y Medianas Empresas.
Por último, Marco Enríquez- Ominami propone corregir el actual sistema a través de la aplicación de un impuesto 0 sobre las utilidades reinvertidas con un tope anual de 10.000 UF, aplicando sobre dicho límite una tasa del 35% operado dentro de un sistema único de renta integrado. También sugiere modificación al impuesto pagado por las personas mediante la creación de un nuevo tramo de rentas, que estaría por sobre las 30.000 UF anuales, el que pagaría un 40% de impuestos. Finalmente, propone eliminar el FUT histórico empleado para las viviendas y casas de veraneo e inversiones en el extranjero, en consecuencia, esto activos deberán pagar una tasa del 40%; devolución del 50% del impuesto específico al diésel a la industria y la minería; modificar el royalty minero, de manera que se pague a partir de las 2.000 toneladas, según tasa aplicable a la gran minería; retasar las propiedades agrícolas, rurales, industriales y urbanas; permitir la repatriación de recursos que estén en el extranjero, pagando por única vez el 10% de impuesto; IVA diferenciado, más bajo para la canasta básica de los alimentos, libros e internet; y crear un impuestos del 1% para las exportaciones mineras, que permita financiar el Fondo Permanente para enfrentar las Catástrofes.
Sea cual sea el Presidente que salga electo, la inversión y los resultados económicos de los dos últimos años apuntan a que la política tributaria se debe simplificar para así favorecer la inversión y no afectarla, como ha sucedido sobre todo durante 2017.
Creemos que es muy difícil alcanzar las metas propuestas por lo candidatos en un tema tan sensible, sin que exista una sinergia entre un incentivo a la inversión privada y un estado facilitador/fiscalizador, pero no obstaculizador de nuevas iniciativas. Más que frases para la galería de mucho ruido y poco sustento técnico, el foco debiese estar en destinar más eficientemente los recursos públicos, no obstante, las correcciones que se quieran hacer al sistema. No sirve de nada expandir al Estado si es que no ingresan recursos en inversión privada, con un sistema legal claro y objetivo.
Sólo así Chile podrá retornar a una senda de crecimiento y tener reglas claras para que las empresas chilenas y extranjeras puedan seguir impulsando la economía del país.
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November 14, 2017
Misión de la DC hoy
Muchos se preguntan qué hará la Democracia Cristiana (DC) después de la primera vuelta. Primero habría que precisar quién: la directiva, los militantes o el numeroso grupo de simpatizantes (últimamente disminuidos) que ha sido históricamente la mayor fortaleza DC, los independientes que habían votado por sus candidatos desde los años 90 y que se estiman en un millón de personas. ¿Llamará la directiva a votar por Guillier? ¿Libertad de acción? ¿Por Piñera? ¿Se dividirá el partido?
Por entretenido que pueda ser especular sobre esas preguntas, no me parece que sea el ejercicio más valioso que hacer. Mucho más interesante sería preguntarse qué necesita más Chile hoy, hacia el fin de esta década, y cómo lograrlo. Mi respuesta es que Chile necesita por sobretodo superar sus divisiones y desconfianzas, recuperar su seguridad en sí mismo y en su capacidad de progresar en paz junto con mayor equidad. Esto se parece bastante al camino seguido por Chile para recuperar la democracia. Eso también contempló un largo esfuerzo para superar divisiones, conflictos y hasta profundos odios del pasado. Luchar por lo posible, junto con el máximo de los demás compatriotas. No por un ideal maximalista, refundacional y totalizante, cerrado, del todo o nada, en lucha con todos los que se opongan a eso.
Para esa tarea de unidad, la experiencia, capacidad y posición de la DC es insustituible. Es por lo tanto su responsabilidad y su deber asumirla para ser fiel a su historia y al propósito de sus fundadores. Es el mayor homenaje que se le puede hacer a Frei, Tomic, Aylwin y tantos otros. En términos políticos, significa retomar su postura de partido de centro, que no está en ninguno de los dos extremos; con capacidad de dialogar con ambos y de tomar con libertad, para apoyar, lo que considera mejor de cada uno.
Así mirado el panorama actual y el que se avecina, la DC tiene más bien una oportunidad que una encrucijada fatal. Tiene la gran oportunidad de retomar su forma de actuar en que más ha servido a Chile. Y eso le da una misión de alto vuelo. Una responsabilidad que cumplir tanto desde el gobierno como de la oposición. Tiene un rol digno y de gran trascendencia. Donde no queda espacio para las cosas que dividen internamente. La grandeza de su misión fuera del partido, con el país, para la gente, debiera minimizar las divisiones internas y las miradas introspectivas. Este curso de acción dio sentido y proyecta además el valiente esfuerzo de levantar una candidatura presidencial propia, noblemente ejercida por Carolina Goic.
Las condiciones políticas internacionales y nacionales posteriores a esta elección, probablemente serán propicias además para que la DC cumpla ese rol. Obsérvese lo que ha ocurrido en España, con la fragmentación de los dos grandes bloques tradicionales. En Chile, por su parte, todo indica que habrá un ganador sin mayoría en el Parlamento. Y habrá sectores perdedores que se fragmentarán y alejarán entre sí impulsados por reproches mutuos y el cobro de cuentas. La DC puede elegir no caer en eso. No tiene por qué llamar a votar por uno ni por otro candidato en la segunda vuelta. Ni negociar programas presidenciales. Tiene que declarar que buscará el progreso económico y social de Chile con libertad y equidad. Apoyará las medidas de cualquiera que impulse eso buscando la unidad nacional, y pondrá sus equipos humanos a seguir trabajando por hacer de Chile un mejor país para todos.
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Cambios a ley del consumidor
El Parlamento acaba de aprobar modificaciones sustanciales a la ley que protege los derechos de los consumidores, las que prontamente debieran ser promulgadas una vez sean revisadas por el Tribunal Constitucional. La nueva legislación potencia fuertemente al Sernac, dotándolo de las facultades fiscalizadoras, sancionatorias e interpretativas que antes carecía.
En las relaciones de consumo las partes se encuentran en desigualdad al momento de acordar los contratos, pues por lo general el proveedor está en posición de imponer sus términos al consumidor. Ello contradice el supuesto básico sobre el cual está construido el régimen contractual, que presupone la igualdad entre las partes. Es esa circunstancia la que justifica que el Estado intervenga protegiendo los derechos de quienes se encuentran en desventaja en esta relación: los consumidores. Hasta ahora no era mucho lo que el Sernac podía hacer ante las situaciones de abuso, pues su rol se limita a proveer un canal de comunicación para los reclamos, a entregar información a la ciudadanía y a educar para el consumo, pero sin atribuciones reales para tomar e imponer decisiones.
La situación descrita en el consumo no es muy distinta al otro ejemplo paradigmático de desequilibrio contractual: el que se da en las relaciones laborales; sector donde desde el año 1967 la Dirección del Trabajo cuenta con facultades fiscalizadoras, sancionatorias e interpretativas, muy similares a aquellas que recién hoy se le están entregando al Sernac.
Si hay algo que se le puede reprochar a la nueva legislación no es entonces en el tipo de facultades que se le conceden al servicio, sino más bien en el control jurisdiccional que se prevé sobre la forma como hará uso de ellas. Siguiendo con el ejemplo del trabajo, la revisión de las medidas administrativas que se adoptan en esta materia le corresponden a una jurisdicción especializada y fuerte como lo es la laboral, que forma parte de la justicia reformada en este país. En cambio, en materia de consumo estas competencias se mantienen con la nueva ley en los Juzgados de Policía Local.
En el propio mensaje presidencial se daban buenas razones para trasladar a la justicia ordinaria civil la resolución tanto de los reclamos contra las decisiones del Sernac como de las demandas por indemnización de perjuicios. Se decía allí que los Juzgados de Policía Local “no son la sede adecuada para resolver conflictos que involucren la protección de los derechos de los consumidores”, mencionando para justificar lo anterior que no son especialistas, que es costoso acceder a ellos, que están sobrecargados y que no aseguran una interpretación uniforme de las normas.
Pese a la fortaleza de esas razones, en el transcurso de la tramitación se abandonó la pretensión de reasignar estas competencias, perdiendo de paso una excelente oportunidad para comenzar a darle sentido y a modernizar nuestra justicia civil, estableciendo la justicia de pequeñas causas que tanto necesita nuestro país.
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