Lia Belikov's Blog

August 15, 2019

Historia Nueva - Sin título aun

Historia sin título, sin sinopsis, sin trama. Solo las ganas de escribir.
Por favor, no comenzar a publicarla por otros medios; una vez que tome forma será compartida por Wattpad. Disfruten y espero sus comentarios :)

1


No me había dado cuenta de la enorme mancha de color amarillo pipí que se extendía por toda mi camiseta sino hasta que incliné la cabeza para intentar ver por qué mis pies se sentían fríos a pesar de las enormes botas de lluvia que mi hermano mayor me había obligado a usar al salir de su casa. Mi ceño se frunció al concentrarme en la mancha y mi primer instinto fue acercarme la camiseta a la cara para olerla; casi de inmediato mi lengua también se asomó para comenzar a lamerla, pero una mano —que no era la mía— salió disparada para detener mis avances y rápidamente sus dedos sostuvieron mi barbilla.


—Es mostaza —dijo la voz que pertenecía a Moisés, mi hermano mayor. Apenas era capaz de distinguir su cara porque la cabeza me daba vueltas y mi estómago parecía el epicentro de un tornado—. Por todos los cielos, Gala, ¿cuánto bebiste?


Me reí al escuchar sus palabras y mi visión se tornó borrosa. Sus ojos —que eran de un bonito color azul celeste— ahora se encontraban en donde su boca debería estar. Parpadeé para deshacerme de la molesta sensación y pronto volvieron a su lugar habitual.


Él apartó los dedos de mi cara y pasó su brazo bajo mis hombros mientras me ayudaba a subir unas escaleras que parecían interminables.


—Tengo frío —musité. Mi voz sonaba rara y mi garganta se sentía pastosa al hablar—. Tengo sed... Quiero ir a casa. —Solo que no sabía cuál era mi casa ahora. Me había escapado de lo único que conocía como un hogar y ya no tenía a dónde ir, y el piso de soltero de mi hermano no era una opción cuando su novia me detestaba y me miraba siempre con desaprobación.


—Ya estamos cerca —murmuró Moisés, jadeando cuando le tocó cargarme a rastras porque di un mal paso en el último escalón—. Me gusta más la Gala tímida que no comete locuras; no entiendo por qué decidiste beber justo hoy y liberar a la bestia.


—No sabía que esas lindas botellitas fueran tan potentes —me justifiqué—. La de color naranja se miraba atractiva.


Escuché su resoplido mientras yo continuaba pensando en el misterio del por qué mis pies se sentían helados cuando seguía usando aquellas botas dos tallas más grandes que la mía. Bajé la cabeza para encontrarle sentido a mi dilema pero de nuevo la mancha amarilla se interpuso en mi visión y, como si fuera un imán, me vi atraída a ella rápidamente.


—Ya estamos aquí —anunció Moisés—. ¡Y ya te dije que es mostaza! En todo el camino intentaste lamerla. —Se pasó la mano por la frente mientras comenzaba a recuperar el aire y me miraba con ojos asustados—. Mañana odiarás haber bebido como lo hiciste hoy.


Reí con fuerza, pero a él no le hizo ninguna gracia mi buen humor porque me obligó a caminar por mi cuenta hasta que llegamos al final del pasillo y en ningún momento dejó de verme como si me hubiera crecido un tercer ojo en la nariz. Por instinto llevé mi mano a esa zona y de inmediato me arrepentí cuando me atravesó un dolor insoportable.


—Pero ¿qué...?


—¡Ten cuidado con tu nariz! —me gritó él, ya muy tarde—. Juro que mataré a Milos por lo que te hizo.


Entonces todo lo que quise olvidar por el resto de mi vida volvió a mí como un fuerte golpe en el tórax, y la sobriedad hizo su camino de vuelta a mi cabeza con la simple mención de su nombre, dejándome muda por completo al recordar cada cosa que había sucedido. Quise meterme dentro de un hueco y no salir jamás, pero el apretón de manos que me dio Moisés me trajo de vuelta al presente, antes de que siquiera llegara a perderme en los recuerdos del pasado.


—Ya estás lejos de él —susurró, como lo había estado haciendo desde que lo llamé por ayuda—. No te va a hacer daño.


—¿Y si...?


—No te va a encontrar, no aquí de todos modos. Vas a estar a salvo.


—Eso espero. No me quiero imaginar lo que sucedería si él llegara a dar conmigo. —Tragué saliva con fuerza mientras mi malestar aumentaba y reprimía el impulso de querer vomitar—. Él es peligroso…


—Si se atreve a buscarte de nuevo, yo me convertiré el doble de peligroso que él. Ahora necesitamos hacer esto —señaló el pasillo de aquel edificio de apartamentos por el que me llevó casi a rastras por lo que parecieron horas—. No era el día para beber tu peso en alcohol, pero voy a conseguir que te quedes aquí por unas semanas, o al menos hasta que te encuentre otro lugar.


Asentí con la cabeza e inmediatamente él depositó un beso en mi frente. Entonces se alejó de mi lado y avanzó unos pasos hasta detenerse frente a una puerta con la numeración borrosa; pasó sus nudillos rotos por la madera mientras llamaba a quien sea que estuviera del otro lado. Me quedé parada a pocos metros de distancia, pegada a la pared sin poder controlar mi falta de aire, tratando de concentrarme en las brillantes bombillas del techo en lugar de pensar en mi terrible y miserable situación con... Milos.


Luego de varios minutos de esperar, Moisés desvió la mirada y notó mi nerviosismo repentino. Me hizo un gesto con la cabeza para que me acercara a su lado, pero mi cerebro no parecía procesar la orden porque me quedé parada justo donde estaba, sin moverme un ápice. Noté que él iba a decirme algo aunque no tuvo tiempo suficiente porque, casi al instante, la puerta se abrió con un crujido. Mis nervios aumentaron al máximo mientras cerraba los ojos e intentaba fusionarme con la pared. Todos los eventos de estas últimas semanas, de estos últimos meses se colaron en mi cabeza y decidieron atormentarme. Mi estómago se agitó violentamente.


Escuché vagamente la voz de Moisés mientras saludaba a alguien que él llamó Jonah, pero como todavía me encontraba demasiado lejos, no pude distinguir nada a parte de eso. Intenté acercarme a ellos y avancé a paso débil e inseguro mientras mi estómago daba volteretas por toda la mezcla de alcohol a la que había sido sometido esta tarde.


Mientras caminaba, pude ver mi reflejo en una vitrina en la que se encontraba un extintor de humo, y me detuve en seco al notar mi cara. Mi nariz se encontraba hinchada y tenía un gran moratón cerca de la barbilla. Mi estómago se contrajo al tratar de recordar cómo o quién lo había hecho.


—Esta es Gala... —Pronto pude oír la voz de mi hermano—. Sé que es de improvisto pero necesito un gran favor. —Despegué la vista de la vitrina y caminé despacio; con cada paso que daba mi estómago se agitaba más y más hasta que sentí unas náuseas terribles—... Solo por un par de días, cuando la veas sabrás a qué clase de problema me refiero. —La voz de Moisés se escuchaba apagada mientras yo hacía un enorme esfuerzo por distinguir con claridad sus palabras; apenas y podía entender lo que le decía al extraño así que solo logré recoger una que otra frase de lo que hablaban—. Es mi hermana menor... ¿Todavía estás con Sheridan? Ella no causará ningún inconveniente para... Intenté comunicarme pero... Gracias, te la presento.


La última oración la dijo mientras me miraba con ojos de halcón; me tomó por el brazo una vez que estuve lo suficientemente cerca y me pegó a su costado. Mis ojos se rehusaron a alzarse al principio, así que lo primero que conocí del extraño que me quería presentar fueron sus pies descalzos. Tenía unos dedos alargados, uñas cortas y limpias junto con una pequeña cicatriz en el dedo meñique. En general eran pies bonitos y masculinos.


En ese preciso momento mi estómago decidió protestar nuevamente, y pronto sentí cómo un líquido ácido subía por mi garganta. Mis manos comenzaron a temblar a medida que me enfocaba en el suelo y no en vaciar mi interior.


—Gala —musitó Moisés—, te presento a... —Entonces vomité sin reparo justo sobre los hermosos pies de aquel extraño y vomité una segunda vez sobre mis propios pies, que solo ahora pude notar se encontraban sin zapatos, resolviendo así el misterio de por qué los sentía helados—... Jonah.


Cuando acabé con mi episodio de vómito, me pasé el dorso de la mano por la boca, limpiando cualquier residuo acumulado. Me erguí, sintiéndome mucho más ligera, y mi mirada se alzó para encontrarse con un par de ojos color avellana que me escudriñaban con sorpresa.


—Lo siento tanto —alcancé a murmurar antes de que mi visión se tornara borrosa y mi cuerpo comenzara a balancearse. Sentí una mano tomándome de la cintura mientras intentaba recuperar el equilibrio—. Tienes bonitos pies...


Y eso fue lo último que pude decir antes de que mis ojos se cerraran y mi mente perdiera toda conexión con mi cuerpo a medida que me desmayaba.
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Published on August 15, 2019 20:23

January 17, 2019

Hola de nuevo!

Tenía un poco (demasiado en realidad) abandonado el blog.
Pero solo quería recordarles que sigo aquí, en Wattpad pero siempre aquí :)
Para las que no sepan PFQMG vol.2 ya está por finalizar, espero se unan a la lectura y visiten mi perfil AQUI. Se les quiere mucho a todos y gracias por tooooooodo el apoyo!
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Published on January 17, 2019 22:07

September 19, 2017

PFQMG VOL 2 - Actualizaciones

Hola!!

Bien, esta entrada es para todos aquellos que me leen en el blog. Les quería informar que, temporalmente, estoy publicando los capítulos de PFQMG vol. 2 únicamente por Wattpad.
¿Por qué? Pues porque he tenido complicaciones con el blog y quiero darle unos días antes de resolver ese problema, descuiden, no es nada grave.
Para los que no lo sabían ya vamos por el cap. 8
Si quieren leerlo, pueden hacerlo aquí, en este ENLACE de mi cuenta en WATTPAD. O pueden esperarme unos días a que actualice bien el blog y continúe posteando en ambos sitios, como normalmente suelo hacer.
Perdonen no haberlo aclarado antes :/
En fin... mando saludos enormes, y miles de gracias a todos por su apoyo y cariño.


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Published on September 19, 2017 00:46

August 8, 2017

PFQMG (VOL2) - Cap. 5 - Porque quiero que esto acabe


Rita

Justo después de la clase de música tenía que salir casi corriendo a mi siguiente clase. Pero gracias a Mia, que me siguió como si fuera mi sombra, tuve que huir y no asistir en todo ese día. No entendía tanta insistencia con Key como para enviarme a la chica que arruinó todo, supuestamente para darme explicaciones de algo que ya no me importaba más. ¿Por qué le costaba tanto dejarme en paz?
La próxima vez que lo viera le diría sus verdades en la cara.
—¿Rita, me escuchaste? —siento que murmura una voz cerca de mi oído, sacándome de mis pensamientos.
Parpadeo hasta enfocar la vista en el masivo cuerpo de Cliff, mi jefe.
—¿Qué? ¿Qué pasó? —pregunto de mala gana.
Cliff suspira mientras saca un pañuelo de papel de su bolsillo derecho del pantalón y se lo pasa repetidamente por la frente que ahora está cubierta en sudor.
—Dije que hoy vinieron los nuevos uniformes que pedí —señala la caja ubicada cerca de la salida de emergencia—, cuando venga Annita dile que te cubra mientras tú los repartes.
Mi ceño comienza a fruncirse de inmediato.
—¿Por qué insistes en que usemos esas cosas? Te juro que si es otro de pirata sexy te voy a…
—No, no, no —dice él al instante, elevando sus manos con rapidez—. No es eso, lo prometo. Este uniforme es sencillo y tiene los colores oficiales del restaurante.
—¿El restaurante tiene colores oficiales?
—Sí, el edificio está pintado en verde, rojo y amarillo. El uniforme lleva los mismos colores. Es decente, lo prometo.
¿Decente? Cliff no tiene ni una pizca de decencia en el cuerpo; lujuria sí tiene de sobra, morbo, glotonería, pereza, avaricia, envidia… pero decencia no.
—¿Y a qué se debe ese cambio? —pregunto.
—Bueno…
—A mí no me vayas a mentir que no soy como los demás.
—Está bien. El gran jefe dará una visita la otra semana y tenemos que parecer un restaurante de calidad; él nunca aprobaría los uniformes actuales.
Eso lo explica todo.
Estoy a punto de dar mi comentario al respecto, pero una figura masculina se atraviesa entre los dos. Su brazo cae en mi hombro y se acomoda tranquilamente.
—¿Acaso escuché algo acerca de uniformes? —pregunta Adam mientras asiente positivamente hacia Cliff.
—¿Qué haces aquí? —lo regaño, quitando su mano de mi hombro—. No me toques a menos que quieras perder ese brazo; y esta área está restringida, es solo para personal autorizado.
—Déjalo —dice Cliff encogiéndose de hombros—, es casi el dueño del lugar, sale con la hija del jefe así que viene siendo lo mismo.
Ruedo mis ojos mientras suspiro para encontrar paciencia.
—Estamos discutiendo el tema de los uniformes de trabajo —comenta Cliff, señalando a la caja aun bloqueando la puerta de salida de emergencia—. ¿Te gustaría echarles un vistazo y darnos tu opinión?
Adam se encoge de hombros pero de igual forma corre para verlos.
Noto que abre la caja con cuidado, y pronto está sacando el primer uniforme que, al parecer, consiste en una camisa de botones y una falda de color sólido en verde.
Es realmente decente, tal y como prometió.
—Vaya —murmuro—, sí cumples promesas. Pensé que…
—¡Esto es aburrido! —interrumpe Adam, sacudiendo el uniforme en sus manos—, ¿qué pasó con los clásicos trajes de porrista? ¿O aquel de marinera? ¿O el de enfermera?
—Es que tendremos visitas… —trata de explicar Cliff, pero Adam se le acerca, colocando esta vez el brazo sobre su hombro, y vuelve a interrumpirlo.
—Pensé que este restaurante era visionario —comenta él—. Admitámoslo: la comida no es la que atrae a los clientes, las bellas mujeres sí. Creo que ganarías más si tuviéramos a las chicas en… no sé, un traje de policía.
Me cruzo de brazos mientras lo observo convenciendo a Cliff, endulzándole el oído con lo que más le gusta escuchar: dinero.
—Imagine cuánto dinero haría —sigue diciendo Adam.
—¡Hola! —digo de forma sarcástica—. Estoy aquí, y definitivamente no voy a usar ninguna clase de uniforme de policía.
—Tu no —dice Adam—, pero tal vez las otras sí. Preguntemos opiniones.
Cliff asiente rápidamente con la cabeza, convencido con la idea.
Dulce, quien resulta la primera encuestada mientras pasa a la cocina, se nos queda viendo horrorizada cuando Adam comenta sobre los trajes de policía.
—Esta es mi respuesta —dice ella, entonces procede a sacar su tercer dedo.
Me rio en voz alta mientras ella se marcha, dejándonos atrás.
—Ese voto no cuenta —dice Adam—. ¿Qué tal otra?
Entonces pasa Mirna, tarareando algo de Maroon5.
Por supuesto, su voto fue positivo.
—En definitiva, yo lo usaría —comenta ella, emocionada— ¡Pidan uno para mí! Verán, soy de huesos anchos así que espero y pidan algo de talla especial. Aunque, agg, ¿no los irrita eso de “talla especial”? Como si nuestra condición fuera algo anormal, ¡por Dios! Solo estamos un poco rellenas.
Ella rueda los ojos mientras que Cliff la observa horrorizado.
Cuando finalmente Mirna nos deja para ir a limpiar los baños de mujeres, Cliff niega inmediatamente con la cabeza.
—No, no habrá nada para Mirna —decreta.
—Pobre, mataste sus ilusiones —comento, riendo—. Su sueño era estrenar su recién operada cadera con ese uniforme.
Adam intenta volverlo a convencer sobre los uniformes, pero nadie está de acuerdo con la idea. Además, Anna no está presente para dar el voto final en contra.
—Es mejor que nos quedemos con los uniformes que tenemos —responde Cliff finalmente y luego de pensarlo bien—. Si le preguntamos a Anna cuando venga, ella va a decir lo mismo.
—Definitivamente —estoy de acuerdo.
Cliff suspira mientras vuelve a pasarse el mismo pañuelo descartable por la frente, dejando pequeñas tiras de papel incrustadas en su rostro.
—Bien, nos quedaremos con…
—¡Espere! —grita Adam—. Le pagaré para que los pida y los usen a finales de esta semana.
—¿Qué?
—¡Trato echo! —grita Cliff, ignorando mi malhumorada pregunta—. Pero tal vez demoren un poco más, los tengo que pedir en Amazon y…
—En tres días o no hay trato —termina Adam. Para terminar de convencer a Cliff saca un fajo de billetes del bolsillo trasero del pantalón.
Cliff no lo duda al ver tanto dinero y asiente con la cabeza, extendiéndole la mano a Adam para dar por cumplida su parte.
—Perfecto —murmura él tomando el dinero—. Esto es un trato.
—No puedo creer esto —digo, asombrada por tanta locura—. ¿Vas a pagar para que usemos esos uniformes? Oh… ahora lo entiendo.
Mis ojos se abren, mirando en dirección al mejor amigo del traidor de genitales pequeños.
—¡Quieres ver a Anna usándolo! —lo acuso—. No puedo creerlo, te gusta mi amiga. Estás que te derrites por ella…
—Yo no lo pondría de esa forma…
—Te la comes con los ojos…
—Es bonita, pero tengo novia y…
—Estás loco por Anna, aunque eres un tiburón de colmillo grande…
—Yo soy yo y además ella debe tener a alguien…
—¡Te gusta Anna! —repito más fuerte—. No puede ser. Digo, ya lo sabía pero…
—Eh, ¿interrumpo? —pregunta precisamente mi amiga que recién viene entrando por la puerta de empleados.
Noto cómo el rostro de Adam enrojece de repente. De igual forma Anna es demasiado despistada, jamás sabría que hablábamos de ella ni aunque mencionáramos su nombre unas mil veces en la misma oración. Es inocente, como un venado bebé.
—¡Anna! —grito con emoción, abrazándola—. Qué bueno que viniste porque justo hablábamos de ti.
—¿De mí? —pregunta ella, toda asustada por la atención de los tres: Cliff, Adam y yo.
—Sí —interrumpe Adam, evitando que revele nuestra previa conversación—. De lo mucho que quiero que me sirvas un refresco de soda.
Adam la toma de los hombros y se la lleva lejos de nosotros.
Tiburón callejero.
—Mmm, entonces tú eres testigo de que él iba a pagar por esos uniformes, ¿correcto? —pregunta Cliff en mi dirección, contando el dinero en efectivo que Adam le dio—. Creo que, si ese chico me pidiera hacerle un baile privado usando únicamente una tanga de color azul, no lo dudaría ni un segundo con tal y pague así de bien.
Lo observo con horror.
—¿En serio acabas de decir eso?
Cliff se aclara la garganta mientras guarda el dinero en su pantalón.
—Ignora lo que dije —dice finalmente—. Nunca tuvimos esta conversación.
Con eso él se va de mi vista, dejándome una no muy bonita imagen mental de él en tanga.






*****




Es sábado por la noche y acabo de terminar mi turno en el restaurante.
Hoy fue un día agitado y me siento realmente cansada. El dolor en mis piernas es tanto que es como si pidieran a gritos ser separadas de mi cuerpo para sentir algo de alivio.
Mientras camino sola a casa, con mi bolso bajo el brazo, pienso en lo mucho que deseo regresar a mi vieja habitación, a mi vieja vida y con la misma familia que siempre me esperaba con sorpresas al entrar. No eran sorpresas agradables la mayoría del tiempo, como cuando Rowen se cayó de la bicicleta y se lastimó el pómulo y tuvimos que correr para que le hicieran puntos. O cuando el abuelo le dio por enamorarse de la vecina y salía en ropa interior para pararse frente a su casa y exhibir su cuerpo durante horas… aunque creo que todavía hace eso. Pero en fin, siempre era recibida por mi familia, sin importar la manera.
Ahora con la llegada de mi progenitora es casi imposible regresar a ese viejo ambiente. Simplemente desearía que finalmente mamá (me molesta llamarla de esa forma) se aburriera de nosotros y decidiera irse de una vez por todas, aunque presiento que esta vez, si se va, nos dejará a su nueva bebé.
Mientras voy caminando por un lugar oscuro y solitario, pensando en lo pesada que se volverá la vida de todos con un nuevo bebé en camino, no me percato al instante de unos pasos que parecen venir detrás de mí. 
Al principio no les doy importancia y me alegro de al menos tener algo de compañía en el viaje, pero es cuando escucho los pasos cada vez más cerca que me preocupo.
Me aparto del camino para dejar pasar al que sea que parece ir deprisa, pero la persona nunca me sobrepasa. Tengo miedo de mirar atrás y descubrir a un sujeto en máscara y cuchillo en mano, pronunciando mi nombre con voz aterradora mientras corre detrás de mí, clamando por mi sangre. O tal vez tenga pavor de ver a un hombre ordinario, gritando “violador” en toda su aura.
En la tenue iluminación de la calle noto una sombra bastante masculina que camina casi respirándome en el cuello, carga algo que en las sombras no tiene forma de nada inocente.
Agudizo mi oído para escuchar los pasos que ahora vienen cada vez más cerca. Mi cerebro comienza a combustionar y mi amígdala, esa parte del cerebro que reconoce el peligro, se activa al instante (sí, aprendí eso viendo un episodio de Juegos Mentales).
Decido caminar más rápido, o al menos hasta la parada de bus más cercana, pero noto que la sombra casi iguala mi paso.
Me pongo nerviosa y comienzo a hurgar disimuladamente dentro de mi bolso para sacar el gas pimienta; reviso todo de un lado a otro, recorriendo con mis dedos los escondites secretos, pero no logro encontrar el bendito gas. Seguramente lo dejé en casa, junto con Phillip, mi navaja.
Mierda. Estoy desarmada y no es bueno.
Avanzo aún más rápido mientras siento ojos en mi espalda, ojos perforadores, ojos que pueden pertenecer a un violador o a un asesino con apodo de carnicero y no me interesa ser su próxima víctima.
Doblo en una esquina y decido ser cobarde y correr. Hay más gente al final de la calle y se supone que a los violadores o ladrones no quieren llamar la atención, ¿verdad?
A este punto ya no disimulo mi malestar, y casi parezco una loca cuando siento que no logro avanzar nada.
Para mi sorpresa, los pasos que escuchaba antes ahora parecen también correr, correr detrás de mí.
No, no, no, no. He visto esto en la televisión, pero nunca esperé que me ocurriera algo similar. No a mí, por favor. Prometo no comerme el último trozo de pizza del abuelo, o quedarme una hora entera en el baño solo por el simple placer de hacer a los demás esperar. Lo prometo.
Corro por toda la calle, esperando llegar a donde están todas esas personas saliendo de lo que parece es un club nocturno. Conozco el sitio y sé que hay que doblar otra vez más adelante, siento como si nunca llegaré a ningún lado, y escucho los pasos corriendo detrás de mí otra vez.
Estoy casi a punto de llegar cerca de una chica que está vomitando en la acera, cuando una mano me toma del brazo y casi al instante me tapa la boca con la otra mano libre.
Por instinto, y por terror, comienzo a gritar pero apenas y se escucha algo a través de la mano del violador asaltante.
Siento que coloca su brazo sobre mi cintura y me eleva unos centímetros del suelo cuando me lleva hacia atrás, lejos de la gente y comienza a avanzar lentamente hasta que la luz ya no pega directamente sobre nosotros.
Mi amígdala debe estar a punto de desmayarse con tanta adrenalina, y mis manos no dejan de intentar empujar las manos del tipo que ahora me tiene acorralada.
No, no, no, no.
Dejaré de regañar a la gente, dejaré que Russell tenga novia y la lleve a casa más seguido, incluso dejaré que papá le haga un altar a la esposa infiel de la que se enamoró.
Al final decido que tengo que hacer algo, tal vez patearlo o morderlo, pero no es una opción quedarme estática y sumisa.
Intento morderle la mano con la que sujeta mi boca, y veo que funciona porque la aparta, profiriendo una mala palabra cuando nota la sangre que ahora sale de la mordida que le di.
El tipo aún me sujeta de la cintura así que me apresuro a patearlo con fuerza, alcanzando a darle en el pie.
Escucho sus gritos, pero mi cerebro está tan sobrecargado que comienzo a gritar también, pidiendo ayuda.
—¡Ayuda, me quieren violar! ¡Ayuda!
Es cuando escucho un lloriqueo en el suelo, que logro brevemente reconocer la voz de mi asaltante.
Me giro por completo para verle la cara, y doblado en la acera, sosteniendo su pierna, se encuentra Key.
—¡Soy yo! —grita Key, su voz estrangulada de dolor—. Rita, no grites que soy yo.
Mi cara debe parecer un enigma porque él decide aclarármelo nuevamente:
—Soy yo —repite entre jadeos—, y creo que acabas de fracturarme un hueso.
Respiro con dificultad cuando mi sistema registra lo que está sucediendo.
Es Key. ¡Es Key!
—Rita tranquila —dice él nuevamente—. No pensaba hacerte daño, solo quería seguirte a casa porque recibí un texto de Adam diciendo que hoy salías tarde y te ibas sola.
Ahora paso del terror a la ira en un instante.
Recojo el bolso que se me había caído al suelo y, aprovechando que Key está en el piso, comienzo a golpearlo con él.
—¡¿Cómo pudiste, semejante idiota?! —grito mientras lo golpeo—. ¿Sabes lo que sentí? ¡Eres un pervertido con intenciones poco inocentes! Perro maloliente…
Escucho que Key se queja y pone las manos frente a la cara para evitar ser golpeado, pero mi molestia no acaba allí así que continúo golpeándolo con mi bolso.
—¿Quién te crees que eres? —le grito entre golpe y golpe—. ¡Me asustaste! Esa clase de bromas no se le hacen a nadie… ¡Genitales pequeños!
—Lo siento —escucho que grita él—. Ya no me pegues, Rita.
—“Ya no me pegues, Rita” —imito con voz artificial mientras continúo haciéndolo—. Te mereces esto y más. Pensé que eras un asaltante…
—Basta, perdón —grita él.
Sé que estamos llamando la atención de la gente porque pronto alguien me toma de los brazos para alejarme de Key y evitar que le dé una paliza.
—¿Qué pasa aquí? —pregunta un chico que huele a alcohol—. ¿Este sujeto te está haciendo daño, muñeca?
Respiro entrecortadamente mientras miro entre Key y el chico que se cree mi salvador.
—Sí —le digo—. Me sujetó muy feo y quiso aprovecharse de mí en ese callejón de atrás.
Señalo el callejón que está a unos pasos antes de nosotros y asiento al chico en el suelo.
—Es un violador —murmuro.
Key, quien a todo esto se logró poner en pie, niega con la cabeza. Eleva ambas manos al aire para tranquilizar la situación.
—No, no es así —dice él—. Solo la seguía para acompañarla, es tarde ya y camina sola en lo oscuro.
—¡Me tapaste la boca con la mano! —lo acuso—. ¿Qué clase de anormal eres?
—¡Tapé tu boca porque estabas corriendo y pensé que te seguían! Quería escondernos en caso de que te encontraras en peligro.
—¡Corría de ti, animal!
—Bien, bien —nos interrumpe el chico desconocido, interponiéndose entre los dos—. ¿Ustedes se conocen?
—Yo no lo conozco ni lo he visto nunca en mi vida —digo, apartando la cara a un lado para evitar verlo.
—¡Fue mi novia! —grita Key—. Claro que me conoce.
—Fuimos novios por un segundo. Éramos de esas relaciones fugaces que comienzan y terminan en un parpadeo, fuimos algo y ya no somos nada.
—De acuerdo —nos señala el chico con olor a alcohol—. Claramente esto es una pelea en pareja que necesita ser arreglada.
—¡No somos pareja! —grito.
—Gracias por la ayuda —murmura Key—. Yo me iré a casa con ella, mi auto está estacionado cerca de aquí.
—Bien —murmura él de mala gana—. ¿Está bien eso para ti?
La pregunta la hace en mi dirección, y tengo que asentir con la cabeza para no dramatizar toda la situación.
El chico, y al parecer sus amigos que también observaban la escena de lejos, se marchan por donde vinieron.
Me cruzo de brazos cuando veo que ya no queda nadie en la solitaria calle.
—No me pienso ir contigo —le digo casi al instante—. ¿Cómo pudiste seguirme? Todavía no puedo creer que hayas cubierto mi boca con tu grasienta mano que toca tus genitales pequeños cada vez que te sientes solo y necesitado de atención.
Key eleva ambas de sus cejas.
—Bien, para aclarar algo —dice él—: no tengo genitales pequeños. ¿Quieres comprobar?
Comienzo a caminar para alejarme.
—No traigo una lupa conmigo —digo—. Ahora déjame en paz.
—Rita, lo siento —se disculpa—. Tú comenzaste a correr como desquiciada y pensé que tal vez alguien te estaba siguiendo. Déjame, por favor, llevarte a casa.
—Prefiero ser comida de zombies.
—Oye, no seas así. Además, ya te dije que no son pequeños. Son mi orgullo…
—No quiero hablar de tus genitales… o la falta de ellos.
—¡Son grandiosos! Deberías querer verlos.
Ruedo los ojos mientras sigo caminando.
—No estoy interesada —digo de mala gana—. Después de este susto, lo que menos quiero hacer es hablar contigo. ¡Ya hasta me dio hambre de toda la energía que gasté!
Key se acomoda a mi paso, por un momento olvidaba que él es alto al igual que yo y que fácilmente se puede poner a mi nivel.
—Te puedo invitar a comer —dice él pronunciando las palabras mágicas—. Conozco un buen lugar donde venden perritos calientes y ni siquiera estamos tan lejos.
Su invitación me produce más hambre todavía y estoy tentada de aceptar.
—No gracias —murmuro—, mejor hablo con Aldo para que venga por mí.
—Apuesto a que él ni siquiera te ofrecerá ración doble —Key eleva dos de sus dedos—. Doble mostaza y salsa de tomate, además de pepinillos y todo lo que quieras poner.
El hambre se agita dentro de mí, como si me llamara.
—Está bien —acepto de mala gana—. Pero será solo una cena, luego de eso quiero que desaparezcas de mi vista.
—Cumpliré solo la parte de la cena —dice él—, no creo que quieras estar alejado de estos genitales “pequeños” por mucho tiempo.
Caminamos en silencio mientras él me indica la dirección.
—Para que conste —digo—, lo de genitales pequeños era un sobrenombre que no deberías haber escuchado, al menos no todavía.
Key asiente con la cabeza, caminando un poco raro por la patada que le di hace un momento atrás.
—Y lamento patear tu pierna, aunque lo admito: lo disfruté.
—Recuerda que también mordiste mi mano —eleva su mano para que la vea. Mis dientes se marcan a la perfección y todavía la piel luce rojiza.
—Sí, lo disfruté también.
Él se limita a negar con la cabeza, pero parece no guardarme rencor por lo sucedido. No es como si estuviera absuelto de toda la culpa porque, para empezar, ¿quién hacía eso?
—Espero que ese perrito caliente valga la pena —lo amenazo—, y también quiero una soda gigante. Correr así me da sed, por eso no hago ejercicio.
—Te daré algo mejor —dice él—. ¿Qué tal una cerveza bien fría?
—De acuerdo —digo luego de unos instantes.
Después de eso nadie habla.
Suspiro mientras me pego un poco más a él cuando veo sombras extrañas en las paredes de los edificios contiguos y que después resultan ser proyecciones de los árboles que decoran la acera.
Hago esto por la comida. Hago esto por la comida… o al menos intento repetirlo como un mantra para no olvidar el principal objetivo: no volver a confiar otra vez en nadie, y definitivamente no volver a confiar en Key.





Key




Rita sí sabe cómo dar un golpe.
Trato de que no se me note, pero mi cojera es algo inevitable cuando no puedo apoyar bien el pie debido al dolor.
De verdad, ella es impresionante.
—Llegamos —anuncio cuando después de diez minutos de caminar encontramos el lugar del que tanto le hablaba.
Para ser algo tarde, la gente todavía se aglomera por conseguir el mejor perrito caliente de la casa. El sitio es simplemente un puesto de comida callejero, apenas y cuenta con unas cuantas sillas y mesas ubicadas al aire libre para que la gente tenga donde comer.
Le indico a Rita que me siga para ordenar, y puedo ver cómo sus ojos se agrandan al ver el menú que está escrito en tiza sobre una pizarra.
—Todo se ve delicioso —murmura ella, sonriendo y olisqueando la comida al mismo tiempo—. No sé qué pedir.
—Te recomiendo pedir uno de la casa, es el más impresionante de todos.
Ella aplaude con ganas mientras hacemos fila para ordenar.
Después de varios minutos por fin es nuestro turno y Rita parece una niña en un carnaval, viendo todo por primera vez.
Ordenamos dos perritos calientes de la casa y también dos cervezas bien frías para acompañar.
Buscamos asientos y juntos esperamos en silencio, observando los autos pasar mientras, hasta que nuestro pedido está listo.
—¡Vaya! —grita Rita cuando observa los perritos calientes—. Son enormes… y se ven tan deliciosos que siento lástima por comerlos. Pero no importa porque de igual forma los voy a devorar.
Sonrío mientras la observo comer, eso es hasta que me siento demasiado avergonzado por observar y decido apartar la mirada.
Ambos comemos haciendo ruidos placenteros, y bebemos pequeños sorbos de la cerveza entre cada mordida.
Al finalizar de comer, Rita acaba su cerveza primero y pide otra más.
—Estoy llena —murmura cuando casi acaba su segunda cerveza—. Pero de una manera muy buena.
Se señala el estómago y sonríe con simpatía.
—Te dije que eran los mejores.
Ella asiente con la cabeza mientras observa hacia el cielo.
—¿Por qué me buscaste de nuevo, Key? —pregunta después de varios largos minutos de silencio—. ¿Por qué no pudiste dejarme tranquila en mi odio y mi rencor?
Trago otro sorbo de cerveza mientras la observo.
—Lo siento —me disculpo.
Mis palabras parecen no bastarle porque comienza a beber lo último de su segunda botella, de un solo trago.
Cuando acaba, eructa sin ningún miedo en mi cara.
—Perdón —dice encogiéndose de hombros—. Ya ves, cometo el error primero y luego pido perdón. Pude haber calculado apartar el rostro para no afectarte, pero decidí eructar en tu jodida cara y luego disculparme de los daños causados.
Ella ríe de sus palabras, pidiendo otra cerveza al mismo chico que tomó nuestra orden.
—Sé que tengo solo diecinueve años y que no se puede beber en varios países a esa edad —murmura, pareciendo desde ya un poco ebria—, pero empecé a beber pequeñas cantidades a los dieciocho. No es como si fuera una adicta ni nada, pero a veces eso ayuda a adormecer el cerebro. Al final la edad termina siendo solo un número más…
Le pago al chico que nos trae su tercer cerveza y Rita, casi de inmediato, decide tomarla.
—Lamento no haber pensado en los daños primero —digo en voz baja, retomando sus palabras anteriores—. Me siento un estúpido…
La risa de Rita me interrumpe.
—Estabas en tu derecho —dice ella—. Yo fui la apresurada que le exigió demasiado a una simple persona.
—No es así —continúo—. Por favor, perdóname. No debí haber huido detrás de Mia o haberla tomado como una de mis prioridades en aquel entonces.
Rita sonríe sin notar que lo haga en serio.
—No quiero escuchar tus disculpas —sacude su cabeza mientras vuelve a tomar otro trago de su cerveza—. Lo hecho, hecho está.
—Sí, lo sé, pero me arrepiento de haberte dejado. Tú eres una persona fuerte y…
—Y creíste que no tenía permitido tener mis momentos de debilidad —termina la frase por mí—. Claro, lo entiendo.
—Pensaba de esa forma —digo, necesitando aclararlo todo—, pero ya no más.
Veo a Rita elevar sus cejas.
—¿Qué cambió? —pregunta ella.
—Mis hermanas me dijeron algo que me puso a pensar en si yo estuviera en tus zapatos, y viera cómo te vas con uno de tus ex novios solo porque tiene una crisis nerviosa.
—Creo que yo nunca haría algo como eso —dice, su voz sonando cada vez más pesada y lenta—. Míranos ahora, estás pasando por un momento de crisis y no me estoy derritiendo por aceptar tus disculpas.
Sus palabras duelen, pero sé que las merezco.
—Entonces déjame terminar —le suplico—. Lo siento. Lamento todo el daño que te provoqué. Y no tengo nada más que simpatía por Mia y de verdad siento no haberte aclarado las cosas cuando sucedieron en su momento. Créeme, si pudiera hacer algo que te haría cambiar de parecer en cuanto a la opinión que tienes de mí, entonces lo haría.
—¿Harías lo que fuera? —pregunta.
Asiento con la cabeza.
—Lo que sea.
Ella es ahora quien asiente con la cabeza, luciendo pensativa mientras observa el suelo.
—Quiero que me dejes en paz —dice finalmente, mirándome a los ojos—. Quiero que no me busques más y olvides todo acerca de mí. Te pido que me dejes ir.
Algo en mí duele como si le estuvieran apuñalando. El dolor es más insoportable que la mordida o la patada que me dio esta misma noche.
Observo los rasgos de su cara, apreciando el pequeño lunar que tiene en la frente y que no recordaba que estuviera allí antes. Recuerdo sus labios cuando nos besamos y cuando tiende a decir lo primero que se le pase por la cabeza.
No puedo hacerlo, no puedo simplemente dejarla ir.
Estoy a punto de abrir la boca para hacérselo saber, pero ella me interrumpe rápidamente:
—Por favor —suplica—, déjame ir. Está claro que ninguno de los dos se merece al otro y que solo provocamos nuestra propia infelicidad. Si te parece bien acepto tus disculpas, pero no me vuelvas a buscar.
—No pidas eso…
—Te lo suplico. Aléjate de mí, déjame en paz.
—¿Por qué me pides eso?
Ella desvía la mirada mientras responde.
—Porque lo estás haciendo difícil para mí, Key. Estás haciendo que arruine todo lo bonito que tuvimos y lo transforme en este cuadro desagradable. Déjame ahora que los recuerdos no se han contaminado del todo.
Luego de decir eso toma otro trago de cerveza, esta vez fue más largo que el anterior.
Veo cómo la bebida pasa a través de su garganta y repite el proceso unas tres veces más.
Finalmente, y después de varios minutos de pensarlo, decido hablar.
—Está bien —digo—. Ya no te buscaré más. Haré una última cosa por ti y eso será llevarte a casa, ¿estás de acuerdo? Luego te prometo que no sabrás de mí ni de broma.
Rita aparta la vista y asiente.
—¿Es una promesa? —pregunta ella.
—Es una promesa —aprovecho que me está viendo nuevamente para dibujar una equis con mi dedo índice, justo en mi mano izquierda.
Ella mira por un buen tiempo mi mano y luego suspira mientras se pone de pie.
—Bien, por una última noche de Rita y Key —dice elevando su casi vacía botella de cerveza—. ¡Salud!Elevo la mía, sin terminar, y brindamos juntos.—Salud.Supongo que esto es todo lo que puedo hacer por ella: alejarme.Tal vez mamá se equivocaba al decir que los hombres Miller eran insistentes, porque al verla así a Rita, tan herida y saber que fui el culpable, no me trae ganas de insistir en lo nuestro.
Ella no merece pasar por las cosas que yo le hice pasar, así que le daré eso. Ella no volverá a saber de mí, la estoy dejando ir.
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Published on August 08, 2017 00:57

August 1, 2017

PFQMG (Vol 2) Cap. 4 Porque te crees inteligente, pero no lo eres



Chico de genitales peque… Key


Es la quinta vez, en esta tarde, que me paseo como desesperado por la sala de mi casa. No puedo mantenerme quieto por mucho tiempo y la necesidad de romper todo a mi paso es muy potente.
Resoplo con fuerza cuando recuerdo la imagen mental que está grabada en mi cerebro: cuando Rita se sentó en las piernas de otro chico y le devoró la boca como si fuera el platillo principal de la cena… o mejor aún, como si fuera el postre y todo el chocolate juntos.
Agg.
—¡Imposible! —grito de rabia mientras no dejo de pasearme de un lado a otro.
Esa no es Rita. La Rita que conozco es la que degollaría vivo al que le pusiera una mano encima, la que amenaza con castrar a todo aquel que le hable feo. Esa de allí, la exhibicionista, la desinhibida e insensata besadora de chicos rubios con cara como para una portada de revista no es la Rita que conocí cuando casi la atropellé con mi auto.
¿Yo la llevé a ese estado? ¿Fue todo eso mi culpa?
Sí, yo no fui de gran ayuda todo este tiempo.
—¡Pero si ella es más fuerte que esto! —grito de nuevo, agarrando a golpes la pequeña almohada con forma de pera que sigue formando gran parte de la decoración de la sala gracias a mis hermanas. 
Y hablando de ellas, ambas me observan desde la parte superior de las gradas, viendo cada uno de mis movimientos. Bajan en silencio y me miran como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Se puede saber qué haces? —pregunta Pam. Lleva unos grandes lentes de sol que cubren casi toda su cara.
—Busqué a Rita de nuevo —digo, furioso al recordar toda la escena en mi cabeza—. Hice todo tal y como me dijiste.
Eso llama su atención y veo cómo se quita los lentes para tomar asiento en el primer sillón que encuentra. Eileen, a su lado, hace lo mismo mientras acomoda una taza de café entre las manos.
—¿Contactaste al Sr. Kuroiwa? —pregunta Pam.
Asiento con la cabeza. Al menos esa es la única parte de mi plan que parece ir de maravilla.
—¿Y? —habla Eileen, haciéndome señas para que lo cuente todo.
Resoplo de nuevo, con irritación.
—Ese no fue el problema, esa fue la parte más sencilla de todo —digo—. Él aceptó el dinero que le ofrecí y ahora daré su clase por las próximas semanas.
Ambas, Pam y Eileen, gritan y aplauden de alegría.
—¡Sabía que Rita estaría en esa clase! —dice Pam, emocionada—. ¿El Sr. Kuroiwa dijo exactamente lo que pediste que dijera? ¿El cuento ese sobre ser de la familia y toda esa mierda sobre ser músico profesional?
Le doy una mirada de advertencia y luego asiento con la cabeza, suspirando con cansancio. Pam siempre ha visto con molestia el que yo toque en una banda.
—Aun no entiendo cómo averiguaste todo —murmuro de mala gana luego de unos minutos.
Pam eleva una de sus cejas y sonríe con malicia.
—Digamos que Rita tiene una vecina llamada Lucy a la que le gusta dar información personal de forma gratuita… y quien, curiosamente, era la mejor estudiante y amiga del Sr. Kuroiwa.
—Eres malvada —dice Eileen, elogiando las habilidades de Pam. También yo las elogio.
—Lo sé —responde ella encogiéndose de hombros con falsa modestia—. Pero, Key, cuéntanos más.
Me toco la cara, pasando mi mano por mi frente, irritado al recordarlo todo de nuevo.
—Rita… —comienzo, pero me detengo porque no quiero decir lo siguiente. ¿La habré perdido? —. Rita sale con otro chico.
Pam y Eileen abren sus bocas al mismo tiempo, como si estuvieran sincronizadas; en otro momento diría que resulta bastante cómico, pero la situación no me causa ninguna gracia.
—¿Rita? —pregunta Pam, como si no lo pudiera creer—. ¿De verdad?
Asiento con la cabeza.
Mis hermanas se miran entre ellas por unos instantes antes de romper en risas echando la cabeza hacia atrás y sujetándose los estómagos como si yo les hubiera contado el chiste más gracioso del mundo.
Cuando se detienen, varios minutos después, se quedan en silencio hasta que es Eileen quien lo rompe diciendo lo siguiente:
—Ella está muy fuera de tu alcance.
Mi enojo aumenta cuando ella alarga la palabra “muy” por siete segundos de más.
Para el colmo, Pam asiente con la cabeza mientras vuelve a colocarse sus lentes.
—Yo me daría por vencido —dice ella con seriedad—. Fuiste el bobo que la dejó por ir detrás de una chica que te tiene manipulado; ¿sabes qué es lo peor de todo? Lo peor es que esa misma manipuladora encontró a otro bobo en el camino y, ahora “supuestamente” se siente al fin enamorada y lista para dejarte atrás.
Me encojo de hombros, Pam resumió la historia a la perfección.
—Yo también estoy listo para dejarla atrás. Mi historia con Mia terminó…
Pam eleva una de sus manos para detenerme.
—Déjame recordarte que dijiste lo mismo antes y, luego, cuando misteriosamente la chica se quiere arrojar frente a un puente…
—Fue frente a un auto.
—Lo que sea —retoma Pam—, se quería arrojar ya sea frente a un auto, un tren, un unicornio sin licencia… es lo mismo. Ella logró lo que quería, y eso era llamar tu atención de la manera más antigua y desesperada: el embarazo. Pero ella no se embarazó, así que en este caso optó por la segunda opción más antigua sobre cómo amarrar a un hombre: el suicidio.
—Nadie juega con algo tan delicado —añade Eileen—. No sé si tragarme todavía esa historia de Mia. Y lo que más rabia provoca es que resulta que ahora está enamorada de otro. Es como si te saliera el tiro por la culata… o a ella. Y con todo lo que ocurrió con su hermana, Emilia…
—¡Exacto! —continúa Pam—. Así que la conclusión es esta: Rita analizó lo mismo que nosotras acabamos de hacer, y decidió seguir adelante porque supo que no valías la pena. Y lo siento hermano, pero te pasaste demasiado con ella. La chica no quiere ni vernos a nosotras. ¡Nosotras! Ya cumplí con mi deber de hermana mayor de ayudarte con el Sr. Kuroiwa, lo demás depende de ti.
—Ella fue inteligente —habla Eileen mientras sorbe el líquido de su taza—. Me refiero a Rita, no a Pam. Ojalá yo hubiera conseguido otro chico cuando mi primer novio decidió dejarme.
—Mia me necesitaba en ese momento —intento explicarme como por milésima vez—. Yo sé que Rita es fuerte, segura de sí misma, y creí que entendería que necesitaba estar al lado de Mia para brindarle fortaleza.
Veo a Eileen rodar los ojos. Si Pam se quitara los lentes la vería haciendo lo mismo.
—Tenías que ser hombre —murmura ésta última—. Tal vez seamos fuertes por dentro, pero todas tenemos un límite. Ciertamente tú lo rompiste al irte con tu ex y huir a otra ciudad solo para que ella recibiera “tratamiento” y se enamorara de otra persona, y venir, ¿qué? ¿tres meses después? Solo para decir que quieres volver. Eso no pasa ni en las mejores historias.
—Vas a tener que trabajar duro si la quieres recuperar —comenta Eileen—. Ahora que tiene a alguien más sugiero que la dejes en paz.
Frunzo el ceño al escuchar sus palabras.
—Pero si todo iba bien con nosotros…
—Iba —responden mis hermanas al mismo tiempo. Lo juro, a veces parecen gemelas.
—Sí —retomo la conversación—. Iba bien entre nosotros.
—Eres un imbécil —responde Pam, poniéndose de, de repente—. Si mi novio me hubiera tratado así, ya lo hubiera dejado.
Eileen imita a Pam y se levanta del sillón.
—No entiendo por qué te ayudamos a saber su horario de clases —dice ella, enojada.
Mi mirada de confusión debe impresionar a ambas porque ruedan los ojos casi al mismo tiempo.
—¿Qué hice ahora? —pregunto.
Es Pam quien se detiene a explicarme:
—¿Qué ocurre contigo? ¿Piensas que esos tres meses de distancia le hicieron bien a la relación? Las cosas evolucionan y nunca son como antes. Rita lo comprendió primero que tú, ahora solo tienes que entenderlo. ¿Crees que puedes irte y regresar después como si nada hubiera pasado? ¡Ella es una persona también! Tiene sentimientos.
De pronto soy golpeado por la mano de Eileen, justo en la nuca.
—No entiendo cómo no lo vimos antes —murmura ella.
Pam asiente a favor.
—Arréglalo tú solo —dice Eileen—. Es mejor que la dejes ser feliz con un chico que no le amargue la existencia.
—¿Cómo pasamos de “ayudarme” a “anti Key”? —pregunto, sin poderlo creer.
—Pasamos a “odiamos a Key” cuando mencionaste que regresarás a ella porque todo iba bien entre ambos. Esa es una razón muy tonta.
—Es más que eso —murmuro—. Yo de verdad me siento atraído por ella, no creo que esa sensación de hormigueo en mis piernas, cada vez que la veo, desaparezca.
—Ponte en su lugar —dice Eileen—, ¿te gustaría que ella acudiera al llamado de un ex y se quedara con él por tres meses solo porque sentía que tú eras fuerte y no te ibas a molestar si ella huía con él?
Si lo ponía desde ese punto de vista sonaba cruel… y tonto.
—¿Ahora lo entiendes? —pregunta Eileen—. No fue fácil para ella, y es difícil para nosotros porque también nos agradaba demasiado y de seguro sintió que la ignorábamos a propósito todo este tiempo. En este punto solo tienes dos posibilidades con alguien como Rita.
Eileen queda en silencio, observándome fijamente.
—¿Qué posibilidades tengo? —le pregunto cuando veo que no va a decir nada.
Ella se encoge de hombros.
—Tienes la posibilidad de enamorarla de nuevo, o alejarte y dejarla ser feliz con alguien que sí la trate como su prioridad.
Pam asiente con la cabeza.
Me quedo pensativo por varios segundos hasta que, lentamente, toda la información se va filtrando a mi cabeza.
Si yo me pusiera en el lugar de Rita… me sentiría herido, igual a como ella se siente ahora. Si ella eligiera irse con Gabriel, me sentía furioso.
Claro, así es como se siente ella conmigo.
Bien, ahora lo entiendo. Por fin puedo decir que lo entiendo.
—No puede ser —murmuro, mi rostro debe verse blanco por la revelación—: soy un completo asno.
—Y eso no alcanza a describir ni la cuarta parte de lo que eres Keyton Higinio Miller—comenta Eileen, sorbiendo lo último de su taza.
Ninguno de nosotros escucha cuando, de repente, mamá cruza la puerta entre el espacio que divide nuestra parte de la casa y la parte de papá y ella, pero pronto presenciamos su voz cantarina por toda la sala mientras se acerca uno por uno a darnos un beso en la frente.
—¿De qué hablamos? —pregunta ella mientras sonríe radiantemente—. ¿Qué pasa ahora en la vida de mis hijos?
Su sonrisa parece de esas de comercial de pasta, es enorme y muestra todos sus dientes.
—Pasa que tienes un hijo muy imbécil —dice Pam, cruzándose de brazos cuando hago mala cara.
—¿Qué ocurrió ahora? —pregunta mamá, tomando asiento y dejando el aire perfumado a su alrededor con su esencia floral
—Hablamos de Key y de lo idiota que ha sido con la que fue su novia —responde Pam—. Deberías aconsejarlo mamá, tu hijo cometió una gran estupidez.
—¿Hablan de Rita? —pregunta mamá—. Pero si me parecía una linda chica. ¿Qué ha sido de ella?
—Tu hijo la hizo sufrir —responde Pam. Cuando ve que voy a protestar, levanta la mano para interrumpirme—. Dejaré que él te lo diga todo porque a mí me cansa hablar de este tema. No entiendo por qué algunas personas hacen eso, tratarte como si olvidaran que al final de cuentas eres una flor delicada, aunque sea muy, muy en el fondo.
Con esas últimas palabras ella sale de la habitación, seguida de una muy indignada Eileen.
Doy un último resoplido de cansancio mientras tomo asiento junto a mamá.
—¿Qué hago ahora? —le pregunto.
Sus ojos me miran comprensivamente mientras pone su mano en mi rodilla para darle golpecitos con sus largas uñas pintadas de rosa pálido.
—Hijo, si la quieres ve a recuperarla. Si ella no quiere volver, déjala libre.
—Ese es el problema —digo de mala gana—, creo que ella ya no me quiere.
—Entonces creo que ya sabes qué tienes que hacer.
Me da un último golpecito en la rodilla mientras se pone de pie.
—¿Tengo que rendirme? —pregunto.
Mamá niega con la cabeza.
—Claro que no, ve por ella. Si no quiere venir a ti, sigue intentándolo. La perseverancia ha ayudado a muchos miembros de la familia Miller, hijo. Toma de ejemplo a tu padre: demasiada nariz y un acento raro. No quería verlo ni de broma, pero el muy tonto insistió y… bueno, no me he arrepentido ni un solo día de mi vida.
—¿Ni porque papá ronca demasiado?
—Ni porque suene como motor de avión.
Mamá se despide de mí con otro beso en la frente.
—Deséame suerte.
—Solo cuando sientas que ella vale la pena… pero espero que la suerte siempre esté de tu lado.
—¡No puede ser! —me quejo, riendo de repente—. ¿Pam también te hizo ver esa película?
—Y me hizo leer los libros también.
Con un último guiño la veo salir de la habitación.
¿Debería insistir con Rita? ¿Tendremos sentido alguno ella y yo?
Espero que sí porque no me canso de ser insistente cuando se requiere.




Rita


Mi clase de música oriental se está volviendo lentamente en un dolor en el trasero, un dolor agudo y punzante como la picada de un insecto, o como un grano detestable que te hace difícil el sentarte correctamente en cualquier superficie plana. Como sea, un dolor.
De alguna manera huelo algo sospechoso por parte de Key porque, ¿cómo es posible que alguien sin experiencia en el tema y ajeno al personal docente de la universidad vaya a conseguir un puesto de suplente para una clase donde la mitad de los alumnos son asiáticos? Esto tiene su firma por todos lados y voy a averiguar qué se trae entre manos.
¿De verdad es tan difícil para él entender que, la chica a la que abandonó hace tres meses, tiene ahora una vida? Aunque mi vida se está hundiendo lentamente y cayendo a pedazos cada vez que papá corre como esclavo detrás de la mujer que dice ser mi madre, pero de todas formas sigue siendo mi vida.
Ahora huyo y me escondo detrás las columnas que forman el extenso corredor que me lleva directo a la clase de música oriental, caminando en puntillas mientras intento pasar desapercibida por el salón para evitar que cierto sujeto de genitales pequeños me mire.
La clase es impartida únicamente dos días a la semana, lunes y miércoles, pero nunca imaginé que esos dos días serían los más detestables… o que yo tendría una razón para esconderme. Así que, mientras camino casi en cuclillas y asomo la cabeza por la puerta, me repito a mí misma que trato de evitar de todas las formas posibles a Key porque si lo vuelvo a ver le estamparé una silla en la cara.
Mientras observo el salón de clases noto que él no está por ningún lado, solo los mismos chicos detestables de siempre. Cuando intento ponerme de pie para ingresar y sentarme en el último asiento, es cuando noto una sombra detrás de mí, y una mano que se detiene en mi hombro.
—¿Te escondes de algo? —pregunta alguien cuya voz reconozco al instante y muy bien.
Doy la vuelta para verle la cara.
Sí, es el chico de genitales pequeños.
¿Por qué la vida no puede ser justa por al menos un instante y hacer que esto llamado karma funcione? ¿Por qué Key no pudo engordar o perder cabello en estos últimos tres meses? ¿Por qué yo sí aumenté de peso? ¿Fueron acaso las alitas de pollo? ¿O engordé por tanta comida chatarra que compra el abuelo a escondidas de la esposa de papá para que no nos regañe?
—¿Rita? —habla la irritante voz que aún recuerdo por teléfono aquel lejano día cuando me dijo que se iba con su ex novia—. ¿Te encuentras bien? Tienes la mirada fija en mi cara y eso me está asustando.
Frunzo el ceño y me recuerdo la meta en todo esto: hacer que sufra y pague, que sangre y sude, que le duela y llore, que le pique y no se pueda rascar, que…
—¿Rita? Te ves maniática —me interrumpe él.
—Sé que tramas algo —lo amenazo con mi dedo índice—, no entiendo cómo lo hiciste, pero lo sé.
Él se limita a elevar una de sus pobladas y perfectas cejas. 
—¿Qué se supone que estoy tramando? De hecho, lo único que “tramo” en este momento es dar la clase, pero estás obstruyendo la entrada.
Mis ojos se entrecierran y hago una mueca intensa y dramática.
—¿Estás sugiriendo que me veo gorda y por eso obstruyo la entrada?
Key… eh, perdón, chico de genitales pequeños es sorprendido por mi elección de palabras.
—No estoy diciendo que te veas gorda… aunque tus caderas aumentaron un poco, no es que se mire mal ya que ahora es más fácil de agarrar…
Él queda en silencio cuando nota mi mirada asesina.
—Lo siento —tose disimuladamente y señala de nuevo la entrada—. Es solo que la puerta es estrecha y es casi la hora de comenzar. ¿Estás lista para la clase de hoy? Preparé algo especial.
—Esto no me huele bien —me quejo.
—Oh, debe ser porque Pam se puso en mi contra y cambió mi perfume por uno con olor a comida. Al parecer Paco Rabanne no le bastó y prefirió arruinarla por… —él tiene la decencia de pausarse para tomar la mochila que cuelga de su hombro, junto a un estuche que obviamente parece de guitarra, y saca un bote de perfume de apariencia cara de donde lee la etiqueta— imitación importada con esencia de tocino y huevos.
Levanta la botella para que la examine y, sí, huele a tocino y huevos.
—¿Por qué me das explicaciones? —pregunto, alejando la botella con la mano—. Y no era a eso a lo que me refería cuando dije que aquí olía mal.
—Oh, entonces no lo sé.
Frunzo el ceño, sin creer ni una sola de sus palabras.
—Cuando mientes se te forma un brillo extraño en los ojos —le comento—, es el brillo extraño que tienes justo ahora.
—¿Acabas de admitir que mis ojos brillan? —pregunta, llevándose una mano a la barbilla—. Eso quiere decir que me acabas de dar un cumplido, ¿cierto?
—¡No quise decir eso! Tus ojos solo brillan cuando mientes, porque eres un mal mentiroso.
—Lo que es bueno porque me hace una persona transparente.
—Para nada…
—Y además que te descubrí a punto de escabullirte en la clase, de seguro para sentarte en la última fila, ¿verdad?
—¿Qué? No me conoces —lo amenazo—. Estás mintiendo de nuevo.
—A estas alturas pensé que abandonarías la materia. Creí que no te iba a ver más por aquí.
Me cruzo de brazos mientras aprieto mi mandíbula con fuerza.
—No eres lo suficientemente importante como abandonar algo por lo que sí vale la pena luchar y son mis estudios —respondo de manera cortante.
—Auch. ¿Qué pasó con el amor? Deberías darle una oportunidad.
—Já, le di la oportunidad y me mordió y escupió en la mano. Ahora mejor vengo preparada hasta con repelente contra idiotas.
—Pues es un muy mal repelente —contesta él—. Atrajiste al peor idiota de todos, y precisamente nos mira desde lo lejos.
Genitales Pequeños mira más allá de mi hombro, cuando volteo a ver lo que él señala, puedo ver a Aldo mirándonos con cara de seriedad. Es espeluznante ver lo buen actor que es, incluso no ha chasqueado los dedos como siempre lo haría.
—Aldo es un amor —murmuro—. Entre él y yo hay reglas distintas de las que habían contigo. Por eso mi relación ha logrado durar tanto.
—Ah, ¿sí? —La cara de genitales pequeños se acerca peligrosamente a la mía, pero no trato de retroceder porque no me va a intimidar—. ¿Cuánto tiempo llevan los dos saliendo?
—Mmm… —buena pregunta, ¿cuánto se supone que llevamos? —. Tenemos dos meses de salir.
—Qué curioso porque hablé con él esta mañana, hace como una hora, y me dijo que llevaban tres meses.
¿Él está intentando indagar más sobre lo mío con Aldo?
—Ups —digo, enojada—. Se debió confundir con cuánto hace que llevamos follando. Ahora sí, permiso.
No espero a que me dé una réplica porque ya estoy dándome la vuelta para entrar al salón. Estoy prácticamente corriendo cuando entro, esperando ir directo a los últimos asientos, pero para mi mala suerte los asientos del fondo fueron ocupados por los chicos que, minutos antes, se sentaban en la primera fila. 
Vida injusta.
—Bien, hola a todos —escucho al chico de genitales pequeños mientras cierra la puerta del aula, esperando a que yo me siente en el asiento libre frente a su escritorio. Me siento finalmente cuando veo que casi todos estás ocupados—. Yo sé que el Sr. Kuroiwa manejaba un estilo diferente al mío para dar la clase, pero trataré de hacerla un poco más entretenida, más juvenil y siempre manteniendo su estilo oriental.
Las chicas sentadas a mi lado le sonríen coquetamente, tratando de arreglar su cabello para poder impresionar al “profesor” mientras él da la espalda para escribir algo en el pizarrón.
La mayoría de pizarrones dentro de la universidad han sido modernizados, pero por lo que tengo entendido, el Sr. Kuroiwa negó la solicitud y prefirió quedarse con el pizarrón original, con todo y la tiza para escribir. Así que Key escribe su nombre y luego limpia sus manos cuando ha terminado, haciendo que pequeñas partículas de polvo caigan en su camisa negra de botones.
—¿Necesitas ayuda? —escucho que pregunta la chica a la par mía—. Me refiero, ayuda con tu ropa, se ensució un poco.
—Te la puedes quitar si quieres —dice la otra.
Mi cara de asco se debe notar como un letrero de neón porque ahora ambas chicas me observan con molestia.
—¿Qué? —me pregunta una de ellas, la que tiene frenillos en los dientes y usa un moño como de cola de conejo.
Me encojo de hombros, sin realmente importarme con quién o qué se esté metiendo Key últimamente.
—De acuerdo —habla él—, aquí nadie se va a quitar la camisa. Está bien que se ensucie de vez en cuando.
La chica de frenillos hace un sonido como de gato al ronronear.
—Le gusta sucio de vez en cuando, anotado —dice en voz baja, para sí misma.
Asco.
—Lo que les quería explicar es algo más profundo y universal —retoma la clase—, pero se los mostraré.
Entonces él se mueve hacia su asiento, sacando la guitarra de su estuche; aunque casi al instante le sigue una pequeña caja ubicada más al fondo y vuelve a guardar la guitarra en su lugar cuando termina de sacar todo.
Se toma el tiempo de abrir la caja y, como si fuera una escena que haya vivido anteriormente, saca una muñeca Barbie y un muñeco Ken y los pega en la pizarra. Ambos están desnudos pero tienen sus partes íntimas cubiertas con una hoja que a leguas se nota que es artificial.
Todos en el salón hacen ruido y elevan las voces al ver a ambos muñecos, se escuchan sonidos de aprobación por casi todos.
Mis ojos no pueden abrirse más cuando entiendo lo que está haciendo.
Mierda. ¡Leyó el libro de Hush Hush!
¿Y cómo lo sé? Porque es así como comienza el primer capítulo del libro, con la protagonista, Nora, asistiendo a clase de biología viendo a los muñecos pegados en el pizarrón.
¿Qué le pasa a Key?
—¿Vamos a hablar de porno con muñecos? —pregunta uno de los chicos sentados al fondo, riendo junto a sus otros compañeros.
—No, vamos a hablar de… ¡sexo! —la última parte la dice viéndome directamente a la cara—. Y no el que ustedes creen.
La clase entera se ríe y hace más sonidos de aprobación en cuanto al tema.
Yo simplemente me quedo viendo de manera fija a Key.
—Vamos a hablar de sexo en las canciones y cómo influyen ahora de forma global —comenta él.
La chica de frenillos y su amiga no han dejado de suspirar y emocionarse con cada cosa que dice él. Lo miran como si fuera un dios.
Apuesto lo que sea a que él pagó para que ellas actuaran así.
Digo, Key no es tan guapo… bueno, mejor cambio de tema.
—Hace poco leí un libro —dice él—. De allí devoré la idea…
—Devórame a mí —susurra la de frenillos.
Ruedo los ojos.
¿En serio? Si ella supiera que Key todavía sigue enamorado de su ex se llevaría una gran desilusión, o tal vez eso a ella no le importe.
—Y después de explicar el tema también les dejaré un pequeño trabajo en parejas —dice Key—. Pero eso sí, serán elegidas al azar.
Todos abuchean al escuchar la última parte.
—Tranquilos, tranquilos… Noté que no somos en total un número par —dice él, otra vez dirigiéndose al estuche de su guitarra para sacar esta vez una pequeña bolsa de tela—, por lo tanto, va a ver un afortunado en sacar mi nombre para completar el trabajo.
Esta última parte emociona más a las mujeres que a los hombres.
Ugg, no quiero ser la pobre desafortunada.
Key deja la bolsa de tela a un lado y continúa hablando sobre el tema sexual en todas las canciones y cómo ha ido afectando al mundo moderno y asiático hoy en día.
Para el final de la clase ya todos se muestran interesados en el tema y en la asignación de pareja; al parecer él está copiando también parte de la misma asignación que tuvieron Nora y Patch en el libro.
Elegir pareja para investigar más sobre ellos, pero esta vez su presentación no será por escrito, será dedicada en una canción. Ambos tienen que elegir una canción para el otro según su personalidad y cantarla frente a la clase.
¡Qué fea asignación! Siempre que yo intento cantar atraigo a las ballenas, no es algo agradable de presenciar.
Noto cómo Key pasa con su bolsa de tela en la mano, empezando por los chicos sentados antes que yo, todo el salón presencia los nombres que ellos sacan de pequeños papeles cortados y doblados finamente.
Entonces me toca a mí.
Antes de poder meter la mano, Key cierra la bolsa y sonríe con confianza.
—Tengo que revolverlos primero —dice él, entonces procede a cerrar la bolsa y agitarla en el aire—. Ahora sí, por favor saca uno.
Abre la bolsa y meto mi mano, sospechando de su actitud tan calmada.
¿Es posible que él haya hecho algo para alterar los nombres? No, no habría manera. ¿O sí?
Cuando saco el papel, y lo desdoblo para leerlo es que noto que la vida puede llegar a ser una serie de coincidencias, y que Key no es mi pareja. Su nombre no está en el papel que sostengo en la mano sino el nombre de un chico llamado Leo.
Se lo enseño y él lo anota en una libreta que carga en la mano, señalando a Leo con el dedo.
Leo es un chico bajito y de piel oscura, cabello salvaje y largo con ojos un tanto rasgados.
Sonrío con simpatía, pero él no me devuelve la sonrisa.
Síp, esto va a ser incómodo.
Key pasa a la próxima y veo que repite el mismo movimiento y comienza a revolver los nombres en la bolsa. La chica de frenillos estira la mano para sacar un pedazo de papel, y juro que casi se le caen los ojos de tan abiertos que los tiene cuando lee el nombre.
—¡Key! —chilla ella, emocionada—. Tengo al profesor.
Su amiga, sentada a su lado, no se mira tan contenta como ella.
El resto obtiene su pareja, y me relajo completamente cuando veo que Key no influyó en nada, al menos no con mi compañero de trabajo.
—Bien —dice él al terminar la clase—. Ya es hora de irse. Los veré el lunes, con su asignación cumplida y con las canciones listas.
Chica de frenillos, que también responde al nombre de Vanessa, se mira extasiada cuando Key se acerca a ella para hablar:
—Tú quédate después de clases para que nos pongamos de acuerdo en conocernos más, ¿puedes? 
Vanessa Frenillos parece a punto de morir, pero se logra comportar y sonríe de manera coqueta.
—Claro, profesor. Me quedaré, estoy ansiosa.
Y yo también. ¿De verdad Key no influyó ni un poco en este trabajo? Por un momento creí que ambos haríamos pareja y que tendría la oportunidad de dedicarle las peores canciones en el mundo entero. 
¿Por qué siquiera me importa?
Trato de buscar a mi pareja antes que todos salgan, pero veo que está muy concentrado viendo su libreta de manera fija. Observo también que tiene un pequeño tatuaje de una calavera en el cuello y otro de una cruz cerca de la oreja.
Pronto todo el salón es despachado para irse, así que me apresuro a recoger mis cosas y ponerme de pie para buscarlo y discutir sobre la tarea.
Me acerco a él y sonrío como si en realidad quisiera conocerlo.
—Hola —digo—, mi nombre es Rita Day. ¿Existe la posibilidad de que hablemos este fin de semana para conocernos más y dedicarnos una canción?
Leo ni siquiera aparta la vista de la libreta, sin parpadear o mostrar señales de vida.
Suspiro con cansancio. Hasta allí quedó la Rita amable y sonriente.
Pateo su zapato con la punta del mío, tratando de llamar su atención.
—Oye, yo odio esta asignación tanto o más que tú —comienzo a decir—, pero no por eso me voy a mostrar estúpida ante la gente. ¿Podrías decirme si puedes reunirte conmigo este fin de semana? Si no lo haces, créeme que le diré a la clase entera que te gustan los ponys y que adoras ver novelas en tu tiempo libre.
Finalmente el chico alza la vista, haciendo una mueca y gruñendo como si fuera una clase de respuesta.
—Di lo que quieras —es su única contestación. Se pone de pie y se aleja dando zancadas de la clase.
Bien, los ponys serán.
Cuando estoy a punto de irme, es cuando veo que Key se coloca a mi lado y me detiene del brazo.
—Rita, necesito que tú también te quedes un momento —me pide.
Sus ojos color miel se ven más claros desde esta posición.
Sacudo la cabeza, tanto como para negar y como para sacarme esas locas ideas.
Key es una enfermedad, algo peor que una infección en la orina.
—Tengo otra clase —le digo—. No me puedo quedar.
Alejo mi brazo de su agarre y me muevo a la salida.
Él me detiene de nuevo.
Esta vez mi enojo se apodera de mis palabras:
—¿Qué quieres? —digo casi gritando. Los alumnos que nos pasan se quedan viendo con interés, interés que es perdido con rapidez cuando notan mi mirada asesina—. Has sido una tortura desde que comenzó la clase, ¿qué más quieres ahora?
Key se ve asustado, elevando ambas manos al aire, a la altura de su rostro.
—No me muerdas. Solo quería decirte que hoy es tu turno de limpiar el pizarrón. El Sr. Kuroiwa armó desde la semana pasada a los encargados de la limpieza y tu nombre está en esa lista.
Él señala un pequeño letrero laminado detrás de mí, pegado en la pared junto a la puerta.
Y sí, según la fecha y el día de clase, al parecer me tengo que quedar para limpiar la bendita pizarra.
Resoplo con fuerza, acercándome al borrador cercano al escritorio que ahora ocupa Key.
Él se las ingenió para escribir un gran testamento con cada punto del tema de hoy, y se encargó de detallar la asignación para la siguiente semana, haciéndome un poco difícil la tarea de limpiar el pizarrón.
—Espero y seas condescendiente conmigo la próxima semana —escucho que Vanessa Frenillos le dice una vez que estamos solos.
—¿Y eso por qué? —pregunta Key.
—Porque me toca a mí la limpieza del pizarrón. Espero y no te emociones mucho escribiendo.
Key se ríe en voz baja.
Ugg.
¿Cómo se puede reír de alguien que habla así de feo como ella? ¿De verdad está haciendo ese acento tan malo? Parece una versión muy mala de un doblaje de un niño con problemas del habla.
Veo cómo Vanessa Frenillos agita su delgado cabello rubio cenizo y sonríe mostrando los dientes.
—Seré considerado contigo —responde por fin Key.
Ruedo los ojos mientras termino de limpiar.
¿Desde cuándo me importa lo que le pase a Key y con quién coquetee?
Salgo lo más rápido que puedo del salón una vez que finalizo, no sin antes darle una última mirada a la versión prostituta miniatura que sigue hablando con el chico de genitales pequeños. Tal vez ambos sí se merecen un poco después de todo.
Sacudo la cabeza, dispuesta a ir detrás de Aldo para contarle y burlarnos juntos de Vanessa Frenillos, pero la vida parecía tener otros planes porque, justo cuando abandono el aula, me pego de frente a la misma reencarnación del diablo en persona: Mia.
Y no iba sola, iba tomada de la mano de un chico que se me hacía vagamente familiar.
—Oh, ¡pero si es Rita! —grita ella, al parecer emocionada de verme—. Esto es perfecto, vine a ver a Key porque sus hermanas me dijeron que se encontraba aquí, y no sabía que este sería un día de combo. Justo es contigo que quiero hablar.
Mi ceja se dispara lo más elevada posible.
—Lo siento —murmuro—. No tenemos absolutamente nada que decirnos.
Me aparto, pero es ella quien se apresura a seguirme.
—Espera, por favor de verdad necesito hablar contigo.
—Primero se congela el infierno.
Me muevo con rapidez, tratando de agotarla para que reduzca el paso, pero sigue obstinada a mi lado, dejando a su chico abandonado atrás.
—Yo estoy con otra persona —dice ella—. Key de verdad quiere estar contigo, lo siento.
Niego con la cabeza.
—Eso ya no tiene importancia para mí.
—¡Me porté como una cretina manipuladora! —grita finalmente, haciendo que me detenga de golpe—. Lo siento, solo quería estar con Key pero me di cuenta que él ya no quería nada conmigo. Lo manipulé y le pedí que te dejara… es mi culpa, no suya.
Respiro de manera agitada, escuchando cada palabra que sale de su boca.
Después de unos segundos que parecen eternos, doy la vuelta para enfrentarla.
—Puede que tú lo hayas manipulado —digo—, pero él fue quien aceptó. Tu culpa fue abrirme los ojos, y estoy agradecida por eso. Así que no importa la cantidad de disculpas que hagas porque simplemente entrarían por este oído —señalo mi oído izquierdo—, y saldrían por el otro.
Paso la mano por mi oído derecho.
Mia abre la boca para decir algo, pero me apresuro a irme de nuevo. Esta vez al menos tiene la decencia de no seguirme.
—¡Yo sé que tú todavía sientes algo por él! —grita ella. La ignoro todo lo posible.
¿Yo? Yo ya no siento nada. Así que se equivoca.


Key puede ser todo suyo si lo desea. No soy la clase de chica que pelea por un chico, y eso ya me he encargado de dejarlo en claro.
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Published on August 01, 2017 22:02

July 7, 2017

PFQMG (VOL 2) - Cap. 3 Porque me declaraste la guerra y acepto el reto

Rita


—¿Qué? ¡¿Cómo se te ocurrió decirle eso?! ¡¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO?!
Mi grito se escucha por todo el campus universitario, y eso que nos encontramos cerca de la cafetería, sentados en un banco de madera en donde un par de chicos nos están viendo raro mientras ojean sus teléfonos.
—Así como lo oyes —comenta él, carga un recipiente plástico lleno de zanahorias finamente cortadas en tiras que se lleva constantemente a la boca con dos de sus dedos—. De nada, bebé. Le dije a tu ex que eras puro fuego en la cama.
Llevo una mano a mi frente, negando con la cabeza mientras muero lentamente de vergüenza.
—Quería que se llevara la impresión de que ya tengo una relación estable en mi vida, no que saqué mi lado promiscuo y sin censura del closet. Además solo estuve en el baño por… ¿qué? ¡Cinco minutos!
Aldo, quien ahora le frunce el ceño a las zanahorias, resopla ante mi comentario.
—Pues le dije que yo era solo temporal —dice masticando otra zanahoria—, le mencioné algo así como que, por tu cama, circulaban más hombres que en una carretera principal a la hora con más tráfico.
—Muero de vergüenza…
—Le dije también que ya pronto pasarás a tu próxima víctima. Sabes, esto de hacer dieta es pesado. Estas zanahorias están simples, tal vez si les agrego algún aderezo…
—¡Aldo, concéntrate! —discuto—. ¿Por qué se te ocurrió decirle eso? El plan era simple: entrabamos, le daba celos al innombrable para restregarle en la cara lo fabulosa que es mi vida sin él, y luego nos íbamos y no lo volvería a ver. ¿Qué pasó?
Aldo hace un puchero exagerado, mirando hacia el cielo.
—Sucedió de esta manera —responde—: me pregunté, ¿qué diría un chico heterosexual en un momento como este? ¿Qué diría en una confrontación con el ex de su novia? ¡Obviamente marcaría el territorio y dominaría!
Mis cejas se elevan, escuchado su respuesta.
—Así que, de nada —continúa diciendo él—. Le dije que eras totalmente follable y sin compromisos.
Cuando menciona la palabra “follable” y “compromiso” chasquea los dedos con fuerza.
—Sí, “follable” —digo—. Ahora cree que me convertí en una especie de prostituta sin correa.
Suspiro en voz alta porque de igual forma ya no me importa lo que piense o no de mí el sujeto innombrable de genitales pequeños. Aldo salvó mi pellejo el día de ayer y debo reconocerlo.
—Gracias —susurro de mala gana luego de unos minutos—. Espero que eso lo mantenga ocupado por al menos unos días. Te debo una.
Aldo vuelve a chasquear los dedos.
—Y tengo la manera perfecta para que me la pagues —chasquea dos veces más—. Quita esta porquería de zanahorias de mi vista e invítame a una saludable pizza con extra queso.
—Tus dietas apestan —le digo—. Pero si eso es lo que quieres, entonces es lo menos que puedo hacer… Por cierto, ¿para qué carajo haces dieta si no tienes ni un gramo de grasa en todo el cuerpo? Creo que mi pierna pesa más que todo tu cuerpo entero.
—¿Estás bromeando? —dice él, llevándose una mano al pecho—. Mi entrenador de nado sincronizado me dijo que debía adelgazar si quiero estar en la competencia de este año.
—¿Nado sincronizado? Eres tan gay que ni siquiera tú te soportas.
—Gracias —responde él—. Eso es lo que me dice mi hermano todo el tiempo, ahora dejemos de hablar de mí y llévame a comer pizza.
Sonrío con fuerza mientras ambos nos ponemos de pie para movernos directamente a la cafetería.
Este mes decidí ingresar nuevamente a la universidad, a seguir con la carrera de administración tal y como lo tenía planeado desde un principio. Sé que es cuando más necesitados de dinero estamos en la familia, pero con todos los bonos extra que me estoy llevando por ser empleada del mes, puedo ahorrar para continuar con mis estudios.
Seth, un chico que está loco por mi amiga Anna, me presentó a su hermano menor, Aldo, quien es estudiante de actuación y mi recién “novio” por encargo para hacer sufrir a cierto innombrable de genitales miniatura.
Al parecer ese mismo innombrable le entregó a Adam una invitación para escuchar la banda Ósmosis en vivo. Tal vez el sujeto de genitales diminutos me tomó por idiota al pensar que no recordaría el nombre de su banda, pero supe desde el principio que era todo obra suya.
Fue allí, cuando el buen Seth (que siempre come en el restaurante solo para ver a Anna de lejos pero no se atreve a hablarle) escuchó mi dilema y me recomendó a su hermano menor para que actuara para mí y se hiciera pasar por el novio perfecto.
Supongo que me equivoqué al creer que todo sería tan simple como lo planeé.
Los planes tienden a joderse todo el tiempo, y no conté con ese factor desde un principio.
Ahora mi reputación pasa de ser “perra” a ser “gemela de Marie”. Me siento asquerosa.
—Solo recuerda —dice Aldo, arrastrándome a la cafetería y dejando las zanahorias en el primer basurero que encuentra—: él va a seguir buscándote, tiene que verte fuerte y feliz a mi lado. Como todo hombre macho alfa y bien dotado que soy.
Mi ceja se eleva a alturas impensables.
—¿Verme fuerte y feliz? —me quejo—. Yo ya soy fuerte y feliz, gracias. Además, ¿hombre macho y dotado? Vaya que eres modesto y humilde.
—Déjame vivir mi fantasía.
Me río en voz alta mientras dejo que me lleve en dirección al primer puesto de comida rápida.
Aldo es hermoso, bastante. Tiene ojos azules y cabello rubio al igual que su hermano mayor; a diferencia de Seth, Aldo tiene cabello un poco más rizado… y obviamente es gay.
Aldo es buen actor, aunque por lo general cualquiera que me toca, o pone una mano en zonas prohibidas de mi cuerpo, termina doblado en una esquina deseando la muerte. Pero debo decir que Aldo es sumamente respetuoso y se porta como, más o menos, un caballero conmigo.
Es perfecto para la ocasión: novio falso que aleja a mi ex y aleja también a futuros candidatos que solo hablarán cosas bonitas para enamorarme, y una vez que me tengan, me doblarán el corazón en dos y me dirán: bien, gracias. Debo irme.
Ya no más de eso.
—¿Por qué pones esa cara? —pregunta Aldo cuando se vuelve obvio que mi mirada ha estado fija en su rostro por más de un minuto—. ¿Tengo algo en la cara? ¿Soy demasiado atractivo y te enamoraste de mí?
—Pensaba en que me gustas un poco…
—Y tú también me gustas, pero también me gusta el queso y ver Pretty Little Liars en HD, y me gusta la pizza y el helado de manzanilla.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Quiero decir que ahora estás en mi lista de personas favoritas.
—Aww —mi boca hace un puchero—. Eres un sueño, gracias. Y muchas gracias más por no cobrarme nada de nada por lo que estás haciendo.
Aldo niega con la cabeza repetidamente mientras ordena su pizza.
—Ni lo menciones, es por hacerte un favor enorme. Además, ya veo cómo caíste por tu ex. El chico es realmente atractivo, y admito que le sienta bien vestirse de vaquero.
—No me hables de él.
—Y tiene buena dentadura. Ahora en día es difícil encontrar chicos con dientes cuidados, todos tienen dientes imperfectos. ¿Quién quiere meter su lengua en una boca que no luzca saludable? —resopla con fuerza, sin importarle que nos escuche la gente a nuestro alrededor—. Yo no, y definitivamente tú no ya que metiste la lengua en esa boca divina. ¿Cuál era su nombre de nuevo?
—Mi lengua no tuvo contacto con su boca —me defiendo—. Y no diré su nombre… es el innombrable de genitales tamaño hormiga.
—Claro, cómo tuviste tanto tiempo para examinarlos —dice él de forma sarcástica—. Oh, hablando del rey de los vaqueros…
Aldo abre sus enormes ojos azules y mira aterrado por encima de mi hombro.
—¿Qué sucede?
—No vayas a voltear, pero…
Inevitablemente no le hago caso y volteo.
No logro verlo al principio, pero lo sigo buscando con la mirada.
—¿Es mi ex? —pregunto con asombro, todavía buscándolo—. ¿Dónde está? No lo veo.
—¡Te dije que no voltearas! —me reclama Aldo, toma mis hombros para que mi rostro lo vea solo a él—. ¿Cómo sabe que estudias aquí? ¿Se lo dijiste?
—No. Nadie lo sabe de hecho.
—Pues el chico puso un GPS en tu trasero porque ya nos encontró. Rápido, viene para acá. Abre la boca bien grande y pretende que disfrutas de mi lengua… mierda, olvidé que comí un sándwich de atún antes.
—¿Qué…? No-o
Lo aparto con una mano e intento voltearme para saber si Key está cerca. Es Aldo el que me detiene de verlo.
—No mires… —me regaña—. Abre grande y trata de perdonar mi olor bucal.
—Eso es asqueroso. Patearé tus bolas si no me sueltas y me dejas ver a Key.
Aldo obedece mi orden y me suelta de inmediato. Casi al instante me giro para intentar buscarlo con la mirada pero no logro verlo en ningún lado.
Es hasta que escucho las risas de Aldo que entiendo que él está jugando conmigo.
—No viste nada, ¿verdad?
—Debiste ver tu cara —dice él—. Era como si entraras en modalidad guerra; fue gracioso. ¡Y ahora sé su nombre! Key.
—Te detesto en estos momentos —le digo, abandonándolo para que compre su pizza él solo—. Mejor me voy antes de que mis instintos asesinos me susurren que te castre mientras duermes.
—¡Espera, Rita! Era solo una pequeña broma, no es como si te fueras a encontrar al tipo en este lugar.
Sigo caminando, ignorando a mi novio falso. Me despido enseñándole mi dedo medio.
—Tengo clase de música oriental en el siguiente edificio —le grito de vuelta—. Piérdete mejor.
Me alejo mientras escucho las risas de Aldo muy por detrás de mí.
No dejaré que el sujeto innombrable me perjudique la vida. Trataré de evitarlo todo lo posible.
Es una promesa.

*****


La clase de música oriental no era la primera opción que tenía en mente para regresar a la carrera, pero al parecer tengo que llevar una clase optativa este año o sino el plan de estudio actualizado me hará llevar dos clases más el próximo año. Y era elegir entre esta o política socioambiental progresiva. Elegí música, sin duda.
No tengo oído musical que se requiere para esa clase, y mi profesor, el Sr. Kuroiwa (de casi cien años de edad) no deja de repetírmelo hasta el cansancio. Siempre que me ve repite la misma palabra cuyo significado ignoro pero suena como “vaca”. Según mis compañeros de clase (la mayoría orientales) dicen que se escribe bakka, de igual forma sigo ignorando lo que significa y a ellos no les interesa explicármelo.
Como siempre, llego tarde y el Sr. Kuroiwa no tarda en señalarlo.
En la clase tenemos por regla general que, el que llega tarde, debe cantar alguna canción tradicional japonesa. Realmente el japonés no es lo mío y termino eligiendo alguna versión coreana de una de las novelas que suelo ver junto a Lucy Xiang, a quien todavía no le perdono el haberme inscrito en esas clases de salsa erótica de hace unos meses atrás.
—Llegas tarde —dice el Sr. Kuroiwa cuando me ve—. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Me señala con la cabeza el pizarrón de la clase en donde, los que llegamos tarde, escribimos nuestros nombres junto con el nombre de la canción que cantaremos.
—Realmente no me sé más canciones —admito frente a todos mis otros compañeros. Al parecer soy la única en llegar tarde porque no veo ningún nombre escrito todavía—. Me sé algunas de Sonata de Invierno…
El Sr. Kuroiwa eleva una de sus cejas pobladas y canosas.
—Sí —repito—. Sonata de Invierno, ¿lo ha visto? Es un dorama coreano… ¡Tiene que verlo! Es super triste, pero no… el principio, cuando ambos… bueno, no sé si quiere que le cuente todo.
Me quedo en silencio cuando parece que el Sr. Kuroiwa tendrá un derrame facial si continúo hablando.
—Bien —murmuro de mala gana—. Cantaré algo nuevo entonces.
Como no me sé nada nuevo, solo se me ocurre una canción que no puede fallar en lo absoluto.
Empiezo a mover los hombros de un lado para otro, ignorando a la clase entera mientras comienzo a entonar las primeras palabras del Gangnam Style.
No tengo vergüenza al hacerlo y sigo con mi movimiento de hombros mientras muevo las manos de izquierda a derecha. Es fácil y pronto descubro mi ritmo.
Antes que la canción termine, el profesor Kuroiwa me detiene con un gesto de mano mientras vuelve a pronunciar la misma palabra que suena como “vaca”.
—Toma asiento de una vez —dice, enojado.
Hago como dice, casi corriendo hasta mi asiento designado en la segunda fila.
Es cuando me siento que noto la presencia de un chico en la parte delantera del salón. Un chico que usa una camiseta a cuadros combinada con Converse de color blanco.
Se encuentra al lado del profesor, riendo cuando me mira directo a los ojos.
¡Qué hijo de pu…!
—Bien —habla el Sr. Kuroiwa, interrumpiendo mis pensamientos—. Antes de que la señorita Day nos interrumpiera con su canción “tradicional” japonesa que no es japonesa —sus ojos me fulminan para luego regresar a la clase—, les estaba presentando al joven Key Miller.
El anciano de casi cien años señala al tipo de genitales pequeños a su lado. Mi boca sigue abierta por la impresión, ¿Aldo tenía razón y sí puso un trasero en mi GPS? ¡Perdón! Un GPS en mi trasero.
—Les decía —continúa hablando el Sr. Kuroiwa—, antes que recibiéramos una muestra exacta de cómo NO bailar en público —vuelve sus ojos marrones hacia mí, irritado—, les compartía que el joven Miller será quien tome mi lugar por estas semanas mientras vuelo a Japón por asuntos familiares.
—¿Qué? —grito/protesto de mala gana.
—Ignorando a las voces que no deberían hablar mientras yo hablo —dice el anciano mientras, de nuevo, sus ojos me fulminan como si desearan que me explotara la cabeza—, Key tiene todo el itinerario y guías de estudio mientras yo no esté. Conozco a la familia de este joven desde hace mucho tiempo y sé que es una persona de confianza…
—Sí, claro —resoplo en voz alta. Hoy me siento venenosa.
—Como decía, de nuevo, ignorando voces molestas que interrumpen —retoma el Sr. Kuroiwa—, lo conozco desde pequeño y, además, a diferencia de otros, él sí es un profesional de la música. Graduado con honores y guitarrista principal de una banda que va a despegar hasta los cielos…
Ruedo mis ojos mientras me desconecto por unos segundos mientras halaga el trasero peludo de Key.
Ahora que lo tengo de frente, y que lo puedo observar más de cerca, noto que se dejó crecer la barba y que parece haber perdido algo de peso y ganado un poco más de músculo en los brazos.
De igual forma, no soy quien debería fijarse en esos detalles ahora, no cuando este idiota me enseñó la valiosa lección de aprender a no confiar en nadie.
—… y por eso es el más calificado para suplantarme por estas tres semanas —escucho solo el final del largo discurso—. Ahora, Key, ¿tienes alguna pregunta?
Genitales pequeños no ha dejado de verme todo este tiempo, sonriendo de oreja a oreja.
No aparto la mirada, no me siento débil a su lado, ya no. Él es quien debe sentir vergüenza, no yo.
Finalmente él aparta la mirada primero, como buena mascota, y dice algunas palabras para todos:
—Será un gusto trabajar con ustedes por estos próximos días. En especial estoy ansioso por saber más de usted, señorita Day.
Elevo una ceja, en desafío por su comentario.
—No se lo recomiendo —responde rápidamente el Sr. Kuroiwa—. No tiene un solo gramo de coordinación en el cuerpo.
El sujeto de genitales miniatura sonríe con ganas.
—Espero cambiar eso —murmura.
Lo reto a que lo haga. No puede venir a perseguirme como si nada hubiera pasado entre los dos o como si lo pudiera perdonar con solo sonreír y regalarme una cadena con símbolos que una vez representaron algo para ambos y que ahora son solo objetos sin valor.
Es un imbécil si cree que alguien como yo es así de básica y sencilla.
Se metió con la equivocada.


Al finalizar la clase estoy desesperada por huir y contarle todo a Aldo, para saber si él de verdad es psíquico o si en algún momento vio a mi ex por el campus.
Camino a gran velocidad, y es a mitad de mi viaje que noto que alguien me sigue. Obviamente ese alguien es Key.
Sigo caminando, ignorándolo todo el tiempo hasta que finalmente encuentro a Aldo sentado en una mesa en la cafetería, hablando con un grupo de amigos conocidos.
—Rita, espera —escucho que me gritan a lo lejos. Ignoro la voz del sujeto innombrable mientras avanzo hacia mi objetivo.
Como puedo, recorro la distancia entre Aldo y yo y, casi de inmediato, me siento en sus piernas y lo tomo con ambas manos del cuello. Lo obligo a besarme con fuerza, como si la vida se me fuera en ello.
Muevo su cabeza a mi antojo y lo beso hasta que me falta el aire.
Los ojos de Aldo casi se salen de su cabeza y me mira con demasiada confusión cuando lo suelto.
Mis labios pronto bajan hasta su cuello y comienzo a mordisquearlo.
—Key está viendo —susurro en su oído—. Quiero que sufra tanto o más de lo que yo lo hice.
Aldo asiente con la cabeza, buscando con sus ojos al susodicho. Pronto siento sus manos en mi cintura y su actor interior sale a flote.
Él mordisquea también mi cuello, susurrando también en mi oído:
—Babeas demasiado.
Me rio de forma seductora.
—Y tú sí que te comiste el sándwich de atún, pensé que bromeabas —murmuro en su oído—. Eres un asqueroso.
Ahora es él quien se ríe sensualmente.
—Tu vaquero luce molesto, apuesto a que ahora quiere golpearme. Y oye, me dijiste que nadie sabía que habías retomado las clases.
—Nadie lo sabe —aclaro mientras le explico lo que ocurrió en clase de música.
—Estás perdida —murmura Aldo—. Viene hacia aquí, prepárate.
Me rio como tonta de nuevo. Pero no importa, Key: vas a sufrir te guste o no.
Ambos, Aldo y yo, escuchamos una garganta aclararse.
Al principio creo que es de Key pero en realidad es uno de los amigos de Aldo.
Me encojo de hombros cuando ellos señalan a alguien detrás de mí.
Es Key.
—Esta no eres tú —me reclama él, enojado mientras nos observa a Aldo y a mí.
—Claro que es ella —responde Aldo por mí—. Mi chica es ardiente, ¿no? Me contó que tú eras su novio. ¿No te molesta compartirla?
Key eleva una ceja.
—No me gusta compartir —responde simplemente.
Me rio en voz alta.
—No puedes compartir algo que no te pertenece —le digo—. Ahora dime, ¿cómo sabías que yo estudiaba aquí o que incluso llevo esa clase de música?
Él resopla en voz alta mientras sus ojos siguen clavados en la mano de Aldo ubicada en mi cintura.
—Fue pura casualidad —dice finalmente.
—Las casualidades no existen.
—Pues esta fue así —responde de mala gana, apartando sus ojos de la mano de Aldo—. Esta no eres tú, Rita. La Rita que conozco es la que vi en ese salón; descoordinada y sin temor a hacer el ridículo.
Me levanto de las piernas de Aldo y me acerco a Key muy lentamente hasta detenerme a unos escasos centímetros de su rostro.
—Esa Rita murió esperándote hace ya varios meses atrás —digo amenazadoramente—. Deberías superarla de una vez por todas porque ya no la verás jamás, métete eso en la cabeza. Tu presencia que molesta como no tienes idea, simplemente desaparece; tú ya tienes experiencia en eso.
Veo que mis palabras encienden algo dentro de él, lo veo asentir con la cabeza mientras no despega sus ojos de los míos.
—Bien, tú lo pediste —dice después de unos segundos de silencio.
Entones hace algo que no creí que se fuera a atrever a hacer: me toma del rostro con ambas manos y me empuja hacia adelante, chocando su boca con la mía.
Para mi sorpresa, presiona sus labios contra los míos con fuerza, justo como yo hacía unos minutos atrás con Aldo.
Intento alejarlo o apartarlo con mis brazos, pero de alguna forma su agarre es potente.
Cuando decide soltarme, se lame los labios y veo que respira con dificultad.
—Ahora sí —dice él con voz agitada—, será mejor que me vaya.
De forma desprevenida me toma de nuevo, esta vez me sujeta de la cintura mientras empuja mi boca contra la suya. El beso es más corto que el anterior y se separa pronto de mis labios, sin darme lugar a reaccionar.
—Oh, lo siento —murmura él, viendo directamente a Aldo—, no sabía que Rita estaba con un amiguito. Los dejo a ambos continuar, y por favor cuida de mi Patchie.
Key sonríe de forma presumida, como si recordara algo que yo no.
Mi boca sigue abierta cuando lo veo alejarse con ambas manos metidas dentro del bolsillo de su pantalón.
—Antes que lo olvide —dice mientras voltea la cabeza—, yo tampoco soy el mismo Key que conociste antes.
Hace una pequeña reverencia y camina lejos.
Sigo viendo en su dirección aun cuando se ha ido.
Es Aldo quien se ríe en voz alta y me saca de mi estupor.
—Esto será una guerra —dice él—. Tu vaquero es atractivo, definitivamente. Oh, ¡su boca estuvo en la tuya justo después de haber estado en la mía! Es como si yo también lo besara en cierta forma. Morí y fui al cielo para luego revivir con eso.
Lo fulmino con la mirada, tal y como el Sr. Kuroiwa hace conmigo.
—Ni una palabra más —murmuro sin poder hablar por el enojo que cargo dentro.
—Lo siento, pero eso fue un buen movimiento.
Entonces lo recuerdo: él acaba de hacer lo mismo que yo hice en el pasado cuando lo vi besarse con Mia.
¿Cree que es inteligente por hacer eso?
Primero se muere de los celos antes de verme ceder por él o por alguno de sus trucos baratos para impresionarme.


Va a saber quién soy yo de una vez por todas.
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Published on July 07, 2017 22:20

June 22, 2017

PFQMG (VOL.2)- Cap. 2.Si me lastimas, te lastimaré más fuerte

Él Cinco días después…




—¿Estás seguro con eso? Porque te recuerdo que ella botó a la basura tu último regalo, sin consideración —dice mi amigo mientras suspira y se recuesta en el cómodo sillón verde ubicado en la terraza de mi sala, con vista al jardín.

También suspiro mientras intento llevar un cigarrillo a mi boca; en estos últimos meses Mia me convenció de dejarlo porque le parecía asqueroso que lo hiciera, pero la ocasión parece que lo amerita. Apenas y logro dar una calada cuando siento que me ahogo y el sabor amargo ya no me reconforta como antes. Tal vez toda la terapia con Mia funcionó.

Apago el cigarro no sin antes ofrecerle a Adam. Él lo rechaza y continúa viendo al horizonte, sus pies subidos sobre una mesita de caoba que mi hermana Pam compró en uno de sus tantos viajes para “reencontrarse” a sí misma.

—Y tienes que eliminar esa barba —continúa diciendo mi amigo, sus brazos están ahora cruzados sobre la parte posterior de su cabeza.

—¿Por qué la tengo que eliminar? —pregunto con verdadera curiosidad—. ¿Crees que no le guste a Rita?

Adam niega con la cabeza.

—No es eso… Es que creo que tendrá otro nuevo lugar de donde agarrarte y patearte además de tu trasero peludo.

Resoplo ignorando su risa. Rita entenderá las circunstancias de por qué la abandoné.

Me dolió haberlo hecho de la forma en que lo hice, pero cuando ella escuche mi historia completa lo va a entender. Sé que lo hará.

A quién engaño, lo más probable es que se lance como luchadora de sumo contra mí y me saque el aire de una patada. Al menos yo lo haría.

Desvío la vista del jardín y miro a los ojos de Adam.

—No me importa lo que haga con esto, pero entrégaselo por favor.

Le paso un sobre de color negro con letras impresas en plateado.

—Hombre, ella de seguro lo va a botar a la basura cuando sepa que esto viene de ti —dice él.

—Entonces no le digas que es mío.

—Uff —Adam toma el sobre—. Cuando vea lo que contiene se va a poner furiosa.

—No me importa que le dé un ataque de ira. Ella tiene que ir —digo esta última parte casi gritada.

—De acuerdo. Es curioso, pero a ambos les salta una vena de la frente en el mismo exacto lugar siempre que me gritan.

Ruedo los ojos.

—Prométeme que vas a hacer todo lo posible para que Rita asista a ese evento —le digo.

Adam se encoge de hombros.

—Haré lo que pueda —responde él—. Va a tener que ir engaña entonces.

Asiento con la cabeza, sentándome en el sillón al lado del suyo. Mis pies también se recargan contra la misma mesa mientras doy un largo resoplido de cansancio.

—Me siento muy mal por ella. Me porté como un imbécil —comento, negando con la cabeza.

—Todos tenemos nuestros momentos de idiotas, como yo, por ejemplo.

—¿Qué hiciste ahora? —pregunto elevando una ceja.

—Pues… —Adam se queda en silencio, repentinamente se pone de pie y comienza a tirar de la faja de su pantalón.

—Oye —elevo ambas manos al aire—. Detente ahí, no quiero ver tu trasero asqueroso.

Pero Adam me ignora y baja unos centímetros de su pantalón, dándome la espalda. Es allí cuando noto un horrible tatuaje decorado con flores apenas visibles, ubicado justo en la base de su espalda baja.

—¿Eso es un nombre? —pregunto, sin podérmelo creer—. ¿Te tatuaste el nombre de tu novia en la espalda?

Mi amigo se ajusta de nuevo su pantalón y se da vuelta, con cara de arrepentimiento.

—Sí. Estaba demasiado borracho y me sentía enamorado.

—¿Cuándo lo hiciste?

Estoy evitando reírme a toda costa.

—Hace más o menos un mes atrás. Siento odio hacia mí mismo ahora.

Entonces me río en voz alta.

—Yo también te odio en estos momentos. ¿De verdad te tatuaste el nombre de Marie? ¿No se supone que es la regla principal, eso de no tatuarse el nombre de nadie en tu cuerpo?

Adam vuelve a sentarse a mi lado, luciendo avergonzado.

—¡Yo sé! Pero te juro que ni siquiera recuerdo el momento en que lo estaban tatuando. Me encontraba demasiado ebrio como para recordarlo, solo sé que al día siguiente desperté desnudo y con el nombre de Marie en un lugar poco agraciado.

—Mira el lado bueno —le digo.

—¿Cuál lado bueno?

—Al menos no te tatuaste su cara.

Me rio más fuerte y tiro mi cabeza hacia atrás, riendo histéricamente.

Noto de reojo la mirada furiosa de Adam.

—Si Anna se llega a enterar…

Detengo mi risa.

—¿Anna? ¿Todavía vas tras ella? Tienes novia, te lo recuerdo.

Él asiente con la cabeza, con resignación.

—No me lo recuerdes. Ella se está poniendo intensa; empiezo a creer que tomé una gran mala decisión al estar con Marie.

Me encojo de hombros.

—Los dos somos los peores tomando decisiones, lo puedo asegurar. Al menos la chica te es fiel y no te engaña…

Adam desvía la mirada, de nuevo, avergonzado.

—¿Qué? —pregunto—. ¿Dije algo malo?

—Descubrí hace poco, creo que el mismo día que me hice el tatuaje, que ella ya tiene novio… y otros amantes con los que comparte la cama.

—¿Qué? Adam, eso es asqueroso. ¿Por qué sigues con ella? ¿No tienes dignidad, o temor por alguna enfermedad sexual?

Mi amigo eleva una de sus cejas, mirándome como si fuera tonto.

—¿Me estás preguntando eso en serio? ¿No eres tú el que aceptó de nuevo a Mia aun sabiendo que te fue infiel? ¿Dónde quedó tu dignidad cuando escapaste con ella?

—Eso es distinto. Y no escapé con ella —me defiendo—. Lo tuyo es ignorancia.

—Ella te dijo que no la dejaras, ¿cierto? —me pregunta él—. Eso fue lo que me contaste, luego dejas a tu novia por tu ex y, ¿yo soy el ignorante? Tenías algo bueno, yo ni siquiera eso tengo, ¿y lo abandonas?

—No fue mi intensión… me gusta Rita, de verdad. Pero Mia me necesitaba más.

Adam niega con la cabeza.

—Mejor ahórrate las explicaciones para cuando mires a Rita, claro, si es que te deja respirar antes de que comiences a decir una palabra. Yo que tú, mejor me compro una de esas rodilleras para la entrepierna, la vas a necesitar.

Asiento, estando de acuerdo con él. Rita me va a partir la cara cuando me vea. Lo sé, y aun sabiendo eso la extraño mucho.

No hay nadie que bromee como ella o que me ponga de tan buen humor con tan solo una palabra. Mia carece de todo eso. Ahora lo entiendo y me recriminé por eso estos últimos meses, aunque valieron la pena porque finalmente, y aunque fue difícil, entendí cómo superarlo, como avanzar. Ahora soy libre de estar con quien realmente quiero estar.

Con un último suspiro, me acomodo en el sillón y pienso en estos últimos tres meses. Mia me necesitaba mucho; ella estaba débil, sin confianza y con un caos en la cabeza.

Rita por su lado es segura, fuerte y nada parece derribarla. Es como una fortaleza con dragón y calabozos incluidos. Era clara la ecuación de a quién acudiría en un momento tan delicado… ¿o no?

Cierro los ojos por unos segundos y pienso en lo siguiente que debo hacer.

—No te vayas a asustar —escucho que dice Adam después de unos minutos de silencio—. Pero estaba pensando en terminar con Marie.

—¿Eso debe asustarme? —respondo aun sin abrir los ojos—. El asustado debes ser tú, me imagino que dejas a Marie para salir con su prima. Prepárate para el infierno que vas a desatar.

—Eso no es del todo falso, pero no, no es por eso que te dije que no te asustaras. Resulta que veo el auto de Mia y se acaba de estacionar justo enfrente.

Abro los ojos y veo directo hacia el vehículo que se acerca lentamente.

Se dibuja una sonrisa enorme en mi cara al verla.

—Esa es ella —digo con la sonrisa aun bien puesta.

—Vaya —suspira Adam, viendo en mi dirección—. Cualquiera diría que estás demasiado alegre por verla.

Desestimo lo que dice con un simple gesto de mano y corro hacia abajo, para ser quien la reciba.

Ni siquiera espero a que baje de su auto cuando ya estoy a mitad de camino para verla.

Cuando ella sale del vehículo y me ve de pie, sonríe con cariño y rueda sus ojos.

—¿Viniste a comprobar si estoy bien? —pregunta con voz clara y mucho más alegre de lo que nunca la he escuchado—, porque si es así te informo que estoy de maravilla.

Ella me extiende sus brazos para que corra a abrazarla, y así lo hago. La abrazo con fuerza, la abrazo por todo lo que ha tenido que pasar y por todo lo que ha logrado dejar atrás.

Cuando me separo noto una figura en su vehículo, viendo en nuestra dirección, sonriéndonos a ambos.

—¿No me digas que trajiste a…?

—Sí —dice Mia—. Está conmigo. Aunque tenemos planeada una tarde entretenida en una repostería cercana, así que voy directo al grano: ¿ya le diste a Rita la invitación?

Mi rostro enrojece por un instante pero luego se relaja.

—Ella no quiere hablarme —le respondo—, no soy su persona favorita en estos momentos. Tuve que dársela a Adam para que él se la entregue a ella.

Mia rueda los ojos, quitando algunos de los mechones rubios que caen en su rostro.

—Ya querrá hablar contigo pronto —dice, sus manos compulsivamente van directo hacia mi cara, tocando mi recién adquirida barba—. El sábado es el gran día, tienes que bañarte y usar algo decente.

Asiento de mala gana, sin querer realmente darle la razón.

—Esta será la primera vez que la mire después de tres meses de no estar junto a ella.

—Oye —intenta animarme Mia—. Tranquilo que lo vas a hacer bien. Yo iré también personalmente para hablar con Rita. Ella necesita una disculpa por todo el caos que causé.

La sonrisa de Mia titubea por unos instantes, pero luego regresa con fuerza.

—Te veré hasta el sábado entonces —dice despidiéndose con la mano.

—Claro que sí, allí te esperaré.

Mia retrocede un poco y sonríe una última vez; se le ve más feliz ahora, más completa. Definitivamente Rita entenderá todo.

—Hey, espera —la detengo—. ¿Viniste hasta aquí solo para preguntarme eso? Pudiste habérmelo dicho por teléfono.

—No era solo para eso —admite mordiéndose el labio inferior—, también quería preguntarte si pensaste sobre lo de Berlín.

Recuerdo cuando me ofreció irme a Berlín con ella, fue algo de último momento y juró sentirse mejor en cuanto a su depresión y estado de ánimo. Ella no me necesita más, eso lo entiendo ahora.

—Ya lo pensé bien. Mi respuesta sigue siendo la misma: no, por ahora.

Noto un poco de desilusión en sus ojos, pero desaparece rápido.

—Está bien. Ahora sí, debo seguir mi camino.

—Y yo debo seguir el mío —comento. Mia se despide con un saludo de mano, y luego la veo subir a su vehículo sin mirar atrás.

Me despido también del chico sentado a su lado, esperando por ella: Diego, quien la rescató cuando ella intentaba suicidarse. Él y Mia lograron congeniar bastante bien para sorpresa de todos y, al parecer, intentan formar algo.

Ambos tuvieron mucho contacto en estos últimos tres meses ya que él estuvo muy pendiente de ella, y eso me hizo recapacitar en cuanto a mis prioridades. Sí, Mia me necesitaba en ese entonces, pero ya no lo hace y ya nunca lo hará.

Solo espero que Rita decida ir este sábado porque muero de ganas por verla y decirle lo tonto que me siento sin ella.

—Adiós Mia, adiós de una vez —le digo, aunque ella no me pueda escuchar.

Es hora, de una buena vez, de seguir adelante.





******




Ese mismo día no puedo esperar por una respuesta de parte de Adam, así que le continúo escribiendo con insistencia:



«¿Ya hablaste con Rita?»

«¿Le diste la invitación? Es importante que esté»




Recibo a los pocos minutos después un mensaje de su parte:



«Relájate. Ya le di la invitación, no le dije que era de tu parte»



«¿Y?»



«¿Y, y?»



Suspiro mientras escribo pacientemente.



«¿Qué te dijo?»



Espero por su respuesta, pero no llega de inmediato.

Toma cinco minutos de mi vida para recibir algo de Adam:



«Dice que tal vez vaya… a ella casi no le gusta ver bandas en vivo»



«Pregúntale qué le gusta entonces»



Aproximadamente diez minutos después recibo respuesta de su parte:



«Me pregunta que si intento enamorarla o qué. Me dijo, de una forma muy ruda y directa, que no soy su tipo. Usó, y cito, “Un tiburón como yo no puede salir con otro tiburón como tú” Ah, y luego amenazó a mis bolas por mirar ocho segundos de más a su amiga en traje de marinera»



«Tiene que estar allí, la quiero ver cara a cara»



«Esto suena a encuentro de titanes… aunque bueno, el único golpeado vas a ser tú. Desde ahora: mis condolencias a tus pelotas»



Dejo mi teléfono de lado y pienso en cómo empezar de nuevo con ella. ¿Cómo puedo hacerlo cuando fui yo quien cerró lo que teníamos? Debe de haber una manera, no todo está perdido.





******




—¿Le dijiste que viniera? —le pregunto a Adam como por millonésima vez esa tarde del sábado. Me siento ansioso y esta será la primera vez en tres meses que veré a Rita a la cara; es hora de dar algunas explicaciones.

Ya es el gran día, y no la veo por ninguna parte.

Este día toca mi banda Ósmosis en un bar local llamado Hipotermia (sí, un nombre poco usual para un bar), y la invitación que le hice llegar a Rita era para que escuchara a la banda; dudo mucho que recuerde que le conté sobre ella hace mucho tiempo ya.

Siento que Adam, a mi lado, rueda los ojos.

—Sí —responde él—. Ya te lo dije, ella dijo que vendría.

—No está aquí.

—Paciencia entonces —dice mi amigo—. Además, ya sabes lo mucho que demora una chica en prepararse para una cita.

—Nadie le dijo que esta es una cita.

Fulmino a Adam con la mirada.

Mientras tanto, Elena, la hermana menor del vocalista del grupo, se pasea en su corta minifalda entre Adam y yo. Sujeta una esponja rosada y con ella nos frota la frente esporádicamente.

—¿Quién es Rita? —pregunta Elena, aplicando lo que sea que contenga la esponja—. ¿La conozco?

—Rita era la novia de Key —le responde Adam.

—Pensé que su ex novia se llamaba Mia —dice ella—. No recuerdo a ninguna Rita.

—La viste en el campamento que hizo mi familia hace unos meses —le digo.

Ella se limita a darme una simple mirada en blanco.

—No tengo idea —responde finalmente.

—Es pelo corto —comienzo a describirla—, sarcástica, fanática de Patch (un personaje de su libro favorito y por eso le digo Patchie), alérgica a los mosquitos o cualquier insecto medianamente inofensivo…

—Mmmm —Elena pone rostro pensativo, pero de nuevo parece en blanco—. Realmente no tengo idea. Cambiando de tema, Adam, ¿repetimos lo de aquella noche?

Elena eleva sus cejas de manera sugestiva.

Doy por terminada nuestra conversación sobre Rita.

—¿Cuál noche? —le pregunta él—. ¿La del año pasado? No quisiera revivir la experiencia, gracias. Además, se supone que Marie es tu “amiga”, ¿o me equivoco?

—Sí, ¿y eso qué tiene que ver? —escucho que responde ella.

—Pues que ella es mi novia, por ahora… o eso creo.

Eso parece alegrar a Elena porque cuadra los hombros, interesada en el asunto.

—¿Por ahora? —repite ella—. Esas son buenas noticias, significa que estarás soltero dentro de poco.

Adam asiente con la cabeza, mirando hacia la gente que parece multiplicarse dentro del bar. Hoy estamos a casa llena, y aun así no veo a Rita por ningún lado.

—Ya está aquí —dice Adam, viendo hacia una dirección en específico. Me señala el lugar que me dirige hacia una de las mesas ubicadas al fondo del local.

En efecto, es la mismísima Rita Fiorella Day quien parece acomodarse en una de las mesas.

Su cabello sigue por los hombros, su mirada es reservada y parece observar en todas direcciones; su mirada se detiene en el escenario improvisado del bar, en donde ya están ubicados los instrumentos que usaremos esta noche.

Sonrío al verla. Se ve hermosa, tal y como la recuerdo. Está usando unos jeans ajustados y una camisa un poco escotada de color negro.

—¿Hablo con ella ahora o después? —pregunto a mi amigo en busca de consejo—. Aunque si intento hablar después de la presentación de Ósmosis, ella va huir. Mejor voy ahora.

Empiezo a moverme en su dirección, pero ni siquiera puedo dar un paso lejos cuando siento una mano pesada en el hombro, deteniéndome.

—Es mejor que no vayas ahora —dice Adam, viendo directamente hacia la mesa de Rita—. No creo que esté sola.

—¿De qué hablas? —frunzo el ceño, desde mi posición apenas y puedo verla, pero sé que está sola.

Elena, quien se aburrió de nuestra conversación, se despide de nosotros con un gesto de mano y una promesa para ver a Adam más tarde.

Ninguno de los dos le presta atención.

—Que no está sola —repite mi amigo—. Mira para allá…

Entonces lo veo, hay un chico a su lado, con su… con su mano puesta en su cintura.

Parece como si él le estuviera hablando de algo, en el oído, y ella se ríe de lo que dijo. El chico es de cabello rubio y desde aquí no distingo bien el color de sus ojos, pero puedo apostar que son claros.

Un sentimiento un tanto desconocido me cruza por el cuerpo, ¿celos?

Veo cómo Rita se inclina cerca de él y deja que él le bese el cuello.

—Vaya —dice Adam a mi lado—. Tu vena definitivamente se va salir de tu frente… merece un buen nombre. Algo fuerte, algo como Sansón.

—Este no es momento para bromear —lo regaño, mi mirada todavía puesta en la pareja de Rita—. ¡Me dijiste que Rita no estaba saliendo con nadie! Me diste mala información todo este tiempo.

—Oye, no me eches la culpa. La vigilé todo lo que pude, todo eso sin verme acosador. Además, no es mi culpa que ella sea discreta con su nuevo amante. Mira como le devora el cuello.

Siento que mi temperatura corporal aumenta de ira solo con verlos.

Indignado, es así como me siento.

¿Rita está con alguien más? ¿Qué…?

—Respira hondo —dice Adam, burlándose de mí—. Ya va a pasar.

—Tengo que ir ahí, ahora —gruño.

Adam me toma del brazo antes de que haga una locura.

—Espera, Sansón, espera. Creo que Rita está a punto de levantarse.

Y así lo hace, Rita se levanta de su asiento y veo que agarra en dirección a los baños de mujeres.

Me suelto del agarre de Adam y voy en busca del chico que puso sus labios en el cuello de Patchie, ¡y ella se dejó!

—¡No hagas un show! —grita Adam, pero le saco el dedo medio y corro hacia la mesa en donde el rubio se encuentra solo.

Llego hacia su lado en un parpadeo y, como sea que pueda, me hago el intimidante.

Y sí, el chico es de ojos claros. Más específicamente de ojos azul bebé.

¡No parece real sino un estúpido maniquí!

—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta el chico, confundido al verme de pie, de brazos cruzados.

—¿Qué eres de la chica de cabello marrón que estuvo sentada aquí? —pregunto, yendo directo al grano.

El chico rubio eleva una de sus cejas y me mira con diversión.

—Ella es mi chica —dice, señalando la dirección por donde se fue Rita—. Nuestra relación es simple, básicamente nos acostamos sin compromisos, y omitimos los sentimientos de la ecuación, ¿por qué? ¿Te interesa? Ella es abierta a todo, con tal y no te vayas a enamorar.

¿Rita en verdad estaba haciendo esto?

—¡Claro que me interesa! —grito, enojado. Me interesa, pero de una forma distinta de como a él parece interesarle.

—Bien —responde el chico rubio—, pero tendrás que hacer fila porque ella y yo llevamos follando unos meses, Esa mujer es fuego en la cama, cuando se aburra de mí pasará al otro.

No iba a soportarlo más.

¿Hablaba así de Rita, tomándose tanta libertad en contar sus intimidades? Además, ¿Por qué Rita estaría haciendo algo como esto? Parecía algo no tan típico de ella. Esta no era mi Rita, era una extraña.

—¿Key? —escucho una voz a mis espaldas, probablemente Rita—. ¿Qué haces aquí?

Me giro para confrontarla, y sí, es ella, fulminándome con la mirada.

Es tan alta como la recuerdo, igual de hermosa y enojada como siempre. Pero a la vez sé que no es ella. ¿Quién es esta extraña que me mira ahora como si fuera a partirme la cara en dos?

—¿Qué haces con él? —le reclamo, señalándole el chico rubio.

Los ojos marrones de Rita se dirigen por unos segundos sobre el chico en cuestión, y sonríe al verlo.

—No tengo por qué darte explicaciones de mi vida —murmura ella—. Debí imaginarme que era por esto la insistencia de Adam para que viniera.

Estoy furioso. Realmente molesto.

Sí, esto me gano por lo de estos tres últimos meses, pero ¿de verdad hace esto?

—Rita… —pronuncio, pero nada sale de mi boca. Intento de nuevo, pero me encuentro sin habla.

Esta no es Rita, lo puedo decir por las miradas amargas que lanza en mi dirección.

Ninguno de los dos habla, nuestra única conversación es con nuestros ojos.

Pronto siento una mano pasearse por mi cintura, abrazándome por la espalda.

—¡Key, me costó encontrarte, te dije que vendría y aquí estoy! —Mia se desliza por debajo de mi brazo hasta quedar frente a nosotros. Sus ojos se encuentran con los de una sorprendida Rita—. ¡Rita vino también! Este momento parece perfecto para hablar a profundidad.

Niego rápidamente con la cabeza, haciéndole ver a Mia que se equivoca por completo.

—No lo creo —añado—. Mia, te presento a la pareja de Rita…

Lo señalo y es allí cuando Mia decide desprenderse de mi costado, luciendo más sorprendida todavía.

—¿Pareja? —pregunta ella.

Rita tiene el descaro de sonreír de oreja a oreja mientras se coloca a la par del chico rubio.

—Sí —responde ella—, él es mi pareja, su nombre es Aldo y ahora será mejor que nos vayamos. No tenemos nada que hacer aquí…

—Rita Fiorella Day —la interrumpo—, habla conmigo.

Mis palabras parecieron hacer su determinación más fuerte.

—No quisiste hablar conmigo en todo este tiempo —me responde ella, realmente furiosa—. No intentes ahora formar parte de mi vida cuando hace mucho que perdiste ese privilegio.

Intento seguirla y hablar con ella, pero Rita simplemente toma de la mano al rubio llamado Aldo y lo hace avanzar detrás de ella, con la cabeza en alto.

—Wow, eso fue… —Mia habla, pero queda en silencio al ver mi cara—. No es algo que me esperara.

Ni yo tampoco, para nada. Los veo salir juntos del bar, y ni siquiera pude aclarar nada de los que pasó entre Mia y yo en estos meses cuando ella se rehabilitaba.

Además, ¿Rita tiene a alguien más?

—Eso fue algo épico —escucho a Adam murmurar mientras viene a mi lado con una cerveza en la mano—. Fue una pelea entre vena de la frente y vena de la frente. Fue un: Lola, conoce a Sansón…

—No estoy de humor —comento, amargado.

¿Qué creía? ¿Que me iba a esperar eternamente? Pues esta es la prueba de que no.

—En serio, amigo —dice Adam—. No sabía que salía con alguien. Nunca la vi cerca de otro chico nunca. Pero mira el lado bueno…

—¿Cuál lado bueno? —pregunto.

—No hay lado bueno —se encoge de hombros—. Ya te jodiste, ella encontró a otro. Es inteligente, de hecho.

Esto no puede quedarse así. No lo hará.
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Published on June 22, 2017 00:11

June 12, 2017

PFQMG (VOL. 2) Cap. 1 - Porque ya no soy quien crees que soy


Ella 3 meses después



No es fácil levantarse por las mañanas, mucho menos cuando duermes en el sofá de la sala mientras que una completa extraña invade tu cama; y por extraña me refiero a la mujer que dice ser mi madre y quien poco a poco se fue metiendo en nuestra casa como si fuera una plaga maligna que es difícil de eliminar de raíz.

Mis ojos se sienten pesados mientras recuerdo que esta es mi vida; no la pedí, no se la desearía a nadie… pero es la única que tengo y no puedo echarme a llorar cada vez que las cosas no salen como yo lo deseo o lo planeo. Aunque sería hipócrita decir que nunca he llorado por esas mismas cosas banales y sin importancia, porque sí lo he hecho muchas veces en el último par de meses. Demasiadas. Pero ya no. Ya nunca más.

Me hice una promesa a mí misma y pienso cumplirla, y esa promesa incluye evitar a toda costa confiar demasiado en la gente.

El ser humano puede llegar a convertirse en alguien tóxico y dañino, y mi dieta es a prueba de imbéciles que quieran acercarse demasiado.

Hice un muro, nadie entra. Y día a día refuerzo un nuevo segmento de esa fortaleza para que nunca se debilite.

Es mejor así… para evitar el daño.

Respiro hondo mientras parpadeo rápidamente e intento levantarme con cuidado, mi espalda lleva sufriendo tres meses difíciles de dormir en el mismo sofá, de nuevo, gracias a la susodicha mujer que dice ser mi madre quien ahora ocupa mi habitación porque, su más humilde esclavo (en otras palabras, mi padre), así lo permitió.

He tratado de ser paciente durante estos últimos meses, pero cada vez que la veo pasearse por la casa como si fuera la dueña y señora del lugar, mis intestinos se revuelven y algo hace corto circuito dentro de mí. Papá ha tratado de frenar mi boca justo cuando cree que la usaré para decirle un poco de la verdad a la dichosa mujer, pero este día estoy insoportable y amargada, este día nadie me calla si llegan a provocarme.

Sigo respirando hondo para ahogar el fuego que quiere salir de mí y, con mucho cuidado, me pongo en pie, lista para otro día en donde tengo que pretender que todo va bien.

Avanzo a la cocina en busca de mi siempre preciado café y busco una taza que aún no haya sido utilizada por mi madre… tal vez lo que sea que tenga pueda ser contagioso, hay que prevenir.

Cuando termino mi café voy en busca de mi ropa, directo para irme de una buena vez al trabajo. Nadie nunca pudo haberme predicho que yo querría huir hacia ese espantoso lugar; pero las cosas cambian, y mi casa ya no se siente más como un hogar en donde da gusto estar. Así que huyo, huyo como lo hacen mis hermanos cuando van al colegio para alejarse de la casa del terror en la que ahora vivimos.

Huyo para esconderme de la que hoy es mi vida, para que tal vez así no me encuentre y decida jugar conmigo de nuevo; huyo para evitar recordar que no soy una princesa y este no es mi cuento de hadas donde todo sale bien por arte de mágia. Huyo porque no sé qué otra cosa puedo hacer.

Así que aquí me encuentro: teniendo un momento filosófico conmigo misma mientras siento calambres en mi pierna izquierda y mi espalda parece colapsar poco a poco ya que es el único sonido que se escucha en todo el lugar cuando doy un paso. La casa se encuentra silenciosa y no escucho el usual sonido de Bob Esponja en la televisión o las quejas del abuelo cuando no pago sus canales prepagados de lucha libre femenina.

Las mañanas de los sábados no suelen ser tan aburridas, al menos no lo eran hace unos meses atrás cuando solo éramos el abuelo, Rowen, Russell, papá y yo. Mis chicos que, inevitablemente, siempre andaban corriendo en ropa interior por toda la casa mientras holgazaneaban y miraban partidos de futbol por la televisión.

Ahora tenemos una nueva adición a la familia, una que no pedimos y que no necesitamos en estos momentos pero que de igual forma nos vimos forzados a aceptar y quien prohibió cualquier conducta que involucrara quitarse la ropa. No necesito decir que el abuelo fue el más afectado de todos ante esta nueva regla.

Es curioso ver cómo el dejar entrar a una nueva persona en tu vida puede cambiar de gran manera todo; puede causar mucha destrucción y mucho vacío, puede provocar giros radicales e inesperados que a la larga nos advierten una sola cosa: nunca dejar entrar a nadie.

Y es así como nos sentimos a diario cada vez que vemos a papá correr detrás de cada palabra y de cada orden de “Su Majestad”, mi madre. Mi madre, quien tiene actualmente ocho meses y medio de embarazo y quien no ha dejado de criticar cada cosa que hacemos y que no hacemos bien.

Mi madre, quien consigue un nuevo hombre y, por ende, consigue un nuevo hijo para después dejarlo tirado en brazos de un padre que no debería ser el responsable por ese bebé. Mi madre, esa mujer que me tuvo hace diecinueve años atrás y en quien no confío ni para decirle los buenos días desde que se marchó de la casa para ir detrás de un hombre que no la quería.

Esa madre, que justo ahora se encuentra recién levantada y que avanza hacia el sillón de la sala, recostada en el sitio en donde me encontraba hace solo unos minutos atrás. Claramente papá viene detrás de ella, preparado con un plato de las sobras del almuerzo del día anterior mientras le enciende el televisor para ponerle uno de esos programas de chismes baratos. El plato de comida pronto se encuentra apoyado en su enorme barriga que hace mucho tiempo atrás dejó de caber en esas camisetas juveniles que le encanta usar.

—Rita —dice mi supuesta madre sin en realidad ver mi rostro, perdida en la pantalla—. ¿Podrías pasarme el refresco que dejé sobre la mesa?

Me cruzo de brazos mientras ignoro su pedido y comienzo a prepararme para huir hacia el trabajo, arreglando el decadente uniforme que me toca usar. Con tal de pasar lejos de esta casa incluso he pedido horas extra en el horrible restaurante de comida rápida en el que estoy dejando mi vida. Irónicamente me he ganado el puesto de empleada del mes por dos meses seguidos mientras sigo mi nueva filosofía de “me importa una mierda la vida y las personas”.

Mientras me preparo para salir, noto el patético esfuerzo de papá por frotar los pies de la mujer que me dio a luz, masajeando como lacayo cuando ella se lo pide.

Ruedo mis ojos mientras la impotencia me gana lentamente la batalla.

Papá me fulmina con la mirada, haciéndome un gesto para traer el refresco de la mesa del comedor, tal como pidió Su Majestad hace un momento.

No sé qué será, si la amargura que me ha consumido día a día o si ya alcancé mi límite; lo que sea que es, mi ira sale a borbotones como si fuera un volcán en plena erupción:

—Tiene dos piernas —contesto, furiosa pero diplomática, mis ojos puestos en papá—. Ella misma puede levantar su gordo trasero y caminar unos pasos para traer lo que quiera. Además, a estas alturas ya debería haberse largado a los brazos de un nuevo hombre…¡ups! Cuánto lo siento —llevo una mano hacia mi boca, con fingida lástima—. Está embarazada, no atrae a los hombres casados de esa forma. Ya no.

Mi papá, quien para nuestra desgraciada sigue desempleado, me observa como si yo hubiera perdido la razón, como si fuera yo la patética bestia que trata de frotar aceite en los pies de mamá y no él.

Al menos mis palabras atraen la atención de la mujer de pelo rojo sangre que se hace llamar mi madre; sus ojos marrones me observan con sorpresa, como si no pudiera digerir lo que acabo de decir.

—Rita —amenaza papá—, retráctate de tus palabras. Pídele perdón a tu madre.

Sonrío con malicia, como la perra amargada que me siento por dentro.

—Nunca —respondo de forma definitiva—. No sé qué clase de hombre eres para dejar que esta mujer pisotee tu dignidad. No te quiere y nunca te ha querido, y cuando consiga una mejor oferta, se va a largar y te va a dejar un nuevo problema en camino.

Señalo su estómago abultado. Será una niña, o al menos eso dice ella porque apenas y realiza sus visitas al ginecólogo como deben ser. Piensa nombrarla Rochelle.

—Rita…

A papá le salta una vena, se muestra irritado mientras me observa como si deseara que me quedara muda de repente. Pero el volcán Rita apenas y comienza a despertar, han sido tres meses en los que logré contenerme de decirle cosas ofensivas a la mujer que me dio a luz debido a su estado lamentable, así que no es una sorpresa que sienta la necesidad de explotar justo ahora, cuando veo el trato que ha recibido por parte de papá, o el hecho de que invadiera mi habitación porque “siente” que mi cama está más equilibrada de lo que el sofá lo estaría, o el hecho de que no se sabe los nombres de sus hijos y siempre los confunde con Rusty y Robin. Todo eso me ha ido preparando para entrar en erupción y atacar con todo el arsenal que almaceno dentro.

—No me pienso quedar callada —hablo con voz determinante, esta vez viendo a mi madre a los ojos—. Ya no más, y no ante una persona que no es deseada o bienvenida en este lugar. Por si no sabías, la única perra que vive en esta casa soy yo; lo que significa que tienes que buscar otro lugar donde vivir porque ya no estamos aceptando mascotas.

La mujer, cuyos rasgos son demasiado similares a los míos, me observa con la boca abierta, como si no pudiera creer que aquella niña que dejó abandonada hace años atrás se rebele contra ella ahora. Ni yo misma puedo creer mis propias palabras, palabras que salieron con rencor y amargura desde el fondo de mi ser, pero que de igual forma no lamento en pronunciar.

Papá deja de frotar los pies por un momento, poniéndose de pie y tratando de abrir y cerrar la boca como pez fuera del agua.

—Rita Fiorella Day —dice él, enojado—. ¡Estás hablando de tu madre! Ten más respeto.

—Tuve respeto los últimos tres meses —comento mientras comienzo a tomar mi bolso para prepararme y salir—. Pero me cansé de que ella no mostrara el mismo respeto con nosotros.

Pronto me apresuro para salir por la puerta, con la cabeza en alto mientras mi ira se calienta y hierve dentro de mi sangre.

Ya no soy esa Rita ingenua que era antes, la que le decían cosas bonitas y creía que podía tener derecho a enamorarse de alguien, o la Rita que perdonaba las fallas y ofensas de las personas que la herían constantemente; esta soy yo, la nueva y mejorada versión que no piensa dejarse pisotear por nadie, y mucho menos de personas tóxicas como mi madre.

Salgo de mi casa hecha una furia; estoy segura de que puedo quemar a cualquiera que se cruce en mi camino, y eso es lo que pienso hacer si las personas me siguen provocando.

Sí, claro, es mi madre y se supone que le debo algo de respeto. Pero simplemente no se lo puedo dar a una persona que apenas y se me hace familiar y a quien le divierte causarnos problemas. Y como dije antes: ya no soy esa Rita que tapaba y trataba de entender sus errores. Esa Rita murió cuando traicionaron su confianza.

Que descanse en paz la persona que solía ser, y larga vida a la nueva chica en quien me estoy convirtiendo.





*******





Me siento invencible mientras comienzo mi turno en el restaurante; las cosas siempre siguen siendo las mismas: Anna, mi mejor amiga y compañera, se encuentra a mi lado mientras soporta las miradas lascivas de los clientes, más las miradas lascivas del amigo de… Alto, no menciono su nombre ni siquiera en mi cabeza. Es el innombrable, el traidor. El amigo del traidor, Adam, coquetea demasiado con Anna. Siempre que puedo la aconsejo con ser la más dura de la relación, o con que no involucre sus sentimientos y que aprenda a poner una barrera, pero las chicas como Anna simplemente necesitan aprender la lección experimentando el problema; así que es mejor que ella lo viva en carne propia para después darse cuenta del error que comete.

La entiendo, Adam se esmera en prestarle atención a ella y en buscarla con la vista cada vez que entra al restaurante, aunque lo que no entiendo es porqué sigue saliendo con el demonio de cabello naranja llamado Marie.

Anna no ha podido decirle nada sobre su prima y el hecho de que ella lo engaña, pero yo soy más ligera de lengua y pienso decírselo a penas y me provoque.

Y hablando del provocador, él acaba de entrar al restaurante y se dirige justo a donde me encuentro.

—Hola, Rita —saluda mientras sus ojos buscan a mi amiga, pero ella está en su descanso, en el área exclusiva para empleados.

—Si preguntas por Anna —me adelanto a decir—. Te informo que ella estará en diez minutos por aquí, está en su descanso.

—No iba a preguntar por ella…

Ruedo los ojos mientras suspiro de forma agotadora. Los enamorados actúan siempre como idiotas.

¿Yo habré sido igual?

Era patética. No quiero regresar a ese estado nunca.

—Si preguntas por cómo lo estoy llevando… —me ahogo, mi boca no quiere pronunciar las palabras—. Estoy mejorando, espero que a… —su nombre me hierve en la sangre, pero puedo superarlo, puedo superar esto—espero que a Key le vaya bien.

Fue difícil pronunciar esas palabras. Siento el ácido quemando en mi garganta.

Veo a Adam desviar la mirada, sus ojos verdes mostrando compasión.

—Él sigue con Mia. Me escribió esta mañana, preguntando por ti…

Levanto una mano para detenerlo. No quiero saber nada de ese individuo.

—No es necesario que continúes.

—Escucha… —Adam queda en silencio cuando ve mi mirada matadora—. Lo siento Rita. Él me pregunta por ti, quiere saber cómo estás.

Suspiro mientras me muevo de lugar y comienzo a reorganizar las servilletas que guardamos en el mostrador.

—Ya dije que no quiero saber de él.

—Escucha… sé que no quieres…

—No, no quiero. Detente ya. Lo que él haga o no con su vida no es mi problema.

—Pero…

—No —grito un poco demasiado fuerte—. No me importa lo que le pase. Ya no.

—Bien —dice Adam, con resolución—. Pero tienes que saber que él viene de regreso, solo. Sin Mia.

Mi cuerpo se queda quieto por un momento, sus palabras quiebran algo que estaba enterrado en mi interior.

Hace unos meses, cuando Adam supo la noticia de que Mia intentó suicidarse y que Key había decidido quedarse a su lado, él vino a mí como mensajero personal del traidor innombrable. Me confesó que Mia pidió salir de la ciudad por un tiempo, junto al traidor, y él aceptó irse con ella. Ese “por un tiempo” al parecer se convirtieron en tres meses.

En ese momento mi cuerpo encuentra su movilidad y decide regresar a la vida.

—Te dije que no quería saber nada de él —vuelvo a repetir—. Qué bien que esté de regreso…

—Pam y Eileen también preguntan mucho por ti.

Eso me dolió más, que el traidor las haya hecho ignorarme. Unos días después de que Key y yo termináramos, Pam intentó ponerse en contacto; obviamente la ignoré. No quería saber nada de ella, ni de su familia. Incluso le oculté a mi mejor amiga todo sobre Key, por el simple hecho de que no quería contarle a nadie mi vergonzosa historia, y si algún día llegaba a decirla, sería totalmente distinta a la que sucedió en realidad. Nadie tenía por qué saberlo, nadie tendría que enterarse de que caí como idiota detrás de un chico. Por esa misma razón hasta cambié mi número de teléfono. Eso acabó con la amistad entre las hermanas del traidor y yo.

—No quiero escuchar nada que tenga que ver con él —me obligo a decir—. Ya pasaron tres meses… si quisiera saber de él ya lo hubiera averiguado por mi cuenta. Ahora, ¿vas a ordenar algo?

Adam vuelve a suspirar, desviando la vista.

—No seas tan injusta con él.

—Eres su amigo, está claro que lo vas a defender —lo acuso—. Pero te juro que si me sigues hablando de él…

—No, tranquila. Dejaré de insistir… aunque ten por seguro que se van a estar encontrando. Probablemente quiera hablar contigo…

Mi nivel de histeria se va al máximo.

—¡Que se atreva a dar la cara! —le grito. Algunos de los pocos clientes que ya se encuentran comiendo nos miran con los ojos abiertos. Bajo el tono de mi voz—. Terminó conmigo por teléfono, dile que si se atreve a acercarse lo voy a patear con toda mi fuerza en las partes donde no le pega el sol.

—Wow, mujer. Eso es fuerte… Relájate, la vena de tu frente parece que quiere cobrar vida.

—A mí no se me marcan las venas en la frente —lo amenazo.

—Sí, lo hacen. Tienes una muy grande justo en el medio, siento como si deberíamos nombrarla incluso. Da miedo.

—Bien, si insistes en molestar déjame decirte que si me sigues provocando no te va a gustar lo que tengo que decirte de tu perfecta relación con Marie.

Adam lleva un dedo a su barbilla, haciendo un puchero demasiado infantil.

—Creo que la nombraremos Lola, ¿te gusta? —pregunta él viendo directo a mi frente.

Mi ceja se eleva mientras el impulso por gritarle se vuelve fuerte.

—No entiendo por qué le atraes a Anna… —murmuro.

Eso parece llamar su atención.

—¿Le atraigo a Anna?

—Sí, le atraes. Aunque no entiendo cómo si tienes ese ridículo enamoramiento por su prima, quien, dicho sea de paso, es una zorra de uñas largas.

—¿Marie? —pregunta él, descartando cualquier cosa con un simple gesto de su mano—. Ella es pan comido…

—Imagino que eso hace a mi amiga “Pan por comer”, ¿verdad? Eres un cerdo, tú y Marie se pertenecen. Mientras tú te entregas a ella, ella se acuesta con el primero que sea medianamente atractivo y quiera rascar la comezón de su entrepierna.

—¿Lo dices por su novio? Já, ya lo sabía. Anna tuvo la decencia de contármelo hace mucho tiempo atrás.

—¿Sabías que Marie tiene novio y se acuesta con otros hombres mientras sale contigo? Eso solo lo comprueba todo, eres como los demás hombres. Definitivamente tú y el traidor de tu amigo son iguales.

Adam comienza a negar con la cabeza.

—No seas injusta con él. Incluso me dio esto para hacértelo llegar.

Noto cómo él comienza a sacarse algo del bolsillo trasero de su pantalón, pero mi ira y amargura llegaron a su nivel crítico. Así que cuando Adam coloca lo que es un pequeño paquete cubierto de papel color lila, no hago otra cosa más que tomarlo y lanzarlo al bote de basura más cercano.

—Vaya —murmura Adam—. Qué fría eres. Ni siquiera lo abriste.

—No necesito hacerlo. Ahora, ¿pedirás algo o solo vienes a molestar?

Adam se rinde, elevando ambas manos en el aire.

—Está bien, me iré mejor. Esperaré a Anna sentado por allá —me señala el lugar y comienza a avanzar hacia él.

¿De verdad el innombrable se atrevió a enviarme algo? Tiene valor para hacerlo, pero eso no le va a servir de nada.

Justo cuando pienso llamar de nuevo a Adam para darle un mensaje directo para llevárselo a su amigo, es cuando Anna regresa de su descanso y se acerca a mí con una sonrisa.

—¿Sabes por qué Mirna me sigue preguntando si tengo algo con Adam? —dice mi amiga al verme—. No deja de decirme que me espere unas semanas más para besarlo, que está a punto de ganar. ¿Pero ganar qué?

—Tal vez es porque te viene a ver muy seguido —le señalo el lugar en donde se encuentra él sentado—, y mira que ya no disimula. Sabe que Marie no está, pero de igual forma siempre viene a verte.

—No le intereso a él de esa forma, entiéndelo.

Justo en ese momento Adam nota a mi amiga y se levanta a toda prisa, sonriendo como lobo al verla.

Ruedo los ojos, alejándome de los dos lo antes posible: apestan a nuevo romance.

Sé las miradas que Anna da en su dirección, y sé las que Adam le dedica a ella; así que no entiendo qué los detiene de estar juntos.

Parejas y sus problemas, ya no quiero saber de ellos.

—Anna, tomaré mi descanso —le digo mientras camino lejos.

Decido alejarme antes de enloquecer por lo que me acaba de decir Adam sobre el traidor. En mi camino al área de empleados, Mirna me toma de la mano y me detiene justo en medio del pasillo.

—Rita, hija, tienes la cara pálida —dice ella— ¿sucedió algo?

Niego con la cabeza, poniéndola del otro lado de mi muro personal en donde nadie puede entrar.

—Estoy bien Mirna. Tranquila que se me pasará luego.

Mirna asiente con la cabeza, luego sus ojos viajan por todo el restaurante hasta detenerse en Adam platicando todavía con Anna.

—Mira a esos dos —dice ella, soltando mi mano y cruzándose de brazos—. ¿Crees que serán capaces de esperar unas semanas más? Aposté casi todo mi sueldo a que se besarían dentro de quince días.

Observo lo mismo que ella, ambos se gustan y tratan de evitarlo. Todos en el restaurante lo sabemos, hasta hacemos apuestas a sus espaldas para ver quién se aproxima más a la fecha en la que un día explotarán de amor y se confesarán todo.

Obviamente estoy en la apuesta, aunque claro que no voy ganando.

—Tienes que ser más discreta con Anna, ya sospecha que ella y Adam son nuestro tema principal de apuestas —le sugiero a Mirna.

Dulce, quien se encontraba cerca de nosotras mientras cargaba una bolsa de basura, observa la misma escena.

Se acerca a mi lado y se apoya en el hombro de Mirna.

—Hasta ahora yo soy la que está a punto de ganar la apuesta —dice apuntando en dirección a la pareja.

Me encojo de hombros.

—No nos vendría mal algo de dinero —comento—. Pero sería feo si se enteran y no ocurre nada.

Mirna asiente con la cabeza.

—Probablemente terminen juntos —dice ella, como si pudiera ver el futuro—. Anna necesita a alguien como él en su vida.

Ruedo los ojos.

—Una chica no necesita a un hombre para sobrevivir o ser feliz —digo—. Somos muy autosuficientes.

—No vas a opinar lo mismo cuando te toque acostarte con dicho sujeto masculino, vas a entender que sí tienen una función específica en la cama.

Mirna eleva ambas de sus cejas, de manera sugestiva.

—No necesitaba saberlo —digo, arrugando mi cara.

—Oigan —dice Dulce, interrumpiendo las siempre descriptivas imágenes que introduce Mirna en mi cabeza—. Cliff me hizo sacar la basura hace unos minutos… No saben lo que encontré doblado entre papel cursi.

Ella saca la misma cajita envuelta en papel lila que Adam me quería dar hace unos pocos minutos atrás. En esta ocasión, la cajita se encuentra ya abierta y el papel arrugado se hace a un lado.

Dulce saca una delicada cadena plateada, elevándola en el aire para que ambas observemos. La fina cadena sostiene dos dijes con formas que hace mucho significaron tanto para mí, pero ya no.

—¿Eso es un aguacate junto a una equis? —pregunta Mirna, observándolo con atención—. ¡Qué lindo!

Niego con la cabeza, mis ojos hipnotizados ante el pequeño dije.

—No es un aguacate —murmuro de mala gana—. Es una pera.

Y todavía no entiendo por qué Key quería que “la pera” fuera nuestro símbolo. ¿Por qué una pera de todas formas?

Supongo que me quedaré por siempre con la duda.

—¿Una pera y una equis? —pregunta Dulce, sonando escéptica—. No lo entiendo. Igual pensé que se le había caído a alguna de ustedes. Incluso estaba envuelta en un papel llamativo.

—No es de nadie —digo con rapidez—. Deberías dejarla en la basura.

—Ah, pero si está hermosa… aunque no se sabe si es o no un aguacate —dice Mirna—. ¡Yo la quiero! Si nadie la quiere, yo la tomo.

Entonces Mirna se la arrebata a Dulce y la empieza a sujetar contra su cuello.

—¿Me ayudas a ponérmela Rita? —pregunta ella, tendiéndome la cadena.

Mis ojos están fijos en esos dos estúpidos dijes que removieron algo que creía extinto desde hace mucho tiempo. Entonces parpadeo y aterrizo de nuevo a la realidad.

—Claro, te ayudo.

Y recuerdo una y otra vez las acciones del dueño de esa cadena.

Él me dejó. Me abandonó y nunca debo creer de nuevo en sus palabras. Sé que vendrá pronto, pero esta vez no será tan fácil como él creía. Ya no soy la misma chica que él conocía, y definitivamente encontré la manera perfecta de superarlo.



Vaya sorpresa que se va a llevar cuando lo sepa.
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Published on June 12, 2017 20:35

May 28, 2017

PROMETO FINGIR QUE ME GUSTAS - VOL. 2




A él lo dejaron… Aunque esta vez él fue quien abandonó.
A ella nunca la amaron… y se prometió que nadie la lastimaría jamás.
Y cuando ambos, por casualidades del destino, se encuentran: todo puede salir mal.
Ahora fingirán no conocerse porque ya no son esa pareja perfecta que suele ir al cine y que comparte cenas románticas o que declaran su amor públicamente; porque no lo son.
Son dos personas que se abandonaron en el momento equivocado, en el lugar equivocado y en situaciones pésimas.
Puede que finjan ignorarse, pero tarde o temprano sus sentimientos cambiarán… ¿o no?



****Proximamente...
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Published on May 28, 2017 21:49

April 30, 2017

PFQMG - Cap 22 - Final- ¿Porqué tuvimos un final?

Rita

—No puedo creer que nunca hayas visto esta película —digo mientras mastico de mi balde de palomitas de maíz, provocando que algunas se vayan al escote de mi camisa.Key mastica de su propio balde y extiende sus pies hacia el vacío asiento de enfrente.Tenemos todo el cine para nosotros, somos casi los únicos viendo El Resplandor. Claro, nosotros y otra pareja que no ha dejado de besarse y comerse el rostro desde que se sentaron en sus asientos a cuatro filas por debajo de los nuestros… ¿De verdad hay gente que paga por besarse dentro del cine, sin ver la película? ¡Eso es un sacrilegio!En fin, esta tarde es “clásicos de terror” y animé a Key a entrar conmigo, incluso prometí tomar su mano cuando sintiera miedo en algunas escenas sangrientas. Ha pasado una semana desde que ambos practicamos ese hábito, así que ahora es más fácil sostener su mano sin romper en sudor o mentalmente empezar a contar ovejas para no sentirme incómoda. Tal vez sea porque me voy acostumbrando a tener a Key en mi vida.Es lindo tener a alguien que cuide de ti de vez en cuando.Key, a mi lado, sigue absorto en la película; así que repito mi pregunta inicial:—No puedo creer que no hayas visto El Resplandor antes.Esta vez me escucha y me presta atención, sonriendo al ver mi rostro de estupefacción.—No me atraían mucho las películas de terror —contesta él mientras lleva un puñado de palomitas de maíz a su boca—. Siempre se me dieron más las actividades al aire libre, estar en contacto con la naturaleza y esas cosas; casi no soportaba tener que vivir a base de ver televisión así que me perdí de mucho de eso mientras crecía.Le lanzo unas cuantas palomitas al rostro y él parpadea, viéndome con confusión.—¿Vivir a base de ver televisión? —pregunto—, ¿en serio?—¿Qué?—Yo no vivía a base de ver televisión. Estos son clásicos que todo el mundo ve alguna vez en la vida; y para que sepas, a mí nunca se me dieron las actividades al aire libre. Las odiaba. En definitiva, la naturaleza y yo no somos amigas, soy alérgica a casi cada planta que existe en el planeta, y me aterran los animales, en especial si tienen escamas o si se arrastran por el suelo… Solo de pensarlo me entran escalofríos.—Bueno, yo era anticuado —se defiende Key—. No me gustaba ver televisión, prefería ver crecer a mi planta de frijol en su frasco lleno de algodón.—¿Tú también hiciste eso?Veo que asiente con la cabeza al mismo tiempo que lleva sus labios a su refresco de soda.—No hay niño en esta tierra que no haya hecho crecer una planta de frijol en su respectivo frasco mientras estaba en la escuela. Yo lo hice cientos de veces —admite una vez que termina de sorber de la bebida—. Era el mejor de la clase. Siempre me gustó todo lo que tuviera que ver con la tierra.—Yo soy lo opuesto. Mi planta se marchitó cuatro veces antes que lograra brotar algo, y luego cuando brotó, se murió.Escucho la risa de Key, pero pronto se disipa cuando se distrae viendo la escena en donde Wendy golpea a Jack con el bate de beisbol.—¿Por qué no simplemente lo noqueó con el bate? Sabe que él está loco ya —murmura Key en dirección a la pantalla—. ¡Vamos, mujer, golpea fuerte!—Key —lo regaño—. La pantalla no te va a escuchar; en cambio, la pareja que se come la cara, sí.—Esos dos están en su propio hábitat —responde él—. Apuesto a que, si les lanzamos palomitas, ni siquiera se van a dar cuenta.—Claro que se van a dar cuenta. No pueden simplemente ignorar que no están solos.—Rita, solo les falta quitarse la ropa y hacerlo en público. Y tal vez la única razón por la cual no lo hayan hecho ya es por falta de preservativos.Suspiro en voz alta.—Debes decirle a tu tía regala-condones que visite los cines y lugares oscuros, son como imames para gente como ella.—Lo tendré en cuenta —murmura distraídamente—. ¿Qué te parece si les lanzamos algunas palomitas y ponemos en práctica nuestras teorías?Me muerdo el labio mientras analizo lo gracioso que será cuando Key las lance y el chico, que parece que va a succionar la nariz y boca de la chica, quiera golpearlo.—Bien —termino aceptando—, pero si se desconcentran, tú pierdes.—¿Qué, exactamente, pierdo? —pregunta él.—Veremos maratones de películas de terror, todo el día, si pierdes.—Trato hecho. Ahora, si tú pierdes…Se queda pensativo, llevándose a la boca uno de sus dedos para lamer la mantequilla mientras sus ojos se pierden en la película por unos breves instantes.—Si yo pierdo, ¿qué? —insisto mientras él está hipnotizado viendo la escena.Le toco el hombro y eso llama su atención.—Oh —murmura, parpadeando varias veces—. Si tú pierdes entonces la próxima vez que vengamos al cine nos besaremos como esa pareja lo hace: sin detenerse a respirar aire y haciendo sentir incómodo al resto del mundo. Comenzaremos a besarnos desde el momento en que nos veamos.Ruedo los ojos.—Qué mala apuesta. Además, pides demasiado.Se encoge de hombros.—Es mi precio, Patchie.—Quiero agregar más a lo mío —añado—. Si pierdes, no solo verás películas de terror conmigo, sino también besarás a todos lo que ese día te llamen por tu nombre. Me encargaré de que lo hagas. Beso en la boca, nada de esa mierda barata en la mejilla.Él se limita a elevar una de sus cejas, el desafío escrito en toda su cara. Entonces extiende una mano para que la estreche con la mía.—Trato hecho, nada de mierda barata —dice—. Aunque no debería dejar que agregues más a tu lista.Nos damos la mano y luego comenzamos con la ardua labor de lanzar palomitas de maíz en dirección a la pareja que, sorprendentemente, aún se sigue besando.Key se encarga de lanzar unas de prueba, y luego comienza a experimentar con los lanzamientos reales. Yo también me uno, pero están demasiado lejos como para ser alcanzados.—No funciona —me quejo en voz baja, tratando de contener la risa—, ¿y si nos acercamos?—No, no, no —dice él, negando también con su dedo índice—. Nada de trampas.—No es hacer trampas.—Si vamos más cerca, vas a hacer que yo pierda la apuesta.—Bien, aunque aquí el único tramposo eres tú.Suspiro mientras procedo a atacar con un puñado de palomitas. Para nuestra sorpresa, esta vez sí caen directo a sus caras. Entonces la pareja se despega de la boca del otro, y lo primero que hacen es alzar las miradas, justo en nuestra dirección.—¡Al suelo, al suelo! —grito en un murmullo. Empiezo a descender en mi asiento hasta que la mitad de mi cuerpo está tocando el suelo, apoyándose de las puntas de mis pies mientras la otra mitad está todavía en la silla, sujetándome con los codos.Key, a mi lado, hace lo mismo que yo.—Creo que nos vieron —dice, masticando palomitas de maíz de manera incontrolable.—¿Crees que siguen mirando en nuestra dirección? —pregunto yo a cambio.Key eleva la cabeza, e inmediatamente la vuelve a bajar, su mano buscando más palomitas de forma incontrolable.—Sí —responde él, sudor bajando por su frente—. Yo digo que esperemos unos minutos antes de levantarnos, tal vez cuando vuelvan a besarse y se olviden de este pequeño incidente.Con cierta dificultad elevo también mi cabeza, y para mi consternación, el chico besador se está levantando de su asiento, dirigiéndose directamente hacia nosotros.—No te vayas a alterar —murmuro—, pero el chico viene hacia aquí.Key maldice en voz baja, tomándome de la mano.—¿Y si gateamos hasta el otro lado de la sala? —pregunta finalmente.Niego con la cabeza.—Presiento que vendrá por nosotros.—Oh, tengo una idea —dice Key, sonriendo con ganas.—Pues ponla en práctica rápido.Después de decir esas últimas palabras, él me toma de los hombros y me tira a sus brazos, haciendo que ambos perdamos el equilibrio y caigamos al suelo.—Ahora tienes que besarme —murmura, sin aliento.Mis ojos se abren enormemente cuando veo su mano trasladarse a mi nuca, y repentinamente nos estamos besando. Mis labios chocan contra los suyos mientras me encuentro totalmente desprevenida, su mano impidiendo que me mueva de lugar.Justo cuando estoy a punto de darle un rodillazo en las bolas… alguien detrás de nosotros se aclara la garganta. Y es ahí cuando nos separamos.Inmediatamente me siento en una posición más erguida, dando espacio para que Key haga lo mismo mientras se abotona la camisa que, aparentemente, se había desabrochado en su repentino arrebato.Ambos miramos al tipo parado frente a nosotros: cuerpo bastante atlético, alto, de cabello oscuro y con la camiseta tan pegada que parece casi tatuada a la piel.—¿Podemos ayudarte en algo? —pregunta Key.Apuesto a que mis labios lucen rojos debido al beso, aunque no creo que lo vaya a notar en una sala tan oscura.—¿Fueron ustedes los responsables de lanzarnos esas palomitas? —pregunta el chico, lleva en su mano una bebida de tamaño gigante.—Oh, lo siento, hombre —se excusa Key—. A mi novia y a mí se nos fue un poco la mano. Ella es tan intensa que de seguro botó algunas en tu dirección.El chico parece conformarse con esa respuesta y pronto lo vemos mover los pies, como queriendo regresar a su asiento.—De acuerdo —dice él antes de bajar—. Aunque opino que deberían conseguirse una habitación; al cine no se viene para hacer esa clase de cosas, se viene para ver la película.Mi enojo toma el control cuando escucho sus palabras. Es como si me transformara en Hulk casi al instante y no pudiera hacer nada para evitarlo.¿De verdad nos está diciendo eso, aun cuando era él quien parecía que iba a succionarle la cara a esa chica?—Mira —lo señalo con mi dedo índice—, chico “toma-esteroides” eras tú el que no dejaba de meterle la lengua a tu novia como si fuera el fin del mundo y temieras morir virgen…—Rita —Key me detiene, siento la tensión salir de su lado mientras aprieta mi hombro—. Basta ya, deja al hombre en paz.—No he terminado —continúo con mi ataque—. No vengas a decir que consigamos una habitación porque, hace apenas unos minutos atrás, tú y tu chica se veían listos para ocupar una.No puedo ver bien la expresión del “toma-esteroides”, pero sé que se encuentra molesto. Así que decido agregarle más sal a la herida:—Si no fuera por la intervención de nuestras palomitas de maíz, ustedes dos estuvieran fornicando justo allí en el asiento, así que disculpa por interrumpirte.Key está más tenso que nunca.—Rita… esto no es buena idea —murmura en mi oído, se encuentra realmente asustado.—Relájate, vaquero —respondo en tono desafiante—. Si este tipo quiere atacar, sé muy bien dar un buen apretón de bolas para dejarlo noqueado por un par de minutos. Yo cuido tu espalda.—Se supone que yo haga eso —responde Key—. Soy el novio, por cierto.Dice esto último en dirección al “toma-esteroides” que suspira con cansancio.—Como soy un caballero —habla él—. Los dejaré en paz, pero que esta sea la última vez que nos molestan en medio de una película tan buena.Ruedo mis ojos, porque, ¿en serio?—¡No estaban viendo nada! —grito con desesperación, necesitando defender mi punto—. A menos que hayan desarrollado superpoderes para ver aun cuando sus ojos no están abiertos.Tal vez sea buena idea ponerme de pie para mostrar mi altura y dejarle en claro que no me voy a intimidar, pero antes de que pueda hacer nada, mi mano encuentra una goma de mascar pegada en el suelo.—¡Qué mierda! —grito, exhausta.—No —responde chico “toma-esteroides” —. Esto sí que lo es.Entonces, usando la mano que no sostiene su bebida, agarra del cuello a Key. Justo cuando creo que va a golpearlo o de alguna forma lastimarlo, muy tardíamente me fijo que su bebida va en mi dirección.Muy pronto siento el impacto de lo helado del refresco, mojando mi cabello y mi ropa en el acto. Luego el “toma-esteroides” lanza a Key de nuevo al suelo, pero para mi sorpresa, Key se pone rápidamente de pie y veo su puño ser lanzado en dirección a la cara del chico. El golpe suena en la vacía sala y veo con horror la escena frente a mis ojos.—Rita, corre —murmura Key.No lo pienso dos veces y me pongo de pie, corriendo al final de la fila de asientos para ir a dar a la salida. Key me sigue, corriendo a igual velocidad que yo.Chico “toma-esteroides” nos sigue también y ahora nosotros parecemos sacados de una de las escenas de la película de terror.—Corre, corre, corre —grito con fuerza.Salimos de la sala, directo a las brillantes luces del pasillo. En algún punto Key toma de mi mano y ahora corremos juntos.Pronto logramos abandonar del pasillo y encontramos la salida del cine. A estas alturas el chico “toma-esteroides” no nos sigue ni nos siguió más allá de la sala. Key y yo finalmente nos detenemos a tomar aire. Luego de unos minutos nos estamos riendo con fuerza mientras caminamos hacia el estacionamiento en busca de su auto.—Creo que nunca deberíamos provocar a nadie más en el cine —murmura él mientras se limpia el sudor de la frente.—Estoy de acuerdo con eso —digo, riendo como posesa al recordar su expresión cuando pensó que el chico lo iba a golpear y terminó empapándome a mí de refresco.—No puedo creer que me metiera en una pelea más por ti, Rita.—Así es esto, supongo. ¿Crees que somos novios convencionales?Key lo piensa por unos segundos y luego niega con la cabeza.—Lo convencional ya pasó de moda. Tenemos nuestra propia normalidad, creo.—Bien.Y con eso tomo de su mano nuevamente, caminando cuidosamente hacia su vehículo, riendo porque acabo de ganar la apuesta y eso hace más reconfortante el caminar empapada en soda.—Por cierto —murmuro, limpiando algo del refresco que cayó en mi cabello—: gané.—No me lo recuerdes.—Besarás a todo el que, prácticamente, diga… Además, verás películas de terror conmigo.—Comencemos por ésta que no pude terminar de ver —dice negando con la cabeza, parece que todavía no puede creer todo lo que pasó.—Ojalá hubiera tenido mis botas puestas —suspiro—, lo hubiera pateado en las partes blandas con gusto.—Yo sé que así sería, mi Patchie. Yo sé. Ahora vamos a casa a limpiar todo este desastre.

*****
Key y yo tenemos una semana increíble, a pesar del incidente con el chico en el cine y de cómo pienso cobrarme muy pronto mi premio por ganar la apuesta. Al final de cuentas todo sucede como en un sueño, y sí, sé que sueno jodidamente cursi y lo detesto; y sí, probablemente me salgan unicornios del trasero y vomite mariposas, pero no lo puedo evitar. Estoy teniendo sentimientos reales por Key, como más que gustar, como realmente reales-reales, de los de verdad, no los confundidos sino los reales… Agg, de acuerdo, me está gustando demasiado y eso me aterra. No me quiero involucrar mucho porque sé que en algún momento puedo terminar con el corazón roto y eso me sería difícil de procesar. Pero también sé que debo arriesgarme y atreverme a darle a Key una oportunidad, se lo merece.Después de su cumpleaños él ha estado con un ánimo sombrío, así que nuestra salida al cine lo reanimó por completo, a pesar de que casi pudo recibir una paliza y que yo tuve que rehacer todo mi maquillaje, por no mencionar el hecho de que una de mis blusas favoritas se arruinó; pero en general, la pasamos bien juntos.Luego de eso, nuestros días han sido muy normales, pero para nada aburridos. A veces él viene a mi casa y juega con mis hermanos, o si no sus hermanas me insisten en ir con ellas y mostrarme las fotos vergonzosas de un Keyton de diez años apasionado por libros del viejo oeste.Todavía sigo suspendida en el trabajo, pero falta unos cuantos días para regresar nuevamente así que paso la mayor parte de mi tiempo con Key, prácticamente parezco su siamesa. Por esa misma razón, es realmente extraño cuando esa mañana nunca se aparece por mi casa o me llama desde muy temprano para despertarme con alguna de esas canciones de rock que tanto le gusta escuchar en su auto.E incluso, él siempre avisa en caso de que no pueda venir o se ausente por periodos largos. Pero hoy se siente diferente, demasiado.Me paseo dentro de mi habitación, pensando en si le habrá pasado algo. Al final dejo mi temor de lado y decido llamarlo de una buena vez; tampoco quiero ser como esas novias neuróticas que necesitan saber con desesperación cada movimiento que da su chico, pero no es normal en él no aparecerse. Y es aún más anormal que la llamada caiga directo al buzón de voz. Lo que significa que Key tiene apagado su teléfono.Key nunca tiene apagado su teléfono.¿Qué está pasando con él?¿Le habrá ocurrido algo? ¿Se ahogó? ¿Accidente de tráfico? ¿Se murió la batería de su móvil? ¿Lo asaltaron? ¿Lo violaron? ¿Podría seguir al lado de Key en caso de que lo violaran? ¿Por qué estoy haciendo tantas preguntas?Sí, me pongo un poco paranoica al respecto. Pero basta, no soy de esa clase de novias, no lo soy.Necesito repetirlo unas diez veces más hasta que me tranquilizo.Decido dejar mi teléfono a un lado y esperar por saber de él; tampoco es como si se lo hubiera tragado la tierra.Para el final del día, y luego de veinte llamadas fallidas después, estoy realmente perdiendo los estribos. No he recibido una sola llamada o mensaje de texto de Key. No sé nada de él, y no puedo seguir pretendiendo que no me afecta y que no estoy preocupada; así que decido tomar la iniciativa en esta ocasión y le envío un mensaje de texto, en caso de que decida responder:
«¿Estás bien? No me has llamado en todo el día…»
Y luego de cinco minutos vuelvo a hacer lo mismo:
«Responde, responde, responde… ¡Keyton! ¿Key?»
Pasados otros diez minutos mis dedos se ven en la necesidad de enviarle otro mensaje para aclarar el anterior:
«Lo siento, no soy de esa clase de novias posesivas que necesitan saber a cada minuto lo que hace, come o defeca su novio, pero estoy preocupada. ¿Estás bien?»
Esta vez espero solo un minuto para enviarle el siguiente mensaje:
«Lo de defecar era una broma, no lo tomes tan literal»
Otros treinta segundos para enviar el siguiente:
«La palabra “defecar” es muy extraña, ¿lo has pensado? “Defecar”»
Ruedo los ojos mientras me encuentro acostada en mi cama, alejando el teléfono antes de escribirle alguna otra tontería. ¿En serio utilicé “defecar” con él? Estoy mal de la cabeza. Vuelvo a escribirle:
«Por favor, olvida todo acerca de defecar. Soy terrible con las palabras… y olvida todo sobre lo posesiva que sueno al escribirte constantemente. Prometo no volver a molestar»
Con ese último mensaje dejo de lado mi móvil y me concentro en no pensar en Key.Espero una media hora, alternando la vista entre el teléfono sobre mi almohada y entre la laptop que estoy usando para revisar mis correos electrónicos, y es ahí cuando recuerdo que puedo molestar a Pam o a Eileen, ambas me dieron sus números de teléfono para casos como estos. Adiós a mi promesa de no molestar.Rápidamente, y casi de forma frenética, voy en busca de mi celular para contactarlas.A la primera que llamo es a Pam, y ella responde casi al instante.—¡Pam! —saludo inmediatamente una vez que ella contesta; estoy tratando de no sonar desesperada—. Hola, solo quería…—Rita —suspira ella, como si se sintiera repentinamente aliviada—. ¡Qué bueno que llamaste! —¿Sucede algo? —pregunto—. He tratado de llamar a Key en todo el día, pero no responde.Pam empieza a maldecir en voz baja.—Pensé que Key estaba contigo. Yo también he intentado llamarlo, pero no contesta. Creí que tú sabrías dónde se encuentra.—¿Yo? No.Pam suspira de nuevo, puedo notar la irritación y preocupación en su voz y eso me asusta de gran manera.—Esta mañana, mientras estábamos desayunando, recibió una llamada —explica ella—. Salió corriendo después de eso, y no hemos sabido nada de él en todo el día.—Pero, ¿quién lo llamó?—No lo sé. Estoy preocupada, Rita. Key no es así.—No creo que sea algo grave, él ya hubiera llamado —miento miserablemente—. Talvez solo quería un respiro de todo.—Sí, tienes razón —dice Pam, esta vez se escucha más animada—. Puede que solo esté alterándome sin sentido alguno. Aunque es extraño que no haya hablado contigo.Me encojo de hombros, aunque ella no pueda ver mi gesto.—Puede que su teléfono se arruinara.—Sí… o puede ser que esté herido, sangrando en el suelo, con un objeto punzante en la cabeza…—Eh, ¿Pam? —pregunto, alarmada—. No estás ayudando.Escucho el suspiro de su parte.—Lo siento. La única vez que hizo esto anteriormente fue cuando te atropelló y te trajo a casa. Siempre que tiene un secreto, nos evade.—Oh.Mi ceño se frunce, pensando en las locas teorías de Pam. ¿Qué secreto puede posiblemente tener Key? ¡Es un libro abierto! Y no es ni siquiera uno de esos que vienen escritos en griego, sino más bien de esos que hasta traen imágenes porque son para niños. Ese es Key.—¿Crees que esté herido? —pregunto.—No —responde ella inmediatamente—. Lo hubiera sentido, tenemos algo así como sensación entre gemelos.—¿Sensación entre gemelos? —resoplo—. Tú y Key no son gemelos, no lo puedes “sentir”—Bueno, pero podríamos serlo… En fin, probablemente esté bien. Si en algún momento él te llama, dile que se comunique también conmigo.—Bien, yo le digo. Haz lo mismo en caso de que te llame primero, me lo haces saber.—¡Claro! Oh, espera —escucho que el sonido de su voz se aleja, entonces regresa conmigo—. ¡Es Key! Me está llamando en la otra línea.Mis preocupaciones se disuelven cuando escucho esa oración.—De acuerdo —digo de mala gana—. Colgaré para que ustedes dos hablen; dile que se comunique conmigo en cuanto…No espero recibir una respuesta de Pam porque pronto ya me está colgando la llamada.Espero pacientemente unos cuantos minutos para ver si Key me llama a mí también; para mi pesar, no recibo ninguna llamada por la siguiente hora, ni de él o de Pam.Me dedico a revisar mi teléfono para ver si tal vez haya algo malo con él, o si tengo alguna función bloqueada, pero todo está normal. ¿Entonces por qué no me ha llamado?Niego con la cabeza, reconociendo que estoy actuando extraña de nuevo. De seguro su plática con Pam se extendió.Al cabo de dos horas, y a punto de cerrar los ojos por el sueño, todavía sigo esperando su llamada… pero nunca llega.Me quedo dormida rápido, con la preocupación marcada en mi rostro y el pensamiento de qué puede ir mal con Key.
Al día siguiente repito el proceso del anterior y empiezo a imaginar que talvez Pam nunca habló con Key. Entonces procedo a llamar a Pam, esperando una explicación.Para mi sorpresa, ella es quien tiene el celular apagado en esta ocasión.Frunzo el ceño mientras me dedico a llamar esta vez a Key.No responde. Mi llamada cae al buzón de voz.Allí es cuando decido enviarle nuevamente un mensaje de texto:
«Hola…»
La preocupación me tiene abrumada. ¿Habrá pasado algo malo? Espero un minuto para seguir enviándole otro texto:
«Key, ¿qué ocurre? ¿Hablaste con Pam anoche? Estoy preocupada, escríbeme»
Espero otro minuto para enviarle el siguiente:
«Si es sobre mis mensajes de ayer, solo ignórame. Olvida todo lo que dije sobre defecar y eso… Sabes que soy terrible tratando de expresarme, pero oye, ya sabías que era rara»
Como veo que no responde, le doy tiempo y me apresuro a hacer desayuno para mis hermanos, aunque a estas alturas seguramente ellos ya se prepararon algo de comer.Ambos están en la mesa, sus ojos pegados a la televisión que se puede divisar desde la sala hasta el comedor; ambos alzan la vista al verme y Russ hace un sonido de desaprobación.—¿Hoy no vendrá tu novio? —pregunta de mala gana.—No estoy segura —digo mientras me encojo de hombros—. Tal vez sí, tal vez no.—¿Va a venir a jugar con nosotros? —pregunta Rowen, mirándome con esos ojos color miel, masticando su cereal mientras habla con la boca llena—. Porque quiero la revancha por lo del otro día.—Puedes jugar con Russell —lo animo—, una vez que vengas de la escuela y hayas hecho todas tus tareas.Rowen frunce el ceño, haciendo un puchero extraño con la boca.—La escuela es para débiles. No creo en el sistema educativo de este país, es defectuoso —dice él, masticando lentamente.Ahora la que frunce el ceño soy yo.—¿Quién te dijo eso? Esas no son palabras que tú usarías.El niño sonríe, como si tuviera el mejor secreto guardado.—Me lo dijo el abuelo.Justo en ese momento, el abuelo entra a la cocina, sirviéndose una taza de café.Cuando nota que lo observamos, se detiene abruptamente y eleva ambas cejas.—¿Qué? —pregunta—, ¿ahora qué hice?—¡Abuelo! —lo regaño—, deja de decirle tus teorías sobre el sistema educativo a Rowen, es solo un niño.—¡Esas son estupideces! —grita él, a cambio—. Sabes que es defectuoso, Rowen debería educarse en casa, como yo lo hice.—Por favor —respondo—. No empieces con tus teorías raras.—Yo puedo educarlo —dice él—. Se convertiría en alguien como su abuelo, en alguien grande.—Agg… eso sería terrible —añado—, sin ofender.—No me ofende.Me desestima con un gesto de su mano mientras continúa tomando café.—Y… ¿bien? ¿Cuándo viene la comida de primera clase? —pregunta él luego de un rato.—¿Cuál comida de primera clase?—Se refiere a tu novio —responde Russell por el abuelo.Mi rostro se contrae, recordando que no me ha devuelto las llamadas o los mensajes.—No estamos pegados todo el tiempo —me defiendo—. Él tiene cosas que hacer y yo tengo las mías.—Lo que significa —explica Russell—, que no sabes dónde está. ¿Cierto?—¡No es eso! Es solo que él tiene una vida, y yo tengo la mía. Somos una pareja moderna, que confía el uno en el otro.O eso me engaño a creer.El abuelo me observa sin decir nada, tomando de su taza y mirando minuciosamente en mi dirección, evaluándome.—¿Qué pasa entre ustedes dos? —pregunta luego de unos minutos—. ¿Se pelearon?—No lo sé —respondo con sinceridad—. No me ha llamado desde ayer, pero supongo que es algo normal. Tal vez estoy reaccionando como novia posesiva y celosa. No me prestes atención.—Dale su espacio —dice el abuelo—, tal vez algo haya ocurrido y a su momento te lo dirá.—Sí, eso creo.—Es una lástima —continúa hablando él—, como que ya me había acostumbrado a la buena comida.—Yo también —dice Russ.—Igual yo —imita Rowen.Ruedo los ojos mientras me sirvo un tazón de cereal, sin querer admitir que lo que más extrañaba era la compañía de Key, él y sus ridículas camisas a cuadros que lo hacían lucir sensual.Por primera vez en la vida, deseo poder tener trabajo que hacer en lugar de quedarme en casa y estresarme pensando en lo que habrá ocurrido; y eso es preocupante porque nunca antes necesité de nadie para sentirme completa. No quiero empezar a necesitarlo ahora.Sacudo la cabeza mientras alejo esos pensamientos. Soy independiente y capaz de funcionar sin compañía. Puedo con esto.Al final, en todo ese día, no recibo ninguna llamada de Key o de Pam, incluso me veo en la obligación de llamar a Eileen, prometiéndome que es la última vez que voy a molestarlos. Pero ella también tiene el teléfono apagado. Esta vez no hay nadie que me responda.Eso es realmente alarmante, pero no llamaría otra vez o iría a buscarlos; no está en mí comportarme de esta forma y no lo voy a hacer. No sé qué ocurre con Key, pero merezco una buena explicación.Mientras me encuentro divagando sobre lo mucho que me cuesta creer cuánto lo necesito, Russell, a mi lado, me toca el hombro con insistencia para llamar mi atención.—¿Qué ocurre? —pregunto de mala gana. Sus ojos están fijos en la ventana con vista la calle, su ceño se frunce mientras sigue observando.—Mira allá —señala con el dedo la dirección.Sigo con la mirada hacia donde señala, y mi cara toma la misma postura que la de él.Lo que faltaba.Justo frente a nuestra casa, y saliendo de un taxi, una flameante mujer de cabello rojo se aproxima en nuestra dirección. Pero eso no es lo más preocupante; lo que más me deja en estado de coma es la enorme barriga de embarazo que carga con ella.—¿Esa es? —balbucea Russell.Asiento con la cabeza, con la boca abierta de la impresión y con el malestar cada vez que veo a esa mujer.—¿Quién es ella? —pregunta Rowen, viendo hacia donde nosotros observamos atentamente.Trago saliva mientras no puedo creer mi suerte.Esto debe ser una broma.—Esa mujer —digo sin disimular mi enojo—, ella es nuestra madre.Rowen era demasiado pequeño cuando ella lo abandonó, y sus visitas cesaron con el tiempo, así que es normal que el niño no la conozca. Y al parecer está embarazada, así que eso solo significa una cosa: viene a sacar el inexistente dinero de papá y a dejar a su futuro bebé  su cuidado, así como lo ha hecho en el pasado.Niego con la cabeza, sin poder creerlo.Ella luce igual a como la recuerdo, solo que esta vez su cabello está teñido con un color rojo fuego y no con el rubio de bote que suele usar. Pronto la vemos tocar el timbre de la casa, plantando una sonrisa falsa.Como nadie se atreve a abrir la puerta, papá sale del encierro de su habitación y es el primero en verla.—¡Mira quién volvió! —es lo primero que dice ella, emocionada.A papá casi se le salen los ojos al verla; el pobre hombre siempre estuvo enamorado de ella.—Rita —dice papá, balbuceando al verla—. Esto es toda una sorpresa.—Y no de la buena —digo, atreviéndome a acercarme en su dirección—. ¿Qué haces aquí?Mamá, si es que la puedo llamar así, sonríe aún más. Sus siguientes palabras suenan entusiastas y reveladoras:—Pues obviamente vengo a quedarme —responde—, esta vez de forma permanente.No, no, no. Esto es una pesadilla.No puede estar sucediendo.Pero sí, está pasando de nuevo, y sé que será un caos total tenerla.Mierda.

Key
Enciendo mi teléfono por quinta vez en el día.No hay llamadas de Rita. Pero supongo que eso es lo quiero, ¿verdad? Yo fui quién deliberadamente la ignoró por toda la semana, y ella se cansó de enviarme mensajes y de llamarme perdidamente.Si esto es lo que quiero, ¿entonces por qué me siento como si repentinamente estuviera vacío sin ella?—¿Key? —La voz a mi lado me sobresalta.Inmediatamente me pongo alerta y voy en su dirección.—Aquí estoy —respondo, tomando de su frágil y delicada mano—. Siempre aquí.Mia está acostada sobre la cama, apenas y puede abrir los ojos del sueño debido a las pastillas que le dan. Cuando me mira, me sonríe como si hubiera visto el sol y a las estrellas del cielo juntas.—Gracias por estar —murmura con voz suave y ronca—. Perdona que tengas que venir a mi rescate.Con la mano que tengo libre me rasco la nuca y trato de desviar la vista.Mia luce frágil y delicada, postrada en una cama y no precisamente por voluntad propia.—Tienes que explicarme —le pido, mi voz rozando la desesperación—. ¿Qué pasó contigo? ¿Por qué lo hiciste?Ahora es ella quien desvía la mirada y oprime sus labios.—Lo siento mucho —empieza—, de verdad lo lamento por todo.—Deja de pedir disculpas y empieza por darme explicaciones, por favor. No me has dicho nada en estos días, y hoy es el último que puedo esperar.Veo cómo traga saliva mientras aparenta formar palabras con su boca, su mano abandona la mía y hace el intento por sostenerse en sus codos, pero no tiene la suficiente fuerza como para mantenerse erguida por mucho tiempo.Mia abre y cierra su boca, sus ojos rápidamente se llenan de lágrimas que decide no soltar.Mi corazón se contrae, pensando que yo soy uno de los culpables en esto, tal vez el principal.—Estaba deprimida —comienza a decir, su voz bajando hasta convertirse en un suave murmullo—. No pensé que verte con alguien más iba a dolerme.Aprieto el puño de mi mano, pensando en lo egoísta que suena en este momento, pero sé que no es algo que deba decirle justo ahora que está tan frágil. Tengo muchas ganas de decirle que a mí me dolió mucho más cuando la encontré engañándome con otro, pero me refreno, sin querer agrandar esta situación.—¿Entonces estabas deprimida? —pregunto— ¿Por eso intentaste acabar con tu vida? ¿Porque me viste feliz y tratando de seguir con la mía?Tengo que respirar varias veces para no perder el control y elevar mi voz —¿Esa es tu razón para hacerlo? —insisto—. ¿Es esa tu motivación principal? ¿Es que acaso soy tan importante como para que tu vida se centre en si me tienes o no?Ella no me mira a los ojos, y su mano hace mucho tiempo se apartó de la mía y ahora juega con sus dedos.—No lo entiendes —murmura, finalmente sus ojos se encuentran con los míos—. Me sentía demasiado… vacía, sola. No tienes ni idea de lo culpable que me puse por haberte sido infiel con alguien que no valió la pena en absolutamente nada.Se aclara la garganta al mismo tiempo que continúa hablando:—Eres un buen chico, Key, el mejor. Todavía no puedo creer que ya tengas otra novia mientras yo sigo pensando en recuperar lo nuestro. Puede que sea tarde, pero de verdad quería continuar con lo que teníamos. Todo era mejor cuando estábamos juntos, y no tenerte a mi lado a creado un peso enorme en mi interior.Sus ojos finalmente sueltan las lágrimas retenidas.—Mia…—Key, te necesito conmigo —suplica ella, tratando de limpiar su rostro sin tener mucho éxito—. Contigo todo era sencillo y fácil de llevar. No sabes lo mucho que me odio a mí misma por haber roto lo que teníamos. Soy una estúpida por no ver lo que había frente a mí.Niego con la cabeza, tratando de mantener mi expresión de disgusto.—No digas eso —murmuro—. Nosotros tuvimos lo nuestro, pero era momento de pasar…—No, no sigas Key —suplica ella—. Sabía que no me comprenderías. Y por eso decidí seguir los pasos de Emilia. Todo se sentía… mal, equivocado. Tú ya no mostrabas importancia por Emilia y, sé que es realmente tonto, pero me dolió que no la tomaras en cuenta en tu cumpleaños. Realmente no sé por qué sigo aquí cuando pensé que estaría ahora viendo el rostro de mi hermana.Sus lágrimas se acentúan más y me muerdo el labio para evitar compadecerme más de lo que ya lo hago. Todo lo que Mia pide es comprensión, debería entenderla.—Estás con vida gracias a un chico que lo impidió —le refresco la memoria—. Si no hubiera sido porque él estaba cerca de donde pretendías suicidarte, lo hubieras logrado. ¿De verdad te ibas a lanzar frente a un auto?Tal vez estoy siendo duro con ella, pero me siento enojado por lo que intentó hacer.—El chico está muy preocupado, por cierto —sigo hablando, aprovechando que ella está en silencio—. Ha estado viniendo a verte casi todos los días, aunque sea solo para recibir noticias tuyas.—Perdón —murmura—. No quería incomodar a nadie, y sí recuerdo al chico. Supongo que debería agradecerle.Suspiro mientras me paso una mano por la cara.—Mira —digo con cansancio—. Voy en busca de Rosie para que te cuide mientras yo voy a hablar con el chico que te salvó. El pobre está preocupado.Eso, además que tengo finalmente que hablar con Rita. He sido un completo imbécil con ella y, porque les pedí a mis hermanas guardar el secreto, ambas desconectaron momentáneamente los servicios en sus teléfonos para evitar decir algo. Quiero ser yo quien le explique y me disculpe.Estoy a punto de marcharme cuando siento una mano en mi brazo.—No te vayas —suplica Mia—. Key, no me dejes.—Solo es por unos minutos, además Rosie está cerca.Ella sabe que he pasado mis días y mis noches a su lado, no debería dudar ahora.—Sé que vas a hablar con… —ella traga saliva, como si intentara pronunciar una palabra difícil— con tu novia. Pero no sabes lo mucho que me duele verte con ella. Sé que es extremo pedirte algo como esto, así que, por favor, déjala. Déjala por mí.Mi boca se abre y se cierra con rapidez.—Mia yo no…—Por favor —suplica sin soltar mi mano—. Sé que es mucho pedir, pero te necesito más de lo que te necesita ella en estos momentos. Tampoco te pido que volvamos en plan romántico, solo te suplico por no hacerme daño de esta forma. No con ella, no en este momento.Mia comienza a llorar gravemente, su llanto volviéndose más fuerte.—Key —dice, su voz rota—. No me hagas esto… Te necesito conmigo, y sé que sueno completamente egoísta contigo y que no te merezco después de todo lo que te hice, pero te lo suplico…Su llanto se vuelve ruidoso, atrayendo la atención de Rosie que ahora asoma su cabeza por la puerta.—Mia, no sigas llorando —digo, elevando mi dedo pulgar para limpiar sus lágrimas.—¡Por favor! —sigue insistiendo ella—. Sé que estoy pidiendo demasiado, sé que no merezco que siquiera llegues a considerar mi petición, pero no me dejes. No lo hagas porque me lastima en estos momentos.Suspiro mientras Rosie entra por completo en la habitación.—¿Está todo bien? —pregunta, su rostro compungido al ver a su hermana acostada en esa cama.Mia llora un poco más hasta que niega con la cabeza.—¿Ves? —me pregunta ella—. Por esto quería largarme de este mundo. Parece que cada cosa que digo suena egoísta y te hace miserable. No te estoy pidiendo el mundo entero… te pido únicamente que te quedes a mi lado, por favor.Veo a Rosie elevar una ceja mientras observa mi reacción.Finalmente, y con un nudo enorme en la garganta, asiento con la cabeza.—Me quedaré —digo en voz baja—. Sé que me necesitas contigo, así que me quedaré a tu lado el tiempo que sea necesario, ¿está bien?Eso hace que Mia baje el nivel de sus lágrimas, y ahora simplemente se escucha un leve sollozo.—Gra… gracias —respira entrecortadamente mientras más lágrimas salen de sus ojos—. Lo siento, lo siento, lo siento…—No te disculpes —le aprieto la mano y luego beso su palma—. Pero de verdad necesito que estés con tu hermana por unos minutos, debo hacer algo importante.Debo enfrentar a Rita, explicarle para que tal vez así entienda.Pero sé que no lo hará, no lo entenderá. Mia tiene razón en algo: me necesita más de lo que Rita lo hace.—¿Estarás bien por unos minutos? —pregunto.Mia finalmente, y de mala gana, asiente con la cabeza.—Bien —susurro, luego me inclino para besar su frente—. Ya regreso.Me alejo de ella, dándole una mirada preocupada a Rosie para que la cuide y evite que intente hacerse daño a sí misma de nuevo.Rosie asiente con la cabeza, como si entendiera el mensaje no hablado entre los dos.Me marcho de la habitación, preparándome mentalmente para, o seguir ignorando las llamadas de Rita, o hablarle con la verdad; la verdad sobre quedarme junto a Mia.Sé que ella preferiría la verdad, así que seré honesto, sobre todo. Al menos mis hermanas ya podrán dejar de ignorarla para no hacerla sentir mal. Y sí, me siento como un imbécil en toda categoría.Cuando salgo a la zona de recepción, noto que el chico que le salvó la vida a Mia sigue sentado en la sala de espera de la clínica, como casi todos los días que ha venido.El chico es de mi estatura y de mi edad, con cabello marrón y ojos celestes. Se levanta al verme y puedo notar que su mirada luce atormentada.—Hola, lamento no presentarme antes —hablo, extendiendo mi mano para tomar la suya—. Tengo que darte muchas gracias por haber salvado la vida de Mia.Él hace un gesto negativo.—No es un problema —responde—, debe ser una situación complicada para todos.Asiento con la cabeza, preguntándome por qué sigue esperando solo si ya cumplió con su deber.—Me imagino que te debes estar preguntado por ella, ¿no es así?—Sí, me gustaría verla, si se puede. Ella y yo hablamos un poco cuando la rescaté, y quisiera saber más, si no te molesta que robe algo de tiempo con tu novia.—Claro, no te preocupes. Y ella no es mi novia, así que tranquilo —respondo, entonces llevo una mano a mi frente—. Perdona, no me presenté como era debido. Me llamo Key.—Gracias por dejarme verla Key, y mi nombre es Diego.Asiento en reconocimiento mientras le muestro la habitación de Mia.—Puedes entrar ahora, está con su hermana —digo—. Solo tengo que hacer una llamada y pronto estoy con ustedes.Diego asiente mientras se apresura a verla.Es ahora o nunca, el momento en el que debo sincerarme con Rita. Tal vez soy un loco por pensar que ella me puede llegar a esperar mientras veo que Mia se recupere. Una vez que ella esté lista, yo iría de nuevo por Rita, lo haría. Ahora solo falta saber si Rita lo miraría de esa manera.Cuando estoy lejos de la habitación de Mia, finalmente me decido a marcar el número de Rita.No espero que conteste de inmediato, pero me sorprende cuando lo hace. Mi angustia aumenta al escucharla, preocupada por mí todo este tiempo y yo, como cobarde, ocultándole lo de Mia.—¿Key, eres tú? —pregunta Rita, como si no se lo pudiera creer.—Mmm, sí, soy yo.Trago saliva mientras pienso en dejar a Rita, aunque sea temporalmente.Noto que Rita queda en silencio, solo se escucha su respiración.—¿Estás bien? —pregunta finalmente.—Sí, lamento haberte preocupado tanto todos estos días.—¿Entonces por qué lo hiciste? ¿Por qué me ignoraste tanto?Ahora el que se queda en silencio soy yo.—Key, por favor habla de una buena vez. Toda tu familia me da tratamiento de silencio y no dejo de preguntarme si hice algo malo o si les caigo tan mal como…—No —la interrumpo—. No es nada de eso, de verdad. Lo que sucede está muy lejos de eso. Perdóname por haber demorado tanto en decirtelo.—De acuerdo —responde con confusión—. Dime, tal vez entienda.—Hace unos días recibí una llamada de Rosie —comienzo a explicar—, ella estaba muy alterada y me contó que Mia intentó suicidarse, intentó lanzarse frente a un auto en una de las autopistas más concurridas.Escucho un jadeo al otro lado de la línea.—¿Está bien? —pregunta Rita.Asiento con la cabeza, como si ella pudiera verme a la cara.—Sí, un chico la salvó a tiempo. Tuvimos que internarla en una clínica porque amenazó con volverlo a hacer.—Eso suena… —se queda en silencio y luego vuelve a hablar— eso suena ¿manipulador?—Entiende, ella está en estado frágil en estos momentos. Se tiene que recuperar completamente.—¿Y por qué no pudiste decírmelo desde el primer día que sucedió?Esta es la parte complicada:—Porque Mia... Mia me pidió permanecer a su lado desde el principio. Ella, incluso hoy volvió a repetirme, quiere me quede hasta que se sienta mejor y logre procesar lo nuestro.El resoplido de Rita no se hace esperar.—¡¿Y no te das cuenta de que te está manipulando?! Lo siento si parezco brusca con la pobre chica, pero me parece muy conveniente que esa fuera su petición. Parece como si tuviera todo planeado desde antes.—¡Rita! —le digo, sin poder creer sus palabras hirientes—. No es así; ninguno conoce al chico que la salvó y él asegura que Mia se iba a lanzar al tráfico. No es algo que se pueda planear con tanta precisión.—¿Y qué me estás sugiriendo entonces? —pregunta ella.—El problema es… A Mia la internarán todo este tiempo, y yo acepté quedarme con ella durante el proceso.Por unos instantes Rita no dice nada, luego vuelve a hablar. Su voz suena histérica.—No puede ser —dice—. ¿Acaso estás terminando conmigo por teléfono? ¿Es eso?Su voz suena casi a punto de romperse.Soy un imbécil, un idiota.No sé cómo explicarle a Rita, no sé cómo hacerla entender sin que crea que la estoy traicionando. Así que digo lo que será más justo en estos momentos, hasta que la pueda recuperar de nuevo si es que me deja:—Así es —lo confirmo—. Lo siento mucho, pero es lo mejor que puedo hacer por ti.—Dijiste que Mia no era tu responsabilidad —ataca ella—, ¿ahora de repente sí lo es? ¿Decir eso me hace egoísta?—Rita…—Ayúdame a darle algo de sentido a esto.—Es temporal, solo pido que me esperes por favor.Escucho su resoplido mientras noto la agonía en su voz.—Claro —dice de repente—, debí imaginarlo. Puedo ver que, entre ambas, la prefieres a ella. Perfecto.—No, Rita. No lo veas de esa forma. Ella me necesita…—Ya, ya. Entiendo, supongo que yo no lo hago, ¿correcto? No te necesito.Se queda callada por unos momentos y luego vuelve a hablar.—Entiendo, Key —dice—. Se terminó, listo.—No lo veas así, por favor. Tienes que…—Se terminó —repite una vez más—. Lo entiendo. Es simple como eso.—Rita…Ella cuelga el teléfono sin esperar a escuchar más.No le regreso la llamada.Ella no vuelve a llamar más.


Rita

Entiendo.Sí, lo hago. Eso no significa que deje de doler menos.Duele mucho.Pero lo entiendo. Fui la culpable por dejarlo entrar a mi vida, y eso no volverá a pasar.Jamás.Entiendo, ¿entonces por qué no puedo dejar de llorar? La última vez que lo hice fue por el estúpido de Gabriel, mi ex novio. Y ahora por Key, también un ex. Hay que ver que mis lágrimas solo brotan en momentos tan superficiales.Me limpio el rostro con la palma de la mano, pero pronto vuelven a caer más.Pero al final de cuentas lo entiendo; además, no soy la chica que suele quedarse con el chico al final de la historia, ¿por qué creí que podía ser diferente?

Key
¿Terminamos?Pensarlo hace que se me forme un nudo en la garganta. Decirlo en voz alta va a ser diez veces peor.No sé por qué me incomoda demasiado. No es como que fuéramos el amor eterno del otro, ¿o sí? ¿Entonces por qué se siente tan mal, tan equivocado, estar sin ella?

Rita
Nunca va a ser diferente para mí. No sé por qué lo pensé por un instante.De nuevo, lo entiendo.

Key
No lo entiendo.¿Por qué?

Rita
Así es mejor. No es bueno depender de nadie, o llegar a necesitarlo.Está bien. Estoy bien.

Key
No está bien, no estoy bien. No puedo simplemente hacerle esto; me siento como la peor clase de ser humano.Tomo el teléfono y le marco, espero a que conteste.

Rita
Mi teléfono suena. Es Key.Sonrío por dentro, sabiendo que sus modales, o lo que sea que lo comprometa a actuar como buen ciudadano, no le permite hacerme sentir mal; probablemente sienta la necesidad de reconfortarme.Así que le hago un favor: no le respondo. Y no creo que le pueda responder nunca más.¿Por qué? Porque es mejor así. Él mismo lo dijo antes, es mejor para ambos. No vale la pena dedicarle un solo minuto de mi tiempo a algo que no va a llegar a ninguna parte.Ninguno va a llegar a ninguna parte.Comprendo, está bien.

Key
No contesta.Ahora el que lo entiende soy yo; entiendo que la perdí y no creo que la pueda recuperar.
Lo he arruinado todo. ¿Qué hice?





*** Recuerden que habrá un volumen 2***
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Published on April 30, 2017 10:22

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Lia Belikov
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