Lia Belikov's Blog, page 3

January 12, 2017

Epílogo - POAW

—Anna, despierta. Hoy es el día —susurró Adam en mi oído.De mi parte gruñí y me di vuelta sobre la cama, quedando boca abajo, dándole la espalda.—Quiero dormir —me quejé—. Ve tu solo, yo me quedo.—Mmm… no creo que funcione. Arriba, arriba dormilona.Después de eso plantó un beso en mi hombro izquierdo, metiendo su mano bajo el cobertor y deslizándola luego debajo de la vieja camiseta que había tomado de su cajón. Como no llevaba nada más que la camiseta le fue fácil llegar a donde quería. Sus dedos acariciaron la piel de mi espalda y subieron muy lentamente hasta descansar en el costado de mi pecho, haciendo movimientos tentadores.—No lo hagas —murmuré de mala gana. Pero de igual forma él lo hizo, su mano se coló por mi pecho y comenzó a darle suaves caricias que pronto me robaron el aliento y me hicieron despertar poco a poco mientras lo sujetaba con fuerza.—Adam… no —me quejé mientras me daba la vuelta y comenzaba a elevarse sobre mí.—No, ¿qué? —preguntó él con fingida inocencia.Muy fácilmente levantó mi camisa hasta mi cuello y su boca tomó el lugar de su mano.Este hombre era mi perdición. Este hombre y su boca.Sentía que no tenía el control de mi cerebro así que comencé a murmurar cosas poco claras cada vez que sus dientes mordían o su lengua experta hacía maniobras para enloquecerme. Llevé mis manos sobre su cabello y comencé a tirar de él haciendo notables esfuerzos. Jadeé cuando llevó su mano por mi estómago y comenzó a descender cerca de mi ombligo.—Adam… las niñas… —jadeé realmente fuerte.—Shhh —respondió él, divertido con mi expresión—. Vas a despertar a toda la casa con esos soniditos tan sensuales que salen de tu boca.—Se van a despertar de todas formas —me quejé cuando bajó su cabeza de nuevo para tomar prisionero a uno de mis pechos. Sus manos, que minutos antes exploraban mis zonas bajas, ahora tomaban con arrebato mis caderas y las movieron a su ritmo. Él llevaba puesto su pantalón de pijama, pero moría porque se deshiciera de él.Mi respiración se estaba volviendo errática a medida que su boca continuaba con el trabajo; mi espalda se elevaba cada vez que tocaba los lugares correctos.Entonces, como un balde de agua fría, alguien llamó a la puerta de manera insistente.—¡Mami, papi! —gritó una vocecita al otro lado—. Quiero entrar.Adam detuvo sus movimientos, liberando mi pecho de su boca muy lentamente y deslizando su mano de nuevo a lugares más seguros.—Recuérdame comprar un seguro doble para la puerta —habló él luego de unos momentos.—¡Papi, está cerrado! —repitió la misma voz.—¿Por qué, en la vida, se tienen que levantar tan temprano? —siguió diciendo Adam.Me reí en voz alta, retirando ciertos mechones de pelo de su frente.—Debe ser Bella. Adora despertar antes que todos —murmuré.Él suspiró y pronto se puso de pie.—¡Ya voy, nenita! —gritó. Me dio un último beso en la boca, metiendo su lengua hasta el fondo y tomando mi rostro con una mano, dejándome mareada —. Yo me encargo.Me liberó y se movió para abrirle la puerta a una Bella que esperaba impaciente. Sabía que era ella porque de pequeña se golpeó su nariz, ahora la nariz de Bella tenía una diminuta cicatriz que la hacía diferente a la de su hermana.Como pude, me acomodé nuevamente la ropa y le sonreí a nuestra pequeña de cinco años cuando entró corriendo como un remolino a través de la habitación, usando su pijama rosa de conejitos.—¡Mami, mami, mami! —chilló. Se abalanzó sobre la cama y comenzó a saltar en ella—. ¡Hoy es el día! ¡Hoy es el día!—Nenita —comentó Adam, cargándola entre sus brazos, levantándola del suelo—. No saltes en la cama de papi y mami. Es una reliquia.—¿Qué significa reliquia?—Significa viejo, pero valioso.—¿Tu cama de Gokú es vieja pero valiosa?Adam asintió con la cabeza, compartiendo sabiduría milenaria con la pequeña Bella.—Ve despidiéndote de la cama, ya vio sus mejores momentos —lo amenacé. Este era el colmo, quise deshacerme de la cama hace más de un año atrás, pero ciertas personitas se oponían. Era suficiente.—Me diste plazo hasta la otra semana para conseguir una cama “normal”.—Sí, pero me gusta recordártelo para que no haya problemas con el envío.Adam suspiró audiblemente.—Mami ya no quiere dormir en la cama de Gokú —afirmó Bella, sonriendo al vernos.—No, nenita. Mami quiere algo aburrido.—¿Por qué no pides una de mariposa? Belle y yo amamos las que nos compraste.Adam dio un pequeño beso en su frente.—Yo sé que sí. ¿Y tu hermana? ¿Sigue dormida?La niña asintió enérgicamente. —Belle sigue dormida —respondió ella saltando esta vez desde los brazos de su papá—. Creo que volvió a orinarse sobre la cama.—¿Qué les dije sobre beber agua antes de dormir? —la regañé—. Ayer fuiste tú, cariño. Ya están grandes, si quieren hacer pipí tienen que correr al baño, como les enseñé.La niña me miró con sus enormes ojos verdes, haciendo un puchero.—Ya lo sabemos mami. Pero no lo podemos detener.—Bien, iré a ver a tu hermana.Intenté ponerme de pie, pero Adam me detuvo con una mano.—Iré yo —dijo—, quiero hablar con estos dos pájaros madrugadores.—Oye, papi. ¿No te parece graciosa la palabra pipí?—Mmm… me da más risa la palabra popó. Por cierto, cuando eras realmente pequeña te encantaba hacer popó en mí.La niña se echó a reír con fuerza.—¡Mentiras!—¡Es cierto!La pequeña negó con la cabeza, todavía riendo.—No es verdad, papi. ¿Sabes de dónde viene la popó?Las gemelas estaban en la etapa de las preguntas, querían saberlo todo.Un día vinieron a casa después de sus clases de ballet, y me preguntaron si sabía de dónde venían los bebés. Para mi suerte, Nicole salió al rescate:—Es obvio que los bebés vienen cuando un papi y una mami se besan por más de treinta minutos. Pero eso sí, solo resulta si son mayores —había dicho ella, guiñándome un ojo cuando recordaba las mentiras que le había dicho Adam sobre los bebés hace años atrás.—¿Qué edad hay que tener? —había preguntado Belle—. ¿Quince, igual que tú?—Nop, hay que tener por lo menos veintisiete —contestó Nicole.Las niñas habían hecho un exagerado O con la boca totalmente abierta.—¿Qué edad tienes tú, mami? ¿Tienes veintisiete?—No, bebés. Pero basta de preguntas. Son muy curiosas.—Oye, mami, ¿qué es el sexo? Escuché a la abuela decirle al tío Thomas que desde ahora le enseñaría todo sobre el sexo oposuesto.Suspiré al pensar en mamá. Esta era la última vez que dejaba a las niñas a su cuidado.—Sexo opuesto —la corregí—, y no es nada. Tu abuela está un poco mal de la cabeza.—También dijo que le iba a cortar las pelotas al abuelo —repitió Belle—. ¿Cuáles son las pelotas del abuelo? Yo no le he visto ninguna en la casa, ¿se parecen a las que tú y papá nos compraron?A eso le siguió toda una plática sobre pelotas que no eran pelotas, sino que eran… pelotas. Eso.Regresando a la actualidad, Adam me miraba con diversión mientras cargaba a Bella y la sacaba de la habitación para ir en busca de su hermana mientras tenían una acalorada conversación sobre la popó y de dónde provenía.Solté el aliento cuando me dejaron sola y me relajé en la cama, pensando que hoy era el día. ¡Hoy era el día!Sonreí con todas las fuerzas.

*****
—Mami, ¿cómo conociste a papi? —preguntó la pequeña Belle. Usualmente siempre nos preguntaban este tipo de cosas.Nos encontrábamos en el vehículo de Adam, de camino a recoger a Nicole del centro comercial porque había salido con sus amigas; las gemelas se encontraban muy bien aseguradas en el asiento de atrás mientras comían helado que les habíamos comprado en el camino.Observé a Adam con diversión antes de responder a esa pregunta.—Él me golpeó en la cabeza con un balón. Golpeó tan fuerte que me desmayé por unos instantes.—¿Papi, golpeaste a mami? —gritó Belle.Las mejillas de Adam se pusieron de color rojo.—No fue así —comentó—. Mami era demasiado guapa y distrajo tanto a papi que no se fijó cuando la golpeó por accidente en la cabeza.—La tía Marie nos dijo que mami le robó el novio. Dijo que ella hubiera sido nuestra mamá si papi y ella continuaban juntos, ¿es verdad eso?Torcí el gesto, al igual que lo hizo Adam.—¿Dónde viste a la tía Marie? —pregunté. No sabía de ella desde hace ya varios años, lo último que escuché fue que contrajo una enfermedad y/o que estaba embarazada y que simplemente le dio el bebé a su madre para que lo criara mientras ella desaparecía del mapa.—Llego a casa de la abuela, pero la abuela la sacó rápido de su sala. No sabía que tenía una tía de pelo naranja —confesó la pequeña mientras daba una lamida a su helado.—Y no la tienen —contestó Adam, furioso—. No quiero que vuelvan a tener contacto con esa mujer, ¿está entendido? Si la vuelven a ver quiero que griten “ladrona” con todas sus fuerzas.Ambas niñas asintieron al mismo tiempo.—¿Pero es verdad? ¿Ella hubiera sido nuestra mamá? —insistió la pequeña.Adam sujetó con fuerza el volante del auto mientras las observaba por el retrovisor.—No es cierto. Ustedes no tuvieran esos hermosos ojos o esas hermosas caritas si no fuera por la combinación de mami y papi. No quiero que le crean nada a esa mujer.—Bien. Estoy confundida. Pero la ignoraré, así como ignoro a Rebecca, la que roba mis crayones y luego quiere vendérmelos —confesó la pequeña—. Pero prometo gritarle ladrona si la volvemos a ver.—Perfecto —murmuró Adam—. Y de Rebecca ya me encargaré yo. En mi tiempo de juventud solía hacer muy buenas venganzas; tal vez esos tiempos vuelvan.—Nada de usar la violencia —le dije, deteniendo sus planes—. Nada de venganzas.Adam resopló, riendo a grandes carcajadas.—Habla la que se vengó muy cruelmente de Ros… —se detuvo cuando notó mi expresión de completa molestia.—¿De quién? —pregunté, retándolo a que dijera el nombre. Era increíble como una persona podía arruinar un nombre tan simple y hacer de él lo más odiado e impronunciable.—De nadie, nena. Ignora lo que dije. Ignórame como Belle ignora a Rebecca, la roba crayones.Lo ignoré por el resto del camino, tal y como me dijo que hiciera.—La tía Rita nos dijo que ustedes peleaban bastante —comentó Bella luego de unos minutos—. ¿Están peleados ahora? No quiero que peleen.Suspiré al escuchar sus confesiones.—No —respondí—, no estamos peleados. A papi le divierte mucho provocar a mamá, pero no estamos peleados.—¿Es cierto que peleaban mucho?—Para nada, nenita —comentó Adam—. Amo a tu madre con locura, y ella lo sabe.Sonreí ante sus palabras, recordando que no siempre fue fácil, pero que tampoco fue imposible de superar… A excepción de aquellas veces, aquellas cuando Adam era Adam y yo era inevitablemente yo.El primer año de casados fue el más difícil, la luna de miel no fue agradable, pero la superé y la dejé atrás cuando él me regaló otra en su lugar. Aunque la arruinó cuando entendí su propósito original, todavía le reprochaba por eso.

1er Año de casados
—¿Tu madre ya solucionó el problema con tu padre? —preguntó Adam.Negué con la cabeza mientras intentaba ponerles la ropa a las gemelas. Era imposible ya que seguían corriendo y cayéndose por toda la habitación.—Siguen enojados desde la última vez. Papá finalmente tuvo el valor para decirle a mamá que seguían casados. Ella está tramitando el divorcio… de nuevo.—Tal vez sea lo mejor, tu hermano menor hubiera crecido en medio de tantas peleas.Mordí mi labio y asentí en acuerdo.—Por cierto, Adam —comenté, saliéndome del tema—. ¿Cuándo nos traerán nuestra nueva cama? Es suficiente de dormir con Gokú a la par, mirando cada cosa que hacemos.Adam sonrió como lobo.—Ya pronto. Y no entiendo qué tienes en contra de Gokú, el tipo merece un monumento.—Eres muy extremo, ¿lo sabías?—Tal vez él nos traiga al pequeño Noah este año…—¡Ni se te ocurra! —lo detuve a mitad de oración—. No podemos ahora con dos terremotos, peor si le agregamos un tercero. Nop.—Está bien, está bien. Solo quería ver tu reacción. Es todo.Me crucé de brazos, fulminándolo con la mirada.—Ni se te ocurra.—Tranquila nena, yo solo decía —se quedó en silencio por unos minutos mientras me veía acomodar la ropa de las niñas en su respectivo armario—. Anna, ¿ya pensaste en algún lugar para pasar nuestra segunda luna de miel?—¿A qué viene la pregunta? Todavía no lo sé. Solo espero que no intentes recrear el mismo del año pasado.El solo recordarlo le traía amargura a todo mi cuerpo.—Para nada. ¿Qué te parece si vamos a Austria?—¿Qué hay en Austria?—Está Viena.—¿Y qué hay en Viena?—Pues verás, estuve leyendo el otro día sobre una famosa estatua de la fertilidad. Dicen que trae buena suerte si la tocas; tal vez podamos…—No —lo interrumpí—. Ya sé por qué camino vas, pero te digo que Noah puede esperar.—Pero es Noah…—Dije que no. Si fueras tú el que se pudiera embarazar, entonces lo aceptaría totalmente.—De acuerdo, muy bien —respondió él, resignado—. Pero el otro año…—Aggg.

2do año de casados
Vomité de nuevo sobre el retrete. Esta era la segunda vez que lo hacía por este día.Adam fue paciente conmigo y me ayudó a levantarme del suelo y asear mi boca, pero eso nunca quitaría el hecho de que odiaba vomitar. Odiaba esa sensación de sentirme enferma.—¿Quieres que te alcance tu cepillo de dientes? —me preguntó él.Simplemente asentí con la cabeza.—Por favor.Me cepillé los dientes con mucha paciencia y, cuando me sentí mejor y las náuseas pasaron, golpeé el hombro de Adam.—¡Esto es tu culpa! —grité.—¿Mi culpa? ¿Te hizo mal la comida? Es la que preparó Rita cuando te vino a visitar ayer.Lo volví a golpear en el mismo lugar.—No es por la comida —lo golpeé de nuevo—. ¿Por qué me tenías que convencer de ir a Viena? Tú y tu estatua de la fertilidad. Sabía que no debía ir contigo.Le di otro golpe en el hombro.—¿Qué tiene que ver la estatua de la fertilidad en esto?Me sostuve el estómago cuando sentí nuevamente las ganas de vomitarlo todo.Respiré hondo para que las náuseas pasaran y me moví lentamente en dirección a la cama para descansar.—Tiene mucho que ver —murmuré de mala gana—. Creo que… creo que estoy embarazada, tengo un retraso y no he dejado de vomitar.Admitirlo, con las gemelas siendo tan pequeñas todavía, me daba dolor de cabeza.—¿Estás embarazada? —Adam amplió mucho los ojos y sonrió como bobo—. ¡Sí! Anna, esas son buenas noticias. Eso quiere decir que Noah viene en camino.—O quiere decir que estás a un paso de ser golpeado con mi almohada. ¡Te dije que todavía no era el tiempo!—Oye, hacen falta dos para bailar un tango.—Sí, claro. Pero no es un juego justo si alguien reemplazó mis pastillas anticonceptivas con vitaminas, no fue un tango si la otra persona no sabía siquiera que estaban bailando.—No las reemplacé, te lo aseguro.—Sí lo hiciste. ¡Mamá me lo confesó todo anoche cuando vino a dejar a Thomas!—Te estoy diciendo que yo sería incapaz de hacerlo. No lo hice. Tu madre está mintiendo.—¿No lo hiciste?—No. Respeto la decisión que tomaste, Anna. Entiendo que todavía no quieras a otro bebé en nuestras vidas. No tomaría esa decisión sin tu consentimiento previo.Asentí con la cabeza.—¿Entonces cómo me embaracé?—¿Quieres la respuesta detallada?Lo exterminé con la mirada.—Ni se te ocurra.—Bien, bien. ¿Quieres que vayamos al médico para salir de dudas?—Sí, sería estupendo.No fue necesario ir al médico ya que cierta visita apareció esa misma tarde, sacándome de dudas acerca de mi retraso. No, no era ningún Noah, fue más bien una infección estomacal. Adiós Noah y hola infección estomacal.—El próximo año, vamos a Francia. A visitar la tumba de Victor Noir, escuché que, si frotas su entrepierna varias veces, tienes mayores posibilidades de quedar embarazada.—Ni loca.

3er año de casados
—¡Te lo repito de nuevo! —grité en su cara—. Deja de reemplazar mis pastillas anticonceptivas. Sé que has sido tú todo este tiempo, mamá.—Pero calabaza, estás a buen tiempo para tener tu segundo… bueno, tu tercer bebé.Enrojecí de la cólera. Thomas, mi hermano menor, que se encontraba jugando con las gemelas, se había acercado para reírse de mi expresión.—Es mi decisión por ser tomada, gracias —le respondí de mala gana a mamá.Sujeté a Thomas en mis brazos, besando su cabeza. Casi al instante las gemelas llegaron corriendo a mi lado, queriendo que dejara a Thomas para sostenerlas a ellas. Eran estas pequeñas cosas posesivas.—Lo siento —admitió mamá—, prometo no volver a hacerlo. Pero, lo más curioso es… ¿por qué no has quedado embarazada si las he reemplazado tantas veces? ¿Adam está siendo cumplidor en la cama?Me sonrojé enormemente.—No pienso responder a eso.—Pero, calabaza. Tu padre y yo éramos como conejos en todos nuestros primeros años de casados…—Ahh, no quiero escucharlo. Gracias, pero no, gracias.Mamá abrió su boca para seguir comentando su vida sexual con papá, pero fui salvada por el timbre de mi celular. Era una llamada de Rita.—¿Puedes cuidar a las niñas por mí mientras hablo con Rita por unos minutos? —pregunté, levantándome de la mesa en la que nos encontrábamos, comiendo del pastel de fresas que había comprado recientemente.Mamá asintió con la cabeza.Busqué el lugar menos ruidoso dentro de la casa y tomé la llamada.—Hola, Rita.—Eres malvada —chilló mi amiga en el teléfono—. Eres mi inspiración, ¿lo sabías?—Y la mía —gritó Shio al fondo.—¿De qué hablas? —pregunté—. ¿Shio está contigo?—¿Cómo que de qué hablo? ¡Pues de Rosie! Y sí, Shio y Mindy, mis nuevas compañeras de hogar, me acompañaron al concierto que tuvo el grupo donde toca Key.—De acuerdo, pero sigo sin entender a lo que te refieres. ¿Qué pasa con esa mujer?Rita pegó un chillido monumental.—¡Lo que hiciste fue muy… demasiado bueno! —gritó sin contener la emoción. —¿Qué hice?—Obviamente fuiste tú la que copió su número de teléfono en todos los lugares públicos habidos y por haber. Te envío una foto para que mires, acabo de ver uno grabado en la pared de un baño.Entonces, a los segundos, ya me encontraba recibiendo una notificación con una imagen adjunta. —Mírala, está muy buena.Me despegué del teléfono por unos instantes y observé lo que Rita me había enviado.Era la imagen de una puerta maltratada en donde se leían obscenidades, pero entre todos destacaba un anuncio escrito con un llamativo color rojo:
¿Quieres pasar un buen momento? Sólo tienes que llamar al siguiente número. Se hace de todo: trabajos manuales, anal, posiciones del yoga invertido, misionero estándar, y cualquier petición extra. Solo tienes que llamar y decir cómo lo quieres… ¡y lo tienes! Pregunta por Rosie Makowski ;)
Luego ponían información de contacto, su número de teléfono y hasta su correo electrónico con una fotografía reciente. Todo bien asegurado y pegado en la misma pared.Llevé de nuevo el teléfono a mi oreja.—¿Por qué dices que está en todos los lugares públicos? ¿Y por qué asumes que fui yo?Rita resopló muy audiblemente.—Si voy al baño de un restaurante, ¡Bam! Allí está el anuncio. Si voy a la gasolinera… ¡Bam! Anuncio. Si voy a una tienda de ropa, en los probadores ¡Bam! No encuentras a un Zac Efron, pero sí encuentras hojas de papel con el mismo enunciado sobre los servicios de prostitución de Rosie. Chica, tú llenaste la ciudad con la cara de esa bestia. No sé cómo hiciste tampoco para meterte en los baños de hombres, pero Key ya me ha confirmado que los ha visto por allí también.—Pero… pero yo no fui. No sé de ella desde hace mucho tiempo. Desde que nos visitó en casa, y Adam la sacó, ella nunca regresó. ¿Dónde se supone que conseguí toda su información personal?—Pues si no fuiste tú, debo agradecerle a la divina divinidad por el milagro. Ella no deja de molestar a Key para decirle que hay gente extraña llamándola y pidiéndole cosas exóticas. Ya cambió de número de teléfono al menos unas tres veces y, por alguna extraña razón, el número siempre se actualiza en los anuncios que están escritos en los baños. Ya lo comprobé.La risa de Rita se escuchó aún más allá del teléfono. Me reí con ella.—Gracias, divina divinidad —dije en voz alta—. Pero en serio, yo no fui. Espera, ¿Rosie sigue llamando a Key? Y oye, ¿No me habías dicho la semana pasada que Key y tú ya no estaban saliendo?—Bueno —ella hizo una pausa—. Lo que pasa es que entre Key y yo todo es complicado. Rosie sigue diciendo que el papá del bebé es Key y no Diego. ¡Incluso lo obligó a hacerse pruebas de paternidad! Y dieron los mismos resultados: Key no es el padre.—A eso llamo yo ser pegajoso. ¿No has hablado con ella? De seguro con una de tus amenazas reflexiona.—Créeme, ya lo hice. Hasta hablé con Diego que, por cierto, me ha preguntado por ti.Llevaba mucho tiempo de no saber de Diego. Llamaba a sus abuelos, que eran grandes personas conmigo, pero no sabía qué había sido de él y la Sra. Ross nunca lo mencionaba tampoco para no remover viejos rencores.—Creo que él de verdad se siente arrepentido —murmuró Rita después de un momento.—Me alegra, y se lo merece. Pensé que era un amigo, pero resulta que simplemente quería salvar su pellejo de la responsabilidad, haciéndome sentir tan mal con todo lo que estaba pasando con Adam.—Aggg, hombres. No hay duda que son de otro planeta. En especial Key, lo más seguro es que… no, espera, ya no sé qué es lo más seguro entre él y yo.—Eso es triste, lo lamento de verdad.—Bueno, solo llamaba para decirte eso. Oh, y si la llegas a ver alguna vez, a Rosie, no le digas que soy yo la que le envía pescados muertos a su casa todos los viernes.—Rita… el pescado ya está muerto desde el momento que dices pescado —la corregí.—¿Y cómo le dices al pescado cuando está vivo?—¿Le dices pez?—Mmm, suena más dramático si le digo “pescado muerto”. Me quedo con ese. Hasta luego, hermosa. Llegaré mañana para ver a mis sobrinas y corromperlas con dulces.Suspiré de mala gana.—Está bien. Y de nuevo, yo no soy la que puso la información de Rosie.—Claaaaro.Me despedí de ella y regresé de nuevo con mamá.

4to Año de casados, casi 5to

—Sabía que te gustaría Paris —murmuró Adam, besando mi oreja y haciendo pequeños sonidos exóticos mientras yo miraba la única fotografía que pude tomar en donde aparecía la Torre Eiffel.Me separé como pude y lo fulminé con la mirada.—Pensé que me llevarías a los típicos lugares románticos una vez que estuviéramos allí. Veo que me equivoqué.—Ser original es mucho mejor, nena.—Pero, ¿llevarme al cementerio? ¿De verdad?Adam nos había llevado a toda la familia a Paris hace un par de meses atrás. Nicole y las gemelas fueron las que más lo disfrutaron porque se quedaron haciendo turismo con una muy obsesionada Rita mientras cuidaba de ellas.Yo por mi parte me sentí agobiada cuando en realidad él me había llevado al cementerio, a frotarle las partes privadas a una estatuada de un tal Victor Noir. Se decía que frotar la entrepierna de la estatua traía una vida sexual saludable y altas probabilidades de fertilidad. Se suponía que tenía también que besar sus labios, pero ni loca iba a poner mi boca allí.—Visitar la tumba de Victor fue lo mejor de todo el evento —comentó Adam.Volví a fulminarlo.—Rita subió a la Torre Eiffel y comió en un bistróelegante. Yo le froté las partes a un objeto inanimado.—Pero disfrutamos mucho después de eso, solos, en la noche. Toda la noche —afirmó, elevando sus cejas de manera sugestiva.Me puse roja, tanto de la ira como de la vergüenza al recordarlo.—No fue gracias a la estatua, Adam.—En gran parte sí…—No lo fue.Lo dejé en medio de la discusión y me movilicé a la cocina para tomar una hermosa manzana verde que parecía llamarme a gritos. La comí tal y como me gustaba, con sal y otros condimentos. Sabía deliciosa.—Dime, nena —comenzó Adam—. Yo no recuerdo que te obligara a frotar su entrepierna.—¡Me empujaste al suelo! —hablé con la boca llena—. No me quedó otra opción más que poner la mano sobre su entrepierna abultada. Eso fue asqueroso, y había demasiadas personas viéndonos.—Fue pura cuestión de táctica. Además, esas personas iban a frotar de igual manera la reverenda entrepierna del hombre.Me terminé la manzana en cuestión de cinco minutos. Deseaba otra.—Pero, de todas formas —me quejé—, eso no se hace.Creo que observé la segunda manzana con tanta hambre que, Adam tuvo que pasármela. Me miró detenidamente antes de dármela.—Esto es curioso —comentó—. Las únicas veces que te vi comiendo manzanas verdes fue cuando estabas embarazada de…Se detuvo a mitad de frase, y yo me abstuve de morder la manzana.Mierda.Era verdad.Oh no, oh no. No, no, no.—Adam, no estoy embarazada —finalicé, abandonando con mucho pesar mi manzana—. Mi cuerpo me lo haría saber.En definitiva, nop. No estaba embarazada, pero de igual forma quería esa manzana.—¿Estás segura de eso? —él se acercó a mí, inclinándose para susurrarle a mi vientre—: ¿Noah, estás allí?Retiré la mano que él había puesto y le di un pequeño golpe en la frente.—No seas ridículo. No estoy embarazada.—Si tú lo dices…

5to año de casados, a principios.

—Anna, dime que sí, por favor —suplicaba Nicole, sus labios color cereza hacían un puchero mientras ella juntaba sus manos en forma de súplica—. Solo tienes que hablar con Adam.—No lo voy a hacer.—Eres la única que lo puede tranquilizar.—¿Quieres que me mate? Le tienes que decir tú. Y mejor díselo ahora porque si se entera que vas a una cita con un chico, él se enfadará como nunca.—Es que a él no le han caído bien los otros chicos que le he presentado —dijo ella. Su hermosa cara mostrando las quemaduras que había sufrido cuando era pequeña. Aún con todo y sus cicatrices, los chicos eran atraídos por su dulce carácter y su exótico color de ojos verdes.—Entonces asegúrate de presentarle al que actúe correcto.Ella frunció el ceño.—Puedes invitarlo a cenar con nosotros esta noche —sugerí, suspirando—. Le puedes decir a Adam que el chico será tu cita para mañana en el cine. Es una pre-presentación. ¿Te parece?—¿Crees que funcione?Asentí con la cabeza.—¿Qué puede salir mal?Horas más tarde me lamenté de la decisión.Adam no estaba muy tranquilo cuando le conté quién nos acompañaría a cenar, frunció el ceño de principio a fin y murmuró cosas sobre sacar el bate de béisbol que tenía guardado para ocasiones como esta. La cita de Nicole llegó puntual para la cena, se había presentado en su propio auto, con su cabello rubio cenizo bien peinado y hasta con una buena camiseta que, contrario al chico anterior que Nicole presentó, sí creía en el uso de las mangas.Las gemelas adoraban el drama y se reían de su hermana mayor, cantándole canciones sobre besos y chicos que sacaban la lengua para besar; eso no le hizo mucha gracia a Adam.—Y cuéntame, ¿Fabián? —comentó Adam, en medio de la enorme mesa del comedor, con todos sentados alrededor y devorando un jugoso pedazo de carne—. ¿Quieres salir con mi hija?—Es Faviel, señor, y sí quiero salir con ella mañana —contestó un muy nervioso y algo intimidado Faviel.—¿A dónde la vas a llevar?—Al cine.—¿Qué van a ver?—Están presentado la nueva película de Disney sobre…—¡Mentiras! —gruñó Adam, golpeando la mesa con su puño. Ambas, Nicole y yo, nos encontrábamos nerviosas—. Yo solía hacer esas técnicas cuando tenía tu edad. Sé lo que “Películas de Disney” significa.—¿Es por eso que tiene la cara de Bambi tatuada en el brazo? —se atrevió a preguntar el muchacho.Adam lo fulminó con la mirada.—El que hace las preguntas aquí soy yo. ¿Cuáles son tus intensiones con mi hija?—Bueno, señor… yo espero llegar a conocerla mejor.—Ya la conoces. No se necesita gran ciencia.—Quiero conocerla más.—¿Más? —Adam resopló.—Adam, contrólate —le susurré.Él decidió ignorarme.—Vamos a hacer algo, te haré un sencillo interrogatorio sobre Nicole, para ver si de verdad mereces salir con ella —dijo él, comiendo de manera furiosa—: ¿Cuál fue la primera mascota que tuvo Nicole cuando era niña?—¿Qué? —respondió un aturdido Faviel—Te doy cinco segundos para responder, no los desperdicies.—Emm, ¿un gato?—Cinco, cuatro…—¿Un cuervo?—¿En serio? ¿Un cuervo? Error, fue un perro —respondió un muy malvado Adam—. También tuvo una mofeta de mascota, pero el perro fue el primero.—¡Se llamaba Carlo! —comentó Belle, riéndose con su hermana. Las silencié.—Segunda pregunta —Adam señaló con su tenedor hacia el muchacho—. ¿Cuáles eran los cantantes favoritos de mi hija cuando era pequeña?—Eh, ¿Zoboomafoo? Esos eran los míos.—Estás tan equivocado, chico.—Adam, basta con el interrogatorio —lo interrumpí—. No es justo preguntarle eso cuando él ni siquiera lo sabe. Suenas igual que mi padre cuando lo llevé a conocer tu casa.—Tu padre fue muy sabio al hacerme esas preguntas —dijo él—. Ninguna de mis hijas tendrá una cita con un flojo, holgazán que usa los pantalones por debajo de las caderas. ¡Fabián, levántate de la mesa inmediatamente y muéstrame tus pantalones!—¡Adam! —gritamos Nicole y yo al mismo tiempo.Faviel hizo caso y se levantó del asiento, elevando sus manos al aire para enseñarle a Adam que sí usaba sus pantalones de la manera correcta y que incluso usaba un cinturón.—Señor, créame que cuidaré de Nicole.—¿Cuántos años tienes? —lo interrumpió Adam.—Acabo de cumplir dieciocho. Señor.—¿Dieciocho? Mi Nicole tiene apenas quince años. No quiero que salga con un pervertido mayor de edad.—Pero le estoy diciendo que solo quiero llevarla al cine…—¡Al cine donde todo es oscuridad! Jamás, muchacho, jamás.—Pero la película es…—No.—Yo quiero conocer a Nicole, y aunque usted lo prohíba, siempre encontraré una manera de verla. El destino es el destino y a veces hay que dejar que se joda.Faviel se dio cuenta muy tarde de sus palabras y rápidamente se tapó la boca con las manos.Observé la expresión de adoración en el rostro de Nicole.Adam se levantó de la mesa, en toda su altura y con el rostro lleno de barba sin afeitar por más de una semana. Se miraba sexy… pero intimidante.—¿Qué me acabas de decir? —preguntó él, furioso.—Señor, yo… —el coraje de Faviel huyó momentáneamente—. Es que… Señor.—Adam —le pedí—, deja de intimidar al chico. Es suficiente.—¿Qué es intimar, mami? —preguntó de repente Belle, haciendo a un lado los vegetales de su comida.—Intimidar —la corregí—. Lo comprenderás cuando llegues a la edad de tu hermana mayor y quieras traer un chico a casa.—Bien, bien.—¿Por qué el cine es malo, papi? —preguntó esta vez Bella, imitando a su hermana y apartando los vegetales también.Adam torció el gesto, tratando de componerse para responderle a su pequeña.—Porque en esta casa tenemos una regla: mis hijas salen en citas solo cuando sean mayores de veintisiete años.—Es cierto —confirmó Bella, Belle la respaldó asintiendo con la cabeza—. Papi dice que nada de novios hasta que cumplamos veintesete…. Vientesetei.—Veintisiete —corregimos Adam y yo.Faviel hizo una mueca y miró con nostalgia a Nicole.—Hice lo que pude —murmuró de mala gana.—¿Hiciste lo que pudiste? —habló Adam—. Te diré algo, chico, ya casi me tenías ganado con la frase del destino… que por cierto tiene derechos de autor porque yo la cree básicamente, pero darse por vencido me demuestra que no estás listo para salir con una chica Walker.—¡Estoy listo! —gritó Faviel—. De verdad. Deme otra oportunidad; sabré todo lo que hay que saber de Nicole.—Por favor, papá—suplicó Nicole. Sabía que Adam se volvía sensible cuando le decía papá, aun sabiendo que era su tío y que su verdadero padre no era una persona honorable que actualmente se encontraba con problemas de salud mental.Adam suavizó su expresión, tomando asiento de nuevo y pidiéndole a la cita de Nicole hacer lo mismo.—Bien. Los dejaré salir, pero ya que la película es de “Disney”, iremos todos también.—¡No! —gritó Nicole—. No seas así…Adam la detuvo con una mano.—Tranquila. Nos sentaremos en otro lado, les daremos privacidad.Eso pareció tranquilizar a la joven pareja y se sonrieron el uno al otro.—¿Hay trato o no lo hay? —preguntó mi esposo.—De acuerdo, señor.—Bien.Después de eso la cena volvió a la normalidad, aunque Adam de vez en cuando daba miradas amenazadoras a Faviel. Pronto la noche iba terminando, todo parecía que iba bien, hasta que Faviel cometió el error de darle un beso en la mejilla a Nicole cuando se estaba despidiendo. Adam los había visto y juraba que sus labios estaban a un centímetro de los de ella.Como celoso y posesivo que era, tomó del cuello al muchacho y lo enfrentó cara a cara.—Mejor mantén tus labios fuera de los labios de mi hija, lujurioso. Eres mayor que ella, y el que te haya dado permiso de salir al cine no quiere decir que te haya dado completa libertad para hacer lo que quieras. Recuerda que te estaré vigilando. Siempre.—Adam, deja al chico en paz —lo regañé—. Suéltalo. Tú eras peor que él cuando tenías su edad.—Anna, ahora no. Recuerda chico: ¿vas al baño? Te estaré vigilando, ¿vas al club nocturno porque te crees hombre? Te estaré vigilando. Incluso cuando trates de ligar con otras chicas, te estaré observando. Tengo ojos en la nuca, tengo ojos hasta en mi tonificado trasero.—Eres peor que mi padre —murmuré—. Déjalo ya.—Papá, por favor —suplicó Nicole.—Adam, reacciona. No lo vayas a golpear.—¿Por qué no? Él se lo ganó —preguntó de mala gana.—Porque…—Este tipo es solo un vago. Veo que tienes un auto lujoso, ¿de dónde lo sacaste? ¿Eres estafador o algo?—Adam, no exageres —lo regañé.—¡Responde! —gritó él, todavía sujetándolo del cuello.—Señor, yo… no —el chico estaba muy asustado—. Mi padre tiene dinero, él es dueño de varios hoteles.—Adam, por favor, no…—Ahora no, Anna.—¡Estoy embarazada! —grité esta vez para que me prestara atención a mí.Eso pareció hacer efecto porque pronto soltó al chico y fui dueña de toda la atención, no solo su atención sino también la atención de todos en la sala.—¿Qué? —preguntó él sin parpadear.Nicole imitó su expresión de tremenda sorpresa.Asentí, enojada con Adam.—Sí, ¿contento? Ahora suelta al chico y deja que se vaya.—¿Qué es estar embarsada? —preguntó una de las gemelas, rompiendo el silencio.Nadie respondió, en su lugar Adam finalmente hizo como le pedí y le indiqué a Nicole que rápidamente se llevara a Faviel. Después de eso él me siguió cuando yo corrí a la habitación y me alcanzó a tiempo, antes que cerrara la puerta en sus narices.—Nena, ¿es verdad lo que dijiste allí? ¿Estás embarazada?—¡Sí! Hoy me enteré de la noticia. ¿Ya estás feliz? Funcionó cada frotada de estatua de fertilidad a la que me llevaste.Él se acercó lentamente, no queriendo perturbarme.—¿Y eso es una mala noticia para ti? —murmuró realmente bajo.—No lo es, pero hubiera deseado que no fuera tan pronto. Además, me pongo demasiado sentimental y extraña con tantas hormonas.Mis ojos comenzaban a aguarse.—¿Ves? —le enseñé mi cara—. Ya comienzo a llorar.—Oh, nena. Eso es bueno, estás embarazada de otro bebé Walker. Vamos a dejar mucha herencia para la humanidad.Adam me abrazó con fuerza, dándome un beso en los labios. Beso que no respondí.—¿Qué ocurre? —me preguntó.—Es que… no quiero que se repita nada de lo que ocurrió con el embarazo de las gemelas.—No se repetirá nada de lo que sucedió antes —aseguró él—. Te lo prometo. Rosie no será mencionada ni siquiera como nombre para algún veneno. Yo me aseguré de que así sea.—¿Cómo? ¿Cómo te vas a asegurar de que así sea?—Digamos que hablé con ella. En realidad, la amenacé. ¿Recuerdas cómo te conté que había amenazado a Marie? Bueno, use el mismo método con ella.—Oh, ¿no fuiste entonces el que dejó su nombre y su número de contacto en todos los lugares público?—Ya me habías preguntado lo mismo antes, y no, no fui yo. No sé cómo pensaste eso.Me sorbí la nariz con fuerza.—Yo sé que no fuiste tú, te tengo que confesar que… en realidad sí fui yo.Adam se separó ligeramente de mí, aun sosteniéndome en sus brazos.—¿Fuiste tú? ¿Pero cómo? Y lo más importante, ¿cuándo? Ni siquiera lo noté.—Bueno… ocupé ayuda de alguien. No te vayas a enojar, pero Diego me pasa el número de teléfono de ella.—Pensé que Diego y tú ya no se hablaban. ¿Debo preocuparme por eso?—Sabes que no. Y quien me ayuda en realidad son Diego… y Key. Ellos son los que se encargan de actualizar en el baño de los chicos —admití con una enorme cantidad de vergüenza—. Pero si me tocas el tema nuevamente, lo negaré todo y dejaré de hablarte.—Prometo no decir nada.Adam hizo una señal como de cerrar un zipper con la boca.—Y ahora, deja de intimidar a todos los chicos que pretenden a nuestra Nicole —lo regañé.—¡Es una niña! Solo tiene quince años. Tartamudeaba hasta que cumplió nueve, y le costaba hablar aún a los diez; ella merece a alguien que le dé la misma calidad que ella da. Esa niña es oro, quiero a alguien mejor que el oro para ella.Sonreí con afecto, sentía que se me formaban unas lágrimas en los ojos.—Yo sé que así es, pero dale al menos la libertad de salir y elegirlo por ella misma.—Me cuesta hacerlo —él suspiró en voz alta—. Pero por ti, nena, lo intentaré. Oye, ¿estás llorando de nuevo?—Es el embarazo.—Mmm… recuerda que si es niño le pondremos Noah.Rodé los ojos.—¿Y si es niña? —pregunté.—Si es niña… me volveré loco porque, del estrés de cuidar a otra pequeña de acosadores o de futuros pervertidos, quedaré calvo y desquiciado.Me reí con ganas.—Espero que sea Noah entonces… nadie quiere a un Adam Walker calvo. Aunque yo te aceptaría de igual forma.Besé su boca y estuvimos así por unos minutos más. Nunca me cansaría de los besos de este hombre.—Ahora, nena —murmuró Adam—. Creo que dejamos a los pequeños terremotos solas, en la sala. Vamos antes que prendan fuego a toda la casa.Me reí nuevamente y nos movimos a buscarlas.

5to año de casados, en la actualidad

Recogimos a Nicole del centro comercial, aunque claro, sólo yo sabía que acababa de verse con Faviel, su pronto-a-convertirse-en-novio chico.Nicole era muy hermosa, con grandes ojos verdes muy similares a los de las gemelas. En su cara siempre se mantenían las viejas cicatrices, pero eso nunca le restó autoestima. Ella soñaba con convertirse en veterinaria desde que tenía diez años de edad, y seguía con la misma pasión en la actualidad.Ella abordó el auto, sonriendo al vernos a todos.—¿Ya es la hora? —preguntó, emocionada—. ¿Vamos a tiempo?—Sí, hoy es el día —gritó Belle—. Hoy sabremos si lo que está en la pancita de mami es niño o es niña. Yo quiero que sea otra niña, Bella es muy mandona.—Buuu —respondió Bella—. Quiero que sea niño porque son menos llorones.Nicole besó a ambas en la cabeza y luego habló:—Yo quiero que sean trillizos. Sería divertido.—¡No! —respondí—. No más de uno, por favor.—Pero, nena, si son tres podemos hasta formar nuestra propia banda: Los Walkers Express —comentó Adam.Negué con la cabeza, deseando que nada de eso sucediera.—Por tu bien, espero que no pase —le comenté, fulminándolo con la mirada.Adam no había puesto al auto en marcha todavía, así que pudimos ver muy claramente cuando una chica de rostro familiar se estacionaba a la par de donde nosotros estábamos. Me sorprendí cuando noté que era, de hecho, mi prima Marie.—¡Mami! —gritó Belle—. Allí está la ladrona.—¡Ladrona! —comenzó a gritar Bella, muy pronto Belle le siguió la corriente y le comenzó a gritar lo mismo.—¿Por qué el ruido? —preguntó Nicole, tapando sus orejas con sus manos.—Les dijimos que cada vez que miraran a Marie gritaran ladrona —respondió Adam—. Y esa de allí es Marie.Nicole frunció el ceño, viendo con desdén a la chica de pelo naranja que nos ignoraba mientras salía de su auto.—Adam, vámonos de aquí —le supliqué—. No quiero que Marie nos escuche.Él sonrió y comenzó a poner el auto en marcha. Mientras pasábamos junto a ella, quien iba distraída con su teléfono, las niñas bajaron las ventanas del coche y gritaron juntas “ladrona”.Marie nos observó detenidamente y, cuando notó quiénes eran los que venían en el auto, nos sacó el dedo medio y nos vio desaparecer del estacionamiento del centro comercial.Adam comenzó a reír con fuerza. Nicole le siguió.—¿Mami? —preguntó una de las niñas—. ¿Qué fue eso?La pequeña enseñó su dedo medio al igual que lo había hecho Marie. Adam rio con fuerza.—¡No lo vuelvan a hacer! —las regañé—. Eso significa algo malo. Muy malo.Nicole se echó a reír junto con Adam.Aggg, me desesperaban.—Dejen de reír —los regañé a ellos también—. No les enseñen nada de eso a las gemelas.—Pero Anna —habló Nicole mientras reía—. Esa no es una mala señal; esa señal quiere decir “buena suerte”. —¿Buena suerte? —preguntó Bella—. Oh, es interesante.—No, basta —volví a quejarme. Suspiré en voz alta y comencé de nuevo a explicar que ellas, por ningún motivo del mundo, tenían que hacer eso con su dedo medio. Parecieron captar.Ellas asintieron con la cabeza, entendiéndolo todo.
Una vez en el consultorio de la Dra. Bagda (sí, siempre con ella), todos quisieron pasar al mismo tiempo. La asistente de la doctora nos dejó entrar únicamente a Adam y a mí.Les pedimos a las gemelas que esperaran junto a Nicole y ambas asintieron.—Mami —comentó Bella—. Buena suerte.Entonces comenzó a sacarme el dedo medio, Belle la imitó a la perfección.—¡Eso no significa buena suerte! —las regañé—. Bajen esos dedos antes que me enoje.Ellas hicieron caso de inmediato.Adam simplemente se encogió de hombros, como haciéndome ver que no había sido culpa suya. Asno.Pasamos juntos al consultorio, entramos tomados de la mano. La Dra. Bagda nos esperaba con una enorme sonrisa en el rostro.—Muy bien —comentó ella—. Ha pasado mucho tiempo ya. ¿Cómo va ese embarazo?—Excelente —respondí—. Venimos para saber si este pequeño o pequeña ya nos deja saber qué es.—Perfecto. Anna, ya sabes qué hacer. Usa la bata que dejé para ti y sube a la camilla.Hice como me dijo, con ayuda de Adam, y esperé por ella mientras me moría de nervios por dentro.Adam tomaba mi mano mientras la doctora pasaba una crema fría por mi vientre, buscando señal de movimiento y latidos del corazón.—Bien, creo que veo algo —comentó ella, pasándose la lengua por los labios mientras fruncía el ceño en apreciación.—¿Qué es? —preguntó Adam, ansioso.—Mmm… —la Dra. Bagda se rio repentinamente—. No puede ser verdad, voy a revisar de nuevo.Movió nuevamente el aparato, observando la pantalla con atención.—Sí, bien —contestó ella—. No van a creerlo… pero son gemelos.Mi boca se abrió y se cerró.Esto no podía estar sucediendo. No de nuevo. ¿Era siquiera posible?—Wow —murmuró un muy afectado Adam—. ¿Es en serio? Vaya, debo ser muy potente. ¡Gemelos de nuevo! Frotar estatuas sí ayuda en verdad.—No, no, no, no —dije realmente frustrada—. Tiene que estar bromeando.La Dra. Bagda sonrió con diversión reflejada en el rostro.—De acuerdo, de acuerdo. Lo captaste —habló con una sonrisa ladeada—. No son gemelos. Espero que solo sea uno.Me relajé al instante. Definitivamente debería haber buscado a otra persona para hacer la revisión. Adam suspiró audiblemente.—Gracias, Dios. No sabría qué hubiera hecho con dos bebés más.—Lo siento —dijo la Dra. Bagda—. No me pude resistir.—¿Y qué será? ¿Niño o niña?—Bien. Veo que claramente es…—¿Y bien? —preguntó Adam, desesperado.La Dra. Bagda frunció el ceño mientras aun observaba a la pantalla.—Si la vista no me falla creo que será una niña… No, espera. Es un niño. Sí, un niño.Al decir esas palabras fue como si alguien hubiera puesto un foco sobre la cara de Adam. Su rostro se iluminó por completo. El mío también.—Al fin tendremos a nuestro pequeño Noah —susurró él.Asentí con la cabeza, emocionada por todo.—Mmm… —comentó la Dra. Bagda, frotándose la barbilla mientras congelaba la imagen—. Esto es raro.Me preocupé.—¿Qué es? —preguntó Adam, adoptando un rostro serio.Mis nervios estaban a flor de piel.—Es que me aparece que sí, efectivamente tendrás un niño… —dijo ella— y también una niña. Sí, son dos.Adam y yo nos quedamos en silencio por varios minutos. Mi cerebro todavía no procesaba la idea.—¿Está bromeando de nuevo? —preguntó Adam—. Porque no es gracioso.La Dra. Bagda me miró realmente apenada, sus mejillas rojas.—Anna, los porcentajes de tener otra vez un parto múltiple suelen ser bajos. Son pocos, pero no imposibles. Estás esperando mellizos… no bromeo esta vez. Lo siento.Entonces hice algo que no creí posible hacer en un momento como ese: me reí, con fuerza.Me doblé a la mitad mientras reía con grandes carcajadas. Esto solo podía pasarle a alguien que se involucrara con un Walker.Era como si yo creyera por un momento que tenía el control de mi vida cuando, en realidad, el destino se encargaba de demostrarme lo contrario. No pude evitarlo y reí con ganas.—Esto solo podía pasarme a mí —solté entre risas.—¿Nena? ¿Estás bien? —preguntó Adam—. ¿Crees que puedes soportarlo?Asentí con la cabeza, sintiendo repentinos deseos de llorar. Agg, mis sentimientos estaban por todo el lugar, casi los podía palpar.—¡Vamos a ser papás de dos más! Creo que el sueño de formar una banda se volvió real —comenté cuando logré dominar la risa loca.—¿Qué te parece si empezamos por poner a una de las gemelas en clases de guitarra y a la otra en clases de piano? Así se hacen a la idea.—Me parece excelente.Decidí tomar las cosas de buena manera. Iba a ser complicado, sí, pero esta era la letra pequeña que siempre vendría en el paquete con Adam y conmigo.—Prometo no volver a hacer que toques otra estatua encantada por el resto de nuestras vidas —murmuró Adam después de unos instantes—. Esto es tan inesperado.Volví a reír al ver la expresión en el rostro de Adam.Cuando salimos del área de revisión y terminamos la consulta, nos dirigimos directamente a las niñas todavía esperando por nosotros.—¿Y? ¿Qué será? —preguntó Nicole.Adam y yo sonreímos al mismo tiempo.—¡Es un niño! —gritó él.—¡Noah viene en camino! —gritaron las tres, emocionadas.—¡Y también viene una niña! —grité, sin poder creerlo todavía.Nicole se quedó seria por un momento, luego abrió su boca para decir lo siguiente:—¿Están bromeando? ¿Entonces serán dos más? ¿Cómo…?Adam y yo nos encogimos de hombros.—¡Seremos los nuevos Kardashians! —gritó Adam, agregándole humor al momento más sorpresivo de mi vida, después de las gemelas.Ninguno pudo evitar no reír con eso. Excepto las gemelas, ellas solo imitaron nuestros movimientos.—¿Quién iba a decir que yo iba a ser padre de cinco hijos? —preguntó Adam, en su momento más reflexivo—. Nunca lo hubiera visto venir.Yo tampoco lo vi venir. Cuando pensaba en Adam Walker, pensaba en estas tres cosas: caliente, estúpido y peligroso. Nunca pensé en él como futuro padre de mis hijos. Mucho menos como padre de cinco de ellos.Al menos me quedaba el consuelo que en nuestra casa nunca habría silencio, y que los días serían agotadores, pero bien invertidos.—¿Nena? —preguntó Adam—. Me tiemblan las rodillas, creo que me voy a desmayar.—Sigue caminando, bebé.—No siento las manos. Es demasiada emoción.—Oye, la embarazada aquí soy yo. No tienes permitido desmayarte.—Quedaré calvo.—Y aun así te amaría… —le prometí. Así lo haría.—Gracias —murmuró mientras me abrazaba—. ¿Me veré bien usando peluquín?—Te ves bien en cualquier cosa.—Tú también, nena. Tú también. Esto va a ser interesante, ¿no lo crees?—Demasiado.Él no tenía idea de cuánto, siempre y cuando siguiera a mi lado sería capaz de soportarlo… y definitivamente él iba a estar cambiando demasiados pañales por el resto de sus días. Me encargaría de que hiciera todo el trabajo sucio.Oh, sí. Nadie embarazaba a Annabelle Green y se salía con la suya para contarlo, a menos que tu nombre fuera Adam Walker porque entonces sí, ese hombre siempre lograba sacar mi lado bizco, mi lado Bambi.Comprobado.
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Published on January 12, 2017 21:58

January 1, 2017

Cap. 28-Parte 2 - ¿Él por su lado y ella por el suyo? - POAW

Anna
3 meses y 5 días después

—Firme aquí, por favor.El hombre en traje gris señaló una línea punteada donde al final se aceptaba la petición de divorcio por parte de los involucrados. Este era el documento oficial, después de aproximadamente tres meses de pedir y suplicar por él, al fin se encontraba disponible y al alcance. Para ser un papel tan importante parecía común y simple; varias firmas juntas y listo, divorcio al instante. Pero era, a la vez, un papel muy poderoso.La primera firma fue escrita con letra cursiva y redondeada, tinta fresca derramada sobre la hoja. Luego, y con mucho pesar, le siguió la otra, más masculina y con muchos giros y formas. Después de unos instantes, ambos nombres se encontraban uno junto al otro, anunciando su separación inevitable.—Bien. Ahora ambos —dijo el hombre encargado de llevar a cabo el divorcio— después de apelar por este documento hace varios meses atrás, están oficialmente divorciados.Miradas de resignación, de odio, de dudas y de tristeza fueron lanzadas de un lado de la habitación al otro, sintiéndose como dagas entre ambos. La decisión ya había sido tomada y no se podía cambiar, no se podía dar un paso atrás ahora.—Supongo que este es el final —habló él.—Es el final, tú lo dijiste —se hizo un nudo en mi garganta al escucharlo—. Hay ciertas cosas que una chica puede tolerar, pero lo que tú hiciste ya no tiene perdón.Esas palabras parecieron golpear un punto frágil entre ambos.—Te pedí perdón demasiadas veces, pensé que era hora de superarlo. ¿Cuánto más necesito decírtelo?—¡No supero nada! ¿Acaso eres tonto? Nunca podría perdonarte lo que me hiciste. No sé por qué te molestaste en pedirme matrimonio primero y luego arruinarlo todo. No te entiendo.—¡Yo tampoco te entiendo! Deberías aprender a dejar el orgullo de lado —comentó él.—Esto no es cuestión de orgullo. Nunca lo fue. Lo que sucedió es que hiciste algo por lo que nunca podré aceptarte en mi vida de nuevo. Ahora, invertí mucho dinero en este divorcio como para que sigamos en lo mismo. Cada quien por su lado, no lo olvides.De pronto mamá se levantó con dificultad de su asiento, buscando apoyo en la silla.Papá frunció el ceño, desviando su mirada hacia el suelo.—¡Anna, vámonos! Deja a tu padre y a su ridiculez juntos.Rodé los ojos, cansada de ambos.—¡Solo te pido que me perdones una vez más, por un insignificante error que cometí, y tú corres y me pides el divorcio! —gritó papá, histérico.—¿Un insignificante error? ¡Te acostaste con Susan! ¿Recuerdas ya? ¿Susan, tu ex mujer?Mamá se apoyó en mi hombro para buscar estabilidad mientras caminaba. Su embarazo ya era muy notable y le molestaba permanecer mucho tiempo de pie.—Te dije que sí, me acosté con ella —gritó mi padre, arrastrando los papeles de divorcio recién firmados—. Pero fue literal, ¡literal! Acostados, de dormir. No hicimos nada. No tuvimos sexo salvaje como piensas que hicimos.Escuchar a mi padre decir “sexo salvaje” fue como un detonante. Arrugué el rostro y tomé el cochecito doble donde llevaba a las gemelas, lista para salir corriendo de allí. Ambas ignoraban el hecho de que sus abuelos se estuvieran divorciando, por segunda vez.—¿Acostarse, de estar dormidos? Wow, palabras sabias —murmuró mamá. Estaba más insoportable que nunca, no pensé que embarazada ella sería diez veces peor.—Mamá, no es bueno para tu salud que te estreses de esa forma. Deja de pelear, por favor —le comenté en un tono suave, últimamente hablar a nivel normal la molestaba. ¿Fui igual de insoportable estando embarazada?—Es tu padre el que empieza. ¡Casados por tres días y ya comete semejante cosa imperdonable!—Ustedes debieron hablar primero —insistí—. No le diste la oportunidad, no cometas el mismo error que yo cometí con Adam, de cortar la comunicación.—Lo hice, Anna, hablé con él pero tu padre es un mentiroso. Se acuesta con Susan, olvidando que se casó de nuevo conmigo y espera que no me dé cuenta, ¿pero adivina? ¡Los encontré durmiendo en el sofá!Suspiré con cansancio, escuchando la misma historia una y otra vez.Mamá se había ido por una noche a dormir conmigo para dedicar algo de tiempo con las gemelas y ayudarme a cuidarlas, pero decidió regresar antes a casa porque, al parecer, a papá le dolía la espalda. Ella dice que llegó solo para encontrarlo a él acostado con Susan, ambos en el sofá de la sala.El divorcio fue lo siguiente en ocurrir y fue uno muy apresurado ya que, aparentemente, no se lo podían dar sino hasta después de un año de casados. Mamá aseguró tener pruebas de infidelidad y pronto el divorcio se estaba procesando.Salimos juntas de las oficinas de los abogados y papá nos seguía de cerca, murmurando cosas incoherentes que hacían enojar más a mi inestable madre. Papá tuvo que quedarse atrás mientras ella y yo subíamos al elevador juntas, sin él.—Anna, lo siento —sollozó mamá una vez dentro—. Te metí en esto y lo lamento tanto, por ti y por las niñas.Luego comenzó a llorar descontroladamente desde el piso doce hasta el primero, donde bajamos y salimos del edificio.—Deben ser las hormonas —murmuró ella una vez que se calmó—. Odio estar embarazada. Creí que a mi edad ya no podía.—No te preocupes, yo entiendo. Y tampoco es que estés vieja, mamá. Sabías que los riesgos estaban allí y de igual forma los seguiste.—Yo sé que sí. Ahora, por mi culpa, mi nuevo bebé tendrá padres divorciados, tal y como sucedió contigo. Me arrepiento tanto de haberme vuelto a casar con tu padre; solo mira lo que te pasó a ti con Adam, debió haberme servido de lección.Hice una mueca, sus palabras doliendo en más de un sentido.—No fue tan grave —me defendí.—Claro que lo fue, los arruinó, los hizo trizas, los despedazó y luego…—Y luego todo resultó tal y como debería ser —la corté.—¿Se supone que las cosas sean así?Mamá y yo tomamos asiento en uno de los bancos que bordeaban la acera frente al bufete de abogados; papá salió pronto del edificio, buscando por nosotras. Se detuvo a unos metros de distancia para darnos privacidad. Las gemelas me acompañaban mientras mamá no detenía el llanto.—Escucha —murmuré luego de unos minutos—, si de algo me ha servido todo lo que pasé con Adam es que hay que romperse para poder rehacerse de nuevo. Es simple, pero funciona; no siempre es el mismo caso, pero tiene efecto. Puedes rehacerte con alguien más, o contigo mismo o incluso con tu propia pareja, pero funciona.—¿Ha funcionado para ti?Medité bien en su pregunta. ¿Habían funcionado las cosas entre Adam y yo? Fueron difíciles e incómodas por un tiempo, pero no sabría si habían funcionado o no. Entonces, como si lo hubiera convocado con la mente, él apareció en su auto, deteniéndose a una buena distancia de nosotras. Salió del vehículo usando una camiseta ajustada de color blanco, enseñando los hermosos tatuajes de su brazo. Le hice una señal para que me esperara allí y él asintió con la cabeza, apoyando su cadera en el capó del auto.—Sí —respondí la pregunta de mamá—. Funciona de alguna manera. ¿Quieres saber lo que me dijo hace unos meses atrás? ¿Lo que me hizo darle una respuesta definitiva a nuestra relación?Mamá asintió con la cabeza, aun sollozando.—Me dio un ultimátum sobre nosotros —continué, rememorando ese día en mi cabeza, y los que le siguieron a ese—, me preguntó si quería seguir con él a pesar de las dificultades o si me iba de su lado nuevamente. Me dijo exactamente: ¿cómo será? ¿él por su lado y ella por el suyo, o juntos, sin importar lo que pase?—No sabía que había sucedido eso —dijo mamá con voz constipada—, ¿qué le respondiste?Respiré hondo y solté todo el aire.—Le respondí algo que tuve que haberle dicho desde el principio, algo que era necesario ser dicho. Le dije que lo amaba y que lo perdonaba, que me perdonara él también por habernos hecho tanto daño, pero…Miré nuevamente en dirección a Adam, se había acercado a mi padre y ahora se encontraba platicando con él, sonriendo mientras hablaba. Él era algo precioso de ver.Suspiré.—¿Pero? —dijo mamá, interrumpiendo mis pensamientos.—Pero…

3 meses y 5 días antes
—Anna, responde la pregunta —dijo él. Su tono de voz ya era el de una persona desesperada.Tragué saliva, sintiéndome acorralada por completo, sintiendo todo el daño que le había provocado en este tiempo. Tomé a una de las bebés en mis brazos.—Yo… Adam, yo… —cometí el error de verlo a los ojos, los suyos ya nublados, su mandíbula apretándose sin soltar su agarre. Supongo que él estaba preparado para una respuesta negativa, pero nos sorprendí a ambos con mis siguientes palabras:—Adam —continué en medio de mis sollozos—, me desesperas la mayoría del tiempo, me frustra lo fácil que puedes arruinar todo, así como lo fácil que logras que se arregle. Siento que te odio por momentos, y a los siguientes, quiero comerte a besos. Sé que no eres perfecto, y tampoco lo soy yo, pero adoro que no lo seas. Adoro todas tus imperfecciones, así como un día tú mismo dijiste que adorabas las mías.Sollocé de nuevo, deteniendo por un breve momento lo que iba a decir.—Te amo —continué—. Quiero estar contigo, luchar por nosotros. Acepté casarme con todo y tu letra pequeña incluida en el contrato; te dije hace no mucho tiempo atrás que merecías sentirte feliz, ahora lo entiendo: ambos merecemos ser felices y no dejaré que pequeñas situaciones o estúpidas personas nos quiten esa felicidad que nos ha costado tanto. Te perdono, así como tú tienes que perdonarme a mí, por favor. Pero… Me quedé en silencio por varios minutos, tratando de poner en orden las palabras que quería vocalizar.—¿Pero? —me instó a continuar, sus ojos rojos y sus rasgos tensos.—Pero, no sé cómo comenzar esto desde cero. Quisiera tener un botón de reinicio y borrar todo el daño hecho, el que tú me hiciste, el que te hice yo, el que me hice a mí misma… solo no puedo.Mis palabras parecieron aliviar la pesada carga de Adam, suspiró como nunca lo había escuchado.—No se puede borrar —habló en voz baja—, no puedo cambiar lo que dije, lo que hice, porque todo eso le pertenece al pasado. Ya está dicho, está hecho… pero te aseguro que no las volverás a oír en el presente o en el futuro. Jamás. Por favor no me vuelvas a excluir de tu vida, así como yo nunca te volveré a excluir de la mía, o en ninguna de mis decisiones. Volvamos a comenzar de nuevo, aunque no sepamos cómo, aunque nos equivoquemos muchas veces y estemos aprendiendo. Hagámoslo, juntos. Equivócate conmigo, vive conmigo; solo no me alejes como lo has estado haciendo en estos días, y no salgas huyendo nuevamente de mi lado. Me dueles, Anna.Asentí con la cabeza, sin poder controlar mis lágrimas.—No te quiero perder —susurré en voz realmente baja que él perfectamente escuchó.—Nunca podrías perderme, hemos pasado por tanto, nos merecemos otra oportunidad. Prometo que será la última y la definitiva —respondió—. Ya no quiero ser tóxico para ti, para nuestras hijas, para nadie.—Lamento haberte guardado demasiados secretos, no haberte contado desde un principio lo de las gemelas —murmuré realmente arrepentida.—Lamento no haberte dicho antes que ya lo sabía, que lo supe todo este tiempo. Lamento haberte herido como lo hice, me siento un completo imbécil por haberme dejado manipular así de fácil.—Creí que serías tú el que huiría, pero terminé huyendo yo.—Ya pasó Anna, ya no podemos controlar lo sucedido. Pero por favor, comienza de nuevo tu vida conmigo.Asentí con la cabeza, viendo en dirección a nuestras hijas.—Está bien. Hagámoslo —respondí luego de unos instantes—. Prometo esta vez poner de mi parte por completo, porque te quiero y te quiero en la vida de nuestras hijas. No sé cómo, pero volvamos a comenzar de cero.Él se movió para darme un abrazo, acomodando a una de las bebés mientras yo acomodaba a la otra. Nos abrazamos, los cuatro. Luego él besó mi cabeza, seguido de mis mejillas húmedas de tanto llorar; la última parada fueron mis labios.Su beso se sintió como sellar un contrato… uno con letra pequeña que decía que no todo en la vida sería perfecto, que habría problemas y dificultades, sus altos y sus bajos, pero que podría mejorar solo si ambos estábamos dispuestos a mejorarlo. Y lo acepté, firmé con mis labios el contrato y él me devolvió el beso con la misma fuerza.Luego de eso se separó lentamente de mí, apoyando su frente contra la mía, suspirando en mis labios.—Tienes esa mirada bizca que tanto amo —comentó él en voz baja, aun sin despegarse—. Extrañaba verla siempre que te besaba… aunque apareció cuando viste mis fotos del calendario. Dime que te encantó.Sonreí con ganas, de corazón.—Por tu culpa tendré ojos bizcos para siempre.—Umm, ya lo creo.Besó mi frente y luego besó la de nuestras hijas.—¿Cómo se te ocurrió hacer un calendario? —pregunté luego de unos segundos—. Estás loco.Me guiñó un ojo.—Loco por ti, siempre. Besó mis labios una vez más, lento y moderado. De la forma correcta.—Dime una cosa —murmuré entrecortadamente.—Una cosa.Rodé los ojos, ¿por qué los chicos se portaban de esa manera cuando uno hablaba de temas serios?Adam se rio de mi expresión y luego procedió a besarme nuevamente con lentitud.—A ver, cuéntame.—Dime que no compraste esa cama con forma de Ferrari. Dime que no la mandaste a fabricar realmente porque te aseguro que enviaré al perro a dormir en ella.De ser posible, él se rio aún más que antes.—No, tranquila nena, no la pedí. ¿Creíste todo este tiempo que iba a dejar que me echaras de nuestra habitación? Nunca. Tenía que buscar una excusa.Sonreí a medias, sabiendo muy bien desde el principio sus intenciones. Pero yo lo aceptaba cada noche porque quería simplemente que me sostuviera por unos minutos, aunque no iba a admitírselo en voz alta; al menos no todavía.—Bien, es hora de dormir a estas bebés —señalé a la pequeña dormida desde ya en los brazos de Adam—. Me alegra que solo haya sido eso, una broma, lo de la cama. ¿Te imaginas con una cama de Ferrari en la habitación?—Correcto —Adam evitó mi mirada, observando a la bebé—. Espero que no te moleste entonces que tengamos una cama de Gokú… ¡No es un Ferrari!—¿Pediste una cama de Gokú? ¿Es broma?—No me pude resistir. Quería saber si la podían fabricar y resulta que sí pueden… vendrá la próxima semana.—ADAM.—¿Anna?—No pienso dormir en una cama de Gokú.—¿Cambiara algo si digo que es de Vegeta? Lo fulminé con la mirada.—Bien, bien —respondió—. Pediré que se quede en la habitación de invitados. Ahora, deja que comencemos con el pie correcto.Amablemente depositó a Bella en la cama y tomó a Belle de mis brazos, me ayudó a ponerles un pañal fresco y a vestirlas, una de color morado y la otra de azul celeste. Ambas bebés quedaron dormidas después de eso y no fue necesario cantarles ninguna clase de canción para que alcanzaran el sueño. Después de unos minutos de observarlas dormir, Adam me tomó la mano y me plantó un beso en el cuello. Justo ahí recordé que él se encontraba únicamente usando un diminuto bóxer.—Ven —me susurró cerca del oído—, hay un lugar al que quiero que me acompañes.—¿Qué lugar?—Un lugar en el que ya has estado antes. Vistámonos y acompáñame a verlo. —No podemos dejar a las bebés todavía.—No está muy lejos, además, le pediremos a mi abuela que las cuide por unos minutos.—Pero… ¿y si se levantan con hambre?—Estaremos de vuelta pronto —me aseguró—. Vamos, acompáñame.—Bien. Pero ¿y si lloran pidiendo a su madre? las extraño desde ya.—Te mostraré algo y luego regresamos. Prometido.—¿No serán más calendarios, de casualidad?Se rio en voz baja.—No, pero es igual de bueno.


—¿Qué hacemos aquí? —pregunté una vez que llegamos al lugar que Adam quería mostrarme.El sitio se encontraba algo concurrido, había una farmacia en una esquina y un salón de billar al lado contrario, nada extravagante.—Date la vuelta —susurró Adam.—¿Qué? ¿Qué va a pasar?—Voltéate, nena.—Bien. Pero no te entiendo.Hice como me dijo, dándole la espalda a él. Entonces sentí algo golpeando mi cabeza levemente.—¿Qué estás…? —me quería girar, pero me retuvo de los hombros.—Shhh.Pronto sentí otro golpe leve en mi cabeza.Una pelota, del tamaño de una pelota de tenis, rodó cerca de mis pies, eso era con lo que me había golpeado. Recogí la pelota y esta vez Adam dejó que me girara para verlo.—¿Qué ocurre contigo? ¿Me acabas de tirar esto a la cabeza?Él me observó detenidamente, de pies a cabeza, sonriendo de oreja a oreja como si yo tuviera restos de comida en el rostro o como si me creciera bello de las mejillas. Hice lo mismo con él e imité su mirada aguda.—¿Puedo saber por qué me observas tanto? —pregunté, rompiendo la concentración de ambos.Adam carraspeó y luego hizo la cosa más extraña que podía hacer: sacó tres paquetes de ¿condones? de su bolsillo, y los lanzó al suelo.—Yo no te golpeé. Te golpeaste con ese letrero —señaló arriba de mi cabeza. Alcé la vista, observando que, de hecho, sí había un letrero acerca del lanzamiento de un nuevo producto capilar.—No, no me golpeé —lo acusé—. Tú me lanzaste una pelota a la cabeza.Llevó su mano a su boca, haciendo como si estuviera a punto de contarme un secreto.—La pelota es de espuma, en realidad el golpe no duele —carraspeó nuevamente y sonrió de lo más tranquilo—. La próxima vez ten más cuidado, aunque entiendo la urgencia.Miró al suelo, señalando los condones.—¿De qué hablas? Los acabas de tirar al suelo.—Que no te dé vergüenza decir que son tuyos… aunque te aconsejo que lo dejes.—¿Que deje el qué? ¿A qué estás jugando?—Digo que dejes a ese perezoso que necesita de otro para comprar protección.Y entonces lo entendí. Ese día se vino a mi cabeza con perfección. Fue el día que conocí a Adam. Él estaba recreándolo para mí. ¡Y estábamos en el sitio donde todo ocurrió!Abrí y cerré la boca mientras lo observaba con atención. No podía creerlo.—¿Puedo saber tu nombre? —preguntó él después de unos instantes.Decidí seguirle el juego, no sabía qué pretendía con eso. Tal vez esta era su forma de “comenzar desde cero”.—Mi nombre es Annabelle, pero muchos me dicen Anna.Tomó mi mano, estrechándola.—Es un gusto, Anna. Mi nombre es Adam, Adam Walker.—Suena… peligroso.—Lo soy. Romperé tantas veces tu corazón, así como tú vas a romper el mío, pero nos amaremos con intensidad. Te propondré matrimonio con una canción de Bruno Mars, te quedarás embarazada de mis bebés. Serán niñas, por cierto, espero que tengan tu mismo color de ojos. Diré demasiadas cosas estúpidas que te harán pensar si lo nuestro valió la pena; te dolerán y me dolerá a mí también recordarlas. Arruinaré nuestra luna de miel aun cuando tenía demasiadas cosas buenas preparadas y luego desaparecerás de mi vida como si no dejaras huellas en mi cuerpo, en mi alma, en todo lo que soy.Tomó aire y agachó la mirada.—Me dejarás, dirás que me perdonas pero que nuestra relación es tóxica —continuó—. Vas a proponer irte a casa de tu madre y yo, mientras muero por dentro, te suplicaré que no lo hagas. Te pediré mil disculpas y tú me dirás que lo único que querías en la vida era guardar los buenos recuerdos, o regresar el tiempo y capturar una imagen de ambos cuando nos conocimos. Así que aquí estoy, recreando nuestro primer encuentro para ver si de esa forma aceptarías empezar desde cero a partir de aquí, ahora.Guardé silencio por unos segundos, observándolo de pies a cabeza.Lucía apetecible en su camiseta de botones, sus pantalones rasgados y su actitud de chico malo-reformado a bueno.¿Qué puedo decirte acerca de Adam Walker que no haya dicho ya? Cierto, el chico cometía errores más rápido que un cohete viajando a la velocidad de la luz, pero tenía que admitir que los sabía remediar con la misma facilidad.—Wow, sabes muchas cosas sobre nosotros, apenas nos acabamos de conocer —murmuré, siendo esta mi manera de aceptar comenzar desde el principio.—Podríamos decir que vengo del futuro.—Supongo que en esta ocasión no está incluida Marie…—¿Quién?—Oh, solo es el nombre de un animal rastrero conocido muy comúnmente como cucaracha.—Entonces no, las cucarachas no son bienvenidas a esto.—Creo que me empiezas a agradar, Adam.—Eso es algo bueno, Anna, porque también me empiezas a caer bien. En especial si eres amante de camas con forma de Gokú.—Eso nunca va a suceder.—¡Vamos, nena! Es Gokú, ¿cuándo tendré la oportunidad otra vez?—No.—Nena…—Nop.

3 meses y 5 días después… en la actualidad

—Oh —mamá se sorbió la nariz con un pañuelo.—Oh —respondí, sonriendo con locura cuando Adam se cansó de esperar junto a papá y se acercó a mamá y a mí. De hecho, él ganó la discusión sobre la cama y ahora éramos propietarios de una lujosa y cómoda cama matrimonial con aspecto de Gokú. La odiaba. Pero Adam la amaba y eso me hacía feliz a mí. Además, las bebés se entretenían viéndola, ellas adoraban los picos que formaban el cabello del personaje. Era una locura. Hasta Nicole se había enamorado de ella. Eran todos contra mí.—Pero no lo has entendido, Anna —comentó mi madre—. Adam y tú tenían una solución, la usaron y todo salió bien. Tu padre y yo… es irreparable.—¿De verdad viste que papá estaba desnudo, en el sofá, con Susan?Tomó mi mano, sollozando y tratando de sacudirse la nariz de nuevo.—La verdad, salí corriendo, pero creo que tu padre estaba vestido por completo. De igual forma, ¿por qué tenía que dormirse con ella? No, no lo perdonaré jamás.Ahora comprendía muy bien cómo me debieron haber visto las demás personas cuando yo aseguraba nunca perdonar a Adam. ¿Fui así de dramática?—Te diré algo que me dijo Rita una vez —comenté—. Puede que tal vez, en el futuro, te rías de toda esta situación cuando pienses en ello. Creo que tomaste una decisión apresurada y no le diste tiempo a papá de explicarse.—¡Tu padre es un vago! Mi futuro bebé no merece ni siquiera saber su nombre. Creo que lo mejor es que huya a casa de la abuela. ¿Qué dices?—Esta historia se me hace conocida —murmuró Adam cuando al fin nos alcanzó, escuchando la última parte de nuestra conversación—. Hola, nena.Me saludó plantando un beso en mi boca, uno no muy apto para mis padres, pero que de igual manera disfruté.—Hola, bebé —le guiñé un ojo.Adam sonreía mientras se acercaba a las gemelas y les daba, a cada una, besos en los cachetes. Por último, saludó a mamá, quien lloraba sin control.—Cómo me hubiera gustado tener a mi propio Adam Walker —comentó ella—. No sé cómo me fui a enamorar de un hombre que se está quedando calvo, debí haber visto las señales con tu padre. Siempre se le caía el pelo cuando intentaba peinárselo.—¡No soy calvo! —gritó papá detrás de nosotros, exasperado por escuchar a mamá—. Es cosa de genética.—Al menos Adam no tendrá ese problema.—Cecile, recapacita —suplicó mi padre—. Necesito que creas en mí. Confía en mí, por favor.—La confianza es algo que se gana.Mamá comenzó a ponerse de pie con dificultad. Rodé los ojos, oh, espera. Yo fui peor que ella… tal vez las chicas Green teníamos ese problema en nuestra genética.—Me voy, quiero pasar unos días sola. Iré a casa de mi madre —habló ella.La iba a ayudar a andar, pero negó con la cabeza, queriendo hacerlo sola.—No me sigan. No puedo con tanto.Mamá se despidió de todos menos de papá quien tomó su lugar junto a mí.—¿Qué hago ahora? —suspiró él.—En primer lugar —lo aconsejó Adam, tomando a la bebé Belle en sus brazos—. Vaya tras ella, en segundo lugar, ¿el chico que aprobó el divorcio era el que contrató?Parpadeé mientras miraba entre uno y el otro.—Sí, es el que me dijiste. Le pagué para que falsificara los papeles —confesó papá.—¿Qué? —me metí en la conversación—. ¿Falsificaste tu divorcio? ¡Papá!—Adam me dio la idea… No quería divorciarme de nuevo.Adam se encogió de hombros, dejando que Belle babeara su cuello. Belle tenía algo con el cuello de Adam, lo adoraba. Bella en cambio, amaba sus orejas.—¿De verdad tengo que seguirla? —preguntó papá luego de ver los intercambios babosos de Belle con el cuello de Adam—. Ella pidió distancia. No cree que Susan solo llegó a la casa porque estaba deprimida. No fue mi intensión quedarme dormido en el mismo lugar que ella.—Regla número uno —respondió Adam—: La mayor distancia que puede haber entre los dos es del tamaño de una uña de bebé. Así que persígala, aunque pida espacio. Claro, hay que saber cuándo retirarse. Por ahora, simplemente sígala a todas partes y hágale saber que usted va a estar allí.Papá suspiró, poniéndose de pie.—Está bien, iré tras ella. Gracias por tus consejos, hijo. Espero que Cecile no me mate cuando sepa que aún estamos casados.Papá palmeó la cara de Adam. Él simplemente sonrió.Me despedí de mi padre y su drama con mi madre, mientras tanto, saqué a Bella del cochecito y la acomodé en mis piernas.—¿Mi padre te acaba de llamar “hijo”? —pregunté aun sin podérmelo creer.—Así es. Pero no te preocupes, un movimiento en falso y me rompe la mandíbula como la vez pasada.—Te lo merecías.—Yo sé, nena. Yo sé.—¿Nos vamos a casa? —pregunté.Adam asintió con la cabeza.—Es hora de ir a casa. Por cierto, Shio llamó hace un par de horas a tu celular, lo dejaste en la cama.—¿Qué quería?—Simplemente molestar por lo mismo de siempre.—¿Sigue con lo del calendario?Adam asintió con la cabeza.—¿Cómo es posible que ella encontrara ese calendario? Era únicamente para tus ojos.Me encogí de hombros, realmente apenada. Shio llegó de visita hace unas semanas, le pedí buscar por algo de ropa en uno de los armarios, olvidando por completo que allí guardaba el calendario erótico que me había dado Adam, y ella lo encontró casi de inmediato.Terminó por llevárselo a escondidas, todavía no lo devolvía.Ahora Rita sabía sobre el calendario.Y también Mindy.Y Mirna, quien pagaba una gran suma con tal de verlo. En general, era mi culpa.—No sé cómo lo consiguió —comenté, sin decirle nada más.—Bueno, será tu culpa si mi abuela se llega a enterar de él. La pobre anciana sufrirá un colapso.—Ya seremos dos.Adam me ayudó a ponerme de pie, colocando a las gemelas de nuevo en su cochecito.—¿Te puedo preguntar algo? —hablé mientras caminábamos hacia el auto—, si te hubiera pedido el divorcio, ¿hubieras hecho lo mismo que hizo papá?Él no dijo nada por unos segundos, luego sonrió como lobo mientras pensaba en el asunto.—Definitivamente. No te hubiera querido lejos de mi vida. Nunca.—Oww, te has vuelto sensible.—Me has vuelto romántico.Tomé su brazo mientras él llevaba el cochecito de las niñas. Descansé mi cabeza en su hombro mientras caminábamos lentamente.—Hubo un momento en que pensé que ese era el único final que podríamos tener —admití dolorosamente.—Nena —él besó mi cabeza—. No existe final entre nosotros, nunca existirá, ¿recuerdas? Además, no podía dejar que fuera de esa manera.—No podemos ser eternos, Adam.—Pero quiero ser eterno a tu lado, Anna. Déjame serlo. Prometo largas duchas y sesiones de besos intensos, incluso prometo no llevar nada de ropa, si es lo que quieres.—Ya me lo habías mencionado antes, sigo creyendo que nadie es eterno en esta vida, Adam.—¿No eras tú la que dijo que escribiría nuestra historia? Hasta te había dicho que consideraras a David Bekham para el papel.—¿Qué tiene eso que ver?—Escribe una historia sobre nosotros, quedaremos inmortalizados en papel. Ya lo puedo imaginar. El título sería “Mi emocionante vida con Adam”—El título nunca llevaría tu nombre. No seas presumido.—Y dedicatoria: Para la pareja más cursi, irritante, terca, amorosa, maravillosa y necia que he conocido: Adam y Anna. —Hay que hacer énfasis en irritante —comenté—. “Porque a pesar de todo siguen intentándolo, aprendiendo de sus errores (y volviéndolos a cometer una y otra… y otra, y otra, y otra vez)”—Hay que hacer énfasis en una y otra, y otra, y otra, y otra, y otra vez.—Hay que hacer énfasis en “ya cállate y bésame de una buena vez”.—Si eso es lo que quieres.Entonces se inclinó para rozar sus labios con los míos, abriendo mi boca para profundizar el beso, su brazo tomando mi cintura mientras mis manos hacían nudos con su camisa.Y aquí haríamos énfasis en cursi… pero delicioso. Muy delicioso.—Allí está mi chica —murmuró cuando nos separamos—. Esos ojos bizcos que tanto amo.—No los pongo bizcos.—Como venado.—No es así.—Como Bambi.—No es verdad.Quedó en silencio por unos minutos mientras acomodaba a las bebés dentro del auto.—Sí, lo es —susurró tan bajo que apenas pude escucharlo.Rodé los ojos.—Asno.—Siempre y cuando sea el asno más lindo de la granja, no hay problema.Lo era. Él era el asno más lindo. Pero nunca lo admitiría en voz alta.
Jamás.
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Published on January 01, 2017 15:19

December 25, 2016

Capítulo 28 - Parte 1 - ¿Él por su lado y ella por el suyo?




Adam
¿Necesitábamos de verdad tanto espacio? Esta era mi segunda noche durmiendo en la incómoda cama de la habitación de invitados, era frío, solitario… y además la extrañaba a ella, a Anna, la que rompía mi corazón de igual forma en que yo rompía el suyo.No quería dormir esta noche solo. La quería a ella, solo a ella. Fui de puntillas en medio de la noche, acercándome a nuestra habitación, escuchando los suaves ronquidos de Anna. Se encontraba durmiendo, junto a la cuna de las gemelas, quienes dormían pacíficamente también. Abrí la puerta con sumo cuidado, procurando no despertarlas, y me escurrí en la cama junto a ella. Estaba de espaldas, así que la abracé rodeando su cintura, tal vez un poco más arriba de la cintura. Ella murmuró algo en su sueño y se retorció entre mis brazos. Me puse nervioso por unos momentos, pensando que iba a despertar y a echarme de la habitación, pero apenas y reconoció mi presencia.Me relajé.—¿Qué haces aquí? —murmuró dormitada. Adiós a mi entrada sigilosa.Suspiré, pegando aún más mi pecho a su espalda.—¿Qué crees que hago? Es obvio que soy sonámbulo y he venido a tu habitación sin darme cuenta. No soy yo realmente, el verdadero yo cree que está dormido. Soy otro Adam.—¿Mmm? ¿En serio? Entonces déjame informarte, Otro Adam, que él duerme en la habitación al final del pasillo —susurró realmente bajo.Hice una mueca. Odiaba esta distancia entre ambos. Ni loco dormiría en otra habitación por más tiempo; respeté su espacio demasiado ya, era hora de invadirlo de nuevo.—¿Mmm? —comenté.—Mjum.—Mjumjumjum—¿Mmm?—Incluso en gruñidos tú y yo nos entendemos a la perfección, nena.Besé su nuca y eso la motivó a alejarse unos centímetros de mi cuerpo.Me pegué de nuevo a su espalda, teniendo cuidado en no lastimarla.—Adam…—Shhh, por favor, tengo sueño y en esa habitación hay una cama tan dura como el pavimento —comenté—. Solo por esta noche, déjame dormir aquí. Ya no estés enojada conmigo.Ella no dijo nada por unos minutos, hasta llegué a pensar que había caído dormida, pero de pronto habló con voz suave:—Está bien. Solo por esta noche. Mañana regresas allí.—Mmmm…—Jum.—No sé cuántas noches serán, me temo que debo comprar una cama más suave que esa.—Mañana la puedes comprar.—De acuerdo, te aseguro que para mañana ya habrá una nueva cama.—Bien…Esta vez ella se quedó dormida y yo la abracé más fuerte.

Siguiente noche
—¿Qué haces aquí otra vez? —preguntó ella de forma incoherente, se encontraba a punto de caer en el coma del sueño—. ¿No dijiste que ibas a comprar la cama hoy?—Lo hice, pero tardarán en enviarla. Te prometo que será la última noche.Ella suspiró en su sueño. Yo la abracé más fuerte.—No es necesario el contacto físico —comentó intentando alejarse.—Sí es necesario, por si hace frío esta noche. Te mantendré caliente.Me le pegué de nuevo.—No es época de frío.—Entonces seré tu sauna personal. Ya duerme.Ella no dijo nada y cayó dormida de nuevo… al menos hasta que las gemelas lloraran dos horas más tarde, y luego una hora después de eso, y otras tres horas después de la última vez. Ya hasta había olvidado lo que era dormir más de cinco horas seguidas.Cuando las bebés se calmaban, volvía a la misma posición de abrazar a Anna, aunque ella siempre se negaba y se apartaba, yo la perseguía hasta que lo aceptaba.

Dos noches después
—Lastimosamente la cama fue enviada por error a otra persona —hice un sonido de falsa desaprobación—. Tendré que dormir de nuevo aquí.—¿Por qué siempre vienes cuando estoy a punto de caer dormida en el mejor sueño? —reclamó—. Comienzo a sospechar que nunca ordenaste una nueva cama.—¡Lo hice! Lo prometo. La pedí con forma de Ferrari, solo había en tamaño de niño, pero llegué a hacer un trato con el vendedor para que la adecuara a mi estatura.—Está bien. Hoy también ayudas con las bebés, siento que no he dormido como en mil años.—Por supuesto.—Y no estás respetando mi espacio —comentó, frustrada.Para calmarla, tomé una de mis almohadas y la coloqué entre los dos.—Listo —dije.—¿Listo qué?—Ya puse espacio.Ella se dio la vuelta, observando el lugar en donde se encontraba la almohada.—Eso no es suficiente.—Pues ese es todo el espacio que te puedo conceder.Ella resopló y luego se dio la vuelta, dándome la espalda.Sin importarme la almohada, me volví a pegar a ella para abrazarla.—¿Qué haces? —murmuró.—No especificaste qué espacio debo o no tener en contacto contigo. Solo asumí que esta era una posición muy cómoda para los dos.Ella suspiró pero durmió todo lo que pudo, dejándose rodear por mis brazos, en donde debería estar.Cuando las bebés lloraron más tarde, Anna las amamantó en nuestra cama mientras yo la observaba bajo la escasa luz de la lámpara. Ellas tres, y mi pequeña Nicole, eran mi mundo entero. Me volverían loco, sí, pero las amaba.Finalmente las bebés se sintieron satisfechas y entre Anna y yo ayudamos para hacerlas eructar. Eran las cosas más bellas que hubiera visto, incluso sacando los gases de su cuerpo.—Las amo un poco más cada día —murmuré—. No sabía que fuera posible.Anna no dijo nada, simplemente quedó en silencio.Cuando las bebés terminaron de eructar, ambas volvieron a dormir.Me encontraba colocando a la pequeña Belle en la cuna, cuando noté los suaves ronquidos de Anna.Bella se encontraba acomodada en la cama y Anna la abrazaba mientras dormía.Deseaba capturar este momento. Se miraban preciosas, ambas.Tomé a Bella de los brazos de Anna y la acomodé junto a su hermana. Luego sustituí su lugar y apoyé la cabeza de Anna en mi hombro. Dormimos así por las siguientes tres horas.


Tres noches después
—¿Y la famosa cama con forma de Ferrari? —preguntó Anna.—El envío se atrasó. Pero prometen que será pronto.—Mmm…—Mjum…

Dos noches más, después
—Tengo una mala noticia —comenté en susurros contra el cabello de Anna—. La cama se perdió y, como era un diseño exclusivo, tendrán que crear otra solo para mí. Tardará al menos una semana más.—Empiezo a creer que la cama nunca vendrá.—No pienso que eso sea un problema ahora. ¿Dormimos de nuevo en cucharita?—Ya lo haces, sin mi permiso, todas las noches.—Anna, yo soy de los que toma sin pedir permiso, recuérdalo.Ella simplemente suspiró, pero de igual forma se dejó abrazar.

Una semana después
—¡Se quedaron sin inventario! —comenté—. Esos desgraciados, malnacidos, hijos del peor enemigo de Gokú, no se habían tomado la molestia de hacerme saber que ya no tenían materiales para fabricar mi cama especial con forma de Ferrari.—¡No puede ser! —dijo Anna, con fingida sorpresa—. ¿Y ahora qué va a pasar contigo? Creo que tendrás que dormir en el suelo por culpa de esos hijos de Freezer.—O… ¡Puedo quedarme aquí contigo por otro par de noches! Esta cama es muy grande y espaciosa… Espera, espera. ¿Dijiste hijos de Freezer? Nena, ¿sabes de Gokú? Creo que me volví a enamorar.Ella se dio la vuelta para verme directo a la cara. Me dedicó la primera sonrisa después de tantos días de estar enojada conmigo. Apenas me hablaba usualmente, pero este gesto sabía a gloria para mí.—En realidad no lo sé. Freezer es el único nombre que conozco de Dragon Ball.Sonrió de nuevo. Esto era un milagro.Creo que ella se dio cuenta que la miraba como imbécil y se dio la vuelta otra vez, dándome la espalda, lista para dormir.—Si no te pueden hacer la cama en forma de Ferrari —dijo ella—, deberías de pedir una normal.Bufé.—Lo normal es aburrido. No soy normal, tampoco tú.—¡Entonces pide de otra marca de auto!—Mmm… quería un Ferrari. Pero mi otra opción era una cama con la forma de Rayo Mcqueen, es adorable.—Y es para niños.—Si Nicole tiene una con forma del pony rosado que tanto admira, yo merezco una con forma de Rayo Mcqueen.—De acuerdo, me rindo. Pide la que quieras.—Bien.—Bien.—O puedo pedir una con forma de Gokú… ¡Las posibilidades son infinitas!—Ya quiero ver cómo queda ese invento de Gokú en una cama.—¿Quieres verlo en una cama? Si quieres me disfrazo de él y vengo a dormir así mañana.Anna intentó tragarse una risa, pero fui rápido en escucharla.—Ni se te vaya a ocurrir.—De acuerdo… era una idea.—Buenas noches, Adam.—Buenas noches, Nena. Duerme sabiendo que aquí estoy para cuidarte.Ella suspiró y durmió.
****
—¿Cuánto tiempo más crees que ella se va a comprar esa historia de la cama? —dijo Key, mi amigo. Se llevó un trago de cerveza a la boca mientras yo hice lo mismo con la mía.—No lo sé. El único momento en que hablamos más de tres palabras es en la noche, en el dormitorio. Ella sigue enojada conmigo desde la visita de Rosie. Ya ha pasado una semana, tengo miedo de perderla.Key no dijo nada y ambos nos quedamos en silencio por unos momentos, simplemente disfrutando de la vista que teníamos desde la terraza de su dormitorio.—¿Qué pasaría si ella decide nunca perdonarte y simplemente pedir el divorcio? —preguntó él.Casi exprimo, en ese instante, el cuello de la botella en mi mano.—Eso no va a pasar. No la puedo dejar ir. Yo la amo.—¿Y si para ella ya es suficiente? Te perdonó varias veces, me sorprende que no haya superado esta.Hice una mueca, herido por sus palabras.—Entonces intentaré hacernos espacio aun cuando ella no quiera. Seguiré intentando hasta que me canse.—Todos tenemos un límite. Creo que no lo estás intentando lo suficiente.Key elevó sus pies sobre la mesa de centro colocada frente a nuestras dos sillas. Llevó su mano detrás de la nuca y silbó una melodía suave.Tomé otro trago de mi cerveza.—Pero me he esforzado —comenté—. Me he esforzado mucho.Él negó con la cabeza.—Piensa en Anna en estos momentos como una paciente cuyo corazón se detuvo. ¿Qué se hace para salvar su vida cuando llega a un caso extremo? Se usa una de esas máquinas que dan choques y reviven a la persona.  Necesitas un choque fuerte que la haga salir de su entumecimiento.—Pero, ¿qué puedo hacer? No se me ocurre nada.Key sonrió como una astuta serpiente.—Recuérdale todo lo que se está perdiendo.Movió sus cejas de arriba abajo, sugestivamente.Entonces ahora era yo el que sonreía como astuta serpiente.—Tienes razón —comenté—. Tienes toda la razón. ¿Eso hiciste con Rita para que te perdonara la mentira que dijo Rosie y que los separó a ambos?—Más o menos… Digamos que con Rita funcionan otras cosas.—¿Cómo qué? Nunca me has contado.Key hizo una mueca, quitando los pies de la mesita.—Bueno pues… tuve que llevarla a conocer al tipo que tanto ama.Elevé mis cejas, extrañado.—¿Cómo? —pregunté, incrédulo.—Sí, así como lo oyes. Ella ama a un personaje ficticio de libros, y la autora de dichos libros estaba firmando autógrafos en un tour literario. Al parecer iba a ir también el chico en el que se inspiró la mujer para hacer el personaje y… Rita moría por conocerlo y tomarse una foto con él. Tuve que llevarla.Me reí en voz alta.—¿Y funcionó?—No. Resulta que me equivoqué, el tour era falso y el actor resultó ser un estafador que nos robó hasta los calzones. Fue uno de mis momentos más vergonzosos de toda la vida. Tuvimos que andar desnudos unas cuantas calles hasta que encontramos una tienda de ropa.Me reí aún más fuerte que antes.—Lamento oírlo.Él se encogió de hombros.—Eso nos unió más. Así que no me molesta.—Me alegra por ambos. Se merecen el uno al otro.—No fue fácil —dijo él—. Lo de Rosie fue la prueba más grande. No puedo creer que Diego haya sido el padre del bebé todo este tiempo.—¿Qué hiciste con él? O mejor dicho, ¿qué hizo Rita con él? ¿Qué hizo con Rosie? Porque Anna le dio dos puñetazos que después le hincharon la mano.Key se echó a reír casi de inmediato.—Con Rosie: me hizo orinar en una copa todo el día, ella contribuyó, para después ir a su casa y marcarla por completo. Fuimos, esa misma noche, a tu casa por los pañales de las bebés y los colocó en sitios estratégicos para que dejaran huella.Me reí junto con él.—Y con Diego —murmuró—. Creo que tuvieron que hacerle cirugía de pelotas. Lo golpeó en la entrepierna hasta que el pobre se desmayó. Rita es toda una bravucona… igual es perfecta.Key sonrió y yo envidié por un momento su suerte. Pero recordé que tenía un plan y que era hora de sacar la artillería pesada con Anna. Tendría que hacerla recapacitar antes de cansarme de toda la situación. Lo haría por ambos.—Oye, Key, ¿de casualidad conoces a algún fotógrafo? —le dije, cambiando de tema.—¿Para qué quieres un fotógrafo?Entonces le comenté mi idea. La aprobó totalmente.Traería de vuelta nuestra relación. Por completo.
Tres noches después
—La cama con forma de Gokú tendrá que esperar, el fabricante dice que le parece imposible hacerla —dije mientras Anna cepillaba sus dientes. Aproveché ese momento para entrar con ella al baño, comenzando a desvestirme.Anna vio cómo me quitaba la camisa desde el espejo y pronto frunció el ceño.—¿Qué crees que haces? —preguntó con espuma saliendo de su boca.—Me voy a bañar.—Sigo en el baño.—¿Y?Procedí a quitarme el pantalón y noté, disimuladamente, cómo había detenido el extensivo cepillado que les daba a los dientes por observarme. Rápidamente salí también de mi bóxer, dejándole una vista perfecta de mi trasero.Ella abrió la boca, observando todo por el espejo.Me di la vuelta para que tuviera vista frontal y luego sonreí con descaro cuando accidentalmente dejó caer el cepillo al suelo.Para cuando me metí en la ducha, ella ya estaba limpiando su boca y salió corriendo como si la estuvieran persiguiendo.Muy bien. Esto era solo el comienzo.Cuando salí, ni siquiera me molesté en ponerme una toalla.Anna descansaba sobre la cama, con la cara sonrosada. Alzó la vista para decirme algo, pero se quedó en silencio cuando notó mi falta de ropa.—Nena, ¿y las toallas?Ella abrió y cerró la boca, comiéndome con los ojos.—Están… má… maá… sobre el… la cosa esa, la cosa del baño… no otra cosa, en la cocina.—¿Las toallas del baño están en la cocina? —pregunté, tomándole el pelo. Ella pareció recapacitar y sacudió su cabeza de un lado a otro.—En el mismo lugar de siempre, en el baño. ¿Qué haces desnudo?—Ya me has visto desnudo antes —murmuré mientras buscaba entre los cajones por algo de ropa interior—. Las pruebas de lo que hicimos estando desnudos están por allá, durmiendo después de devorar los pechos de mami. Oh, y no olvidemos defecar sobre papá. ¿Por qué Bella siempre tiene que hacer popó sobre mí?Esta era la tercera vez que lo hacía. Negué con la cabeza mientras rebuscaba en el cajón inferior, agachándome para darle vista completa a Anna.—Es suficiente —dijo ella de forma incoherente—. Es demasiada piel. Es demasiado… demasiado… no sabía que… Oh por… Me acerqué a ella, aún desnudo, y le puse un dedo sobre la boca.—¿Estás bien, Anna? Estás roja como una cereza. ¿Te sientes enferma?—Noooouuu…Me senté en la cama, dándole una vista espectacular de mi primera plana. Sinceramente me estaba gustando esto de andar desnudo por la casa. Se sentía una frescura única, tanta libertad. Lo haría más seguido.—¿Te molesta que ande desnudo por la habitación?—Sí, ¿por qué… po, po, por qué lo andas… digo, lo haces?—Somos pareja, te guste o no, y las parejas conocen todo sobre la otra. Tanto mentalmente, así como físicamente.Me levanté para dejarle espacio para respirar.Eso pareció aliviarla.Encontré un par de calzoncillos en mi gaveta y me los coloqué con cuidado porque esta vez sentía, más que ver, la mirada de Anna a mis espaldas, despertando a la fiera que tenía que permanecer quieta mientras ella hacía el reposo después del parto.Me quedé un rato más en ropa interior y luego saqué el arma letal fuera de mi armario.—Nena, por cierto, olvidaba decírtelo —comenté de casualidad—. Estuve pensando el otro día en cuando creías que modelaba para revistas porno.Anna, de ser posible, se sonrojó más.—¿Recuerdas? Pues bien, una idea vino a mí y…Le enseñé el calendario que mandé a hacer especialmente para ella.—¡¿Qué es eso?! —sus ojos se abrieron con sorpresa, observando al calendario en mi mano como si fuera una bestia prohibida.—¡Te hice un calendario personalizado!Lo dejé sobre la cama, dándole tiempo para que lo procesara.—Anda, míralo. Es todo tuyo.—¡No soy una pervertida! —gritó, sorprendiéndonos a ambos.—Yo sé que no lo eres. Pero yo sí lo soy, especial y únicamente cuando se trata de ti. Ahora, te recomiendo comenzar por el mes de junio, es un mes muy bueno.—No yo… no.—Tú sí, debes verlo. Aunque enero es muy bueno también. En realidad, no es por presumir, pero cada fotografía es increíble. Empecé a caminar en dirección al baño para buscar una toalla y secar las gotas de agua que aún mojaban mi pelo y el resto de mi cuerpo. Aproveché para dejar a Anna sola, con el calendario.Me atreví a observarla por la rendija de la puerta.Al principio ella miraba en dirección contraria al calendario; cuando aseguró que yo no iba a salir del baño todavía, lo tomó entre sus manos y comenzó a ojearlo. Su boca se abrió ligeramente al ver la primera foto.Oh, enero fue el mes de tapar lo esencial con un sombrero de vaquero. Nada más. Nada de ropa.Le dio vuelta a la página y ahora miraba febrero: el mes donde utilizaba una guitarra eléctrica para cubrir, de nuevo, las partes privadas.Ella pareció avergonzada por un momento, hasta que se saltó de página en página, tratando de no sonrojarse más de lo que ya lo hacía.Era bueno saber que aún le afectaba.Sonreí con orgullo.Siempre insistiría en nosotros. Valía la pena intentarlo.

Dos noches después… sin nada de cama, por lo visto
—Creo que ya se te hizo costumbre andar desnudo —comentó Anna mientras le cambiaba le pañal a Belle. Yo sostenía, con mucho cuidado, a Bella.—No ando desnudo —bajé la vista a mi cómodo y bonito bóxer de color negro—. Estoy demasiado vestido.—Bien, como quieras. Estás jugando sucio y lo sabes.—¿Yo? Sería incapaz, nena.—Lo haces.Anna cambió y limpió a la bebé con eficiencia. Me pidió luego que le pasara a Bella.—¿Y al fin? ¿La famosa cama vendrá algún día? —comentó.—Oh, claro, la cama. Será de Ferrari, como quería desde un principio.—Bien. Ten, carga a Bella, ¿quieres? Tengo que conseguir más crema para su traserito.Me entregó a una Bella desnuda.Tuve miedo de que sucediera lo que solía suceder entre Bella y yo.—No vayas a defecar sobre papá —le susurré—. Déjalo reservado para tu abuelo, cuando venga de visita mañana.—¡Oí eso! —murmuró Anna, rebuscando la crema de la bebé en alguna de las gavetas—. Deja que la niña lo haga donde se sienta más cómoda.—¿Y mi pecho es el sitio más cómodo para hacer popó? A ti no te pasa esto.—No, pero el otro día Belle orinó en mi brazo cuando la cambiaba.—Ya dijiste, orinó. Orina y popó son cosas distintas, Anna.Observé a Bella detenidamente, era preciosa, besé su cabecita, así como la besaba siempre que la tenía en brazos a ella y a Belle. Esperaba que conservaran los ojos grises tal como los de Anna.—En unos días, o cuando sea el tiempo adecuado, les presentaré a Carlo —murmuré para ambas bebés—. Es el perro de esta casa, y está resentido porque ahora le toca dormir afuera.—Carlo no está resentido —murmuró Anna, regresando con la crema—. Oh, olvidé el nuevo pañal.Salió en busca del nuevo pañal en otra de las gavetas con cosas solo para las bebés. Ellas tenían su propia habitación, pero a ambos, a Anna y a mí, nos daba miedo dejarlas solas por la noche. Las queríamos cerca, al menos hasta que estuvieran más grandes y las pudiéramos dejar en la otra habitación.—Carlo sí está resentido. Como alguien a quién conozco y está en este mismo dormitorio.La última parte la susurré para que Anna no escuchara.—¡Oí eso! —gritó desde el otro lado de la habitación.Mierda.—¡Es verdad! Nena, llevas más de dos semanas enojada conmigo.—No estoy…—No digas que no lo estás porque ni siquiera me diriges la palabra en el día —comenté, la situación estaba saliéndose de mis manos. Tenía que hablar de una vez por todas—. Anna, yo no soy de hierro. Tengo sentimientos, aunque te cueste creerlo.Ella se acercó hasta donde me encontraba, sosteniendo a Bella.—Adam, te pedí tiempo…—Y te he dado demasiado. Mucho. Ya no creo que pueda soportarlo más.Ella no dijo nada, mordiéndose el labio inferior.—Lo siento —susurró. Su mirada se fijó al suelo—. Sé que he actuado de la peor forma. Pero lo que no sabes es que me siento insegura la mayor parte del tiempo.—No tienes por qué. Te ganaste mi alma entera desde hace mucho tiempo atrás. No sería capaz de entregársela a nadie más. Eres la dueña de todo lo que siento, Anna. De mis tristezas y de mis alegrías, de mis triunfos y mis batallas, pero siento que estoy insistiendo demasiado por algo que no sé si tiene futuro. ¿Puedes decirme, en este momento, si tú y yo tendremos un futuro juntos? Estoy cansado y pronto dejaré de insistir más. Lamento cada error que cometí, lo entiendo, lo estoy pagando caro y me aseguraré de no cometerlo jamás, pero dime, ¿será “él por su lado y ella por el suyo”? ¿O será juntos, a pesar de las dificultades y los problemas?Ella mordió aún más su labio.—¿Sabes qué? —continué, sin dejarla responder—. Esta es la última vez que te lo voy a preguntar, aquí y ahora. Si me dices todavía que no puedes superar lo sucedido, que no puedes perdonarme y seguir conmigo, que necesitas tiempo porque quieres pensarlo, que prefieres huir y dejarme; entonces prometo, desde este instante, que jamás volveré a insistir en nada entre tú y yo. Prometo dejar de molestarte con mi presencia y hasta prometo entregarte el divorcio si eso es lo que quieres.Noté cómo los ojos de Anna se humedecían y se perdían en los míos.Las primeras lágrimas comenzaron a salir sin control y algo dentro de mí se revolvió; no soportaba verla llorar. Pero me desgarraba más la manera en que nos encontrábamos, tan separados y distantes.—Te lo pregunto una vez más, Anna, porque ya no creo que pueda vivir con esta indiferencia entre tú y yo —hice una pausa—. ¿Cómo será? ¿Él por su lado y ella por el suyo? ¿O será juntos, sin importar lo que pase?—Es… —ella sollozó aún más fuerte, buscando apoyo en la cama, sentándose junto a Belle—. ¿Por qué me haces esto?—Anna, responde la pregunta.Ella tragó saliva, tomando en sus brazos a la bebé.—Yo… Adam, yo… —me miró a los ojos, los míos comenzaban a nublarse.De sus siguientes palabras dependía mi felicidad absoluta o mi completa ruina.Suspiró, y luego pronunció las palabras que se quedarían conmigo para siempre.
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Published on December 25, 2016 23:47

December 22, 2016

Cap. 27 - Rosie debe morir, otra vez - POAW

No sabía que los bebés pudieran hacer popó tantas veces en el día. Bueno, tenía una cierta noción de que lo hacían, pero no tenía idea que iban a ser así, demasiadas.Al principio, mamá sugirió usar solamente pañales de tela… Lo que iba bien hasta que las bebés defecaron. Fue un desastre, todavía no lograba sacar la mancha marrón del suelo y ya llevaba más de tres días en el mismo lugar, eso, o era una cucaracha muerta. Después intentamos usar pañales desechables, y nos dimos cuenta que no había suficientes pañales en el mundo para cubrir toda la popó que las bebés hacían. Actualmente Adam estaba sosteniendo a una mientras yo sostenía a la otra, tratando de dormirla. La que sujetaba él se encontraba desnuda porque nos habíamos quedado sin pañales desechables y porque yo pensaba hacerles una limpieza tal y como me enseñaron las enfermeras a hacer, cuidando su ombligo.—Deberías mejor ponerle un pañal a Belle —le sugería a Adam—. Aunque sea de tela; acaba de comer y pronto hará popó de nuevo y te va a ensuciar.—Esta no es Belle, Anna. Tú tienes a Belle, fíjate bien.Negué con la cabeza, pero de igual forma procedí a examinar el pie de la bebé que estaba sosteniendo.  Belle tenía un pequeño lunar justo en el dedo gordo mientras que Bella no lo tenía. La que se encontraba en mis brazos definitivamente tenía el lunar.—Es cierto, lo siento. Esto me está costando —admití—. Tengo a Belle, tú tienes a Bella. Ahora, ¿puedes cambiarla antes que…?Pero la bebé fue más rápida y se hizo popó sobre Adam. Luego de eso se puso a llorar.Belle, al escuchar a su hermana, lloró con la misma fuerza e intensidad.—Somos un desastre —suspiré. Adam no decía nada, simplemente se quedó estático, sujetando la cabeza de Bella con una mano y el cuerpecito con la otra, intentando, de alguna manera, limpiarse la camisa lo mejor que podía sin soltar a la bebé.—Quiero creer que no lo somos —dijo él, arrugando la nariz al ver la bomba marrón en su camiseta—. Lo que pasa es que ninguno de los dos ha dormido bien, el sueño nos está pasando factura.Y le daba toda la razón por eso. Las pequeñas tenían ocho días de nacidas y desde ya podía decir que no sabía lo que era dormir; desde que me habían dado de alta hace cuatro días la casa ya no era un lugar silencioso.—¿Quieres que sostenga a Bella mientras te limpias un poco? —pregunté—. Tienes cara de “ya vomito”.—Es que creo que tengo popó en la cara y, contrario a lo que dicen, el popó de un bebé no huele a talcos perfumados o a brisa del bosque. ¿Sí tengo popó en la cara?Examiné su bonito y cansado rostro. Y sí, tenía algo marrón cerca de su oído. ¿Cómo había llegado eso ahí?—Sip.—De acuerdo, esto es desagradable. Me limpiaré primero y luego regreso para seguir ayudándote a asearlas y dormirlas.Asentí con la cabeza, tratando de no reírme de su cara de asco cuando depositó a Bella en la cama, junto a mí, y su mano entró en contacto con su camiseta sucia.—Ciertamente no hueles a brisa del bosque —admití—. Ve a darte un baño y yo llamaré a mamá para ver si ella puede ayudar con algo.Con eso él entró al baño y escuché casi de inmediato el sonido de la ducha al ser encendida.Las bebés seguían llorando y yo intentaba con todas mis fuerzas no cerrar los ojos del agotamiento.Deposité con cuidado a Belle junto a su hermana y comencé a mover una sonaja brillante que les había comprado Adam para ver si con eso se distraían. Obviamente no funcionó y solo las hizo llorar más.Ya no sabía qué otra cosa hacer.—¿Qué les pasa, bebés? ¿Quieren dormir? ¿Más comida? —les pregunté como si de alguna manera ellas fueran a responder.Tomé el teléfono y llamé de inmediato a mi madre.—¡Están llorando! —fue lo primero que dije/grité cuando ella respondió—, ¿qué hago? Ya las revisé, no tienen fiebre, ya comieron, Bella acaba de defecar… o, espera, Belle también acaba de defecar sobre la sábana de la cama. ¿Qué más hay que hacer? ¿Será que les duele algo?—Anna, cielo, tranquilízate —me pidió ella—. En primer lugar, límpialas cuando acaben de ensuciar los pañales. Tal vez eso las tiene frustradas. Una vez hecho eso, y si siguen llorando, abrígalas un poco; tal vez sea frío lo que tengan. No te estreses, si ya las revisaste y están bien, entonces no hay de qué preocuparse.—Gracias mamá, eres un genio. Voy a hacer como me dijiste.Me despedí muy optimista y comencé a limpiar a las bebés.Luego de unos minutos, y con el trasero limpio y con ropita nueva, las niñas seguían llorando. Llamé a mamá nuevamente.—¡Siguen llorando! ¿Qué les pasa? No se quieren dormir, ¿qué hago? Oh no, soy terrible mamá.—Hija, ¡Anna! Tranquilízate —me gritó ella—. ¿Las abrigaste? A veces eso les da la sensación de estar en el vientre materno y sienten comodidad.—Ya las abrigué. No dejan de llorar.—Bien. ¿Qué tal si les cantas una canción? Eso ayudaba a calmarte a ti. Recuerdo que te cantaba e inmediatamente caías dormida. Prueba con eso, y por favor, deja de decir que eres una mala mamá porque no es verdad. Estás en proceso de aprendizaje, nadie nace sabiéndolo todo. Excepto Thor, Thor sabía cómo ser apuesto e increíble desde pequeño.—¿Sigues viendo películas de superhéroes?—Así es, y déjame decirte, Thor es mi favorito hasta ahora. Bien, prueba lo que te dije sobre cantarle a las bebés y luego me cuentas. Adiós calabacita, debo seguir viendo a Chris Hemsworth en su traje de dios nórdico mientras vence a los malos con sus maravillosos pectorales.Suspiré en voz alta y finalicé la llamada.¿Qué les iba a cantar a las bebés?Intenté concentrarme en una canción, pero no se me venía ninguna a la mente. Comencé a tararear la melodía de Star Wars ya que no podía recordar otra.Las bebés se quedaron en silencio, escuchándome, luego se echaron a llorar al mismo tiempo. Yo era mala para esto.Sentía que iba a llorar de la frustración junto con ellas, pero entonces, mi salvadora llegó a tiempo tocando la puerta de la habitación: Nicole.—¡Ya estoy en casa! —gritó la pequeña—. ¿Cómo están las niñas?—Siguen llorando —me quejé.—¿Quieres que juegue con ellas para ver si se calman?Asentí, sin saber qué más hacer. Nicole era como medicina para las bebés; usualmente solo necesitaban escucharla hablar de su amor por los artistas famosos y ellas se tranquilizaban.Nicole comenzó a contar sobre su día. Sobre las veces que escuchó una nueva canción de sus cantantes favoritos y sobre cómo de deliciosa sabía la pizza. Pero las bebés no lograban tranquilizarse.—¿Y si les cantamos algo? —preguntó la pequeña—. ¿Qué tal algo de One Direction? ¿O de Selena Gómez?—Canta lo que quieras con tal y las duermas o hagas que dejen de llorar.—Mmm… ¿lo que quiera? Bien, es una difícil decisión. ¡Oh, oh, ya sé! Esta es una nueva canción que aprendí la semana pasada en clase de ballet.Nicole puso cara pensativa, tratando de recordar los pasos, y luego comenzó a mover las manos como cisne y el cuerpo como si alguien la estuviera electrocutando. Ella empezó a cantar las primeras letras de la canción Anaconda de Nicki Minaj.Abrí los ojos cuando comenzó a mover el trasero con ritmo.—¡Nicole! ¿Eso fue lo que te enseñaron en clase de ballet? —la interrogué.Ella se encogió de hombros.—La maestra dice que es sano conocer otros ritmos y un poco de cultura actual, lo que sea que eso es.La niña siguió cantando y moviéndose. Las gemelas se quedaron calladas, observándola con curiosidad mientras sacudía el trasero.—¡Funciona! —la animé a que continuara—. Solo que ocultaremos este pequeño detalle del tío Adam. No creo que apruebe el baile.La niña siguió y hasta la acompañé a cantar en la parte del coro, o al menos en lo que creía era el coro.—¡Mira que felices están! —dijo Nicole—. Anna, deberías ayudarme con el baile. Adelante, los pasos son sencillos, solo te mueves como si estuvieras sacudiendo polvo con un… con un… sacudidor, ubicado en tu parte trasera. Bueno, eso fue lo que dijo la profesora.—Es difícil moverse para una recién operada —comenté intentado hacer algún movimiento, pero simplemente no podía, para mí dolía demasiado.—Tienes razón, lo siento —dijo la niña, dándose por resignada. Luego siguió cantando Anaconda una vez más.Seguíamos tan entretenidas que ninguna de las dos escuchó cuando Adam se deslizó detrás de nosotras, recién salido del baño.—¿Puedo saber por qué le cantan eso a las bebés? —preguntó él.Nicole detuvo su baile improvisado casi de inmediato. Nos quedamos en silencio por un momento, intentado pensar en una excusa creíble.—¿Y bien? —dijo Adam, esperando una explicación.Me di la vuelta y le sonreí con vergüenza.—Estamos intentando dormir a las niñas. Parece que les gusta Anaconda —expliqué—. Míralas, están calmadas.Adam las observó con ojo crítico. Una de las bebés jugaba con su pie mientras la otra sonreía enseñando su falta de dientes.Él asintió después de un momento, mirando a Nicole con intensidad.—¿De dónde aprendiste esa canción? —le preguntó él a la niña.—En ballet. Nos enseñan cultura actual.Adam rodó los ojos y respiró hondo.—Debí habérmelo imaginado. Y para que lo sepan, hicieron muy mal las dos —nos señaló a Nicole y a mí con el dedo—. La próxima vez que las escuche cantando esa canción, al menos espero la cortesía de ser invitado a bailarla; dicen por ahí que soy experto en mover el trasero.Nicole se echó a reír y pronto estuvo cantando nuevamente la canción. Adam empezó a moverse y a agitar e trasero al aire tal y como lo hacía Nicki Minaj en sus videos. Nicole se le unió y juntos cantaron Anaconda.
Oh my gosh, look at her buttOh my gosh, look at her buttOh my gosh, look at her butt
Debería haberlo sabido mejor, ambos eran como niños. Nicole tenía excusa porque era, de hecho, una niña. Pero Adam no. De igual forma sonreí con ganas al verlos mover los traseros. El de Adam era una vista espectacular, olía a limpio y no se había puesto camiseta que ocultara esos bellos abdominales y toda su historia en tatuajes. Él me vio cuando lo observaba descaradamente. Me guiñó un ojo y continuó su baile esta vez viendo directamente a mis ojos.Luego de unos segundos, se acercó de manera sigilosa y murmuró lo siguiente en mi oído:—Apuesto que me estás imaginando desnudo en estos momentos —se retiró y continuó cantando y bailando junto a una alegre y feliz Nicole.Le susurré la palabra “Asno” y simplemente se limitó a guiñarme un ojo.—Soy el asno de tus sueños, nena. No lo olvides.Me limité a rodar los ojos.Definitivamente era prohibido obsesionarse con Adam Walker, yo lo sabía mejor, creaba un daño irreparable en el sistema nervioso.
*****
¿Adivina quién está punto de orinar sobre las cosas de la adorada “Rosie”?
¿Rita? Son las tres de la mañana. Déjame en paz.
Apenas había logrado dormir a las bebés en no menos de diez minutos y sentía que no tenía fuerzas para llegar a la cama. Me recosté sobre el sofá más cercano ubicado en la habitación e intenté desconectar el teléfono, en donde Rita no paraba de textearme. Decidí hacerle caso antes que despertara a las bebés o insistiera con más mensajes de texto.
Me acabas de responder, lo que significa que estás despierta. Eso cuenta.
Podía escuchar de fondo los ronquidos de Adam, el pobre apenas y había dormido en estos días, siempre ofreciéndose de primero para cuidar a las bebés o para velar por su sueño. Esta noche era mi turno de desvelo.
Bien, ¿qué quieres?
Vuelve a leer el primer mensaje que te envié y luego respondes.
Hice como me dijo y procedí a leerlo nuevamente.
¿Orinar sobre sus cosas? ¿De qué hablas? ¿En qué estás metida ahora Rita Fiorella Day?
Tranquila, estoy con Key. Bueno, técnicamente él se quedó en el auto porque dice que no aprueba mi actitud peeeero…

¿Orinar es la nueva clave para algo? No lo entiendo.
Estoy, literalmente, orinando sobre sus cosas. Verás, hace más o menos un año atrás Key y yo nos metimos a la cabaña de mi ex novio para orinar sobre sus cosas… fue épico. Esta es mi venganza contra esa perra. ¡Acabo de orinar su cepillo de dientes! ¿Quieres que orine algo en tu nombre?
Abrí los ojos como platos y releí su último mensaje. ¿Rita orinó sobre el cepillo de dientes de Rosie? ¡Era un genio! ¿Por qué no se me había ocurrido antes?
Pasa su cepillo para el cabello sobre agua de retrete. ¡Orina en sus bebidas…! Oh, espera. Mejor no porque ella, me imagino, tiene que darle pecho a su hijo. No quiero que le pase nada al bebé que no tiene la culpa.
Pfftt… eso es pura miércoles. Estoy en su casa, contrató a una niñera para que hiciera todo el trabajo que ella no quería hacer… la niñera duerme en una habitación junto al niño mientras Rosie está de lo más linda, durmiendo… o mejor dicho roncando… ¿crees que ese tipo de mujer le da pecho a su hijo?... lo dudo… el pobre tragaría veneno de ser así…
Bien, orina en sus bebidas entonces. Y Rita, ¡basta con los puntos suspensivos! Me estresas.
Oh… ¿esto te estresa?... Claro… que… no…
Me hubieras dicho antes que ibas a vengarte de ella el día de hoy. Hubiera aportado con algo.*Deja… los… puntos… suspensivos…
¿Con qué? ¿Con qué hubieras ayudado? Lo más anti-puritano que has hecho fue acostarte con Adam y embarazarte de mis sobrinas :3 Pero ya en serio, no eres de las que se vengan.
Podría haber ayudado con los pañales sucios de mis bebés. Tengo varios en un basurero en este momento que pueden servir de decoración en la vivienda de Rosie. Por cierto, ¡No soy puritana! Hice cosas sucias en el pasado. Y… ¿cómo conseguiste su dirección?
—¿Cosas sucias? Puaj, no necesito saber lo que has hecho con Adam, y… ¿Pañales para Rosie? ¡Oh, tengo una idea con eso! Wow, Annabelle Walker, la chica de mente malvada. Me gusta :D  Puedo pasar por ellos en unos minutos, los dejaré debajo de la cama de Rosie para que no sepa de dónde viene el mal olor  $_$PD: Key sabe dónde vive (¬_¬)´ le saqué a punta de navaja la dirección. Ella y ese cerdo capitalista de genitales pequeños, alias “Diego” me las pagarán.
Te recomiendo pegar los pañales con cinta adhesiva al colchón, por la parte de abajo. Así nunca los descubre.
¡Te has pasado al lado oscuro! Eres la mejor. Paso por tu casa en diez minutos. La perra hija de pato tiene que caer. Hija de pato. Pato. De verdad que no entiendo este teléfono, escribo PATO pero vuelve a escribirse PATO. ¿Será que mis hermanos jugaron con él?
Mejor continúa con la venganza, deja lo del pato para otro día. Oye, ¿cómo sabes que Diego es de genitales pequeños?
Doy todo un discurso, ¿y eso es lo que llamó tu atención? El chico es de genitales pequeños porque yo misma se los golpeé esta mañana.
Adam hizo lo mismo hace unos días, cuando supo que Diego era el verdadero padre del bebé de Rosie y finalmente se dio cuenta que estaba siendo usado.
Y ese mismo día se lo hizo saber a Key, y él me lo dijo a mí. Lo que claramente fue un acierto porque estoy loca, y a la gente loca no nos importa cometer actos delictivos como el que estoy cometiendo.
Vale más que Diego ya dejó herencia en este mundo, no creo que sea capaz de dejar a nadie más embarazado por un buen tiempo.
Se lo merecía, por cubrirle las porquerías a esa rubia poco natural. Me caía mal su hermana mayor, pero ella se llevó el premio gordo. Deberían crear un sitio especial para ella, Elena y Marie. ¡Oh, espera! Ya existe y se llama prostíbulo; esas tres son idénticas, igual de jodidas y patos. PATOS. PAAATOOOOS. Patos.
Rita, detente en este instante.
Está bien… puntos suspensivos… más puntos suspensivos…
¡Basta!
Anna, eres mi mejor amiga de toda la vida, sabes que te molesto porque te quiero con toda el alma. ¿Te lo había dicho antes? Entiendes a la perfección mi mente maléfica. Lamento que las cosas no vayan tan bien con Adam en este momento :(  ¿Quieres que lo haga entrar en razón a punta de golpes?
No es tu culpa. Y no, necesito golpearlo para eso.
No dejo de sentir que sí, que es mi culpa, yo te metí mucha presión… Bueno, todos te metimos mucha presión para que volvieras con él y le dieras otra oportunidad. La decisión es tuya. Yo sé que tomarás la correcta.
Sonreí ante sus palabras. No estaba muy convencida de alejar a Adam en este momento. Lo necesitaba como mi apoyo, aunque eso me hiciera muy egoísta.
A veces pienso que lo mejor sería separarnos. Nos estamos haciendo daño mutuamente.
Recuerda: el amor todo lo puede. ¿No te gustaría, dentro de diez años, reírte de este momento de indecisión y pensar en que ésta fue solo una prueba por superar? Podrías dar testimonio a todas aquellas parejas jóvenes que pasan por un momento similar.
Si te hubiera pasado a ti, lo que me pasó a mí con Adam, ¿lo hubieras perdonado?
Bueeeeno… digamos que para este momento ya estaría castrado. Nadie juega con Rita Day y vive con sus pelotas intactas para contarlo. Pero dejando de lado eso, creo que ambos deberían comunicarse mejor entre ustedes; la confianza se gana. Deja que tiburoncín trate de reparar este problema, y si no lo logra… Lamentablemente lo mejor será que renuncies a él, pequeña sardinita.
Lo sé, lo entiendo. ¡Y deja de decirme sardina!
Ok, te dejo porque debo seguir en mi misión. Ahora estoy llenando sus botes de agua con agua del retrete. Deja los pañales de mis sobrinas en donde pueda verlos ;)
De acuerdo, lo haré. Suerte y… quema su ropa si es posible :)
Claro, puntos suspensivos, cambio y fuera.

******
Tenía comunicación constante con la Sra. Ross, ella llamaba casi a diario para saber cómo me encontraba y para saber cómo estaban creciendo las gemelas. Hacía ya varios días me tuve que despedir de ella y el Sr. Ross porque Adam no había querido que fuera a otro lugar que no fuera casa.No tuve valor para decirles que Diego los haría bisabuelos, dejaría que fuera él quien diera la noticia. Tan jodida como era la situación, no quería entrometerme en donde no me llamaban y, además, los Sres. Ross se portaron de manera increíble conmigo. Estaría eternamente agradecida con ellos, no quería entregarles tan impactantes noticias en ese momento.Justo acababa de terminar de hablar por teléfono con la Sra. Ross, cuando alguien tocaba el timbre de la casa de manera insistente. Las gemelas se encontraban dormidas en su cuna, casi abrazadas, y tenía miedo que las fueran a despertar. Recién cumplía los veinte días de estar operada y era para mí todo un reto intentar bajar las gradas del segundo piso al primero.Me encontraba sola en casa, con la promesa de Adam, Nicole y su abuela, de volver pronto de hacer las compras en el supermercado. Ninguno esperaba visitas y tampoco era como si pasáramos siendo constantemente visitados.El timbre seguía y seguía mientras bajaba lentamente y con mucho sacrificio. Alguien estaba deseoso porque abriera la puerta.Cuando finalmente alcancé a abrir, no esperé volver a ver su rostro de nuevo, y mucho menos cargando una pesada bolsa negra que inmediatamente lanzó en mi dirección. Logré moverme unos centímetros para que no me diera en directo.—¿Qué es esto? —pregunté atónita. Solo el verla hacía cosas extrañas a mi mente y sentía la necesidad de saltar sobre ella y atacarla. Estúpida operación que no me dejaba ser ágil de nuevo.Rosie se encontraba de pie en mi puerta, usando ropa deportiva y luciendo realmente molesta. Su boca rosada hacía un mohín y llevaba lentes de sol que se quitó al verme de pie.—Eso, querida, son los pañales que tú y la sucia de tu amiga dejaron bajo mi cama. ¡Por más de diez días! —gritó esta última parte, haciendo que una vena de la frente se le resaltara.Pude sentir que de la bolsa salía un muy mal olor. Esos eran, sin duda, los pañales usados que le di a Rita para completar su venganza.Comencé a reír en voz alta.—¿Qué es tan gracioso para ti? —preguntó la serpiente—. Me parece un acto de inmadurez y cobardía. La próxima vez al menos ten la decencia de dar la cara.—Te podría decir lo mismo a ti. La próxima vez al menos ten la decencia de dar la cara cuando trates de pegarle un hijo, que no es suyo, a un tipo. ¿Qué pretendías hacer? ¿De verdad eres así de estúpida?Ella se limitó a elevar una ceja e intentó avanzar más, pasándome para tomar asiento en el sofá.—No te dije que podías entrar —le reclamé. Me estaba haciendo enojar como no tenía idea.—Tengo que hablar de unas cosas con Adam, ¿dónde está? —se sentó como reina en su trono y se acomodó en la sala, observando todo con un mohín en el rostro.—Él no está —me crucé de brazos—. Ahora, sal de nuestra casa.Le señalé la puerta, pero ella simplemente me ignoró.—No me voy a ir sin que él sepa que estoy aquí. ¿Dónde está su habitación?—Nuestra habitación no es de tú incumbencia —recalqué la palabra nuestra con mucha fuerza—. No puedes irrumpir en una casa cómo y cuándo te dé la gana.—Adam siempre me consideró su amiga, las amigas tenemos derecho a venir cuando queramos. Y él y yo ya hemos estado juntos en habitaciones, para que lo sepas.—Pero no eres amiga para mí, así que vete de una buena vez. No me interesa escucharte.Rosie me evaluó de pies a cabeza. Observando atentamente a mi calzado cómodo y a mi pantalón de dormir con estampado de estrellitas de mar.—¿Sabes que hay algo que me causa gracia? —preguntó de forma retórica—. Adam y yo tenemos muchas cosas en común; lo conozco muchísimo antes que tú. Él y Key han sido mis amigos de casi toda la vida. El que hagas estas cosas solo me demuestra lo muy superior que soy a ti.—¿Y tú punto es?—Mi punto es que yo debería merecer quedarme con uno de ellos.—No necesito escuchar esta porquería.Me di la vuelta para marcharme, pero la voz de Rosie me detuvo en mi lugar.—No eres lo suficiente para Adam —habló—, no entiendo cómo una persona como tú se puede quedar con alguien como él. No tienes nada, no eres nadie y aun así te das el lujo de huir de él. Anda, sigue huyendo que pronto le enseñaré que existimos mujeres de calidad superior.Formé puños con mis manos, quería arrancarle cada cabello de su cabeza, hebra por hebra.—¿Y tú si eres alguien? No eres mejor persona que yo. No tienes a nadie, y el único que podía haberte aceptado decide que no vales la pena.—Adam es como un hermano para mí —continuó ella, como si yo no hubiera dicho nada—. Nos casamos cuando éramos niños, si me caía él me levantaba de nuevo, si lloraba él hacía cualquier cosa para que dejara de hacerlo. Teníamos algo especial.Esta vez la miré por completo, deteniéndome en su cara.—¿Estuviste presente en la última conversación que tuvieron él y tú? Creo que dejó muy en claro que ya no quiere saber nada de ti. Ahora tiene una familia por la que responder, no te necesita y no intentes manipularlo con una historia que ya es pasado. ¿Y sigues pensando que él quiere tener de hermana a alguien como tú? Jamás, en tus sueños.—Tú no lo quieres, yo sí.—Tú solo intentas buscar un padre para tu bebé. Deja que Diego se haga responsable.Rosie apartó la vista, pareciendo avergonzada.—No quiero que Diego sea el padre de mi hijo…—Pues muy tarde, ya lo es. Hablaste de lo inmadura que soy, pero no estás notando que justo en este momento te estás pasando de inmadura también.—Tengo una vida difícil.—Todos tenemos vidas difíciles, por eso tratamos de no complicar la de los demás. Ahora, vete de aquí. Adam no se encuentra y de seguro, aunque estuviera, no querría hablar contigo.—Adam siempre quiere hablar conmigo. Tú le estás metiendo ideas locas en la cabeza. Él es más que un hermano para mí, yo estaría dispuesta a entregarme a él una vez más. La relación que tienen ambos es más inestable que un borracho tratando de encontrar el camino a casa. Si lo vas a dejar, déjalo de una vez por todas. Ten coraje de pedir el divorcio, además, no creí nunca que llenaras ese puesto de esposa con mucha facilidad.—Lárgate de una vez, si no lo haces, pañales sucios serán las menores de tus preocupaciones.La serpiente negó con la cabeza, mordiendo su labio.—Yo no soy una mala persona. Tú eres la mala persona, al menos yo admito siempre haber querido a Adam; tú lo engañas y luego huyes porque no sabes qué hacer. ¿A qué estás jugando? Déjalo ir, que él tiene brazos a los que volver en caso de que ya no lo aceptes, y chica a quien follar cuando ya no lo puedas satisfacer. Llévate a esas criaturas, que según tú son de Adam, y no vuelvas más.Escucharla me enfureció más de lo que estaba.—Vete ahora. No estoy de ánimo para escuchar esta basura. Pareces grabadora repitiendo lo mismo. Ve a hacer infeliz a otra persona, deja de meterte con nosotros, y definitivamente no te metas con mis hijas.—No me estoy metiendo entre ustedes, tú te estás metiendo entre nosotros. Oh, Adam, allí estás —ella se levantó del sofá, haciendo una postura elegante cuando, al parecer, Adam recién llegaba de hacer las compras, atravesando la puerta de entrada.—¿Qué es esto? —preguntó él, confundido— ¿Qué haces aquí?—Vine a verte, ¿te gustaría tomar algo conmigo? Tengo cosas de las que hablar y explicarte.Los brazos de Adam venían cargados de comestibles en bolsas. Nicole y su abuela le siguieron a él, ambas hablando alegremente sin notar la presencia de Rosie en la sala.—¿Anna qué es ese olor? —preguntó Nicole, lamiendo una paleta de helado. Se quedó inmóvil cuando al fin vio a Rosie.—Hola pequeña —la saludó ella—, ¿te acuerdas de mí? Soy tu tía Rosie.Adam se tensó a mi lado, preparado para dar pelea en caso de ser necesario.—¿Tía Rosie? —preguntó la niña, confundida.—Tú no eres tía de nadie —interrumpió Adam, esta vez lucía realmente enojado—. Lárgate de mi casa. Déjanos en paz.—No decías lo mismo cuando me estabas besando y cuando te responsabilizaste por mi bebé.—¿Besaste a esta mujer? —dijo Nicole, impactada.—Claro que lo hizo —argumentó Rosie—. Fue un beso muy bueno.—Creo haberte explicado que fue por un acto de lástima —respondió Adam, enojado—. De haber sabido que te volverías de esta manera te hubiera dejado a tu suerte. Nicole, ¿puedes, por favor, subir a vigilar a las gemelas?Nicole asintió con la cabeza, asustada. Le fue seguida por su bisabuela, dándonos una mirada cargada de dudas y más dudas a medida que subía por las gradas en dirección al segundo piso.—Te dije que no te volvieras a involucrar en nuestras vidas —le dijo Adam a Rosie—. No sé de qué otra manera decirlo para que lo entiendas, y deja de decirle a Nicole que eres su tía porque no es así. Tú no eres parte de mi familia.—Oh, tonterías —murmuró sonriendo—. Hace unos meses no me tratabas así, ¿qué ha cambiado entre nosotros?Adam negó con la cabeza, sin poder creer lo que salía de labios de la serpiente. Al menos yo ya me lo esperaba.—¿Qué ha cambiado? —gritó— ¡Todo ha cambiado! En primer lugar: me manipulaste, creí de corazón lo que me decías, me engañaste todo este tiempo. Me pusiste en contra de Anna, y yo, de imbécil, te creí.—Eso tiene una explicación —respondió ella, viendo en mi dirección—. Tu mujer no es alguien que sea suficientemente buena para ti y solo buscabas una excusa para dejar su patético trasero.—Eso no es así —dijo Adam, frustrado y a punto de quebrar lo que sea que estuviera a su alcance—. No hables así de mi esposa, no te lo permito. Y no te atrevas tampoco a decir cosas fuera de lugar frente a Nicole, mi sobrina. No tienes permitido entrar de nuevo a esta casa, o volver a buscarme.Rosie rodó los ojos.—¿Podemos tener esta conversación en otro lado? —preguntó ella—. No es saludable para alguien como tú “esposa” escuchar lo que tengo que decir.—No vamos a hablar de nada. Ya nos dijimos todo; pensé que eras una buena persona, te traté como a una hermana y en cambio te volviste peor que un virus para mí. ¿De qué otra forma te puede quedar eso claro en tu cabeza? No quiero saber nada de ti. Lástima o no, no quiero que me vuelvas a buscar.—Claro que no lo tengo claro —se defendió ella—. Siempre me das señales confusas.—No sé de qué otra forma te puedo dar las señales claras, te lo vuelvo a repetir: no quiero estar con alguien que me causó tanto daño. Eres peligrosa y espero, por tu bien, que te alejes de mi matrimonio, de mi vida.—Deberías de darle el mismo trato que le diste a Diego para que aprenda —sugerí—, ya sabes, un buen golpe quita la idiotez. Prueba con al menos unos cien más.Rosie se echó a reír en voz alta al escucharme.—Adam es incapaz de golpear a una mujer —susurró ella, elevando una de sus cejas—. Y te recuerdo que yo fui alguien muy importante en tu vida.—Tengo deseos, en este momento, de romper con toda mi moral y educación —murmuró él, luciendo muy frustrado.—A ver, cielo, entonces golpéame.Rosie se llevó el dedo índice a su mejilla, señalando el lugar.—Golpea fuerte, cariño —continúo diciendo entre risas—. Sin miedo.Podía ver a Adam tratando de contener sus impulsos, viéndose tentado a hacerlo.—Vamos, Adam —Rosie hizo un puchero, sin dejar de reír y sin dejar de señalarse con el dedo—. Hazlo mi vida.Si él no era capaz de pegarle, yo sí lo sería. ¡Ella lo estaba pidiendo a gritos!Hice un esfuerzo monumental, del cual jamás me arrepentiré, y con mi puño cerrado golpeé directamente al área que Rosie señalaba tanto con el dedo.Quedó sorprendida por al menos unos segundos y luego se recobró, viéndome como si me fuera a comer viva. Golpear a alguien por una estupidez era tan liberador que ahora entendía a Adam cuando lo hacía. Así que lo repetí una vez más porque el primer golpe no fue tan fuerte como quería. Cerré mi mano en puño y golpeé con fuerza, haciendo a mis dedos doler horriblemente.Adam me sujetó por los brazos antes que pudiera darle un tercer golpe.—Tranquila, fiera —susurró en mi oído—. Tú tenías toda la razón antes, la violencia no es la solución. Deja que yo me encargue de esto.—Tú también tenías razón, dar un golpe, de vez en cuando, le hace bien al alma.—Esas no fueron mis palabras.—No, pero me da igual. Se lo merecía.Rosie se llevó una mano en el área afectada. Sus ojos se pusieron húmedos por la indignación.—¿Vas a dejar que me trate así? ¿Viste lo que me hizo, Adam? —gritó ella—, y para tu información, tu mujercita llevó pañales sucios a mi casa y los pegó, junto con la psicópata de su amiga, bajo mi cama.Rodé los ojos, Oh, pobre víctima.—Tú suplicaste por ser golpeada —me defendí—. Ahora lárgate. No tienes nada que hacer aquí.—Cuando te canses de jugar con ella, llámame.—No te va a llamar nunca, ya supéralo. Y, por cierto, en caso que no lo supieras, te has estado lavando los dientes con un cepillo pasado por agua de retrete y orines.Ella se limitó a levantar esa ceja que venía levantando desde que entró por la puerta.—¿De qué hablas?—Hablo que mi amiga, Rita, te hizo una visita en casa la otra noche. Rita, ¿recuerdas? La actual novia de Key.Rosie seguía aguantando su mejilla con la mano, mordiéndose los labios y viéndome con furia.—¡Todos ustedes son unos ignorantes!Ella salió furiosa de la sala, en dirección a la salida. Iba a ir tras ella, pero Adam me detuvo, de nuevo.—Espera aquí —murmuró—, deja que yo me encargue.—¿Qué vas a hacer? Espero que tengas en consideración el tatuarle la frente, así como hiciste con Mason.Él simplemente se rio y me dio un beso en la mejilla. Luego de eso corrió tras Rosie, llamándola por su nombre.No me gustaba que Adam fuera por ella, la odiaba. ¿En verdad trataba de hacer el papel de víctima? Esa mujer era peor que un virus y debería ser erradicado por completo.Adam regresó luego de unos minutos, realmente no estuvo mucho tiempo con ella. Pasó por la bolsa negra que de pañales sucios que había traído Rosie y se detuvo para observarme.—¿De verdad pusiste pañales bajo su cama? —me preguntó con una sonrisa.Me encogí de hombros.—En realidad fue Rita la que hizo todo, yo solo sugerí algunas cosas.—Eso fue excelente. Ahora, si me permites, me tengo que deshacer de esta peste. Creo que hasta agarró gusanos.Arrugué la nariz y Adam hizo lo mismo, negando con la cabeza.—¿Quién lo iba a decir? Anna, malévola.—Ella se lo merecía, ¿viste cómo se puso? Sigo sin poder pensar que creyeras más en su palabra que en la mía.Adam soltó la bolsa de pañales apestosos y se acercó a mí, tomándome de los hombros.—Nena, yo de verdad estoy muy arrepentido.Rehuí su mirada.—Dolió peor que mil puñetazos.—Lo siento. Mi mente fue débil por esos momentos.—Y es probable que ese momento de debilidad te haya costado tu matrimonio —suspiré, viendo en dirección al suelo—. Lo lamento pero… no quiero verte por los momentos. No quiero seguir con este mismo tema una y otra vez. Todo esto es muy agotador para mí.—Lamento, con el alma, que sea de esta forma.Negué con la cabeza, sintiendo cómo mis ánimos se esfumaban.—Si no te molesta, me gustaría llevarme a mis hijas a casa de mamá, serán solo unas noches. Necesito estar lejos de este drama.—¿Qué? Anna, no puedes… No puedes hacerme esto. No puedes tampoco hacerles esto a nuestras hijas.—Siento como si necesitáramos distancia de nuevo. Por eso lo hago.—¿Necesitas distancia? Bien. Me mudaré a otra habitación, tú quédate con la nuestra. Solo… no te vayas. No de nuevo.—No es mi intención hacerlo —hablé más para mí misma que para él—. Pero mi cerebro sigue sin procesarlo todavía. Adam, no sé si llegaré a superar esto algún día. ¿Qué pasa si nunca lo hago y me quedo estancada con este mismo sentimiento? No creo que sea justo para ti o para nadie.Él alejó sus manos de mis hombros y me miró con intensidad.—Recuerda que prometiste intentarlo, mantén tu palabra, por favor.Asentí con la cabeza, recordando el momento.—La mantendré, pero recuerda que no estaré esperando por mucho tiempo.
Con eso último dicho, caminé lentamente lejos de él, sin muchas esperanzas para ambos. Y tal vez eso era lo mejor. Las visitas de Rosie siempre lo dejaban claro.
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Published on December 22, 2016 23:01

December 17, 2016

Cap. 26 -Punto y seguido - POAW

Punto y seguido
Vomité luego de terminar la operación.Me sentía cansada y lo único que quería era dormir por más de veinticuatro horas seguidas. Pero pronto descubrí que eso no podría ser tan fácil o sencillo como parecía. Casi después de llevarme a la habitación, ésta se llenó más rápido de lo que se llenaría un concierto de música pop con entradas gratis.Mamá lloraba, grandes y enormes lágrimas en los ojos, papá lloraba junto a ella. Rita sollozaba con fuerza, abrazándose a un muy afectado Key. Los Sres. Ross tenían los ojos húmedos y sonreían sin parar. Por alguna extraña razón, todo el que entraba a la habitación se encontraba llorando casi al instante; era como un aura extraña que tocaba a la persona con simplemente poner un pie en el lugar.Apenas podía mantener mis ojos abiertos, pero fue notable la forma en la que sabía que faltaba cierto chico de ojos verdes dentro de la habitación. Parpadeé varias veces, exhausta como nunca pensé estarlo en la vida. Mamá murmuraba algo que no podía entender, y papá trataba de hacerse el fuerte, pero terminó llorando de igual forma. Me dio un mal presentimiento al verlos llorar a todos. ¿Le pasaría algo a una de las bebés? ¿Qué pasó con mis niñas? Desperté de inmediato ante ese pensamiento.—Mamá —murmuré en voz demasiado baja y delicada—, ¿por qué todos están llorando? ¿Qué ocurrió?Mamá se sorbió la nariz y me dedicó una enorme sonrisa, pegándose a mi lado.—Lloramos porque son perfectas —sollozó al decirlo—. Son tan hermosas y pequeñas, tan inocentes. No les pasa nada, están saludables. Lloro por querer saber a quién se parecerán dentro de unos años, ¡y también lloro porque al fin soy abuela y porque estoy embarazada y las hormonas me afectan, carajo!Más lágrimas acudieron a sus ojos, pero mi tranquilidad fue absoluta al saber que mis niñas estaban en perfecto estado. Las deseaba ver de nuevo, abrazarlas y comérmelas a besos, pero parecía que el sueño me iba a vencer y no tenía las fuerzas para combatirlo.Rita corrió a mi lado cuando mamá se excusó para ver una vez más a las bebés en la otra sección del hospital, asegurándome de regresar pronto después de tomar varias fotografías para el recuerdo, llevándose a papá con ella.—Anna, tus niñas son tas hermosas —habló mi amiga—. Tengo ganas de tener mis propias gemelas… Pero luego recuerdo que terminaré soltera, viviendo con ocho gatos que me odiarán con fervor porque se me olvidará alimentarlos y me comerán el brazo por la noche mientras duermo.Sonreí en medio de mi somnolencia.—Estarás bien —dije, aunque no estaba segura que Rita lo hubiera escuchado—. Tendrás a Key.—No lo creo Annita, pero gracias. Aunque deberías ver a Adam, está… —ella se quedó callada y fue como si su rostro se hubiera iluminado por completo al recordarlo.—¿Dónde se encuentra él? ¿Ya conoció a sus hijas?Rita asintió, mordiéndose el labio.—Fue… wow. Anna, mirar a Adam es una forma de arte la mayoría del tiempo, pero ahora fue… fue increíble. Creo que hasta yo me enamoré un poco más de él al ver su reacción cuando le presentaron a las gemelas. Justo ahora debe estar todavía pegado en la vitrina de la sala de maternidad, viendo a sus bebés. Jamás había pensado que ver a un hombre llorar fuera sexy, pero Santas Manzanas, Anna, eso fue caliente al extremo. Él no lloraba como niño desconsolado o como esos chicos sensibles que terminan siendo cursis, sino que lo hacía con… como con respeto y admiración. Fue... uff, fue un nuevo tipo de arte simplemente el verlo.Escucharla decir eso me conmovió como no tenía idea. Fue un alivio saber que Adam no había huido del país a estas alturas, o que fuera a asustarse al enfrentarse con la realidad cara a cara.—Él será un buen padre —sonreí a medias—, o al menos quiero creer que va a serlo.—Será el mejor, o tal vez el más consentidor. Eso te lo aseguro, amará a esas niñas con locura. Pero mejor le iré a avisar que ya estás en la habitación, creo que muere por verte.Rita se inclinó sobre la cama y depositó un beso en mi frente. Salió de la habitación dejándome a solas con mi somnolencia y mi pesadez. Cuando Rita salía por la puerta, recordé que tenía que contarle la importante noticia sobre el bebé de Rosie. ¡No era el bebé de Key! Pero al igual que no pude decir nada por el momento, tampoco pude ser testigo de la reacción de Adam al verme porque lentamente me fui quedando dormida y ya no volví a abrir los ojos sino hasta mucho tiempo después.
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Parecía que apenas habían pasado dos segundos desde caí dormida cuando alguien estaba llamando mi nombre y tocando mi rostro.No quería despertar, pero la luz que provenía cerca de una ventana me anunciaba que dormí más del tiempo debido. A pesar de eso, quería seguir durmiendo por horas y horas.—Anna, las bebés ya están aquí —murmuró otra vez la voz.Abrí los ojos sin querer hacerlo, y me encontré con una mirada de adoración total. Era Adam, quien frotaba mi frente y murmuraba cerca de mi oído.—Nena, despierta. Tenemos a dos niñas hambrientas que quieren conocer oficialmente a mami.Sus palabras hicieron eco en mi mente e inmediatamente abrí los ojos por completo.—¿Dónde están? —pregunté con una voz ronca y frágil.No lo había notado, pero Adam cargaba a una de ellas, envuelta en una manta rosa con el logotipo del hospital. Papá cargaba a la segunda, profundamente dormida, envuelta en otra frazada rosa.—Dile hola a mami —murmuró Adam. La pequeña cosita envuelta se sacudió y bostezó. Era el bostezo más lindo que haya visto jamás, ella era increíble—. Te presento a Walker 2.Tocó su piecito y me enseñó un brazalete que decía Walker-Green 2. Papá se acercó con la otra cosa pequeña y rosada que tenía en su brazalete: Walker-Green 1.Los ojos se me llenaron de lágrimas.—La que sostiene tu padre es Walker 1, nació a las 3: 32 am. La que yo sostengo fue algo perezosa y quiso nacer unos minutos después, a las 3: 36 am —continuó diciendo él—. No estaba seguro sobre si todavía querías nombrar a nuestras hijas Belle y Bella así que las identificamos por el apellido únicamente.Se encogió de hombros.Hice el esfuerzo de sentarme sobre la cama, pero sentía que todo el cuerpo me dolía y protestaba por lo incómodo. Puse una mueca y al instante Adam estaba ayudándome e inclinándose para acomodar mis almohadas.—Tranquila, nena. Toma tu tiempo para sentarte, tranquila.—Quiero tocarlas —dije con ansias.Él sonrió enormemente. Podía notar sus ojos enrojecidos por querer contener las lágrimas al cargar a sus bebés. Amablemente depositó a la pequeña cosita entre mis brazos, indicándome la posición correcta para sostenerla. Pronto papá le estaba dando a la otra pequeña para que me la pasara a mí. También la depositó con cuidado, haciendo espacio en la cama para sentarse a mi lado y así ayudarme a sostener a ambas, abrazándome por la espalda para darme soporte.Después de eso papá nos dio una mirada complacida y salió de la habitación, llevándose a mi madre con él para dejarnos a solas a Adam y a mí.—Y aquí están, las gemelas Walker —murmuró él para no despertarlas—. Tienen un llanto potente. Las podías escuchar por todo el hospital, no hubo alguien que se resistiera a verlas. Lo hiciste muy bien, nena.Sonreí mientras tocaba a mis bebés. Logré apoyarlas entre mis piernas, sosteniendo sus cabecitas con las palmas de la mano. Su piel era tan suave y rosada, sus manos eran pequeñas y estaban cerradas en puños. Tenían cabello oscuro en su cabeza y una nariz respingona. Las adoraba absolutamente.—Creo que ya lo he dicho un millón de veces en mi cabeza, pero son perfectas —susurré.—Claro que lo son, se parecen mucho a ti. Me hubiera gustado poder entrar contigo a la hora de la cesárea. Pero dime, ¿cómo te sientes? ¿Sientes dolor? ¿Quieres que te consiga algo? Lo que sea.Negué con la cabeza. Claro, me sentía agotada y adolorida a partes iguales, pero valía la pena solo por tener a mis hermosas pequeñas en mis brazos; tenía todo lo que quería en esa misma habitación.—Estoy bien, de verdad.Adam besó mi cuello y me invadieron miles de burbujas bajo la piel.—Lloré demasiado cuando las vi por primera vez —admití—. No sabía que este momento sería así.—Yo tampoco lo sabía.Adam continuó besando mi cuello, observando a las bebés por sobre mi hombro, en silencio, por varios minutos hasta que decidió hablar de nuevo.—No puedo procesar el hecho de que ya seamos padres —dijo él con una mirada de adoración en el rostro—. Tampoco puedo creer que me merezca tenerlas, estoy impactado.Sonreí y lo observé fijamente. Las siguientes palabras que le dije fueron las más sinceras que pude haberle mencionado:—Mereces ser parte de la vida de las bebés, mereces la felicidad que estás sintiendo en este momento. No te castigues por eso.Él me dedicó una sonrisa que casi me parte el corazón. Adam era tan lindo, un asno, pero lindo.Sus labios buscaron los míos y me vi incapaz de rehuirlos; nos besamos en medio de tanta dicha y felicidad compartida. Su boca sabía a cielo. Nos despegamos cuando escuchamos a una de las bebés gimotear mientras dormía.—Gracias por tus palabras, Anna. Necesitaba escucharlas —susurró él—. Pero también necesito escuchar tus respuestas a otras preguntas: ¿soy merecedor de tu perdón? ¿Merezco ser parte también de tu vida, además de ser parte de la vida de las niñas?Mis ojos rehuyeron su mirada y me aferré a mis bebés. Abrí la boca para contestar, pero la cerré rápidamente. Entonces, como si supiera de mi incomodidad, una enfermera (más específico la enfermera Daysi) apareció por la puerta, frunciendo el ceño cuando vio a Adam sobre la cama y a las bebés en mis brazos.—Esa cama es para una sola persona, joven —dijo ella, realmente molesta con Adam—. Y esas bebés tendrían que haber comido para estas alturas. Ahora, abra la bata y póngalas cerca de sus pechos para amamantarlas. Al principio puede que se resistan, pero las tiene que forzar a succionar el pezón para así sacar la leche.Se acercó a la cama, inspeccionando a las bebés y también inspeccionando a Adam. Definitivamente esta mujer estaba acostumbrada a forzar muchas cosas, lo suyo no parecía ser la paciencia.—¿Piensa bajarse de esa cama algún día, caballero?Adam se retiró de mi lado, veloz como un rayo. Probablemente le tuviera miedo a la enfermera. La mujer suspiró y me pasó un enorme cojín firme, indicándome cómo ponerlo para que no me afectara la herida de la cesárea y, junto con un asustado Adam, me enseñó a colocar a las bebés de la forma correcta, sosteniendo sus cabezas al mismo tiempo mientras exponía mis senos y las acercaba para que comenzaran a beber. Me dijo que usualmente se le conocía como “la postura del rugby” y que me iba a ser útil para más adelante. Al principio, las bebés se resistieron, pero fueron cediendo cuando una de ellas comenzó a llorar y pronto le siguió la otra. Adam no mentía, lloraban con potencia.Se tranquilizaron cuando acerqué mi pecho a sus boquitas sin dientes y comenzaron a encontrarle una función. La enfermera Daysi se fue después de eso, prometiendo regresar más tarde para llevarse a las bebés nuevamente y amenazando a Adam con una mirada cargada de odio.—Cada vez que las oigo llorar tengo deseos de comprarles lo que sea que quieran —admitió Adam mientras volvíamos a encontrarnos a solas— hasta un pony, todo con tal de que dejen de hacerlo porque me rompen el corazón. Si me pidieran el mundo entero, yo se los daría.Sonreí con afecto, sintiendo las pequeñas boquitas de las bebés que me causaban cosquillas en los pechos.—Estoy segura de eso —murmuré—. Míralas, son tan demandantes hasta para comer. Se parecen a ti.Le indiqué a una de ellas que colocó su manita en mi seno e hizo el intento de acercarse más a él.—Es que saben reconocer un buen y sensual pecho cuando lo miran —respondió de lo más tranquilo.Reí mientras entrecerraba mis ojos y le lanzaba miradas de advertencia.—No me refería a eso y lo sabes.—Pues yo sí me refería a eso. Por cierto, Nicole no ha dejado de escribirme y pedirme que le envíe fotos de las bebés. La pequeña piraña está emocionada por el nacimiento.—¿Vendrá para verlas?—No se lo perderá por nada en el mundo. Está de camino junto con mi abuela; también vienen Shio y Mindy… y según tengo entendido todas tus compañeras de trabajo vendrán a verte. Alquilaron un autobús y todo.Rodé los ojos ante tal exageración, pero extrañaba verlas, en especial a Nicole. Luego continué observando a las bebés mientras comían.—Creo que me gustaría mucho ponerles Belle y Bella —comenté luego de unos minutos—. ¿Estás de acuerdo conmigo?—Nena, por supuesto que sí. Quiero lo que sea que tú quieras; además recuerda, tendremos a Belle y Bella, Nicole y Noah, Adam y Anna. Seremos más famosos que las Kardashians. Nuestros nombres combinan juntos.Reí ante su sentido del humor.—No hay un Noah, al menos no todavía.—Ah, pero la palabra mágica aquí es “todavía”. Todavía no, pero algún día sí.Volví a rodar los ojos y continuamos viendo a las gemelas mientras lentamente caían dormidas.—Adam… —susurré en voz realmente baja para no despertarlas, era hora de admitir cómo me sentía con él, de contarle mi decisión sobre nosotros—. Con respecto a lo que me preguntaste… Te quiero en la vida de las bebés y te quiero en la mía, pero no estoy segura si cometerás otra estupidez como la que hiciste, o si vendrá otra Rosie u otra Marie y te descontroles por completo o decidan manipularte y termines destruyéndome el corazón. Siento como si fuera la única que terminara rota en esta relación. Me lastimaste, mucho; y aunque pueda que te cueste creerlo, las palabras destruyen mil veces más que una acción.Lo miré con culpabilidad y él lució realmente apenado.—Lo sé, Anna. Lo arruiné todo, lo entiendo —se pasó una mano por su cara, suspirando profundamente—. Me siento como el peor hombre sobre la tierra. Ni siquiera sé por qué sigues dirigiéndome la palabra cuando sé perfectamente el daño que causé. Te dije que era tóxico y me duele con toda el alma tener la razón en este caso.Negué con la cabeza, intercambiando la mirada entre él y mis hijas.—No eres tóxico, ya habíamos hablado de eso, deja de pensar de esa manera porque lo único que haces es auto sabotearte —murmuré finalmente—. Sí, lo admito, no está todo bien entre nosotros, te oculté cosas que no debía ocultarte y nos mentimos mutuamente, pero espero que todo sea distinto a partir de ahora; así que no intentes tapar el sol con un dedo. Trata de arreglar eso primero, intenta de verdad cambiar. Y si no puedes cambiar por mí, hazlo por tus hijas. Lamento decirlo, pero ya perdí mi confianza en ti y será difícil recuperarla nuevamente.Su rostro se descompuso por completo, pero sabía que era necesario pronunciar esas palabras para que entendiera de una vez por todas lo que yo estaba sintiendo.—A veces… —continué diciendo— a veces solo desearía volver a empezar justo en el momento en el que nos conocimos; detener el tiempo en esa escena y regresar atrás, a los buenos recuerdos. Pero la vida no es perfecta, y tú mismo me dijiste: los finales perfectos venden libros, solo para eso fueron específicamente diseñados. Tal vez tú y yo no podamos tener nuestro perfecto final, al menos no juntos.Él negó con la cabeza, mirando hacia la nada.—Yo sé que no existen los finales perfectos, pero existen los finales imperfectos y felices. Aunque yo no quiero ninguna de esas dos cosas contigo Anna, yo simplemente no quiero un final. ¿Recuerdas cuando hablamos de eso? Yo quiero un para siempre, quiero un punto y seguido contigo, o pueden ser puntos suspensivos o incluso una coma para poner pausa y espacio a la relación cuando sea que lo necesites, pero nunca un punto final. Quiero que sigamos escribiendo nuestra historia, juntos. No quiero un “él por su lado, ella por el suyo”. Anna, yo… yo quiero todo contigo.Respiró hondo para agarrar aire, mis ojos no pudieron evitar nublarse por sus palabras. Yo tampoco quería un punto final y también quería todo con él, signos de exclamación incluidos.—No sé si a estas alturas podamos empezar desde cero —dije finalmente, observé la respiración de las bebés, me encontraba hipnotizada por el subir y bajar de sus pechos. Trataba de evitar la mirada de Adam.—Prometo volver a ganarme tu confianza. Solo no me saques de tu vida, todavía no, Anna.—No entiendo cómo piensas reparar todo el daño hecho.—Pues de la única forma que se puede hacer: comenzando a armarnos de nuevo.Lo observé atentamente por unos minutos, esperando que ambos no estuviéramos lo suficientemente heridos como para acabar dando por terminado lo nuestro; pero si él iba a solucionar esto, yo iba a cooperar para el bien de los dos. Lo haría, y lo haría por él, por mí, por las bebés. Pero al final, si las cosas no se podían solucionar, no era mi deber tratar de hacerlas encajar ni tampoco era el deber de Adam.Tal vez esta era la manera en que el destino nos gritaba a la cara que nunca debió haber existido una Anna para un tal Adam y que no era bueno jugar con él. Esta vez entendería el mensaje, claro y fuerte. Aunque doliera, me separaría de Adam porque no quería seguir tentando al destino de esa forma.Era lo mejor para hacer en esos casos. Era lo inevitable.

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—¡Anna, tienen tus ojos! Oh por todos los cielos, son tan lindas.—Claro que no tienen los ojos de Anna. La mayoría de recién nacidos nacen con ojos grises y luego van cambiando de color.—¿En serio? No lo sabía. Aunque, ¿estás segura? —preguntó una muy frustrada Shio a una igual de frustrada Rita—. Tú eras la que tenía la teoría de que Anna estaba encubando a una lombriz “solitaria” en el estómago cuando comenzó con sus etapas de embarazo.—Habla la que sugirió que era una gripe estomacal. Además, tengo experiencia con lombrices; le pasó a mi tía, la que vive en Londres. Le descubrieron una lombriz de seis pulgadas en el estómago…—Eso es imposible.—¡Eso fue lo que pasó! Pero, shhh, estamos despertando a las bebés. Baja el volumen.—¿Ya dije que son las bebés más lindas que haya visto? —murmuró Shio, llevó sus manos sobre sus mejillas y comenzó a dar brinquitos—. Tengo ganas de tener unas iguales, aunque recuerdo que estoy soltera, seguiré soltera, adoptaré gatos o hamsters (lo que sea que salga más barato) y viviré sola, así que se me pasa.—Oye, yo dije lo mismo esta tarde. Bienvenida al club.—Al menos tienes a Key… podrías tener lindos bebés con él. Aunque no tan lindos como los de Anna. Enserio, ¿qué hicieron? La mayoría de recién nacidos son horribles, parecen aliens y tienen demasiado pelo, como un mono bebé. Pero estas niñas son hermosas.Rita suspiró a su lado—Yo puedo tener lindos bebés con Key, no me subestimes.—¡Entonces ve y haz algunos bebés con el hombre! Solo así probarás si tu teoría es cierta.—Ojalá fuera tan sencillo como eso.Suspiré al escucharlas a ambas mientras se debatían en quién sería la próxima en recibir la noticia de un embarazo. Quería contarle todo a Rita, todo lo que la Dra. Bagda me había comunicado, pero tenía que contenerme porque ocupaba respuestas de otra persona primero y dicha persona todavía no había aparecido aún.La habitación estaba aún más llena que antes, todos con celulares en la mano, no importándoles para nada que las bebés podrían despertar en cualquier segundo. Ellas dormían bastante y lo hacían abrazadas porque todavía no sabían cómo no estar juntas. Eran absolutamente adorables.Les pusieron una cuna dentro de la habitación y las consideraron aptas para estar conmigo y no en revisión. Tenían un poco más de peso que un bebé regular, pero no era causa de problemas, se encontraban perfectas de salud.Yo todavía tenía que permanecer acostada en la cama, me habían puesto una buena parte de analgésicos que podía tomar para el dolor y comenzaban a surtir efecto. Mis párpados se cerraban y se sentían pesados, pero de igual forma traté de sonreír cuando un nuevo ramo de flores o un regalo para las nuevas bebés era traído a la habitación junto con un nuevo invitado.Nicole ya se encontraba aquí y lo primero que hizo fue correr a abrazarme y a decirme lo mucho que me extrañó. La niña venía, efectivamente, de un campamento y me contó todo sobre el lugar. Ya después se percató en las bebés ubicadas en la pequeña cuna de la esquina y desde entonces no se despegaba de su lado.—Hola Belle, hola Bella —les hablaba—, seré algo así como su hermana mayor. Ahora, les quiero enseñar lo más importante en esta vida, y lo que toda chica debe conocer: sus nombres son Harry y Zayn. Claro que están los otros miembros, pero descobi… descurbí, como sea, que ellos dos son mis favoritos.Ella continuó hablándoles sobre sus otros cantantes favoritos y sobre su amor por las películas de Harry Potter mientras que más personas entraban por la puerta.La abuela de Adam tuvo la misma reacción de mamá y se puso a llorar de la emoción. Le siguieron Mirna, Dulce, Gustavo (quien ya no tenía tantas espinillas) y una muy seria Mindy con su nuevo cabello de color violeta.Todas pasaron primero a saludarme, o a Adam, y luego se prendaban en la cuna de las bebés, completamente hipnotizadas, así como yo lo estuve al sostenerlas.La habitación era de un tamaño regular pero pronto se fue llenando demasiado, hasta que la enfermera más enojada de todas, la enfermera Daysi, los obligó a salir. Cuando todo se despejó, hizo pasar a la Dra. Bagda para revisar mi herida y recomendarme algunos ejercicios para hacer lo más pronto posible. Se marchó no antes de asegurarme que se pasaría al día siguiente para darme seguimiento.El resto del día pasó de la misma forma: recibiendo visitas y regalos, durmiendo o dando de comer a las gemelas, desesperada por al fin llegar a casa porque la comida de hospital no tenía sal y era insípida.Lo Sres. Ross regresaron a su casa, pero prometieron pasar dentro de unas horas. Diego no daba señales de vida y me preocupaba no poder decirle la nueva información que sabía ahora que él era el papá del bebé de Rosie. Para colmo, quería reclamarle el haberme mentido en cuanto a Adam, ¿o era Adam el que mentía? De igual forma quería hablar con él antes de soltar la bomba.
Pasaron varias horas y las visitas cesaron por completo, ya era de noche y mis ojos no podían estar abiertos por mucho tiempo; las gemelas lloraban, demasiado. Durante la madrugada fui despertada por un cansado Adam, quien me acercaba a las bebés para alimentarlas. Luego dormirían por unas cuantas horas hasta que la primera bebé lloraba y le seguía la otra.La mañana siguiente fue agotadora. Entre varias enfermeras, y un muy ojeroso Adam, me levantaron de la cama y me obligaron a estar de pie y luego caminar al menos hasta el baño. Obviamente mi boca cobró vida propia y maldije a todo el universo y al centro de enfermeras y a sus métodos para curar pacientes. Esperaba, por su bien, que ellas entendieran mi frustración. Debería ser prohibido hacerle eso a una persona recién operada por cesárea.Por la tarde llegaron más visitas, entre ellos la que más esperaba: Diego.Él entró sonriendo, incómodo cuando la acosadora de mi madre se le pegó al brazo y le preguntó si él sería la nueva competencia de Adam.—¿Puedo hablar a solas contigo? —pidió él cuando logró llegar a mi lado. Una enfermera se había llevado a las bebés para bañarlas y las regresaría a la habitación un poco más tarde. Adam la había seguido para asegurarse que hicieran un buen trabajo; lo regresaron dos minutos después, prohibiéndole la entrada. Ahora en la habitación solo estaban él, mamá y papá, y una muy ocupada enfermera Daysi custodiando la entrada cada cinco minutos.Miré a Diego y luego alterné la vista con Adam que lo fulminaba con la mirada, parado tras él.—Lo que quieras hablar con Anna lo hablas conmigo también —dijo él, malhumorado.Fruncí el ceño a ambos, tratando de sentarme en la cama.—Pero lo que tengo que decir no les incumbe a tus oídos —respondió Diego.—Es mi esposa.—No por mucho tiempo.—¿Qué? —Adam parpadeó, perplejo—. Anna, dile a este hijo de p…—Adam, ¿podrías conseguirme un jugo de naranja? —intervine—. Por favor.—No te voy a dejar a solas con este caza ballenas —lo apuntó con el dedo índice—, te dije que te alejaras de Anna y te alejaras de nosotros. ¿Qué mierda haces aquí?—De verdad muero de sed —le supliqué, todo con tal que nos dejara a solas—. Por favor…Adam suspiró y me miró con ojos suplicantes.Negué con la cabeza y él resopló con disgusto. Luego de eso salió de la habitación.—Papá, mamá —hablé en dirección a ellos, quienes vieron la reacción de Adam y Diego— ¿Pueden dejarnos a solas?Mamá asintió con la cabeza y arrastró a papá que no dejaba de fulminar a Diego.—Entre dos males para mi hija —murmuró mientras se iba— prefiero el mal conocido, no puedo creer que diga esto, pero prefiero al jodido Walker.Mamá lo regañó y se lo llevó a la fuerza.—¿Querías hablar conmigo? —le pregunté una vez a solas—. Adelante, te escucho.Diego apartó la mirada y llevó su mano a su cuello, movimiento que hacía siempre que estaba nervioso.—Dilo de una vez —lo amenacé.—Primero que todo —habló—, tus hijas son preciosas. Lamento no haber estado ayer o haber ayudado a mis abuelos a traerte al hospital. Me disculpo.Murmuré un gracias y observé que él llevaba un ramo de flores en la mano.—Traje estas para ti —las extendió y luego las apartó al ver la habitación entera rodeada de flores—. Creo que no fui muy original.—Gracias, pero Diego, ve al punto.—Presiento que ya lo sabes.—¿Saber qué? ¿Que mentiste y negaste ser el padre del bebé de Rosie? ¿Que mentiste al decir que Adam era tu compañero de stripper?—Es una larga historia…—Pues comienza pronto.Llevó una vez más su mano a su nuca y la rascó con fervor. Colocó las flores cerca a otras similares sobre una mesa. Suspiró y miró al suelo al decir lo siguiente:—Es cierto, yo soy el padre de ese bebé de Rosie. Pero no lo entiendes… Rosie fue una equivocación.—Pero es tú bebé, tú responsabilidad. ¿Cómo pudiste dejar que otro asumiera la culpa por algo que tú hiciste?—¡Lo sé! Eso es lo peor. Amo a Mia, nunca pretendí lastimarla metiéndome con su hermana menor.—Entonces ¿por qué lo hiciste?—Debes entender primero que conocí a Mia cuando ella intentaba… intentaba suicidarse. Ella fue novia de Key, el amigo de tu esposo, y le fue infiel con su psicólogo hace ya varios años. Ella y Key habían intentado volver a ser novios, pero ya era muy tarde, él conoció a tu amiga, Rita. Mia estaba frágil y deprimida, intentó suicidarse pero logré detenerla justo a tiempo. Ella y yo pasamos momentos juntos y comenzamos a salir; Mia volvió a deprimirse cuando se enteró que Key había dejado a Rita por Rosie.Rodé los ojos, Rosie era un destruye hogares.—Cuando Mia comprobó que la noticia era cierta —continuó hablando Diego—, ella se fue del país sin decirme nada. Me abandonó por tres meses, meses en los que a Rosie también la abandonó Key. Ella y yo tomamos de más y… una cosa llevó a la otra. Nos acostamos y semanas después ya estaba dándome la noticia de su embarazo.—¿Y por qué le hicieron creer a Key que él era el padre?—Porque fue sencillo. Porque semanas antes de saber sobre el embarazo de Rosie, Mia ya estaba escribiéndome y haciéndome saber que regresaría por mí, que finalmente se encontraba en paz con todo sobre Key y que quería intentarlo conmigo. ¿Cómo iba a ser capaz de decirle que yo, de todas las personas, había embarazado a su hermana? Ella volvería a recaer y a intentar suicidarse de nuevo.Tragué saliva, intentando darle comprensión al asunto.—¿Qué tiene que ver Adam en todo esto? ¿Por qué mencionarlo a él?Diego suspiró.—Antes que nada, tienes que saber que Rosie es insistente. Ella desea todo lo que su hermana mayor tiene; me dijo que no me hiciera cargo de su hijo, que le haría creer a Key que él era el padre.—Vaca rastrera —murmuré, quería ponerme de pie, buscarla y golpearla—. Y tú, animal de cueva.—Rosie quería a Key. Por eso mintió —se encogió de hombros—. Resulta que pasaron los meses y se dio cuenta que no podía manipularlo; hasta que un día, o eso tengo entendido, se reencontró con alguien a quien no miraba hace mucho tiempo. Adam. Me parece que lo vio cuando iba a una de sus consultas con la ginecóloga, lo encontró contigo. Y de nuevo, a ella le gusta manipular. Fijó su objetivo y disparó.No me había dado cuenta, pero mis manos se enredaron en puños sobre la sábana. Rechiné los dientes y quise, esta vez, golpear con odio a Diego.—¿Qué tienes que ver en todo esto? ¿Por qué mentirme? ¿La estás solapando? —lo acusé.—Mira, lo siento. Yo no te conocía antes, la primera vez que supe de ti fue una coincidencia, ya te lo había explicado: cuando fue tu despedida de soltera. No conozco a Adam de nada, solo lo vi esa vez cuando me pagó para dejarlo entrar al club de striptease para sacarte del lugar. Luego apareces en mi restaurante y me hablas de Rosie, y termina siendo la Rosie que yo conozco. Ella nos vio juntos, ¿qué crees que hizo? Me manipuló al igual que a todos y me amenazó con delatarme con Mia si no intentaba ampliar la grieta entre tú y Adam. La imagen que envió, y que tu viste por accidente, fue tomada cuando ella y yo nos acostamos; no lo supe nunca, pero ella la tomó sin darme cuenta. Rosie estaba a punto de enviársela a Mia si no hacía algo rápido.Mis ojos se humedecieron.—Creí que eras mi amigo —murmuré realmente enojada.—¡Lo soy! Por eso quise contarte todo. Lo siento, las cosas entre tú y Adam ya estaban débiles y yo solo llegué a empeorarlas. Soy un…Diego no pudo acabar su frase porque unas manos lo agarraron de la espalda y luego un puño salió disparado a su rostro. El golpe resonó por toda la habitación.Pude ver cómo cayó al suelo, inconsciente.—Imbécil. Sí, eso eres —susurró Adam, su mano todavía sujetaba la camiseta de Diego.Abrí la boca para decir algo, pero estaba demasiado sorprendida.—¿Escuchaste todo? —pregunté, aun viendo que Diego no se levantaba del suelo. ¿Estaba fingiendo?—Cada palabra. Aquí tienes tu jugo, nena —me tendió un jugo de naranja en una cajita. Soltó a Diego y luego procedió a cargarlo de los hombros.—¿Qué…? —seguía sin procesarlo—, ¿qué vas a hacer con él?—Pensé que era obvio —murmuró, realmente molesto—. Es basura, y la basura se pone en su lugar.—¡Espera! —grité—. No lo puedes sacar así, este es un hospital y pueden pensar lo peor. ¿Se desmayó? ¿Está muerto? Te pueden acusar y llevarte a prisión.—Acepto los cargos, no soy este pedazo de mierda que no sabe aceptar sus errores.—Adam, no…—No lo defiendas. ¿Escuchaste lo mismo que yo?Asentí con la cabeza.—Solo no lo lastimes más —sugerí—, no quiero que presente cargos en tu contra, además sus abuelos están por llegar pronto, ellos se portaron demasiado bien conmigo. No causó graves daños, créeme.—Causó daños —contradijo Adam—. Se merece todo lo malo que le está por pasar. Ya le envié un mensaje a Key, está de camino. Mi ojo morado será nada comparado con lo que le espera.—¿De verdad Key le dará una paliza? Me parece una medida muy drástica.Adam negó con la cabeza.—No me preocupa el trato que le dará Key sino el que le dará Rita cuando lo sepa.Suspiré, agotada por todo lo que pasaba. De todas formas, seguía molesta; tal vez Diego sí se lo merecía después de todo. ¡Estaba asociado con Rosie!—De acuerdo, pero no hagas nada extremo con él. Entiende el estado de su novia.—Entiendo el estado de su idiotez — Adam se detuvo por unos breves segundos y miró pensativo hacia mí—. Tal vez eso sea la solución, una buena paliza.—¿Solución a qué? ¿A la idiotez?—Es probable que también necesite una por haberme dejado manipular tan fácilmente, soy otro idiota y tuviste razón todo este tiempo —murmuró él al cabo de unos minutos.Sin esperarlo, papá atravesó la puerta en donde parecía también haber escuchado toda la conversación, y lanzó su puño contra la cara de Adam.—¡Papá! —grité. Me erguí sobre la cama, asustada.Para su suerte, el golpe que recibió Adam no fue dado con mucha fuerza así que no cayó al suelo como el desmayado Diego.—Gracias —dijo Adam, abriendo y cerrando la boca, tratando de reacomodar su mandíbula golpeada—. Lo merecía.—Yo sé —respondió papá—. Fue un placer.Mamá, quien permanecía lejos, se acercó a nosotros, observando la escena con ojos abiertos al igual que los míos.—¿Es el día internacional de dale un puñetazo a la persona más cercana? —preguntó ella.Entonces, inesperadamente, alzó su mano hacia papá y le dio una cachetada que nos sorprendió a todos.—¡Mamá! ¿Qué sucede con ustedes? —grité, histérica—. La violencia no es la solución.—¡Cecile! —comentó papá, sorprendido.Mamá se encogió de hombros.—Tú también has sido imbécil. Te lo mereces.—¿Terminaron ya con los golpes? —me quejé—. No puedo creer que no tengan control.—Es un ejercicio sano —comentó mamá—, deberías ponerlo en práctica.—Ya lo puso en práctica —les informó Adam—, golpeó a una chica hace unas semanas.Mis mejillas enrojecieron al recordar el golpe del que hablaba él, fue cuando le pegué a Rosie, cuando ella tuvo a su bebé.—Se lo merecía, y lo volvería a hacer si la tuviera enfrente —dije, en mi defensa—. Ahora, ¿es saludable que Diego no despierte todavía?Todos se encogieron de hombros.Sorprendente. Deseaba que esto acabara pronto.—Si se despierta —comentó Adam—, lo vuelvo a golpear. Así de simple.Y como si fuera el destino, Diego comenzó a abrir los ojos en ese momento. Parpadeando varias veces y maldiciendo por lo bajo mientras intentaba ponerse de pie.Adam lo tomó del cuello de la camisa y lo acercó a su cara.—Será mejor que no hagas otro movimiento o esta vez el golpe va directo a tus bolas —lo amenazó.Diego tosió y carraspeó, todavía se encontraba desorientado.—¿A mis bolas? —preguntó—. No lo hagas, Anna sabe de primera mano que tengo las más bellas y grandes-llena-pantalla-de-celulares bolas.Me puse roja cuando papá inmediatamente me miró con acusación y Adam parecía no caber en la habitación de lo molesto que se encontraba.—Te lo advertí —fue lo último que murmuró él, a eso le siguió un golpe directo en la entrepierna de Diego. Chillé cuando escuché su quejido de dolor.Odiaba admitirlo, pero, esta vez sí se lo tenía bien merecido.
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Published on December 17, 2016 18:47

December 7, 2016

Cap. 25 - Dos mantas de color rosa - POAW

Quería seguir hablando pestes de Rosie, pero otro fuerte dolor me trajo a la realidad. Mis bebés no se iban a detener solo porque mami quisiera andar de chismosa sobre la vida de cierta chica que se imponía a dejarlas sin papá. Cierta chica que estaba a punto de perder todo su cabello si decidía mostrarse frente a frente de nuevo conmigo.Sollocé con fuerza mientras, entre varias enfermeras, me ayudaban a subirme a una camilla. Intenté respirar de forma normal, pero pronto me di cuenta que estaba a punto de mandar a comer mierda las respiraciones... como por millonésima vez en la noche.Sudor bajaba por mi frente y los únicos momentos donde podía reponerme era mientras se detenían las contracciones. Lo único que quería a este punto era tener rápido a estas bebés y conocerlas de una vez por todas.—¿Ya puede comenzar a sacar a las bebés? —pregunté, desesperada, a la Dra. Bagda.Ella hizo una mueca mientras daba órdenes a un grupo de tres enfermeras que poco a poco se ubicaron junto a mí y empezaron a examinarme y a encender alguna clase de maquinaria a mis espaldas.—Primero debemos hacer una revisión rápida. Luego vas para el siguiente piso, para la sala de cirugías, a realizar la cesárea.Tenía miedo al oír sus palabras. Creo que todos nos asustamos más de alguna vez por tener que visitar el hospital y yo no era la excepción; estaba muerta del miedo, al igual que ansiosa.Vi cómo la Dra. Bagda sacaba un iPod de su bolsillo y lo conectaba a los parlantes discretamente ubicados sobre una mesa para luego colocarse guantes en ambas manos.—Esto será rápido —dijo ella—. Vas a ver que en cuestión de minutos tendrás a tus bebés en brazos. Ahora, tengo que hacerte una pregunta muy importante, es de vida o de muerte. Elige sabiamente.Sus palabras aumentaron mi ansiedad y mis dolores. ¿Era más información sobre el bebé de Rosie y cómo Key no era el padre?—De acuerdo, pero me está asustando —murmuré, extrañada por lo que fuera a decir.—No te preocupes, es algo rutinario —ella hizo una pausa profunda y suspiró con fuerza—: ¿Quieres a Robbie Williams con Rock DJ? —señaló al iPod—, ¿o prefieres a Spice Girls con Wannabe?Fruncí el ceño, el sudor ahora bajaba cerca de mis ojos, estropeando mi visión.—¿Qué? ¿Esa es la pregunta de vida o muerte?—Así es, por eso te pedí que eligieras con prudencia.Resoplé, sintiendo que quería bajar de la camilla y golpearla directo en la cara.—¿De verdad está bromeando conmigo en este momento?—Todas las madres son gruñonas a la hora de concebir —murmuró—. Solo dime a cuál de los dos.—A ninguno —respondí secamente—. ¿Puede, por favor, hacer que salgan las bebés ya, pronto?Ella arrugó la nariz y de igual forma presionó play en el reproductor.—Será Robbie entonces. Amo esta canción —dijo, y acto seguido comenzó a balancear sus caderas al ritmo de la música—, con esta conocí a mi ex marido, en una convención en Nuevo Mexico. Bebí hasta caer desmayada, recuerdo aquellos tiempos.Suspiré en voz alta, quejándome mientras otra contracción se acercaba. Esta vez hice puños sobre la cama, agarrando las sábanas con fuerza y retorciéndome cuando noté que el dolor era más intenso que antes y parecía no tener fin. Traté de no lloriquear en voz alta al ver la cara de preocupación de la Sra. Ross a mi lado, tratando de acariciar mi cabello.—De verdad —murmuré cuando al fin pasó el dolor—, no necesito música. ¿Puede comenzar ya?El dolor volvió de nuevo, peor que antes, y fue allí cuando mi boca cobró vida propia.—¡Mierda! —grité—. Eso es incómodo.—Tranquila chica, déjame revisarte primero. Ya les pedí a las enfermeras preparar el área donde te haremos la cesárea, van a llevarte allí en unos minutos.Ella continuó tarareando la letra de la canción de Robbie Williams mientras hacía pasos de disco.Mis respiraciones se volvían fuertes, así como mi actitud al verla.—¿Siempre hace eso, o soy la primera desdichada? Es ridículo.—Es un rito antes de empezar con el parto —dijo mientras meneaba su cabeza y cantaba el coro—. Tranquila, después será Eminen.Suspiré, irritada.—¿Y el padre?  ¿Viene pronto? —preguntó la Dra. Bagda, cambiando de tema.—Eso espero. Estaba en camino, o eso fue lo que me dijo. Perdí la señal mientras hablábamos por teléfono.—Debería tener cuidado. Hay una curva en la carretera, no muy lejos de aquí, en donde varias personas ya han perdido la vida por no manejar cuidadosamente.Ella continuó tarareando, mientras que yo agonizaba por dentro.¿Qué tal si a Adam le había pasado algo malo? ¿Qué pasaba si lo perdía justo en el día en que ganaría dos hermosas razones más para vivir?—No haga eso —hablé con lágrimas en los ojos—, no me diga esas cosas porque me va a dar algo. Me estoy imaginando lo peor.—Cielo, no lo dije para hacerte sentir mal, lo dije solo para sacar plática. Bien, voy a revisarte así que tú tranquila.Ella me pidió que abriera las piernas mientras metía sus dedos en mis asuntos privados. Sentí una pequeña presión en mi núcleo y lloriqueé en voz alta.—Eso duele —me quejé, juntando mis rodillas, obligando a su mano a salir.—Tranquila, solo es para ver cuán dilatada estás o si puedo…—¿Y? —la interrumpí, respirando con dificultad. Me sentía como perra rabiosa.—Si pudieras dejarme revisar esta vez sería fantástico —me miró con desaprobación.Asentí de mala gana e hice lo que me pidió.Otra vez su mano serpenteó de manera intrusiva y no pude controlar el dolor que causaba la presión que ejercía con sus dedos. Cerré las rodillas de nuevo.—Anna, necesito que te controles y me dejes examinarte —dijo ella con amargura. Las enfermeras dentro de la habitación simplemente sonreían con complicidad.—Duele mucho, yo pienso que estoy lista, no necesita revisar nada más.—Tengo que tomar el tiempo entre cada contracción para saber si estás lista o no.—¡Estoy lista! —me quejé—. Mi bolsa se rompió, debería estar atenta a eso.—Abre las piernas entonces.Negué repetidamente con la cabeza, pegando todavía más mis rodillas.—Oh no, usted no va a meter su mano allí. ¿Tiene idea de lo mucho que duele? La mayoría de mujeres se queja de cargar el peso de una sandía en el estómago, yo debo cargar dos. Así que créame cuando le digo que ya estoy lista.—Muy bien, me rindo.La Dra. Bagda se quitó los guantes y suspiró con pesadez.—Dejaré a la enfermera Daysi a cargo, ella tratará contigo —mencionó mientras salía por la puerta.A los pocos minutos entró una mujer realmente corpulenta, alta y fornida como un tronco. Tragué saliva mientras leía el nombre en su gafete de etiqueta: Daysi Brooke.—Me contaron que aquí tenemos una madre temerosa —murmuró ella—, se niega a examinarse apropiadamente. Pero esas son mis favoritas, de hecho. Así que vamos chica, abre las piernas para mí, no me obligues a hacerlo de una manera brusca.—¿Quién se cree que es? ¿Christian Grey? —resoplé en voz alta.La Sra. Ross me vio con ojos de lástima y a la vez con miedo al ver a la gran mujer llamada Daysi y asintió en mi dirección para que cooperara con ella.Respiré con dificultad cuando vino otra contracción y me doblé sobre la cama.—Estoy teniendo una contracción —le escupí a la enfermera—, déjeme en paz.—Abre las piernas —exigió la enfermera Daysi, observándome irritada. Se colocó sus guantes e hizo un mohín.Miré en dirección a la Dra. Bagda y le escupí lo siguiente:—Usted es una perra.Entonces otra contracción, más fuerte que la anterior, me agarró desprevenida y me encogí de dolor en la cama.Las enfermeras aprovecharon ese momento para conectar un pequeño aparato en mi dedo y para tomar mi presión, la Dra. Bagda se reía de fondo mientras cambiaba la canción y, tal como lo prometió, era de Eminem.—No tienes ni idea de cuantas veces me lo han dicho —comentó ella con una sonrisa nostálgica—, pero hazme caso, es por tu bien y el de tus bebés.Otro dolor me sobrecogió y me agarré el estómago.—Tranquila, dulzura, ya pasará —me tranquilizó otra enfermera. Se miraba entretenida y fresca con mi situación. Ella era otra perra por lucir radiante y sonreír mientras yo lloraba por dentro.Cuando ella me dio una mirada horrorizada, me di cuenta que había dicho esas palabras en voz alta. Mierda.—Lo siento —protesté—, no soy yo. Estoy irritada, demasiado. En mi familia siempre ha sido muy vergonzosa la manera de dar a luz e intentaba cambiar la tradición. Además, no sé nada de mi esposo, o de mi familia. Siempre imaginé este momento rodeada de todos a quienes apreciaba.La enfermera se retiró, indignada.—Fantástico… —otro dolor más, como un calambre muy extraño en mi estómago. El sudor bañaba mi cuerpo entero y no pude evitar quejarme como una niña.—Bien, que alguien le abra las piernas a la señorita —gritó la enfermera Daysi, incluso su voz sonaba monumental y varonil—. Así acabamos con esto de una buena vez.Negué repetidamente con la cabeza y le pedí comprensión a la Dra. Bagda que rapeaba al ritmo de la nueva canción que puso en reproducción.—“Two trailer park girls go round me outside, round me outside, round me outside” —me cantó ella, negando con el dedo índice.—Perra insensata—repetí. Aunque tal vez era mala idea decirle perra a quien estaba a punto de liberarte del dolor, o meterte otra vez la mano donde no querías que la metiera. Gran problema de quedar embarazada: los bebés, tarde o temprano, iban a nacer y alguien tendría que revisarte allá abajo, en la zona privada, quisieras o no. Ese era el precio a pagar. Adiós al pudor y a la poca decencia que te quedaba.De pronto se escuchó una conmoción afuera de la sala. Alguien pedía a gritos entrar a la habitación. Solo pude alcanzar a ver un mechón de cabello negro y piel pálida entrando rápidamente por la puerta.Mis ojos fueron directos a los suyos, tenía semanas sin saber nada de él y me sentía nostálgica. ¡Pero estaba aquí! Era Adam.—¿Es usted el señor Adam Tadeus Walker? —escuché que preguntó una de las enfermeras que custodiaban la entrada.—Sí, soy yo —escuché la voz de Adam responder.La misma enfermera lo examinó de pies a cabeza, deteniéndose en sus calzoncillos del hombre araña y en su camiseta color piel. Más de una vez me pregunté si Adam estaba bien de la cabeza o si algún laboratorio clandestino había experimentado drogas con él. ¿A quién se le ocurría presentarse así al nacimiento de sus hijos?—Bien, venga por aquí —me señaló el estómago—. Si usted es el padre necesito que mantenga abiertas las piernas de su esposa. Ella no ha estado muy cooperativa que digamos y no se deja examinar.La fulminé con la mirada.Adam dio un paso inseguro en mi dirección. Apenas sentí el toque de su mano en una de mis piernas, le gruñí aún con dolor y murmuré una promesa de muerte.—Si no te mueves de allí juro que te dejo sin cabello y te tatúo la cara.Lució horrorizado y entretenido a partes iguales.—¿Qué? ¿Piensas privar a toda la población femenina de admirar mi buen rostro? Adelante, tendrás que vivir con mi fea cara para toda la vida, y si pides el divorcio déjame decirte que nunca te lo voy a dar; estarás anclada con el chico cara tatuada de por vida.Escuchar sus palabras trajo nostalgia a mis pensamientos y no pude evitar llorar mientras una sonrisa boba se dibujaba en mi cara. Él estaba bien, a salvo. Nada había pasado.—Eres un tonto —lloriqueé.—Nena, no llores —dijo él, inclinándose en la camilla para estar al nivel de mis ojos—, aquí estoy. Aquí me tienes.—Te extrañé —murmuré aun con las lágrimas en los ojos.—Y yo casi muero sin saber de ti. ¿Sabes la cantidad de mini infartos que me provocas al día con imaginar que estabas sola y perdida? Morí un millón de veces cada minuto por las últimas semanas.Puso sus manos sobre las mías, besando mis dedos y acariciando mi cabeza con ternura.—Te extrañé demasiado —volví a repetir, sollozando—. Y no entiendo por qué estás en calzoncillos en este momento.Adam miró hacia abajo, a sus calzoncillos, sorprendido por verse usándolos.—Mierda, ni siquiera recordaba que dejé los pantalones en el auto. Cuando recibí la noticia estaba con Key, duermo en su sofá de vez en cuando.Sonreí con pesar.—Ustedes dos harían una buena pareja —comenté en broma, en medio de otro ataque de dolor.Adam simplemente se rio y me dio un beso en la sudorosa frente.—Le pediré a Key un par de pantalones —dijo él, separándose de mi lado. Justo cuando iba a protestar para que no se alejara, una muy furiosa y llorosa Rita entraba a la habitación cargando dichos pantalones.El cabello normalmente corto de Rita había crecido bastante, ahora sobrepasaba sus hombros, de igual manera se miraba hermosa y sonreía con calidez al verme.—Anna —sollozó ella, lanzándole los pantalones a Adam en la cara y corriendo a mi lado para abrazarme—. No puedo creer que mi amiga vaya a ser mamá hoy. ¿Estás asustada? ¿Lo que te dije sobre Nicole adelantó tu parto? ¿Fue todo el estrés de la situación? Adam ya me contó lo que pasó con Rosie… ¡Esa perra arruina matrimonios! Hay que colocar una docena de gatos hambrientos en su habitación, llevarnos a su bebé para que lo críen los elfos mágicos y castrar a tu marido por ser un imbécil.Ella le lanzó otra mirada cargada de odio a Adam.—¿Tienes ganas de algo helado? ¿Quieres que contrate a alguien para que le dé una paliza a Walker? —siguió preguntando ella, al azar, sin dejarme responder—. ¿Necesitas más almohadas? ¿Te sientes cómoda? ¿Quién es esa mujer velluda que me mira como si fuera a arrancarme la cabeza ahora mismo? ¿Es tu doctora? ¿Dónde golpeamos a Rosie, en la cara o le arrancamos el pelo? ¿Te sientes bien?—Rita… tranquila. Una pregunta a la vez —me quejé de dolor después de eso. Había más incomodidad ahora.—Lo siento. ¿Estoy haciendo muchas preguntas? Es que cuando me pongo nerviosa hablo demasiado y sonrío con toda la boca, ¿ves? —se señaló los labios—. Perdona por decirte lo de Marie; a todos nos pareció buena idea meterte presión para que regresaras y dejaras la estúpida idea de huir. Pero ahora entiendo por qué lo hiciste. Y lo de Marie fue mentira, a ella probablemente le dé gonorrea para el final de la semana, le presenté a mi primo Lalo, el que bandea celulares, y él tiene su buena cuota de infecciones que gustosamente aceptó compartir con Marie. Ella no lo sabe aún, pero se va a llevar una grata sorpresa cuando la infección comience. Por cierto, Nicole te extraña, pero no sabe que Adam y tú están separados, ella está en un campamento para niños amantes del ballet. Resulta que es muy buena en matemáticas. ¿Quieres hielo? Leí que era bueno para embarazadas que…—Rita, tranquila —le volví a pedir. Entre la música de Eminem y los gritos de las enfermeras al pedirle a Adam que se pusiera los pantalones y, entre mis respiraciones agudas, estaba a punto de enloquecer.—Es que… ¡Lo siento mucho, Anna! —sollozó mi amiga—, rompí el código ético entre amigas. Pensé que era lo correcto, que volvieras con él; sabía que Adam era un tiburón y tú eres… tú eres más como una sardinita. No me malinterpretes, eres una sardina adorable, pero sabía que te comería viva. ¿El tiburón come sardinas? No apestas como una sardina…—Rita —Key la interrumpió esta vez, tomándola por los hombros—. Deja en paz a Anna. Le preguntas todo después, ahora la noto incluso hasta pálida. Hola bella Anna, me llevaré a esta loca de aquí.Key me guiñó un ojo y alejó a Rita de mi lado.Le sonreí como pude. Sentía los labios secos y de verdad me dolía demasiado. Leí hace un tiempo, en un blog para futuras madres, que los dolores son soportables en su mayoría. Pero estaba demostrando que no tenía control sobre ellos.Adam finalmente se terminó de poner los pantalones y se acercó a mi lado para tomar mi mano.—Adam, aléjate de Anna —gritó Rita—. Sabía que serías un tiburón con ella. Tú, bestia peluda.—Por favor los dos —dije entre jadeos, ya no iba a aguantar más—. No es momento, no ahora.Ambos se quedaron callados y Adam guardó silencio mientras me miraba con adoración.—Tu mamá y tu papá están en camino. Me escribieron y en unos minutos llegan, no se quieren perder esto por nada del mundo. De hecho —comentó él—, todos quieren venir a verte. Shio y Mindy vendrán mañana.—¿Ellas estarán aquí? —dije con los ojos llorosos.Adam asintió con la cabeza y sonrió pacientemente.Justo cuando iba a decirme algo más, la Dra. Bagda comenzó a aplaudir y a llamar la atención de todos.—No sé quién los dejó entrar, pero se organizan como puedan. Anna tiene que ser trasladada en unos instantes y no se permite a nadie que no sea familiar estar aquí adentro.—Todos somos familiares —respondió Rita—. No nos puede sacar. Esto es una anarquía, usted no nos manda.La Dra. rodó los ojos y le indicó a la enfermera Daysi que abandonara toda esperanza por examinarme; ella salió por la puerta, no sin antes murmurar en nuestra contra.—Bien, repito —dijo la Dra. Bagda—, necesito que hagan espacio, hay demasiadas personas…Ella no terminó de decir su frase porque justo en ese momento la puerta de la habitación se abrió de nuevo y esta vez era mamá, usando un enorme y colorido vestido con estampado de lunares.—¡Anna! —sollozó. Yo suspiré nuevamente, transpirando por todo el cuerpo, tratando de evadir el insoportable dolor. A estas alturas las niñas nacerían aquí, en medio de una habitación llena de personas.Papá entró después de ella, sus ojos llorosos mientras cargaba dos enormes osos de peluche de color rosa pálido.—¡Mi niña! —gritó él, haciendo espacio a mi alrededor—, estás pálida. ¿Quién es el responsable de atenderte? Hacen un pésimo trabajo. ¿Estás con dolor?—No la agobies de preguntas —mencionó mamá—. Bebé, ¿cómo te sientes?En ese momento vino otra contracción que fue particularmente dolorosa y me hizo llorar un poco más de lo que ya estaba llorando. ¿Cómo pedirles a todos que se fueran de una vez para acabar con este sufrimiento?Adam corrió a mi lado al oír mis quejas, papá lo miró con odio puro.—¿Quién llamó a este irresponsable? —se quejó él—. ¡Dejaste a mi hija embarazada! Tuvo que huir de tu maltrato. Pero haré todo lo posible para que acabes preso, hijo de pu…—Por favor, pido orden —gritó la Dra. Bagda—. Anna ya está en labores de parto, tenemos que operarla para sacar a los bebés. ¿Podrían dar algo de espacio? Además, no me dejan escuchar mi parte favorita de la canción.Había demasiada actividad y ruido dentro de la habitación, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no mandarlos a comer mierda a todos.—Muy bien —gritó la Dra. Bagda—, toda aquella persona que no esté embarazada, por favor dejar la habitación. La única que puede quedarse es la que está embarazada.—Mejor especifique, hay más de una embarazada —señaló mi madre.—Bien, todas las que estén embarazadas, levanten la mano.Mamá levantó la mano, luego de unos segundos Rita observó a mamá y la levantó también.Casi se me salieron los ojos al ver la mano de Rita en el aire. Creo que Key sufrió un mini infarto al ver lo mismo que todos.—¿Rita? —pregunté—, ¿estás embarazada tú también?—¿Quién? ¿Qué? ¿Yo? —ella se dio cuenta de su mano levantada e inmediatamente la bajó—. No, ¿por qué?—¿Por qué levantaste la mano entonces?—Es que no escuché la pregunta y como vi que tu mamá levantaba la mano, pensé que tenía que hacerlo igual. Lo siento, no escuché bien. A veces hacía eso cuando estaba en la escuela; terminaba haciendo voluntariado forzoso millones de veces por la misma razón. Pero no, no estoy embarazada.Key pareció respirar con alivio después de escucharla decir eso; al parecer a él se le había abierto la mandíbula y casi golpeó el suelo.La Dra. Bagda suspiró en voz alta y finalmente sacó a todos del cuarto. A todos menos Adam.—Deja que las demás enfermeras te preparen. Ellas te llevaran a la sala de cirugías para realizar la cesárea —comentó ella de mala gana—. Tienes exactamente un minuto, no más, Walker.Ella se retiró y nos dio un minuto de privacidad.Adam tomó mi mano y se acercó lentamente, como si tuviera algo que temer.—¿Pensaste en la decisión? —le pregunté— ¿la que dijiste ibas a tomar?Él asintió con la cabeza.—Lo pensé.—¿Y a qué conclusión llegaste?—Llegué a la conclusión que… no es mí decisión para ser tomada. Es solo tuya. Déjame o tómame o haz lo que quieras hacer. Lo aceptaré con toda el alma y te apoyaré incluso si eso me rompe el corazón. Supongo que me lo merezco.—Yo…—No es necesario que respondas todavía, toma tu tiempo, nena.Me acarició la frente y besó por última vez mi vientre. Una enfermera apareció a tiempo para sacarlo de la habitación y para ayudarme a colocar una bata cómoda y enviarme al área de cirugías.—En unos minutos tendrás a esos bebés fuera —comentó ella—. El padre no puede entrar contigo, pero podrá verlos cuando los trasladen al departamento de neonatología. Todo será rápido, ya verás.Esperaba que todo saliera bien y que ella tuviera razón.
*****

En menos de diez minutos ya estaba lista y siendo trasladada a otra sección. La Dra. Bagda se encontraba usando ahora otra bata y un gorro similar al del resto del personal allí presente. Estando allí me colocaron más aparatos y comenzaron con la aplicación de la anestesia.Me encontraba nerviosa y podía escucharlos murmurar cosas y términos que no entendía muy bien. Y sí, estaba despierta, ¡despierta!Por alguna jodida razón pensé que me anestesiarían completamente, pero no, fue una anestesia epidural, según me dijeron, y estaba consciente; podía ver cuando se pasaban entre ellos piezas extrañas con forma de sierra y picos afilados… De acuerdo, tal vez no tan terroríficos como los estaba describiendo, pero igual daban miedo.Intenté con todas mis fuerzas respirar con normalidad, aunque fuera imposible; me sentía nerviosa y asustada a partes iguales. No me creía capaz de ver sangre sin colapsar primero.La Dra. Bagda había traído su música para “relajar” el ambiente, según dijo, y esta vez se reproducía fiebre de sábado por la noche. Ella tarareaba mientras colocaban una fina manta como telón para ocultar mi vista sobre las cosas desagradables que me harían para sacar a las bebés. Pero estaba despierta, ¡despierta! Podía no ver lo que harían, pero sí podía escuchar y eso era más que suficiente para darme náuseas.—Estamos a punto de comenzar, respira tranquila. Ya vas a conocer a tus pequeñas, será una incisión horizontal justo por encima del hueso púbico, un procedimiento de lo más normal —murmuró una enfermera a mi lado. Las enfermeras siempre eran tan lindas y comprensivas, te hacían sentir cómodo… excepto por la enfermera Daysi, ella era la pesadilla de cualquiera.Sentía más náuseas, pero logré tranquilizarme lo suficiente. En su lugar me concentré en escuchar la música, imaginándome otras cosas para no traumarme.En mi mente pasaron años, cuando en realidad lo máximo fueron diez minutos, hasta que comencé a escuchar, muy sutilmente, el llanto de un bebé.Me quedé en silencio, sorprendida por lo que estaba oyendo.Sin saberlo, lágrimas acudieron a mis ojos. ¿Ese era mi bebé? Claro, lo era. ¿Lo era?Todo el peso de la realidad me cayó encima. ¡Estaba teniendo a mis bebés! Oh por Dios, iba a ser mamá. ¿Yo, mamá?Escuché cómo murmuraban sobre su peso y sus signos vitales. No podía verlo todavía porque la vista continuaba tapada, pero no fue necesario esperar más cuando una enfermera me mostró a mi primera bebé. Su carita todavía llena de placenta y sangre.—Es una saludable niña —dijo la mujer, sonriendo en mi dirección—. La revisaremos primero pero ya te la muestro cara a cara.Asentí sin poder creerlo.Pasados unos minutos, escuché otro llanto, más fuerte que el primero.Mis lágrimas no habían parado de caer, era demasiada emoción para una sola persona.¿Se podía morir de felicidad? Porque había algo calentando mi pecho justo en ese momento.—Viene saliendo la segunda bebé —dijo alguien, tal vez la Dra. Bagda.Indicaron su peso y sus signos vitales al igual que lo hicieron con la primera. La envolvieron en una manta de color rosa y nuevamente me la mostraron.Ambas eran perfectas. Ya las quería tocar, ver de cerca, comer a besos. Eran tan lindas y únicas. No podía dejar de llorar, me sentía tan emocional y a la vez cansada. No había hecho mucho esfuerzo, pero sentía la pesadez invadir mis ojos.El momento más feliz de mi noche fue cuando por fin las pusieron cerca para apreciarlas mejor. Una enfermera cargaba a ambas.Las dos envueltas en mantas de color rosa, ambas llorando y sin abrir los ojos. Todavía no estaban limpias, pero no me importó.Le pedí a la mujer que las acercara y pude poner mis labios en sus frentes. Sus manitas eran tan pequeñas y apenas podía ver asomar un pie a una de ellas; de piel rosada y perfecta. Después de unos segundos, una abrió los ojos, enseñando un bonito color gris muy usual en recién nacidos. Las acercaron para ponerlas sobre mi pecho, con mucho cuidado, haciéndolas llorar aún más. Tan pequeñas y llenas de vida.Sollocé con fuerza cuando se las llevaron para terminar de limpiarlas y para terminar de sacar la placenta fuera de mí y cerrar la herida.—El padre las verá en unos momentos —me dijo la misma enfermera que me las mostró—. Ahora relájate, lo hiciste muy bien. Todo salió perfecto.Y con esas palabras pude respirar con tranquilidad, pensando que todo estaría bien de ahora en adelante. El llanto de las bebés fue lo mejor que pude escuchar y con eso mis lágrimas salieron desbocadas junto con los sollozos incontrolables.Conocí por fin a las gemelas. ¡A mis bebés!Nada podía quitarme la felicidad.
Nada.
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Published on December 07, 2016 21:51

December 1, 2016

Cap. 24 - Amiguita Inocente

Sentí un pequeño cosquilleo en la nariz, pero como tenía los ojos cerrados ignoré por completo la comezón y regresé a mi mundo de sueños en donde estaba teniendo otra pesadilla sobre el nacimiento de las gemelas. Constantemente me invadían malos sueños en donde comenzaba a dar a luz mientras caminaba por algún supermercado, justo en la sección de frutas; o incluso mientras iba al baño y empezaban a salir disparadas de la nada.Lo sabía. Era algo patético. Pero tenía antecedentes en la familia donde las mujeres Green daban a luz de manera vergonzosa, como la tía Charlotte cuando nació Marie.La versión oficial que ella dio al resto de la familia fue que Marie nació sin problemas, a las 11:44 am de un sábado ligeramente nublado. Solo pocos miembros de la familia sabemos lo que en realidad ocurrió; Marie nació mientras la tía Charlotte se sentía traviesa con su esposo una noche y decidió sorprenderlo con un baile erótico. Ella se tomó el costo de construir un aparato de baile (todavía me pregunto qué era) en su habitación, y justo ese día se enfundó en un travieso y, según las fotos que escondía mamá en una caja de zapatos, vergonzoso traje de cuero. Al parecer ella hizo un movimiento en falso y eso activó sus dolores de parto. ¿Lo peor? Ella estaba demasiado grande y su pierna había quedado colgada en una extraña posición mientras hacía un paso en donde arqueaba la espalda. Tuvieron que llamar a los de emergencia para descolgarla, y la ingresaron usando su traje de cuero, que taparon disimuladamente con una bata, mientras todos sus familiares cercanos la observaban. Tal vez por eso Marie había salido tal y como lo hizo: ninfómana, desquiciada, promiscua y rebelde. Quería creer que yo no pasaría por lo mismo que pasaron la mayoría de mis familiares, pero ya no estaba segura. Al menos sabía que sería con ropa normal puesta… o sin involucrar ningún baile erótico en el futuro.Otro cosquilleo me arrastró fuera de mi sueño e hice un mohín.Llevé mi dedo a mi nariz, aún con los ojos cerrados, y rasqué el área afectada. El cosquilleo volvió diez segundos después.Abrí los ojos, pensando que vería algún animal extraño, pero para mi sorpresa tenía a Diego justo frente a mi cara. Él sostenía lo que parecía ser una pluma de ave y la estaba presionando contra mi nariz.Me senté casi de inmediato. Asustada por la cercanía.—¡¿Qué haces aquí?! —grité, aunque no era mi intención hacerlo.—Lo siento —se disculpó él—, es que llevas horas dormida y la abuela me pidió venir a buscarte. Despierta, despierta, bella durmiente. ¿Te encuentras bien?—¿Qué hora es…? —no pude acabar la frase cuando un molesto dolor bajó por mi vientre, haciendo que me doblara.—¿Anna? Oh mierda, ¿vas a dar a luz?Respiré hondo para calmarme. El dolor parecía que acabaría pronto.Pasados un minuto, el dolor finalizó.—Estoy bien —comenté de mala gana—. Solo necesito ir al baño. ¿Qué hora es a todo esto?Diego hizo una mueca e intentó ayudarme a ponerme de pie, pero negué la ayuda.—Son las seis de la tarde. No bajaste nunca a almorzar. ¿Segura que puedes tú sola?No hizo caso a mi afirmación y me ayudó a salir de la cama.—Estoy bien, de seguro comí mucho en el desayuno. Rita, mi amiga, va a venir por mí más tarde ¿o era mañana? ¿Qué día estamos? Lo siento, no puedo recordarlo.—Anna, es obvio que estamos en el año 2020, en agosto. No recuerdas porque eres ahora una mujer de 92 años.Lo fulminé con la mirada para dar énfasis a su mal sarcasmo.—¿Qué haces aquí? ¿Por qué tienes una pluma en la mano? —cambié de tema.—La traje para romper el hielo. Como ya no me hablas desde lo del accidente con mi sujeto de allá abajo —sus ojos y su boca apuntaron hacia la dirección de su entrepierna— entonces me vi en la obligación de hablar de nuevo contigo.Rodé los ojos y avancé con lentitud al baño. Cada día me sentía más inflamada que antes.—¿Romper el hielo con una pluma de ave?—Es pluma de ganso, en realidad.—¿Cómo tienes acceso a plumas de ganso?—Estamos probando nuevas recetas en el restaurante.Fruncí el ceño al pensarlo.—¿Nuevas recetas con gansos? Es asqueroso.—No cocinaré con la carne, no soy tan criminal. Es con los huevos de ganso. Los huevos que ponen, no los que alguien fotografía como captura de pantalla y reenvía a una de mis tías y a un sacerdote de buenas causas.—De nuevo, lo lamento. ¿Por qué me lo tienes que echar en cara?—Porque así es más divertida la vida. ¿Pensaste bien sobre irte?Asentí con la cabeza y quité su mano de su brazo, en donde él sujetaba para ayudarme a andar.—Ya lo pensé —respondí a secas—, ahora si me permites…Le señalé la puerta.—¿Qué? ¿Quieres que me vaya? —Diego hizo un puchero—. Fueron los chistes de huevos, ¿verdad? ¿Qué tal si hablamos de tu novio stripper? Él y yo tenemos mucho en común.—Vete, por favor —no quería que me tocaran el tema de Adam.—Sé que te mueres de ganas por ver las fotografías donde sale él. Pues lastimosamente no las conseguí, pero tengo un amigo que tiene una amiga que conoce al primo de una chica que sabe dónde conseguirlas.—No necesito hablar de esto ahora.—Rosie tiene copias.Mi ira subió a niveles crónicos.—No hables de esa mujerzuela. Dime la verdad —lo miré fijamente a la cara—, ¿te acostaste con ella?Diego lució verdaderamente avergonzado. Rascó su nuca y miró hacia otro lado.—¿No tienes que ir al baño? —me señaló la puerta justo frente a nosotros.—Dímelo.—Melo.—¡Que me lo digas!—¡Quemelo!Negué repetidamente con la cabeza.—Eres peor que Adam.Diego suspiró con desanimo.—No le vayas a decir nada de esto a Mía —murmuró por lo bajo, como si tuviera miedo que las paredes lo escucharan— pero sí. Me acosté con ella hace mucho tiempo atrás.Mis ojos se abrieron enormemente al igual que mi boca.—¡Lo sabía! Naces zorra, mueres por enfermedad sexual o a manos de una novia celosa.—Pero fue cuando Mia y yo terminamos. Me sentía dolido, ¡y sólo ocurrió una vez!—¿Acaso eres tú el padre de su hijo? Porque si tú eres, es mejor que le pongas correa a ese perro.—¡No lo soy! Me acosté cinco meses antes de que ella dijera que estaba embarazada. Eso es obra de alguien más, yo no tengo nada que ver allí.Lo miré con mala cara, dudando si era en verdad o no el padre.—Bien, ya que no me dirás nada importante, ¿puedes irte?—¿Ya? ¿Tan rápido quieres que me vaya? ¿No hay nada de “eres un excelente chef, Diego”? o alguna pregunta sobre mi bienestar social.—No necesito saberlo. Ahora vete.—¿Por qué me alejas tanto? ¿Me odias?—No. ¡Simplemente estoy llena de gases y quiero entrar cómodamente al baño sin tener que dar explicaciones de por qué hay sonidos graciosos mezclados con tos para disimularlos!Eso le cerró la boca y lo hizo sonrojarse al mismo tiempo.—Estoy mintiendo —le aclaré—, pero ahora vete. En serio.—Bien. Te dejo en paz, bella durmiente. Estoy seguro que los siete enanos vendrán a tu rescate.—Siete enanos serán los que contrataré para tu nueva sesión de fotos si no te largas ahora.Diego levantó ambas manos al aire, haciendo señas que se rendía.—Vaya, alguien no ha dejado la teoría de los enanos descartada. Está bien, me retiro.Se fue dando inclinaciones y caminando de espaldas hasta que llegó a la puerta. Mientras tanto yo suspiré realmente cansada. No entendía la razón para mi irritación.
Bajé a cenar pidiendo disculpas por el retraso y escuché una y otra vez mientras Diego hacía malos chistes de huevos, bolas, capturadas en fotografías.Quería golpear su lindo rostro. Muy fuerte. Y también el de Adam. Muy fuerte. O ambos al mismo tiempo. Muy fuerte. Con bolas de ganso, probablemente. Pero no dejaba de darle vueltas a la teoría de que probablemente él era buen candidato para ser padre del bebé de Rosie.Yo era capaz de hacerle todo un programa dedicado a ello, en lugar de “Buscando a Nemo” sería “Buscando al verdadero padre del bebé de Rosie” y tendría una gran audiencia.Pronto terminamos la cena y Diego regresó a su departamento mientras yo paré de divagar sobre el asunto del bebé. Esa noche me dormí sin sueños, pensando en lo que vendría después: confrontar a Adam. Porque era más que seguro que él vendría cuando Rita y Key lo hicieran. ¿Lo gracioso de la vida? Siempre tenía preparados otros planes y terminé confrontándolo más temprano que tarde.
******
El primer golpe llegó de manera inesperada. Comenzó como un simple dolor que nacía desde mi vientre y se extendía hasta mis caderas, algo soportable comparado a lo que anteriormente me había tocado sentir. Pero cuando el segundo golpe vino, tuve que erguirme en la cama y sostener mi abultado estómago con una mano mientras que la otra se enredaba entre las sábanas.Presioné mis ojos cerrados hasta que empecé a ver puntos rojos detrás de mis párpados. Dolía tanto que quería herir otra parte de mi cuerpo para que ese punto de mi vientre dejara de reclamar mi atención. Gemí en voz alta cuando no pude soportarlo. Luego todo se calmó, dejándome agitada y jadeando momentáneamente; mi respiración era irregular y sabía por experiencia que este tipo de dolor venía por partes. Me levanté rápidamente y di unos pasos hasta llegar al baño, estaba a punto de echarme agua en la cara cuando el dolor atacó de nuevo.Me agarré a los bordes del lavamanos, doblándome a la mitad, apretando mis dientes y llorando en voz alta porque no podía soportarlo. Respiré, así como se me había indicado en esas clases que Shio insistió que tomara sólo porque a ella le gustaba el instructor, y me tranquilicé. Todo iba a estar bien, todo iba a… De repente sentí un líquido que comenzó a bajar de entre mis piernas. Me paralicé por unos segundos, asustada y en estado de shock, hasta que finalmente llevé mi mano hacia el lugar en donde sentí la fuga y comprobé que no fuera sangre. No lo era.—Ay no, ay no… —comencé a hiperventilar realmente fuerte. Se suponía que yo tenía una cesárea programada para esto. No podía sucederme justo ahora. No en ese momento.Hice un rápido recorrido hasta mi armario provisional y saqué el primer vestido suelto y sencillo que tenía a la vista.Me cambié mi bata de dormir por el vestido, procurando asearme un poco antes de avisarles a los demás que precisamente acababa de romper fuentes.Iba a dar a luz. Hoy sería mamá.Tomé la maleta que tenía preparada desde hace meses y me encaminé lentamente hacia la habitación de los dueños de la casa.Toqué la puerta dos veces antes de que una somnolienta mujer de cabello canoso la abriera y me mirara en confusión.Sonreí a medias, con mi frente sudada por el esfuerzo.—¿Anna? —preguntó ella. Vi cómo buscaba sus lentes en la mesita al lado de su cama y regresaba junto a mí con ellos puestos.—Yo… —respiré un par de veces, sintiendo que el dolor quería regresar en cualquier momento— creo que necesito que me lleven al hospital.Apenas y podía decir las palabras, nunca había sentido tanto dolor en mi vida.Ella abrió enormemente los ojos y llevó su mirada hacia mi enorme barriga de casi nueve meses.—¿Rompiste fuente?Asentí con la cabeza, balanceando mi maleta de un lado a otro para poder equilibrarme.Ella se movió rápidamente, despertando a su marido, provocando que se cayera de la cama.—¡Anna está lista para dar a luz! —gritó, emocionada.—¿Ya? —su marido también dirigió su mirada hacia mi vientre, así como ella lo había hecho anteriormente.Él se apresuró a cambiarse de ropa, ambos lograron hacerlo en un tiempo record de cinco minutos y luego me ayudaron a bajar las escaleras cuidadosamente para evitar que diera un traspié.Apenas y logré entrar en el vehículo todo terreno cuando el dolor comenzó de nuevo, y esta vez fue más fuerte que la anterior.Cerré los ojos, y aunque trataba de respirar para tranquilizarme, terminé gritando y llorando mientras apenas era consciente del movimiento del auto.Mi mano siempre presionada contra mi abultado estómago.—Anna, respira, tranquila.Aunque la señora Ross tratara de calmarme, no podía dejar de pensar en otra cosa que no fuera más dolor.Grité y me arqueé cuando vino una contracción muy fuerte.—¿Quieres que llame a alguien? —me preguntó ella en desesperación—. ¿No quieres que llame a Adam?Negué rápidamente con la cabeza.—Mi teléfono está en la maleta... busca mi última llamada, a la doctora Bagda... Tengo que avisarle…Ella asintió y se apresuró a hacer como le pedí.La escuché hablar brevemente con la doctora y luego le dijo el nombre del hospital al que nos dirigíamos.Comencé a lloriquear de nuevo. La señora Ross tomó mi mano y me la apretó para tal vez infundirme valor. No estaba funcionando.—Anna, cariño —preguntó ella— ¿Estás segura de que no quieres que le diga nada a Adam? Él es el padre, necesita saberlo. Y además creo que tú también necesitas de él.Lo pensé durante unos segundos mientras intentaba hacer las estúpidas respiraciones y trataba de no mandarlas a comer mierda.—Está bien, llámalo.Tragué saliva con fuerza. El sudor haciendo enormes gotas que se escurrían por mi cuello y por el pequeño escote de mi vestido de flores.Me recosté contra el asiento del vehículo y jadeé sintiéndome incómoda, siempre inhalando por la nariz y exhalando por la boca.—¿Adam? —escuché que decía la señora Ross, hasta ahora fui consciente que ella se había venido en la parte trasera conmigo mientras su esposo manejaba pasándose varios semáforos en rojo—. No... Sí, escucha... ¡Espera! Estamos de camino al hospital, ella está a punto de dar a luz. Está bien... Sí. Te la paso.Ella me alcanzó el teléfono y yo quise llorar, pero no tanto por el dolor (que a estas alturas logró volverse leve pero constante), más bien se debía a que lo extrañaba y quería escuchar su voz.Me pegué el teléfono contra la oreja, sollozando levemente.—¿Nena? —preguntó él inmediatamente.Eso bastó para quebrarme. Lloré desvergonzadamente mientras lo escuchaba susurrarme palabras tranquilizadoras.—Voy para allá, no desesperes. Nicole quiere verte, tus amigas están preocupadas porque te fuiste y no dijiste nada. Nena, estoy destruido. ¿Qué hice para que te alejaras así?Yo sollocé, apoyándome en la puerta del auto.—No fue tu culpa —le dije entre llantos— yo hice algo muy malo, Adam. Yo... Yo te oculté cierta información y ahora... —las contracciones regresaron. Traté de calmarme para no asustarlo, pero no funcionó. Me dolía la espalda y otras partes internas de mi cuerpo. Respiré hondo antes de hablar con él nuevamente. Las contracciones estaban viniendo cada vez más seguidas.—No quiero estar sola —admití entre jadeos—. Te necesito.—Key me está llevando. No te preocupes, jamás me perdería este momento. No tengas miedo, pequeña.—Pero yo... Yo hice algo demasiado malo. Nunca me vas a perdonar.Adam hizo un sonido estrangulado con la garganta y luego escuché cuando entre él y Key le gritaban obscenidades a un vehículo que aparentemente los estaba retrasando.—Anna, no existe nada en el mundo que me haga amarte menos. Cuéntame lo que hiciste.—Es que... yo estaba muy molesta contigo así que... Yo... —No podía encontrar las palabras para decirle lo que sabía desde hace meses—. Yo no voy a tener únicamente un bebé.La línea quedó muerta del otro lado, pero todavía podía escuchar su respiración a través del teléfono.—¿Adam?—Sí, sip. Aquí estoy. —Sonaba nervioso— ¿No vas a tener únicamente un bebé? ¿Qué significa eso? ¿Qué más vas a tener? ¿Un bebé alien? ¿Un unicornio? ¿Una...?—Son gemelos —lo interrumpí, soltando el secreto que guardé tan incómodamente durante mucho tiempo.—¿Cómo? ¿Ge...? ¿Gemelos?—Sí —mi voz estaba desvaneciéndose debido a que me concentraba más en respirar y en apoyar mi frente contra el asiento delantero—. Vamos a ser padres de dos bebés, no solamente de uno.Esperé por su respuesta, pero no llegaba.—Adam, di algo —supliqué.—Es que… yo —se detuvo y comenzó a balbucear de nuevo. Esto no era nada bueno.—Lo siento, sé que no actué de una manera correcta, pero… —respiré hondo, avergonzada y adolorida a partes iguales—, admite que no hiciste muchos méritos para ganarte el derecho a saberlo.Él seguía callado, sin decir nada.—¿Podrías decir algo? —repetí.—De acuerdo, nena. No sé cómo te vayas a tomar esto, pero… yo también te estuve escondiendo cosas.—¿Más cosas? —dije, incrédula.—¿Cómo que “más cosas”?—Sí, además de ser stripper y/o modelo porno para calendarios de ancianas —respiré hondo cuando otra contracción me alcanzaba. Mis caderas comenzaban a doler por la presión.—¿Qué? —sonaba perplejo—, ¿de qué hablas?—Diego ya me lo dijo todo.—¿Qué te dijo?—Que eras stripper y que modelaste desnudo para una revista.Por el rabillo del ojo noté a la Sra. Ross ponerse de todos los colores mientras palmeaba cariñosamente mi vientre mientras murmuraba algo sobre familias poco convencionales.—Nena, yo te dije eso hace unos meses, pero creo haberte aclarado que fue en broma. No fue real, ¿recuerdas?—Bien, pues Diego no piensa lo mis… —mordí mi labio cuando un dolor agudo punzó en el lado izquierdo de mi vientre. Era algo soportable pero muy incómodo. No pude terminar mi oración.—No sé con qué clase de mierda te llenó la cabeza ese tipo, pero espera a que lo vea —juró por lo bajo—. Nunca fui stripper. Te lo dije antes como una broma, pero no es eso, nada más. Tú sabes todo lo que hay que saber sobre mí y pensé que eso ya había quedado claro.Fruncí el ceño.—¿Entonces por qué me mentiría de esa manera? No tiene lógica. Además, ¿por qué te creería cuando no has sido muy honesto conmigo?—Tú tampoco lo has sido conmigo. Si no fuera por la Dra. Bagda nunca me hubiera enterado que estabas esperando gemelos. No te había dicho nada antes porque quería saber cuándo me lo dirías tú, pero no imaginé que sería hasta el momento en que estuvieras dando a luz.Abrí y cerré la boca en varias ocasiones.—¿Ya sabías que iba a esperar gemelos? —contesté, exasperada.Lo escuché suspirar mientras de fondo se distinguían los gritos de Key y muy posiblemente los de Rita que chillaba a su lado, pidiéndole ir más despacio.—Eso es lo que quería decirte que escondía; llevo meses sabiéndolo —confesó, sonando avergonzado—. Tu madre incluso me pasaba algunas ecografías cuando tú no me querías mostrar ninguna.Entonces lo recordé; en la boda. Cuando mamá me había dicho que había perdido las ecografías de mis bebés por accidente, porque alguien se las robó. Ella y Adam estaban confabulados en eso.—¿Desde cuándo lo supiste?—Fue precisamente en tu despedida de soltera, cuando me hiciste la broma de que esperabas trillizos. Me asustó no ser parte de algo tan importante. Busqué a la Dra. Bagda y ella me lo dijo todo; a partir de entonces ella me informaba siempre, cada vez que ibas a verla, sobre el progreso de nuestros bebés. ¿Creerías que yo te dejaría sin protección o que no cuidaría de ti aun cuando tú no me querías decir nada? Ahora la verdadera duda es, ¿por qué no me lo dijiste antes?Respiré hondo, de repente muy cansada por todo.Pasé ocultándolo mucho tiempo solo para descubrir que Adam ya lo sabía. Me sentía demasiado avergonzada y demasiado boba como para afrontarlo.—No te lo dije porque ocurrió algo llamado Rosie. Rosie la come hombres. Rosie, a quién le creíste más que a mí, ¿recuerdas? Dejaste entrar a una víbora a tu vida, no esperes que se vaya a ir sin dejar daños.Las lágrimas comenzaron a bañar mi cara, mis dolores olvidados por el momento.—¿Todavía no me perdonas por eso? Nena, ¿cuántas veces te tengo que pedir perdón para que de verdad me creas? Lo siento, soy un idiota épico, digo cosas estúpidas la mayoría del tiempo y la otra parte la paso pensando en las cosas que debo hacer para remediarlo; soy un asno, lo entiendo, pero merecía al menos saber que estabas esperando gemelos desde el momento que lo supiste.—Lo sé, lo entiendo. Pero ponte en mi lugar, si Mason hubiera llegado y me besara en tu cara, o si yo te dejara de lado sólo para irme con él, ¿cómo te sentirías? Estoy confundida con todo —sollocé muy fuerte—. Quiero olvidarlo todo y regresar corriendo a tus brazos porque no sabes lo mucho que te extraño y lo mal que me siento por ocultarte lo de las bebés, pero una enorme parte de mí quiere golpearte con una silla en la cara y pedirte que te alejes, que te vayas porque haces demasiado daño. Y lo sé, me lo advertiste todo este tiempo, me dijiste lo peligroso que eras y sobre cómo destruyes toda buena relación, pero ya me enredé y estoy hasta el cuello de Adam Walker.Negué con la cabeza, sabiendo que él no podía ver mi gesto a través del teléfono.—Me haces parecer la mala en todo esto, no tienes idea de lo difícil que fue para mí —continué—. Me siento bipolar…Me aferré al asiento frente a mí para buscar apoyo cuando de pronto otra contracción me alcanzó. El dolor duró un poco más que antes y comenzaba a agotarme por todo lo ocurrido esa noche.—Lamento que te sintieras de esa manera, Anna —dijo él—. Pensé que dándote tu espacio lograríamos aclararnos todo después.Me incorporé en el asiento del auto, limpiando mi cara y sorbiendo mi nariz.—Tal vez ya no quiero un después. Al menos no contigo. Aunque para serte sincera ya no sé lo que siento.—Pensé que me perdonarías por ser un asno.—Ese es el problema. Te perdono hoy pero mañana vuelves a lo mismo. Y te amo tanto que soy así de tonta como para permitirlo. Te quiero a mi lado, pero a la vez no lo hago.Escuché cómo resoplaba al otro lado de la línea y le pedía a Key ir más rápido.—Muy bien, no tienes de qué preocuparte ahora —comentó crípticamente—. Déjame que yo haga la decisión correcta para ambos.—¿Qué es? ¿Cuál decisión?Escuché sus suspiros.—Yo pienso… —suspiró de nuevo, con pesar—. Anna, creo que…—¿Qué? —pregunté, pero la línea estaba muerta. No escuchaba a Adam o su respiración, nada. —¿Sigues ahí? ¿Adam?Retiré el teléfono de mi oreja para ver si seguía en la llamada. Nada.—Creo que la llamada se cortó —dije, mirando a la Sra. Ross.Ella me quitó el teléfono de las manos y lo revisó.—Esta es un área con mala señal. No tenemos cobertura —confesó, apenada—. Pero ya estamos cerca del hospital, ya lo veras.—Dijo que tenía tomaría la decisión por los dos. ¿Decisión de qué?La Sra. Ross me tranquilizó poniendo su mano en mi hombro.—Es mejor que ambos dejen de ser testarudos y hablen entre ustedes de una vez por todas.—Tengo miedo de saberloLloré en todo el camino al hospital, con el rostro escondido en el hombro de la Sra. Ross. Estaba siendo inmadura y era hora de remediarlo.Amaba a Adam y lo quería de vuelta en mi vida y en la de mis hijas. Pero mis sentimientos eran de lo más bipolares en ese momento.Pronto llegamos al hospital e inmediatamente una enfermera empujó una silla de ruedas en mi dirección.Todavía venían contracciones seguidas y aumentaban cada vez más rápido.Me llevaron a una habitación privada donde una muy hermosa Dra. Bagda esperaba con una sonrisa radiante en la cara. No entendía cómo ella pudo llegar más rápido de lo que lo hicimos los Sres. Ross y yo.—No puedo creer que ya sea la hora —dijo al verme—, permíteme revisarte primero que todo.La fulminé con la mirada mientras resoplaba del dolor.—Al parecer tengo una futura madre gruñona esta noche —comentó alegremente—, es lo normal. Todas aseguran que no van a gritar o a maldecir, pero rompen esa promesa.Y yo estaba a punto de hacerlo.—No puedo creer que le dijera a Adam sobre las gemelas —le reclamé en medio de mi agonía.—¿Se suponía que sería un secreto? —comentó de buen humor. La odiaba.—¡Sí! ¿Sabe lo preocupada que estuve todo este tiempo pensando que le estaba mintiendo? ¿Todas esas veces en las que quise decirle pero tuve miedo? —respiré hondo por millonésima vez mientras sujetaba mi vientre. Dolía. Mucho.—Oh —su cara hizo una perfecta O—. Se lo dije incluso a tu hermosa prima, la otra chica embarazada.—¿Qué?  —pregunté perpleja—, ¿cuál prima embarazada?—Ya sabes, la chica alta, rubia, ojos bonitos.¿Rosie?¡Ella ya lo sabía todo este tiempo!—Tiene una boca muy grande —protesté justo cuando otro dolor punzante amenazó con hacerme llorar—. Esa mujer no es nada mío.—Lo siento, no lo sabía. Contrario a lo que la mayoría cree, no soy muy partidaria a guardar secretos. Si quieres puedo contarte otro de parte de ella, para que queden a mano.Mi curiosidad pudo más que el dolor.Asentí, nerviosa y a punto de un colapso.—Pero, espera, dijiste que no es familiar tuyo. Así que esto es ilegal. Lo siento pero no puedo.—¿Qué? ¿Ahora sí habla de asuntos legales o moral? Finjamos que es mi prima y hable.La Sra. Ross, a mi lado, no dejaba de vernos a ambas con expresión extraña mientras tomaba mi mano y trataba de acariciar mi estómago.—Bien, pero es algo jugoso así que, shhh —la Dra. Bagda se llevó un dedo a los labios—, secreto. Cuando ella llegó a mi consultorio la primera vez, vino con un chico quien supuestamente era el padre; le dijo que tenía recién un mes o dos de embarazo. La verdad ella ya estaba muy avanzada, lo que me lleva a creer que el padre es otro. Y como yo odio las mentiras… pues en ese momento yo le dije la verdad al chico. Él me lo agradeció y prometió que dejaría avanzar la mentira, aunque no estoy muy segura del por qué. Tal vez lo utilice en su contra más adelante.Sonreí como no lo había hecho desde hace semanas.Key no era el padre del bebé de Rosie. Rita era sabia por decir una frase que reflejaba muy bien a las chicas como esa: “nació desnuda, creció sin ropa y ahora se dedicaba a abrirse de piernas con cualquiera que tuviera un objeto dispuesto”.
Toma Adam, allí tienes a tu “amiguita inocente”.
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Published on December 01, 2016 21:58

November 23, 2016

23. Tu boca es solo mía, y mi boca es toda tuya. POAW

Capítulo 23


Me encontraba en la semana veintisiete (casi veintiocho) de mi embarazo, y desde ya podía decir que la sentía con pesadez e incomodidad. Transpiraba el doble de lo que hacía antes, mi espalda dolía tanto que hasta tuve que dormir sentada en varias ocasiones y mis pies se encontraban tan hinchados que tuve que andar descalza la mayoría del tiempo. Casi no quería levantarme en las mañanas porque siempre me sentía fatigada y cansada, y precisamente hoy no era la excepción a los síntomas.Según la Dra. Bagda tenía que evitar a toda costa hacer mucho esfuerzo y estresarme de cualquier forma; también me programó una cesárea para dentro de dos semanas ya que, aparentemente, mis bebés casi no tenían espacio en la bolsa, crecían a toda velocidad y estaban obteniendo más volumen. La Dra. Bagda me aseguró que ese era un procedimiento normal en estos casos, aunque eso no me quitó los nervios en cuanto a dar a luz; estaba muerta del miedo y no quería pasar por esto sola, lejos de mi familia. Con cada minuto que pasaba sentía que ya era hora de volver a casa, llevaba demasiadas semanas de silencio entre Adam y yo. Estaba actuando como una inmadura (o al menos eso era lo que me decía mamá siempre que la llamaba por teléfono), y ya era hora de poner fin a mis días de “buscar espacio”. Adam se había portado como caballero y me había dado mi espacio tal y como le pedí y se sentía como que ya era tiempo de regresar.
Con el pasar de los días me estaba poniendo más y más lenta, me quedaba dormida en el momento justo cuando mi cabeza tocaba la almohada, y apenas podía levantarme a la mañana siguiente. Me sentía como una carga para los Sres. Ross y no quería que tuvieran que lidiar con lo que sería el parto o cualquier dolor que comenzaba a sentir últimamente. Así que ese mismo día llamé a Rita, la única en la que podía confiar por los momentos, y esperé a que ella atendiera el teléfono.—¿Hola? —fue lo primero que me dijo a través del teléfono. Su voz se escuchaba preocupada y desde ya podía admitir que extrañaba su compañía al igual que la de Shio y Mindy.—¡Rita! —chillé, emocionada.—¿Anna? —su voz pasó de preocupada a incrédula— ¿Annabelle Green?—Es Walker ahora, ¿recuerdas? —le dije por bromear, aunque la broma me dolió en el alma. Era cierto, era una Walker.—¡Santos girasoles, chica! Llevo semanas de no escuchar tu voz. ¿Dónde, en la tierra, estás? Nos estás matando a todos. No puedo creer que nos hagas esto, ¿por qué te apartaste de esa forma?Me mordí el labio y miré en dirección a la cocina, en donde La Sra. Ross cocinaba panqueques y cantaba alguna canción italiana mientras batía la mezcla. Inmediatamente me sentí peor que antes.—Lo siento. Supongo que la situación ya se me salió de las manos, y era por eso que quería hablar contigo.—Bien, aquí me tienes. Derrama tus pensamientos antes que te ahoguen, cuéntame el por qué tengo que consolar a tu esposo cada día para evitar que se colapse.Volví a morder mi labio de forma exagerada y apreté el teléfono contra mi oreja.—Solo quería saber si me podrías hacer un favor. ¿Podemos no hablar de Adam en estos momentos? —supliqué.—Bien —contestó ella de mala gana—, pero para que lo sepas, Marie se ha pasado mucho tiempo visitándolo. Ella y Nicole se están llevando de las mil maravillas y hasta la lleva a comer helado siempre que puede.Las palabras de Rita se sintieron como un golpe directo al pecho, con fuerza y provocando daño a mi adormecimiento.—¿Qué? ¿Marie? —repetí, incrédula, olvidando momentáneamente sobre el favor a pedirle—. Nicole no se le puede acercar a ella ni de broma. Marie no es buena para nadie.—Pues créelo o no, pero a la niña le agrada. Además, ¿qué esperabas si tú los abandonaste a ambos?—Yo no los abandoné…—Sí, lo hiciste.—No, no lo hice —pero gran parte de mí sabía que sí, efectivamente, lo había hecho—. Dios, creo que sí lo hice, ¿verdad?—Ujum —murmuró mi amiga, pronto escuché la voz de mi ex jefe, Cliff, de fondo mientras llamaba por ella—. Escucha, Anna, tengo que irme. Aparentemente hay problemas con Mirna, otra vez está acosando a uno de los clientes y no logra entender lo que es el espacio personal.—No sabía que estabas en el trabajo —comenté—, pero tranquila. Solo quería saber si podrías darme cabida en tu casa para esta otra semana. No quiero molestar más a la amable familia que me está dando un lugar en la suya.Escuché a Rita suspirar mientras le daba órdenes a alguien.—Sabes que no hay problema, te puedes ir a mi casa. Eso sí, recuerda que vivo con mi abuelo, mi padre y mis dos hermanos menores. Verás mucha ropa interior en esta época porque todos miran una serie sobre zombies en la televisión y les gusta hacerlo usando únicamente calzoncillos.Arrugué la cara e intenté mentalizarme con la imagen completa. No era agradable.—De acuerdo, creo que puedo sobrevivir a eso —murmuré—. Perdona que te moleste tanto, pero no sabía a dónde más ir.—No hay problema, querida. Pero recuerda que sí tienes un lugar al que ir y es donde está tu esposo, esperándote para solucionar esto de una vez por todas.—Rita, por favor no…—Bien, bien, bien. Ya no digo más, sólo piensa en lo que te dije. No queremos que la niña te odie y elija a tu prima en primer lugar.Imaginarlo, a Nicole con Marie, me rompía el corazón de una manera degradante.¿Qué estaba mal conmigo? Hace no mucho tiempo atrás le estaba prometiendo a la niña que nunca la abandonaría, y aquí estaba ahora, dejándola de lado.—Me siento estúpida —le dije con sinceridad y a punto de llorar.—Oh, Anna. No te pongas así, todos cometemos estupideces en la vida. Nadie es perfecto y nace sabiéndolo todo. Sino mira a tu prima, nació desnuda, creció sin ropa y ahora se dedica a abrirse de piernas con cualquiera que tenga un objeto dispuesto.Le iba a preguntar por qué tenía que sacar a Marie a colación cuando, de fondo, escuché su voz irritada mientras le gritaba a mi amiga.Suspiré con cansancio. Me estaba perdiendo de muchas cosas en mi inútil intento por encerrarme en mí misma.—Adam fue stripper —solté de repente, queriendo compartir con ella de lo que recién me acababa de enterar hace unos pocos días atrás.Hubo silencio al otro lado de la línea.—¿Qué? —balbuceó Rita—. Eso ya lo venía venir. ¿Recuerdas aquel baile de mesa que hizo en el restaurante? Se movía con experiencia.—Posiblemente también fue modelo porno. O no sé, tal vez también actuó en alguna película triple equis y no tengo idea. O puede que haya hecho un calendario donde posaba desnudo junto a gatitos bebés, y ahora, de seguro, es parte de la colección de alguna abuela con artritis que lo codicia en privado de enero a diciembre.—¿De qué estás hablando? No entiendo.—Me acabo de enterar del trabajo de Adam.—¿Ladrón profesional? —dijo Rita, por bromear.Negué con la cabeza, como si ella pudiera verme a través del teléfono.—No, era stripper.Rita quedó en silencio y luego la escuché meditar.—Oye, Channing Tatum también fue stripper antes de saltar a la fama en las películas.Rodé los ojos, sabía que diría eso. Me había pasado varias tardes buscando por Google a algún Adam Walker de profesión desnudista, pero ninguno era mi Adam; aunque encontré varias historias sobre Channing… y lo admitía, también había videos muy gráficos. Los vi todos.—Al parecer Adam no es tan famoso porque no logré encontrarlo por ningún lugar de la web.—Tranquila, tú y yo buscaremos juntas cada rincón hasta demos con algún video secreto. Incluso podemos acosar a abuelitas con calendarios prohibidos de tu hombre abrazando a un gatito bebé.Sonreí con pesar, extrañaba a mi amiga.—De acuerdo. Ya quiero verte en persona, te extrañé tanto —contesté.—Y yo también a ti. Tengo mucho que contarte.—Comenzando por tu relación con Key. ¿Cómo están las cosas ahora que él es padre?Rita suspiró largo y doloroso.—Realmente es una mierda. Pero no lo puedo culpar cuando fui yo quien le dijo en primer lugar que superara de una buena vez a su ex novia con otra mujer. ¿Sabes? En ese entonces creí que me elegiría a mí, que yo sería su “otra mujer”; supongo que me equivoqué.—No sabes cuánto lo siento.—Pero no importa, eso ya es pasado. Y juntos hemos superado muchos obstáculos, saldremos de esta, estoy segura.—Me gustaría tener tu optimismo —me quejé.—Lo que pasa es que estoy en deuda con él. ¿Sabías que orinó sobre el cepillo de dientes de mi ex?—¿Cómo? —me reí en voz alta—. ¿Cómo ocurrió eso?—Naaa, esa es historia para otro día. Ahora sí, Annabelle Walker, te dejo porque me voy. Regresa pronto porque aquí todos te extrañamos.—Y yo los extraño a todos ustedes. Y era verdad, los extrañaba a todos. Quería regresar con ellos. Pero en su lugar, suspiré y terminé con la llamada, y me moví hacia la cocina para ayudar con el almuerzo.Pronto estaría cara a cara con Adam para poder hablar de todo y no sabía qué pensar de los dos. Era hora de enfrentar las cosas y eso me asustaba como nunca.

*********

—¿De verdad le tomaste captura de pantalla a su entrepierna?Las risas de la Sra. Ross se alzaron por toda la sala y más allá de la casa. Mientras tanto mi rostro ardía en vergüenza y sentía como si hubiera cometido un error al decirle la razón del porqué su nieto y yo no nos hablábamos.Cada vez que Diego llegaba de visita, mi rostro se encendía como un faro y lo evitaba a toda costa; me sentía también furiosa por contarme acerca de Adam ya que probablemente yo hubiera sido muy feliz en la ignorancia, sin saber su profesión.Así que la Sra. Ross me había interrogado hasta que me sacó la verdad; ella era buena en persuasión.—Fue un accidente —volví a repetirle—. No sabía que la imagen se había movido de lugar. En mi mente estaba enseñándole la fotografía de Rosie, pero resulta que no era eso.La Sra. Ross se echó a reír más alto. Al menos se había tomado tranquilamente la noticia sobre su nieto siendo stripper.—Ya me lo sospechaba —comentó ella, como si pudiera leerme el pensamiento—. Estábamos pasando por una mala situación y, de la nada, él comenzó a generar bastante dinero. Sabía que no andaba en buenas cosas así que un día lo seguí sin que él se diera cuenta. Terminé entrando a un club de striptease y salí realmente traumada al enterarme; dejé que terminara su carrera en la universidad y lo persuadí para encontrar un trabajo real.Ella suspiró y miró hacia la taza de café que sostenía en la mano.—Lo entiendo, ¿sabes? —continuó diciendo ella—. Pero nunca he aprobado sus decisiones. Lo confronté el otro día y juró que no seguía en ello, que se dedicaba cien por ciento al restaurante. ¿Te dijo algo de esto? ¿Sabes si lo sigue haciendo?Miré a otro lado y evité encontrarme con sus ojos preocupados. No iba a decirle que su hijo todavía se dedicaba a eso. Nop. Yo no.—Realmente no lo sé —la evadí, si me creyó o no nunca lo sabré ya que cambié de tema con rapidez—. Quería comentarle otra cosa. Mi amiga, Rita, habló conmigo ayer y parece que todo está listo para que yo regrese a casa mañana mismo. Ella vendrá para ayudarme con mis cosas, le di la dirección para que me encontrara.La Sra. Ross asintió, en comprensión y con pesar.—De mi parte sabes que puedes quedarte todo lo que quieras; no tienes por qué irte tan rápido.Su callosa mano tomó la mía y la apretó con cariño.—Lo sé —dije—, y agradezco enormemente que me haya brindado espacio en su casa. Es la mejor, debo decirlo.Ella me sonrió y me abrazó largo y tendido.—Te echaremos de menos. Demasiado. ¿Quién cocinará conmigo ahora?Le dediqué una sonrisa triste.—Creo que sobrevivirá sin mí.Pronto ella estaba dándome otro abrazo reparador y luego de eso dejó que yo tomara otra siesta en la habitación. Últimamente dormir era mi segundo nombre y se me daba mejor que la cocina.Mañana sería otro día y Rita vendría con Key para llevarme a su casa. Para ese entonces ya presentía que Adam estaba al tanto de mi regreso mientras que yo, por otro lado, me encontraba más nerviosa que antes.Esa noche preparé mi maleta, pensando en lo primero que haría al ver a Adam. ¿Golpearlo? ¿Besarlo? Ese era mi dilema. Tal vez lo golpearía primero y luego lo besaría, después lo volvería a golpear por ser un mentiroso, y para finalizar lo besaría otra vez, con lengua y con sentimiento.Sí, eso iba a hacer.Seguía perdida en mis pensamientos sobre besar a Adam que, muy tarde, noté cierta molestia en mi vientre. El malestar continuó de manera leve y me hizo detener lo que sea que estuviera haciendo.Sujeté mi vientre con fuerza y respiré de forma pausada. El dolor fue pasajero y me permitió volver a mi labor de doblar mi ropa para acomodarla en la maleta.El resto de la noche pasó de la misma forma que las demás: con dolores de espalda y con apenas unas horas de sueño.Pronto llegó la mañana tan temida de todas; Rita quedaría de enviarme un mensaje de texto para cuando saliera de casa para recogerme con Key.Gran parte de mí sabía que ese día iba a ser diferente al resto. Lo sabía desde que me había despertado esa mañana con otro leve dolor en el vientre y mis piernas apenas soportaban estar de pie. No era normal y me preocupaba.Olvidé el dolor momentáneamente cuando una notificación en el teléfono me avisó que tenía un mensaje de texto de Rita.
Surgieron problemas, alguien arruinó las llantas del vehículo de Key. Iremos en el auto de Adam. ¿Está bien?
¿Viene Adam con ustedes?
Sí.
Esa palabra puso mi mundo de cabeza. No, no, no. Adam no debería de verme todavía, tal vez hasta que supiera qué decir o al menos hasta que tuviera cabeza para pensarlo mejor.Rápidamente le envié otro mensaje a Rita.
No, que no venga. No todavía.
Se rehúsa a ser dejado atrás.
Dile a Key que no venga todavía, que arregle el vehículo y después venga contigo.
Adam no nos deja, a menos que lo llevemos.
Entonces vengan a escondidas.
Imposible. Creo que fue él quien reventó las llantas. Ese desgraciado hijo de pato se lanzó frente al auto y no se quita del camino. Te mando una imagen si quieres.*No quise decir pato, la palabra era pato.*¡Tonto auto corrector! Es PATO. PATO.
Rita…
Lo siento. Pato. Entiendes la palabra, ¿verdad? Pato, pato, pato.¬¬  Miércoles.*Miércoles.*Mierr…
¡Rita, basta! Lo capto bastante bien… Y no envíes nada. Haz algo, no tengo cara para verlo todavía. Siento que le defraudé bastante :(
¡Entonces deja que vaya! Estoy segura que correrá a perdonarte lo que sea que dices haber hecho. Ese hijo de pato tiene pelotas para haber hecho lo que hizo. Key adora su camioneta.
Lo siento. ¿Qué tal si vienes otro día, sin que él se dé cuenta? Por favor.
Está bien. Será mañana. Iremos con Key a recogerte. Perdona no haber podido ir hoy, pero Adam lo hace difícil.
Entiendo. Me avisas si tienes más noticias o si podrás venir hoy.
Te lo prometo, nena ;)

¿Te lo prometo, nena? Esa no sonaba como a Rita.
¿Adam?
Siempre el mismo.
¿Qué hiciste con Rita?
Estaaaa trrrratandddddddo de recipeor el telefdoon
Lo siento, Anna. Me quitó el teléfono cuando supo que era contigo que hablaba. Soy Rita de nuevo.
Mis nervios saltaron todos a la vez y mi corazón latió más rápido que cuando él usaba sus frases coquetas para conquistarme.
Dile a Adam que no se meta. No todavía, por favor.
Pasaron unos minutos sin recibir respuesta hasta que llegó una notificación alta y clara:
Tu tiempo de descanso se ha acabado, Anna. Es hora de recuperar lo mío, te guste o no. Voy también con ellos o no va nadie. Elige. Me cansé de apartarme para que busques espacio. Tu espacio está aquí, conmigo. Recuerda que tú eres toda mía y yo soy todo tuyo. ¿Por qué desconfías tanto? No me alejes.
Pato. Adam era un pato. Pero con una sólo frase había logrado calentar mi rostro de una manera que nadie había logrado antes; no sólo calentó mi cara, también había calentado mi corazón.No respondí nada y lancé el teléfono a la cama. Me había cansado de pensar; de una u otra forma Adam siempre vendría.Sudor frío cubría mi frente y sentía que moriría si lo pensaba demasiado.Pasaron dos notificaciones de mensajes más hasta que se detuvieron y se mantuvieron en silencio por el resto de la tarde.No quise revisar ninguna por temor a que fuera él. Anteriormente me había tocado ignorar sus llamadas perdidas y eliminar sus textos, pero por alguna razón no quería eliminar estos.Con algo de temor alcancé de nuevo el teléfono y lo acerqué a mi pecho; suspiré y leí los mensajes que él envió:
Quiero que recuerdes dos cosas, y que queden bien claras: tu boca es solo mía y mi boca es toda tuya.
Abrí el segundo mensaje:
Y tu cuerpo es solo mío y mi cuerpo es todo tuyo, de nadie más. ¿De acuerdo?

Al terminar de leer sus mensajes empecé a sentir no sólo un dolor del alma, sino también un dolor bastante fuerte en mi vientre. Mi frente se llenó con más del sudor frío y me doblé a la mitad, tratando de sentarme sobre la cama y presionando mis ojos de manera fuerte hasta que comencé a ver manchas rojas detrás de mis párpados. Mi respiración se puso pesada y rápida. Dolía como nunca había dolido.Tonto y posesivo Adam. Sus palabras se metieron en lo profundo y no podía dejar de alternar mis pensamientos entre el dolor que sentía, y en él. Ambos iban a acabar conmigo.Mi vientre comenzó a relajarse así que ahogué un pequeño grito y me obligué a tranquilizarme, no era un dolor que no pudiera controlar. Lo tenía que controlar.Pasados unos minutos el dolor mitigó y respiré otra vez con normalidad, pensando en lo fuerte que se sintió. Me preocupaba tener esos síntomas, ¿por qué los estaba sintiendo ahora?Inhalé y exhalé. Me relajé sobre el colchón de la cama y pensé en sí debería o no escribirle a Adam. Mejor no. No era para preocupar a nadie.Mañana regresaría a casa y todo estaría bien. Con o sin Adam a la par. Aunque de verdad comenzaba a echarlo de menos.
Cerré los ojos por un momento hasta caer dormida y así pasé la mayoría de la tarde, durmiendo. No tenía que preocuparme de nada ya que los dolores no siguieron y probablemente no iban a seguir. Suspiré, agotada. Mañana sería otro día, otro día para tratar de evitar a Adam y fallar en el intento.
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Published on November 23, 2016 12:37

November 15, 2016

Capítulo 22. "Bailar" no significa Bailar - POAW

Capítulo 22“Bailar” no significa bailar
—¡Que hiciste, ¿qué?! Anna, cielo, lo siento, pero ¿qué en la vida pudo haber ocurrido para que ambos terminaran separados? ¿Lo encontraste en la cama con otra mujer?—No, mamá, no es eso.—¿Entonces qué? Todo parecía ir bien entre ustedes. No me malinterpretes tampoco hija, yo estoy de tu lado siempre, pero quiero saber, ¿Adam no fue bueno en la cama cuando estaban allá? Piensa que algunos hombres se ponen tímidos cuando no lo hacen en sus propias camas, tal vez eso te desanimó.Casi me ahogué con mi propia saliva al escucharla. Si tan solo ella supiera que Adam y yo tuvimos nuestra primera relación en casa de Key. Eso de dormir en cama ajena no era problema para Adam.—No, mamá. ¡Claro que no es eso! —respondí en el teléfono, exhausta mental y físicamente—. Es solo que…—Adelante, Anna, puedes decírmelo en confianza.Respiré hondo, tratando de controlar el impulso de llorar y contarle que quería a Adam de regreso. Me sentía tan tonta por alejarlo de mí.—Necesito espacio para pensar. Pensar en si tomé la decisión correcta casándome con él y todo su equipaje.Escuché que mamá movía un asiento al fondo, luego el timbre de la puerta sonó y ella resopló con molestia.—Eso me parece una gran y gorda mentira —dijo mientras escuchaba sus pasos al caminar—, ¿dónde estará metido tu padre? Tocan a la puerta y en mi condición no puedo moverme mucho.Fruncí el ceño ante sus palabras.—¿En tu condición? ¿Cuál condición, mamá? ¿Estás bien?Ella hizo una pausa y pronto se puso a balbucear palabras poco entendibles.—¿Qué ocurre? —pregunté de nuevo.Finalmente ella suspiró y detuvo sus pasos.—Lo siento hija, esperaba darte esta noticia una vez que vinieras de luna de miel, no esperaba que sucediera lo que sucedió contigo y Adam —respondió con pesar.—¿Qué noticias tienes para darme?Me moví incómoda por la pequeña cabina telefónica ubicada dentro del café en el que Adam me había dejado refugiada hace más de dos horas. La chica del mostrador ni siquiera me observaba por mirar con atención a su revista de moda.Regresé a la conversación con mi madre, quien suspiró una vez más por el teléfono.—No quiero que te preocupes, Anna. Tampoco quiero que sientas la necesidad de detener tu vida solo para venir a verme… —hizo otra larga pausa y tragó ruidosamente—. Cielo, últimamente no me estuve sintiendo bien. Mi presión bajó varias veces en esta semana, y en una de esas ocasiones quedé inconsciente por breves minutos.Jadeé en voz alta, preocupada al instante por ella.—Pero, ¿qué pasó? ¿Pudiste ir al doctor? ¿Estás bien?—Fui hace una semana atrás, con tu padre. Seguía sintiéndome mal… incluso en tu boda. Tuve fuertes mareos constantes y mi cabello estaba cayendo —respiró hondo, mientras tanto yo no dejaba de imaginar los posibles escenarios en mi cabeza. Oh Dios, que no sea cáncer—. Finalmente me atreví a ir y me hicieron unos exámenes de sangre. Pastel de calabaza, yo…Pausó otra vez, casi podía presentir las malas noticias, saborearlas como un cubo de sal en mi boca. Esto iba a ser malo.—Continúa, por favor. ¿Qué tienes?—Anna, yo… Cielo, yo estoy embarazada.Me detuve en seco de echarme a llorar. Mi mente procesaba sus palabras con incredulidad y con sorpresa.—Di algo, calabacita —suplicó ella.Abrí la boca para responder, pero nada salía. En blanco. Así era como uno reaccionaba ante su madre de más de cuarenta años cuando anunciaba que estaba embarazada. En shock.—¿Cómo? —eso fue lo único que pude balbucear.—Lo siento, hija. Quería decírtelo desde antes pero no quería robarle protagonismo a tu boda… o a tu embarazo. La doctora dijo que tengo tres semanas y media. ¿Adivina quién es mi nueva ginecóloga? ¡La Dra. Bagda! La misma que tú tienes.Seguía en blanco. No siempre tenías la dicha de compartir ginecóloga con tu madre embarazada al mismo tiempo que tú.—Mamá… ¿Qué? ¡¿Estás bromeando?! —grité demasiado fuerte. Esta vez sus palabras ya habían cavado su camino en mi cerebro—. ¿Estás embarazada? ¿Cómo pudiste quedar embarazada?—Bueno, ya sabes, la anguila y la cueva, como te enseñé hace unos años. La chica deja que la anguila resbaladiza entre a su cueva y deje a sus crías para abrigarlas de noche… Se lo copié a un libro que luego fue película…—No, no me refiero a eso y lo sabes.La chica del mostrador volteó su cabeza en mi dirección, levantando su ceja perforada a medida que yo alzaba la voz. De inmediato bajé el volumen para no asustar a los otros clientes en el café.—¿Es de papá? —pregunté. Tenía que saberlo.—Pero claro que es de él. Ese imbécil me embarazó de nuevo. Debo tener cuidado porque puede ser de alto riesgo, pero todo va bien hasta ahora.Ya la podía imaginar rascando su estómago todavía plano.—Pensé que me dirías que te detectaron algún cáncer. Me preocupaste como no tienes idea.—Jum, irónico —murmuró ella—, si yo te preocupé de esta forma, imagina cómo de desolado estará Adam.—No tiene nada ver, no es lo mismo.—Lo es, cielo. Pero tranquila que no hay enfermedad alguna; solo un embarazo. Serás hermana mayor.—Y muy mayor. Mi hermano o hermana va a ser tío antes de haber nacido.Si pudiera me reiría de la situación, pero todo lo que quería hacer era llorar.—De nuevo, lo siento —se disculpó mamá—. No era mi intención que esto pasara… pensé que estaba en etapa de menopausia, no experimentando nuevamente un embarazo.Ella realmente sonaba arrepentida e incluso un poco temerosa. Muy pronto comencé a sentirme culpable de ser la causa por la que lo ocultara.—Te diría que existen métodos anticonceptivos para eso —comenté en son de paz—, pero no estoy en condición de juzgar eso.La última parte la dije viendo en dirección a mi vientre.Muy pronto la escuché reír con gracia y segundos después me estaba uniendo a su risa catártica. Era bueno reírse por ironías de la vida.Después de eso ambas quedamos en silencio.—Bien, creo que mi contacto ya vino a recogerme —mencioné cuando vi a Diego salir de su vehículo y dirigirse al café—. No te preocupes por mí, y si puedes, preocúpate por Adam. No quiero que quede solo, o que piense que lo amo menos por todo lo que está ocurriendo. Es solo que… quiero mi tiempo alejada de él. ¿Sueno egoísta acaso?Mamá no dijo nada al principio, luego la escuché acomodarse en una silla, golpeando débilmente algún vaso con hielo contra la mesa.—Hace un momento tocaban el timbre —comentó de manera criptica—, era la abuela de Adam. Él acaba de llegar a casa, borracho. Temen que condujo en ese estado todo el camino. ¿De verdad te vas a desaparecer, así como así? ¿Luego de todo lo que pasaron? Sí, comprendo, quiero también arrancarle el pelo a la chica esa, Rosie, pero también recuerda que no debes dejar que nada los perjudique tanto en su relación. Si tienen problemas, resolverlos; no correr a la primera oportunidad.No dije nada porque sus palabras me hacían sentir peor de lo que ya me sentía.—¿Él de verdad manejó en estado de ebriedad? —mordí mi labio para evitar decir algo más, algo que me llevara de regreso sólo para verlo de nuevo.—No te estoy mintiendo. Ella está ahora llorando en la sala, tu padre está con consolándola.—Pero, ¿Adam está bien? ¿No le ocurrió nada? —soné más preocupada de lo que quería.—No, no le pasó nada. Está llorando junto a tus libros, pero más allá de eso debe estar bien… físicamente. El pobre debe tener el corazón roto, eso cuesta más en curar.—Espera un momento —dije, calculando el tiempo en que mamá pudo haber recibido la noticia de la abuela de Adam si nunca dejó de hablar conmigo en primer lugar—. Me estás mintiendo. No has hablado con la abuela de Adam, sería imposible. Estuviste hablando conmigo todo este tiempo.Hubo una pausa larga y luego ella balbuceó cosas incoherentes.—Está bien —suspiró—, te mentí. Quien tocaba la puerta era el chico que vende donas. Pero, calabacín, te llevaste un buen susto. Al menos sirvió para que reconsideraras regresar.Apreté las manos sobre el teléfono y me rasqué la cabeza cuando vi a Diego entrar al café y buscarme con la mirada.—¿Sabes qué? Me tengo que ir. Eres malvada. Dime la verdad, ¿estás embarazada o no de papá?—Bien, eso sí que es verdad —murmuró de mala gana—. En esto soy muy sincera, calabaza. Incluso mi miedo es real…Respiré hondo y luego le hice una señal a Diego para que esperara por mí.—Ya hablaremos de eso después mamá. Sigo sin poder creerlo.—Si quieres te mando el ultrasonido que me hicieron.Me estremecí un poco. ¿Mamá embarazada de nuevo? Eso era traumático.—No es necesario, te creo. Te dejo mamá. Cuida de Adam.—Lo haré. Aunque aún pienso que estás tomando una pésima decisión.Colgué sin despedirme más. No quería procesar el resultado de mis acciones, al menos no todavía. Me sentía culpable por dañar a Adam de esta manera.—Lamento la demora —escuché que dijo Diego detrás de mí—. Mi turno terminaba hasta más tarde y tuve que enseñarle unas cosas al chico novato que limpia mesas para que me cubriera.—¿Qué tal lo hace? —pregunté.Diego hizo un pulgar hacia abajo.—Terrible. Pero sabe seguir recetas y le dejé unas cuantas mientras llego a atender el restaurante. ¿Lista para irnos?Levantó su mano para recoger la maleta que descansaba a mi lado.—Perdona si te llamé en un mal momento. No era mi intención volver a molestar a tus abuelos, pero las cosas no salieron como pensé que saldrían —comenté viendo hacia el suelo, a sus zapatos deportivos. —No te preocupes, Anna. Para una chica hermosa siempre hay tiempo —contestó él.Caminé mirando hacia el piso de baldosas y me despedí de la chica tras el mostrador. Ella me había regalado dos tazas de chocolate caliente mientras esperaba por Diego y mientras lloraba por Adam.—Gracias. Nuevamente, perdóname por sacarte de tu trabajo —le repetí a él.—Es un placer poder ayudar a una amiga.Pronto subí a su auto y en todo el viaje me carcomían mis pensamientos. Me sentía más bipolar que nunca; había minutos en los que me daba una palmada mentalmente por mis malas decisiones, luego me felicitaba por haberlas tomado.Pero tal y como decía el dicho: mi cama ya estaba hecha, solo quedaba dormir en ella.
La abuela de Diego, la Sra. Ross, me aceptó sin ningún inconveniente y no le molestó para nada que abusara de su hospitalidad de nuevo. Me abrazó como si supiera que necesitaba un buen abrazo y luego me alimentó con galletas de chispas de chocolate mientras escuchaba pacientemente mi historia. Cuando llegué a la parte final en la que le pedía a Adam algo de tiempo, y que las palabras de Rosie en verdad me habían afectado, ella puso cara comprensiva y se limitó a confortarme sin juzgar mis actos.Comí hasta que me dolió el estómago y me desahogué hasta que me sentí vacía; luego subí a la habitación que los Sres. Ross asignaron para mí desde la primera que vez que había dormido en su casa.El Sr. Ross era un señor encantador, de pelo blanco y barba espesa; me recordaba en cierto nivel a papá Noel. Él fue el primero en ofrecerme un lugar donde quedarme el tiempo que fuera necesario, pedí disculpas por cualquier molestia y luego me aceptaron sin recibir nada a cambio; aunque esperaba no estorbar demasiado y relajarme por al menos unos días mientras decidía si ir a casa de Rita o con mi madre recién embarazada.Los días pasaron y caí en una rutina regular. Ayudaba como podía en el restaurante, pero Diego casi no quería que trabajara allí, así que me iba de ayudante de la Sra. Ross. A ella le gustaba hacer todo tipo de postres y pastas para la cena. Me enseñó a preparar galletas de avena y de cereal junto con sus deliciosas galletas con chispas de chocolate.De esa manera pasaron dos semanas, hasta que vino la incomodidad.

Dos semanas después
—¿Ese de allí es Adam? —le pregunté a Diego mientras veía pasar a un chico con cabello un poco largo, de color negro azabache. El chico era de la misma constitución de Adam; miré atentamente hasta que lo perdí de vista cuando entró en la cocina del restaurante.—¿Quién? —preguntó Diego a mi lado.—Ese chico de cabello negro que acaba de entrar en la cocina —murmuré de nuevo.Diego rodó sus bonitos ojos y regresó la vista a la pila de recibos y facturas por pagar.—¿Es normal que te imagines a tu ex esposo cada vez que mires a alguien con el pelo negro?Fruncí el ceño.—Adam no es mi ex.—Todavía.—¿Eso qué quiere decir? Solo necesito un tiempo para pensar…—Sí, sí. Lo tengo. Solo quieres pensar las cosas. Están en un “descanso”.Me crucé de brazos sobre la mesa.—¿Y a qué viene esa amargura?Él descartó el tema con un simple gesto de manos.—Nada. No pasa nada.—Oh —abrí los ojos enormemente dándome cuenta de la realidad—, lo siento. Probablemente tu familia debe estar aburrida de tenerme en su casa. Perdona; prometo estar solo unos días más y probablemente busque refugio en casa de mi amiga Rita.Diego detuvo lo que estaba haciendo y me miró como si me hubiera vuelto loca.—No se trata de eso. A mis abuelos, lo creas o no, les encanta que estés con ellos. Pasaron mucho tiempo sin cuidar de alguien, mi abuela tiene debilidad por casos como los tuyos.—¿Casos como los míos? Te refieres a casos de caridad, ¿cierto?—No lo malinterpretes, no me refiero a casos de caridad. Es más como… Bien, hace meses recibió a una chica que vivía a tan solo unas calles de aquí, su esposo la maltrataba y mi abuela decidió darle refugio. Se fue hace como un mes de la casa porque su esposo desapareció en ese tiempo y ella pudo rehacer su vida; mis abuelos quedaron devastados porque volvieron a la misma rutina aburrida que tenían sin ella. Ellos adoran cuidar de la gente y aman cuando la casa se llena de personas y de… vida, en general.Asentí en comprensión, sonriendo por lo caritativos y hospitalarios que fueron conmigo desde un principio.—Tus abuelos son los mejores. Me gustaría aportar más para ellos.Diego regresó a sus papeles y facturas mientras intentaba disimular una sonrisa.—Ya lo haces, créeme. Les caes mejor que mi novia.Escuché un suspiro hondo de su parte y pronto volvió a perderse en su mundo de finanzas mientras yo pensaba en la relación de la novia de Diego con Rosie, ambas hermanas y cómo ellas tenían relación con cierto chico de ojos verdes.Me retorcí un poco en mi asiento. En todo este tiempo no había sabido nada de Adam, aunque siempre me comunicaba con mamá al menos una vez al día.Me pedía consejo sobre cómo soportar las náuseas matutinas ya que no recordaba lo que era sentirlas con puntualidad. Por lo general no me tocaba el tema de Adam o su familia, ni siquiera lo mencionaba por accidente, aunque me moría de ganas por saber más de él. Pronto entendí que comenzaba a alejarme de ellos, de mi familia y amigos, y se me encogía el corazón. Me sentía como una mala persona. La peor.Diego notaba mi preocupación como si fuera mi segunda piel, al instante tendió su teléfono celular a mi alcance.—Toma —me indicó—, llama a tu madre. Parece como si la necesitaras en este momento.—¿Tanto se me echa de ver?Diego solo asintió con la cabeza y de nuevo me instó a tomar su teléfono. Lo sujeté con fuerza y me levanté para tener algo de privacidad con mamá, tenía la urgencia de saber cómo estaba Adam y me daba pena que Diego viera lo patética que yo era.Justo cuando me dirigía a marcarle a mamá, cayó un mensaje al teléfono; fue inevitable no notar que el dueño de dicho mensaje era Rosie.Observé por el rabillo del ojo a Diego mientras él continuaba haciendo cálculos. Sabía que era de mala educación revisar sus textos o su información privada… pero tenía tantas ganas de hacerlo que mis dedos picaban por abrir el mensaje; noté que tenía una imagen adjunta y mi mente se obsesionó al respecto. Ahora más que nunca quería verlo.Y lo hice.Lo abrí.Y luego me arrepentí con el alma de haberlo hecho.Solté el teléfono y cayó al suelo con un ruido sordo. Se me aceleraron los latidos del corazón y llevé mis manos a mi garganta, observando mientras la mitad de la gente en el restaurante prestaban su atención a mis torpes intentos por recuperar el teléfono.Diego llegó a mi rescate y se tomó la molestia de recoger el aparato.—Lo siento —me disculpé de inmediato. El teléfono perdió la batería y tenía el presentimiento que también había causado daños en la pantalla—. Prometo que te lo voy a pagar, en caso de que esté inutilizable ahora. De verdad, simplemente resbaló de mis manos.Él estaba tranquilo y descartó mi oferta con una sonrisa y un guiño.—Tranquila, vaquera, no le pasó nada al teléfono. ¿Ves? —lo puso frente a mi cara para que lo apreciara. No tenía ni un rasguño—. Ahora, ¿tú estás bien? Te noto un poco agitada, ¿qué ocurre? ¿Recibiste malas noticias?Negué con la cabeza, no pudiendo sostener su penetrante mirada. Al menos no después de lo que había visto.—¿Quieres intentar llamar de nuevo? —preguntó él.Asentí, con el rostro sonrosado.Me pasó otra vez el teléfono y se alejó para darme privacidad. Ahora me sentía culpable por revisar sus mensajes; no tenía por qué haberlo hecho. Yo merecía una patada mental.Esperé hasta que el móvil estuviera encendido y mi dedo titubeó cuando Diego recibió otro mensaje casi al instante, era de la misma persona que le había enviado el anterior. Dudé por medio minuto, pero me atreví a ver el segundo mensaje. Tenía miedo de encontrar el primero de nuevo así que entrecerré los ojos para evitar ver la imagen que me traumatizó esa primera vez.Nop.Allí estaba de nuevo. Rosie había reenviado el mismo texto con imagen de antes, esta vez tenía una oración bajo la fotografía: “Bailando en parejas”.Era, por segunda ocasión, una foto de Diego. Desnudo. Desnudo sobre una cama. Desnudo sobre una cama con una chica igual de desnuda que él. Desnudo sobre una cama con una chica desnuda que actualmente se llamaba Rosie y que acosaba a Adam.¿Ella y Diego se acostaron? Pero, ¿cuándo?Ignoré la parte que más sobresalía de Diego y me concentré en hacer un acercamiento a la cara de la chica de pie detrás de él, sin duda era Rosie. ¿Por qué ella necesitaba enviarle esas imágenes a Diego? Hice un poco más de acercamiento y sí, era ella. ¿Qué pasó con su hermana? ¿Sabía ella que Diego y Rosie tuvieron algo?—¿Terminaste de llamar?La voz de Diego tras de mí me hizo sobresaltar de una manera inesperada. Entré en pánico y presioné la pantalla con fuerza.No había terminado de girarme para tenerlo al menos cara a cara, cuando él ya estaba viendo por sobre mi hombro. Sus ojos se abrieron enormemente cuando notó lo que observaba en su teléfono.—Oh, vaya —comentó, su rostro comenzando a colorearse. Tosió un poco y se rascó el cuello con incomodidad.¡Qué vergüenza! Me atrapó viendo la fotografía.—Yo… puedo explicarlo —patética. Así me sentía. Patética y avergonzada.—No sabía que mirabas… eso, en el teléfono.—Perdona —me disculpé casi de inmediato—. No pude aguantar las ganas de verlo. Mis dedos fueron rápidos y…—No, nop. Sin explicaciones —volvió a rascar su cuello con urgencia—. Solo… esto es incómodo. No sabía que necesitaras ver eso.—No, no lo necesito. De verdad, fue mi torpe curiosidad —procedí a enseñarle la pantalla de su celular, con arrepentimiento porque ahora conocía la foto con Rosie—, ¿ves? Pura curiosidad.Diego tosió y se puso más rojo de ser posible.—Sí… yo no… Creí que ya habías visto una, pero… —abrió la boca, mirando hacia la pantalla, sin poder procesar palabra alguna.—Yo sé —lo interrumpí—. De hecho, esta es la segunda que veo.—Oh, guau —tosió nuevamente, incómodo—, no necesitaba saberlo. Si gustas, tengo videos y una computadora en donde puedes ver más.—¿Qué? —¿él tenía videos con Rosie, más fotografías con ella? —. No, para nada. Eso ya sería demasiado. La verdad es que no sabía que existían videos. Es fuerte.—¿No sabías? Pero claro. Tengo uno donde hay colgado un columpio para techo y…—En realidad… ahora soy yo la que no necesita saber eso.—Bien. Puedo conseguirte más imágenes si las quieres. Tengo un par en mi oficina.Se quedó en silencio mientras sus mejillas se volvían el doble de rosadas. Su cuello ya debería estar en carne viva debido a la urgencia con la que lo rascaba.—¿Estarías dispuesto a enseñármelas? No es que quiera ver más, créeme. Tengo suficiente con esta.—Puedes ver más, te lo aseguro.—No lo creo, pero igual, mil disculpas —volví a repetir—. Entiende que me obsesioné con verlo.—Claro, urgencias femeninas, supongo.—¡Exacto! Y es que somos tan curiosas, no pude evitarlo. ¿Estás enojado conmigo?—¿Yo? ¿Por qué veas porno en mi teléfono? No, para nada.Fruncí el ceño. ¿Ver porno? Pero si era él el de la imagen.Diego apuntó a su celular haciendo un gesto con la boca.—No lo esperaba de ti —continuó diciendo—, pero si es lo que necesitas.Se encogió de hombros, rascando su cuello otra vez.Pronto volteé el teléfono en mi dirección, observando lo que él creía que estaba viendo.¡Queridos patitos bebés! El acercamiento que había hecho a la cara de Rosie se había movido de lugar y ahora estaba convenientemente ubicado en… el… miembro de Diego. Era un acercamiento de primera plana para una imagen de tan buena calidad. Se podía apreciar todo. TODO. Cada fisura y cada… agg, cada pequeña cosa en su lugar.Oh mierda. Ahora él creía que miraba el paquete de tipos desnudos al azar, en su teléfono.Mi rostro se calentó con fuerza.—Esto… —me quedé sin habla. Abrí y cerré la boca, muriendo de vergüenza poco a poco—. No es esto a lo que me refería cuando dije que solo había visto dos.—¿Fueron más? —preguntó él, como si hablar del miembro masculino fuera lo más normal de la vida—. Es… interesante, Anna. No te juzgo.—No, de verdad no fueron más. No entiendes… —vergüenza. Trágame tierra.Él se encogió de hombros, siempre con el rostro en rojo.—¡Tampoco pienses que paso viendo el… paquete a desconocidos! —grité un poco más fuerte de lo que quería—. El de la foto eres tú.Si su cabeza pudiera explotar debido al fuego interno, estaba segura que la suya ya hubiera colisionado. Retrocedí las palabras en mi mente, pensando en lo que había dicho y muy tarde me di cuenta del error. ¡Le dije que estaba viendo su “paquete”! ¡El suyo! ¿Qué clase de pervertida creeróía ahora que era?—Diego, eso sonó mal —comencé a tener palpitaciones desagradables—. Sí, eres tú, pero fue un accidente… Está bien, tenía curiosidad, ya luego me arrepentí con toda el alma.Él trató de aclararse la garganta y de igual forma falló en el intento.—¿Cómo...? ¿Soy yo? No sabía que te atraía tanto.Me mordí el labio, sintiéndome estúpida.—Oh, no. No me atraes… Bueno, sin ofender. Tienes bonitos ojos azules, y tu cara es tan limpia que parece piel de bebé, pero… No, no eres mi tipo.—¿Entonces ese es mi…? —señaló la imagen, todavía en acercamiento a su “paquete” recién depilado.Casi de inmediato la moví de lugar. Lo que fue un error porque se acercó aún más, cubriendo toda la pantalla. Intenté presionar mis dedos para alejarla, pero ambos no querían cooperar. La pantalla táctil del celular no funcionaba correctamente.—Déjame a mí —se ofreció Diego, pero yo negué con la cabeza.—Ya lo tengo, espera.Presioné tantas veces que accidentalmente terminé tomando una captura de pantalla. Tomé.Una.Captura.De.Pantalla.A.Su.Entrepierna.Completa.Su.Paquete.Mis nervios estaban a su nivel máximo.Una pequeña notificación sobre “compartir imagen” se presentó en la pantalla y pulsé “cancelar” pero no se cancelaba. ¡La pantalla estaba congelada!—Esto… —murmuré con los dientes apretados, muriendo de vergüenza—. Creo que la caída lo afectó.Volví a presionar cancelar, aunque parecía que no se movería de lugar. Finalmente, el enunciado sobre compartir cambió a uno de “compartir con…” Mis pulgares se movían a gran velocidad para evitar compartirla, pero una lista de sus contactos se desplegó por accidente.Sudor bajaba por mi frente, intentando cancelar cualquier acción, pero parecía como si el teléfono tuviera vida propia. Al parecer mi constante presionado de dedos hizo que “Diego” compartiera la imagen con “Tía Amy” y “Padre Salomón” en sus muros de Facebook.—¡Mierda! Lo siento tanto —dije en voz alta—. Oh por… Se compartió la captura de pantalla. No puede ser, no puede ser, no puede ser. Lo siento tanto.—¿Qué? —Diego respingó—. Anna, ¿qué?Ya era muy tarde. La foto ya circulaba por internet, más específico en el Facebook de ambos contactos. Tía Amy contestó con una cara indignada, y al parecer, en cuestión de segundos, sus amigas ya estaban dándole “me gusta” a la imagen.Por otro lado, Padre Salomón no había respondido nada… aún.Tragué saliva y miré nerviosamente a Diego.—¿Era “Padre Salomón” un cura de verdad? ¿O era tu padre? —pregunté, avergonzada—. Espero que no fuera alguien cercano.Diego frunció el ceño.—Es el cura de la pequeña capilla de la iglesia. Nos contactó para servir la comida en un evento este fin de semana para contribuir con la prostitución. Anna, ¿qué hiciste?Estaba a punto de llorar desconsoladamente.¿Se podía morir de vergüenza?Ahora era buen momento para desmayarme y poner de excusa un bajón de presión. ¡Vamos gemelas, apoyen a la causa para mami!Pero ninguna obedeció y el momento se hacía eterno.Diego me arrebató el teléfono casi al instante.—¡Anna! ¿Qué? —él no podía creer lo que estaba viendo—. Fantástico, ahora el Padre Salomón me envió un mensaje privado. Dice que soy un depravado y que espera que corrija mis caminos de promiscuidad, pero que no me estará necesitando para el evento de fin de semana.—Perdóname, perdóname, perdóname, perdóname. Lo que pasa es que estaba a punto de llamar a mamá cuando recibiste un mensaje. Era de Rosie —ahora su rostro tomó otro color, ya no era sano—. Fue mi culpa, abrí el mensaje y vi la imagen que ella mandó adjuntada. Eran tú y ella.—¿Rosie lo envió? —preguntó él, tragando saliva.Asentí con la cabeza mientras mi estupidez llegaba a un nuevo nivel.—Y luego envió otro texto —continué—, es la misma imagen, pero ahora puso palabras en él. Decía “Bailando en parejas”. El título parecía inofensivo, ahora sé que “bailar” no significa bailar realmente.Diego relajó el rostro, aunque todavía lo podía ver pensando en cómo borrar y pedir disculpas públicamente sobre la imagen que accidentalmente yo envié. Su rostro comenzó a suavizarse tanto que terminó por reírse de la situación. Pronto él se estaba riendo en voz alta. Sosteniendo su estómago, apretando sus costillas.Yo no lo encontraba gracioso.—Oh, espera —dijo en medio de sus risotadas—. La tía Amy me respondió. Dice que no le hable nunca más, y que ya sé qué hacer con la imagen, que la meta por donde no me dé el sol.Se rio con más fuerza de la normal.Pronto se secó las lágrimas que salían de sus ojos llorosos de tanto reír. Mientras tanto yo me encontraba mortificada.—Perdón, pero todo esto es un mal entendido —dijo él, tratando de controlar los impulsos de reír de nuevo que le ganaron miradas extrañas de los comensales— ¿Si recuerdas que yo soy stripper a medio tiempo? Hace años lo vengo haciendo, paga las facturas cuando el restaurante tiene poca demanda, y paga la universidad. Esa imagen que viste es vieja. Solo era para una revista francesa un poco subida de tono. Nos habían pedido una pareja para ese artículo de “bailar” es más que bailar. Le pedí a Rosie que fuera mi pareja debido a que ella solía modelar desnuda; ella la enviaría hoy porque quería descartarla de una buena vez. Rosie me la transfirió para eliminarla. Con esa imagen fue cómo conocí a su hermana, Mia. Y luego ella y yo nos hicimos novios.Ahora la que rascaba su cuello era yo.—Disculpa —murmuré, me sentía ridícula por husmear entre sus cosas.—Ésta será una increíble anécdota para después —dijo él, moviendo sus cejas de arriba abajo y riendo de nuevo —. Por eliminarla, compartiste una ampliación de mis bolas a mi tía y a un cura.—Ya me disculpé —contrarresté, avergonzada.—¿Qué Adam no te la ha contado? —se volvió a poner serio—. Ese día nos contrataron a los dos, pero el que se quedó con el trabajo fue él. Después de eso no lo volví a ver, obviamente él ya no recuerda quién soy porque eso ocurrió hace años, pero…—Espera allí —lo detuve, tratando de recopilar lo que él había dicho—, ¿dijiste que Adam se quedó con el trabajo? ¿Cuál trabajo?—El de modelo porno —dijo Diego como si fuera lo más natural—. ¿No te habló de esa época? Él realmente parecía estar constantemente enojado consigo mismo. No hablaba casi con nadie y lo conocí en el club de stripper, el mismo club donde tuviste tu despedida de soltera. No hablaba con él, nadie hablaba con él, ni siquiera su familia o al menos eso tengo entendido, aunque era el mejor bailarín. Pronto nos llamaron a ambos a modelar para esa revista y él se quedó con el puesto. Él y Rosie se conocían desde antes.—Entonces, ¿Adam sí fue stripper? —comenté apretando los dientes. El bastardo me había mentido cuando le pregunté—. ¿Y Rosie? Ya sabía que era una prostituta, pero desconocía su otra carrera.—Ella solo me ayudó porque ocupaba una modelo femenina y no había nadie disponible. La foto —señaló al teléfono que aún sostenía en su mano—, fue como un currículo para ver quién se quedaba con el puesto de trabajo. Nada más.Ahora yo me encontraba realmente furiosa. Si pudiera echaría humo por las orejas, todo este tiempo Adam me había mentido.—No le digas que yo te conté —suplicó Diego demasiado tarde—. Olvidé que no podía comentarte nada. Sácalo de tu mente, por favor.Pero eso era imposible, no podía simplemente eliminarlo y ya, lo mismo había ocurrido con la fotografía cuando traté de eliminarla o cancelar. Estaba furiosa.—¿Sabes cuándo renunció de ser stripper? —pregunté con los labios apretados.—Fue hace un par de años, cuando su familia tuvo un horrible accidente y él se quedó con todo el dinero… Bueno, eso es lo que se rumora entre los demás empleados.Adam Tadeus Walker, stripper. Me había mentido el hijo de puta. ¡Stripper!Definitivamente le enseñaría más de una lección con mi separación. Nunca le iba a comentar lo de las gemelas a este paso. Él era un mentiroso de pacotilla.Hoy era uno de esos días en los que me premiaba por haberme ido de su lado de esa manera. Se lo merecía.Nunca volvería con él. Jamás.—Pero mira el lado bueno —comentó Diego, sacándome de mis pensamientos y de mi ira—. Nunca me agradó la tía Amy, daba calcetines blancos en los regalos de navidad. ¿Quién da calcetines para navidad? Fue bueno que compartieras mis bolas con ella. Son unas buenas bolas de todas formas.—Ordinario —murmuré—. Ya dije que fue un accidente.
—Sí, claro. Lo que sea que te haga dormir por las noches, Anna.
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Published on November 15, 2016 23:01

November 8, 2016

Capítulo 21 - Prohibido Obsesionarse con Adam Walker

21
Jugando a las casitas
Cuando era pequeña y solía sentirme enfadada, siempre huía al mismo sitio cercano a casa: el parque. Era perfecto cuando tenía siete años de edad y era lo más lejos que me aventuraba a andar en la noche yo sola. El lugar se encontraba vacío y desprovisto de la música ruidosa que siempre ponían cuando mamá me acompañaba a jugar; además los juegos se encontraban a mi entera disposición desde que no había nadie que me obligara a hacer grandes colas.Estando allí me sentía segura, a pesar de estar abandonado, y me sentía como en casa. Justo ahora quería correr a esconderme en ese lugar seguro en donde mis preocupaciones más grandes eran el color de pintura que usaría en mis dibujos o el vestido a usar en clases.A veces desearía regresar a esa época, cuando en mi inocencia moría de ganas por crecer, sin saber que al crecer obtendría más responsabilidades y más obligaciones de las que nunca imaginé. Tampoco tenía que preocuparme en esos años sobre si un chico me rompía el corazón o si llegaría a pensar seriamente en enamorarme de alguien.Quería desesperadamente regresar allí, de nuevo a ese mismo punto de mi vida, en ese mismo lugar. Pero no se podía, tenía que regresar a la realidad y no era precisamente algo bueno.Mi mayor preocupación en este momento tenía dueño, contaba con un nombre y con un apellido: Adam Walker.Estaba furiosa con él, furiosa y decepcionada por todo lo que tuvimos que pasar sólo para llegar a esto: Rosie. Por eso la primera lección que le enseñaría a Adam era la de la separación. Le mostraría lo mucho que dolía que alguien a quien amaras saliera repentinamente de tu vida, te abandonara abruptamente por culpa de la estupidez de no comunicarse y ocultarse las verdades.Amaba a Adam y por eso tenía que separarme lo más rápido de él.Ambos íbamos a colapsar si continuábamos ocultándonos todo.Mientras conducía, mi primera impresión fue ir directo a casa de mis padres, a llorar y a ser reconfortada por las palabras de odio que sabía que mi padre le dedicaría cuando supiera lo herida que me sentí con todo el asunto de Rosie. Lo segundo que pasaría sería que yo me vendría abajo y gritaría como un bebé; luego mamá trataría de consolarme con alguna canción cursi o con una frase “reparadora del alma”. Ella me diría que todo iría bien, hasta incluso me convencería de regresar una vez más con el chico a quien no quería nombrar en esos momentos. Y eso era lo que quería evitarme.Quería que Adam sufriera y se diera cuenta de lo imbécil que se había portado en toda nuestra luna de miel.Sí, probablemente eso me hiciera masoquista pero no me importaba; además las gemelas también me apoyaban… Bueno, al menos una de ellas, la otra, la que era más pateadora y que justo ahora estaba pateando mi estómago como si me reprochara mis decisiones, parecía enfadada porque mami huyera como cobarde de papi.Por esa misma razón me apresuré al único lugar en el que me sentí segura por al menos un corto periodo de tiempo. Me iría lejos de Adam para así reflexionar por una noche hasta que se me ocurriera un lugar mejor al que acudir. Pero el remordimiento era cruel y me carcomía la culpa. Mi mente evocaba ojos, ojos verdes a cada momento. Ojos reprochadores que tal vez me odiarían por ocultar la verdad una vez que la lea del pedazo de papel que dejé para él a la vista.Ojos verdes. Ojos que traen malos recuerdos y a la vez traen los mejores y más emocionantes que alguna vez he vivido.Los ojos verdes nunca volverán a ser lo mismo para mí. Adam los arruinó por siempre.Lo extrañaba, demasiado para mi propio bien; pero nuestra separación fue una solución a algo que tarde o temprano se iba a romper. O tal vez fue una estupidez y yo estaba cometiendo la peor locura de mi vida, no sabía si quería creer que era así.Después de unos minutos de conducir lejos de él, encontré lo más parecido a un parque como el que me recordaba a mi niñez. Era demasiado temprano en la mañana como para que todavía hubiera alguien.El sol acababa de ponerse, pero parecía que ese día llovería fuerte. Podía ver nubes de tormenta aproximándose en el horizonte.Estacioné en una plaza cercana al parque y me acomodé con todo y mi gran barriga en uno de los columpios del lugar. Era estrecho y pequeño pero me iba bien.Comencé a balancearme con los pies en el suelo; pensando en si estaba haciendo lo correcto al alejarme de Adam. Cierto que no estábamos en nuestro mejor momento, pero yo lo amaba y se suponía que entre parejas era normal pelear. Nadie era perfecto.Entonces sus palabras se vinieron a mi mente, esas que dolieron tanto ese día; esas sobre dudar acerca de su paternidad.No me había dado cuenta que dejé de balancearme en el columpio y que mi puño se encerró en una de las cadenas. Estaba furiosa y pronto el cielo nublado alcanzó mi estado de ánimo. Lo mejor era huir, alejarme de él… aunque doliera.Justo cuando pensaba levantarme del asiento recordé también sus otras palabras, esas sobre joder al destino si quería jodernos primero; o al menos esas fueron sus palabras exactas.Sonreí ante el recuerdo agridulce que me sobrepasaba en esos momentos.¿Qué estaba haciendo al huir de él? ¡Por todos los cielos, él era el padre de mis hijos y el chico al que amaba y odiaba con la misma pasión! Pero por eso habían dolido más sus palabras, porque provenían de alguien a quien yo quería mucho e hirieron fuerte.Mordí mi labio más de cien veces pensando en sí debía volver o no con él, al final me llené de valor y frases positivas sobre no rendirme y huir al primer problema. Era una tonta por huir así de él, lo mejor sería hablar juntos y llegar a algo. No podía ser tan inmadura con él.Dando un giro inesperado, me levanté del columpio y troté hacia el auto; una vez dentro, me aferré al volante como si la vida se me fuera en ello.Jamás debí renunciar a él así de fácil, no le iba a hacer el camino sencillo a Rosie o a nadie más.Tomé mi teléfono móvil y marqué el número telefónico de mi chico de atormentados ojos verdes y lo llamé. No iba a permitir que las cosas entre los dos se esfumaran de esta manera. Lo amaba, no tenía por qué adoptar esta actitud tan idiota.Llamé continuamente a su teléfono, pero no me contestó, de seguro seguía durmiendo.Hice un largo recorrido con el vehículo hasta que al fin di con la calle por donde Diego me había llevado esta mañana. Reconocí de inmediato la cabaña en la que ambos, Adam y yo, peleamos. Esta vez no dejaría que Rosie ni nadie se interpusiera entre nosotros.Seguía mentalmente repitiéndome una y otra vez lo que Adam me dijo hace un tiempo atrás, que nosotros estábamos destinados a estar juntos y, si no era así, ¡que se jodiera el destino! Y eso era exactamente lo que pretendía hacer: forzar nuestro propio camino juntos, aun cuando no hubiera carreteras por las que caminar.Lo amaba, y si él estaba dispuesto a luchar por nosotros yo iba a hacer lo mismo.Muy pronto localicé la cabaña de donde hui y casi estacioné el auto para correr hacia él. Me detuve al ver que había ya otro vehículo en donde antes se encontraba este. Era de color rojo cereza y jamás lo había visto antes. Tenía una placa relativamente nueva y una calcomanía de una inmobiliaria que se encontraba pegada en el parachoques.Me bajé del auto, dispuesta a tocar la puerta y regresar a los brazos de Adam, cuando abruptamente la puerta del vehículo se abrió y una hermosa chica rubia salió. Era Rosie.Para alguien que se miraba como la mierda en apenas unas horas atrás mientras daba a luz, lucía sorprendentemente atractiva y caliente. No tenía esta vez al bebé en brazos.Fruncí el ceño, no gustándome nada esa situación.Rosie no había notado que me encontraba tras ella, y avanzó con paso lento hacia la puerta de entrada. Ni siquiera tocó el timbre porque abrió la puerta como si hubiera estado millones de veces antes en la misma casa.Caminó a través de la sala hasta que la perdí de vista por las ventanas.Entré detrás de ella, sin hacer el menor ruido y muy pronto escuché una conmoción que provenía de la habitación en donde Adam y yo estuvimos acostados hasta hace poco. Al parecer estaban teniendo una discusión a la que apenas pude escuchar, perdiendo el comienzo de la misma.—¡No puedes entrar y sencillamente hacer eso! —escuché que gritó Adam—. Lárgate ahora mismo.—Pero entiende, no fue mi culpa —sollozó Rosie—, no sé dónde está. Acabo de llegar, no tengo idea de dónde está tu mujercita.¿Mujercita?Esa perra.Me acerqué más a la puerta, con pasos delicados para no anunciar mi presencia.—¿Dónde está Anna? —gritó Adam—, esta mañana ella dormía junto a mí, y ahora me encuentro con la sorpresa de que la que está a mi lado no es ella, sino tú. ¿Dónde está? ¿Qué le dijiste? Ella tenía razón todo este tiempo, eres insoportable.—No digas eso, por favor —ella comenzó a sollozar realmente fuerte—. Adam yo te amo, eres como un hermano para mí y lo sabes.—¿Entonces qué hacías acostada en el sitio de Anna? —¿Ella estuvo acostada en mi lugar? —. Mira, la situación entre los dos ha estado delicada, no quiero que lo compliques más. Aléjate de una vez. Amo a mi esposa, aunque todo en el mundo dictamine que estamos destinados al fracaso, quiero intentarlo con ella.—Pero ya te dije que no sé dónde está ella, cuando entré no había nadie. ¿Y qué tiene de malo acostarme a tu lado? ¡Me diste un beso inolvidable en el hospital! Te presentaste como padre de mi hijo, aunque no fuera tuyo. Pensé que sentías lo mismo que yo.Me asomé cuidadosamente para ver por la rendija de la puerta, Adam estaba poniéndose los pantalones y se encontraba sin camisa. Lucía furioso y aturdido, se agarraba el pelo con brusquedad, tratando de arrancarse algunas hebras.—Eso fue cuando pensé que de verdad me mirabas como un hermano. Tú no me ves como familia, me miras como algo más.—Tú ya lo sabías, Adam. Desde niños he estado enamorada de ti. Yo sé que también te gusto, lo noto por la mirada de hambre con la que me miras.Adam resopló, disgustado. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no entrar y partirle la cara con su propio zapato de tacón.—¡No es hambre! Ciertamente no lo es —argumentó mi chico—, es lástima. Hay una gran diferencia entre amar y sentir lástima por una persona. Te confundiste, Rosie. La cagaste y a lo grande.—No es cierto, tú… —lloró de forma ruidosa, cortando lo que sea que iba a pronunciar.—Es lástima. Punto. Lástima por cómo la vida te trató a ti y a tu hermana —suspiró nuevamente—. Mira, lo siento. Sé que por mi culpa tus padres sufrieron un golpe bajo cuando murió Emilia, luego todos ustedes se vinieron abajo. Realmente me castigo por ello todos los días, incluso cuando aparento tranquilidad. De verdad lo lamento con toda el alma. Pero lo que siento por ti es lástima… y, oh sí, culpa. No tomes esto como algo personal, lo sabías desde un principio y te lo aclaré miles de veces.Miré cómo ella negó con la cabeza, desconsolada y con lágrimas por toda la cara. Hasta a mí me estaba dando algo de pena verla.—Y luego ocurrió lo de Key —murmuró él—. Él me contó cómo sucedió todo entre ustedes. Fue una noche donde se emborrachó horriblemente, fue una noche donde no pensó lo que hacía. No pienses que él quería quedar atrapado en medio. Él ama a alguien más, y la noticia de tu embarazo tambaleó demasiado las cosas para él. No solo estás destruyendo una pareja feliz como la suya, también estás destruyendo otra relación como la de Anna y la mía.Escuché que ella sollozó aún más, sin control sobre sus lágrimas.—Eres cruel, sin corazón —ladró ella, aun llorando como niña.—Búscate algo que te haga feliz sin necesidad de arruinar la felicidad de los demás.Con eso Adam encontró una camiseta tirada en el suelo y se la colocó rápidamente; evitó mirar a Rosie a los ojos cuando apuntó en dirección a la puerta.—Ahora sal, por favor. Tengo que buscar a Anna.No podía creer todo lo que estaba escuchando.Me sentía alegre y a la vez destruida por ambos. ¿Estaba siendo una loca al sentir eso?—No quiero que me alejes así de tu vida. Mi hijo necesitará alguien a quien mirar como hombre, como padre.Y allí se fue mi lástima para con ella. La odiaba.—Entonces… —balbuceó Adam—, ve a buscar a alguien más porque no podré hacerlo. Yo tengo reservado ese lugar para mis futuros hijos, mis futuros hijos con Anna.Ella lució tremendamente ofendida por eso, apretó sus labios y sus puños, absteniéndose de decir algo más.Antes que ella pudiera salir como alma que lleva el diablo, me alejé de la puerta del dormitorio y corrí hacia la sala, tomando asiento en el sofá.Vi su figura coqueta caminar por el pasillo y en dirección a la salida, hasta que me notó sentada, viendo directamente hacia ella.Se detuvo abruptamente y trató de limpiar las lágrimas que manchaban su cara, pero fue inútil. Más lágrimas continuaban saliendo.—Que lo disfrutes —murmuró con voz ronca—, solo recuerda que él perdió su virginidad conmigo y yo perdí la mía con él.Con esas gruesas palabras salió de la cabaña, formando puños con sus manos y dando un portazo con su huida.Logró su propósito: herirme capa por capa.Miraba hacia el suelo cuando noté a Adam correr hacia donde me encontraba.—Nena —dijo en voz baja. No creía que él hubiera escuchado lo que me dijo Rosie—. Aquí estás. Creí que habías huido de mí a estas alturas.Observé como zombi en dirección al suelo, pestañando de vez en cuando a sus pies descalzos.—Adam…No pude terminar lo que iba a decir porque inmediatamente después él estaba de rodillas en el suelo, a la altura de mis ojos. Tomó mi cara entre sus manos y limpió una solitaria lágrima que no sabía que se había escapado.—Nos vamos ahora mismo a casa —dijo él.—Pero…—Sin peros. Nos vamos ya. Empaca tus cosas y nos vamos.Él no sabía que yo ya había empacado todo. Lo que significaba que acababa de levantarse hace poco, con la entrada de Rosie.—Adam aún hay algo que ten…—Vámonos, por favor —apretó mi rostro con fuerza, sin hacerme daño—. No quiero que esta pesadilla continúe. Perdóname por ser un tonto. Tiendo a hacer ridiculeces muy seguido como te habrás dado cuenta.—Escuché lo que le dijiste a Rosie —murmuré.Él suspiró y miró a otro lado.Esta vez fui yo la que tomó su cara en mis manos y lo obligué a mirar en mi dirección.—Está bien. Lo aprecio y lo agradezco bastante…—Anna, vámonos de aquí —interrumpió—. Fue un error haber buscado consejo en ella. Es algo que lamentaré por siempre. Quiero ser sincero contigo para que después no pasen errores como este.—Escucha…—No, escúchame tú a mí. Lo siento, lo siento por cada palabra que hirió tu corazón y borró esa hermosa sonrisa de tu cara. Perdóname y acepta venir a casa conmigo.No pude decir nada más porque sus labios pronto estuvieron sobre los míos, acallando lo que sea que iba a decir.Se retiró muy pronto y me sonrió con una disculpa dibujada por todo el rostro.Acaricié su mandíbula y asentí con la cabeza.—Está bien, vámonos.Se levantó de un salto y tomó mi mano con fuerza, besándola una vez que me puse en pie. Pero todavía había inseguridades e inquietudes muy en lo profundo de mi ser. Tal vez las palabras de Rosie sí tocaron algo hondo. No estaba segura de por qué.Adam se movió a buscar nuestras cosas, y palideció cuando notó que las mías ya no estaban allí.Lo miré con culpa, ocultando la mirada. Mis ojos fueron a parar hacia donde había dejado aquellos pequeños recibos con los secretos que revelé. Por alguna razón no me sentía lista para enseñárselos.Me moví inquieta por el lugar hasta dar con ellos y los arrugué en la palma de mi mano.Sin saberlo, Adam apareció detrás de mí, tan silencioso y callado como una sombra.—¿Qué ocurre? —preguntó mirando en dirección a mi mano—. ¿Por qué no estaban tus cosas? ¿Intentaste escapar esta mañana?Tragué saliva con fuerza y asentí con pesar.—Huir es mi instinto natural siempre que hay algo difícil que atravesar. Lo siento por eso.—Está bien nena, espero que en un futuro tu instinto natural confíe en mí antes de escapar.Besó mi cara con devoción y sonrió con malestar.¿Qué hacíamos? Parecía que ninguno de los dos sabía lo que estaba haciendo y sólo jugábamos a las casitas como si fuéramos niños pequeños.Alejé ese pensamiento de mi mente y dejé que Adam me tomara de la mano para llevarme al coche.Subió sus cosas mal empacadas y corrió con velocidad para abrirme la puerta del auto.Puso el vehículo en marcha e ignoró el hecho de que iba sentada en la parte de enfrente, junto a él, cuando hace unos días nuestra pelea más tonta había sido porque siempre me echaba a la parte de atrás por protección del bebé.Había tensión en el auto, y para ocultarla Adam puso música suave por la radio.Manejó por los caminos conocidos y pasaron diez minutos de esa manera, sin decir nada.No pude más con la culpa y con ese nudo en la garganta así que hablé primero:—Detén el auto.Él eligió ignorarme y continuó avanzando por la carretera.—Adam, detén el auto —repetí. Esta vez bajó el volumen de la radio y frunció el ceño ante mi petición.—¿Qué ocurre? ¿Te sientes bien?Asentí con la cabeza, pero no podía seguir con esa sensación de quedarme sin aire.—Detén el auto, por favor.Y así lo hizo. Se salió de la carretera y detuvo el auto, apagando el motor.Tocó su frente y rascó su cuello mientras elegía mirar hacia otro lado.—No puedes perdonarme, ¿cierto? —murmuró con pesar.—No es eso. Pienso que ambos estamos lastimados y necesitamos recuperarnos de alguna manera.Apretó sus labios hasta que se pusieron pálidos.—Entonces recuperémonos, pero juntos —musitó él.Negué con la cabeza, con lágrimas nublando la vista.—Sabes muy bien que no.—No hagas esto. Podemos recuperarnos de esta caída, tendremos peleas todo el tiempo, ninguna pareja puede evitar tenerlas. Ni siquiera los que dicen ser perfectos.Me di la vuelta en mi asiento para verlo directo a la cara.—Hace un tiempo atrás, cuando te llevaste todas las pertenencias de mi habitación, me prometiste darme mi espacio cuando lo necesitara; me dijiste que tú incluso buscarías un lugar cuando no aguantara la presión en mi pecho —él me miró con ojos vacíos y desprovistos de toda emoción. Mis palabras iban a romper su corazón—. Adam, siento esa presión justo ahora, y no puedo con ella. Sólo te estoy pidiendo mi espacio.—¿No quieres compartir ese espacio conmigo? —preguntó desconsolado, a punto de echarse a llorar en cualquier momento.Odiaba hacerle esto, pero era necesario.—Claro que quiero, pero no siempre. Justo ahora necesito pensar con claridad. No quiero ver a nadie de mi familia y decir que la luna de miel fue perfecta porque no lo fue.—Lo entiendo, quieres permanecer lejos de mí y todo lo que te recuerdo.—No es algo permanente. Solo quiero…—Solo quieres huir a tu zona de confort. Puedo entenderlo.Me quedé en silencio por un momento, viendo cómo pequeñas gotas de lluvia comenzaban a golpear contra la ventana del auto.—Entiendo si tú también quieres escapar a tu zona de confort —murmuré.—No, lo que me provoca seguridad está huyendo de mí en este momento —dijo él, con los ojos enrojecidos, viéndome como si me escapara de sus manos.—Aunque quieras evitarlo encontraré la manera de marcharme —respondí con convicción, aunque no la sentía—. Por favor…—No. Nos vamos a casa —me contestó, con voz ronca y decidida.—Adam, no hagas esto. Prometo que no será permanente.—Este soy yo Anna, peleando por lo que quiero. No voy a dejar que mi mujer embarazada huya de esa manera. No está bien.—Solo pido unos días. No puedo más con todo.—¡Suficiente! —gritó, golpeando el timón del auto—. Esto no es una manera de solucionarlo.Tragué saliva de manera ruidosa, sin poder creer que él no me entendiera en absoluto.Quería arreglar todo hace unos minutos atrás pero ahora deseaba nunca haber aparecido en su puerta otra vez.—¡Tú lo prometiste! —grité con fuerza, expulsando algunas lágrimas de ansiedad y dolor. El nudo en mi garganta era cada vez más grueso—. ¡Prometiste darme mi espacio! Lo necesito, no puedo más con toda la carga. No puedo considerar perdonarte todavía cuando incluso yo tengo cosas que perdonarme a mí misma. Déjame de una vez.Respiré con dificultad e ira. Empañando los vidrios del auto entre más lloraba.Nos quedamos así por un momento hasta que puso el motor del auto en marcha una vez más.—Bien, haré como desees. ¿Dónde te dejo? —preguntó finalmente de mala gana.—Déjame en ese café de la esquina —señalé el lugar que se encontraba a unos cuantos metros—. Yo llamaré a alguien para buscar un techo. No quiero que te preocupes por mí…Adam resopló como si le hiciera gracia mi comentario.—Eso sería imposible, aunque estuviera muerto siempre me preocuparía por tu bienestar.—Lo siento… sólo necesito pensarlo.—¿Pensar en qué?—Pensar en si todavía podemos rescatar lo nuestro.—Te lo advierto Anna, voy a pelear por ti, aunque tú no lo quieras.Mordí mi labio y nuevamente reconsideré si tomaba la mejor decisión. Toqué mi vientre hinchado en busca de ayuda, pero no recibí respuestas por ningún lado.—Hay cosas que no valen la pena pelear por ellas —dije enigmáticamente. Eso pareció enfurecerlo más de lo normal.—Créeme, pelearé por ello.Pronto me dejó frente al café que previamente había señalado. Ayudó a bajar mi maleta y vi el esfuerzo que le tomaba simplemente conducir lejos.—Te amo, Anna —dijo de pie frente a mí—, y si para amarte tengo que dejarte ir, porque es lo que te hace feliz, entonces te dejo. Si lo que quieras es que me rinda… tal vez esté considerando hacerlo.Subió de mala gana al auto y no volteó a verme cuando se alejaba más y más de mi vista.Era lo mejor para ambos, me repetía una y otra vez. Esas pequeñas mentiras que decimos cuando sabemos que todo está perdido y no hay oportunidad.Adam y yo juntos… nunca fue buena idea. Lo mejor, desde un principio, era haber permanecido lejos.Deseaba que él simplemente se rindiera conmigo, dejara de pelear por mí. No valía la pena el esfuerzo y pensaba demostrárselo de una vez por todas.
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Published on November 08, 2016 21:16

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Lia Belikov
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