Historia Nueva - Sin título aun

Historia sin título, sin sinopsis, sin trama. Solo las ganas de escribir.
Por favor, no comenzar a publicarla por otros medios; una vez que tome forma será compartida por Wattpad. Disfruten y espero sus comentarios :)

1


No me había dado cuenta de la enorme mancha de color amarillo pipí que se extendía por toda mi camiseta sino hasta que incliné la cabeza para intentar ver por qué mis pies se sentían fríos a pesar de las enormes botas de lluvia que mi hermano mayor me había obligado a usar al salir de su casa. Mi ceño se frunció al concentrarme en la mancha y mi primer instinto fue acercarme la camiseta a la cara para olerla; casi de inmediato mi lengua también se asomó para comenzar a lamerla, pero una mano —que no era la mía— salió disparada para detener mis avances y rápidamente sus dedos sostuvieron mi barbilla.


—Es mostaza —dijo la voz que pertenecía a Moisés, mi hermano mayor. Apenas era capaz de distinguir su cara porque la cabeza me daba vueltas y mi estómago parecía el epicentro de un tornado—. Por todos los cielos, Gala, ¿cuánto bebiste?


Me reí al escuchar sus palabras y mi visión se tornó borrosa. Sus ojos —que eran de un bonito color azul celeste— ahora se encontraban en donde su boca debería estar. Parpadeé para deshacerme de la molesta sensación y pronto volvieron a su lugar habitual.


Él apartó los dedos de mi cara y pasó su brazo bajo mis hombros mientras me ayudaba a subir unas escaleras que parecían interminables.


—Tengo frío —musité. Mi voz sonaba rara y mi garganta se sentía pastosa al hablar—. Tengo sed... Quiero ir a casa. —Solo que no sabía cuál era mi casa ahora. Me había escapado de lo único que conocía como un hogar y ya no tenía a dónde ir, y el piso de soltero de mi hermano no era una opción cuando su novia me detestaba y me miraba siempre con desaprobación.


—Ya estamos cerca —murmuró Moisés, jadeando cuando le tocó cargarme a rastras porque di un mal paso en el último escalón—. Me gusta más la Gala tímida que no comete locuras; no entiendo por qué decidiste beber justo hoy y liberar a la bestia.


—No sabía que esas lindas botellitas fueran tan potentes —me justifiqué—. La de color naranja se miraba atractiva.


Escuché su resoplido mientras yo continuaba pensando en el misterio del por qué mis pies se sentían helados cuando seguía usando aquellas botas dos tallas más grandes que la mía. Bajé la cabeza para encontrarle sentido a mi dilema pero de nuevo la mancha amarilla se interpuso en mi visión y, como si fuera un imán, me vi atraída a ella rápidamente.


—Ya estamos aquí —anunció Moisés—. ¡Y ya te dije que es mostaza! En todo el camino intentaste lamerla. —Se pasó la mano por la frente mientras comenzaba a recuperar el aire y me miraba con ojos asustados—. Mañana odiarás haber bebido como lo hiciste hoy.


Reí con fuerza, pero a él no le hizo ninguna gracia mi buen humor porque me obligó a caminar por mi cuenta hasta que llegamos al final del pasillo y en ningún momento dejó de verme como si me hubiera crecido un tercer ojo en la nariz. Por instinto llevé mi mano a esa zona y de inmediato me arrepentí cuando me atravesó un dolor insoportable.


—Pero ¿qué...?


—¡Ten cuidado con tu nariz! —me gritó él, ya muy tarde—. Juro que mataré a Milos por lo que te hizo.


Entonces todo lo que quise olvidar por el resto de mi vida volvió a mí como un fuerte golpe en el tórax, y la sobriedad hizo su camino de vuelta a mi cabeza con la simple mención de su nombre, dejándome muda por completo al recordar cada cosa que había sucedido. Quise meterme dentro de un hueco y no salir jamás, pero el apretón de manos que me dio Moisés me trajo de vuelta al presente, antes de que siquiera llegara a perderme en los recuerdos del pasado.


—Ya estás lejos de él —susurró, como lo había estado haciendo desde que lo llamé por ayuda—. No te va a hacer daño.


—¿Y si...?


—No te va a encontrar, no aquí de todos modos. Vas a estar a salvo.


—Eso espero. No me quiero imaginar lo que sucedería si él llegara a dar conmigo. —Tragué saliva con fuerza mientras mi malestar aumentaba y reprimía el impulso de querer vomitar—. Él es peligroso…


—Si se atreve a buscarte de nuevo, yo me convertiré el doble de peligroso que él. Ahora necesitamos hacer esto —señaló el pasillo de aquel edificio de apartamentos por el que me llevó casi a rastras por lo que parecieron horas—. No era el día para beber tu peso en alcohol, pero voy a conseguir que te quedes aquí por unas semanas, o al menos hasta que te encuentre otro lugar.


Asentí con la cabeza e inmediatamente él depositó un beso en mi frente. Entonces se alejó de mi lado y avanzó unos pasos hasta detenerse frente a una puerta con la numeración borrosa; pasó sus nudillos rotos por la madera mientras llamaba a quien sea que estuviera del otro lado. Me quedé parada a pocos metros de distancia, pegada a la pared sin poder controlar mi falta de aire, tratando de concentrarme en las brillantes bombillas del techo en lugar de pensar en mi terrible y miserable situación con... Milos.


Luego de varios minutos de esperar, Moisés desvió la mirada y notó mi nerviosismo repentino. Me hizo un gesto con la cabeza para que me acercara a su lado, pero mi cerebro no parecía procesar la orden porque me quedé parada justo donde estaba, sin moverme un ápice. Noté que él iba a decirme algo aunque no tuvo tiempo suficiente porque, casi al instante, la puerta se abrió con un crujido. Mis nervios aumentaron al máximo mientras cerraba los ojos e intentaba fusionarme con la pared. Todos los eventos de estas últimas semanas, de estos últimos meses se colaron en mi cabeza y decidieron atormentarme. Mi estómago se agitó violentamente.


Escuché vagamente la voz de Moisés mientras saludaba a alguien que él llamó Jonah, pero como todavía me encontraba demasiado lejos, no pude distinguir nada a parte de eso. Intenté acercarme a ellos y avancé a paso débil e inseguro mientras mi estómago daba volteretas por toda la mezcla de alcohol a la que había sido sometido esta tarde.


Mientras caminaba, pude ver mi reflejo en una vitrina en la que se encontraba un extintor de humo, y me detuve en seco al notar mi cara. Mi nariz se encontraba hinchada y tenía un gran moratón cerca de la barbilla. Mi estómago se contrajo al tratar de recordar cómo o quién lo había hecho.


—Esta es Gala... —Pronto pude oír la voz de mi hermano—. Sé que es de improvisto pero necesito un gran favor. —Despegué la vista de la vitrina y caminé despacio; con cada paso que daba mi estómago se agitaba más y más hasta que sentí unas náuseas terribles—... Solo por un par de días, cuando la veas sabrás a qué clase de problema me refiero. —La voz de Moisés se escuchaba apagada mientras yo hacía un enorme esfuerzo por distinguir con claridad sus palabras; apenas y podía entender lo que le decía al extraño así que solo logré recoger una que otra frase de lo que hablaban—. Es mi hermana menor... ¿Todavía estás con Sheridan? Ella no causará ningún inconveniente para... Intenté comunicarme pero... Gracias, te la presento.


La última oración la dijo mientras me miraba con ojos de halcón; me tomó por el brazo una vez que estuve lo suficientemente cerca y me pegó a su costado. Mis ojos se rehusaron a alzarse al principio, así que lo primero que conocí del extraño que me quería presentar fueron sus pies descalzos. Tenía unos dedos alargados, uñas cortas y limpias junto con una pequeña cicatriz en el dedo meñique. En general eran pies bonitos y masculinos.


En ese preciso momento mi estómago decidió protestar nuevamente, y pronto sentí cómo un líquido ácido subía por mi garganta. Mis manos comenzaron a temblar a medida que me enfocaba en el suelo y no en vaciar mi interior.


—Gala —musitó Moisés—, te presento a... —Entonces vomité sin reparo justo sobre los hermosos pies de aquel extraño y vomité una segunda vez sobre mis propios pies, que solo ahora pude notar se encontraban sin zapatos, resolviendo así el misterio de por qué los sentía helados—... Jonah.


Cuando acabé con mi episodio de vómito, me pasé el dorso de la mano por la boca, limpiando cualquier residuo acumulado. Me erguí, sintiéndome mucho más ligera, y mi mirada se alzó para encontrarse con un par de ojos color avellana que me escudriñaban con sorpresa.


—Lo siento tanto —alcancé a murmurar antes de que mi visión se tornara borrosa y mi cuerpo comenzara a balancearse. Sentí una mano tomándome de la cintura mientras intentaba recuperar el equilibrio—. Tienes bonitos pies...


Y eso fue lo último que pude decir antes de que mis ojos se cerraran y mi mente perdiera toda conexión con mi cuerpo a medida que me desmayaba.
3 likes ·   •  1 comment  •  flag
Share on Twitter
Published on August 15, 2019 20:23
Comments Showing 1-1 of 1 (1 new)    post a comment »
dateUp arrow    newest »

message 1: by Knancy (last edited Sep 01, 2020 08:20AM) (new)

Knancy Ya me capturo... esperare con ansias esta nueva historia... 😀😊❣


back to top

Lia Belikov's Blog

Lia Belikov
Lia Belikov isn't a Goodreads Author (yet), but they do have a blog, so here are some recent posts imported from their feed.
Follow Lia Belikov's blog with rss.