Ruy Xoconostle W.'s Blog, page 19

August 9, 2017

Mujeres en la cocina

El lugar de mi madre siempre ha sido la cocina. Esto no es una aseveración misógina, sino una observación de mi infancia. El epicentro de mi madre es y siempre ha sido su cocina: ella es la dueña, ama y señora ahí. Te pendejea por buscar los cubiertos en el cajón equivocado, por osarte a esculcar algo en el refri (cuya puerta es una mezcla de fotos viejas con imanes viejos). Ese es su turf y ahí ella escribe las reglas.

En esa cocina siempre se conversó de las cosas importantes, se tomaron las decisiones, era el sitio al que uno llegaba del exterior a tocar base, descansar, refrescarse. Mis padres terminaron su relación en esa cocina (es decir, papá jugó de visitante, mamá de huésped). En esa misma cocina, la mamá de mi hija y yo descubrimos (pregnancy test en mano) que “estábamos” embarazados. Mi madre fuma, prepara la comida, toma café, lee el periódico (y el semanario Proceso), habla por teléfono y ve la tele en la cocina. Lo cual no es diferente a lo que vi siempre de niño: cuando llegábamos los veranos a Saltillo, a la casa de mi abuela, mi madre y ella lo primero que hacían era enclaustrarse ahí y charlar durante horas. Aquella era una cocina sin puertas, colocada en el extremo de una casa de adobe de un solo piso —casi desde el porche de entrada podías ver lo que sucedía ahí: mi madre fumando y despotricando y mi abuela Delfina preparando la comida o haciendo tortillas de harina o sacando la nata de la leche bronca (si me acercaba a hurtadillas a robar comida, me espantaba con un “¡cuéle!”, que es como decir “¡sáquese!” en chilango). Mi tía Minerva no era diferente: las cosas en su casa sucedían entre la estufa y el comedor, y casi siempre con comida en medio. Todas esas mujeres de mi vida cocinaban y hacían de la cocina su lugar de operaciones como Nick Fury dirige a los Avengers a bordo de un helicarrier. Por lo tanto, entenderán que la idea de un “hombre que cocina” para mí era algo alienígena. Así, cuando alguien me dijo, en algún momento de mi infancia o pubertad, no lo recuerdo del todo, la pedorra frase “los mejores chefs del mundo son hombres”, me pareció una cosa tan rara y tan fuera de lugar, como una ironía desalmada. El lugar de los hombres no es la cocina, me decía mi experiencia, pensar en esa idea era como usurpar un sitio al que no pertenecíamos. En esta familia las mujeres eran quienes gobernaban el barco de nuestras vidas, y ellas lo hacían siempre desde las cocinas. ¿Los hombres? Ellos nunca estaban presentes, y los ejemplos sobraban. Mi tío el Güero sentado en su sillón, tomando cerveza, sin hablar con nadie, un poco ido, un poco valiéndole madres todo. Mi abuelo Macario en el porche, fumando y mirando hacia la calle seca y azotada por el sol coahuilense, o en el cobertizo fabricando escobas (true story), como alejado de las neurosis de su esposa. Y por supuesto mi propio padre, ausente, trabajando en una fábrica porque “se descompuso una máquina” — lo cual casi siempre era un pretexto para justificar sus pedas y líos de faldas. ¡Qué extraño era el mundo de los adultos! Qué es eso de chefs, hombres en la cocina, qué perversión, qué desencajado, qué cosa más extraña…

Pensamientos y recuerdos que llegaron a mi cabeza luego de leer esta interesante pieza del NYT:

Link al artículo: https://www.nytimes.com/es/2017/08/08/donde-estan-las-mujeres-de-la-gastronomia-latinoamericana/amp/

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Published on August 09, 2017 12:53

August 1, 2017

Por qué me encantó Dunkerque (explicado en 12 tweets)

Empecé por aquí:body[data-twttr-rendered="true"] {background-color: transparent;}.twitter-tweet {margin: auto !important;}

Dunkerque está hermosa. Mi alma se siente muy feliz y satisfecha.

 — @Ruys

Y a los dos días, seguí por aquí:body[data-twttr-rendered="true"] {background-color: transparent;}.twitter-tweet {margin: auto !important;}

A continuación algunos tweets sobre por qué me encantó #Dunkerque

 — @Ruys

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Desde morro amo los aviones de la WW2 y me hipnotizaron las secuencias de "dogfighting". Su belleza radica en que son muy simples #Dunkerque

 — @Ruys

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Tom Hardy a medio rostro, como en Mad Max y TDK Rises, rockea en grande #Dunkerque

 — @Ruys

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Aunque sucede en aire, mar y tierra, es más un filme naval. La secuencia del torpedeo me puso la piel de gallina

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Published on August 01, 2017 18:17

July 19, 2017

La Luna, 1969

Un post publicado originalmente el 16 de julio de 2009

Ayer recordé con mucho cariño y melancolía a mi papá porque habría cumplido 70 años y porque seguramente este 16 de julio nos habríamos llamado por teléfono para platicar de la Luna. Justo un día como hoy, pero hace exactamente cuatro décadas, en 1969, partió la misión Apollo 11 hacia nuestro satélite. ¶ Es muy probable que yo le habría preguntado a mi papá dónde vio el alunizaje, qué clase de evento social fue, qué pensó cuando Neil Armstrong dijo por TV “a giant leap for mankind”. Me lo habría imaginado en sus recién cumplidos 30 años, con alguna camisa de manga corta y plumas nerdáceas de ingeniero en el bolsillo, y mi mamá toda jovencita ahí a un lado, pegados a la tele. ¶ Quiero pensar en el tamaño épico del momento, en todo el pedazo de humanidad que tenía acceso a un televisor literalmente crusheado por el hecho de ver a un cabrón poniendo un pie en la Luna. Men are walking on the Moon. ¶ En ese momento la TV gobernaba la inmediatez y el impacto mediático en la gente, esos pequeños receptores en blanco y negro (la mayoría) con sus antenas analógicas despilfarrando chorreadas de imágenes históricas. ¶ Nunca fui adepto de las teorías de la conspiración mixeadas con realidad. Me parecen una pérdida de tiempo y una ociosidad que sólo cabrones como Alan Moore pueden convertir en ideas resonantemente bellas, como que el Hyde Park en Londres se llama así porque los marcianos invadieron Gran Bretaña en el siglo XIX y achicharraron ahí a Mr. Hyde de Stevenson. No veo el encanto de argumentar durante horas y obsesionarse con aquello de que la misión Apollo 11 fue el fraude del siglo y que todo lo grabaron en un estudio y que Stanley Kubrick estuvo detrás. Ni siquiera me parece algo entretenido. ¶ Seguro tiene que ver que desde niño la sola idea de ir a la Luna me parecía fenomenal: por sentir la gravedad cero, por ver la Tierra desde allá, por regresar y platicarle a mis amigos la experiencia. ¶ Unos meses después del estreno de 2001: A Space Odyssey, en la que Kubrick (por cierto) ya había mostrado su versión muy chafa de Pan-Am Airlines llevando pasajeros a una estación espacial internacional como si fuera un vuelo México-Monterrey, la NASA lo hacía en serio y sin tanto glamour. ¶ Mi padre me regaló a principios de los ochenta una enciclopedia del espacio de la Sociedad National Geographic y yo me cagaba de la emoción. Me peiné los planetas del Sistema Solar, las lunas de los gigantes gaseosos –el sistema joviano, los llamados “mundos de Galileo”–, los capítulos de las constelaciones y el predecible “ay wey” de comparar nuestro sol con otras estrellas o admirar esos gráficos que nos muestran a nuestra galaxia perdida entre miles de millones de galaxias. Alucinante. ¶ De niño la “conquista espacial”, un término pretencioso para describir la mezquina madriza política entre la hoy extinta Union Soviética y Estados Unidos, me apasionaba al grado de que me visualizaba siendo astronauta “de grande”. Me imaginaba, volviendo a Kubrick, que en el año 1999 –en el que el Dr. Heywood Floyd analiza el monolito del cráter Tycho–, cuando tuviera 26 años, podría detenerme en una estación orbital, hacer mi checkup en el frontdesk del Hilton Space Station 5 y platicar en sillones locotrones con personas disfrazadas como en Los Supersónicos:

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Published on July 19, 2017 19:46

July 9, 2017

Las 6 películas de Spider-Man, rankeadas de la peor a la mejor

(Este post contiene SPOILERS. No se incluye la trilogía setentera de Nicholas Hammond ni la versión japonesa de 1978, Supaidāman).
En el número 6…Spider-Man 3 (2007)

En su momento, esta película nos rompió el corazón: teníamos tantas ganas de verla que hasta le dedicamos un podcast entero cuando apareció el tráiler (fue en el año 2006, estábamos chavos).

Pero todo salió mal. El melodrama MJ vs Peter evolucionó en una ruptura entre ambos que trajo al nefasto “Spider Emo” en un segmento innecesario del filme. El Arenero fue tierno pero insuficiente, sin punch… es que… ¿tierno? ¿Quién quiere a un villano de cómic que sea “tierno”? Por otro lado, Raimi trajo a la mesa a OTRO villano, el muy esperado Venom que resultó ser una idiotez suprema, comenzando por el casting de Topher Grace como Eddie Brock. Esperen: y POR SI FUERA POCO además Pete tiene que lidiar con James Franco como la versión 2.0 del Duende Verde, con la carita quemada y todo. Ya no fue gracioso ver a MJ secuestrada y con su vida corriendo peligro, ni a Spidey con el traje del simbionte que tanto queríamos ver. Un. Maldito. Desastre. Que. Aún. Duele.

Momento favorito: supongo que la primera persecución de Spidey hacia el Arenero es divertida. Y ya.

En el número 5…The Amazing Spider-Man 2: Rise of Electro (2014)

Por muy poco es menos mala que Spider-Man 3: la culpa la tiene en buena medida Electro. La interpretación de Jamie Foxx es ridícula, pero más ridículo es que Electro quiera freír al Arácnido y al resto de Nueva York por culpa de sus líos mentales sociópatas. Motivaciones del villano: FAIL. Similarmente a Spider-Man 3, suceden demasiadas cosas y hay demasiados personajes: el Duende Verde nunca termina de cuajar y parece solo un pretexto para armar a los Sinister Six — hey, recuerden que al final sale Paul Giamatti desperdiciado como Rhino, pfff. Y otro desperdicio: la hermosa Felicity Jones como la hermosa Felicia Hardy. Dicho todo esto, a su favor juega la increíble química entre Andrew Garfield y Emma Stone en los papeles de Peter Parker y Gwen Stacy. Esos dos se movían juntos con gracia frente a la cámara, pero no fueron capaces de salvar a la producción de que su trilogía fuera cancelada.

Momento favorito: la muerte de Gwen Stacy, eso sí, un graaaaaan momento. Aún recuerdo cómo nos quedamos todos en el cine. Gulp.

En el número 4…The Amazing Spider-Man (2012)

Cinco años después de Peter Emo, Marc Webb tomó las riendas del personaje y nos regaló un cumplidor reboot. Andrew Garfield fue un excelente casting como Spidey, y lo mismo puedo decir del tío Ben (Martin Sheen) y la tía May (Sally Field). Sí tuvimos que hacer como que le creíamos a los lagartones de Garfield (28 años al momento de la filmación) y Emma Stone (23 años) que estaban todavía en prepa, pero lo pasamos de alto. Y hablando de lagartones, luego de pasar ooooootra vez por la historia de origen del Arácnido, nos fumamos en paralelo la historia del Dr. Connors y de Harry Osborne y sus eternos daddy issues. Justo esa parte fue la más débil, pero con la vibra entre Garfield y Emmita y el trágico desenlace de Denis Leary como el jefazo George Stacy, terminó siendo, como les decía, un filme cumplidor.

Momento favorito: Spidey descubriendo sus poderes. Eso nunca tiene pierde.

En el número 3, casi, casi un empate técnico con la número 2…Spider-Man: Homecoming (2017)

Es increíblemente divertida y cool, pero en el fondo realmente no logra conectar emocionalmente (mi principal queja es que la tía May nos fue vendida solo como una milfota guapota, y no como esa guía sabia que orienta a Peter cuando más lo necesita). Tampoco es que Spider-Man: Homecoming lo intente demasiado: Jon Watts, director, deja descansar el peso del filme en una combinación muy afortunada de factores. Primero, el feliz casting de Tom Holland como Peter Parker (el chamaco lo hace perfecto), quien le mete mucho humor y carisma al personaje. Segundo, un antagonista actuado con toda la mano de Michael Keaton, podrido pero no tanto, y sin las idioteces unidimensionales del Electro de Jamie Foxx. Tercero, todo el tema Avengers: Tony Stark, Happy, el traje ironmanizado de Spidey (wooooow). Finalmente, creo que el mayor acierto está en relatar solo un par de semanas (o algo así) en la vida de un Peter Parker adolescente, lleno de ansiedades y miedos, lejos de Manhattan y más cerca del barrio.

Como lo dije en mi ranking de los siete episodios de Star Wars: estamos eufóricos porque Homecoming resultó mejor de lo esperado, pero solo el tiempo dirá si (para mí) merece estar en el tercero o segundo lugar de esta lista. ¡En un par de años hacemos una actualización!

Momento favorito: el rescate del elevador en el Obelisco de Washington. Un genuino momento clásico con toda la mística de Spider-Man. Ah: y el pequeño homenaje a Ferris Bueller .

En el número 2…Spider-Man (2002)

A la distancia de 15 años me parece que esa Spider-Man fue un milagro. El cine de superhéroes estaba en pañales, los efectos visuales por computadora aún hacían ver a los personajes como hechos de goma y bueno, nadie, NADIE creía, incluso con el éxito de X-Men un par de años atrás, que las cosas salieran tan bien. Historia de origen, check. Peter Parker, brillante pero ñoño, check. Tobey Maguire lo hizo muy bien, ¡no sean cabrones! Con el tiempo se convirtió en un meme llorón, pero a sus 26 años (al filmar la película) le dio un carácter juguetón y valiente a Spidey. Sí: Garfield lo hizo aún más bromista, y ni qué decir de Tom Holland, pero en ese momento el Hombre Araña de Maguire parecía a la medida de las expectativas. Aquel Spider-Man introdujo no solo la historia de origen de una manera que le hizo justicia al cómic, sino a varios personajes que serían amados por todos: Kirsten Dunst como Mary Jane, J.K. Simmons como Jota Jonás Jameson (perdón, es que yo veía la caricatura en los 80), James Franco como Harry Osborne y el brutal Willem Dafoe como el Duende Verde (uff, y Elizabeth Banks como Betty Brant). Tragedia y amor, amistad y traición, los dolores del “coming of age”… esa primera Spider-Man no es perfecta, pero es bonita y llena de recuerdos.

Momento favorito: La entrada del Duende Verde en Times Square y su primer madriza con Spidey entre globos gigantes y carros alegóricos.

Y en el número 1…Spider-Man 2 (2004)

Hay algo que poner a este filme, junto con The Dark Knight y probablemente Logan, como ejemplos memorables de películas de superhéroes. El viaje de Peter Parker es paralelo al de Otto Octavius: ambos se convierten en monstruos a lo largo del filme — Peter comenzó en la cinta anterior, al provocar la muerte de Norman Osborne. Uno de ellos se resiste, el otro lo desea. Al final, ambos son redimidos: Peter rescata a su chica y se queda con ella, muy a su pesar, y el Doc Ock salva a Nueva York pero ahoga su sueño en el río Hudson. La perfección narrativa de Spider-Man 2 ha sido ampliamente analizada, es un caso de una historia a la que le sobra muy poco o nada, con personajes secundarios bien logrados, maravillosas secuencias de acción y también chingos de humor. Es de una belleza tragicómica inusual, y también es sorprendentemente romántica (y cursi). Me cuesta trabajo creer que en el futuro algún filme de Spider-Man pueda destronarla.

Momento favorito: “Go get ’em, tiger”. Me derrito de amor, pinche Mary Jane.

https://medium.com/media/fe30f6e8a5d12e4d71d0f83e87bb9da3/href
Originally published at elhyp3.com on July 9, 2017.

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Published on July 09, 2017 06:30

May 26, 2017

Por qué E.T., el Extra-Terrestre, es una película perfecta

Hoy hace 35 años se estrenó en el festival de Cannes E.T., the Extra-Terrestrial. Esto fue lo que escribí al respecto en 2012, cuando el filme cumplió tres décadas de vida.

¿E.T. The Extra-Terrestrial es una película perfecta? No lo sé: el final es lacrimógenamente tortuoso, por no señalar que el escape de E.T. en las narices de un ejército de agentes MiB, ayudado solo por un puñado de adolescentes, es bastante ridículo. Igual es un clásico, o eso pensé, así es que decidí verla una vez más, en esta ocasión acompañado de mi hija.

Mi hija y yo nos sentamos a ver E.T. con toda la atención que se merece. Cuando el filme acabó y el hermoso piano de John Williams repite en solitario el tema principal y corren los créditos, solo pude ver a Julia, silenciosa, hundirse en el sillón durante un par de minutos. No dijo nada.

Mi antigua regla, cuando iba cinco o seis veces por semana al cine, era no decir absolutamente nada de la película que acababa de ver. Ni un “¿te gustó?”, mucho menos un lépero “¿qué opinas?”. Decidí aplicar la misma receta con mi hija, y solo me dediqué a compartir ese silencioso momento con ella, esa vibra especial que te recorre solo cuando una película te ha golpeado en el estómago y el pecho (o el sitio corporal donde ustedes guarden sus emociones).

Finalmente se levantó y se fue a hacer otras cosas. Creo que E.T. la sacudió, y con mucha razón: es un filme de ciencia ficción ligera, pero también un manojo de escenas costumbristas de la middle class gringa. Las fachadas estilo californiano, la obsesión juvenil por la pizza, el coleccionismo de juguetes, la adorable escena de los chamacos jugando Dungeons and Dragons

Para alguien que creció en Ciudad Satélite en los ochenta (yo), las costumbres de una familia “desintegrada” que recibe en su casa a un botánico extraterrestre, no le parecerían extrañas. Mi hija, sin embargo, ha crecido en un contexto diferente, menos suburbano; pensé que quizá necesitaría un poco de ayuda de mi parte (“Mire mija, las televisiones funcionaban antes con antejas de conejo. De co-ne-jo”), pero preferí relajarme y dejar que Spielberg hiciera lo suyo y le contara el relato.

Y así fue. La familiaridad y naturalidad escénica se impuso, entre la imposiblemente encantadora Gerty y la dramática relación entre Elliot y el extraterrestre. Se trata de una película muy inocente y muy bella. Pero la verdadera maestría de su realizador consiste en acomodar narrativamente símbolos poderosos que se van derecho a nuestro centro emocional.

Debo haber visto E.T. una docena de veces, y lo más notable, en este sentido simbólico, me parecen los guiños a Peter Pan, ese tratamiento del mundo de los adultos (durante gran parte de la película en tomas cerradas y con voz en off, con excepción de la madre) versus el mundo de los niños. La madre de Elliot, Gerty y Michael nunca ven a E.T., claro, porque “los adultos no pueden ver lo que los niños ven” (el entrecomillado es mío).

Y ahí están las escenas inmortales que se han convertido en cliché (bici voladora a contraluz de la Luna), la música sinfónica de John Williams, los one-liners y las referencias cruzadas (¡Yoda!). Además, es una película proxémica: se vale de movimientos, efectos sonoros y tomas oscuras para “hablar” con la audiencia. No podría ser un filme mudo, pero sí uno casi sin diálogos.

El mejor ejemplo de esto último es lo que siempre he llamado “una escena perfecta”: me refiero a aquella en que Elliot, medio borracho y ya casi crudo por la conexión psíquica con E.T., arma un desmadre en la clase de disección de las ranas.

Toda la construcción, desde la ingesta de cervezas hasta el destape de las ranas, es un tesoro cinematográfico. El momento climático viene cuando E.T. mira en la tele la escena del beso de The Quiet Man, en la que John Wayne le para la trompa a Maureen O’Hara. Elliot hace lo mismo con la escuincla bonita del salón (la futura playmate noventera y chica Baywatch, Erika Eleniak).

El momento del beso toma la banda sonora de The Quiet Man (donde el sonido de un ventarrón es lo único audible), pero en su desenlace se combinan un gag (Elliot subiéndose en la espalda de un compañero porque es demasiado chaparro para alcanzar a la chica) y una dulce música sinfónica (los acordes de Williams acompañando a la nostálgica toma de las manos de los niños dejando escapar a las ranas por la ventana).

A Elliot se lo llevan regañado a la dirección, y la chica recién besada tuerce su pie coquetamente.

Cada vez que veo esta escena se me hace un nudo en la garganta. Spielberg no ha la superado, y muy probablemente nunca lo hará.

La otra feliz coincidencia de mi reencuentro con E.T. fue darme cuenta de que es una película de Halloween. No solo por lo evidente, sino porque su argumento retrata a su manera uno de los muchos temas de la fiesta del Halloween (y el Día de Muertos): ayudar a que los fieles difuntos regresen a casa.

Vi E.T. a los nueve años de edad y, al igual que millones, me obsesioné con la película. Ahora la compartí con mi hija de seis años y medio. Soy una persona muy afortunada.

Y sí, respondiendo al título de este post: E.T. es una película perfecta. Aún con el final lacrimógeno y las inverosimilitudes. E.T. es como una canción que se te mete en el cuerpo y nunca te deja ir.

Originally published at elhyp3.com on May 27, 2017.

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Published on May 26, 2017 17:13

May 10, 2017

Recuerdos de la Nostromo y el Space Jockey

Un post de 2012 que escribí a propósito del regreso de Ridley Scott al Universo Alien con “Prometheus”.

En 1979, casi 1980, se estrenó Alien, o como la conocimos en México, Alien, el octavo pasajero, una de las películas más importantes en la carrera de Ridley Scott. Se trataba de una monster movie muy original que combinaba el terror con la ciencia ficción en una atmósfera tensa, sucia, decadente, como inspirada en los botaderos de basura. O los deshuesaderos. La estética Alien quizá provenga de una época desesperanzadora en la que la crisis energética (en aquel México, el de López Portillo, comenzaba la crisis económica que nos ha perseguido hasta estos días), la delincuencia, el terrorismo, los secuestros de aviones y los desastres naturales eran cosa común en los encabezados de los diarios. El futuro, o esa era la idea visual detrás de Alien (y que terminó magistralmente con Blade Runner, su opera magna), era un lugar familiar por sucio y poco funcional. Tal como funcionaba 1979. O 2012, para el caso. Este futuro era distópico, al menos en la forma –y digo en la forma porque la estética googie, también conocida como “Raygun Gothic”, era lo que dominaba la idea del futuro como un lugar pulcro y próspero, como diseñado por los Supersónicos. (Un ejemplo googie: esta sala de abordar espacial –con frontdesk del Hilton, ¡haciendo eco al famoso Hilton en la Luna!– de una popular película de Kubrick.)

No sucedía lo mismo con Alien. Los siete protagonistas humanos, Dallas, Kane, Lambert, Ripley, Ash, Brett y Parker + 1 gato (Jones), viajan a bordo de la nave estelar USCSS Nostromo, un viejo y vulgar remolque, una grúa del espacio de proporciones gigantescas. La Nostromo no tiene nada de googie: goteras, suciedad, claroscuros, maquinaria pesada… a sugerencia del guionista Dan O’Bannon, Ridley Scott le encargó al demencial H.R. Giger el diseño de arte del filme, lo que incluyó la creación de la criatura que le dio título a la cinta, el xenomorfo “biomecánico” que acaba aniquilando a casi toda la tripulación de la Nostromo.

El nerd que esto escribe, al igual que mi hermano, ya era gran fan de Alien a mediados de los ochenta. Mi hermano tenía la bendita costumbre de coleccionar tarjetas Topps. Su rango iba del beisbol y el futbol americano, a Los ángeles de Charlie y Kiss (la banda). Entre las rarezas tenía unas tarjetas de plástico de Hulk, el hombre increíble, Encuentros cercanos del tercer tipo y Alien. Guau: tarjetas Topps de Alien. Aún atesoro varias de las tarjetas sobrevivientes en una caja de tenis. Y aún huelen a chicle.

Entre las tarjetas, había una que despertaba un misterio. UN MISTERIO. Se trataba de la tarjeta no. 43 de Alien con la leyenda “Fantastic Space Jockey”. Pueden verla aquí.

El Space Jockey. Es decir, el esqueleto aquel del planeta aquel en donde la Nostromo aterrizaba (y donde se le metía la criatura al pobre Kane), tenía nombre. Space Jockey. ¿Qué diablos quería decir eso, quién se lo había puesto? El Space Jockey aparecía apenas unos segundos en Alien, pero se convirtió en tremendo easter egg de la cultura geek ochentera. ¿Qué especie era aquella? ¿Portaba un traje biomecánico o ese era su cuerpo? ¿Había muerto operando una especie de telescopio (mi teoría favorita: a mí me gustaba pensar que el Space Jockey era un científico, un benévolo extraterrestre que había tenido la mala suerte de toparse con el xenomorfo de Giger) o un cañón, un arma de destrucción masiva? No exagero al decir que el Space Jockey le dio al fandom el mismo nivel de obsesión que la pregunta: ¿por qué Obi-Wan Kenobi desaparece al morir en Star Wars?

Y ahora viene Prometheus, la semi-precuela de Alien que (esperamos) no apestará porque no tiene un tratamiento “precueloso” a la serie original, y porque la dirige Ridley Scott. A medida que han avanzado los avances… ¡sorpresa! El Space Jockey hace su aparición. En un rol prominente. El sueño húmedo de los geeks al descubierto: ¿al fin conoceremos el origen del misterioso Space Jockey? TOTAL NERD BLISS.

El bello nombre de la astronave Nostromo proviene de una novela del siglo XIX del polaco Joseph Conrad, Nostromo, A Tale of the Seaboard. Un lindo homenaje a un escritor que amaba escribir historias del mar, de embarcaciones, de tripulaciones enfrentándose a lo desconocido.

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Published on May 10, 2017 17:08

April 26, 2017

Libros impresos, ese fetiche

¡Miren! ¡Los libros hacen felices a las personas!

A veces, te quedas sin libros. Es decir, los vendes todos. Yo vendo casi todos los míos por internet. Y no me refiero al formato digital (que también los vendo, de hecho en exclusiva por Amazon), sino a los que se publican en papel (mi tienda online está en Kichink). Es el año 2017 y la gente sigue pensando que adquirir un objeto como un libro es algo valioso. ¿Quién soy yo para contradecirlos?

Estoy en el proceso de cambiar de imprenta, por eso no he podido sacar a la luz la tercera parte de Hackers de arcoíris. La sequía no se detiene ahí, pues de momento están agotados Pixie en los suburbios y La vida sin Pixie —y de Pixie 3 aún no se liberan derechos, así es que tendrán que esperar un poco más.

La semana pasada llegó un pedido de La vida sin Pixie. Por culpa de mi pobre manejo de inventario, en la página se mostraba la leyenda de “disponible”. Un lector, Samuel, compró su ejemplar. Pero ya no había ejemplares.

Así es que hice esto:

https://medium.com/media/cbe736efa26641c386dd384c6af924a1/href

:)

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Published on April 26, 2017 20:02

April 19, 2017

GIRLS y el fin de la infancia

iEstas son las razones por las que el final de la serie de HBO fue una cosa muy emocional para mí.

Podría haber escrito esto en el Hype, pero honestamente para mí GIRLS tuvo un valor emocional más alto que lo que pueda decir solo como un comentarista de la cultura pop. La razón es personal e involucra a una chica, por supuesto. Ella entró y salió de mi vida en varias ocasiones durante los últimos cinco años y medio, y en esas andanzas me introdujo al mundo de GIRLS y Lena Dunham. De algún modo, no puedo dejar de ver GIRLS sin ese filtro, sin pensar en nuestras conversaciones y experiencias. ¯\_(ツ)_/¯

Ahora sí, como comentarista de la cultura pop: en su conjunto, GIRLS me parece un producto desproporcionado (como lo han mencionado otros, al final no parece ser la voz de su generación, sino una voz de su generación, una de tantas), pero sobre todo disparejo; a lo largo de sus seis temporadas tuvo capítulos grandiosos, y otros francamente nefastos. Sobre todo, siento que hay que reclamarle a su creadora que optara por contar una historia con muchos personajes, los cuales, con excepción del principal (Hannah), están construidos a duras penas, con lagunas y elipsis injustificadas. La sexta temporada fue un cierre apresurado a una historia que estaba demasiado abierta y disparaba para todos lados. Esta temporada final fue brutal por las prisas, porque se dijeron y sucedieron cosas importantes en muy poco tiempo. El episodio del escritor kinky (wink wink) fue una belleza, así como los capítulos 7, 8 y 9. El 10 se sintió más como un epílogo… anticlimático.

Lo otro que alienó a la audiencia, y que seguramente fue uno de los motivos por los cuales HBO decidió cancelar el show, fue la poca empatía que producían las cuatro chicas que de alguna forma le daban el nombre a la serie: Shosh, Marnie, Jessa y la mencionada Hannah. A su muy particular manera, exhibieron personalidades horribles que nos obligaban a verlas meterse en situaciones sin sentido y presenciar el sufrimiento que les provocaba haber tomado pésimas decisiones una y otra vez. Pero miren, la ficción, como la vida real, está llena de douchebags; le reclamo más a Lena Dunham la falta de pericia (o de ganas) para lanzar la historia hacia adelante, a territorios que nos hicieran sentir agujeros en el estómago. Las veces que lo logró (que no fueron pocas, lo admito), fue en episodios one-shot, por one-liners increíbles o las actuaciones sobresalientes del elenco, particularmente de Adam Driver y la propia Lena.

Si quieren quotes de GIRLS, vayan a Pinterest: https://es.pinterest.com/explore/girls-hbo-quotes/

Sí, GIRLS fue agridulce. Por eso, es más fácil hablar de los subtextos de la serie que de la narrativa per se (cosa interesante: he escrito tres veces sobre GIRLS, pero ni una sola vez sobre Game of Thrones. Las razones me parecen obvias: aunque GoT posee una narrativa muy superior, mucho mejor construida, no detona en mí los botones emocionales que GIRLS sí alcanza con facilidad. Lo siento, para mí GoT es solo un drama teatral de señores disfrazados que es altamente entretenido y adictivo, y ya). Los temas profundos de GIRLS son el dolor de crecer, el dolor de convertirte en alguien más y el dolor de abandonar lo que dabas por sentado que eras. Es el fin de la infancia: cruzamos ese umbral cuando somos niños, por supuesto, pero también al salir de la adolescencia, en la crisis de los treinta y en el mid-life crisis de los cuarenta y tantos —hasta ahí voy en esta serie televisiva llamada “mi propia vida”, no puedo opinar todavía de lo que sigue. Los hechos de GIRLS suceden, torpe o hábilmente (eso decídanlo ustedes), en torno a las vidas de chicas veintiañeras que se acercan peligrosamente al fin de la infancia. Abajo, un link de algo que escribí al respecto de los veintitantos y “el adiós a Wonderland”:

Los perfectos 27, Lena Dunham y el adiós a Wonderland

Es una edad hermosa, no lo dudo. Ya estuve ahí. Sin embargo, GIRLS tiene el don de hablarle no solo a los veintiañeros sino a todos aquellos que están en tránsito de cruzar un umbral. Eso para mí es ficción valiosísima. Creo que una de las tareas de la ficción consiste en ayudarnos a atravesar los momentos de estrés emocional que producen los cambios, las nuevas etapas, los fines de infancia (hasta hice un TED Talk al respecto). La ficción nos da perspectiva: nos ayuda a entender mejor qué hacemos, qué hicimos, qué dejamos de hacer, quiénes son realmente las personas que nos rodean, por qué es tan difícil hacerse responsable de un trabajo, tener un hijo, lidiar con la inmadurez de una pareja (o ser el inmaduro de la relación), ver a tus padres envejecer, ser traicionado por quien nunca lo imaginaste —o ser el Judas, y tener que vivir con ello. La ficción nos ayuda a lidiar con el misterio de la felicidad. La ficción nos ayuda a lidiar con el misterio de la impermanencia, que es solo una palabra rimbombante para designar por qué las cosas cambian todo el tiempo. Nada dura, todo cambia, todo se transforma.

En ese sentido, GIRLS cumple. Es un faro, como la buena ficción, que ilumina nuestro camino. Produce entendimiento. Reflexión. A pesar de sus personajes idiotas que andan por la vida causándole daño a otros. A los veintitantos hacemos muchas idioteces, seguro. Lo que nadie te dice es que a los treinta y tantos es igual. Y a los cuarenta y tantos. No dejamos de movernos hacia adelante, de cambiar, de ser (a veces) maduros y (a veces) inmaduros.

Lo que importa son los momentos simbólicos. Como anota la crítica de televisión de The New York Times en su reseña del episodio final de GIRLS, la primera escena en la que vemos a Hannah ella está comiendo una pasta que proviene del sustento de sus padres —y en dicha escena, ellos le notifican que dejarán de darle dinero porque tiene veintitantos años y ya no está en edad de ser una mantenida. En la última escena de la serie, la misma Hannah, seis años más tarde, está alimentando a su propio hijo desde su pezón. Así termina GIRLS, muy apropiadamente. El círculo está completo.

De regreso a mis motivos personales, mi relación con esa chica nació al mismo tiempo que GIRLS y murió con esa sexta temporada. Al igual que Adam, no me quedé con la chica. Ella se tuvo que mover hacia adelante, de una forma dolorosa y estúpida (desde mi perspectiva), pero miren, yo también me tenía que mover hacia adelante. ¡No podemos dejar de movernos! La diferencia radica en ¿junto a quién lo haremos?

Lo que me enseñó Lena Dunham de las mujeres —y de nosotros los hombres

Durante estas seis temporadas, GIRLS me enseñó, a su torcida manera, sobre el rol de la mujer (y los hombres) y lo complicadas que pueden ser las relaciones en estos tiempos. He estado en medio de un proceso, un proceso que comenzó en el año 2006, cuando me convertí en el papá de una niña bebé. Hoy soy otra persona: mis ideas de género, no solo sobre los grandes temas políticos, sino sobre los pequeños detalles que hacen la vida diaria entre hombres y mujeres, han sufrido una transformación enorme. Ser papá de mi hija, sin embargo, fue solo una parte de la historia. La otra fue ser novio de una veintiañera, la chica de esta historia. Ella rompió mis moldes convencionales de cómo relacionarme con alguien. Me provocó a pensar. Me mostró cosas nuevas. Nunca fue fácil, pero siempre fue fructífero. Netflixeamos, cogimos, viajamos, reímos mucho y, oh cliché, lloramos mucho. Cuando llegó el momento de la verdad, de pasar al siguiente umbral o dejarnos ir, fallamos una y otra vez. Parafraseando a The War on Drugs, “in our finest hour, we were only fools”.

Pero ya soy otro. Y estoy contento con lo que soy. Sigo siendo el gorila del año 2006, pero soy otro tipo de gorila. Un gorila modelo 2017.

Lo cual se lo debo a mi hija y a esa chica. Mis dos personas más importantes de esta última década. Mis dos personas. Una sigue aquí, la otra ya no volverá a estar cerca. Again, como Adam con Hannah.

Y ahí lo tienen. Por eso esta última temporada de GIRLS fue muy emocional para mí. Por esa chica siempre me voy a acordar de GIRLS. De Hannah, de Adam, de Ray, de Shosh, de Jenna, de Elijah, de la idiota de Marnie. Gracias por eso.

Gracias, gracias, gracias.

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GIRLS y el fin de la infancia was originally published in ruyxoconostle.com on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.

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Published on April 19, 2017 13:47

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Published on February 18, 2017 17:09

January 31, 2017