Rafael Marín Trechera's Blog, page 12

December 29, 2013

STAN LEE: M�SCARAS Y CRUCES DEL HOMBRE QUE SONRE�A (3)







3. EL GUARDI�N DE LAS PALABRAS





La conjunci�n Lee-Kirby fue perfecta. Las m�quinas cicl�peas, los villanos bigger-than-life, los dioses n�rdicos y sus trasuntos gal�cticos no pod�an haber tenido, era imposible, otros di�logos que los que Stan Lee redactaba. Sin esa grandilocuencia, sin ese ritmo puramente declamativo, en ocasiones teatral, ni los 4 Fant�sticos ni Thor habr�an sido nada. �O alguien imagina a Galactus bajando de su nave y diciendo "Eh, colegas terr�colas, vengo a chuparos el coco, dabuten, �vale?". Pues eso mismo. Si nos remontamos a los tiempos en que todos eramos unos tiernos adolescentes que escap�bamos de los "c�spita", "arrea" y "toma jarabe de palo" de los tebeos espa�oles (y de los "epa, te pill�, s�" de los de Novaro), no ser� dif�cil recordar que gran parte del atractivo a�adido de aquellas novelitas de vi�etas remontadas eran los di�logos. Los superh�roes Marvel de entonces (y quiz� todav�a los de hoy, aunque para m� que la versi�n traducida ahora est� demasiado comprimida y llena de giros "juveniles" que no existen en el original), se expresaban de una manera propia, grandilocuente cuando la ocasi�n lo requer�a (Thor, Od�n, Estela Plateada, Doctor Muerte), pseudocient�fica cuando ven�a al caso (Reed Richards, Charles Xavier), oportunamente goliathesca y barriobajera (La Cosa), intrincadamente ocultista (Doctor Extra�o), po�ticamente salvaje ("M�s fuerte que el mastodonte, m�s fuerte que el oso gigante, poderoso es Ka-Zar, se�or de la jungla"), desenfadadamente juvenil y llena de referencias a la realidad inmediata de entonces (Spider-Man, Daredevil), molestamente maternal (T�a May), y a veces empalagosamente amorosa (Sue Richards, Gwen Stacy, Karen Page). Y angustiosamente existencialista en la mayor�a de los casos. S�, no cabe duda. Stan Lee era un dialoguista excelente.





Hay dos grandes hallazgos que Lee introduce en el mundo de los comics. Coherente con su idea de "superh�roes con superproblemas", y supongo que por tener que rellenar con textos escenas donde unicamente se ve�a al superhombre solo dando saltitos por las azoteas, Stan Lee introduce por primera vez el "dream balloon" con contenido. Me explico. Hasta entonces, el dream balloon (o sea, el globo con m�s forma de nube que nunca, con bolitas hacia la boca del individuo para indicar que no habla, sino que piensa) no hab�a expresado realmente pensamientos, sino avisado de las acciones que tal o cual personaje pretend�a realizar. En muchas ocasiones, ese dream balloon incluso se realizaba en voz alta (sobre todo en los tebeos rom�nticos, a los que llegaremos m�s adelante). Con los superh�roes de Lee, esos pensamientos no s�lo se referir�n a obvias cosas por hacer, sino que reflejar�n las tribulaciones existenciales de los personajes. No s�lo veremos su ansiedad o su impaciencia por el siguiente combate con el villano del mes, sino sus reflexiones por su situaci�n amorosa, su falta de dinero, los suspensos del colegio, la enfermedad de la t�a May, el agobio por abrir los ojos y freir a tu contertulio con un rayo de colores...





Es en estos mon�logos donde encontramos la verdadera vida interior del superh�roe de Stan Lee, la medida justa de sus problemas y de su personalidad. Ni Corto Malt�s, ni Blueberry, ni el Capit�n Trueno ni Flash Gordon han pensado ni piensan como los personajes del Universo Marvel. Es gracias a la sabia utilizaci�n del dream balloon por lo que llegamos a saber m�s de los personajes, a identificarnos mejor con ellos, a sentir que sienten como nosotros. Frente a la frialdad de otros personajes del mundo del comic, los superhombres de Lee se presentan as� directamente al lector, sin cortapisas.





Y luego, claro, est� el detalle genial de que un personaje mudo, hier�tico y casi incomprensible como Rayo Negro de Los Inhumanos no s�lo no hable... sino que no lo veamos pensar. Eso s� que es entender c�mo se define un car�cter.




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Published on December 29, 2013 10:23

STAN LEE: M�SCARAS Y CRUCES DEL HOMBRE QUE SONRE�A (4)







4. LOVE STORIES





El otro gran hallazgo de Stan Lee es algo m�s risible, quiz� menos trascendente pero igualmente importante. El atractivo del universo marveliano se basa en el c�ctel de aventura y melodrama. Es decir, Lee consigue trasladar los ingredientes del "tebeo de ni�as" (y no olvidemos su experiencia en los guiones para Millie the Model y otros tebeos rom�nticos) al mundo de la aventura.





Dale Arden fue siempre una boba. Diana Palmer casi lo mismo. Dragon Lady demasiado ca�era. S�lo Aleta pudo dar a Prince Valiant el tono justo entre aventura amorosa y realidad matrimonial cotidiana tan ajena al mundo de los comics. Stan Lee toma los t�picos m�s manidos del tebeo de ni�as y los conjuga con su universo desquiciado, logrando interesar en el romance a lectores que, de entrada, son masculinos. Ve�moslo: una secretaria enamoriscada de su jefe, un abogado cieguecito; una enfermera loquita por su m�dico, que es cojo; una adolescente que se pirra por los bellos ojos de un tipo que podr�a dejarla en el sitio si se quitara las gafas ahumadas; una ciega emancipada que ama a un cacho de roca con mal genio; un profe calvorota y paral�tico que tampoco hace ascos a un romance con la pelirroja de antes, que podr�a ser su hija; un �ngel literal que trata de ligar con la misma chavala, que adem�s de maravillosa es �nica; una chica que no debi� de pasar de hacer un cursillo de corte y confecci�n del PPO, enamorada de un cient�fico canoso, estirado y algo despistadete con quien al final acaba por casarse, toma braguetazo; la hija de un militar reaccionario que en vez de enrollarse con un hippy fumador de porros lo hace de un monstruo verde, que para el caso viene a ser lo mismo; un multimillonario gallardo y calavera que masacra vietnamitas con dolor de su coraz�n y que para que le siga latiendo debe llevar una lata debajo del traje y la corbata, vaya incordio. Y no mencionemos ya los amores y desamores de cierto adolescente con complejo de culpa que no se come una rosca en su vida y que, al final, superado Lee, hasta ver� c�mo el malo de turno lo deja compuesto y sin novia.





Son topicazos, situaciones salidas de un tebeo de "Azucena" que habr�amos arrojado con desgana y choteo a la cara de nuestras hermanas mayores. Pero que, al mezclarse con el olimpo enloquecido de los personajes marvelianos, acaba de redondear el c�rculo. Porque el abogado cieguecito se toma por las noches la justicia por su mano, en una curiosa negaci�n de todo aquello en lo que deber�a creer, y se vuelve un aut�ntico diablo; y el m�dico cojito se convierte en melenas con casco pero sin moto y vuela que se las pela (y habla con ritmos intraducibles, ay); y el novio de la ciega se l�a a dar mamporros y a retorcer farolas como nadie; y el cient�fico despistado sabe de cohetes y de cosas c�smicas y adem�s se estira como el de los chicles Boomer y aunque sea muy serio no veas c�mo se explica cuando hace falta.





Y claro, el adolescente que no se com�a una rosca, adem�s, ten�a problemas de desahucio, de dioptr�as, le pegaban los matones del cole y era un empoll�n de no te menees, y ten�a que comprarle medicinas a su pobre t�a enferma (porque, para m�s inri, el chaval era huerfanito de padre, madre y t�o), que ten�a ataques al coraz�n o a donde fuera en los momentos m�s inoportunamente excitantes.





Lo dicho. Melodramas radiof�nicos, tebeos de ni�as ali�ados sabiamente para el consumo de adolescentes con complejo de culpa. Cuando Claremont lleg� a la Patrulla X y explot� el rollo de "soy distinto, soy infeliz, pero en el fondo soy bueno, dame una oportunidad, dame algo", no estaba haciendo m�s que aumentar la bola de nieve que pap� Lee hab�a echado a rodar.





Porque, y aqu� viene lo importante, todo el cachondeo inevitable de estas situaciones puramente melodram�ticas no lo parece. Nos las creemos (�nos las cre�amos?) a pies juntillas. Cualquier otro escritor habr�a creado un dram�n continuado, una soap opera llena de basura, inveros�mil, intragable. Pero con Stan Lee nos parec�a lo m�s normal del mundo. Todo era evidente, l�gico, apasionante. No pod�a ser de otra forma.




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Published on December 29, 2013 10:23

STAN LEE: M�SCARAS Y CRUCES DEL HOMBRE QUE SONRE�A (5)







5. G�NESIS SIN RUMBO





En la mezcla de lo cotidiano, casi lo cutre, lo rom�ntico, casi lo cursi, y lo �pico, casi lo desaforado (y pueden ustedes si quieren quitar los "casi"), Stan Lee y su Bullpen encontraron un fil�n. Est� tambi�n, claro, el humor, pero �ste se desarrolla m�s en los comentarios de los superh�roes entre torta y torta con los que el scripter tiene que justificar que anda ah� dentro metido. Las situaciones visuales (y cito de memoria) son escasas, m�s cosa de Ditko y Kirby que del propio Lee, me parece. Al menos, no es por el sentido del humor por lo que Lee-guionista pasar� a la historia, creo, sino por el agobiante af�n de trascendencia de sus personajes. Otra cosa, claro, es el Lee-mercader que anuncia su producto desde la "Stan´s Soapbox" y se presenta al p�blico como un colega algo canoso, con peluqu�n muy bien colocado, capaz de utilizar una verborrea propia con la que no le entiende ni dios... quiz�s para hacer creer que "est� en la onda" de la juventud o la infancia que le sigue y a la que divertidamente alecciona.





Si quieres arroz, toma dos tazas. Si un personaje de comics tiene �xito, adelante con los faroles. A crear otro. Mientras que otros autores s�lo ser�n recordados por una creaci�n (Bob Kane con Batman, por ejemplo; Siegel y Shuster con Superm�n; Chester Gould con Dick Tracy), Lee, Kirby y compa��a, dignos herederos de gente como Will Eisner y su estudio, dieron en crear un tropel de personajes en pocos a�os, hasta crear eso que se ha llamado "The Marvel Age of Comics". Todos ellos ya ten�an a sus espaldas a�os de creaci�n de t�tulos ef�meros, de multitud de otros personajes mejos afortunados, y quiz� ninguno creyera que los nuevos y extra�os, extra��simos superhombres fueran a durar, tras los palos y hundimientos de la industria del comic-book en los a�os cincuenta, m�s de unos pocos meses. Eso podr�a explicar que los or�genes de los superhombres y hasta la direcci�n de muchas de las series sean tan d�biles, tan oscilantes.





No hay m�s que ver los cinco o seis primeros a�os de Marvel para darse cuenta de que ni Lee, ni Kirby, ni Ditko ni ninguno de los dem�s ten�a nada claro qu� estaban haciendo. Los argumentos de los primeros tebeos de La Masa, de los cuatro efe, de Thor, son sempiternas repeticiones de los tebeos de monstruos y las invasiones extraterrestres o comunistas. En absoluto, en modo alguno, hay sensaci�n de que se est� creando un "universo" fant�stico.





El personaje marveliano ("�Leeiano?") se va definiendo poco a poco, a partir del esquematismo a veces absurdo de las l�neas directrices del tebeo de presentaci�n, el "origen" de unos h�roes que, en alg�n que otro caso (Hombre Hormiga), no tiene empaque para ir m�s all� de esa historia singular. La ganancia y la p�rdida son, ya se ha dicho, parte consustancial a la creaci�n de los nuevos mitos: tel�patas paral�ticos, ciegos con sentido del radar, forzudos sin belleza y/o inteligencia. Pero pasa mucho tiempo antes de que, por ejemplo, La Masa se asiente como algo m�s que un mero cient�fico perdido en el desierto que deshace mes s� mes no planes comunistoides, o que Thor se presente como verdadero dios del Trueno y se asuma la mitolog�a escandinava como "real"... o que se revele siquiera el origen de Doctor Extra�o como versi�n tebe�stica de "Horizontes Perdidos" (muchos referentes marvelianos est�n en el cine: Ronald Colman es, claramente, Stephen Extra�o. Y el no menos olvidado Howard Hughes el inspirador del rancio Tony Stark).





No es extra�o que en la org�a creativa que supone el petardazo del Universo Marvel Lee (y Kirby) lanzaran s�lo el primer n�mero de una serie y luego dejaran en otras manos, normalmente menos h�biles, su continuaci�n o desarrollo. Y no es extra�o, claro, que esas ideas fueran en ocasiones p�simamente desarrolladas, o que algunos de esos personajes no merecieran la pena. Recu�rdese, insisto, la creaci�n de Thor, o de Iron Man, o la falta de direcci�n de los X-Men (pese que a Lee y Kirby aguantaran un poco m�s en este t�tulo), o el fracaso que supuso La Masa en sus seis primeros n�meros antes de refugiarse en otro t�tulo y seguir tirando. Tendr�a que ser la vuelta m�s serena de Lee y Kirby a algunos de esos t�tulos (Thor), o la llegada de savia nueva (Roy Thomas, el padre putativo del Universo Marvel, el autor que le da la cohesi�n y el sentido de evoluci�n conjunta que antes no ten�a), lo que recondujera a esos personajes y esos t�tulos que a�n perduran, con altibajos, a veces misteriosamente, hasta nuestros d�as.





�Por qu� unos personajes son un �xito y otros m�s o menos se aguantan? Quiz� ni Lee pueda explicarlo. Yo tengo una explicaci�n m�s sencilla. No todos los guionistas (ni todos los lectores) son-somos cirujanos, abogados, multimillonarios, cient�ficos, extraterrestres o tel�patas. Pero todos hemos sido adolescentes, hemos ido al instituto, nos ha partido la cara el mat�n de la clase. El gran �xito de Lee (y Ditko) est� en la plasmaci�n cuasi-real de unas situaciones por las que m�s o menos ha pasado todo el mundo. Por eso, que no por otra cosa, triunfa Spider-Man. Y quiz� porque Lee no tiene estudios universitarios, y se queda cojo creativamente cuando Ditko se cabrea y se marcha a otra parte, la serie del Hombre-Ara�a pega un notorio baj�n argument�stico con la llegada de Romita Senior, incluso cayendo por una temporada en manos de Don Heck, y no es revivida hasta la irrupci�n de John Buscema primero y de Gil Kane despu�s, confinando a Romita a las tintas y a "embellecer" como s�lo �l sabe el producto. Pero, alardes gr�ficos aparte, la universidad a la que Peter Parker asiste no es real, no desprende ese tufillo a conocido que desprend�a el colegio. Su adolescencia pre-adulta de "integrado" marginado solo a veces, choca de plano con los primeros tiempos de inconformista "apocal�ptico" a su pesar. Casi podr�amos decir que llega un momento en que Peter Parker, pese al dibujo m�s estilizado y su integraci�n en una sociedad m�s "real" donde se abordan de tapadillo problemas "reales", ya no es nosotros, ya no es un adolescente donde se refleja el p�blico como en un espejo, sino un cuarent�n o cincuent�n llamado Stan Lee al que en m�s de una ocasi�n se le nota el peluqu�n y el plumero en su af�n por mostrarse moderno. Una lectura atenta (e injusta) de todos los tebeos de Amazing Spider-Man en orden nos revela eso, que con Ditko la serie parec�a tener un sentido de b�squeda y que sin �l, con Lee a solas, va a la deriva. Hay momentos magn�ficos (la llegada de Romita padre fue por la puerta grande guion�sticamente hablando; la saga de la tableta de piedra es de las mejores que se recuerdan; la trilog�a de las drogas), pero en conjunto no puede dejar de advertirse una especie de laxitud en las aventuras, en las situaciones familiares o amorosas, un estancamiento de Peter Parker en su vida y de Lee en sus guiones.





Y si eso le ocurre al h�roe m�s sencillo de todos, m�s cotidiano, el que tiene m�s puntos en com�n con cualquier lector (insisto, no todos somos neurocirujanos, brujos ni abogados), pues comprueben ustedes con los otros personajes. Y recu�rdese lo d�biles que son las mujeres creadas por Lee. No hay que remontarse a Hulka para ver d�nde el guionista estaba fuera de pie.





Se ha dicho, en mi opini�n equivocadamente, que Fantastic Four era el centro del universo Marvel. Quiz� lo fuera para Stan Lee, pues a fin de cuentas se trata del primer t�tulo de la casa, la primera familia, o que eso pretendiera la editorial. Para los lectores que fuimos, el centro del universo Marvel, la serie de series, el t�tulo donde todo encaja y tiene sentido y se relaciona (y nos hace decir aquello de "toma, claro") es The Avengers. Y ese t�tulo se convierte en la serie central cuando Roy Thomas se encarga de los guiones. Urge un estudio sobre la figura m�tica del Rascally Roy, el primer fan en dejar de serlo, el hombre que es capaz de anudar los hilos e incluso trenzar hacia atr�s, hacia la Edad de Oro, el universo Marvel.





Porque Lee, en los Cuatro Fant�sticos, apenas si hace ir presentando personajes de forma m�s o menos descarada para despu�s lanzar o relanzar sus t�tulos propios. Hoy el Hombre Hormiga, ma�ana Pantera Negra, despu�s Him, con alg�n ocasional y repetitivo encontronazo con La Masa por aquello tan original de qui�n es m�s fuerte, la Masa o la Cosa, o los pintorescos crossovers entre Vengadores por un lado y Patrulla-X por otro. Es sabido que Lee se equivoca continuamente en los nombres de sus personajes, que no le importa el pasado de Timely-Marvel para lo que est� contando, lo que lleva a cometer errores de bulto que luego los "archiveros locos" de la continuidad han tenido las agallas de resolver: Que Steve Rogers se enamorara de una agente Sharon Carter en los a�os sesenta cuando en los a�os cuarenta lo hizo de una tal Peggy Carter es casualidad pura, despiste puro, ignorancia pura. Demasiado heavy que se enamorara de su propia hija ileg�tima, �no? Menos mal que luego lleg� Steve Englehart y lo solucion� diciendo que eran hermanas que se llevaban m�s de veinte a�os, aunque estuviera tra�do de un pelo. Y tres cuartos de lo mismo con Rick Jones como sustituto-doble f�sico de Bucky Barness.





Lee no era demasiado consciente, me parece, de la creaci�n de una supraentidad llamada Universo Marvel, y detalles como estos lo demuestran. Quiz�, en el fondo, eso fuera bueno, pues cada serie acaba por tener su propia personalidad diferenciada, sus propios secundarios de post�n, y los escasos crossovers que entonces eran quedaban para momentos �lgidos, acontecimientos verdaderamente �nicos y festivos.





Nada de ese candor, de ese juego descubridor e intrascendente, queda ya ahora.




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Published on December 29, 2013 10:23

STAN LEE: M�SCARAS Y CRUCES DEL HOMBRE QUE SONRE�A (6)







6. EN LA CRESTA DE LA OLA





Siendo un magn�fico escritor, con un sensacional sentido del tempo narrativo y del drama, resulta curioso que los personajes m�s emblem�ticos y significativos del universo marveliano se le discutan o que �l mismo reconozca son creaci�n de otros. Es el caso de Estela Plateada, que a pesar de ser creado de rond�n por Jack Kirby es "usurpado" por Lee poco despu�s y acaba por ser, junto con Spider-Man, su personaje m�s caracter�stico.





Silver Surfer, dibujado por los hermanos Buscema en uno de los m�s bellos ejercicios de exhibici�n anat�mica plateada y de poses declamatorias (y de sexo encubierto, ah, Mefisto y Shalla-Ball), constituye el punto �lgido de Lee como escritor, y tambi�n, curiosamente, su m�s sonoro fracaso. Cierto que eran tebeos dobles, m�s caros, y que hubo seg�n confiesan problemas de distribuci�n que dieron al traste con el experimento. Pero a pesar de los maravillosos dibujos y de los hermos�simos mon�logos de Estela Plateada el lector no puede desprenderse de la sensaci�n de estar leyendo un pe�azo inaguantable.





Estela Plateada es el personaje de Lee llevado al paroxismo pacifista, el quiero y no puedo definitivo, un tebeo adulto como eran los tebeos adultos hace dos o tres d�cadas, infantil a ratos, profundo sin sonrojo. El marginado definitivo. El m�rtir absoluto.





Y tambi�n el personaje con el que Lee, en m�s de una ocasi�n, trata de escapar al Universo Marvel. Ya la novela gr�fica (recientemente reeditada) realizada con Jack Kirby se juega a la peligrosa baza de tratar de "aislar" al surfero plateado del resto del universo de papel, en peligroso movimiento que hace que, por ejemplo, los personajes Marvel (y tambi�n DC) no valgan un pimiento fuera del g�nero, pues falta el contrapeso de todos los otros personajes y el contexto del universo para darles equilibrio (�toma nota, Hollywood!).





Cuando Lee inicia la serie del Surfer, lo hace con otros puntos de vista, y son contados los otros superh�roes (Thor, Fantastic Four, Spider-Man) que asoman a sus p�ginas. Estela Plateada ya hab�a tenido sus m�s y sus menos con Doctor Doom en la serie de los Fant�sticos, pero �ste no se ve por aqu� ni con lupa. Es Mefisto el malo mal�simo de este t�tulo. Y, para demostrar que Lee es un chico muy le�do que adora la �pera, hasta el Holand�s Errante se permite hacer una incursi�n por sus p�ginas. Y el monstruo de Frankenstein, en una nueva y tediosa revisitaci�n despu�s de su puesta al d�a bajo la piel verde de Bruce Banner. Y los badoon como raza extraterrestre-futura no conocida en el universo marveliano del momento.





Silver Surfer es un tebeo extra�o. El primer n�mero, donde se narra el origen del personaje, entra en absoluta contradicci�n con lo contado ya en la serie de los 4F: pues si Norrin Radd ya era noble, bello e idealista all� en su planeta de calvos, antes de que Galactus le diera su capa de barniz titanio, �a qu� ven�a entonces su s�bito cambio de actitud y su revuelta contra Dios, la "humanidad" aprendida de Alicia Masters, lo injusto de su destierro en la Tierra? O Lee no se acordaba o no le interesaba. Tuvieron que llegar luego otros, claro, y enmendarle la plana, y explicar la amnesia provocada por Galactus al darle los poderes y todo eso. Siempre es bueno tener a los subalternos al quite.





Despu�s del origen c�smico, el resto de la serie es un incesante vagabundeo en busca de respuestas, palabras huecas y met�foras hermosas que a nada conducen (pero dando, ojo, mil vueltas a piruetas sobre vac�o como Haxtur), explotando hasta la saciedad el tema de la incomprensi�n, la falta de solidaridad o la violencia inherentemente humanas. El castigo de reclusi�n en la Tierra acabar� por pesar enormemente sobre la serie, pues Lee jam�s llev� adelante ning�n paso l�gico en las situaciones estancadas de sus personajes, excepto para casar a alguno de ellos, y no es extra�o que, agotado en s� mismo el concepto, Estela Plateada volviera a ser un secundario de lujo, ultrapoderoso (que ese pudiera ser otro fallo), relegado a apariciones espor�dicas en el t�tulo que lo vio nacer. Y tampoco es extra�o que, cuando muchos a�os despu�s volvieran a resucitar la serie, obviaran el bello batacazo de pap� Lee y optaran por darle al personaje un matiz spaceoper�stico la mar de horroroso, libre de las cadenas impuestas por su pecado de ser hippy bienintencionado y meditabundo en una Tierra que ya no estaba para esas zarandajas.







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Published on December 29, 2013 10:23

STAN LEE: M�SCARAS Y CRUCES DEL HOMBRE QUE SONRE�A (y 7)







7. MADE IN AMERICA





Lo que Lee ten�a que contar ya lo cont� en su momento. Fue capaz de poner la m�quina a punto y echarla a andar, lo cual ya es bastante. Si alguna vez dio la impresi�n de que era un rebelde al sistema, su salida del mercado por la puerta de plata contradice cualquier impresi�n de que fuera un luchador por la causa como, ahora, se nos vende la imagen de Jack Kirby o se le niega (por ser a�n m�s individualista y facha) a Steve Ditko.





El m�rito de Lee quiz� est� m�s en sus funciones como "editor" que como argumentista. Sus magn�ficos textos y sus exaltados di�logos podr�an parecernos hoy superados, y quiz� as� sea, pero en su momento rompieron moldes y demostraron que hab�a que leer los bocadillos para disfrutar de un tebeo. Los dibujos de Jack Kirby se leen y admiran solos, pero son los di�logos que inserta Lee, los cambios que Lee fuerza, los enga�os que Lee escamotea (por ejemplo, la discusi�n respecto a la cicatriz diminuta de Doctor Doom, seg�n quiere absurdamente Kirby; la personalidad de Green Goblin, un tipo an�nimo seg�n exige Ditko), son lo que al fin y al cabo han venido a dar la imagen de la casa, la marca de f�brica.





Es posible que Lee no quisiera o no le dejaran continuar siendo el pap� sonriente pero tiranuelo dentro de la casa. Es posible que, fuera ya de la empresa los artistas con los que mejor se entend�a y con los que m�s se peleaba (y a lo peor a los que m�s ideas robaba), �l mismo se diera cuenta de que diez a�os en el mundo del comic (diez a�os de entonces, equivalentes a unos dos de ahora) son demasiados, m�s de una o dos generaciones de lectores. Es posible que, al dictado el g�nero de terror y de kung-fu que se impon�a, con el despertar de la Distinguida Competencia y la aparici�n de t�tulos m�s "adultos" y con el marchamo de "cualit�" al que desde entonces ha jugado DC a falta de poder desarrollar algo interesante en sus series m�s se�eras, Lee comprendiera que su �poca como guionista y multipoderoso editor de todos los t�tulos de la casa hab�a pasado. Una generaci�n de nuevos lectores, dibujantes y escritores necesitaba una nueva generaci�n de editores, y fue entonces cuando Lee se convirti� en el relaciones p�blicas de s� mismo que hemos aprendido a admirar y a repeler, identific�ndose quiz� sin trasfondo real con la maquinaria que es Marvel (aquello de "el estado soy yo" pero en tebeos), publicitando productos inferiores cuando no horrorosos fuera del g�nero para televisi�n o videojuegos (nunca cine), donde se saquean sin disimulo guiones de comic-books a los que se altera orden y significado, quiz� porque todo vale una vez el tebeo est� terminado y cobrado...





Stan Lee ha vendido siempre su imagen sonriente de abuelete insertado en el sistema, de creador millonario, despreocupado y feliz. Sabemos por otros autores que Marvel no los ha tratado bien, o que ha destrozado sus ideas o sus derechos, pero Lee jam�s ha dicho esta boca es m�a. Si ha tenido alg�n roce (que debe haberlos tenido, claro) con los "powers-that-be", con la gente que estaba y est� por encima, nunca ha levantado la voz por la cuenta que le trae. Y aunque no se hablara ya con Ditko o con Kirby reconozco que jam�s he le�do m�s que alabanzas por su parte hacia sus compa�eros de fatigas creativas. Quiz� en eso, como en tantas otras cosas forzadamente alegres e intrascendentes, Lee no sea sincero. Mucho m�s que Kirby, casi a la altura del hosco Ditko, Stan The Man sigue siendo un desconocido escondido tras la cortina de humo de su sonrisa de gato de Cheshire.





Me da la impresi�n de que a Stan Lee nunca le ha importado demasiado el enorme potencial de lo que �l y otros han creado; o, para ser m�s exacto, que no se lo ha tomado demasiado en serio. Y quiz� hace bien.





A fin de cuentas, son s�lo tebeos.
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Published on December 29, 2013 10:23

December 19, 2013

DOS ESCRITORES EN M�XICO (8)







Esclavos del jet lag, nos seguimos despertando temprano. Yo invierto ese tiempo en wassapear con la familia, aprovechando las ocho horas de diferencia, mientras que Juanmi se va al gimnasio del hotel a perder los muchos kilos que le sobran. Mi mujer me comunica que han llamado, en Espa�a, del banco: un error en una transaci�n con la tarjeta de cr�dito me la ha anulado. Mierda. Llevo euros, s�, pero la visa siempre es un plan B por si se te antoja cualquier tonter�a imprevista.





Pasamos la ma�ana dando vueltas por el centro hist�rico, que sigue estando cortado y tomado por la polic�a: una polic�a, lo vemos claro, que se aburre, come continuamente, aprovecha para hablar por el m�vil con la parienta o el pariente, se lustra los zapatos. De pronto dejan de causarnos impresi�n y decidimos que son como los romanos de Ast�rix.





En la plaza, siguen montando la Feria que abrir� el mi�rcoles, o sea, dentro de menos de veinticuatro horas. Vemos la catedral, nos tomamos una cerveza pero somos incapaces de tomarnos el tentempi� que las acompa�a, de puro picante. Luego, en el mismo hotel, nos pillamos un taxi (todo el mundo nos ha advertido que no tomemos taxis en la calle por lo que pudiera pasar) y nos llevan al mercado de artesan�a de la Ciudadela, donde nos est� esperando Paco Taibo.





El mercado es una explosi�n de baratijas y colores, de artesan�a y de gente amable, un laberinto de puestos donde todo entra por los ojos y todo se antoja. Hay calaveras, hay sombreros charros, hay llaveros, y monstruitos de madera, y vestidos y chales y platos y carteras de piel y todo lo que uno pueda imaginarse. Los precios son irrisorios, pero gasto en seguida lo que llevo encima en regalos para la familia.





Paco insiste en llevarnos a comer unos tacos, pero la taquer�a ya no existe. Nos pide un taxi que nos lleve de vuelta al hotel (�l sigue de promoci�n con su libro) y durante diez o quince minutos viajamos Juanmi y yo en silencio, con la mosca detr�s de la oreja, por si al taxista se le ocurre que somos gringos de posibles y le da por asustarnos. Pero no.





Comemos en el hotel, donde cada d�a se l�an los camareros con nuestros men�s acordados y no saben, o no recuerdan, o no les interesa, si las bebidas alcoh�licas (o sea, la cerveza) van o no incluidas en el paquete.





Por la tarde, Paloma viene a recogernos para llevarnos a una de las televisiones de la ciudad, donde nos entrevistan a los tres a cuenta de la inauguraci�n de la Feria. La televisi�n est� llena de ese bullicio del periodismo en directo que siempre me llena de envidia. La entrevista es cortita, apenas un inserto de diez minutos en una programaci�n que, seg�n parece, no est� muy a favor de la Feria.





M�s tarde visitamos la Feria ya casi terminada y all� nos encontramos a Eduardo Monteverde y a Fernanda. Fernanda quiso celebrar su treinta cumplea�os saltando en paraca�das y el paraca�das no se le abri�, con lo que salv� la vida de milagro, aunque la recuperaci�n ha sido larga. Nos llevan a dos pasos de la Plaza, a un viaje al siglo diecis�is, como dice Eduardo. Y all�, detr�s de la fachada de una zapater�a (los atentados urban�sticos no son exclusivos de nuestras ciudades) nos lleva al primer hospital fundado en el Nuevo Mundo, un patio hermoso lleno de �rboles y an�cdotas y frisos que Eduardo, con su sabidur�a hipn�tica, nos va desgranando: la s�ntesis de lo europeo y lo mesoamericano, las cruces sin crucificado que fueron el primer santo y se�a de la evangelizaci�n (sin crucificado para que no se asimilara a las pr�cticas can�bales del mundo azteca), las mil y una an�cdotas de ese visionario que fue Hernan Cort�s, tan vilipendiado y admirado al mismo tiempo.





Un viaje, en efecto, al siglo diecis�is, quiz� m�s puro y atractivo que el futuro que nos espera a todos.
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Published on December 19, 2013 03:41

DOS ESCRITORES EN M�XICO (9)










Llega por fin el gran d�a. Con una semana de forzoso retraso, contra todas las zancadillas habidas y por haber, la Feria Internacional del Libro del Z�calo abre sus puertas. La polic�a, a pesar de que dijeron lo contrario, no ha abandonado sus puestos y el centro hist�rico de la ciudad sigue sitiado, pero ahora al menos dejan circular a los coches y es posible acceder a pie a la plaza del Z�calo.





No todo est� listo. Quedan stands por montar. Hay todav�a nervios, y tr�nsito de paquetes cargados de libros. Y mucha polic�a, inevitable, no solo de uniforme: tambi�n de paisano. A la inauguraci�n de la Feria vendr� (o eso se espera, las comunicaciones entre los pol�ticos y los organizadores son un caos) el jefe de gobierno de la ciudad, que es el pomposo nombre con el que all� denominan al alcalde. Los polic�as de uniforme, sacaditos de una pel�cula de Clint Eastwood, son los guardaespaldas.





Hay dos carpas gigantescas y en la mayor de ellas tendr� lugar el acto protocolario. All� mismo, en la puerta, nos encontramos a Juan Madrid, que acaba de llegar. Conocemos a Juan de alguna Semana Negra, pero ahora somos tres escritores solos, los �nicos espa�oles, y agradecemos nuestra presencia compatriota. Juan es un tipo abierto, listo como el hambre, en forma (fue boxeador aficionado en su juventud), al que no detecto en su acento ning�n rastro del andaluz que es. Viste una eterna gorrita como de miliciano y dice mucho "compa�ero" con una vitalidad que contagia.





La carpa se va llenando de gente. Nos sentamos al fondo. Entra Paco Taibo en loor de multitud, acompa�ado por un luchador de lucha libre mexicana, creo que el hijo de Santo el Enmascarado de Plata.





A punto ya de empezar la inauguraci�n oficial, Paco viene a buscarnos y nos rescata de las sillas del fondo. Son ustedes los invitados, nos dice, tienen que estar en primera fila, pendejos. Y en primera fila (bueno, en la tercera) nos sentamos.





Empieza a hablar la consejera de cultura y entonces se arma el esc�ndalo. Unas cuatro o cinco filas por detr�s empiezan a asomar pancartas, gritos, bocinas. Una reivindicaci�n de unos talleres culturales que no han recibido las ayudas prometidas. Por un momento pienso que all� se va a armar gorda. Los guardias de seguridad est�n al quite. All� no hay quien escuche a la oradora. Y Juan Madrid, que observa como yo observo al jefe de gobierno, que ni se despeina de su peinado tipo Kennedy, me dice: Este es un profesional, ni se inmuta.





Termina la algarada, se hace el silencio, la consejera suelta su discurso, una escritora cuyo nombre no recuerdo recibe un premio in situ y larga un discurso algo farragoso y con un inevitable deseo de epatar, y por fin el jefe de gobierno toma la palabra, nos nombra a los escritores presentes como si tuviera nuestros libros en la mesilla de noche, pronuncia el discurso t�pico de los pol�ticos y se refiere a los alborotadores diciendo que ahorita mismo van a platicar del problema. Se apunta el tanto de la protesta. Juan Madrid me insiste por lo bajini: un profesional, ya te digo.




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Published on December 19, 2013 03:41

DOS ESCRITORES EN M�XICO (10)

Qui�n nos iba a decir a nosotros que despu�s de m�s de doce a�os acudiendo sin faltar a la Semana Negra de Gij�n la mejor fabada la �bamos a probar en Ciudad de M�xico. Pero as� fue. Y tiene su secreto claro, porque la fabada la prepar� una asturiana que desde hace muchas d�cadas vive en D.F., ni m�s ni menos que la mam� de Paco Taibo II.





Fue Paco quien, el d�a anterior, mientras nos march�bamos con su hija Marina a que nos entrevistaran en una radio lejana (en D.F. todo est� lejano, a treinta atascos y siete colisiones evitadas por los pelos) quien nos dijo: T�, y t� ma�ana ven�s a comer fabada a casa de mi madre. Y all� fuimos, solo que Paco ten�a que presentar su libro en Tijuana y no vino.





Juanmi y yo, acompa�ados por Jos� Ram�n, nos presentamos en la casa. Un poco sin saber qu� cara poner, desde luego, porque apenas hab�amos visto a Mari, la madre de Paco, un par de veces en Gij�n, y nos daba un no s� qu� colarnos all� a comernos su comida. Pero no �ramos los �nicos invitados: al menos otras diez o doce personas nos acompa�aron, entre ellos su hijo Benito, de quien nos burlamos un tanto haci�ndole creer que cre�amos que era mayor que su hermano Paco (Benito resulta que es menor que yo). Los invitados eran gente mayor, m�s alguna joven editora. La casa estaba llena de fotos de intelectuales, de artesan�a hermosa. Nos pusieron tortilla, nueces fritas y un surtido de quesos. Y cuando nos sentamos a la mesa (tuvimos que usar dos mesas) nos lleg� la fabada.





Y qu� fabada. En su punto justo, con material tra�do (misteriosamente) de la propia Asturias. Regada con un buen rioja, y con una conversaci�n apasionante que tuvimos que abandonar a la hora y pico porque nos esperaban en el Z�calo.





Una mesa redonda sobre ciencia ficci�n, donde en teor�a yo no ten�a que haber participado pero lo hice. Con Jos� Luis Z�rate, que viste siempre como si tuviera fr�o y va acompa�ado por un patito de peluche, y Bernardo Fern�ndez, Bef, junto a otro escritores mexicanos de ciencia ficci�n y fantas�a. Hab�a mucho p�blico y participaron con preguntas, pero nos qued� a los dos espa�oles la sensaci�n de que all� no nos conoc�a nadie.





Dos horas m�s tarde, otra mesa redonda, esta vez sobre los libros que nos convirtieron en lectores y luego en escritores, donde intentamos ser simp�ticos pero todos los aplausos se los llev� una estrella medi�tica del pop mexicano. Ciertamente, el hombre ten�a gracia.





Por la noche, nos prometieron llevarnos a Garibaldi a escuchar mariachis. Pero antes nos llevaron a comer tacos. Y nos llevaron a comer tacos all� al quinto pino, de nuevo. Tacos pastor, la perdici�n de Juanmi. Y mucha cerveza, esta vez Negra Modelo. Cuando terminamos la cena es ya tan tarde y estamos tan agotados que la promesa de ir a Garibaldi queda en el olvido.










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Published on December 19, 2013 03:41

DOS ESCRITORES EN M�XICO (11)







Apuntando el fin de semana, el p�blico empieza a acudir en masa a la Feria, pero como nosotros tenemos nuestros actos por la tarde, durante la ma�ana nos dedicamos a hacer turismo por donde podemos, que no es mucho porque el centro contin�a acordonado por la polic�a, que sigue limpi�ndose las botas, comiendo bocadillos o hablando por el m�vil. Como ratas en un laberinto, sorteamos una y mil veces los caminos del Z�calo intentando llegar a las ruinas del templo mayor o acceder al edificio donde los murales de Rivera todav�a siguen esper�ndonos, porque est� cerrado a cal y canto desde hace meses.





Tomamos cervezas con Juan Madrid, que tiene una conversaci�n llena de an�cdotas y experiencias y nos embelesa con sus historias. Juan es todo un personaje, digno de una novela en s� mismo. Nos cuenta que no fue a ning�n colegio hasta los diez a�os, que abandon� pronto los estudios porque se aburr�a, que trabaj� de botones en una editorial, que se sacaba un sobresueldo vendiendo puros en los cabarets y que fue boxeador en sus a�os mozos, y que entr� tarde en el mundo de la literatura. Nos refiere su admiraci�n por las mujeres de Chicote (unas se�oras elegant�simas, con unos talles de impresi�n, recalca, un tipo de mujer que ya no existe), y de su amistad con Fernando Fern�n G�mez, a quien imita a la perfecci�n no solo en la voz, sino en el gesto, y de quien nos revela la verdad aprendida, una de esas verdades machistas como un templo, que tanto Juanmi como yo atesoramos desde hoy: el hombre lo que quiere es follar sin hablar. Esa es la cuesti�n.





Como Juan comparte alg�n libro en Edeb�, la delegaci�n mexicana tiene el detalle de invitarnos a los tres, junto con Marina Taibo, a comer a un restaurante. No s� qu� impresi�n sacaron los editores de nosotros, dos tipos que escriben una ciencia ficci�n disfrazada de juvenil y otro que escribe obras maestras del g�nero negro y que con ellos tiene una novela de aventuras.





El restaurante es c�lido y caro, europeo en su forma y estilo. Nos ponen tequila antes de comer (el �nico tequila que bebemos en nuestra estancia en M�xico, por cierto), y y pido un Matarromera para todos. Entre los platos que se eligen, pese a mi reticencia inicial, gusanos de maguey tostado y escamoles, que son larvas de hormiga.





Yo juraba y perjuraba que ni probarlos, y probablemente en otro sitio no me habr�a acercado a ellos, pero los platos tienen tan buena presentaci�n que venzo el resquemor, cojo un gusano y lo muerdo. Tostado sabe a bacon, o a kikos. No da asco verlos en el plato. En el taco, con su salsa y sus av�os, son como cualquier otro taco. Los escamoles parecen pi�ones y est�n exquisitos. No hab�a, o se nos pas� pedirlos, chapulines, l�stima.





Por la tarde tenemos una mesa redonda con Paco Taibo y Eduardo Monteverde sobre novela negra. Es entretenida a pesar de que un borracho se cuela en el acto y hace todo lo posible por llamar la atenci�n. Admirable la manera en que Paco logra quit�rselo de encima. Luego, ya ca�da la noche, despu�s de la cena, se reparte el libro gratuito de relatos, poemas e ilustraciones que ha publicado la Brigada para Leer en Libertad. Hay centenares de personas en cola para que el mont�n de escritores les firmemos, y todos se acercan casi con reverencia, deseando una firma y, m�s que la firma, la dedicatoria: "A Fernanda" (hay muchas Fernandas), "a Cuauht�moc" (hay un par de ellos). Yo soy el �ltimo de la larga mesa, y como me parece un tanto absurdo dedicar sobre lo ya dedicado, solo estampo mi firma. Sigo sin comprender qu� atractivo puede tener mi feo garabato.




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Published on December 19, 2013 03:41

DOS ESCRITORES EN M�XICO (y 12)







El s�bado es nuestro �ltimo d�a en M�xico, y es tambi�n el d�a en que tenemos que presentar Oceanum, en hora de m�xima audiencia, a las dos y media de la tarde, justo despu�s de alguna estrella medi�tica de la cultura pop juvenil.





Ya hemos hecho las maletas. Ya no nos despertamos a deshora v�ctimas del jet-lag. Ya no me cuesta tanto trabajo respirar. Damos el �ltimo paseo por el centro hist�rico, acompa�ados de nuevo por Juan Madrid, que nos cuenta que con Moncho Alpuente lleg� a plantearse un musical sobre Franco. Las risas se rematan cuando digo que un "Franco sobre hielo" habr�a sido la ca�a.





Nos toca por fin nuestro acto en la carpa. Una carpa que est� llena hasta los topes de gente, casi todos j�venes. Nuestra bella editora all� sentada entre el p�blico. Y nosotros dos en el gran escenario, sin nadie que nos presente, porque hasta aqu� ha llegado la leyenda de Pili y Mili en escena, charlatanes, divertidos y exagerados, capaces de meterse en el bolsillo a los asistentes a un velatorio.





Y all� de pronto nos quedamos los dos algo envarados. El libro que venimos a presentar, Oceanum, lo escribimos hace tres o cuatro a�os y, c�spita, ni lo recordamos. Empezamos titubeantes, sin saber muy bien a qui�n nos dirigimos, un tanto escaldados porque lo que cre�amos que era nuestro p�blico natural, la ciencia ficci�n, no hab�a sentido apenas curiosidad por nuestra obra.





Y empezamos hablando de tortugas. Nada, no levantamos el vuelo. Luego hablamos de la an�cdota del capit�n del barco. Tampoco. Un poquito m�s inter�s despierta la flota de juncos chinos, lo que nos permite indicar la gran pancarta con la portada de Juanmi, donde el Drag�n Bic�falo surca el mar infinito de Oceanum.





Y nos quedamos sin mucho m�s que decir. Miro la hora con disimulo. Soy de los que prefieren esperar en el aeropuerto con tiempo de sobra, pero es rid�culo salir ya pitando: no llevamos ni veinte minutos en escena. Y entonces Juanmi tiene la idea: Lee un p�rrafo, anda. Y aprovechando que hemos estado hablando del junco leo el momento en que los tres j�venes aventureros se tropiezan con el barco gigantesco.





Leo despacio, con inflexiones, tratando de ganar tiempo, sabiendo que otras lecturas que hemos o�do aqu� mismo en actos anteriores no se entienden con la megafon�a, y temiendo que por partida doble, mi acento gaditano y mi acento espa�ol, lastren el efecto de lo le�do. Y entonces termino de leer, alzo la cabeza y veo que el p�blico est� asombrado, en el bolsillo, y aplauden. Aplauden mucho.





Desde ese momento hasta el final de la presentaci�n ya todo va sobre ruedas. Los chavales preguntan. Nosotros contestamos. Recuperamos el buen humor y los comentarios jocosos y me despido recordando que nos vamos dentro de una hora y con un "gracias, M�xico" que nos gana un nuevo aplauso.





Entonces llega la hora de la firma de ejemplares y es un momento de j�bilo y gozo, porque jam�s hemos firmado tantos libros de una sentada. Son lectores j�venes que vienen a veces acompa�ados de sus padres o sus profesores, alguno me pregunta qu� otros libros leer, qu� puede encontrar en los libros, otros quieren saber de d�nde soy, porque les gusta mi acento andaluz, distinto a la dureza que ellos captan en el habla de otros espa�oles.





Abrazos de despedida, luego. Los Taibo al completo nos despiden en el hotel, cantando "Adi�s con el coraz�n". Nos lleva un taxi de la organizaci�n al aeropuerto. Con mucho tiempo de antelaci�n, s�, pero sabiendo que es s�bado y c�mo son los atascos de tr�fico, toda precauci�n parece poca.





Y entonces, como una coda po�tica, como una despedida, el dios de la lluvia llora sobre M�xico y una tromba de agua nos acompa�a hasta que el avi�n despega ya en la oscuridad, remontando ese enorme �rbol de navidad de luces multicolores que es la ciudad desparramada hasta el infinito.





Diez horas de vuelo (ganamos dos al viaje de ida) y ya estamos de nuevo en Espa�a. Pasamos por la aduana en dos minutos, sin que nadie nos diga ni p�o. Nos despedimos Juanmi y yo, hasta la pr�xima, hermano. Corro hasta Atocha, donde la ventaja ganada me permite cambiar el billete de tren y llegar a casa, a C�diz, tres horas antes de lo previsto.





Y, como en los cuentos, los criados de librea se convierten de nuevo en ratoncillos, los zapatos de cristal en botas con agujeros y la gran carroza de oro y plata en una calabaza hueca. Fin de la experiencia, adi�s al sue�o. Hasta la pr�xima o hasta siempre, amigos de M�xico.
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Published on December 19, 2013 03:41

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Rafael Marín Trechera
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