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Ejercicios de escritura
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Ejercicio de escritura #01 El calcetín rojo
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Ana Bertha Pérez R.
Bernardo estaba verdaderamente enojado, de nueva cuenta le faltaba en su cajón de la ropa interior un calcetín. Y no era cualquiera, era el de su color favorito: el rojo. Los había adquirido apenas en diciembre pasado y solo los había usado un par de veces.
¿Pero, cómo es posible que se pueda extraviar con tanta facilidad una prenda de vestir? se preguntaba en silencio ya un tanto exasperado. Había pasado más de una hora buscando por toda la casa y brincando en un solo pie, en el que portaba el único calcetín rojo que había encontrado en su lugar.
¡Crucita! gritó a la señora que semanalmente le ayudaba en la limpieza de la casa. Esta llegando apurada preguntó sí señor, dígame usted.
No encuentro el par de este calcetín rojo, ¿se acuerda de haberlo visto?
Yo le dejé como siempre toda su ropa limpia sobre la secadora y la lavadora para que la guardara; cada calcetín estaba hermanado con su par, estoy segura.
Pues no sé en qué momento desapareció, no puedo esperar más. Tengo que salir a trabajar, combinaré mi suéter con otro color de calcetines.
El desesperado dueño del flamante calcetín color grana, enojado se lo quitó y lo lanzó al cesto de la basura, un calcetín sin par no sirve para nada se dijo a si mismo, por lo que decidió deshacerse de él.
De pronto Eléctrico, su perro adoptivo, se arrojó sobre el bote de papeles y con su peluda trompa sacó la prenda que su dueño recién había echado y corrió al jardín moviendo alegremente su rabo. Su dueño lo siguió con curiosidad y observó que escarbaba apresuradamente en un lugar en donde se veía un poco de tierra suelta, al remover un poco más, una prenda de color rojo asomó a la superficie. ¡Era el calcetín rojo que por más de una hora había buscado Bernardo!

Carolina Jiménez P.
Al fin llegó el día que Alicia llevaba semanas esperando: va a tener una primera cita con ese chico que la vuelve loca. Le gusta muchísimo y quiere que todo vaya a la perfección. Ya se habían visto en persona, pero nunca habían quedado solos como cita. Y es que ya no solo es su primera cita con él, sino que es su primera cita en general, con 25 años. Le han dicho que llevar calcetines rojos da buena suerte. Alicia no es muy supersticiosa, pero prefiere no arriesgarse e intentarlo. ¿Qué podría perder? Está segura de que este chico es el indicado y lleva días pensando en cómo va a ser esta tarde con él. Sin embargo, cuando abre el cajón de los calcetines solo encuentra uno rojo. "¿Y dónde está el otro?" se cuestiona en silencio. Alicia revisa todo el cajón, también el de encima, el que está debajo, el mueble de al lado, la cómoda que está al otro lado de la habitación, debajo de la cama... No está por ningún lado. Comienza a impacientarse, la cita es dentro de 20 minutos y ella aún no está lista. Se pasó una hora buscando un calcetín rojo que había perdido no sabe cuándo. Justo cuando estaba a punto de salir al encuentro de su cita, renunciando a los calcetines rojos y, con ello, a la buena suerte de una buena primera cita, su madre la llama desde el salón preguntándole si el calcetín rojo que estaba bajo los cojines del sofá es suyo. Ella sale corriendo lo más rápido que puede, ondulando sus cabellos dorados a medida que avanza hacia el encuentro de su madre. A Alicia, que no tiene cabeza ahora mismo para pensar cómo fue a parar ahí el calcetín, se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja; quizás tenga suerte después de todo.

Un par de libros en su bolsita de tela, el pasaporte, un par de tarjetas y un poco de efectivo en un estuchito ceñido a su cintura, la valija grande colmada de ropa, yerba, alfajores y otros dulces, la carry on con lo esencial. Una punzada de nervios en el estómago, un imperceptible temblor recorriéndole el cuerpo. Echó un par de vistazos en derredor. Todo listo.
Hizo una última comprobación al tacto en el interior de su mochila. La compu, el celu, un paquetito con frutos secos, el agua, el calce… Enterró con más fuerza su brazo, abriendo el compartimiento trasero del bolsillo más grande, desplazando su mano de un lado a otro. No podía ser. Comenzó a vaciar la mochila, sacó todo, la dio vuelta. Podía sentir su sangre agolpándose en su pecho, el sudor en sus manos, un zumbido en sus oídos.
- ¿Unos mates? - Se escuchó desde la cocina.
- ¡Un momento, ya voy! - Dijo con apremio, intentando ocultar el timbre agudo de su voz.
Lo vació todo. Dio vuelta las valijas, el ropero y la mesita de luz. Lo desparramó todo por la pieza.
- ¿Y? ¿Venís? Dale, que se enfrían y ya en un rato tenemos que ir saliendo.
- Sí, sí, en un ratito voy. Ustedes vayan tomando.
- Ya era hora, ¿no? Están lavados, casi. Ahí pongo a calentar más agua y cambio la yerba.
Luego de compartir unos mates con criollitos y dulce de leche, cargaron las valijas en el auto y se dirigieron al aeropuerto. Contempló cada detalle del camino, los carteles, los slogans, los perros paseándose por las veredas, un peatón cruzando en medio de la calle, bocinazo, el camino oscureciéndose con tonos anaranjados e instantes posteriores la luz natural resurgiendo al salir del túnel, la rotonda y un paisaje vasto, de vegetación baja y escasa. Todo lo contempló como si fuera la primera vez, como si fuera la última.
Se despidió con un abrazo y una sonrisa de sus padres, su hermana y el novio, su abuela. Se tomaron una foto, retardando un poco más el momento del adiós final. Casi sin mirar atrás, cruzó a la zona de embarque. Hizo un último ademán con la mano y se dirigió sin detenerse hacia los controles. Una vez pasados, se precipitó hacia el baño y se encerró en un cubículo. Un par de lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, aliviando el nudo de su garganta y la presión en su pecho. Hurgó bajo su buzo hasta sentir el cierre del estuchito. Lo abrió y palpó con sus manos en busca de una suave tela. La sacó y se la quedó mirando. Se había pasado una hora buscando el calcetín rojo.

1. El infiel. Porque, al irse apurada su amante corriendo del departamento, ya que llegaba la mujer del susodicho, olvidó la media.
2. El astronauta. Organizado su viaje a Neptuno, con fecha y hora exacta ese mismo día, el astronauta, al levantarse, decidió llevar de amuleto para el viaje la media que fue de su hijo, fallecido a causa de la caída de un cielorraso de yeso, siendo el pequeño un niño travieso de 10 meses.
3. La nana. Porque la niña a su cuidado tenía que ir al colegio al mediodía y no podía completar su uniforme sin el calcetín.
4. El linyera. Con un brote psicótico encima, se figuró un calcetín rojo, símbolo de anarquía y paso al portal del mundo antiguo. No lo encontró, terminó preso.
5. La perra. La perra negrita desde pequeña usaba el calcetín rojo de su dueño para jugar, lo perdió y lo empezó a buscar por toda la casa.
Cuando hayas terminado la lista, elige el personaje y el motivo que más te gusten. Con estos elementos, crea un texto de al menos 300 palabras. Si quieres, puedes comenzarlo con la frase “Se pasó una hora buscando el calcetín rojo”, pero no es obligatorio. Lo que sí debe tener el texto es un inicio (presentación breve de la situación), un nudo (desarrollo de la situación o de la acción) y un desenlace (en el que se soluciona la situación).
A la mujer todavía la amaba, pero no podía evitar la satisfacción sexual plena que podía conseguir con la chica. Se veían dos veces por mes, cuando la mujer del hombre viajaba a Junín por cuestiones de trabajo.
Esa estrategia usaron hasta por un año. Pero la chica se cansó de esperar para enamorarse, así fue que un día el hombre empezó a recibir las quejas, el cansancio de la chica, exigiendo formalizar una pareja y quebrar otra. El hombre la ignoró tantas veces que la chica tuvo que tomar otras determinaciones. Un día la chica apareció en la casa del hombre, para suerte de él, estaba cerca de la puerta, por eso la mujer no pudo ver. Cuando interrogado, el hombre mintió mal.
Así hizo varias veces la chica, pero viendo que no lograba lo que quería, se le ocurrió montar algo mejor: haría que la mujer no viaje uno de sus días de trabajo. Encontró la forma, nadie sabe cómo, de evitar que la mujer viaje cuando llegó al aeropuerto.
Cuando la mujer llegó de imprevisto a su casa, escuchó los gritos desde la vereda. Entró de sopetón. Más gritos hubo aunque no de placer, botellas rotas, cuadros que volaron también, amenazas y maldiciones. Así se desarrollaron los acontecimientos.
La mujer lo dejó y pidió el divorcio, la chica nunca más se acercó y lo bloqueó de todos lados.
El hombre todavía no puede concretar con ninguna mujer, aunque su soledad lo obligó a buscar otra actividad, empezó a frecuentar los bares y se hizo adicto al juego clandestino. Perdió plata, dignidad y los pocos bienes que tenía, está por perder la casa. Aparte de la clandestinidad del juego, también entro en la clandestinidad de la droga. Así que, ahora empieza a perder más rápido la plata, aprieta la mandíbula y corre de acá para allá. Los chicos ya empezaron a apostar, la semana que viene se queda sin la casa.

Amanda, que estaba triste, no por ser vieja, sino por estar sin Arcadio para calentarle sus pies, recordó en el frío, el calcetín rojo. Encendió la luz y buscó con premura, más mental que física, su bastón de tantos años. Iluminada la habitación, se decía: ¿Aún estará el otro calcetín? ¿Dónde podrá estar? Buscó y buscó por todo el lugar como pudo, hasta ser sorprendida por el amanecer y no encontró nada. Resignada por su cruda realidad, decidió hacer una última búsqueda en su propio cofre. Allí no encontró su calcetín, encontró los dos calcetines enrollados y con ellos muchas cartas que Arcadio le había dejado hacía 40 años, desde los versos ridículos y enamorados.

Hasta hace poco, no entendía el porqué de dicha obsesión. Fido es un cachorrito que, como cualquier otro, es juguetón, algo travieso, pero adorablemente inocente, si es que se le puede decir así.
La semana pasada ocurrió una anécdota un tanto hilarante, a decir verdad.
Fido tiene muchos juguetes, pero de todos ellos, su favorito era nada más y nada menos que una pelotita de goma azul. Siempre la lleva en su hocico a todas partes; la lleva cuando hace del baño hasta cuando se va a dormir. En fin, nunca se separa de él. Por eso, no es de extrañarse de que se pusiera como loco buscando su juguete cuando desapareció
O eso pensaba.
Pasa, y resulta, que mi hermana escondió su pelotita en un calcetín rojo que, a decir verdad, estaba muy viejo y agujereado. Trate de decirle que esconderle su juguete era una locura, pero como siempre, no quiso escucharme.
En fin, cuando Fido quiso buscar su pelota, fue todo un caos. Corría de un lado a otro, ladrando y ensuciando la casa con sus patitas, pues casi siempre corría hacia el jardín y de regreso, con la vaga esperanza de poder encontrar su amado juguete.
Al final, luego de una hora de ver al pobre Fido sufrir, mi hermana se apiadó de él y decidió entregarle el juguete.
O eso fue lo que creí.
Dejando el calcetín rojo en el suelo, pudimos ver como Fido seguía sin darse cuenta de que su querido juguete se encontraba justo frente a sus ojos. Tuvimos que aplastar la pelotita para que, por fin, se diera cuenta. El calcetín se llevó la peor parte de todo. Cuando descubrió donde estaba escondido su pelotita, Fido empezó a desgarrar el calcetín, dándole vueltas con la intención de recuperar su juéguete.
No fue una anécdota tan divertida, pero bueno, al menos nadie salió herido
Bueno, excepto por el calcentin, claro.

David B.
Eugenio se despertó súbitamente a las cinco de la madrugada, en un estado mental de agitación, mientras el sudor frío caía desde su frente empapando su barba; “¿Está dispuesto para mañana, que ya es prácticamente hoy, todo lo que tiene que estar?”, pensó al tiempo que se levantaba de la cama con un violento salto, encendía la luz y se ponía a revolver los cajones de su armario.
“Bien, aquí están mis calcetines rojos. O quizá debería decir mi calcetín rojo. ¿Dónde demonios está el otro calcetín? No puedo creer que sólo tenga un calcetín, ¡Menudo desastre!”, maldecía mientras seguía rebuscando hasta que Julia, su pareja, se despertó como resultado del ruido que estaba armando y, entre bostezos, trataba de disuadirlo de continuar con la loca empresa en la que se hubiera embarcado, cualquiera que fuese: “¿Qué hora es? ¿Por qué no vuelves a la cama?”
Eugenio no estaba dispuesto a atender a razones, en ese justo momento su calcetín rojo deshermanado y perdido era lo único que importaba. Pero su pareja tampoco estaba dispuesta a aguantarlo; esta noche no. “O vuelves a la cama o te largas”, espetó Julia con la voz somnolienta y los ojos aún cerrados.
“¿Adónde quieres que vaya? Necesito mi calcetín rojo”, Eugenio replicó con gesto atormentado, mientras seguía con su absorbente tarea. Julia optó por contestar arrojando una zapatilla contra su molesto compañero y eso fue todo lo que Eugenio necesitaba saber antes de sacar, uno por uno, los cajones de su armario y llevárselos a la sala de estar; allí se pasó una hora buscando el calcetín rojo, sin éxito.
Eugenio era incapaz de conciliar el sueño de nuevo, debido al disgusto, y mientras preparaba café trató de encontrar consuelo dialogando consigo mismo: “Calma, Eugenio, en peores plazas has toreado; tienes dos opciones: un calcetín rojo y el otro de un color diferente o... ¿Quizá los calcetines marrones? - Se queda pensativo, con la mirada perdida, durante varios segundos - ¡No, ni hablar del peluquín! No renunciaré a mi combinación favorita.”
Dio un sorbo a la taza de café y de repente la inspiración llamó a su puerta. Lo terminó de un trago y se vistió a toda prisa, dispuesto a ejecutar su rocambolesco plan. Eugenio cogió las llaves y se marchó, sin previo aviso a su hastiada compañera. ¿Adónde? Lo sabrá muy pronto uno de los abogados del Turno de Oficio que hoy están de guardia, cuando reciba una llamada de la Policía a las ocho y diez de la mañana.
¿Eugenio ha protagonizado un altercado frente a una tienda de ropa cuando ésta aún permanecía cerrada, alrededor de las 7 de la mañana, aporreando la verja y gritando? Probablemente lo estaba haciendo, hasta que los vecinos llamaron a la policía y su apasionante aventura llegó a su fin, no sin antes insultar a uno de los agentes.
“¿Todo por un calcetín rojo?” - reflexionaba contrariado el abogado de oficio tras asistir a Eugenio en su declaración – “Tengo la amarga sensación de que este pobre hombre sólo necesita atención psicológica.”

Porque eran unos calcetines que le había regalado su difunta madre en su ultima navidad y era una forma que estuviera en la boda
El niño que iba a su primer dia de escuela.
Porque tenia miedo y esos calcetines que le había tejido su “yaya” y le había dicho que esos calcetines le ayudarían a superar su miedo y le conviertan en superhéroe.
El monstruo de la lavadora
Porque que iba a decir a su jefe si se enteraba que había dejado que un calcetín rojo se juntara con su pareja, le echaría la bronca y perdería las vacaciones que tenia reservadas en el “spa” del Ratón Pérez.
La niña que quería ir al parque.
Porque eran sus favoritos y pegaban con sus lazos y quería estar guapa cuando fuera con su papa después de que este se fuera de casa, si estaba fea quizás ya no la quisiera y no volviera mas.
La ama de casa porque era el preferido de su marido.
Porque si llegaba y no veía sus calcetines de deporte favoritos, seguramente la gritaría y quizás volviera a ocurrir lo que alguna vez ocurrió, que le recordaría que todo lo hace mal, que no sabe hacer ni lo mas básico, que dependía de el, que sin el era basura.
Piii piiiii piiii estaba nervioso, llevaba toda la semana escribiéndose con una belleza del departamento de Pelusas, una preciosa monstruo de pelaje gris y blanco y unos ojos negros carbón que le tenían loco, con esas pelambreras colgantes, bien rellenita como le gustaban a el, le iba a proponer pasar las vacaciones que tenia reservadas en el “spa” del Ratón Pérez, cuando de pronto, la puerta de la lavadora se abrió, el ya había recogido, clasificado y rellenado el parte de calcetines que tenia que llevar al almacén, uf menos mal porque quería llegar pronto y marcharse a sus esperadas vacaciones, pero algo en su cabeza le dijo que repasase su saco de calcetines, y bueno no pasaría nada por unos minutos mas, comprobando que su trabajo estaba bien hecho, cuando ah todo su mundo se desplomo, faltaba ese calcetín rojo de deportes, bien llamativo, bastante usado y al borde del agujero, pero donde estaba… saco todo el saco, lo volvió a mirar una y otra vez, y entonces recordó que justo lo tenia en la mano cuando llego el mensaje de su ilusión, seguramente se había distraído con ese mensaje, esa esperada respuesta de ella, con mucho cuidado y asegurándose su disfraz de “montón de trapos de cocina” abrió la puerta de la lavadora procurando no hacer ruido, y se fue acercando a donde estaba ella con el cesto de la ropa para tender, afortunadamente en ese momento el teléfono de ella sonó y empezó una conversación que la distrajeron de ese cesto, sigilosamente salio hacia la terraza donde estaba el tendedero y cuando estaba a punto de tocar la cesta ella lo miro, y como pensando que de donde había salido ese montón de trapos, los agarro con asquerosidad y lo puso en otro cesto que estaba al fondo, menos mal que su disfraz funciono porque a ver como explicaría al departamento de “olvido” que le habían pillado por buscar un calcetín viejo, salio de la cesta y se dirigió hacia la colada y allí encima de todo estaba ese maldito ultimo calcetín, lo cogió y volvió corriendo perdiendo parte de su disfraz en el camino, ya lo arreglaría a la vuelta de las vacaciones, se metió con premura en la lavadora, cogió su saco y bajo por el túnel hacia el almacén, allí Luis el encargado de recoger las capturas del día estaba enfadado con el, -Te has retrasado una hora- Lo siento Luis, ciclo largo le conteste, aunque con la satisfacción de saber que aunque había pasado una maldita hora buscando y rescatando ese maldito calcetín, sabía a victoria porque por fin tendría esas ansiadas vacaciones.

Abel se puso a buscar el calcetín rojo que falta de lean, Abel es el papá de lean y Lean no usa otros calcetines que no sean esos rojos, son sus favoritos. Los otros calcetines le hacen sentir incomodo, son apretados o hacen demasiada fricción sobre su pie, otros son muy finitos o tienen agujeros. Los rojos son perfectos y no hay día que lean no haga uso de sus calcetines favoritos y hoy, se perdió uno. No puede ir al cole sin ellos, aunque estén un poco húmedos por lavarlos todos los días, si, porque no es que tiene muchos calcetines rojos del mismo tipo de tela forma etc., no, tiene solo un par y todos los días al llegar de sus actividades van directo al lavarropas, no se asusten, ya no destiñen, pero la primera vez tiño la camiseta de Vélez de su hermana, ella los quería matar, a su papá y hermano, estaba muy enojada.
No encuentran el calcetín, todos están buscando por toda la casa. Los lugares donde siempre están son:
• La soga de secar la ropa.
• El tender de secar la ropa. (se usa cuando hay mucha ropa, normalmente en invierno, como ahora no es invierno, esta opción está descartada.)
• El lavarropas.
• Debajo de la cama.
• En las zapatillas que uso ayer.
Ya buscaron por todos esos lugares y sigue sin aparecer, la hermana piensa en que se lo tragó el lavarropas, eso vio en un video de TikTok, por lo que revisan dentro de la goma del lavarropas y no, no está.
Ya casi se hace la hora en que viene el Remis a buscarlo a lean y todo es tensión, mal humor y locura en la casa, hace una hora reloj están buscando el bendito calcetín. En estos momentos la paciencia se va al chingo y solo está la frustración de por qué no puede ser lean un niño ‘normal’ y utilizar cualquier calcetín, pero como siempre nunca vale la pena ponerse a pensar en eso porque lean es como es y hay que acostumbrar su contexto a sus necesidades y gustos particulares.0
Hasta que lo encontraron, estaba debajo de la cucha de Nina, la perra. Se ve que el día anterior se olvidaron de lavarlos y quedó uno a la vista y el otro escondido debajo de la perra.
Lean se pone sus calcetines, sus zapas y sale para subir a su Remis, del cual el conductor ya está de mal humor por esperar a su cliente unos minutos de más sin saber toda la hecatombe que ocurrió dentro de la casa, así que incluso en el auto todo es frustración y para lean será un día largo ya que lo empezó son esas sensaciones. Sin embargo, de la mano de sus auriculares y algún creepypasta de YouTube su desorden mental se aplaca y llega al cole con buena energía.
Lali Gancedo

Llegando de la escuela Rubén se encontró con la casa sola, entró y dejó sus cosas en la sala, luego de agarrar una manzana de la cocina se dió cuenta de la nota que su madre le dejó en el comedor: "Llegaré tarde, te dejé la comida lista en el refri. Por favor te encargo de lavar la ropa, ahí está tu uniforme de mañana. Besos! -Mamá".
Él odiaba lavar la ropa, el motor de la lavadora no funciona bien desde hace meses por lo que a veces hay que lavar dos veces para que quede bien, era una tarea extremadamente tediosa y Rubén sólo quería estar en su cuarto escuchando música y dibujando. En general lo ponía de malas cualquier cosa que implique estar fuera de su cuarto.
Trató de ponerle ánimo al día, se puso sus audífonos, disfrutó la comida en lo que dejó la ropa en su primera lavada. Después de iniciar la segunda lavada aprovechó para hacer su tarea. "Piii, piii, piii". Era increíble lo escandalosa que era la alarma de la lavadora, sin problemas podía escucharla con los audífonos puestos.
Rubén se levantó de su escritorio, vió la hora y se percató que esta vez la lavadora se tardó más tiempo de lo común, casi había anochecido. No le tomó mucha importancia y fué a retirar la ropa de la lavadora. Las primeras prendas estaban impecables, pero entre más sacaba más rojizas se veían, estaba que se quería matar, ¡Su uniforme estaba extremadamente rojo!
Separó su uniforme y lo dejó remojando en cloro, tendrá que lavarlo a mano. Mientras tanto se puso a buscar entre la ropa el calcetín o lo que fuera que la haya teñido. Estuvo buscando durante una hora y no encontraba nada. Activó la opción de llenar a nivel bajo en la lavadora para enjuagar y ver si aparecía algo, y sí, ¡sí era un calcetín rojo!
Metió la mano para sacarlo, pero se sentía extraño, cómo si tuviera un relleno con algo de peso y se sentía como algo un poco viscoso. Asqueado, vació el contenido del calcetín, algo alargado y ancho cayó de él, estaba envuelto entre vendajes. Rubén del asco tiró al suelo esa cosa al sentir que se movía y retorcía. ¿Qué ca**** era eso? Aplastó a la criatura, al final eliminó la causa de la ropa roja.
Escuchó el sonido de la puerta principal, mamá llegó a casa. Lo saluda, platican un rato en lo que preparan y comen la cena, Rubén le cuenta sobre el bicho que encontró en la lavadora, su madre se queda sorprendida, según su descripción era una sanguijuela, era extraño que llegara ahí.
Finalmente, se fueron a dormir, el uniforme estaba listo y el resto de la ropa también quedó limpia a tiempo. Rubén ya estaba acostado y listo para dormir, se puso a ver su celular un rato hasta que el parpadeo de su luz de noche llamó su atención. La desconecta y sigue en lo suyo. Pero... Se vuelve a prender y parpadear.
Se queda inmóvil, observando con miedo y atención a su lámpara que no dejaba de parpadear. Los nervios dominaban su cuerpo, sin saber qué hacer siguió observando, cómo poco a poco la lámpara se empezaba a teñir de rojo, y con ella la luz de su cuarto también estaba rojo. Arrinconado en su cama, busca un momento de calma para reaccionar e ir con su madre a pedir ayuda, cuando toca el suelo siente que pisó algo pegajoso, al mirar al suelo era no solo una, si no un mar de sanguijuelas rodeando todo el piso de su habitación. Estas empiezan a escalar por su cuerpo y siente cómo los dientes de las criaturas se claman en todas partes de su piel.
¡Ahhhh! no paraba de gritar y de intentar sacarse los bichos de encima. De un segundo para otro tiene a su madre mirándolo de frente gritándole ¡Rubén, cálmate! ¡Ya estoy aquí, todo está bien! Rubén no para de gritar y de decirle que huya, que hay que escapar de esas horribles criaturas, pero al volver a abrir los ojos y mirar a su alrededor, él se da cuenta al mismo tiempo que su madre le dice: "pero si aquí no hay nada".
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Ejercicio del Calcetín Rojo
Ivonne Carrazco R.
Ivan pasó una hora buscando el calcetín rojo, toda la vida ha sido muy desordenado y eso le ha ocasionado muchos problemas, desde pequeño no recuerda en qué lugar deja las cosas y la situación se le complica cada día por la misma razón, aún lo visualizo cuando era niño en la primaria siempre perdía los lentes, las chamarras, los suéter, la mochila, curiosamente es muy inteligente y por lo mismo vive en su mundo y cotidianamente no puede recordar dónde las dejó.
—Mamá, no encuentro mi calcetín rojo de la suerte, el par está incompleto y tengo mi entrevista de trabajo en una hora, con el tráfico llegaré tarde si no salgo pronto.
—¿Ya buscaste debajo de la cama, en el closet, los cajones de la cómoda, junto a los zapatos, en el buró? —Si, lo ando buscando en toda mi recámara ¿Estás segura de que lavaste los dos?
—¡Claro que sí!, deja te ayudo rebuscando en la sala, y me dispuse a voltear los cojines de los sillones, escudriñe detrás del librero. Luego por si las dudas me fui al cuarto de lavar y al revisar la secadora lo encontré, ¡Aquí lo tengo! exclamé triunfal y corrí a entregárselo para que acudiera pronto a su entrevista, ya ni me preguntó dónde lo había localizado, se lo calzó con rapidez y de inmediato partió con mucha seguridad a conseguir su primer empleo.
Al cerrar la puerta no pude evitar el sonrojarme, fue un descuido mío el que no tuviera su par de la suerte limpio y lo que me provocaba vergüenza, era la forma en que automáticamente lo juzgué con dureza adjudicándose los epítetos de siempre, “desordenado”, “descuidado”, “andar por las nubes”, “distraído”; este incidente me ayudó a desarrollar mucha tolerancia cuando no encontraba las cosas y bastante humildad, pues regresó eufórico a darme la buena nueva que había conseguido el empleo y nunca me preguntó dónde lo habían encontrado.