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Ejercicios de escritura > Ejercicio de escritura #01 El calcetín rojo

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message 251: by Victor (new)

Victor (bikito) | 2 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, era su segundo día y ya iba a llegar tarde. No era el mejor trabajo ni estaba bien pagado, pero joder, en Detroit si tienes un sueldo a fin de mes puedes considerarte aristocracia. Mientras seguía su búsqueda por todos los cajones de aquel decrépito apartamento recordaba para sí la entrevista que tuvo dos días antes con su jefe. Se pasó los veinte minutos que le tuvieron esperando en la sala de espera pensando de que podría tratarse el trabajo, el anuncio era el típico de cualquier portal de empleo “Divertido y bien pagado $$$” ¿Acaso cuando llevas un año sin un trabajo estable y haciendo equilibrismos para pagar las facturas no es diversión lo que buscas? Já. Seguía sin aparecer el puto calcetín y tenía que salir hace diez minutos, en su cabeza sonaba la banda sonora de la entrevista.
-¿Es una broma, me haces venir para perder el tiempo?
-¿Por qué?
-¿Estas tan colocado que no ves que soy negro?
-No metas a la droga en esto, yo no me fijo en esas cosas, no soy un puto racista tío.
-¿Desde cuándo Papá Noel es negro? ¿No tienes otra cosa?
-Desde que necesito un puto Santa Claus para mañana en el centro comercial, ¿lo tomas o te vas de una puta vez?
Ahora eran ya veinte los minutos que llevaba de retraso. Estaba avisado, el fumeta de su jefe no le pedía mucho más que puntualidad y llevar el uniforme completo, incluidos esos estúpidos calcetines de corte alto, de no ser así las consecuencias estaban claras. Frank estaba tocando fondo en ese momento, sentado sobre el borde de la cama sentía la presión en el pecho, otra vez el paro, otra vez la soga al cuello. Sonó el teléfono en la cocina, aquí acaba todo, se repetía a sí mismo.
-¿Sí?
-¿FRANK? FRANK, DIOS MÍO ¿ERES TÚ?
Al otro lado del teléfono se oía ruido y los gritos de su verdugo.
-Si… Esto… He tenido un prob
-Me cago en la puta estás vivo, ¡está vivo el puto Santa Claus negro! ¿Dónde estás? ¿Estás bien?
-En casa, de eso te quería hablar...
-¿Qué no te has enterado? ¡Pon la puta tele Frank, pon la puta tele!
“Ascienden a veinte las cifras de muertos y decenas de heridos en una multitudinaria pelea entre bandas en el Tower Center Mall seguiremos informando en cuanto…”
-Has vuelto a nacer tío.


V.


message 252: by Izabella (new)

Izabella | 3 comments A cada paso que daba la casa parecía más imponente y siniestra, mientras que él por el contrario parecía menguar. Las dudas le asaltaban pero continuaba su caminar mecánico hacia la pequeña abertura en la ventana trasera. Primero un pequeño impulso con ambas manos en el alfeizar, apoya una rodilla, la mano que desliza con cuidado la ventana y los pies que se apoyan en el fregadero para consumar el allanamiento.
La primera parte de la prueba había sido fácil. Ahora sólo quedaba encontrar la habitación del viejo, hacerse con el dichoso calcetín rojo y ya podría cerrarles la boca a Borja y a Daniel. Imaginaba sus caras de incredulidad al verlo aparecer con el trofeo e incluso podía escuchar las risas y comentarios.
- Ostia, Andrés. Parece que al final no eres tan nenaza como parecías.
La casa estaba en absoluto silencio lo que le infundió el valor suficiente para explorarla. El dormitorio del viejo se encontraba en el piso superior. Era una estancia oscura, con un cierto tufo a humedad y a restos de comida que localizó en la mesita de noche. Al lado de esta había una cómoda de madera descascarillada que le pareció un buen lugar por el que comenzar la búsqueda. En efecto, en el primer cajón se encontró una gran variedad de calcetines: negros, blancos, a cuadros escoceses e incluso unos con motivos navideños, pero ninguno de ellos era rojo.
Frustrado prosiguió el registro del resto de cajones, del armario, de cada una de las mesitas que flanqueaban la cama. Absorto como estaba no se dio cuenta que había pasado una hora buscando el calcetín rojo. Tampoco percibió el sonido de la puerta principal que se abría, de unos pasos lentos que subían la escalera, del chasquido al retirar el seguro de la escopeta.


message 253: by Victor (new)

Victor (bikito) | 2 comments Ari wrote: "Victor wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, era su segundo día y ya iba a llegar tarde. No era el mejor trabajo ni estaba bien pagado, pero joder, en Detroit si tienes un sueldo a fi..."

Gracias, me alegro que te parezca interesante!


message 254: by Roxana (new)

Roxana Chacon | 1 comments El calcetín rojo

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo en su pequeño cuarto el cual era un desastre completo; luego un poco cansado de tanto buscar se sentó desconcertado en la orilla de su cama, por su cuerpo corría sudor frío y estaba medio pálido, su vida terminaría si no lo encontraba, pues hace exactamente una hora había cometido un delito imperdonable y para no dejar huellas se fue a la escena del crimen con los calcetines rojos que tanto le gustaban; ahora que no lo encuentra está muy seguro que lo dejó en el lugar donde sucedió todo, y no se percató en el momento ya que sentía angustia y adrenalina, era su primer crimen y no sabía cómo manejar las cosas perfectamente, pensó en todas las películas de suspenso que miraba su padre ya en horas muy avanzadas de la noche y del plan que había hecho en base a ellas para no ser descubierto; llegando a la conclusión que no importaba el plan si no permanecía concentrado a la hora de hacerlo, era algo muy difícil de lograr porque siempre las cosas pueden salirse de control aunque se tenga mil planes.
Mientras permanecía en estado de shock recuerda por unos minutos todos los días que estuvo al pendiente de la rutina de las personas que podían estar presentes en la escena del crimen sin aviso, incluso si la mascota del hogar llegaba a intervenir…La hora había llegado; su madre grita desde la cocina que la cena esta servida… comienza a moverse para bajar pero sus piernas tiemblan y solo piensa en que tiene dos opciones: fingir que no pasaba nada y señalar a otro del crimen o confesaría para que el castigo fuese menos severo. No quería pasar por la cárcel pues tenía mucho por vivir, recordaba que en muchas ocasiones había escuchado en boca de muchas personas que la cárcel era un lugar lúgubre donde es peor la prisión emocional que la física.
Se paró frente a la mesa y estaban esperando ya sentados sus dos hermanos, su abuelo y su padre; antes de sentarse vio que su calcetín rojo estaba muy cerca del horno, comprendió entonces que estaba perdido…
Todos lo ven con asombro y muy serios mientras toma una silla, cuando por fin llega la madre a la mesa dice con una voz sarcástica: ¿Cómo podría imaginarme al culpable del delito?...
Entre sollozos y un río de lágrimas apenas puede decir las palabras: “Yo lo hize”… “Yo me comí toda la tarta, había hecho un plan durante dos semanas para robarla; pero ahora me siento muy mal de haberlo hecho, tengo apenas seis años y no quiero ir a la cárcel, lo más seguro es que te diste cuenta por el calcetín rojo…”
A lo que la madre responde en medio de sonrisas: No fue tu calcetín rojo, es que llevas llenos los cachetes de tarta y chocolate….


message 255: by Alex (new)

Alex Mason Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, esas serian las palabras perfectas que describirían a Carla hace unos minutos atrás. Se encontraba echada en la alfombra marrón de la sala de estar, mirando sin mucho interés el techo de madera que su padre había agujereado unos días antes para colgar un candelabro que nunca compraron.

Se llevo las manos a sus ojos y gruño en voz baja. -porque hoy... PORQUE PRECISAMENTE HOY!- se grito para si misma. Dejo caer sus brazos en la alfombra en una señal de resignación, exhalo fuertemente renunciando a la idea de que este día seria tan perfecto como lo planeo.

Del otro lado de la sala una suave y femenina voz respondió ante este gesto:

-Estas bien cariño.- Pregunto la madre de Clara en un tono lento y preocupado, llevaba consigo un tazón plástico en sus brazos al salir de la cocina el cual tenia una mezcla blanca dentro que no dejaba de revolver con una batidora de mano.

-tu que crees!?- respondió la chica de 12 años con una notable amargura en sus palabras.

-Y ahora que te sucede?- dijo su madre mirándola directamente a los ojos, mientras aun batía cuidadosamente la mezcla. Clara conocía esa mirada la había visto cientos de veces, a menudo pensaba que su madre podía ver los pensamientos de los demás con solo usarla.

-Nada- dijo ella rodando su cuerpo a un lado para poder darle la espalda a esos ojos peligrosos.

-jumm- suspiro la madre comprendiendo que esto podría tomar algo de tiempo. -Asi que...- dijo mientras se acomodaba en un viejo sillón que daba diagonal a su hija y dejaba el tazón en una mesita que estaba al lado de ella antes de proseguir.-me vas a contar que te ocurre, o voy a tener que obligarte?-.

-No me parece la mejor forma de negociar si me lo preguntas.

-bueno....no es que me lo estés poniendo fácil hija- dijo la cansada ama de casa mientras se acomodaba su larga cabellera castaña y ataba una cola de caballo con una de las pulseras que llevaba en su muñeca.

-Es que...hoy ah sido un día terrible!- chillo la joven expresando la frustración que llevaba reprimida desde esta tarde. -todo no ah hecho mas que ir de mal en peor!. Esta mañana los retrase y no pudimos comprar el árbol, por mi culpa se quemaron las luces navideñas y por una ESTUPIDA PELEA Julia no vendrá a casa para noche buena. Como se supone que debo sentirme mama?!, como? si no hago mas que ARRUINARLE LA VIDA A TODOS!-. sollozo la chica mientras que finas lagrimas se desprendían de sus marrones ojos.

Su madre no supo como reaccionar ante esto, y no era para menos Clara era la mas fuerte de sus hijos a sus 12 años había aprendido a poder lidiar con sus 4 hermanos menores que siempre están buscando defectos en ella y con sus 2 hermanos mayores que no hacen mas que restregarle sus logros para hacerla sentir inferior, y siendo ella la única hija de la familia sentía que no podía darse el lujo de dejarse doblegar. Pero esa Clara que Amalia observaba era un vivo retrato de lo frágil que realmente era su hija, no pudo recordar la ultima vez que la vio llorar con tan intensidad, pequeños fragmentos de recuerdos pasaban fugaces por su mente buscando saciar esta duda. -habrá sido un cumpleaños?, en la escuela? o cuando jugaba en el parque. Aquella vez que se cayo de la bici quizá... no lo recuerdo-. Amalia observo como su desconsolada hija emitía alaridos de tristeza. -hija- dijo por fin.

-Qu... -sniff-. que?

-yo entiendo que hallas tenido..- no pudo terminar su frase al ser interrumpida por su hija la que se giro violentamente para quedar sentada en el suelo mirándola de fijamente.

-TU?!, que vas a saber tu de como me siento!- dijo la joven chica en una mezcla de cólera y llanto.-tu siempre sabes que hacer a ti nada te falla, siempre tienes un plan para todo!, mientras que yo...-callo la joven a la idea de decirlo en voz alta, mientras que desviaba su mirada lejos de su madre.

-Te sientes solo mi sombra?- dijo Amalia en un tono dulce, dibujando una delicada sonrisa en su ya rostro ya desgastado por la edad.

Clara observo esta imagen detalladamente, no se veía a su madre tan tranquila y menos siendo un tema tan delicado. Pero bien pudo ella saber que esto sucedería, tratándose de Amalia esto a Clara no la sorprendería. Se pregunto como seria su madre de joven las marcadas caderas y su busto firme que aun mantenía a los 47 años de edad, le daban pistas de ello. Debió ser una de esas morenas a las que todos miran, que hacen que todos los chicos babeen en su presencia como lo es "Jennifer" la chica popular de la clase de Clara . A diferencia de ella que a sus 12 años aun seguía considerándose una "tabla" como sus demás compañeras de aula la llamaban por no tener ningún atributo femenino que la destacara. -si, un poco...- dijo cabizbaja mientras observaba el felpado tapiz de color marrón, le dolía profundamente reconocerlo porque aunque lo negara sabia que así se sentía, se preguntaba desde cuando empezó a verse como solo un vestigio de su madre. Cuando dejo de tener personalidad propia para ser "La hija de Amalia", no tuvo que pensarlo mucho ya que unos cálidos brazos rodearon su cuerpo despertando la de su estado meditabundo.

-Hay hija....no sabes cuanto me duele oír eso- le susurro su madre mientras acariciaba su cabeza.

Clara no respondió se limito a cerrar sus ojos y concentrarse en esa sensación cálida que la rodeaba, su madre no era la mas cariñosa con ella siempre la considero muy fuerte y así se sentía ella. Pero en momentos como este solo quería dejar de lado toda esa fuerza, volver a ser la niña de 5 años que corría en llantos a su madre cuando caía para que esta la cargara y le dijera que todo estará bien.

-Yo se que eres fuerte lo se-. Prosiguió Amalia. -Pero abran días como estés donde no lo soportaras y vas a querer llorar y sentirte débil. Y eso esta bien porque todos somos débiles en algún momento-. Amalia podía sentir la fragilidad de su hija entre sus brazos el peso de su cabeza contra su hombro apenas perceptible la hacían parecer tan ligera como si todo su cuerpo estuviera echo de una fina capa de cristal, que se rompería con el mas mínimo apretón.

Poco a poco los llantos de Clara fueron remplazados por sollozos que se entre cortaban por sus intentos de respirar de manera constante. -Te sientes mejor- dijo su madre rompiendo el abrazo para poder verla de frente. -si...-sniff- un poco-. aunque no era ciento por ciento verdadero lo cierto es que esa conversación por su madre le había hecho olvidarse de lo ocurrido el día de hoy. -Me alegra oírlo cariño, se que aveces las cosas no ocurren como uno las desea... pero oye! aun estamos a tiempo de llamar a tu tía Julia para que nos acompañe. Se que si te disculpas ella entenderá-.

-s....si...supongo que si- respondió Clara un tanto insegura.

-Por su puesto que si hija vamos- dijo Amalia mientras se levantaba, dirigiéndose al tazón que había dejado en la mesita.-si me ayudas con la cena de navidad puede que aun halla tiempo de pedir algunas luces al vecino que sean del año anterior- afirmo su madre con un tono alegre y una sonrisa sincera a los ojos de Clara.

-Si a lo mejor tienes razón, quizá no todo este perdido esta noche buena- dijo Clara contagiada por un poco del optimismo de su madre. Se disponía a levantarse hasta que una pregunta de su madre capta su atención.

-Clara cariño, quisiera saber... que era lo que te tenia tan frustrada hace un rato-pregunto con algo de duda su madre.-era esto que hablamos o.. algo mas?-

-Pues era...-algo capto la atención de clara al intentar ponerse en pie. Algo que no había notado de momento,el haberse incorporado del suelo sus vaqueros se ajustaron un poco en la entrepierna revelando parte de sus tobillos. Al principio la mera idea de quedar en ridículo a voluntad rondo por su cabeza a modo de castigo pero viendo todo lo que paso el día de hoy, mejor lo dejaría como anécdota personal. -nada!, nada en realidad- respondió de manera dubitativa la joven.

-mmm- murmuro Amalia mientras entrecerraba dudosa de estas ultimas palabras. -ok- fueron las palabras de la madre.-ve y date una ducha, yo te esperare en la cocina-. concluyo la madre dando media vuelta con el tazón en sus brazos volviendo a su labor de ama de casa en dirección a la cocina.- Ah!, y casi lo olvido-. grito la madre a su hija que ya se encontraba a medio camino de las escaleras que daban con el segundo piso.

-Dime mama- respondió Clara a la distancia.

-Quítate esos calcetines rojos que ya están muy usados.


message 256: by Javier (new)

Javier Garzon | 6 comments “Se Paso una hora buscando el calcetín Rojo”

El ladrido de los perros en el garaje del vecino lo despertaron. Al principio pensó que era un sueño pero la persistencia de Rolo y Tango en ladrar a un invisible transeúnte le dieron la pauta de que no era tal. Con los ojos entrecerrados vio que la pantalla del celular le marcaba las 6:30 de la mañana. “Falta media hora aún para que suene el despertador” pensó, dejándose caer nuevamente en la almohada, pero nuevamente Rolo y Tango hicieron lo suyo para recordarle que al menos que pusiera algodones en sus oídos, la continuidad del sueño no sería sencilla.
Fastidioso, Carlos se levantó. Como siempre deslizando primero su pie derecho y luego el izquierdo dentro de sus pantuflas. La habitación estaba fría, era pleno Julio y en este lado del mundo el invierno estaba en su climax, no obstante el calefactor señalaba el punto medio, entre el máximo y el mínimo, como no podía ser de otra forma.
“Tal vez sea mejor, podré desayunar tranquilo y luego bañarme sin apurarme…Tengo Tiempo” agrego para si mismo mientras se dirigía a la cocina. Como todos los días, tomo su taza blanca y con una cuchara mediana agrego la correspondiente porción de café instantáneo, seguida por 2 y media cucharadas de azúcar, un chorrito de agua, y a continuación el batido con la misma cuchara con sus respectivas 15 vueltas. Agrego la leche y al microondas.
Luego de tomar la infusión con sus correspondientes 4 tostadas y luego de bañarse paso a la habitación, aún fría. “Hoy es Miércoles”, pensó. Tenía una importante entrevista de Trabajo a las 9, pero gracias a Rolo y Tango, tenía más que tiempo suficiente. Mientras se secaba, repasaba en su cabeza lo dicho por su jefe el día anterior, “No te preocupes, el puesto es tuyo, solo falta el último tiron..”. Ese último tiron era esa entrevista que se alzaba como puente entre su situación actual y un importante futuro de crecimiento profesional y un más que jugoso aumento salarial. Hoy más que nunca debía hacerse todo bien.
Puso encima de la cama su jean azul y su cinturón blanco. Su camisa a rayas también colgada esperaba, así como los zapatos, pero primero lo primero. Hoy era Miércoles...Rojo. Saco su bóxer rojo de la gaveta de ropa interior y busco por los calcetines del mismo color. Grande fue su sorpresa al encontrar solo uno. Normalmente estaban atados entre si. “Tal vez más adentro del cajón?”, pensó y busco. Busco y busco, pero a medida que sacaba ropa interior del cajón y el calcetín faltante no aparecía, su cara iba palideciendo. Toda la ropa interior afuera y nada. Paso al resto de los cajones de la gaveta y nada.
Una montaña de ropa fue creciendo encima de la cama a medida que Carlos sacaba y sacaba indumentaria en busca del calcetín faltante. Y el tiempo pasaba. Primero todos los cajones de la gaveta. Nada. Luego todos los cajones de un segundo armario. Nada. Su desesperación llego a tal punto de vaciar todo el guardarropa, incluyendo a la ropa colgada en perchas, haciendo caso omiso al sentido común que le decía a gritos lo extrañamente inusual que sería encontrar un calcetín colgado en una percha.
Su cuerpo casi desnudo estaba bañado en sudor, por la mezcla del ejercicio y de nervios alterados. Y digo casi desnudo porque claramente, primero va el bóxer y luego los calcetines. Hasta que finalmente le impacto de lleno el recuerdo. El día anterior había descolgado ropa que había lavado, incluidos los calcetines rojos, tal vez se hubiesen caído del cesto!
Sin que el frio invernal lo amedrente fue corriendo hacia el lavadero en el exterior. Abrió la puerta y ahí estaba, plácidamente reposando en el suelo apoyado a una vieja zapatilla que supo tener tiempos mejores. Rapidamente volvió a la habitación para terminar de vestirse. Vio el reloj y nuevamente palideció. 8:30am. 1 hora buscando el maldito calcetín rojo. Solo media hora faltaba para la entrevista y aún quedaban ciertas cosas para hacer que se debían hacer antes de partir.
Lo más veloz posible se vistió siguiendo el correspondiente paso a paso necesario. Boxer, calcetines, jean, zapatos, cinturón, camisa, campera, en ese orden. El reloj marcaba 8:40am. Vio la cama llena de ropa y se percato que aún no estaba tendida!!. Como pudo, levanto la montaña de ropa, guardándola en el armario, y se dispuso a tender la cama. Primero las sabanas, luego las frazadas y las almohadas. Todo alineado. Vio nuevamente el reloj. 8:50am.
Corriendo se dirigio a la puerta previamente haber tomado llaves, billetera y celular. Solo atino a mandar un mensaje a su jefe que ya estaría en la oficina para avisar que estaba retrasado, aunque sabia que el margen de tolerancia del consultor de recursos humanos con respecto al tiempo de espera era casi nulo.
Cerro la puerta con llave lo más rápido que pudo. 2 vueltas para cerrar, 2 vueltas para abrir y 2 vueltas para cerrar. Luego chequeo que la puerta este bien cerrada, las 4 veces correspondientes, y raudamente se fue hacia el auto.
Ya eran casi las 9am. La distancia entre su casa y la oficina la cubria en auto normalmente en 45 minutos. Estaba claro que no tenía ni remotamente ese tiempo disponible para que el entrevistador lo espere, asi que apenas arranco, el Fiat Palio salio despedido a toda velocidad.
Pasaba autos en movimiento como si estuviesen estacionados. 60, 70, 80 km por hora en calles donde la máxima marcaba 40 km/h. Tenia que seguir el mismo camino de siempre, y aunque sabia que probablemente hubiera sectores donde crecería el tráfico, no pudo evitarlo.
A 100 metros vio la fila de autos parada. Las bocinas que sonaban aquí y allá y un estancamiento inevitable. La resignación empezaba a apoderarse de su rostro cuando de repente lo vio. Justo antes de donde terminaba la fila de autos había una pequeña rotonda que conectaba con una calle paralela en la misma dirección que iba él. Si bien debería hacer un pequeño tramo en contramano, no parecía haber autos viniendo en la dirección contraria, y el camino era bastante similar como para ser perdonado por desviarse un poco, asi que apretó las manos al volante, piso el acelerador y se decidio.
“Todo va bien, voy a llegar”, pensó y ahí fue cuando sintió el impacto. Un golpe. Seco. Abrio como pudo los ojos, o mejor dicho un ojo (el izquierdo no podía abrirlo). De manera borrosa vio el asfalto encima de donde estaba. Ruidos por doquier, gente gritando y llorando. A unos cuantos metros alcanzo a ver lo que quedaba de su auto junto a lo que parecía ser el otro participe del choque, una camioneta 4x4. No sentía nada ni tampoco podía mover nada de su cuerpo, hasta que empezó a sentir ahogarse y el gusto característico de la sangre.
De repente el inconfundible sonido de las ambulancias y un grupo de personas con el verde uniforme que segundos después ya lo estaban asistiendo. Trataron de acomodarlo mientras le decían cosas que para Carlos eran inteligibles. Vio que uno de ellos se acercaba a toda velocidad con una camilla pero ya era tarde. Carlos empezó a sentir que se desvanecia. Su único parpado abierto empezó a sentirse como de 100 kgs. Hizo un último esfuerzo y lo único que llego a divisar fue su pie derecho. Solo su pie derecho calzado con un suave calcetín rojo ahora teñido de sangre…


message 257: by Javier (new)

Javier Garzon | 6 comments Elba wrote: "Hola a todos!

Les paso mis textos con el Calcetín Rojo. Escribo microficciones, así que van aquí 3 jugando con el mismo tema. Pueden leer mis micro relatos en Instagram bajo el nombre FernandaEsta..."


Muy bueno!!


message 258: by [deleted user] (new)

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Hoy era el día. Esta vez… esta vez tenía que estar segura. De hoy no pasaba. Hoy era el día en que la maldita lavadora-secadora sería humillada, repudiada por toda la familia, y finalmente desterrada.
Quizás encontraría un nuevo futuro en Wallapop, pensó Teresa. O quizás, esta misma tarde Manolo y los críos la bajarían a peso y se pasaría horas y horas al lado del contenedor. Nadie la querría, nadie la miraría siquiera. Tampoco el vagabundo rumano que iba por el barrio llenando el carrito de cosas que pescaba de la basura. No, ante semejante pedazo de mierda de electrodoméstico, incluso el vagabundo arrugaría la nariz y diría: “Qué asco”.
Sólo una vez entrada la noche, el camión de la basura recogería el trozo de chatarra inservible que no lavaba, no secaba, se estropeaba cada dos por tres y se tragaba calcetines. Mañana, la lavadora-secadora ardería en el vertedero de Colmenar.
Teresa sonrió.
Comprobó una vez más el cajón de los calcetines sueltos para estar segura. No, no estaba allí. Habría sido fácil verlo: un calcetín de un rojo vibrante, con un bordado de mini pelotas de fútbol, comprado impulsivamente en un pack de seis pares por tres euros en el Carrefour.
Por ese calcetín tan mono, Teresa había roto su propia norma. En casa, sólo se comparaban calcetines negros o blancos y todos iguales: el mismo modelo, para poder juntar cualquiera con cualquiera y ahorrarse las horas de búsqueda de parejas entre la colada limpia.
Un plan totalmente fracasado, tuvo que reconocer Teresa, que ya encendía un cigarrillo al lado de la ventana de la cocina. Porque los calcetines nunca eran exactamente iguales, fíjate. Aunque los compraras en el mismo sitio. Un par tenía la goma más ancha que el otro, uno era un poco más gris oscuro y no tan negro, y había también el más largo y el más corto y el que se daba de sí a los dos lavados y ya tenía una forma diferente.
Teresa exhaló un suspiro de humo y observó cómo se desvanecía, dispersándose entre el aire fresco que entraba por la ventana. Contemplar el humo siempre lograba calmar los mil pensamientos que hablaban a la vez en su cabeza. Teresa fumó, en silencio, con una ligera sonrisa en los labios, imaginando cómo sería su nueva lavadora. Esta vez sin secadora. Podía tender en la galería. La secadora era un capricho innecesario con este calor de Madrid.
Ya había fumado tres o cuatro cigarrillos cuando oyó el ruido de la llave en la cerradura y, enseguida, las voces de Manolo y de Miguel, el pequeño. “Hola cariño”, “Hola mamá”. El “plop” de la mochila del niño al caer en cualquier sitio. No se movió de su silla ni soltó el cigarrillo, pero Miguel, correteando por la casa con la chaqueta aún puesta, la encontró y le dio un beso antes de desaparecer.
“¿Dónde estás, cariño?” preguntó Manolo, que estaba muy mal acostumbrado a que fueran a saludarlo a la puerta. Sin obtener una respuesta, insistió “¡Tere!”. “¿Qué haces ahí?” le dijo todo extrañado cuando la encontró allí sentada, fumando en la cocina.
- Mira Manolo – Teresa le mostró el calcetín rojo, solitario, desparejado. – Este cacharro hay que cambiarlo. Hoy se ha vuelto a tragar otro calcetín, la pareja de este. Y ahora sí que no hay duda. Calcetines rojos sólo hay un par. Y ya estoy harta de perder calcetines y pasarme las horas buscando pares de calcetines que no existen, además de que lava mal, no seca bien, hace un ruido…
- A ver mujer, cálmate un poco – Manolo sabía que no había nada que la alterara más que cuando le decían que se calmara. – Vamos a hablarlo
- No, ni cálmate ni cálmate. Ya está hablado. Me dijiste que si te enseñaba que se tragaba los calcetines…
- ¡MAMÁAAA! – se oyó desde la habitación de Miguel - ¿Pero mamá que ha pasado!
El niño apareció en la cocina con cara de susto.
- ¿Has desordenado tú mi habitación?
- Bueno hijo, por una vez yo la desordeno y a ti te toca ordenarla, así me entiendes un poco mejor.
Teresa, muy tranquila, se volvió a sentar en la silla de la cocina y encendió un nuevo cigarrillo, mientras los dos corrían a la habitación de Miguel y exclamaban alteradamente ante la cama deshecha, el armario vacío, la ropa distribuida por la habitación, los cajones sacados de sus carriles y vaciados sobre el escritorio.
- ¡Pero mujer! ¡Estás loca! – la acusó Manolo. – ¿Has hecho esto también con la habitación de Carlos? – y luego – ¿¿Has destrozado nuestra habitación también??
Los “Aaahs”, “Madre mías” y “Por dioses” acompañaron a Manolo de habitación en habitación. Estaban armando un buen escándalo, pero Teresa estaba segura de que tras la tormenta llegaría la calma y se tendrían que disculpar y darle la razón. El calcetín rojo no estaba, y eso significaba el fin de la lavadora-secadora que tanto le había amargado la vida. Un trato era un trato y, por mucho que alegara Manolo que si el dinero que si nosequé, ahora que Teresa tenía pruebas de su maldad, el cacharro estaba condenado.
- ¿Qué pasa, mamá? – Carlos, el mayor, apareció desconcertado por el umbral de la cocina. Con tanto barullo, ni siquiera le había oído abrir la puerta.
- Nada, mi niño. Tu padre, que no sabe perder. ¿Qué tal en el cole?
- ¡Hostia, aquí estaba el calcetín rojo! – exclamó alegremente el niño – Que esta mañana no lo encontraba…
Y allí, bajo unos shorts deportivos demasiado largos, apenas asomando por las zapatillas de baloncesto, Teresa vio el calcetín rojo moteado de mini balones de fútbol alrededor del tobillo izquierdo de su hijo. En el pie derecho de Carlos, un calcetín negro cualquiera para salir del paso, desparejado, insulso y criminal.
- ¡MAMÁ! – grito el niño cuando le llegó el calcetinazo rojo de su madre en la cara.


message 259: by Chio (new)

Chio | 42 comments Olga, me gustó tu narración, como usas el pequeño elemento del calcetín para crear un conflicto y dar a conocer a los personajes.
Literautas,
Soy nueva, y entendía que no se podían mandar los ejercicios hasta septiembre. Veo que si se puede por lo que enviaré los míos.


message 260: by Chio (new)

Chio | 42 comments El calcetín rojo.

1. María . porque lo hecho en la lavadora
2. El gato, porque era su juguete favorito
3. Daniel, porque era el único par deportivo que tenía
4. La paloma, porque estaba en su nido
5. La abuela, porque era de él

El funeral del abuelo.
La abuela estaba angustiada, quería llegar a tiempo a misa, pero le era imposible. Todavía seguía en camisón.
— no hay poder humano que la convenza de vestirse —. me comunica la enfermera.
— Está bien—.contesto — ya voy para allá, trate por lo menos de que se bañe — le indico.
Me encuentro haciendo los trámites para los funerales de mi abuelo desde la noche anterior. Él estuvo enfermo durante mucho tiempo, finalmente esta semana su condición se agravo, falleció el día anterior.
Mis abuelos se separaron hacía muchos años, cada uno vivía en su casa, pero las viviendas estaban en el mismo terreno. La abuela entraba por la calle Margaritas, mientras que el abuelo lo hacía por Cóndor. Un gran jardín dividía las construcciones, aunque había acceso hacia el desde las dos casas. Les servía para espiarse mutuamente desde el amanecer, hasta que cada uno se iba a dormir. Lo sabíamos, porque al preguntarle a alguno lo que había hecho determinado día, el otro corregía los detallarles de la jornada.
A los acontecimientos y reuniones familiares, los abuelos se presentaban siempre juntos, ella colgada del brazo de él. Se sentaba a su lado en la mesa o en la sala y escuchaba sin inmutarse el relato de la última aventura que el abuelo inventaba. El viejo hablaba de sus viajes haciendo tal o cual proeza.
Yo, viéndolos juntos, no entendía el motivo de su separación. Le pregunte a mi madre, que me contesto —Es un misterio para todos. Lo único que recuerdo es una discusión sobre un calcetín rojo, que termino con la salida de mi padre a la casa de enfrente.
Durante la celebración de sus bodas de oro, se me ocurrió preguntarles.
— ¿Que es esa discusión que tienen ustedes sobre un calcetín rojo?
—No lo menciones —, dijo el abuelo — esta vieja lo escondió, tuvo la culpa de que no cumpliera mi mayor sueño.
—Como te atreves, te salve de tu destino—.grito la abuela iracunda.
Se levantaron; cada uno camino en dirección contraria, salieron azotando al unísono las puertas. Mi abuela se encerró en la recámara y mi abuelo abandono la reunión.
Al igual que el resto de la familia, imaginé mil cosas, pero a ciencia cierta nunca se supo lo que paso.
Llego por mi abuela a su domicilio, trato de apurarla para estar a tiempo en el funeral. La enfermera ha logrado bañarla y vestirla, pero no se decide a salir.
Esta triste —. Afirma la cuidadora —. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo.
Abuela ¿para qué quieres el calcetín del abuelo? — le digo.
Ella se aferra con sus dos manos a las mías; viéndome directo a los ojos dice —Porque antes como ahora, es todo lo que me queda de él.


message 261: by [deleted user] (new)

Hola Chio,

Tu relato está muy bien escrito y me gustó mucho el final. Sin embargo, me hubiese gustado saber cómo fue la pelea por el calcetín. Claramente es una pelea importante, ya que logró romper una relación muy fuerte, y genera mucha curiosidad en el lector, nos quedamos pensando: "¿Pero cuál habrá sido la pelea? ¿Cómo le arruinó la vida con un calcetín rojo?".
Pero en el relato, ningún miembro de la familia quiere hablar del tema, así que nos quedamos con las ganas!


message 262: by Chio (new)

Chio | 42 comments Muchas gracias por tu comentario, en realidad es lo que quería lograr. Claro que como es un relato corto lo adecuado como dices sería dar la razón del desacuerdo. Voy a hacerlo como ejercicio para ver si lo redondeo adecuadamente.


message 263: by Mireille (last edited Jul 29, 2017 08:42AM) (new)

Mireille Pasos (mia_pasos) F. Rosal wrote: "EL CALCETÍN ROJO (F. Rosal)


Simón fue sacando lentamente el brazo de la sopa de marisco. Apenas notaba el calor del líquido (no después de casi media hora de intensa búsqueda en un sinnúmero de ..."


Me encantó este relato. Me atrapó de principio a fin. Considero que es una historia muy entretenida en la que el lector puede disfrutar de un viaje visual, imaginar los olores, las texturas y los sabores que se describen, casi como si uno mismo estuviera ahí. En mi particular forma de percibir el mundo, esa es la magia del escritor: envolverte, llevarte hasta ese lugar que está creando en su mente y atraparte.

Además, el final es asombroso. Dan ganas de reír y al mismo tiempo se siente una cierta pena por el personaje principal. Mil felicitaciones, F. Rosal. Ya quiero leer más cosas tuyas.

Mireille


message 264: by Mireille (last edited Jul 29, 2017 08:49AM) (new)

Mireille Pasos (mia_pasos) deleted user wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. La noche no habría merecido la pena si no conseguía recogerlo todo antes de que su esposa volviera a casa. La rubia del bar seguía en la ducha y más le v..."

Me mataste de la risa con esta línea "y él no era de piedra, ni siquiera de papel o tijera". Este relato me hizo pensar en algunas personas que he conocido a lo largo de la vida... honestamente, mientras más avanzaba en la lectura, más deseaba que Lola llegase (no te voy a decir qué más deseaba que le hiciese je, je).


message 265: by MaJosé (last edited Aug 02, 2017 10:07PM) (new)

MaJosé Toala | 4 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Incluso a sus casi 28 años recordaba el día en que vio a su madre esconder el repuesto de las llaves de la camioneta en aquel calcetín, porque fue el mismo día que la habían descubierto intentando huir con su novio a la playa. ¿Por qué había intentado algo tan estúpido por alguien que no lo valía? Se preguntó, recordando lo fácil que se ilusionaba a los 16 años. Sin embargo, ahora le vendría bien saber además dónde guardaba su madre aquel calcetín, antes de que ella y su padre regresasen de la fiesta o de que la versión más joven e imprudente de sí misma se despierte. Jimmy la estaba esperando impaciente. Debían huir esa misma noche con la máquina, llevarla a un lugar muy lejos de ahí, antes de que George y sus detectives la encuentren. No podía quedarse atascada en el pasado, solo necesitaba unos días para arreglarla y poder regresar a su vida. No había mucho en el pasado que quisiera volver a ver de cualquier manera, y aunque su vida actual no era lo que aquella adolecente durmiente había soñado, estar en el pasado era muy peligroso, no podía arriesgarse un segundo más. No había nada en los cajones, nada en los estantes, ni en el armario de su padre. Debía estar en alguna parte, su madre era muy inteligente, pero ella siempre había descubierto sus escondites. Piensa, piensa, ¡piensa!
De repente divisó luces a través de la ventana… luces de Navidad en la casa de los vecinos.
Navidad… ¡Navidad!
Bajó corriendo las escaleras de la manera más silenciosa que pudo, mientras Jimmy la perseguía de cerca, esforzándose por no gritarle para preguntarle qué pensaba hacer. ¿! ¡¿Cómo no lo pensé antes?!, se recriminó al acercarse a las chimeneas, sobre la cual colgaban varios calcetines. El primero a la izquierda era tan rojo que era imposible no fijarse en él, sin embargo, lo había pasado por alto muchos años. Rápidamente metió la mano y sacó las llaves de la camioneta. Pero entonces escuchó el motor del viejo auto de su padre. Estaban aquí, ya no tenía tiempo, tenía que actuar rápido.
-Rápido, Jimmy, tendremos que correr, tal cual ladrones.
-¿Estás loca? ¿cómo pretendes…?
Pero Ale ya se dirigía a la puerta a toda velocidad, así que Jimmy no tuvo más opción que seguirla de prisa. Apenas salió le quitó la alarma al vehículo y corrieron a él. Intentó con todas sus fuerzas no ver a sus padres, pero por una milésima de segundo, sus miradas asustadas se cruzaron. Abrió la puerta del auto y lo encendió mientras sentía cómo su corazón se partía de la melancolía, de la tristeza de saber que no volvería a ver aquellos rostros que tanto amaba.
Pronto salían de la ciudad, con una máquina del tiempo como único equipaje…


message 266: by Chio (new)

Chio | 42 comments Me gustó mucho tu relato, muy imaginativo, el elemento de la máquina del tiempo es un buen pretexto y se vislumbra la pérdida de los padres en el futuro al final del ejercicio


message 267: by MaJosé (new)

MaJosé Toala | 4 comments Chio wrote: "Me gustó mucho tu relato, muy imaginativo, el elemento de la máquina del tiempo es un buen pretexto y se vislumbra la pérdida de los padres en el futuro al final del ejercicio"
muchas gracias :) es la primera vez que me atrevo a hacer esto y pues, tenía un poco de miedo de que no fuera bueno, así que me das ánimos a seguir intentando.


message 268: by Chio (new)

Chio | 42 comments Si María José, que bueno que te animas; a mí me encanta, creo que lo importante es ir aprendiendo.


message 269: by MaJosé (last edited Aug 05, 2017 10:05AM) (new)

MaJosé Toala | 4 comments Sí, es verdad, gracias (:


message 270: by Dácil (new)

Dácil Domínguez (dacilandrea_) | 1 comments Amber se pasó una hora buscando el calcetín rojo, lo necesitaba con mucha urgencia, era uno de sus calcetines de la suerte, claro el otro lo tenía en su mano pero no encontraba su par; no lo encontraba ni siquiera en el fondo de su cajón, ¿Justo en este momento tenía que desaparecer?, tenía una presentación de un proyecto muy importante en la universidad y la única manera en la que ella se sintiera tranquila mientras hablaba era tener esos calcetines rojos debajo de sus botas, no solo uno, necesitaba los dos. Cualquiera le diría loca supersticiosa por creer en esas cosas de la suerte.
Fue a preguntarle a su madre si no lo había visto en la ropa para lavar o en la lavadora, pero su madre lo único que le dijo fue “Es increíble que con 20 años sigas con esa obsesión hacia esos calcetines, lo cuales según tú te dan suerte; entiende que la suerte está en tu cabeza y, en este caso, en lo mucho que te hayas preparado para la presentación. Unos calcetines rojos no te darán suerte si no estudias ¿sabes?” y luego de esto se fue. Es increíble, ella no la entendía.
Tenía una hora para encontrar ese calcetín rojo que le faltaba sino se sentiría muy nerviosa y no le saldrían palabras, ella sabía que el conocimiento lo tenía pero esos calcetines rojos le daban más seguridad; mientras más buscaba y menos encontraba, sus esperanzas fueron decayendo hasta que… Dentro de la casa del perro, reflejado por la luz del sol se veía algo rojo. Ambar salió corriendo, sacó el objeto y sí, era su preciado calcetín rojo, se lo puso aunque estaba un poco mojado por babas del perro y se fue directamente a la universidad, donde por cierto sacó muy buena nota.


message 271: by Roeslin (new)

Roeslin Diaz Reyes (fangirl31) | 2 comments El Calcetín Rojo.

Todo estaba revuelto; los cajones estaba fuera de su lugar parecía como si hubiese pasado un tornado en la habitación —¿dónde está?! -repetía Pía angustiada. Resulta que Pía había guardado todos sus ahorros en un calcetín rojo que andaba desaparecido y así Pía se pasó una hora buscando un calcetín rojo.

Pía angustiada salió de la habitación y tropezó con María su tía que cargaba una cesta llena de ropa —oye tía ¿por casualidad no viste un calcetín rojo en la ropa que lavaste? —oh! No querida pero, he visto a belle en la biblioteca que lo utilizaba como separador para un libro —Dios! La buscaré ¡gracias! -gritó mientras salía corriendo. Cuando llegó a la biblioteca vió varias pilas de libros caídos y que toda la biblioteca estaba hecha un desastre y Pía vió a Belle que estaba buscando algo —¿qué rayos pasó aquí Belle? -preguntó —el idiota de john eso fue lo que pasó -respondió Belle refiriéndose al hermano menor de ambas —él y su tonto y enorme perro me han perseguido por todos lados por un estúpido calcetín y han hecho este desastre -continuó sumamente enojada
—¿el calcetín de casualidad era rojo? — sí, ¿porque preguntas? —es mío! Tengo algo muy importante ahí ¿dónde está? —te lo acabo de decir, John y su perro se lo han llevado, solo tienes que seguir el camino de lodo que han dejado por toda la casa… En fin, tengo mucho que ordenar —como sea, adiós!


—vamos súper Docky a volar!! –escuchó que decía su hermano mientras intentaba montar a su enorme perro —alto ahí enano! -dijo sujetando a john por la ridícula capa hecha con una manta que éste llevaba puesta —¿dónde está el calcetín que le has quitado a Belle, es mío! —no es tuyo, es el nuevo juguete de mi perro —¿qué dijiste?! -gritó —es que estas sorda - respondió sacándole la lengua y señalando al perro —es su nuevo juguete -Pía miró al perro y vió el calcetín sus enormes fauces agitándolo con fuerza; Pía quedó en shock hasta que escuchó a su hermano decir —mira! Docky hace que llueva dinero -Pía miró al perro y rápidamente intentó quitarle el calcetín al perro, pero este salió corriendo y ella vio cómo su dinero estaba triturado en el piso —no!!! Mi pobre y hermoso dinero - dijo llorando y arrodillándose frente a los restos del dinero —¿qué demonios ha pasado en mi casa??!! -gritó Perséfone la madre —oh oh! -dijeron Pía y John al mismo tiempo —niños!!....


message 272: by Chio (new)

Chio | 42 comments Dacil, me pareció muy bien tu relato. Me he dado cuenta con estos ejercicios que tendemos a repetir algunas palabras, y la que vi en el tuyo es " tenía" me parece que se pueden buscar sinónimos en algunas para no repetir.


message 273: by Chio (new)

Chio | 42 comments Roeslin, tu relato me pareció interesante, me dio la sensación de estar leyendo un cómic por el cambio de escenas que logras con los diálogos de los diferentes personajes


message 274: by [deleted user] (last edited Sep 06, 2017 10:26PM) (new)

Esa mañana, Iván se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Tenía la cabeza echa un lio entre la universidad y el nuevo trabajo que había empezado la semana pasada, sin mencionar que Lisa lo había dejado sin explicación alguna hace un par de días. Estaba seguro que había guardado el par de calcetines en el primer cajón del armario, hacia la derecha, donde iban los calcetines de un solo color. Incluso, dudando de su propia mente, decidió buscarlo también entre los demás calcetines, todos bien ordenados, doblados y guardados en sus respectivos lugares. Solo falta uno.

Salió de casa dudando, tal vez se había caído en el cuarto de lavado, si, eso debía ser. Camino apurado las 3 cuadras que lo separaban de su lugar de trabajo, cuando se percató que todo se veía diferente. Los árboles, las casas, incluso la gente. Había estado viviendo en ese vecindario los últimos 5 años por lo que sabía perfectamente como deberían ser las cosas. Pero de pronto hoy todo parecía... extraño. Siguió su camino de siempre, cada vez más confundido. “Primero el calcetín y ahora esto” pensó. Al llegar al edificio de la imprenta para la que trabajaba como editor junior, el hombre de seguridad, Javier, no lo dejo pasar. No era raro, ya que era nuevo, le pidió amablemente que busque su nombre en la lista de empleados, que de seguro ahí estaba su nombre y su horario de trabajo. Javier lo miro con desconfianza, y le dijo que si, Iván Méndez estaba en la lista de empleados, pero había llegado al trabajo hacia 15 minutos. A Iván por poco y se le caen los ojos. “PERO COMO DICES? ¡Si yo estoy aquí parado!! Esto no puede estar sucediendo...”

Javier, el de seguridad, ya había llamado al manager, que apareció pocos minutos después. “Señor Bareiro, buenos días, por favor puede explicarle a Javier que yo soy Iván Méndez, empecé a trabajar para usted la semana pasada, el editor junior” dijo Iván, ya agitado y en su voz se escuchaba la desesperación. “En mi vida había visto a este hombre, Javier, por favor acompáñelo a la puerta”
“Señor no, por favor, espere. Debe haber un error, ¡yo soy Iván!” Un hombre se acerca al señor Bareiro y le habla al oído, éste asiente y mira a Iván con precaución. La mente de Iván está dando más y más vueltas, se siente mareado. Una patrullera se escucha a lo lejos, Iván no entiende más nada, le sudan las manos... “No, no es una patrullera, es una ambulancia” dice en voz baja para si mismo. La ambulancia llega en cuestión de minutos, una enfermera lo agarra y trata de estirarlo. “Pero porque, ¿que está pasando?” Iván mira al edificio, ve a Javier, al señor Bareiro y al otro hombre, mirándolo con preocupación, o tal vez... con compasión? Siente un pinchazo, le inyectaron algo, lo estaban drogando y él no podía hacer nada, ya no podía moverse, no sentía su cuerpo...

Abre los ojos, mira el reloj, son las 7:30 de la mañana. Iván se levanta, se da una ducha rápida, prepara un café y vuelve a su habitación para prepararse para ir a trabajar. Un par de jeans, una remera negra, y el par de calcetines rojos que su novia Lisa le había regalado por Navidad, había armado el atuendo mentalmente. Se viste apurado y sale de casa. De camino al trabajo trataba de recordar las cosas que debería hacer ese día, pero no podía recordar que hizo el día anterior. Se detuvo en seco en una esquina cuando se dio cuenta y a su mente volvieron los recuerdos, recordó que pasó más de una hora buscando el calcetín rojo…


message 275: by Alonso (new)

Alonso Alvarado | 5 comments Lo último que recordó fue la inyección y el increíble subidón que esta dio, no sabe dónde ni con quién está. Miró sus manos desesperado, dándose cuenta que estas estaban manchadas con un líquido rojo y viscoso. Estaba parado con sus pies desnudos sobre un tremendo charco de sangre, rápidamente y con movimientos impulsivos salto y corrió buscando un baño, al mismo tiempo que se desvestía. Al llegar a la ducha, abrió el grifo a su máximo y solo se acostó bajo el agua a llorar. Preso de un largo letargo, estuvo dentro de la ducha hasta que consideró que ya había pasado tiempo suficiente, para luego levantarse y planear la mejor forma de salir de ahí anónimamente. Sabía que nadie lo vio entrar (pues nunca nadie lo mira) y era preciso que nadie lo viera salir. Desanduvo sus pasos dentro de la casa, vistiéndose con sus prendas (las que pudo encontrar) y con un trapo sucio intentó borrar sus marcas, las cuales parecían borrarse con el paso del tiempo; no dedicó gran atención a esta tarea, ya que su objetivo era salir y lo hizo, de forma rápida y lejos de toda mirada curiosa.
Una vez salido del edificio, se examinó así mismo. Una gran sonrisa se dibujó en su rostro, sus ropas estaban totalmente limpias; sin embargo, un pequeño detalle lo hizo entrar en pánico: Su pie derecho se encontraba desnudo dentro de su zapato. Rápidamente a su mente se vino una imagen de la condición en que estaba el calcetín, manchado de rojo por la locura que no recordaba haber cometido. ¿Qué hacer? ¿A quién pedir ayuda?; mientras intentaba pensar, su mirada se detuvo en un muchacho de aproximadamente 22 años, sucio y mal vestido, su condición de limosnero permitía un rápido y sencillo soborno. Se sacó su calcetín izquierdo y lo llenó de piedras. Aprovechando la necesidad y la imaginación de aquel joven, lo atrajo con una mirada fija e interesada, levantando a la distancia aquel calcetín, sugiriendo una gran suma de dinero dentro de este. El muchacho rápidamente cruzó la calle, sus ojos permitían ver la proyección y la fantasía sobre aquel calcetín, tal vez producto del hambre o de alguna otra necesidad, solo pensaba en tener todo el dinero que está dentro de aquella blanca bolsa, al acercarse a aquél extraño hombre éste escondió rápidamente dentro de su chaqueta el dinero prometido. Las únicas palabras que ambos se cruzaron fueron los requisitos para ganarse el saco de dinero: subir al piso cuarto, entrar en la habitación 409 y coger un calcetín de tono rojo. El muchacho bajo la influencia de la imaginación desbordante corrió sin pensarlo, subiendo los escalones del edificio con gran agilidad. Al entrar a la habitación, sintió un hedor que lo invitaba a vaciar su estómago, pero con decisión siguió caminando. Habían heces por todos lados, olor a orina y a vómito, daba la impresión que las propias ventanas habían olvidado su función. Aun así, su objetivo era aquella bolsa cargada con monedas, su imaginación lo invitaba a un paraíso sin límites, con tal cantidad de dinero podía comer y drogarse cuando y cuanto quisiera. Pero todo parecía truncarse, ya llevaba 1 hora buscando aquel calcetín rojo en un apartamento desordenado, sucio, oscuro y maloliente, para solo encontrar ropa usada y calcetines sucios, pero ninguno rojo o con tono rojo. Algo debía andar mal, en la situación o en aquel sujeto; recorrió completo el apartamento y no había ningún calcetín que llamará la atención por su color o por su colocación. Decidió salir y olvidar aquella recompensa, pero antes de salir escuchó pasos en la escalera e instintivamente se ocultó, al darse cuenta que era el mismo individuo que le ofreció aquel extraño trabajo, por una bolsa que ni siquiera revisó bien decidió salir y pedir explicaciones. El hombre ya estaba en el marco de la puerta, con un aspecto bastante sombrío y en su mano estaba aquella bolsa blanca con el supuesto oro, que ahora tenía más parecido a un calcetín relleno, siendo sostenido como un arma y no como una recompensa. Un poco aturdido por el cuadro que estaba viendo y sin claridad de sus próximos pasos, decidió hablar: “aún no encuentro lo que me pidió, ¿está usted seguro que el calcetín es rojo?”. Aquel hombre sombrío en vez de responder, simplemente caminó en dirección del sonido de la voz con una mirada que parecía traspasar todo lo que se cruzaba. En ese mismo momento el hedor de la pieza fue tan intenso como el palpitar de su corazón, de forma imprevista vio como aquel hombre levantaba su brazo derecho con el calcetín como arma y bajándolo rápidamente en dirección a su cabeza, supo esquivar el golpe con un rápido movimiento de su brazo izquierdo, permitiendo entrar en la lucha por la improvisada arma, pero de una forma bastante extraña, ya que mientras tironeaban el muchacho hablaba o más bien gritaba, suplicando por su vida, pero del hombre macabro no se obtenía nada, solo una mirada vacía. El pordiosero, preso de un terror que recorría todo su cuerpo empezó a dar golpes de puño con su mano derecha, mientras con su extremidad izquierda tiraba del calcetín con todas sus fuerzas. Se dio cuenta que el extraño y lúgubre sujeto no tenía tanta fuerza como parecía, siendo más sencillo golpearlo, pero ya estaba bajo los fuertes efectos del terror, los golpes fueron certeros y extremadamente fuertes, permitiendo arrancarle de forma repentina el calcetín con piedras. Su mano derecha turnaba los golpes con su mano izquierda, utilizando a la perfección aquél improvisada arma. Los golpes fueron más certeros que al principio, sin ser necesario buscar esquivar los brazos del contrincante para golpear su rostro. Su mano derecha ya adolorida dejó de golpear, pero la mano izquierda con aquel rustica arma golpeaba más fuerte que nunca, siendo tanto el esfuerzo que no podía evitar gritar, como si este acto le diera más fuerza para acabar con el extraño individuo. Repentinamente, sintió como una luz blanca ilumino sus ojos, y cuando pudo enfocar la vista, se vio encima de aquel hombre de cara deforme, del cual solo se intuía que era un ser humano por la sangre que brotaba a borbotones, ya que no era posible ver rasgos faciales claros. Se levantó confundido y recordando la escena anterior, haciendo memoria de aquel sujeto, de aquella habitación (que tan diferente olía ahora) y de su objetivo en ella. Miró su mano y sintió una extraña sensación de alivio, pues había encontrado lo que buscaba; como una extensión de su brazo izquierdo, se encontraba el calcetín rojo que tanto buscó.


message 276: by Chio (new)

Chio | 42 comments Alonso wrote: "Lo último que recordó fue la inyección y el increíble subidón que esta dio, no sabe dónde ni con quién está. Miró sus manos desesperado, dándose cuenta que estas estaban manchadas con un líquido ro..."

Me parece que tu composición no se desvía del objetivo de la historia, que es el calcetín. Logras bien un ambiente cruel y fuerte. En la parte que se realiza la búsqueda por el mendigo, creo que quedaría mejor resumirlo. Cuidado con los : su o sus


message 277: by Chio (new)

Chio | 42 comments Nicoletta wrote: "Esa mañana, Iván se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Tenía la cabeza echa un lio entre la universidad y el nuevo trabajo que había empezado la semana pasada, sin mencionar que Lisa lo había..."

Me gustó mucho tu narración, el no ser reconocido, el no saber que pasa da el conflicto. Lo que no acaba de concretarse, no se entiende bien es como se justifica la historia. Me imagino que es un sueño, o un espacio perdido en el tiempo (por ponerle un nombre). La puntuación pierde un poco el contexto y hay que definir los tiempos en los que se narra o se habla. Espero te sirva mi punto de vista.


message 278: by vero (new)

vero | 3 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo.

No sabía si en realidad había sido una hora, quizás habían sido dos, quizás diez o quizás veinte. El tiempo era la menor de las preocupaciones para Autumn Dominique.

Había buscado en cada rincón, cada lugar dentro de lo posiblemente humano pero por más que buscaba, por más que preguntaba acerca del paradero de su calcetín rojo, no obtenía respuestas de nadie.

Ahora, su departamento estaba hecho un desastre, como si un huracán hubiera entrado de la nada dejando destrozos por doquier. Tanta era la desesperación de Autumn por encontrar el bendito calcetín que haba roto un jarrón, un jarrón carísimo que su novio le había regalado. Autumn ni se inmuto en recoger los pedazos, al ver que su calcetín no estaba ahí, siguió buscando en otra parte.

Quizás se ha ido caminando, pensó mirando por la ventana, quizás se ha ido volando.

Entonces lo vio.

Lo vio desfilando por las calles de Nueva York, una simple mancha roja en el pavimento moviéndose con completa libertad, y los transeúntes que pasaban junto a él, no se molestaron en mirarlo, quizás porque no podían.

Autumn soltó un par de maldiciones, agarro su paraguas azul, que estaba medio dormido y cuando sintió que lo tomaban, protesto pero la chica no le hizo caso. Deslizo la ventana hacia arriba, paso una pierna por encima del alfeizar y después la otra hasta que estuvo afuera y con el suelo a tres pisos de distancia.

El calcetín se alejaba, debía darse prisa.

―Salto de fe― susurro y dio un paso al frente.

El paraguas se abrió con una exclamacion y su caída fue lenta y fluida. Pensó que debía parecerse a Mary Poppins moderna. Igualmente, nadie se dignó a mirarla. No podían.

Una vez en el suelo, dejo el paraguas en la acera y corrió como alma que lleva el diablo.

La mancha roja estaba junto a un semáforo, los coches pasaban a gran velocidad como borrones negros, blancos y amarillos.

―¡Oye, tu!― grito Autumn en dirección al calcetín.

El pedazo de tela se estremeció al escucharla y aun con el semáforo en verde y los coches pasando cruzo la calle. O al menos lo intento.

Autumn no había dado ni un paso antes de que el calcetín fuera llevado por una de las llantas de un taxi amarillo. Grito y se llevó las manos a la boca cuando el calcetín quedo solo en el pavimento, hecho trizas con manchas negras por doquier.

Por fin, el semáforo cambio y los restos del calcetín fueron pisados por la docena de personas que cruzaban. Con lágrimas en los ojos y un suspiro de resignación, camino hacia el objeto y lo recogió. Estaba inmóvil en su mano.

Regreso a su edificio con los hombros encorvados y subió las escaleras arrastrando los pies.

La puerta de su departamento estaba abierta de par en par y en la sala estaba su novio Caleb de pie con los brazos en jarra examinando el lugar. Cuando la vio, abrió mucho los ojos y la miro de pies a cabeza, reparando en el calcetín rojo que sostenía en la mano.

― ¿Dónde estabas?― le pregunto Caleb―. ¿Qué le ha pasado al calcetín?

Autumn se dejó caer sobre el sofá, los cojines estaban desperdigados por el suelo. Dejo el calcetín a un lado de ella, ya no iba a intentar huir de todas formas.

―Lo que ves― respondió abatida.

―El Hechicero no estará muy contento.

Autumn rio y miro por la ventana, su paraguas había regresado a casa y roncaba con fuerza.

―Ya creo que sí.

Caleb se sentó junto a ella y la abrazo. Se quedaron así por unos segundos antes de que su novio hablara de nuevo.

―Oye, ¿dónde está el calcetín?


message 279: by Dan (new)

Dan Dependel | 1 comments Me pasé una hora buscando el calcetín rojo. Era un calcetín, nada más. Eso pensé. Eso pensareis...pero era su calcetín. Lo único que me quedaba. Lo único que me ataba. Lo único que al perder podría cortar el único lazo que me encadenaba a esa obsesión que durante meses no me dejaba dormir...obsesionado por un calcetín. Fue una mañana de primavera cuando por lo vi primera vez, debajo de mis pantalones, mientras recogía mi habitación. Al recogerlo me embriago su dulce tacto y el olor que desprendía. Recordé como aquella noche, desnudaba su pie y lanzaba aquella prenda roja por los aires bajo la atenta mirada de la luna que espiaba detrás de la persiana. Busque de nuevo por mi habitación, por si mis recuerdos lo habían dejado en el mismo lugar; pero esta vez, solo encontré las sabanas de la cama en el aquel mismo rincón. Intente hacer memoria, pero no recordaba la última vez que lo tuve entre mis manos, solo recordaba esa noche de primavera. Después de una hora perdida desvalijando los rincones de cada habitación de la casa, decidí parar para respirar, el aire me faltaba y los latidos de mi corazón se escuchaban con solo bajar la voz. Me senté. Tome aire. Encendí un cigarro. Pensé. ¿Quien se puede volver loco por un calcetín? Y por fin recordé, que en ese momento lo llevaba puesto, todo el tiempo estuvo junto a mí, todo el tiempo rozando mi piel, todo el tiempo pienso en ti. Es una obsesión que no me deja dormir. Es mi calcetín. Es su calcetín.


message 280: by Lady (new)

Lady | 1 comments El calcetín rojo

Margaret era una muchacha despistada y bastante torpe, eso no era ningún secreto. Cada día llegaba tarde a la Universidad y sin querer, se le caía el vaso de café en el camino.
Vivía en un departamento que quedaba en pleno centro, en Córdoba, en Vélez Sarsfield 1519. Estaba cerca de la Plaza San Martín, con su hermosa catedral, y del famoso Buen Pastor, con la estatua de dos grandes del cuarteto: La Mona Jiménez y El Potro Rodrigo.
Convivía con su gato, Alfred y su amiga, Stela. Alfred era muy mimoso, dormía en la cama con ella, ronroneaba cuando lo acariciaba, etc. A él le encantaba jugar con su calcetín rojo.
Una tarde, al volver a casa, notó a Alfred triste. Para animarlo, buscó su juguete favorito, el famoso calcetín rojo, era suave y olía muy bien. Dio vuelta toda la casa en busca del mismo pero nada, no lo encontró. Buscó debajo de la cama, dentro del armario, debajo de la mesa, arriba de los muebles de la cocina, en el balcón, etc. Pero no lo encontró. Se pasó 1 hora buscando el calcetín rojo.
Al cabo de unas horas, llegó Stela, cansada por el largo día ocupado que tuvo.
Margaret, casi con lágrimas en los ojos, le preguntó si no sabía dónde estaba el juguete de su gato. Ella respondió “Esta mañana, se me cayó mermelada al piso y como era lo único que tenía cerca, lo limpié con él. Después lo puse en la lavadora y olvidé tenderlo. Si nadie lo sacó, sigue ahí”. Margaret frunció el ceño y enojada le respondió “¿Hay una rejilla en la mesada? ¿Por qué tuviste que usar el calcetín de Alfred sabiendo que le encanta y no puede estar sin él?”. Stela pidió disculpas y a continuación fue hasta la lavadora a buscarlo. Como supuso, estaba ahí. Solamente que no olía rico, tenía olor a humedad por no haberlo colgado a tiempo. Se lo llevó a Margaret y le explicó lo anterior mencionado. Cuando Margaret lo agarró, el gato vino corriendo y se le trepó. Estaba muy feliz. Lo agarró y se fue a jugar en la cama, a él no le importó si tenía olor a humedad, él amaba su calcetín rojo.

Rocío Aylén


message 281: by Daniel (last edited Oct 17, 2017 09:45AM) (new)

Daniel Nishisawa | 1 comments Artemio se encontraba en su cuarto, tenía frio. Buscó una chamarra negra que había conseguido en un bazar, de pronto notó que tenía helados los pies.
Recordó un calcetín rojo que le regaló Carmen, el gran amor de su vida. De pronto la imagen de aquella tarde nublada frente a la sierra de Puebla le llegó a la mente, evocaba el momento en que se juraron amor eterno y cerrando el pacto de la manera más simple pero simbólica, cada uno se quitó un calcetín y se lo dio al otro, Artemio se quedó con uno rojo que pertenecía a su compañera y Carmen uno negro con grandes rombos, a partir de ahí Artemio le dio una especie de misticismo al calcetín, creía que tenerlo cerca le daba una suerte especial, ya que el calor proporcionado le revivía la confianza que Carmen le daba, haciéndole sentir que todo estaba bien.
La distancia, los celos, la pasión y las metas diferentes de cada uno los obligó a separarse, careciendo cada día el aliento de su amada.
Pasaron horas sin poder encontrar el calcetín rojo de Carmen, preso de una angustia inexplicable Artemio escuchó el teléfono sonar, era Diana la prima de Carmen, extrañado por la sorpresa de la llamada en seguida intuyó que algo estaba pasando.
- ¡Carmen murió!,- gritó Diana mientras lloraba-.
- ¡Qué! ¡Cómo! - Contestó Artemio-
- ¡Si! ¡Su coche fue impactado por un camión!
Artemio sin poder creer lo que escuchaba, y quedando atónito, se pasó buscando el calcetín rojo.


message 282: by Verónica (new)

Verónica | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Le estaba costando encontrarlo esta vez. Siempre lo perdía a la misma hora y solía encontrarlo antes de que cayera la tarde, de modo que siempre sacaba unas par horas para continuar la labor hasta la hora de la cena. La cena, cuando llegaban invariablemente sus nietos a verla, sospechaba que para comprobar que seguía viva y cuidaba un poco de sí misma.

-Hola abuela, ¿cómo has pasado el día?. Esta solía ser la frase con la que saludaba el mayor.
-Como todos los demás días, decía ella.

Y era así. Cuando se iban los chicos y subían al piso de arriba donde vivían con su madre, se quedaba sola de nuevo, a solas con su calcetín rojo, El Calcetín Rojo. Hacía unos años que había establecido una curiosa relación con ese calcetín. El calcetín parecía haber surgido de la nada. Comenzó a tejer con lana roja lo que iban a ser un par de calcetines para sus nietos, para las Navidades, sin embargo cuanto más avanzaba en la labor menos le apetecía terminarla. ¿Qué le esperaba en cuanto acabase? Otra vez la cena, otra vez los nietos, otra vez la tele, otra vez la cama, otra vez el desayuno. Y el calcetín, en cambio, le ofrecía experiencias, emociones escondidas en sus brillantes puntos suaves. De modo que decidió que no terminaría nunca ese calcetín. Y entonces el calcetín empezó a hablarle. Al principio bajito, luego más alto. Al principio era amable, simpático, luego no tanto. Y llegados a este punto ella había empezado a tenerle un poco de miedo. Lo cual era absurdo, ¿no? Era su labor, ella era la que mandaba. ¿no? Claro que no dejaba de ser extraño que el calcetín no pasara nunca de una extensión determinada por mucho que ella siguiera tejiendo.

Fue entonces cuando comenzó a perder la labor todos los días a la hora de comenzar. Cada vez se le hacía más cuesta arriba su encuentro diario con el maldito calcetín. Lo perdía aposta seguramente, para retrasar el momento de la charla diaria, esa charla que comenzaba con un zumbido en sus oídos y un leve temblor de sus manos y luego la dejaba agotada, con la energía suficiente para acostarse y dormir un sueño inquieto.

Hoy era diferente, sentía que era diferente. Sacudió la cabeza y admitió para sí que había llegado a un punto en el que debía tomar una decisión y dejar la labor. Se dirigió con decisión hacia la televisión, la encendió y se sentó en la butaca con un suspiro de satisfacción. Poco a poco fue adormilándose, casi feliz.

Al día siguiente los nietos encontraron a la abuela en la butaca, sonriendo y con un calcetín rojo anudado fuertemente a la garganta. Había muerto asfixiada con su propia labor.


message 283: by Cris (new)

Cris Pérez Marquina | 1 comments Recuerdos de una bola de nieve | Cristina Marquina

Siempre he encontrado fascinante la posibilidad que se le ofrece a algunos objetos de tener una visión privilegiada de nuestro mundo cotidiano. Figuritas y motivos decorativos llenan las mesitas y los muebles de las casas habitadas. Cuando era pequeña llegué a establecer su presencia como el carácter distintivo que hacía de una estancia un hogar. Si en el momento de entrar a una habitación ningún objeto diminuto, acostumbrado a acumular polvo, posaba sus ojos sobre mí, aquello indicaba que me encontraba en un hotel. Por mucho que la cadena hotelera dirigiese todos sus esfuerzos a hacer de sus habitaciones lo más parecido a un hogar, siempre se les escapaba algo. Sus habitáculos se convertían, a mis ojos, en meros refugios contra un temporal, lugares en los que uno no encontraría nunca su alma.

Hasta este momento no había reparado en el objeto que, sin duda, ocupa un lugar preferente en mi habitación. Seguramente el motivo sea que el día en que le conferí su espacio en mi cuarto no pensaba en ello, sino sólo en mí y en la posibilidad de disfrutar de su belleza el mayor tiempo posible. Pero el azar tiene sus normas que nosotros desconocemos. Fue precisamente la casualidad la que hizo que mis manos de cinco años colocasen con sumo cuidado la bola de cristal que mi abuela acababa de regalarme en la tercera balda de mi estantería. Arropada por mis más preciados tesoros: mis libros, un espejito de mano y un calcetín rojo.

Hace una hora que rebusco con insistencia entre las obras de distintos autores que han ido llenando los estantes de la pared y que, con el paso del tiempo, han visto ante sí las sucesivas ampliaciones necesarias para albergar a todos mis compañeros de viaje de tinta y papel. Precisamente ahora, reparo en la bola, un codazo ha hecho que la nieve se desparrame contra el cristal y, tras unos segundos, las partículas blancas se desplazan por el líquido incoloro hasta depositarse en la superficie de la pequeña aldea que conforman las figuritas en su interior. Presidiendo la escena Papa Noel nos saluda, enfundado en su traje rojo y con el rostro algo sonrojado por el frío. Recuerdo que el realismo de este regalo me hizo creer durante años que la aldea había sido congelada para que yo tuviera el privilegio de observarla cada día de mi vida, ajena a sus problemas y con la certeza que uno adquiere al saberse poseedor de un objeto material. La convicción de que es suyo y de que su valor se basa en su precio.

Tras mi patoso gesto, los pequeños copitos de nieve llaman mi atención. Mi mirada se fija en el cristal y lo traspasa, deteniéndose a observar mi habitación, a través de las figuras que conforman al danzar. Si alguien sabe dónde puede estar mi preciado calcetín rojo esa, sin duda, es la bola de cristal. Desconozco si en su interior hay algún rincón que haga las veces de almacén de mis recuerdos. Pero, de ser este el caso, podría proyectar para mí buena parte de la película de mi vida.


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Me ha parecido maravillosa la idea de estos ejercicios.
¡Saludos a todos! Hacéis un gran trabajo

https://escribirlavida.wixsite.com/es...


message 284: by Eugenio Caicedo Hernández (last edited Dec 01, 2017 12:59PM) (new)

Eugenio Caicedo Hernández | 2 comments Bueno el final lo deje abierto, como para continuarlo en algun otro punto. Estuvo bastante entretenido el ejercicio:

Eran las 5:45 pm de un viernes del mes de Junio. Ulises acostumbraba a ayudar a su tio en sus fabricas durante un periodo de cuatro meses, de Junio a Septiembre. Entre sus muy dedicadas tareas esporadicas se hayaba el de hacer el inventario. Odiaba realizarlo y justo ahora en el que sus vacaciones casi llegaban.

Entre los anaqueles que debia resignarse a revisar estaban los numerados del R-45 al R-60. Le tomaria horas revisar cada confeccion realizada por la mano de obra. Tomo una caja llena de calcetines rojos intensos, muy parecidos a los que los niños cuelgan en navidad como motivo de celebracion. Se venderian la proxima semana en una franquicia al otro lado del pais.

Conto cada par de calecetines, uno por uno hasta terminar la caja. Pero fue solo hasta que termino de contar el ultimo par que se dio cuenta que uno de los calcetines no tenia un compañero. Penso "A lo mejor conte mal". Vacio la caja y reprodujo la tarea ya de por si tediosa. Al terminar, aun encontraba una pieza faltante. Se pasó una hora buscando el calcetin rojo. Quizas se habia perdido durante la confeccion, o quizas tal vez se le habia caido o en cuyo caso fue un error en el proceso de control de calidad. Resolvio en preguntar al asistente de calidad que se hayaba en su puesto, pero solo consiguio una respuesta fria: "Nada puede perderse en ese inventario, yo mismo lo reviso antes de pasar al almacen".

Ulises volvio al cuarto y dejo la caja de calcetines a parte. No anoto nada sobre el incidente ni sobre el inventario de los calcetines. Prefirio seguir con su tarea y resolver el asunto del calcetin al final. Igual solo era un calcetin perdido que podia reponerse. Aun asi, su tio lo despediria si algo faltaba. Humberto era de lo mas desagradable en furia y ha de considerarse un abaro en potencia. Reclinaba mucho en la perdida de sus poseciones, quizas debio haber sido por que nunca le falto nada en su vida. Ya conseguiria como converncerlo del asunto del ropaje faltante.

Las horas pasaron, el cansancio del dia comenzaba a menguar en las energias de Ulises. Cerro el ultimo cajon de la estanteria del fondo. Regreso a la mesa donde tenia sus cosas. Miro el tablero que marcaba el inventario, se encontraba encima de la caja de calcetines. No podia dejarlo asi. Escribio una rapida nota y la pego con sinta adhesiva a la caja. La etiqueta decia: -1. Algo pequeño pero que le indicaba el faltante. Pero no fue hasta que reparo en una pequeña escritura en la caja, en el cual indicaba lo siguiente: "Por motivos de caridad, un calcetin de esta caja fue sacado de esta caja. Peter"


message 285: by Sara (last edited Dec 22, 2017 01:09AM) (new)

Sara | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Finalmente lo encontró, en el fondo de uno de los cajones de la habitación de los chicos. ¿Por qué seguía llamándola así si los chicos ya peinaban canas y hacía años que no dormían allí?
¿Y cómo narices había llegado hasta allí el dichoso calcetín? Recordaba haberlos guardado el año pasado, después de la navidad, pero lo cierto es que muchos de sus recuerdos se diluían cada vez más y se convertían en una odiosa sustancia frágil y llena de grietas.
Suspiró y de nuevo a su mente, puntual, vino la maldita vocecilla.
- “Para nosotros, desde que nacieron, siempre fueron lo primero”.
Y como tantas otras veces, se enfrentó ella con los inútiles argumentos de siempre que no conseguían acallarla.
- “¡Cállate! Siempre tuvimos claro que no les daríamos guerra, ellos tienen su vida”
- “Pero nosotros cuidamos de nuestros padres cuando estuvieron mayores, ¡nunca los hubiéramos llevado a una residencia!”
- “¡Que te calles, no seas injusto con ellos! Eran otros tiempos, los chicos tienen sus trabajos, sus familias, no pueden atenderme. Ellos me quieren…”
Dio un puñetazo en la mesilla y se levantó. El nudo en la garganta que le acompañaba desde hacía días se hizo aún más fuerte, y una lágrima se asomó a sus viejos y cansados ojos. Se sentía tan triste, tan culpable, tan solo… Pero tenía que ser fuerte por ellos, no podía permitirse llorar.
Suspiró de nuevo, se recompuso y emparejó el calcetín perdido junto con su compañero. Los mismos calcetines que se ponía el día de Navidad desde hacía más de veinte años, los últimos que le regaló Ana antes de caer enferma… De nuevo la lágrima luchó por salir. “¿Por qué demonios se fue tan pronto? ¿Y por qué no me voy yo ya? Qué pinto aquí…”
Por primera vez este año no se pondría los calcetines de Navidad en casa. Se los pondría en la residencia a la que le llevarían sus hijos por la tarde.
Tras un último suspiro se fue al espejo, a ensayar una vez más la sonrisa con la que esperar a los chicos. Mientras iba de camino, la vocecilla volvió a él, demoledora, acompañada de una punzada en el estómago.
- “Ya no me quieren”
Deseaba perder la cabeza del todo y olvidar esa dolorosa certeza.
Y la lágrima por fin cayó.


message 286: by Lucy (new)

Lucy | 1 comments "El calcetín rojo"

El calcetín rojo no aparecía, llevaba buscando un buen rato y la frustración (aparentemente por no encontrarlo), iba en aumento. Anna tenía claro que una de las formas en las que enfrentaba los conflictos era desarrollando cualquier actividad de forma minuciosa y persistente, esto le proporcionaba el tiempo y la distancia necesarias para aproximarse al problema “real” con serenidad y una nueva perspectiva. Esta vez el calcetín rojo era el instrumento perfecto para conseguir el objetivo deseado. El calcetín en sí mismo no representaba nada significativo, los había comprado en una rebaja de una de sus marcas favoritas y los usaba sólo para andar por casa, por su material suave y felpudo, que en los días invernales resultaba en extremo agradable. No obstante la tarea de buscarlo resultaba ardua, había mirado en cada rincón que podía imaginar de su pequeño apartamento y parecía haberse esfumado. Mientras se movía de una habitación a la siguiente, rebuscando entre los cajones, por su cabeza mil ideas se hacían espacio y una en especial se convertía por segundos en un eco incesante y desgarrador: “¿Por qué ahora? ¿Por qué a mí?”.

A sus veintisiete años, a Anna una mujer optimista por naturaleza, creativa y vigorosa; le resultaba inconcebible lo que había escuchado aquella tarde, sentada en una diminuta consulta, el doctor le había explicado que sus incesantes dolores de espalda, su fatiga crónica y esa sensación de debilidad casi permanente de los últimos meses tenían una razón: el tumor había vuelto, y esta vez parecía más complicado de tratar, debido a su localización. La vida de Anna, que parecía finalmente tomar el rumbo que buscaba desde hacía años: estable, independiente, con mil sueños por cumplir y unas ganas enormes de vivir aventuras, volvería al sitio al cual no creyó jamás tener que regresar; a la impotencia y a la frustración, a los tratamientos dolorosos y a observar la pena de sus familiares y amigos. Y ahí estaba ella, sin embargo, buscando un calcetín rojo. “La vida es lo que nos pasa mientras intentamos hacer otros planes”, había escuchado alguna vez, y de repente esta frase como traída desde la nada, resultó un catalizador para su estado anímico: “Yo haré de mi vida lo que quiera, mientras pueda”. Con este pensamiento la búsqueda se detuvo, Anna sabía que no detendría el curso de una enfermedad como aquella, aunque haría cada posible tratamiento que prolongara sus días, pero también se dedicaría enteramente a vivir; los mil sueños y las muchas aventuras. La vida es eso, vivir cada instante de ella lo mejor posible, a pesar de los “aunque” y los “pero”, la vida se debe vivir!

Después de cinco años Anna, sentada en el salón de la casa familiar se disponía a abrir uno de sus regalos navideños. “Es una tontería para tu próximo viaje, espero que te ayuden a mantenerte caliente en Alaska” – le dijo su tía Josefa – y le entregó una pequeña caja. Anna la abrió con una sonrisa en su rostro, sólo para encontrar dentro como escondidos entre papeles de celofán, un par de calcetines rojos.


message 287: by Rococonica (new)

Rococonica | 2 comments Un intenso dolor de cabeza despertó a Luisa.
-Guau, no recuerdo cuando fué la última vez que bebí tanto, parece que ha sido una noche movidita.
Se sintió aliviada al recordar que era el día después de su graduación, no tenía que ir más a la universidad ,estaba de vaciones, ¡por fín! podría dormir tanto como quisiera.
Al principio le pareció un poco raro, acostumbrada como estaba al tacto de sus sábanas de coralina, encontrarse medio desnuda entre unas sábanas de un sobrio color gris y un extraño olor a colonia de baño.
-Oh, joder, lo he vuelto hacer.
Luisa tenía la mala costumbre de que cada vez que bebía se quedaba medio inconsciente, flotando en una especie de limbo para borrachos en el que todo te parece lejano y perfectamente normal.
Pero esta vez se había pasado, lo raro de todo es que dicha habitación le pareció extrañamente familiar.
Las paredes estaban totalmente empapeladas por fotografías y posters de grupos y de películas, al fondo de la habitación un tocadiscos susurraba una canción de David Bowie y sobre el sillón un gato gorfinflón dormía tan plácidamente que podían percibirse sus ronquidos.
¡Estaba en casa de Pablo!
Posiblemente no fuera la única en acostarse con su mejor amigo después de una desenfrenada fiesta de graduación, posiblemente seguía soñando y en cualquier momento se despertaría en su habitación de la residencia, de paredes normales, sin posters raros, sin gatos peludos y perezosos.
Adoptó una pose de seriedad fingidad por ver si de algún modo conseguía encontrar una solución para aquel desastre.
¡Ya lo tengo!¡Me vestiré corriendo y saldré por la ventana!
Lo que no era tan mala idea teniendo en cuenta que Pablo vivía en un bajo y de que como mucho solo había un metro y medio desde su ventana a la acera.
Se puso en pié de un salto, buscó su ropa entre las sábanas, debajo de la cama, en el armario, se vistió tan deprisa que si eso hubiera sido un deporte olímpico seguramente habría ganado el oro.
Se dió cuenta de que le faltaba un calcetín y no precisamente uno que pudiera pasar desapercibido, su calcetín rojo, su característico y único calcetín rojo, del que sus amigos habían hablado toda la noche y que constituía no solo la prueba del delito sino una identificación más que evidente de su culpabilidad.
Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, esperando que nadie apareciera de repente y la encontara de aquella manera. Sus temores se hicieron realidad y minutos después apareció Pablo portando una bandeja de desayuno, con una sonrisa de oreja a oreja, ¿como podía estar tan tranquilo?.
Se detuvo a pocos pasos de Luisa y le dijo, ¿qué, has encontrado tu calcetín?. Luisa creyó oír unas risas que venían del comedor. Sentados, todos sus amigos, hablando y desayundando como si tal cosa celebraban su primer día como graduados.
-No te preocupes, dijo Pablo, no ha pasado nada, estabas tan borracha que tuve que meterte en la cama, eso sí, tampoco encontré tu calcetín, debe haberse perdido.
-¡Que le den al calcetín! dijo dándole un gran bocado a su tostada, ¡no sabes lo feliz que me has hecho!


message 288: by Rococonica (new)

Rococonica | 2 comments Marko wrote: "El calcetin rojo


Se pasó una hora buscando el calcetín rojo; el inspector Lestrad y su fiel escudero el agente Markus Bell habían llegado tarde. El cadáver del joven empresario Dylan Burne yacía ..."


Te felicito, me ha gustado mucho.


message 289: by Eliana (new)

Eliana Molina Guzmán | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, no era nada fuera de lo común que Esteban no tuviera orden con ninguno de sus asuntos. Incluso, así era con la misma pintura, comenzaba sus cuadros desde la mitad para continuar entregando su arte a lo largo de todo el lienzo. Y así era toda su vida. Por eso, cuando la señora Patricia lo contrato para realizar la obra de arte que decoraría su biblioteca nueva, él colocó la dirección de envió dentro de aquel calcetín, estaba seguro de que el color rojo se identificaría a distancias lejanas y probablemente no sería demasiado inconveniente encontrarlo en caso de refundirlo. Esteban era un tipo relajado, para lo único que podía tener cabeza en la vida era para pintar y pintar.

Para la segunda hora de buscar el calcetín rojo, recordó que la última vez que lo tuvo en sus manos fue cuando estaba en la cocina, así que se dirigió a la misma pero no tuvo suerte, lo único que encontró fue un sándwich de jamón, queso, lechuga, tomate y pan, también un vaso de té helado que la vecina del segundo piso le había preparado. Pensó que por ahora el misterio del calcetín y la dirección podían esperar. Devoró los alimentos que había encontrado y demasiado satisfecho decidió darse una siesta.

Mientras dormía tuvo un sueño, soñó que estaba en una lavandería y que en una de las maquinas último modelo se exprimían medias de todos los colores, él trataba de buscar el calcetín rojo pero no lo encontraba. Se despertó muerto de la angustia e inmediatamente recordó que el calcetín estaba dentro de la ropa sucia. Lo rescato de inmediato y enseguida alisto la pintura y se dirigió al domicilio de la señora Patricia.

Cuando ella vio lo que Esteban había hecho para ella, no puso en duda lo que le dijeron… “Si se trata de detalles abstractos, estilo pop, desorden y limpieza visual, no dudes en contactarte con él”. Sí, Esteban, el pintor solitario de 23 años era el indicado para eso.


message 290: by G-Agon (new)

G-Agon Hola, soy nuevo en esto de la escritura y me gustaría que leyeran mi ejercicio. Espero que les guste.

El Calcetín Rojo

En medio del desorden de mi habitación, entre mis ropas sucias y libros viejos y amontonados, buscaba un calcetín rojo para así conquistar a Ana. No me servían las medias azules para ir de compras, o las negras para visitar a mis padres. Las rojas eran indispensables para la fiesta universitaria que empezaría en una hora, donde estará Ana como invitada.

Pienso en ella mientras revuelvo todo a mi alcance, revisando lugares donde ya estuve una y otra vez. Sin darme cuenta, todo el desorden se volvía más grande, o yo me hacía más pequeño, pues un simple libro parecía tener un grueso de 15 metros. La situación me desconcierta, pero el sonidito de mi reloj marca impaciente que se acerca la hora de la fiesta. Paseo como una hormiga en eternos rincones hasta encontrar a un gran animal de cola larga escondiéndose en una bolsa. Era un enorme ratón y, con disgusto, veo que tiene una tela roja saliendo de su boca.

Lo persigo, tirándole cualquier cosa que pudiera cargar en mi diminuto estado, pero el ratón es más rápido y se burla de todos mis intentos. Cuando me detengo a descansar, veo que me faltan 15 minutos para llegar a la fiesta. Mi corazón se acelera y empiezo a maldecir mi suerte, sintiéndome inútil por tal fracaso. Estando yo sentado sobre un libro, veo al ratón pasar tranquilo. Me tiro sobre él y logró arrebatarle la prenda, pero quedo desconcertado.
Era un delicado pañuelo rojo que me trae recuerdos de hace un mes.

Cuando llegue tarde a una reunión con mis amigos de la universidad en el parque, Ana fue la única que se quedó a esperarme mientras los otros iban a reservar sus lugares en las atracciones. Dijo que le parecía mejor esperarme y juntos nos montamos en casi todas las atracciones del parque. A pesar de que ella estudiaba otra carrera, pudimos conectar ese día, y hasta me había dado un pañuelo cuando me derrame un poco de refresco en la camisa.

La razón por la que llegue tarde esa vez era porque no sabía que calcetines ponerme, y cuando regrese a mi apartamento, me di cuenta que a la final me puse calcetines rojos.

Mi mente se quedó en blanco tras procesar toda esa experiencia, y con el pañuelo en mano, sentí que mi altura crecía a la par de mi determinación. Según mi reloj, ya quedaba poco para que la fiesta empezará. Acomodé mi traje y partí.

En la fiesta, Ana estaba con un hermoso vestido rojo que resaltaba su figura. Se alegró al verme y la invité a bailar. Pude hablar más en aquella fiesta que en cualquier otra situación. Cuando regrese a mi apartamento, lo ordene, me di un baño y deje el traje y dos calcetines blancos lavando.


message 291: by Lesly (new)

Lesly Chávez | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, ya era costumbre, cada viernes a las dieciocho horas, el rojo carmesí posaba sobre la ventana de su habitación. Walter, quien a principios se mostró indiferente, conforme los días avanzaban descubrió que el calcetín sólo llegaba a esas horas y a la mañana siguiente desaparecía. Eso ya fue hace, aproximadamente, cinco meses. Después de preguntarle a su madre, quien era la única habitante del lugar que le acompañaba, le era imposible ignorar dicha aparición; ya era un ritual, pasaba horas observándolo, esperando con ansias descubrir a quien le esté viendo la cara con dicho juego.

Ya son las seis y no está el calcetín, el café que portaba la taza en su mano ya se heló, así como su cabeza, así como su vida. Se sentía aliviado, llegó a creer que era algún hechizo, y que le perseguiría a lo largo de su vida; pero, por otro lado, existía ese ser dentro de él quien le decía que debía ir en busca de dichoso calcetín.

Abrumado por su elocuente idea, su chaqueta es lo único que toma al salir por el umbral de la puerta. La madre le grita ¨Ya te vas¨, y sabe que el silencio es una respuesta recurrente de Walter. Un ambiente denso le invita a llegar a su meta, y no la conoce, podría ir al mercado de calcetines rojos, quizá y la chica del rojo vestido tiene cientos en su habitación, o puede ser que en cualquier tienda de ropa o lencería.

No sabía, pero al dar sus primeros cien pasos, la mirada natural que yace sobre el vacío rueda sobre el cielo, tornándose rojo, rojo, rojo como su calcetín. Para en seco, los latidos llegan como bombas, gritando, ¡gritando! Walter, veamos tus manos, veamos el cuero, el cuero que se pudre, un fétido olor se absorbe sobre sus narices, ya son dos, dos narices.

Al bajar la mirada se encuentra con las manos ahogadas en sangre, líquido viviente que el ardor sobre su piel comienza a prender, intento erróneo el levantar su pierna para continuar el camino; ya atornillados sobre el suelo, sus pies ahogan un clamor. Rezagadas las prendas, se tiñen del rojo que corre con agilidad sobre la tela que era blanca, así como sus ojos. Sabe que son también, que la sangre ya llegó a ellos, tocando con dureza sobre la capa fina de su cornea siente el cosquilleo del rojo correr.

Un graznido llama, y la mirada al levantar, percata las cenizas, el fuego que consume con agilidad cada parte que su marco visual logra captar. Vislumbra a lo lejos una silueta, que cojea y con lenta paciencia deambula sobre la acera, el hombre blanco.

Walter ya sabe, sabe que es el responsable, que su carne incolora delata con descaro...una sonrisa que percata con dificultad debido a su blanca piel, y la brillante sonrisa; ojos blancos, cornea blanca...llega entonces a sus pies, y está ahí, sí, el dichoso calcetín rojo. ¡Lo sabía! El hombre blanco corre, y su agilidad es muy reconocida, al estar a unos pasos de Walter, este sólo se preocupa por su calcetín. La carne ya está en llamas y eso parece ser lo de menos para él, deja caer sus rodillas sobre el suelo bañado por su sangre.

—Ven, ven a mí —salivaba, y la súplica es lo único que su mente procesa.

Llega, pero todo en penumbras se disfraza. La luz de la mañana siguiente le dicen: ¨todo ha sido un sueño¨.


Quizá uso palabras que nada tienen qué ver, pero se me quedan grabadas de lo que leo, vienen a la mente y las pongo. Escribo sin pensar tanto.


message 292: by Laura (last edited Mar 08, 2018 02:45PM) (new)

Laura Arriola | 1 comments ROJO CARMESÍ

!!!! Rápido búscalo, búscalo¡¡¡¡
-Como se pudo haber perdido –
-No lo sé- Lo miro directo a sus ojos color café claro
-Es que te mueves tan rico- Andrés¡¡¡ le digo con mi tono chillón que él dice que tengo, pero en ese momento me toma entre sus brazos y me besa, un beso ardiente un beso que me saca todos los males dentro de mí. Que hace que me olvide que hace cuatro años me violaron, que me olvide que su hermano es la primera persona de quien me enamore, aunque haya terminado conmigo y que mi vida es una basura ahora.
-Ya no estés jugando tenemos que encontrarlo, vale yo no tengo problema que alguien lo vea heeee-
-Cómo van a saber que es tuyo- Se gira y pone esos ojos de no seas tan tontia pero así te quiero boba
-Tu hermano me ha visto esos calcetines no te lo repetiré más veces- Sigo insistiendo
-A mí no me importa que sepa que estuve contigo, el me dejo hecha polvo destrozada esta con otra, pero no quiero que tengas problemas por mi culpa si porfa, no quiero que esto termine.
Se pasó una hora buscando el calcentin carmesí y nada no lo encontramos no sé dónde pudo quedar...

-Me voy no quiero que llegue tu hermano y me vea aquí, tu sigue buscando ese calcetín es DE LA SUERTE-

-No creo que este funcionando mucho
-Cállate tonto si no fuera así nos habrían descubierto YA-

Su celular comienza a vibrar.
-Quien es- pregunto aunque ya vi el nombre en el celular y mi cara cambia totalmente
-Es Atenea-
-Tu novia- Digo con la peor cara de molestia que puedo hacer mejor me voy.
Me alejo de ahí de el, pensado en que estoy haciendo que estamos haciendo

Hace medio año antes.
-Nena no llores por él tu vales mucho-
-Tu no entiendes Atenea-
Y si ella era mi mejor amiga, pero nunca le conté lo que paso con Alberto cuando me obligo a tener sexo, Eduardo era el único con el que había podido estar tanto emocional como físicamente.
-Qué te pasa Eduardo ya no contestas los mensajes ya no quieres venir a mi casa que pasa contigo-
-Laura no quiero hacerte daño eres una persona increíble y me siento super bien contigo, pero no te quiero aun no siento nada por ti, voy a terminar engañándote con alguien más por eso mejor hay que terminar
Me dejo en medio de la calle y subió a su auto, me dejaban abandona por segunda vez solo que estaba esta vez era en un lugar conocido, pero aun así no supe de mi hasta que pude reaccionar y llorar a cantaros en medio de la calle hasta que mi prima me obligo a entrar a la casa no podía irme de esa calle ahí nos habíamos besado ahí habíamos platicado horas de todo lo que queríamos, era nuestro lugar y ahora me dejaba y se iba.
Por primera vez había tomado la mano de alguien.
Pero ahora que lo recuerdo siempre me fallo en mi cumpleaños lo olvido
En mi titulación de maestría me abandono
En los cumpleaños de familiares nunca estuvo
En redes sociales se limitaba a ignorar mis publicaciones
Nunca quiso tener una foto conmigo
Y no estuvo cuando mis padres murieron
Lo odio, odio.
Ahí me di cuenta que fue Andres quien estuvo conmigo en los momentos mas importantes se convirtio en el amor de mi vida a pesar de que solo eramos amigos y era novio de mi mejor amiga y aunque ahora odiara a Eduardo siempre estaría enamorada de el.

REALIDAD
Nota:

Febrero 2017
Para Laura
De Eduardo

Laura encontré tu calcetín carmesí en mi casa que yo recuerde nunca lo dejaste aquí, mi mama me pregunto que de quien era, ella cree que sales con mi hermano dime que no es cierto dime que son mentiras estoy arrepentido nunca debí dejarte ir TE QUIERO.

Febrero 2017
Para Laura:
De: Andrés

Laura mi hermano encontró tu calcetín fue más rápido que yo, siempre odie esos calcetines tuyos yo lo negué todo, mi mama dice que lo saco debajo de mi cama pero le dije que se habría equivocado seguramente y que no se ni de quien se ha ese calcetín, no digas nada.

P.d. Mi mama se enojó más porque pinto toda su ropa estás muerta...


FEBRERO 2017
Para Eduardo:
Puedes confiar en mí, no sé cómo es que tienes mi calcetín supongo que lo querías de recuerdo y nunca me di cuenta que lo tenías ya no uso más esos calcetines tu les diste mala suerte. No quiero saber nada de ti ni de tu familia.

FEBRERO 2017
Para Laura:
De Eduardo:

Por favor podemos hablar voy a ir a tu casa lo prometo


FEBRERO 2017
Para Andrés:
De: Laura
Eres un cobarde yo deje el calcetín apropósito quería que enfrentaras la verdad eres el amor de mi vida, pero no eres lo suficiente para enfrentar la verdad; lo voy a negar todo, pero no quiero saber nada de ti

MARZO
Para Eduardo
De Laura:
Te espere un mes y nunca apareciste y sabes tengo algo que decirte. Lo siento mucho Eduardo lo que dije es mentira yo deje el calcetín en tu casa, ahí tu mama tiene razón y he estado saliendo con tu hermano espero me perdones, pero es mejor que sepas la verdad.

MARZO 2017
Para Eduardo
De Laura:
No me vas a responder nada, no es justo tú me dijiste que no me querías y nuca regresaste a mi casa ahora resulta que te duele.

MARZO 2017
Para Laura
De Andrés:

Te odio me arruinaste la vida

MARZO
Para Laura
De Atenea
Cómo pudiste Andrés era mi novio eres la peor amiga.

MARZO
Para Atenea
De Laura
Lo siento pero yo lo quiero es injusto que no podamos esta juntos solo para que los demás sean felices

MARZO
Para Laura
De Andrés:
Lo siento es mi culpa debí seguir buscando ese calcetín debía haber tenido el valor de dejar a atenea y enfrentar a mi familia yo quiero estar contigo, pero no puedo dejarlos por ti

ABRIL

Para Eduardo:
De Laura:

Eduardo dime algo...
VISTO

Reporte de la policía 23 de agosto del 2017
EL día 23 de agosto del 2017 se encontró un cuerpo sin vida de una joven de aproximadamente 27 años, la joven se encontró en el interior de hogar postrada en su cama sobre una mancha roja a su alrededor aparentemente se cortó las venas
El cuerpo fue reportado por la prima de la joven ya que no tenía padres y vivía sola, al no recibir noticias suyas se dirigió a su casa donde ella la encontró ya sin vida.

Después de casi una hora de investigación en su casa se encontró una caja naranja con un par de mensajes y una prueba de embarazo positiva en vueltos en un calcetín carmesí.Una de las notas que estaba escrita en letra a mano con una macha de sangre y solo decía

Siempre serás tu mi primer amor
Ed.

Lo siento.


ESTO ES LO PRIMERO QUE ESCRIBO Y OFICIALMENTE ESPERO SUS COMENTARIOS
GRACIAS
LAURA


message 293: by Agustin (new)

Agustin Carpaneto | 2 comments Primer texto que escribo. Perdón por argentinizarlo, pero es lo que me resulta más natural.

Se pasó una hora buscando la media roja. Sabía que en su visita anterior a la excavación la había visto, recordaba esa imagen con claridad, pero ahora no lograba encontrarla y se estaba desesperando. Todo este estrés y esta pérdida de tiempo por una discusión con el pelotudo de Gutierrez. Habían cursado juntos muchas materias de la carrera de arqueología y la realidad era que durante aquellos años universitarios habían tenido una relación muy positiva tanto en lo personal como en lo académico. Por ese motivo, una vez recibidos, habían hecho varias campañas juntos. Generalmente sus viajes transcurrían sin mayores sobresaltos y si existía algún tipo de disenso era por la elección de la comida o el horario de la alarma, pero nunca en el plano de las ideas.
Pero esta vez era diferente, esta vez una idea fundamental los dividía. Él sostenía que en la década del 2010 era muy común utilizar el color rojo en las vestimentas, pero Gutierrez, Juan Alberto Gutierrez, el forro hijo de re mil putas de Juan Alberto Gutierrez defendía a muerte su postura, un cuento absurdo que sostenía que la religión que predominaba en la zona durante esa época consideraba al rojo un color maldito y había prohibido a sus fieles utilizar prendas de ese color. Para tratar de definir quién tenía razón habían aprovechado la existencia de una excavación en la que una vez fuera la capital de esa región, Montecitos.

Por cuestiones más que azarosas, fue el primero en llegar a Montecitos, unas horas antes que Gutierrez. Y por ello decidió ir a visitar la excavación antes de la llegada de su compañero ya que conocía a quien estaba a cargo. Y así, simplemente, a 5 minutos de haber arribado y después de los saludos pertinentes ya había divisado el objeto que lo ayudaría a ganar esta discusión y poder cerrarle el culo a Juan Alberto. Una media, roja como la sangre que brota de una herida, como un tomate en su punto justo de madurez, como la ira que iba a poseer a su amigo una vez que la viera. Tranquilo y contento, aunque más ansioso que otra cosa, decidió volver al campamento a dormir una siesta mientras esperaba la llegada del otro gil.

Despertó desorientado, pero al ver la cara familiar de su compañero rápidamente se ubicó en tiempo y espacio. Merendaron algo ligero y sin mayores preparativos se dirigieron juntos a la excavación. A medida que se acercaban la sonrisa se iba esparciendo por su cara, sabía que cuando Gutierrez viera esa media roja iba ser poseído por una ira inconmensurable, aunque efímera, y finalmente no tendría más chance que darle la razón y admitir la derrota.
Cuando llegaron los peones saludaron a Juan Alberto por su nombre, pero ese hecho no activó ninguna alarma en él, quizás los conociera de otra excavación y de todas formas su inminente “victoria” no le permitía concentrarse en esos detalles. Pero su fantasía se cortó en seco, y con ella la sonrisa. En el punto exacto dónde había visto la media roja ahora no había más que rocas.
Quizás no recordaba bien el lugar, podía ser un poco más adentro, o tal vez detrás de aquella columna, pero había pasado ya una hora y esa media de mierda no aparecía por ningún lado. Entonces comprendió que lo que para él era una simple discusión entre amigos quizás era una cuestión más profunda para Gutierrez, que probablemente su trabajo, su prestigio y su sustento económico dependían de ese hecho. Y, que como bien sabía, podía llegar a hacer cualquier cosa para defender su realidad.
Lo último que sintió fue el sabor amargo de esa media roja en el fondo de su garganta.


message 294: by Mattias (new)

Mattias Corral | 1 comments Hola! Soy nuevo y queria compartir mi ejercicio ejeje!!!
(¿Quien? Un masoquista ¿Por qué? Porque lo odiaba)

El Masoca.

El tan anhelado calcetín rojo, el lo odiaba, y aun así, paso horas buscándolo.

Para entender esta humilde historia debemos retroceder en el tiempo unos veinte años atrás. Jayme era un chico soñador, un aventurero, pasaba todo el día pensando en sus diferentes aventuras y como las iba a cumplir cuando fuese mayor, pero algo le hizo dar un giro significativo a su vida. A los diez años Jayme callo sobre un arbusto de espinas.

El dolor, para cualquiera, hubiera sido terrible pero para Jayme fue satisfactorio. Esta fue su primera experiencia de masoquismo en toda la vida. El chico daba vueltas por el arbusto, lo abrazaba, e intentaba saltar sobre el, cada pinchazo de cada espina era un calor en su alma, la experiencia mas satisfactoria en toda su vida.

Esto puede ser una ventaja, pero en este caso fue una desventaja, a lo largo de la vida Jayme fue haciéndose daño de todas las maneras, el dolor físico era lo único que podía arreglar el dolor mental, paso pocos años encerrado en un manicomio, tiene registrados mas de 20 intentos de suicidio, su brazo tiene tantos moretones como tatuajes tiene un punky.

Era terrible, e iba a ser peor.

Busco bajo su cama, solo había un zapato y unas manchas de sangre seca. Busco en el baño, solo se encontraban los objetos de limpieza personal. Busco por toda la casa y no daba con el calcetín, comenzó a enfurecerse, golpeo la pared con su puño, corría por toda la casa, empezaba a perder la cordura. Levanto una caja, nada. Reviso el auto de sus padres, nada. Reviso en el garaje, nada, nada y más nada.

La agonía era terrible, sentía un peso sobre sus hombros que nunca había sentido antes. Era insoportable, fue a la cocina, se dirigió al cajón de los cuchillos. El calcetín estaba ahí.


message 295: by J.C. (last edited May 13, 2018 04:41AM) (new)

J.C. Hidalgo (jchidalgo) | 94 comments Voy a decir una cosa fuera del tema, pero relacionado. La temática del calcetin rojo haya dado tanto de sí desde que empezó este hilo (sigo esta página desde hace años, aunque no participo mucho), que en el mundo que he creado, hay una taberna llamada "El calcetín rojo", en honor a este post.


message 296: by Ainhoa (new)

Ainhoa Muñoz | 1 comments El calcetín rojo.

Se pasó más de una hora buscando el calcetín rojo. Joan era especialista en encontrar rápidamente lo importante, lo interesante. Pero esta vez algo no iba bien. Toda la experiencia adquirida a lo largo de los años entre robo y robo se había esfumado de un plumazo, y cuando quiso encontrar lo realmente importante para él, el calcetín rojo, parecía no poseer ninguna de sus maravillosas habilidades.

Joan entró velozmente en la casa, tenía poco más de dos horas para recoger lo necesario y montarse en un avión que le llevaría lejos de aquí. Lejos de su vida. Lejos del futuro que le esperaba si finalmente no lograba salir. Pasaporte, dinero, unas fotos y un calcetín rojo. Era lo único que necesitaba, todo debía ir bien, pero el pequeño calcetín no aparecía. Joan removió todos los muebles de la casa, no podía andar muy lejos, ese calcetín jamás salió de ese pequeño apartamento del centro de Tarragona. Pasó más de una hora, ya era tiempo de irse buscando un futuro que escapara de su presente. Pero Joan se negaba a dejar escapar su pasado y sentía que sin su calcetín no podría llegar a ningún sitio. En ese momento tocaron a la puerta. Era ella. Ya no podía esperar más, tenía que elegir quedarse con su pasado o marcharse por un futuro.

Una hora después Joan se encontraba sentado en un avión que le llevaría a tierras desconocidas donde empezar una nueva vida. Sentado, junto a su soledad, recordó las palabras de su abuela cuando perdió el primer calcetín rojo, del par que ella misma le tejió: Deja marchar. Solo siente. Verás que así todo lo que ha de retornar lo hace por si solo. Y así fue. Joan dejó marchar el único recuerdo de la persona más importante de su vida. Y esa misma marcha fue la que le trajo de vuelta a la memoria y el corazón a su abuela.


message 297: by Goldwoman (new)

Goldwoman | 23 comments Rosa estaba muy triste, se pasó una hora buscando el calcetín rojo. No quería aquel día otro par que no fuera el que su abuela le hiciera en aquel último año del colegio.
Habían pasado ya 14 años de educación primaria, la secundaria y, ya en puertas de la universidad ese día era su graduación escolar y quería llevarlos.
Su abuela Marita le dijo que no importaba que se pusiese otros. Tenía de otros muchos modelos pero, Rosa, no quería otros. Quería aquellos.
Buscó el calcetín por la cómoda, los cajones del armario, se fue a la lavadora por si había quedado enredado junto a alguna otra prenda. Miró en la galería que daba a un deslunado y no vio nada. El calcetín no aparecía por ningún lado.
Habló con su madre y ella tampoco lo había visto.
Se desplomó en la cama y se preguntó porque era tan importante ese calcetín para ella. Esos dos pares de calcetines rojos y es que eran el comienzo y el final de unos años hermosos.
La había criado prácticamente su abuela Marita pues su madre, por razones de trabajo siempre estaba ausente. Marita le hacía la comida, le lavaba su ropa, estaba atenta a sus deberes, a sus amigas e, incluso, casi siempre y a escondidas escuchaba conversaciones entre ella y sus recién estrenados amigos.
Rosa, entre sollozos, empezó a recordar todos los buenos momentos con su abuela y, sobre todo que para cada curso le hacía varios pares de calcetines rojos a juego con el sueter del uniforme del colegio.
Habían sido años muy bonitos, llenos de experiencias junto a su abuela y con cada recuerdo pensaba en lo sola que se sentiría cuando su abuela ya no estuviese en este mundo.
De repente, su abuela, interrumpió los vagos y difusos pensamientos de su nieta.
“Rosa, vístete ya, se hace tarde para coger tu ultimo autobús del colegio”
-Si, abuela, ya voy. Pero hoy no llevaré tus últimos calcetines que me hiciste este año.
-“No pasa nada, cariño. Quizás es que poco a poco ya no me necesites. Vas a cumplir tus sueños. Estudiando en la universidad cambiarás la falda y calcetines rojos por pantalones ajustados y calcetines negros, incluso botas que ni tan siquiera se verán ellos2
-Si, abuela, pero me has hecho tantos calcetines rojos en estos años que hoy quería llevarlos como un talismán que me dieran suerte para comenzar otros retos.
-“Cariño, tú ya tienes mucha suerte, eres la mejor nieta del mundo”
Y Rosa se fue al colegio, a recibir las últimas notas de su graduación en el colegio.
Al llegar a casa se encontró la fatídica noticia: su abuela Marita había muerto.
Y pasaron algunos años, Rosa había crecido, madurado.
Se marchó al tendedero y cuál fue su sorpresa al ver enganchado en una de las tuberías el calcetín rojo que años atrás buscaba con tanto anhelo.
Cogió el palo de la escoba y pudo rescatarlo.
Estaba deshilado, desteñido, hecho un añico.
Pero para ella no era un viejo calcetín, sino “su calcetín rojo”. Nadie en aquellos años de colegio habían llevado sus amigas calcetines hechos a mano y menos por abuelas tan amorosas y especiales como Marita a la que seguía recordando tanto.
No supo que hacer, si tirar el calcetín o lavarlo y guardarlo.
En una seria reflexión optó por tirarlo. Al fin y al cabo el otro no estaba, su abuela se había llevado con ella la mitad de una vida y, en la otra mitad, junto al otro calcetín Rosa debía emprender nueva vida por ese intento también de olvidar sin nostalgia viejos recuerdos.
Angélica Goldwoman


message 298: by Evelyn (new)

Evelyn Proaño | 3 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo; el investigador de crímenes Burns y su amigo Albert llegaron tarde a la escena del crimen que dio por resultado la muerte de un exitoso empresario llamado Harry Thomson aun joven. El cadáver se encontraba totalmente desnudo poseía un balazo en la cabeza y en su cuerpo marcas de rasguños y violencia, fuertes moretones que hacían alusión a una fuerte lucha que mantuvo el joven antes de su muerte.
Los investigadores asumieron que esos rasguños provenían de una mujer porque minutos antes habían observado el cuarto donde se encontraba el cadáver y habían prendas de una mujer que por su vestimenta mostraba alguien elegante y de clase pero la única diferencia que aquella mujer no se encontraba en el cuarto, volvieron a observar el cuerpo inerte del joven y notaron que solo traía una media de color rojo en su pie derecho y el otro pie no la tenía. Burns se comenzó a cuestionar y pensar que aquel calcetín que no aparecía podría ser una pista fundamental para encontrar la verdadera razón de porque se dio aquel crimen, Albert siguió buscando en el cuarto más pistas y entre uno de los armarios del cuarto se escuchó un sollozo y quejidos, los dos investigadores se alarmaron y a la fuerza pudieron abrir aquel armario y pudieron ver a una mujer alta y de buena silueta totalmente desnuda asustada y con un calcetín rojo en su mano al notar la presencia de los dos investigadores.
Burns y Albert quedaron sorprendidos de como aquella chica había sido capaz de cometer aquel asesinato. Burns le pregunto su nombre a lo que ella respondió: Lucia, comenzaron a interrogarla: le preguntaron qué porque tenía en sus manos el calcetín y que había ocurrido para que ella llegue al extremo de asesinar a alguien, a lo que ella respondió: que había estado buscando ese calcetín por años no tanto por lo que era sino por su gran valor que poseía y lo que llegaría a beneficiar, ella pertenecía a una organización de médicos que buscaban una cura para una enfermedad que estaba provocando la muerte de muchos niños en especial los recién nacidos pero aquel joven y su empresa habían encontrado la cura pero la única diferencia que la empresa del joven pedía una alta cantidad de dinero a cambio de la cura, a lo que la organización no pudo cubrir y aquella enfermedad iba avanzando en los niños.
Lucia se había citado con Harry pero al no llegar a un acuerdo Harry había intentado tomar a la chica como parte del pago, a lo que la chica no había accedido pero Harry la forzó ella mantuvo una fuerte lucha con el joven y al defenderse se encontró la pistola en el saco de él joven a lo que forcejearon y un tiro de la pistola salió y fue a parar a la cabeza del joven ella aprovecho y saco la media del joven donde ella sabía que en el calcetín teñido de rojo tenia anotada aquella fórmula para la cura en si actuando la chica en defensa propia. Los investigadores buscaron agua del baño y lavaron el calcetín que salió todo el tinte rojo y encontraron aquella formula que tanto buscaba la chica así corroborando que las palabras de la chica eran verdaderas y juntando las pistas, resolviendo los investigadores definitivamente aquel crimen.


message 299: by Luz (new)

Luz Espain | 1 comments La mañana del desastre, Peter pasó una hora buscando el calcetín rojo. Cuando vio que el momento del concierto se acercaba y él seguía sin hallar lo que buscaba, decidió inventar algo para salir del paso. Tomó un pomo de témpera y lo vació en un pequeño balde, donde sumergió un par de calcetines blancos. Tras escurrirlos y secarlos, comprobó que el color era demasiado diferente al del calcetín rojo que quedaba ahí como testigo. Le pareció lo mejor ponerse el calcetín rojo que le quedaba en el pie derecho y usar uno de los blancos medio enterrado en el zapato del pie izquierdo, que igual siempre quedaba semioculto en la silla. Tomó el trombón y salió.
En la calle, ya se iba juntando gente que iba hacia la plaza. La mañana era soleada y tibia y la primavera se adivinaba en los brotes de los fresnos.
Cuando llegó, muchos de sus compañeros estaban sentados ya. El sol reverberaba en los botones de los rojos uniformes. Tomó asiento. El director lo saludó con un mínimo movimiento de cabeza.
La obra comenzó y Peter se olvidó del problema del calcetín. La banda ejecutó con energía compás tras compás, y la obra llegaba a su fin cuando Peter cayó desplomado.
La música se fue deshilachando hasta volverse silencio. Ahora la multitud miraba a alguien que estaba parado en medio de todos, temblando. En sueños el hombre había sabido que su mujer lo engañaba con un músico sin cara y en sueños también había alcanzado a robar un calcetín y lo había agarrado tan fuerte que al despertar todavía lo tenía. Cuando en el cuarto movimiento Peter mandó la pierna izquierda hacia adelante para desentumecerla, el amante tuvo un rostro, apenas por un instante; luego, un balazo lo destrozó.


message 300: by Antonio P. (new)

Antonio P. | 3 comments Bueno, el principio está bien y resulta una narración prometedora, pero en mi opinión, a partir del momento en que Peter se desvanece, pierde consistencia la trama, quedando muchas preguntas en el aire. No se llega a entender bien el desenlace final.


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