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Ejercicios de escritura > Ejercicio de escritura #01 El calcetín rojo

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message 301: by Claudia (new)

Claudia Palmeri | 4 comments Buenos días,
me llamo Claudia y soy una chica italiana enamorada del español y acabo de descubrir este espacio. Primero me agradezco de que haya blogges como este! Me interesería la idea de entrenarme escribiendo en español. Así que, si fuera posible, quería enviar mi relato para que sea leído y, ¿porqué no? corregido (Es cierto que hay errores!)
Gracias de antemano!

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Luego se pasó un día por completo y el siguente también todavía buscandolo y todo porque en un día en el que tanto el cielo como su alma eran grises y nublados, Matilda dió la vuelta a la casa de su abuela Consolación, que no sólo fue una abuela sino también una amiga y confidente.
Recorriendo el pasillo de la casa entró en todas las habitaciones en busca de algo divertito o simplemente de algo que la distrajera de la ausencia. Su mamá Gloria nunca le dió la ateción que ella se esparaba porque siempre tenía algo mejor que hacer:
“¡Niña te quiero pero ahora no puedo, tengo que trabajar!” “¡Estoy cocinando!”
“¡Ahi que me duele la cabeza, no puedo ni hablar!”.

Matilda corrió por el salón, bajó en el sótano pero hacía frío y además olía a alcantarilla: no había nada divertido. Revisó la cocina pero sólo estaba su mamá, cocinando, por supuesto. Finalmente, revisando las cosas en la habitación de su abuela Consolación le pareció de ver una escotilla sobre el techo escondida por la lámpara de araña. Por primera vez en aquel verano, un escalofrío de emoción le recorrió la espalda. Pronto cogió las escaleras y subió. A pesar del polvo, encontró muchas cosas incluso objectos de su niñez. Adentro de un cajón lleno de cartas de guerra y de amor había una, todavía cerrada que ninguno nunca leyó. Por supueso su curiosidad fue demasiada y con un sólo abrir y cerrar los ojos ya podía leer las letras: “He escondido un calcetín rojo en el jardín. Está entre la manzanilla y la clavelina amarilla. Ten cuidado de él”. Así que se pasó una hora buscando aquel calcetín rojo. Luego se pasó un día por completo y el siguente también pero nunca logró encontrarlo, supuestamente las flores fueron desplasadas. Así que, desesperada, Matilda se lo contó a su mamá Gloria y cuando le leyó la carta ella pronto dejó caer los utensilios, la miró y empezó a llorar, un llanto de felicidad que Matilda nunca se hubiera esperado. Gloria se acercó a su hija y sin parar de llorar la abrazó y besó hasta casi consumirla. Luego llevandola por mano se dirigió afuera y empezó a excavar cerca de un pequeño arbol de olivo hasta encontrar aquel tanto deseado calcetín rojo. Gloria miró Matilda otra vez y llevó fuera del calcetín cubierto de tierra un amuleto, un objecto de estimado valor para la familia Gonzáles. Debido a aquel amuleto años atrás todos pelearon contra todos y al final la familia Gonzáles se separó. La batalla duró años hasta que la abuela Consolación llenandose de coraje, decidió enterrarlo. Por todo el tiempo nadie, salvo la abuela, supo que aquel objecto tanto precioso como dañino siempre estuvo allí, enterrado en el jardín, dentro de un calcetín rojo.


message 302: by Ana (new)

Ana | 3 comments Estaba cansado, hacia una hora que buscaba el calcetín rojo, lo necesitaba para terminar su maleta y no quería marcharse sin ellos. Había quedado con su chica con la que por primera vez viajarían juntos unos días de vacaciones a un lugar lo más tranquilo posible. Desde que se habían conocido no han tenido la oportunidad de pasar un tiempo a solas ya que siempre estaban rodeados de gente y le encantaría, durante unos días, tenerla solo para él. La verdad, necesitaba estar solo con ella para demostrar todo lo que sentía, nunca había pensado que tendría estos sentimientos por una chica, sobre todo, después de las experiencias vividas en plan amoroso, por una cosa o por otra él terminaba aportando más en las relaciones, las cuales al final terminaban haciéndole daño. En ocasiones, incluso mucho, tanto que decidió hace bastante decidiendo que jamás iba a permitir entrar a una chica en su corazón. Pero la vida le tenia una hermosa sorpresa y por casualidad conoció a Julia, una chica increíble Capaz de sacarle en sus peores momentos una sonrisa y lo mas importarte lograba sorprenderle.

Así como no quiere la cosa empezaron a conocerse despacio, incluso sin darse cuentas sus sentimientos eran cada vez más fuertes, su primer y último pensamiento eran hacía ella, no podía deja de pensar en ella ¿que estaría haciendo? ¿ que pensaría sobre él?, y lo mas importante ¿cuales eran sus sentimientos?. Todas estas dudas tenía que resolver por eso era muy importante este viaje solos, para salir de una vez de la incertidumbre, ya que por su parte estaba seguro de sus sentimientos y lo que deseaba que ocurriera entre ellos. Por fin encontró el calcetín rojo, lo guardo, cerrando la maleta para dirigirse a lugar que ella le esperaba y vivir un romántico fin de semana o ¿no?


message 303: by Wilson (last edited Jan 15, 2019 02:02PM) (new)

Wilson | 4 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, el tiempo avanzaba imparable, hallarlo se hacía a cada segundo más urgente. Era la huella, la única evidencia de su crimen. aun así, no podía creer que hubiese sido tan despistado, en su delirio no se fijó, cuando la apuñaló tres veces, que en medio del forcejeo los zapatos de ella se le salieron, y cuando contemplaba el cuerpo ya sin vida de su amada, fue que apenas lo notó, su pie izquierdo desnudo y el derecho con el calcetín rojo. aunque ya había pasado una semana después de que abandonó el cuerpo en una vereda lejana, la policía seguía sus pasos.
Sabía que en cualquier momento entrarían los agentes en busca de indicios de su participación en el crimen de su novia. recordó esos últimos momentos junto ella, cuando le dijo que se iría a trabajar a otra ciudad, se veía a él mismo llorando y suplicando, a ella intentando decir algo y él impidiéndole que lograra hablar. Notó que en su cara hubo algo de sorpresa, luego tomó el cuchillo y se acercó por su espalda.
Llamaron a la puerta, con un temblor en todo su cuerpo abrió, el sudor le bañaba toda la piel y aunque quiso desmallar, logró sostenerse mientras se hacían las pesquisas. Un agente se acercó a él y le dijo
– acabamos de hallar un calcetín rojo, que tal parece le faltaba al cuerpo cuando lo encontramos.
-está bien, lo confieso, ella se iba de la ciudad, no podía aceptar que se fuera, por eso la maté. dijo él
-no, no era, este es de navidad, pero vaya que nos ha ahorrado trabajo
en ese momento llegó un mensajero con un sobre, le dejaron abrirlo, ahí estaba el maldito calcetín, enviado hace una semana, con la instrucción, de entregarse para ese día.
Los oficiales se vieron unos a otros, lo tomaron preso y cuando lo estaban sacando de la casa, él alcanzó a ver que en el calcetín había algo dentro. Días después en el juicio se daría cuenta de que ella había enviado el calcetín rojo el mismo día que murió, y que planeaba darle un regalo a su novio, en este habían dos boletos de avión y una nota que decía, “aunque seas un poco celoso, aunque seas un poco extremista cuando se te mete algo en la cabeza, quiero que viajes conmigo, que vivamos juntos nuestras vidas, porque nada de lo que puedas hacer logrará alejarme de ti, y eso es por que simplemente te amo, posdata: sé cuanto odias esos calcetines míos, te dejo encargado de uno, cuidalo hasta el día que nos reunamos de nuevo, como te mostré el día que te conté todo, cuidaré del otro”.


message 304: by Alba (new)

Alba Marcos (alba_gm) | 5 comments 01. El calcetín rojo.

Se pasó una hora buscando su calcetín rojo favorito porque todo el mundo sabe que los calcetines impares traen mala suerte.

Sufría cada vez que tenía que poner una lavadora, porque por más que había probado todos los trucos que había leído en Internet y los consejos que le daban sus vecinas, la desaparición de un calcetín era sinónimo de desastres en su vida. Al principio creía que eran solo simples casualidades, pero desde que empezó a anotar en su cuaderno amarillo todos los eventos que habían sucedido en el último año, todos tenían algo en común: la pérdida de un calcetín.

Así que allí estaba ella con su camiseta XXL descolorida que usaba como pijama y su pelo recogido en un moño medio desecho, casi dándose por vencida después de haberlo buscado por todos los rincones de su ruinoso estudio de 20 metros cuadrados. Sabía que estaba perdida si la lavadora había decidido por enésima vez tragarse su calcetín rojo.

"Ve pensando en la excusa que vas a poner para no ir a la entrevista de trabajo, Rita" se dijo a sí misma en voz alta, "porque seamos serios si no aparece el calcetín no tienes ni la más mínima oportunidad de conseguir el trabajo. Vas a coger el metro y perder dos horas de tu tiempo para nada" No había que luchar contra el destino, así que se fue a la cocina a calentarse algo de comida en el microondas rindiéndose ante lo evidente.

Cuando abrió la nevera para coger el triste trozo de pollo de la noche anterior, se sorprendió al ver el calcetín rojo junto a la botella de agua con una nota naranja que decía "Deja de ponerte excusas y ve a la puñetera entrevista, ya sabes que el rojo siempre te ha traído suerte"


message 305: by Irene (new)

Irene Martínez | 2 comments El calcetín rojo. Primera Parte

Ahia se quedó en silencio unos minutos, no se atrevía a mirar a Lucía. ¿Cómo podía explicarle el origen de la llamada Guerra Helada? Pidió a Lucía que se sentara a su lado, la miró con tristeza a los ojos y tomó entre sus negras manos la mano de Lucía.

-Lucía, esto es muy complicado de... explicar. Tú... tú... No quiero que me malinterpretes. Eres tú. Tú eres la causa de esta guerra.

Lucía no podía creerse lo que acababa de decirle su amiga. Sabía que haber perdido el maldito calcetín rojo era una mala noticia. Sabía que la iban a castigar, que le habían permitido ir una vez más a Val para poder despedirse. Quería llorar y suplicar hasta que la perdonaran. Necesitaba Val porque era su paraíso, su refugio. Necesitaba saber que siempre cabía la posibilidad de volver.

-Ahia, escucha. No sé qué he hecho. ¿Es lo del calcetín? Podemos encontrar otra llave, tengo muchísimas cosas que significan mucho para mí, de verdad... - Ahia le acarició la mejilla derecha y le dedicó una sonrisa que iluminó la oscura sala.

-No, cariño. La llave se ha disuelto porque ya tienes edad de elección. -hizo una pausa antes de continuar- Y la Guerra Helada ha comenzado porque el mundo se está muriendo. Lucía, tienes que elegir.

Lucía estaba confusa. No sabía a qué se refería Ahia. ¿Su elección salvaría el mundo de Val? Comenzó a tener mucho calor, la túnica pesaba demasiado. Se ahogaba. Ahia le apretaba la mano cada vez más fuerte.

-Tienes que elegir. Tienes que elegir. -Los ojos de Ahia se dilataron tanto que parecían querer absorber a Lucía. -¡Tienes que elegir ya!

-Me estás haciendo daño, ¡suéltame la mano! - Una nota de histerismo tiño la voz de Lucía volviéndola más aguda. Cuando consiguió liberarse de la garra de Ahia, se levantó de la silla y se alejó unos pasos. -¿Qué está pasando? ¿Qué he hecho?

Ahia se serenó, su rostro volvió a ser jovial y su voz aterciopelada. Se levantó majestuosamente y se dirigió hacia Lucía, que ya no la percibía su amiga, su igual, sino que se sentía intimidada por su presencia.

-Lo siento, Lucía. Es, simplemente, que estoy asustada por el desarrollo de esta guerra. Siéntate, voy a pedir que te traigan algo caliente para tranquilizarte y te explico detalladamente el problema.

Lucía se recostó en la silla, se desabrochó la túnica para respirar mejor. De repente, echaba mucho de menos su mundo y sus problemas mundanos y aburridos. Estaba inquieta sin saber por qué, Empezó a pensar en el calcetín rojo, en su significado y utilidad cuando entró Ahia con dos tazas humeantes.

-Esta Guerra Helada es el fruto de una crisis. Los recursos han empezado a escasear y los pueblos luchan entre ellos para mantenerse vivos., y esto se debe a que Val está a punto de morir porque tú ya no puedes seguir en el umbral. Creo que no entiendes el valor que tienes, Lucía. Val necesita a gente del otro mundo para sobrevivir. Yo era como tú, hace mucho tiempo ya, he conseguido mantener el calor y la paz durante todos estos milenios pero mi luz se apaga. Llegué a Val con ocho años cuando el mundo estaba sumido en la Guerra de las Aguas. Todo estaba inundado y apenas había superficie en la que vivir y junto a Anqa logramos estabilizar la tierra, cuando volví la siguiente vez tenía ya 12 años, como tú ahora, y Val estaba sumida en la Guerra Huracanada, Anqa se apagaba. La única solución era que yo, Ahia, como Anqa anteriormente, aceptara mi suerte y cruzara el umbral para siempre.

-¿Me estás diciendo que me tengo que quedar aquí? -balbuceó Lucía.

-Eres libre para decidir si quieres cruzar el umbral o si quieres dar marcha atrás. Ten en cuenta, no obstante, que Val está sufriendo y te necesita. Ve a descansar a tus aposentos. Tienes hasta el amanecer para tomar la decisión. El tiempo apremia.

Lucía se encerró en la habitación de invitados con llave y candado, sentía un sudor frío que le provocaba temblores y la respiración agitada. La sombra de la sospecha sobre su libertad de decisión se había instaurado en lo más profundo de su conciencia y se sentía asustada de la reacción de Ahia si decía que prefería volver a su mundo. Miró el pijama de Garfield que estaba sobre la cama; siempre había deseado quedarse a vivir en Val y no volver jamás a Barcelona, pero ahora... Ahora no estaba segura porque quedarse renunciar a su mundo significaba renunciar a volver a ver a su madre, en volver a ver a Andrea, que aunque se fuese a Sevilla podrían verse los veranos. Tampoco quería que Val muriera, pero no estaba segura de querer sacrificarse. Quizás podría negociar aceptar su papel en Val pero poder volver a Barcelona una vez al año, o que su madre se viniese con ella. Sí, eso era una buena opción ¿no?

El general y teniente de la guardia de Ndhoma hablaban en la puerta de Lucia en susurros, organizando las guardias que iban a hacer hasta el amanecer. Lucía asomó la cabeza por la puerta y preguntó si sucedía algo.

-Nada, mi señora, descanse tranquila. Es solo por su seguridad.

Lucía ahora lo entendía. No tenía opción. Tenía que quedarse en Val para siempre. O intentar escapar. Se puso el pijama de Garfield, la túnica verde encima y cogió el cuchillo que había sobre su mesa. Abrió sigilosamente la ventana, tomó aire y saltó. Moverse por la nieve era pesado y complicado, apenas se había alejado del castillo cuando escuchó la alerta. La estaba


message 306: by Irene (new)

Irene Martínez | 2 comments El calcetín rojo. Segunda part

La estaban buscando. La túnica le pesaba muchísimo y se le enredaba entre las piernas entorpeciéndola. La guardia de Ndhoma le pisaba los talones, iban a atraparla de un momento a otro cuando recordó que la Cueva Roja, el portal por el que siempre había entrado y salido de Val, estaba cerca.

Se había quitado la pesada túnica y la había dejado tirada en medio de la Cueva. Buscaba desesperadamente el portal entre sonoros sollozos y chorretones de suciedad por la cara. En aquellos momentos Lucía parecía tener una edad indefinida, como Ahia. El pijama de Garfiield, desaliñada y emitiendo desesperados sollozos parecía tener 9 años, pero la serena tristeza de sus ojos le otorgaba un aire mucho más maduro del que le tocaban a sus doce años. Desistió de buscar desesperadamente y se tumbó en el centro de la Cueva. No podría volver a casa nunca más. No tenía el calcetín rojo y Ahia no le dejaría volver. No después de haber intentado escapar. No volvería a ver a su madre. Nunca más. Estaba atrapada. Rebuscó entre la túnica y encontró el cuchillo. ¿Qué iba a hacer? No le quedaba otro remedio y no quería que la guardia de Ndhoma la torturara. Temblando, se acercó el cuchillo al pecho, contó hasta tres y se lo hundió en su tierno cuerpo. No brotó ni una gota de sangre, ni sintió ningún dolor. Simplemente se apagó todo a su alrededor.

Respiraba lentamente. Abrió los ojos temerosa. ¿Dónde estaba? Reconoció su dormitorio. Se levantó despacio, sin hacer ruido y fue hacia la cocina. Se quedó en el umbral de la puerta, encima de la mesa estaba su calcetín rojo.

-Buenos días cariño. Encontré el calcetín rojo, estaba debajo del sofá.

Lucía se acercó temerosa al calcetín. Lo observó, lo cogió delicadamente entre sus manos y dijo:

-Creo que ya soy mayor para seguir guardándolo, mamá. ¿Podemos ir a comprarme unos nuevos?

Su madre asintió y sugirió ir al cine después. Lucía abrazó con fuerza a su madre. Estaba en casa, en su hogar. Había renunciado a Val.


message 307: by Misheru (new)

Misheru Rodorigesu | 1 comments Estaba muy inquieta esa mañana pues como de costumbre debía alistarme para la escuela, mi uniforme escolar era de color gris tipo jumper, un suéter rojo, dos calcetines del ya mencionado color y zapatos negros, tenía casi todo listo con excepción de un bendito calcetín, el cual llevaba buscando desde hace más de media hora por toda la casa, los cuartos, el baño, el tendedero, la lavadora, POR TODOS LADOS...
Finalmente mi madre pasada otra media hora, creo, como todas las madres lo encontró, estaba dentro de la casa de mi perro Mercurio, subió con mi padre y en tono de burla le dijo: No es posible con tu hija, "SE PASO UNA HORA BUSCANDO EL CALCETÍN ROJO y estaba en casa de Mercurio"; Como ya llevaba más de 5 minutos de retraso para ir a la escuela, corrí por él, fruncí el ceño ante la observación de mi madre, me puse el calcetín, el zapato y salí disparada camino a mi destino.
De camino a la escuela, me encontré a mi mejor amiga Ana, íbamos corriendo por que eran 8:05 y la entrada era hasta las 8:10 (para nuestra suerte vivíamos cerca de la escuela, pero aun así íbamos como perros detrás de una pelota), en el camino le Conte la historia del BENDITO CALCETÍN ROJO, obviamente cuando termine de decirle la historia soltó las carcajadas, ella para continuar la plática me dijo que no encontraba explicación de por qué el calcetín estaba en casa de Mercurio y yo en un tono sorpresivo le dije que tampoco sabía (Por mi mente me pase buscando una explicación e imagine muchas cosas para encontrar la respuesta, pensé si al destender la ropa pudo haberse caído el calcetín en su casa pero como un rayo fugaz otra idea invadió mi mente e imagine a Mercurio bajando el calcetín del tendedero, deteniendo así la exhaustiva investigación de los hechos, pues, siempre lo hace con la ropa de color ROJO), pasaron unos segundos y le dije a Ana, Ya sé, Ya sé que pasó... ¡¡¡Mercurio jalo el calcetín y lo metía a su casa porque el color rojo es su favorito, así también le ha agarrado servilletas de tortillas a mi madre y a mi hermano playeras!!!, Ana volteó, me miro la cara que tenía la cual supongo era seria, con los ojos entrecerrados así como la típica de un detective cuando algo no le cuadra.., y en pocos segundos volvió a soltar una carcajada, pero una muy fuerte, continuo riendo como si de mi boca un chiste buenísimo hubiera salido y al terminar exclamó: "LOS PERROS NO VEN LOS COLORES, LO VI EN ANIMALPLANET"... En ese momento entendí el motivo de su risa y también me carcajee.
Como conclusión final Ana y yo pensamos que Mercurio era un perro mañoso y además RATERO de ropa...


message 308: by Nicolás (new)

Nicolás Amorós | 1 comments El calcetín rojo.

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, tal vez una hora y diez minutos.
Rafael había llegado al departamento poco después de que Jorge saliera del garaje en su Renault, en dirección al supermercado.
Sabía que María estaría en la clase de yoga, y el muchacho se había inscripto en un curso los sábados, ya que los días de semana estaba ayudando a su padre en el negocio por la tarde, y en la mañana entrenaba en las divisiones inferiores de Independiente.
Tenía una copia de la llave, la cual le prestó María temporalmente, ya que pronto Jorge cumpliría cincuenta años y el era el encargado de organizar la fiesta sorpresa.
Se conocieron en la escuela secundaria, y desde entonces mantenían una amistad inquebrantable.
Quienes los veían, solían pensar que eran familia. Frecuentemente, Rafael junto a su esposa Fabiana, invitaban a Jorge y su familia a la cabaña que tenían el Tigre, la cual habían comprado con una herencia que un tío soltero y sin hijos le dejó a Fabiana.
María se había hecho muy amiga de Fabiana, y Martín no tenía más opción que acompañar a sus padres en aquellas reuniones.
Una hora y diez minutos tardó en encontrar el calcetín rojo que completaba el par, junto con el que ya había encontrado el día anterior debajo de su cama. Aquel par que Jorge utilizaba cuando junto con Rafael salían a caminar esa hora recomendada por el médico.
Atónito, sacó de la parte trasera del pantalón su revolver que ya estaba cargado y se sentó en el sillón a esperar que el regreso de Jorge del supermercado.
Algunas horas después, Fabiana, sudada y extenuada en un hotel de mala muerte en el otro extremo de la ciudad, recibió un llamado de su hermana Laura.
Dejó caer el teléfono, y con el rostro pálido y horrorizado le dijo al muchacho "Martín, mató a tu padre".


message 309: by Allister (new)

Allister | 1 comments El calcetín Rojo.

Los altos matorrales de la jungla se cernían sobre él. Eran gigantes esmeraldas coronados de hojarasca y ramas. Estaban agachados, como un grupo de niños reunidos entorno a algo curioso. El explorador sentía que le observaban, burlones, como esperando su fracaso.

El chico corría presuroso. Tras él, tres enormes tigres de bengala se relamían los bigotes y se escabullían como veloces sombras blancas entre el verdor de la selva. ¡Me atraparán!, pensó. Uno de los tigres saltó sobre él. Tenía las garras desplegadas y los colmillos dispuestos y salivosos. El explorador zigzagueó. Esquivó al felino, pero perdió el equilibrio estrepitosamente. Se incorporó casi al tiempo que los otros dos se abalanzaban para devorarle. Giró en redondo, dejando a los tigres nuevamente a sus espaldas. Se lanzó sin miedo por un terraplén anegado de plantas y juncos. Prefería romperse los huesos a ser devorado por aquellos animales.

Cuando por fin cayó, se dio cuenta que estaba sobre un camino árido y pedregoso, muy distinto a la fresca arboleda selvática que acababa de cruzar. Las rodillas, el hombro derecho y la espalda, le dolían, pero no lo suficiente como para detenerlo. Siguió su marcha hasta la boca de una cueva durmiente que se encontraba al final del camino. Sacó de la mochila un viejo mapa y lo revisó. Era el lugar que la “x” marcaba.

Entró entonces a la cueva inhóspita. El suelo estaba adoquinado rústicamente, y un camino de antorchas daba lumbre al sendero del explorador. Al final de la cueva, sobre un altar de piedra, rodeado de fetiches arcaicos, refulgía el tesoro anhelado; el calcetín rojo. Corrió con desespero. El tiempo se acababa. En su desbandada no notó que accionaba una trampa en el suelo. Un adoquín se hundió bajo el peso de su pie, y enseguida una lluvia horizontal de flechas se disparó contra él. El explorador se movió como un habilidoso bailarín elástico. Las flechas silbaban energúmenas mientras él avanzaba sorteándolas. Una le pasó zumbando bajo la nariz, otra, como si la hubiese lanzado Guillermo Tell, pasó sobre su cabeza, llevándose el sombrero café que tanto orgullo le daba.

Llegado a cierto punto, la lluvia de flechas cesó. La tranquilidad entonces le pareció una absurda utopía. Miró a ambos lados, nervioso, esperando que una nueva trampa se activara. Nada. Corrió hacia su objetivo. Acortó las distancias como un lince, y en un santiamén tubo en sus manos el calcetín rojo.

Al retirarlo del altar las paredes de la cueva crujieron. El explorador palideció. De pronto, imaginó el cliché más viejo de las películas de aventura; una enorme roca redonda, despeñándose, lista para aplastarlo. Él correría como Harrison Ford en los “Cazadores del arca perdida” y finalmente escaparía avante con el tesoro.

Pero no hubo roca ni nada de eso. En cambio, el techo de la cueva comenzó a descender velozmente, achaparrando el camino. El joven aventurero emprendió la retirada. Por un segundo pensó que podría ganarle al mecanismo de la trampa, pero las esperanzas se esfumaron cuando tropezó. El calcetín rojo cayó lejos de él. Ya era imposible ponerse de pie, el techo y el suelo formaban un emparedado mortal, donde él era el jamón.

Se arrastró hasta su preciado tesoro. La sensación de claustrofobia era terrible. Trató de alcanzar el calcetín, pero apenas y rozó la tela con la yema de los dedos. Sintió el peso de la cueva sobre sus espaldas, y suspiró con resignación. Moriré aquí, pensó. Hizo un ultimó esfuerzo y lo logró. Sostuvo el calcetín entre sus dedos. Aquella sensación le confortaría al exhalar su último aliento.

Cerró los ojos, listo para morir, entonces, una voz lo llamó a lo lejos; — ¡Frankie! ¿Encontraste tu calcetín? Llegaremos tarde a la escuela.
— Sí, mamá. — Respondió el chico, con desánimo.

Se había quedado bajo la cama imaginando que moría como todo un explorador, bajo el peso de una cueva horrenda, después de robar un valioso tesoro. Salió de ahí inmediatamente. Llevaba un pie desnudo, y en la mano sostenía el calcetín rojo que le hacía falta. Se lo colocó con premura, y luego se calzó las zapatillas de lona.

El cuarto del chico era una jungla pintarrajeada. Las paredes eran de color verde menta, con patrones selváticos que daban la impresión de ser un safari en dos dimensiones. Las figuras plásticas de tres tigres blancos yacían sobre el sofá, desde donde el chiquillo, minutos antes, se había despeñado, fingiendo huir de las fieras.

Por ahora la diversión se había terminado. Debía regresar a la realidad. Pero cuando volviera de clases y las tareas estuvieran listas, las paredes y los tigres volverían a cobrar vida, y el explorador Frankie volvería hacer de las suyas, quizá entre las arenas de Tombuctú, o en algún bosque de Centroamérica, o quizá en la luna. No importaba realmente, siempre y cuando la imaginación le permitiera viajar y vivir mil vidas antes de la triste muerte que supone la adultez.


message 310: by Mario (new)

Mario Bello Domínguez | 2 comments “Se pasó una hora buscando el calcetín rojo”
Lo necesitaba, sin él no podría regresar de vuelta, era su único boleto de salida de esa pesadilla, y eso era en realidad, se encontraba dentro de sus sueños pero no estaba soñando, estaba realmente dentro de ellos.
Ana Sofía se encontraba en un pequeño pueblo hermoso, en medio de un bosque lleno de grandes pinos y rodeado de un gran lago en donde reposaban las aguas turbias de un río caudaloso, era un bosque impetuoso lleno de vida de sonidos de olores de sensaciones, la humedad se sentía como una corriente de nubes invisibles que transportan las gotas flotando por el aire, era una sensación única, ella la disfrutaba se pasó todo el camino con las manos abiertas como si quisiera atrapara cada gota de agua con forme avanzaba, giraba y sonreía mientras le escurrían las gotas de sudor por su pecho, lo gozaba porque era un hermoso día de verano y los grandes arboles atajaban los rayos del sol, volteaba hacia arriba y podía ver como esos haces de luz entraban a regañadientes entre la densidad de las ramas de los árboles, eran los últimos rayos de luz del día y al ir anocheciendo iban cambiando de color, conforme avanzaba llego al final de su camino, era una roca saliente en un acantilado desde donde se podía apreciar el gran lago con los destellos del sol reflejados en él. El cielo tenia aborregamiento y en las nubes se marcaba ese color característico de los atardeceres llenándolas de naranja y rojo cubriendo la inmensidad del cielo y este se reflejaba en el lago. Sabía que era el final del camino, no por que le hayan dado un mapa o porque hubiera algún letrero, la única forma de saberlo era sentirlo.
Ella se encontraba ahí por que estaba buscando a un brujo curandero, pero ella no podía encontrarlo el tenía que encontrarla a ella en lugar y el momento preciso, mientras se encontraba parada en la roca, pensando si este sería realmente el lugar correcto el brujo se le acerco y la recibió con un poco de agua servida dentro de un cráneo humano, ella lo tomo y su piel se le puso de gallina porque el cráneo estaba muy frio pero al beber el agua fue de lo más refrescante y la bebió toda, siguió al brujo que se adentraba en el bosque, junto con los últimos rayos de luz, fueron recorriendo un sendero dando vueltas hasta que llegaron a un temazcal hecho de piedra. Al entrar en el comenzó el ritual, fue algo de lo más extraño, lleno de sonidos y olores y humo, escuchaba como el brujo rezaba y decía palabras que no lograba comprender, escupía y gritaba, balbuceaba y aplaudía. Entre todo el ruido y el calor lo único que alcanzaba a ver era una vela prendida y encima de ella un viejo calcetín rojo, era muy particular y le llamaba mucho la atención, era tejido a mano, pero la técnica que se había usado en el tejido era muy particular, denotaba que era una prenda muy antigua, pero por su particular tejido se había conservado y parecía brillar dentro del temazcal.

El brujo le dio a beber entonces un elixir preparado con varias hierbas mientras lo único que le susurro al oído fue que debía encontrar el calcetín rojo. Al beber toda la poción cayo inmersa en un gran sueño, sintió como cayo dentro de ella misma, como si su interior la estuviera absorbiendo, caía dentro de ella, y mientras caía lo único que veía era el calcetín rojo, era como si se hundiera dentro de sus ojos en un abismo de obscuridad y lo que antes veía se fuera alejando cada vez más. Al caer se encontraba de vuelta en el bosque, sabia que era el mismo lugar por que volvía a sentir esa sensación tan única que había vivido unas horas antes, volvió a abrir los brazos y caminar y girar, volvió a sentir el sudor escurrirle sobre el pecho y volteo a ver los rayos de luz en las copas de los árboles, pero al voltear no vio rayos de luz, era de noche una obscura y penetrante noche y en vez de rayos de luz penetraban rayos de fuego, eran llamas queriendo entrar una tras otra, al verlo supo que estaba dentro del sueño y recordó lo que el brujo le había dicho, muy alterada salió corriendo volteando a todas partes buscando ese calcetín rojo, lo buscaba por todas partes, estaba muy alterada y asustada no sabia hacia donde ir y recordó el camino hasta el acantilado, siguió avanzando hasta llegar a la roca donde el cielo eran nubes negras con un fondo rojo caían rayos se escuchaba un fuerte estruendo, el lago parecía lava y el risco la hundió en un gran pánico que no la dejo moverse, tranquila Ana Sofia, se dijo a ella misma mientras cerraba los ojos, estas en un sueño nada de esto es real, debes de ser fuerte no tengas miedo, afronta tus miedos lucha contra ellos véncelos y encuentra ese maldito calcetín rojo, al abrir los ojos pudo ver abajo en el acantilado el calcetín rojo atorado en una rama que sobresalía del risco, - ahí esta – grito muy emocionada pero estaba muy lejos como para alcanzarlo. De repente una fuerte onda de aire choco contra el risco tomando al calcetín y levantándolo por el aire llegando a la altura de Ana Sofia pero quedando encima de la nada, - okey no temas Ana Sofia lo único que tienes que hacer es saltar muy fuerte y alcanzarlo y todo esto terminara – dio unos pasos hacia atrás para agarrar impulso y salió corriendo con todas sus fuerzas voló por el risco estirando las manos hasta alcanzar el calcetín rojo.

Mi primer post
Mario Bello


message 311: by Mario (new)

Mario Bello Domínguez | 2 comments “Se pasó una hora buscando el calcetín rojo”
Lo necesitaba, sin él no podría regresar de vuelta, era su único boleto de salida de esa pesadilla, y eso era en realidad, se encontraba dentro de sus sueños pero no estaba soñando, estaba realmente dentro de ellos.
Ana Sofía se encontraba en un pequeño pueblo hermoso, en medio de un bosque lleno de grandes pinos y rodeado de un gran lago en donde reposaban las aguas turbias de un río caudaloso, era un bosque impetuoso lleno de vida de sonidos de olores de sensaciones, la humedad se sentía como una corriente de nubes invisibles que transportan las gotas flotando por el aire, era una sensación única, ella la disfrutaba se pasó todo el camino con las manos abiertas como si quisiera atrapara cada gota de agua con forme avanzaba, giraba y sonreía mientras le escurrían las gotas de sudor por su pecho, lo gozaba porque era un hermoso día de verano y los grandes arboles atajaban los rayos del sol, volteaba hacia arriba y podía ver como esos haces de luz entraban a regañadientes entre la densidad de las ramas de los árboles, eran los últimos rayos de luz del día y al ir anocheciendo iban cambiando de color, conforme avanzaba llego al final de su camino, era una roca saliente en un acantilado desde donde se podía apreciar el gran lago con los destellos del sol reflejados en él. El cielo tenia aborregamiento y en las nubes se marcaba ese color característico de los atardeceres llenándolas de naranja y rojo cubriendo la inmensidad del cielo y este se reflejaba en el lago. Sabía que era el final del camino, no por que le hayan dado un mapa o porque hubiera algún letrero, la única forma de saberlo era sentirlo.
Ella se encontraba ahí por que estaba buscando a un brujo curandero, pero ella no podía encontrarlo el tenía que encontrarla a ella en lugar y el momento preciso, mientras se encontraba parada en la roca, pensando si este sería realmente el lugar correcto el brujo se le acerco y la recibió con un poco de agua servida dentro de un cráneo humano, ella lo tomo y su piel se le puso de gallina porque el cráneo estaba muy frio pero al beber el agua fue de lo más refrescante y la bebió toda, siguió al brujo que se adentraba en el bosque, junto con los últimos rayos de luz, fueron recorriendo un sendero dando vueltas hasta que llegaron a un temazcal hecho de piedra. Al entrar en el comenzó el ritual, fue algo de lo más extraño, lleno de sonidos y olores y humo, escuchaba como el brujo rezaba y decía palabras que no lograba comprender, escupía y gritaba, balbuceaba y aplaudía. Entre todo el ruido y el calor lo único que alcanzaba a ver era una vela prendida y encima de ella un viejo calcetín rojo, era muy particular y le llamaba mucho la atención, era tejido a mano, pero la técnica que se había usado en el tejido era muy particular, denotaba que era una prenda muy antigua, pero por su particular tejido se había conservado y parecía brillar dentro del temazcal.

El brujo le dio a beber entonces un elixir preparado con varias hierbas mientras lo único que le susurro al oído fue que debía encontrar el calcetín rojo. Al beber toda la poción cayo inmersa en un gran sueño, sintió como cayo dentro de ella misma, como si su interior la estuviera absorbiendo, caía dentro de ella, y mientras caía lo único que veía era el calcetín rojo, era como si se hundiera dentro de sus ojos en un abismo de obscuridad y lo que antes veía se fuera alejando cada vez más. Al caer se encontraba de vuelta en el bosque, sabia que era el mismo lugar por que volvía a sentir esa sensación tan única que había vivido unas horas antes, volvió a abrir los brazos y caminar y girar, volvió a sentir el sudor escurrirle sobre el pecho y volteo a ver los rayos de luz en las copas de los árboles, pero al voltear no vio rayos de luz, era de noche una obscura y penetrante noche y en vez de rayos de luz penetraban rayos de fuego, eran llamas queriendo entrar una tras otra, al verlo supo que estaba dentro del sueño y recordó lo que el brujo le había dicho, muy alterada salió corriendo volteando a todas partes buscando ese calcetín rojo, lo buscaba por todas partes, estaba muy alterada y asustada no sabia hacia donde ir y recordó el camino hasta el acantilado, siguió avanzando hasta llegar a la roca donde el cielo eran nubes negras con un fondo rojo caían rayos se escuchaba un fuerte estruendo, el lago parecía lava y el risco la hundió en un gran pánico que no la dejo moverse, tranquila Ana Sofia, se dijo a ella misma mientras cerraba los ojos, estas en un sueño nada de esto es real, debes de ser fuerte no tengas miedo, afronta tus miedos lucha contra ellos véncelos y encuentra ese maldito calcetín rojo, al abrir los ojos pudo ver abajo en el acantilado el calcetín rojo atorado en una rama que sobresalía del risco, - ahí esta – grito muy emocionada pero estaba muy lejos como para alcanzarlo. De repente una fuerte onda de aire choco contra el risco tomando al calcetín y levantándolo por el aire llegando a la altura de Ana Sofia pero quedando encima de la nada, - okey no temas Ana Sofia lo único que tienes que hacer es saltar muy fuerte y alcanzarlo y todo esto terminara – dio unos pasos hacia atrás para agarrar impulso y salió corriendo con todas sus fuerzas voló por el risco estirando las manos hasta alcanzar el calcetín rojo.

Mi primer post
Mario Bello


message 312: by Jaime (last edited Jul 19, 2019 09:16PM) (new)

Jaime Astudillo | 3 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, había sido una noche muy intensa, se habían entregado como si los días hubiesen sido planificados para terminar en aquel momento; habían remoloneado con esmero y se habían acostumbrado tanto el uno al otro que no se concebían respirando separados a partir de ese momento. Sin embargo, ninguno de los dos notó que aquel calcetín rojo había desaparecido llevándose en su interior, producto del ajetreo bancario de la noche anterior, aquel condumio monetario que abastecería su vida noctámbula en los siguientes lustros. Delvin, apodada "la mujer", se erizó inmediatamente al percatarse de la ausencia del bulto rojo; su mente, que hasta hace unos minutos atrás, disfrutaba del regodeo espasmatorio producto del temblor orgásmico infligido por su consorte, divagaba incontrolada buscando una explicación mas o menos razonable de donde podría estar la fresca y jugosa mercancía. Sin embargo, todos sus esfuerzos intelectuales no hacían más que enardecer su ansiedad, ya que no encontraba explicación alguna ante la desaparición de aquel calcetín. Sherlock, exhausto de amor, dirigió apenas una mirada a la frenética actividad de Delvin, ya que al encontrarse en pleno proceso de recuperación testicular, no era capaz de mover ni un dedo, en demostración de fingido afán para colaborar en la búsqueda de lo que hubiese sido el tesoro que cubriría su futura inoperancia laboral.


message 313: by El_libretista (new)

El_libretista | 1 comments Cada día que pasaba la factura se inflaba, y mantenerse en un hogar propio parecía una tarea hercúlea, tanto que el sudor recorría la frente de Aurora, quien parecía una fuente expulsando malas sensaciones. Su nerviosismo provocaba que ambas manos temblasen más que las de un pianista saltando sobre las teclas para caminar entre octavas y acompañar a mano cambiada la melodía intermedia. Y es que no era para menos. Cuando el enchufe se abría permanecía así durante una semana, esperando a que el dueño del piso realizase el pago que le tocaba hacer ese mes. Solamente debía introducir una prenda por el enchufe. El hilo de la prenda se consumía poco a poco durante el mes, viajando por los diminutos cables hasta la central de algodón masivo.
Aurora comenzó a arrastrar los muebles por el suelo, rayando el parqué por completo, levantó las alfombras y las lanzó por los aires, y para acabar la faena comenzó a desenganchar puertas y ventanas. Sus ojos estaban abiertos como platos, analizando cada rincón del piso, incluidas las juntas de los zócalos.
El limpio lienzo que el piso mostraba al principio se tornó en caos y desorden, y la histeria que empezaba a corromper la mente de Aurora se palpaba con tan solo cerrar ligeramente los dedos. Sentada sobre la parte trasera del asiento, Aurora respiraba hasta el aroma de las flores que se encontraban a cuatro manzanas de allí. Cansada y temblando, resbaló y se cayó, apoyando una de sus manos sobre su barriga, y al palpar el bolsillo de su sudadera encontró su calcetín rojo. Un grito de victoria rebasó las paredes del piso y descendió por las escaleras. Aurora comenzó a bailar y a saltar mientras tarareaba una cancioncilla marchosa. Después introdujo el calcetín en el enchufe, se tumbó en el suelo extendiendo sus extremidades y respiró hondo.


message 314: by Ana (new)

Ana Crnj | 1 comments El calcetín rojo
Ale se despertó como siempre tarde, no había sonado su despertador, ¿o tal vez sí y no lo había escuchado? Llevaba varios días durmiendo mal. Se debía, o al menos eso creía ella, al estrés del trabajo, tenía pendiente un par de publicaciones además de la revisión de tesis de varios alumnos o quizás a saber que Ricardo no regresaría más a su vida. Ella finalmente había tomado la decisión de terminar con una relación que no los estaba llevando a ningún lado en particular. La rutina se había instalado entre ellos como un viejo amigo, a quien los buenos modales y las formas se va uno acostumbrando, pero ella sabía que ambos merecían mucho más del amor. Y no es que tuviera una idea romántica de cómo debía ser una “relación seria”, entendía que las famosas mariposas se dejan de sentir después de algún tiempo, pero la intrigaba por qué hacía meses se le había instalado en el alma un total desanimo y una constante melancolía. No lograba que nada ni nadie despertara en ella ni un ápice de interés. ¡En fin! Ya tendría tiempo el fin de semana de organizar sus ideas y profundizar aún más en sus emociones. Lili, su psicóloga le insistía en tomarse unos días libres y acudir al centro holístico que ella dirigía para hacer un retiro de total silencio, en donde el yoga, las meditaciones, la música y la comida orgánica, vegana y balanceada, aseguraba harían maravillas en su estado de ánimo.
Lo apremiante ahora era encontrar el par del calcetín rojo que llevaba 10 minutos buscando por toda su habitación. Estaba empeñada en usar justo aquél par que, juraba, le podían subir el ánimo por el simple hecho de llevarlos puestos junto con sus botas favoritas. Era un típico día lluvioso y muy frío en donde salir a la calle bien abrigada era esencial para poder sobrellevar el día. ¿Habría dejado el otro par del calcetín en casa de Helena? Helena era su vecina y probablemente su mejor amiga, aunque en realidad era lo más cercano a una madre que ella pudiera tener. Helena tenía la edad de su madre, pero con la diferencia que con ella podía abordar temas que con su madre simplemente no podría. Era una mujer que había vivido muchísimas cosas, entre ellas 2 divorcios y la pérdida de un hijo. Había viajado casi por todo el mundo y experimentado cosas que Ale no sabía si ella misma tendría el valor para hacerlo.
Hace un par de semanas habían conversado hasta bien entrada la madrugada, junto a la chimenea y con un par de botella de vino y ella había llegado solo con sus pantuflas y sus queridos calcetines rojos. No recordaba haberse quitado los calcetines en su casa, pero le marcaría para preguntarle y pedirle que los buscara. O tal vez el mismo Ricardo al hacer su maleta se lo habría llevado por error…. Habría también que hacerle una llamada. Bueno pensándolo bien, mejor un mensaje de texto. Era más impersonal y prefería por ahora no tener que escuchar su voz. Seguía causándole un malestar extraño, una añoranza que ella misma decía, no tenía nada que ver con él ni el amor que aseguraba ya no le profesaba. O tal vez su roomie, Susi, lo hubiera puesto en su cesta de ropa sucia por error. Susi había llegado a su vida hace un par de días solamente, justo después de que Ricardo sacara sus cosas de departamento que habían compartido durante más de 2 años. Ale sabía que no podría enfrentarse a los gastos ella sola y no dudó ni un momento en poner un anuncio de “Se busca roomie” en la cafetería de la universidad en donde trabajaba. Le daba igual que fuera una colega o una estudiante siempre y cuando fuera ordenada, limpia, tranquila y puntual con los pagos de la renta. Se dirigió a su habitación, que era la que tenía la vista al parque y por donde el sol entraba todas las mañanas inundando de luz el interior, aunque esa mañana el sol pugnaba con las nubes negras por salir, aunque fuera un solo momento para alegrar su mañana. Entró en la habitación para preguntarle por su calcetín y pedirle lo buscara entre sus pertenencias, después se dirigió a la cocina a prepararse una taza de té, ella sin eso no podría empezar bien su día.
Había pasado un semestre en Londres después de terminar la Universidad y se había hecho adicta a este brebaje que le alegraba el alma con solo aspirar su aroma. Estando sentada en su terraza, viendo el rio que mostraba una crecida mayor debido a la cantidad de lluvia que había estado alimentando su cauce desde hace varios días, escucho que llamaban a su puerta. Debía ser María, la chica que venía una vez por semana a su casa a ayudarla con la limpieza. María era de un pueblo de Guatemala en donde la gente debía salir a buscar un mejor medio de vida si es que realmente quería lograr sustentar a su familia. María tenía más o menos la edad de Ale, pero sus historias no podían ser más distintas. Ella era analfabeta, estaba casada y tenía 2 hijas pequeñas a las que había tenido que dejar con su madre en el pueblo. De su marido hacía años no sabía nada, desde que se había lanzado a cruzar la frontera a perseguir el sueño americano. Algo le decía que estando allá había formado una nueva familia y se había olvidado de la propia. A María no le dio más opciones la vida que lanzarse también a emigrar al extranjero a buscar fortuna y un medio para sustentar a su familia. Canadá, solían asegurarle las amigas, era una buena opción en donde se podía ganar bien y casi no ser molestada por los agentes de migración. Llevaba ya 1 año y logrado sobrevivir el terrible invierno, una buena señal que no muchos conseguían. Al escuchar que entraba y dejaba sus cosas en el recibidor, Ale le pidió que lo primero que haría esa mañana era sumarse a la búsqueda de su calcetín rojo. No podía seguir postergando su salida de casa ya que debía llegar puntual a dar su clase de “Trastornos de la conducta” a un nutrido grupo de estudiantes del último año de la carrera de Psicología. Ale había pasado a formar parte del claustro profesoral a muy temprana edad, fue admitida en la Universidad a los 16 años, terminó su maestría y doctorado los 24. Era la profesora más joven de toda la facultad y muchos aseguraban era la candidata ideal para ser la directora de la carrera en unos pocos años. Era además la autora de 2 libros y varias publicaciones en la prestigiosa revista Psychology Today, era respetada por todos sus colegas y casi venerada por sus alumnos. Estaba a punto de darse por vencida y elegir otro par de calcetines que Ricardo aseguraba no tener su amado calcetín en ninguna de sus maletas y Helena le llamó para decirle exactamente lo mismo.
Ricardo no había tardado prácticamente nada en instalarse de nuevo en casa de sus padres. A ella le daba un poco de pena la situación ya que el vivir juntos había sido para él un gran paso para lograr su independencia y ahora debía nuevamente renunciar a ella. Susi justo entró en ese momento a la cocina para decirle lo mismo, su querido calcetín no había aparecido en ninguno de sus cajones. María le aseguró que haría lo imposible por encontrarlo antes de que tuviera que irse. Ale no tuvo más remedio que meterse a la ducha con la sensación de que su día se vería afectado irremediablemente por no poder usar su par de calcetines favoritos, los que mantenían sus pies y su ánimo caldeados. Al salir del baño, Ale se apresuró a arreglarse, había invertido demasiado tiempo esa mañana en la búsqueda, hasta ahora inútil, de su par. Habían sido regalo de su abuela en alguna navidad y habían sido sus favoritos desde entonces.
Estando a punto de dejar el apartamento, se dirigió a despedirse de Cata, su gata siamesa que había sido herencia de su abuela, con la que vivió hasta que ella decidió que este plano ya no tenía nada interesante que ofrecerle y se fue al siguiente, asegurándole a Ale que la esperaría en otra vida para seguir siendo su cómplice eterna. La abuela Titi había jugado el papel de madre, padre y abuela al mismo tiempo. Carolina, la madre de Ale, e hija única de Titi, no había estado presente en la vida de su hija. Ella se había quedado embarazada a los 15 años de Ale y del padre no estaba muy segura quien podía ser. Fue durante una fiesta de graduación de 2 generaciones arriba de su clase y probó el alcohol y las drogas ahí por primera vez, aunque ciertamente no fue la última. Después de 4 meses y en una visita rutinaria al doctor, de hecho, era requisito un examen médico para ingresar el grupo de porristas del colegio, cuando Carolina supo que iba a ser madre. Titi no lo quería creer, su pequeña se convertiría en madre antes de cumplir los 16, soltera y evidentemente sin una forma de ganarse la vida de forma decente. Fue entonces que la abuela pasó a adoptar el papel de mamá y papá dejando que su propia hija terminará de crecer y madurar. Desafortunadamente Carolina nunca logro madurar, siguió con las fiestas, los amigos, las drogas y el alcohol. Su vida tomó un cariz que Titi jamás hubiera sospechado. No volvió a quedar embarazada de milagro porque tenía relaciones sexuales con cuanto personaje atravesara su vida y quisiera pasar un buen rato. Era la época de amor libre y el desenfreno total. Titi por lo tanto le dio la estabilidad y el amor que la Ale anhelaba de su madre y que esta no podía ofrecerle. Cuando su abuela partió, Ale se quedó más sola y triste que nunca. Sabía que algún día debía prescindir de ella, pero no había forma de prepararse para una pérdida así. Ahora su gata Cata era la forma de sentirla cerca y eso la reconfortaba un poco. Y fue justo en la cama que compartían ella y Sebastián, el pastor inglés que había sido rescatado de la perrera municipal, donde finalmente fue a dar con su querido calcetín. Seguramente Cata, aficionada a estarse afilando las uñas por doquier, estuvo husmeando entre sus cajones y se había quedado enganchado en alguna de sus patas y llevado hasta ahí. Fue enorme la alegría de Ale al ver que por fin podría continuar con su día con esa pieza que tanta seguridad parecía darle. Tendría después que analizar porque justo ese par de calcetines rojos le daban tanta paz y alegría al usarlos.


message 315: by Lumela (new)

Lumela Camarena Torres | 2 comments El calcetín rojo.
Lumela Camarena

Se paso una hora buscando el calcetín rojo. Es increíble todo lo que cruzó su mente mientras lo hacia. Ya hace mucho tiempo que se cuestiona que caso tiene intentar mantener esa casa en orden, después de todo, por mucho que se esfuerza pareciera que nunca va a lograrlo y que de todos modos nadie lo aprecia. Todavía le zumban los oídos por el quejido, agudo y prolongado, de su escuincla, esa que esta tratando de educar a que se haga responsable.
-…. Mamaaaaaaaá…… me falta un calcetín rojo…. Me urge…. Ya vienen por mi….. quien lo agarrooooo?????

-¡Me lleva! ¡Cómo si alguien necesitara sus calcetines! ¡Cómo si alguien se robara un solo calcetín, como si yo llevará inventario de sus calcetines y tuviera un sistema de control sobre los calcetines! Si a penas me alcanza el día entre vueltas y vueltas, entre pendientes y solicitudes de su padre, ¡para además tener que encontrar el mentado calcetín en menos de dos minutos, cuando ella no pudo sacar el mentado uniforme desde ayer!

Piensa todo eso…. Pero guarda silencio.
-Mamita, me lo buscas por fa. Si lo encuentras me lo llevas al entrenamiento, ¿si? ¡Por favor! – Le planta un beso y sale corriendo.

Y ella busca el calcetín… lo busca en la ropa sucia, en la lavadora, en los cajones de los hermanos, en el suyo, en el de su marido. Busca debajo de la cama, en la lavadora, en la pila de calcetines sin par. Tarda una hora pues entre cajón y cajón, abre la puerta, contesta el teléfono, calienta agua para un café, hace del baño, recoge cosas tiradas a su camino. Al final encuentra el calcetín, exactamente en el cajón donde la muchacha de porra no lo encontró, ahí en su lugar. Sube al carro y corre a llevar el calcetín a la escuela.

Después de todo, aunque se queje, prefiere el "gracias" de su hija y saber que no perderá su entrenamiento. Así de incongruentes pueden ser las mamás, pareciera que les importa más que todo fluya a de costa de sí mismas, a dejar que los hijos se den un poquito de topes y aprendan a hacerse responsables de si. O será que al final se tiene tan arraigado el deseo de que sepan que cuentan con nosotros que preferimos cambiar todos nuestros planes en función de un calcetín. O será que tarde o temprano llega un momento en que revaloramos nuestra vida y nos autorrespetamos para que los hijos, finalmente, aprendan a sacar sus calcetines a tiempo.


message 316: by Blusbroder (new)

Blusbroder | 1 comments Lumela wrote: "El calcetín rojo.
Lumela Camarena

Se paso una hora buscando el calcetín rojo. Es increíble todo lo que cruzó su mente mientras lo hacia. Ya hace mucho tiempo que se cuestiona que caso tiene intent..."


Me ha gustado tu texto. Arranca bien y sigue manteniendo la atención hasta el párrafo final. Ahí creo que falta algo, no termina de pasar nada, la mamá le lleva el calcetín sin más, debería haber algún giro, un accidente, alguna reflexión que nos sacara del cuadro... Me gustan las palabras que usas, algunas no son comunes en España pero suenan muy bonito.


message 317: by Constanza (new)

Constanza Ortiz | 1 comments ¡Vamos María Paz! ¡Piensa! ¿Dónde más podría estar? No estaba en el armario, en el baño, en la ropa sucia ni en la limpia, detrás de la cajonera ni debajo de la cama. Se sentó en el sillón mientras unas lágrimas empezaban a salir de sus ojos. No podía creer que estuviera llorando por una tontera así. Llevaba más de una hora buscando el bendito calcetín rojo sin éxito y quebrarse por algo tan estúpido le generaba aún más rabia.

Porque pareciera que eso era lo único que había sentido durante las últimas semanas; rabia e impotencia, además de una claustrofobia que no tenía ninguna razón de ser y sin embargo no podía quitarse estos sentimientos de encima.

Todo había empezado hace casi un mes atrás cuando Miguel, su marido, le había dicho que volvían a vivir a Chile luego de estar radicados en Perú durante casi 3 años ¡Por fin! Había sido lo primero que se le había venido a la mente, pero de un minuto a otro, había estallado una revolución que hacía cada día más difícil el retorno.

No era que la vida en Lima haya sido mala ni mucho menos, pero sí había sido un periodo complicado, muchas veces debido a cosas que escapaban a su control. Enfermedades y muertes, muchas muertes, de gente cercana y querida a la que no había podido despedir como le hubiera gustado. También un embarazo de alto riesgo, que significó tener que hacer un montón de reposo, y dos niños pequeños que no entendían mucho lo que estaba pasando y cuyas emociones se desbordaban constantemente.

Y ahora lo que le faltaba, el calcetín. Sabía que no tenía ninguna importancia, pero también sentía que elegir la ropa que se quería poner era lo único que podía controlar en ese minuto, pero el dichoso calcetín no quería aparecer.

Tomó aire e intentó recobrar el control de sí misma. Aún había muchas cosas por hacer en la casa, así que se acercó a la lavadora determinada a continuar con su día de manera normal.

Tuvo que mirar dos veces antes de entender lo que había pasado. Luego de unos minutos de incredulidad, se largó a reír de forma casi histérica: dentro de la máquina, donde debían estar sus lindas sábanas blancas, se veía una masa de tela rosada y la punta de un lindo calcetín rojo pálido.

(cualquier similitud con la realidad, es mera coincidencia... y no, no se me ha perdido ningún calcetín jajaja)


message 318: by Jeine (new)

Jeine | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Nadie entendía qué era lo que le pasaba. Realmente nunca se sabe lo que le pasa, ya que sin comunicación, nadie llega al conflicto en cuestión. No había comunicación. Solo la veían ir de un lado para otro, en su propia casa, deambulando como un asesina preocupada por si se ha descubierto algún dato del crimen cometido. No nos alarmemos, era un calcetín rojo. Nadie se pone histérico por el paradero perdido una prenda interior.
- ¿Qué te pasa Lucía? - preguntaba la madre preocupada
- No entiendo ese escándalo, la verdad - continuaba su hija.
No hablaba, y sinceramente, no podía hacerlo. Estaba tan concentrada en su búsqueda que no respondía ni a su nombre. Arriba y abajo, pasando por todos los pequeños huecos de la casa. Dos pisos enteros fueron derribados y rastreados por Lucía. Se alarmaron cuando la estatua favorita de la madre, importada de Panamá, fue golpeada y rota en el salón. Hecha a pedazos se quedó, y ni una ostia pudo parar a Lucía. Miró hasta dentro de la lavadora, en los cojines del sofá, en la piscina, en los matorrales del jardín. Pero nada. El calcetín rojo había desaparecido. Nunca la habían visto así de nerviosa.
Su cuerpo paró en seco cuando, de repente, se tumbó en el suelo. Su respiración inundaba toda la casa, hasta tenía pitidos de cansancio. Ahí fue, cuando su mente se aclaró. Sin correr, se levanta despacio, se dirige hasta la cocina y…
- No Lucía, no! - la madre grita
Abre la basura y empieza a buscar dentro de ella. Sí, ahí estaba el calcetín rojo. Después de dos minutos intensos de olor a gamba, lechuga podrida, papeles desechos y plásticos abiertos, puso el morro dentro del calcetín, se tumbó, y empezó a relamer la chuche de bacon que había en su interior.
- No hacía falta hacer eso Lucía! Castigada a tu casita! - La madre resopló mirando a los ojos llenos de felicidad de Lucía.
Cogió a Lucía por el collar que llevaba y se la llevó al jardín donde estaba su casita y la cerró con el pestillo.
- Ahí te quedas hasta que recapacites. - Dijo cansada la madre.


message 319: by Milara (last edited Dec 11, 2019 12:07PM) (new)

Milara | 3 comments Hola, no sé si seguís activos en este hilo, espero que sí porque me declaro fiel seguidora de Literautas y quiero hacer todos los ejercicios y las propuestas que encuentre en su maravillosa web. Ya que estoy en esto, quisiera agradecer la labor que realizan ayudando a personas como yo, que anhelan escribir desde que se levantan por la mañana, hasta que el sueño les vence, pero que no disponemos de muchos medios para pagar unos estudios adecuados. Sus consejos y su guía son la mejor de las ayudas. Muchas Gracias.
Muchos de los textos que estoy leyendo, son de verdad pura inspiración. ¡Cuánto talento hay por ahí! Qué bien que podamos disfrutarlo todos.
Y ahora, sin enrollarme más porque siempre me dicen que me enrollo como las persianas, os dejo mi pequeña historia. Los personajes, forman parte de una novela a la que estoy dándole vueltas y vueltas. Me pareció una buena idea utilizarlos para familiarizarme más con ellos.

EL CALCETÍN ROJO
Se pasó una hora buscando el dichoso calcetín rojo.
Ella lo había perdido, como lo perdía todo. Estaba tan segura de eso como de que estaba lloviendo en este momento. "Espera, ¿está lloviendo no?" Ashling se asomó a la ventana para saber si tenía que seguir discutiendo consigo misma o podía cortar el diálogo interno en este punto. No llovía, así que ella iba a...

—¡Ashling! ¿Me estás escuchando?

La voz de Radha interrumpió sus pensamientos. Ashling se giró para mirar a la diminuta mujer que le mostraba una gran caja de colores redonda, ¿de qué le sonaba esa caja?

—Acabo de encontrar la caja de adornos que perdiste el año pasado, no me puedo creer que la dejaras detrás del viejo cortacésped en el cobertizo y nadie haya sido capaz de localizarla hasta ahora.

Ah sí, recordó Ash, debió de ser aquél día en que se acercó al cobertizo para descubrir a unos pequeños gatitos muertos de frío, y luego debió olvidar la caja.

—Bueno, yo... —empezó a excusarse Ashling, pero se interrumpió sabiendo que, Radha no iba a escucharla.

—Ash, cariño, eres una joven preciosa de veintitrés años. Una muñeca alta y morena con unos maravillosos ojos del color del cielo irlandés en verano y unos labios tan rojos como una flor de Pascua, pero ¿sabes qué?—, Ashling suspiró y bajó la mirada al suelo, sabía lo que venía ahora—¡Tienes la cabeza en las nubes, chica!

Nollaig apareció en ese momento para poner una mano sobre el hombro de su mujer.
Él no era mucho más alto que Radha. Ambos medían apenas un metro veinte, y aunque en estas fiestas navideñas los dos iban sobrecargados de trabajo, siempre encontraban el momento para ayudar en el hospicio. El resto del año apenas salían de allí, atendiendo a los ancianos, a algún adolescente perdido, o a algún adulto callejero. El hospicio siempre tenía sus puertas abiertas, y Ashling estaba encantada de trabajar también allí.

—Cálmate Rad, deja a la chica tranquila. No está teniendo una buena semana.

—¿Y cuándo si puede saberse tiene ella una buena semana? El problema es que no se centra Noll, ella...

Ashling no escuchó el final de la frase. Nollaig y Radha ya se estaban alejando por el salón cuando un pequeño rúcach más negro que el carbón empezó a golpear con su pico el cristal de la ventana. "Si no lo supiera mejor, diría que el cuervo me está llamando", pensó Ashling.

Mirando por encima de su hombro para asegurarse de que nadie le estuviera prestando atención, Ashling se acercó a la ventana.

—¿Y qué quieres tú, pequeño? ¿También he perdido algo tuyo y quieres recuperarlo?—, dijo Ashling, haciendo una mueca.
Hasta ella se había dado cuenta del tono quejumbroso de su voz.
Volviendo a echar otra mirada por el salón, observó a la señora O'Brian dormitando en su silla de ruedas frente a la chimenea encendida, mientras el señor Cassidy miraba la televisión sin voz. El hombre era tan sordo que había aprendido a leer los labios y ahora podía ver la tele sin necesidad de subir el volumen al cielo, y todos en el hospicio lo agradecían.

Los demás huéspedes fijos estaban de visita con sus familiares, por lo que decidió que nadie iba a echarle de menos si se ausentaba unos minutos para despejarse. No era porque iba a hablar con un pajarraco en mitad de la calle. Definitivamente ella no iba a hacer eso. Nunca.

Se puso el gorro, la bufanda y los guantes de lana. Abrió la puerta sigilosamente y salió al porche de la gran casa utilizada como hospicio—geriátrico—sanatorio—urgencias—veterinario —"loquehagafalta" y respiró hondo, llenando sus pulmones con el gélido aire del exterior.

La noche pasada había nevado y ahora todo el jardín estaba cubierto de un espeso manto blanco. No había dado ni dos pasos que ya estaba temblando de frío. Se echó un vistazo a sí misma y vio sus pantalones de mezclilla negros y su jersey blanco y rojo de lana. Sin abrigo...

Suspirando resignada, miró al pájaro, que ahora chasqueaba su pico como si se burlara de ella.

—No te rías y no te muevas de donde estás. Vuelvo enseguida— le dijo al pájaro apuntándole con un dedo enguantado.

Ashling volvió a entrar en la casa, cogió su abrigo rojo del colgador y se lo puso antes de volver a salir.
Acercándose al rúcach con cuidado de no resbalar en el porche congelado, empezó a hablar otra vez.

—Bueno, ¿qué tienes tú en contra de los cristales de esta ventana, eh?

El cuervo abrió y cerró las alas un par de veces antes de saltar del alféizar y dirigirse hacia la parte trasera de la casa dando saltitos por todo el porche.

—Oye, ¿dónde crees que vas?

Mientras lo seguía, ella juraría que el bicho había puesto los ojos en blanco cuando la miraba...

Al cabo de unos segundos, el cuervo siguió hacia la parte de atrás, donde se encontraban las viñas y las bayas que Nollaig había plantado unos años atrás, esas que la propia Ash saqueaba algunas veces cuando se escondía del mal genio de Radha y necesitaba algo dulce para pasar el rato.

El ave negra se metió precisamente detrás del seto más cargado de suculentas bayas. La boca de Ashling se hizo agua, pero se obligó a concentrarse en lo que estaba haciendo el bicho, que parecía tirar de algo, algo de color rojo y hecho de lana...

—¡Mierda, es el calcetín que estábamos buscando!¿Cómo lo has encontrado?

Ashling estiró el brazo, y con cuidado, desenredó la prenda de las ramas del seto.

—Eres un chico listo ¿verdad? ¿El mejor de la clase?
Definitivamente el pájaro puso sus ojos en blanco.
—Y ahora ¿qué puedo hacer para devolverte el favor? ¿Quieres entrar y calentarte un rato? Puedo ponerte un dedal del ponche caliente casero—, sonrió Ashling, con complicidad.

Dio un paso más y se agachó, y manteniendo la sonrisa, siguió hablándole.

—Nollaig le puso unas gotas de Jameson. Le dije que era mejor ser clásico en Navidad y que Bushmills era lo que tocaba, pero muchacho, no escucha. Ya lo dice Radha, no te creas, "este hombre mío no escucha". Y es verdad—, le dijo.
Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie había oído su confidencia. Satisfecha por estar sola y no haber hecho el ridículo, volvió a centrarse en el cuervo—. Así que... ¿vienes?

Incluso ella se sorprendió cuando el pájaro saltó a su hombro.
Feliz por haber encontrado el dichoso calcetín, entró en la casa, sin querer profundizar demasiado en lo que acaba de ocurrir.
Acababa de hacer un nuevo amigo, lo demás eran minucias.


Si has llegado hasta aquí, muchas gracias por haber leído mi relato.
Criticad de él todo lo que queráis, soy firme creyente de que sólo con las críticas sinceras uno puede aprender realmente.
La próxima semana, si nada se tuerce y el hilo sigue vivo, publicaré el ejercicio nº2.

Milara Martin
Un saludo a todos


message 320: by Charo (new)

Charo Acevedo | 1 comments Había pasado poco más de una hora. Delilah no lograba encontrar el puto calcetín rojo.
Era difícil encontrar algo en el caos del apartamento: un festival de platos a medio comer, botellas de ron vacías y ropa sucia. El llanto del bebé no la dejaba concentrarse, más de una hora llevaba.
Delilah nunca la tuvo fácil, pero cuando él se fue, lo hizo aún más complicado. Primero sola y sin saberse embarazada, después sola y con un hijo que no podía cuidar, pero no era sorpresa, ni siquiera podía cuidar de ella misma. Se hizo cargo de ella hasta que el peso de la responsabilidad, combinado con el alcohol, fueron demasiado para ella y se perdió. Nunca logró encontrarse, casi seis años llevaba.
Sola, desesperada y aturdida por el llanto que no lograba callar. Intentaba levantar al bebé que a berridos pedía que lo levantaran de la cuna, pero el alcohol no le permitía sentir las manos, no tenía fuerza. Necesitaba el calcetín y lo necesitaba rápido, ya no podía más.
El llanto, el mareo, el hormigueo en cada parte de su cuerpo, la confusión, el aturdimiento, la sensación de no poder mantenerse en pie un momento más.
Pierde el control, sale fuerza que tenía oculta quién sabe dónde y la supera, es más grande que ella. Pasan segundos, minutos, el tiempo no se detiene, pero parece avanzar más lento. Todo a su alrededor se ve borroso, no sabe lo que está pasando. El llanto cesa, y en el silencio empieza a volver poco a poco a la realidad.
Finalmente, lo encuentra, ahí estaba el calcetín rojo.
¿Cómo no lo vio antes? Lo tenía justo en la mano, presionándolo con fuerza, ya menguante, sobre la cara de su bebé.
Ya no hay llanto, el alcohol ejerce su efecto final y Delilah se queda dormida en el piso al lado de la cuna, al lado del cadáver de su hijo.


message 321: by Jazmín (new)

Jazmín Gallardo | 1 comments Ejercicio #1 by Jazmín Gallardo

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Luego paró. Cada día se cansaba más rápido, lo notaba. Notaba en sus huesos una creciente fragilidad, notaba en sus ojos un temblequeo constante, trataba de no mirarse al espejo, no como antes, no ahora. Nunca hablaron sobre la muerte. Se creyeron eternos, estando juntos el disfrute era imprudente. Pero ahí estaba ella, sola, con sus plantas y sus horas, con su vida a cuestas, con macetas sin pintar.
A pesar de todo, era feliz. O recuerda sin dudas que lo fue. La reciente resignación ante la muerte hizo que decidiera cambiar las cosas de lugar, acomodar su hogar, sus muebles, sus estantes, acomodar su mente. Quería donar la ropa de su difunto marido. Quedarse quizás con la bufanda verde y la boina arrugada. Siempre las llevaba consigo, de eso no se iba a olvidar. Más de una vez deseó contraer demencia senil para que no doliera más, pero por algo a veces Dios se hace el sordo. Sus hijos ya se habían llevado lo que quisieron conservar; el anillo, el traje, los libros. Lo adoraban. Fue un gran padre, Marta sabe que si.
La ropa doblada sobre la cama parecía mirarla desde su sitio. Al día siguiente vendrían del refugio a buscar las cajas, tendría que retomar la búsqueda. Se acercó a la cama y pasó la mano por un suéter igual de rojo que el calcetín. Se quedaría con él.
-¿Dónde andarás calcetín? -cantó Marta en un suspiro.
Sabía que tendría que estar en algún lado, ella lo había visto. Hace un tiempo, no sabe cuándo, pero lo vio. Qué loco todo esto, ¿qué pensaría su Felipe al verla así? Esperaba que no se decepcionara, ella quería sentirse acompañada, quería sentirse como cuando estaba él. Si, sonreía, y si, era lindo cuando sus hijos iban a visitarla, la vida seguía siendo linda y seguía valiendo la pena vivirla, no, no se quería morir, y no, no quería realmente olvidarse de todo. Te juro que son arrebatos, Felipe.
El calcetín no aparecía y se hacía de noche. El frío se hizo sentir y el aroma a humo de chimeneas vecinas inundó el hogar. De repente la búsqueda ya no tuvo sentido. Marta se dirigió a la cocina y comenzó a encender la estufa. El invierno estaba calando hondo, presentía que sus plantas no la pasarían bien esa temporada. Ni ella.
Estiró sus manos al fuego para calentarlas. Qué sorpresa, ahí estaba el otro calcetín. Se lo colocó en el pie que le faltaba. Se miró los pies. Que extraña moda sigues ahora Marta. Rió para sí.
-Ay este Felipe que no llega nunca, ¿qué excusa va tener hoy? Se debe estar muriendo de frío allá afuera.


message 322: by Jade (new)

Jade | 1 comments El calcetín rojo

El olor a tortitas junto con el canto de las aves le avisaba a Lucio que ya era de mañana. Con un quejido se levantó de su cama y empezó a alistarse para ir a la escuela, tras hacerlo, tomo su mochila y fue hasta la cocina, donde se encontraba su mamá cocinando mientras miraba las noticias. Lucio se sentó en la mesa para que acto seguido su mamá pusiera un plato de tortitas enfrente de él. Usualmente, Lucio ignoraba las noticias, las encontraba aburridas, pero ese día, anunciaron una que capto su atención y morbo.
“Se reporta que ayer en la noche, se encontró muerto en su cama al señor Armando Ruiz, en la…”
 ¡Es nuestra colonia! – Exclamo exaltada la madre de Lucio al reconocer las casas mostradas en el televisor.
“La causa de muerte fue un desangrado en ambos pies, del cual se desconoce la causa, debido a que tanto como la esposa, Amanda Ignacio, y los doctores de Don Ruiz, afirman que el no presentaba ninguna enfermedad que causara hemorragias”
Mientras que Lucio estaba asombrado por tal noticia a causa de esa muerte tan extraña, su madre por el otro lado, estaba perjudicada por donde había ocurrido esta.
 Lucio, tu pasas por esa calle todos los días para ir a la escuela – Dijo la mujer con unos ojos llenos de preocupación – Prométeme que hoy y mañana te iras por otro lado.
Lucio miro algo incrédulo a su madre.
 Mamá, tranquila, no fue un asesinato – Dijo Lucio despreocupado. No le veía lo malo pasar por esa calle, es más, lo encontraba emocionante.
 Asesinato o no, no pasaras por esa calle – Contesto la mujer con el tono más estricto que tenía.
Ante la orden de su madre, Lucio prometió que la obedecería, lo cual era una gran mentira. Tan pronto como salió de la casa, Lucio camino deprisa hacia a la tan dichosa calle, pero no había nada fuera de lo normal. No había cintas de policía alrededor de la casa de los Ruiz como el esperaba. Lanzo una patada al aire decepcionado y volvió a ponerse en marcha hacia la escuela. Pero al alejarse, algo capto su atención. Sobre el gris del pavimento, resaltaba un calcetín de un brillante color rojo. A Lucio no se le hacía extraño encontrar una prenda tirada en la calle, lo que se le hacía extraño fue que el calcetín estuviera limpio y que se viera recién salido del empaque. Por esa peculiaridad, Lucio se agacho para recogerlo. Paso los dedos por la tela, sorprendido por lo suave y agradable que era al tacto. Por ese motivo, decidió llevárselo, no sin antes buscar con la mirada alguna persona que pareciera haber perdido la prenda, ¿aunque como pierdes un calcetín? Tras ver que no había nadie alrededor lo guardo en su bolsillo, y retomó su camino a la escuela.
Al llegar fue directo al baño. La exagerada suavidad del calcetín hacía que estuviera tentado a ponérselo a pesar de haberlo encontrado en la calle. Lucio sonrió vacilón y procedió a quitarse su tenis izquierdo junto con su calcetín viejo para ponerse el calcetín rojo en su lugar. Se esperaba una agradable sensación, pero había subestimando el calcetín, era mucho más suave al hacer contacto con su pie, sentía que caminaba en una nube. Lucio se preguntó a si mismo quien había sido el pobre tonto que había perdido tal magnifica prenda. Era una sensación tan cálida y agradable que se prometió a si mismo jamás quitarse ese calcetín.
Tras ponerse su tenis de vuelta fue a su salón de clases donde ya se encontraban algunos de sus amigos. Se sentó en su pupitre y empezó a platicar con ellos. Después de unos minutos, sonó el timbre y el maestro entro minutos después, causando que el escándalo del salón disminuyera.
La mañana pasaba muy normal, con la única diferencia de que Lucio se encontraba más cómodo al tener una agradable sensación en el pie. Tal vez por esa razón, las horas estaban pasando con más rapidez, ya que sin haberlo notado ya era la última hora.
Lucio estaba tranquilo, realizando la actividad que había pedido la maestra, pero algo lo empezó a distraer, una horrible sensación de ardor en el pie izquierdo. Planeo en ignorarla, creyendo que iba a bajar con el paso de los minutos, pero ocurrió lo contrario, empezó a sentir que el pie se le quemaba. Era un dolor tan espantoso que hizo que apretara los dientes. La sensación lo puso en alerta y se empezó a preocupar.
 ¡Maestra, ¿Puedo ir al baño?!– Lucio alzo la mano exaltado. Pudo ver en el rostro de la maestra una ligera preocupación ante su voz angustiada.
La maestra sin dudarlo dijo que sí. Por lo que Lucio se levantó desesperado, pero se arrepintió al instante, ya que sintió que un cuchillo se le había clavado en su pie. Cerro los ojos ante el dolor, y se apoyó en el pupitre, intentado superar el dolor. Todos lo voltearon a ver, unos le miraban raro, otros preocupados. Lucho para ignorar el dolor e ir tan rápido como su cuerpo le permitía al baño, dejando el aula con sus compañeros y maestra intrigados.
Al llegar al baño, Lucio se recargo en la pared y se quitó deprisa el tenis para después quitarse el calcetín rojo. Cuando la tela dejo de tener contacto con su pie, el dolor desapareció. Pero la incertidumbre de Lucio fue reemplazada por el horror al ver su pie con un poco de sangre. Sus ojos se abrieron de pavor y comenzó a respirar con pesadez; miro al calcetín rojo que tenía en sus manos, y empezó a sudar frio al notar que no tenía ni una sola gota de sangre. Lo reviso para asegurarse de no estar confundiendo los tonos de rojo, mas con la esperanza de encontrar una espina o un insecto que haya sido la raíz de aquel malestar. Pero no encontró nada, el calcetín estaba tal y como lo había encontrado: intacto e impecable.
Lucio estaba incrédulo ante lo que le pasaba, ¿Por qué no había sangre? ¿Por qué ya no sentía nada? Su mente estaba tan confundida y agitada que no podía pensar en una explicación, solamente se hacía más y más preguntas que no iban a tener respuesta ¿Qué debía hacer? ¿Enterrarlo? ¿Quemarlo? ¿Lanzarlo por el inodoro? Lucio no sabía qué hacer, solo quería deshacerse de aquella tela roja. Un portazo sobresalto a Lucio, salto asustado, pero se tranquilizó un poco al ver a que era uno de sus amigos.
 Oye, ¿te encuentras bien? La maestra se preocupó y me pidió que viniera a ver como estabas – Su amigo se acercó y le miro con angustia. La reacción de Lucio fue guardar el calcetín en su bolsillo y mentir sobre que solo había sido una espina en su zapato.
Lucio volvió a ponerse su tenis, y regreso con su amigo al salón de clases. Varios lo miraban preocupados, sobretodo la maestra; volvió a contar la mentira de la espina y regreso a su asiento. Pero no estaba tranquilo, se mordía las uñas, movía la pierna de arriba abajo, miraba con ansias el reloj esperando a que tocara el timbre. Solo quería deshacerse de aquel endemoniado calcetín.
Tras una tortura que parecía eterna, el deseo de Lucio se cumplió. Tan pronto como sonó el timbre salió casi corriendo de su salón, chocando con varios de sus compañeros en el proceso. Pensó que lo mejor era ir a casa, aclarar su mente para así poder decidir qué hacer con aquella prenda rojiza.
En su camino a casa, paso por la misma calle donde había encontrado ese calcetín maldito, y al igual que en esa ocasión, encontró algo afuera de lo usual. Vio a una anciana en la banqueta enfrente de su casa. Tras verla mejor, la reconocía a ella y a su hogar, era la esposa del difunto Armando Ruiz. Se veía angustiada y parecía que estaba buscando algo en el suelo. Aun así, eso no impidió que notara la mirada de Lucio. El niño se quedó en su lugar, extrañado que la señora sonrió sorprendida y aliviada tras verlo. Confundido, Lucio siguió la mirada de la anciana y vio que se dirigía a su bolsillo, donde se podía ver un pedazo del calcetín.
La anciana se acercó a Lucio, y pesar de que le hablo con un tono dulce y amable, Lucio se estremeció al escuchar que ella se pasó una hora buscando el calcetín rojo.


message 323: by Beatriz (new)

Beatriz Kiger | 2 comments Lord Zakuza reina para siempre. Mi novio me abandonó y se fue por otro debido a una razón que nunca supe, pero me di cuenta de que estaba actuando de manera extraña hacia mí hasta que finalmente se fue. No pude controlarme porque lo amaba tanto que podía hacer cualquier cosa por él para mostrar lo querido que lo amaba. Sufrí este corazón roto durante 1 mes hasta que me enteré de Lord Zakuka, contacto de WhatsApp +17405739483 en línea, que es un lanzador de hechizos y vi diferentes buenas críticas sobre él con un premio de costo para hacer el trabajo. Le envié un mensaje en WhatsApp +17405739483 y le expliqué mis penas y me cobró la suma de 380 euros para traer de vuelta a mi novio y preparó un hechizo para mí que trajo a mi novio dentro de las 48 horas y ahora estamos de vuelta juntos, así que Mucho amor y cuidado. WhatsApp Lord Zakuza ahora en +17405739483 si necesita su ayuda. Puedes WhatsApp para obtener más información sobre +32460221701 Soy Beatriz Kiger de Bélgica.


message 324: by Tomas (new)

Tomas | 4 comments Era un dia de verano, de calor intenso como suelen ser en esta epoca del año. En las calles reinaba un silencio absoluto, todo el mundo se encontraba dentro de sus casas deseando la venida de dias mas frios. Pero habia un silencio que inquietaba y IO mas extraño era que su origen se ubicaba en el interior de una de las casas, particularmente en una habitacion de la misma. Alli estaba Tomas contemplando a su calcentin rojo como quien busca respuestas con la mirada puesta en el cielo; su mirada era penetrante y el silencio le pertenecia.
Se preguntaran cual es la razon de su introspeccion. Dejenme aclararles la situacion hasta donde mis conocimientos me permitan. Todo comienza supongo, como este relato, con el anhelo de un oasis de frescura en el desierto del arido verano. Ese pensamiento se vio interrumpido de forma abrupta por el descubrimiento del calcetin rojo arrojado en el piso de la habitacion. Era un calcetin comun, de un largo considerable pero que para Tomas guardaba un secreto preocupante. El proximo pensamiento que ocupo la mente de Tomas en los siguiente minutos se debio a la conjuncion de los anteriores y este se vio plasmado en un recuerdo lejano, el cual retrocedia hasta el ultimo invierno.
Una noche de pasion que lo condenaria al sufrimiento los proximos meses... y quizas hasta el resto de su vida.
Tomas enseguida trato de no recordar, de pensar en Otra cosa, pero haga IO que haga, la imagen de la mujer de cabello castaño y piernas largas brotaba y brotaba como las flores en primavera. Sus labios se entrelazaban, se mordian y lo besaban. Ahora mismo sentia en aquellas partes de su cuerpo donde ella habia dejado sus huellas, ya sea con un beso 0 una caricia, un cosquilleo que le hacia replantearse si en verdad fue un error lo de esa noche. Luego vio las inscripciones que se encontraban en el calcetin, eran de un color rojo intenso IO que permitia diferenciarlo del resto. Se vislumbraba unas letras, J y B. Luego Tomas recordo las ultimas palabras de esa noche:
-Guarda este calcetin rojo, yo guardare el otro.- dijo la mujer. - sera nuestro secreto, cada vez que lo veas que te haga recordar y desear una noche conmigo.
El sonido del timbre rompio su ensimismamiento y enseguida guardo el calcetin en su mesa al lado de su cama, en un lugar donde no se encuentre facilmente. Bajo la escalera y se direcciono a la entrada de la casa. Al abrir la puerta vio el rostro de su esposa, Micaela, lo cual lo incomodo un poco mas. Junto a su esposa estaba la hermana de ella, que luego de saludarse con Tomas, acompaño a Micaela a la cocina.
-Quieres algo para tomar, Julieta? -pregunto micaela a su hermana.
-No gracias. -contesto, mientras apoyaba ambas piernas sobre la mesa de la cocina. Micaela se enfado con su hermana por esto, intento bajarles los pies, pero luego comprendio que era inutil.
-No ves que me ensucias la mesa? -repudio micaela. -Ademas porque tienes solamente un calcetin? Has perdido el otro? o directamente no te tomaste las molestias de buscar su par?
-Esa es una historia para otro momento. -contesto la hermana y estirando el jean, intento esconder su calcetin rojo.


message 325: by Tomas (new)

Tomas | 4 comments Era un dia de verano, de calor intenso como suelen ser en esta epoca del año. En las calles reinaba un silencio absoluto, todo el mundo se encontraba dentro de sus casas deseando la venida de dias mas frios. Pero habia un silencio que inquietaba y IO mas extraño era que su origen se ubicaba en el interior de una de las casas, particularmente en una habitacion de la misma. Alli estaba Tomas contemplando a su calcentin rojo como quien busca respuestas con la mirada puesta en el cielo; su mirada era penetrante y el silencio le pertenecia.
Se preguntaran cual es la razon de su introspeccion. Dejenme aclararles la situacion hasta donde mis conocimientos me permitan. Todo comienza supongo, como este relato, con el anhelo de un oasis de frescura en el desierto del arido verano. Ese pensamiento se vio interrumpido de forma abrupta por el descubrimiento del calcetin rojo arrojado en el piso de la habitacion. Era un calcetin comun, de un largo considerable pero que para Tomas guardaba un secreto preocupante. El proximo pensamiento que ocupo la mente de Tomas en los siguiente minutos se debio a la conjuncion de los anteriores y este se vio plasmado en un recuerdo lejano, el cual retrocedia hasta el ultimo invierno.
Una noche de pasion que lo condenaria al sufrimiento los proximos meses... y quizas hasta el resto de su vida.
Tomas enseguida trato de no recordar, de pensar en Otra cosa, pero haga IO que haga, la imagen de la mujer de cabello castaño y piernas largas brotaba y brotaba como las flores en primavera. Sus labios se entrelazaban, se mordian y lo besaban. Ahora mismo sentia en aquellas partes de su cuerpo donde ella habia dejado sus huellas, ya sea con un beso 0 una caricia, un cosquilleo que le hacia replantearse si en verdad fue un error lo de esa noche. Luego vio las inscripciones que se encontraban en el calcetin, eran de un color rojo intenso IO que permitia diferenciarlo del resto. Se vislumbraba unas letras, J y B. Luego Tomas recordo las ultimas palabras de esa noche:
-Guarda este calcetin rojo, yo guardare el otro.- dijo la mujer. - sera nuestro secreto, cada vez que lo veas que te haga recordar y desear una noche conmigo.
El sonido del timbre rompio su ensimismamiento y enseguida guardo el calcetin en su mesa al lado de su cama, en un lugar donde no se encuentre facilmente. Bajo la escalera y se direcciono a la entrada de la casa. Al abrir la puerta vio el rostro de su esposa, Micaela, lo cual lo incomodo un poco mas. Junto a su esposa estaba la hermana de ella, que luego de saludarse con Tomas, acompaño a Micaela a la cocina.
-Quieres algo para tomar, Julieta? -pregunto micaela a su hermana.
-No gracias. -contesto, mientras apoyaba ambas piernas sobre la mesa de la cocina. Micaela se enfado con su hermana por esto, intento bajarles los pies, pero luego comprendio que era inutil.
-No ves que me ensucias la mesa? -repudio micaela. -Ademas porque tienes solamente un calcetin? Has perdido el otro? o directamente no te tomaste las molestias de buscar su par?
-Esa es una historia para otro momento. -contesto la hermana y estirando el jean, intento esconder su calcetin rojo.


message 326: by Andres (new)

Andres | 12 comments EL TITERE ROJO
Marie observaba atentamente a Julián mientras él se divertía entreteniendo a algunos niños con sus hermosos títeres hechos con un par de calcetines. Julián era un niño simpático de cuarto grado que pasaba sus descansos contando historias con sus títeres a los niños de los cursos mas pequeños. Muchos de los otros niños lo creían inmaduro, tonto y hasta retrasado. Pero el nunca se atrevió a contestar a todos los insultos que los otros niños le propiciaban, ya que se creía inferior e incapaz de hacer algo al respecto. No obstante, esto no limitaba el hecho de que pudiera ser feliz. Simplemente sabia que no meterse con sus compañeros de clase significaba que estaría bien.
Un día después de que había terminado su pequeño espectáculo, Camila, una niña de su curso (de las pocas personas que nunca se habían burlado de el) se acercó a Julián y se sentó a su lado en el banquito en el que el se sentaba luego de sus presentaciones.
— Eres gracioso— dijo Camila.
Julián se quedo atónito e inmóvil. No sabia que decir. Ni siquiera sabía si había sido un cumplido o un insulto. Solo se quedó cabizbajo pensando sin saber como reaccionar ante tan frio y plano comentario.
—a que te refieres— dijo finalmente Julián con un tono entrecortado repleto de nerviosismo.
—a que tus historias son graciosas. Me gustan.
—pues eso intento.
—¿porque lo haces? ¿aquí solo sin amigos? — exclamó Camila con un tono ligeramente preocupado.
—no lo sé. Simplemente me divierto.
Para este punto de la conversación Julián ya había logrado calmarse y recuperar su relajación habitual. Le impresionaba que, por primera vez a alguien, que no fueran los niños pequeños, le interesara lo que él hacía.
—¿puedo verte mañana? — preguntó Camila muy confiada
—si quieres.
—entonces mañana estaré. Adiós.
Camila se fue dando pequeños saltos. Inmediatamente Marie se acercó al joven Julián que había terminado con una sonrisa en el rostro y dos enormes puntos rojos en sus mejillas.
—parece que le interesas—le comento Marie con su encantador tono angelical que le hacia ser amada por todos los estudiantes a los que les daba clase.
—señorita Marie! —exclamó Julián con tono de sorpresa. —¿enserio lo cree?
—soy una mujer. No lo olvides Julián. Yo se lo que esas miradas significan.
—pues, supongo que le gustan mis títeres
—puede ser. Son buenos. —dijo Marie—Déjame preguntarte ¿Por qué te gustan tanto los títeres?
—mi papá me los regaló. El hacía títeres para mi antes de dormirme. Luego, cuando murió, mi mamá continúo haciéndolos. Creo que es por eso por lo que me gustan tanto. Ahora a veces lo hace, aunque ya no tanto como antes. Dice que le preocupa mi estudio y que debo concentrarme.
—ya veo. —exclamó Marie con un tono pensativo y ligeramente planificador. —Entonces él era muy bueno porque su hijito también lo fue.
—pues creo que si— exclamo Julián seguido de una ligera risa pícara.
—oye, ¿sabías que tu mamá trabajó aquí, en la escuela?
—¿enserio? —exclamó Julián. — pues sabia que mi papá trabajó aquí y fue por eso mi mamá me metió.
—así es. De hecho, aquí el conoció a tu mamá. Trabajaban aquí cuando te tuvieron. Luego tu padre murió y tu mamá renunció. tu papá y yo éramos muy amigos
—pero profesora —exclamó Julián confundido— ¿usted entro al colegio hace un año?
—es que yo trabajé aquí hace tiempo, Salí y hace un año volví a entrar. Volví porque en este colegio hay muchas cosas familiares para mí que no quiero olvidar. También muchas memorias. por eso quise desempeñar mi carrera de profesora aquí. Una de esas memorias es el recuerdo de tu padre. Siempre decía que quería un hijo que fuera exitoso, así que siempre quiso que estudiaras aquí.
—ah ya veo por qué mi madre me metió. Lo que pasa es que recuerdo que siempre tuvo dudas en meterme. Se dedicó a observar muy bien los detalles del colegio antes de meterme. No sé por qué estaba tan asustada. Cuando le pregunté dijo que por que podría haber malas influencias para mi o que algo malo podría ocurrirme. Dice que su mayor miedo en la vida es que yo me vuelva como esos niños de hoy en día que son agresivos y se meten en problemas todo el tiempo. pero al final dijo que todo estaba bien y que me metería.
En ese momento Marie abrió los ojos de par en par de manera sorpresiva. Estuvo así por unos instantes y luego continuó:
—ya veo —exclamó Marie de manera dudosa. —y ¿sabes cuándo fue eso?
—hace dos años. Antes de que usted llegara.
— Y ¿le has hablado a tu madre de mí? Digo, ya que ella me conoció.
— Ahora que lo pienso, no, no lo he hecho.
Marie se quedó pensativa un rato.
—bueno — dijo finalmente— pues será mejor que te esfuerces mañana, pues tendrás que sorprender a Camila.
Y así se marchó la señorita Marie a clase, pues ya estaban empezando de nuevo. Mientras Julián entro al salón a guardar sus títeres rojos a su mochila, sintió unas frías y crueles miradas que lo acechaban. Una de ellas estaba en el puesto de atrás junto a la ventana. Era Emile, un chico frívolo y grosero de cabello rubio que era el amor perdido de Camila. Sinceramente Julián no sabía que es lo que ella le veía. Posteriormente se sentó en su puesto y se limitó a ignorar la mirada de Emile mientras la clase empezaba.
Cuando las clases terminaron, Julián salió del salón y dejó la mochila junto a la puerta del colegio, pues tenia que esperar a que su madre llegara. Este día en especial la escuela había terminado muy pronto pues había algunos asuntos que los profesores tenían que atender, por lo cual estuvieron un largo rato en descanso.
Cuando Julián fue a abrir su maleta en busca de sus títeres para hacerles algunos juegos a los pequeños, se llevó una desesperanzadora sorpresa. Sus títeres habían desaparecido misteriosamente. Su corazón empezó a latir más rápido y su mente a divagar en todas esas consecuencias emocionales que le causaría el hecho de perder sus objetos más preciados.
Se pasó buscando una hora aquellos calcetines rojos. No estaban ni en su salón, ni en todos los bolsillos de su maleta, ni en el camino hacia la entrada. Le preguntó al portero, a las señoras del aseo y al profesor que los estaba cuidando. Nadie le dio respuesta positiva.
Unos minutos después de que se resignara en su búsqueda convencido de que al día siguiente los encontraría, una de las señoras del aseo se acercó a él y le mostró algo que convirtió ese momento en lo que pudo ser uno de los momentos mas duros de su vida. Eran los restos totalmente desgarrados de sus títeres. Quedo atónito. Como pudo haber pasado esto. Inmediatamente Emile, que estaba a unos cuantos metros, se empezó a reír a carcajadas de lo que observaba en Julián.
—que pasa Julián— dijo Emile en tono irónico— son solo unos calcetines estúpidos. No seas llorón, ¿o es que eres retrasado?
Julián se quedó inmóvil y en silencio, con una mirada desesperada, que rápidamente se convirtió en una de ira. No dudo en un momento en abalanzarse sobre Emile a darle el golpe que Julián creía que merecía. En ese momento los profesores salían de su reunión y Marie, al ver la disputa que ocurría entre los dos muchachos, corrió velozmente hacia ellos para detenerlos. Cuando lo hizo, preguntó cuál era la razón de su pelea, pero nadie le respondió. Inmediatamente Marie se percató de los trozos rojos rasgados en el suelo y lo comprendió todo. Cuando los demás profesores llegaron a la escena a ver que ocurría, Marie les conto todo y regañó a Emile. Este negaba totalmente que había sido él la causa de la tristeza de Julián.
Al final los demás profesores interrumpieron el regaño de Marie. ´´no es para tanto, son simples medias. Además, solo estaban jugando. ¿no? ´´dijeron los profesores justo antes de marcharse al ver que no era nada de importancia.
Ese día cambio todo para Julián. Al día siguiente por obvias razones no hubo espectáculo. Ni nunca mas lo hubo. Julián había quedado tan indignado con la respuesta de sus profesores que les iba a enseñar que era algo que valiera la pena castigar. Empezó vengándose de Emile molestándolo hasta el cansancio diciéndole todos los insultos que se le pudieron ocurrir, a pesar de que él había negado siempre que fue el quien había roto sus títeres. Esto se volvió preocupante para las autoridades escolares de tal manera que unos años después fue expulsado del colegio. Desde que le anunciaron la noticia hasta que llamaron a su madre, no había sentido la más mínima pena ni dolor. No fue hasta el día de su expulsión que empezó a sentirse triste, pues Marie no fue a despedirse de él. Ni siquiera la había visto en todo el día. pidió verla pues ella tenía una chaqueta suya que había encontrado en el piso el día anterior. Después de esperarla un rato, un profesor le entregó la chaqueta y dijo que su profesora estaba en reunión. Se puso la chaqueta y salió desanimado del colegio
Ese día su madre lloró amargamente. ´´ ¿Cómo era posible que mi hijo se convirtiera en todo lo que no quería para él? ´´ decía en vuelta en lágrimas. Mientras salían del colegio se metió las manos a los bolsillos de la chaqueta de manera indiferente. Cuando lo hizo sintió algo en aquel bolsillo. Cuando sacó el objeto y lo miró, una lágrima salió de su ojo, cayendo en aquel objeto. Inmediatamente la lana absorbió la lágrima haciendo que aquel pedazo rojo lo fuera aún más.
Miraba el trozo de su antiguo títere mientras se acercaba al carro. Recordó todas las veces que jugaba con ellos, todas aquellas memorias que por tanto tiempo lo habían hecho tan feliz. En ese momento sintió una mirada que lo asechaba. Se fijó en una esquina de la puerta principal y vio la sombra de una mujer que lo observaba fría y macabramente. Era nada mas ni nada menos que Marie. Tenia una gran sonrisa en su rostro y una mirada maquiavélica que reflejaba una inmensa satisfacción. Ahí, Julián lo entendió todo. Entendió por qué su mamá tenía dudas en meterlo, en por que Marie nunca se presentó en su despedida y también porque en aquella ocasión había hecho tantas preguntas. También entendió que Emile nunca mintió respecto a los títeres. Tuvo un claro entendimiento de por qué él se había vuelto lo que su madre nunca quiso para él. Se dio cuenta que todo estaba planeado. Su corazón se incendió en una confusión de sentimientos entre ira, decepción y tristeza. Había experimentado de primera mano lo que era la traición. Y todo por la más infantil y trivial venganza. Por la enfermiza obsesión de Marie por su padre. Pero entonces esta venganza no era para él, sino para su madre. Marie sabía que Julián era lo más importante para ella. Así que, si lo hacía caer, ella también caería. Todo fue una farsa, su hermosa sonrisa. su dulce voz. Julián se rió a carcajadas, pues supo que no era más que un títere. ´´Que irónico´´ pensó


message 327: by Andrea (new)

Andrea Anf | 1 comments LITERAUTAS - Ejercicio 1: El calcetín rojo.
Recuerda: “se pasó una hora buscando el calcetín rojo”. ¿Quién y por qué? 5 respuestas.

1) La hora de la fiesta se acercaba... todos debían estar en el salón antes de que la agasajada llegara o su obsesión con la perfección arruinaría todo el trabajo previo. La tarjeta lo estipulaba claramente... "la consigna: usar calcetines rojos!!". Los había comprado dos semanas antes pues no tenía calcetines rojos en su guardarropas. Pero ahora, justo cuando más lo necesitaba, le faltaba uno de los calcetines!! Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Y de pronto, cuando estaba a punto de avisar que no lograría llegar a tiempo, lo vió. El simpático calcetín yacía sobre su almohada, cuidadosamente oculto debajo de una toalla.

2) Los niños estaban en el colegio, todos con sus uniformes: remera roja, shorts azules y calcetines rojos. Era un caluroso día de verano por lo que durante la hora de Educación Física la profesora decidió hacer juegos en el patio. El preferido de los niños era la búsqueda del tesoro. La profesora se sacó sus calcetines y los escondió. Los niños se lanzaron a la búsqueda. Luego de unos minutos encontraron el primer calcetín, pero nadie lograba dar con el segundo. La hora de Educación Física terminó y los alumnos volvieron al aula. La profesora fue inmediatamente al lugar donde había escondido el segundo calcetín pero, para su sorpresa, no estaba allí. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo!! Volvió a la sala de profesores, sin comprender que habría podido pasar con su calcetín. Y allí, disfrutando de la frescura del lugar, descansaba el gato de la escuela, durmiendo plácidamente sobre su calcetín!!!

3) Ben era muy supersticioso. Su día estaba organizado de forma tal que ninguna de sus rutinas se viera interrumpida o estaba convencido de que su día se convertiría en un verdadero desastre. Hasta que un día pasó. A cada día de la semana le correspondía un color, así, los lunes vestía de azul, los martes de verde y así sucesivamente. Los viernes eran para el color rojo y sus tonalidades. Pero cuando empezó a vestirse descubrió que su calcetín de la suerte no aparecía por ninguna parte. Buscó el otro par de calcetines rojos que tenía pero no combinaba con la ropa que había elegido para ese día así que decidió seguir buscando. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo hasta que recordó que, jugando con su sobrina, lo habían utilizado para hacer un títere. Cuando finalmente se hubo cambiado por completo salió a comprar un nuevo par de calcetines.

4) Cada viernes por la tarde, luego de la escuela, el pequeño Agustín ayudaba a su abuelo con las tareas del jardín y éste le daba dinero a modo de recompensa. En cuanto volvía a casa, el pequeño guardaba lo ganado dentro de un calcetín rojo que había quedado sin compañero; lo utilizaba a modo de alcancía y lo mantenía escondido en el cajón de su mesa de luz. Estaba ahorrando para comprarse una patineta nueva. Cuando finalmente consiguió el monto necesario fue corriendo a buscar su dinero pero al abrir el cajón descubrió que su "alcancía" no estaba allí. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Viendo que no estaba en ningún rincón de su habitación decidió consultarle a su madre. Afortunadamente, ella lo había encontrado detrás de la mesa de luz y lo había guardado. Al día siguiente pudo disfrutar de su nueva patineta en el parque.

5) Bipi era un simpático extraterrestre que vivía en el planeta BRIP junto a sus padres y su pequeño hermano bebé. Su actividad favorita era recolectar calcetines de colores que crecían en las plantas de la plaza, lo que más le divertía era intentar encontrar dos iguales. Las plantas eran muy peculiares, pues se llenaban de calcetines multicolores. Todos los colores imaginables combinados de maneras increíbles, pero lo más curioso era que en el instante en que sacaban un calcetín, uno nuevo nacía de inmediato. Una tarde, mientras miraba el árbol en busca de un par nuevo divisó con asombro, entre el mar de colores, un calcetín muy extraño, pues era de un sólo color. Cuando estiró su brazo para alcanzarlo sopló una brisa que movió todos los calcetines y ya no lo vió. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo hasta que finalmente lo encontró y volvió feliz a su casa, llevando en sus manos el mejor regalo para su mamá.


message 328: by Chicle (last edited Jul 13, 2020 03:25AM) (new)

Chicle (chiclemer) | 1 comments Tras la puerta de la habitación se encontraba María, observando con mirada orgullosa cómo su hijo de ocho años se preparaba por su propia cuenta para realizar una tarea que nunca antes se había atrevido: ir a comprar el pan a la panadería de enfrente.

El nombre del atrevido infante era Juan y era un completo y absoluto miedica. Su madre, soltera desde hacía ya algunos años, no había sido capaz nunca de evitar que su hijo sintiera tremendo pudor hacia lo desconocido, pese a haberlo intentado más de una y mil veces, con refuerzos tanto positivos como negativos.

Y, sin embargo, esta vez había salido de él mismo.

Por lo que ella había podido entender, Juan se había contagiado de la valentía y coraje del protagonista de su serie de dibujos favorita de la tele, el cual había dedicado todo un capítulo a dar una lección de independencia a todo el público telespectador. Sin duda se lo había tomado demasiado a pecho.

María casi no se lo creyó cuando su pequeña cabeza se asomó por encima de la mesa de la cocina para replicarle que nunca le mandaba ningún recado ni le dejaba ayudar con nada en la casa, así que, tras una muy breve discusión de desconcierto, decidió permitirle ayudar caminando veinte metros (por lo menos) hasta la panadería del pueblo, que se encontraba justo delante de donde ellos vivían.

Y, pese a toda su motivación y sus ganas de ir, de una vez por todas, a comprar el pan para la comida, ahí se encontraba él, frente a la mirada ya desesperada de su madre, buscando un dichoso calcetín rojo igual al del protagonista de dicha serie.

Quizás este dato de por sí solo careciera de importancia para la historia, pero cabe destacar que el tiempo que el pequeño Juan dedicó a buscar el calcetín perfecto ascendió a, nada más ni nada menos, que cincuenta y ocho minutos.

María ya había vuelto con la barra de pan cuando Juan llevaba una hora buscando el dichoso calcetín rojo.


message 329: by Sofía (new)

Sofía Valcárcel Ortueta | 1 comments El calcetín rojo
Las agujas repiqueteaban sin cesar.
Se entrelazaban en una danza frenética de movimientos calculados, asegurándose de que cada hebra de hilo rojo estuviera en su lugar. La pieza, un deslumbrante calcetín, esperaba impaciente a finalizar su momento de creación para reunirse con su pareja.
Pasaron las horas y en la pequeña sala de estar, una anciana terminó de tejer. Dio las últimas puntadas, satisfecha, y puso las agujas y el calcetín en una mesilla a su lado, dispuesta a tomar una siesta.
El calcetín rojo, encontrándose libre por fin, quiso reunirse inmediatamente con su pareja. Se desesperezó y miró a su alrededor. No encontró nada más que la borla de lana roja con la que fue creado. Confuso, el calcetín empezó a arrastrarse lentamente, decidido a encontrar a su pareja. Con letárgicos movimientos, llegó al borde de la mesilla y se dejó caer al suelo de madera. Como una oruga, avanzó lentamente hacia la otra habitación: un comedor. Se irguió y miró alrededor: una bonita mesa de cristal estaba en el centro junto a cuatro sillas. Desde una ventana a su izquierda entraba un frío aire otoñal que estremeció cada hebra de su cuerpo. Se sacudió y siguió arrastrándose. Atravesó el comedor y llegó a la cocina. Allí tampoco estaba el otro calcetín. Se arrastró otra vez. Encontró una puerta entreabierta y llegó al baño. Nada. Desesperado, se arrastró con más rapidez y atravesó un largo corredor con suelo de madera para llegar a las escaleras que conducían al segundo piso. Mientras se arrastraba, sintió una punzada de terrible dolor, pero lo ignoró mientras seguía avanzando. Pronto llegó al borde de la escalera y sintiéndose extrañamente débil, empezó a escalarla con gran esfuerzo. Con cada nuevo escalón, sentía como sus fuerzas menguaban, pero la esperanza de encontrar a su pareja lo motivaban a seguir.
El último escalón. Por fin. Arriba encontró un corredor más pequeño donde había tres puertas. Las dos primeras estaban cerradas a excepción de la última, desde donde podían escucharse risas infantiles.
Casi sin energía, el calcetín rojo siguió arrastrándose, lo que cada vez le resultaba más difícil.
Llegó al arco de la última puerta y se asomó. Allí vio a dos criaturas: un niño y una niña de rubios cabellos jugaban en la habitación. Ambos se habían construido un fuerte con cajas de cartón y entre risas y gritos felices, se enfrentaban mutuamente para ver quién podía derribar el muro de su enemigo con bolas de papel.
En el caos de la batalla, el frágil calcetín rojo logró colarse en la habitación y ocultarse dentro de un zapato. Desde su escondite vio como el niño lanzaba con fuerza una gran bola de papel y derribó una caja del fuerte de la niña. Iba ganando. Unos pocos lanzamientos más y derrotaría a su contrincante. Una sonrisa de triunfo se plasmó en su rostro.
De pronto, la niña se atrincheró tras el resto de sus cajas y se mantuvo escondida unos instantes. Se levantó poco después, alzando un brazo en gesto desafiante en dirección al niño. Su mano estaba enguantada con un familiar tejido rojo...
Con sorpresa, el calcetín descubrió que se trataba de su pareja. Pudo reconocerla debajo de los pedazos de cartón recortado que tenía pegados a su cuerpo y los dibujos hechos con marcador negro. Su pareja ya no era un calcetín. No. Se había transformado en un flamante dragón rojo con alas de cartón y terribles ojos y colmillos dibujados.
La niña gritó, imitando el rugido de un dragón y se abalanzó sobre el fuerte del niño. Este, viéndose inmediatamente derrotado por la legendaria criatura, huyó de su escondite y empezó a correr por toda la habitación. La niña (no, el dragón) lo persiguió entre alegres carcajadas.
Y en aquel campo de guerra creado en la pequeña habitación, en una esquina, oculto en un zapato entre cajas y bolas de papel, el calcetín le echó un vistazo a su cuerpo y descubrió por qué se sentía tan débil: no era más que unas pocas hebras de hilo entrelazado que a duras penas lograban sostenerse juntas. Miró hacia atrás y vio un rastro de hilillo rojo que se extendía más allá de la puerta. Pero no se sintió triste. ¿Quién sabe? Quizás, cuando la anciana descubriera aquel rastro de hilo y lo encontrara todo deshecho, lo dejaría renacer como un dragón.


message 330: by Lauraq (new)

Lauraq | 2 comments Ese día Joaquín se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Había revisado todos los cajones de su armario, los de su esposa y los de su hijo. Pero nada. Se dirigió al lavadero, donde escarbó entre la ropa sucia, abrió la lavadora y la secadora a ver si estaba dentro. Pero no. Hizo un esfuerzo enorme para mover las máquinas hacia adelante. Tampoco estaba detrás de ellas. Revisó el reloj. En media hora debía estar en la oficina. Sabía que no llegaría, pero esto era más importante, no podía dejar pasar esta oportunidad de búsqueda. Pocas veces tenía el apartamento completamente solo como ahora y sin riesgo de que su mujer llegara. Recorrió por quinta vez la vivienda, fijando la mirada en el suelo. Quizá había caído. Pero nada. ¿Qué sería lo que decía ese papel? Seguramente era el número o la dirección de ese hombre. Así podría mantenerlo en secreto, nadie sospecharía de un calcetín, a menos que, como él, la hubiera visto depositar el papelito en él. Además, había visto lo cauteloso de su actuar. Era evidente que escondía algo. Eso, sumado a las constantes llegadas tarde del trabajo, a que pocas veces le contestaba el celular y a sus constantes referencias a aquel odioso personaje, eran una suma perfecta. Ya quería ver su cara cuando la enfrentara. ¿Qué se iba a inventar? ¿Se lo aceptaría? ¿Le diría que ya no lo amaba? Sentía muchos nervios de encararla, pero tenía que hacerlo. La situación no soportaba más esa tensión que crecía como bola de nieve. Regresó al armario. Tal vez el calcetín se había ido envuelto en una camiseta o en un saco. Los revolcó, pero tampoco halló nada. De repente, una llamada. Era su jefe.
—Ya debería estar aquí, Joaquín.
—Sí, señor, voy en camino —mintió, asegurándole que en diez minutos estaría cruzando la puerta de la oficina. En un par de minutos dejó el armario tan arreglado como pudo para no levantar sospecha alguna. Agarró las llaves del carro, el maletín y bajó corriendo hasta el carro. Cuando iba a ingresar, lo vio. ¡Allí estaba el calcetín rojo! Tembloroso, lo cogió con la mano derecha. Sintió cómo se le helaba la piel. Ahora sí sabría la verdad. Se sentó y, lentamente, casi sin querer, introdujo sus dos dedos, encontró y agarró el papelito. Lo abrió: “Joaquín, se que las cosas no andan bien, pero quiero remediarlo. Te espero esta noche a las ocho en el restaurante de siempre. ¡Te amo!”


message 331: by Bea (last edited Sep 15, 2020 04:56AM) (new)

Bea (bequel) | 5 comments Santi se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Sabía perfectamente que estaba recién lavado, él mismo lo puso bajo el chorro del agua caliente y con sus manos frotó contra la pastilla de jabón para que oliera como a su hermana Marina le gustaba: a lavanda.
Lo dejó justo encima de toda la ropa para doblar, pero allí ya no estaba ese calcetín que él sabía desemparejado.
Miró por todas partes, debajo de la cama, debajo de la mesa, en la ropa sucia por si alguien lo había puesto allí de nuevo.
Casi le dió un vuelco el corazón cuando lo divisó en la cama de Lola, su perrita carlina.
Lo cogió, lo revisó con esmero, esperando que Lola no lo hubiera lastimado más y lo sacudió hasta quedar satisfecho: ya no veía ni un pelito de su mascota en el calcetín rojo brillante que pensaba regalar a Marina.
Entró en el taller de su madre, se sentó frente a la máquina de coser y la puso en marcha casi sin llegar al pedal. Lo tenía todo preparado desde antes de buscar al escurridizo calcetín.
Los botones a un lado, el hilo rojo enhebrado en la máquina y el resto de material que serviría para hacer de aquel calcetín viejo el mejor regalo de cumpleaños para su hermana pequeña.
Santí pasó la tarde encerrado en el taller concentrado, pensando en cómo podía mejorar el prototipo que tenía en mente a medida que lo iba creando entre sus manos.
Tras varias horas de trabajo acarició su calcetín rojo, que ya no parecía tal, y sonrió. Lo admiró con sus ojos azul añil y le regaló a su creación la sonrisa más orgullosa que tenía en su colección de sonrisas. El corazón se le llenó de ternura, sabiendo cómo sonreiría también Marina al ver su creación.
Con cuidado de no hacer ruido, salió del taller de costura que su madre tenía en el sótano, subió a su cuarto y sacó la caja de cartón que tenía guardada bajo su cama, de un azul turquesa pastel.
Cuando la dejó delante de la habitación de Marina, picó a la puerta y se escondió en la estancia de enfrente con toda la intención de ver la reacción de su hermana desde el confort que da el no ser visto.
Marina abrió la puerta que ya estaba entornada y, agachándose allí mismo, abrió la caja que sus ojos azul añil vieron en el suelo.
-Pero…-su voz tembló de emoción.
Entre sus manos yacía inerte el gatito de peluche más bonito que jamás había visto. De un rojo brillante, con ojos de botón negros y bigotes morados.
Tenía un aspecto adorable y era lo más blandito y suave que había tocado jamás.
Le recordaba al peluche que había perdido una semana antes en aquel supermercado que, a pesar de haber estado atestado de gente, nadie le ayudó a encontrar a Roni, su gatito de angora con el que había dormido todas las noches de las que tenía conciencia.
Santi se hinchó de orgullo y felicidad al ver a su hermana de nuevo sonreír como lo hacía antes de su pérdida, y se mantuvo en la oscuridad de la habitación desde donde observaba a Marina.
La quería mucho pero nunca se lo diría, ni admitiría ser el autor de su nuevo peluche. No pensaba dejar que los demás creyeran que no era lo suficientemente duro, ahora que era el hombre de la casa.


message 332: by Correlola (new)

Correlola | 1 comments Se pasó una hora buscado el calcetín rojo, buscó en todos los cajones y miró debajo de cada cama, nada, desde luego ya lo sabía pero claro, tenía que cerciorarse, solo imaginarse el bochorno de encontrar el otro calcetín después de encararse a su marido hacia que se le ruborizaran las mejillas. Pero el calcetín no iba a aparecer, por supuesto que no, eso lo daba por hecho antes incluso de ponerse a buscar.

Sin saber cómo llego al sofá, en la tele había un programa matutino en el que hablaban del descubrimiento del cuerpo de una chica y pensó en que últimamente todos estos programas eran así, o asesinatos morbosos o políticos gritándose e insultándose unos a otros como si estuviesen en un programa del corazón y no en el congreso.

Apagó el televisor y se vio reflejada en la pantalla negra que tenía delante y por un momento, la rabia que la dominaba desde que se encontró ese maldito calcetín mientras limpiaba dio paso a otro sentimiento mucho menos satisfactorio, el miedo. Pensó en sí misma, 45 años, ama de casa, la sola idea de empezar de nuevo la aterraba, no solo sentimentalmente, a fin de cuentas pensaba que objetivamente aún era un mujer atractiva, para la edad que tenía claro, esa coletilla siempre la acompaña a una siempre que se supera cierta edad, sino también laboralmente, -Dios mío, ¿qué voy a hacer? ¿Cuántos años llevo sin trabajar, 20?
No sabía que hacer llegado a este punto sinceramente, si perdonarle y hacerse la tonta o encararse con él y que le explicase que hacia un calcetín con dibujitos en el suelo de la habitación que compartían desde hacía 25 años, preguntarle si no se conformaba solo con traicionarla que además tenía que hacerlo en su casa, en su cama y con una niñata, porque ese tipo de calcetín no es de una mujer de su edad, eso seguro.

En ese momento oyó el tintineo de las llaves y se sobresaltó de tal manera que escondió el calcetín en el bolsillo del pantalón y volvió a poner el televisor en el que seguían hablando de la pobre muchacha asesinada. Su marido entró y dejo las llaves en la mesa y como siempre le dio un beso a su mujer en la coronilla, pero ella no podía apartar los ojos del televisor, en la pantalla se veía unas piernas desnudas de mujer, desnudas excepto por un calcetín rojo en el pie derecho.


message 333: by Pablo (last edited Oct 28, 2020 10:31AM) (new)

Pablo Pachón | 3 comments (Hace unos días que decidí dedicarle un ratito al día a la escritura, cualquier crítica es bien recibida)

Malos tiempos para transportar ilusiones.

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, era la primera vez que sus vicios se anteponían a sus obligaciones, Nochebuena había cogido a Nicolás con una terrible resaca, su cabaña perdida en la inmensidad de Laponia era un recuerdo deslucido de lo que un día fue, el salón de su casa rozaba el Diogenes, todo había iba ido en declive desde que su mujer decidió abandonar esa vida y mudarse a Mallorca.

Su decadencia había con la aparición de nuevas figuras como Amazon o Aliexpress, Los Reyes Magos o el mismo Nicolas habían perdido terreno. El Blackfriday terminó comiéndose a la Navidad, los regalos se adelantaban y las ilusiones se diluían. Después llego el COVID... como iba a trabajar ese año sin reuniones familiares, con niños que pedían cosas virtuales del Fornite ese y no los juguetes fabricados con tanto cariño por Nicolás y sus duendes.

Toda la plantilla de duendes estaba en ERTE y no tenia pinta de que con la campaña pudiera volver a contratarlos, Rudolf Tenia cataratas y el trineo estaba sin pasar la ITV, los proveedores seguían acosándolo para pagar las facturas y la cuenta bancaria estaba en números mas rojos que el calcetín que estaba buscando.

Al principio se creyó todo eso de trabajar duro, lo de las oportunidades en tiempos de crisis, pago por unos cursos de social media marketing y de ebanistería para juguetes en Domestika, mas allá de unas cuentas a las que seguir en Instagram, que le mostraban como se podía vivir sin hacer nada, no saco nada en claro.

La presión le había superado y se había dejado llevar por sus mas bajos instintos, en vez de nieve empezó a rodearse de cocaína, en vez de ilusiones la vacía compañía de una escort transexual y mucho, mucho, muchisimo Jägermeister . Y entre botellas de Jägermeister , apareció el dichoso calcetín colorado. Tenía ganas de quedarse en el sofa de su casa, hasta que los mareos y las arcadas pasaran, dejar correr la fecha y olvidarse de quien habia sido y de lo que habia hecho.

Rudolf, el viejo Rudolf lo saco de su trance, el insistente berrido del reno le recordó que tenia que salir y hacer las entregas, por pocas que fueran. Se puso el calcetín y el resto del traje, ajusto el cinturón y se coloco el gorro. Con la vieja tarjeta de transportista de ilusiones juntó los restos de cocaína que quedaban en la mesita del salón y los esnifó antes de salir de casa.

Eran sus últimas Navidades, su ultimo reparto, mañana lo dejaba.


message 334: by Marina (new)

Marina | 1 comments Os dejo mi historia. Espero que la disfrutéis tanto como yo he disfrutado escribiéndola, es un tema que llevaba tiempo rondándome por la cabeza.


EVA

Como todas las mañanas, James y Diana se levantaron a las 7.00. Mientras él se duchaba, ella preparaba el desayuno. La casa empezó a oler a tortitas, y tras vestirse, James bajó a la cocina, atraído por aquél delicioso olor.
La mesa estaba puesta para dos. Parecía que Diana había empezado a perder la costumbre de poner un tercer plato. Suspiró. No es que no se alegrase, pero... era muy duro. Se sentó a la mesa e, inconscientemente, miró a la silla vacía que poco más de un año antes, habría estado ocupada por su hija, Eva. Sintió un nudo en la garganta, y cuando apartó la vista se cruzó con la mirada de Diana. Ella suspiró, se frotó los ojos y puso las tortitas en un plato. Se sentó, y al cabo de poco lo único que se oía era el ruido de los cubiertos rozando contra los platos, el informativo de la mañana y, de vez en cuando, un suspiro.
Cuando terminaron de desayunar, James se fue a trabajar. Diana estuvo ocupada toda la mañana: fue a comprar, preparó la cena, puso una lavadora, una secadora, planchó la ropa e incluso navegó sin muchas ganas a través de algunas ofertas de empleo. Tenía que buscar algo que hacer, ¿no? No podía estar todo el día en casa. No la atraía ser ama de casa, aunque desde aquello tampoco había tenido ganas de buscar un trabajo. Pero la vida seguía.
Al cabo de unas horas, James llegó y, como todos los días, subió a la habitación de Eva. La recorrió con la mirada: aunque la casa estaba impoluta, seguramente debido al exceso de tiempo de Diana, la habitación de Eva estaba llena de polvo. Hacía más de un año que no la limpiaban, como si tratasen de detener el tiempo, de capturar sus últimos momentos... Como si en cualquier momento, ella fuese a volver. Al final, abrió el cajón de la mesita. Pero no estaba allí. El calcetín de Eva no estaba allí.
James se pasó más de una hora buscando el calcetín rojo por toda la casa. ¿Dónde diablos estaría? Siempre lo dejaba en el mismo sitio... No quería decírselo a Diana, pero todos los días, al volver de trabajar, acariciaba aquél calcetín y pensaba en todas las cosas que le habría gustado decir a su hija. Si tan solo hubiera sabido que aquella mañana sería la última vez que la vería... Desesperado, se sentó en la cama de su hija y se cubrió las manos con los ojos. ¡Joder! Se sentía tremendamente culpable. Ojalá aquél día no la hubiese dejado ir a clase. Tendría que haberlo impedido... pero claro, cómo iba a saberlo. Un tiroteo masivo no era algo que los padres de una alumna cualquiera pudieran predecir.
Se sobresaltó al oír un suspiro en la puerta. Era Diana, observándole con los ojos empañados.
-Lo he lavado.
James la miró, desconcertado.
-El calcetín. Lo he lavado. Lleva más de un año sucio, y aún tenía restos de sangre. Lo siento, James, pero debemos dejar de aferrarnos al pasado. Nada va a cambiar lo que pasó...
-¡¿QUE HAS HECHO QUÉ?! -James estaba furioso. - ERA LO ÚNICO QUE ME QUEDABA. ¡LO ÚNICO! -gritó, mientras brotaban lágrimas furiosas de sus ojos.
Diana se acercó y lo abrazó, mientras él seguía llorando desconsolado. Ella también lloraba.
-James... James, no podemos seguir así. No podemos seguir sin hablar. Necesitamos hablar de lo que pasó. Entre nosotros, no con un calcetín. Ha pasado mucho tiempo... y ella no querría vernos así.
Algo más tranquilos, se sentaron en la cama que había pertenecido a Eva. James alargó el brazo y cogió un marco de la mesita de noche. En él se veía a Eva sonriendo junto a su mejor amiga, Jessie, que sacaba la lengua a la cámara. Por suerte, ella sí había sobrevivido al ataque.
-Era preciosa, ¿verdad?
-Sí, lo era.
-Y su sonrisa... parecía curar.
Ella asintió, y le besó en la mejilla. Él se sorprendió, y se palpó el lugar donde le había besado. ¿Cuánto hacía que no le daba un beso? ¿Y él a ella?
-La echo tanto de menos, Di...
-Yo también.
Al cabo de un rato, decidieron bajar a cenar. La comida se había enfriado, pero aquél día la cocina parecía un poco más cálida.
- ¿Qué tal el trabajo?
- Bueno, como siempre.
- ¿Y David que dice?
- Terco como una mula, se niega a cambiar de opinión.
Fue una conversación corta, y para nada profunda, pero fue la primera de muchas. Hacía más de un año que daba la sensación de que el tiempo se había detenido. Aquella semana, el tiempo parecía volver a avanzar...
La noche del jueves, mientras cenaban, James se aclaró la garganta.
-Ejem... ¿Di?
-Dime.
-He estado pensando... -dijo él. Tomó una bocanada de aire y pareció dudar, pero al final se decidió. - ¿Qué te parecería invitar a Jessie a cenar algún día?
Diana le miró, algo desconcertada.
-¿Jessie? No sé si sus padres van a querer, James. Ya sabes que sigue en tratamiento... - dijo Diana. Jessie había sobrevivido al ataque, pero había sido testigo de como disparaban a bocajarro a Eva y a otros dos alumnos. Desde aquello, había estado en terapia. Pero, al ver la mirada de James, añadió: - Está bien. Hablaré con Annette.
-------------------
El viernes siguiente, llamaron al timbre. Diana abrió la puerta y esbozó una sonrisa.
-¡Jessie, Annette! Adelante, pasad. - dijo, y se retiró para que pudieran entrar. Annette les dio un par de advertencias, les entregó la medicación que debía tomar aquella noche, rechazó amablemente la invitación a cenar de Diana y dijo que volvería a recoger a su hija sobre las diez. No parecía muy convencida de dejar a su hija sola, pero sintió que aquella familia lo necesitaba. Y no pensaba alejarse mucho. Por si acaso.
Diana llevó a Jessie a la cocina. La chica tenía la mirada perdida, como si estuviese muy lejos de allí. James le dio dos besos, y ella siguió inmóvil. Durante la cena, intentaron hablar, pero Jessie no respondía. Diablos, apenas la habían visto desde que Eva no estaba allí. Tal vez no había sido una buena idea.
A media cena, James se levantó y al cabo de unos minutos volvió con algo entre las manos.
- ¿Jessie? -dijo. La chica levantó la mirada, aún ausente. - He estado ordenando la habitación de Eva... -dijo su nombre con un hilo de voz. - He encontrado esto, y he pensado que tal vez te gustaría tenerlo. -dijo, y se lo dio.
Era un pequeño álbum lleno de fotos y dedicatorias de ambas. En la portada se leía BEST FRIENDS FOREVER (Mejores amigas para siempre). Jessie, para sorpresa de todos, lo abrió y lo ojeó. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y mirando a James y Diana esbozó algo parecido a una sonrisa.
-Gracias... -dijo, con la voz quebrada, y arrancó a llorar. Habían sido sus primeras palabras de la noche.
Diana y James se acercaron y la abrazaron. Y allí, abrazados, llorando, los tres recordaron por primera vez en mucho tiempo la calidez que sentían cuando Eva sonreía. Con el tiempo, hicieron de aquello una reunión cuasi semanal a la que a veces se unían los padres de Jessie. Y en todas las cenas añadían, con una sonrisa, una silla para Eva. Porque aunque no la viesen, sentían que estaba allí.


message 335: by ShandyAlCa (new)

ShandyAlCa | 5 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, sin ser consciente del tiempo empleado, obsesionado con hallar lo perdido.

- Tiene que estar. - se repetía una y otra vez. - Tiene que estar...

Daba vueltas por la casa, miraba su mano derecha y veía un calcetín rojo, pero ¿dónde estaba el otro? Miraba en el cajón, en la lavadora y vuelta a empezar.

Una hora de reloj, una hora de malestar por un calcetín.

- Tiene que estar...
- Hola, estoy en casa. -Y esa voz? Da igual, tal vez esta persona pueda ayudar.
- Mi calcetín...
- Qué pasó? - Le pregunta con cansancio.
- No encuentro mi calcetín rojo... - El desconocido lo mira, es una mirada de pena, no le gusta nada que lo mire así.
- Lo tienes en la mano.
- Este no! El otro! El otro calcetín! No está! - Estalla en gritos.

El desconocido suspira, eso le enfada más.

- Lo tienes puesto - Dice mientras señala hacia su pie.

El anciano mira hacia abajo y ve que tiene un calcetín puesto, un calcetín rojo. Mira su mano y ve el otro. Las lágrimas empiezan a salir por sus ojos aunque ya no recuerda por qué.

- Ven, papá, déjame que te ponga el calcetín.


message 336: by Luisa (new)

Luisa | 2 comments DESPEDIDA
Como era costumbre, en cada aniversario de la muerte de su padre, Jasmin visitaba su tumba para llevarle sus flores favoritas: girasoles. Nunca supo cuáles fueron las favoritas de su padre, de su madre eran los jazmines, de ahí nació la idea de su nombre.
Para recordarlo, solía usar en fechas especiales, como esa, los calcetines rojos que su padre le había regalado, el último regalo que le había hecho en navidad. Le gustaba usarlos porque sentía que al usarlos era como tenerlo junto a ella; los había usado en su graduación, cuando obtuvo su primer empleo y en varias ocasiones cuando sentía que necesitaba la compañía de su padre. Luego de bañarse y organizarse para disponerse a realizar su ritual de aniversario, no lograba encontrar uno de los calcetines; procuraba guardarlos aparte, siempre cuidadosa de lavarlos a mano para que no se perdieran en la lavandería. Seguro se había caído detrás de la cómoda, no había razón para que no estuvieran juntos. Nada.
Tal vez podía estar con la ropa sucia, hace poco había desordenado la cómoda buscando una bufanda, se pudo caer al suelo y confundirse con ropa sucia. Se pasó una hora buscando el calcetín rojo; no estaba ni con la ropa sucia, ni con la demás ropa, ni en la cama del gato. Estaba triste, desesperada por encontrarlo. Sentía que no lo podía dar por perdido, no estaba lista para dejarlo ir. Pero se hacía tarde para visitar el cementerio, así que se puso otro par, sintiéndose incompleta, con un vacío en el pecho.
Cumplió con su ritual anual y el resto del día lo pasó distraída, solo quería regresar a casa y resolver el misterio. Canceló la cena que tenía con su amiga porque no se sentía con energía suficiente para socializar; ya en casa continuó buscando entre su ropa y los muebles el calcetín rojo. Nada. Se fue a dormir, no sin antes pedirle perdón a su padre por perder tan preciado objeto.
Esa noche soñó que su padre le contaba que se iba de viaje, pero que si lo necesitaba solo lo llamara, siempre estaba disponible para su familia. Se despertó pensando en que era hora de dejarlo ir, dejar de estar apegada al pasado y saber que él siempre iba a estar a su lado, que lo material solo era una excusa para aferrarse a su recuerdo y tal vez que se perdiera el calcetín sin explicación era una señal. Era tiempo de dejarlo avanzar, después de todo ya habían pasado cinco años desde que falleció y ella ya estaba resolviendo su vida y su futuro, su padre podía avanzar sabiendo que ella ya sabía cómo continuar sin él a su lado. A la mañana se levantó decidida a cerrar ese ciclo, y el otro calcetín lo enterró en su jardín, como diciendo adiós.

Luisa G.


message 337: by Luisa (new)

Luisa | 2 comments ShandyAlCa wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, sin ser consciente del tiempo empleado, obsesionado con hallar lo perdido.

- Tiene que estar. - se repetía una y otra vez. - Tiene que estar...

Daba ..."

Desgarrador, corto relato pero evoca mucho sentimiento.


message 338: by Fabián (new)

Fabián (ramosaguirref) | 1 comments La Motita está como loca. Lleva una hora buscando su adorado calcetín rojo. Este calcetín era su juguete favorito, lo atacaba ferozmente cada día, menos hoy. Durante la mañana, el Casho lo tiró a la basura, le tiene tanto miedo a la gata que casi nunca la observa jugando, jamás sospechó que un sucio calcetín rojo tuviera un valor tan alto.
La pobre felina corre de un lado a otro, sin entender que es lo que ocurre ¿por qué su compañero de juegos y guerras ficticias le había abandonado? Siempre se encontraban al costado de la escalera. El sucio calcetín rojo le esperaba siempre ahí, estoico, leal, no importa si habían días en que la Moti lo olvidaba, se mantenía ahí, esperando.
Quizás fue la Kim – tuvo que haber pensado la gata. Siempre había creído que “la vieja amargada”, como solía llamarla, se esmeraba en arruinar su diversión. Subió veloz las escaleras. Corrió tan rápido que no pudo reaccionar cuando, al llegar al final de las escaleras, impacta violentamente con los pies del Fabi.
Ansiosa, le grita a su amigo humano para que abriera la puerta de la habitación donde duerme la Kim. Sin embargo, sus intentos fracasan estrepitosamente. Al parecer, la diferencia idiomática es gigante, porque el Fabi sólo atinó a tomarla en brazos, bajar por las escaleras y llenar su plato de comida. Probablemente tenía hambre, pensó ¿qué más iba a querer un gato?


message 339: by Lumela (new)

Lumela Camarena Torres | 2 comments ShandyAlCa wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, sin ser consciente del tiempo empleado, obsesionado con hallar lo perdido.

- Tiene que estar. - se repetía una y otra vez. - Tiene que estar...

Daba ..."


Me enterneció tu historia. Breve y llena de amor.


message 340: by ShandyAlCa (new)

ShandyAlCa | 5 comments Lumela wrote: "ShandyAlCa wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, sin ser consciente del tiempo empleado, obsesionado con hallar lo perdido.

- Tiene que estar. - se repetía una y otra vez. - Tiene q..."


Muchas gracias :)


message 341: by ShandyAlCa (new)

ShandyAlCa | 5 comments Luisa wrote: "ShandyAlCa wrote: "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, sin ser consciente del tiempo empleado, obsesionado con hallar lo perdido.

- Tiene que estar. - se repetía una y otra vez. - Tiene q..."


Muchas gracias por leerlo :)


message 342: by Dino (new)

Dino Leon | 1 comments ¿Dónde estará? Recuerdo que lo había guardado en la maleta para que no se me olvidará, pero tengo tantas cosas aquí dentro, tengo que limpiar esta bolsa llegando a casa.
Pensé que seguramente me veía ridícula, horas buscando en la misma maleta, mientras todos los demás hacían su trabajo.
Me sentía frustrada.

-Dra. Arias- el jefe de policías me llamó. -Ya están terminando de registrar toda la casa.-
Asentí con la cabeza, cerré la maleta y la dejé sobre la mesa. Busqué entre los cuartos al grupo de laboratoristas para asegurarme que llevaran todas las evidencias.

Entrando a la habitación donde se encontraban reunidos, uno de ellos se acercó:
-Este caso será sencillo- dijo alguno de ellos. Alcé una ceja y lo miré dubitativa
- ¡Mire Dra.!- otro de ellos se me acercó y me enseñó una bolsa con un calcetín.

-La víctima tenía este calcetín, y mire - Me enseñó una mancha de sangre.- Encontramos difícil que la víctima no hiriera al asesino habiendo tantos muebles tirados. Y si la víctima no tiene más que la herida de bala…
-¡Excelente!- exclamé.

Por fin recordé dónde había dejado la bolsa con los calcetines rojos de mi hija, los coloqué detrás del asiento de pasajeros para que no se me olvidarán al momento de recogerla. Si no completaba su vestido para la presentación, no me lo perdonaría.

Los laboratoristas se alegraron de mi expresión y en la emoción uno de ellos mencionó
-Después buscar una hora de ver la escena de la pelea lo encontramos, registramos...
Lo interrumpí y les regresé la bolsa con el calcetín.
Tenía que confirmar que todo estuviera detrás del asiento del pasajero.


message 343: by Eduardo (new)

Eduardo Lerma (laspaginasdeeduardo) | 2 comments ¡Se pasó una hora buscando el calcetín Rojo! No podía simplemente haberlo perdido, tenía que estar en algún lado. Revolvió el cajón de la ropa, una y otra vez, arrojando todo a la vieja mecedora. Busco debajo y detrás de la cama. No podía dejar de refunfuñar, se acariciaba la blanca barba una y otra vez.
¿Dónde podrá estar? Se preguntaba.

Había revuelto la ropa, la cama, y el escritorio. Inclusive los libros, válgame los libros ¿Habrá creído que lo uso cual separador? Tal era su desesperación, pues tenía que dar una clase importante en poco tiempo, no podía presentarse sin el par.

Comenzaba a perder la paciencia, alzo las manos y estiró los dedos apuntando hacia la montaña de ropa que había creado, haciendo fuerza desde el estómago. Agito ambos brazos mientras gemía, incluso se paró de puntas por el esfuerzo, hasta que soltó un pequeño quejido al tiempo que se le terminó el aire.

Bah! , imposible – Decía mientras apoyaba los pies por completo en el suelo. Sintió frio en el pie donde no tenía su calcetín rojo. Decepcionado y con frío, movió su camisón de dormir para buscar las pantuflas entre sus pies, sin éxito. Estuvo a punto de empezar a buscar, pero recapacitó. Se dirigió a la cocina, donde había dejado una taza de café a medio tomar sobre la barra del desayunador.

Se sentó en el banquillo y tomo un sorbo. Café frio, mi favorito, y sabe mucho mejor con el pie frío – Decía al tiempo que fruncía el ceño.

Tanteo el suelo con los pies buscando sus pantuflas hasta encontrarlas, al meter el pie descalzo sintió un bulto en la punta. Era el calcetín, se había quedado hecho bola en el recoveco que se formaba en la punta de sus pantuflas.

Soltó la taza de café y se agacho presuroso a colocarse el calcetín, dando así fin a su empresa. Se paró de un brinco del banquillo y con su recuperada vitalidad bramo con orgullo. Eureka

Se deslizó presuroso de regreso a la habitación, se colocó en un extremo e intento de nuevo. Extendía los brazos al tiempo que se paraba de puntillas y hacia fuerza desde el estómago, esta vez los libros, la ropa y el montón de cosas apiladas en la mecedora comenzaron a deslizarse por el aire hasta llegar todos a su lugar. Los libros a la estantería de junto, la ropa en el cajón y las cobijas y los almohadones tendieron la cama.

Se apresuró en vestirse para su clase, pues los alumnos no tardarían en aparecer, después de todo, ¿Cómo podría llegar tarde a clase el mago más destacado de la escuela?


message 344: by Miguel (new)

Miguel Ponce | 1 comments Después de tres días encerrado, Falucho recordó el calcetín rojo. El hambre y la sed ya habían callado su garganta y comenzaban a nublar su vista, pero creyó tener aún la energía para encontrarlo, después de todo no había nada más que pudiera hacer, el agua del retrete estaba seca y había intentado hacerse oír con todas sus fuerzas pero nadie apareció frente a la puerta.
Temblando de frío y debilidad comenzó a explorar la casa, se escabulló entre las sillas del comedor esquivando las que habían caído al suelo y se dirigió a la sala, debajo del sillón encontró un borde de pizza reseco que decidió no intentar tragar, revisó encima y debajo de todos los sillones pero no había rastro del calcetín, la breve ilusión y energía vital de hacía unos momentos se desvaneció.
Lento y pausado se encaminó al pasillo que lleva a la habitación, a mitad de camino dio un leve vistazo a baño, aunque sabía que no estaría allí porque los últimos días se pasó gran parte del día allí intentando beber hasta la última gota del retrete. Con la última esperanza que le dio energía para seguir buscando continuó hasta la habitación, revivió por un momento una mañana lejana en que unos pies enfundados en calcetines rojos asomaban bajo las sábanas, el hombre se quitó uno y se lo arrojó hecho una pelota, desde ese momento supo que confiaba en él y el juego del calcetín se volvió rutina. Logró subir a la cama con relativa facilidad trepando el mueble que habían tirado al suelo cuando entraron a llevarse al hombre, dio vuelta las almohadas pero no estaba allí, había pensado en rendirse allí mismo cuando lo vio, el calcetín hecho una pelota estaba detrás de la lámpara en la mesa de luz, aún esperando la mañana de juegos que nunca volvió. Una descarga de adrenalina le recorrió el cuerpo, con toda la energía que le quedaba tomó la pelota y corrió hasta la puerta de entrada sintiendo que había encontrado la llave para que el hombre volviese, creyendo que había subsanado lo que fuera que haya hecho mal para merecer ser castigado, y se quedó allí parado jadeando y expectante, con un brillo renovado en los ojos que se fue desvaneciendo a lo largo de las horas.
Empujó el calcetín rojo hacia la puerta pero nada ocurrió, Falucho se recostó con tristeza, movió la cola unos instantes más y el cansancio lo invadió, cedió a la paz que lo arropaba a medida que su aliento fue cesando. En ese último instante en que pudo ver la luz, alguien empujó la puerta.


message 345: by Bora (new)

Bora Logbook | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, pero si era sincero consigo mismo, no lo había encontrado porque no quería hacerlo. Había visto ese dichoso calcetín cinco veces ya en lo que llevaba de hora, y las 5 veces lo había cogido y escondido discretamente en otra parte. Lo movía sin cesar porque no quería que Laura lo encontrara.
También hacía una hora que había llamado al timbre de su casa, en un intento desesperado por estar a su lado, por tener una excusa para hablarle, había apelado al buen corazón de ella, y se sentía mal por ello, pero estaba dispuesto a todo.
- Arturo, ¿Lo encuentras o no? Esto es absurdo, es mejor que te vayas a casa, si está aquí un día aparecerá. Te prometo que cuando lo encuentre te lo daré. Pero creo que seguir buscando ahora es una pérdida de tiempo.
- Por favor Laura, es el último regalo que me hizo mi abuela, sabes lo mucho que la quería, busquemos solo un poco más ¿vale? – y ahí iba el engaño del que os hablaba, la mentira con la que había ablandado el corazón de Laura y gracias a la cual llevaba con ella una hora.
Y si es verdad que quería a mi abuela y que esta falleció, era una persona maravillosa, pero también era una mujer muy coqueta que en la vida me habría regalado unos calcetines rojos.
- Laura, ¿te acuerdas el otro día cuando comentaste que querías ir a ese nuevo restaurante Indio?
- Si – su voz sonó más como una pregunta que como una afirmación. Probablemente por mi cambio brusco de conversación, pero no es que pudiera alargar mucho más esta búsqueda, y me moría de ganas por volver a tener una excusa para verla.
- Pues, hice una reserva – ella se giró y me miró sorprendida, abrió la boca lista para interrumpirme, pero fui más rápido. – se que hemos roto, lo sé, pero el sitio te hace mucha ilusión, y es muy difícil conseguir mesa, sería un desperdicio no ir ¿no?
- Arturo – se acercó a mí, tanto que pude oler esa familiar esencia a jazmín dulce que tanto me gustaba – no se si es una buena idea, ya lo hablamos, necesitamos un tiempo separados para superarlo y…
- Escucha, es una cena, nada más, vamos Laura, sabes que quieres ir ¡me portaré bien!
Hubo un silencio, no muy tenso, no muy largo. Casi podía ver los pensamientos que se formaban tras sus ojos, sabía que quería venir, podía sentirlo, sabía que la respuesta iba a ser si, yo lo sabía y ella también, pero supongo que esta espera era necesaria, necesaria para marcar un límite. Es su forma de decirme que no me lo va a poner fácil.
- Vale – dijo finalmente – pero vamos como amigos, nada más.
- Claro – y así, es como se abría otra vez la puerta de las posibilidades entre nosotros.


message 346: by Brontte (new)

Brontte | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo. Era imposible que lo hubiera perdido, lo necesitaba para el dia siguiente, tenía que encontrarlo. Esos calcetines le habían acompañado durante toda la carrera.
Hacía ya cinco años que los había recibido como regalo de Navidad por parte de su hermana. Mientras buscaba afanosamente el calcetín Raúl recordó exactamente el momento en que utilizó ese par de calcetines por primera vez, fue en su primer examen de la carrera. Le gustaba combinar la ropa, y acababa de estrenar un jersey rojo con lo que consideró que combinarlo con los calcetines no quedaría mal, además tampoco se le iban a ver tanto. Dicho y hecho, fue a su examen de Derecho Romano con sus coloridos calcetines y cuál fue su sorpresa cuando colgaron las notas y vio que había sacado un sobresaliente. En ese intervalo de tiempo dio la casualidad de que también había hecho el examen de Derecho Político y por casualidad se había vuelto a poner esos calcetines. Curiosamente cuando salió la nota también sacó un sobresaliente y en ese momento lo tuvo claro, los calcetines rojos se convertirían en su amuleto durante toda la carrera.
Y ahora se le había perdido uno de ellos. Buscó y buscó sin descanso, pero el calcetín no apareció. Tantas horas empleó en la búsqueda que cuando quiso darse cuenta ya había amanecido. Sólo quedaban un par de horas antes de que empezara el examen, así que por primera vez en cinco años fue a examinarse sin poder vestir sus apreciados calcetines.
Nunca supo si los calcetines realmente eran mágicos o si fue quizá su falta de estudio la víspera del examen, pero lo cierto es que Raúl suspendió por primera vez un examen justo el día que no pudo vestir sus calcetines rojos.


message 347: by N3lly (new)

N3lly | 1 comments Se pasó una hora buscando el calcetín rojo, nuevamente esa búsqueda, una y otra vez. Tocan la puerta, el golpe seco en la madera me hizo pegar un brinco.
¿Qué hago?
Un golpe tras otro y mi corazón latía con más prisa.
¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!
Y fue ahí cuando lo recordé, recordé que no estaba sola en esa habitación y sonreí. Lo voltee a ver y ahí estaba sin poder moverse, escuchando los golpes, sus ojos de terror hacia mí me decían todo lo que su boca señada no le dejaba.
Me acerqué lentamente mientras mi respiración se calmaba y la suya aumentaba, el sonido de los golpes era cada vez menos ruidoso, el tiempo comenzaba a ir más lento, ver ese cuerpo, ese color de piel que me hizo acercarme en primera instancia a él; vida. Tomé su mano ya casi sin latidos, casi muerto. Mi sonrisa simplemente se hizo más grande, él creyó que me iba a engañar jugando a hacerse el arrepentido, pero la muerte no juega.
Me volteo a ver, mi felicidad no podía más. El cuchillo a su lado todavía tenía algunas manchas viejas de nuestro encuentro anterior, me acerqué lo suficiente, tomé su rostro en una mano y la otra con el cuchillo cada vez más cerca de su cuello, sus ojos suplicantes se fueron cerrando poco a poco.
Y corté.
Se levantó, por la prisa se cayó de la cama, miró a mi dirección, pero yo sé que ya no me puede ver, con desespero comenzó de nuevo la búsqueda de ese calcetín rojo, hora tras hora evitando volver a dormir. Sabía que, si lo hacía, yo iba a estar de nuevo ahí, en sus sueños, repitiendo una y otra vez la escena que me hizo vivir, siendo su parálisis del sueño.


message 348: by Jazmin (new)

Jazmin Rodriguez | 1 comments Augusto estaba seguro de que llegaría tarde a su trabajo, pero en este punto eso era lo que menos le importaba.
Necesitaba encontrar el calcetín rojo, no podia salir de casa sin el.
Durante una hora buscó por cada rincón de la casa, movió cada libro, cada mueble, cada sucio traste que se interponía en su búsqueda… pero no apareció.
Sintió la mirada de su esposa durante cada largo minuto. Ella lo siguió a todas las habitaciones en las que él buscaba, caminaba justo detrás de él con pasos fuertes y enojados, en casi todo momento gritándole cosas que el prefería ignorar. Aunque, si era honesto consigo mismo, desde hacía mucho tiempo que ignoraba todo lo que ella decía y hacía.
“No vale la pena” pensaba, “ella se rindió, yo no”.
- … por favor, ya déjala ir - la escuchó decir.
Ya no gritaba. Susurraba. Algunas veces le parecía extraño como aquellos susurros le destrozaban el corazón, tal y como sus gritos jamás lograrían hacerlo.
Augusto sintió como todo su cuerpo comenzaba a temblar, ya no estaba seguro si era por las lágrimas que le amenazaban con salir, o el odio que sentía cada vez que ella se atrevía a repetirle una de sus cansadas frases.
“Déjala ir”
“Sigue adelante”
Ella no entendía, nadie parecía entenderlo.
Decidió ignorarla, una vez más. Y siguió buscando.
Ese calcetín rojo con pequeños gatitos amarillos dibujados que le había regalado a su hija en su cumpleaños, 6 años atrás.
Una semana antes de que algún monstruo decidiera alejar a su pequeña de su lado.
Había prometido llevar consigo ese calcetín todos los días hasta que ella regresará a casa.
No le importaba que todos siguieran adelante con sus vidas, por que la de él ya tenía un sólo propósito.
Encontrar a su hija.
Escuchó a lo lejos el ruido del motor del auto de su esposa. Se iba, como siempre lo hacía.
“No vale la pena” se repitió, “ella se rindió, yo no”.


message 349: by Eli (new)

Eli Ibáñez | 1 comments Jaime G. Galatea retrocedió unos pasos en su habitación para observar el fiasco que había causado. Tras una hora de búsqueda intensiva parecía que un vendaval se había desatado en el cubículo que ocupaba en la cubierta inferior del carguero Nostromo X-51. Y el calcetín rojo, pertinaz, seguía sin aparecer. En una hora pasarían revista a toda la tripulación y él sabía a ciencia cierta que aquél nimio detalle no lo pasaría por alto el nuevo capitán. La posibilidad de quedarse sin permiso por aquel maldito calcetín lo abrumó y se sentó en el suelo mientras los futuros gritos del capitán empezaron a resonar en su mente, mientras acunaba la cabeza entre sus manos.
A escasos metros de él, en un hueco entre las paredes, unos calis de los calcetines olían el anhelado accesorio de Jaime con fruición. Estaban sentados cómodamente entre los calcetines hurtados a toda la flota. Calientes y mullidos. Llevando un inventario exhaustivo de sus logros. Al fin y al cabo, tendría que rendir cuentas al Gran Maestre de los Calcetines cuando por fin arribaran con el motín a su planeta natal. El viaje no había sido especialmente fructífero, no esperaban un ascenso por su labor. Y la monocromía de los calcetines de la Flota Estelar los habían llevado a desesperar en más de una ocasión. Namac, uno de los calis, recordaba con fruición los tiempos pasados en la tierra, donde la variedad de colores y estampados de los calcetines le hacían explotar a uno la pineal. Además, los tripulantes eran concienzudos y ordenados, por lo que los robos se hacían harto descarados. Ése era también el mejor aliciente de su misión en la nave. Ver cómo los curtidos oficiales perdían los estribos ante la desaparición de un simple calcetín. Los calcetines rojos habían llegado a valer su precio en plomo en el mercado negro de a bordo. Pero los calis ni siquiera se planteaban su venta, hubiera ido en contra de sus creencias más profundas.


message 350: by Cuquis (last edited Feb 25, 2023 07:29PM) (new)

Cuquis Sandoval | 16 comments Algo típico de Anastacio, se pasó una hora buscando el calcetín rojo, no era un simple capricho, lo necesitaba para ir al juego de beisbol. Por más que se repetía una y otra vez, no lograba evitar el cometer esos descuidos y el costo era alto, lo pagaba con tiempo ocupado en la búsqueda de objetos extraviados o que no recordaba dónde lo había puesto.
Para un niño como Anastacio, eso era un derroche total; procedió a agacharse por debajo de la cama, apoyarse con la escoba y en esa pesquisa, encontró basura, papeles y otros tesoros que creía perdidos.
Algo que le ocasionaba un gran malestar, era abrir las puertas del closet, parecía que al dejar todo a la vista, se escapaban los monstruos, fantasmas y espíritus que ahí habitaban, agazapados entre ropa, zapatos, juguetes y libros. Además, emitían unos ruidos tan macabros y espantosos, que taladraban los oídos del pobre Anastacio. Rápidamente procedió a cerrarlas, cuidando que no se escapara ninguno.
Enseguida, abrió cajones, y en el momento, saltaron papeles, una manzana podrida y hasta un ratón muerto que emitía un olor nauseabundo; pero del calcetín rojo, ¡nada!
Entonces recordó el baúl del tesoro, una enorme caja de madera, donde guardaba todo lo que estaba regado por el cuarto, cuando era imposible no atender a los requerimientos de su mamá, que le exigía poner su cuarto en orden. Volteó el pesado artefacto, se volcaron en tremendo atropello carritos, muñecos, luchadores, monos de peluche, paletas de dulce, tamarindo, ropa, un pedazo de pan, pero del calcetín rojo, no había ninguna señal.
De pronto, se percató que su perro lo miraba muy atentamente, creía que estaba jugando y se regocijaba cada vez que tiraba cosas al suelo. Entonces le vino una idea, hizo una bolita con el otro calcetín rojo, lo aventó y cada vez que el perro lo recogía y se lo traía de vuelta, de daba pedazos de deliciosas salchichas. De pronto, escondió el calcetín en el bolsillo de su pantalón, dejó de proporcionarle la recompensa; el cachorro miraba con ojos de súplica, fue así como este salió corriendo y regresó con el calcetín perdido en su hocico, se aproximó a Anastacio moviendo la cola con alegría.


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