“-¿Sale a cenar con muchos hombres?
Aquella pregunta me sorprende. Pero ¿este tío se cree el único espécimen macho del mundo? Así que respiro hondo y procuro no soltarle un borderío de los míos.
-Siempre que me apetece –le aclaro.
Alzo mi barbilla con altanería y, cuando creo que no voy a decir ni una palabra más, le suelto:
-Lo que no entiendo es qué hago aquí, en su coche, con usted y dirigiéndome a cenar. Eso es lo que todavía no logro entender.
Él no responde. Sólo me mira… me mira… me mira y me pone histérica con su mirada.
-¿Va usted a hablar o pretende estar el resto del viaje mirándome?
-Mirarla es muy agradable, señorita Flores.”
―
Megan Maxwell,
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