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July 29 - September 29, 2023
No creo en jodidas teorías de la conspiración. Estoy hablando de una jodida conspiración.
El “narco” imaginado por los militares es, en teoría, todo lo opuesto del soldado: indisciplinado, vulgar, ignorante, violento. En las antípodas del ejército, sin embargo, el narco requiere, si bien no de un uniforme, sí de una uniformidad que lo distinga de los soldados que en nombre del gobierno lo ajusticiarán.
Astorga observa que la indumentaria arquetípica del “narco” modelo coincide con la de muchos de los habitantes de las regiones rurales de México.
Como demostró un estudio realizado en noviembre de 2012 por el Centro de Análisis de Políticas Públicas, el perfil recurrente entre las víctimas de homicidios dolosos durante el sexenio de Calderón era el de hombres de entre 25 y 29 años de edad, solteros, pobres y con escasa o ninguna escolaridad, que, lejos de las rancherías y su ropa vaquera, residían en urbes como Ciudad Juárez, Monterrey o Tijuana.
Su colaboración se profundizó con la llamada Operación Cóndor, por medio de la cual el gobierno de Estados Unidos desplegó una agresiva política intervencionista en el continente a mediados de la década de 1970.
La versión mexicana de la Operación Cóndor, sin embargo, fue la única que se enfocó en el tráfico de drogas y no en el combate al comunismo.
Los miles de soldados y agentes de policía federal que destruyeron los sembradíos de droga entre 1975 y 1978 produjeron también el desplazamiento en masa de campesinos y de los productores y traficantes de droga. Al cerrar la década, el “narco” mexicano no sólo seguía existiendo, sino que había trasladado su central de operaciones a la ciudad de Guadalajara y ahora dominaba en el terreno internacional cobrando a las organiza...
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Las figuras de los traficantes más temidos de esa época, Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo, alias “Don Neto”, y Rafael Caro Quintero, fueron magnificadas ...
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Siguiendo la inercia estadounidense, los medios de comunicación pronto se acostumbraron a llamar “cárteles” a las organizaciones que encabezaban estos personajes. Pero la palabra “cártel”, como prácticamente todo el vocabulario asociado al “narco”, tiene un origen oficial.
El traficante declara: el “cártel de Cali” simplemente no existe. “Es una invención de la DEA […] Hay muchos grupos, no sólo un cártel. La policía lo sabe. También la DEA. Pero prefieren inventar un enemigo monolítico.”
al entrevistar en Colombia al “narcoabogado” Gustavo Salazar, el representante legal del supuesto “cártel de Medellín”. El abogado repite esencialmente lo dicho por Rodríguez Orejuela: “Los cárteles no existen. Lo que hay es una colección de traficantes de droga. Algunas veces ellos trabajan juntos, otras no. Los fiscales estadounidenses los llaman ‘cárteles’ para hacer más fáciles sus casos. Todo es parte del juego”.
Los cárteles no existen: ésa es la temprana lección aprendida por los propios traficantes. Existe el mercado de las drogas ilegales y quienes están dispuestos a trabajar en él. Pero no la división que según las autoridades mexicanas y estadounidenses separa a esos grupos de la sociedad civil y de las estructuras de gobierno.
Existe también la violencia atribuida a los supuestos “cárteles” pero, como discutiré a lo largo de estas páginas, esa violencia obedece más a las estrategias disciplinarias de las propias estructuras del Estado que a la acción criminal de los supuestos “narcos”.
los “cárteles” son un dispositivo simbólico cuya función principal consiste en ocultar las verdaderas redes del poder oficial que determinaban los flujos del tráfico de drogas.
durante décadas hemos sido habituados a ese sistema de representación oficial que contradictoriamente dice conocer los organigramas íntimos de los “cárteles” pero se declara incompetente para detenerlos.
la creencia en los “cárteles de la droga” como la nueva amenaza de seguridad nacional fue efecto directo de la implantación de una política de Estado basada en parte en la concepción de un enemigo permanente que permite justificar acciones que de otro modo resultarían ilegales e incluso inmorales.
Para dar forma legal a este giro securitario, el presidente Ronald Reagan firmó en 1986 la National Security Decision Directive 221, que desde entonces designó a las drogas ilegales como la nueva amenaza a la seguridad nacional estadounidense.
La “guerra contra las drogas”, que había comenzado en la década de 1970 durante la presidencia de Richard Nixon como una estrategia doméstica para combatir la disidencia de izquierda, ahora tomaría el lugar del comunismo pa...
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Mientras que la guerra de la FDN es apenas recordada hoy, la América negra todavía está confrontando sus venenosos efectos colaterales. Los barrios urbanos están luchando con legiones de indigentes adictos al crack. Miles de jóvenes negros están purgando largas sentencias en prisión por vender cocaína —una droga virtualmente inaccesible en los barrios negros antes de que los miembros del ejército de la CIA comenzaran a traerla a South-Central en los ochenta a precios de rebaja.
Druglord. The Life and Death of a Mexican Kingpin (1990).
A través de un reporteo riguroso, Poppa logró comprender el control que el sistema político mexicano estableció sobre el crimen organizado, sometiéndolo a su estructura de poder.
Traficantes como Pablo Acosta operaban bajo un sistema que era casi como una franquicia. Tenían que pagar una cuota mensual a sus gerentes por el derecho de trabajar una zona específica. Era una forma de impuesto privado basado en el volumen de ventas, con el dinero yendo hacia la gente en el poder.
los traficantes con frecuencia recibían placas de la policía federal. El ejército, el procurador general de México y su policía federal, la Secretaría de Gobernación y su policía secreta, varios gobernadores, y mucha gente poderosa más estaban involucrados.
partir de la adopción abierta del discurso de seguridad nacional estadounidense en la siguiente década, sobre todo con la creación del CISEN en 1989, el sistema político incrementó gradualmente una violenta estrategia militarista que culminó, como todos los mexicanos pudimos atestiguar en el horror cotidiano de Ciudad Juárez, Monterrey o Tampico, con los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la presidencia de Felipe Calderón.
La supuesta crisis de seguridad nacional que según Calderón justificó la “guerra contra las drogas” está sustentada principalmente en una estrategia discursiva sin fundamento material.
El sociólogo Fernando Escalante Gonzalbo mostró ya, con un simple análisis estadístico basado en cifras oficiales, que la violencia en el país comenzó después de la ...
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La violencia sólo repuntó en las zonas del país donde se concentraron los miles de soldados y los agentes federales enviados por el presidente Calderón.
La presidencia de éste quiso militarizar el país para contener una supuesta “guerra de cárteles” que no producía violencia.
El Estado fue a detener una guerra de cárteles inexistente porque los...
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En el campo del poder, los traficantes han estado históricamente subordinados al poder político, no han competido con éste ni han intentado hacerlo creando asociaciones o partidos políticos; tampoco han desarrollado una estrategia de “infiltración” de largo alcance para invertir la relación de subordinación. Hay corrupción puntual, especialmente en corporaciones policiacas, no un plan consensuado de organizaciones criminales ni un complot para impulsar una modificación sistémica o “probar” al presidente.
los traficantes son algunos de los agentes sociales cuyas actividades y acciones dificultan sin duda la gobernabilidad, pero no disputan el poder político ni la dirección del Estado.
La violencia en México no se explica a partir de una guerra entre narcos ni es una disputa por la plaza. Es más: no existe un solo narcotraficante con capacidad para desafiar a instituciones como el Ejército, la Marina o la Policía Federal.
La influencia del Departamento de Estado estadounidense en este tema es la clave. Es en el seno del sistema de gobierno estadounidense donde nace el impulso de las reformas judicial, energética, fiscal y educativa que se llevan adelante en México.
El sistema de terror tiene un propósito de destierro, un objetivo para despoblar territorios inmensos, ricos en hidrocarburos, minerales y agua.
la agenda de la reforma energética del gobierno federal es el principal motor que explica la actual violencia en el país.
“Ambos procesos —la apertura paulatina del sector energético a los capitales privados y la agudización de la violencia y el terror— se han desarrollado en forma paralela”.
Paley examina la política antidrogas en Estados Unidos y México como una expresión directa del capitalismo en la era neoliberal para beneficiar al sector energético global pero también para expandir las oportunidades mercantiles de las industrias de manufactura y transportistas, desde la explotaci...
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esta guerra, el terror se usa en contra de las poblaciones en ciudades y zonas rurales, y cómo, paralelo a este terror que conduce al pánico, se ponen en vigor políticas que facilitan directamente la inversión extranjera y el crecimiento económico. Esto es el capitalismo de la guerra contra las drogas.
la “guerra contra las drogas” es el nombre público de estrategias políticas para el desplazamiento de comunidades enteras y la apropiación y explotación de recursos naturales que de otro modo permanecerían inalcanzables para el capital nacional y trasnacional.
primera instancia, como la sumisión de los poderes oficiales y fácticos ante un narco que se impone como la autoridad máxima en el territorio nacional. En la reunión final, la cofradía criminal ha elegido a su Salvador y ha adoptado el dogma de sus enseñanzas y ejemplos, un orden teológico pospolítico extremo intersectado por la implacable lógica de la globalización. Así, el narco sobrepasa las estructuras del Estado y, amparado en el flujo transterritorial del capital, se impone con violencia por encima del desvencijado orden político estatal.
Transformando la dimensión histórica y política del narco en una serie de atributos mitológicos que naturalizan la violencia y moralizan las acciones criminales, estas novelas ofrecen una caricatura descontextualizada del narco que minimiza, o incluso borra, sus elementos más complejos y de mayor interés literario.
por el insólito éxito de La reina del sur (2002) del español Arturo Pérez-Reverte. La increíble historia de una bella sinaloense que pasa de ser la amante de un traficante local a comandar su propio cártel internacional de la droga estimuló la imaginación de los novelistas mexicanos dispuestos a explotar el tema sin ningún límite conceptual o narrativo. Las novelas escritas después de La reina del sur se abocaron a reproducir un personaje tan atractivo y fantasioso como la protagonista de Pérez-Reverte, deliberadamente imitando los aspectos más inauditos de los supuestos narcos.
En su reseña de Hielo negro el crítico Geney Beltrán Félix subraya la contradicción estructural de este tipo de novela negra: “pareciera que ciertos autores, al tiempo que exigen para sí un estatuto artístico, no hallan indigno perpetrar libros que refuerzan estereotipos machistas, hacen un menesteroso uso de la lengua y reciclan convenciones narrativas que reducen la visión de la realidad”.
“cuando de leer se trata, habrá que sincerarse con que nos gusta la narcomitología y el poder. Y el Alex [Almazán] sabe cómo alimentar ese placer culposo”.
el prohibicionismo estatal es la condición de posibilidad de la existencia y desarrollo del crimen organizado,
Astorga ha documentado con suficiencia cómo el Estado mexicano disciplinó y subordinó a las organizaciones criminales durante la segunda mitad del siglo XX, forzándolas a operar bajo el control del poder político del PRI hasta mediados de la década de 1990. Como un asunto de seguridad nacional y bajo el dominio político absoluto del Estado, soldados y agentes policiales concibieron un fluido y ordenado sistema de tráfico con un reducido índice de violencia.
Con la caída del PRI, el Estado policial fue gradualmente desmantelado durante la presidencia de Vicente Fox, cuya incapacidad para articular una política de seguridad nacional permitió nuevas asociaciones criminales entre gobernadores, empresarios locales y traf...
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definición del Estado como “la forma de comunidad humana que detenta el monopolio de la violencia física”,
La soberanía del Estado sobre el narco, quiero subrayar, está muy lejos de agotarse.
el narco sigue siendo objeto del poder oficial.

