El atlético invisible
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Read between July 14 - July 26, 2023
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Al fin y al cabo, eres el hijo de Dave Probable. —No voy a jugar —replicó Trev—. Se lo prometí a mi difunta madre. —¿Se lo prometiste a tu difunta madre? —dijo Pepe. Ni siquiera intentó disimular su desdén—. ¿Y te crees que eso cambia algo? Tienes una estrella en la mano, chaval. Jugarás, vaya si jugarás, o sea que te diré lo que haré yo. Ven a verme a la entrada de atrás de Bruño’s, lo siento, suena mejor en enano, y dale una patada a la puerta alrededor de la medianoche. Puedes traer un colega si quieres, pero ni se te ocurra no venir.
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Estoy protegiendo mi inversión y, de paso, eso significa proteger también la tuya. Largo, chico. Tú llegas tarde a entrenar. ¿Y yo? ¡Yo soy un puto genio!
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Había gente montando unas gradas de madera a un lado del campo y, como aquello era Ankh-Morpork, cuando dos o más personas se reunían, millares más acudían solo para preguntarse por qué.
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O sea, lo que dice —tradujo el señor Stollop, que se había convertido en una especie de portavoz de los capitanes— es que tiene que haber dos hombres del equipo A delante de un hombre del equipo B para que pueda marcar. —Sí, más o menos eso —respondió Ponder, envarado—, pero uno de ellos es el guardameta.
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Encontrar a Juliet. Encontrar a Huebo. Encontrar a Glenda. Encontrar ayuda. Encontrar un billete a Cuatroequis.
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¿Cómo es ser un orco, señor Huebo? —No estoy seguro. ¿Cómo es ser humana? —preguntó él.
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Das Nichts des Wissens: «Ich kann mich nicht genau erinnern, aber es war so etwas wie eine Vanillehaltige süsse Nachspeisenbeigabe»,
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»Verá, lo que pasa es que lo importante del fútbol no es el fútbol.
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no importa ganar o perder mientras marques más goles que el otro.
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Era porque la ciudad funcionaba, pensó Trev. Antes de que Vetinari se hiciera con el poder daba pena verla, y nadie sabía exactamente cómo se las había ingeniado. Había conseguido que la Guardia funcionase como era debido. Había arreglado la guerra entre enanos y trolls. Dejaba que la gente actuase a su antojo, siempre que lo hiciera al antojo de él. Por encima de todo, la ciudad rebosaba de gente y dinero. Todo el mundo quería vivir en Ankh-Morpork.
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No debemos cometer un genocidio —dijo Vetinari—. La historia acostumbra a pasar cuentas.
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Esta es mi ciudad, Margolotta. No hay esclavos en Ankh-Morpork.
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Espera un momento, espera —dijo otra voz diferente—. ¿Qué pasa, vale, si controlas la pelota en tu campo, corres hasta el final, sin pasársela a nadie, y la metes en la red? —Eso sería perfectamente legal —aclaró Ponder. —Ya, pero eso no pasará ni de coña, ¿verdad? —dijo
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No, eso es sexo oral —dijo Rincewind. —No, eso es escucharlo.
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Si va a por ella, podríamos cocinarla en mi habitación —propuso el catedrático de Runas Recientes. —Como vean. Contiene testículos de caimán, porque alimentan mucho. En casa son muy populares. —No sabía que los caimanes tuvieran testículos —dijo el catedrático de Runas Recientes. —Ya no los tienen
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Seguro que el Bibliotecario tiene plátanos —dijo Rincewind. —¿Está seguro? —preguntó Macarona. —Me parece que el Bibliotecario tiene un lema para estos casos: «Si intentas quitarme los plátanos, los recobraré de tus frías manos muertas».
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El sentido es que se hagan amigos. Compañeros en la adversidad. Son un equipo. Eso es el fútbol. Hay que entrenar a un equipo para que sea un equipo y no pondré ninguna objeción a que por la mañana disfruten de un copioso desayuno.
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Quiero que acometan esto con fidelidad a las nobles tradiciones deportivas de la Universidad Invisible, que consisten en hacer trampas siempre que no les miren, aunque me temo que las probabilidades de que alguien pase desapercibido el día de hoy son remotas. Pero en cualquier caso, quiero que todos den el ciento diez por ciento. —Disculpe, archicanciller —dijo Ponder Stibbons—. Entiendo el sentido de lo que dice, pero solo hay un cien por ciento. —Bueno, podrían dar el ciento diez por ciento si se esforzaran más —dijo
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¿Qué diablos os proponéis hacerle a mi ciudad, payasos? —preguntó airado, y miró hacia Vetinari, sentado en su palco en mitad de la grada. Alzó la voz—. Me he estado dejando la piel durante este último mes para encarrilar el Acuerdo VK y resulta que, justo cuando los enanos y los trolls se están dando la mano, la mar de amigos, a vosotros os da por empezar vuestro propio VK.
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Dentro de estas líneas, es fútbol; supere la línea y se encontrará conmigo. —Se volvió de nuevo hacia Ridcully—. Ojito con lo que hace, archicanciller.
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El canto del himno siempre dejaba algo que desear, pues la buena gente de Ankh-Morpork consideraba que era poco patriótico cantar canciones sobre lo patriótico que uno era: alguien que entonase una canción sobre lo patriótico que era o bien tramaba algo o bien era un jefe de Estado.
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«Cuando los dragones eructan y los hipopótamos huyen, mis pensamientos, Ankh-Morpork, hacia ti fluyen» —empezó.
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me ocuparé de que esta universidad dé caza al envenenador por todos los medios táumicos, místicos y ocultos disponibles y vuelva el resto de su vida no solo tan horrible como pueda imaginarla, sino tan horrible como pueda imaginarla yo. Y créanme cuando les digo, caballeros, que ya he empezado a trabajar en ello.
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Miró de reojo su chuleta, ah, sí, el orco, y añadió en su cuaderno: «que a todas luces tiene muy por la mano agarrar grandes objetos redondos». Pero luego se avergonzó y lo tachó. Pese al lugar donde estamos tumbados, se dijo, no somos prensa basura.
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¡Yo! —exclamó Ridcully—; pero, dadas las circunstancias, nombro sustituto al señor Nobbs. —¿No será Nobby Nobbs? —preguntó escandalizado el ex decano. —Sin parentesco —aclaró enseguida el cancelero. —Bueno, por lo menos ha sido buena elección
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Llora, chilla, ama y odia de generación en generación y no hay quien la dome ni la detenga. Solo por usted, damisela, y por el alma del señor Trev, pienso darle una alegría. Será un momentín.
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Probable. Probable. Probable. —Provenía de las gradas, de un punto cercano a donde Pepe había desaparecido. La bestia había olvidado el nombre «orco», pero sin duda recordaba el de «Probable», un apellido que tan a menudo la había alimentado, un apellido que ella había parido y devorado, un apellido que era fútbol puro, el corazón mismo de la bestia.
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¡PROBABLE! ¡PROBABLE! ¡PROBABLE! Apenas existía un adulto que no lo hubiese visto. Era una leyenda. Aun después de tantos años, era un nombre que superaba cualquier otra lealtad. Se hablaba de él a los nietos. Se les contaba cómo había sangrado en el suelo y a lo mejor que el abuelo mojó el pañuelo en el charco y lo guardó como recuerdo.
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La cara de Trev estaba bañada en lágrimas. Inmisericorde, Glenda lo miró a los ojos. —¡Probable! ¡Probable! —Pero… ¡mi difunta madre! —lloró Trev. Entonces Juliet se acercó, lo besó y, por un instante, las lágrimas fueron de plata. —¿Probable? Trev abrió y cerró las manos durante un rato mientras el cántico continuaba, y luego hizo un gesto parecido a un encogimiento de hombros. Entonces sacó su maltratada lata del bolsillo de la chaqueta y se la dio a Glenda, antes de volverse de cara al campo una vez más. —Lo siento, mamá —dijo, mientras se quitaba la chaqueta—, pero el fútbol es así. Y ni ...more
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Se elevó un rugido inmediatamente detrás de Huebo. Él no osó mirar atrás, pero alguien aterrizó sobre el larguero de la portería, que dejó temblando, saltó al suelo y dio a entender por medio de un pulgar enorme y calloso que la ayuda del señor Huebo ya no era necesaria. Una costra verde rodeaba la boca del Bibliotecario, pero no era nada comparada con el fuego de sus ojos.
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No han visto lo que ha pasado, señoritas, no han visto dónde está el balón y no se moverán lo pida quien se lo pida, ¿de acuerdo? Mientras el público abucheaba y animaba, sacó una lata de su bolso y la sostuvo en alto. —¡Pelota perdida! —chilló—. ¡Pelota sustituta! —Y lanzó la lata directamente hacia el cancelero, que tuvo reflejos suficientes para pasársela a Huebo de primeras. Antes de que cualquier otro jugador acertase a moverse, aterrizó con un leve «¡gloing!» en la punta de la bota de Trev Probable…
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Nos han asegurado que no se usó magia alguna el día del partido y no seré yo quien contradiga al honorable claustro de la Universidad Invisible. Lo único que su fiel corresponsal dirá es que Trevor Probable avanzó con la «pelota», contra todo pronóstico, hacia la meta del Atlético, donde se plantó, en apariencia esperando la estampida del enfurecido equipo del Deportivo. Lo que siguió, debe afirmar su fiel corresponsal, no fue solo un gol, sino también un merecido castigo. Fue escribir el apellido Probable, por segunda vez, en los anales de la historia del fútbol, porque Trevor, hijo famoso de ...more
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Y entonces, donde el silencio había reinado, el sonido entró en tromba como el chorro de agua de una presa rota. Fue un fenómeno físico y complejo. En varios puntos los espectadores empezaron a cantar. Todos los cánticos de todos los equipos, unidos y armonizados en un momento perfecto.
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—Y, para ser precisos —dijo Gorrin—, ya no hay más, bueno, reglas, ¿verdad? —No, señor Gorrin, ya no están sometidos a las reglas del fútbol. —Gracias por aclararlo, señoría, y permita de paso que le dé las gracias en nombre del Deportivo por el modo en que ha manejado los escabrosos acontecimientos de esta jornada. Dicho eso, dio media vuelta y le pegó un puñetazo en plena cara a Andy. El señor Gorrin era un hombre afable, pero años de levantar un cerdo muerto con cada mano significaban que su puño era algo que hasta la gruesa piel de Andy debía tener en cuenta.
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Si el delantero cree que marca o el portero grita avergonzado no entienden el aplauso de la grada yo hago, oigo y me afano porque soy el público, el balón y el lodo soy el triunfo, la culpa y el fuego soy el campo, las empanadillas, el Todo siempre y por siempre, soy el Juego. Da igual quien gane o quien pierda nada es si el partido se va al traste la fama se marchita como la hierba pero yo recordaré cómo jugaste.
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Fue un triunfo. Hubieras ganado o perdido, siguió siendo un triunfo.
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Tu secretario parece entenderse muy bien con mi bibliotecaria —comentó lady Margolotta. —Sí —dijo Vetinari—. Al parecer están comparando carpetas de anillas. Drumknott ha inventado una nueva.
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Una sola persona puede marcar la diferencia —dijo Margolotta—. Mira a don Brillo, que ahora es el rey Diamante de los trolls. Mírate a ti mismo. Si los hombres pueden caer… Vetinari soltó una brusca carcajada. —Oh, vaya si pueden. —… entonces los orcos pueden elevarse —concluyó Margolotta—. Si eso no es verdad, el universo no es verdad.
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¿Tengo valía? —preguntó Huebo. —Sí, Huebo, la tienes. —Gracias, pero estoy aprendiendo que la valía es algo que debe acumularse de forma continua. Me pidió que fuese siempre de utilidad. ¿Soy útil? —Sí, Huebo, eres útil. —¿Y qué quiere que haga ahora? —Encontrar a los orcos que aún viven en el Lejano Uberwald y sacarlos de las tinieblas. —Entonces ¿hay más orcos, como yo? —preguntó Huebo.
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Uberwald es un país inhóspito para el hombre que lo recorre —dijo—, aunque sea un hombre santo. Perdón es el nombre del hacha de batalla de doble filo del pastor Avena. Perdón cortó mis cadenas. La llevaré encantado.
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Señorita Habichuela. Juliet me contó que alberga el secreto deseo de cabalgar por Quirm en un cálido atardecer de verano, sintiendo el viento en sus cabellos. Podríamos partir ahora. He ahorrado dinero. En la cabeza de Glenda espumeaban toda clase de razones por las que no debería. Por todas partes veía responsabilidades, compromisos y el interminable clamor de las necesidades ajenas. Había mil y un motivos por los que decir que no. —Sí —dijo.
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¿Creéis que esto se ha acabado?
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Siguió con su cálculo hasta que las últimas cifras ocuparon su sitio como en un baile, se aseguró de que el archicanciller había partido, sonrió una sonrisa mínima, gesto que podría pasar por alto cualquiera que no lo hubiera estado esperando, y luego atrajo otro libro de cuentas hacia él. Era otro buen día.
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¡Ahora sí!
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