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by
David Brooks
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April 16 - May 24, 2025
Hathaway estaba en el panel conmigo, junto con un payaso hilarante e intelectual llamado Bill Irwin y algunos otros.
No estoy seguro de que las sociedades occidentales hayan sido alguna vez buenas en enseñar estas habilidades, pero en las últimas décadas en particular ha habido una pérdida de conocimiento moral. Nuestras escuelas y otras instituciones se han centrado cada vez más en preparar a las personas para sus carreras, pero no en las habilidades de ser consideradas con la persona que está a su lado. Las humanidades, que nos enseñan lo que pasa por la mente de otras personas, han quedado marginadas. Y pasar una vida en las redes sociales no ayuda exactamente a las personas a aprender estas habilidades.
Hay una habilidad que reside en el corazón de cualquier persona, familia, escuela, organización comunitaria o sociedad sana: la capacidad de ver a otra persona en profundidad y hacer que se sienta vista; conocer con precisión a otra persona, permitirle sentirse valorada, escuchada y comprendida. Ésa es la esencia de ser una buena persona, el máximo regalo que puedes dar a los demás y a ti mismo.
En un estudio de 2021, McKinsey preguntó a los directivos por qué sus empleados abandonaban sus empresas.1 La mayoría de los directivos creía que la gente se iba para ganar más. Pero cuando los investigadores de McKinsey preguntaron a los propios empleados por qué se habían ido, las principales razones resultaron ser relacionales. No se sentían reconocidos ni valorados por sus directivos y organizaciones. No se sentían vistos.
Nadie puede apreciar por completo su propia belleza y fortalezas a menos que esas cosas se reflejen en la mente de otra persona. Hay algo en ser visto que produce crecimiento. Si irradias la luz de tu atención sobre mí, florezco. Si ves un gran potencial en mí, es probable que yo llegue a ver un gran potencial en mí mismo.
Los iluminadores, por el contrario, tienen una curiosidad persistente por las demás personas. Han sido entrenados o se han entrenado ellos mismos en el oficio de comprender a los demás. Saben qué buscar y cómo hacer las preguntas correctas en el momento adecuado. Encienden el brillo de su cuidado sobre las personas y las hacen sentir más grandes, más profundas, respetadas e iluminadas.
William Ickes, un destacado estudioso de la precisión con la que las personas perciben lo que piensan otras personas, descubre que los extraños que están en su primera conversación se leen entre sí con precisión sólo alrededor de 20 por ciento de las veces y los amigos cercanos y familiares lo hacen sólo 35 por ciento de las veces.5 Ickes califica a los sujetos de su investigación en una escala de “precisión empática” de 0 a 100 por ciento y encuentra una gran variación de persona a persona.6 Algunas personas obtienen una calificación de cero. Cuando conversan con alguien que acaban de
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Las personas presas del realismo ingenuo están tan encerradas en su propia perspectiva que no pueden apreciar que otras personas tienen perspectivas muy diferentes.
Nicholas Epley, psicólogo de la Universidad de Chicago, señala que en la vida cotidiana tenemos acceso a muchos pensamientos que pasan por nuestra mente. Pero no tenemos acceso a todos los pensamientos que pasan por la mente de otras personas. Sólo tenemos acceso a la pequeña porción que habla en voz alta. Esto lleva a la percepción de que soy mucho más complejo que tú: más profundo, más interesante, más sutil y de altos pensamientos.
El esencialismo es la creencia de que ciertos grupos en realidad tienen una naturaleza “esencial” e inmutable. Los esencialistas imaginan que las personas de un grupo son más parecidas de lo que realmente son. Imaginan que las personas de otros grupos son más diferentes de “nosotros” de lo que en realidad son. Los esencialistas son culpables de “apilar”.
contarte un caso que ilustra cómo puedes pensar que conoces bien a alguien sin conocerlo de verdad. Es de las memorias clásicas de Vivian Gornick de 1987, Fierce Attachments
El libro de Gornick es muy bueno porque ilustra que incluso en los casos en los que somos devotos de una persona y sabemos mucho sobre ella, todavía es posible no verla. Puedes ser amado por una persona y que ella no te conozca.
Cada uno de nosotros tiene una manera característica de presentarse en el mundo, una presencia física y mental que marca el tono a la manera en que las personas interactúan con nosotros. Algunas personas entran en una habitación con una expresión cálida y acogedora; otras entran luciendo indiferentes y cerradas. Algunas personas tienen un primer encuentro con los demás con una mirada generosa y amorosa; otras personas ven a quienes encuentran con una mirada formal y distante. Esa mirada, esa primera visión, representa una postura hacia el mundo.
Si consideras que cada persona tiene un alma, serás consciente de que cada persona tiene alguna chispa trascendente en su interior. Serás consciente de que en el nivel más profundo todos somos iguales. No somos iguales en poder, inteligencia o riqueza, pero todos somos iguales en el nivel de nuestras almas. Si consideras que las personas que conoces son almas preciosas, tal vez terminarás tratándolas bien.
cualidades que dificultan ver a los demás: egoísmo, ansiedad, objetivismo, esencialismo, etcétera.
rasgos de la mirada del iluminador:
la parábola del buen samaritano, un judío herido yace golpeado y abandonado al costado del camino. Al menos otros dos judíos, uno de ellos sacerdote, pasan junto a él y cruzan al otro lado de la calle sin hacer nada para ayudarlo. Lo ven de manera estrictamente intelectual. Sólo el samaritano, un hombre de un pueblo extraño y odiado, realmente lo ve. Sólo el samaritano entra en la experiencia del herido y de verdad hace algo para ayudarlo. En estos casos bíblicos, donde alguien ve a otro sin verlo realmente, estas fallas de conocimiento no son fallas intelectuales; son fracasos del corazón.
El doctor Ludwig Guttmann era un judío alemán que escapó de la Alemania nazi en 1939 y encontró trabajo en un hospital en Gran Bretaña que atendía a parapléjicos, en su mayoría hombres heridos en la guerra. Cuando empezó a trabajar ahí, el hospital sedaba fuertemente a estos hombres y los mantenía confinados en sus camas. Guttmann, sin embargo, no veía a los pacientes como los veían los demás médicos. Redujo el consumo de sedantes, los obligó a levantarse de la cama y comenzó a lanzarles pelotas y a hacer otras cosas para mantenerlos activos. Como resultado, fue citado ante un tribunal de sus
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Una excelente manera de ver mal a las personas es ver sólo una parte de ellas. Algunos médicos ven mal a sus pacientes cuando sólo ven su cuerpo. Algunos empleadores ven mal a los trabajadores cuando sólo ven su productividad.
Palmer está diciendo con ello que la forma en que prestamos atención a los demás determina el tipo de persona en que nos convertimos. Si vemos a las personas con generosidad, nos volveremos generosos, o si las miramos con frialdad, nos volveremos fríos. La observación de Palmer es esencial, porque señala una respuesta moderna a una pregunta antigua: ¿Cómo puedo llegar a ser una mejor persona?
Murdoch cree que el bien y el mal comienzan en la vida interior,
“En terapia, como en la vida, el punto de vista lo es todo”, escribe Pipher en su libro Letters to a Young Therapist (Cartas a un joven terapeuta).14 En su práctica proyecta un realismo feliz. Los viejos grandes maestros de su campo, como Freud, veían personas incitadas por impulsos oscuros, represiones e instintos competitivos, pero Pipher, que se inició profesionalmente como camarera, ve personas vulnerables y amantes del amor que a veces se ven atrapadas en malas situaciones. Trata de habitar el punto de vista de cada persona y verlas a todas, con simpatía, como aquellas que están haciendo
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A veces se puede aprender más sobre una persona observando cómo habla con un camarero que haciéndole alguna pregunta profunda sobre su filosofía de vida. Incluso cuando conoces bien a alguien, me parece que si no hablas con regularidad de las cosas triviales es difícil hablar de cosas importantes.
Como dijo D. H. Lawrence: Quien quiera la vida debe ir con suavidad hacia la vida, como se iría hacia un ciervo y su cervatillo que anidan bajo un árbol. Un gesto de violencia, una afirmación violenta de voluntad propia y la vida desaparece… Pero con tranquilidad, con abandono de la autoafirmación y con la plenitud del verdadero y profundo yo, uno puede acercarse a otro ser humano y conocer lo mejor y delicado de la vida: el contacto.