Andrés Accorsi's Blog, page 85
October 16, 2017
LUNES FERIADO

Taca tac salió en 2003 en Francia y en 2004 en España, en una edición majestuosa a cargo de Ivrea. El guionista es Andrés Goldestein (o Goldstein, según dónde mires), a quien no conocía, y el dibujante es un amigo/ídolo: Feliciano García Zecchin. No sé cómo le habrá ido en Francia, pero en España evidentemente el álbum no vendió bien y se convirtió en un clásico de las mesas de saldos (creo que lo pagué dos euros, contra los 22 del precio de tapa).
Ya desde la portada, estamos ante un comic muy raro. ¿Eso lo dibujó Feliciano? No se parece en NADA a sus otros trabajos. Acá el co-creador de 4 Segundos agarra para el lado de José Muñoz y el Viejo Breccia: apuesta a un pincel bien cargado de tinta, a crear climas con la mancha negra, a buscar una síntesis basada en el claroscuro extremo… excepto en algunas secuencias donde trabaja las tonalidades de gris con un lápiz apabullante, con el que logra unos efectos espectaculares de volúmen y de iluminación. La narrativa también es rarísima, la puesta en página, la fluctuación en el tamaño de las viñetas (de la doble splash page a las páginas de 16 mini-viñetitas), la decisión de no usar globos de diálogo, la decompresión total del relato… La verdad es que Taca tac es una obra gráficamente bellísima, pero en un punto pareciera que los autores se esforzaran para que sea difícil de leer.
La trama que urde Goldestein es interesante: básicamente cuenta la historia de un padre que reaparece en escena para buscar a su hija, en un país latinoamericano envuelto en un clima de violencia política. O sea que hay lazos familiares, intriga política y algo de margen para tiros y persecuciones. Pero esto último no está enfatizado. Goldestein mantiene hasta el final un tono mucho más cercano a la introspección y un ritmo parsimonioso, nunca derrapa hacia “una de acción”. Además narra con poquísimo texto y con muchísimo espacio para el lucimiento de Feliciano, lo cual explica por qué en casi 100 páginas Taca tac desarrolla un argumento que bien podría haberse contado en 16 páginas… o 20, siendo muy generosos.
Esto es, sin dudas, una rareza dentro de la historieta argentina, y la recomiendo sobre todo a los hardcore fans de Feliciano García Zecchin que quieran ver al ídolo explorando una estética que no tiene nada que ver con la de sus obras más populares.

Hasta acá, lo más lindo es la sensación de salvajada. Andrews tiene total control sobre esta historieta, y nos lo hace notar todo el tiempo. La estructura, los climas, el nivel de violencia, todo está exagerado por el autor para que nos demos cuenta de que él está ahí, poniendo su sello y arriesgando su chapa, de que esto no lo podría haber hecho ningún otro coñemu del mainstream yanki. O sea que si comprás la onda de Andrews, difícil no engancharte y alentarlo desde la tribuna.
A mí el dibujo de Andrews me fascina. Me encanta como afana/ actualiza al Frank Miller de los ´80 (el que nos gustaba a todos), cómo le mete cositas de John Romita Jr. y Fernando De Felipe, cómo trabaja el color (sí, Andrews se entinta y se colorea a sí mismo), cómo se zarpa en la puesta en página, cómo y dónde mete los bloques de texto y las onomatopeyas… Me doy cuenta de que no es un genio, ni un revolucionario que vino a dar vuelta como un guante la historia del comic, pero me copa esa cosa visceral, hiper-explosiva, por momentos manierista, por momentos al filo del grotesco, pero siempre sumamente efectiva. Y encima soy fan de Iron Fist, así que imaginate si habré quedado manija. Tengo comprado el Vol.2, espero leerlo durante el 2018.
Volvemos pronto con nuevas reseñas. Y nos vemos este miércoles y jueves en las Jornadas de Historieta en la Universidad de Palermo.
Published on October 16, 2017 10:41
October 14, 2017
TARDE DE SABADO

Me clavé el Vol.2 de ¡García!, el díptico cuya primera mitad comentamos el 30 de Abril de este año. La verdad que mientras leía el Vol.1, se me despertó la sospecha de que Santiago García y Luis Bustos, en su afán de crear una obra extensa, enorme en cantidad de páginas, se estaban arriesgando a complejizar la trama al pedo, a meter personajes que después no iban a poder desarrollar, o que en el global de la historia no iban a tener un peso real. Bueno, nada que ver. Este segundo tomo juega mucho menos al metacomic, hace mucho menos hincapié en que García y Jaimito tienen esa extraña dualidad de haber sido considerados meros personajes de historieta cuando en realidad eran humanos de carne y hueso, y profundiza mucho más en la intriga política que pone en jaque a España y fuerza el regreso de este “super-cana” ideológicamente alineado con la dictadura de Francisco Franco.
Además de muchísima acción, ¡García! nos ofrece pequeños pero potentes instantes de reflexión, acerca de cómo cambió España en los últimos 60 años, de aquel país facho y cuasi-oscurantista a un país moderno y pujante… en el que también hay varios obstáculos a la hora de que la prosperidad se reparta pareja entre todos, principalmente la corrupción y la venalidad atroz de los gobiernos supuestamente democráticos. En el contrapunto entre la España antigua y la España actual, García acierta al no idealizar a ninguna de las dos.
Ya hablamos bastante en la reseña del Vol.1 del dibujo de Luis Bustos, así que alcanza con decir que en ningún momento baja el impresionante nivel que vimos en aquella primera mitad. Una bestialidad, una cátedra comiquera quintaescencial realmente difícil de describir con palabras. Recomiendo muchísimo la lectura de ¡García!, una obra maestra en muchos sentidos, y ya tengo esperando turno otra novela gráfica de Luis Bustos para seguir bancando a este alucinante autor español.

Pero vamos a la saga de Yanayag, una historia de hechicería, conjuros, maldiciones y duelos entre brujos… que en realidad están ahí para maquillar de aventura fantástica una trama signada por la ambición, el poder, el orgullo y los amores no correspondidos. A lo largo de toda la obra, el interés crece cuando Mazzitelli pone el foco en la intriga palaciega y decrece en ese tramo del medio, cuando Yanayag ya adolescente sale a vivir breves aventuras cuasi-autoconclusivas, rodeado de personajes secundarios pensados para durar un sólo episodio. Por suerte, en el tramo final el personaje vuelve al reino donde Mazzitelli venía cocinando a fuego lento el núcleo dramático de la obra, y desarrollando a personajes realmente complejos y atractivos (la reina Nustifari quizás sea el personaje femenino más logrado en la extensa carrera del guionista). El final es inapelable, redondísimo, justo y despiadado en partes iguales. Como suele suceder en la obra de Mazzitelli, el único déficit es que, al desenfatizarse tanto la machaca, vemos al héroe sufrir poco, transiprar poco la camiseta para vencer los retos y los obstáculos que le plantea el guión.
Por el lado del dibujo, una vez más tenemos a Alcatena en su salsa, dispuesto a imaginar y regalarnos infinitos reinos fantásticos, con sus palacios, fortalezas, criaturas, armas y vestimentas, siempre originales, siempre conmovedores por el volumen de trabajo y por la destreza técnica con la que nos los presenta el artista. Como cada vez que tiene la posibilidad de trabajar en historias ambientadas en mundos fantásticos, la inagotable imaginación de este orfebre del plumín se pone la historieta al hombro y nos deslumbra como sólo él sabe hacerlo. Sumésmosle los hallazgos en materia de puesta en página y armado de las secuencias, y estaremos hablando de páginas que superan muy ampliamente la media de lo que suele verse en los “contenittore” italianos, que son las publicaciones donde se dan a conocer originalmente las obras de Alcatena y Mazzitelli. Una vez más, gracias por la magia.
Y tengo un par de libritos más listos para reseñar, así que en una de esas mañana o el lunes feriado clavo otro post. Hasta entonces.
Published on October 14, 2017 15:38
October 12, 2017
TRIP TO TAMPA (parte 2)

Emerald City es una de las comiquerías más impactantes que vi en mi vida. Por sus dimensiones gigantescas y por la cantidad de material que tiene. Comics de todas las épocas y para todos los públicos, TPBs, hardcovers, muñecos, juegos de mesa, merchandising… la verdad que te podés quedar horas y horas revolviendo las bateas. Preparate para dejar una fortuna, no porque los precios sean caros (de hecho hay muy buenas ofertas), sino por la cantidad de paponga que podés llegar a encontrar. La atención es excelente y el local es tan, pero tan zarpado que te querés quedar a vivir.
Otra visita obligatoria es Mojo´s Books & Records. Ahí tenés una barra donde tomar café (o escabiar), discos de todo tipo (vinilos, CDs, lo que se te ocurra), DVDs, literatura… y un sector de comics increíble, con toneladas de TPBs y hardcos a mitad de tapa, infinitos mangas en oferta (no los más interesantes, pero hay mucho) y hasta una amplia selección de álbumes de comic francés… ¡en francés! (Sí, me fui a EEUU a comprar comic en francés, no tengo paz…). No hay muñecos, ni remeras, ni back issues, ni un gran surtido de novedades, pero para buscar rarezas y pagarlas a precios inverosímiles, Mojo funciona tan bien como cualquier convención. Y además tiene esa onda bohemia, pseudo-contracultural, que siempre suma.
No hagas la boludez que hice yo de ir el último día a Green Shift, una impresionante tumba cuasi-crota donde además de comics venden discos e instrumentos musicales. Acá está el rockanroll, la falopa hardcore, el oro nazi. Hay trading cards, remeras, muñecos, revistas de información de cualquier época, bateas con material de la Silver Age a precios increíbles, una selección de novelas gráficas y comics “para adultos” (definición que en EEUU abarca a cualquier cosa donde se vea una teta) que te hiela la sangre, muebles enteros que desbordan de TPBs y hardcos a mitad de tapa o menos, una pared gigante cubierta de cajas con revistitas a u$ 1, y otra apenitas más chica con revistitas a… 25 centavos. Ni en las convenciones se siguen viendo las revistitas a 25 centavos, pero en Green Shift hay toneladas. Otro lugar para ir con tiempo, paciencia y guita de sobra.

Y saliendo un poquito de Tampa, pero ahí cerca, está la localidad de Brandon, donde encontré otro templo absolutamente recomendable: Read More Comics. Un local muy grosso, una cueva de pura cepa comiquera, donde me sorprendió la cantidad de TPBs raros y descatalogados, que encima están un 25% por debajo del precio de tapa. Además hay un amplio sector de back issues, que incluye unos muebles interminables que desbordan de revistitas a u$ 1. La atención es muy buena y está a cargo de un flaco que se parece a Kurt Russell y habla como el actor que hace de Yondu en las pelis de los Guardianes de la Galaxia. Acá también, hay que ir bien munido de tiempo y dinero.
Guarda: Tampa no tiene opciones de transporte público como Buenos Aires, ni “está todo cerca” como suele decirse en otras ciudades más chicas de Argentina. O sea que moverse de un lado al otro para recorrer estos locales puede llevarte muchas horas de viaje (siempre en auto) y unos cuantos litros de nafta. De todos modos, no dudes que vale la pena, porque estos cinco templos (más alguno que no tuve tiempo para visitar) te van a abastecer de una cantidad inverosímil de material a precios impensables. Y si no te alcanza, siempre está Barnes & Noble, la mega-librería donde no hay grandes ofertas, pero hay (por ejemplo) una selección de manga mucho más amplia y más cuidada que en cualquier comiquería.
Si algún día tenés la oportunidad de visitar Tampa, llevate estos datos como guía y arrasá con todo.
Published on October 12, 2017 14:03
October 11, 2017
TRIP TO TAMPA (parte 1)

La verdad que la convención no fue alucinante ni inolvidable. Por ahí porque uno venía mal acostumbrado a eventos gigantescos como la New York Comic Con o la WonderCon de Anaheim. La de Tampa es una convención más chica, más “de barrio”, muy a la sombra de la de Orlando, que está ahí cerca y cada año crece más y arma más kilombo. En materia de artistas invitados, no estaba mal: Stan Lee y Kevin Smith ya te garantizan una convocatoria zarpada, y además había un montón de actores de series que no miro, actores que dan sus voces a personajes de animación (yankis y japoneses, que se doblan en EEUU), cosplayers, youtubers y demás “celebridades”. Y autores de comic, si te gusta sólo el mainstream yanki, tampoco te podías quejar, porque estaban Neal Adams, Chuck Dixon, Amanda Conner, Jimmy Palmiotti, Jae Lee, Ron Marz, Ty Templeton, Tom Grummett, Greg Land, Pat Broderick, Freddie Williams III… bastante bien, dentro de la poca variedad. Y salvo el pobre forro de Neal Adams, todos tenían buena onda para firmar, charlar y sacarse fotos con los fans. Para dibujar también, pero sólo con guita de por medio.
Entre los stands… había de todo. Mucho merchandising, obviamente, para cubrir la ausencia de los stands de las editoriales, que a este tipo de eventos no van ni en pedo. Era el festival del Funko, las action figures, y también de esos “manteros” que sufrimos en los eventos de Argentina, que llevan almohadones, collarcitos, aritos, ropa, tazas y un montón de cosas que no tienen mucho que ver con la historieta. Dentro de eso, vimos muy buen material en los rubros coñemus (incluso piletones de tres por u$ 10), juegos de mesa y de cartas. Pero la posta son los comics y sí, había bastantes stands 100% centrados en los comics. Mucho libro a mitad de tapa (llorando un poquito y comprando cantidades grandes, siempre se consigue un precio mejor... sí, te podés llevar por menos de u$ 10 libros que de tapa valen u$ 20), algún criminal con varios muebles de libros a u$ 5, y bastante variedad en materia de revistitas, desde las infaltables cajas de 50 centavos hasta el especialista en material hiper-antiguo en perfecto estado que te decapita por un mísero comic-book porque es la primera aparición del Capitán Garompa. Como siempre, funciona la de hacer asociación ilícita entre varios para abultar las cantidades y conseguir mejores precios, la de llorarle al que te vende el primer lote grande para que te aguante los bultos en el stand (el maestro Dixon también prestó un pedacito de su espacio para aguantarnos las cajas con brolis) y la de bancar al último día para ver si algún dealer se baja los lienzos y empieza a ofrecer descuentos que antes no ofrecía.

No es una convención a la que volvería, te soy sincero, simplemente porque todavía me falta conocer un montón más. Pero a la ciudad de Tampa sí, me dan muchas ganas de volver, sobre todo por las comiquerías, de las que prometo hablar muy pronto.
Mientras tanto sigo leyendo, eh? Ya me bajé el último libro que me quedaba pendiente de los que se editaron en Argentina en 2016 y en cualquier momento se viene la reseña.
Gracias por estar y la seguimos pronto.
Published on October 11, 2017 10:06
TRIP TO TAMPA

La verdad que la convención no fue alucinante ni inolvidable. Por ahí porque uno venía mal acostumbrado a eventos gigantescos como la New York Comic Con o la WonderCon de Anaheim. La de Tampa es una convención más chica, más “de barrio”, muy a la sombra de la de Orlando, que está ahí cerca y cada año crece más y arma más kilombo. En materia de artistas invitados, no estaba mal: Stan Lee y Kevin Smith ya te garantizan una convocatoria zarpada, y además había un montón de actores de series que no miro, actores que dan sus voces a personajes de animación (yankis y japoneses, que se doblan en EEUU), cosplayers, youtubers y demás “celebridades”. Y autores de comic, si te gusta sólo el mainstream yanki, tampoco te podías quejar, porque estaban Neal Adams, Chuck Dixon, Amanda Conner, Jimmy Palmiotti, Jae Lee, Ron Marz, Ty Templeton, Tom Grummett, Greg Land, Pat Broderick, Freddie Williams III… bastante bien, dentro de la poca variedad. Y salvo el pobre forro de Neal Adams, todos tenían buena onda para firmar, charlar y sacarse fotos con los fans. Para dibujar también, pero sólo con guita de por medio.
Entre los stands… había de todo. Mucho merchandising, obviamente, para cubrir la ausencia de los stands de las editoriales, que a este tipo de eventos no van ni en pedo. Era el festival del Funko, las action figures, y también de esos “manteros” que sufrimos en los eventos de Argentina, que llevan almohadones, collarcitos, aritos, ropa, tazas y un montón de cosas que no tienen mucho que ver con la historieta. Dentro de eso, vimos muy buen material en los rubros coñemus (incluso piletones de tres por u$ 10), juegos de mesa y de cartas. Pero la posta son los comics y sí, había bastantes stands 100% centrados en los comics. Mucho libro a mitad de tapa (llorando un poquito y comprando cantidades grandes, siempre se consigue un precio mejor... sí, te podés llevar por menos de u$ 10 libros que de tapa valen u$ 20), algún criminal con varios muebles de libros a u$ 5, y bastante variedad en materia de revistitas, desde las infaltables cajas de 50 centavos hasta el especialista en material hiper-antiguo en perfecto estado que te decapita por un mísero comic-book porque es la primera aparición del Capitán Garompa. Como siempre, funciona la de hacer asociación ilícita entre varios para abultar las cantidades y conseguir mejores precios, la de llorarle al que te vende el primer lote grande para que te aguante los bultos en el stand (el maestro Dixon también prestó un pedacito de su espacio para aguantarnos las cajas con brolis) y la de bancar al último día para ver si algún dealer se baja los lienzos y empieza a ofrecer descuentos que antes no ofrecía.

No es una convención a la que volvería, te soy sincero, simplemente porque todavía me falta conocer un montón más. Pero a la ciudad de Tampa sí, me dan muchas ganas de volver, sobre todo por las comiquerías, de las que prometo hablar muy pronto.
Mientras tanto sigo leyendo, eh? Ya me bajé el último libro que me quedaba pendiente de los que se editaron en Argentina en 2016 y en cualquier momento se viene la reseña.
Gracias por estar y la seguimos pronto.
Published on October 11, 2017 10:06
October 7, 2017
DE VUELTA AL RUEDO

Después de un largo tiempo alejado del comic británico, me clavé Stone Island, una saga aparecida originalmente en 2006-2007 en las páginas de la 2000 A.D., a cargo de un equipo que prometía muchísimo: el guionista Ian Edginton y el dibujante Simon Davis. Ya desde el prólogo, Edginton nos aclara “guarda que esto no es Guerra y Paz, ni Watchmen”. El guionista blanquea desde el vamos su intención de ofrecernos un comic pochoclero para pasar el rato, con machaca, gore, impacto y acción al palo. Y la verdad es que cumple, aunque sin dejarnos mucho más.
La trama es interesante, hay un giro muy logrado que hace que el personaje que pintaba para protagonista al final fuera… otra cosa, mientras un personaje que parecía secundario recibe un tratamiento profundo y muy copado en su accidentado camino hacia la improbable redención, y los diálogos hacen gala de un humor negro irónico, con deliciosa mala leche. O sea que como entretenimiento, Stone Island es un comic dignísimo, por momentos perturbador por los niveles de sangre y tripas, por momentos atrapante por los conceptos que mete Edginton y por el tratamiento que reciben Harry Rivers, David Sorrell y el resto del elenco.
La pulenta, sin embargo, es el dibujo de Davis. Este animalito pasado de rosca parece una cruza entre Simon Bisley, Sergio Toppi y el Sean Phillips de los ´90. Con un tratamiento muy realista de los personajes humanos y una técnica pictórica de alto vuelo, Davis garantiza el impacto a la hora del gore y la violencia. Se nota que la narrativa es lo que más lo complica, pero aún así no se ven pifias groseras. Quizás lo más cuestionable sea que los personajes tienen caras de actores del mundo real (Stephen Rea, Harry Dean Stanton, Ralph Fiennes y otros a los que mi escasa cultura cinematográfica no me permite identificar). Pero la verdad es que visualmente esto es espectacular y te deja pidiendo más Simon Davis (tendré que volver a hojear los tomos de Sinister Dexter). Si estás buscando dibujantes de la escuela pictórica que te puedan sorprender o sagas de terror físico bien truculento, no dudes en entrar(le) a Stone Island.

Por suerte las 67 páginas que sí tienen historietas están buenísimas. Fraticelli recurre a las convenciones del clásico policial negro para contar un thriller político intenso, que te logra poner nervioso, con varios giros imprevistos. Y claro, con ese ancho de espadas de que todo transcurre en el extraño mundo de una heladera desenchufada donde el frío empieza a escasear y de a poco “se pudre todo”. En una de esas, esta misma historia protagonizada por seres humanos también estaba buena, pero el hecho de que los protagonistas sean huevos, lácteos, gaseosas y hortalizas le da a Putrefacción esa arista, ese filo que la hacen única y sumamente memorable.
Como también resulta memorable el trabajo de Couselo al frente del dibujo. Es muy loco descubrir a un dibujante que aparece de la nada (jamás lo había visto ni siquiera en fanzines) y muestra desde la primera página un dominio tan avasallante de la técnica, tanto de ilustración como de narración gráfca. Más allá de la insoslayable influencia de Charles Burns, Couselo tiene un estilo propio, basado en un manejo impactante del claroscuro a todo o nada, logrado (creo) con un plumín cuasi-mágico. Pero además le gusta experimentar con la puesta en página, con la forma de las viñetas… Acá, más que un canchero que ostenta virtuosismo, hay un narrador inquieto que se desvive por probar cosas nuevas. Recomiendo mucho Putrefacción, claro ejemplo de la renovación constante de la historieta argentina, y de la vigencia de algunos géneros que a veces se nos antojan agotados, pero sólo porque se agotan los autores que se dedican a ellos. Y hablando de agotarse, si esta edición se agota, por favor para la próxima menos páginas de relleno.
Gracias por el aguante durante estos días de ausencia y trataremos de bancar los trapos este mes con otros 7 u 8 posteos, a ver si de milagro llegamos a los 100 antes del 31 de Diciembre.
Published on October 07, 2017 10:12
September 25, 2017
RESEÑAS PRE-VACACIONES

Arranco con Momentos, un maravilloso recopilatorio de historias de una o dos páginas realizadas por los hermanos Tha y T.P Bigart entre 1980 y 1981 (plena transición democrática) para la revista española El Papus, una publicación absolutamente clave para entender aquellos años.
Allá por los albores del blog, un lejano 02/06/10, ya vimos un álbum de historias cortas de Josep y Joan Tharrats (que así se llaman los autores en el DNI) y por lo menos en lo que respecta al dibujo, no hay mucho para agregar. Este material es anterior a Absurdus Delirium, pero no se nota una mayor precariedad o inexperiencia en el trazo de Tha. Es evidente que esta bestia mostraba un talento realmente impresionante ya desde sus primeros trabajos profesionales. Lo más lindo es lo vigente que se mantiene, cómo pasan las décadas y estos dibujos conservan intacto su poder para inspirar, para emocionar y para impactar, incluso cuando están pensados para ser 100% funcionales a estos breves relatos.
Y si te gusta que el humor levante vuelo y que -además de hacerte reir- a veces te deje estupefacto por su nivel de delirio o de bizarreada, y a veces te deje pensando porque te baja una línea potente (con distintos grados de sutileza) y te invita a ver desde otra óptica aspectos de tu realidad… acá vas a encontrar un faro de referencia, un pico. En general, todo el comic humorístico de la transición democrática es rico en mensajes, en ampliación de horizontes… Pero en las páginas de Tha y Bigart me parece que es donde se encuentran los mejores momentos. Esto es magia en estado puro, de verdad.

La primera obra es Actores de Provincia, de Jorge Ricci. Acá el guionista forma equipo con Fabián Mezquita, que nos regala páginas llenas de plasticidad, dinamismo, excelentes expresiones faciales y un notable manejo del claroscuro. Es un trabajo raro, porque en general a Mezquita le encanta lucirse en los fondos, meterles muchos detalles, hacer que el lector los sienta muy reales. Y en Actores de Provincia casi no hay fondos, si no que pasa todo por los cuerpos, las caras, las luces y las sombras. La química entre Farías y Mezquita funciona a pleno y permite que esta meta-obra de teatro (que habla del mundo de los actores, los dramaturgos y las puestas teatrales) se convierta en una historieta muy entretenida.
Para la segunda obra teatral (Saverio el Cruel, nada menos que de Roberto Arlt), Farías trabaja con un autor al que no me imaginaba adaptando obras de teatro. Pedro Mancini, con su estilo más limpito, más despojado, más inexpresivo, más frío, más distante, logra que para la segunda página nos olvidemos por completo de que Saverio el Cruel alguna vez fue una obra de teatro. Enseguida te metés en el relato, como te metés en una historieta, y ahí te quedás hasta el final, atrapado en ese clima casi surrealista (a pesar de que los diálogos suenan bastante reales) que me remitió varias veces a las historietas de Jason. Si bien gráficamente es difícil emparentar al noruego con Mancini, hay algo en el ritmo del relato, en la inexpresividad de los rostros, en el estatismo de las figuras, en la escacez de decorados, que acerca este trabajo de Pedro a las obras de Jason. Lo mejor que hace Farías en este caso es desaparecer, hacerse invisible, trabajar para que no notemos que está ahí, para convencernos de que esta es una historieta de Mancini, ni siquiera una adaptación de un texto previo. Un verdadero hallazgo del prolífico autor oriundo de Bahía Blanca, que sigue acumulando logros en el difícil rubro de la transposición de historias a nuestro medio favorito.
Retomamos seguramente en algún momento del finde del 7 y 8 de Octubre. Banquen hasta entonces, que prometo volver con las pilas recargadas y las valijas repletas de comics.
Published on September 25, 2017 09:51
September 21, 2017
LLEGO LA PRIMAVERA

A lo largo de 2012, en la revista Orsai salieron varias historietas e ilustraciones realizadas por una extraña dupla: un actor muy conocido (y gordo) y un historietista muy conocido (y flaco). Alfredo Casero y Juan Sáenz Valiente dejaron que sus universos colidaran para crear breves gemas del delirio, luego recopiladas en una lujosa edición a cargo de los propios autores, junto a algunas perlitas inéditas.
Supongo que no hará falta explicar cómo funciona el humor de Casero, porque todos habrán visto alguna vez aunque sea un sketch de Cha-Cha-Cha (su más gloriosa incursión en la tele argentina). En las historietas, la mecánica es más o menos la misma: parodia de géneros, mezclada con niveles sobrehumanos de demencia y un poco de guarangada, como para que nunca te imagines para dónde va a salir el chiste. Parece difícil combinar esa no-estructura con algo tan fijo, tan sólido, tan rígido si se quiere, como es el relato gráfico al que llamamos historieta. Pero en general la mezcla funciona bien, el humor de Casero resulta bastante transplantable a este medio, en parte porque el actor es, además, ávido consumidor de historietas.
Por supuesto, buena parte del mérito le corresponde a Sáenz Valiente, que puso al servicio de Casero su apabullante arsenal de recursos gráficos. Acá Juan hace de todo: historieta clásica, ilustraciones que parodian a las publicidades de las revistas de los años ´50, caricaturas de famosos, experimentos limados con las onomatopeyas, los globos y el rotulado… Si alguna vez soñaste ver a este mago del dibujo romper todas las recetas y dedicarse a saltar al vacío en casi todas las páginas, acá vas a enloquecer. Incluso vas a ver a Sáenz Valiente jugando a parecerse a otros dibujantes (en una historia toma la estética de Dave Cooper, en otra el rotulado típico de la revista Lúpin), e incluso simplificando su trazo al extremo, como si hiciera humor gráfico onda Tute. La verdad es que, como bizarreada, Un Perro con Sombrero está logradísimo: te sorprende, te engancha y te hace reir en voz alta.

La saga final de Johns presenta un clima mucho más trágico y más serio que el de aquellos primeros episodios, pero también un perfil más político, más psicológico, con menos peso de la machaca a la hora de resolver los conflictos. Death of a King ofrece una compleja trama de lealtades y traiciones, con batallas épicas escalofriantes y una expilcación detallada de la historia de Atlantis que rige para esta versión de Aquaman. Si en Throne of Atlantis el foco estaba puesto en esa dicotomía que corporiza Aquaman al ser al mismo tiempo héroe de la superficie y rey de los mares, esta vez todo pasa por lo segundo. Johns se dedica a explorar minuciosamente cómo es gobernar el milenario reino subacuático.
En cuanto al dibujo, la mala noticia es que ya no está Ivan Reis. Y la buena es que con el ingreso de Paul Pelletier se terminó la rotación de dibujantes, ese disparate de tener cuatro dibujantes distintos para sacar con fritas seis episodios. A pesar de que el colorista Rod Reis Pelletier hace lo imposible para que Pelletier parezca Ivan Reis, el nuevo dibujante no se acerca a los mejores momentos del brazuca, si bien es más que digno. Pelletier se esfuerza demasiado por parecerse a Bryan Hitch, al punto de poder engañar a más de un incauto y -al igual que el británico- aprovecha muy bien la impronta grandilocuente y épica del guión para desplegar un dibujo potente, elegante y dinámico a la vez. Death of a King es un cierre muy convincente para esta gran etapa de Aquaman, que si bien no califica para ser la mejor de la historia del personaje, está ahí, entre las que tenés que leer sí o sí si te copa este eterno segundón del panteón heroico de DC.
Y hasta acá llego, por hoy. El martes me voy de vacaciones, pero prometo postear una vez más antes de ese día. Ya estoy leyendo un librito para reseñar muy pronto. Aguante.
Published on September 21, 2017 18:30
September 18, 2017
DOS QUE TENIA PENDIENTES

Me voy primero a 2008, cuando se edita en Japón el tomo Emanon Recuerdos, un manga que un lector del blog me recomendó allá por el 14/07/12, cuando me tocó reseñar otra obra de Kenji Tsuruta. Yo estaba fascinado con el dibujo de Tsuruta, pero casi indignado por las torpezas que me había encontrado en el guión de aquel manga… y la verdad es que acá el único problema que tiene el guión es que está infinitamente descomprimido. Tsuruta toma un relato del escritor Shinji Kajio y lo convierte en una historieta de más de 160 páginas, cuando tranquilamente podrían haber sido… 44, o como mucho 50.
Por suerte la historia está muy bien (levanta grosso en las últimas 15 páginas, así que si te venís aburriendo, aguantá) y el dibujo de Tsuruta es tan bueno que te estremece el alma. Hay que entrarle munido de una paciencia infinita, porque la trama se desarrolla a un ritmo realmente parsimonioso. Pero la verdad es que no resulta tan traumático, porque la trama en sí se basa en diálogos y silencios. No hay acción, no hay persecusiones ni peleas, y el único entrevero sexual está apenas sugerido. Todo se basa en climas y sensaciones que Tsuruta construye mediante secuencias largas en las que los personajes o hablan, o se miran, o miran al infinito. Hay un misterio vinculado a un elemento fantástico, pero en ningún momento se llega a articular (con perdón de la palabra) un conflicto importante, ni a generar tensión en el lector. Queda todo ahí, en lo que se dice, en lo que se da por sentado, en lo que se intuye… y por supuesto en lo que cada uno quiera interpretar. Si te gustan las historias intimistas, con un toque romántico y un toque fantástico, y no te jode que la trama esté narrada con un grado máximo de decompresión, entrale a Emanon Recuerdos y disfrutá. Ya solo por el dibujo de Tsuruta, se recontra-justifica.

Sobre esa base tan remanida, Saracino construye una historia sumamente ganchera, con un ritmo ágil, diálogos ingeniosos, el regreso de los conceptos más atractivos de la primera saga y lo más interesante: un muy lindo elenco de personajes secundarios y villanos, muchos de los cuales tienen un desarrollo interesante y otros te dejan esperando con ansias nuevas aventuras de Ich en las que los veamos desarrollarse más. ¿Qué le falta a estas 100 páginas? Un climax más fuerte, esa escena tremenda en la que vemos que el héroe pone todo pero no le alcanza y tiene que poner más. Acá lo más parecido al climax llega cuando Curt dice “bueno, dale, acepto ser el Elegido”… que es lo que todos sabíamos que tarde o temprano iba a pasar.
Visualmente, hay más sorpresas. Muchas, por suerte. Incluso me atrevo a postular que este es el mejor trabajo de Ariel Olivetti en lo que va del Siglo XXI. Por el riesgo en la narrativa, por la evolución en las expresiones faciales, por el manejo del timing (fundamental sobre todo en las secuencias donde Saracino se florea con algún toque de comedia), por el laburo que tiene cada página, más allá de que los fondos sigan siendo fotos retocadas. Acá se nota demasiado que Olivetti está cómodo, a gusto, involucrado con los personajes, con la historia, sin “mirar el reloj” a ver cuánto falta para la próxima escena de machaca entre monstruos hiper-musculosos. Una verdadera cátedra de este animal mitológico del dibujo al que, cada tanto, la historieta logra volver a enamorar.
Y no tengo más material leído. Le meto pata para tratar de clavar por lo menos dos posteos más antes del 26, que empiezan mis vacaciones. Gracias por el aguante de siempre.
Published on September 18, 2017 07:10
September 13, 2017
QUE NO DECAIGA

Me pintó redescubrir algún clásico y caí en Las Siete Bolas de Cristal, un álbum de Tintin que Hergé dio a luz allá por 1948, cuando ya tenía el estilo de dibujo perfectamente depurado y el elenco de la serie ya establecido en su totalidad. Me pregunto en qué momento de la realización de este álbum Hergé habrá decidido convertirlo en la primera mitad de un díptico, y liberarse de la obligación de cerrar en la página 62 todas las puntas que empieza a desarrollar en la página 1. Me imagino que la respuesta debe ser “antes de llegar a la página 10”, porque para ese momento ya se nota que la trama avanza demasiado lento, que da muchas vueltas, que las escenas se estiran innecesariamente, no sólo para incluir las típicas secuencias humorísticas de golpes, tropezones y juegos de palabras, sino para irse por las ramas con boludeces como el cilindro mágico que convierte el agua en vino, o la aparición de Bianca Castafiore, que no aporta nada al desarrollo argumental. Tintin y Haddock están todo el álbum un par de pasos atrás de los villanos, y recién sobre el final parecen tomar la iniciativa. Pero todavía no llegaron ni a verse cara a cara. Eso sucederá en El Templo del Sol, la segunda mitad del díptico, que prometo leer pronto.
Liberado, entonces, de cerrar la trama al final de estas 62 páginas, Hergé se esfuerza por hacer de Las Siete Bolas… un álbum muy entretenido, lleno de peripecias, chistes y excusas para que aparezcan muchos personajes. El que tendrá más desarrollo será Haddock, mientras que otros cumplirán roles meramente decorativos. Como suele suceder en las aventuras de Tintin, lo que parece un misterio sobrenatural, seguramente se va a resolver de un modo racional, al estilo Scooby-Doo. Mientras tanto, Hergé busca perturbarnos con la maldición ancestral liberada por unos exploradores inescrupulosos que viajaron a Perú y profanaron las tumbas de los antiguos reyes incas. Y hacia allá iremos en El Templo del Sol, a prestarle mucha atención a cómo nos muestra Hergé este país y esta gente.

Ese es el hueco que se plantea cubrir Pulido con esta historia. Una historia chiquita, lineal, que tiene por objeto unir el punto A con el punto B, no mucho más. Y que se podría haber contado en 16 páginas en vez de 46. El hallazgo de Pulido consiste en mostrarnos a Germán haciendo en la ficción lo que le tocó hacer en el mundo real a Héctor Germán Oesterheld, en la época en la que operaba en la clandestinidad, perseguido por la dictadura cívico-militar. Lo vemos abandonar su casa y su vida familiar, transitar por las calles disfrazado para que no lo reconozcan, escribir sus guiones escondido, refugiarse en una isla del Tigre… todas cosas que el verdadero HGO vivió en carne propia, replicadas con buen tino en la ficción. Al final, Germán no publicará nunca esa historieta, porque vencerán las fuerzas de la represión, las que siempre están ahí, al acecho, para callar, para desaparecer, ayer a Oesterheld, hoy a Santiago Maldonado, mañana capaz que a mí o a vos.
El dibujo de Massaroli es interesante, por momentos con algún guiño al trazo de Solano López, pero en general mucho más jugado al claroscuro que en otros trabajos suyos, con fuertes contrastes entre masas negras y espacios blancos que por momentos me recordaron al querido Walther Taborda, quien también dejara su huella en la mitología de El Eternauta.
Si sos muy fan de la saga de Juan Salvo, o si te copa esa época en la que Oesterheld se jugaba la vida a cada paso por su militancia política pero seguía escribiendo historietas, no tengo dudas de que el clima opresivo y conspiranoico de El Manuscrito te va a atrapar.
Volvemos pronto con nuevas reseñas y… nos vemos el finde en Sismicomix. ¡Hasta entonces!
Published on September 13, 2017 21:43
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