Álvaro Bisama's Blog, page 6
January 4, 2018
Mariana ante el tribunal
Acusada ante el Tribunal Supremo de la DC por no haber apoyado a Guillier en la segunda vuelta, Mariana Aylwin dirigió una carta a ese organismo que constituye una requisitoria a todo el partido respecto de la responsabilidad colectiva por la crisis en curso. Vale la pena citarla in extenso:
“La DC se desdibujó con su participación en el gobierno de la Nueva Mayoría, se asimiló a los partidos de izquierda, perdió su identidad -salvo escasas excepciones- y terminó por abandonar su potencial electorado. No fue capaz de convocar con un discurso renovado, nuevo, diferenciador. Nuestro nombre, dolorosamente, está ligado a malas prácticas, apego al poder, los mismos de siempre, incluso a corrupción (…). La DC no ha sido capaz de hacer debate de fondo, no ha sido capaz de entender los cambios y la complejidad de la sociedad actual, ha desvalorizado el patrimonio construido durante los gobiernos de la Concertación, no ha sido capaz de hacer una sola autocrítica, no ha sido capaz de abandonar prácticas caudillistas, ni generar respuestas para los nuevos problemas. Chile está viviendo los desafíos de una modernización tardía y rápida. Nuestra doctrina nos convoca a poner en el centro a las personas y la vida en común. El Estado y el mercado, lo público y lo privado son complementarios. La igualdad es un propósito que se logra con desarrollo, con inversión, con políticas sociales adecuadas, no bajando de los patines a los que los tienen. Una buena sociedad se consigue con buen trato, poniendo las prioridades en los que más lo requieren, no en los que más gritan. La gobernabilidad se consigue, cuando se es gobierno, promoviendo dialogo y encuentro; cuando se es oposición, poniendo el interés del país por delante. Nada de esto está en el centro de las preocupaciones de quienes nos acusan de no respetar los estatutos del partido”.
Verdades duras de una mujer valiente. La DC sufre hoy las consecuencias de haberse dejado arrastrar por una concepción de la política dominada por los acomodos de poder. Se sabe que numerosos parlamentarios DC hicieron campaña por Guillier y no por Carolina Goic en la primera vuelta presidencial. En Atacama, Yasna Provoste obtuvo 32.583 votos en la elección senatorial, y Goic solo 3.677 votos. En la noche del 17 de diciembre, Provoste dijo en CNN: “Claramente nuestras ideas, las ideas que ha representado nuestro candidato, Alejandro Guillier, han triunfado”. No se necesitan pruebas.
La DC ha pagado un alto precio por haber perdido el respeto por sí misma, por quedarse sin voz propia dentro de un pacto de gobierno en el que fue furgón de cola, por dejarse intimidar por los dueños de la retroexcavadora, por no haber reaccionado ante la disolución de su autonomía. ¿Se detendrá el éxodo de militantes? ¿Podrá evitarse la crisis terminal? ¿Quedan suficientes militantes dispuestos a luchar para que el partido no se hunda irremisiblemente? No lo sabemos.
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Un retrato formidable
La exageración de la industria editorial anglosajona en lo que a elogios se refiere produce, a estas alturas, más desconfianza que deseo. Es como si cada temporada apareciera un nuevo genio o una obra maestra. Por lo mismo, algo de aprensión me produjo la contratapa de Siempre Susan, un retrato de Susan Sontag escrito por Sigrid Nunez, una novelista que a fines de los 70 fue pareja de David Rieff, el hijo de Sontag. El libro viene con dos frases promocionales rotundas: el memorialista Edmund White dice que es el mejor texto que se ha escrito sobre la autora de Contra la interpretación (¡y vaya que se ha publicado sobre ella tras su muerte, incluyendo diarios, entrevistas y biografías). La narradora Lydia Davis, a su vez, señala tres condiciones muy poco frecuentes en un libro biográfico: la imparcialidad, el sentido del humor y la compasión.
Es difícil agregar tres atributos más precisos, y es también un enorme placer comprobar que ahora sí estamos ante un tesoro, un texto en el que Sontag es fabulosa e insoportable, magnética e impertinente, soberbia e insegura, generosa y malvada. Es un libro que además está lejos del afán “desmitificador” de muchas memorias de hoy, que creen que el valor radica en la revelación de miserias del biografiado (aquí los recuerdos de hijos y ex esposas forman un subgénero). Nunez muestra la falta de consideración de Sontag hacia los débiles, su rencor por no ser apreciada como autora de ficción, su falta de sentido del humor y, peor aún, la seriedad con que se veía a sí misma. No obstante, es innegable que el libro está escrito desde el cariño y la admiración por una ensayista que marcó la vida cultural estadounidense durante medio siglo.
De una curiosidad y energía inagotables, Sontag fue responsable de la difusión de muchos artistas europeos y latinoamericanos en EE.UU. El propio Bolaño entra al mercado norteamericano con Nocturno de Chile, que llevaba un blurb de Sontag. Pero antes, con su estilo erudito pero abierto, su tono personal pero jamás confesional, contribuyó al conocimiento de la obra de Benjamin y Barthes en la crítica, de Sebald y Kiss en la literatura, de Bresson y Fassbinder en el cine.
Sontag no tenía mayor aprecio por la prosa realista ni por el habla coloquial. Tampoco por las estampas de la vida cotidiana. Su mente era europea, y su aspiración (como lectora) era encontrar obras sublimes. Calvino, Borges o Lem eran, para ella, auténticos genios. ¿Exageraba? A veces. Verano en Baden-Baden no es una novela tan espectacular como pretende, y no creo que Sokurov o Kluge marquen un antes y un después en la historia del cine. Pero qué importa si se dejó llevar por el entusiasmo. Quien pretenda hacer crítica cultural con el canon en la cabeza no llegará a ningún lado. Porque la crítica se compone de conocimiento y perspectiva, pero también de curiosidad, nervio y erotismo. Esa es la lección imperecedera de Susan Sontag.
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2018: vientos de cambio en América Latina
La polémica decisión del presidente Pedro Pablo Kuczynski (mejor conocido como PPK) de conceder el indulto humanitario al ex mandatario Alberto Fujimori, ha generado un complejo escenario político en Perú. Básicamente porque gran parte de la opinión pública considera que se trató de un “pago político” al fujimorismo, a cambio de que PPK no fuera destituido por supuestos vínculos con Odebrecht. Y también porque la imagen de Kuczynski se ha visto gravemente debilitada, por lo que muchos ya sostienen que incluso podría no terminar su mandato.
Sin embargo, Perú no es el único país de América Latina que en 2018 enfrentará un escenario político intenso y complejo. En Cuba, estaba previsto que la actual legislatura concluyera el próximo 24 de febrero, con Raúl Castro dejando la presidencia del país. Pero el Parlamento de la isla decidió extender este periodo hasta el 19 de abril, aduciendo “la situación excepcional” causada por el paso del huracán “Irma” en septiembre pasado.
En ese contexto, el próximo año Cuba celebrará comicios municipales, regionales y generales que concluirán con la elección del sucesor de Castro. Y aunque se han mencionado varios nombres posibles, la carta más segura parece ser el actual primer vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel.
De esta forma, por primera vez en casi 60 años, Cuba no sería gobernada por un integrante de la familia Castro, aunque Raúl se mantendrá como primer secretario del Partido Comunista hasta 2021.
El domingo 27 de mayo, en Colombia se realizará la primera vuelta de una nueva elección presidencial, tras dos periodos de Juan Manuel Santos en la casa de Nariño. Dentro de los aspirantes a sucederlo hay nombres como Rodrigo Londoño (alias “Timochenko”), ex guerrillero y actual líder del partido político de las FARC; Humberto de la Calle, ex jefe negociador de los acuerdos de paz, candidato por el Partido Liberal; el ex vicepresidente Germán Vargas Lleras, del partido Cambio Radical; y el senador Iván Duque, por el partido Centro Democrático (del ex mandatario Álvaro Uribe). Pero quien hasta ahora lleva la delantera en los sondeos es Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín y ex gobernador de Antioquia, candidato de la Coalición Colombia, conformada por el Polo Democrático Alternativo, la Alianza Verde y el Movimiento Compromiso Ciudadano. Un candidato que apuesta a desmarcarse de la política tradicional colombiana, destacando su imagen como “independiente”.
En México, el 1 de julio se celebrarán elecciones generales en las que el país renovará 128 senadores, 500 diputados federales y al Presidente de la República. El oficialista PRI tiene en José Antonio Meade, ex ministro de Hacienda del gobierno de Peña Nieto, a su mejor carta para seguir en el poder. Sin embargo, hasta el momento las encuestas favorecen al polémico Andrés Manuel López Obrador —también conocido como AMLO—, actual líder del partido político Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y ex candidato a la presidencia en 2006 y 2012. Un político controvertido que frecuentemente es visto como una opción política cercana al populismo.
La elección del sucesor de Peña Nieto no solo es importante en términos de política interna; también lo es en términos de la futura relación México-EE.UU., considerando la insistencia de Donald Trump en construir un muro fronterizo que quiere que los mexicanos paguen.
En octubre —en una fecha aún no definida— será el turno de la elección presidencial en Venezuela, en la que se da por descontado que el presidente Nicolás Maduro buscará la reelección. Un escenario particularmente volátil, considerando que las principales figuras de la oposición no podrán participar en ella: Henrique Capriles está inhabilitado para ejercer cargos públicos durante 15 años, Leopoldo López continúa bajo arresto domiciliario y Freddy Guevara se encuentra refugiado en la embajada de Chile en Caracas. Además, aún no está claro si Maduro cumplirá con su amenaza de marginar a toda la oposición, en “castigo” por no haber participado de las pasadas elecciones municipales.
Por eso, ante este escenario, no resulta descartable que Venezuela viva durante 2018 nuevas jornadas de protestas y violencia.
Por su parte, Brasil irá a las urnas el 7 de octubre para elegir al sucesor de Michel Temer, un nuevo Parlamento y las gobernaciones de los estados. Y con la clase política brasileña aún sumida en los numerosos escándalos de corrupción que afectan al país, no es sorprende que la figura que encabeza las encuestas sea el ex presidente Lula, aunque esté condenado —en primera instancia— a nueve años y medio de cárcel.
¿Otros posibles contendores de Lula? El ultraderechista Jair Bolsonaro, del Partido Social Cristiano; Joao Doria, actual alcalde de San Pablo, del Partido de la Social Democracia Brasileña; y tal vez la ex candidata presidencial ecologista Marina Silva, afiliada al Partido Socialista Brasileño.
De esta forma, el próximo año, varios países de América Latina vivirán importantes cambios políticos. Y eso será determinante para su futuro inmediato y el de toda la región.
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Derrota histórica de la Concertación
El país votó en primera vuelta, abrumadoramente, en un 75%, para que se fuera la Concertación/Nueva Mayoría. La segunda vuelta lo confirmó con un 55%. El Frente Amplio votó contra Piñera por temor al revanchismo derechista, mientras que la Democracia Cristiana, Andrés Velasco y parte de MEO se volcaron a Piñera. Es necesario hacer una lectura adecuada a los hechos políticos recientes, para otear bien el futuro descartando los ideologismos y sandeces que han abundado tanto en Chile Vamos como en la Concertación, así como entre los opinólogos de la plaza. Con gran ingenuidad analítica, y un exceso de influencias familiares, el Frente Amplio ha caído en interpretaciones lineales y parece creer que el camino es moderar los planteamientos y hacer alianza con los derrotados.
Sebastián Piñera ganó holgadamente la elección presidencial porque supo navegar en aguas revueltas, con timón firme y plasticidad táctica. Captó bien que el malestar no es solo subproducto inevitable de la modernización, como majaderamente insiste el rector Peña, y deslizó audaces propuestas populistas, como las exigidas por Ossandón, para dar la impresión de detestar los abusos y precariedades de nuestra modernidad indecente. De otro lado, da tristeza constatar que la Nueva Mayoría demostró estar estructuralmente incapacitada para liderar, es decir, convocar y movilizar extraordinariamente a las fuerzas sociales y políticas reformistas: no sabía hacia dónde, no comprendía el porqué, ni el qué, ni el cómo. Guillier con todo su esfuerzo personal, fue incapaz de enrumbar tal barco a la deriva, que ahora termina de hundirse con más pena que gloria.
La Concertación devenida en Nueva Mayoría fue la alianza hegemonizada por los democristianos (Gabriel Valdés) y la fracción de la derecha del Partido Socialista (Ricardo Nuñez), con un definido rumbo democratizador pero continuista en lo socioeconómico y vacilante en las libertades individuales, esto que llamamos valórico. Gobernó autocomplacientemente por casi 30 años, incluido su influjo en el primer periodo de Piñera, en un contexto de libertades y de modernización indecente. Este ciclo terminó y para siempre. Diciembre 17 quedará inscrito como el día en que se inauguran tiempos raros, que anticipan una encrucijada hasta ahora insospechada. Así de grande es la sorpresa ante los resultados de la primera vuelta y segunda vuelta.
La alta votación por el “cambio a lo Piñera” en el balotaje se puede explicar por tres factores: en primerísimo lugar el cansancio extendido con la Concertación/NuevaMayoría dados su mediocridad y halo tóxico; el miedo a la inestabilidad que aterró a la burguesía y que logró traspasarse a amplios sectores de las capas medias; y las cuatro promesas sustanciales que Piñera y su equipo programático comprometieron ante el país en la hora nona: terminar con el abuso de las AFP y dar pensiones dignas; terminar con el abuso de las Isapres y poner fin a la discriminación en salud; avanzar en la gratuidad del sistema educativo chileno con metas inmediatas de un 60% en las universidades y un 90% en la educación técnico profesional, además de consolidarla en la infancia y la etapa escolar; por último, abrir un debate y proponer iniciativas para abrir paso al matrimonio igualitario. Este es el “programa mínimo” que le facilitó el triunfo a Piñera. Sus ya sabidas, y por cierto necesarias, propuestas sobre delincuencia, crecimiento y empleos no fueron suficientes y así lo demostró la primera vuelta.
Las ilusiones sembradas por la derecha en los últimos 30 días, que les concitó la mayor votación de la historia reciente, pueden devenir en catastróficas para Piñera si son traicionadas.
Dada su historia, difícilmente Piñera, un multimillonario y representante destacado da la modernidad indecente, se atreva a actuar a lo Patricio Aylwin quien, luego de ser uno de los íconos de la conjura del golpe militar junto a Onofre Jarpa, no desaprovechó la oportunidad para reinscribir su nombre en la historia. Piñera no parece tener interés ni coraje para ser un líder nacional que abra paso a una modernidad decente: con estabilidad institucional y social, economía pujante y diversificada para el siglo 21; avances sustantivos en libertades valóricas y; sobretodo, un sólido Estado de bienestar con derechos sociales garantizados para todos y todas. Muchos países que alcanzaron el desarrollo con este mínimo civilizatorio, lo hicieron liderados unas veces por socialdemócratas, otras por socialcristianos, otras por liberales y, en ciertas ocasiones, por derechas republicanas.
Es probable que en el pensamiento de algunos intelectuales y jóvenes que le rodean hoy se acaricie esta posibilidad, pero mascullan con resignación que Piñera, casi con seguridad, defraudará a Chile y las reformas civilizatorias seguirán pendientes. Lamentablemente para el país y su convivencia, Piñera, ante tal encrucijada, no tendrá ni la visión ni las agallas para inscribirse en la historia como un reformista democrático y liberal y, traicionando las esperanzas de las mayorías que lo eligieron, se convertirá en otro gobernante más que durante su mandato llevó al país por el camino de la división y la naturalización del abuso, parapetándose junto a los cavernarios para retardar el inevitable cambio civilizatorio.
Tal vez Piñera pudiese impulsar algunas inocuas reformas tras un discurso gatopardista; para ello podría contar con el apoyo parlamentario de una franja concertacionista, a quienes, en 30 años, no les ha incomodado el statu quo. Ante tal escenario, la respuesta no es la alianza con lo que muere, ni sumarse a la agonía nuevamayorista. Hay que atreverse a cambiar de ciclo. La opción es sacudirse de los Eyzaguirre y Quintana, de los Walker y Alywin, de los Velasco y Campos, de los Elizalde y Gutiérrez. Para eso, en vez de moderar el discurso hacia la ambiguedad del centro, es necesario levantar con más fuerza y convicción las banderas de una sociedad moderna y decente, del ancho camino hacia un desarrollo civilizado del país.
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La segunda transición
Con la intención de apelar al sentido común y moderación de un electorado abrumado con la ideologización instalada por este gobierno, el presidente electo Sebastián Piñera durante su campaña ofreció –de resultar ganador- liderar una segunda transición en nuestro país. El objetivo era buscar acuerdos transversales para llevar a Chile al desarrollo. Aquello, no obstante, supone al menos dos cosas que hoy por hoy escasean: disposición a los consensos (como valor sustancial de la política), y compartir un modelo de sociedad. Sin embargo, este mismo escenario pesimista podría dar paso antes a otra transición, una que tiene que ver con cambios en los modos en que se expresa la política en sus diferentes dimensiones. Ese desafío –esa transición- es a la que está llamado a conducir el gobierno de Sebastián Piñera.
Una política de acuerdos nacionales responde a imaginarios políticos, sociales, subjetividades, y condiciones materiales de los 90’. Aquel Chile quedó atrás, el país se fragmentó políticamente, los partidos están crisis, y no contamos con una teoría compartida de la gobernabilidad. Esto se expresa en un constante déficit de acuerdos programáticos a nivel de bloques políticos, así como también de compromiso ciudadano con los clivajes clásicos y con la importancia de participar, producto de una desconfianza estructural y de la profundización de la brecha entre representantes y representados. Tanto las nuevas demandas como la politización heterogénea marcan este nuevo momento.
Asistimos a un período de politización abierta que se potencia por una polis líquida que se hace a ratos indescifrable a todos los análisis, y por ende, ajena a los relatos de nuestro proceso de modernización. Cuesta encontrar sujetos políticos con identidades políticas claras y estables, por el contrario, el ciudadano constituido en la pura contingencia y malestar es el que parece estar irrumpiendo. Del mismo modo, se abre un escenario movedizo en los bloques políticos que, si bien no romperán con los clivajes clásicos (en el mediano plazo al menos), sí seguirán erosionando la homogeneidad que diferenciaba a cada uno. Aquello ya ocurre a nivel de electorado; difícilmente puede seguir leyéndose como alguien clásicamente de centro a aquel elector que habiendo apostado por Piñera en segunda vuelta, puede al mismo tiempo marchar junto al movimiento No + AFP. Se vienen tiempos cada vez de mayor hibridez.
Los actores, y el gobierno que viene por supuesto, tendrán como desafío medular comprender las nuevas formas de asociatividad y de expresión política que los ciudadanos están instaurando. Hay que mirar y buscar la forma de relacionarse con la topografía líquida e insustancial de una sociedad que se resiste a las lógicas modernas con que ha operado la política hasta hoy. Señalar, como se ha hecho desde el equipo cercano a Piñera, que “es el momento del Word y no del Excel”, es una señal correcta de que el ciclo político actual es distinto, difuso y mucho más desafiante que aquel que tocó en el período anterior.
El próximo gobierno tendrá como tarea guiar la fragmentación y la licuefacción que abundan en la sociedad y en las instituciones políticas. Se requiere una teoría sobre la sociedad. Aquel trabajo, no obstante, supera las capacidades de las encuestas semanales. Lograr lidiar exitosamente con este Chile aun difuso es el gran desafío, por cuanto implica no sólo liderazgo, sino además asumir nuevos ropajes políticos que sean contemporáneos pero que a la vez no desdibujen a la política. En eso consistirá la nueva transición.
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January 3, 2018
Un nuevo gobierno con miras al desarrollo minero
Comienza una nueva etapa en el país, luego de que los chilenos eligieran con gran mayoría y alta participación a Sebastián Piñera como el futuro Presidente de Chile. Es una gran oportunidad para tomar el peso de lo que realmente significa tener mayor crecimiento en el país, de entender que esa es la vía más expedita y efectiva para derrotar la pobreza y acercarnos al umbral del desarrollo. Es un momento para reflexionar sobre la importancia que tiene la minería y todo lo que aporta al desarrollo de Chile.
El programa de gobierno incluye propuestas específicas para el sector, algo muy valorable, ya que no lo habíamos visto en elecciones anteriores.
El nuevo Presidente apuesta al desarrollo de la industria a largo plazo. Por ejemplo, propone una Política Nacional de Minería 2018-2050, en la que participen el sector público y privado, el mundo académico y la sociedad civil. También, asegura que creará instrumentos específicos de atracción y protección de inversiones, facilitará la incorporación de la mujer y promoverá el uso de infraestructura compartida.
Lo que busca, dice, es atraer la inversión y solucionar los problemas medioambientales. Esto se haría a través del establecimiento de una Oficina de Gestión de Proyectos de Inversión que, de manera proactiva, atraiga, coordine y agilice nuevas inversiones en el sector.
Uno de los puntos claves del programa es reducir la incertidumbre regulatoria mediante reglas claras y estables, además de la creación de mecanismos de diálogo y solución temprana de conflictos, entre otros. También, propone fortalecer al Ministerio de Minería; modernizar el gobierno corporativo de Enami, siguiendo los más altos estándares internacionales en la materia; reforzar el rol de Cochilco; y evaluar la creación del Servicio Geológico de Chile y de un Servicio Nacional de Minería.
Todas estas propuestas son prometedoras y esperamos que realmente se lleven a cabo. Con todo, lo más importante es que el gobierno cree las condiciones para aprovechar la ventana de oportunidades que hoy se está generando. Actualmente, tenemos una perspectiva más positiva en el precio de los commodities y una reactivación de la inversión en el sector a nivel mundial. Es el momento de volver a encantar a los inversionistas para que inviertan en la minería chilena.
Para lograr un progreso en la industria, debemos avanzar en varias áreas. En primer lugar, en el desarrollo de políticas públicas destinadas a promover el crecimiento de la pequeña y mediana minería, en temas como facilitar su acceso al mercado financiero, además de crear estatutos diferenciados y acordes con la especificidad de este sector. Tenemos que impulsar cambios en nuestra legislación con el fin de hacerla más ágil y atractiva, para que otorgue mayores grados de certeza jurídica y haga posible la concreción de proyectos cada vez más competitivos. Por otra parte, es relevante agilizar el otorgamiento de permisos y generar una instancia pública que vele por una tramitación más expedita de grandes iniciativas.
Esperamos que el próximo Presidente cumpla con su plan de gobierno y posicione el crecimiento como objetivo principal.
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Chile y el Acuerdo de París
Iniciamos un nuevo año y es importante que asumamos con fuerza un tema mundial. Aumento de la sequía y de la desertificación, lluvias torrenciales que generan inundaciones y aluviones como nunca antes vistos, incendios forestales devastadores, derretimiento de glaciares y pequeñas islas que corren el riesgo de desaparecer son algunos de los impactos más evidentes del cambio climático. Lo anterior tiene efectos también, entre otros ámbitos, en la producción de los alimentos, el aumento de enfermedades infecciosas y los flujos migratorios.
La evidencia científica es concluyente. En el Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de 2013 se constatan, entre otros elementos, los siguientes: a) La influencia humana en el sistema climático es clara. En este sentido los estudios muestran con un altísimo grado de certeza que la causa preponderante del calentamiento global observado a partir de la mitad del siglo XX es la actividad humana, b) el calentamiento en el sistema climático es inequívoco, c) muchos de los cambios observados no han tenido precedente en los últimos tiempos, d) las emisiones continuas de efecto invernadero causarán un mayor calentamiento y nuevos cambios en todos los componentes del sistema climático y e) para contener el cambio climático será necesario reducir en forma sustancial las emisiones de gases de efecto invernadero.
En este marco se encuentra el Acuerdo de París del 12 de diciembre de 2015 sobre Cambio Climático.Tiene por objeto reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático y para ello se postula mantener la temperatura media mundial debajo de los 2°C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reducirá considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático. También se postula aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y a promover la resilencia al clima y a un desarrollo con bajas de emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos y situar los flujos financieros con un nivel compatible con un desarrollo resilente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.
Para lograr este objetivo las partes deben comunicar, en forma periódica, las contribuciones a nivel nacional y procurar adoptar medidas de mitigación con el fin de alcanzar los objetivos de esas contribuciones.
El planeta enfrenta una amenaza global que requiere de una respuesta contundente y unida de la comunidad internacional. En esa dirección va precisamente el Acuerdo de París. Se trata de un compromiso urgente que debemos asumir también como humanidad con las futuras generaciones. Para ello no sirven las miradas cortoplacistas, sino que es necesario tomar cabal conciencia del enorme desafío que enfrentamos como parte de la especie humana que habitamos en nuestro planeta tierra.
Estamos aún a tiempo de reaccionar. Debemos hacerlo.
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La disyuntiva del PS
Solo las grandes derrotas permiten a la política sortear su tendencia al escapismo ante los fracasos. El mayor desafío político hoy, es el vacío de representación que tiene ese anhelo dominante de reformismo moderado, ajeno a retroexcavadoras y cambios de “modelo”, que apoyó largamente a la Concertación, muy fugazmente a la Nueva Mayoría y ahora cargó la balanza hacia Piñera. Si éste apunta con su gobierno al centro y da respuesta a lo que prima en él, entonces podremos tener más de un período de gobierno de una centroderecha que ocupe el vacío que deja una centroizquierda en naufragio al perder la brújula.
En la disputa de este espacio se dará la principal batalla política de los tiempos que vienen. Piñera tiene la ventaja del peso que un gobierno da. La derecha dura no tiene muchos espacios para la rebelión, pero incluso si se alzara, no sería un precio alto a cambio de hacerse de ese centro.
Desde la oposición, el actor decisivo será el Partido Socialista. En su nueva realidad, ni DC ni PPD pueden por ahora liderar.
Una de las opciones del PS es deslizarse hacia el Frente Amplio. La derrota dejó en evidencia que la obra de la Nueva Mayoría convoca poco. Se palpa como atrae y marea el “glamour” del Frente Amplio a muchos dirigentes y parlamentarios de izquierda. Pero ese fue el caldo, aparentemente apetitoso, en que se coció la derrota de Guillier en segunda vuelta.
Su otra opción es emprender la reconstitución de una centroizquierda para nuevos tiempos. No es fácil. Solo renacerá con lógicas distintas a las que la llevaron a la derrota. Con un bloque social y político por los cambios, mucho más amplio que la izquierda. Con prácticas en ruptura con partidocracias ensimismadas y ajenas a la ciudadanía. Asumiendo de verdad la economía de mercado, no hay otra, en una alianza público-privada que propicie el crecimiento y la inclusión social. Con una democracia de los acuerdos y gradualidad ajena a mesianismos iluminados que el resguardo de las mayorías exige, para hacer sólidos y perdurables los cambios. Libertaria, con rechazo a la violencia y a toda dictadura, sea cual fuera el signo de ellas. Con obsesión rigurosa por la excelencia e impecabilidad en gestión pública y en ética. Poniéndose al día con lo que su pueblo es y con el siglo XXI al que no ha terminado de asomarse.
Deberá enterrar diatribas contra la “democracia de los acuerdos” y marcar diferencia con lo que fue la Nueva Mayoría y con el radicalismo del Frente Amplio. Si no lo hace, creará por omisión el espacio para que una nueva centroderecha reemplace a la centroizquierda como cultura dominante en la sociedad.
La tarea de renovación es monumental. Más desafiante que la de la derecha. Lo alentador es que el socialismo ya la vivió, tras una derrota aun peor. Así fue como, entonces, logró la hazaña de suceder en el gobierno a quien lo había expulsado a sangre y fuego.
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Indicaciones al proyecto de Educación Superior
El jueves pasado se presentaron más de 600 indicaciones al emblemático proyecto de ley de educación superior. Esto solo refleja la dura y entrampada tramitación que ha tenido la iniciativa, la que acaba de ser declarada única prioridad legislativa en el primer comité político del año. Si bien se requiere tiempo para analizar los alcances del proyecto tras los cambios que propuso el gobierno, un análisis inicial permite dar cuenta que se trata de una iniciativa diferente a la presentada en un principio por La Moneda, cuestión que demuestra que el Mineduc entendió parte de las innumerables e incesantes críticas.
En pocas palabras, las indicaciones del Ejecutivo parecen mostrar la intención de lograr ciertos consensos en áreas específicas. Aunque se sigue estableciendo un excesivo control estatal de la educación superior, permanecen varias limitaciones a la diversidad de proyectos, y lo que es más grave, se insiste en la cobertura universal de la gratuidad; se crean espacios interesantes de debate. Si estos son aprovechados por el Senado, es posible que tengamos un proyecto menos perjudicial que todo lo que el gobierno ha sugerido anteriormente. Obviamente, el diablo está en los detalles, y esa discusión pendiente se torna cada vez más relevante.
Para valorar este cambio, es necesario mirar la discusión y tramitación de la iniciativa, incluso antes de la gratuidad. El gobierno pensó, entre otras cosas, en forzar a las universidades a tener un gobierno “triestamental” en el cual alumnos, funcionarios y académicos se repartieran el poder en partes iguales. Se le daba a la superintendencia la atribución de vigilar la “viabilidad académica” de las instituciones: un burócrata decidiría si acaso es académicamente viable una carrera de antropología, o no. Se buscó reemplazar la Comisión Nacional de Acreditación por un control centralizado del aseguramiento de la calidad, que no incluiría la autoevaluación de las propias instituciones, despreciando la experiencia acumulada y contra toda evidencia nacional e internacional. Por suerte, todas estas propuestas quedaron atrás: después de dos años de fiebre, parece que los paños fríos (y la derrota electoral) están haciendo efecto.
A pesar de lo anterior, hay ciertas ideas que se niegan a morir, y bien podrían causar el estancamiento de nuestro sistema de educación superior. En primer lugar, la fijación centralizada de aranceles, determinada más o menos arbitrariamente por la autoridad política, someterá a las instituciones adheridas a la gratuidad a una dependencia total del fisco, más aún cuando se insiste en fijar precios para estudiantes no gratuitos. Permitir que el Estado sea el único financista de la universidad es entrar en un camino de servidumbre del cual es casi imposible salir. En segundo lugar, el proyecto sigue entendiendo a la educación superior como un commodity, estandarizado y fácilmente reproducible, cuando sabemos que cada institución tiene un proyecto único y que la diversidad es parte de la riqueza de nuestro sistema.
Es fundamental entonces, y a eso debe apuntar el resto de la tramitación: evitar en todo lo posible la fijación de aranceles, acotar el beneficio de la gratuidad para el 60% más vulnerable y evitar el control centralizado del sistema de admisión. Para ello, se necesitan más de tres semanas.
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Qué fue de la Agenda de Probidad
Espacio Público lleva casi tres años monitoreando la Agenda de Probidad impulsada por la Presidenta Bachelet a través del Observatorio Anticorrupción, herramienta que diseñamos con Ciudadano Inteligente y que ha permitido evaluar el cumplimiento y calidad de las recomendaciones de la Comisión Engel, y empujar la agenda de políticas para combatir la corrupción. Durante este tiempo ha habido avances notables, en particular en materia de financiamiento de la política, transparencia de los partidos políticos, y prevención de los conflictos de interés. De hecho, las elecciones del 2016 y 2017 nos permitieron conocer los efectos de estas reformas que buscan instaurar un nuevo paradigma en la forma de hacer política.
Junto con las reformas implementadas, se han promulgado más de diez leyes cuyo fin es prevenir la corrupción, quedando ahora en manos de las próximas autoridades garantizar su correcta implementación. Así, por ejemplo, con el cambio de coalición gobernante, se pondrán a prueba las modificaciones introducidas para perfeccionar el Sistema de Alta Dirección Pública y una de sus principales reformas, la estabilidad de las autoridades y funcionarios de primer y segundo nivel seleccionados bajo este sistema. El propio programa del Presidente Piñera establece que seguirá profundizando estos ajustes para reducir la discrecionalidad en la contratación de funcionarios públicos. En este mismo sentido quedará en manos del próximo gobierno implementar la nueva Dirección General de Concesiones de Obras Públicas. Aquí también el próximo mandatario se ha comprometido a modernizar la gestión de proyectos de infraestructura y mejorar la capacidad de fiscalización y transparencia del Estado y modernizar los sistemas de contratación de obras públicas. En vista de lo anterior, esperamos que las promesas electorales se cumplan y no haya retrocesos en estas materias.
Sin perjuicio de los avances, aún quedan varios temas pendientes. Por ello es necesario que efectivamente se aprueben aquellas reformas aún en discusión en el Congreso, como las iniciativas para transparentar el uso de suelo, que aumentan las penas para los delitos de corrupción, reforma al Congreso en materia de probidad y transparencia, entre otras.
Finalmente, cabe llamar la atención sobre aquellas áreas en donde el avance ha sido escaso, y respecto de las cuales Piñera debería liderar su cumplimiento. Algunas de ellas están contempladas en su programa de gobierno, como la necesidad de avanzar en materia de “puerta giratoria”, esto es, regular el tránsito entre el sector público y el privado, y la creación de una Agencia de Evaluación de las Políticas Públicas. Si bien el programa hace referencia al fortalecimiento de ChileCompra, no se especifican medidas concretas en este sentido. Cabe recordar que actualmente existe un anteproyecto de ley que recoge casi la totalidad de las recomendaciones de la Comisión Engel en materia de compras públicas, pero que por temas presupuestarios no ha sido ingresado al Congreso. Otro tema que brilla por su ausencia son las medidas necesarias para combatir la corrupción en municipios.
Chile es uno de los pocos países de la región que ha sido capaz de hacer frente a los escándalos de corrupción mediante reformas concretas. La agenda de probidad ha avanzado de forma consistente, pero con el paso del tiempo es fácil olvidar que aún queda mucho camino por recorrer. Por ello es fundamental que el próximo gobierno haga suya esta agenda y el combate de la corrupción sea una de sus prioridades.
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