Álvaro Bisama's Blog, page 5
January 5, 2018
La izquierda: ¿Vanguardia o retaguardia?
Afirmé en una columna anterior que “la izquierda no puede morir”. Un país sin izquierda se hace más injusto y menos dinámico y exigente. Surgida de la Revolución Francesa la izquierda tiene a su haber aportes mayores a la humanidad. En Chile las contribuciones de la izquierda son variadas y macizas. Sin las luchas libradas por las izquierdas y sus principales líderes la democracia sería más enclenque, la estructura productiva más precaria, la educación todavía más elitista, la cultura más estrecha y las artes más insignificantes.
La izquierda no morirá. La pregunta no es si sobrevivirá o si está condenada a desaparecer. El punto es otro: ¿Qué papel puede jugar en el mundo del siglo 21? ¿Será una vanguardia empujada por las nuevas tendencias o un destacamento de retaguardia concentrado en la defensa de sus víctimas?
Históricamente, la izquierda buscó situarse en posiciones de vanguardia. Así la pensó Marx. Su norte era la construcción de una sociedad cualitativamente superior en la cual desaparecerían la explotación, la alienación, las penurias y las desigualdades. El actor decisivo de esta transformación sería la clase obrera iluminada por la conciencia histórica de ser el sujeto principal de esta revolución.
Sin embargo, contrariamente a lo que sostuvo Marx en este punto (no en otros donde sus elaboraciones mantienen actualidad), el desarrollo de las fuerzas productivas condujo a una “sociedad post industrial” en la cual la clase obrera disminuye tanto cuantitativamente por la reducción de sus efectivos, como cualitativamente por la atomización inducida por las nuevas dinámicas de los procesos productivos. La revolución se queda sin sujeto y la izquierda sumida en la orfandad. Este proceso se ha vivido con gran intensidad en Chile. El proletariado industrial es una fracción cada vez más pequeña de la fuerza laboral y la reorganización productiva ha llevado a una fragmentación creciente de los colectivos de trabajo.
La nueva estructura social chilena tiene como característica preponderante la multiplicación de nuevos sectores medios que surgen de los servicios y no de la industria, con escasa organización y una concepción esencialmente individualista de la vida y del progreso. Son los emergentes o los famosos C3 de las encuestas.
La izquierda puede sobrevivir representando los intereses de los sectores que van quedando al margen de los procesos de modernización. No son pocos, pero no son portadores de un nuevo proyecto. Sus luchas son legítimas, sus angustias más que comprensibles pero no por eso sus intereses dejan de ser corporativos. Su defensa tiene, inevitablemente, el sello conservador propio de las luchas de retaguardia.
La democracia, la economía de mercado y la globalización son las realidades inescapables del mundo contemporáneo. En ellas tiene que poder desenvolverse una izquierda con vocación de mayoría. Sin dejar de lado la protección de los más desvalidos, para ser grande, la izquierda debe ser capaz de situarse en la vanguardia. Esto implica asumir plenamente la innovación, el progreso tecnológico y la creatividad como los grandes vectores para la construcción de una sociedad integrada, una economía sustentable y una política radicalmente democrática.
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Fin a la delación compensada
La delación compensada consiste en eximir de toda sanción a aquel miembro de una colusión que se delate primero ante la Fiscalía Nacional Económica (FNE) y le proporcione antecedentes suficientes para formar un requerimiento ante el Tribunal de Defensa de Libre Competencia (TDLC). ¿Es un mecanismo intrínsecamente injusto? Ciertamente hay diversas visiones, pero más allá de que unos u otros tengan razón, no es la pregunta que debiéramos estar haciéndonos como sociedad.
El asunto en cuestión debería ser: ¿Queremos detectar las colusiones en Chile para eliminarlas y sancionarlas? Y acá, la respuesta es -sin lugar a dudas- unánimemente afirmativa. Entonces, pareciera que sí necesitamos la delación compensada, en cuanto es el mecanismo más eficiente para desmantelar carteles.
La evidencia empírica es contundente: por ejemplo, de los 11 casos de colusión sancionados en la Unión Europea en 2017, todos se descubrieron gracias a la delación compensada.
Sin embargo, para que este mecanismo funcione debemos eximir al que se delata primero y aporta antecedentes de toda sanción pecuniaria y de presidio. No así, eximir del pago de indemnización a consumidores o afectados por la colusión.
En Chile, la delación compensada se creó el 2009 mediante el artículo 39 bis. Entre el 2009 y el 2016 la ley de libre competencia no contemplaba una sanción de presidio para casos de colusión, por lo cual, quien se delataba primero, se le eximía de toda multa.
Sin embargo, la demanda penal por parte del Ministerio Público en contra de las farmacias, en virtud de una figura penal escasamente utilizada y muy compleja, aniquiló la delación compensada. La razón es simple: nadie, en su sano juicio, se va a delatar si sabe que aunque se eximirá de la multa, los mismos antecedentes que entregue, serán utilizados para arriesgar una pena de cárcel. Por ello, los casos en Chile con delación compensada se cuentan con los dedos de una mano.
Por otra parte, en agosto de 2016 se introdujo la pena de presidio de hasta 10 años y un día, junto con presidio efectivo de un año, para casos de colusión. El legislador se enfrentó a la pregunta de cómo diseñar la delación compensada para que fuese efectiva. La respuesta fue entregar la acción de colusión penal exclusivamente a la FNE. No fue el mejor formato, en cuanto la acción exclusiva de la FNE debiera haberse extendido a toda responsabilidad penal emanada de los hechos.
Bajo estas circunstancias, la querella por estafa del Consejo de Defensa del Estado (CDE) en contra de los laboratorios demandados por colusión -incluido el que inició la causa mediante delación compensada- viene a condenar a muerte a la delación compensada. Y si bien la causa de los laboratorios se rige por la ley del 2009, igualmente la acción del CDE evidencia la falta de predictibilidad y transparencia del sistema. Además, el CDE podría haber cumplido su función de mejor forma haciéndose parte en la causa de libre competencia y -de obtener sentencia condenatoria- pidiendo perjuicios para el Estado. Esta vía es, sin duda, más expedita y no duplica el uso de recursos públicos.
Estados Unidos atravesó por un problema similar desde 1978 hasta agosto de 1993, cuando se reformó la delación compensada para que todos los directores, ejecutivos y trabajadores de una empresa que se delataba primera, estuvieran exentos de responsabilidad penal. Como resultado, se incrementó en 20 veces el número de delaciones compensadas.
En Chile, el fenómeno de la “silla vacía” que levanta sospechas entre empresas que se coluden (porque una no llegó a la reunión), no va a tener como resultado que el resto se ponga nervioso y vaya a delatar la colusión. Las otras empresas estarán bastante seguras que más bien la “silla vacía” corresponde a un taco o enfermedad. Claramente nadie se arriesgará a delatarse sabiendo que el CDE, el Ministerio Público u otro, puede perseguirlo penalmente aunque se delate. Qué “tranquilidad”.
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Una acción que no perjudica la delación
La querella presentada por el Consejo de Defensa del Estado (CDE) hace unos días en contra de ejecutivos de laboratorios que participaron en un cartel de insumos médicos, no mata la delación compensada. En los últimos años, numerosos carteles han sido descubiertos por la delación compensada, en mercados en los que no se sospechaba la existencia de colusión. La delación persigue la deserción de uno o más miembros del cartel, a los que se les ofrece la reducción o exención de la pena, si confiesan el ilícito y aportan pruebas que permitan condenar al resto de los miembros. Esta herramienta es necesaria por la dificultad de probar un acuerdo entre rivales, el que es normalmente secreto. El mecanismo opera creando un incentivo alto para confesar (exención o rebaja de multa, e incluso, recompensas) ante un costo por ser descubierto (multa o cárcel). Con esto, el delator traiciona al cartel y no “muere en la rueda”. En Chile, hay incertidumbre para el delator porque si no es el primero, solo obtiene una rebaja de la multa; y si se prueba que organizó el cartel y coaccionó a otros miembros, pierde el beneficio y es multado. Pero también se han descubierto carteles por otros medios: testigos, presunciones y documentos obtenidos en allanamientos. El caso Farmacias demostró que incluso una conciliación, ya iniciado el juicio, permitía aportar pruebas para probar un cartel.
La reforma legal del año 2016 criminalizó la colusión. Coherentemente, se dispuso que solo el primer delator estaría exento de responsabilidad penal, pero exclusivamente respecto del delito de colusión. Por lo mismo, el tratamiento es distinto para hechos ocurridos antes de esa ley (como es el caso en cuestión), de los ocurridos después.
En el primer caso, el delito de colusión del 2016 no estaba vigente. Tampoco lo estaba la eximente penal para el primer delator. Consecuencia de esto es que el laboratorio delator, y sus ejecutivos, no estaban libres de toda pena, sino que solo de la multa que puede imponer el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia. La querella del CDE contra los ejecutivos por delitos como la estafa u otros análogos, era una situación previsible. Esto porque el legislador del 2016 creó un nuevo delito, pero no modificó ni derogó otros, como la adulteración fraudulenta de precios (que se utilizó para formalizar a ejecutivos de laboratorios en 2011), el fraude en subastas públicas o la estafa. La decisión fue consciente, ya que se propuso originalmente que la colusión penal estuviera en el mismo párrafo del Código Penal que esos ilícitos, pero fue rechazado.
Para el caso de hechos ocurridos después de la modificación del 2016, la situación es distinta. Al estar vigente una nueva ley que tipifica como delito la colusión, se aplicará a la delación las normas generales contenidas en el Código Penal. Al primer delator se le aplicará la ley más favorable, respetándose el beneficio de la exención. Pero el primer delator tampoco tiene inmunidad general frente al Código Penal, porque la exención no cubre delitos producto de las amenazas o de la violencia que pueda haber entre miembros del cartel para monitorear y vigilar el acuerdo ilegal. Por otro lado, la ley vigente no establece la exención de responsabilidad penal para delatores posteriores.
Es cierto que un programa de delación compensada requiere que haya incentivos para confesar, y reducir la incertidumbre. Para dicho fin, los empresarios deben tener la mayor certeza de que obtendrán el beneficio de la clemencia al solicitarlo. En este escenario, sí veremos nuevas delaciones, pese a la querella del CDE contra ejecutivos de laboratorios. Ésta no matará la delación, pero tampoco la hará más fuerte.
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La caldera iraní
Sabemos desde hace mucho tiempo, pero especialmente desde 2009, que una parte importante de la clase media iraní aborrece la teocracia medieval de la que es víctima. Aquel año, en respuesta al fraude electoral masivo a propósito de la reelección de Mahmud Ahmadinejad, cientos de miles de personas, entre ellas muchos jóvenes, se lanzaron a las calles. La violencia de Estado sofocó a sangre y fuego la protesta pero no la ira.
Ahora, esa ira ha vuelto a estallar en las calles y la respuesta del régimen no es menos bárbara. Aunque la economía ha mejorado desde que Barack Obama levantó las sanciones contra Irán a comienzos de 2016, el destino de gran parte de los ingresos fiscales es el armamentismo, fruto de la competencia entre Teherán y Riad por mandar en el mundo musulmán y del imperialismo iraní en varios países. En parte por eso y en parte porque las ventas de petróleo, que han mejorado el PIB pero no la situación del empleo, se destinan al imperialismo, las protestas han vuelto a poblar las calles de gritos contra los ayatolás.
Esto abre para Donald Trump una oportunidad dorada. Prometió reiteradamente romper el pacto nuclear firmado por su antecesor con Irán mediante el cual Teherán limita su programa atómico a cambio del levantamiento de las sanciones. Pero hasta ahora no lo ha hecho. La Casa Blanca y el Congreso se han pasado la pelota de un lado al otro sin tomar una decisión final. Ahora, después de dudar unos días, Trump ha arremetido contra el gobierno de Hasan Rouhani por la represión contra las manifestaciones, calculando -con acierto- que Teherán iba a contestarle culpándolo de provocar los disturbios. Trump actúa así como agente provocador de su propia política exterior, acaso para poder cumplir esa promesa.
De ser así, 2018 arrancaría con una duplicación del gran contencioso internacional de 2017. Me refiero, por supuesto, al conflicto entre Trump y Corea del Norte, que alcanzó el año pasado niveles de alta tensión y puso a Corea del Sur y a Japón en estado de alarma extrema. Roto, en la hipótesis mencionada, el pacto entre Estados Unidos e Irán, el régimen de Teherán, que ya tiene contactos con Corea del Norte desde hace cierto tiempo en relación con el programa nuclear, no perdería tiempo y acentuaría esa relación, sabiendo las consecuencias internas que tendría para Estados Unidos.
Un sector de la opinión pública estadounidense, que de por sí juzga a Trump irresponsable y temerario en política exterior, vería en esto la confirmación de que su falta de sofisticación y su impulsiva tendencia a ver el mundo como el patio de un colegio de chicos pendencieros puede arrastrar al país -al planeta- a una conflagración. Todo esto lo saben bien tanto Teherán como Pyongyang, que nunca han perdido la ocasión de jugar con la situación interna de los Presidentes norteamericanos con los que se han enfrentado. Siendo 2018 un año electoral en Estados Unidos por las legislativas de mitad de mandato programadas para noviembre, cualquier agravamiento de las relaciones con esos dos enemigos puede ser bien utilizado por el Partido Demócrata y los críticos de Trump para hacerle pagar al republicano un alto costo en las urnas.
Esto también lo saben algunos aliados del Presidente que dependen de que no decaiga excesivamente la popularidad de la Casa Blanca para su propia reelección. Por tanto, no sería de extrañar que ya se estén produciendo presiones intensas del Partido Republicano para evitar que la Casa Blanca rompa el pacto nuclear en medio de este enfrentamiento entre Trump y los bárbaros de Teherán.
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La sexualidad perversilla ante el horror
La primera novela de Pascual Brodsky rezuma madurez, coraje, temperancia y fuerza narrativa, cualidades que no son comunes en un debutante, por cierto, pero que son francamente exóticas dentro de aquel piño de novelistas chilenos menores de 40 años que han transformado sus autobiografías –de niños, de adolescentes, de jóvenes– en un cúmulo de libros prescindibles. Brodsky intuye, e intuye bien, que la linealidad suele ser un recurso pobre en este tipo de ejercicios confesionales o semi confesionales, de modo que Marcial, el protagonista, soluciona parte del dilema planteando un juego entre el yo y el él que no ha sido dispuesto para asombrar al lector impresionable, ni tampoco está, poniéndonos en el peor de los casos, destinado a confundir al lector bienintencionado. El autor pretende transmitir los matices de una sutileza oscurecida, que es la que se extiende con efectividad a lo largo de Años de fascinación: cautivar con calma, sin alardes ni rimbombancias, basándose en la consistencia de un relato que incluye el rostro brutal de la tortura, la infamia, el asesinato, la violación, y el vislumbre refrescante de la impudicia sexual.
No es difícil deducir desde el principio de la novela que Marcial es nieto de Carmelo Soria, el diplomático español que fue torturado y asesinado por agentes de la DINA en 1976. La historia de la madre activista, Isabel, es uno de los rieles por los que el muchacho descorre el velo de una intimidad dolorosa, sin duda, pero que no provoca en él los archiconocidos raptos de victimización. Por el contrario, Marcial e Isabel manifiestan un humor envidiable, y en un momento dado, echando mano del cinismo que abunda en situaciones diversas, el protagonista declara que a su alrededor, entre los adultos, ve a “personas que querían hacer justicia, o revolución al mismo tiempo que criar hijos, como si necesitaran a los críos para tomarle cariño a la vida, o para darle a la vida un pie forzado que organice. Los hijos como el pie forzado”.
De niño, vale agregar para completar el cuadro, el narrador fue un ser lleno de humanidad, como lo prueba esta frase sensible e inteligente: “Los domingos despertaban en Marcial el genuino deseo de no asistir nunca más al colegio, acumular anotaciones en el libro de clases, miles de suspensiones hasta ser expulsado y morir. Despertarse por la mañana era lo más difícil que conocía en la vida”.
El otro eje sentimental, o el otro riel, ya que veníamos con eso, lo constituye Sofía, la novia de Marcial, quien a los once años fue violada por una patrulla de carabineros mientras regresaba a casa de su clase de gimnasia. El amor entre los jóvenes es a ratos tortuoso, pero el rasgo más llamativo de la relación se va desarrollando pausadamente, a través del encomiable manejo de las emociones y los impulsos. Me refiero a cierta dinámica sexual perversilla, que es de lo mejorcito que se ha escrito en Chile sobre el tema en las últimas décadas. El círculo afectivo madre-hijo-novia se inflama con los celos de Sofía ante los comprensibles ímpetus de protección de Isabel tras los horrores vividos. “Yo empezaba a sentirme aplastado entre el útero pachamámico de Isabel y la Sofía eugenésica”, confiesa Marcial valiéndose del humor efectivo que lo define.
En Años de fascinación el autor aborda el escarnio de sí mismo con una soltura que alude al coraje que mencioné al principio. La niñez, los años escolares, la adolescencia, la presumible adultez, en fin, los diferentes estados de evolución personal jamás aparecen tiznados por las sombras vergonzantes de la autocompasión. Se diría que por momentos el protagonista es un observador pasivo de su propia existencia, algo que, lejos de quitarle fortaleza, le confiere al sujeto una exhalación de sabiduría que queda estupendamente reflejada en el gran desenlace de la novela, un episodio en donde sí se capta un posible sentido último de la palabra compasión.
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La segunda muerte
No solo su derrumbe en vida fue doloroso. Ya convertido en un icono póstumo y a pesar de las millonarias ventas que usualmente lo citaban con el macabro mérito de ser el artista muerto que más discos vendía, el legado de Elvis tampoco ha envejecido bien y por varias razones. La primera, la más evidente, porque finalmente terminó imponiéndose la caricatura al legado artístico y el personaje al gran músico que fue.
El primer recuerdo que salta a la memoria cuando se habla del “rey del rock”, un apodo en sí mismo anticuado, tiene que ver con sobrepeso, abuso de pastillas, ostracismo en una mansión habitada por guardaespaldas y la decadencia en Las Vegas. Pero también con ese perfil conservador y esa aparente falta de épica y de compromiso social o de consistencia creativa que marcó su carrera. Un perfil que en días que corren, sobre todo en los días que corren en Estados Unidos con Trump de Presidente, asoma como una omisión imperdonable que lo distancia de perfiles más conscientes como el de Dylan, que leyó mejor que nadie sus tiempos, o los Beatles, que fueron realmente libres musicalmente hablando, o el mismísimo Chuck Berry, con quien siempre se le intentó rivalizar en la búsqueda de la paternidad del género. Para decirlo en simple, ha quedado la sensación de que Elvis finalmente encarnaba a esa América tradicionalista, . Y aunque mucho de eso es cierto (por lo pronto Memphis forma parte del cinturón bíblico del país del norte), aquello también tiene mucho de lugar común.
Elvis pagó caro el costo de haber sido un pionero. Su explosiva y definitiva irrupción a mediados de los 50 se extinguió rápidamente frente a lo que propuso el mundo y la música ya entradas los 60. Y ahí Elvis, cuando pudo haberse sumado, se instaló en esa peligrosa comodidad de casinos y calmantes que le quitaría la vida. Sin embargo y respecto por ejemplo del tema racial, no está de más recordar que este hombre que se sacó fotos con Nixon fue un profundo admirador de la cultura negra y de su música al grabar s desconocidos intérpretes afroamericanos e incluso a partir de ese mito de que se haría teñido el pelo como admiración a la raza negra.
Visitar Graceland es visitar un museo de cera, un panteón estrafalario de chiches y recuerdos y en medio de una ciudad profundamente conservadora. Y ahí aparecen las convenciones de dobles y los coleccionistas y esos fanáticos que han empezado a envejecer sin haber heredado la admiración por este viejo héroe musical. La imposibilidad de reconstruir a Elvis desde su importancia artística, ha sido quizás su segunda muerte y la más dolorosa. La nueva muerte de un ídolo que ha brillado por las razones equivocadas.
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El año más global de Santiago
Un churrasco italiano y un chacarero del Lomit’s ocupan la pantalla completa del computador cuando vamos al artículo “La nueva ola de sangucherías de Santiago”. No se trata de una publicación local: es el diario The New York Times en su sección “Viajes” el que le dedica un largo texto a “la boyante escena gastronómica de la capital chilena”, según explican en el primer párrafo. En total, diez sangucherías destacadas.
Santiago lleva varios años en el ojo de los grandes medios de comunicación del mundo, pero el 2017 fue simplemente demoledor. Muy en línea con lo sucedido con Chile, ganador del Mejor Destino de Turismo Aventura de Sudamérica por los World Travel Awards, y el destino número uno en los Best In Travel 2018 de la guía de viajes Lonely Planet.
El país y su capital están hot. Y argumentos sobran. Sigamos. Desde principios del año pasado, National Geographic Traveller nos ha estado piropeando. En su “Cool List: 17 for 2017”, Santiago apareció en segundo lugar. Celebraban el inicio de los vuelos directos de British Airways a la capital, así como la reapertura del Palacio Cousiño y el desarrollo de hoteles en edificios patrimoniales, como el Magnolia en el centro de Santiago. Afortunadamente, siguen encantados con Santiago. Por eso, distinguieron a la capital en su reciente listado anual de 21 destinos a nivel mundial que los viajeros deben visitar este año, llamado “Best of the world”. ¿Qué recomiendan esta vez? Visitar barrios donde el arte urbano es protagonista, como Yungay, Bellavista y Brasil, así como el Museo a cielo abierto en San Miguel. Y para rematar, National Geographic publicó también el año pasado el artículo “Seis ciudades inesperadas para el amante de la comida”. ¿Cuál era la única de Sudamérica? Santiago, donde recomendaban desayunar en Colmado Café, almorzar en el Café del Museo Precolombino y comer en Bocanariz. Todos en el barrio Lastarria. Gracias, National Geographic, por favores concedidos.
Continuemos con el influyente diario británico The Guardian. A mediados de año publicó un completo artículo llamado “Guía de Santiago: qué ver, además de los mejores bares, restoranes y hoteles”. Partía el texto diciendo que la capital chilena está emergiendo de las sombras de sus vecinos sudamericanos con una vibrante escena gastronómica y su veloz dinámica de nuevos barrios. ¿Cuántos nuevos turistas vendrán a Santiago en el futuro sólo por este artículo? Tal vez miles.
Volvamos a nuestro admirado The New York Times, que también se encariñó con esta ciudad, pues a su completo informe sobre sangucherías hay que sumar la crónica “36 horas en Santiago, Chile”. Entre un viernes y un domingo, el NYT sugiere partir almorzando en La Vega Central, pasear por los museos de Bellas Artes y de Arte Contemporáneo, aperitivo en Bocanariz (sí, de nuevo) y comida en el Restorán 040; el sábado comienza en el barrio Italia, luego se desvía al GAM, propone almorzar un rumano en la Fuente Alemana, en la tarde visitar el Museo de la Memoria y terminar la noche en Sarita Colonia; y el domingo, brunch en el Galindo, visita al Parque Metropolitano y almuerzo en Las Cabras. ¡Grandes panoramas! ¿Falta algo como guinda de la torta? ¿Qué tal un paseo peatonal de clase mundial? Pues lo tenemos. En la calle Bandera, desde hace unos días, tres cuadras seguidas y más de tres mil metros cuadrados de pintura forman uno de los murales realizados en suelo, en la calle, más grandes del continente. Un notable ejemplo de urbanismo táctico que ya ha sido aplaudido por líderes internacionales en el área, como Brent Toderian que, dicho sea de paso, también estuvo el 2017 en Santiago, así como también vino la super estrella en temas urbanos, Janette Sadik-Khan; el starchitect Daniel Libeskind y el director de la oficina de arquitectura más grande del mundo, Kap Malic. Sin duda, el 2017 fue cosmopolita, global y lleno de aplausos para Santiago.
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Se puede
Uno de los implicados en el caso del “papel tissue” apelará a la Corte Suprema. A propósito de esa noticia, varios medios han hecho un recuento de los casos más conocidos de colusión de los años recientes. Además del “papel tissue”, están la “guerra del plasma”, el “caso pollos”, y el “caso farmacias”, entre varios otros. La eficacia que han tenido la Fiscalía Nacional Económica (FNE) y el Tribunal de la Libre Competencia (TDLC) para investigar y sancionar estas malas prácticas en los últimos ocho años ha sido notable. ¿Y por qué? Porque la Ley 20.361, de septiembre de 2009, marca un antes y un después en esta área.
En efecto, esa ley facultó a la FNE a rebajar penas al implicado que aporte información eficaz para la investigación (delación compensada). Aunque esa figura ya existía en Chile para los casos de terrorismo y narcotráfico, es en la legislación económica donde ha llamado más la atención. En Chile siempre hubo fallas a la libre competencia y, me atrevería a decir, las de antes eran más gravosas y lesivas que las actuales (con mercados menos abiertos a la competencia externa). Pero es solo ahora que el Estado puede defender a la sociedad de los abusos de mercado.
El implicado que delata a sus socios es tan culpable como los otros. Entonces, ¿es justo que, siendo culpable, reciba una sanción menor? ¡Mala pregunta! Sin delación compensada es difícil, si no imposible, hacer justicia. La compensación, por lo tanto, implica renunciar a un grado de justicia para tener más justicia. Sin esa compensación se mantiene un principio (todos los igualmente culpables deben recibir las mismas penas) pero no hay justicia porque no se pueden construir pruebas. Como era antes.
El caso Odebrecht o “lava jato” es un buen ejemplo al respecto. La delación compensada permitió obtener una declaración en EE.UU. acerca de la red de corrupción en cerca de 10 países de la región, especialmente Brasil (Chile no fue mencionado). La delación compensada en Brasil permitió acceder a los detalles y nombres de los implicados, incluyendo expresidentes y presidentes en ejercicio. Lo mismo en Perú, Colombia y otros países. Se sabe que Odebrecht operó de manera profunda y extensa en Argentina, pero allí no existe la delación compensada. Hasta ahora no ha sido posible lograr un acuerdo con la justicia de ese país.¿Hay más justicia en Argentina o en Perú respecto al caso Odebrecht?
Volviendo a Chile, la delación compensada en los casos de libre competencia ha sido tremendamente eficaz. El ex fiscal nacional económico Enrique Vergara, y el actual, Felipe Irarrázabal, han hecho un manejo impecable de ese instrumento. Los fallos del TDLC han sido inexpugnables, con un 100% de eficacia en las apelaciones a la Corte Suprema. Qué orgullo me da cuando veo que en Chile sí se pueden hacer bien las cosas importantes.
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Ni ahí con el Papa
La venida del Papa Francisco a Chile ha llamado la atención por algunos motivos más terrenales que espirituales, tales como el posible feriado y los costos económicos que involucra. A pesar de que dichas discusiones siempre rozan o llevan envueltos temas más profundos –como el carácter laico del Estado–, centrar nuestra mirada solo en ellos significa olvidarnos de lo esencial.
Razones por las que a un fiel católico le debería importar la visita de quien es la piedra sobre la que se funda su Iglesia, sobran. Sería curioso que un fiel se abstraiga cuando se recuerda que el papado de Francisco se ha planteado a sí mismo como uno que buscar revitalizar esta milenaria institución y ha dado señales claras en dicho sentido.
Pero, ¿por qué esta visita podría interesar a un no-católico? La tentación es mirar a Francisco como un representante de un mundo del pasado, uno que, ya en su ocaso, no tiene mucho que decirnos. Si sumamos a esto que a muchos les parece violento que existan expresiones públicas de lo religioso, podríamos incluso pasar del desinterés al franco rechazo.
Más allá de los argumentos pragmáticos –aducir la cantidad de católicos que aún existen en Chile y el mundo–, la visita pastoral del obispo de Roma a nuestro país podría resultar muy interesante incluso para el más laicista. En primer lugar, no hay nadie tan ciego como para no ver la importancia que tuvo la Iglesia Católica en la construcción de nuestra civilización occidental y, en particular, en nuestro país, tanto en los primeros tiempos de nuestra República. Si es verdad que estamos viviendo un “cambio de época”, es fundamental comprender lo que somos y lo que fuimos para buscar digerir y dirigir nuestro momento.
En la actualidad, se ha dejado atrás esa posición que propugna abordar el debate público abandonando nuestras posiciones éticas, de hecho, las mayores discusiones públicas que hoy enfrentamos se refieren explícitamente a aquellos que consideramos como bueno o malo, justo o injusto. La visita de Francisco es una oportunidad para intentar comprender cómo perciben estas categorías un grupo no menor de “participantes del debate público” y, además, observar cómo buscan concretarlas al mundo de hoy.
Lo que más llama la atención es una especie de molestia –incluso rabia– que a algunos les provoca el fenómeno religioso en nuestro país. Más que una simple indiferencia hacia una “creencia que no comparto”, parece trasuntar en todo esto un desprecio hacia lo espiritual. La presencia de quien nos recuerda que la humanidad está llamada a valores más altos nos incomoda en medio de sociedades que desechan cada vez más aquello que no se puede contar ni comprar: somos lo que se ve, no nuestra interioridad. Y Francisco encarna justamente lo contrario. Pone el acento, por ejemplo, en la superación de la pobreza en cuanto dificulta la apertura a la trascendencia. Buscando la riqueza espiritual, se busca superar la pobreza material. En una sociedad con nulo cultivo de la interioridad, de la espiritualidad, la presencia del Papa es molesta para algunos, pero nos remueve para ver nuestras propias insuficiencias y nos da esperanza mostrándonos lo que podemos alcanzar. Ahí ya hay motivo suficiente para no permanecer indiferentes.
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January 4, 2018
PSU y acceso a la educación superior
Aunque cada día el acceso a la universidad en Chile es menos elitista y la PSU no es requerida en un conjunto de universidades, sigue vigente su importancia no solo para determinar el acceso a las instituciones más selectivas, sino también para definir el financiamiento estudiantil.
Tres hechos deben considerarse para discutir el remplazo de la PSU: i) existe una fuerte correlación entre el puntaje de la PSU y la situación económica del estudiante; ii) el esfuerzo y vocación no se relaciona con la situación económica, y iii) aunque imperfectamente, la PSU predice el desempeño del estudiante promedio en la educación superior universitaria.
Estos hechos no son contradictorios y se dan porque la PSU, como virtualmente cualquier instrumento usado para seleccionar por potencial académico, no es capaz de aislar completamente la capacidad del individuo con sus condiciones sociales. En simple, el éxito en la universidad es producto de una mezcla de aptitud, esfuerzo, y conocimiento previo, siendo el conocimiento lo más claramente influido por la situación económica.
Cuando reconocemos que el rol de la selección no es entregar un premio por un camino recorrido, sino permitir el acceso a uno nuevo, sinuoso, que para un porcentaje enorme de los que acceden no termina, cabe aprovechar un instrumento que en parte predice la culminación exitosa.
Sin duda que a la PSU se le deben introducir mejoras, pero es bueno saber que no existe un único instrumento que tenga un poder predictivo de éxito en la educación terciaria sustancialmente mayor al que tiene esta prueba. Que tampoco existe una “bala de plata”, que simultáneamente aumente la inclusividad y sea un mejor predictor de éxito. Y que un instrumento estandarizado y objetivo, reduce el riesgo del acceso por contacto y amiguismo, que son potencialmente la mayor fuente de exclusión social.
En suma, la PSU es perfectible, pero ni su mejora ni su remplazo resolverán completamente los desafíos que tiene el acceso a la educación superior. El camino, además de la mejora, es complementar los criterios de selección con otros que no captura un instrumento como la PSU y que no se relacionan o lo hacen inversamente con el esfuerzo y la superación. El caso obvio es la condición socioeconómica. Sabiendo que el mismo puntaje en una prueba estandarizada requirió mayor esfuerzo cuando provino de un alumno más vulnerable, una fórmula que pondere el resultado de la prueba por la situación de vulnerabilidad puede corregir el sesgo económico de la PSU y aumentar el éxito de los seleccionados.
Por último, la discusión de los instrumentos de selección para la educación universitaria debe darse en el contexto donde más de la mitad de los alumnos de educación superior van a lo técnico profesional. La ausencia de instrumentos de selección en este sector ya no puede sostenerse. No solo se trata que la gratuidad genera más demanda que la que se puede proveer con garantía de calidad, sino que el acceso irrestricto explica que haya muchas instituciones en las que más del 50% de los alumnos desertan en el primer año.
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