Minerva Gallofré's Blog

January 30, 2020

La leyenda de la diosa Brigit - La fiesta pagana de Imbolc


La diosa Brigit acompañada por su vaca. Creo que la autoría pertenece a Linda Ravenscroft.

Abundan en la tradición las celebraciones que toman como icono el elemento del fuego. Podría escribir un artículo entero sobre ello, sobre el magnetismo que ejercen las llamas sobre la conciencia de los seres humanos y sobre la trascendencia que tuvo su descubrimiento para la supervivencia de nuestros ancestros. No obstante, creo que lo propio es que nos acerquemos en concreto a la festividad de Imbolc, ya que tiene lugar en la noche del 1 al 2 de febrero. Así que, abrigaos bien y sentaos un momentito a conocer su leyenda.Era precisamente en estas fechas, tras un oscuro enero y a las puertas de un probablemente más duro febrero, cuando las pequeñas comunidades de la Europa antigua, principalmente regidas por la agricultura y los ciclos estacionales, hacían un alto en el camino. Aunque todavía queda tiempo para que termine el invierno, el Sol se prepara para volver a relucir en breve cada vez más y volver a fecundar la tierra en primavera con sus chorros de luz y energía. Es por ello que a partir del 1 de febrero cada día las horas de luz se incrementarán aproximadamente en un minuto hasta la noche del solsticio de verano.En la cultura celta esta fiesta servía de reunión para vislumbrar la llegada del buen tiempo y la alegría estival. La luz en tiempos antiguos se consideraba un bien escaso (no había fuentes eléctricas, claro está) y su falta invitaba al recogimiento y la permanencia en los hogares. En muchos animales salvajes esto se traduce en el proceso de hibernar. En nuestro actual calendario, este día se corresponde con la Candelaria. De hecho, este sabat pagano toma como uno de sus iconos la luz y las velas. Se cree que durante la noche de Imbolc, los celtas dejaban alrededor de sus chozas y también en el interior palmatorias encendidas en honor a la madre tierra y como símbolo de la luz que desde entonces iba a teñir cada día un poco más su rutina de claridad. Se atisban los primeros brotes de la tierra y crece alguna florecilla temprana. La Diosa Madre, en pleno estado de gestación, luce una preñez avanzada que augura esplendor, riqueza en los campos y prosperidad, pero que no culminará hasta el equinoccio de primavera. Siendo así, un ligero optimismo envuelve tímidamente el ambiente. Cruz de Brigit hecha de espigas. Imagen extraída del blog mantrakadabra.wordpress.com Este sabat estaba asignado, además, a la divinidad céltica Brigit, patrona de muchas tribus de la ancestral Europa, hija del dios Dagda (considerado dios padre del panteón de dioses celtas) y en resumen, una diosa amada y venerada por su benevolencia y sus grandes dones, lo que se conoce como diosa triple. Aún hoy día en Irlanda se rememora esta celebración con un fervor capaz de trasladarnos a la antigua magia ancestral. A mi marido le regalaron una cruz de Brigit cuando vivió allí. La persona que lo hizo, su madre irlandesa, le dijo que jamás faltarían el alimento y el calor en los hogares donde se colocara una de estas cruces. Desde entonces esta cruz, que tradicionalmente está hecha de espigas o ramas cruzadas al puro estilo agrícola, ha presidido discretamente la entrada de todas las casas en que hemos vivido. Brigit era también una diosa de fuego. En la cultura grecorromana se la asimiló a la diosa Minerva o Atenea. Se la consideraba diosa de los poetas y artistas, sabia y guerrera al mismo tiempo, muy vinculada a la labor de los artesanos y de médicos y sanadores. También defensora de las causas femeninas, ayudaba a las vírgenes, a las parturientas y a las madres en periodo de lactancia, hecho que se constata, entre otras cosas, porque el animal con que era representada, lejos de una magnificente bestia de guerra o de una exuberante criatura, era en cambio la humilde vaca. Se creía que, en la noche de Imbolc, la diosa Brigit transitaba las aldeas por la noche acompañada por una hermosa vaca con las ubres a rebosar de leche fresca y que, en ocasiones, ella misma adoptaba esta forma para aparecerse en el mundo terrenal y socorrer a quien solicitaba su cuidado.Pero a pesar de que la celebración de Imbolc pueda sonaros exótica, desconocida o lejana, resulta que su tradición dejó una huella que aún perdura en la Península Ibérica, en muchos pueblos de España, como la Noche de las Candelas de Almendralejo, en Badajoz. Regiones de Galicia y Portugal, como Verín, o Izagre y Alija de la Ribera, en León*… En estos y otros muchos pueblos sigue habiendo festejos relacionados con la quema de cosas: objetos viejos, rastrojos, muñecos que simbolizan personajes malignos... El fuego, que desde siempre ha gozado de propiedades purificadoras, se utiliza para quemar las cargas, los lastres, la enfermedad, la desgracia, los patrones que no sirven, las emociones caducas que resisten al cambio.Hogueras, velas, candelas, antorchas y una diosa triple, femenina, humilde y poderosa que recordaba que, a pesar de las nieves, la oscuridad y las inclemencias del clima, el fuego del hogar seguiría fulgurando alimentado por la comunidad, por los clanes, por la familia que se reunía en torno a él sin desesperar, sabiendo que la luz pronto llegaría para hacer brotar los nuevos propósitos de la rueda del año.De todo corazón, os deseo una feliz noche de Imbolc a todos. 



*Información extraida de la investigación de Ana Carracedo
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Published on January 30, 2020 10:36

January 23, 2020

Trenzas y su simbolismo en la tradición


Rapunzel en su torreA los veinte años me corté una trenza de cincuenta centímetros y se la envié a mi novio metida en una carta cuando él estudiaba en Reino Unido. Era un amuleto de buena suerte. Después de dieciséis años, mi trenza sigue atada al mástil de una de sus guitarras.El cabello, tanto en mujeres como en hombres, goza desde antaño de un significado muy especial en las leyendas y los cuentos. A menudo ha dado en simbolizar la fuerza de su poseedor y su estado según las circunstancias de su destino. En algunos cuentos, los demonios firman un trato con un humano a cambio de su pelo. La bruja de Blancanieves, por ejemplo, en la versión extendida del cuento prueba a envenenar a su hijastra peinando su melena de doncella. En la antigua cultura criolla, poseer el cabello de otra persona otorgaba el poder para protegerla o dañarla a través de la magia vudú.  Los enanos de Blancanieves, retirando el peine envenenado de su cabelloOtras veces el cabello se relaciona con la castidad o el compromiso, como es el caso de las melenas sueltas de las vírgenes, las trenzas de las casadas y los moños de las viudas. No olvidemos a las canas, emisarias de la sabia senectud que, en según qué culturas, eran imprescindibles para asumir cargos de alta responsabilidad para con la tribu o requisito obligatorio para ocupar el lugar de la druidesa madre o el chamán padre en la guía espiritual del pueblo. Sin embargo, son las trenzas el peinado recurrente de la mayoría de tradiciones, mitos y festividades, hasta el punto de que en los países del Este y del Norte de Europa se elaboran trenzas de pan. Hace algunos años probé una trenza de azafrán que mi amiga Marta me trajo de Suecia, su país materno. El verano pasado aprendí a cocinarlas yo misma y ahora me gusta llevarlas como obsequio cuando me invitan a alguna casa. Porque una trenza no es solo una sucesión de nudos. Dama de ElcheEn concreto, las trenzas constituyen un concepto plagado de simbolismo que, a lo largo de la historia, ha ocupado un lugar más que relevante en el folklore tradicional. Trenzas arrojaba Rapunzel por la ventana de su torre. En realidad, eran sus propias cadenas, solo que hechas de pelo y anudadas de tal forma que tenían amarrada su libertad. Las trenzas forman parte de culturas milenarias, como China o infinidad de tribus indígenas americanas. En los mitos nórdicos se trenzan los cabellos de hombres y mujeres al modo de los interminables nudos celtas, que están plagados de significados y se usaban como concentradores de energía por su trazo infinito, ya que se podían recorrer con el dedo o con la vista una y otra vez sin terminar jamás. Las sacerdotisas iberas se recogían dos trenzas, una a cada lado, y les daban forma de moños, como atestigua la popular dama de Elche, y las druidesas de Avalon, en función de qué ritos debían oficiar, se trenzaban o no el cabello. Esta clase de recogidos se estilaba también en las Galias, tanto en hombres como en mujeres, y de las esposas vikingas se dice que se cortaban la trenza para entregarla a sus maridos cuando iban a la guerra, para protegerlos. Mientras los cabellos no se soltaran, permanecerían a salvo.
Nudos celtasLas amarras de los barcos, que los atan a la tierra, son otro claro ejemplo de la fuerza que entrañan estos nudos. Cerca de los mares del norte, donde se desatan tormentas atroces que desde el albor de los tiempos han engullido a cientos de navíos, las esposas de los marineros sujetaban al viento trenzando pedazos de soga a los que, previamente, se le había asignado la identidad de las corrientes. En función de qué viento soplara, las sogas o hilos que se escogían estaban teñidos de un color u otro.Se trenza el esparto con que se hacen cestos, e incluso muchas cruces paganas previas a la llegada del cristianismo se elaboraban con espigas de trigo trenzadas, como es el caso de la cruz de la diosa celta Brigid. La trenza era un motivo recurrente en la decoración de festividades agrícolas paganas. Aún hoy día se trenzan cintas de colores a ritmo de danza en torno al popular palo de mayo, residuo de la antigua festividad de Beltane, rito de la fecundidad, que todavía se erige en muchas ciudades europeas el día primero de dicho mes.  Las nornas escandinavas o las parcas grecolatinas trenzaban el destino de los mortales, y los antiguos celtas, emparentados con esta creencia, sostenían que las vidas de todas las personas eran hilos perfectamente trenzados unos con otros para formar el tapiz universal que era el hado, el cosmos. Palo de mayoEn el acto de trenzar, que tradicionalmente se reservó a las mujeres al igual que el arte de tejer, las antiguas hechiceras encontraban una oportunidad para conjurar, especialmente sortilegios protectores. En muchas culturas de la antigüedad, cuando una mujer trenzaba el cabello a otra (por ejemplo una madre a una hija para su ceremonia de matrimonio), depositaba en cada nudo de cabello una oración, y el cúmulo de ellas, sus bendiciones, permanecían rociando con su magia invisible a la persona gracias a la cinta que las amarraba al final del cabello. Este sencillo sortilegio aún podía enriquecerse más si se ensartaban flores y hierbas aromáticas en las trenzas. Collares y pulseras trenzados establecían un vínculo importante entre dos o más miembros de una comunidad tribal. De hecho, en algunas regiones de Ucrania, cuando una mujer se casaba, se cortaba la trenza y la colgaba en la puerta de la casa. Una de mis trenzas de pan y azafránNo obstante, propósitos menos nobles se lograban a través de las trenzas, como por ejemplo dificultar un parto a una mujer a quien se deseara mal, como hizo la diosa Hera con la reina Alcmena cuando trató de retrasar el nacimiento de Hércules (hijo de Zeus) para que su gemelo, Ificles (hijo del rey Anfitrión), fuese el primogénito y, por tanto, rey. Cuentan que la diosa Hera, celosa de otra más de las infidelidades de su marido con esta reina humana, se ató el cabello en dos trenzas y se sentó delante de la parturienta disfrazada de matrona, cruzada de brazos y de piernas, para impedir la dilatación del útero. De no ser por la aparición del dios Hermes, que distrajo a la matriarca del panteón divino para favorecer los propósitos de Zeus, es probable que Hércules no se hubiera convertido en leyenda, ya que ni siquiera habría nacido vivo.Hacer una trenza es una efectiva forma de apagar la mente, una manera de meditar, y trenzar cabellos, lazos, hilos o espigas es un acto que ha quedado grabado en nuestra memoria colectiva, hasta el punto de que muchos niños y niñas aprenden a trenzar sin que nadie los enseñe. Un sencillo gesto ancestral que durante siglos ha entrañado leyendas, símbolos y conjuros. Otro pedacito de la maravillosa magia de la tradición. Estoy segura de que, a partir de hoy, seréis más conscientes cuando hagáis una trenza, o puede que hasta imaginéis ese acto en el contexto de una leyenda. Os deseo una feliz tarde y me reservo para otra ocasión la receta de la trenza de azafrán.
NOTA: ignoro la autoría de algunas de las imágenes utilizadas. Si eres el ilustrador en cuestión o sabes quién las ha hecho, te agradecería que me lo hagas saber para poner los nombres correspondientes.
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Published on January 23, 2020 10:41

January 16, 2020

Mujeres, pucheros y cucharones


Círculo mágico, John William Waterhouse
A fuego lento, a la vera de los fogones, el amparo de las cocinas y el abrigo de la noche, durante siglos muchas mujeres fueron la verdadera resistencia al patriarcado escondiendo entre cazuelas y cucharas de palo la herencia pagana y desobediente de sus ancestros y ancestras. Y es así como, a lo largo de la historia, en muchos reinos europeos campesinas, sirvientas del hogar e incluso mujeres de poder siguieron gestando en pucheros de acero o de barro la magia de su devoción por la madre primigenia: la Brígida celta, la Freyja germánica, la Afrodita griega, la Minerva etrusca, la Juno romana, la Ataecina ibera… Muchos rostros y muchos nombres amalgamados en la idea de madre común, sabia y poderosa. Lo que sorprende es descubrir que, en esta tesitura, todos los rostros de la madre grande se fundieron en uno solo y la fe depositada en ellos contribuyó a dar lugar al concepto de bruja.
A las antiguas sacerdotisas del norte de Europa, quienes se habían ocupado de guardar y difundir la sabiduría milenaria de los pueblos bajo un orden matriarcal, se las sacó de los templos y enclaves de culto y se las obligó a ser esposas y dadoras de hijos, relegadas a las tareas domésticas y al trabajo en el hogar. A los hijos, quienes por tradición solían recibir el apellido materno como identificativo (y así continuó siendo, por ejemplo, en Portugal, de donde procedía el célebre pintor Diego Da Silva Velázquez, de madre portuguesa, aunque mucho más conocido por “Velázquez” a secas), a partir de entonces se les colocaría, indiscutiblemente y como vehículo social, el apellido del padre. Con lo que la nueva jerarquía humana no contaba era con que estas mujeres sabrían encontrar el aliento de la divinidad en el fuego de la lumbre, el mismo que servía para orar o para cocinar, para calentar la casa o para purificar los malos espíritus. Ellas encubrieron bajo los más cotidianos gestos y los objetos más corrientes sus rituales, sus ofrendas, sus fiestas y su magia, pues, al fin y al cabo, casa y templo era todo un mismo espacio, como sucedía en la antigua Grecia con las vírgenes vestales, las sacerdotisas de la diosa Hestia (Vesta para los romanos).El nuevo orden de corte patriarcal metamorfoseó las costumbres y tradiciones de la cosecha y las estaciones tintándolas a menudo de supersticiones y prácticas oscuras, y el conocimiento de las propiedades curativas de las plantas y alimentos fue condenado como acto de brujería. No fueron consideradas de manera muy distinta las manifestaciones de sabiduría y libre pensamiento. Muchos hombres aunque más mujeres sufrieron la acusación de sus vecinos por perpetuar las tradiciones de sus ancestros en relación, por ejemplo, a la aplicación de los ciclos lunares en el calendario agrícola o a la tarea apícola. A veces era un amante no correspondido, otras, un cacique vengativo.Pero a pesar de eso y de siglos de censura, fue a través del folclore y de las manifestaciones artísticas de distintos momentos, como las Pinturas Negras de Goya, Los Pazos de Ulloa de Pardo Bazán, incluso La Celestina de Rojas, el modo en que la cultura arcaica se preservó. Quizás fuera la cultura popular sostenida por los cantos de siega, el refranero y las leyendas que se contaban al anochecer el ancla que impidió que todo este saber se dispersara con las mareas del tiempo.Las danzas, el baile, los cantos, así como la interpretación de los sueños o la predicción del futuro (para la cual las brujas se servían de objetos cotidianos como alfileres, piedras, cáscaras de manzana, los posos de alguna infusión de achicoria o la cera de las velas que iluminaban la estancia) alimentaron esta aura mágica tanto como la imagen sobrenatural que se había generado en torno a la figura de la hechicera, la adivina, la meiga, la bruixa, la bruja, la vendedora de ensalmos, la curandera, la chamana.Las brujas, llamadas así de forma despectiva, hubieron de encontrar en el menaje del hogar los sustitutos para todos y cada uno de sus instrumentos mágicos, y dónde mejor que en la cocina cerca de un fogón que no era extinguido casi nunca y les proporcionaba de forma constante y nada sospechosa la fuerza elemental del fuego. Los cucharones, de madera, barro o metal, fueron utilizados como cetros y varitas para trazar, entre otras cosas, el círculo de protección antes de la realización de un ritual. Los pucheros y cazuelas combinaban el fuego con el agua que los llenaba, y en ellos bullían las plantas mágicas escogidas para cada ocasión. Incluso el cereal, con el que cada día se trabajaba para hacer el pan, alimento básico, representaba el rostro solar del dios fecundo de las estaciones cálidas. Las escobas, antiguamente retamas o varas con cepillos de esparto, servían para barrer la basura energética, y se cree que en los aquelarres las mujeres corrían con ellas entre las piernas como si viajasen a caballo, de ahí la imagen de la bruja volando sobre una escoba. Las madejas de hilo y de lana no pocas veces sirvieron para anudar o amarrar conjuros, y amuletos como ramas de laurel o coronas de ajo pendieron de ventanas o sobre las puertas con la excusa de que se secasen bien para cocinarlos, para que perfumasen la estancia o ahuyentasen a los insectos, por no hablar de los puñados de sal en las esquinas y los de trigo en el alféizar de las ventanas (con esto último se prevenía a los duendes de hogar si daban problemas, los llamados lares). También las antiguas escudillas de metal (para servir sopa o guisos) hicieron las veces de espejo para hacer invocaciones. Infusiones elaboradas a escondidas para curar algún mal, pocillos para tomar estas pociones mágicas y cuchillos para cortar tanto pan como flujos energéticos fueron también de uso frecuente para las llamadas bajo el mal nombre de brujas. Siendo así, protegidas por la cotidianeidad y convirtiendo las cocinas de los hogares en sus templos clandestinos, resistieron a condenas, acusaciones y torturas, transmitiendo a sus descendientes en secreto sus conocimientos heredados de la sabiduría ancestral, practicando lo que creían que era correcto, creyendo en lo que su corazón les alentaba a creer y luchando por sus tradiciones como auténticas rebeldes con la sola ayuda de un puchero de barro y un cucharón de madera.
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Published on January 16, 2020 08:04

December 20, 2019

Folclore y paganismos en el solsticio de invierno

Pandero chamánico de Laponia. ¿Qué creéis que pasará si lo toco?
Muchísima gente por estas fechas pone en su casa un árbol de Navidad entre otros adornos navideños. Pero lo que muchísima gente no sabe es de dónde arraiga esta tradición que se ha mimetizado perfectamente en nuestra cultura.El abeto de Navidad es un icono pagano que nada tiene que ver con la tradición bíblica. De hecho, basta con pensar que en Oriente Medio no crece dicha especie vegetal y que esta por su parte, junto al acebo que también ornamenta nuestro entorno en los días festivos, abunda en el centro y norte de Europa, en zonas frías y húmedas.Las culturas ancestrales de nuestro continente, que basaban su calendario lunar en los cambios estacionales fundamentalmente, celebraban el solsticio de invierno en la noche del 21 al 22 de diciembre según nuestro calendario actual, fecha curiosamente muy cercana al día asignado al nacimiento de Jesucristo que, como es sabido, es históricamente muy posterior al desarrollo de estas primarias etnias centroeuropeas. El Padre Escarcha, el espíritu del invierno y probablemente el antecesor más primitivo de Santa Claus, llega para quedarse durante meses con su cosecha de nieves y heladas. A esta deidad se le pedía que fuera piadosa con las tierras de cultivo y con los niños que nacían en esta temporada, que eran más difíciles de sacar adelante debido a las inclemencias del clima y todas las dificultades que suponía esto para la supervivencia.Este sabbat llamado "Yule" por los antiguos (todavía en algunos países europeos se felicita Júl, el vocablo nórdico de origen) marcaba la mitad de la estación fría, pues transcurrido ya el otoño tan solo quedaba el invierno para la vuelta de la estación cálida. Así mismo, las noches dejan de alargarse, y posteriormente, en febrero, los días volverán a durar un poco más cada vez. La tradición también contaba que se aproximaba la derrota del rey Acebo, que reinaba en los meses fríos, para dar victoria al rey Encina, que regentaba la época estival.El significado místico de esta celebración nos muestra a la diosa madre dormida bajo la paz y tranquilidad de la nieve, nutriéndose de ella y descansado para volver a eclosionar en primavera dando a luz a tantas nuevas vidas. Además, la diosa, que había presenciado la muerte de su consorte y lo había despedido en Sammhain (Noche de Difuntos), descubre con gozo que en su vientre ha germinado  el fruto de su unión, que no será sino el propio dios masculino que de nuevo renacerá en ella cuando el sol empiece a lucir de cara al verano. Santa Claus, de Arthru RackmanAntiguamente Yule simbolizaba esperanza en medio del desolador y sombrío invierno que invitaba al recogimiento y que pocas veces era generoso con los animales, con los asentamientos humanos y las cosechas, pues la tierra da escasos frutos en esta época. Una de las formas más populares de realizar esta celebración consiste en tomar un trozo de tronco de árbol, normalmente abeto, colgar de él cintas de colores que simbolizan los deseos de los asistentes a la ceremonia (cada cual cuelga el suyo propio) y echarlo al fuego del hogar hasta que este lo consuma del todo, ya que el fuego es otro de los símbolos de esta fiesta que anuncia la llegada de la luz.Yule es un alto en el camino y un abrazo ardiente de la madre tierra para tomar fuerza y continuar en la estación más dura de la rueda del año. A pesar del frío y de lo yermo de los vientos del Norte, a mí siempre me ha parecido uno de los momentos más hermosos del año.Y ahora que quizás sepáis un poquito más sobre el origen legendario de esta tradición, os deseo a todos que recibáis al invierno con mis mejores deseos y rodeados de aquellos a quien más amáis.¡Feliz Yule!
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Published on December 20, 2019 07:39

December 18, 2019

Reseña - Lobos de Mar

 Y como lo prometido es deuda (y últimamente me he rezagado un poco con las reseñas), hoy quiero hablaros de los Lobos de Mar de Gabriel Sánchez García-Pardo, un joven aunque muy prometedor escritor que ya ha sacado a la luz varias obras literarias, entre las cuales destaco El Vals de las Hadas Malditas (podéis leer la reseña que hice aquí). En el último Festival de Fantasía de Fuenlabrada tuve la oportunidad de conocer en persona a Gabriel y de charlar con el un buen rato sobre el oficio de la escritura, que ambos compartimos. Ese día llevé a mi hija conmigo y adquirí para ella los dos primeros volúmenes de la saga Lobos de Mar para regalárselo en su octavo cumpleaños. Como es obvio, nos los llevamos firmados por Gabriel, que nos trató con un cariño y una cercanía insuperables convirtiéndose en uno de nuestros autores favoritos no solo por las historias que escribe sino por su amabilidad y por el toque de hadas que desprende. Y bueno... Nuestro veredicto tras leer las dos primeras historias es:
¡Gabriel, sigue escribiendo, por favor! Ya habíamos oído hablar de estos piratas lobunos y teníamos muchas ganas de conocerlos. El resultado tras dárselos a Gaia fue una niña pegada a un libro durante semanas, leyendo y releyendo varias veces la misma historia, jugando en todo momento a ser uno de los piratas de la tripulación, dibujando a sus personajes e incluso inventando a otros propios que, según ella, encajarían a la perfección en la historia. Gaia se pregunta si algún día tendremos a algún personaje gatuno entre la tripulación del capitán Sombra porque en casa somos muy de gatos, aunque eso no significa que estos lobos carezcan de encanto, ¡todo lo contrario! Tienen todos mucho carisma. Además, en la tripulación hay un zorro (Sparky, el protagonista), una ratoncita feroz con acento francés (la adorable Françoise) y una orangutana que practica hechicería vudú junto a Luna (la intrépida loba blanca) y Dingo (el pícaro).
Pues bien, no me concierne a mí en esta ocasión referir la reseña correspondiente, a pesar de haberlos leído yo también, ojo, que no me lo quería perder. Hoy quiero citar textualmente las dos reseñas que mi hija hizo sobre estas lecturas, ¡pero advierto que hay riesgo de spoiler!Empezamos:
LA ISLA FANTASMA
Me ha encantado el libro, mi personaje favorito es Françoise. Me ha gustado el misterio de la Isla Fantasma aunque me da un poco de pena que Kuthamanga se separe del grupo. Y me gustan mucho las bodas de los monos.

EL ATAQUE DEL DEVORA-ISLAS
Me ha gustado mucho el libro, pero lo que más me ha gustado ha sido el capítulo de Compañeros de celda porque Sparky conoce a Dingo y a Françoise, porque Françoise es mi personaje favorito. 

Os prometo que, si optáis por Lobos de Mar como regalo para los peques, tendréis diversión asegurada, no solo por las aventuras, sino también porque Gabriel introduce pequeños enigmas, acertijos y minijuegos en la trama de las historias que a los pequeños lectores les encanta desentrañar. Las ilustraciones son de lo más simpático y la estética de los personajes aparece muy bien definida, cada uno con los atributos propios de su personalidad. Como madre y docente he de opinar, además, que desprenden una estela fresca y sana, muy inspiradora, que transmite el valor del trabajo en equipo y que ofrece un abanico amplio de personajes masculinos y femeninos en igualdad de condiciones para escoger, rompiendo estereotipos y permitiendo a cada niño sentirse identificado con el que mejor se ajusta a su libertad. Por último, quiero añadir que Gabriel usa un humor muy fino que hará carcajearse tanto a los niños como a los adultos.Si ya os he convencido, podéis adquirir vuestro ejemplar aquí. Por nuestra parte, nosotras esperaremos con emoción los volúmenes 3 y 4, que llegarán a las librerías dentro de poquito y que no nos pensamos perder. Espero que os haya gustado. ¡Feliz tarde!

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Published on December 18, 2019 09:31

December 12, 2019

Los espíritus del agua en el cuento tradicional



Sirena por J.W.Waterhouse
Es indudable que el agua forma parte de nuestra vida. Es parte de nuestro cuerpo como es parte de nuestros mitos, de nuestros cuentos, de nuestras inquietudes. No sólo el agua en sí, que es descrita como la sangre de los dioses en algunas tradiciones paganas, sino el mundo misterioso que subyace a su superficie. Sobre mares, sobre ríos y pantanos se han escrito poemas y canciones y se han plasmado increíbles imágenes. Sobre las criaturas que los habitan, también. A nuestra historia no le han faltado escritores que hayan querido recopilar las leyendas de los pueblos que viven cerca de las aguas. Y ya sabéis que los cuentos, al fin y al cabo, son un importante testimonio de la evolución de las colectividades humanas y, en muchas ocasiones, guardan grandes verdades entre imágenes y símbolos. 
El elemento del agua se ha asociado muchas veces con las emociones y los sentimientos, aunque también con un mundo alternativo, paralelo al terrenal, lleno de seres desconocidos y de misterios. Y la experiencia ya nos ha demostrado que basta que exista un lugar inaccesible, prohibido, y un misterio en él para que los humanos quieran rebasar la frontera entre los mundos y penetrar en un lugar al que no pertenecen, a pesar de las consecuencias. Y es aquí, en este punto de encuentro entre el agua y la tierra, donde se da escenario a las leyendas más populares, trágicas y románticas sobre humanos y espíritus del agua que se lamentan por no poder permanecer juntos. El mundo acuático no es accesible a los de nuestra especie, nunca lo ha sido y nunca lo será. Pero como buena hija de marinero, conozco en cambio el interés y el magnetismo que las aguas pueden llegar a provocar en los corazones de los seres humanos, así como la devoción con que los lobos de mar regresan siempre a los barcos sin temer la furia de las mareas, incluso habiendo estado al borde del naufragio como lo estuvo mi padre.Los espíritus femeninos que según las leyendas de tantas regiones habitan las aguas encarnan ese efecto tentador, capaz de obnubilar el juicio de cualquier mortal. Entre todos ellos, las sirenas han sido por excelencia las criaturas más célebres y populares en las tradiciones con cuentos sobre el mar. A menudo se las describe como mujeres con cola de pez, aunque en la antigüedad clásica se engloba bajo este nombre a seres muy distintos que no habitan el mar, sino los acantilados, y que en lugar de tener cola de pez presentan alas de águila o buitre y garras. Las sirenas griegas son más parecidas a harpías que a sirenas acuáticas, y su apetito era voraz, motivo por el que atraían a los marineros con sus cantos para hacer encallar sus barcos y devorarlos después. Por el contrario, estaban las Nereidas, hijas del rey Nereo, que encarnaban a beldades o semidiosas marinas, tales como Anfitrite (consorte de Poseidón) o Tetis (madre del héroe Aquiles).
Ondina de Benjamin LacombeLas sirenas aparecen en leyendas de distintos lugares del mundo. En las islas británicas se recogieron historias sobre humanos que pescaron una sirena para casarse con ellas. El secreto para que una sirena permaneciese al lado de un hombre era robarle una pertenencia a ésta. Pero muchos cuentos acaban con que la sirena recupera su objeto, que el marido tiene escondido en algún lugar de la casa, y entonces regresa al mar, incluso aunque haya dejado hijos humanos en la tierra. Hay sirenas que se convierten en focas cuando tocan tierra (Escocia) o niñas que se convierten en sirenas por jugar tanto en el mar, como La Sirenuca (Cantabria). La famosa leyenda de La Sirenita fue recopilada por Hans Christian Andersen, una leyenda que, a diferencia de la adaptación cinematográfica de Disney, concluye con un desafortunado desenlace. Oscar Wilde, por ejemplo, escribió un precioso cuento inspirado en este tipo de folclore, El pescador y su alma , cuyo final también nos demuestra que humano y sirena no pueden estar juntos. En muchas ocasiones son los humanos los que traicionan a las sirenas por culpa de los vicios inherentes a nuestra raza y, por consiguiente, el mar los castiga tragándoselos.Pero no debemos caer en el error de creer que si nos alejamos de los mares vamos a dejar de escuchar esta clase de historias. Al margen de las sirenas, los ríos, pantanos y fuentes también albergan la presencia de espíritus femeninos que protagonizan intensas tragedias de amor. En el Norte de España, por ejemplo, se habla de xanas, mujeres de las aguas que encandilaban a los caminantes solitarios hasta obtener un beso, momento en que se quedaban con el alma del desafortunado y le congelaban el corazón. Sobre este tópico, Gustavo Adolfo Bécquer recogió la famosa leyenda de Los ojos verdes . Además, para los que os guste el metal, os propongo que no dejéis de escuchar Xana , de Avalanch (cuando escuché por primera vez esta canción pulsé cinco o seis veces el repeat), o Green Eyes , de Dark Moore. En Cataluña y Baleares se hablaba de les dones d’aigua, y en los países bajos tenemos a las ondinas.
Quizás la ondina más famosa de todas sea la ondina del Danubio, a veces llamada Lorelei. Las ondinas, a diferencia de las sirenas, presentan un aspecto bastante parecido al de las mujeres humanas, aunque claro está, con el encanto añadido de los espíritus elementales: tienen una voz melodiosa, un aspecto de ensueño y una belleza inconcebible, además de poseer la capacidad de condicionar el comportamiento de las aguas cuando se encuentran cerca de ellas. Tratándose de mí, no podía evitar hacer una mención al álbum Ondina de Bejamin Lacombe, mi preferido hasta la fecha de este increíble ilustrador francés. La melancolía y el romanticismo lúgubre con que han sido elaboradas las imágenes y relatada la historia, producen en mí un efecto parecido al síndrome de Stendhal.Visto lo visto, podríamos afirmar que todas las criaturas femeninas del agua comparten rasgos como la capacidad de atrapar el alma de quien las mira o escucha sus cantos. Todas ellas son hermosas, aman fervientemente pero sus venganzas causan estragos cuando son traicionadas. En ocasiones son pérfidas y demoníacas, no olvidemos a las ninfas de La princesa Tuvstarr , un cuento sueco del que os hablé hace unas semanas.Sin embargo, me gustaría acabar el post mostrando un lado algo más amable de estos seres de las aguas. Y creo que el cuento de Sadko, un cuento tradicional ruso, lo ilustra a la perfección.Sadko es un joven humilde y huérfano que malvive gracias a sus canciones y a su laúd. De él contaban que todas las tardes se acercaba al río Volkhova, del que decía que estaba enamorado, y le cantaba y tocaba para él. Lo hizo cada noche durante años hasta que un día se le apareció el Zar de los Mares, le entregó un cofre con un tesoro en agradecimiento por su música y lo convidó a tocar en el palacio del mar. Pasaron muchos años hasta que Sadko bajó a actuar al palacio del mar. Hasta entonces, y puesto que su suerte había girado gracias al tesoro del Zar de los Mares, prosperó y se convirtió en un mercader afamado y pretendido por muchas mujeres. Sin embargo, Sadko no quería a ninguna otra, y siempre que regresaba de sus viajes iba de nuevo a tocar junto al río Volkhova. Un día, durante un viaje en barco, se cayó al agua y la marea se lo tragó. Entonces apareció en el palacio del mar, donde el Zar de los Mares lo recibió junto a todas sus hijas. Sadko les ofreció un concierto y, luego, el Zar de los Mares le permitió elegir a una de sus hijas para que se casara con ella. Sadko se negó porque decía que no estaba enamorado de ninguna, más que del río Volkhova. En ese momento, una de las doncellas se adelantó, y fue en su rostro donde Sadko reconoció el espíritu de aquel río para el que había cantado y tocado su laúd tantas veces y junto al que había dormido casi todas las noches. Y he de deciros que en la mayoría de las versiones esta historia termina con su feliz unión bajo las aguas, pues Sadko, finalmente, decide abandonar el mundo de los hombres. (Me consta que también tiene sus versiones con final fatídico, ojo).Como siempre, el ser humano reflejó en sus leyendas su inquietud por saber qué existía dentro de los mundos a los que no podía acceder, mundos como el agua, donde tendría que pagar con su propia vida para rebasar la frontera. Las sirenas y las xanas, las ondinas y nereidas... todas ellas despertaron la melancolía, la nostalgia y la añoranza en los espíritus de los seres humanos que, de algún modo vinculados a las aguas, jamás pudieron alcanzarlas, pero tampoco borrarlas de su memoria ni de sus más lánguidos anhelos.
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Published on December 12, 2019 10:16

December 5, 2019

Un cuento sueco para una tarde fría



Preciosa ilustración de Jon BauerSi existe algo que la raza humana no debería perdonarse dejar caer en el olvido son los cuentos.Hoy me gustaría aprovechar esta tarde de otoño para referiros un cuento sueco poco conocido fuera de las fronteras de su país natal. Se trata de La Princesa Tuvstarr, una historia que me atrapó completamente gracias a su languidez, a la sutileza de su acción y a la oscuridad de los bosques que harán de portal entre los mundos para la pequeña Tuvstarr. El texto es una traducción de la adaptación por escrito de Helge Kjellin. Espero que os guste tanto como a mí.

El sol brilla como el oro sobre la pradera del Palacio del Sueño. Es verano y la pradera florece con miles de perfumadas flores. Allí, entre las flores, está sentada una niña pequeña, rubia e inocente, peinando su largo pelo dorado. ¡Ah, el pelo pasa entre sus pequeños dedos como chorros de rayos dorados del sol veraniego! Junto a ella, entre la hierba, ha dejado su corona de oro.La niña es la pequeña princesa del Palacio del Sueño, y hoy ha salido a escondidas del grande y espléndido salón donde están sentados en sillas doradas su padre rey y su madre reina, con el cetro y el orbe en la mano, símbolo del gobierno que ejercen sobre sus ciudadanos. Le apetece estar sola y libre y se va hacia la florida pradera. Allí ha tenido siempre su lugar de juego más querido.La princesa, pequeña y delgada, es una niña todavía. Permanece sentada con un blanco vestido de sedas y muselina tan fino como la gasa.Todos la llaman Tuvstarr. Con sus dedos pequeños y delgados desenreda su pelo dorado por el sol y sonríe mirando los brillantes mechones. Y cuando un alce pasa de largo, bramando, ella levanta la cabeza. –¿Y tú, quién eres? –Yo soy Skutt Patas Largas –contesta el alce–, ¿y a ti cómo te llaman? –Me llaman princesa Tuvstarr, ¿sabes?Diciendo esto recoge la corona del suelo y se la enseña.El alce se para y mira la princesa un rato bajando un poco la cabeza. –Eres muy bonita, pequeña.Tuvstarr se levanta, se acerca con cuidado y apoya su cabeza en su tembloroso morro, acariciándolo con cuidado. –Qué grande y espléndido eres. ¡Pero si tú también tienes una corona! ¡Llévame contigo! ¡Déjame sentarme detrás de tu cuello y llévame a ver el mundo!El alce duda un poco. –Pequeña niña, el mundo es frío y grande, y tú eres tan pequeña...  El mundo está lleno de maldad y malicia, y podría hacerte daño. –¡Qué va! soy joven y llena de vida, tengo calor suficiente para todos. Soy pequeña y buena, y quiero dar mi bondad. –Princesa Tuvstarr, el bosque es oscuro y el camino es peligroso. –¡Pero si tú estás conmigo! Tú eres grande y fuerte, y puedes defendernos a los dos.Entonces el alce mueve de un lado a otro su cabeza agitando sus grandes cuernos. Hay como fuego en sus ojos. Tuvstarr aplaude, aplaude con sus pequeñas manos. –¡Bien, bien! Pero eres demasiado alto para mí, si te agachas me podré subir.El alce se echa obediente, y Tuvstarr se coloca sobre él sujetándose con fuerza. –Yo ya estoy lista. Ahora puedes enseñarme el mundo.Él se levanta lentamente, con miedo de hacer un movimiento brusco y tirar a la pequeña. –Agárrate fuerte a mis cuernos.Luego sale andando con grandes pasos. Tuvstarr no recuerda haberlo pasado nunca tan bien. Ve tantas cosas bonitas y nuevas... Nunca antes había estado fuera de la pradera del Palacio del Sueño. Y ahora pasan por colinas y montañas, valles y llanuras. –¿A dónde me llevas ahora? –dice Tuvstarr. –A Skogmossebo –contesta Skutt–, porque soy de allí. Allí no nos molestará nadie. Pero todavía nos queda un buen trecho.Se acerca la noche y Tuvstarr empieza a sentirse cansada y hambrienta. –¿Ya te has arrepentido? –se burla el alce–. Ahora es demasiado tarde para volver. Pero estate tranquila. En las aguas pantanosas hay muchas y maravillosas frutas que puedes coger. Y allí en medio tengo mi hogar.Siguieron andando un poco más, y al rato apareció un claro en el bosque. Tuvstarr vio delante de sí una zona pantanosa grande, de varios kilómetros de largo, donde el musgo crecía frondoso en pequeños lugares. –Aquí nos quedamos –dice Skutt, agachándose mientras Tuvstarr se baja–. Y ahora cenaremos tranquilamente.Tuvstarr olvida que tenía sueño y salta con ligereza de un pequeño montículo a otro como le acaba de enseñar Skutt, y recoge en pequeños cucuruchos, hechos de hojas, grandes y sabrosas frutas, las come con gusto, invitando al mismo tiempo a Skutt Patas Largas. –No, ahora tenemos que darnos prisa para llegar a mi casa antes de que oscurezca demasiado –dice Skutt, y Tuvstarr se sube otra vez a su gran lomo.Skutt camina con seguridad por el pantano y no necesita probar si los pequeños setos aguantan su peso o no. Es evidente que ha nacido aquí. –¿Quiénes son los que bailan allí, a lo lejos? –pregunta Tuvstarr. –Son ninfas. ¡Pero ten cuidado con ellas! Parecen nobles y buenas pero no son de fiar. Y recuerda lo que te digo: no les contestes, agárrate con fuerza a mis cuernos y no les hagas caso.Tuvstarr promete que sí.Pero ya les han visto las ninfas. Se acercan como flotando en el aire, bailando, serpenteando arriba y abajo delante del alce y haciendo gestos burlones a Tuvstarr. Ella piensa en todo lo que Skutt acaba de decir y se siente inquieta y se coge con más fuerza a sus cuernos. –¿Quién eres tú, quién eres tú?Cientos de preguntas susurran a su alrededor, y ella siente como si tuviera numerosas bocas de frío aliento cerca de sí. Pero no contesta.Entonces se animan aún más las pequeñas y frágiles ninfas de blancos velos e intentan tirar de su vestido y su pelo largo y rubio, pero no logran agarrarlo del todo. Skutt se limita a resoplar y a correr.De repente, Tuvstarr tiene la sensación de que se afloja su corona y teme perderla. ¡Qué dirían su padre el rey y su madre la reina, que se la han regalado! Por eso, olvida lo que le había dicho Skutt y deja escapar un grito, suelta una de sus manos y se la lleva a la cabeza. Deberías haber visto lo que pasa a continuación.Las ninfas han ejercido ya su poder sobre ella, aunque no totalmente, ya que todavía se sujeta con la otra mano a los cuernos del alce, y con risitas burlonas y alegres le arrancan la dorada corona y desaparecen flotando en el aire. –¡Oh, mi corona!-lloriquea Tuvstarr. –¿Por qué no me obedeciste? –le reprocha Skutt–. Ahora te aguantas. Quizá no vuelvas a ver tu corona, y estate contenta de que no haya sido peor.Skutt sigue andando, y Tuvstarr puede distinguir de pronto un pequeño grupo de árboles que forman una isla en el centro de la ciénaga. –Allí está mi casa –dice Skutt–, y allí vamos a dormir.Llegan en seguida. Se trata de un pequeño cerro que se eleva sobre el terreno pantanoso que lo rodea y en su interior, entre pinos y abetos, está todo seco y resulta agradable.Tuvstarr da un beso de buenas noches a su querido amigo Skutt, se quita su vestido, lo cuelga cuidadosamente en una rama y se echa sobre el suelo quedándose dormida, mientras el alce con sus patas largas permanece de pie junto a ella para protegerla. Ya es casi de noche y comienzan a brillar algunas estrellas.A la mañana siguiente, Tuvstarr se despierta temprano, porque Skutt le roza la frente con el morro. Se levanta y estira su cuerpo a la luz amarillenta de la mañana, luego recoge rocío en sus manos y bebe. Tiene un pequeño corazón de oro en una cadena alrededor del cuello, y brilla como el fuego a la luz del sol. –Hoy quiero ir totalmente desnuda –exclama–, pongo mi vestido delante de mí, tú me pones en tu lomo y me enseñas más el mundo.El alce hace lo que ella quiere. No le puede negar nada. Ha estado despierto toda la noche contemplando a la extraña, blanca y pequeña niña, y al llegar la mañana tenía lágrimas en los ojos. No sabe por qué, pero siente como si estuviera empezando el otoño de nuevo, y le invade un deseo interno de pasar por luchas y peligros, así como unas enormes ganas de no andar más solo.De repente, sale corriendo en dirección al bosque. Le cuesta a Tuvstarr seguir sujetándose. Las ramas la golpean con fuerza en la cara y en el cuerpo y su pequeño corazón de oro salta de arriba abajo. ¡Así de rápido va!Pero Skutt se tranquiliza poco a poco y afloja la velocidad. Ahora están pasando por un bosque grande y extraño. Los abetos tienen ramas largas y pesadas, las raíces se enroscan como serpientes en el suelo y a lo largo del camino hay grandes piedras cubiertas de sombrío musgo. Nunca antes había visto Tuvstarr cosas tan extrañas. –¿Qué es eso que se mueve en el interior del bosque? Parece algo así como una larga melena con un par de blancos brazos saludando. –Pues sí, es la ninfa del bosque –dice Skutt–. Háblale con amabilidad, pero no se te ocurra contestar a ninguna pregunta que te haga y, por Dios, no sueltes mis cuernos.No. Tuvstarr tendría mucho cuidado.Ahora se acerca la ninfa del bosque como flotando en el aire. No se deja ver bien del todo, siempre se esconde un poco detrás de un árbol y desde allí, mira con curiosidad, diríase que como al acecho.Tuvstarr apenas se atreve a mirar hacia allí, aunque si llega a ver que la ninfa tiene ojos verdes y fríos y una boca roja como la sangre.La ninfa del bosque se mueve con rapidez de un árbol a otro siguiendo al alce mientras éste corre. Conoce a Skutt desde hace tiempo, pero eso pequeño y blanco de pelo dorado que el animal lleva sobre su espalda no sabe bien lo que es. Tiene que averiguar lo que es aquello. –¿Cómo te llamas? –grita de repente. –¡Me llamo Tuvstarr, la princesa del Palacio del Sueño! –contesta tímidamente la pequeña, teniendo mucho cuidado en no preguntar su nombre a la ninfa, aunque ya lo conocía. –¿Qué es eso que llevas delante de ti? –dice otra vez la ninfa del bosque. –Pues es mi mejor vestido –contesta Tuvstarr con un poco más de confianza. –Oh, déjame verlo –pide la ninfa del bosque.Por supuesto que le permite verlo, y Tuvstarr suelta su mano de los cuernos y le enseña su vestido. Pero no debería haber hecho eso, porque la ninfa coge la prenda y desaparece rápidamente por el bosque. –¿Por qué tenias que soltar la mano? –murmuró Skutt–. Si hubieras soltado la otra mano también, hubieras tenido que acompañarla y entonces es muy posible que no hubieras regresado con vida. –¡Sí, pero mi vestido, mi vestido! –sollozó Tuvstarr.Sin embargo, a pesar de su tristeza, poco a poco fue olvidando el vestido. También aquel día transcurre, y Tuvstarr pasa la noche durmiendo debajo de un abeto, mientras que Skutt se queda inmóvil a su lado vigilándola.Cuando ella se despierta al día siguiente el alce no está. –¡Skutt, Skutt Patas Largas! ¿Dónde estás? –exclama asustada, mientras se apresura a levantarse.Sí, observa, allí sale jadeando de entre unos matorrales. Ha estado en lo alto del monte mirando, olfateando hacia el Oeste. ¿Qué olfateaba? Bueno, no puedo precisarlo, pero su piel está sudorosa y su cuerpo tembloroso.Da la sensación de que tiene prisa en marcharse de allí y, por tanto, él mismo ofrece su espalda a Tuvstarr y ella sube. Rápidamente se ponen en marcha hacia el Oeste. ¡Hacia el Oeste! El alce apenas oye lo que Tuvstarr le está gritando. Por lo menos no le contesta. Él se siente como si tuviera fiebre en el cuerpo. Y corre velozmente como si estuviera poseído por la rabia. –¿A dónde me llevas? –dice Tuvstarr. –Al pequeño lago –contesta–. Hay un lago dentro del bosque. Suelo ir allí cuando se acerca el otoño. Creo que nunca un ser humano ha estado allí, pero tú lo vas a conocer.De repente se separan los árboles, el agua brilla, un agua marrón mezclada con tonos verdes y dorados. –¡Sujétate fuerte –dice Skutt–, porque el fondo guarda muchos peligros y ten cuidado con tu corazón de oro! –Sí, qué agua más extraña –contesta Tuvstarr, mientras se asoma para ver mejor; pero entonces, al inclinarse, se le resbala por la cabeza la cadena del corazón de oro y se cae al lago desapareciendo en sus profundidades. –¡Oh, mi corazón, mi corazón de oro que me regaló mi madre cuando nací! Oh, ¿qué puedo hacer?Ella está inconsolable. No quita la vista de las profundidades del lago y quiere buscar su corazón entre el traicionero musgo. –¡Ven –dice Skutt–, esto es muy peligroso para ti! Sé cómo puede terminar esto. Primero sería la memoria, luego la razón.Pero Tuvstarr se quiere quedar allí. Tiene que recuperar su corazón. –Márchate tú, querido amigo, deja que me quede aquí sola, yo encontraré el corazón.Cuando el alce se agacha, ella abraza su cabeza agradecida, le besa amablemente y le acaricia lentamente. Luego se aleja, pequeña, frágil y desnuda, y se sienta en un montoncito de musgo.El alce se queda aún un buen rato mirando pensativo a la pequeña, hasta que aprovechando un momento en el que ella parece no percatarse de su presencia, se da la vuelta y desaparece con pasos lentos e inseguros por el bosque...Han pasado muchos años desde entonces. Todavía está Tuvstarr sentada mirando el agua, añorando su corazón. En realidad la princesa, ya no se encuentra allí, solamente queda una pequeña y blanca flor con el nombre de Tuvstarr en la orilla del pequeño lago.De cuando en cuando el alce vuelve, se detiene y mira a la pequeña flor. Él es el único que sabe quién es la flor. Tuvstarr, la princesa. A veces, la saluda con la cabeza y sonríe, a fin de cuentas, él es un viejo amigo de ella; pero ella ya no quiere volver con él, tampoco podría hacerlo mientras dure el encanto en que se encuentra.El encanto está allí abajo, y allí, en el fondo, muy en el fondo, hay un corazón perdido. 




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Published on December 05, 2019 08:40

November 28, 2019

Blancanieves o el miedo a envejecer

Ilustración de Benjamin Lacombe para su álbum ilustrado Blancanieves
Resulta bastante extraño a estas alturas que quede alguien que no conozca el cuento de Blancanieves. Creo que esta historia es de las que ha recorrido prácticamente el mundo entero, más allá incluso de las fronteras occidentales, y eso me hace reflexionar sobre qué habrá hecho que este cuento nos siga acompañando desde principios del siglo XVIII, es decir, qué enseñanzas o tópicos contiene que sigan interesando a las gentes del siglo XXI. Pues bien: comenzaré diciéndoos que Blancanieves es uno de mis cuentos clásicos preferidos. Me gusta la estética del cuento, el tono lánguido y misterioso de los bosques alemanes, la clase de personajes que aparecen en él, los símbolos que se utilizan. Y es que Blancanieves no es para menos. Por eso, quiero ir redactando uno por uno los elementos que, a mi parecer, resultan más significativos.En primer lugar, hay que localizar dónde se produce el conflicto del cuento para saber cuál es el tópico que trata. En este caso, el conflicto se da entre Blancanieves y su madrastra (alguna fuentes aseguran que era su verdadera madre). Este hecho nos va a proporcionar a la protagonista, por un lado, y a la antagonista, por otro. Pues bien:
La madrastra de Blancanieves ilustra el apego tóxico por la juventud y la mala recepción de la llegada de la senectud.
Ella se marchita mientras que su hijastra, una adolescente, florece. En la antigua cultura celta, los tres rostros de la diosa madre eran determinados como la doncella, la madre y la anciana. También se corresponden con los estados de la luna: creciente, llena y menguante. Aplicado a Blancanieves, la historia versa sobre el momento en que esta se prepara para abandonar el rango de doncella con la entrega de la virginidad para asumir el de madre, mientras que la madrastra abandona este último para acceder al de la vejez. La resistencia a envejecer, a fluir con el paso del tiempo y a dejar atrás las virtudes propias de otra edad para adquirir nuevas con el consecuente cambio de piel, llevan a la madrastra a envidiar visceralmente a Blancanieves. Su odio y su frustración se transmiten en un primer momento como maltrato y, en segundo lugar, como un ferviente propósito de asesinarla para que no pueda competir con ella.Blancanieves, por su parte, goza aún de la candidez de una niña. Ella perdona a su madrastra a pesar de sus desprecios. La figura del padre es inexistente, lo cual revela la naturaleza de un conflicto estrictamente femenino, asociado a la sucesión de los ciclos de la mujer (que en el caso del hombre son distintos).Además, Blancanieves y su madrastra llevan asociados distintos tipos de magia antigua, inherente a los humanos en los cuentos populares. Por un lado, el más obvio es el de la madrastra. Cualquiera a quien preguntes te dirá que era una bruja porque preparaba hechizos. Algunas de sus malas artes son el uso del espejo como oráculo. Esta es una evolución del uso de recipientes con agua para la adivinación, una práctica muy antigua de la Europa ancestral, conocida entre otros por los augures griegos y los druidas. Otra de sus artimañas es la preparación de venenos, el conocimiento de narcóticos vegetales. Algunas fuentes aseguran que la famosa manzana fue untada en una tintura de belladona. Otro hecho, quizás menos significativo, es que la madrastra le pida al leñador que le lleve el corazón de Blancanieves, una víscera apreciada en magia negra. Además, en la versión completa del cuento, la madrastra se disfraza de bruja no una, sino tres veces. Tres son las veces que visita a Blancanieves en la casa de los siete enanos, aunque normalmente sólo se refiere la escena de la manzana. Pues bien: con anterioridad, la bruja se había dirigido una primera vez hasta allí fingiendo que vendía cintas, lazos. El primer intento de asesinato consiste en intentar asfixiar a Blancanieves ajustándole el corsé con dichas cintas. Cuando los enanos llegan y encuentran a la joven desmayada, tan solo cortan las cintas y ella recupera el aliento. El segundo encuentro de la bruja con Blancanieves es muy parecido. Es por causa de la inocencia de la doncella que esta vuelva a caer en su truco. En esta ocasión, la bruja vende peines que, como es de esperar, tienen las púas envenenadas. Convence a Blancanieves para que se deje peinar y el contacto de las púas con la cabeza de la joven hace que aquella caiga desmayada de nuevo. Una vez más, son los enanos quienes retiran el peine de su cabeza y la salvan.En cuanto a Blancanieves, quizás no seamos muy conscientes de lo mágica que puede llegar a ser. Y, en mi opinión, existe un motivo obvio: Blancanieves, en su inocencia y pureza, de algún modo continúa conectada a la magia de la naturaleza y los elementos, asociada con el primitivo panteísmo de las primeras civilizaciones. Por eso no necesita hacer uso de prácticas, ni de rituales, porque lo trae de serie. A lo largo del cuento, la naturaleza la protege. Los animales hablan con ella, le dan el amor que no recibe de su desvencijada familia humana, la acompañan a la casa de los enanos e incluso persiguen a la bruja cuando comete el crimen. A pesar de que Blancanieves vaga sola por el bosque tras el episodio con el leñador, y aunque tiene miedo de la oscuridad y de las criaturas salvajes, es como si el espíritu del bosque cuidase de ella, una adolescente desvalida, hasta ponerla a salvo en la guarida de los enanos.Sobre los enanos, quisiera hacer hincapié en su vejez. Eso los hace venerables, sabios, precavidos, capaces de empatizar con el sufrimiento de una niña desconocida, de compadecerla. ¿No será la vejez la que los dota de tales virtudes? Sí: quizás es una lección que la madrastra, aferrada a una forzada juventud mediante sus hechizos, no ha conseguido aprender todavía. Pues los siete enanos ilustran mejor que nadie el recibimiento de la senectud y de lo bueno que les proporciona con los brazos abiertos.Por último llega la figura del príncipe. Hoy día se afirma que la historia que inspiró el cuento de Blancanieves fue una historia real (Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal era su verdadero nombre), y en dicha historia no hubo ningún galán ni la susodicha resucitó del parricidio. Pero al margen de estos hechos (que requieren un artículo entero), en el cuento se incorpora al príncipe porque tiene una función importante en la evolución de Blancanieves, no sólo en su salvación, aunque tal y como se dan las circunstancias, ambas van de la mano. En muchas versiones se dice que Blancanieves había visto al príncipe una sola vez en su vida y que había escapado de él. Tal vez porque no estaba preparada para asumir el rol de novia, porque no tenía integrada aún su propia sexualidad. A pesar de ello, él aparece en sus ensoñaciones y en sus deseos. El beso de amor que despierta a Blancanieves representaría el primer contacto sexual de la doncella, hecho que cierra definitivamente su etapa infantil e inaugura el paso definitivo hacia su conversión en mujer. Así es como Blancanieves cambia de estatus a nivel externo e interno. Ahora dispone de armas para defenderse de la madrastra: una de ellas es su independencia, porque se va a vivir con el príncipe a otro lugar. Otra es poner a su lado a un hombre poderoso y, en consecuencia, según las reglas de su época y sociedad, convertirse ella también en mujer poderosa, pues algún día será reina y alcanzará un rango igual al de su madrastra. Y así es como culmina su empoderamiento y como sucede su propia metamorfosis.Versiones menos románticas cuentan que el príncipe, admirado por la belleza del cadáver de Blancanieves, ordenó a sus criados que cargaran con su tumba para colocarla en un lugar de honor en su castillo. Por el camino, los criados tropezaron con unas raíces y el cadáver se cayó, recibiendo un golpe tan fuerte que el trozo de manzana envenenada salió de la boca de Blancanieves y, acto seguido, ella se despertó. En cualquier caso, y aunque de una forma menos directa, esto también sucede después de que el destino del príncipe se cruce con el de la doncella.Por lo que respecta al destino de la reina, algunas versiones cuentan que se marchó lejos al no poder soportar su propio fracaso. No se sabe si por marcharse se entiende la muerte, el suicidio, la pérdida completa del juicio o un viaje en sentido literal. Otras versiones dicen que fue invitada a la boda de Blancanieves, en el reino del príncipe, y que cuando llegó se la castigó como se castigaba a las brujas en la época: se la obligó a calzarse unos zapatos de hierro al rojo vivo y a bailar con ellos hasta que cayó muerta. Y he aquí que la reina recibe una muerte prematura tanto por sus maldades (causa directa) como por tratar de ir contra natura al burlar el paso del tiempo y luchar contra su destino (causa indirecta).Una vez más, descubrimos que los cuentos tradicionales están cargados de mensajes cifrados que, en ocasiones, nos pueden servir para comprender procesos cognitivos de los seres humanos de cualquier época, como bien afirmó el maestro Bruno Bettelheim. Espero que este artículo os haya dado para pensar. Quiero aclarar también que, aunque para hacer algunas afirmaciones me he basado en estudios y en mi experiencia como filóloga para interpretar obras literarias, la crítica siempre es subjetiva y, ante todo, debemos procurar que sea respetuosa con todas las obras, pues al fin y al cabo los cuentos son la herencia que nos ha dejado la colectividad. 
Os deseo un feliz redescubrimiento de este cuento clásico y os aconsejo que, la próxima vez que vayáis a comprar manzanas de las rojas, os cuidéis bien de saber quién os las vende.
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Published on November 28, 2019 08:52

November 18, 2019

Cuentos: siempre y para siempre


El gato con botas, Gustave DoréSi tuviésemos que construir una comparación para indicar que algo goza de muchísima antigüedad, entre los términos que llegan a mi cabeza están la tierra, las rocas, el cielo, la luna y el sol, los mares, los vientos y los árboles. También el fuego es antiguo, lo son los astros y lo es la sucesión de las noches y los días. Lo son el hambre, la muerte y el amor. La vida es antigua, el ser humano es antiguo y, precisamente por ello, los cuentos son antiguos. Sí, los cuentos. Aunque yo no estuve allí cuando ocurrió (o tal vez sí, nunca digo nunca), tengo la sensación de que el cuento es igual de vetusto que el hombre y la mujer. Intuyo que los cuentos nacieron a la vez que el raciocinio en nuestras mentes, casi a la vez que nuestro neocórtex, esa parte de nuestro cerebro que empezó a permitirnos hacer cosas que el resto de animales no pudo. Presiento que el cuento acompañó a nuestra especie desde que descubrimos el lenguaje verbal, justo en el mismo momento. Pues el cuento, unas veces olvidado, otras infravalorado, es y ha sido en mi opinión una herramienta de crecimiento interior, de evolución de la persona a todos los niveles.El cuento surgió como una habilidad estrictamente humana, connatural a los hombres y a las mujeres como lo fueron la capacidad de hablar, de fabricar herramientas, de estudiar las plantas medicinales, de forjar los metales, de inventar la agricultura. Todos los pueblos de la antigüedad fueron capaces de componer sus propios cuentos, y todos disfrutaron escuchándolos y los transmitieron a las generaciones posteriores, quizás porque inconscientemente se daban cuenta de que era útil para estas.Desde que el mundo es mundo se podría afirmar que existieron los contadores de historias: rapsodas, chamanes, bardos, juglares... Existieron mucho antes incluso de que se desarrollaran los sistemas de escritura: los cuentos ya existían en aquel entonces, antes que el lápiz y el papel, que la pluma y el papiro, que las tablillas de arcilla y los punzones. A veces me apena pensar que los nuevos seres humanos no somos capaces de valorar cuán privilegiados somos por poseer la capacidad para contar un cuento. Es como si no valoras tu capacidad para pensar simplemente porque tus ancestros lo llevan haciendo miles de años.El cuento transmite preocupaciones inherentes a todo ser humano: los miedos a lo desconocido, el germen de las guerras, problemáticas familiares, la preocupación por el amor, la angustia existencial, el determinismo y los hados, la pobreza y el hambre, los castigos y premios, el karma, los otros mundos, la muerte... Nuestros antiguos trabajaron estos y otros muchos tópicos en la colectividad mediante la tradición oral, gracias a los cuentos. Explicaron el mundo que los rodeaba gracias al folclore y las leyendas. Tomaron a los héroes como ejemplo moral y a los antagonistas como modelo a evitar. Reunieron la sabiduría de sus pueblos en breves historias que podían aprenderse de memoria. Crecieron, evolucionaron, trabajaron sus defectos y virtudes... Y los cuentos siempre estuvieron a su alcance. Si han hecho un favor tan grande a nuestras sociedades, ¿por qué desterrarlos de nuestras vidas en la era tecnológica?No son pocos los estudios que han afirmado que los cuentos son beneficiosos para los niños (y para los adultos intuyo que también). De hecho, aquí os cito una de mis frases preferidas de Albert Einstein: “Si quieres que tus hijos sean inteligentes, léeles un cuento de hadas. Si quieres que tus hijos sean más inteligentes, léeles más cuentos de hadas”. Yo no soy ningún científico ni lo seré, pero creo que leer y escuchar historias produce cambios en nuestro interior, que facilita conexiones en nuestra mente y nos conecta con lo mejor de nuestra esencia humana. Un tesoro como éste, tan barato y fácil de obtener, no debería perderse nunca.
Mi favorito siempre ha sido El gato con botas, ¿y el vuestro?
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Published on November 18, 2019 08:31

November 4, 2019

Encantada con la segunda edición de mis librojuegos

Aquí os muestro la segunda edición de mis librojuegos, Dragones de Inguz, ilustrados de manera artesanal por Diego A. Bartolomé, el ilustrador de todos mis libros. Como siempre, incluyen una banda sonora ambiental compuesta e interpretada por Daniel García Bardo, que podéis escuchar en línea en la web de nuestro proyecto. Os dejo aquí unas cuantas imágenes para que os pique el gusanillo.







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Published on November 04, 2019 08:36

Minerva Gallofré's Blog

Minerva Gallofré
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