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Zaldívar destaca que, aunque los libros deuterocanónicos no son apreciados por todas las tradiciones cristianas, desempeñaron un papel importante en la formación del Nuevo Testamento y la Teología Cristiana. El uso de citas, referencias y conceptos teológicos ajenos al judaísmo en estos textos evidencia la popularidad de la Septuaginta entre los judíos.

Resumen del primer capítulo:

Zaldívar destaca la prolífica producción literaria del pueblo judío, que permitió registrar su historia, sistema religioso y credos. Desde la revelación de Dios a Moisés tras la liberación de Egipto, la escritura tomó forma con diversos documentos de grupos judíos, influyendo en el desarrollo del Nuevo Testamento y, por ende, en la teología cristiana.

Zaldivar señala que los fariseos, durante el Periodo Intertestamentario, produjeron literatura apocalíptica que influyó en el Nuevo Testamento. Aunque su teología no se alejaba de la fe cristiana, abordando temas como el Mesías, la predestinación, el juicio y la resurrección, el problema del fariseísmo radicaba en su rechazo de Jesús como centro de las Escrituras y su énfasis deshonesto en la ley escrita y oral.

"El amor al conocimiento es una especia de locura" (pág. 81)