“–A veces yo también deseo devorarte para que formes parte de mí, para tenerte en mi interior y protegerte de todo, para sentirte más cerca, para que seamos uno. Yo…; yo sé que lo que sentimos no es corriente, no es el sentimiento de amor que sienten los demás por sus parejas; es diferente, más fuerte, más caótico, más intenso; casi sobrenatural. Cuando me miras se me encoge el estómago, cuando me tocas siento explotar algo dentro de mí; cuando me besas, es como si flotara hacia las estrellas, pero cuando estoy dentro de ti… Por Odín y todas las divinidades del Valhalla siento que muero un poco. Ni siquiera sé expresar esa sensación, es como si me dejara arrastrar a un pozo oscuro, como si me arrancaras el alma para luego recuperarla más brillante y vibrante que nunca. Estamos unidos, amor mío, por toda la eternidad, de eso estoy seguro. Porque, de alguna forma, sé que, si uno de nosotros muriera, el otro lo buscaría hasta dar con él…”
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Lola P. Nieva,
Los tres nombres del lobo