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En cierto sentido, todos los lectores llevamos dentro íntimas bibliotecas clandestinas de palabras que nos han dejado huella.
Todavía no se había inventado la infancia, aún no había llegado Freud para atribuir una importancia crucial a los primeros años.
Entonces, lo mejor que podías hacer por un niño era zambullirlo de cabeza en el mundo adulto y quitarle la niñez a restregones, como si fuera mugre.
síndrome de Eróstrato.
mercaderes de tinta y papel quienes empujaron ideas como ruedas por la Ruta de la Seda;
Era la estética de la existencia que tanto impresionó a Michel Foucault cuando estudiaba a los griegos para su Historia de la sexualidad.
las múltiples vidas imaginarias del lector.
Y todos ellos —repertorios, bibliografías, índices, tablas, catálogos, diccionarios— hacen más comprensible el infinito.
Lo que los hizo visionarios fue entender que Antígona, Edipo y Medea —esos seres de tinta y papiro amenazados por el olvido— debían viajar a través de los siglos;
Los listados son también parte íntima de la autobiografía de cada persona.
«Cosas que aceleran los latidos del corazón»,
«Personas que parecen satisfechas de sí mismas»,
«Me acuerdo de leer doce libros todos los veranos para que me diesen un diploma de la biblioteca municipal. Me importaba una mierda leer pero me encantaba conseguir diplomas. Me acuerdo de que cogía libros con la letra grande y un montón de dibujos».
Las que acarician los detalles y la singularidad del mundo, impidiendo que perdamos de vista aquello que es valioso.
nos saturan tanto que apetece ponerlas en la lista negra.
cuánto tardamos en reconocer a quienes nos van a cambiar la vida—.
parecía sentirse especialmente cómoda al amparo del signo interrogativo.
escuchar las voces del pasado.
Pero tropezábamos con una paradoja: comprender que habría sido terrible vivir en la época que tanto nos fascinaba, allí donde las mujeres permanecían alejadas del poder, donde no tenían libertad, donde nunca dejaban de ser menores de edad.
Mil quinientos años antes de Homero, Enheduanna, poeta y sacerdotisa, escribió un conjunto de himnos cuyos ecos resuenan todavía en los Salmos de la Biblia. Los rubricó con orgullo. Era
No deberíamos olvidar que la democracia ateniense se cimentó en la exclusión de todas las mujeres —y de los extranjeros y los esclavos, es decir, de la mayor parte de la población—.
Como decía el protagonista de la serie británica de los años ochenta Sí, Ministro: «Tenemos derecho a elegir al mejor
hombre para el cargo, al margen ...
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«expresarse por medio de enigmas era, en el ámbito griego, algo propio de las mujeres, tejedoras también con palabras».
En Grecia, miraban ese tipo de homosexualidad pedagógica como algo incluso más digno y elevado que las relaciones heterosexuales.
«yo afirmo que alguien se acordará de nosotras».
Lisístrata, que en plena guerra tiene la fantástica ocurrencia de aliarse con las mujeres del bando enemigo para organizar una huelga sexual conjunta hasta que se firme la paz,
En la tragedia griega, el coro representaba la voz de la comunidad.
Paradojas de la historia, en Grecia inventaron las drag queens, pero a ninguna mujer se le permitía ser actriz.
De hecho, el filósofo sostuvo en uno de sus libros que, como castigo, los hombres injustos se reencarnaban en mujeres, y que por eso existía el sexo femenino.
Seguimos hablando —con metáforas textiles— de tramas, de urdimbres, de hilar relatos, de tejer historias. ¿Qué es para nosotros un texto, sino un conjunto de hebras verbales anudadas?
desde el punto de vista de Penélope y las demás mujeres, las tejedoras de historias.
Precisamente, «teatro» significaba en griego «lugar para mirar».
Salamina ha dejado de ser solo una pequeña isla del mar Egeo, a dos kilómetros del puerto del Pireo y, más allá de los mapas, existe en cualquier lugar donde alguien, en inferioridad numérica, se rebela contra una agresión avasalladora.
Y así, entre el duelo, las cicatrices y el afán de comprender al extraño, empieza la historia conocida del teatro.
Historíai,
Porque el autor de las Historias era un individuo de curiosidad incansable, un aventurero, un perseguidor de lo asombroso, un nómada, uno de los primeros escritores capaces de pensar a escala planetaria, casi diría que un adelantado de la globalización. Hablo, claro, de Heródoto.
Heródoto se esforzó por derribar los prejuicios de sus compatriotas griegos, enseñándoles que la línea divisoria entre la barbarie y la civilización nunca es una frontera geográfica entre diferentes países, sino una frontera moral dentro de cada pueblo; es más, dentro de cada individuo.
y que cuando alguien evoca su pasado deforma la realidad para justificarse o encontrar alivio.
Necesitamos conocer culturas alejadas y diferentes, porque en ellas contemplaremos reflejada la nuestra.
Porque solo entenderemos nuestra identidad si la contrastamos con otras identidades. Es el otro quien me cuenta mi historia, el que me dice quién soy yo.
Europa, la hija del rey de Tiro.
Europa nació al acoger las letras, los libros, la memoria. Su existencia misma está en deuda con la sabiduría secuestrada de Oriente. Recordemos que hubo un tiempo en el que, oficialmente, los bárbaros éramos nosotros.
Y, aunque la mejor manera de viajar es hacerlo en solitario, no
inevitablemente las enfrenta: la tendencia a creerse mejores.
todos estamos muy dispuestos a considerarnos superiores. En eso somos iguales.
«aquello que sobrevive a la peor barbarie, aquello que sobrevive porque hay generaciones de personas que no se pueden permitir ignorarlo y, por tanto, se agarran a ello a cualquier precio».
Los habitantes del mundo antiguo estaban convencidos de que no se puede pensar bien sin hablar bien: «los libros hacen los labios», decía un refrán romano.
Extraviados en la inmensidad, encontraban una patria en los libros.
Creo que los libros describen a las personas que los tienen entre las manos.

