La forja de un rebelde
Rate it:
Open Preview
Read between July 19 - August 14, 2022
73%
Flag icon
Valencia volcaba sobre Madrid arroz y patatas, y los sindicatos se hacían cargo de estos envíos, cada organización apoderándose de cuanto podía y distribuyéndolo entre los restaurantes comunales que estaban bajo su control. Como almacenes comenzaron a utilizarse las iglesias desiertas, y el olor a cera e incienso se cambió pronto por el olor de tienda de comestibles sucia que cada atrio echaba en bocanadas a la calle.
73%
Flag icon
El Gobierno era impotente ante este caos, porque no había un solo grupo que aceptara sus órdenes. Los partidos políticos estaban divididos en grupos locales y los sindicatos en grupos profesionales, así como en grupos locales. Todos estos grupos centrales y derivados habían montado su centro de alimentación comunal, con sus propios comedores, aprovisionamiento y almacenes; y habían montado también su propio batallón de milicianos, su propia policía, su propia prisión con sus ejecutores y su lugar especial para las ejecuciones. Todos, con excepción de la UGT, hacían propaganda para atraer ...more
73%
Flag icon
Los verdaderos fascistas encontraron útil este sistema. Eligieron los grupos que eran menos rigurosos en sus exigencias e ingresaron en gran número. Algunos pagaron grandes sumas por carnets con fecha de dos o tres años antes. Con todo este soporte, los fascistas conducían sus propios coches y los usaban para salvar a sus amigos y para matar a sus enemigos.
73%
Flag icon
Ángel se iba por las patatas al mercado de los Mataderos, donde se descargaban los trenes de aprovisionamiento. Con su charla viva, se hizo amigo de los encargados de distribuir las patatas a los verduleros establecidos.
74%
Flag icon
tabiques de panderete.
74%
Flag icon
los vecinos nos contaron que un aeroplano había volado bajo sobre Madrid desde el sur al norte, regando de bombas el camino. Había dejado un rastro de sangre desde la Puerta de Toledo a Cuatro Caminos. Por accidente o porque el piloto se guiara él mismo por los espacios abiertos entre las calles, la mayoría de las bombas habían caído en las plazas públicas y muchos chiquillos habían sido las víctimas. Esto fue el 7 de agosto de 1936. Aquella tarde y aquella noche, los fascistas recomenzaron a disparar desde balcones y buhardillas. Se hicieron centenares de detenciones y aquella noche se ...more
74%
Flag icon
El radio estaba organizando piquetes para pintar aquella misma noche todos los faroles con color azul y organizar la supresión de luces que pudieran servir de guía a los aviones.
75%
Flag icon
Odiaba el estar dando vueltas por Madrid sin hacer nada, como otros muchos millares, levantando un puño cerrado cuando pasaba un camión cargado de milicianos gritando «¡Viva tal!» o «¡Muera cual!» con la multitud que saludaba el paso del cadáver de un miliciano caído, envuelto en un paño rojo; y teniendo miedo constante de un error, de una denuncia o de un «paco».
78%
Flag icon
Se limpió la calva brillante con un pañuelo de seda, paseó su lengua púrpura y puntiaguda por sus labios y dijo lentamente: —Esta noche, el Gobierno se traslada a Valencia. Mañana Franco entrará en Madrid. —Hizo una pausa—. Lo siento, amiguito, no se puede hacer nada. ¡Madrid se rendirá mañana! Pero Madrid no se rindió el 7 de noviembre de 1936.
79%
Flag icon
A nuestro alrededor, Madrid estaba sacudido por una exaltación febril: los rebeldes no habían entrado. Los milicianos se felicitaban unos a otros y a sí mismos en las tabernas, borrachos de vino y de fatiga, dando un escape a sus miedos y a sus excitaciones con unos cuantos vasos, antes de volver a la esquina o a la barricada improvisada que aún persistía. Aquel domingo, el interminable 8 de noviembre, desfiló por el centro de la ciudad una formación militar compuesta de extranjeros en uniforme, equipados con armas modernas: la legendaria Brigada Internacional, que había sido entrenada en ...more
79%
Flag icon
Una de aquellas mañanas, los cañones de sitio que los rebeldes habían emplazado comenzaron su bombardeo diario del amanecer. Lo llamábamos «el lechero».
80%
Flag icon
Los incendios chorreaban hollín diluido en humedad: un líquido negro, seboso, que se adhería a las suelas, trepaba a las manos, a la cara, al cuello de la camisa y se instalaba allí persistente.
80%
Flag icon
Tal vez os habéis asomado en la noche al brocal de uno de esos viejos pozos en el fondo de los cuales dormita el agua. Dentro está todo negro y en silencio y es imposible ver el fondo. Tienen un silencio opaco que sube de la tierra, de lo profundo, oliendo a moho. Si habláis, os responde un eco bronco que surge de lo hondo. Si persistís en mirar y en escuchar, acabaréis por oír el andar aterciopelado de las alimañas por sus paredes.
80%
Flag icon
Comenzaba la hecatombe de cada noche; temblaba el edificio en sus raíces, tintineaban sus cristales, parpadeaban sus luces. Se sumergía y ahogaba en una cacofonía de silbidos y explosiones, de reflejos verdes, rojos y blanco-azul, de sombras gigantes retorcidas, de paredes rotas, de edificios desplomados. Los cristales caían en cascadas y daban una nota musical casi alegre al estrellarse en los adoquines.
81%
Flag icon
La explosión me levantó al menos dos centímetros sobre el colchón. Por un momento quedé suspendido en el aire.
81%
Flag icon
Comunicaba en él que una casa de la calle de Hortaleza, a veinte metros de la Telefónica, había quedado totalmente destruida.
81%
Flag icon
En la mañana, la parte más extraordinaria de mi experiencia fue su naturalidad. No tenía el sentimiento de haber conocido por primera vez a una mujer, sino de haberla conocido de siempre. «De siempre» no en el curso de mi vida, sino en el sentido absoluto, antes y fuera de esta vida mía. Era una sensación semejante a la que sentimos algunas veces cuando paseamos las calles de una vieja ciudad: llegamos a una placita silenciosa y de golpe sabemos; sabemos que hemos vivido allí, que lo hemos conocido siempre, que lo único que ha pasado es que ha vuelto a nuestra vida real, y nos sentimos tan ...more
81%
Flag icon
Tenía una sensación inmensa de liberación y me parecía ver las gentes y las cosas con ojos distintos, en una luz diferente, iluminados por dentro. Habían desaparecido mi cansancio y mi disgusto. Era una sensación etérea, como si estuviera bebiendo champán y riendo con la boca llena de burbujas que estallaran con cosquilleos y se escaparan traviesas a través de mis labios.
81%
Flag icon
Los periodistas extranjeros comunicaban los avances lentos, pequeños y costosísimos de las fuerzas de Madrid, y los avances de los sitiadores, también pequeños y comprados a alto precio. Pero dentro de nosotros había una esperanza alegre, por debajo y por encima del miedo, de la amenaza, de la suciedad y de la cobardía mísera que nos acompañaban inevitablemente. Estábamos juntos en el miedo, en la amenaza y en la lucha.
81%
Flag icon
Estas noches de batalla, estos días de trabajo machacón y aburrido nos estaban enseñando —por un tiempo muy corto, desgraciadamente— a marchar alegremente, lado a lado con la muerte, y a creer que a través de ello resucitaríamos a una vida nueva. Habían transcurrido veinte días del sitio y defensa de Madrid.
82%
Flag icon
Se veían las llamaradas en la boca de los cañones y se veían oscilar los árboles de la Casa de Campo, como si hubiera monstruos que se rascaran contra sus ramas.
82%
Flag icon
Era desconcertante ver el frente tan cerca, dentro de la ciudad, mientras la ciudad en sí permanecía intangible y sola bajo su caparazón de tejados y torres, gris, roja y blanca, cuarteada por el laberinto de grietas que eran sus calles.
82%
Flag icon
La ciudad estaba tensa y viva, palpitando como una herida profunda de navaja de la que surge la sangre a borbotones y en cuyos labios los músculos se retuercen con dolor y con todo el vigor de la vida.
82%
Flag icon
Todo era centelleante como una película sobre la pantalla, centelleante y espasmódico. La gente hablaba a gritos y reía a carcajadas. Bebían a tragos sonoros con gran estrépito de vasos. Los pasos en la calle resonaban fuertes, firmes y rápidos. A la luz del día todo el mundo era un amigo, por la noche cada uno podía ser un enemigo. Toda amistad tenía un tinte de borrachera. La ciudad había intentado lo imposible y había surgido del intento triunfante y en un trance.
82%
Flag icon
Delante de mí estaba Ángel con el uniforme típico de los milicianos, un mono azul encima de varias capas de jerséis llenos de rotos, un gorro con orejeras en cuyo frente estaba clavada una estrella roja de cinco puntas, un fusil en la mano y un enorme cuchillo envainado en la cintura; todo ello, y él también, lleno de barro seco, menos la cara alegre, partida en dos por una sonrisa de oreja a oreja:
83%
Flag icon
—Yo no digo que nos tienen que mandar el ejército francés, somos bastantes para terminar con todos estos hijos de mala madre. Pero al menos nos debían dejar comprar armas. De esto usted no sabe nada, porque está aquí, pero donde nosotros estamos, nos estamos peleando a puros puñetazos y esto es la pura verdad. A lo primero, no teníamos apenas un fusil y teníamos que guardar cola para coger el fusil del primero que mataran. Después, los mexicanos, y Dios los bendiga, nos mandaron unos fusiles, pero luego resultó que nuestros cartuchos eran un poco grandes para ellos y se atascaron. Después se ...more
This highlight has been truncated due to consecutive passage length restrictions.
83%
Flag icon
Todo a mi alrededor era destrucción, repugnante y asquerosa como una araña pisada; y era la destrucción de un pueblo; la destrucción bárbara de un rebaño de gentes, azotadas por el hambre, por la ignorancia y por el miedo de ser, sin saber por qué, espachurradas, destruidas.
83%
Flag icon
No era una cuestión de teorías políticas, sino de vida o muerte. Había que luchar contra los enterradores; los Franco, los Sanjurjo, los Mola, los Millán Astray, que ahora coronaban su hoja de servicios cañoneando su propio país para hacerse amos de esclavos y a la vez convertirse para ello en esclavos de otros amos. Oh, ¿cómo un general puede tener tan poca vergüenza de sí mismo?
83%
Flag icon
Luchar es como sembrar; sembrar para crear una España en la cual el artículo de la Constitución de la República que decía: «España renuncia a la guerra», fuera verdad real. Lo otro —perdonar—, lo pudo decir Cristo. San Pedro sacó la espada.
83%
Flag icon
Más allá, el frente estaba vivo y nos mandaba el eco de sus explosiones. Había allí miles de hombres que pensaban vagamente como yo, que luchaban y que confiaban de buena fe en la victoria; ingenuos, bárbaros, rascándose piojos en las trincheras, matando y muriendo, soñando: soñando en un futuro sin hambre, con escuelas y limpieza, sin señores y sin casas de préstamos, un mundo lleno de sol. Yo estaba con ellos. Pero no podía dormir. ¡Qué difícil es dormir!
84%
Flag icon
En Madrid había planeado perfectamente cómo enfrentarme con sus palabritas suaves; aquí, en Valencia, él estaba en su propio campo, y yo no era más que un Quijote loco, incapaz de someterme, de conformarme o de tomar la decisión salvaje que me había ofrecido el anarquista García.
84%
Flag icon
Aquella noche, la luna sobre Valencia brillaba como plata fundida.
84%
Flag icon
Por miedo a los aviones, todo estaba sumido en la oscuridad y la luna era aquella noche la reina de la ciudad. El disco pequeño y brillante rodaba en un cielo de terciopelo azul-negro salpicado de llamitas blancas, temblonas, y la tierra era un campo de negro y plata.
84%
Flag icon
Paseamos entre las columnatas de palmeras cuyas hojas anchas crujían como pergaminos; y la arena crujiente bajo nuestros pies arrancaba chispas a la luna como si el mundo se hubiera vuelto de vidrio. Hablábamos bajito para que la luna no se asustara y cerrara los ojos y dejara ciego al mundo.
85%
Flag icon
nos sentamos en la arena. Era amarilla y fina, caliente como una piel humana. El mar y el cielo eran dos tonos distintos de un mismo azul suave que se fundían en un resplandor lejano, sin líneas que los dividiera. El mar quieto lanzaba a la playa ondas dormidas que llevaban granos de arena en sus crestas de cristal. La arena cabalgaba sobre las crestas alegremente como legión de enanitos traviesos, hasta que la onda se rompía sobre ellos con un chasquido leve y los dejaba alineados en hileras inmóviles, en rizos que eran la huella de los labios del mar.
85%
Flag icon
Le conté cosas de mi infancia y de mi madre: la delicia con que enterraba mi cabeza entre sus muslos y sentía sus dedos ligeros acariciar mis cabellos. Aquello sí era yo. Pertenecía a mi mundo junto con la sonrisa de Ilsa, con las conchas pequeñitas que estaba ella desenterrando de la arena blancas como leche, tostadas como pan de campesinos, rosa agudo como pezones de mujer, suaves y pulidas como escudos, rizadas y abiertas en abanicos perfectos.
85%
Flag icon
Algunas veces no estaba de acuerdo con nuestro criterio, y al decírnoslo, explicaba puntos de información militar valuables de los que deberíamos tener cuidado, pero en general su atención se centraba mucho más en las corrientes de opinión extranjeras que revelaban los corresponsales y mucho más particularmente los de los periódicos conservadores y moderados. El cambio de tono que se hacía notar en ellos, de una abierta animosidad hacia la República a una honesta información, le había impresionado. Mostraba una predilección por los sobrios artículos del New York Times escritos por el ...more
86%
Flag icon
Febrero fue un mes duro y amargo.
86%
Flag icon
No había entonces grandes bombardeos aéreos sobre Madrid, sólo como un recuerdo constante unas cuantas bombas lanzadas en los barrios obreros de las afueras. El bombardeo de cañón seguía sin descanso. La mayoría de nosotros cruzábamos la Gran Vía corriendo inmediatamente después de estallar una granada; y nunca he olvidado mis furias con Ilsa por su tranquilidad en cruzar a paso normal mientras yo esperaba por ella a la puerta del bar, contando los segundos antes de que estallara el obús siguiente.
87%
Flag icon
El comandante Ortega, un hombre huesudo con una cara como tallada en encina pero movible como hecha de caucho, había organizado su sector tan bien y estaba tan orgulloso de ello, que nos gustaba mandarle periodistas y visitantes extranjeros que querían echar una ojeada al frente.
87%
Flag icon
Vinieron más periodistas y más escritores. Llegó Ernest Hemingway; Hans Kahle, de las Brigadas Internacionales, le llevó a los campos de batalla de Guadalajara; con Joris Ivens se lanzó a producir la película Spanish Earth; su secretario, el ex torero Sidney Franklin, aparecía en todas las oficinas pidiendo permisos, salvoconductos, gasolina y charlando incansable. Llegó Martha Gellhorn y Hemingway la presentó en la Telefónica: «That’s Marty». «... Ésta es Martita, tratarla bien, que escribe para Collier’s. ¿Sabe? Una circulación de un millón...» O de medio millón, o de dos millones, no ...more
88%
Flag icon
Le colgaban sueltos los cuatro remos, como si le hubieran roto las articulaciones con un martillo.
89%
Flag icon
El ministerio está lleno de dignidad, como un viejo diplomático, frío e indiferente, con sus piedras que parecen sudar en los días de lluvia y sus pesadas rejas de hierro cerrando sus ventanas. Sus sótanos fueron en un tiempo las prisiones de la cárcel de la Corte. El centro de los patios y los huecos de sus pilares están llenos de esculturas ramplonas, justificación de las pensiones que el Estado pagaba a artistas bien recomendados para que fueran a estudiar a Roma. El efecto es incongruente y estúpido.
89%
Flag icon
Pero esto fue sólo un ligero consuelo. No podía desprenderme de la visión de la guerra que había surgido de mi estupor. Nuestra guerra había sido provocada por un grupo de generales que, a su vez, estaban manejados por los sectores de las derechas españolas más fanáticamente determinados a luchar contra cualquier desarrollo del país que fuera una amenaza para su casta. Pero los rebeldes habían cometido el error de recurrir a ayudas exteriores y convertir una guerra civil en una escaramuza internacional. España, su pueblo y su Gobierno, no existían más en una forma definida; eran el objeto de ...more
89%
Flag icon
Reclutas para las Brigadas Internacionales venían de todos los países, y todos los países se negaban a vender a la República española las armas que necesitaba. La razón que se daba era que se quería evitar una guerra internacional. Sin embargo, algunos grupos tenían la esperanza de que España provocaría la guerra entre Alemania y Rusia y muchos tenían curiosidad por ver enfrentarse la fuerza de las dos ideologías políticas, no en el campo de la teoría, sino en el de batalla.
89%
Flag icon
Me parecía, sin duda alguna, que las clases directoras de Europa esperaban mantenerse como dueñas de la situación después de una derrota del comunismo y una debilitación del fascismo, que podía entonces ser explotado y usado ventajosamente por ellas. Así, su papel era proteger al fascismo contra el peligro de perder su guerra definitivamente en España, porque el fascismo era para ellos un mal menor o, mejor aún, un beneficio en potencia. Esto se traducía en la no intervención, en la capitulación del Gobierno de la República en manos de la Rusia soviética, y en la de los rebeldes en las manos ...more
89%
Flag icon
Estábamos condenados de antemano. Y sin embargo continuábamos una lucha feroz. ¿Por qué? No teníamos otra solución. Ante España no había más que dos caminos: la terrible esperanza, peor aún que desesperación, de que estallara una guerra europea y obligara a alguno de los otros países a intervenir contra la Alemania de Hitler; y la desesperada solución de sacrificarnos nosotros mismos para que otros pudieran ganar tiempo y hacer sus preparativos, y así, cuando un día llegara el fin del fascismo, tener el derecho de pedir nuestra compensación. En cualquiera de los dos casos teníamos que pagar ...more
89%
Flag icon
Cuando llegué a alcanzar estas conclusiones, se convirtieron en tortura intelectual para mí. No tenía nada con que suavizarlas. Veía, con el pensamiento, irse amontonando sin fin los cadáveres, extenderse la destrucción sin descanso, y tenía que aceptarlo como inevitable, como necesario, como algo en lo que yo tenía que tomar parte, aunque me faltara el consuelo de una fe ciega en un credo o la esperanza en el destino.
89%
Flag icon
Había gentes como la muchacha que se asomaba a la portería de piedra e invitaba a las gentes a refugiarse allí, porque su abuelito había hecho lo mismo hasta que una granada le había matado en la puerta del portal, y era su deber seguir en el puesto del caído.
90%
Flag icon
Conté esta historia en la radio, igual que conté la historia de los barrenderos que al salir el sol lavaban las manchas de sangre; la de los conductores de tranvías que hacían sonar sus campanas nerviosamente pero seguían entre las bombas; la de la muchacha del cuadro de la Telefónica llorando de miedo hasta que sus narices y sus ojos eran morcillas, pero manteniéndose en su sitio mientras los cristales de las ventanas saltaban a su alrededor en pedazos por las explosiones; la de las viejas mujerucas, sentadas, cosiendo a la puerta de sus casas en un pueblo del frente donde me había llevado ...more