2×927 – Evoluci��n

Tras ese primer d��a de duro trabajo, las siguientes jornadas tambi��n se demostraron excepcionalmente productivas. Estaban entregados en cuerpo y alma a ese proyecto en com��n, ilusionados al verlo avanzar a pasos agigantados, y conscientes que ese ser��a el ��ltimo gran esfuerzo que deber��an hacer antes de considerar a Bayit el lugar m��tico al que durante tanto tiempo ansiaron llegar.


El segundo d��a de la obra dejaron pr��cticamente acabada la muralla sur. Si no consiguieron finalizarla, con la altura de cuatro metros que ellos mismos se hab��an impuesto, fue por las numerosas visitas inesperadas que recibieron por la ma��ana, que les obligaron a abandonar la obra en busca de refugio en m��s de una ocasi��n. Por ello, y por una nueva ocurrencia que tuvo Christian, uno de los que mejor lo estaba pasando, que les tuvo entretenidos casi toda la tarde.


El ex presidiario hab��a estado pensando y mucho los ��ltimos d��as en el baluarte que ��l mismo hab��a propuesto. Ten��a algunos dise��os en una libreta, sobre c��mo deber��an acabarlo, y hab��a estado visitando varios talleres intramuros en busca del material que les har��a falta. Aprovech�� que estaban todos juntos en el centro de d��a a la hora de la comida y les expuso su propuesta, a la que incluso Paris se uni�� con entusiasmo, demostrando que poco a poco iba retomando la actitud vehemente de sus pret��ritos d��as de euforia, enterrando cada d��a un poco m��s a Fernando en su memoria, al igual que hab��a hecho con Marco.


Con los conocimientos de soldadura de Carlos y el dise��o de Christian, pasaron gran parte de la tarde construyendo una cubierta de chapa para el baluarte, sostenida por cuatro esbeltas vigas de acero que embebieron en el hormig��n. De ese modo dispondr��an de un lugar elevado y cubierto desde el que poder otear a kil��metros de distancia cualquier signo de hostilidad. Todos pusieron de su parte, resolviendo en tiempo real los diferentes problemas que se les iban planteando. Dar��o se encarg�� de subir con la retroexcavadora la tierra suficiente para crear un suelo firme sobre el que trabajar y sobre el que luego podr��an contemplar el sureste de la ciudad. Las ni��as, Paris y Marion hac��an guardia, y a Juanjo le hab��an desterrado al centro de d��a, al cargo de los beb��s en compa����a de Josete, tras una fuerte discusi��n en la que tuvo que dar su brazo a torcer al no encontrar a un solo aliado que apoyase su particular punto de vista.


Finalmente consiguieron dejar acabado el primer baluarte cuando el ocaso ya empezaba a hacer acto de presencia. Pese a que a la muralla sur a duras penas le faltaba poco m��s de medio metro para adquirir la cota deseada, la ausencia de la muralla norte les hizo abandonar la obra antes de lo que hubieran deseado, ante la inminencia de la noche.


La siguiente jornada, la tercera desde el inicio de la obra, amaneci�� con un viento inaudito para esas latitudes y unas nubes que auguraban lluvia. Durante el desayuno incluso plantearon la posibilidad de aplazar la obra hasta que el tiempo fuera m��s ben��volo, pero una votaci��n a mano alzada acab�� determinando que seguir��an adelante. Esa misma ma��ana acabaron la muralla sur, coron��ndola con aquella especie de almena fuera de escala, que ya se hab��a convertido en el signo de identidad del asentamiento de Bayit. Satisfechos y emocionados, se fueron a comer en compa����a de Juanjo, que estaba especialmente malhumorado. Tuvieron otra discusi��n con ��l y cuando se dispon��an a volver a la obra para comenzar la ��ltima muralla, empez�� a llover. Tras esperar en vano cerca de media hora a que amainase, acabaron decidiendo que aplazar��an un d��a m��s la obra, y se dispersaron.


La jornada siguiente, la cuarta, amaneci�� nublada, pero al menos no llov��a, y apenas hac��a viento. Desde primera hora de la ma��ana trabajaron incansablemente, pese al agotamiento que acarreaban. Ese d��a fue el que m��s infectados acudieron, sin que ellos alcanzasen a averiguar el motivo. En una ocasi��n tuvieron problemas serios con uno de ellos, que se hab��a colado por sorpresa, sin ser detectado por ninguno de los centinelas, y que atac�� a Carla. De no haber sido por el exceso de ropa que vest��a la veintea��era, se hubiese llevado un buen mordisco en el antebrazo, del que sin duda no hubiera salido con vida, o al menos no con una vida que ella estuviera dispuesta a conservar. En adelante trabajaron con otro ��nimo, y bastante m��s cautela. Se acercaron un par de infectados m��s, pero Paris consigui�� abatirles desde su atalaya mucho antes que supusieran ning��n peligro. Ese d��a consiguieron alzar la muralla norte poco m��s de dos metros de altura, lo suficiente para generar una falsa sensaci��n de seguridad al trabajar en la parte interior.


Al d��a siguiente, el quinto y ��ltimo que dedicar��an a ese quehacer, despu��s de la comida propusieron a Juanjo que trabajase con ellos, habida cuenta que la muralla hab��a superado ya los tres metros, y que la incursi��n de un infectado a esas alturas era ya totalmente inveros��mil. Tras todos esos d��as forzado a hacer ese trabajo que tanto detestaba, acept�� la oferta con entusiasmo y acompa���� a los dem��s a la obra, mientras Maya y Carla cubr��an su turno al cuidado de los beb��s. No tardaron mucho en arrepentirse. Si bien ninguno de ellos, a excepci��n de Christian, hab��a trabajado en una obra antes de la pandemia, el banquero demostr�� ser un in��til redomado. En menos de un minuto, consigui�� hacerse una herida en la mano, pese a tener puestos los guantes. Durante el resto de la tarde se cay�� de la escalera tres veces y dej�� caer uno de los bloques de hormig��n en el pie de Zoe, que anduvo cojeando hasta la noche. A pesar de ello, y ahora con muchas m��s manos de trabajo, puesto que ya no ten��a sentido seguir haciendo de centinela, pues el Jard��n, como los bautizaron, ya era seguro, consiguieron acabar el segundo baluarte y la muralla un par de horas antes del ocaso.


Exhaustos, pero incre��blemente orgullosos de su trabajo, decidieron celebrarlo cenando por todo lo alto en el Jard��n, en compa����a de los beb��s, a los que trasladaron ah�� de manera excepcional.


Esa noche durmieron como benditos, con la agradable sensaci��n en el cuerpo del trabajo bien hecho.


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Published on January 12, 2015 15:04
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