2×928 – Satisfacci��n

928



Barrio de Bayit, ciudad de Nefesh


5 de diciembre de 2008


 


B��rbara y Zoe descansaban a la sombra de la cubierta de chapa del baluarte norte, echadas cuan largas eran sobre unas c��modas tumbonas que alguien se hab��a molestado en subir ah�� esa misma ma��ana. Observaban con la mirada perdida la ciudad vac��a que se presentaba ante ellas, igual de sucia y abandonada que la recordaban. En momentos como ese daba la impresi��n que todo el esfuerzo que hab��an efectuado para levantar las murallas hab��a sido en vano.


Pese a que hac��a un sol de justicia ambas iban ataviadas con sendas chaquetas de plumas, porque ah�� arriba corr��a una brisa bastante fresca. Acababan de hacer un turno con los beb��s, que coincidi�� con el final de la comida, y despu��s de limpiar los platos con la ayuda de Maya y Carlos, decidieron subir a descansar, ya que no ten��an ning��n otro compromiso el resto del d��a.


���������������������� Durante todo el tiempo que hab��a durado el peregrinaje en busca de ese lugar seguro en el que ahora se encontraban, y luego el levantamiento de aquellos altos muros, siempre hab��an tenido algo por lo que luchar, un objetivo delante que las impulsaba a seguir trabajando, a no bajar la guardia y a darlo todo en pro de ese destino so��ado. Pero ahora que ya lo hab��an conseguido, ahora que ten��an un techo bajo el que dormir, unas paredes que les proteg��an del peligro reinante en las calles, y una alacena con la que podr��an sobrevivir durante meses, en cierto modo se sent��an vac��as, in��tiles incluso.


���������������������� Aunque el tiempo cada vez acompa��aba menos, B��rbara estaba decidida a hablar con Dar��o, para comenzar cuanto antes con los preparativos del huerto del que tanto hab��an hablado, aunque tuviese que ser improvisando unos invernaderos. Sab��a a ciencia cierta que no podr��an seguir as�� mucho m��s tiempo, sumidos en la rutina y la apat��a de no tener ning��n proyecto entre manos, no despu��s de todo cuanto hab��an vivido.


Necesitaban algo m��s que el cuidado de los beb��s para mantenerse ocupados. A��n sobrevolaba por el barrio la idea de reemprender las rondas de limpieza. B��rbara sospechaba que Paris no tardar��a en volverlas a poner sobre la mesa, pero ni ella misma estaba ya muy segura que fuese una buena idea, a tenor del resultado de la ��ltima. Al fin y al cabo, hab��an construido una fortaleza inexpugnable. Lo que ocurriera fuera, estaba fuera de su jurisdicci��n. No necesitaban seguir jug��ndose la vida. En cualquier caso, se hab��an ganado a pulso un tiempo de descanso, despu��s de tantos d��as de duro trabajo, y ella estaba dispuesta a aprovecharlo.


Zoe se gir�� hacia la profesora y la descubri�� mir��ndola. B��rbara le gui���� un ojo, y la ni��a sonri��. Jam��s podr��a sustituir a su difunta madre, pero incluso ella misma, a su corta edad, reconoc��a que estaba haciendo un muy buen trabajo, y m��s dadas las circunstancias tan adversas en las que se hab��an encontrado. Un gorri��n se pos�� sobre la cubierta de chapa. Ambas escucharon el tintineo de su caminar err��tico a saltitos resonar en la superficie met��lica, pero enseguida reemprendi�� el vuelo.


B��RBARA ��� ��Sabes qu�� d��a es?


���������������������� La ni��a se qued�� unos segundos pensativa. Ten��a una ligera noci��n del paso del tiempo, heredada de su vida anterior a la pandemia, y aunque ��ltimamente hab��an intentado mantener cierto control, para poder ajustarse a los horarios de alimentaci��n e higiene que exig��a el cuidado de todos aquellos infantes, no supo qu�� responder.


B��RBARA ��� Es diciembre, ya. Y pronto llegar�� la Navidad.


���������������������� Zoe sonri�� por un instante. Enseguida vinieron a su memoria las anteriores Navidades, que hab��a pasado en Sheol. Record�� a sus abuelos, a sus padres, a sus t��os y a su prima peque��a, y ello le hizo sentir un nudo en el est��mago. Todos ellos estaban muertos. Trat�� de sobrellevarlo como mejor pudo, escondi��ndolo a B��rbara, que al fin y al cabo tan solo pretend��a ser amable con ella.


B��RBARA ��� ��Ya has pensado qu�� quieres que te traigan los Reyes?


ZOE ��� A Morgan.


���������������������� La respuesta fue autom��tica. Dijo lo primero que le vino a la mente, sin haberlo pasado antes por el filtro de la conciencia, y ciertamente se sorprendi�� a s�� misma tanto como a la propia B��rbara. El hermetismo de aqu��l viejo cascarrabias les hab��a impedido anticipar su huida y desde entonces no hab��an tenido ocasi��n de saber nada m��s de ��l. Pese a que nadie le hab��a olvidado, ya apenas hablaban al respecto. Con el paso de las semanas se hab��a ido volviendo algo as�� como un tema tab��.


B��RBARA ��� Zoe���


���������������������� La ni��a se apresur�� a agitar la cabeza, tratando de salir de ese atolladero, cuando ambas escucharon un grito proveniente del taller por el que hab��an salido al Jard��n.


��O ��� ��Zoeeeeeeeeee!


���������������������� La ni��a de la cinta violeta en la mu��eca salt�� de la tumbona, y se asom�� al borde del baluarte, oteando en direcci��n a aquella voz vibrante que exig��a su presencia. Vio a ��o asomada a la persiana abierta del taller, haci��ndole gestos con la mano mutilada para que acudiese a su llamada. Zoe pens�� por un momento en preguntarle a voz en grito qu�� ocurr��a, pero a esa distancia la adolescente no hubiera podido leerle los labios. Un r��pido vistazo c��mplice con B��rbara, que se limit�� a asentir ligeramente, la acab�� de convencer y corri�� pendiente abajo. Lo hizo tan atropelladamente y con tan mala fortuna que a medio camino trastabill�� y cay�� rodando hasta la cota inferior.


���������������������� B��rbara corri�� a socorrerla. Cuando lleg�� abajo, Zoe estaba llorando. Lo hac��a por el susto y por el dolor de su rodilla herida, que hab��a empezado a sangrar. B��rbara se arrodill�� junto a ella, ignorando el cascote de hormig��n que hab��a rasgado la tela de los tejados de Zoe y le hab��a obsequiado con esa fea herida. Por un instante sinti�� la tentaci��n de dejarla ah�� y huir. Sinti�� miedo al ver la sangre brotar de su rodilla despellejada, temiendo que su mera presencia pudiera infectarla.


A��n sin saber muy bien c��mo reaccionar, se gir�� al escuchar c��mo ��o se abalanzaba sobre ambas. Zoe sigui�� gimoteando, con las mejillas refrescadas por las l��grimas secadas por el viento, y se dirigi�� a su amiga.


ZOE ��� ��Qu�� es lo que pasa, ��o?


��O ��� Es Pancho. ��Est�� pa-riendo!


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Published on January 16, 2015 15:00
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