Of men and monsters
William Tenn (pseudónimo de Phillip Klass) fue conocido sobre todo por sus relatos de ciencia ficción cómica (satírica más que paródica). Unos sesenta y cinco, incluyendo un para de novelas cortas, publicados mayoritariamente entre 1946 y 1966, cuando empezó a dar clases de literatura comparativa en la Penn State University. A ellos se une una única novela, «Of men and monsters», publicada justo al final de este período, en 1968. Tenn fue nombrado Author Emeritus por la SFWA en 1999.
En español habrá traducida la mitad de su obra, sobre todo en tres antologías: «Mundos posibles» (traducción directa de «Of all posible worlds», 1955), «Tiempo anticipado» (traducción directa de «Time in advance», 1958) y «Los mundos de William Tenn» (que no traduce directamente ninguna antología, pero tampoco incluye cuentos posteriores a 1958, cuando ya había bajado un poco su producción).
«Of men and mosters» nos traslada a un indeterminado tiempo futuro en el que la Tierra ha sido conquistada por una gigantesca especie extraterrestre, los monstruos, con los hombres sobreviviendo como una plaga oculta entre los huecos del material aislante de las paredes alienígenas. Desde allí, se lanzan expediciones al territorio de los monstruos, repleto de peligros, para robar comida y materiales diversos, que constituyen la base de su sistema social y económico. La novela juega con un tema clásico de la sátira, la inversión de roles, monstrándonos a la poderosa humanidad reducida al papel de alimañas, aunque también hay ecos de la progresión pequeño, grande, aún más grande, que podemos encontrar ya en «Micromegas» (Voltaire, 1752).
Constituye una ampliación de la novela corta «The men in the walls», publicada originalmente en Galaxy en 1963, y tiene como protagonista a Eric el Único (por ser hijo único de sus padres, un descrédito en una sociedad en la que prima la fecundidad), más tarde Eric el Ojo. Eric es miembro de una pequeña tribu cercana al territorio de los monstruos que se autodenomina la Humanidad y en la que, con un nivel tecnológico poco menos que prehistórico, se da una acusada división del trabajo entre sexos. Las mujeres son las guardianas del conocimiento y la religión (la Ciencia de los Ancestros), mientras que los hombres son ladrones que se adentran en el territorio de los monstruos para hacerse con suministros, esquivando las trampas y a los inconcebiblemente enormes alienígenas de los que han jurado vengarse algún día.
En esta primera parte, Tenn juega a mostrarnos las aspiraciones un tanto ridículas de unos seres humanos que para los extraterrestres no son sino ratones (de ahí el título, que evidentemente juega al paralelismo con la novela «De ratones y hombres», de John Steinbeck). Al mismo tiempo, hay ecos de las historias sobre sociedades involucionadas tras un aislamiento de generaciones, muy propias de los años sesenta (en particular, me recuerda a «Mundo tenebroso«, de Daniel F. Galouye, 1961). En cuanto a la trama, se nos presenta además la alternativa a la Ciencia de los Ancestros, que es la Ciencia de los Alienígenas, un enfoque de tribus algo menos atrasadas, los extraños, que buscan utilizar la propia tecnología de los invasores en su contra.
Por supuesto, todo ello no deja de ser otro elaborado autoengaño, pues no solo habrá de nutrirse de los mismos robos insignificantes, sino que Eric pronto descubre que los extraños no saben hacer más que hablar y que sus habilidades de supervivencia en el territorio de los monstruos dejan mucho que desear.
No voy a entrar en más detalle con respecto a los dos últimos tercios de «Of men and monsters», tan solo comentaré por encima que narrativamente tiene mucho de rito de madurez, a medida que Eric se va encontrando con obstáculos imprevistos, va evolucionando en sus creencias y aprende a convertirse en un líder, pero que al mismo tiempo no deja en ningún momento de burlarse amablemente de ese tipo de historias, tan frecuentes en la ciencia ficción, en la que una humanidad pillada a contrapié por un enemigo muchísimo más poderoso acaba volviendo las tornas en su contra y triunfando a pesar de las adversidades. Y la cuestión es que sí hay en cierto modo un triunfo, pero no el que podríamos esperar, sino uno que pone suavemente al lector en su lugar, del mismo modo que la historia ha venido poniendo en el suyo a Eric ante nuestros ojos.
Lo cierto es que no me resulta fácil clasificar «Of men and monsters», sobre todo dentro del subconjunto de la ciencia ficción cómica. Desde luego, no se trata de una parodia. La historia funciona perfectamente como aventura, a mitad camino entre lo postapocalíptico y lo épico, con unos personajes en modo alguno ridiculizados, con sus propios intereses, sueños y esperanzas, consistentes con su entorno. Pero tampoco termina de ser una sátira, porque en ellas viene siempre implícita una crítica burlesca. Lo que hace Tenn en esta novela es contextualizarnos, apearnos del pedestal en el que nos gusta encumbrarnos, aunque de un modo cordial, casi afectuoso, sin la angustia existencial de Lovecraft ni ánimo alguno reprensivo (al fin y al cabo, las fantasías de venganza son una faceta importante en la evolución personal de Eric).
A la postre, lo que propone es descargarnos del peso del triunfo. A veces se hace imperativo aceptar nuestro lugar y reajustar nuestras expectativas para alcanzar, si no el éxito que buscamos, sí el que de verdad está a nuestro alcance. Tampoco es que fuera un tema nuevo, ni siquiera en la ciencia ficción. Básicamente, es la misma intencionalidad de «Los oscuros años luz«, de Brian Aldiss (1964), que se configura claramente como una parodia de los héroes imposibles de la Edad de Oro, o de «Bill, héroe galáctico«, de Harry Harrison (1965), una despiadada sátira antimilitarista. La diferencia estriba en que William Tenn nos la presenta de forma tan sutil que para cuando queremos darnos cuenta ya nos la ha colado con una sonrisa.
Como afirmó Theodore Sturgeon, tal vez sí que habría que crear dos categorías dentro de la humanidad (o, cuando menos, entre los escritores de ciencia ficción humorística): William Tenn y el resto.


