Para tener algo de calor, en este agujero olvidado donde no pasa ni el viento, frotamos las tibias, las falanges y los tarsos. Pegamos las mandíbulas y estrechamos lo que queda de los dientes. Ponemos uno contra otra las costillas y un vaivén maravilloso y antiguo de caderas, de nuestros esqueletos apagados se hace la luz y por breves instantes, amado mío, compartimos bajo tierra un día luminoso de verano.
Published on November 02, 2016 10:46