Jose Servera's Blog, page 3
September 12, 2021
La trampa de la informalidad laboral
El pasado mes de junio Deliveroo se llevaba el mazazo de la justicia de Barcelona: más de 700 trabajadores de la compañía eran reconocidos como falsos autónomos, obligando a la empresa a pagar las cuotas comprendidas entre 2016 y 2018. Unas cuotas que implican una deuda aproximada con la Seguridad Social de 1,3 millones de euros, unidas a la obligación de regularizar la situación de los bautizados riders.
Ante la sentencia, la empresa adoptó una posición victimista, afirmando que si los riders “fueran reclasificados como ‘empleados’, el negocio se vería tan afectado que tendríamos que revisar factores clave como la cantidad de riders o el número de ciudades en las que podemos operar”.
Esta situación no es aislada: en Estados Unidos un juez californiano instó a las compañías Uber y Lyft a reconocer a sus conductores como empleados. Una vez más, la victimización, en este caso procedente de Wall Street, también obedece a un mismo patrón: esta reclasificación de contratistas independientes a empleados puede provocar la pérdida de miles de millones de dólares a dichas empresas.
Son dos ejemplos claros de cómo la maquinaria neoliberal pone en marcha su discurso desregularizador. Bajo la amenaza de la pérdida de puestos de trabajo o la imposibilidad de operar como empresas se esconde en esencia la justificación de modelos de negocio fundamentalmente basados en el precariado y en las relaciones contractuales desreguladas.
En esta línea se fundamenta la crítica que hace Peter Fleming en su libro Capitalismo Sugar Daddy, obra editada en castellano por Rocaeditorial.
¿Qué es el Capitalismo Sugar Daddy?El capitalismo Sugar Daddy hace alusión a la exitosa página de citas whatsyourprice.com, una web enfocada a que los Sugar Daddys (hombres mayores ricos) puedan salir con chicas jóvenes (Sugar Babies). Los primeros buscan como quintaesencia mantener relaciones sexuales con las Sugar Babies, mientras estas últimas aceptan tener una cita a cambio de dinero (citas que son subastadas al mejor postor).
Aunque estas citas a priori no impliquen la garantía de mantener relaciones sexuales, pues de lo contrario estaríamos hablando explícitamente de una web de contratación de servicios de prostitución, la práctica sí que muestra que rara vez esas relaciones no suponen de forma implícita el comercio sexual.
El caso es que al venderse como páginas de citas, cualquier forma de negociación del precio queda estrictamente en la esfera de lo privado entre el Sugar Daddy y la Sugar Baby. Al entrar en el terreno de lo desregulado todo se reduce a una negociación que raramente se dará en condiciones de igualdad (en esta página en particular se conoce que una gran parte de las usuarias lo utilizan para costearse sus estudios universitarios).
Bajo esta premisa, Peter Fleming afirma que las relaciones laborales están avanzando peligrosamente hacia situaciones similares a las de whatsyourprice.com, a saber:
Acuerdos laborales donde el empleador está sometido a menos exigencias.Individualización de los acuerdos entre empleado y empleador, donde todo se reduce al acuerdo de las partes.Debilitación del poder de la sindicalización.Fetichización del hombre-empresa, que al actuar como trabajador independiente puede mover su trayectoria profesional con más libertad.De vuelta a HayekA criterio de Fleming, esta tendencia a la desregulación genera una falsa ilusión de libertad, de mayor tendencia a la creatividad y de mejores condiciones de trabajo. Según su visión, esta informalización de las relaciones contractuales es una vuelta en toda regla a los postulados del libertarismo económico de Hayek.
Un Hayek que omnipresente a lo largo del libro, y que según el autor de Capitalismo Sugar Daddy se mostraría bastante satisfecho con la tendencia actual a la uberización de las empresas, con cada vez más facilidades para suplir sin apenas coste la fuerza de trabajo que le resulta problemática o menos servil.
Una evolución hacia la informalidad laboral que asume que las negociaciones en el ámbito laboral se dan entre iguales. Una presuposición impropia de un mundo que se muestra claramente desigual, en el que la capacidad real de un trabajador para elegir las condiciones adecuadas en un puesto de trabajo se topa de frente con la precariedad que le invita siempre a posicionar sus requisitos siempre a la baja.
La ecuación es simple: allí donde no hay normas establecidas entran a trabajar las relaciones de poder. El que cuenta con una hipoteca que pagar y unos hijos de los que responsabilizarse parte con unas condiciones de negociación claramente condicionadas a la hora de aspirar a un empleo, y todo lo que se acerque a la desregulación estatal (ya sea aceptando falsos autónomos, no persiguiendo el pago en B, o manteniendo el salario mínimo interprofesional en cotas demasiado bajas) jugará siempre en favor del empleador.
No es de extrañar por ello que Peter Fleming saque a relucir también el caso Harvey Weinstein para reflejar hasta que punto las negociaciones entre individuos en el marco laboral tenderán a favorecer al quien tenga más poder…hasta hacer normalizable el abuso sexual.
Las 4 propuestas contra la desformalización neoliberalAnte el triunfo de este discurso que aboga por la descolectivización y trabaja por allanar el camino hacia una era preburocrática, Peter Fleming insiste en 4 necesidades:
Anular la desesperación económica¿Por qué se aceptan condiciones laborales que debieran propias del inframundo? Porque para muchos el rechazo les deja como única opción el abismo de la marginalidad, en una esfera todavía más baja que el precariado. Por ello, y como ya vienen apuntando tantos otros, la renta básica universal se postula para Fleming como una de las soluciones que ayude a paliar esa desesperación económica.
Ilegalizar los falsos autónomos y los contratos de cero horasLas sentencias judiciales a empresas como Deliveroo o Uber son una buena noticia ante el avance de la uberización de las contrataciones. Asumir que un modelo de negocio funcione gracias a la flexplotación es integrar una cadena de funcionamiento de las economías donde todo vale. No se debe permitir despojar de derechos laborales tan fácilmente.
Desprivatizar la esfera públicaSegún Fleming, se hace necesaria una esfera pública que supervise y asegure todo lo relativo a las “normas de trabajo, la seguridad del consumidor y el derecho tributario”. Pone de relieve el valor fundamental de la burocracia como salvaguarda que garantice la legalidad de las relaciones contractuales. Los contratos deben “desindividualizarse” para “pemitir que exista una voz colectiva y una igualdad económica”.
Descentrar la institución del trabajoPara terminar, el autor aboga por una descentralización del trabajo que abogue por relaciones de trabajo que no conduzcan a la inseguridad económica, a la tendencia a jerarquías empresariales autoritarias y a la concentración del trabajo en unos pocos en detrimento de los que se quedan al margen.
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September 5, 2021
Libertad de elección VS Libertad de decisión
Cada día de nuestras vidas nos vemos obligados a decidir sobre nuestro devenir. Decidir a qué hora poner la alarma para ir a trabajar, decidir qué desayunar, decidir qué hacer con nuestro tiempo libre, etc.
Tomamos cientos de decisiones diarias, incluyendo aquellas que se dan por consentimiento tácito son también decisiones: decido seguir un día más viviendo en la misma casa, decido seguir teniendo las mismas amistades, decido seguir comiendo donuts todas las mañanas…
En cambio, la libertad de elección entra en una dimensión diferente, donde lo que se dirimen son los condicionantes que llevan a que se tomen unas decisiones por delante de otras.
De este modo, aunque una persona tenga siempre la posibilidad de decidir, de decir sí o no a algo, siempre habrá una serie de aspectos que empujan a que dentro de esa decisión haya también un grado de libertad de elección.
Y digo un grado porque nunca habrá una suerte de libertad de elección en un estado puro. Todos estamos sometidos a decidir condicionados por factores que someten en cierto grado a una u otra elección. Lo importante no es tanto aspirar a alcanzar esa suerte libertad de elección pura, sino más bien a labrar un terreno en el que la libertad de elección sea justa y equitativa.
¿Puede decidir libremente una persona intentar matar a otra? Sí, puede hacerlo, pero por esa decisión libre existen una serie de condiciones por las cuales si tomamos esa decisión podremos ser condenados. Y esas condiciones que limitan la libertad de elección son justas.
¿Decide libremente el que se juega la vida en una patera? Sí ¿Tiene libertad de elegir jugarse la vida? Evidentemente, los problemas críticos en su país de origen son los que le conducen a subirse a una patera, por lo que no estaríamos hablando de una elección justa.
¿Decide libremente una mujer ganarse la vida mostrando su cuerpo en Onlyfans? Sí ¿Lo hace condicionada por la extrema mercantilización a la que se ve sometido el cuerpo femenino? Por supuesto, ese condicionante está presente y empuja a quienes toman esa decisión de una forma a todas luces alejada de cualquier condición de igualdad.
¿Decide libremente un chaval que nace, vive y muere en un suburbio dedicarse al menudeo de droga? Sí ¿Lo hace en parte condicionado por la precarización que conduce su vida desde pequeño y por la falta de oportunidades que le esperan? Sí, y por ello es una decisión que se toma desde algo que es per se injusto y muy alejado de cualquier noción de igualdad.
Creo que trabajar por un mundo un poco mejor es trabajar por hacer que cada vez más personas puedan tener libertad para tomar decisiones justas y en condiciones de igualdad. Y que mientras eso no suceda, el activismo social debe mantenerse alerta y sacar a relucir aquellos factores que de algún modo están condicionando con fuerza a tomar decisiones que no se dan de forma justa.
Del mismo modo, el científico social debe ser el responsable de arrojar toda la luz posible sobre cuáles son los factores que llevan a un individuo a tomar ciertas decisiones y dirimir si se ajustan a la idea de libertad justa y equitativa.
P.D: Esta disertación no ha sido patrocinada ni por John Rawls ni por John Stuart Mill.
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September 4, 2021
Remedios Zafra en cuerpo y alma
Lo digo con conocimiento de causa tras haber leído y quedar profundamente marcado en su momento con su libro El entusiasmo, por el que obtuvo el premio Anagrama de ensayo.
Y lo reafirmo una vez finalizada la lectura de su último libro, Frágiles, que bien podría considerarse una secuela de El entusiasmo. Una obra escrita a modo de epistolario hacia una persona que se descubre sin esperanza alguna tras leer la anterior obra de Remedios Zafra y ver descrita en ella una vida-trabajo muy similar a la suya. Una vida que a la luz de la visión arrojada por Zafra en El entusiasmo se hace a todas luces menos vivible.
¿Dónde queda la esperanza?Es la pregunta con la que la voz anónima interpela a Remedios Zafra y a la que ésta intenta dar salida a través de las diferentes cartas que le escribe. Y lo hace porque ese halo de esperanza no está presente en su obra anterior, con un diagnóstico lúcido sobre lo que suponen las vidas-trabajo sumidas en la maquinaria creativa. Si no has leído su obra anterior, además de recomendarte fervientemente que la leas, procuraré sintetizar en varios puntos lo que expone la autora:
Que el entusiasmo en el trabajo creativo conduce en el contexto actual a formas de autoexplotación, en las que se acepta siempre más trabajo del que se puede abarcar y bajo unas condiciones alejadas de ser dignificadas.Que la noción de capital simbólico, donde el sueldo del trabajador creativo acaece como una cuestión secundaria cuando “el trabajo gusta” contribuye a la precarización de este tipo de trabajos.Que la vida frente a las pantallas lleva a que el trabajador creativo se encuentre siempre de cuerpo presente y disponible para cualquier batalla, sin tiempo para el descanso. Que la exigencia a la que nos sometemos en el entorno digital nos lleva a una labor creativa caracterizada por trabajos donde premia la cantidad frente a la calidad. Se pierde profundidad y no se alcanza más que la superficie de lo que pondría en valor al ser creativo.La primera y segunda parte de Frágiles recupera parte de ese melón abierto con El entusiasmo, recuperando muchas de las ideas en torno a la vulnerabilidad digital presentes en dicho libro. Sin embargo, no será hasta la parte V cuando Remedios Zafra dará respuesta a la pregunta sobre la esperanza en las vidas-trabajo precarias.
Eso no significa que debas pasar directamente a la parte final y que el resto del libro sea prescindible, al contrario: será difícil entender el final si no se ha desmigado con la autora todo lo que incumbe al presente del trabajo creativo.
Remedios Zafra en cuerpoQuizá la diferencia con el libro anterior es que en esta ocasión el cuerpo de Remedios Zafra está más presente que nunca para exponer sus reflexiones.
El cuerpo supone una parte vital en la disertación que desarrolla a través de sus cartas.
Es desde la fragilidad de su cuerpo, con una gran discapacidad auditiva y visual que le obliga a ayudarse de lupas audífonos para salir adelante, desde donde construye el camino hacia la esperanza.
Es entre la tercera y la cuarta parte del libro donde descubrimos las limitaciones de Zafra en su día a día, y desde donde paradójicamente se comienza a construir esa esperanza que la voz anónima le demanda.
Cuidarnos, frenar, usar el bastón.
Las reflexiones que nos encontramos nos irán recordando de forma continuada que siempre, de un modo u otro, convivimos desde la corporeidad frágil, y esa fragilidad justamente se manifiesta en el libro cuando la autora se adentra repentinamente en el contexto de pandemia donde todo lo que discurría acelerado e incapaz de ser manejado adecuadamente se paraliza.
Para la autora supondrá una tabla de salvación, un ir despacio, una recuperación de ese tiempo valioso. Ese tiempo que se puede controlar, que es el que la autora atribuye a las personas verdaderamente libres. También es un darnos cuenta para todos que convivimos con la fragilidad y la enfermedad de nuestros cuerpos, y desde esa conciencia debemos construir ese futuro. Una fragilidad en la que tomamos conciencia de que no podemos salir adelante sin la ayuda de los otros, que nos aleja del mito capitalista del individuo hecho a sí mismo que no necesitó a nadie ni a nada para salir adelante.
Remedios Zafra en almaConfieso que cuando leo a Remedios Zafra tengo la sensación de que me está explicando las cosas no desde una posición distante e hiperracional, sino desde la cercanía y el autorreconocimiento de estar integrada en las mismas dinámicas que describe y que procura evitar. Zafra consigue que sientas su escritura como si la tuvieras a tu lado, como si te estuviera hablando en persona, y esa es una cualidad que no suele caracterizar precisamente a los ensayos. Cuando terminas de leer a Zafra la sensación que queda no es la de haber finalizado con un libro, sino la de haber iniciado una relación de amistad, de haber encontrado a alguien con quien conectas de principio a fin.
La esperanza desde el malestarComo no quiero desentrañar aquí un desglose al completo de lo que supone la lectura de Frágiles ni todas sus conclusiones, me quedaré tan solo con uno de los puntos que aborda en la parte final y dejaré el resto al aire para que vosotros mismos os abráis a su lectura.
Es la que tiene que ver con el sentido del malestar en la construcción de la esperanza:
“Para los outsiders la felicidad sería un producto que busca venderse pero que en su esencia no puede comprarse. Por estas razones, no debiera generarles ninguna lealtad con las fuerzas que la promueven ni , tampoco, hacerles confundir con algo negativo el imprescindible malestar que implica la conciencia cuando no esquiva lo que perturba y relativiza la felicidad. Porque esto no supone desesperanza, contrariamente esto no nos resigna”.
Remedios Zafra
Retumba en mi cabeza ese “imprescindible malestar que implica la conciencia cuando no esquiva lo que perturba”. En este sentido, la conciencia de ese malestar frente a las carencias del trabajo creativo se afronta para Zafra no como algo que hastíe y sobre lo que resignarse, sino precisamente algo que nos empuja, que nos reconduce, que nos hace frenar, a volver a empezar o a reformar parte de lo construido para avanzar hacia el lugar que algún día aspiramos a alcanzar.
Siempre desde la autoconciencia de nuestra fragilidad, el malestar es la base que nos permite construir nuestra expectativa e intentar arreglar lo que no funciona.
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August 21, 2021
Alpinismo de ayer ¿y de hoy?
Antes de anticipar la ¿reseña? del libro de Pablo Batalla “La virtud en la montaña: vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista” valga decir que quien escribe estas líneas a buen seguro guarde más de una semejanza con alguno de los seres del averno que el autor del libro crítica: los Jornets, Ajrames y Sanjuanes de turno. No tanto por las conquistas deportivas, a años luz de las de los mencionados, sino por la relación que he mantenido y mantengo con el deporte.
He corrido maratones, me encanta competir y he caído más de una vez en la trampa del discurso deportivo de superación personal. Y aunque fuera con un doble tono crítico-jocoso en torno a la alegoría deportiva dentro del discurso emprendedor, no puedo manifestar mi inocencia cuando en la portada de “Emprender en Criminología” salgo precisamente corriendo. Ni valga decir que el deporte forma una parte fundamental en mi vida y que no me gusta perder ni en las pachangas de futbito.
Dicho lo cual, toparme con este libro supone una interpelación directa a algunas de las perversiones que estamos alcanzando con esa noción de trasladar a todos los espacios de la vida cotidiana la competitividad propia de la esfera laboral. Y cómo ese círculo vicioso en el que el deporte solo se asocia al gen hipercompetitivo termina tornando en una validación del sistema capitalista: si trabajas duro y superas tus miedos, estarás en el lugar de los ganadores; de lo contrario, pasas a formar parte de lo lumpen, de la vulgaridad. Y por supuesto, estar en uno u otro bando depende de ti como individuo.
¿Cómo se estructura la obra de Pablo Batalla?El libro cuenta con dos partes sustancialmente diferentes, tanto que incluso podrían ser independientes una de la otra, principalmente la primera sobre la segunda.
La primera parte elabora todo un diagnóstico en torno al auge de los espacios naturales y la montaña como lugares de competición invadidos por runners, speed climbers, bikers y un compendio de sujetos terminados en -ers que suponen una antítesis con la forma tradicional de entender la montaña. La velocidad y la puesta a prueba de uno mismo es el rasgo identificativo: cada vez se quiere correr más y cada vez se quiere hacer más rápido.
Como contraparte, el autor reseña la crisis sufrida por los Clubes de Montaña, con cada vez mayores dificultades para mantener su estructura y captar adeptos. ¿La causa? El ritmo de los Clubes de Montaña parece no ser el mismo que el que buscan los nuevos invasores de la montaña, más ávidos de experiencias rápidas, que les agoten la respiración y les vacíen la mente de todo los problemas que tienen en su día a día.
Se podría distinguir entre un montañismo lento de tomar conciencia frente a un montañismo de vaciar la conciencia. El segundo es una vía de escape mientras el primero sería una vía de búsqueda de significado.
La segunda parte de la obra el autor la dedica a predicar esa forma lenta de entender la montaña a través de lo que considera “Vidas ejemplares”, personas cuyas acciones o cuyo compromiso con el entorno natural que exploraban con minuciosidad de alguna forma podrían ser una fuente de inspiración o un modo de entender lo que quiere transmitir el autor con la idea del alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista.
Así, veremos pasar por esta segunda parte las historias de figuras como Henriette d’Angeville, Casiano de Prado, Henry Moore, John Muir, John Mallory o Parvaneh Kazemi.
¿Es posible vindicar un alpinismo lento hoy en día?Iría más allá con la pregunta ¿Es posible vindicar algo lento en la sociedad actual?
Nos hemos acostumbrado tanto a obtener pequeñas gratificaciones de poco recorrido que parece que hayamos perdido la paciencia necesaria para hacer las cosas a un ritmo más pausado, pero con la gratificación de tener un mayor grado de conciencia sobre nuestras acciones.
Nuestro tiempo, o mejor dicho nuestra ausencia del mismo, también condiciona esa búsqueda del input placentero fugaz: nuestro día a día hace incompatible la búsqueda de actividades reposadas en las que el reloj no sea omnipresente. Tenemos vidas hiperprogramadas con un hueco tan pequeño para la ociosidad que nos vemos obligados a realizar actividades de consumo rápido.
Se corre en la montaña porque no queda tiempo para caminar.
¿Es posible vindicar un alpinismo ilustrado hoy en día?Partiendo de la frase con la que cerramos la anterior cuestión: del mismo modo que se corre porque ya no queda tiempo para caminar, al no caminar se deja de pensar. Y al dejar de pensar se deja de entender la dimensión del entorno en el que se pasa veloz.
Los tiempos en los que la montaña era fuente de significación parecen quedar atrás, quedando para el autor como un producto de consumo vacuo en manos de los bobos (burgueses bohemios).
La montaña pasa a ser un escenario más, un souvenir, un lugar que ni se piensa ni se utiliza para pensar. Un escenario que ya solo se consume. Ya no cabe más literatura para la montaña, ahora el protagonista de la historia es el ego.
¿Es posible vindicar un alpinismo anticapitalista hoy en día?Es fuente de crítica a lo largo de la obra la transformación de la montaña en negocio tanto a través de las figuras influyentes que se lucran con un discurso lifestyle aparentemente apolítico pero de carácter abiertamente liberal cuyo rasgo característico es la megalomanía. Figuras que incitan a la superación personal a través del autoejemplo, figuras que Batalla ve en connivencia con el egoismo de Stirner.
A ello se suma el auge de las competiciones cada vez más extremas, pensadas para que el propio participante precisamente pueda colgarse la medalla de que puede con todo en la vida: trails, ultras, titans, y toda una suerte de eventos extremos con precios prohibitivos en algunos casos y cuyo impacto en la naturaleza cuenta todavía con pocos estudios al respecto. Pruebas en las que importa más uno mismo que el territorio y la historia que lo envuelve y lo hace trascendente.
¿Existen excepciones a este tipo de pruebas? Según menciona el propio autor, todavía queda lugar para eventos que adquieran a la vez un compromiso firme con el entorno en el que se celebran, como el caso de la Sahara Marathon.
¿Guarda esperanza el autor por recuperar el terreno perdido de ese alpinismo lento?Quizá si nos quedáramos solo con lo narrado en la primera parte, con la relativa al diagnóstico del estado del montañismo, la conclusión que nos llevaríamos es que el autor se muestra resignado a aceptar que reivindica una época que ya no volverá.
Sin embargo, es gracias a la segunda parte dedicada a las figuras ejemplares pasadas y presentes que Pablo Batalla parece albergar ese hueco para la esperanza. Figuras que emergen con compromiso y sacrificio ante aparentes causas perdidas pero que terminar triunfando en su empresa (ups, esto último precisamente ha quedado un poco Ajram style).
5 claves por las que vale la pena leer “La virtud en la montaña” de Pablo BatallaEs un libro sincero, sin medias tintas y cargado de amor por la montaña.Desentraña el vacío discurso de alguno de los referentes de ese montañismo de consumo rápido.Su postura va a contracorriente y como tal dará lugar a que más de uno se dé por aludido durante su lectura. La segunda parte sobre vidas ejemplares permite de algún modo recorrer la montaña a través de figuras que para el autor merecen ser reconocidas. La dimensión de muchas de las disertaciones de Pablo Batalla va más allá de la noción de montañismo que debe pervivir.La entrada Alpinismo de ayer ¿y de hoy? aparece primero en AntiTrabajo.
August 14, 2021
El minimalismo: un refrito del ascetismo
Una vez más he vuelto a caer en el error de darle una oportunidad al pensamiento minimalista. De hecho quizá sea demasiado pretencioso llamarlo pensamiento minimalista, como si hubiera detrás de ello una reflexión ambiciosamente profunda.
Ya me llevé esa sensación cuando me topé con el documental Minimalismo: las cosas importantes, un acopio de testimonios de gente que decide llevar al mínimo indispensable la posesión de objetos como paso a la felicidad. Me la llevé más tarde al leer el libro Minimalismo digital: En defensa de la atención en un mundo ruidoso, una obra que presume de un método para concentrarnos en las cosas verdaderamente importantes, y que se puede sintetizar así:
Realiza actividades físicas en sustitución de las digitalesPlanifica tu ocioDesinstala las aplicaciones de RRSS del smartphoneHaz un “ayuno” de 30 días para desintoxicarteLimita el tiempo de uso de redes e internet a un número limitado de horas a la semanaNo interactúes mucho en redesAhora, a esas decepciones previas se suma la de Goodbye, things: Cómo encontrar la felicidad con el arte de lo esencial, un libro que ha sido best seller en Japón y que vuelve a decepcionar una vez más las pocas expectativas que ya tenía sobre esta corriente. Quizá esta vez ya sea culpa mía por caer tantas veces en la misma piedra.
Pero ¿Qué problema tienes con el minimalismo?Puede parecer contradictorio, pero comulgo bastante con la parte esencial del minimalismo que apuesta por no ahogarnos en la abundancia de lo material. Quizá ese punto de partida es el que hace que me haya interesado conocer un poco mejor de qué va eso del minimalismo.
Sin embargo, veo que la trascendencia que se le da al hecho de tirar cosas y contar con lo mínimo indispensable en el hogar está algo vacía de significación. Se pretende vincular un proceso asceta no muy ambicioso con acercarse a la algo parecido a la felicidad desde una posición donde toda la responsabilidad recae en el individuo.
Por qué el minimalismo es una versión blanda del ascetismoSi algo caracteriza al minimalismo es al hecho de atribuir cierto misticismo al hecho de deshacerse de pertenencias y conservar una pequeña parte de las posesiones. Esa mística es la que comparte con cualquier otra corriente asceta, pero la diferencia sustancial es que el minimalismo no parece renunciar a un estilo de vida materialista. Su única ambición se mueve en el hecho de acumular poco en el hogar, pero el materialismo va más allá de lo tangible o lo que poseamos. La necesidad de vivir una experiencia constante también implica de algún modo una posesión, aunque esta sea de carácter temporal. ¿Qué es sino la obsesión por viajar a cuántos más lugares mejor sino una acumulación de experiencias? El minimalismo también es consumista.
El minimalismo es connivente con un estilo de vida capitalistaAlgo que me incomoda de esta corriente es que da la sensación de que el entorno social no parece tener influencia alguna en las necesidades del minimalista. Este silencio tácito tiene más de conformidad con el capitalismo que de rechazo a él. ¿Cabe conformarse con vivir en hogares de 30 metros cuadrados por muy minimalista que seas? ¿No será que precisamente el encarecimiento de la vivienda en las grandes ciudades condiciona que te acabes conformando con tener pocas posesiones en tu casa para que no te genere ansiedad el hecho de ver que no te cabe siquiera un estante con unos pocos libros?
Steve Jobs, Apple y el minimalismoDetalle curioso: tanto en el documental sobre minimalismo como en los dos libros que he leído sobre el tema, Steve Jobs y Apple aparecían como una suerte de referentes del minimalismo. El iPhone y el MacBook parecen ser las dos herramientas indispensables que permiten llevar un estilo de vida con pocas posesiones para el minimalista (de hecho, en el libro de Fumio Sasaki estos dos gadget aparecen en la sección de agradeciemientos). También admiran, entre otras cosas, la práctica puesta de moda por Jobs o por Zuckerberg de llevar siempre una misma prenda de ropa.
Que dos de sus inspiraciones sean o hayan sido dos líderes de compañías que precisamente dominan o monopolizan gran parte del mercado tecnológico da que pensar.
A diferencia del libro sobre minimalismo digital previamente mencionado, en la obra de Fumio Sasaki no hay un atisbo de reflexión en lo referente a la acumulación que también se da en el mundo digital: de likes, de «amistades», de seguidores, de apps, de notificaciones, de correos por contestar, etc. Que no se puedan palpar no quiere decir que no lleguen a generar tanta o más ansiedad que el hecho de acumular mucha ropa o muchos libros.
¿Hay algo en lo que concuerdes con el minimalismo?Como no todo va a ser malo, coincido en que:
Más posesiones implican más preocupaciones.Nuestra necesidad de conservar más de lo que nos hace falta es difícil de justificar.9 claves que resumen el libro de Fumio Sasaki
El minimalismo es una versión blanda del ascetismo tradicional.
El minimalismo no es ni mucho menos anticapitalista.
El minimalismo sigue siendo materialista, porque la acumulación de experiencias también es materialista. Y si vives en una ciudad, no sale barato.
El minimalista se apoya en lo digital para reducir todo lo tangible que hay en su hogar.
Steve Jobs y Zuckerberg son un ejemplo a seguir porque se ponen siempre la misma ropa y el iPhone y el Macbook molan mucho.
El minimalismo es conservador en la medida en la que reduce el cambio a una conducta meramente individual.
El minimalismo omite, por lo menos en este libro, que la acumulación digital, aunque no sea tangible, también existe.
Detrás del discurso que vincula minimalismo y felicidad hay poca evidencia científica.
Creo que tengo expectativas demasiado elevadas sobre los objetivos y la base teórica detrás del minimalismo, porque siempre que leo algo o veo algún documental sobre el tema me llevo una decepción.
A pesar de la crítica, si queréis juzgar por vosotros mismos podéis leerlo en versión digital o en papel. Si eres miembro de Amazon Prime puedes leerlo gratis en formato digital.
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August 8, 2021
¿A quién le importa la masculinidad?
Tal y como el propio subtítulo de la obra indica, nos adentramos ante un libro que no tiene una pretensión totémica de sentar unas bases teóricas sobre lo que debe ser la masculinidad.
“Onvres: Reflexiones sobre la masculinidad” es un compendio de textos que abordan las diferentes aristas de la masculinidad aderezadas con algunos tintes autobiográficos. No es por tanto un libro escrito desde una perspectiva científica, sino una obra escrita desde la introspección y la experiencia. No encontraremos por ello datos que contrasten muchas de sus afirmaciones, ni siquiera nos toparemos con referencias bibliográficas o citaciones de otros autores.
Lo anterior puede interpretarse de dos formas diferentes:
En tanto el libro se maneja en el campo de la reflexión, sus argumentos no escapan del campo de la opinión.En tanto el libro se aborda sin anclajes metodológicos, permite dar rienda suelta a una idea de masculinidad abierta a disertaciones posteriores más profundas o facilita que el lector se abra a una escucha menos aséptica que la que tendría una obra más compleja sobre la masculinidad.Pero, ¿Acaso es necesario hablar de masculinidad?Para el autor, a la vista del libro, sin duda alguna es necesario. Pero es necesario hablar de ello solo con un objetivo: derribarlo definitivamente, abolir las cadenas de lo masculino:
“No hay nada exclusivo o prevalente en la masculinidad humana, entendida como constructo personal, transpersonal, cultural, histórico, social, político, de creación y de pensamiento, en ninguna de sus versiones […] que merezca la pena conservar” (p.10).
Partiendo de la noción presentada en el manifiesto preliminar, no cabe ya espacio para crear algo parecido a una “nueva masculinidad”, a una deconstrucción de valores que, aún enraizados en constructos sociales desfasados, quizá podrían reformularse en algo que sí entre en equilibrio con lo propugnado por los feminismos.
No. Para el autor el tiempo ha expirado para la masculinidad: ha demostrado con creces haber fracasado constantemente a lo largo de siglos de historia.
¿A quién interpela el libro “Onvres: reflexiones sobre la masculinidad”?Valga la obviedad, a todos los hombres. Y lo hace sin la intención de generar grandes simpatías. Las interpelaciones afectan al victimario, al que blanquea al victimario y al que mira hacia otro lado ante las agresiones machistas que se dan en las múltiples esferas de la vida cotidiana: social, familiar, política, empresarial, etc. En definitiva, a lo que bien llama «los hijos sanos del patriarcado».
Si algún hombre cree estar a salvo de esa contribución a la masculinidad, según el autor estará errado en el tiro.
¿Cómo se las ingenia el autor para hacer que el lector se interese por la masculinidad?Desde luego, si por algo consigue atraer al lector este libro es por:
Introducir títulos llamativos y claramente contundentes.Desarrollar las diferentes reflexiones sin recurrir a expresiones complejas. O dicho en menos palabras: no se anda por las ramas.Presentar capítulos de corta extensión que permiten saltar de un tema a otro sin darse cuenta.Abrirse al lector a través de trazos autobiográficos.Acometer sin tapujos sus propios demonios, como cuando reconoce haber sido putero.¿Consigue Justo Fernández su propósito de reivindicar la abolición de la masculinidad?Quizá la pregunta es excesivamente ambiciosa, tanto que ni el autor se la debió plantear en el momento de escribir la obra. Lo que probablemente sea capaz de conseguir es, de algún modo, hacer que el lector macho-alfa se dé por aludido en algún pasaje. Incluyendo aquel que pensaba estar libre de pecado. Si la pretensión era esa, el objetivo estará sobradamente cumplido.
¿Leerá Santiago Abascal o alguien de VOX este libro de reflexiones sobre la masculinidad?Es posible como condición de posibilidad, pero no es complicado imaginar la respuesta a esta pregunta.
Sé que suena a pregunta innecesaria, pero tiene más que ver con la impresión personal de que es un libro que pocos hombres querrán leer. Y lo creo porque precisamente uno de los valores más asentados de la masculinidad es el orgullo: nada ni nadie debe dejarme en evidencia, incluso aunque pueda tener razón. Y si quien debiera leerlo no lo va a hacer ¿de qué sirve que unos pocos lo lean?
No te líes, ¿Qué te ha parecido realmente el libro?Aunque me pareció flojo al principio, a medida que iba adquiriendo una actitud de escucha activa y me iba haciendo a la narrativa del autor, el libro mejoró. Por decirlo de alguna forma, aunque no se caracterice por descubrir grandes realidades a través de pasajes extraordinarios, sí que en su conjunto invita a reflexionar a partir de la actitud cercana con el lector. No me lo llevaré a la tumba, pero no maldigo ni mucho menos el tiempo dedicado a su lectura.
¿Dónde se puede conseguir el libro?En Amazon lo puedes encontrar en formato digital y en papel, pero si lo prefieres también puedes optar por encargarlo directamente a la propia editorial. En papel lo encontrarás por 16,95 euros y en digital por 10,99. Por cierto, tiene poco más de 150 páginas, por lo que lo más probable es que lo leas en unos pocos días. Si vives por Mallorca, también puedes escribirme a través de Instagram y pedírmelo prestado si lo quieres. No me gusta que los libros cojan polvo en la estantería y prefiero que rulen.
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January 29, 2019
Hablando sobre sesgos cognitivos y noticias falsas en Cer0 Izquierdo de Sputnik Radio
El pasado sábado estuve nuevamente presente en el programa Cer0 Izquierdo de Sputnik Radio. En él terminé de hablar de fake news, en este caso centrándome en los sesgos cognitivos, esas dichosas trampas que nuestra mente se empeña en tendernos para hacernos creer que tenemos siempre la razón. Si queréis escuchar la intervención, la tenéis a partir del minuto 43 AQUÍ .
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January 16, 2019
Hablando sobre Fake News en Cer0 Izquierdo de Sputnik Radio
El pasado sábado acudí a pasar una entretenida mañana en el programa de radio Cer0 Izquierdo. En esta ocasión hablé de Fake News y de las implicaciones que tiene dejarse llevar por la bruma de noticias falsas y las medias verdades. Como de todo lo que quería explicar faltó la mitad, ha quedado pendiente un retorno en breve para retomar el tema. Si os interesa echarle un ojo (bueno, más que ojo, una oreja), podéis escucharme hablar a partir de 1h:16′ haciendo click AQUÍ.
Os animo también a que escuchéis el programa completo. Personalmente disfruté mucho con la sección de Roberto y con la música de Stuffed Soup.
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March 15, 2018
Esclavo del entusiasmo
“Prendiendo fuegos, ardiendo sin parar
El durmiente evita despertar,
pues se avecinan el miedo y la verdad.”
Kill Raemon – The New Raemon
Este es el primer post que escribo en mucho tiempo. De hecho, hace cerca de dos años que no escribía nada en el blog, algo que teniendo en cuenta que entre 2012 y 2016 llegué a publicar casi 600 entradas, debería hacerme plantear cuáles han sido los motivos por los que terminé por abandonar a su suerte este rincón personal. Sea como fuere, no es ese el tema por el que me he visto en la necesidad de volver a escribir.
Como algunos ya sabréis, el pasado mes de julio decidí poner punto y final a un proyecto al que destiné tantísimo tiempo que no sería capaz de contabilizarlo, que me hizo disfrutar mucho, conocer a gente única y vivir experiencias por las que me debo considerar un afortunado. Sin embargo, como ya comentara en su momento, por diferentes motivos mi hartazgo llegó a un punto de no retorno por el que no vi mejor opción que dar por finiquitada una etapa en la que durante más de seis años pude soñar despierto.
Lejos de sumirme en una profunda depresión, la renuncia a lo que era mi vocación tuvo un efecto extrañamente liberador. Recuerdo que durante los últimos meses antes de poner punto y final a mi etapa en Criminología y Justicia padecía constantes dolores de cabeza. No es que nunca los hubiera sufrido, pero solían ser más bien una consecuencia de la resaca. Hasta ese momento nunca había tenido dolor de cabeza por culpa del trabajo. Pues bien, desde julio no he vuelto a tener más dolor de cabeza a excepción de una semana en la que padecí el clásico proceso gripal de invierno.
No fue el único cambio. De repente, un universo repleto de tiempo libre se abría delante mío. Quiero que se entienda bien esto último, pues no quiere decir que durante el tiempo que estuve dedicándome a Criminología y Justicia no tuviera tiempo para dedicar al ocio. Al contrario, creo que, exceptuando el último año, gestioné medianamente bien mi vida para disponer de suficiente tiempo que dedicar a otras cosas. Sin embargo, el problema de esos momentos de ocio era que, de un modo u otro, nunca estaba plenamente en ellos porque mi cabeza estaba pensando constantemente en clave de criminología, como si todo lo que sucediera al margen de ella fuera menos relevante. Vivía con un objetivo: hacer de mi vocación una profesión, hacer que un proyecto creativo se convirtiera en algo rentable. Y para ello me exigía mucho, convencido de mis capacidades, sintiendo cierta culpabilidad cada vez que me disponía a disfrutar de algo de tiempo libre. Y esto me pasaba por dos motivos: primero porque estaba entusiasmado con lo que hacía, pero sobre todo porque no me podía permitir quedarme sentado si quería que mi labor fuera recompensada con algo más que una condena a la precariedad. Por desgracia, y exceptuando momentos muy puntuales (como el rédito obtenido por las ventas de “Emprender en Criminología”), los seis años de dedicación casi exclusiva a CyJ me han proporcionado beneficios tan escasos que vivir de ello era insostenible en la práctica.
Pero como venía diciendo, esa precariedad en la que estaba sumido era considerada por mi parte como una suerte de efecto secundario por el que cualquiera que quisiera dedicarse a algo que le entusiasmaba debía pasar. Además, por el camino del sacrificio iba obteniendo pequeñas recompensas que me hacían reafirmarme en la idea de que poco a poco acabaría por alcanzar ese equilibrio tan ansiado en el que la precariedad dejara de convertirse en una limitación. Visto ahora desde la distancia sé que estaba equivocado, pero esto resulta difícil de asumir cuando uno está entusiasmado con lo que hace y además está rodeado de marketing barato que le anima a pelear por sus sueños y a omitir las limitaciones sociales que de facto le impedirán salir de esa precariedad.
Este precepto, el de la conexión de la precariedad con el entusiasmo, es el que desarrolló Remedios Zafra en su premiado ensayo “El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital” (2017). Este trabajo, publicado el pasado mes de febrero, aborda hasta qué punto el trabajo creativo (el que realiza el investigador, el que compone una obra, etc) se ha visto ligado en la era digital a una suerte de privilegio que ya no requiere ser compensado económicamente. Este tipo de trabajos están ligados a personas entusiasmadas con aquello que hacen. Pero tal y como menciona la propia Remedios Zafra en el libro, ese entusiasmo “se convierte al mismo tiempo en algo que salva y que condena […] en aquello que mientras moviliza sienta las bases de una suerte de explotación contemporánea en la que se ven atrapadas aquellas personas que necesitan/buscan un sueldo para pagar tiempo de investigación o creación”.
La idea de base es la siguiente: como estás dedicándote a algo que te apasiona, ganar menos dinero está justificado, pues recibes otro tipo de compensaciones que podríamos calificar como “en especie” o como “salario emocional” (gracias Guille por recordarme este concepto): obtención de prestigio, reconocimiento del colectivo, posibilidad de compartir tu pasión con otros compañeros de gremio, estar a las órdenes del catedrático al que admiras y del que tanto puedes aprender…
No es extraño entonces que al entusiasta le parezca un lujo tener una beca de prácticas en el departamento universitario de turno que no alcanza siquiera la mitad del salario mínimo interprofesional, que un profesor adjunto de universidad acepte cobrar un sueldo indigno porque “por lo menos se está dedicando a lo suyo”, o que acepte que para aspirar a un puesto mejor deberá competir por lo civil o por lo criminal para quedar por delante de otros entusiastas, los mismos que en algún momento fueron compañeros sobre los que apoyarse en sus aventuras y desventuras. Resulta llamativo ver cómo dentro de ese contexto competitivo fruto de la escasez de puestos con una remuneración digna se apele a una solidaridad ficticia, a un “entre todos sumamos” donde el rédito de esa suma es recibido solo por unos pocos privilegiados que han conseguido ubicarse en posiciones de poder.
Yo mismo consideraba acertado el anterior argumentario de forma inocente. Si bien siempre he sido bastante escéptico en torno al sueño americano y al todo es posible con esfuerzo, inevitablemente tendía a asumir que mi precariedad era fruto de mis errores o de que todavía quedaba mucho trabajo por hacer. Si las cosas no estaban yendo como esperaba era porque no había canalizado lo suficientemente bien mi entusiasmo en la obra.
Como ya he venido mencionando, los avances con Criminología y Justicia iban proporcionando pequeñas recompensas que podían interpretarse como indicadores de que se iba por el buen camino. Crecía el reconocimiento como una de las webs de divulgación criminológica más seguidas, pero a la vez el nivel de exigencia como cabeza más visible también iba en aumento, lo que en mi caso derivaba en dos consecuencias: me obligaba a seguir mejorando mi reputación digital, y a la vez elevaba la autocensura. Debo decir que lo primero en cierto modo y sobre todo en los primeros años me supuso un divertimento; en cuanto a lo segundo, no soy tan amante de sacrificar mi libertad para expresarme en aras a evitar conflictos, llamadme bocachancla.
Creo que por ese motivo tengo la sensación de haberme quitado un peso de encima desde que decidí dar por finalizada mi etapa en CyJ. Más que un universo de tiempo libre, debería hablar de un un universo de tiempo de libertad. Y es que en la medida en la que no tengo ya la necesidad de mantener una suerte de reputación digital, tampoco me veo sometido a la autocensura.
A la vez, la renuncia al que era mi objetivo de vida me ha llevado a un espacio donde la ausencia de objetivos resulta liberadora. Yo, que siempre he sido de proponerme metas constantemente, resulta que ahora estoy más cómodo paseando en los márgenes del abismo. Y si en algo lo he notado, ha sido a la hora de introducirme en el mundo de la lectura. Siempre he disfrutado de leer, he leído tanto como he podido, pero no siempre he leído de la misma forma, o no siempre me he sentido tan inspirado por lo que he leído. Y en esto ha influido el modo en el que me he dirigido a abordar la lectura. Digamos que en los últimos años leía en modo Windows: mis lecturas se encaminaban no tanto a leer aquello que quizá podía apetecerme más sino más bien a aquello que debía leer para mantenerme al día. Por ello, en lugar de optar por libros que requieren una lectura lenta y reposada, optaba por libros, revistas y artículos que pudieran calificarse como devorables, una suerte de fast food research. Inevitablemente mis lecturas terminaban por dirigirse a temas tan acotados que inevitablemente me resultaba más complicado mantener esa apertura de miras tan necesaria en el campo de lo social.
Una vez liberado de las metas profesionales, me he dedicado a recuperar otra forma de abordar la lectura, explorando otras disciplinas, temas de lo más variopintos y perspectivas que distan mucho de las que yo pueda tener (por poner un ejemplo, me estuve leyendo un libro sobre el apasionante mundo de las granjas). Digamos que esta posición de vacío profesional me permite en cierto modo descubrir mi interés en nuevos espacios.
La tendencia a la especialización profesional hace mella en el espíritu crítico: nos vemos obligados a acotar tanto nuestra experiencia investigadora, que inevitablemente terminamos teniendo una versión demasiado sesgada de la realidad. Y si a ello le sumamos el hecho de que esta experiencia investigadora o creadora está envuelta en un mar de precariedad, en cierto modo nos vemos conducidos a una defensa de lo nuestro como lo más certero aún sabiendo que pueda no serlo. ¿Consecuencia? Todo lo relacionado con la creatividad y la innovación en el campo investigador se ha acomodado en un ambiente donde prevalece el conservadurismo, donde la remisión a lo numérico y objetivable aporta cierta apariencia de estar realizando avances científicos. ¿El problema? que por el camino de la precariedad la tarea de pensar la ciencia, vital para poder progresar en el estudio de cualquier disciplina, se ha visto obligada a quedar en un segundo plano, sepultada en un mar de papers, posters y speeches casi calcados los unos con los otros pero necesarios para entrar en la rueda de becas y subvenciones gubernamentales.
Otro de los privilegios que me he podido permitir en estos meses ha sido mi derecho a desaparecer del mapa el tiempo que he querido. A no verme condicionado a estar presente en las redes sociales, a no tener la obligación de estar publicando para reclamar la atención, a no tener que andar opinando en torno al tema del día, a no tener que mostrar mi consternación por la muerte del famoso de turno. Quiero que quede claro que tanto estar presente activamente en redes sociales como publicar artículos es algo que me entretiene (más lo segundo que lo primero), pero no me siento tan cómodo con los tempos ni con el grado de narcisismo que se exige. Nuestros tweets y posts se ven condicionados por una aspiración a la relevancia, a obtener likes y retweets que ejercen de reconocimiento a lo que estamos diciendo. Así, un tweet o un post no retuiteados o compartidos por otros no posee valor. Y ante esa ausencia de valor, la tendencia inevitable es a optar por decir aquello que esperamos pueda tener más éxito o mayor apoyo que los demás. Lo que publicaremos se asemejará entonces más a lo que la gente quiere oír antes que a lo que realmente nos gustaría expresar. Eso es lo que hace que las redes sociales me parezcan cada vez más aborrecibles, pues me resulta difícil encontrar discursos de valor o atrevidos (discursos que duran lo que dura la censura, ya sea digital o penal, en entrar en acción).
Ser consciente de que mi entusiasmo por crear ha sido lo que me ha llevado a ser en cierto modo mi propio esclavo no hace que debamos vernos imbuidos a renunciar a la experiencia creadora. Al contrario, tal y como indica la propia Zafra “La creación es todavía uno de los pocos territorios que nos permite sumergirnos y romper la tendencia de una vida domesticada”. Sin embargo, lo que sí queda en duda es que los canales tradicionales sean capaces de proveer al entusiasta de turno un lugar con garantías para poder desarrollar su labor, si es a día de hoy posible establecer lazos de solidaridad (lazos reales, no estratégicos) entre compañeros en el ámbito investigador.
Mantenerme al margen de los canales de profesionalización es lo que me está conduciendo a recuperar el entusiasmo por el conocimiento y a saborear de nuevo la capacidad creativa. Ignoro todavía si eso significa que he tomado un camino de no retorno, de si se puede considerar de algún modo una renuncia a la vocación en un sentido profesional. Lo único que puedo decir es que por ahora, me sienta bien.
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June 13, 2016
Ya a la venta mi nuevo libro
Pues ya lo tenemos aquí. El segundo libro tras Emprender en Criminología. Ser el segundo es duro. Por ejemplo, los segundos discos de los grupos de música siempre son criticados: o bien “se parecen demasiado al anterior” o bien “se han distanciado demasiado del anterior y parecen otro grupo”. La gente ya se ha hecho una idea de lo que les vas a ofrecer, y el factor sorpresa ya no existe. Como dijo una vez José Mourinho “Ser segundo es ser el primero de los últimos”. Así que para evitar ese malfario desagradable he decidido que este sea el tercer libro en lugar del segundo. Me salto el orden de los factores. Publiqué un libro ayer y lo descatalogué enseguida. Se llamaba “Debería trabajar”, y como cabría esperar fue un auténtico fracaso: repleto de promesas que el autor no iba a cumplir, empezando por el mismo título.
Así que tras ese sorpasso llega el tercer libro, el que relanza la trayectoria del autor tras una etapa de crisis, lujuria y drogas en Magaluf. El autor ha madurado y ya no va a cantar más canciones de emprendimiento porque ya no se siente identificado. Ahora está más mayor y canoso y habla de cosas serias como el clima laboral, la conducta antisocial en la empresa o la violencia en el lugar de trabajo, aunque tiene todavía algún que otro desliz que le hace volver a su yo del pasado.
Los lunes pueden ser un buen día para no volver a trabajar jamás.
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