Zoé Valdés's Blog, page 3177
December 20, 2010
Atrévete a soñar. Por Ninoska Pérez Castellón.
Navidades pasadas. Por Joe Cardona.
Dictador asesino sosteniendo rosa amarilla. Por David Lago González.
El fundamentalismo islámico, el mayor enemigo de la democracia para Mario Vargas Llosa.
Desde Cuba: El sueño y la pesadilla. Por Juan González Febles.
No tengo ni televisor, y para la policía soy "un sujeto con un alto nivel de vida". Por Iván García.
December 19, 2010
Trocadero ciento sesenta y dos. Retrato de José Cemí.
Oculten el cenicero donde la mano magnífica
apoyó la flauta de humo,
no quedará un vacío implorante,
el azar salvará el contorno de la huella.
Tamborilean los dedos sobre el aliento reservado
que empaña el cristal de Murano
y el pecho se define dentro de la camisa
suspendiendo la risa que lo agota.
Queso y miel derramará el eclipse de luna
sobre el abandonado sillón
y el aire serenado de Salinas le apaciguará el paladar.
Baila el eco sobre el centro,
allí donde en un punto se fuga el humo.
Toleraremos la ausencia y recogeremos
piedrecitas vivas y febriles.
Que no oculten el sereno don coloquial,
que no oculten el sofocado coche,
al viajero salmantino que se abraza a la campana
de la única torre.
Rodea al retrato luz no usada
y el tabaco tiembla dentro del susurro.
Zoé Valdés. Del poemario Todo para una sombra, 1986.
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Los cien años de José Lezama Lima. Por Armando Valdés-Zamora.
En su blog La Balsa de la Musa.
Cortesía del autor.
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Los espacios imaginarios.
Para José Lezama Lima
Nos nombra
y asistimos al escondite
al inexistente elemento.
Nos piensa indiferente,
jugamos con su insinuación,
exorcizados.
Nos escucha,
nos pide el cuerpo,
nos devuelve nuestra sombra en mármol.
Ya somos las estatuas del aire.
Zoé Valdés.
Del poemario Todo para una sombra. Publicado por Taifa, Barcelona, 1986.
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December 18, 2010
Un día como hoy (hace 100 años) nació la poesía en Trocadero 162.
UN DÍA COMO HOY NACIÓ LA POESÍA EN TROCADERO 162
—
"Trocar, Trocadero, anapestos, trocaico, se deciden…"
José Lezama Lima
—
Pude haber palpado el colchón de la cuna en la que dormiste de niño
Porque entré en tu cuarto, aparecida y sombreada
Abracé el caballito de madera, allí donde balanceabas las piernas de
Los fugados hacia el muro del Malecón y las catilinarias
Desbocadas en la boca del Cemí
La tinajera y los dedales oyeron la melodía etrusca que yo oí
La mujer abrió el álbum de fotos y me indicó tu rostro
Eras el mismo señor sereno de bolsillos de alforjas
y yo la misma niña detrás de los ojos almendrados
Tirándote migajas desde el Parque de los Enamorados
Después hecha un ovillo a los pies de la estatua de la Luz y Caballero
La mujer sorda subió su cuello de encaje el día en que te entregó el
Cake por tu cumpleaños de la parte de su hijo
Ella fumaba igual que tú tu tabaco lo de ella era el cigarrillo
entre los labios violetas y la ceniza terca
Regada sobre la pechera de su blusa de hilo blanca
El dios Neptuno de la calle Empedrado movía los brazos
De piedra y humo y pergamino
Imperceptiblemente nadaba y el océano se retenía en un ojal
De aquella camisa que le gustaba a María Luisa con pétalos
en los entresijos y dobleces y piedras celtas y alpiste
En el Boulevard Bourdon donde se sentaron Bouvard y Pécuchet
Evoco tu nacimiento y tu respiración embalsamada en aceites
Pomadas hierbas en las manos de Baldomera-Baldovina
Mira, mira, el canario abatido en los guayabales
Barnizo con alquitrán la viga que sostiene el techo del cuarto
El padre Gaztelu escribe aquel poema extraño en el Seminario
de San Carlos y San Ambrosio y me entrega el manuscrito
una vez archivado en su tetilla izquierda
y se difuminan sus greñas teñidas con azul de metileno
al papel carbón de Ramón y el monaguillo
Abajo te espera para conducirte a la iglesia de Bauta
Juntos vuelven a abrir el capó del vehículo
lo que se convierte en un juego infantil entre todos esos poetas
de los orígenes del exilio y de la duda cartesiana
O la palabra pascaliana
Tu casa era un burujón de cartas, una montaña de libros, y cuadros
Y versos de leche
A relieve en una pared húmeda y carcomida por los ratones y huracanes
Y las cucarachas a las que les leías Fragmentos a su imán
O describías a Eloísa tu Inaca Eco Licario
Hubo además alacranes analectas del reloj sombríos cataclismas
Enervantes rapsodias y un ampollado bolero de Ravel,
Demonios de Paul Claudel, Satie y la cruda belleza de Béla Bartóck
Sumidos en la lectura de Marcel Proust cuya melodía salpicaba ciruelas
Los diablillos sonreían echaban a andar en puntillas
Aún resuenan sus pasos en los travesaños
Palmaditas de jardines donde las muchachas se pasean a horcajadas
Encima de los cisnes amazonas escarmentadas cinceladas
En oro y canela ecuaciones melancólicas trajinadas
Repentinas y drogadas con cianuro y almidón
Naciste y contigo la virgen por fin tuvo a su poeta
Eras el padre de su hijo y también su hijo y ella sabía
Que sólo huyendo de tu deseo podía aplacar tu sed
Y ella anudar su latido con un trago de absenta
Entonces colocó la túnica azul encima del espasmo
Del pecho congestionado por el asma que te hizo escribir
Como un dios atareado en soplar nubes
En medio de un paraíso de excrementos
Como el vidriero veneciano creador del frágil destino de Marco Polo
Yo estuve allí donde el suelo se hunde y el cenicero de Murano
Sobrevivía a tus atuendos de cazador de fábulas
Yo hundí el dedo en el tokonoma y en el corazón del pájaro
Que revoloteaba en el pasillo, entre los manteles blancos
Tendidos al sol, abrumado por la demasiada penumbra
De la noche que describías como un lapislázuli
Moldeado y pulido por la sombra
Licuados mis dedos mojaron las cartas del joven machetero
Que te escribía admirado desde lo más recóndito
De aquel campo cañero y que ansiaba conocerte mientras
Los demás se empecinaban en manchar lo que significaba
Que hubieras nacido entre columnas salomónicas
Envuelto en el zurrón de zafiro de la poesía
Durante más de treinta años te he escrito cartas
Poemas apenados dramas arrepentidos
Y toda suerte de escritos declaraciones bromas seriedades
Llantos carcajadas enfermedades amoríos traiciones
Durante más de treinta años he presentido
Que frecuentabas adolorido la carne porque eres el poeta del deseo
De la imago del conocimiento más que de la sabiduría
Eres el maestro de la nada que es sólo la nada
Lo que pudiera interpretarse como que en Cuba sólo hay dos José
Que murieron asesinados por esa misma nada obscena
José Martí y José Lezama Lima
Durante más de cien años los he esperado a ambos
Sobrecogida entre sueños nebulosos y atribulados
Sofocada mientras empinaba aquellos versos de Mallarmé
O los preferidos tuyos de Rimbaud:
Oisive jeunesse à tout asservie
Par délicatesse j'ai perdu ma vie…
—
Zoé Valdés. 19 de Diciembre del 2010.
Béla Bartók:
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