Miguel Rep's Blog, page 232
March 9, 2011
HOY MIÉRCOLES EN EL HOLOGRAMA Y LA ANCHOA: SASTURAIN Y STEIMBERG
      Esta noche a las 23 hs. por AM 750 (www.radioam750.com.ar)
charlaremos de historietas, àrboles y bosques con el semiólogo y poeta Oscar Steimberg y el escritor y periodista Juan Sasturain.
El programa de Miguel Rep.
Que aprovechen. 
  
    
    
    charlaremos de historietas, àrboles y bosques con el semiólogo y poeta Oscar Steimberg y el escritor y periodista Juan Sasturain.
El programa de Miguel Rep.
Que aprovechen.
        Published on March 09, 2011 17:34
    
March 4, 2011
PARTIÓ FERRO
        Published on March 04, 2011 06:22
    
February 28, 2011
NOTA DE JORNAL DO BRASIL, 28-2-2011
        Published on February 28, 2011 10:22
    
ESTE MIÉRCOLES 2 DE FEBRERO, CONVERSAREMOS CON EL YUYO NOÉ POR RADIO
      En El Holograma y la Anchoa, Luis Felipe Noé, gran artista plástico y pensador, caótico y entrañable agitador, conversa con Miguel Rep, de 23 a 1, por la AM 750 (www.radioam750.com.ar).
Lienzos, preguntas, músicas, cuestionamientos y otras sorpresas. 
  
    
    
    Lienzos, preguntas, músicas, cuestionamientos y otras sorpresas.
        Published on February 28, 2011 08:43
    
February 25, 2011
GASPAR SE DIO CUENTA
        Published on February 25, 2011 08:43
    
February 24, 2011
GUS, por Jorge Tannure
      Conocí al fenómeno hace muchos años, en alguna galería de arte. El ambiente olía a pinturas y material de construcción. Al centro de la escena y entre ayudantes y curiosos, estaba él. Grandote, despacioso. La fecha de inauguración se acercaba. Parecía que los muñecos nunca verían la luz de los reflectores, pero Gustavo era así. Iban tomando forma, algunos en tamaño natural. El grandote los tallaba sin perder las referencias, sin rellenar partes vacías, como si en sus manos hubiera un molde. El expositor, en cambio, hervía de nervios. Pesoa no perdía la calma. Cualquiera podría pensar que como lo hacía de onda no se apuraba. Pero no, le puso a las esculturas todo de sí. Talento, generosidad, desinterés monetario, sonrisas. Su novia era una rubia macanuda, recuerdo.
Coincidíamos en nuestro gusto por los buenos intérpretes musicales del Brasil. Y por la obra de los locos beatniks. Eran los tiempos del uno a uno y emular a Kerouac y a Cassady era posible. No sé cómo pero un día me dijo que me enseñaría inglés.
Me invitó a su casa y se puso a dictarme, se hacía fácil aprender de esa manera. Me esperaba con cervezas. Gustavo podía enseñarme a hablar alemán, italiano, a comprender latín y cuántas cosas más. Vivía por Parque Centenario, su teléfono sonaba a cada rato, los artistas lo consultaban. En un corcho colgaba una fotito de cuando aprendía a caminar. Eran los principios de los sesentas y Gustavito, parado junto a un Mercury oscuro.
Un día me di el gusto. En un sótano de Buenos Aires se presentaría Baden Powell. Me apuré a comprar dos entradas y lo llamé. Fue una velada inolvidable, cervezas, fila dos y el gran gurú, todo de blanco, solito y con su guitarra en lo alto de una silla. Nos quedaba el viaje por América.
Comenzó a decir que se iba. Podríamos visitarlo en su futuro departamento de Nueva York. Nunca supe en cuantas disciplinas más se destacaba. Tenía pilas de discos buenos.
"Venite, Jorgito. On the Road, Jorgito. Salgamos de N.Y hacia Chicago y desde allí hacia el Pacífico". Yo soñaba con clubes de jazz, ciudades desiertas, tanques de agua del medio oeste norteamericano, la frontera con México. Incertidumbres varias.
Gustavo se mataba de risa, vivía en una pocilga y tramitaba la green card. Decía que no calificaba ni para vivir en un barrio bautizado "la cocina del infierno". Un día le fue mejor.
Los aviones se incrustaron en las altas torres de Manhattan, muy cerca de su piecita de la calle Lexington. Me llené de incredulidad cuando esa misma noche marqué su número y el teléfono neoyorquino funcionaba. Su voz era apagada, su casita estaba llena de polvo… el polvo de escombros del poder económico se había colado por las ventanas y por debajo de la puerta de su pequeña guarida. "Jorgito, nos mutilaron la ciudad". Cuando cortamos, me quedé largo tiempo sin entenderlo. Habíamos compartido mucho tiempo en nuestra ciudad de adoquines.
Pude haberlo ayudado. Pude haber ido a verlo al hospital no sé cuanto. Un raro virus había atacado su corazón y me debatía acerca de viajar o no. Pasó varios días o semanas en esa blanca cama. Su destino estaba marcado, como el de todos.
Hace cinco o seis años pasó por Buenos Aires. Esa tarde de domingo, su imagen y su cariño me sacaron de mi eje. Siempre tuve la certeza de que a los genios no le gustan los niños. Con el tiempo que no sólo a los genios no le gustaban los niños.
El era un genio y de repente, tenía a una nena de meses en su regazo. La chiquita, perceptiva de los buenos influjos, como todos los chicos, se reía y se dejaba mimar. Hace poco tiempo recordé esa escena.
Gustavo se quedaba inmóvil, apoyado en el marco de la puerta cuando desde su corazón llegaba una señal equivoca. "Tenés que hacerte revisar". Pero como somos inmortales, dejamos pasar el tiempo hasta darnos cuenta de la finitud. Varias veces se sintió mal, asustaba. Lo llevé hasta la casa de su madre con mi coche.
Nos vemos. Vení a visitarme. Bla, bla, bla.
Pesoa arrojo al demonio esa falsa teoría de que los hombres nacemos para una sola misión. El era varios, muchos tipos que podían desplegar tantos talentos. Atomos de capacidad pero también de humanidad. Un chico de casi dos metros con una cabeza enorme. Hago de cuenta que estoy peleado, o que nos distanciamos, o que sigue viviendo en Nueva York, iluminando a otros.
Jorge Tannure 
  
    
    
    Coincidíamos en nuestro gusto por los buenos intérpretes musicales del Brasil. Y por la obra de los locos beatniks. Eran los tiempos del uno a uno y emular a Kerouac y a Cassady era posible. No sé cómo pero un día me dijo que me enseñaría inglés.
Me invitó a su casa y se puso a dictarme, se hacía fácil aprender de esa manera. Me esperaba con cervezas. Gustavo podía enseñarme a hablar alemán, italiano, a comprender latín y cuántas cosas más. Vivía por Parque Centenario, su teléfono sonaba a cada rato, los artistas lo consultaban. En un corcho colgaba una fotito de cuando aprendía a caminar. Eran los principios de los sesentas y Gustavito, parado junto a un Mercury oscuro.
Un día me di el gusto. En un sótano de Buenos Aires se presentaría Baden Powell. Me apuré a comprar dos entradas y lo llamé. Fue una velada inolvidable, cervezas, fila dos y el gran gurú, todo de blanco, solito y con su guitarra en lo alto de una silla. Nos quedaba el viaje por América.
Comenzó a decir que se iba. Podríamos visitarlo en su futuro departamento de Nueva York. Nunca supe en cuantas disciplinas más se destacaba. Tenía pilas de discos buenos.
"Venite, Jorgito. On the Road, Jorgito. Salgamos de N.Y hacia Chicago y desde allí hacia el Pacífico". Yo soñaba con clubes de jazz, ciudades desiertas, tanques de agua del medio oeste norteamericano, la frontera con México. Incertidumbres varias.
Gustavo se mataba de risa, vivía en una pocilga y tramitaba la green card. Decía que no calificaba ni para vivir en un barrio bautizado "la cocina del infierno". Un día le fue mejor.
Los aviones se incrustaron en las altas torres de Manhattan, muy cerca de su piecita de la calle Lexington. Me llené de incredulidad cuando esa misma noche marqué su número y el teléfono neoyorquino funcionaba. Su voz era apagada, su casita estaba llena de polvo… el polvo de escombros del poder económico se había colado por las ventanas y por debajo de la puerta de su pequeña guarida. "Jorgito, nos mutilaron la ciudad". Cuando cortamos, me quedé largo tiempo sin entenderlo. Habíamos compartido mucho tiempo en nuestra ciudad de adoquines.
Pude haberlo ayudado. Pude haber ido a verlo al hospital no sé cuanto. Un raro virus había atacado su corazón y me debatía acerca de viajar o no. Pasó varios días o semanas en esa blanca cama. Su destino estaba marcado, como el de todos.
Hace cinco o seis años pasó por Buenos Aires. Esa tarde de domingo, su imagen y su cariño me sacaron de mi eje. Siempre tuve la certeza de que a los genios no le gustan los niños. Con el tiempo que no sólo a los genios no le gustaban los niños.
El era un genio y de repente, tenía a una nena de meses en su regazo. La chiquita, perceptiva de los buenos influjos, como todos los chicos, se reía y se dejaba mimar. Hace poco tiempo recordé esa escena.
Gustavo se quedaba inmóvil, apoyado en el marco de la puerta cuando desde su corazón llegaba una señal equivoca. "Tenés que hacerte revisar". Pero como somos inmortales, dejamos pasar el tiempo hasta darnos cuenta de la finitud. Varias veces se sintió mal, asustaba. Lo llevé hasta la casa de su madre con mi coche.
Nos vemos. Vení a visitarme. Bla, bla, bla.
Pesoa arrojo al demonio esa falsa teoría de que los hombres nacemos para una sola misión. El era varios, muchos tipos que podían desplegar tantos talentos. Atomos de capacidad pero también de humanidad. Un chico de casi dos metros con una cabeza enorme. Hago de cuenta que estoy peleado, o que nos distanciamos, o que sigue viviendo en Nueva York, iluminando a otros.
Jorge Tannure
        Published on February 24, 2011 12:16
    
February 23, 2011
HOY MIÉRCOLES 23 DE FEBRERO EN EL HOLOGRAMA Y LA ANCHOA
 
UN ESPECIAL SOBRE GUSTAVO PESOA,
amigo, un genio que pocos hemos conocido.
Su blog sigue siendo:
pesoacollateral.blogspot.com
(se frena en el 2005, año de su muerte).
Música, amistad, poesía, recuerdos, preguntas sin respuestas, hoy en la AM750 (http://www.radioam750.com.ar/), de 23 a 1,
en EL HOLOGRAMA Y LA ANCHOA, el programa de Miguel Rep (mails a azulrep@yahoo.com.ar)
        Published on February 23, 2011 09:18
    
February 19, 2011
ANIMACION SOBRE EL LIBRO DEL QUIJOTE DE REP
        Published on February 19, 2011 16:54
    
February 16, 2011
HOY HORACIO GONZALEZ EN EL HOLOGRAMA Y LA ANCHOA
      HOY MIÉRCOLES se repite a las 23 hs. por www.radioam750.com.ar
el reportaje a Horacio González ,
brillante intelectual argentino y Director de la Biblioteca Nacional,
en El Holograma y la Anchoa, por Rep. 
  
    
    
    el reportaje a Horacio González ,
brillante intelectual argentino y Director de la Biblioteca Nacional,
en El Holograma y la Anchoa, por Rep.
        Published on February 16, 2011 10:51
    
TEXTO SOBRE EL NOVENO ARTE
 
EL NOVENO ARTE
Por Miguel Rep
¿Empieza la historia de la historieta con un globito lleno de palabras dichas por un loro saliendo de un gramófono en una secuencia del Yellow Kid?
Una vez, en México DF, en un reportaje público a Will Eisner, le pregunté: "Maestro, usted estaba creando el comic The Spirit en la misma ciudad y en el mismo año (1941) en que Orson Welles filmaba Citizen Kane. Ambas obras revolucionaron a sus respectivos géneros, ¿se conocían ustedes, estaban en el mismo ambiente, dialogaban sobre la necesidad de nuevos caminos expresivos, sea en guión como en el manejo de cámara?". "No. No nos conocíamos. Eso estaba en el aire."
En el aire también parecía estar el hacer una revista para la nueva clase media urbana, y la hizo Divito. Corría el año '44, finales, y parece que pegó un portazo en la redacción del puritano Patoruzú. Fue a su tablero, acortó faldas, y su Rico Tipo fue bien acogida por peronistas de la primera hora y por contreras.
Cuando las veredas sean como son en La Pequeña Lulú, los puestos de limonada como los de Peanuts, los noticieros tengan enfoques a lo Jimmy Steranko, la gente tenga la dignidad de las arrugas que dibujaba Alberto Breccia, los árboles sean como los de Oski, los adoquines vuelvan a ser como en Mafalda, cuando tengamos tremendos sueños a lo Winsor Mc Cay, el mate cimarrón sepa a Lindor Covas, los pajonales remitan a Roume y a Repetto, las sombras que proyectamos sean como las que pincelaba Carl Barks, los museos y los niños de pantalones cortos sean de Sempé, las chicas estén desabrigadas como en Dogpatch, los batidos desborden como en Archie, los tíos sean como los cejudos de Calé, las escaleras tengan el diseño de Geo Mc Manus, los efectos alucinógenos fluyan como en los cuadritos de Gilbert Shelton, la espuma de la cerveza como de Andy Capp, los salames cortados por Jacovitti, cuando todos los mapas no sean de Google sino de Saul Steimberg, los shoppings sean diseñados por Moebius, las despedidas sean a lo Hugo Pratt, los patios traseros tengan el paisaje y los bichos de Krazy Kat, los escritorios como los del Dr. Merengue y Don Fulgencio, los silencios como en Copi, las tensiones, como de Alex Toth, algo, no sé qué, sea de Ronald Searle, las lágrimas de Van Buren, los ejércitos del Foster medieval, o de Otto Soglow, las olas estallen como las choca Burne Hogarth, las medibachas calcen a lo Crepax, la pluralidad sea cosa del Pogo de Walt Kelly, cuando conozcamos alguien con los candorosos ojos de Little Orphan Annie y Pepe Dinamita, cuando la ropa de niños dure tanto como en Ernie Bushmiller, a la luz nos la maneje a piacere José Muñoz, cuando los profesores de historia, o de literatura, enseñen a la manera de Stan Lee, cuando nuestra secuencia de vida, día tras día, sea a lo Hergé, los villanos y los psicópatas avisen con sus caras como lo hacía Chester Gould, los mochileros rubios y los turistas japoneses sean marca Milton Caniff, y las camperas en blanco y negro Frank Robbins, cuando los gremialistas sean salidos del lápiz de Solano López, los banquetes, de Uderzo (y cómo llegar a ellos, de Goscinny), cuando el interior de las neveras sean puro Chester Young, los petisos, de Parker y Hart, la nieve deslice a lo Bill Watterson, las mascotas sean de Hamlin, los fajos de billetes sean Dante Quinterno, las relaciones humanas como en Popeye, de Segar, no de Sagendorf, la expectativa de vida, como en el comic Gasoline Alley, cuando las piñas no tengan onomatopeyas como las de Arturo Del Castillo, los culos sean de Crumb, las frazadas, de Alex Raymond, y tengamos muchas amistades a lo Pat Sullivan y a lo Betty Boop, cuando las calles, las plazas y las ciudades se llamen Joao Mottini, Bruno Premiani, Cotta, Hermann, Mazzone, José Luis Salinas, Raúl Roux, Mirco Repetto, Oscar Blotta, André François, Ferro, Fantasio, Zanotto, Bob Kane, Sirio, Paul Coker Jr, Vogt, Oesterheld, Siné, Trillo, Reiser, Henfil, Ziraldo, Bretecher, Cesar Bruto, Milhor Fernández, Tulio Lovato, García Ferré, y el problema edilicio esté bajo al responsabilidad de Héctor Locurátolo Torino, cuando todo eso nos ocurra, la vida va a ser digna de ser vivida.
La historieta es cuadrito más cuadrito. Cuadrito solo no hace historieta, Foto sola no es comic, cine sí. Historieta es movimiento estático. ¿Literatura dibujada, o cine dibujado?
La magia de la historieta no la tiene ningún otro género. Avanzar en la historia, con posibilidad de volver atrás, pispeando la contranarración, es una de las ventajas del noveno arte, ¿cuántos cuadritos me faltan para el final, o peor, para el continuará?
Creadores que se han tomado muy en serio esto de la historieta: Feininger, Mc Cay, Crepax, Caniff, Roy Crane, Vidal Dávila, A. Breccia, Chris Ware, Spiegelman, ¡Pratt!, Billy De Beck, Muñoz, ¡Eisner!, Kurtzman, Andrea Pazienza...
¿Cómo sería dibujar bien antes que los franceses mataran la edad de la inocencia, corroyendo la bande desinée con el mandato del prestigio y la nouvelle vague? ¿Para quién, para qué juicios y prejuicios, desarrollaban sus destrezas, sus habilidades y genio, desde principios de siglo hasta avanzados los cincuenta, cuando apareció la vigilancia sobre el "género menor", cuando los semiólogos y los poparteros se empezaron a percatar de la laboriosidad y tanto talento destilado en millones de ejemplares? Pobres dibujantes, nunca una tesis sesuda hasta allí, nunca una sala de museo, siempre destinados a fotos simpáticas, con sus viseras, sus tinteros y tablero, alguno con pipa, muy pocos con boinas de artistas... Jamás un pensamiento, siempre indagados para declaraciones técnicas y satisfechas. Unidimensionales. ¿Por qué entonces un Ham Fischer, el de Joe Palooka, resentido ante su colega y aprendiz Al Capp, matándose tras denigrarse dibujando un calumnioso pornográfico Li'l Abner?
¿Por qué el suicidio orgásmico del under Vaughn Bodé?
Un género impar, autosatisfecho y sin ningún Manifiesto...
        Published on February 16, 2011 07:45
    
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