John English's Blog, page 7
September 29, 2019
De jefe a líder – Parte II: Cómo un jefe tóxico destruye una organización
Comenzamos esta segunda parte de esta miniserie (puedes leer la primera parte aquí). En este artículo, vamos a conocer cómo actúa un jefe tóxico, y cómo ese comportamiento puede llevar incluso a la destrucción de una organización completa.
¿Exagerado? Ni mucho menos. Todos tenemos nombres en nuestra mente cuyos directivos han acabado cerrando una empresa.
El jefe tóxico produce un daño silencioso que se agrava con el paso del tiempo.
¿Cómo es posible que algo así suceda? Para explicarlo de la manera más sencilla, pensemos en
cómo el colesterol va acumulándose y creando las condiciones necesarias para generar una
enfermedad. Es un proceso que no ocurre de la noche a la mañana, y normalmente al comienzo
no tiene síntomas aparentes. Pero el daño está ahí, está sucediendo constantemente.
Síntomas de Jefes Tóxicos
Para identificar un jefe tóxico de una forma directa, por lo general nos fijaremos en su
comportamiento habitual espontáneo. Es decir, como desarrolla su jornada diaria a lo largo de
varias semanas en relación a las interacciones personales.
Este método es útil para detectar un jefe tóxico si tratamos con él habitualmente, pero puede
que no sea válido para alguien externo o de otro departamento. En ese caso usaremos otras
herramientas.
Los síntomas principales que muestran que estamos ante un jefe tóxico son variados, y este
listado es el producto de numerosas entrevistas entre mandos intermedios y directivos de
empresas españolas:
1. No motivan a su equipo, ni lo apoyan.
2. No ofrecen razones cuando rechazan iniciativas de sus subordinados.
3. No son un ejemplo a seguir en su comportamiento.
4. Sus relaciones interpersonales son conflictivas.
5. Las faltas de respeto son habituales.
6. No comparten información.
7. Exigen resultados sin proporcionar instrucciones o guías claras.
8. No trabajan bien en equipo.
9. Quieren resultados rápidos fuera de lo razonable.
10. Entorpecen la evolución de sus empleados.
11. Cambian su discurso con frecuencia, dependiendo de con quién estén hablando.
12. No siguen sus propias normas.
13. Son manipuladores.
14. Carecen de transparencia en sus acciones.
15. Cuando hablan con un subordinado miran el móvil o el reloj.
16. Carecen de empatía.
17. Siempre se apropian a nivel personal de los éxitos y las ideas, y cargan la culpa de sus
fracasos en otras personas.
18. Piden a sus subordinados que les hagan tareas personales (como traerle un café o
arreglarle el portátil).
19. Aceptan la adulación con facilidad, y favorecen a aquellos que los adulan.
20. No aceptan otros puntos de vista, y contrariarlos hace que se lo tomen como una afrenta
personal.
21. Adoptan actitudes paternalistas, ofreciendo consejos en asuntos donde no tienen ninguna
competencia o conocimiento, incluso a nivel personal.
22. Están más centrados en su imagen y promoción personal que en los objetivos a cumplir
por el equipo.
23. Carecen de competencias reales para la dirección, pero afirman que son buenos líderes.
Esto hace que cambien de idea a menudo, y se desperdicien recursos por su ineficacia.
24. Suelen mostrar un alto grado de soberbia, inflando su carrera profesional y aptitudes,
dando una imagen de lo que no son, muy por encima de su nivel real.
25. Tienen muy presente la jerarquía, exigiendo a los que considera inferiores que le traten
como a un superior más allá de los deberes laborales.
26. A menudo, el sentimiento de superioridad contamina sus relaciones personales.
27. Algunos pueden controlar todos los aspectos de la labor de sus subordinados
(micromanagement) hasta el punto de decirles cómo deben hacer tareas rutinarias o
personales.
28. Ignoran los datos negativos que les afectan, como las rotaciones de empleados.
29. Suelen pensar en términos de “conmigo o contra mí”.
30. No reconocen sus carencias ni errores, y pueden responder de forma agresiva o vengativa
si alguien se las señala.
31. Designan favoritos a los que da privilegios, por lo general escogidos con criterios
totalmente subjetivos y personales: aduladores, personas que consideran atractivas
físicamente, intereses personales, confidentes, etc.
32. Para ellos, las personas no son importantes, los números sí.
33. No se hacen responsables de decisiones incorrectas.
34. No delegan las decisiones, pero sí el trabajo que les corresponde realizar a ellos.
35. Su visión es cortoplacista en las metas organizativas.
36. Los subordinados con aptitudes de liderazgo, o con determinadas competencias, son sus
enemigos, por lo que tratan de anularlos.
37. Muestran una actitud condescendiente, y tienden a ridiculizar a otros en reuniones
sociales.
38. Es raro que se disculpen.
39. Pueden mostrar actitudes de abuso, inmiscuirse en temas personales de sus
subordinados, y a juzgar con ligereza.
40. Amenazan habitualmente con el despido o con la penalización, mientras reiteran una y
otra vez su discurso de superioridad producto de su supuesto esfuerzo.
Pueden aparecer varios de estos síntomas, o incluso muchos de ellos, en un mando. Según la
gravedad y número, podemos encontrarnos ante un jefe tóxico que puede reconvertirse, o no.
Recordemos que esta lista es el producto del sentimiento de superioridad infiltrado en diversas
capas más allá del orden funcional jerárquico, así que podríamos ampliarla casi indefinidamente,
siendo los 40 ítems un mero muestrario ilustrativo.
Consecuencias
Los resultados de la acción de un jefe tóxico varían en función de la gravedad de la disfunción.
Mientras que un comportamiento leve puede crear un cierto malestar que las personas a su
alrededor pueden sobrellevar, otras actitudes pueden ser totalmente destructivas en cortos
espacios de tiempo.
Por lo general, las consecuencias son las siguientes:
• Pérdida de talentos: Esta es quizá una de las más evidentes. Cuando asignamos talentos
al equipo del jefe tóxico, estos tienen un índice de rotación muy alto. O bien cambian su
situación en la empresa (cambios de departamento, destino, etc.) o directamente
prosiguen su carrera en otra compañía. Es fácil detectarlo porque las tasas de abandono
del equipo son mayores. El problema es que cuando lo detectamos puede que se haya
hecho ya mucho daño.
• Fracaso en la consecución de objetivos: Debido a que el comportamiento del jefe tóxico
interfiere negativamente con el desempeño del equipo, es más fácil fracasar a la hora
de lograr las metas. Estos fracasos son maquillados de forma sistemática para evitar la
responsabilidad y, a veces, este maquillaje puede mantener en el puesto al jefe tóxico
durante demasiado tiempo.
• Rendimiento inferior al potencial: Como el jefe tóxico supone un freno a la capacidad y
desempeño de su equipo, el rendimiento obtenido es menor al que se podría lograr, con
la pérdida de recursos humanos que ello supone.
• Deterioro de las relaciones personales: Se promociona un modelo de conflicto y
desconfianza que acaba con la cohesión del equipo o departamento. Se crean así más
jefes tóxicos potenciales, y el clima es hostil. Es el primer síntoma grave y debe generar
una alerta inmediata. Los jefes tóxicos tratan de silenciar a los empleados que tienen el
valor de denunciar los abusos y el malestar (por lo general acaban despedidos
injustamente, o solicitan su baja voluntaria).
• Fomento del beneficio personal, incluso por encima de los intereses de la compañía:
Es otra de las consecuencias más habituales. El jefe tóxico utiliza la empresa para sus
fines personales, incluso si ello produce un perjuicio a la misma.
• Falta de motivación y ánimo: El equipo por lo general carece de motivación, moral e
ilusión por sus objetivos.
• Generación de conflictos con repercusiones legales o mediáticas: Corremos el riesgo
de que se genere un conflicto que manche la imagen de marca de la empresa (como por
ejemplo si se produce un caso de acoso sexual).
• Representación errónea de la cultura de empresa: Un jefe tóxico puede mostrar en las
redes sociales o frente a posibles candidatos y clientes una actitud que perjudique la
imagen de la empresa al no reflejar la cultura de la misma, sino un comportamiento
reprobable producto de su falsa sensación de superioridad.
• La falta de gestión adecuada de los recursos humanos que se le confían provoca
pérdidas económicas: Un exceso de rotación de personal, las críticas en redes sociales,
la falta de motivación… todo ello contribuye a la necesidad de realizar una serie de
actuaciones compensatorias que cuestan dinero.
Estas son solo algunas de las consecuencias más importantes de tener en plantilla a un jefe
tóxico. De hecho, ¡en muchos casos la broma nos puede costar mucho dinero!
La combinación de los puntos anteriores da como resultado un golpe de gravedad al
rendimiento y futuro de la organización. Este golpe será más o menos acusado en función de los
diferentes parámetros del caso: tamaño de la empresa, departamento(s) afectado(s), grado de
afectación, directivos implicados o contribuyentes, etc.
El pronóstico
Cuando uno o varios jefes tóxicos se enquistan en una organización, el problema puede
evolucionar a una gravedad extrema. A veces, la medicación llega tarde, y la empresa ha sufrido
ya reveses imposibles de solventar. La palabra bancarrota aparece encima de la mesa, y la
desaparición es inevitable.
Incluso llegado ese momento, muchos jefes tóxicos seguirán negando lo evidente y haciendo
responsables a otros de lo sucedido. Hasta ese punto llega a veces la negación de la realidad y
la soberbia.
Pero, no nos preocupemos tanto, porque todo tiene solución. En el siguiente capítulo de la
miniserie vamos a transformar esos jefes tóxicos en líderes. ¡No te la pierdas!
Sigue leyendo: De jefe a líder – Parte III: La reconversión del jefe tóxico
The post De jefe a líder – Parte II: Cómo un jefe tóxico destruye una organización appeared first on Coaching Ejecutivo | Formacion y Coaching Empresarial.
September 16, 2019
Trucos para mejorar tu comunicación (I): La respiración
En estos miniartículos quiero enseñarte pequeños trucos que van a mejorar tu capacidad de
transmitir tus ideas y de influir en los demás. Muchos de ellos han aparecido destacados en
Forbes, y se pueden encontrar en mis publicaciones (recuerda buscarme, John English).
En este en concreto quiero hablarte de la importancia de la respiración.
Es muy probable que no le hayas dado importancia a este detalle, pero ¿y si te dijera que
aprender a respirar correctamente es uno de los pilares para mejorar tu efectividad
comunicativa?
Aprender a respirar bien en una presentación, y convertirlo en un hábito, es una de las tareas
que vas a tener que incorporar a tu vida diaria. De esa forma, cuando llegue el momento, lo
harás de forma inconsciente y natural.
Las razones son las siguientes:
1. Aumentar la calma: Una respiración profunda, regular y rítmica, no apresurada, ayuda
a reducir el nerviosismo y el estrés. Reduce tus movimientos inútiles (aquellos
movimientos que haces y no tienen ningún propósito aparte de mantener el flujo
sanguíneo, como mover continuamente la pierna o balancearte mientras estás de pie o
sentado). Esto provoca que tu audiencia te perciba más sereno. Antes de salir al
escenario, o comenzar tu discurso, regula tu respiración, haciéndola más profunda,
regular y lenta.
2. Potenciar la voz: Una voz potente, musical y segura forma parte de nuestra capacidad
de influencia. Y para lograrla, es necesario respirar adecuadamente. Deberás aprender
a tomar aire, rellenando primero la zona más baja de los pulmones (como si
expandiéramos el abdomen), y subiendo poco a poco hasta llenarlos por completo.
Dispondrás de más oxígeno para hablar, proporcionando la inflexión y continuidad
necesarias para dotar a tu voz de un tono más convincente. Recuerda: una de las peores
cosas que puedes hacer es jadear, quedarte sin aire, o que tu audiencia no te escuche
bien porque te quedaste sin aliento y tu voz tiene poco volumen.
3. Resistir el calor: Hay un detalle que no siempre se tiene en cuenta, y que los oradores
nóveles sufren en algún momento. Y puede arruinarnos la presentación si no estamos
preparados. Sí, el calor. Los que nos hemos subido ya unas cuantas veces al escenario
de un auditorio lo conocemos bien. Los grandes focos, la sala abarrotada de personas,
el nerviosismo… todo eso hará que comiences a tener calor, y como consecuencia,
sudarás y puede que los primeros signos del mareo asomen para tu terror absoluto.
Sin embargo, si aprendemos a respirar, podremos atajar estos efectos. Además de
ayudarnos a relajarnos (lo que disminuirá las sensaciones negativas), reduciremos el
metabolismo (menor calor interno), y el cuerpo se refrigerará mejor. Vale, no va a hacer
que esos focos sigan tostándonos, pero los resistiremos mejor y nos podremos
concentrar en la presentación.
4. Mantener la postura: Un buen hábito a la hora de respirar nos permite adoptar con
mayor facilidad la postura idónea encima del escenario. Si respiramos con profundidad,
sosegadamente, de forma natural adoptaremos una posición recta, con los hombros en
su lugar. Pruébalo. Ponte de pie y trata de llenar tus pulmones al máximo, empezando
por el abdomen. Te darás cuenta que para poder hacerlo es necesario que tu espalda
esté plenamente erguida, y tus hombros ligeramente hacia atrás, pero no demasiado
(no debes sacar pecho). Esa postura da seguridad y confianza al que te mira y escucha.
5. Evitar el bostezo, hipo y suspiros: ¿Crees que no puedes bostezar en medio de una
presentación? ¡Pues puede pasarte sin que te des cuenta! Imagina el plan… tu
explicando algo importante, y se te escapa un ligero bostezo. Las causas por las que
bostezamos no están muy claras, no siempre es por tener sueño. Algunos científicos
afirman que es una respuesta fisiológica para aumentar la concentración de oxígeno,
otros que es un reflejo ancestral de tipo social, e incluso algunos afirman que puede
aparecer como respuesta de las neuronas espejo (o sea, si ves a alguien bostezar entre
el público, podría sucederte sin darte cuenta). Los nervios también pueden inducirlo, así
como la incomodidad, tratar de pasar desapercibido, etc. No sería la primera vez que un
orador bosteza disimuladamente tras decir algo inconveniente.
El hipo también puede jugárnosla en el momento menos oportuno. Hay personas
propensas a sufrirlo en momentos de estrés. También los suspiros pueden hacernos
perder el hilo, y no porque estemos pensando en algo triste o porque recordemos a
nuestro primer amor. El suspiro es un mecanismo para “reiniciar” los alveolos
pulmonares que quedan bloqueados en la respiración normal.
Todo esto se puede controlar y evitar con una respiración profunda, rítmica y sosegada.
Para lograrlo, recuerda mantener una buena postura que te permita respirar profundamente.
Evita la ropa muy apretada o que impida que puedas llenar los pulmones completamente.
Antes de salir al escenario, inhala durante unos 5 segundos hasta que no puedas más, mantenlo unos segundos, y exhala lentamente durante unos 10 segundos. Hazlo varias veces unos minutos antes. Te ayudará a concentrarte y te permitirá respirar mejor durante la presentación.
The post Trucos para mejorar tu comunicación (I): La respiración appeared first on Coaching Ejecutivo | Formacion y Coaching Empresarial.
September 8, 2019
Consejos para que tu voz convenza a tu audiencia
Cuando estudiamos los trabajos de Albert Mehrabian, y comprobamos que su regla del 7-38-55
se cumple y tiene mucho sentido, es el momento de comenzar a entrenar esas habilidades que
teníamos olvidadas (o que ni siquiera conocíamos), además de crear los hábitos necesarios.
¿Qué es la regla del 7-38-55?
Pues básicamente, que lo que la audiencia recuerda es un 7% significado, un 38% tono y un 55%
lenguaje corporal. Es decir, que la voz y el lenguaje corporal “machacan” al contenido.
¿Parece increíble, verdad?
Pues es cierto. No te vale de nada tener una idea revolucionaria, o preparar una batería
completa de razonamientos irrefutables, si tu voz y lenguaje corporal no transmiten confianza,
seguridad y valores adecuados a lo que estás exponiendo.
En este breve artículo te explicamos algunas ideas y consejos relacionados con la voz que se
pueden encontrar también en las publicaciones del conocido comunicador John English.
Tu mensaje: alto y claro
Lo primero, y más obvio, es una afirmación de Perogrullo: si tu dicción y pronunciación no son
buenas, la gente no te entenderá. No dejes para mañana los talleres y cursos que te enseñen a
emitir tus ideas de forma clara y comprensible. Tu voz tiene que reflejar tus ideas, y debe
entenderse perfectamente.
Lo segundo que tienes que saber es que el volumen de tu voz debe ser lo suficientemente
potente como para que te escuchen todas las personas del público, hasta los que están en última
fila. No se trata de convertirte en un tenor, sino de que te asegures de que el equipo de sonido
funciona adecuadamente. Comprueba que los altavoces de la sala hacen bien su trabajo mucho
antes de comenzar.
Por último, la voz debe transportar las ideas de una forma clara. Evita expresiones que pueden
atascarte, trabalenguas y palabras excesivamente complejas e impronunciables.
El tono: musical, variado y acorde con el contenido
El tono de tu voz debe imitar la música: subir, bajar, evolucionar durante el discurso, transmitir
sensaciones, potente en algunos momentos, suave y delicada en otros. Así como una sinfonía
puede estar llena de notas y colores, de la misma forma tu voz debe expresar tus ideas.
Tu mayor enemigo es el aburrimiento. Una voz neutra, átona, es el camino directo para el
aburrimiento y el bostezo. Y eso ocurre muy rápido. Con un tono “muerto”, en menos de 1
minuto puedes tener a la mitad de la sala deseando irse. Da igual lo que estés diciendo (porque
nadie te estará escuchando).
No tengas miedo en crear todo tipo de matices y colores con la voz. Dota de energía tus palabras,
que impacten, que sean poderosas. Aplica en tu voz una buena respiración, que salga con fuerza.
No te apoyes solo en el amplificador del micrófono.
Debes ser capaz de transmitir con el tono de voz el contenido que estás comunicando. Eso lo
refuerza y genera la influencia que necesitas. Haz que la gente se emocione escuchándote.
Un ejercicio sencillo y práctico
¿Quieres saber si tu tono de voz es el adecuado?
Te proponemos un ejercicio muy sencillo para averiguarlo. Utiliza un lenguaje inventado que no
diga nada, del tipo “nanana nana na nana nana na”, o un discurso sin sentido en plan “el sol se
puso entro en casa y me voy por la carretera hay pájaros…” para comunicar unas emociones o
sentimientos. Si logras transmitir a alguien que te está escuchando esas emociones y
sentimientos que deseas, estarás aplicando el tono correcto.
The post Consejos para que tu voz convenza a tu audiencia appeared first on Coaching Ejecutivo | Formacion y Coaching Empresarial.
July 9, 2019
De jefe a líder – Parte I: ¿Qué es un jefe tóxico?
A pesar de las apariencias, los principales problemas a los que se enfrenta una organización son
de carácter interno. La naturaleza del propio ser humano se replica en las estructuras que
creamos, y hemos de admitir que tendemos a fijarnos más en los errores ajenos que en los
propios.
Cuando una empresa presenta malos resultados, a menudo se busca el problema en el exterior:
competencia, marco económico, situación política vigente, eventos inesperados… Y cuando se
mira el interior, se tiende a examinar una serie de factores basados en valores paramétricos,
como el rendimiento, el ROI o la consecución de objetivos de beneficios.
Pero la realidad es que pocas veces se ponen medios para atajar el problema real detrás de
muchos resultados mediocres o francamente malos: los jefes tóxicos.
El paradigma del jefe tóxico: un arma de destrucción masiva
Uno de los factores más perniciosos que afectan a una organización, sea cual sea su tamaño, es
la falta de eficacia en los elementos de dirección, ya sean mandos intermedios o puestos de
mayor responsabilidad.
Esta falta de eficacia está asociada a dos características intrínsecas del puesto directivo:
• La capacidad de gestión de los recursos humanos: Es el factor de fracaso principal. El
motivo último de todos los problemas organizativos hay que buscarlo en la gestión del
potencial humano del que depende toda la estructura. Es de absoluta y vital
importancia, como iremos viendo a lo largo de esta miniserie de artículos.
• La capacidad de gestión de los recursos físicos: Ya sean activos económicos o de
cualquier otra índole.
Resulta evidente que ambas capacidades están directamente relacionadas, ya que una mala
gestión de los recursos humanos impacta de manera directa a la gestión de los recursos físicos,
y viceversa. Pero el núcleo de esta relación, que puede ser fallida, suele estar más cerca de la
gestión de recursos humanos.
Cuando hablamos de un “jefe” nos referimos a ese elemento que posee capacidades de gestión
de recursos humanos, es decir, que es capaz de asignar tareas, dar instrucciones, influir en el
desempeño de otros, evaluar resultados de sus subordinados y, en definitiva, establecer un
orden jerárquico que permita la consecución de objetivos.
El jefe tóxico es aquel que entorpece, malogra o incluso destruye los objetivos de la
organización.
Se trata de una auténtica bomba de destrucción masiva silenciosa. En algunos casos, sobre todo
al principio de su llegada a la organización, su forma de actuar puede parecer incluso
beneficiosa, logrando resultados tangibles en sus informes sintéticos (generalmente, estudios
de un puñado de variables no relacionadas). Sin embargo, su efecto secundario, el que se
produce “en la sombra”, mina y enferma el departamento afectado, llegando a toda la
organización.
Y, precisamente por el propio poder relativo conferido a su cargo jerarquizado, es difícil que
reciba corrección, información sobre su mala praxis, o incluso, la más leve crítica.
Un jefe tóxico consume adulación y feedback positivo, y eso agrava el problema cada vez más.
Pero no estamos indefensos ante esta importante enfermedad corporativa. Vamos a exponer
con claridad cómo hacerle frente de una forma eficaz y rápida.
El paradigma de la satisfacción: el plaguicida de los jefes tóxicos
Hoy día, Internet nos ha regalado toda una serie de cambios sociales tan profundos que todavía
estamos mareados por la rapidez con la que están siendo implementados en la sociedad.
Uno de los cambios más interesantes por su implicación en la relación entre proveedores y
consumidores es el nuevo paradigma de la satisfacción.
En este nuevo modelo, que ha cambiado totalmente las reglas de juego económico, cada
individuo tiene la capacidad de valorar públicamente el servicio o producto recibido.
Y esta valoración impacta directamente en la cuenta de resultados de la empresa evaluada.
Se trata de un escenario cada vez más influyente, y en unos pocos años, nos hemos
acostumbrado a consultar las principales fuentes de valoración antes de elegir si hacemos o no
una compra: Google, Tripadvisor, Booking… son solo algunas de ellas.
Esta herramienta será nuestra llave inglesa para ajustar la organización y “eliminar” a los jefes
tóxicos, reconvirtiéndolos en líderes cuando sea posible.
La implementación del paradigma de la satisfacción en toda nuestra organización es vital para
erradicar actitudes perniciosas que dan como resultado un fracaso en la consecución de
metas.
Pero, ¿cómo implantamos estas medidas? Antes de nada, veamos cómo es un jefe tóxico.
Anatomía del jefe tóxico
Aunque en la segunda entrega de esta miniserie veremos con mayor extensión cómo actúa un
jefe tóxico, es posible definirlo citando algunas características comunes que los definen.
Básicamente, un jefe tóxico es aquel que actúa como “jefe”, es decir, se sitúa en un plano moral
y funcional superior al resto de sus subordinados. Su posicionamiento no solo es a nivel
funcional, sino también a niveles de competencias, capacidades y dotes.
Es decir, para un jefe tóxico resulta natural sentirse superior a un subordinado en la estructura
organizativa (lo cual es lógico hasta cierto punto), pero este sentimiento acaba filtrándose a
otras áreas que no tienen nada que ver con la propia estructura (lo cual es ilógico).
Sería injusto decir que toda la culpa la tiene él. A menudo, algunos subordinados favorecen esta
filtración de superioridad, pues ellos mismos sufren una filtración de inferioridad. Es decir, el
subordinado, en su deseo de no contrariar o incluso asumiendo una falsa inferioridad, da alas y
favorece la actitud perniciosa y malsana del mando directo.
Si meditamos detenidamente sobre las consecuencias de una actitud de superioridad funcional,
moral, intelectual y social, llegaremos a muchos de los términos que tantas veces hemos
asociado con mandos mediocres o directamente nefastos:
Narcisista, soberbio, prepotente, negligente, antipático, intolerante, mandón, orgulloso,
posesivo, estricto, creído, cruel, autoritario, controlador, cotilla, manipulador.
Es lógico que una percepción negativa generalizada por parte de los subordinados acabe en una
serie de problemas estructurales que conforman una enfermedad expansiva que hemos de
atajar cuanto antes.
¿Cómo reconocerlos?
Aunque pudiera parecer sencillo localizar dentro de una organización aquellos elementos cuya
personalidad está influenciando negativamente su entorno, la realidad es que no es tarea
sencilla.
Desafortunadamente, los jefes tóxicos no llevan un cartel diciendo «Cuidado, jefe tóxico»
–John English
En la tercera parte de esta miniserie veremos cómo podemos convertir los mandos
problemáticos en líderes, y hablaremos con mayor profundidad sobre cómo detectar aquellos
jefes tóxicos que pueden estar dañando a la organización.
Como pincelada inicial, se hace necesaria la implementación de un sistema de captación de
información y feedback interno potente que sea capaz de ofrecernos un perfil neutral y objetivo
de la actuación de cada uno de los mandos intermedios y directivos sin ningún tipo de desvío o
influencia. El uso de herramientas de recolección anónimas puede ser clave, pero también otras
metodologías de estudio van a demostrar su potencia como veremos más adelante.
El intermedio
En esta primera parte hemos revisado la importancia de evaluar correctamente y en toda su
extensión el grave problema que supone la existencia de jefes tóxicos dentro de una
organización.
La mayoría de los fracasos con origen no extraordinario en la consecución de objetivos están
relacionados con una mala gestión de recursos humanos, y ahí los jefes tóxicos pueden estar
ocultos detrás de ello. No siempre es así, pero hemos de estar alerta y comprobarlo.
En el siguiente artículo veremos cómo actúan los jefes tóxicos, y cómo pueden dinamitar
completamente una empresa.
Sigue leyend
o
: De jefe a líder – Parte II: Cómo un jefe tóxico destruye una
organización
The post De jefe a líder – Parte I: ¿Qué es un jefe tóxico? appeared first on Coaching Ejecutivo | Formacion y Coaching Empresarial.
June 11, 2019
John English, un experto en comunicación
Forbes Review entrevista a John English, un polifacético profesional experto en comunicación que cuenta en nuestros micrófonos el valor de saber hablar en público, los misterios de la comunicación no verbal y su importancia para los líderes empresariales y políticos.
John English, un experto en comunicación
The post John English, un experto en comunicación appeared first on Coaching Ejecutivo | Formacion y Coaching Empresarial.
June 4, 2019
La actitud del ganador: hablar en público sin miedo
Me hallaba leyendo el libro Hablar en público: Cómo comunicar con eficacia de John English
(conocido experto en comunicación) y me di cuenta que, en mi caso, una de las cosas que más
me preocupaban era precisamente el miedo escénico.
John English ha hablado de ese tema en múltiples ocasiones (tanto en sus talleres y exposiciones
como en publicaciones) y realmente para mí era todo un reto.
Tan solo el mero hecho de pensar en hablar delante de una Junta Directiva ya me producía cierto
dolor de estómago. Pero si me imaginaba en un auditorio delante de cientos de personas ya me
entraban los temblores de piernas. Y eso que solo me lo estaba imaginando.
¿Cómo podía superar ese miedo? Todos los demás consejos y ejercicios se me antojaban
sencillos. Tanto el control del lenguaje corporal, el tono de voz, los contenidos, la evolución del
speech… no sé, no me parecían complicados.
Pero el miedo sí, eso me atenazaba.
Cómo lo superé
Te lo voy a contar de forma muy breve y esquemática, sabiendo que es mi caso concreto. Es
posible que coincida contigo, o no.
Tengo claro lo que dijo Warren Buffet en una ocasión: saber hablar en público aumenta un 50%
nuestro valor profesional. Y todos los días puedo leer en Forbes artículos de expertos y
personajes de éxito que así lo confirman.
No podía dejar que el simple miedo escénico estropease mi éxito.
Tras leer mucho acerca del tema, especialmente a psicólogos de prestigio, y tener varias charlas
con psicólogos y expertos de mi Universidad, llegué a las siguientes conclusiones:
• El principal factor de mi miedo era el temor a hacer el ridículo por un error que pudiera
cometer durante la presentación. O sea, olvidarme de algo importante, o decir algo
inoportuno.
• También me preocupaban mucho los “accidentes”. Puede parecer una tontería, pero
todo aquello relacionado con la imagen (como que se me abriese la bragueta del
pantalón) me obsesionaba, además de los imprevistos (un portátil que se bloquea, un
micrófono que se desconecta…).
• Tenía además fuertemente implantada la idea de que el público era una especie de
“enemigo hostil” que podría devorarme en cualquier momento si no hacía las cosas bien
o no lo convencía. Por eso, me fijaba siempre en aquellas personas más críticas, o que
me enviaban una sensación negativa (aburridos, hablando entre ellos, etc.).
• Padecía además de un miedo al acto de comunicar los contenidos, no sintiéndome
seguro de lo que quería transmitir. Yo sabía perfectamente cómo eran mis ideas, pero
no estaba tan claro cómo tenía que contarlas.
Para solucionarlo, tuve que trabajar cada uno de los problemas que me inducían el miedo:
• Trabajé los contenidos, y me preparé para las ocasiones en las que algo saliera mal,
introduciendo elementos de distensión.
• Acudí a diversos talleres de comunicación para sentirme cómodo en la exposición de
ideas. La confianza me hizo perder gran parte del miedo al ridículo.
• Me formé adecuadamente para poder comunicar ideas de forma precisa, eficaz y
amena. Esta parte fue la que más tiempo me llevó, pero finalmente dio sus buenos
frutos.
• Olvidé la idea del “público hostil” a través de la empatía. Con diversas técnicas, asocié a
la audiencia con sentimientos positivos. Ya no iba buscando a las personas que me
parecían críticas, sino que hablaba para todos.
• Aprendí a ser metódico con mi vestimenta, accesorios, y preparativos en general. De esa
forma, minimicé las posibilidades de un problema espontáneo en el escenario. Y
también ensayé mucho cómo salir de situaciones apuradas, convirtiéndolas en ventajas.
Gracias al trabajo y preparación, a día de hoy me defiendo muy bien a la hora de hablar en
público.
The post La actitud del ganador: hablar en público sin miedo appeared first on Coaching Ejecutivo | Formacion y Coaching Empresarial.
May 19, 2019
Lenguaje corporal y la importancia del movimiento
Cuando hablamos de comunicación, no solo nos referimos a las palabras que podemos transmitir.
Seguro que te has encontrado alguna vez en tu vida con personas que son capaces de convencer sin decir apenas una palabra. Simplemente con asentir, o hacer determinado movimiento, han influido en tu pensamiento.
¿Cuál es su secreto?
En este breve y conciso artículo explicamos, basándonos en los consejos y el trabajo del experto John English, algunos de los movimientos del lenguaje corporal y su importancia a la hora de aplicarlos en nuestras exposiciones y presentaciones.
La postura
Muchas personas se fían más de su “intuición” que de las palabras en sí.
¿De qué sirve estar hablando durante 2 horas si luego el que nos escucha piensa “no me fio de él”?
Y resulta que ese pensamiento emana del lenguaje corporal casi en su totalidad.
Uno de los aspectos que más influyen a la hora de transmitir una imagen e ideas es la postura. Una buena postura inspirará confianza, seguridad, fiabilidad y cercanía. Una mala postura, en cambio, puede provocar rechazo, miedo o incluso enfado.
Pero no solo eso: una buena postura empieza a actuar en nosotros mismos. O sea, que la confianza que transmite también nos afecta.
Para John English, “una postura potente, segura, firme y abierta es una de las herramientas más poderosas para influenciar y convencer a una audiencia”.
Debemos acostumbrarnos a adoptar este tipo de posturas. Hay varias, pero las más comunes son aquellas que tienen las siguientes características:
La columna debe estar recta, erguida. Evitaremos sacar “chepa” o inclinarnos hacia adelante mientras hablamos.
La cabeza debe adoptar una posición natural, ni erguida ni mirando al suelo.
Los hombros deben estar rectos, en línea perpendicular con la columna. No debemos echarlos hacia adelante ni hacia atrás.
Los brazos deben estar a ambos lados del cuerpo, y debemos abrirlos y gesticular. No los cruces nunca, ni trates de adoptar una posición defensiva. Siempre abiertos, mostrando las palmas.
El movimiento
Una vez que tenemos una postura natural abierta y segura, debemos aprender a movernos. El movimiento por el escenario debe estar en consonancia con nuestro discurso. Por lo general, no debemos cambiar continuamente de lugar, y debemos hacer coincidir estos cambios con la presentación.
Por ejemplo, si cambiamos de tema, cambiamos de lugar. Si hacemos alguna pregunta, nos acercamos al borde del escenario. Si vamos a decir algo muy importante, nos situamos en el centro con los brazos abiertos, sobre todo si se trata de una conclusión lógica que todo el mundo va a aceptar (sería el equivalente a una llamada a la acción).
Nunca des la espalda a ningún sector del público, eso provoca su desconexión. Tampoco te muevas continuamente en el mismo lugar. Puedes gesticular (de forma comedida y precisa, no a lo loco), pero no mover las piernas. Recordemos que transmitir nerviosismo es una de las peores cosas que puedes hacer, y el movimiento de piernas es un signo claro de ello.
Por último, haz coincidir las pausas dramáticas con un “momento de reflexión” y no te muevas, incluso puedes mirar al suelo, como pensando (de las pocas veces que te vas a permitir el no tener los ojos en tu audiencia). La ausencia de movimiento y voz crea expectativas, pero no lo demores más de 2-4 segundos, o podrías desconectarte del público.
Conclusión
El movimiento en una presentación es muy importante. Proporciona un apoyo inequívoco a lo que estamos diciendo, y transmite seguridad y confianza, no solo en la audiencia, sino también en ti mismo.
Nosotros te aconsejamos ser natural: Haz que sea un hábito la buena postura y el movimiento fluido y ensayado. Eso sí, trata de no pensar en ello cuando subas al escenario, o corres el riesgo de olvidarte de lo que tienes que decir. Debe ser algo espontáneo que has ensayado y aprendido previamente.
Para adquirir esta habilidad, puedes acudir a talleres de comunicadores experimentados y hacer pautas de trabajo diarias. Una vez que la domines, tu capacidad comunicativa y de influencia aumentará notablemente.
The post Lenguaje corporal y la importancia del movimiento appeared first on Coaching Ejecutivo | Formacion y Coaching Empresarial.
May 5, 2019
El secreto del éxito: hablar en público
El billonario y gurú de las finanzas Warren Buffet se hallaba en medio de una charla donde aconsejaba a unos estudiantes de empresariales en la Universidad de Columbia, allá por el año 2009.
En un momento dado, Warren Buffet dijo que estaría dispuesto a pagar 100.000 dólares al alumno que estuviera interesado en ofrecerle un 10% de sus futuras ganancias.
Los asistentes se rieron, pensando que era una nota de humor, pero se sorprendieron cuando Buffet dijo que subiría un 50% (a 150.000 dólares) si el alumno aprendía a hablar en público.
O sea, el magnate tiene claro que el hecho de dominar el arte de la comunicación, y tener la capacidad de hablar en público de forma eficaz, eleva un 50% el valor profesional de una persona.
Es, sin lugar a duda, uno de los secretos más potentes e importantes para poder alcanzar el éxito.
Aprendiendo a hablar en público
A veces se habla mucho del carisma, la facilidad de palabra, o la extroversión, como componentes intrínsecos de la personalidad. Estos valores favorecen la comunicación. Parece como si algunas personas hubieran nacido para ser oradores.
Pero la verdad es que no es así.
La comunicación es un acto en el que intervienen una gran cantidad de habilidades y características, y prácticamente todas se pueden aprender y perfeccionar. Incluso la persona más introvertida y tímida puede llegar a ser un excelente orador y presentador.
¿El secreto? Pues casi como todo en la vida: un buen maestro, práctica y constancia.
Hoy tenemos a nuestra disposición las mejores herramientas para conseguirlo. No hay excusa.
Desde clases con videoconferencia hasta vídeos de las mejores presentaciones de todos los tiempos. Podemos aprender de los mejores, y todo ello sin necesidad de viajar.
Para empezar a mejorar nuestras habilidades, veamos vídeos de los grandes, como Steve Jobs.
Aprende cómo:
Sus presentaciones son frescas, atractivas. Poseen un enorme entusiasmo, creen en su mensaje, lo transmiten con pasión. No dudan en absoluto en lo que están haciendo. Creen primero en sí mismos, y también en su público.
Conocen en profundidad el tema que presentan, apenas necesitan apoyo documental, notas o guiones. Solo algunos utilizan apoyo multimedia bien escogido y atractivo.
Son capaces de sorprender gratamente. Utilizan la presentación como si se tratara de un guion de una película, con cambios, sorpresas, desenlaces…
Mantienen un tono ameno, divertido. Utilizan el humor de forma natural y sana para hacer que el público se divierta en algunos momentos, y cambia los registros cuando se necesita remarcar un mensaje.
Sus presentaciones se asemejan a la labor de un presentador de un late night, donde se entretiene, pero a la vez se ofrece información útil o interesante.
Para lograr todo esto, una de las primeras cosas que hemos de hacer es ver muchos vídeos de los grandes. Además, podemos acudir a talleres de expertos, como los que imparte John English, autor de Hablar en público: Cómo comunicar con eficacia, y adquirir el material formativo necesario (podemos comenzar por ese mismo libro).
The post El secreto del éxito: hablar en público appeared first on Coaching Ejecutivo | Formacion y Coaching Empresarial.
November 26, 2018
Que debe hacer los minutos previos a la presentación
Los minutos previos a la presentación A no ser que tengas mucha experiencia a la hora de hablar en público, los minutos anteriores al comienzo de una presentación o charla suelen ser unos momentos complicados. Algunas personas repasan obsesivamente los puntos a tratar. Otros verifican el ordenador, micrófono, proyector… hay quién incluso se toma 3 […]
La entrada Que debe hacer los minutos previos a la presentación aparece primero en Coaching Ejecutivo.
November 18, 2018
¿La audiencia, empatizará contigo?
La audiencia empática Nuestro cerebro posee un tipo de neuronas que los científicos han denominado neuronas espejo. Cuando percibimos una acción o situación, estas células se activan de la misma forma que cuando la realizamos nosotros. Así, si vemos a alguien reír, se activan, y favorecen que imitemos la acción. ¿Te suena la risa contagiosa? […]
La entrada ¿La audiencia, empatizará contigo? aparece primero en Coaching Ejecutivo.


