Edmundo Paz Soldán's Blog, page 5

December 21, 2020

Aquí no ha pasado nada

Una de las grandes virtudes que tiene Cien años de soledad, novela de todos los tiempos de América Latina, es la de servir como arquetipo de situaciones históricas que se repiten porque los mecanismos y las trampas del poder siguen siendo las mismas. Derecha o izquierda. Da lo mismo.


Después que se produce la masacre de los trabajadores bananeros en huelga, congregados en la plaza de la estación del ferrocarril, que deja tres mil muertos, los cadáveres son acarreados en doscientos vagones de carga y echados al mar como banano de rechazo.  Pero “la versión oficial mil veces repetida y machacada en todo el país por cuanto medio de divulgación encontró el gobierno a su alcance, terminó por imponerse: no hubo muertos, los trabajadores satisfechos habían vuelto con sus familias”.


Y mientras tanto, bajo el toque de queda impuesto por la ley marcial, los soldados “derribaban puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos de sus camas y se los llevaban a un viaje sin regreso. Era todavía la búsqueda y el exterminio de los malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos”. Y para quienes preguntaban por sus familiares desaparecidos, la respuesta era: “en Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”.


A partir del mes de abril de 2018 se dieron en Nicaragua protestas de jóvenes desarmados que fueron reprimidas a balazos en las calles, con un saldo de más de 300 muertos y decenas de heridos. Una masacre ejecutada a lo largo de varias semanas, ampliamente documentada por los organismos internacionales de derechos humanos, expulsados luego del país, de la que existen innumerables testimonios recogidos en videos y fotografías, y de la cual dieron cuenta los medios de prensa en el mundo. Centenares acabaron en las cárceles, y más de cien mil salieron huyendo del país, según datos oficiales de ACNUR.


Apenas han pasado dos años. Pero este mes de diciembre, durante un acto de presentación de credenciales de doce nuevos embajadores, el presidente Daniel Ortega ha negado que semejante masacre haya ocurrido. En Nicaragua no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz.


Peor que eso, ocurrió lo contrario. Malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos salieron a las calles para derrocar al gobierno democrático. Igual que en Macondo. “Aquí vino la protesta armada, armada de fusiles, de escopetas, de ataques las instituciones del Estado, de destrucción a los hospitales y quema de los hospitales, destrucción de las escuelas y quema de las escuelas, destrucción de las alcaldías y quema de las alcaldías, todo lo que se había logrado construir en beneficio de los pobres, en beneficio del pueblo”.


¿Y los informes de las comisiones de derechos humanos? “tanto los de Naciones Unidas como los de la OEA, lo que se dedicaron fue a hacer entrevistas, donde sin ninguna fundamentación acusaban a la policía, al Frente de haber matado a ciudadanos que habían fallecido en los hospitales por otras razones”.


¿Y las listas de muertos? Son inventadas. ¿Y los centenares de heridos? Nunca existieron. ¿Y los presos? Son reos comunes, delincuentes, traficantes de drogas. ¿Y los cien mil exiliados? Se han ido del país por su gusto.


Como en Macondo aquel lejano 6 de diciembre de 1928. La paz reina en todo el territorio nacional. Quienes fueron asesinados en las calles por tiros de metralla y fuego de francotiradores con fusiles Catatumbo de fabricación venezolana, murieron de muerte natural, en sus casas o en los hospitales, o no se murieron nunca y se han escondido de la vista pública sólo para desprestigiar a la autoridad constituida.


Lo que estos revoltosos hacían era enlistar a los muertos como víctimas propias: “ellos mismos filmaban el momento de la captura, filmaban el momento que los estaban rociando de combustible, filmaban el momento que le daban fuego y estaban ardiendo y lo pasaban por las redes”.


“Malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos”, señala la autoridades militar que impone el orden en Macondo tras la masacre que nunca existió. Y la Primera Dama de Nicaragua declara: “desgraciadamente cuando decimos que la historia se repite, tenemos que reconocer que los traidores son plaga, son comejenes, hongos bacterias que se reproducen”. Y también son vampiros chupasangre, tóxicos, rastreros, satánicos.


La falsificación de la realidad, es de vieja data. No hay nada nuevo bajo el sol, ni siquiera las realidades alternativas. El poder absoluto, que busca ser un poder para siempre, establece sus propias falsedades como verdad, y aplica una gruesa capa de alquitrán para borrar los hechos, escribiendo encima un nuevo relato con la ambición de que llegará a ser creído como único verdadero. Y el lenguaje erizado de epítetos que descalifican, niegan, rebajan, tampoco es ninguna novedad.


Lo recordaba al leer hace poco un escrito del juez Baltasar Garzón, cuando habla del fascismo de derecha en España. Porque también hay un fascismo de izquierda, y los lenguajes son similares. Dice Garzón que se divide “a la población entre buenos y malos, entre patriotas y traidores, convirtiendo al adversario político en enemigo. Una vez que está claro quién es quién, viene el proceso de deshumanización del contrincante, tildándolo de rata, escoria, garrapata, piojo o peste”. O cucarachas, dice el juez Garzón. Humanoides.


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Published on December 21, 2020 06:44

Aquí no ha pasado nada     

Una de las grandes virtudes que tiene Cien años de soledad, novela de todos los tiempos de América Latina, es la de servir como arquetipo de situaciones históricas que se repiten porque los mecanismos y las trampas del poder siguen siendo las mismas. Derecha o izquierda. Da lo mismo.


Después que se produce la masacre de los trabajadores bananeros en huelga, congregados en la plaza de la estación del ferrocarril, que deja tres mil muertos, los cadáveres son acarreados en doscientos vagones de carga y echados al mar como banano de rechazo.  Pero “la versión oficial mil veces repetida y machacada en todo el país por cuanto medio de divulgación encontró el gobierno a su alcance, terminó por imponerse: no hubo muertos, los trabajadores satisfechos habían vuelto con sus familias”.


Y mientras tanto, bajo el toque de queda impuesto por la ley marcial, los soldados “derribaban puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos de sus camas y se los llevaban a un viaje sin regreso. Era todavía la búsqueda y el exterminio de los malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos”. Y para quienes preguntaban por sus familiares desaparecidos, la respuesta era: “en Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”.


A partir del mes de abril de 2018 se dieron en Nicaragua protestas de jóvenes desarmados que fueron reprimidas a balazos en las calles, con un saldo de más de 300 muertos y decenas de heridos. Una masacre ejecutada a lo largo de varias semanas, ampliamente documentada por los organismos internacionales de derechos humanos, expulsados luego del país, de la que existen innumerables testimonios recogidos en videos y fotografías, y de la cual dieron cuenta los medios de prensa en el mundo. Centenares acabaron en las cárceles, y más de cien mil salieron huyendo del país, según datos oficiales de ACNUR.


Apenas han pasado dos años. Pero este mes de diciembre, durante un acto de presentación de credenciales de doce nuevos embajadores, el presidente Daniel Ortega ha negado que semejante masacre haya ocurrido. En Nicaragua no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz.


Peor que eso, ocurrió lo contrario. Malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos salieron a las calles para derrocar al gobierno democrático. Igual que en Macondo. “Aquí vino la protesta armada, armada de fusiles, de escopetas, de ataques las instituciones del Estado, de destrucción a los hospitales y quema de los hospitales, destrucción de las escuelas y quema de las escuelas, destrucción de las alcaldías y quema de las alcaldías, todo lo que se había logrado construir en beneficio de los pobres, en beneficio del pueblo”.


¿Y los informes de las comisiones de derechos humanos? “tanto los de Naciones Unidas como los de la OEA, lo que se dedicaron fue a hacer entrevistas, donde sin ninguna fundamentación acusaban a la policía, al Frente de haber matado a ciudadanos que habían fallecido en los hospitales por otras razones”.


¿Y las listas de muertos? Son inventadas. ¿Y los centenares de heridos? Nunca existieron. ¿Y los presos? Son reos comunes, delincuentes, traficantes de drogas. ¿Y los cien mil exiliados? Se han ido del país por su gusto.


Como en Macondo aquel lejano 6 de diciembre de 1928. La paz reina en todo el territorio nacional. Quienes fueron asesinados en las calles por tiros de metralla y fuego de francotiradores con fusiles Catatumbo de fabricación venezolana, murieron de muerte natural, en sus casas o en los hospitales, o no se murieron nunca y se han escondido de la vista pública sólo para desprestigiar a la autoridad constituida.


Lo que estos revoltosos hacían era enlistar a los muertos como víctimas propias: “ellos mismos filmaban el momento de la captura, filmaban el momento que los estaban rociando de combustible, filmaban el momento que le daban fuego y estaban ardiendo y lo pasaban por las redes”.


“Malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos”, señala la autoridades militar que impone el orden en Macondo tras la masacre que nunca existió. Y la Primera Dama de Nicaragua declara: “desgraciadamente cuando decimos que la historia se repite, tenemos que reconocer que los traidores son plaga, son comejenes, hongos bacterias que se reproducen”. Y también son vampiros chupasangre, tóxicos, rastreros, satánicos.


La falsificación de la realidad, es de vieja data. No hay nada nuevo bajo el sol, ni siquiera las realidades alternativas. El poder absoluto, que busca ser un poder para siempre, establece sus propias falsedades como verdad, y aplica una gruesa capa de alquitrán para borrar los hechos, escribiendo encima un nuevo relato con la ambición de que llegará a ser creído como único verdadero. Y el lenguaje erizado de epítetos que descalifican, niegan, rebajan, tampoco es ninguna novedad.


Lo recordaba al leer hace poco un escrito del juez Baltasar Garzón, cuando habla del fascismo de derecha en España. Porque también hay un fascismo de izquierda, y los lenguajes son similares. Dice Garzón que se divide “a la población entre buenos y malos, entre patriotas y traidores, convirtiendo al adversario político en enemigo. Una vez que está claro quién es quién, viene el proceso de deshumanización del contrincante, tildándolo de rata, escoria, garrapata, piojo o peste”. O cucarachas, dice el juez Garzón. Humanoides.


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Published on December 21, 2020 06:44

El terror

El terror es un concepto latino que incidiría en la forma más extrema del miedo. El término proviene del verbo terrero que significa temblar. A su vez la forma más extrema del temblor sería el tremor, que aparece en algunas traducciones del salmo 155, y que supondría un terror más agudo que el mismo terror, susceptible de provocar un temblor muy acusado: el crujir de dientes evangélico. En la Biblia el terror emerge casi siempre vinculado al caos del fin de los tiempos.


En nuestra época se ha abusado considerablemente del concepto terror, desgastándolo y convirtiéndolo en simple sinónimo del miedo. Se habla de películas y novelas de terror de forma exagerada, refiriéndose a artefactos literarios que como mucho producen asco.


El miedo es una emoción muy intensa, que puede provocar cambios de ánimo de naturaleza desestabilizadora. Todos los poderes de mayor o menor calado han utilizado y utilizan el recurso del miedo para hacer más efectivo el control social. Canetti vincula las órdenes con el miedo, analizando de forma bastante aguda el contenido mismo de la orden y concluyendo que en el fondo de toda orden persiste de forma emboscada la amenaza de muerte: o haces esto o te mato.


Pero el miedo no es en sí mismo paralizador. El miedo puede incitar muy a menudo a la acción, el terror no. Lo que buscamos al producir terror es el silencio y la inmovilidad. Lo que buscamos con el terror es la suspensión del pensamiento y la supresión del lenguaje, por eso el terror es tan negativo. Dicho de otra manera: el terror es en sí mismo la negación de la acción, la negación de la palabra, la negación de toda mediación vinculada a la cultura y a todas sus estructuras dinámicas. El terror es la negación de los flujos emocionales de la existencia que hacen más o menos grata la vida en sociedad, por eso es un mecanismo tan destructivo e inmovilizador.


Con sus acciones el terrorista desea situar a los demás en los momentos anteriores al lenguaje y a la expresión. Se trata de una operación tan regresiva y tan involutiva que nos retrotrae a los momentos más remotos de la infancia, cuando aún no hemos accedido al lenguaje y las emociones son pulsiones puras e inmediatas que no tiene otra modalidad de expresión que no sea el llanto, la convulsión o la parálisis. Lo hemos visto en nuestros tiempos con relativa frecuencia. Cuando los terroristas entraron en la sala Bataclan de Paris y comenzaron a disparar la gente se paralizó: la gente murió antes de morir, la gente volvió al terror primordial, la gente regresó a la noche de los tiempos, al reino de la oscuridad, al reino del silencio.


El terrorismo moderno utiliza el terror como un rito sangriento y también como un mito. Todo acto terrorista de cierta envergadura se expande inmediatamente, gracias a los medios de comunicación, en forma de relato elíptico y simplificado, es decir: en forma de mito.


Podría decirse que el terrorismo moderno no busca la simple propagación del miedo: quiere ir más lejos y  en realidad busca la paralización de las conciencias, el detenimiento del tiempo discursivo, la inmovilidad súbita de la vida, para a partir de ese punto cero iniciar un nuevo ciclo que hallaría su fundamento, su sustancia y su estructura oscilante y oscura en el terror primordial, en el terror arcaico que vinculamos al origen del tiempo, a la oscuridad original con la que se inician tantos tejidos míticos, empezando por la Biblia y sus primeras frases referidas a las tinieblas que gravitan sobre abismo.


Lo peor de terror y el terrorismo es esa regresión al origen del origen, es esa negación radical de todos los elementos de la cultura y de todas las estructuras sociales, es esa negación de todos los principios de convivencialidad, es esa negación del concepto mismo de humanidad. Todo lo cual nos conduce a pensar que el terror es la única gramática capaz de pulverizar todas las gramáticas y proyectarnos en la negrura anterior a toda forma de expresión verbal.


Conclusión: la inmersión en el terror es un regreso a las tinieblas de naturaleza abominable. “En el principio todo era oscuridad”, rezan muchos mitos de la tierra para explicar el origen del mundo, la carne y el verbo.


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Published on December 21, 2020 02:21

December 17, 2020

El otro mundo


Sentado en el beato sillón que da título a su famoso poema, Jorge Guillén era optimista: “El mundo está bien hecho”. Esa declaración en verso, que después de la Guerra Civil tuvo un eco político en dos poetas de opuesta ideología, José García Nieto y Victoriano Crémer, responde a un tiempo y a un carácter; al cabo de pocos años de escribir Beato sillón el gran autor de Cántico salía con su familia al exilio, donde pasó más de tres décadas.


Se acaba el peor año de nuestras vidas, y las fechas favorecen las remembranzas, los recuentos, los recelos y, con prudencia, las esperanzas. Trump ha perdido, la lucha climática gana defensores, las vacunas se inyectan, el Brexit quizá le cueste a Boris Johnson más de lo que pensaba, Hungría y Polonia tendrán que repetir curso en la escuela de la democracia, y Francia pone coto a un separatismo fanático que también conocemos en España. Siempre he creído que Francia es el laboratorio social de nuestro futuro, aunque no todo lo bueno se cuece allí, ni el Oriente produce únicamente amenazas. Es casi seguro que el mundo está peor hecho de lo que Guillén sostenía, pero tiene remedio. Y ahora que se habla tanto de reyes, me acordé de un pesimista de buen humor, el autor de El rey Lear, que pone en boca de uno de los perjudicados de esa tragedia, el joven conde Edgar, hijo y heredero repudiado, estas palabras: “El cambio deplorable es desde lo mejor; / desde lo peor se pasa al júbilo”.


El mismo día en que hubo noticias de Abu Dabi leí en estas páginas a Najat el Hachmi, una mujer norteafricana de origen que escribe, estupendamente, en catalán y español. Su valiente artículo desafiaba el socorrido argumento de que el color o la exclusión exculpan la violencia. Hay males en el mundo, en lo alto y abajo, que hieren a la humanidad.

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Published on December 17, 2020 07:48

December 16, 2020

Lo que sé de Ayn Rand

El libro más barato que jamás he comprado es Los que vivimos de Ayn Rand. Me costó 50 céntimos. Todavía me acuerdo: letra enana, tapa blanda roída y 500 páginas llenas de polvo. En el instituto se corrió la voz de que habían abierto una tienda de segunda mano en Palma y se podían comprar discos a muy buen precio. Allá que fuimos todos. Sorpresa: también había libros. El título me llamó la atención. No sabía quién era Ayn Rand y, por aquel entonces, leer sobre la Revolución rusa era un peñazo. Años más tarde, mi hermano pequeño lo leería con mucha más pasión que yo.


Los libros de Ayn Rand son solitarios, tienen cierto lirismo, pero muchos los seguimos convirtiendo en alegatos de pensamiento crítico, ignorando todo lo demás. Error. Hace ya un tiempo que estoy más enganchada al panorama político que nunca. Creo que este interés tan súbito debió de acelerarse con la pandemia y ese querer estar al tanto de lo que se nos venía encima. Estoy segura de que gran parte de los que amamos a este país desayunamos llevándonos las manos a la cabeza. Hay gente, en cambio, a la que le da igual.


El otro día, cenando con unos amigos, vi cómo una suerte de alucinación fantástica que llevaba tiempo en mi cabeza se hacía realidad. Es una idea simple, pero triste. Aquellos que apoyan al Gobierno sin importarle un comino lo que hacen mal, reverenciando todos y cada uno de los errores, lo hacen porque tienen un miedo fóbico y extraordinario a que se les encasille con el estereotipo de la derecha. Por supuesto, ocurre también al revés cuando se dan las circunstancias precisas. Soy de las que piensa que siempre es mejor llevar la contraria que ignorar una metedura de pata, pero no fue así y el vino hizo que todo quedara en un susto. A pesar de todo, se me apareció la figura de Gary Cooper, quien dio vida al protagonista de El Manantial en la gran pantalla hollywoodiense, justo al final de la cena. ¿Adónde se nos ha ido el pensamiento crítico? Al escribir esto, se me ocurre nombrar las tres líneas básicas sobre lo que sé de Ayn Rand -como bien dice el título de esta entrada-. Ahí van: el pensamiento es propiedad individual, la felicidad debería ser nuestro único propósito vital y el sacrificio personal es inmoral.


Unas semanas atrás, recibí las ediciones que la editorial Deusto ha publicado tan impolutamente -sus páginas sí que se leen bien: carecen de polvo, tapa dura y la letra es adecuada- de El Manantial, Himno e Ideal. Qué alegría me llevé. Al igual que con el cine, disfruto mucho más aquellas novelas en las que no ocurre nada en concreto, bueno, mejor dicho, aquellas que no tienen un propósito final; podría decirse que las novelas de Ayn Rand son la excepción. ¿Qué decir de El Manantial cuando incluso todo lo malo ya está dicho? Himno e Ideal son joyas raras y extravagantes. Himno es distópica y profética. Una alarma convertida en novela, un mundo en el que ha desaparecido la palabra «yo». Incluye un facsímil de la edición original inglesa con las correcciones, escritas con puño y letra, que hizo para la edición estadounidense. Ni una página se salvó del garabato ininteligible de la mismísima Ayn Rand. Ideal trata sobre la integridad y lo horrible que es la idolatría. Al poco de escribirla, Rand se dio cuenta de que la historia funcionaría mejor como obra de teatro. Así ocurrió.


He pasado el mes de noviembre, y parte de diciembre, leyendo a Rand y me he vuelto más escéptica que lo que ya era. Otro tema: me indigna que alguien, sea quien sea, desprestigie cualquier creación artística asociándolo a lo juvenil, lo adolescente. Obama perdió muchísima decencia cuando dijo que leer a Ayn Rand era cosa de adolescentes incomprendidos. Será que algunos seguimos siéndolo.

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Published on December 16, 2020 06:43

December 15, 2020

Viajes raros


Lawrence Osborne es un personaje original y extravagante, un inglés con estudios en Cambridge, pero fascinado por los viajes a lugares recónditos en una época cada vez más escasa en tieras vírgenes



Hace unos días, Andreu Jaume e Ignacio Echevarría publicaban sendos homenajes al gran editor Claudio López Lamadrid. Coincidían en la fidelidad que Claudio había mostrado por sus autores con independencia de las ventas. Un caso cada vez menos frecuente. Hoy me gustaría rendir homenaje a otra casa editorial, Gatopardo Ediciones, cuyo admirable catálogo tiene un autor favorito, Lawrence Osborne, del que llevan por lo menos cinco libros publicados. Se trata de un personaje original y extravagante, un inglés con estudios en Cambridge, pero fascinado por los viajes a lugares recónditos en una época cada vez más escasa en tierras vírgenes. Y si no da con un lugar prístino, entonces se inventa otro imposible o improbable. Me explicaré.


En El turista desnudo cruza medio planeta para llegar a la isla de Papúa Nueva Guinea y adentrarse en zonas prohibidas hasta encontrar una tribu que no ha visto nunca hombres blancos y en la que le permiten participar de una orgía. El segundo que leí, Bangkok, supera al anterior. Osborne escribe la crónica de los años que vivió en aquella ciudad saturada de prostitutas y personajes, como él, marginales, derelictos o simplemente fantasmales. Es una narración magnífica. Y el último que cayó en mis manos, Beber o no beber, los supera a todos. Dado que es muy difícil viajar a un lugar que no esté ya tomado por las operadoras turísticas, se propone un desafío: beber su vodka, whisky, ginebra o lo que caiga, en aquellos lugares donde el alcohol está prohibido y si te pillan te puede costar la vida. Son todos enclaves islámicos rigurosos, de Islamabad a Kota Bharu. La galería de alcohólicos que encuentra en esos países, él incluido, es sensacional. Eso sí, da mucha sed.

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Published on December 15, 2020 04:24

December 11, 2020

Gerson Ortiz: elogio del reportero guatemalteco devenido fabulador

“¿Cuánta verdad y cuánta ruina puede esconder una sola canción?”, se pregunta uno de los personajes alucinados, heridos, lúcidos y complejos de una bella colección de relatos de Gerson Ortiz.


La lengua de los gatos, el segundo libro de ficción de este aguerrido periodista tras su innovador Soñarás jamás, es tan centroamericano en sus paisajes, miedos y miserias apenas atisbados como universal en un escudriñar sabio por los rincones oscuros del alma humana. Aquí bulle y susurra la urbe tercermundista, siempre al borde de lo rural y antiguo, poblada por fantasmas de una nutrida tribu de solitarios.


Música, animales, muerte y sexo vibran en estas páginas. Las canciones de Silvio Rodríguez, de Leonard Cohen y de los ácidos raperos y reggaetoneros de hoy son personajes que se cuelan en las historias; la muerte y las trompadas vienen con la precisa parsimonia de lo inevitable; los gatos se asoman al exacto abismo de sus humanos dolientes; y las escenas de camas destartaladas y malolientes son tan propias del ser latino como el aroma de los guisos de abuela.


Conozco y admiro desde hace seis años al Gerson Ortiz periodista, lector empedernido de crónica, impecable en su apego a la calidad y la ética. Este fabulador es la extensión lógica de aquel reportero riguroso: sus personajes son reconocibles y siempre sorprendentes: incluso los seres más malvados o ridículos son a la vez la personificación de una sociedad enferma y nuestros hermanos perdidos.


Salimos más humanos y agradecidos de la lectura de las historias húmedas y rasposas de La lengua de los gatos.


PD: los buenos escritores saben que es mucho más difícil escribir corto, sintético, que largarse sin medida. Este texto está en la contratapa de esta apasionante colección de relatos de Gerson Ortiz. Cuando me pidió que escribiera algo que entrara en “la contra” en vez de un prólogo de cinco o seis páginas, ya sabía que iba a tardar mucho en pulir, cortar, podar. Creo haber cumplido con su pedido. Recomiendo mucho estas fábulas del valiente reportero.  

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Published on December 11, 2020 06:02

Laberintos Borgianos (I): de Descartes a Spinoza

“Soy el único hombre en la tierra y acaso/ no hay tierra ni hombre./ Acaso un dios me engaña./ Acaso un dios me ha condenado al tiempo,/ esa larga ilusión./ Sueño la luna y sueño mis ojos que perciben/ la luna. /He soñado la tarde y la mañana del primer día./ He soñado a Cartago y a las legiones que/ desolaron Cartago./ He soñado a Lucano./ He soñado la colina del Gólgota y las cruces/ de Roma. He soñado la geometría./ He soñado el punto, la línea, el plano y el/ volumen. /He soñado el amarillo, el azul y el rojo./ He soñado mi enfermiza niñez./ He soñado los mapas y los reinos y aquel duelo del alba./ He soñado el inconcebible dolor./ He soñado mi espada./ He soñado a Elizabeth de Bohemia./ He soñado la duda y la certidumbre./ He soñado el día de ayer./ Quizá no tuve ayer, quizá no he nacido./ Acaso sueño haber soñado./ Siento un poco de frío, un poco de miedo./ Sobre el Danubio está la noche./ Seguiré soñado a Descartes y a la fe de sus padres”. (Jorge Luís Borges, “Descartes” La cifra, 1989).


Miedo y frío en la tarde de un filósofo…Alguna vez he hablado aquí de la potencia emocional de controversias teóricas y ello en referencia al “Discurso del Método”, obra admirable tanto desde el punto de vista filosófico como literario, que se lee de corrido y que sigue siendo la más fascinante vía para hacer inmersión en la filosofía. En cualquier caso, lo que precede basta para entender que en esa duda, reflejo de una decepción, que embarga al joven Descartes, reside el soporte del pensamiento y proceder cartesianos, e incluso de todo pensamiento y de todo proceder filosóficos dignos del calificativo: “que para examinar la verdad, es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas una vez en la vida”.


La duda, sobre todo si es metódica, es decir si la primera hipótesis tranquilizadora no empuja a salir de dudas, tiene el precio de la ausencia de cimientos. “Siento un poco de frío, un poco de miedo.” Y ello cuando “Sobre el Danubio está la noche”. No es la única vez que Borges asocia el miedo y el frío al quehacer de un gran filósofo:

“Las traslúcidas manos del judío/labran en la penumbra los cristales /y la tarde que muere es miedo y frío. (Las tardes a las tardes son iguales) / Las manos y el espacio de Jacinto/que palidece en el confín del Ghetto /casi no existen para el hombre quieto/que está soñando un claro laberinto/No lo turba la fama, ese reflejo/de sueños en el sueño de otro espejo/ni el temeroso amor de las doncellas. / Libre de la metáfora y del mito/labra un arduo cristal: el infinito/mapa de Aquel que es todas sus estrellas”.


Miedo y frío evocados por Borges en relación al quehacer de dos grandes filósofos. Ello me lleva de nuevo al tremendo texto de Hermann Melville:

“Y de ser un filósofo, aunque sentado en la lancha ballenera, su alma no experimentaría ni un ápice más de terror que el que viviría sentado junto al fuego nocturno hogareño, teniendo a mano un atizador en lugar de un arpón”. (Moby Dick, capítulo LX).


Eco directo en el ilustrado Melville del fragmento de las cartesianas Meditaciones de Prima Filosofía: “…acaso hallemos muchas otras cosas de las que no podamos razonablemente dudar (…) como por ejemplo que estoy aquí, sentado junto al fuego”.

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Published on December 11, 2020 05:52

De lo húngaro

Es impecable irse a pecar fuera cuando no se puede hacer en tu tierra: las españolas que abortaban en Londres, los que veíamos en Perpignan o más lejos películas prohibidas, los hispanos que daban vivas a la república en Portugal cuando aquí aún andaba Franco fusilando. Pecados de la carne o del alma, veniales todos. Pero la escapada ha tenido esta vez una moraleja cruel que nos alivia: József Szájer, eurodiputado húngaro extremo-derechista, ha terminado su carrera política, dicen que brillantísima, por un asunto de sado-maso gay que muchos adultos consintientes practican sin problema en sus recintos.


Szájer representa lo más vil de la política: la represiva mentira pública que tapa un complaciente vicio privado. Pero las fotos que se han podido ver del apartamento del sexo duro en Bruselas, así como el relato oral del master chef de la orgía, me han recordado, como paradoja, a uno de los grandes del periodo refundacional de los Nuevos Cines, el director Miklós Jancsó (1921-2014). Hoy está, me parece, un tanto olvidado, y quizá demodé, porque su extraordinaria concepción coreográfica de lo político no se lleva, y tal vez en su propio país los desnudos íntegros de sus actrices haciendo alegorías anti-fascistas podrían ser censurados.


Por mi gran apego al cine de Jancsó me aficioné a todo lo húngaro, inclinación que no he abandonado excepto en el fútbol, donde también hubo virtuosos como Puskas, aunque en ese terreno carezco de autoridad. Oigo con mucha frecuencia la música, digamos que clásica ya, de Bartók, el cine de Jancsó (y sus contemporáneos Gaál o Szabó) hoy lo sustituyo por el de otro radical de la vanguardia, Bela Tarr, y sigo descubriendo excelentes novelas de Tibor Déry, György Konrad, Dezsö Kosztolányi o Lászlo Krasznahorkai, a la espera de que Péter Nádas, autor de esa gran obra maestra que es Libro del recuerdo, publique más. Húngaros de mejor fuste.

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Published on December 11, 2020 01:59

December 10, 2020

La envidia (2)

La envida es una forma extraña del amor: amas lo que tiene el otro. Lo deseas, lo codicias. Vives sin vivir en ti. Vives prácticamente en el otro. Se trata de una morbosa y paradójica desposesión. A algunos les conduce a la locura.


Las empresas, las corporaciones, las sociedades, los pueblos, las naciones, son espesos tejidos de envidias entrelazadas con la misma densidad que los hilos en un tapiz. Aquí sabemos mucho de eso.


Desde niño he visto como se desplegaba por todo lugar, como un maravilloso río de lava, la humeante emanación de la envidia. En algunos lugares llega a dificultar la respiración.

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Published on December 10, 2020 04:41

Edmundo Paz Soldán's Blog

Edmundo Paz Soldán
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