Pedro Miguel Lamet's Blog, page 30

March 6, 2018

Las palabras pequeñas

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LAS PALABRAS PEQUEÑAS
Poesía es esa voz que permanece,  cuando todo
se queda sin voz,
el aleteo que ocultan los nombres conocidos
cuando dejan de serlo,
y el brumoso sentir de lo indecible
que se hunde en el hueco más hondo de las cosas.

Poesía es no saber, adormecerse
en el vaso secreto, todo luz,
que se esconde detrás de cada sombra
y estar solo mirando por si acaso
su rostro amaneciera.

Poesía es no tener, quedarse solo,


propietario del sueño que se esfuma
a golpe de fulgores
y andar incierto con la mano abierta,
por si el agua del cielo rezumara
más allá la imagen conocida.

Poesía es el temblor de ser la cuenca
de un río sin destino,
la cera donde arde la esperanza,
el cáliz de otra sangre
y el viento que transporta los olores
que nunca serán tuyos porque traen
de lejos las montañas…

Por eso, nadie escribe. El poema está escrito.
Y, cuando nace al par de las palabras,
ay, ya ha marchitado de nuevo en la torpeza
de volver a nacer.
Si te ocultas, quizás venga
a cumplir su misión de este andar suelto
cuando nadie lo busque.

Por eso bucearé por los vocablos
en el desván con polvo
y escanciaré los sorbos de rocío
y oficiaré en las rocas de la playa
el pobre, el ignorado,
el total sacramento.

¿Permitiréis que busque entre las piedras
un rayo del crepúsculo
y que revuelva en el arcón sin orden
detrás de aquel perfume, un visillo, un juguete
vivencia que vive por ser vida?

Arrodillado tengo ya el poema.
Pétalo a pétalo
arruga con arruga, desgranaré sus lágrimas.
¿Me dejaréis que roce lo infinito
con palabras pequeñas?

Pedro Miguel Lamet

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Published on March 06, 2018 10:30

March 4, 2018

La aceptación y el cambio


Muchas veces me he preguntado sobre cual es verdadero camino: si la aceptación o el cambio.


ACEPTACIÓN es no dar coces contra el aguijón, vivir en el ahora, liberarse del ego siempre insatisfecho, en contra de lo que tienes en este momento, conectado a una mente que runrunea y te impide sintonizar con los profundo.


CAMBIO es compromiso, rebeldía y lucha para modificar  las estructuras injustas, transformación del mundo aquí y ahora, fe en un futuro mejor.


Se diría que la aceptación es más contemplativa y el cambio más activo. ¿Por dónde tirar?


Sin embargo no son tan distintas estas posturas. Mediante la aceptación taladras, a través del ahora, en lo que eres realmente, se te abre un espacio, descubres tu identidad profunda, sintonizas con un campo ancho que es lo que eres realmente, el Ser. Eso ya está cambiando el mundo, contribuyendo a la expansión de un yo soy, distinto del ego ridículo que nos exclaviza.


Mediante el cambio salgo también de mirarme el ombligo, de escuchar la perorata del ego que runrunea en mi interior pensamientos negativo, y me expando hacia los demás. Si la acción no la convierto en una droga, un somnífero; si parte de un impulso de amor, me abre y me realiza.


De modo que la aceptación es un cambio y el cambio un modo de aceptación del Ser en continua evolución, que tiene un sustrato que no cambia.


La gente piensa que la felicidad depende de lo que ocurra fuera. Pero el universo es muy inestable, cambia constantemente. La plenitud no está en la forma sino en lo que hay detrás, lo profundo. Si estoy en lo profundo, sin embargo, estoy cambiando las formas. Marta y María son ambas necesarias, pero “María escogió la mejor parte”.


 


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Published on March 04, 2018 04:38

March 1, 2018

Levanto mis ojos


 


LEVANTO MIS OJOS


(Glosa al Salmo 120)


             


              Levanto mis ojos a los montes, Señor, por encima de los rascacielos, más allá de los satélites y las constelaciones, hacia los espacios siderales donde aún no ha llegado la mirada del hombre, al fondo inexplorado de los océanos y hasta el vacío quántico de la materia…


              ¿De dónde me vendrá el auxilio? ¿De las organizaciones políticas de los hombres? ¿La ONU, la UE, el FMI, las ONG, un nuevo orden internacional? ¿Del poder económico, la banca, las multinacionales y oligopolios? ¿De la asociación de vecinos, el club, mi equipo de fútbol?


              El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. De ti, solo de ti, que haces girar los planetas, habitas el cosmos, el fondo del mar, la sonrisa del  niño y la lágrima de la madre. Que alientas mi respirar y mantienes vivos desde un insecto y una flor a todo el Universo, que eres el misterio recóndito de cada cosa…


              No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. Me habitas, me acompañas, me sostienes. Siento tu mano en mi hombro al cruzar el abismo de la soledad, el dolor, la incomprensión. Todos se van. Tú nunca me fallas.


              El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche, y enciendes de ilusión cada mañana, me arropas con tu embozo cada noche, me despiertas al ahora eterno del que ya formo parte, sin angustia por el pasado mi miedo al futuro.


              El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma, porque eres parte de su Ser, beso de Dios, vibración de su amor, luz de su mirada. El Señor guarda tus entradas y salidas, cuando sales de casa, subes al autobús, lloras y ríes, naces y mueres a la apariencia de mundo, ahora y por siempre, en el ahora y en la eternidad.


Por eso solo descanso, confío y en lo profundo de mi entraña ya soy feliz.


Pedro Miguel Lamet


 


(Foto: La mirada de Ana ©PMLamet)


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Published on March 01, 2018 08:25

February 27, 2018

Y vio Dios que era bueno


 


 


 


Y VIO DIOS QUE ERA BUENO


Verdee la tierra de hierba verde… Bullan las aguas

con un bullir de vivientes y vuelen pájaros sobre la tierra

frente a la bóveda del cielo…Y vio Dios que era bueno

(Gn 1, 11. 20. 25).

Para pintar el cuadro de la nada

sobre el lienzo espantado del vacío

con fuego de su Ser apagó el frío

y de su entraña feliz y enamorada


sacó el color de azul y de alborada

para pintar la noche en el estío,

la nieve pura, la gota de rocío,

la lluvia, el sol, el mar y la hondonada


del valle verde, el monte y la espesura,

del pez, el árbol, el pájaro y la rosa,

del río, la brisa, el viento y las estrellas


mirándose a sí mismo en todas ellas,

consciente de habitar en cada cosa,

vio que era bueno, y dijo:¡Qué hermosura!


Pedro Miguel Lamet



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Published on February 27, 2018 01:59

February 23, 2018

Si estás perdido

 



 


SI ESTÁS PERDIDO


Si estás perdido en ese desconcierto


de no saber a dónde va el camino


y esta vida te lleva al desatino


de andar sin rumbo solo en un desierto;


 


si a veces añoras retornar al huerto


y sentarte a la sombra de aquel  pino


para mirar al sol dormirse en el divino


regazo de la mar igual que un muerto,


 


cierra los ojos, respira en este instante


lo que detrás de tu ser te configura,


piérdete del todo en ese encuentro


 


que habita tras la forma y la figura,


y descansa tu alma como amante


en el beso de amor que eres por dentro.


 


Pedro Miguel Lamet


 


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Published on February 23, 2018 00:50

February 19, 2018

Ven, Señor Jesús


Maranatha
                                                      Ven, Señor, Jesús. (Ap. 22, 20)

Porque atardece y llevo en el camino


este peso de barro, esta andadura


de tiempo y finitud con que nos dura


lo que intuyo y no sé, lo que adivino


 


en medio de la niebla o  el cansino


sentirme solo en esta noche oscura


con nostalgia de estrellas y la pura


ausencia de tu Ser, amor divino,


 


te busco en la mirada de mi hermano


te digo ven, te llamo desde el río,


el viento, el mar, la lluvia y el abrazo


 


o en el dolor, el miedo, el desvarío,


donde sé que me llevas de la mano.


¡Ven ya, Jesús, y tenme en tu regazo!


 


Pedro Miguel Lamet


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Published on February 19, 2018 01:09

February 14, 2018

Miércoles de ceniza


MIÉRCOLES DE CENIZA


Polvo y ceniza soy, lo rememora


este fluir del tiempo y la figura


de un mundo que se pasa con presura


y entre las manos huye cada hora.


 


Se me escapa la vida cuando llora


ante la tumba su fugaz ventura


y pierde en un instante la hermosura


la flor que seduce y enamora.


 


Pero al mirar tus ojos y la risa


de un niño, un jazmín o una palmera,


su silencio te habla de su esencia,


 


un ahora eterno, esa perenne brisa


del mar de Dios que canta en la escollera


y un no sé qué de luz y de presencia.


Pedro Miguel Lamet


 

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Published on February 14, 2018 04:24

February 1, 2018

Con el alma a la intemperie


Luz, cámara, acción. “Somos espectáculo”, decía Pablo de Tarso. ¿Diría hoy que somos un reality show? Antes lo éramos para nuestra familia, los vecinos, compañeros de trabajo, amigos y conocidos. Ahora eso a mucha gente no le satisface. Asistimos a un aluvión de actores y actrices espontáneos que se vuelven locos por los focos la televisión, los programas de confesiones públicas y las redes sociales.


Lo que antes se decía sólo en susurro a la rejilla de un confesonario (los católicos, se entiende, que no eran pocos en  nuestro país),  o ante el amigo íntimo o un familiar muy querido, se pregona hoy a diestro y siniestro. Señoras del pueblo, “marías” como las llama la gente, se van a la peluquería, se endosa su vestido de lamé, con tal de salir en la tele una tarde, y largan ante las cámaras su vida más privada: sus amores prohibidos, sus hijos secretos, sus traumas de infancia, los rencores a sus padres, los pecado ocultos. No faltan incluso los que se someten voluntariamente a una “máquina de la verdad” que, a cambio de notoriedad y en algunos casos de dinero, son investigadas hasta en sus deseos más inconfesables.


Otros, al amparo de la madrugada, sueltan el talego de las penas en una emisora que lanza a las ondas confidencias cuanto más morbosas y escandalosas mejor. No faltan los que teclean en su ordenador datos de su vida privada para airearlas por Internet. ¿A qué se debe este streep teese espiritual en público? ¿Es un sustituto del confesor, del psiquiatra, del amigo que no existe? Los expertos nos responden que, más o menos conscientemente, buscan terapia, ordenar y verbalizar sus mundos oscuros, liberarse de algún modo. Que detrás hay mucho aislamiento de personas solitarias. Pero también, sin duda, una necesidad de notoriedad.


Si el hombre ha sido siempre espectáculo para el hombre, ahora la omnipresencia de los medios de comunicación, el protagonismo desmedido que damos a los famosos y la necesidad de ser alguien, aunque fuere por unos minutos, les lleva también a este desnudamiento ante el mundo. Algo que los medios explotan a veces sin conciencia ni el menor recato. “Cuente, cuente usted sin miedo”, que así los espectadores no cambiarán de canal o de emisora.


No faltan los que mienten  exagerando hasta “sus pecados”. Si eso me da audiencia, ¡qué importa! Si eso me cura de mi soledad, vale. Lo que en un tiempo era una vergüenza se convierte de pronto en un mérito. De este modo se subvierte el orden moral y se presume incluso del vicio, de la tragedia o la frustración.


Se trata de un fenómeno y ambiguo que vale la pena analizar


Puede parecer pesimista. Pero esta realidad trágica de los solitarios de la llamada sociedad del bienestar tiene, como cualquier planeta, otra cara bañada de sol. La gente necesita compañía, un poco de amor, una realización leve, la ráfaga de un foco que la ilumine, y sobre todo el calor de una cercanía humana.


 


 

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Published on February 01, 2018 12:04

January 26, 2018

El arte de creer

 



 


Cuenta una vieja leyenda hindú que hubo un tiempo en que todos los hombres eran dio­ses, pero abusaron de su divinidad y el dios supremo Brahma decidió despojarlos de su ser y poder divinos y ocultarlos donde ningún hombre pudiera encontrarlos. Fue ardua la ta­rea de encontrar un buen escondite. Algunos dioses menores convocados a consejo para dar con el lugar adecuado para esconder la divini­dad del hombre propusieron ocultarla en lo más hondo de la tierra o arrojarla al fondo de los océanos; otros dijeron que lo más seguro sería elevarla por los aires a la más alta de las atmósferas.


Pero Brahma dijo que él sabía de qué pasta había hecho al hombre y que llegaría un día en que los seres humanos excavarían las entrañas de la tierra, descenderían al suelo de las aguas más profundas y surcarían las bóvedas celes­tes. Así que podrían reencontrar su divinidad.


Se desalentaron los dioses menores: no había lugar en el mundo donde esconder la di­vinidad de modo que nadie pudiera encon­trarla. Meditó un rato Brahma, y presentó su decisión: escondería la divinidad del hombre en lo más profundo del propio ser de los huma­nos; era el último sitio donde irían a buscarla.


Como cualquier otro aspecto de nuestra vida, cualquier tipo de fe o religación trascendente es en sí misma ambigua. Religiosos dicen ser los suicidas fedayines que matan indiscriminadamente en nombre de Dios y otros fanáticos más cercanos que confunden fe religiosa con intolerancia, culpabilidad, angustia y miedo. La religión mal entendida ha fabricado mucha infelicidad y reglamentación huera, si no terror y hasta locura.


En cambio la fe auténtica en el Dios-amor, ese que según el citado relato hindú se esconde en los profundo del corazón humano, ha liberado conciencias, ha hecho crecer al hombre, le ha reportado alegría y capacidad de superar las mayores desgracias, ha engendrado santos tan heroicos como Teresa de Jesús, el Poverello de Asís o Francisco de Javier, un quijote a la divino, o defensores de la paz y la justicia como Gandhi o Romero.


La pregunta, desde esta perspectiva, siempre es la misma: ¿Hasta qué punto la religión o cualquier suerte de fe en algo trascendente nos ayuda en nuestra realización como personas? Parece que la respuesta viene a ser siempre  la misma: Todo el mundo cree en algo, aunque sea en el amor de su novia o en un ensueño de felicidad futura. Si no, viene el desmoronamiento de la persona. Y si además se trata de una fe trascendente profunda y auténtica, no en un código moral puramente legalista,  castrante o impuesto desde fuera, se produce en el ser humano una enriquecedora armonía consigo mismo, los demás y el universo. Una señal de estar en el buen camino.


Decía el dubitante Unamuno que la fe es el poder creador del hombre, “nos hace vivir mostrándonos que la vida, aunque dependa de la razón, tiene en otra parte su manantial y su fuerza, en algo sobrenatural y maravilloso”. Algo que no hace falta buscar más allá de las estrellas porque puede ser encontrado en lo secreto, como decía Jesús de Nazaret: “El reino de los cielos, dentro de vosotros está” (Lc 17:20-21).


No vivimos un mundo muy propicio para la fe y las creencias, sino rendido a un culto a lo inmediato, al bienestar de la materia; y entregado a  una desesperada huida de las grandes preguntas que han inquietado al hombre. Pero cualquiera ha podido experimentar en sí mismo o en su casa, en su madre o algún abuelo o pariente cercano o lejano hasta qué punto la fe puede dar fuerza en una situación límite, porque como dice el proverbio bíblico “mueve montañas”. O como escribió Teresa de Jesús: “Amor de agradar a Dios / y fe que lo intente a ciegas/ hacen posible las cosas/ que por razón no lo fueran”. Quizás la mejor respuesta esté en el silencio y la contemplación del paisaje y de la vida, dejando hablar al mar la montaña o al secreto susurro del propio corazón.


(Foto: Virgen marinera de Ferragudo, Portugal  ©PMLamet)


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

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Published on January 26, 2018 09:14

January 23, 2018

Respirar la paz


Que respirar en paz la música no oída


sea mi último deseo, pues sabed


que, para quien respira


en paz, ya todo el mundo


está dentro de él y en él respira.


 


Esta estrofa de Antonio Colinas en “Letanías del ciego que ve” sintoniza bien con la imagen de barcas  flotando quietas a la débil luz del crepúsculo. Frente al torbellino de un mundo atolondrado que se mueve al vértigo de noticias, el watsapp, y el consumo frenético parece imposible respirar esa música no oída que se esconde detrás del silencio, corazón de todo.


En primer lugar porque no somos conscientes de nuestra respiración, que es la frontera de contacto con la vida. Y después porque no vivimos, nos viven desde fuera.


Como las barcas de la foto para respirar y vivir hay que flotar. Que los éxitos y los fracasos, las penas y las alegrías crucen por arriba como galernas que pasan. En el fondo del mar y de nuestra conciencia todo sigue en paz, todo roza la eternidad en la que somos.


 


Que si insiste la muerte,


que si avanza la edad, y todo y todos


a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,


me venza el mundo al fin en esa luz


que restalla.


Y su fuego me vaya deshaciendo como llama


de vela: con dulzura, despacio, muy despacio,


como giran arriba extasiados los planetas.


 


(Foto: Barcas flotando. ©PMLamet)


 

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Published on January 23, 2018 09:18

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