Minor Mage Quotes

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Minor Mage Minor Mage by T. Kingfisher
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Minor Mage Quotes Showing 1-30 of 46
“You’re a cynical kid,” said Trebastion.

“You make harps out of dead people,” said Oliver.

“Yes, but I haven’t allowed it to taint my basic optimism.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Yes," agreed the Rain Wife. "That is the price your village paid. You will never love them with your whole heart again. The shadow of what they did in fear will lie between you forever. But they will be alive, nonetheless, and learning to bridge that shadowーor deciding not toーis the work of adulthood.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“There is enough darkness in the world,” said the Herder. “We do not add to it unless we must.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Humans. You beat yourselves up for failure and you beat yourselves up almost as bad for success.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Scared people did cruel and stupid things, sometimes,”
T. Kingfisher, Minor Mage
“...many wizards over the ages, some of them very major mages indeed, have found themselves curled in ditches and wishing desperately for their mothers. But they tend not to mention these things in their memoirs.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“He wrapped his arms around his head and wished for his mother, which only made him feel younger and more hopeless. A real wizard wouldn't be huddled in a ditch wishing for his mother.
(In this, at least, Oliver was dead wrongーmany wizards over the ages, some of them very major wizards indeed, have found themselves curled in ditches and wishing desperately for their mothers. But they tend not to mention these things in their memoirs.)”
T. Kingfisher, Minor Mage
“It’s not good stomping along mad and forgetting to take care of yourself,” said the armadillo.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“When kindness came from murdered ghosts and lost pigs, and the adults that were supposed to help you were monsters that walked like men…”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Oliver had been both touched by her gratitude and desperately uncomfortable. That much emotion made him feel like he was seeing inside people's guts, and he didn't want to know so much about them.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“The armadillo simply looked at him. Black pebble eyes caught a gleam of stray light from the stars. “How many beatings does Trebastion have to take for your personal growth?” he asked quietly.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“I don’t think that would be a good idea,” said Oliver. His brain felt swollen, like a raw red sponge inside his skull. It didn’t hurt, but it didn’t hurt in a way that indicated a whole lot of hurt lurking underneath. “I think I broke something.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Can I ask a question?”

“You can always ask,” said the old wizard. “You should always ask, in fact. Questions make the world go round! Whether I’ve got an answer is another matter.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“There is something about a group of people that is less than the sum of its parts.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“The line of paw prints behind the armadillo began to weave back and forth across the road. Oliver reached down and scooped his familiar up in his arms.
"I can still walk," said the armadillo."
Oliver didn't say anything. Armadillos have their dignity. After a few moments, his familiar rested his armored cheek against Olivers own and sighed.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“The Encyclopedia of Legendary Creatures, a”
T. Kingfisher, Minor Mage
“That is the price your village paid. You will never love them with your whole heart again. The shadow of what they did in their fear will lie between you forever. But they will be alive, nonetheless, and learning to bridge that shadow—or decide not to—is the work of adulthood.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Well… he used to say that if your fly is open, you’re better off buttoning it up than spending ten minutes arguing you meant to leave it open.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“—¿Armadillo? —preguntó—. ¿Puedes hablar con él?
—Es lo que he estado haciendo —contestó—. Lo que más hace es soltar maldiciones. Tiene un vocabulario bastante impresionante para ser un carnero —Gregor profirió un ruido sospechosamente parecido a una risa. El Ama de la Lluvia rio, golpeando el suelo con su bastón.
—Cree que estás interesado en sus hembras —dijo el armadillo—. Y me parece que no está del todo equivocado.
—¡Su dueño me dio permiso!
—No creo que —dijo el armadillo, mientras Oliver se arrojaba a un lado para quitarse del camino en otra embestida—, que esté en ánimo de sostener una discusión compleja sobre autonomía personal y derechos de propiedad.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“—Salta a la vista que eres joven, mago, y tus pensamientos son jóvenes y desordenados.
—Estoy cansado de ser joven —dijo Oliver, porque lo estaba pensando lo suficientemente alto como para que no importara decirlo en voz alta—. Sin importar mi juventud, mi aldea me envió a esto —todavía sentía que había sido una injusticia y le dolía, pero el amor, la compasión y el resentimiento se entretejían y no encontraba manera de desenredarlos.
—Sí —el Ama estuvo de acuerdo—. Ése es el precio que tu aldea pagó. Nunca volverás a amarlos con todo tu corazón. La sombra de lo que hicieron por miedo estará siempre entre ellos y tú. Sin embargo, podrán seguir vivos, y aprender a dar un rodeo alrededor de esa sombra, o decidir que no vale la pena hacerlo, requerirá la madurez de la edad adulta.
Oliver bajó la cabeza, preguntándose si llegaría a tener esa madurez de la edad. “Aunque extraño a Vezzo y a Matty. Y a mi mamá”. Se preguntó en qué momento había madurado lo suficiente como para que no lo avergonzara extrañar a su madre.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“—Reina la confusión en tu mente —dijo al fin—. Tus ideas están enredadas como la lana sin cardar.
“Ah, caramba”, oyó pensar al armadillo. “Si tenemos que esperar a que los pensamientos humanos se desenreden, podemos morirnos de viejos antes de que consigamos la lluvia”. No era de buena educación pensar semejante cosa, pero tampoco estaba muy equivocado.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“No había pensado en las implicaciones de sus actos. Tan sólo había actuado. “Y lo volvería a hacer. Claro que sí. Era un hombre malo. Era un asesino que sacrificó a su propia gente para salvarse del ghul”.
No se sentía culpable por eso, como sí le había sucedido con Bill, o incluso con los hombres que el ghul había matado. Pero le seguía pareciendo que debía haber pensado antes de actuar. Sabía que podía matar gente. Sabía que ese hechizo podía ser una sentencia de muerte con los ghules merodeando por ahí. Y a pesar de todo no lo había pensado.
“Debió haber un momento en que yo parara para pensar y darme cuenta de lo que estaba por hacer y tener en cuenta las consecuencias, ¿no es así?”.
Los adultos siempre decían que uno debería detenerse y pensar en lo que estaba por hacer. Oliver no había pensado. No había tenido tiempo de pensar. Era la vida de un hombre la que dependía de ese hechizo, y él sabía que era la vida de un hombre y a pesar de todo no lo había pensado.
“Si supieras que alguien podría morir si tú haces algo, ¿no deberías pensarlo bien antes? ¿Aunque fuera por un instante?”.
“Funcionó”, contestó el armadillo en su mente.
“¿Y qué tal si no hubiera funcionado?”.
“¡Ay, estos humanos! Malo si sí, y malo si no… ¡Terrible!”.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“—Me encantaría que dejaras de hacer eso.
—¿Dejar de hacer qué? Soy tu animal familiar, y mi oficio es saber qué tanta magia eres capaz de hacer.
—Y entonces, ¿qué? ¿Crees que debería dejar de tratar de superarme? —Oliver sintió como si algo se estuviera quebrando y abriéndose en su pecho, algo vivo y rojo. Haber visto a Stern pegarle al pobre Trebastion lo había dejado sintiéndose impotente y furioso, y ahora el armadillo lo trataba con desprecio y toda esa furia se acumulaba buscando por dónde salir—. ¿Ésa es tu solución? ¿Que me contente con lo que puedo hacer y nunca trate de lograr algo mejor? ¿Que me contente con pasar el resto de mi vida como un insignificante mago menor?
Fue levantando la voz a medida que hablaba, y se dio cuenta y la bajó, tanto que sus últimas palabras parecieron más bien un chillido ronco.
El armadillo sencillamente lo miró. Sus ojillos de guijarros negros captaron un rayo de luz de las estrellas.
—¿Cuántas palizas tiene que soportar Trebastion para contribuir con tu crecimiento personal? —preguntó calmadamente.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Oliver ya estaba de rodillas, pero bajó la cabeza, rebosante de sentimientos complejos que no sabía enfrentar. Cuando la bondad provenía de fantasmas asesinados y cerdos extraviados, y los adultos que se suponía que le ayudarían eran monstruos que bien podían hacerse pasar por hombres… ¿qué debía hacer él? Nada de eso estaba bien. Anhelaba que el mundo fuera diferente.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“La luna tardó mucho en salir. Oliver alcanzó a dormitar un poco, cosa que lo asombró cuando se despertó (el armadillo estaba menos sorprendido. Según le había dicho su madre, los humanos ríen o lloran o se enfurecen cuando se les presiona demasiado y después, por lo general, caen profundamente dormidos. La madre del armadillo había sido una aguda observadora de la humanidad, incluso si sus ojos estaban apenas a medio palmo del nivel del suelo).”
T. Kingfisher, Minor Mage
“[...] Pero supongamos que Harold hubiera asesinado a unas cuantas personas. Nadie en la aldea iba a quererlo creer. No querrían que alguien a quien conocían resultara ser un asesino. Harold defendería a gritos su inocencia, y todo el mundo lo respaldaría…
… hasta cierto punto.
Pero si Harold traspasara los límites y alguien lo pillara en el intento (supongamos que hiciera algo extremadamente sospechoso), el resto de los aldeanos se pondrían en su contra. El hecho de ser uno de los pilares de la comunidad no lo protegería para nada.
Y lo cierto es que estarían mucho más molestos que si supieran desde un principio que era un asesino, porque se enojarían con ellos mismos por no haberlo frenado antes.
—Creo —explicó Oliver con parsimonia— que están asustados. Son una especie de masa, ¿me entiendes? Siguen a Stern porque grita más fuerte, tal como la gente de mi aldea siguió a Harold, el molinero, cuando empezó a gritar que yo tenía que conseguir que volviera a llover —se recostó, cerrando los ojos. Dos multitudes, dos conjuntos de rostros asustados y molestos—… Esto ha llegado demasiado lejos. La mayoría no saben bien qué es lo que está pasando, y eso no les gusta. Si Stern llega mucho más allá, se darán cuenta de que es un monstruo. Pero si lo aceptan, tendrán que aceptar también que estaban equivocados desde un principio, y que habían estado ayudándole a un monstruo.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“—Hago conjuros con hierbas, más que nada.
—Oh, hierbas —comentó el jefe, con el tono despectivo de las personas que no tienen idea de lo que son capaces de hacer las hierbas.
(No es muy sensato decir algo así porque quienes sí las saben usar tal vez se ofendan, y entonces uno corre el riesgo de encontrar sus calcetines llenos de ortigas y su té con cáscara sagrada, que a pesar de ser una corteza de árbol es también un poderoso laxante).”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Pero es que eso es lo que sucede con los humanos… les gusta estar en compañía y apretujarse de a tres o cuatro en una madriguera si pueden, y luego apeñuscar sus madrigueras lo más cerca posible, como nidos de golondrinas. Si se mantiene a un humano en soledad durante mucho tiempo, empezará a comportarse de manera extraña y se verá triste.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“Ojalá pudiera hacer que Oliver lo entendiera. Los grandes hechizos eran impactantes, claro, pero los pequeños podían resultar más adecuados para el propósito que tenían ante ellos. Sólo había que ver hasta dónde había llegado Oliver con el hechizo “para acá-para allá”. Pero no, era casi un niño y necesitaba demostrar su valía constantemente y… a decir verdad, la gente de su aldea tampoco ayudaba.
“Te tratan como un bebé hasta que te necesitan, y entonces esperan que muevas cielo y tierra para llevarles la lluvia”, murmuró el armadillo para sí. Oliver había sido bastante comprensivo, sí, pero a él todavía le irritaba todo el asunto.”
T. Kingfisher, Minor Mage
“—Es un poco injusto haber mandado a un niño solo a la sierra, ¿no te parece?
—No soy mucho menor que tú —contestó Oliver, molesto.
—Sí, pero a mí sólo me piden que haga arpas que gritan, y eso en realidad no es peligroso.
Oliver suspiró.
—No sabían que habría ghules —dijo. No sabía bien por qué estaba defendiendo a los de su aldea, pero no podía darle a entender a Trebastion que eran un puñado de monstruos—. Y en realidad no me mandaron a hacerlo sino que estaban asustados, sólo eso.
El armadillo se mantuvo en silencio.
—Yo estoy asustado, todo el tiempo con miedo —dijo Trebastion—. Me aterra que el alcalde Stern vaya a aparecerse y a abrirme de arriba abajo y sacarme las vísceras como si yo fuera un pescado. Y no por eso hago que alguien se largue a conseguirme la lluvia.
Oliver puso los ojos en blanco.
—Sí, pero tú eres sólo una persona.
Trebastion dio un traspiés en una raíz.
—Seguro que eso tiene mucha lógica —dijo cuando recuperó el equilibrio—, pero creo que no entiendo qué tiene que ver.
Oliver hizo una pausa. El armadillo levantó la cabeza y olfateó el aire.
—Tú eres sólo una persona —explicó Oliver—, y yo soy sólo una persona. Pero los aldeanos eran treinta o cuarenta —trató de encontrar una buena manera de expresarlo para que Trebastion comprendiera—. Y se reunieron y entre ellos fueron atizándose el enojo y con eso fue más difícil pensar individualmente. Ninguno de ellos lo hubiera hecho por sí solo, a excepción de Harold, tal vez.
Continuaron unos minutos en silencio, o al menos en el máximo de silencio posible con Trebastion.
—Pero al final lo hicieron —observó Trebastion—. Quiero decir que sucedió.
Oliver suspiró.
—Sí, pero no lo estoy haciendo por todos ellos en conjunto, sino por cada uno por separado. Por Vezzo y Matty… y por todos. Nuestros vecinos —los podía ver a cada uno en su imaginación. Matty probablemente estaba llorando junto a sus pollos en ese momento. Vezzo podía estar incluso mirando hacia el oeste, con sus grandes manos apretadas a los costados de su cuerpo, pensando si Oliver estaría bien o no.
—Suena muy complicado —dijo Trebastion.
Oliver se encogió de hombros. Luego de unos momentos preguntó:
—¿Conoces alguna vaca?
—Me he topado con una o dos en la vida —concedió Trebastion—, cuernos, ubre… esas cosas.
—Bien, pues son vacas y sólo eso, ¿cierto? Son importantes para sus dueños, pero son simplemente… vacas. Y cuando reúnes una buena cantidad y de repente se asustan y forman una estampida pueden llegar a derribarte. No es que tengan intención de hacerte daño, sino que están asustadas. Siguen siendo importantes para sus dueños. No porque te hayan hecho eso vas a rechazar a todas las vacas de ahí en adelante.
—Sí, pero eso no te quita el hecho de que estés muerto —siguió Trebastion—, luego de que te pisotearon.
Oliver suspiró.
—Ajá —había pensado que la analogía de las vacas le ayudaría a Trebastion a entender, pero tal vez él comprendía mejor de lo que Oliver se imaginaba—. Sí, eso no te quita lo muerto.”
T. Kingfisher, Minor Mage

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