Cuentos de amor, de locura y de muerte Quotes

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Cuentos de amor, de locura y de muerte Cuentos de amor, de locura y de muerte by Horacio Quiroga
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Cuentos de amor, de locura y de muerte Quotes Showing 1-30 of 81
“Nada hay más bello y que fortalezca más en la vida, que un puro recuerdo”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“الموت.
إنّ أحدنا ليفكر كثيراً خلال مسيرة الحياة بأنه في يوم ما، بعد سنوات، بعد شهور، بعد أسابيع أو بعد أيام تحضيرية، سيصل بدوره إلى عتبة الموت. إنه القانون المحتم، المقبول والمنتظر، مهما اعتدنا السماح لأنفسنا بحمل الرّضا في الخيال عن هذه اللحظة، العليا بين جميع اللحظات التي سنلفظ فيها نفسنا الأخير.
ولكن،
في هذه اللحظة الأخيرة في هذا النفس الأخير، ماذا عن الأحلام والقلق والآمال، والآلام التي كانت موضع اعتداد في حياتنا!
ما الذي ما زال يخبئه لنا هذا الوجود المليء بالقوة قبل زواله من المسرح الإنساني!
هذا هو العزاء والمتعة والسبب في شرودنا الجنائزي:
أبعيد جداً هو الموت، وغير متوقع هذا الذي بقي علينا أن نحياه.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“bien: basta que dos personas sorban los deleites de la vida de un modo anormal, para que se comprendan tanto más íntimamente, cuanto más extraña es la obtención del goce. Se unirán en seguida, excluyendo toda otra pasión, para aislarse en la dicha alucinada de un paraíso artificial.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“Se miraron fijamente, insistentemente, aislados del mundo en aquella recta paralela de alma a alma que los mantenía inmóviles.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“El cloroformo dilata el pecho a la primera inspiración; la segunda, inunda la boca de saliva; las extremidades hormiguean, a la tercera; a la cuarta, los labios, a la par de las ideas, se hinchan, y luego pasan cosas singulares.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“Y la madre creyó a la serpiente, porque en todas las religiones de los hombres la serpiente conoce el misterio de las vidas que pueblan los mundos.”
Horacio Quiroga, El síncope blanco y otros cuentos de locura y terror
“—Y cuando sane y no tenga más delirio…¿me querrás todavía?”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“Yo tengo alguna idea, como todo hombre, de lo que son dos ojos que nos aman cuando uno se va acercando despacio a ellos. Pero la luz de aquellos ojos, la felicidad en que se iban anegando mientras me acercaba, el mareado relampagueo de dicha –hasta el estrabismo–cuando me incliné sobre ellos, jamás en un amor normal a treinta y siete grados los volveré a hallar.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
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“Aunque me habló con loco entusiasmo de la belleza de su novia, esta apreciación suya de la hermosura en cuestión no tenía para mí ningún valor.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“Era sobre todo, una belleza para hombres, sin ser en lo más mínimo provocatica; y esto es precisamente lo que no entenderán nunca las mujeres.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“Esta convicción era tan intensa, que Nébel jamás la había besado.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“Usted sabe qué terrible fuerza de atracción tiene el suicidio, cuando la idea fija se ha enredado en una madeja de nervios enfermos.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“Abusaba de la morfina, por angustiosa necesidad y por elegancia. Tenía treinta y siete años; era alta, con labios muy gruesos y encendidos, que humedecía sin cesar.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor de locura y de muerte
“Si usted es querido alguna vez como yo lo fui, y ultraja como yo lo hice, comprenderá toda la pureza viril que hay en mi recuerdo.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“profundo”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“libertado”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“soy”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“en silencio y siguieron al comedor. —Pst...”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“boca”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“llevándose las manos crispadas a los bandós: —sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca. Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón habría impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia. Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero faltaba aún. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó. Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más. Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña,”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“sirvienta,”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“mamá!”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos. —No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida. Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“Rubia, angelical y tímida, el”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó. —Mamá, ¡ay! Ma... —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo. Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija. —Me parece que te llama —le dijo a Berta. Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Bertita a dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio. —¡Bertita! Nadie respondió. —¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada. Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte
“cuerpo hermoso, no recurre al arbitrio femenino de los anteojos. Comenzó el segundo acto. Volví aún la cabeza al palco, y nuestras miradas se cruzaron. Yo, que había apreciado ya el encanto de aquella mirada vagando por uno y otro lado de la sala, viví en un segundo, al sentirla directamente apoyada en mí, el más adorable sueño de amor que haya tenido nunca. Fue aquello muy rápido: los ojos huyeron, pero dos o tres veces, en mi largo minuto de insistencia, tornaron fugazmente a mí. Fue asimismo, con la súbita dicha de haberme soñado un instante su marido, el más rápido desencanto de un idilio. Sus ojos volvieron otra vez, pero en ese instante sentí que mi vecino de la izquierda miraba hacia allá, y, después de un momento de inmovilidad por ambas partes, se, saludaron. Así, pues, yo no tenía el más remoto derecho a considerarme un hombre feliz, y observé a mi compañero. Era un hombre de más de treinta y cinco años, de barba rubia y ojos azules de mirada clara y un poco dura, que expresaba inequívoca voluntad. —Se conocen —me dije— y no poco.”
Horacio Quiroga, Cuentos de amor, de locura y de muerte

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