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Ay de aquellos (...) que se sirven del poder que tienen sobre un corazón para despojarlo de las sencillas alegrías que brotan en su seno. Todos los regalos, todas las deferencias del mundo no compensan un momento de felicidad amargado por la envidiosa indisposición de un tirano.

los malentendidos y la pereza ocasionan si cabe más extravíos en el mundo que la astucia y la maldad

We may be better or worse people, happy or miserable, successful or failing, but what we are, within these wider categories, how we define ourselves, as opposed to how we are genetically defined, is what we call "taste". (...) True taste, essential taste, is much more instinctual and unreflecting. It says Me, here, now. (...) Falling in love is the most violent expression of taste known to us.

Later, when we look back, we will fetishise and celebrate the first date, the first holiday together, but what really counts is what happened before this public story.: the moment, more of pulse than of thought, which goes, Yes perhaps her, and Yes perhaps him.

I used the word 'complicity' a bit ago. I like the word. An unspoken understanding between two people. A kind of presense if you like. The first hint that you may be suited, before the nervous trudgery of finding out whether you 'share the same interests', or have the same metabolism, or are sexually compatible, or both want children, or however it is that we argue consciously about our unconcious decisions.

That was one of the things about being single again: You saved time. You walked quicker, you got home and drank a beer quicker, you ate your supper quicker. And then the sex you had with yourself, that was quicker too. You gained all this extra time (...) — extra time in which to be lonely.

Why did people hold so fast to life, that thing they were given without being consulted?

It was just easier to be tactful if you didn't care if you knew things or not; harder when you cared.

maybe we're both starting again from the same sort of low point, and that's OK. Everything's OK.

Cuán poco hace falta para que no exista lo que existe.

uno se desacostumbra a contar con quien ya no está presente a diario, o aún es más, a todas horas y para cualquier menester.

cuando una situación se acaba se echa de menos, hasta la más detestable, hasta la que se deseó infinitas veces que tocara a su fin. Esa añoranza paradójica tiene escasa duración, pero en primera instancia se produce el mismo vacío que cuando se logra un objetivo que ha costado esfuerzo y paciencia (...) terminar una película o ponerle a una novela el rezagado punto y final.

¿Por qué habría de querernos el que señalamos con el dedo?¿Por qué ese justamente, como si tuviera que obedecernos? ¿O por qué habría de desearnos aquel que nos turba y enciende y por cuyos huesos y carne morimos? Y cuando se da, ¿a qué tanta duración? ¿Por qué ha de perseverar algo tan frágil y tan prendido con alfileres... ?

Los jóvenes tienen excesivo apego a la verdad, a la que los atañe. Faltan sin cesar a ella, pero no puede pedírseles que renuncien a las que los incumben o afectan. No soportan ser burlados y tomados por tontos, cuando eso es poco grave y el común destino de mujeres y hombres, sin distinción alguna.

confundimos vulnerabilidad con inocuidad y creemos que las víctimas no hieren, es un error muy extendido.

Los infortunios enfrían y alejan, y si se prolongan uno huye de ellos...

Tuve la sensación de que disfrutaba con sus demoras: ya que había accedido a contarme, tendría que ser a su ritmo y manera. Ese es el privilegio del que cuenta, y el que escucha no tiene ninguno, o solamente el de marcharse.

El amor del otro conmueve. También da pena, como el de los niños. Tanta que parece una crueldad no aceptarlo, no acogerlo. Una especie de pena que ablanda.

Es lo malo de los secretos, que pedir perdón está excluido.

no hay fervor que resista el trato continuado y la cercanía, la contemplación de los actos de la vida íntima de nadie, esos que nos uelen contarse porque configuran historias demasiado tenues, tan parecidas a todas entre sí que los relatores más ambiciosos tienden a desdeñarlas y apenas les prestan atención.

No se lleva ante la justcia al conjunto de un país, ni a la mitad, ni siquiera a una porción. ( )Y en el supuesto de que pudieramos hacerlo, ¿qué sentido tendría no ya procesar, que no es posible ni conveniente tampoco ( )sino retirarle el saludo a la mayoría de la población? Seríamos los estúpidos justicieros los que nos quedaríamos apestados y aislados( )Nadie execra a sus iguales, nadie acusa a quien se le parece.

La justicia no existe. O sóo como excepción: unos pocos escarmientos para guardar la apariencias, en los crímenes individuales nada más. Mala suerte para el que le toca. En los colectivos no, en los nacionales no, ahí no existe nunca, ni se pretende. A la justicis la atemoriza siempre la magnitud, la desborda la superabundancia, la inhibe la cantidad. Todo eso la paraliza y la asusta, y es iluso apelar a ella después

No se puede evitar oír, y las manchas auditivas no se limpian, no salen, a diferencia de las sexuales, que se lavan todas.

La revancha se acaba, la maldad fatiga, el odio aburre, salvo a los fanáticos, y aún así. Hay que hacer pausas.

El tiempo da para mucho, es difícil actuar mal sin cesar, como lo es actuar bien.

el tiempo que no se llena suele ir acompañado de pensamientos estáticos, repetitivos