“Recuerdo su traje de baño color amarillo, y las gotas de agua clorada que resbalaban por aquel tejido flojo y tibio aún una hora después de sumergirnos en la piscina, atravesándole los muslos hasta caer por fin rendidas en la toalla de florecitas rosas. Nos colocábamos la una junto a la otra y nos dejábamos secar por el sol del verano, ocupando el tiempo en acompasar nuestras respiraciones mientras construíamos aquel catálogo de maneras de matarse. Parecían días felices. Cuando una mano rozaba por aparente casualidad el cuerpo de la otra fingíamos que no había motivo para apartarla de su trayectoria, como tampoco para dejarla ahí. Y así, aquellos encuentros acallados, casi furtivos, acababan por convertirse en prolongadas expediciones a lo largo de la piel, viajes fortuitos que daban sentido a la tarde y, tal vez, también a los días.”
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Berta Dávila,
El último libro de Emma Olsen