“—Me voy con mi fascinante, reservada e insoportable cáraid.
—¿Con… Miz? —preguntó Caleb—. ¿No había otro apodo?
Cahal miró a Caleb con hastío.
—Cómeme el capullo, líder.
—Me parece un nombre un poco curioso —lo ignoró por completo y siguió con sus pullas—. Por cierto, lo que me recuerda, Daanna.
—¿Sí, Caleb? —dijo ella dando un sorbo al café.
—¿Dónde están «miz» gafas?
Daanna escupió el café, y Menw se partió delante de su hermano.
Cahal puso los ojos en blanco.
—No te lo tomes a mal, brathair —dijo Menw—, pero reconocerás que la chica no ha entrado con tan buen pie como para ganarse el título honorífico a «Miz Zimpatía».
Daanna se dobló sobre sí misma ahogándose en sus propias carcajadas.
—Está bien, chicos —Caleb levantó una mano y se limpió las lágrimas de la risa—. Vamos a tener un poco… un poco de… —le faltaba el aire—, de «mizericordia».”
―
Lena Valenti,
El libro de la alquimista