¿Acaso no soy yo una mujer?: Mujeres negras y feminismo (El origen del mundo nº 8)
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Gloria Jean Watkins nació en 1952 en Hopkinsville, Kentucky, y adoptó el pseudónimo de bell hooks en honor a su bisabuela, una mujer célebre por decir lo que pensaba.
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No podría identificarme de verdad con aquel movimiento mientras mi voz no se escuchara. Pero antes de pedirles a los demás que me escucharan tenía que aprender a escucharme a mí misma y descubrir mi identidad.
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las mujeres debemos tratarnos con respeto, protección, aliento y amor entre nosotras y que la sororidad empodera.
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Al menos la mujer blanca podía suplicar su emancipación, mientras que lo único que podía hacer la mujer negra, doblemente esclavizada, era sufrir, luchar y guardar silencio.
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Por primera vez en la historia de Estados Unidos, mujeres negras como Mary Church Terrell, Sojourner Truth, Anna Cooper y Amanda Berry Smith, entre otras, rompieron los largos años de silencio y empezaron a explicar y dejar registro de sus vivencias. En concreto, recalcaron el aspecto «femenino» de su ser, que las hacía ser diferentes de los hombres negros, hecho que quedó demostrado cuando los hombres blancos abogaron por conceder el derecho al voto a los hombres negros mientras se privaba de él a todas las mujeres.
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lo que se defendía como el sufragio de los negros era el sufragio de los hombres negros.
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Antes de que los hombres blancos apoyaran el sufragio de los hombres negros, las activistas blancas habían creído beneficioso para su causa aliarse con activistas políticos negros, pero, cuando pareció que los hombres negros podían conseguir el voto mientras que a ellas seguía privándoselas de él, aparcaron a un lado la solidaridad política con los negros e instaron a los hombres blancos a dejar que la solidaridad racial se impusiera a su defensa del sufragio para los hombres negros.
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Sobre las mujeres negras pendía un arma de doble filo: apoyar el sufragio femenino comportaba aliarse con las activistas blancas, que habían expresado públicamente su racismo, mientras que defender el sufragio de los hombres negros suponía respaldar un orden social patriarcal que las privaba de voz política.
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«Hay mucho revuelo acerca de que los hombres de color consigan sus derechos, pero no se dice ni una palabra acerca de las mujeres de color y, si los hombres de color obtienen sus derechos y las mujeres de color no, lo que veremos será que los hombres de color serán dueños de las mujeres y la situación volverá a ser tan nefasta como antes»,
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Exigieron a las mujeres negras que asumieran una posición supeditada. Se dijo a las mujeres negras que debían ocuparse de atender sus hogares y criar a los futuros combatientes de la revolución.
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No me canso de escuchar a tipos decir que las mujeres negras deberían ser pacientes y apoyar a los hombres negros para que recuperen su masculinidad. La noción de feminidad, afirman (y solo cuando se les presiona para que se posicionen se dignan a reflexionar sobre ello o exponer argumentos), depende de su masculinidad. Y esta basura continúa.
Ninna Ottey
Still happening
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Por lo general, cuando alguien hace referencia a la «fortaleza» de las mujeres negras hace alusión a su percepción del modo en que las mujeres negras lidian con la opresión. Pasan por alto el hecho de que ser fuerte frente a la opresión no es lo mismo que superar la opresión, y que no conviene confundir la resistencia con la transformación.
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La imagen estereotípica de la mujer negra «fuerte» dejó de verse como deshumanizadora y se convirtió en el nuevo emblema de la gloria de la mujer negra.
Ninna Ottey
Este estereotipo sexista y racista todavía se mantiene vigente.
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Cuando el movimiento de emancipación de la mujer se hallaba en su momento álgido y las mujeres blancas rechazaban el papel de criadoras, de bestia de carga y de objeto sexual, se ensalzaba a las mujeres negras por su devoción a la tarea de la maternidad, por su capacidad «innata» de soportar tremendas cargas y por su accesibilidad creciente como objetos sexuales.
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Ellas tenían libros que hablaban del impacto negativo del sexismo en sus vidas; nosotras, libros que defendían que las negras no tenían nada que ganar con la liberación de la mujer.
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la palabra «hombres» hace alusión exclusivamente a los hombres blancos; la palabra «negros», a los hombres negros, y la palabra «mujeres», a las mujeres blancas.
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Pero aunque denunciásemos como desagradable e insultante la idea del macho negro, no hablábamos de nosotras, de lo que supone ser una mujer negra y de lo que significa ser víctimas de la opresión sexista y racista.
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Con excesiva frecuencia, en nuestra sociedad se da por supuesto que uno puede saber todo lo que hay por saber acerca de las personas negras escuchando única y exclusivamente el relato personal y la opinión de una sola persona negra.
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La escasez de mano de obra, combinada con el número relativamente bajo de mujeres negras en las colonias estadounidenses, llevó a algunos plantadores blancos a alentar, persuadir y coaccionar a mujeres blancas inmigrantes para que mantuvieran relaciones sexuales con esclavos negros con el fin de producir mano de obra. En Maryland, en el año 1664, se aprobó la primera ley antimestizaje, cuyo objetivo era restringir las relaciones sexuales entre mujeres blancas y esclavos negros.
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a medida que el valor de mercado de las esclavas negras fue en aumento, el número de mujeres robadas o adquiridas por los traficantes esclavistas también se incrementó.
Ninna Ottey
Claro. Si era de hombre negro y de una mujer blanca, se consideraba libre. De una mujer negra con un hombre de cualquier raza, es mano de obra esclava.
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Nunca sabremos el número de mujeres negras fallecidas durante el parto ni el número de mortinatos.
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Los blancos que observaban a los esclavos africanos desembarcar en las orillas de los Estados Unidos apreciaban que parecían alegres y felices, y pensaban que dicha felicidad se debía a la alegría de haber llegado a tierras cristianas. Sin embargo, lo único que expresaban los esclavos era alivio. Pensaban que lo que les deparaba el destino en las colonias estadounidenses no podía ser tan atroz como la experiencia a bordo del barco negrero.
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La idea generalizada de que las esclavas negras que trabajaban en el hogar blanco recibían de manera automática un trato preferente no siempre se corrobora con los relatos personales de las esclavas.
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Solía abusarse de las esclavas negras cuando tenían entre trece y dieciséis años.
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Lydia Marie Child resumió la situación social de las mujeres negras durante la esclavitud como sigue: La mujer negra no está protegida ni por la ley ni por la opinión pública. Es propiedad de su amo, y sus hijas son también propiedad de este. Se les permite no tener escrúpulos de conciencia, ni sensación de vergüenza, ni contemplaciones con el marido o el padre: deben mostrarse absolutamente sumisas a la voluntad de su amo si no quieren ser azotadas hasta, en el mejor de los casos, rayar la muerte para complacer la voluntad de este.
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Angela Davis ha argumentado de manera convincente que la violación de esclavas negras no respondía, tal como han sugerido otros analistas, al deseo de los hombres blancos de satisfacer su deseo carnal, sino que se trataba de un método de terrorismo institucionalizado cuyo objetivo era la desmoralización y deshumanización de la mujer negra.
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En el caso de otras muchas abolicionistas blancas, la única motivación subyacente a sus esfuerzos por poner fin a la esclavitud era el deseo de acabar con el contacto sexual entre hombres blancos y esclavas negras. No les preocupaba la difícil situación de las mujeres negras esclavizadas, sino salvar las almas de los hombres blancos que, a su entender, habían pecado contra Dios con sus actos de depravación moral.
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existía una indudable atracción por lo perverso, lo tabú, la asociación de la oscuridad con una picardía simpática y por la inexistencia de todo riesgo para el abusador sexual por poco bien recibidas que fueran sus atenciones.
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La violación hacía referencia, por definición, a la violación de mujeres blancas, porque la ley no contemplaba el delito de violación de una mujer negra.
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En contados casos, las amas blancas reacias a que sus hijos se casaran y se marcharan de casa les compraban criadas negras para que las utilizaran como compañeras de juegos sexuales.
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la opinión pública blanca siempre ha concebido a las mujeres negras como sexualmente permisivas,
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Emplearon dos mitos importantes para lavarles el cerebro a todos los blancos con respecto a los negros recién liberados: el mito de la mujer negra disoluta o «mala» y el mito del violador negro. Ninguno de estos mitos se sustentaba en hechos.
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La atroz naturaleza de los ataques violentos contra la masculinidad de los negros ha llevado a los historiadores y sociólogos a asumir que lo que más temían los blancos era la unión entre mujeres blancas y hombres negros. En realidad, temían que se autorizara legalmente la mezcla racial entre ambos sexos en cualquier combinación, pero, dado que era más probable que hombres negros solicitaran aprobación legal de sus relaciones con mujeres blancas mediante el matrimonio, fueron ellos los que se llevaron la peor parte de los ataques blancos supremacistas.
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Hay muchas mujeres negras que tienen una fobia a la sexualidad del hombre blanco equiparable a la que las mujeres blancas han sentido por tradición con respecto a los hombres negros.
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si bien el racismo provocó que los hombres blancos convirtieran a las mujeres negras en dianas, el sexismo es lo que hace que todos los hombres crean que pueden acosar física o verbalmente a las mujeres de manera impune. En el balance final, en el caso de la explotación sexual de las mujeres negras por parte de los hombres blancos, lo verdaderamente importante es el sexismo que motiva este tipo de acoso, no solo el trasfondo racial de los hombres que lo inician.
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Otra táctica que muchos hombres negros emplean para explicar su aceptación de sus relaciones interraciales con mujeres blancas y su condena de las relaciones entre mujeres negras y hombres blancos es afirmar que lo que ellos hacen es aprovecharse de las mujeres blancas tal como los hombres blancos se aprovecharon de las negras. Evocan un falso sentido de venganza contra el racismo para enmascarar sus propios sentimientos machistas y explotadores acerca de las mujeres blancas y, por ende, de todas las mujeres.
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La activista política Angela Davis escribe acerca de la etiqueta de «matriarca»: La designación de la mujer negra como matriarca es poco apropiada y cruel porque ignora los profundos traumas que la mujer negra debió afrontar cuando tuvo que someter su capacidad reproductora a intereses económicos ajenos y depredadores.
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La proyección de esta imagen de la mujer negra tan enfatizada sociológicamente es coherente y lógica en términos racistas, porque la llamada matriarca negra es un personaje folclórico modelado en gran medida por los blancos a partir de medias verdades y mentiras acerca de las condiciones involuntarias de las mujeres negras.
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El mal uso del término «matriarca» ha conducido a muchas personas a identificar como matriarca a cualquier mujer presente en un hogar donde no resida ningún hombre.
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Incluso en los hogares monoparentales, las madres negras pueden llegar a delegar la responsabilidad de ser el «hombre» en los hijos varones.
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La mujer negra que se creía «demasiado buena» para trabajar como personal doméstico o desempeñar algún otro empleo de servicio solía ser objeto de escarnio y se la tildaba de engreída.
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El papel independiente que se obligó a desempeñar a las mujeres negras tanto en el mercado laboral como en la familia pasó a percibirse de manera automática como impropio de una dama.
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A las negras jóvenes interesadas en la historia de África les seducía la teoría de la existencia de un matriarcado en Estados Unidos porque les habían explicado que en su madre patria existían sociedades gobernadas por las mujeres, y reivindicaban el matriarcado como parte del patrimonio cultural africano. En general, muchas mujeres negras se sentían orgullosas de que las consideraran matriarcas, porque el término tenía muchas más connotaciones positivas que otras etiquetas utilizadas para describirlas.
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El historiador Herbert Gutman alega que existen pocas pruebas que sustenten la idea de que «la criada doméstica típica era una mami entrada en años que mantuvo su puesto prebélico por lealtad a una familia blanca o porque los blancos tenían en especial consideración a estas mujeres».
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Las feministas blancas se concentraron tanto en la disparidad entre la situación económica del hombre blanco y la mujer blanca como indicador del impacto negativo del sexismo que pasaron por alto el hecho de que, en la sociedad estadounidense, los hombres de clase baja y pobres son tan capaces de oprimir y maltratar a las mujeres como cualquier otro grupo de hombres.
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La tendencia feminista a convertir el hecho de que los hombres ostenten el poder económico en sinónimo de opresión comportó que se etiquetara como «el enemigo» al hombre blanco. Y etiquetar al patriarca blanco de «cerdo chovinista» sirvió de pretexto a los machistas negros para sumarse a las mujeres blancas y negras en sus protestas contra la opresión del hombre blanco y desviar así la atención de su propio machismo, de su apoyo al patriarcado y de su explotación sexista de las mujeres.
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El racismo siempre ha sido una fuerza divisoria que separa a los hombres negros de los blancos, mientras que el sexismo o el machismo ha sido una fuerza que aglutina ambos grupos.
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Cuando el racismo impidió a la población negra disfrutar de igualdad social con los blancos, los hombres negros respondieron como si fueran los únicos representantes de la raza negra y, por ende, las únicas víctimas de la opresión racista.
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Richard Wright recalcaba los efectos deshumanizadores del racismo en los hombres negros, como si este no afectara a las mujeres negras. En su relato breve «Long Black Song», el protagonista, Silas, tras asesinar a un hombre blanco, grita con ira: ¡Los blancos no me han dado nunca ninguna oportunidad! ¡Nunca le han dado al hombre negro ninguna oportunidad! ¡No les queda nada por arrebatarnos! ¡Nos quitan la tierras! ¡Nos quitan la libertad! ¡Nos quitan a nuestras mujeres! ¡Y luego nos quitan la vida! Wright relega a las mujeres a la posición de propiedad;
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la relación de amor musulmana se sobreentendía que la mujer debía mostrar deferencia hacia el hombre en todas las ocasiones. Muchas mujeres negras se unieron entusiasmadas a la Nación del Islam porque querían que el hombre negro asumiera un papel dominante.
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