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Ese era, a juicio de Hughes, el papel de Adams: ser «el principal estratega» de los provos, mientras que Hughes era más bien un táctico.
que desde el corazón de su propio territorio. Esta vez no habían conseguido matarlo ni capturarlo, pero ahora sabían qué aspecto y qué cara tenía.
le dio a conocer el «contraterrorismo», un concepto que él enseguida vio que podía llegar a convertirse en un arma de gran eficacia.
«Yo me puse a pensar si mi buena suerte no se debería, en parte, al hecho de que intenté razonar
como un terrorista más que algunos de nuestros mandos
Estudió a Mao y al Che Guevara y echó mano de su propia experiencia en combate hasta completar un texto al que puso el anodino título de Operaciones de baja intensidad.
además de sofocar un levantamiento, es importante ganarse a la población.
Kitson le obsesionaba crear una red de espionaje; más de una vez había dicho que lo primero y principal es siempre «conseguir la información adecuada».
informadores se los conocía como «cotillas»; la cultura irlandesa los había denostado durante siglos como la especie más baja de traidor.
bien admitía que no era «una medida atractiva para personas que se han criado en un país libre», aducía que el internamiento podía, pese a todo, acortar un conflicto, ya que «quitaba de en medio a gente que de otro modo se habría implicado en la
Brendan Hughes, que también sabía un par de cosas sobre espionaje, no fue detenido en la redada… porque él estaba al corriente de lo que iba a pasar.
Pero el tribunal europeo de derechos humanos, en un polémico fallo, decidió en 1978 que dichas técnicas, aun siendo «inhumanas y degradantes», no eran equiparables a tortura.
Pero la aplicación más concreta de la filosofía colonial à la Frank Kitson en el contexto de los Troubles tal vez fue la MRF.
Tribunal de La Haya catalogaría como crimen de lesa humanidad, es tan pernicioso se debe en parte a que deja a los allegados de la víctima en un purgatorio
de incertidumbre.
Kitson evitaba a los más fanáticos —era demasiado difícil hacerles cambiar de bando— para centrarse en los que se habían unido al movimiento por una razón básicamente social: porque sus amigos también lo
hacían.
habían tomado demasiado afecto. Hughes, al enterarse, pensó que aquello era una versión inversa del síndrome de Estocolmo: los captores prendados del rehén.
Brendan Hughes se sintió traicionado por la decisión de la jefatura de eliminar a Wright y a McKee. Él les había dado su palabra de que no los
matarían, y eso lo atormentó el resto de su vida.
Viernes Sangriento fue una debacle especialmente grave, pero en
absoluto única; muchos otros atentados con bomba habían provocado heridos y muertos, erosionando poco a poco el apoyo de nacionalistas irlandeses moderados a una campaña de violencia.
Pero, como observaba un autor, estas pifias acabaron siendo una «forma bastante siniestra de “selección natural”», eliminando así a los artesanos incompetentes.
A tenor del enorme peaje en víctimas civiles cuando el Viernes Sangriento,
el
equipo tenía órdenes de ev...
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Dolours Price achacaría la culpa de tantas bajas a las autoridades británicas, por haber actuado con demasiada lentitud tras los avisos telefónicos para desactivar las bombas y alertar a la población civil.
una excusa cómoda, además de un tanto hipócrita desde el punto de vista ético.
MacSwiney había dado elocuente expresión a una filosofía del sacrificio que contribuiría a definir la emergente tradición del martirologio republicano irlandés.
tenían todo para convertirse en mártires: dos chicas delgadas y enigmáticas, devotas y a la vez dedicadas en cuerpo y alma al terrorismo», recordaba después Roy Jenkins.
día ofrecieron «resistencia a tope», escribía luego Dolours en una carta,
los médicos decidieron dejarlo y se negaron a seguir con la alimentación forzosa: el peligro era demasiado grande. Así pues, fue una opinión médica, no una valoración política, lo que acabó con la tortura.
Los provisionales se preparaban para una escalada de violencia; avisaron de que si las hermanas morían, «las consecuencias para el gobierno británico serán devastadoras».
Es posible que las autoridades no se dieran cuenta en su momento de lo que ocurría dentro de los muros de Kircubbin, pero si les llegó algún indicio del infierno que se vivía en
la casa, no por ello dejaron de seguir enviando niños.
niños
McConville quedaron tan marcados por sus experiencias en centros católicos de Irlanda del Norte que acabaron cogiendo miedo a los religiosos en general.
Adams estaba muy inmerso en el catolicismo. Por la noche, Hughes leía discursos de Fidel Castro; Adams rezaba el rosario.
«la
derrota les era más llevadera que la victoria —en palabras de un historiador—, pues existía cierta sensación de que a los republicanos irlandeses les sentaba de maravilla estar oprimidos, y la exclusividad y la marginación que eso conllevaba».
lucha
armada, les decía Adams a los jóvenes del IRA reunidos en el alambre, es solo un medio para alcanzar un fin, no el fin en sí mismo.
Aunque, a primera vista, aquella horrible experiencia tenía algo de cómicamente grotesco (hacía pensar en un experimento vanguardista de teatro del absurdo), lo que subyacía era algo bastante más familiar: una nueva muestra de política suicida.
Cuando el IRA le ordenó que no se relacionara con republicanas que hubieran decidido no secundar la protesta sucia, Dolours Price decidió abandonar la organización porque no podía obedecer aquella orden.
Los meses de pasar hambre y de alimentación forzada en Inglaterra habían complicado irrevocablemente su relación con la alimentación.
Le aseguró a Thatcher que si dejaba en libertad a Dolours, esta pondría todo su empeño, «pese a los peligros evidentes», en «instar a sus camaradas católicos a abstenerse de toda violencia».
Tal vez sea cierto que Price se había decantado finalmente por la no violencia en el plano personal, pero hay motivos para dudar de que pudiera haber renunciado a la tradición republicana de la resistencia armada.
Brendan Hughes, que los conocía muy bien a ambos, no creyó en ningún momento que el cura estuviera manejando a Adams, sino que, según recordaba, «fue Gerry el que manejó a Reid desde el primer momento».
empezó a divulgar la idea de que él siempre había sido una figura puramente política, fervoroso republicano y dirigente del Sinn Féin… pero no un voluntario del IRA, y que jamás había estado directamente involucrado en la lucha armada. «No soy miembro del IRA y nunca he pertenecido a esa organización», decía.
ruta que yo he tomado entraña el uso de la fuerza, pero solo si se consigue una situación en la que mi pueblo pueda prosperar de verdad podría considerar, a título personal, que esa opción estuvo justificada.» Unos años después de escribir esto, Adams empezó a decir que él nunca había sido miembro del IRA.