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August 24 - September 7, 2021
el amor es la atmósfera que llena y colorea la distancia entre ella y su amigo. Incluso cuando tienes delante a esa persona, hay algo de ella que permanece increíblemente lejos: cuando te acercas para abrazarla, tus brazos rodean el misterio, lo incognoscible, aquello que no puede poseerse.
me perdí de esa otra forma que no tiene que ver con la desubicación sino con la inmersión en un plano en el que todo lo demás desaparece.
eran cuestiones insondables, esa palabra con la que se designa a las profundidades que no se pueden medir.
Mientras iba absorta en aquel paseo que me liberó de las amarras del tiempo,
La continuidad de la memoria no salvaba el abismo entre el cuerpo de una niña pequeña y el de una mujer.
A veces el ganar y el perder están más íntimamente relacionados de lo que nos gusta creer. Y hay cosas que no se pueden poseer ni trasladar.
La mayoría se han ido volviendo más borrosos con el tiempo, y cada vez que pongo uno por escrito renuncio a él: deja de tener la vida misteriosa que tenía en la memoria y queda fijado en palabras; deja de ser mío; pierde el carácter cambiante y errático que tienen las cosas vivas,
dicen que al final de la vida el principio regresa con una vitalidad renovada, como si hubiéramos dado la vuelta al mundo y regresáramos a la oscuridad de la que vinimos.
En la niñez no existe la distancia: para un bebé, una madre que se ha ido a otra habitación ha desaparecido para siempre; para un niño, el tiempo que falta para un cumpleaños es eterno. Lo que está ausente es imposible, irrecuperable, inalcanzable.
Desde una altura de kilómetros, el territorio parece un mapa de sí mismo, pero sin ninguna de las referencias que dan sentido a los mapas.
Hay cosas que solo poseemos si están perdidas, hay cosas que no se pierden si de ellas nos separa la distancia.
Las fotografías, que se supone que tienen que servir de pilares de un pasado objetivo, son tan inestables como todo lo demás en la historia de mi familia
la imagen imborrable que conservaban de una patria entonces imaginaria impidió a estos hablantes integrarse a su entorno.
Solamente perdiendo ese pasado perderían la condición de exiliados, pues el lugar del que se habían exiliado ya no existía y ellos ya no eran el pueblo que había salido de aquel lugar.
era como si, tras haber experimentado tantas veces el desarraigo, eso fuera toda la patria que le quedaba,
Crecí con la idea del paisaje como recurso, con la posibilidad de salir del plano horizontal de las relaciones sociales y acceder a una alineación vertical con la tierra y el cielo, la materia y el espíritu.
mis piernas avanzaron como movidas por sus propios apetitos y las montañas no dejaron de llamarme.
el vacío puede compararse a la impresión de algo que estuvo ahí.
La pregunta es si desapareció por decisión propia o si no supo encontrar el camino para salir de su propia cabeza. ¿La perdieron solo ellos porque había encontrado otro camino, o se perdió también a sí misma, privada de la capacidad de orientarse en el mundo y en su propia mente?
Es un paisaje donde es fácil perderse, y visitar algunas de sus regiones resulta aterrador.
Es difícil decir si lo que le estaban extirpando era el dolor o el pasado, o si ambos eran la misma cosa.
era la encargada de conservar las historias y fotografías familiares, aunque, más que servir de puntales de un pasado estable, eran fantasmas y ficciones que se transformaban constantemente en función de las necesidades del presente. Pero todas las historias y fotografías hacen eso, tanto las colectivas como las personales.
La tecnología y las convenciones de la fotografía han hecho que las imágenes de cada generación tengan un aire particular, así como la historia, la moda y la alimentación han dejado sus propias marcas en los cuerpos, de modo que casi todas las personas en una época determinada tienen entre sí una especie de parentesco que no tienen con otras generaciones.
En lo alto del Himalaya hay fósiles de caracolas marinas; lo que fue y lo que es son cosas distintas.
Ahora me pregunto qué es lo que buscaba yo cuando me aferraba a historias e imágenes con las que llenar el vacío de esta incognoscibilidad.
A veces pienso que me hice historiadora porque no tenía historia, pero también porque quería contar la verdad en una familia donde la verdad era una entidad escurridiza.
La mejor forma de tratar la verdad es no pretender que una tiene una relación incontestable e imparcial con los hechos, sino revelar los propios deseos e intereses, porque la verdad no reside exclusivamente en los acontecimientos, sino también en las esperanzas y las necesidades.
la historia está formada más por cruces, ramificaciones y enredos que por caminos rectos.
Podría estudiar el árbol genealógico y localizar a parientes lejanos para averiguar la verdadera historia de mi bisabuela. Pero esa es su verdadera historia, y la mía es que crecí con esas historias cambiantes.
habíamos entrado en el paisaje radiante e incoloro de la muerte, impregnado de algo tan vital como la vida, demasiado majestuoso para infundir terror, transfigurado en otro mundo.
No existían los términos, o al menos él no disponía de ellos, con los que describir la extraordinaria transformación que había experimentado su alma.
lo que hizo para dejar de estar perdido no fue regresar, sino transformarse.
Debieron de aprender su entorno como se aprende un idioma, hasta despertarse un día hablándolo con fluidez.
Esta renuncia a los recuerdos, a los antiguos vínculos, es el elevado precio de la adaptación.
La ruptura con lo anterior debió de ser tan abrupta y violenta como un nacimiento.
Con el tiempo, destructor de todas las emociones, se fueron borrando aquellos desagradables sentimientos y volví a recuperar el contento de antes.
las verdaderas dificultades, el verdadero arte de la supervivencia, parecen residir en terrenos más sutiles. Lo que se necesita en esos terrenos es una especie de resiliencia psicológica, estar preparados para hacer frente a lo que venga.
Estos cautivos hacen patente de manera cruda y dramática algo que sucede en las vidas de todo el mundo: las transiciones a través de las cuales uno deja de ser quien era.
ya no eres la persona que fuiste alguna vez, pues la persona que vivió entre esa gente, que apreciaba esto, que eligió aquello, que escribía de esa forma, ya no existe. Sin darte cuenta, has recorrido una enorme distancia; lo extraño se ha vuelto familiar y lo familiar, si no extraño, al menos sí incómodo o inadecuado, una prenda de ropa que ya no te entra.
La gente que se ve introducida en otras culturas atraviesa algo similar a la agonía de la mariposa, cuyo cuerpo tiene que desintegrarse y volver a formarse más de una vez
El proceso de transformación consiste sobre todo en descomposición, seguida de esta crisis en la que la emergencia de aquello que hubo antes tiene que ser abrupta y total. Pero no todos los cambios en la vida de una mariposa son tan dramáticos.
quizás el cambio sea así, unas veces espectacular y otras más discreto, algo visible y a la vez oculto, una constante oscilación entre lo lejano y lo cercano.
Me había convertido en un fantasma que se le aparecía a mi propio cuerpo.
Los lotes vacíos eran como los huecos de una tosca sonrisa desdentada dirigida a las calles por las que nos movíamos.
y, como casi todas las estéticas, esta contenía también una ética, una visión del mundo con unas instrucciones que decían cómo comportarse, cómo vivir.
uno de los atractivos de las ruinas en la ciudad es el mismo que el de la naturaleza salvaje: son lugares donde vive la promesa de lo desconocido, con todas sus revelaciones y todos sus peligros.
Una ciudad se construye a imagen y semejanza de una mente consciente, una red capaz de calcular, administrar, producir. Las ruinas se convierten en el inconsciente de una ciudad, en su memoria, en sus territorios ignotos, sombríos, perdidos, y es en ellas donde verdaderamente cobra vida.
cuando me acuerdo de mí misma en ese entonces, me veo despidiendo llamaradas, precipitándome al abismo, y me asombra que sobreviviera, no al mundo exterior, sino al interior.
Igual que las ruinas, lo social puede convertirse en un lugar salvaje en el que el alma también se desenfrena y va en busca de algo que trasciende sus propias fronteras, que trasciende su imaginación.
A lo mejor Perséfone estaba encantada de fugarse con el rey de los muertos a su reino subterráneo; a lo mejor era la única forma que tenía de ser independiente de su madre;